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Nueva antropología
versión impresa ISSN 0185-0636
Nueva antropol vol.28 no.83 México jul./dic. 2015
Artículos
La delimitación cuantitativa de divisaderos de observación etnográfica: una herramienta metodológica para el estudio antropológico del Estado
Emanuel Rodríguez Domínguez*
* Posdoctorante en el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato. Línea principal de investigación: El análisis de la cultura política, Gobernabilidad urbana, La lucha por el derecho a la ciudadanía. Correo electrónico: emanuelrodriguezdominguez@gmail.com.
Resumen
Con este artículo se intenta contribuir a los debates que han comenzado a descentrar el estudio del Estado y sus procesos políticos, con el objetivo de establecer una propuesta metodológica que describa con mayor densidad las prácticas políticas de los actores en su interacción con las estructuras gubernamentales y partidarias, se plantea repensar las estrategias de investigación de los procesos políticos contemporáneos, con el propósito de poder delimitar con mayor precisión los ámbitos de condensación de las relaciones políticas en donde se desarrolla el trabajo de campo. En el texto se destaca el potencial de algunas técnicas cuantitativas para delimitar algunos divisaderos de observación etnográfica que me han permitido profundizar en el estudio de los procesos políticos contemporáneos de la ciudad de México.
Palabras clave: metodologías mixtas, etnografía política, procesos políticos contemporáneos, antropología del Estado.
Abstract
This article is an attempt at contributing to debates which have begun about the study of the State and its political processes, with the objective of establishing a methodological proposal to make more in-depth descriptions of the political practices of the actors in their interaction with government structures and parties. It ponders rethinking research strategies of contemporary political processes in order to delineate with greater precision the spheres of condensation of political relations in which fieldwork takes place. The text highlights the potential of quantitative techniques for delineating some points of view for ethnographic observation which have allowed me to carry out more in-depth studies of the contemporary political processes in Mexico City.
Keywords: mixed methodologies, political ethnography, contemporary political processes, anthropology of the State.
INTRODUCCIÓN
El presente artículo intenta contribuir a los debates realizados por antropólogos, sociólogos e historiadores que han comenzado a descentrar el estudio del Estado (Sharma y Gupta, 2007; Trouillot, 2001; Nuijten, 2003; Joshep y Nugent, 2002), con el objetivo de establecer una propuesta metodológica que permita describir con mayor densidad las prácticas políticas de los actores en su interacción con las estructuras gubernamentales y partidarias, sin omitir la influencia de los constreñimientos estructurales que impone el andamiaje institucional estatal al instrumentarse en la vida cotidiana de los sujetos sociales. Un enfoque de este tipo intenta complementar la herencia weberiana que pondera el análisis institucional del Estado, mediante la revaloración del estudio etnográfico de las prácticas políticas vinculadas a los mecanismos de dominación, autoridad y gobierno. En otras palabras, se propone un estudio integral de lo político que abarque: a) los efectos derivados de la constitución de campos significativos -la cultura-; b) las características particulares de las disputas, conflictos y negociaciones -la acción-; c) los beneficios que adquieren los actores políticos al implementar determinadas prácticas -la intencionalidad-, y d) la porosidad de un sistema político o estructura de poder particular -el contexto.
El replanteamiento del estudio del Estado en sus formas cotidianas, el trinomio cultura/contexto/acción, implica repensar las estrategias de investigación de los procesos sociopolíticos contemporáneos, con el propósito de poder delimitar con mayor precisión los ámbitos de condensación de las relaciones políticas en donde se desarrollará el trabajo de campo; es decir, de aquellos espacios de interacción entre gobernantes y gobernados que permitan hacer una antropología en los lugares de lo político, para entender las dinámicas microsociales que explican la vida de los sujetos. Para lograr este fin no basta con subrayar el potencial que puede tener la descripción etnográfica densa de las relaciones políticas entre diversos actores, al ser un enfoque de investigación que nos permite "comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros (entendidos como 'actores', 'agentes', o 'sujetos sociales')" (Guber, 2011:16). También conviene destacar la imperiosa necesidad de cruzar fronteras disciplinarias a nivel metodológico (y desde luego teórico) para trascender los límites que separan lo cualitativo de lo cuantitativo. Precisamente, en las siguientes líneas utilizaré algunas técnicas cuantitativas para delimitar algunos divisaderos de observación etnográfica que permitan profundizar en el estudio cotidiano de la instrumentalización del Estado en los espacios delegacionales de la ciudad de México.
DESCENTRANDO EL ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DEL ESTADO: ANÁLISIS MULTIESCALAR MEDIANTE TÉCNICAS CUANTITATIVAS Y CUALITATIVAS
Actualmente, en un entorno caracterizado por la globalización, los escenarios sociopolíticos muestran una gran fragmentación, pues ya no se encuentran delimitados a la continuidad sistémica de un régimen nacional que acaparaba el poder estatal, sino que se hallan interferidos por los múltiples sentidos que pueden tomar las prácticas cotidianas de los actores sociales en su cotidiano cuestionamiento o reproducción de los sentidos impuestos por las estructuras gubernamentales y los organismos transnacionales. Como lo han señalado Harvey (2009), Jameson (2000) y Trouillot (2001), estos cambios han generado un desplazamiento del lugar de lo político a diversas escalas y dimensiones sociales (local, estatal, regional, nacional y transnacional), en donde las formas cotidianas de la instrumentalización del Estado son culturalmente constituidas y negociadas entre gobernantes y gobernados. Pero para un estudio que persigue una explicación integral de la instrumentalización cotidiana del Estado, no es suficiente localizar el desplazamiento de los lugares de la política, sino que también debe profundizar en los matices culturales de las prácticas políticas que utilizan los actores sociales ante los representantes de gobierno u otros agentes estatales, sin descuidar los imaginarios y las formas de significación que construyen acerca de las relaciones políticas. Para ello, como lo establece Abélès (2007:35), los científicos sociales deben colocarse en el centro de las turbulencias y adoptar una visión descentrada.
Considerando lo anterior, analíticamente podemos establecer que las formas cotidianas del Estado y sus respectivas políticas públicas están constituidas por múltiples interacciones sociales entre los agentes estatales, los partidos políticos, las organizaciones sociales y los ciudadanos, quienes al entrar en una escalada de conflicto constituyen diversas arenas políticas, informales o institucionales, en donde se expresan negociaciones, alianzas, complicidades, acuerdos y conflictos, respecto al repertorio de valores, significados y recursos compartidos y disputados por los actores involucrados. Las múltiples interacciones que establecen los actores sociales en las arenas derivadas de la instrumentalización cotidiana del Estado, sintetizan su percepción sobre la capacidad de agencia que tienen en determinado sistema político, pues son el reflejo del cuestionamiento o aceptación de los significados que produce la estructura de poder de una sociedad. Así, en las interacciones cotidianas entre los actores institucionales (gubernamentales o partidarios) y los ciudadanos se desarrollan hábitos, modos de vida y estilos burocráticos que definen y acotan la relación entre gobernantes y gobernados (Nuijten, 2003).
