Introducción
La seguridad alimentaria en los hogares mexicanos forma parte de los indicadores para la medición multidimensional de la pobreza desde el año 2008.1 Ésta refleja la gravedad de las experiencias ocurridas en el hogar debido a la falta de ingresos para adquirir los alimentos, así como la disminución en la cantidad de alimentos consumidos por los miembros del hogar y, en casos extremos, hambre.2,3 De acuerdo con la última evaluación de la pobreza multidimensional que realizó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el año 2018, 25.5 millones de personas (20.4% de la población mexicana) presentaron pobreza por acceso a la alimentación o inseguridad alimentaria (IA).4 La IA tiene un impacto negativo en la salud y bienestar de las personas, sin importar su edad.5 En niños, la IA en el hogar se ha asociado con mayor riesgo de ser hospitalizados,6 con la presencia de talla baja,7 anemia,8 problemas cognitivos,9 así como agresión y ansiedad.10 En adultos, la IA aumenta las probabilidades de tener hipertensión, diabetes11 y depresión.12 Mientras que en adultos mayores, la IA aumenta el riesgo de tener depresión13 y consumo deficiente de nutrientes.14 Debido a las implicaciones de la IA en la salud y bienestar de las personas, a partir del año 2012, esta medición se ha incluido en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) realizada en México. Con esta información, se ha documentado que la mayor prevalencia de IA moderada y severa se presenta en los hogares que se clasifican en los quintiles más bajos de condición de bienestar (45.9%), en zonas rurales (35.4%) o en la región sur del país (36.1%),15 si se es hablante de lengua indígena (42.2%); si se tiene incapacidad para caminar o moverse, así como carecer de apoyos económicos o en especie de programas sociales, pensiones o remesas.16
En la actualidad, se cuenta con dos mediciones en el tiempo de la IA, obtenidas en las dos ediciones de la Ensanut. Tras haber transcurrido seis años entre la primera y segunda medición (2012 y 2018-19), se hace indispensable actualizar los datos y detectar factores que posiblemente pueden empeorar la IA de los hogares mexicanos y que no habían sido estudiados anteriormente. Por lo tanto, el objetivo del presente trabajo es evaluar los cambios en la magnitud de la IA y los factores asociados con dicha condición, a partir de los datos de la Ensanut 2012 y 2018-19.
Material y métodos
La información analizada proviene de la Ensanut en sus ediciones 2012 y 2018-19; ambas tienen un diseño probabilístico, polietápico, estratificado y por conglomerados que permite que sean representativas a nivel nacional, por estratos urbano y rural, por región y por entidad federativa.17,18
Seguridad alimentaria
Se determinó el nivel de IA en los hogares participantes a partir de la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA), la cual ha sido validada y armonizada para población mexicana y latinoamericana.19,20 Dicha escala indaga sobre las experiencias de los integrantes del hogar relacionadas con la falta de dinero o recursos para la alimentación, como la preocupación porque los alimentos se terminen en un corto tiempo (IA leve), la disminución en la diversidad y calidad de la dieta que habitualmente se consume (IA moderada), así como la limitación en la cantidad de alimentos y episodios de hambre en adultos y niños (IA severa).21 La escala incluye 15 preguntas dicotómicas dirigidas al jefe del hogar o persona encargada de administrar la compra de alimentos. El periodo de referencia para las preguntas fueron los tres meses anteriores a la entrevista y clasifica a los hogares en cuatro categorías: seguridad alimentaria, IA leve, moderada y severa. Con base en el número de respuestas positivas y si el hogar tiene integrantes menores de 18 años, se construyeron las siguientes categorías: hogares sin menores de 18 años: seguridad alimentaria (0), IA leve (1 a 3), IA moderada (4 a 6), IA severa (7 a 8) y hogares con personas adultas y con menores de 18 años: seguridad alimentaria (0), IA leve (1 a 5), IA moderada (6 a 10), IA severa (11 a 15).22
Escolaridad del jefe del hogar. Se obtuvo mediante un cuestionario sobre características sociodemográficas y fue clasificada en primaria, secundaria, preparatoria o educación técnica, licenciatura y estudios de posgrado. Asimismo, se indagó sobre la infraestructura en la vivienda como disponibilidad de agua entubada al interior de la vivienda y tipo de estufa y combustible utilizado para cocinar (estufa, parrilla de gas o eléctrica, fuego abierto u horno sin chimenea, fuego abierto u horno con chimenea o campana, horno cerrado con chimenea u otro).
