INTRODUCCIÓN
En la Argentina, desde la década de los ochenta, se han desarrollado diversos estudios en torno a diferentes nociones de frontera. Si bien este concepto estuvo tradicionalmente ligado a los estados nacionales, la producción académica reciente ha vinculado este concepto a otros procesos y formas de apropiación y uso del espacio, como diferencias étnicas, movilidad poblacional, exclusión, desigualdad social o construcción de identidades y alteridades. A su vez, se consideró la asociación entre actores de diferentes jerarquías, con diversas escalas espaciales y temporales.
Entre los estudios académicos de diferentes jerarquías, con diversa cuatro líneas centrales de indagación, vinculadas a distintos tipos de frontera: interétnicas, interestatales, productivas y urbanas/periurbanas. Esta clasificación parte de la propuesta de Benedetti y Salizzi (2014) , quienes examinaron las fronteras interétnicas, interestatales y productivas (referidas estás últimas fundamentalmente a las agrarias) en relación con el proceso de construcción del territorio argentino. Mientras que estos tres tipos de frontera se vinculan con escalas nacionales y regionales más o menos estables en el tiempo, se han incluido aquí otras que se manifiestan en escalas más acotadas, y explican múltiples formas de discontinuidad espacial que se materializan en la vida cotidiana, como por ejemplo las que se ubican dentro de las ciudades o en los ámbitos de transición entre los espacios urbanos y rurales. Cada una de estas cuatro líneas se construyó a partir de aportes disciplinares diversos, y fue emergiendo y consolidándose en diferentes momentos.
El interés por el estudio académico de las fronteras en la Argentina, a través de sus diversas trayectorias de investigación, contribuyó a la formación de un campo de estudios en torno a su abordaje. Cuando se hace referencia la existencia de un campo de estudios se está pensando en un sistema de relaciones entre posiciones construido alrededor de dicho “conocimiento” (Bourdieu en Benedetti, 2017a ), visibilizado a través de la producción académica.
En este orden, las estrategias transdisciplinares crecientemente adoptadas para brindar abordajes integrales a ciertas problemáticas sociales, invitan cada vez más a esquivar las miradas particulares que desarrollan las disciplinas para la construcción y delimitación de sus respectivos objetos de estudio, hacia campos de conocimiento complejos que se estructuran en torno a fenómenos de la vida social.
El presente trabajo tiene como objetivo sistematizar la producción académica desarrollada en la Argentina6 vinculada a las líneas de indagación mencionadas. Para ello se realiza un estado de la cuestión que comprende un conjunto de estudios de referentes locales que sentaron las bases para la consolidación de cada una de ellas, constituyéndose en antecedentes de considerable relevancia para futuros abordajes. Se toma como punto de partida la década de 1980 y el retorno a la democracia que, tal como se desprende de la búsqueda bibliográfica realizada, marca el inicio de una amplia mayoría de las líneas de investigación que aún continúan vigentes. El artículo asume una orientación mayormente descriptiva, debido tanto a la amplitud de elementos bibliográficos recogidos como a su vocación por proponer un posible ordenamiento del discurso académico nacional estructurado alrededor del concepto.
Se propone una mirada contemporánea en torno a los estudios sobre frontera en la Argentina, que contempla un amplio conjunto de nociones asociadas (e.g. franjas, límites, bordes, frentes, interfases, muros, etcétera), así como sus respectivas interrelaciones.
Se trata de una publicación que condensa parte del trabajo colectivo de investigación desarrollado en el marco del Grupo de Estudios sobre Fronteras y Regiones (GEFRE) de la Universidad de Buenos Aires,7 cuyo objetivo es construir un espacio interdisciplinario de investigación y formación académica acerca de la frontera en sus múltiples acepciones.8
El trabajo se estructura en cuatro secciones definidas a partir de los tipos de frontera relevados en la revisión bibliográfica realizada (interétnicas, agrarias, interestatales y urbanas/periurbanas). En ellas se examinan las categorías utilizadas, los ejes problemáticos centrales, los principales autores que han realizado aportes a su conocimiento, así como otras consideraciones específicas. Finalmente, se reflexiona acerca de las características generales que asume el campo de estudios sobre fronteras en la Argentina.