Ahora bien, conviene reflexionar si actualmente existen herramientas metodológicas para analizar el desplazamiento del lugar de lo político y describir el carácter específico de la reconfiguración de las relaciones de poder contemporáneas al explorar espacios multiescalares. A mi juicio, algunos debates en el campo de la antropología, es el caso de las etnografías multisituadas (Marcus, 2001), las topografías transnacionales (Besserer, 2004), las etnografías enfocadas (Montes de Oca, en este número) y las etnografías multilocales (Hirai, 2012) han avanzado en este sentido enfatizando el estudio cualitativo de las configuraciones políticas emergentes, las cuales combinan acciones locales, poderes estatales y contrapoderes transnacionales que no son fácilmente cuantificables. Estos enfoques etnográficos son un buen punto de partida para medir las múltiples escalas de desplazamiento de los procesos sociopolíticos contemporáneos. Sin embargo, todavía siguen presentado algunos claroscuros al momento de buscar un análisis integral que logre enmarcar los datos obtenidos mediante el trabajo de campo en un contexto estadístico mayor. En otras palabras, el trabajo etnográfico de la instrumentalización del Estado no ha logrado oscilar en un continuum entre el "adentro" y "afuera" de los sucesos políticos emergentes, al atrapar empáticamente el sentido de los eventos y gestos específicos de los actores, al mismo tiempo que sitúa esos significados en contextos más amplios (Clifford, 1992: 152). Ello se debe en parte al bajo nivel de colaboración y diálogo metodológico que ha promovido la antropología con otras disciplinas sociales, pues es más común que sociólogos, politólogos, geógrafos y otros profesionales afines al estudio de lo social hagan trabajo de campo; a que los antropólogos utilicemos las inferencias estadísticas en nuestras investigaciones.
Los límites analíticos anteriormente expuestos nos invitan a repensar el trabajo etnográfico en el marco de los procesos sociopolíticos contemporáneos, con miras a escapar de algunas constricciones metodológicas propias de investigaciones ancladas en escenarios unilocales, para incursionar en la posibilidad de realizar una etnografía multiescalar, reflexiva y en diálogo interdisciplinario. Paradójicamente, la pluralidad de técnicas y la interdisciplinariedad en el trabajo de campo fueron características presentes en los orígenes y consolidación de la antropología como ciencia social, pues figuras como Mauss, Tylor, Rivers, Boas, Radcliffe-Brown y Malinowsky mantuvieron una estrecha comunicación entre su práctica antropológica y los recursos teórico-metodológicos que podían obtener de disciplinas como la filosofía, las matemáticas, la sociología, la geografía, la ecología, entre otras (Mora, 2010).
Fue a mediados del siglo XX cuando se exacerbó la visión dicotómica entre los enfoques cualitativos (vinculados con la fenomenología y los modelos simbólico-interpretativos) y los enfoques cuantitativos (asociados a la visión neopositivista-normativa del método científico). De forma tal que la investigación en ciencias sociales se vio polarizada entre dos enfoques de aproximación a los sucesos sociopolíticos considerados no sólo incompatibles, sino en confrontación irresoluble. En esta pugna, como apunta Apud (2013), las críticas de los cuantitativos hacia sus contrapartes versaban sobre falta de rigurosidad científica, su incapacidad de establecer metodologías confiables y válidas, y el reclamo de sus imposturas "pseudocientíficas". Todo ello relegó a los enfoques cuantitativos en el diseño de una investigación etnográfica, pues los datos estadísticos (regularmente tomados del último censo de población) sólo eran usados para contextualizar demográficamente el lugar de estudio, sin profundizar más en su relación con la recopilación y descripción de las observaciones del investigador durante el trabajo de campo (Savage, 2009).
Si bien la pertinencia del método depende de los objetivos particulares de una investigación, conviene decir que la elección de un enfoque cualitativo o cuantitativo, o de ambos, también se sustenta en los conocimientos teóricos y técnicos de cada investigador. Pero la articulación de estos dos enfoques se complica si partimos de que, a diferencia de los diseños experimentales, cuyo objetivo es correlacionar variables, el trabajo etnográfico supone la comprensión de fenómenos a través de la profundización en la perspectiva del "otro" (Ynoub, 2007; Guber, 2011). En consecuencia, los datos son producto de una interacción entre el investigador y los actores sociales, lo cual implica que la interpretación se haga desde el inicio del trabajo de campo y no se deje para el final.1 Por lo general, este sesgo reflexivo no se vincula con un diseño muestral estadístico que permita contrastar y verificar la representatividad de los indicadores de observación etnográfica,2 pues en los estudios de carácter antropológico la mayoría de las veces resulta difícil asilar, controlar y manipular las variables intervinientes, además de que no es del todo pertinente extrapolar los resultados de un individuo a otro sin tomar en cuenta su contexto.
No obstante, como veremos a continuación, la inclusión de técnicas cuantitativas en el trabajo etnográfico puede realizarse como estrategias complementarias de validación, cruzamiento y triangulación de datos, o como formas anidadas que responden a incógnitas puntuales en el diseño etnográfico general (Apud, 2013). De esta forma, las técnicas sociométricas (basadas en estadísticas, mediciones y georreferenciaciones) nos pueden ayudar a delimitar y contextualizar los lugares de lo político mediante el establecimiento de divisaderos de observación etnográfica, que se caractericen por contener ámbitos de condensación representativos de las múltiples relaciones de acuerdo, negociación y conflicto establecidas entre gobernantes y gobernados, para posteriormente densificar su estudio mediante el trabajo de campo. Esta visión multitécnica de la metodología implica concebir a los métodos de investigación en forma operativa, de acuerdo con los objetivos y fines de cada proyecto. Pero sin duda mediante dicha visión integral, el estudio antropológico de la instrumentalización cotidiana del Estado puede enriquecer su abanico de preguntas y herramientas epistemológicas, así como afinar sus criterios de validez y confiabilidad, sin que ello implique abandonar la reflexividad como herramienta metodológica (Creswell, 2007; Mora, 2010).