Índice de condiciones de bienestar del hogar (ICB). El ICB se construyó utilizando el método de componentes principales generados a partir de la matriz de correlaciones policóricas (correlaciones para datos categóricos), estableciendo el primer componente como ICB, el cual resume 40.5 y 51% de la variabilidad total de las características incluidas para su construcción en 2012 y 2018- 19, respectivamente. Las variables consideradas fueron material de construcción de la vivienda (techo, pared y pisos), número de habitaciones, la disposición de agua y luz en la vivienda, posesión de automóvil, número de enseres domésticos (refrigerador, estufa, lavadora, boiler y microondas, etc.) y número de aparatos eléctricos (televisión, servicio de cable, radio y teléfono). Este procedimiento de construcción del ICB se ha utilizado en las diferentes ediciones de la Ensanut.23 Posteriormente, el ICB se clasificó en terciles (1. bajo, 2. medio y 3. alto).
Área. Las localidades se clasificaron, de acuerdo con el número de habitantes en rurales (<2 500 habitantes) y urbanas (≥2 500 y más habitantes).
Región. Se clasificaron las entidades federativas del país en cuatro regiones utilizadas en las ediciones previas de la Ensanut: 1) Norte, 2) Centro, 3) Ciudad de México y Estado de México conurbado y 4) Sur.17
Programas de ayuda alimentaria. Se indagó si algún integrante del hogar recibía alguno de los siguientes programas federales: Prospera, incluyendo el apoyo monetario del Programa de Ayuda Alimentaria, Leche Liconsa, Desayunos Escolares o Desayunadores Comunitarios del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), despensa de alimentos del DIF, suplementos de hierro, ácido fólico, vitamina A o suplementos alimenticios para niños (papillas), Escuelas de Tiempo Completo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), comedores comunitarios de Sedesol, albergues o comedores escolares indígenas, estancias infantiles de Sedesol para hijos de madres trabajadoras y apoyo monetario para el adulto mayor. Se creó una variable dicotómica que indicó si algún miembro del hogar era beneficiario o no de algún programa de los mencionados.
Análisis estadístico
Se describieron las variables de estudio con proporciones e intervalos de confianza al 95% (IC95%). Se realizaron modelos de regresión logística ordinal para analizar si existen diferencias en el nivel de seguridad alimentaria (seguridad alimentaria, IA leve, moderada o severa) en los hogares entre la Ensanut 2012 y la Ensanut 2018-19, y la posible contribución de algunos factores sociodemográficos como ser beneficiarios de al menos un programa social, algunas variables de condición de vida como el uso de horno o estufa para cocinar, si disponen de agua dentro de la vivienda, el nivel de escolaridad y el indicador multivariado de bienestar.
Para estudiar la contribución de los factores sociodemográficos al cambio en el tiempo, se utilizaron las interacciones entre el año de la encuesta y cada factor considerado. Se realizaron las pruebas de contraste por el método de razón de verosimilitud para evaluar los efectos globales de cada factor que consideró más de dos categorías en el modelo.
Todos los análisis se realizaron considerando el diseño del estudio en el módulo de muestras complejas SVY de Stata versión 15.1 (StataCorp. Stata: Release 15. Statistical Software. College Station, TX: StataCorp LLC, 2017).
Resultados
Análisis de asociación con IA
Se analizaron datos de 31 898 y 43 856 hogares que representaron a 23 208 115 y 32 865 018 hogares en 2012 y 2018-19, respectivamente. El cuadro I muestra las características de dichos hogares por año de encuesta. La prevalencia de IA en cualquiera de sus categorías (leve, moderada o severa) disminuyó en el periodo de estudio de 69.6 a 55.5 % (p≤0.0001). El porcentaje de hogares con programas alimentarios o de transferencia monetaria en 2012 fue mayor que en 2018-19 (37 vs. 35.5%, respectivamente, p<0.05), la escolaridad fue mayor en 2018-19 que en 2012 (14.9% con licenciatura o normal en 2018-19 vs. 11.3% en 2012, p<0.05), así como la seguridad alimentaria (44.5 vs. 30.4%, p<0.05).