FRONTERAS INTERÉTNICAS
Las fronteras interétnicas hacen referencia a una serie de entidades espacio-temporales presentes en el ámbito argentino desde la colonización del subcontinente sudamericano hasta la actualidad.9 En términos generales, expresan procesos de contacto, interacción y/o conquista entre grupos con estructuras políticas, económicas y/o culturales desiguales. En Sudamérica se expresaron históricamente como a) los sucesivos avances de la sociedad colonizadora ibérica sobre los territorios controlados por grupos originarios del continente, entre el siglo XVI e inicios del XIX, y b) los procesos de expansión de los estados nacionales sobre aquellos territorios de las sociedades indígenas que todavía no habían sido sometidas, desde el siglo XIX en adelante. Ya en el presente, también remiten a instancias de reproducción de diferencias étnicas expresadas territorialmente mediante algún tipo de frontera.
En lo que respecta al actual territorio argentino, pueden reconocerse tres grandes momentos, relacionados al surgimiento de diferentes fronteras interétnicas. En las primeras décadas del siglo XIX se formaron dos fronteras.
La primera, y más estudiada, recibió diversas denominaciones: frontera sur ( Navarro Floria, 2001 ; de Jong, 2016 ), frontera pampeana ( Mayo, 2000 ), frontera bonaerense ( Duart, 2000 ; Banzato, 2009 ), frontera sur de la provincia de Buenos Aires ( Ratto, 2003 ), frontera sur cordobesa ( Tamagnini y Pérez Zavala, 2013 ) o frontera sur argentina ( Quijada, 2002 ). Extendida entre los océanos Atlántico y Pacífico, y con desplazamientos espaciales y culturales, esta frontera tendría una cierta continuidad funcional entre los siglos XVI y XIX, hasta la consolidación del territorio del Estado argentino ( de Jong, 2016 ).
Al sur de los territorios conquistados se encontraban las ntino (e los siglos XAraucanta, Pampa y Patagonia. Esta frontera no constituía una línea, sino una región transicional entre las sociedades hispanocriollas e indígenas, donde persistían situaciones de guerra, tensión diplomática, violencia y esporádicos momentos de paz ( Tamagnini y Pérez Zavala, 2016 ). El estudio de esta frontera desde perspectivas críticas se inició, principalmente, en el campo de la historia ( Mandrini, 1992 y 2013 ) y la antropología histórica, desde donde se vienen revisando sus supuestos teóricos y metodológicos ( de Jong, 2016 ).
La segunda de estas fronteras interétnicas se ubicaba en la proximidad del Gran Chaco, y fue llamada frontera norte ( Spota, 2010 ) o frontera chaqueña ( Teruel, 2005 ). Cruz (2014) analiza su conformación en la etapa colonial, en las proximidades de las ciudades de Jujuy y Tucumán, enfatizando que esa zona era el punto de partida para las entradas al Chaco para esclavizar a las poblaciones locales. Teruel (2003 , 2005) analizó los movimientos de colonización realizados desde Salta en ese contexto. Otros, como Lucaioli (2010) , concentraron la mirada en su sector oriental, en el norte de la Provincia de Santa Fe.
Los rótulos frontera sur y frontera norte denotan un cierto posicionamiento geográfico en la mirada, que lleva como correlato epistemológico a enfatizar la perspectiva centrada en Buenos Aires. En los trabajos antes mencionados se evidencia, sin embargo, un intento por complejizar el estudio de las fronteras interétnicas, rompiendo el esquema binario que las interpreta como una línea de separación entre “civilización y barbarie”.
Las fronteras, desde estas nuevas perspectivas, son ámbitos donde se relacionan grupos sociales con intereses diversos y contradictorios, en un proceso histarico dináico y cambiante ( Nacuzzi y Lucaioli, 2014 ). Dentro de este colectivo puede distinguirse una frecuente división geográfica según la frontera abordada, donde se destaca la influencia de las universidades situadas en las ciudades que antiguamente se encontraban en sus proximidades. Es así que la frontera norte de Argentina es, por lo general, revisada por quienes residen en las provincias norte Jujuy y Salta. Una mirada transversal permite advertir la ausencia de comparaciones y estudios sistemáticos que involucren a ambas fronteras (norte y sur), aunque reconocemos excepciones en los trabajos de Nacuzzi (2007) , Ratto (2011) , y Nacuzzi y Lucaioli (2014) .