ESTRATEGIAS CUANTITATIVAS EN LA DELIMITACIÓN DE DIVISADEROS DE OBSERVACIÓN ETNOGRÁFICA PARA EL TRABAJO DE CAMPO
Como se ha señalado, los procesos políticos contemporáneos acontecen en espacios sociales multiescalares que pueden ser abordados a partir de los macroprocesos económicos de corte estructural, por un lado, o por medio del actuar de sujetos, redes y organizaciones en espacios locales particulares, por otro. En cada una de estas escalas existen varios mecanismos de poder que regulan las jerarquías entre las estructuras de gobernabilidad, los andamiajes institucionales y las prácticas de los sujetos. La complejidad sociopolítica de entornos urbanos, como la ciudad de México, no puede ser aprehendida de una vez y por completo, sino que debe ser analizada como un entramado de relaciones y espacios sociales que acontece en diferentes escalas y, por lo tanto, debe ser "ensamblada" mediante una integración de factores micro y macrosociales (Savage, 2009). Como lo establecen Besserer y Oliver (2014: 24-26), este ensamblaje requiere de nuevas técnicas de estudio etnográfico que nos permitan profundizar en la dinámica política de las acciones sociales, sin perder de vista los contextos en los que se desarrollan los actores. Así, la delimitación de divisaderos de observación etnográfica es un primer paso para analizar de manera articulada los diversos conglomerados políticos que los sujetos sociales construyen en polos urbanos yuxtapuestos.
El análisis integral de la instrumentalización cotidiana del Estado en un entorno tan complejo como lo es la ciudad de México, implica un primer acotamiento en la escala de estudio de toda investigación al plano delegacional. En estos enclaves es posible abordar los contenidos de las prácticas políticas expresadas en las relaciones entre gobierno, partidos y ciudadanía, con el propósito de explicar cómo dichas relaciones fomentan formas particulares de dominación política. No obstante, el plano delegacional sigue siendo un entorno muy amplio para realizar trabajo de campo; por ello, en las siguientes líneas mostraré la utilidad de algunas técnicas cuantitativas para segmentar dicho entorno sociopolítico mediante la construcción de divisaderos de observación etnográfica, los cuales sirven de contexto para profundizar el análisis de la dinámica política y describir los cambios en las geografías de poder local. Para ello utilizaré el caso de la delegación Cuauhtémoc,3 lugar que he estudiado en los últimos siete años.
La delimitación cuantitativa de áreas-político culturales en los entornos delegacionales de la ciudad de México, en este caso de la delegación Cuauhtémoc, parte de ubicar las correspondencias observables entre los índices de desarrollo social (IDS) de los residentes,4 los tipos de espacios, servicios y equipamientos urbanos en las diversas colonias de la demarcación, así como las tendencias electorales de los últimos 15 años analizadas por medio de conglomerados estadísticos, para clasificar "espacios multivariados virtuales" de preferencias electorales.
Así, en un primer acercamiento estadístico, los contrastes socioeconómicos en la delegación Cuauhtémoc evidencian una división social de su espacio5 segmentada en tres áreas: a) la franja surponiente, en donde se ubican las secciones electorales con un IDS alto, concentradas en colonias como Condesa, Cuauhtémoc, Hipódromo, Hipódromo Condesa, Juárez, Roma Norte y Roma Sur; b) el corredor intermedio, en donde predominan las secciones electorales con un IDS medio, repartidas en una veintena de colonias entre las que destacan Asturias, Ampliación Asturias, Atlampa, Buenavista, Doctores, Ex-Hipódromo de Peralvillo, Obrera, Peralvillo, San Simón Tolnáhuac, Santa María Insurgentes, Santa María la Ribera, San Rafael, Tabacalera y Tránsito, las cuales conforman el corredor que cruza la delegación de sur a norte y que abarca a la Unidad Nonoalco Tlatelolco, y c) la franja oriente, que concentra la mayoría de las secciones electorales que muestran un IDS bajo y muy bajo, agrupadas en las colonias Centro, Morelos y Guerrero.
Cabe precisar que ninguna de las tres áreas socioeconómicas es homogénea en todas estas variables (véase mapa 1). Incluso, en su interior existen tanto diferencias socioculturales como desigualdades económicas y espaciales que evidencian encuentros entre secciones territoriales con IDS diferenciados. Pero, como se detalla en los siguientes párrafos, el análisis histórico-estadístico de los resultados electorales del 2003 a 2012, sumado a los datos de nuestro trabajo de campo en las arenas políticas locales, muestran tendencias generales que justifican su delimitación.
La delimitación de los divisaderos de observación etnográfica se refuerza mediante el análisis cuantitativo de las tendencias históricas de voto hacia los tres principales partidos en las elecciones locales del 2003, 2006, 2009 y 2012 (véase el mapa 2). Con el objetivo de encontrar dichas tendencias se utilizaron conglomerados estadísticos mediante el procedimiento de agrupamiento por promedios y reducción al máximo de la desviación estándar (cluster analysis). Los datos electorales de los años 2003, 2009 y 2012 permitieron incluir como variables los porcentajes válidos del PAN, PRIi, PRD y PVEM; los demás partidos fueron agrupados en la categoría "otros partidos". Por el contario, los datos de 2006 sólo permitieron hacer conglomerados por alianza o coalición; las variables quedaron de la siguiente manera: PRI-PVEM, PAN, PRD-PT-Convergencia, y "otros partidos". Además, en el mapa 2 se georreferenció el número de beneficiarios de los programas sociales que otorgó la delegación en el año 2010 (véase la tabla 1), marcados en círculos rojos de diversos tamaños, entre los que destacan la presencia de personas de la tercera edad y madres de familia,6 con el objetivo de tener una idea de la densidad de las redes políticas construidas mediante los usos electorales del gasto social y las acciones de gobierno focalizadas en ciertas poblaciones antes de realizar el trabajo de campo.
El ensamblaje cuantitativo de las áreas socioeconómicas, las tendencias electorales y la densidad de las redes de beneficiarios de políticas sociales en la demarcación, ratifica la existencia de tres áreas-político culturales en la delegación Cuauhtémoc: a) la franja sur-poniente; b) el corredor intermedio delegacional, y c) la franja oriente. Esta caracterización sociopolítica del espacio delegacional permite describir de manera diferenciada las prácticas políticas que implementan sus habitantes según el entorno en el que se desenvuelven. Siguiendo a Duhau y Giglia (2008: 28), considero que la experiencia de los espacios en los que se desarrollan las interacciones entre ciudadanos, autoridades gubernamentales e integrantes de los partidos definen un cierto "sentido del juego"; es decir, los dota de un conjunto de posibles disposiciones para participar en las arenas políticas del ámbito local a partir de una determinada posición social, considerando los recursos materiales o simbólicos que maneja cada actor. Así, este primer análisis cuantitativo diferenciado es la base para ensamblar (más adelante detallaré esta idea) una reflexión de procesos similares en espacios distintos, la cual vista en conjunto proporciona algunas ideas sobre el funcionamiento general de la dinámica política de la delegación Cuauhtémoc y de otros espacios de la ciudad de México con características similares.