Característica |
Ensanut 2012* |
Ensanut 2018-19‡ |
|||||
n muestral |
N expandida (en miles) |
% (IC95%) |
n muestral |
N expandida (en miles) |
% (IC95%) |
Valor p§ |
|
Contar con programa# |
13 564 |
8 598 |
37.05 (35.95-38.15) |
16 548 |
11 684 |
35.55 (34.81-36.30) |
0.027 |
Cocina en horno o estufa |
27 810 |
21 318 |
91.86 (91.86-92.50) |
37 717 |
28 613 |
87.06 (86.43-87.67) |
<0.0001 |
Agua dentro de vivienda |
21 284 |
17 250 |
74.33 (73.07-75.55) |
32 684 |
24 535 |
74.65 (73.95-75.35) |
0.654 |
Escolaridad del jefe del hogar |
<0.0001 |
||||||
Ninguna |
3 377 |
1 971 |
8.49 (8.03-8.98) |
3 232 |
2 321 |
7.06 (6.73-7.41) |
|
Primaria |
13 533 |
8 667 |
37.34 (36.27-38.43) |
13 910 |
10 279 |
31.28 (30.63-31.93) |
|
Secundaria |
7 842 |
5 792 |
24.96 (24.10-25.84) |
11 847 |
8 636 |
26.28 (25.69-26.87) |
|
Preparatoria o técnica |
4 302 |
3 883 |
16.73 (15.98-17.52) |
7 951 |
6 079 |
18.50 (17.96-19.05) |
|
Licenciatura o normal |
2 600 |
2 635 |
11.35 (10.53-12.23) |
6 104 |
4 890 |
14.88 (14.38-15.40) |
|
Postgrado |
244 |
260 |
1.12 (0.87-01.44) |
812 |
660 |
2.01 (1.82-02.22) |
|
Categoría de índice de bienestar |
<0.0001 |
||||||
Tercil 1 |
9 732 |
5 336 |
22.99 (21.94-24.08) |
14 590 |
10 554 |
32.11 (31.40-32.83) |
|
Tercil 2 |
11 665 |
7 941 |
34.21 (33.12-35.32) |
14 644 |
10 589 |
32.22 (31.56-32.89) |
|
Tercil 3 |
10 501 |
9 931 |
42.79 (41.34-44.26) |
14 622 |
11 722 |
35.67 (34.96-36.37) |
|
Área |
<0.0001 |
||||||
Urbana |
21 746 |
18 840 |
81.18 (80.39-81.95) |
32 023 |
25 096 |
76.36 (75.99-76.73) |
|
Rural |
10 152 |
4 368 |
18.92 (18.05-18.61) |
11 833 |
7 769 |
23.64 (23.27-24.01) |
|
Región |
<0.0001 |
||||||
Norte |
8 057 |
5 350 |
23.05 (22.50-23.61) |
10 484 |
6 856 |
20.86 (20.58-21.15) |
|
Centro |
11 218 |
6 481 |
27.93 (27.23-28.64) |
16 255 |
11 613 |
35.34 (34.56-36.12) |
|
Ciudad de México y área conurbada |
1 589 |
4 848 |
20.89 (20.04-21.77) |
1 856 |
4 266 |
12.98 (12.31-13.68) |
|
Sur |
11 034 |
6 529 |
28.13 (27.31-28.97) |
15 261 |
10 130 |
30.82 (30.45-31.20) |
|
Categoría de seguridad alimentaria |
<0.0001 |
||||||
Seguridad alimentaria |
8 614 |
7 062 |
30.43 (29.50-31.38) |
18 819 |
14 615 |
44.47 (43.75-45.19) |
|
Inseguridad alimentaria leve |
13 680 |
9 759 |
42.05 (41.25-42.86) |
14 979 |
10 782 |
32.81 (32.18-33.44) |
|
Inseguridad alimentaria moderada |
5 992 |
4 047 |
17.44 (16.75-18.14) |
6 139 |
4 644 |
14.13 (13.67-14.61) |
|
Inseguridad alimentaria severa |
3 612 |
2 340 |
10.08 (9.58-10.61) |
3 919 |
2 823 |
8.59 (8.23-8.59) |
* N=31 898 hogares que representan a 23 208 115 en 2012
‡N=43 856 hogares que representan a 32 865 018 en 2018-19
§Diferencia significativa con año 2012 (p<0.05)
#Incluye los programas Prospera, Programa de Ayuda Alimentaria, Leche Liconsa, Desayunos Escolares o Desayunadores Comunitarios del DIF, despensa de alimentos del DIF, suplementos de hierro, ácido fólico, vitamina A o suplementos alimenticios para niños, escuelas de tiempo completo de la Secretaría de Educación Pública, comedores comunitarios de Sedesol, albergues o comedores escolares indígenas, estancias infantiles de Sedesol y apoyo monetario para el adulto mayor.