Entre las décadas de 1860 y 1900 (para el sur), y 1930 (para el norte), se produjo una masiva incorporación de tierras al territorio argentino. Con ello, ocurrió el extermino, arrinconamiento y sometimiento de grupos indígenas y se asistió a la desactivación de dichas fronteras, que aún en el presente siguen siendo presentadas como internas ( Duart, 2000 ). El episodio histórico que contribuyó decididamente a desactivar la frontera sur fue denominado por la historiografía tradicional como Campaña del Desierto. Escolar, Tarquini y Vezub (2015) realizaron una extensa revisión de esta empresa militar, que definieron como el evento principal de la épica militar en la formación del estado, el territorio y la población en la Argentina moderna.
El proceso de ocupación de la parte meridional del Gran Chaco suele ubicarse a partir de 1884, cuando se inició una campaña militar con algunas similitudes a la ocurrida en tierras australes, si bien Spota (2010) propone que el proceso ya se encontraba en marcha desde la llamada guerra de la Triple Alianza (1864-1870). La desactivación de esta frontera no concluyó sino hacia la década de 1930, a través del episodio conocido como Pacificación del Chaco.
En la actualidad, algunas investigaciones siguen utilizando el concepto de frontera para dar cuenta de las relaciones entre la sociedad en general y las minorías indígenas, o al avance del capitalismo sobre ciertos sectores del país. Gordillo y Leguizamón (2002) , al analizar diferentes procesos ocurridos hacia fines del siglo XX, remarcan la estrecha relación entre frontera y violencia. Por su parte, con la mirada puesta en el presente, Trinchero (2000) propone el concepto de formación social de fronteras para dar cuenta de procesos de arrinconamiento, sometimiento y subsunción del trabajo al capital. La frontera es entendida como un proceso de conexión entre espacios caracterizados por dinámicas productivas y reproductivas heterogéneas, por lo que deja de ser vista como un borde de contacto y se transforma en un ámbito con configuraciones cambiantes y flexibles.
FRONTERAS AGRARIAS
El proceso de incorporación de nuevas tierras a la actividad agropecuaria ha sido abordado en Argentina a través de un amplio abanico de términos (franja pionera, frente de colonización, frente pionero, frontera agraria, frontera agrícola, frontera agropecuaria) que fueron empleados generalmente como sinónimos, restando atención a la delimitación de sus significados específicos. Se trata de una temática que fue analizada desde diversas perspectivas y disciplinas, pudiéndose destacar su renovado impulso hacia la década de 1990, con la expansión del modelo productivo de los agronegocios.
Por un lado, destacan las investigaciones que, desde el campo de la geografía definen a la frontera agraria como su objeto de estudio, y analizan sus características espaciales a partir de distintas dimensiones. Desde otros campos disciplinares, la frontera agraria tiende a ser definida en términos productivistas, o bien, a través de las consecuencias derivadas de la expansión del agronegocio. En estos últimos casos, es tratada más como un dato o contexto que como objeto de estudio, confundiéndose así con el propio proceso de expansión agroindustrial y perdiendo de vista su potencialidad como herramienta analítica.
El estudio de las fronteras agrarias tomó notoriedad en la agenda académica recién a finales de la década de 1970. Hasta entonces, la temática había sido abordada sin una problematización de conceptos y nociones, subsumida al estudio del proceso de conformación del hinterland nacional ( Giberti, 1970 ; Denis, 1987 ; Gaignard, 1989 ). Los trabajos realizados desde la geografía por Reboratti (1979 ; 1989 ; 1990) fueron trascendentales para la renovación de su estudio y para la conformación de un área temática propia.
Reboratti (1979) analizó la ocupación de tierras nuevas en el Alto Paraná-Uruguay (Provincia de Misiones) con la intención de generalizar una tipología de los mecanismos de avance de la frontera agraria y de sus interrelaciones con los procesos de poblamiento. Si bien esta propuesta se inscribió en los estudios clásicos sobre frentes pioneros (influenciados por los aportes de la geografía francesa y brasileña), su planteamiento se distinguió por una constante preocupación en torno al contenido conceptual de la frontera agraria. Esta línea de trabajo fue posteriormente profundizada en el estudio de la zona del Umbral al Chaco, también en el norte argentino ( Reboratti, 1989 ) y se vio reflejada en una obra orientada íntegramente al estudio de las fronteras agrarias en Sudamérica ( Reboratti, 1990 ), donde condensó y organizó las reflexiones realizadas previamente.