Este ensamblaje cuantitativo permite realizar un primer acercamiento hipotético sobre la influencia de los escenarios de competencia electoral en la configuración sociocultural de las prácticas e imaginarios políticos de los habitantes de la delegación Cuauhtémoc. En efecto, si analizamos comparativamente los mapas 1 y 2 se evidencia que, en términos generales, las zonas con mayor desarrollo social ubicadas en la franja surponiente delegacional y las de nivel social medio bajo del corredor central, han sido relativamente constantes en sus preferencias electorales; mientras que las secciones de menor desarrollo social asentadas en la franja oriente, muestran un voto más diferenciado posiblemente producto de la competencia partidaria por el control de las redes políticas basadas en el gasto social y los grupos corporativos característicos de esta zona. Sobre la base de estos indicios, en el siguiente apartado nos adentraremos en el estudio de las áreas político-culturales desde una perspectiva etnográfica, con el fin de tratar de ahondar en aquellas situaciones sociales, entendidas como zonas grises de la política, que nos permitan explicar los cambios y continuidades en las relaciones de poder de los enclaves locales de la ciudad de México, sin perder de vista su relación con el contexto en el que se desarrollan.
LOS DIVISADEROS DE OBSERVACIÓN ETNOGRÁFICA COMO ZONAS GRISES DE LA INSTRUMENTALIZACIÓN COTIDIANA DEL ESTADO
Hoy en día la complejidad de los procesos sociopolíticos acontecidos en los espacios locales de la ciudad de México desdibujan las fronteras entre las dimensiones electoral, legislativa y gubernamental, al politizar la mayoría de los ámbitos de gobierno con el propósito de fortalecer la dominación de un grupo o facción particular (Goldstone, 2003). La porosidad de las fronteras entre estas dimensiones configura zonas grises (Auyero, 2007) en la dinámica política de la capital, las cuales se caracterizan por ser un espacio de intersección entre actores que, en teoría, deberían estar enfrentados o separados institucionalmente. Por su carácter ambiguo estos vínculos regularmente erosionan la óptica del investigador, pero se hacen visibles al atender etnográficamente las relaciones, muchas veces clandestinas y soterradas, entre ciudadanos, líderes políticos, burócratas de calle, integrantes de los partidos y funcionarios públicos.
Las zonas grises de la política son fundamentales en los sentidos que pueden tomar las formas cotidianas de la instrumentalización del Estado, pues mediante ellas se busca inhibir o canalizar un repertorio de acción específico en las arenas políticas del ámbito local (Auyero, 2007: 24). De ahí que las zonas grises constituyan una ventana de oportunidad para entender cómo se instrumentaliza el quehacer gubernamental, prestando atención a la forma en que los grupos de poder mantienen estabilidad política a través de los efectos que tienen las políticas públicas en la vida cotidiana de los actores sociales. En efecto, las interacciones desarrolladas en las zonas grises de la política expresan la interpenetración dinámica entre las estrategias partidario-gubernamentales, que buscan contener la participación ciudadana mediante redes de control político-territorial, y la capacidad de agencia de sus integrantes en la persecución de objetivos individuales o colectivos. Utilizando la categoría de zonas grises ahondaremos etnográficamente en los sentidos que toman las múltiples interacciones desarrolladas en las tres áreas político-culturales de la delegación Cuauhtémoc, delimitadas cuantitativamente en el apartado anterior. Particularmente, expondremos la forma en que las asambleas de participación ciudadana efectuadas en cada una de estas áreas, se han transformado en performances7 de simulación participativa e intermediación política, los cuales tienen una correlación directa con las tendencias históricas del comportamiento electoral local (2003-2012), la presencia de redes políticas basadas en el ejercicio clientelar del gasto social y las particularidades de los diversos espacios sociopolíticos de la demarcación.
En la delegación Cuauhtémoc los espacios participativos tienen una calendarización semestral en la que se efectúan aproximadamente 70 asambleas informativas en toda la delegación, aunque, como se verá más adelante, su distribución no es equitativa al interior de sus áreas político-culturales. Estas reuniones son promovidas por el área de Participación Ciudadana y se realizan en lugares públicos de la delegación (plazas, jardines, mercados, deportivos y en las inmediaciones de las iglesias). En dichos foros la dinámica de interlocución entre autoridades y ciudadanos es mínima, ya que el papel de los asistentes queda reducido a escuchar el discurso del jefe delegacional y, en contadas ocasiones, expresar tanto sus demandas de gestión como sus puntos de vista sobre los servicios públicos. La mayoría de los asistentes a este tipo de reuniones son beneficiarios de los programas sociales delegacionales, quienes asisten a las asambleas informativas mediante el aviso directo de los promotores y verificadores del programa social. Incluso, en dichos actos se les pasa lista de asistencia, aunque no por ello dejan de acudir a estas reuniones vecinos que demandan alguna gestión particular. La siguiente ficha de trabajo de campo sintetiza la dinámica de estas asambleas:
Después de cuarenta minutos de espera llega el jefe delegacional, quien inicia una extensa reflexión sobre la economía general, el desempleo y el subempleo sosteniendo que "somos de izquierda y nos interesa la igualdad, así como salir a la calle y dejar el escritorio como lo prometí desde que era candidato a jefe delegacional". Habla ampliamente de diversos programas de gasto social y los ahorros para sufragarlos porque su propósito es que "la gente de la delegación tenga una condición digna". Finalmente, reitera que seguirá trabajando en las calles y manteniendo los recorridos por éstas. Los asistentes se levantan. Unos se acercan buscando hablar con él y sus directores, mientras que la mayoría de las mujeres que asistieron se apresuran hacia donde están las trabajadoras de "Participación Ciudadana", quienes tienen listas de asistencia, apiñándose alrededor de ellas para firmar. Son beneficiarias de programas sociales "convocadas" para asistir y deben pasar lista al final. Algunas otras se acercan a las promotoras (que visten camisa negra con logotipo de la delegación) preguntando por algún programa mencionado y las promotoras les explican los trámites para ser beneficiarias.8
En esta asamblea, y otras a las que se asistió durante el trabajo de campo, se "placean" tanto el jefe delegacional como los integrantes de su equipo; el primero busca ascender políticamente y catapultarse a otro puesto gubernamental o legislativo; los segundos, sus directores de área, desean la candidatura a la jefatura delegacional. Para ello llenan "la plaza" con los beneficiarios de los programas sociales, con el propósito de mostrar su capacidad de convocatoria. Además, en estos espacios los beneficiarios asimilan el carácter jerárquico de los dispositivos habituales relacionados con la asistencia social; es decir, interiorizan y normalizan que, si quieren seguir recibiendo los programas, deben respaldar las agendas políticas o los proyectos de los agentes estatales. De ahí que guarden sus reclamos para otro momento y lugar, pues en las asambleas tienen que "soportar la espera (en silencio), y actuar no como ciudadanos con reclamos legítimos, sino como pacientes del Estado" (Auyero, 2011: 22). Además, al término de estos performances los asistentes se aglomeran alrededor del jefe delegacional o de sus subordinados. Esto propicia el imaginario de que fueron atendidos "personalmente". Aunque, por lo regular, una promotora delegacional ubicada a un costado de los principales funcionarios apunta las demandas que recibe para convertirlas, en el mejor de los casos, en oficios que se perderán en la maraña burocrática de la administración pública local.
