Señor editor: Un estudio reciente posicionó los errores médicos como la tercera causa de muerte en los Estados Unidos de América.1 En concordancia, en los últimos años se ha enfatizado en los errores médicos y en su papel en la seguridad del paciente. Sin embargo, hasta hace poco los errores diagnósticos (ED) -cualquier falla para establecer una explicación temprana y adecuada de los problemas de salud de un paciente o en su explicación al paciente2- no habían recibido atención particular. La Organización Mundial de la Salud ha reconocido la importancia de los ED en la seguridad del paciente,3 pero parece existir poco interés sobre esta problemática en México.
Existen diferentes subtipos de ED y pueden estar interrelacionados (cuadro I). Verbigracia, los esfuerzos para disminuir los diagnósticos no realizados de una patología pueden llevar al sobrediagnóstico pero también a diagnósticos errados (falsos positivos), poniendo a estas personas en riesgo de recibir tratamientos e intervenciones innecesarias.
Se ha estimado que 5-10% de los diagnósticos son erróneos.4 Además, los ED generan costos más altos hoy que en el pasado, y al compararse con otros errores médicos es más probable que hayan resultado en un evento adverso grave o la muerte.2 Sin embargo, existe poca evidencia sobre la magnitud del daño que causan -tanto a los pacientes como a los sistemas de salud- a nivel mundial y en los distintos niveles de atención en salud. En México, la frecuencia y el impacto de los ED no se conocen con certeza, y los reportes existentes son pocos.5
Los ED pueden ocurrir por la complejidad del proceso diagnóstico2 y por la imposibilidad de tener absoluta certeza sobre un diagnóstico.6 No obstante, otros elementos del proceso de atención clínica pueden desencadenarlos: déficits de conocimiento o experiencia del médico, soberbia, mala comunicación entre las partes del proceso de atención clínica, sesgos derivados de la heurística (p.ej. el cierre prematuro), condiciones inherentes al sistema de salud (p.ej. sobredemanda de atención, recursos deficientes o inapropiados, aptitud deficiente del personal técnico-administrativo), e incluso la cultura (p.ej. conformismo, trasgresión de reglamentos).
Para abordar el problema, el paso inicial imprescindible debe ser crear conciencia sobre los ED, haciéndolos visibles. Esto favorecerá la cuantificación, discusión y estudio de los ED identificados, y permitirá detectar y corregir los agentes causales. Para esto, será necesario el esfuerzo de múltiples sectores del sistema de salud (p.ej. instituciones de salud, organismos de certificación médica), pero también entender que los humanos somos falibles y que esta naturaleza no puede ser modificada, pero sí el sistema en el que la persona trabaja. Las escuelas de medicina deberán desempeñar un papel importante durante este primer paso, al enseñar sobre los errores médicos y los ED desde etapas tempranas de la educación médica, remarcando siempre la máxima “primum non nocere”. Sólo después de este paso habrá lugar para la instauración de intervenciones dirigidas.4