Hacia finales del siglo XX, el estudio de las fronteras agrarias se concentró en la expansión del capital agrario, y en las transformaciones en las prácticas productivas y las estructuras agrarias. Puede reconocerse, entonces, un abordaje temporal vinculado a los momentos que atravesó en el país la introducción y consolidación del modelo productivo agroindustrial. Hasta antes de 1990, cuando este proceso se encontraba aún en ciernes, los trabajos realizados reprodujeron los enfoques clásicos. Desde entonces, en el marco de los denominados procesos de agriculturización y sojización de la actividad agropecuaria, se inició un progresivo distanciamiento de la temática del poblamiento en función de la creciente atención otorgada desde diversas disciplinas a los procesos de reorganización productiva del espacio y sus efectos.
Estos trabajos pueden ser sistematizados de acuerdo con los análisis teórico- conceptuales que desarrollan. Por un lado, se identifica una serie de estudios que, si bien retoman el concepto de frontera, no reflexionan teóricamente acerca de sus alcances. En ellos, la atención se concentra fundamentalmente en las consecuencias derivadas de la expansión del agronegocio. La frontera agraria no se constituye como su objeto de estudio, ni se preguntan por sus características espaciales. En este marco, cabe señalar trabajos provenientes del ámbito de los estudios técnicos agronómicos, que suelen entender a la frontera agraria exclusivamente como la ampliación del área destinada a una cierta actividad productiva (Cf. Agostini y Giunta, 1987 ). Desde un enfoque productivista, limitan su atención a la evaluación de las capacidades físicas de ciertos espacios para la expansión de los cultivos, que garanticen la inserción del país en el mercado mundial de commodities.
Otra serie de contribuciones busca diferenciarse de esta visión y se concentra en el estudio de los perjuicios generados por la expansión agropecuaria. Pueden distinguirse dos grupos. En el primero se sitúan aquellas que analizan las consecuencias ambientales de dicha expansión ( Cabido, Zak, Cingolandi, Cáceres y Díaz, 2005 ; Viglizzo y Jobbágy, 2010 ). En el segundo, los aportes se centran en los efectos sobre las comunidades campesinas y sus territorialidades ( Cáceres, Silvetti, Ferrer, Soto, y Bisio, 2009 ; Domínguez, 2010 ; Comerci, 2014 ).
Por último, se destacan los aportes que definen a la frontera agraria como su objeto de estudio y reflexionan teóricamente en torno al concepto. Desarrollados principalmente desde la geografía, aunque en constante diálogo con otras disciplinas, estos trabajos se orientan al estudio de la expansión agroindustrial en sectores localizados del país. Parten del reconocimiento de la frontera como un espacio con características específicas y privilegian ciertas dimensiones de análisis como: la conflictividad social ( de Estrada, 2010 ), la relación urbano-rural ( Braticevic, 2011 ) o la organización de los sistemas productivos ( Valenzuela, 2014 ). Algunos elementos transversales a estas propuestas radican en la consideración de la frontera agraria como proceso, con el reconocimiento de su carácter integrado, como un espacio donde conviven lógicas y proyectos antagónicos e incompatibles; y en la consideración de las resistencias y conflictos que la caracterizan.
En un lugar intermedio respecto a estas iniciativas y las anteriormente mencionadas, se encuentra una aproximación interdisciplinaria profundamente influenciada por la ecología. Se trata de la propuesta desarrollada por el Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (GEPAMA) de la Universidad de Buenos Aires. Entre sus principales intereses se encuentran los procesos de cambio en el uso de la tierra sobre grandes superficies (conversión de ecosistemas naturales o seminaturales a cultivos), empleando el concepto de frontera agraria para dar cuenta de un espacio que al ser incorporado al sistema productivo mundial se vuelve complejo y conflictivo ( Morello, Rodríguez y Pengue, 2004 ).