Por todo lo expuesto, las asambleas informativas son un performance mediante el cual un grupo político busca incrementar sus adhesiones partidarias y acotar el comportamiento ciudadano con base en una "didáctica" que evidencia los términos válidos para acceder a la atención y los recursos públicos. Esto confirma que las instituciones gubernamentales son productoras y reproductoras de una cultura ciudadana, porque "instruyen" a los ciudadanos sobre cómo relacionarse con el poder, así como los objetivos y el carácter del desempeño de las instituciones estatales. En otras palabras, en las arenas políticas del ámbito delegacional se reproduce una ciudadanía con derechos mínimos o disminuidos por la adhesión y dependencia a facciones y grupos políticos; además de que se trasmite una percepción pragmático-clientelar sobre el ejercicio de la gestión pública. Como ejemplo de lo anterior resulta relevante el siguiente testimonio recabado en el trabajo de campo:
Mira, nosotros nos hemos dado cuenta de que el ciudadano agarra todo lo que le dan, venga de cualquier partido o instancia de gobierno. Él no tiene pena y agarra todo de donde venga, pero eso para nosotros, como administradores, no es bueno, pues se acostumbra y si posteriormente no le das te castiga en las elecciones. También se puede dar el caso de que te empiece a exigir más [...]. Estoy de acuerdo en que debemos cambiar la forma como se hace política en la delegación. Aunque, desde mi punto de vista, esto únicamente se puede hacer desde arriba y para ganar se tiene que hacer una buena estrategia de gestión de las demandas ciudadanas para sacar ventaja política. Así lo hacen todos los partidos.9
La dinámica de los escenarios participativos descrita predomina en los divisaderos de observación etnográfica donde se concentra el mayor número de beneficiarios sociales (véase el mapa 2), regularmente asentados tanto en el corredor central de la delegación como en la franja oriente.10 Por ejemplo, en colonias como Centro Norte (1 091 beneficiarios), Centro Oriente (1 060), Guerrero (2 355), Morelos (1 746) y Santa María la Ribera (2 012), se efectúan de cuatro a seis asambleas. En estos espacios los arreglos entre ciudadanía y gobierno están mediados en su mayoría por las redes político-territoriales vinculadas con la facción que controla la delegación. Por el contario, en la franja surponiente de la delegación casi no se realizan asambleas informativas, pues en esta zona residen pocos beneficiarios de los programas sociales por estar habitada principalmente por sectores de clase media alta. De ahí que en colonias como Condesa (con 69 beneficiarios) y Cuauhtémoc (con 93) sólo se realiza una asamblea informativa. Asimismo, en lugares donde el padrón de beneficiarios es mínimo, como las colonias Hipódromo (con 38) e Hipódromo Condesa (con 10) no se efectúan este tipo de reuniones. Las escasas asambleas efectuadas en la franja surponiente muestran que las prácticas políticas de los habitantes de dicha zona están matizadas por valoraciones individuales, que no cruzan necesariamente por los canales de la intermediación política o por la integración de redes político-territoriales vinculadas a las facciones partidarias que se disputan la delegación.
En la dinámica de las reuniones informativas del corredor Roma-Condesa es común encontrar momentos de ruptura ya que, a diferencia de las asambleas realizadas con beneficiarios en otras zonas de la demarcación, en estos performances los funcionarios han sido cuestionados por los asistentes. Los reclamos vecinales tienen como propósito exponer públicamente sus demandas y necesidades de gestión: "Ustedes [las autoridades] están para servir a la comunidad, y proporcionarnos obras y servicios es su obligación"; en otros casos los vecinos increparon a las autoridades cuando les indican: "No les venimos a pedir ningún favor, nada más venimos a exigir que se apliquen las leyes y las normas como indica la ley".11 No obstante, la presión ejercida es poco eficaz, pues generalmente los funcionarios delegacionales esquivan o condicionan las exigencias de gestión a las limitaciones financieras y administrativas de los gobiernos locales. En consecuencia, las demandas ciudadanas de los habitantes de esta franja se subordinan tanto a la lógica burocrática de las oficinas gubernamentales, al indicarles que "una vez que presenten su trámite en las instancias adecuadas, éste podrá ser resuelto", como a la carencia de recursos en la administración delegacional, como afirmar que "no tenemos el presupuesto que habíamos solicitado y éste nos fue proporcionado hasta hace poco, por eso empezamos tarde los programas. Además no tenemos las facultades de un municipio".12 Las trabas burocrático-administrativas que complican una gestión gubernamental fomentan un imaginario que desalienta la participación en la esfera pública, al buscar que las deficiencias en los servicios y obras delegacionales sean resueltas por la propia ciudadanía (Redko, Rapp y Carlson, 2006).
Las asambleas informativas observadas en los divisaderos etnográficos donde el PRD tiene una preferencia electoral alta (regularmente asentadas en el corredor central y en la franja oriente) se caracterizan por la existencia de prácticas de intermediación política mediadas por lógicas de grupo, ya que no sólo son concurridas por los beneficiarios de los programas sociales, sino que los habitantes de estas colonias que no cuentan con estos apoyos, aprovechan los espacios participativos para tratar de contactar a los "burócratas de calle" delegacionales, con el objetivo de integrarse a las redes político-territoriales basadas en el gasto social. Al respecto conviene citar el siguiente testimonio:
Los funcionarios de la delegación siempre dicen que van a dar nuevos programas, pero nunca nos avisan cómo le tenemos que hacer para pedirlos. Nos tenemos que acercar a los líderes locales porque ellos son los que en verdad gestionan y entregan las ayudas. Si no le hacemos así no tendríamos nada, por eso siempre les digo [a las autoridades] que tienen que difundir más cómo van entregar las cosas.13
Las consideraciones de formación de redes político territoriales mediante la intermediación prevalecen en los escenarios participativos de esta zona de la demarcación. Incluso la administración delegacional ha incorporado a sus nóminas a líderes locales o de organizaciones urbano-populares denominándolos eufemísticamente como "enlaces" o "promotores" ciudadanos cuando, en realidad, son intermediarios vecinales disfrazados como servidores públicos.14 Estos intermediarios tienen como propósito encauzar la demanda social a través de una gestión contenida y controlar las redes de beneficiarios de programas sociales con fines electorales. La faccionalización de la gestión pública y los programas de gasto social es el medio por excelencia a través del cual se forja el ascenso de nuevos emprendedores políticos en el ámbito delegacional, los cuales buscan un mejor puesto en el organigrama interno para, con el paso del tiempo, ingresar a la pugna partidaria por las candidaturas de elección popular.