En el cuadro II se presentan los resultados del modelo de regresión logística ordinal, donde el ser beneficiario de programas sociales no muestra un efecto significativo en el tiempo (interacción programas encuesta, p=0.103). Respecto al uso de horno o estufa para cocinar hubo un efecto significativo (interacción estufa encuesta, p=0.032), lo que se traduce en que los hogares con seguridad alimentaria tenían mayor probabilidad de usar horno o estufa de gas en comparación con los hogares que estuvieron en alguna categoría de IA. El tener agua dentro de la vivienda estuvo asociado con niveles de IA menores (p=0.029) en 2012, pero no mostró una contribución significativa en 2018-19 (interacción agua-encuesta, p=0.493). Para el nivel de escolaridad, la IA fue mayor a menor nivel de escolaridad en 2012 (p<0.001), pero hubo un cambio significativo marginal asociado con la escolaridad de posgrado para 2018-19 (interacción escolaridad encuesta 2018-19, p=0.056).
Características |
Coeficiente |
Error estándar |
Valor p |
IC95% |
Año de encuesta 2018-19 (vs. 2012) |
-0.169 |
0.087 |
0.051 |
(-0.340 a 0.001) |
Con programas (vs. sin programas) |
0.258 |
0.034 |
<0.001 |
(0.192 a 0.325) |
Interacción programas-encuesta 2018-19 |
-0.073 |
0.045 |
0.103 |
(-0.161 a 0.015) |
Cocina en horno o estufa (vs. otro) |
-0.142 |
0.047 |
0.003 |
(-0.234 a -0.049) |
Interacción (horno o estufa-encuesta 2018-19) |
-0.138 |
0.065 |
0.032 |
(-0.265 a -0.012) |
Agua dentro de la vivienda |
-0.083 |
0.038 |
0.029 |
(-0.157 a -0.008) |
Interacción (agua dentro-encuesta 2018-19) |
-0.039 |
0.056 |
0.493 |
(-0.149 a 0.072) |
Escolaridad del jefe del hogar‡ |
||||
Primaria |
-0.186 |
0.049 |
<0.001 |
(-0.282 a -0.089) |
Secundaria |
-0.280 |
0.056 |
<0.001 |
(-0.390 a -0.171) |
Preparatoria o técnica |
-0.441 |
0.063 |
<0.001 |
(-0.564 a -0.318) |
Licenciatura o normal |
-0.923 |
0.076 |
<0.001 |
(-1.073 a -0.774) |
Postgrado |
-2.070 |
0.229 |
<0.001 |
(-2.518 a -1.622) |
Interacción (Primaria-encuesta 2018-19) |
0.019 |
0.074 |
0.796 |
(-0.126 a 0.164) |
Interacción (Secundaria-encuesta 2018-19) |
0.044 |
0.079 |
0.578 |
(-0.112 a 0.200) |
Interacción (Preparatoria-encuesta 2018-19) |
0.014 |
0.088 |
0.869 |
(-0.158 a 0.187) |
Interacción (Licenciatura-encuesta 2018-19) |
-0.023 |
0.101 |
0.821 |
(-0.222 a 0.176) |
Interacción (Postgrado-encuesta 2018-19) |
0.507 |
0.265 |
0.056 |
(-0.014 a 1.027) |
Categoría de índice de bienestar |
||||
Tercil 2 |
-0.317 |
0.041 |
<0.001 |
(-0.398 a -0.237) |
Tercil 3 |
-0.960 |
0.051 |
<0.001 |
(-1.060 a -0.859) |
Interacción (Bienestar T2-encuesta 2018-19) |
-0.160 |
0.057 |
0.005 |
(-0.272 a -0.048) |
Interacción (Bienestar T3-encuesta 2018-19) |
-0.505 |
0.068 |
<0.001 |
(-0.638 a -0.371) |
* Modelos de regresión logística ordinal
‡Categoria de referencia: escolaridad ninguna
n=75 754 representando a 56 073 133 hogares en 2012 y 2018-19