FRONTERAS INTERESTATALES
Las fronteras entre estados nacionales han sido objeto de un renovado interés académico en la Argentina desde fines de la década de los noventa, a través de diversas disciplinas como la antropología, la historia, la geografía y las relaciones internacionales. Se trata de estudios heterogéneos, tanto en sus estrategias teórico-metodológicas como en sus áreas y períodos de estudio, que emplean una variedad de términos para adjetivar la frontera: internacional, política, estatal, interestatal, externa, física, territorial, geopolítica y político-militar.
Los trabajos elaborados en el marco de la antropología, la historia y la geografía dialogan con abordajes críticos que, desde la década de 1990, vienen renovando el estudio de las fronteras interestatales en los principales centros académicos de América y Europa. En este sentido, la producción nacional plantea diferentes cuestionamientos a las miradas tradicionales que postulaban a las fronteras como objetos evidentes y estáticos, realidades naturalizadas y despolitizadas, en línea con el esencialismo otorgado al territorio nacional. Estos trabajos, en cambio, conciben a las fronteras como realidades procesuales, sociales e históricas, producto de disputas y negociaciones.
Grimson (2000a) cuestiona desde la antropología la concepción de las fronteras como realidades naturales o resultado de una objetividad cultural preexistente, así como la idea de hermandad de los pueblos que permea los discursos de la integración e ignora las dimensiones conflictivas.
En la geografía, los trabajos de Barros y Zusman (2000) , así como de Hevilla y Zusman (2008) proponen trascender las miradas clásicas que entienden a las fronteras como áreas de transición entre formas puras, y concebirlas en cambio como lugares con dinámicas propias, de encuentros y desencuentros, pensadas en relación a los procesos de extensión de nuevas formas de organización política y económica.
Asimismo, señalan la necesidad de incorporar al análisis económico y político de las fronteras los procesos de carácter cultural, vinculados a las representaciones, narrativas y signos; así como profundizar en el estudio de la heterogeneidad, considerando fronteras poco abordadas en el ámbito académico.
Por su parte, Benedetti (2014 , 2015 , 2017b ), y Benedetti y Salizzi (2011) han contribuido a la conceptualización y operacionalización de las fronteras argentinas. En dichos trabajos examinan las interrelaciones entre territorio, límite y frontera, introducen nuevos conceptos como espacio fronterizo, y proponen categorías operativas para su estudio, como diferenciación territorial, fronterización, territorio, lugar y movilidad.
Algunos de los trabajos plantean asimismo un cuestionamiento al nacionalismo metodológico que presupone que las fronteras interestatales actuaron como “vallas” y promovieron un desarrollo autónomo de las repúblicas. En dichos trabajos se muestra que estas fronteras coexistieron con espacios sociales y económicos que excedían las proximidades de los límites internacionales durante la consolidación de los estados nacionales modernos, y que los procesos tendientes a su desarticulación fueron tardíos ( Bandieri, 2001 ; Hevilla, 2001 ; Conti, 2011 ).
En paralelo, otros aportes buscan debatir con los discursos que señalan el fin de las fronteras. De este modo, si bien se reconoce su flexibilización en el marco de la globalización, destacan simultáneamente un reforzamiento de su regulación y del control social sobre las poblaciones locales, incluso en el marco de iniciativas y proyectos de integración regional ( Grimson, 2000b ; Sassone, 2005 ; Hevilla y Zusman, 2007 ; Trinchero y Leguizamón, 2008 ).
Más allá de las contribuciones teóricas mencionadas, en los estudios sobre fronteras interestatales abundan los abordajes empíricos relacionados con recortes espaciales acotados. Algunos de los recortes más estudiados son las fronteras del noroeste ( Karasik, 2000 ; Conti, 2011 ; Benedetti y Salizzi 2011 ), del sector cuyano ( Hevilla, 2001 ; Escolar, 2013 ), de la patagonia ( Bandieri, 2001 ; Baeza, 2008 ) y del área chaqueña ( Grimson, 2000b ; Gordillo, 2000 ; Trinchero, 2012 ). Son escasas las investigaciones que abordan las fronteras del país en forma integral, con algunas excepciones, como los trabajos de Sassone (2005) y Benedetti y Salizzi (2014) . A su vez, los procesos examinados centran frecuentemente la atención sólo del lado argentino, sin considerar lo que ocurre al otro lado del límite internacional.