A nivel participativo, la faccionalización de las acciones gubernamentales acota las posibilidades de influir en las acciones de gobierno por parte de los habitantes de la delegación, pues los escasos canales de interlocución que tienen con las autoridades cruzan por el umbral de la intermediación política. Conviene matizar que si bien las relaciones de intermediación están mediadas por lógicas jerárquicas, caracterizadas por un intercambio asimétrico de bienes y servicios por apoyo político-electoral, en la mayoría de los casos suelen ser valorados por quienes las establecen como un intercambio equitativo y en condiciones de igualdad. De manera que las relaciones clientelares no son un mero canje de favores por votos, sino toda una forma de vida y de ver el mundo para quienes las implementan (Auyero, 2002). Al respecto conviene citar el siguiente testimonio:
Los que asistimos a las asambleas sabemos cómo son las reglas del juego aquí en la delegación. No es que manipulen a la gente o la engañen, la gente se presta al engaño, porque sabe de los beneficios que puede recibir al estar en un programa social. Además todos sabemos que la delegación resuelve sólo algunos problemas, pero atienden más rápido los de aquellos que representan una base estable y representativa en las votaciones.15
La inclinación ciudadana por establecer relaciones de subordinación y dependencia mediante la intermediación de gasto social se refuerza por la inexistencia de esquema de interlocución directa con las autoridades delegacionales, que les permitan intervenir eficazmente en el gasto público o en las decisiones gubernamentales. De esta manera, en las arenas políticas del ámbito delegacional los mecanismos de diálogo con las autoridades locales son nulos o de muy baja incidencia, al grado que, como lo menciona un beneficiario de los programas sociales, "están reducidos a los momentos en que las autoridades necesitan apoyo político".16
No obstante, en los espacios participativos de la franja oriente delegacional también existen algunos divisaderos de observación etnográfica en donde las redes de control electoral tienen un campo de acción más amplio para negociar la gestión o los apoyos que reciben sus integrantes, pues existe un abanico más amplio de intermediarios ante la emergencia y aparición de otros grupos de poder vinculados a facciones partidarias disidentes. La posibilidad de negociar pragmáticamente el respaldo político de sus redes hacia diversas facciones o grupos partidarios hace que los líderes locales, tanto de las organizaciones urbano-populares como de asociaciones del comercio ambulante, incorporen en sus imaginarios políticos la noción de la exigencia de gestión para sus agremiados. Esto le imprime una dinámica diferente a las asambleas informativas realizadas en esta franja de la delegación, pues en estos foros algunos líderes presionan directamente tanto a los "burócratas de calle", como a los funcionarios delegacionales, con el propósito de obtener una mayor cantidad de beneficios para sus redes. Al respecto conviene citar la demanda de unos de estos líderes en un evento organizado por el área de Participación Ciudadana delegacional:
Al finalizar la asamblea en donde se entregaron los programas sociales. Un grupo de aproximadamente 40 personas rodea a los promotores de la delegación y empieza a increpar a los principales subdirectores del área de Desarrollo Social. Les exigen más "ayudas sociales de todo tipo para la colonia", pues dicen que "no han sido considerados todos los vecinos". En eso una persona, que al parecer es el dirigente del grupo, grita a los funcionarios: "¡Aquí no van a poder controlarnos, porque siempre nos piden que traigamos a nuestra gente a sus eventos y la traemos! ¡Por eso la tienen que atender y darle su ayuda, y no digan que andamos acaparando las cosas, porque más bien nada más venimos por lo que nos toca por andarlos apoyando!".17
En los divisaderos de observación etnográfica de la franja oriente, en donde hay una mayor competencia faccional por obtener el respaldo de las redes de control electoral, sobresalen actores grupales (organizaciones urbano populares, de comercio ambulante y líderes locales)18 que reflejan una participación informada, calculada y, en algunos casos, efectiva, los cuales han negociado su respaldo político al mejor postor dependiendo de la coyuntura electoral para obtener gestiones y acceso a los recursos del gasto social. Esto confirmaría que muchas de las redes políticas de la franja oriente de la demarcación tienen una lógica de funcionamiento desvinculada de las filias y fobias partidario-ideológicas de sus integrantes, pues su respaldo electoral responde tanto a los proyectos y agendas particulares de sus dirigentes, como a los acuerdos que éstos establecen con las diversas facciones partidarias.
El escenario anterior no sólo ha flexibilizado los arreglos entre las estructuras corporativo-clientelares y las facciones partidario-gubernamentales, también ha servido para que los integrantes de las redes empiecen a reconfigurar sus imaginarios políticos, al evaluar el desempeño delegacional en relación con los servicios y gestiones que obtienen a nivel individual. En efecto, algunos de los asistentes a las asambleas de participación ciudadana realizadas en la franja oriente entablan negociaciones utilitaristas definidas con una lógica de estructuración individualista igualitaria, que no está constreñida a algún operador político o grupo clientelar. Por medio de estas prácticas políticas los integrantes de las redes procuran negociar o intercambiar la atención gubernamental por apoyo de manera directa con los funcionarios públicos o los burócratas delegacionales, sin que esto les impida buscar a otros grupos político para cabildear algún otro recurso o apoyo, pues su intención es sacar ventaja y obtener mayores beneficios materiales y económicos de las oportunidades que surgen ante los crecientes niveles de competencia política en la zona. Lo expuesto se expresa en el siguiente testimonio:
La gente no es tonta en esta colonia, ya hemos aprendido que, aunque tengamos los beneficios de los programas sociales, la forma de reclamarles a los políticos cuando andan fallando es ir a buscar a otro líder y ver qué nos ofrece para votar por su partido. Por eso [en las pasadas elecciones] no ganaron en esta colonia, porque no atendieron nuestras demandas y ya no vamos a perder el tiempo en ir a reclamar y meter oficios a la delegación, para esperar y al final no nos resuelvan nada. La cosa es fácil, ellos [las autoridades delegacionales] saben que si nos cumplen, nosotros los apoyamos, sino nos vamos con otro, así hasta en una de esas agarramos los apoyos de todos lados.19
Este testimonio visibiliza la emergencia de nuevos actores en los arreglos políticos delegacionales: los escapistas políticos, quienes se caracterizan por establecer relaciones políticas en las cuales es muy difícil saber quién engaña a quién con el fin de sacar una ventaja oportunista de la situación. Estos nuevos actores principalmente se han manifestado en los divisaderos de observación etnográfica en donde existe una fuerte disputa partidaria entre el PRI y el PRD (véase el mapa 2), ubicadas en las colonias Morelos, Centro y Guerrero. El comportamiento de los escapistas políticos visibilizan un mayor grado de agencia ciudadana en las arenas políticas locales, pero ello no significa que este tipo de actitudes sirvan de base para democratizar la gestión pública o los espacios participativos, pues entre estos actores prevalecen formas de organización individualizadas y fragmentadas que no llegan a consolidar proyectos colectivos.