En la figura 1A se observa que la probabilidad de IA severa fue menor en los hogares con programas y se redujo para 2018-19. También se observa que, a mayor escolaridad, menor probabilidad de IA severa, tanto en 2012 como en 2018-19, sin encontrar diferencias a nivel de postgrado entre los años de encuesta (figura 1B). Finalmente, a menor nivel de bienestar mayor probabilidad de IA (figura 1C, p<0.001).
En las figuras 2A y 2B se muestra el extremo opuesto a la categoría de inseguridad alimentaria. Se observó que la probabilidad de seguridad alimentaria se incrementó en 2018-19 con la condición de no recibir programas alimentarios o de transferencia monetaria, y con un mayor nivel de escolaridad. También se observó mayor probabilidad de seguridad alimentaria a mayor tercil de condición de bienestar para ambos años de encuesta (figura 2C).
Discusión
Los hallazgos más importantes del presente estudio muestran que la proporción de hogares mexicanos con seguridad alimentaria entre 2012 y 2018-19 aumentó 14 puntos porcentuales.
Por otra parte, por características de los hogares, la probabilidad de IA severa mostró una reducción en los beneficiarios de programas de ayuda alimentaria, en el periodo de 2012 a 2018-19. Asimismo, factores estructurales como la escolaridad del jefe de familia y mejores condiciones de bienestar se asocian con menor probabilidad de inseguridad alimentaria severa en hogares mexicanos.
En ese sentido, se encontró que los hogares que usaron estufa en 2018-19 tienen menor probabilidad de presentar IA que aquéllos sin este tipo de estufa en 2012. Este hallazgo, como parte de los factores que propician bienestar en los hogares y apoyan la seguridad alimentaria, ha sido referido en otros estudios como el realizado en comunidades de Tanzania, en donde se documentó que la contribución percibida de las cocinas mejoradas con la inclusión de estufas fue positiva en la evaluación de la seguridad alimentaria.24
Asimismo, en una revisión de bibliografía en Vancouver, cuyo objetivo era resaltar las relaciones entre vivienda, seguridad alimentaria y salud, se refirió que la seguridad alimentaria puede lograrse mediante el acceso a servicios como refrigeradores para almacenamiento y estufas para cocinar en sus hogares.25
Al respecto, se ha documentado que en Latinoamérica la situación de la IA se presenta de manera heterogénea. Los hogares más vulnerables o con mayor riesgo de IA son los más pobres.26 En las áreas rurales, su ingreso es menor y la producción de alimentos es insuficiente para las necesidades de sus familias, mientras que en las áreas urbanas, la mayor parte de la IA se presenta en los hogares donde hay desempleo o subempleo, donde el o la jefa de familia no cuenta con apoyos para mantener a su familia y cuya vulnerabilidad aumenta si existen niños en el hogar,27 personas ancianas que viven solas, personas sin hogar o indigentes.
Para 2018-19, se estimó que 20.4% de la población del país carecía de acceso a alimentos.28 En este contexto, uno de los principales determinantes para no lograr la seguridad alimentaria ha sido la baja capacidad económica de gran parte de la población, dado que la suficiencia calórica per cápita se logró desde 1980.29
Si se toma en consideración que la definición de IA hace referencia a “la probabilidad de una disminución drástica del acceso a los alimentos o de los niveles de consumo, debido a riesgos ambientales o sociales, o a una reducida capacidad de respuesta”, las limitaciones de acceso y las necesidades alimentarias básicas de una familia provocan una insuficiencia crónica de la alimentación30 que origina un inadecuado consumo de alimentos, con graves consecuencias en aprendizaje, desarrollo, productividad, salud psicológica y social, así como en la vida familiar.31
En relación con los programas alimentarios, aun cuando los presentes resultados muestran que éstos se asocian con la reducción de la probabilidad de IA severa, las iniciativas realizadas para atender la situación de IA mediante la mejora de la alimentación no han sido suficientes si se considera que se han incluido reformas constitucionales y acuerdos de cooperación interinstitucional para ejecutar transferencias monetarias y en especie, programas de alimentación escolar y programas de producción de alimentos.27,32 Se requiere, entonces, lograr cambios estructurales como mejoras en la educación, empleos bien remunerados y seguridad social.33
Lo anterior cobra importancia ya que desde 2012 y hasta 2018, el gobierno mexicano incrementó sus esfuerzos para enfrentar la pobreza y el hambre.32 Por ejemplo, la Estrategia Nacional de Inclusión (Estrategia Nacional de Inclusión- Programa Prospera) se implementó con el objetivo de erradicar el hambre y brindar una nutrición adecuada a los más pobres.34 Como resultado, la mitad de los hogares con IA moderada o severa fue incluida en un programa de ayuda alimentaria, con lo que se logró reducir la IA en sus formas más severas, sin embargo, cabe destacar que se requería mayor tiempo de implementación y permanencia ante un problema tan grave.
Ante ello, se necesitan también otras intervenciones -continuas y permanentes- para asegurar impactos sostenibles y de largo plazo en la disponibilidad de alimentos más saludables, asegurar el acceso económico permanente a éstos y aumentar la conciencia de la población sobre la adopción de dietas y estilos de vida saludables.11,35
Además, se debe garantizar la consistencia y permanencia de los programas gubernamentales dirigidos a aliviar el hambre y mejorar el estado nutricional de las personas, priorizando poblaciones más vulnerables (mujeres, indígenas, zonas rurales, región sur del país, personas de bajo nivel educativo y socioeconómico).36
Este estudio tiene algunas limitaciones que se refieren a la incapacidad de inferir una relación causa-efecto debido a su diseño transversal. Además, la comprensión del fenómeno de estudio sería más claro al conocer las estrategias de afrontamiento individuales y del hogar (es decir, mecanismos de retroceso para enfrentar la insuficiencia de alimentos a corto plazo) y los mecanismos adaptativos (a largo plazo o permanentes cambios en la forma en que los hogares y las personas adquieren alimentos o ingresos suficientes para hacer frente a la insuficiencia alimentaria) que surgen para hacer frente a esta situación.33 Los estudios longitudinales o cualitativos podrían ser convenientes en el último caso.
Dentro de las fortalezas del presente estudio están la utilización de la ELCSA, la cual permite identificar y localizar a las poblaciones en mayor riesgo y con menor acceso a los alimentos; medir grados de severidad de la IA (leve, moderada y severa) y capturar las dimensiones subyacentes de la IA (preocupación, calidad y cantidad de alimentos y presencia de hambre no satisfecha) a un costo bajo y de fácil aplicación, que genere mediciones que son comparables entre países y al interior de ellos y que han sido validadas en México.21,37 Además, el análisis se basó en muestras representativas a nivel nacional, lo cual permite generalizar los resultados a nivel nacional y, en cierta medida, a contextos similares a México.
En conclusión, dadas las desigualdades socioeconómicas que persisten en el país, en donde la pobreza alimentaria o IA es un tema crítico que debe ser atendido, las acciones y programas de gobierno deben enfocarse a fortalecer factores estructurales como mejorar el acceso económico de los sectores sociales empobrecido y marginados, los cuales son los más afectados por las deficiencias alimentarias. En ese sentido, se deben redireccionar los esfuerzos de las políticas sociales para trabajar de manera coordinada en mejorar la seguridad alimentaria y promover y facilitar el acceso a dietas saludables y diversas, con el fin de mejorar la salud de la población.