Las especies invasoras son una de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel global (Leung et al., 2002, Barney et al., 2015). Dichas especies compiten por recursos con las especies nativas desplazándolas, llegando incluso a depredarlas y desplazarlas, modificando el ecosistema y causando efectos negativos en la economía y salud pública (Capdevila-Argüelles et al., 2013).
Específicamente, la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), es una especie originaria de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, desde los años 30, ha sido introducida en distintos países de Europa, Norteamérica, Centroamérica, Medio Oriente y Asia (Strubbe & Matthysen, 2009; Appelt et al., 2016; Postigo et al., 2017).
La cotorra argentina es considerada una especie invasora y se registró por primera vez en México en 1999, en el Estado de México. Actualmente se ha dispersado a diferentes áreas de dicho estado (Muñoz-Jiménez & Alcántara-Carbajal, 2017), así como a otras partes de la República Mexicana, como Oaxaca (Pablo-López, 2009), Querétaro (Pineda-López & Malagamba, 2011), Puebla, Chiapas, Michoacán, Guanajuato (MacGregor-Fors et al., 2011), Baja California Sur (Guerrero-Cárdenas, 2012), Morelos (Jiménez et al., 2013), Chihuahua (Soto-Cruz et al., 2014), Veracruz (Ramírez-Bastida et al., 2015), Guerrero (Almazán-Núñez et al., 2015), Coahuila (Romero-Figueroa et al., 2017), Hidalgo (Zuria et al., 2017), Aguascalientes, Baja California, Campeche, Colima, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas (Enciclovida, 2017). La invasión de dicha especie en México es debido principalmente a la importación de ejemplares de Sudamérica para su venta como mascotas y su posterior escape o liberación (MacGregor-Fors et al., 2011). Tan solo durante el periodo de 2014-2015 se importaron 15 mil individuos provenientes de Uruguay (CITES, 2017).
Durante un año (febrero 2016 a febrero de 2017), realizamos recorridos para la búsqueda de individuos y nidos de la especie en el área urbana y conurbada de la ciudad de Durango, así como en las cabeceras municipales de Nombre de Dios y Vicente Guerrero, colindantes con el municipio de Durango. Los sitios de presencia de individuos de la especie, así como de nidos fueron georreferenciados y documentados fotográficamente.
Descartamos la presencia de la cotorra en las cabeceras municipales de Nombre de Dios y Vicente Guerrero. En la ciudad de Durango registramos seis sitios con nidos, ubicados en su mayoría en el noreste de la ciudad, mientras que otro sitio fue localizado en el suroeste de la mancha urbana en la localidad de San José de La Vinata (Figura 1A). Las especies vegetales en las que se encontraron los nidos fueron Eucalyptus sp., Juniperus sp., Yucca filifera, Citrus sienesis y Washingtonia filifera (Figura 1B), mientras que la altura a la que se localizaron los nidos varió entre los 2.5 y los 21 metros. Aunado a esto, registramos diferentes individuos que percharon en otras especies vegetales y en postes de teléfono, así como parvadas de hasta siete individuos o volando de forma solitaria. Uno de los avistamientos se localizó al norte de la mancha urbana, donde se vio una parvada de cuatro individuos dirigiéndose al suroeste.
Es posible que la presencia de la especie en la ciudad de Durango se deba a las liberaciones intencionales y accidentales de ejemplares comercializados como mascotas (MacGregor-Fors et al., 2011). La mayoría de los registros correspondientes a México, reportan que las cotorras argentinas construyen sus nidos principalmente en estructuras artificiales, así como en árboles, principalmente eucaliptos. Todos los nidos registrados en este estudio fueron construidos en elementos vegetales, correspondientes a cinco especies, lo que confirma su alto potencial de aclimatación (Tala et al., 2005). En contraste con su rango de distribución nativo (Bucher y Aramburu, 2014), las cotorras no parecen seleccionar los árboles más altos del paisaje para nidificar. Por ejemplo, en el Parque Sahuatoba de la ciudad y en otras áreas en la que hay árboles altos de Eucalyptus sp. y Taxodium mucronatum no se encontró ningún nido.
Así mismo, el registro de individuos en sitios distintos a la ubicación de los nidos, puede indicar la presencia de nidos en otras partes de la ciudad, ya que se ha reportado que las cotorras argentinas vuelan distancias cortas alrededor de los nidos (Butler, 2005). Por otro lado, observamos el ataque de un ejemplar de M. monachus hacia un individuo de Quiscalus mexicanus, lo que corrobora su conducta agresiva y territorial sobre aves nativas (Ehrlich et al., 1988).
Detener la importación de esta especie es una medida indispensable para su control, ya que disminuir sus poblaciones o lograr su erradicación requieren muchas más dificultades (MacGregor-Fors et al., 2011; Zuria et al., 2017). Además de esto, sugerimos realizar más estudios que aporten al conocimiento de la ecología de la especies, así como educación ambiental con la ciudadanía, e implementar un monitoreo de la colonia de la cotorra argentina localizada en San José de la Vinata, ya que dicha colonia se encuentra muy cercana a cultivos y a sistemas naturales.