A MANERA DE CIERRE: HACIA UN ENSAMBLAJE DE LA ETNOGRAFÍA MULTIESCALAR
En el presente documento se han ensamblado elementos metodológicos cuantitativos y cualitativos, con el objetivo de obtener una explicación integral de las relaciones políticas derivadas de la instrumentalización del Estado en un enclave local de la ciudad de México. El trabajo etnográfico se basó en una estrategia de investigación multilocal (Marcus, 2001) y multiescalar (Besserer y Oliver, 2014) para abordar la dinámica política de un espacio delegacional. En estos enfoques el trabajo antropológico sobre terreno está definido por el rastreo y mapeo de las múltiples expresiones de un problema de investigación, que resulta ser contingente y fragmentado al momento de abordarlo. Por ello durante el trabajo de campo en los divisaderos de observación etnográfica se estudiaron diversos procesos relacionados con la cultura, la ciudadanía y el poder, en momentos, espacios geográficos y tiempos distintos, con el propósito de obtener un panorama general de la dinámica política de los enclaves locales de la ciudad de México. El asumir una estrategia de etnografía móvil en términos de espacio-tiempo, podría suponer la pérdida de profundidad asociada al análisis etnográfico convencional o unilocal. No obstante, para otorgarle certeza a los procesos políticos analizados, se empleó la saturación etnográfica; esto es, que los datos obtenidos mediante las técnicas y estrategias de investigación de campo estuvieron confirmados por la redundancia, o mediante ejemplos discriminantes al confrontar información de situaciones similares (Creswell, 2007).
Para la construcción de los divisaderos de observación etnográfica se ensamblaron técnicas cualitativas y cuantitativas, seleccionándolas con base en su pertinencia para profundizar en los procesos políticos estudiados. Entre las cualitativas pueden mencionarse: a) la observación sistemática de zonas grises y del comportamiento político de los actores claves que en ellas se desenvuelven, como es el caso de los funcionarios gubernamentales, líderes partidarios e integrantes de una organización social del ámbito local y b) entrevistas a profundidad a funcionarios públicos, líderes políticos y vecinos solicitantes de bienes o servicios, entre otros, así como diálogos casuales con participantes en los diferentes procesos estudiados. En cuanto a las estrategias cuantitativas, presentamos un análisis histórico-estadístico por conglomerados (clusters) de resultados electorales para las elecciones locales de 2003 a 2012, vinculando la información georreferenciada por secciones electorales y niveles de desarrollo socioeconómico, así como los indicadores numéricos de la influencia de las redes políticas en las distintas áreas político-culturales de la delegación.
Asimismo, se asoció el análisis cuantitativo con la información etnográfica sobre ubicación, funcionamiento y negociación entre redes políticas, representantes gubernamentales y líderes de facciones partidarias para explicar tanto las prácticas políticas de los actores en su interacción con las estructuras gubernamentales y partidarias, como los constreñimientos estructurales que impone el andamiaje institucional estatal al instrumentarse en la vida cotidiana de los sujetos sociales. Por la estrategia de investigación multilocal asumida, los resultados presentados no se basaron en un trabajo de campo de largo aliento sobre un solo proceso. Más bien, son la síntesis de una serie de "viñetas" obtenidas en periodos de trabajo de campo escalonados en distintos espacios sociopolíticos y sobre diversos procesos, así como de fuentes secundarias, que exploraron las múltiples conexiones entre ciudadanía, gobierno y partidos en un espacio local de la capital del país: la delegación Cuauhtémoc de la capital del país.
Esta estrategia metodológica permitió analizar de manera diferenciada las prácticas político-culturales que se expresan en cada uno de los divisaderos de observación etnográfica identificados en la demarcación: la franja surponiente; el corredor intermedio y la franja oriente. Mediante una revisión etnográfica de las zonas grises y los performances de simulación participativa acontecidos en cada uno de estos espacios se pudo ubicar que: a) en el corredor central y la franja oriente predominan valoraciones ciudadanas vinculadas a la atención pasiva de las solicitudes de gestión gubernamental (los llamados "pacientes del Estado"), así como a la intermediación de gestiones con fines partidarios por medio de "burócratas de calle" especializados en reforzar y reproducir redes de respaldo electoral, que favorecen a líderes territoriales vinculados a alguna facción partidaria; b) en la franja surponiente son escasos los performances de simulación participativa y control electoral, pues la participación ciudadana está mediada por lógicas individuales y por una alta desafección política producto de un imaginario característico de los habitantes de esta zona vinculado a la mala imagen que tienen las autoridades delegacionales por sus "lógicas burocráticas" de atención a las demandas vecinales de gestión, y c) en las zonas de competencia electoral del corredor intermedio y la franja oriente comienzan a figurar actores políticos que se aprovechan de los escasos márgenes de negociación que surgen en las contiendas electorales locales para negociar su respaldo electoral a cambio del cumplimiento de demandas individuales o colectivas, aunque la mayoría de sus transacciones siguen estando vinculadas con las redes político-territoriales de alguna facción partidaria.
Considerando lo expuesto se puede establecer que lo sentidos que toman las prácticas políticas de los habitantes de la delegación Cuauhtémoc no están definidas en su totalidad por su interacción con los mecanismos de contención participativo electoral existentes en la dinámica política de los divisaderos de observación etnográfica detectados, sino que también son resultado tanto de sus actitudes y expectativas en relación con el poder, como de los contextos sociopolíticos en los que se desarrollan las interacciones entre gobernantes y gobernados. Por esta razón, en la dinámica política de la demarcación coexisten esquemas participativos verticales que refuerzan los principios jerárquicos y las lealtades hacia un grupo o líder particular, con prácticas cotidianas (individuales o colectivas) producto de la adquisición de nuevas habilidades políticas, que cuestionan los sentidos dominantes y promueven una mayor autonomía individual en los comportamientos electorales. En consecuencia, los cambios en las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados no son lineales ni homogéneos, pues en los arreglos políticos de la capital se compaginan procesos de intermediación basados en estructuras corporativo-clientelares, y acciones en donde los ciudadanos participan cada vez más en función de sus intereses individuales.
Finalmente, se puede concluir que el ensamblaje del trabajo de campo y las inferencias geoestadísticas presentadas a lo largo del artículo asumen la forma de un collage,20 en el que se intercalan las tendencias electorales de los últimos 12 años, la densidad de las redes políticas del ámbito territorial, las notas de campo, fragmentos de entrevistas, las descripciones detalladas de procesos estudiados, la reconstrucción de hechos relevantes, los puntos de vistas de los actores claves en la dinámica política local, o todos ellos en conjunto. Es probable que realizando este mismo ejercicio de ensamblage de reflexiones cualitativas y cuantitativas para otras demarcaciones podamos extender el marco de referencia analítico de dicho collage para presentar, de manera articulada, las percepciones de los actores sobre el poder y la política gubernamental captadas en un trabajo de campo estatal, vinculado a las tendencias cuantitativas de la dinámica electoral de toda ciudad. Todo esto nos permitiría acercarnos a una explicación integral del funcionamiento general del sistema político en la ciudad de México y su instrumentalización cotidiana en las prácticas e imaginarios políticos de sus habitantes.
Agradezco a la doctora Liliana Rivera, investigadora del CES-COLMEX, como a los dictaminadores anónimos, por sus comentarios a la primera versión de este texto. Ambas lecturas enriquecieron la versión final del presente trabajo.
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Agradezco a la doctora Liliana Rivera investigadora del CES-Colmex, como a los dictaminadores anónimos, sus comentarios a la primera versión de este texto, que enriquecieron las reflexiones de esta versión final.
1 Esto no implica que las formas cualitativas de aproximarse a la realidad carezcan de un andamiaje teórico que guíe la investigación. Al contrario, en la práctica etnográfica se busca una dialéctica constante entre las categoría teóricas y los referentes empíricos.
2 Los indicadores de observación etnográfica son aquellas características de la realidad que son susceptibles de ser aprehensibles para su descripción y generalmente son resultado de la definición operativa de un concepto.
3 La delegación Cuauhtémoc se localiza en la zona centro de la ciudad de México, colinda al norte con las delegaciones Azcapotzalco y Gustavo A. Madero; al sur con Benito Juárez, Iztacalco y Miguel Hidalgo; al oriente con Venustiano Carranza, y al poniente con Miguel Hidalgo. Se conforma de 33 colonias que, a su vez, para cuestiones político-administrativas están agrupadas en seis coordinaciones territoriales: Centro Histórico, Roma-Condesa, Tepito-Guerrero, Obrera-Doctores, Juárez-San Rafael y Santa María-Tlatelolco.
4 La georreferenciación del IDS se hizo por cada sección electoral de las unidades territoriales de gestión definidas por las autoridades delegacionales y el gobierno central (en la mayoría de los casos equiparables con las colonias), según datos del Consejo de Evaluación del Desarrollo Social del DF (Evalúa-DF) para el año 2010. Una explicación detallada de los indicadores con base en los cuales está construido el índice de desarrollo social de Evalúa-DF pueden verse en Boltvinik et al. (2011).
5 Entiendo la división social del espacio como "los patrones seguidos por la distribución de la población en el espacio habitado de acuerdo con sus características socioeconómicas" (Duhau y Giglia, 2008: 413).
6 Los programas sociales que atienden a estos sectores representan poco más del 80% del padrón de beneficiarios de la delegación (alrededor de 24 mil). Según fuentes de Evalúa DF, para el año 2010 los programas Jefas de Familia y Mujeres en Estado de Abandono contaba con un total de 15 120 beneficiarios; mientras que el programa de Apoyo a Adultos Mayores tenía 5 167 empadronados.
7 Estas acciones buscan reproducir o reafirmar significados en torno a la legitimidad política del grupo que controla la estructura de poder (Abélès, 1988).
8 Trabajo de campo en asamblea ciudadana.
9 Plática con funcionario delegacional durante una asamblea ciudadana realizada en febrero de 2010.
10 La mayoría de los puntos en los que se realizaron asambleas informativas coinciden con los lugares en donde los candidatos perredistas realizaron actividades proselitistas durante las campañas electorales de 2009 y 2012.
11 Testimonios recopilados en trabajo de campo durante las asambleas de participación ciudadana realizadas en los meses de mayo y junio del 2010.
12 Testimonios recopilados en trabajo de campo durante las asambleas de participación ciudadana realizadas en los meses de mayo y junio del 2010.
13 Testimonio recopilado en plática con ciudadano en asamblea delegacional realizada en el mes de junio de 2010.
14 Estos singulares personajes pueden catalogarse como "actores grises" (Auyero, 2007) por su ambivalente papel en los procesos políticos. Dichos actores no sólo se hacen presenten en los procesos de intermediación política del gastos social, sino que también buscan faccionalizar y partidizar los mecanismos de representación ciudadana (Tejera y Rodríguez, 2012).
15 Testimonio recopilado en plática con ciudadano en asamblea delegacional realizada en el mes de junio de 2010.
16 Testimonio recopilado en plática con beneficiario de programa social durante asamblea de participación ciudadana realizada en junio de 2010.
17 Notas de campo de asamblea informativa en donde se entregaron programas sociales realizada en febrero de 2010.
18 Las organizaciones de comerciantes ambulantes y del movimiento urbano popular han comenzado a realizar una reconfiguración discursiva en la que se asumen como "organizaciones de la sociedad civil". Esto les ha permitido ampliar su presencia político territorial hacia otras colonias de la ciudad con bajos índices de desarrollo social, mediante la implementación de "brigadas comunitarias" en las que se otorgan servicios de salud y alimentación gratuitos, se imparten talleres de capacitación en temas relacionados con la equidad de género, diversidad sexual, derechos humanos y se promueve la intervención de la organización en la solución de las demandas locales de gestión urbana. Por medio de estas acciones, los líderes de dichas organizaciones buscan vincularse principalmente con representantes vecinales, asociaciones de residentes, líderes locales, grupos de mujeres y sectores de la tercera edad, entre otros colectivos organizados en el ámbito local, para apoyarlos en la creación de pequeñas asociaciones civiles que les sirvan como un canal de intermediación con los habitantes de las colonias.
19 Testimonio recopilado en plática con ciudadano en reunión vecinal realizada en marzo de 2010.
20 Escuché por primera vez esta idea en los seminarios sobre "Prácticas políticas, imaginarios y ciudadanía", impartidos por Héctor Tejera en el posgrado de la UAM-I (al respecto véase Tejera, 2009). Posteriormente encontré una estrategia metodológica similar en el trabajo de Auyero (2007).