En relación con los períodos históricos abordados, pueden diferenciarse dos grandes grupos, con diferentes intereses. Uno de ellos focaliza en la formación de los estados nacionales, la demarcación limítrofe y la consolidación de los controles fronterizos a lo largo de los siglos XIX y XX ( Gordillo, 2000 ; Karasik, 2000 ; Hevilla, 2001 ; Lacoste, 2003 ; Conti, 2011 ; Escolar, 2013 ; Zusman, 2017 ). En general, se centran en las formas en que los estados nacionales han tendido a construir separación, diferencia y otredad respecto a los países vecinos, y las respuestas locales frente a estos procesos. Otros se centran en el período actual y analizan las implicancias de los procesos de integración regional (e.g. Mercosur), desde diferentes ángulos y escalas ( Grimson, 2000b ; Trinchero y Leguizamón, 2008 ). Ellos analizan las formas en que los estados y las organizaciones supranacionales inciden en la cotidianeidad de los pobladores, que generalmente no participan en su definición.
En general, las investigaciones relevadas piensan a la frontera interestatal como lugar f gene, priorizáriori una nocil, las investigaciones relevadas Barros y Zusman, 2000 ), y no se centran en procesos de dislocacipiensan a la frontera interestatal como lugarciden en la cotidia en otros ámbitos académicos. Asimismo, estos estudios ponen en diálogo a los procesos de construcción de fronteras “desde arriba” y “desde abajo”, recuperando tanto las acciones desarrolladas por los estados nacionales, como la agencia de los múltiples sujetos que las habitan y/o transitan A su vez, buscan romper con la mirada centrada en lo nacional como única escala de análisis, reconociendo la confluencia de diversas prácticas, sujetos, instituciones y escalas ( Zusman, 2006 ; Benedetti, 2007 ).
Paralelamente, los estudios examinados postulan a la frontera como realidad particular, cuestionando la idea de que sea tipológicamente igual en todo tiempo y espacio. Proponen una noción centrada en la diversidad y heterogeneidad, donde la mixtura de estrategias estatales y locales definen las especificidades de cada lugar fronterizo. También se observa la creciente importancia dada a la combinación de dimensiones materiales y simbólicas, prácticas y representaciones.
Los trabajos antropológicos y sociológicos promueven mayormente una noción de frontera vinculada a la diferenciación o separación. En cambio, los de orientación económica suelen enfatizar un sentido relacional de diálogo e interacción más allá del límite. Los trabajos geográficos y geohistóricos por lo general priorizan la tensión permanente entre encuentro y desencuentro, apertura y cierre, pertenencia y exclusión, continuidad y discontinuidad.
Por su parte, las Relaciones Internacionales –en tanto subdisciplina de la Ciencias Políticas–, se han mantenido algo distantes de los debates en torno a las fronteras interestatales del país. Sus aportes pueden organizarse en relación con dos temáticas principales: a) defensa, donde se destacan los abordajes centrados en la soberanía nacional y la política exterior, y b) comercio/desarrollo, en relación con la nueva agenda de cooperación transfronteriza y movilidad comercial impuesta por la creación del Mercosur.
En términos metodológicos, se trata de trabajos comparados, ya sea entre países como entre bloques (e.g. Mercosur-Unión Europea). En general, la preocupación de la disciplina por los órdenes mundiales significó dejar de lado estudios de caso. Así, las fronteras funcionan únicamente como la capa exterior de la nación, demostrando poca permeabilidad a los procesos de renovación que experimentó la temática en otras disciplinas. En las investigaciones examinadas se distinguen tres etapas: a) entre fines del siglo XIX y la década de 1970, asociada a la geopolítica y al vínculo con los estados vecinos; b) entre la década de 1950 y de 2000, vinculada a los debates entre soberanía-desarrollo y autonomía; y c) entre la década de 1980 y la actualidad, relacionada con los procesos de integración regional.
Las relaciones internacionales han mantenido escasos cruces con otras disciplinas del campo social. La principal corriente, en términos globales, es el realismo, que tiene una interpretación vernácula denominada realismo periférico ( Escudé y Cisneros, 1998 ). Estos autores trabajan fundamentalmente con la idea de soberanía y desarrollo, reduciendo la frontera al límite que separa jurisdicciones.
Desde una perspectiva centrada en la defensa y la seguridad, