Señor editor: Los adultos mayores son particularmente susceptibles a infecciones respiratorias, por lo que la prevención de éstas es fundamental para disminuir complicaciones. Por otra parte, en geriatría, “fragilidad” describe un estado de gran vulnerabilidad y pobre resiliencia, el cual no debería excluir a las personas frágiles del beneficio de intervenciones tales como la vacunación, bajo el argumento infundado de que ésta es inútil.
Los “frágiles” tienen alterada su respuesta inmune ante las vacunas pero no hay evidencia de que dicha condición constituya un criterio de exclusión para tal intervención. Por lo tanto, el objetivo de este estudio fue determinar la asociación entre fragilidad y baja frecuencia del autorreporte de vacunación para influenza o neumococo en adultos mayores mexicanos.
Estudio transversal con 927 participantes de 70 años o más reclutados en el Estudio Mexicano de Marcadores Nutricionales y Psicosociales de Fragilidad. 1 Se los consideró como vacunados, parcialmente vacunados o no vacunados si informaron recibir en los últimos cinco años las vacunas contra influenza y antineumocócica, al menos una de ellas, o ninguna, respectivamente. “Fragilidad” fue definida según el fenotipo de Fried y colaboradores (frágil, pre-frágil o no frágil). Análisis bivariados probaron las categorías de fragilidad contra las categorías de vacunación. Todas las pruebas estadísticas fueron realizadas a nivel p<0.05.
La media de edad fue 77.8 ±6.1 y 54% fueron mujeres. La enfermedad crónica más frecuente fue la hipertensión (55.3%) y hubo discapacidad en actividades básicas de la vida diaria en 30.2%. Para cada vacuna, 68.1 y 44.9% de los participantes reportaron haber sido vacunados contra influenza o neumococo, respectivamente. Sin embargo, sólo 42.9% reportó tener ambas. “Fragilidad” estuvo presente en 14.1%. Sólo el número de enfermedades crónicas y de medicamentos utilizados fue mayor en los vacunados (ambas p<0.01). Como se esperaba, los vacunados tuvieron mayor acceso a servicios de salud (p<0.01). No obstante, la proporción de frágiles no fue diferente según su estado de vacunación. Los resultados no cambiaron cuando se estratificaron por sexo, síntomas depresivos, estado cognitivo, acceso a servicios de salud o discapacidad.
Este estudio mostró que no hay una asociación entre ser frágil y tener un esquema de vacunación incompleto. El envejecimiento es un factor de riesgo conocido para influenza e infección por neumococo.1,2 La vacunación disminuye la incidencia de tales enfermedades, así como hospitalizaciones y el riesgo de muerte en adultos mayores a pesar del fenómeno de inmunosenescencia que sufren particularmente los frágiles.1,3,4,5 No obstante, la fragilidad ha sido erróneamente considerada como criterio para excluirlos de los beneficios de la inmunización. Si bien la pobre respuesta de los frágiles a las vacunas se ha asociado con pérdida funcional,6 desnutrición o factores psicológicos,7 no hay guías que recomienden lo opuesto. Al contrario, se han descrito estrategias para hacer de la vacunación una medida más efectiva, que incluye aplicación subdérmica, mayores dosis y refuerzos.8,9,10 Por lo tanto, se recomienda fuertemente continuar con la vacunación para todos los adultos mayores por sus grandes beneficios en esta población.