La viruela símica (monkeypox) ha generado una nueva alerta de salud pública en el ámbito internacional. A partir de mayo de 2022 comenzaron a documentarse los primeros casos en Reino Unido e Irlanda del Norte, y en poco tiempo el contagio se extendió a países donde no era endémica. Entre el 21 de mayo y el 27 de junio de 2022, la Organización Mundial de la Salud proporcionó seis actualizaciones sobre los casos a nivel global, donde se constataba un acumulado de 3413 casos en 50 países.1 Un mes después, la Organización Mundial de la Salud finalmente declaró la emergencia de salud pública de importancia internacional (PHEIC, public health emergency of international concern), de acuerdo con el Reglamento Sanitario Internacional, ya que se confirmaron más de 16 000 casos en 75 países, con cinco muertes.2 Por el momento, el foco del brote se encuentra en Europa, pero también se han identificado numerosos casos en Estado Unidos, mientras que América Latina y el Caribe todavía son escasos. No obstante, con el transcurrir del tiempo se estima un aumento de contagios. Como respuesta y preparación, la Organización Panamericana de Salud ha implementado un “tablero de casos” en su página web, así como información de orientación y actualización.3
De la información relevante es importante tener en cuenta que el virus se transmite por contacto con la sangre, fluidos corporales, lesiones en la piel y gotas de respiración; también se puede contagiar por medio de objetos y ropa contaminada con el virus. No existe evidencia concluyente de transmisión sexual, pero se ha constatado un gran número de contagios entre hombres, particularmente en hombre que mantienen sexo con otros hombres, lo que ha sugerido focalizar las acciones preventivas, sin estigmatizar. Los síntomas son comunes a la gripe, con manifestación clínica de fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares, cintura y fatiga. No obstante, como característica distintiva se presenta inflación de los ganglios linfáticos y erupciones visibles en la cara, que luego se pueden extender a otras partes del cuerpo, tal como sucede con la viruela hasta ahora conocida.
No existe un tratamiento específico para esta afectación, pero se cuenta con algunos antivirales que pueden utilizarse. Generalmente, las personas afectadas se recuperan al cabo de unas semanas, salvo casos graves o personas con factores de riesgo, quienes pueden requerir tratamiento antiviral. Aunque se han desarrollado algunas vacunas, y algunos países han autorizado su uso, estas no han sido aplicadas masivamente. Favorablemente, se reconoce una escasa mortalidad y se espera que las secuelas no sean muy graves. Por el momento, se han establecido algunas medidas preventivas para disminuir el riego de propagación y contagio, como el asilamiento ante la detección de casos y el seguimiento de pacientes sospechosos.
La evolución futura de esta nueva emergencia sanitaria sin duda será clave para establecer una inmunización específica, así como el desarrollo de medidas más especializadas de control y prevención. De momento, los casos informados señalan la concentración de contagios en la región de Norteamérica, principalmente en Estados Unidos y Canadá, y una menor propagación en Centroamérica y Sudamérica, con excepción de Brasil.3 En consecuencia, ante la sospecha de la enfermedad es importante que las personas se aíslen preventivamente y contacten al personal sanitario, el cual por su parte deberá informar adecuadamente el diagnóstico a los pacientes y notificar a los organismos públicos encargados del monitoreo de esta emergencia sanitaria.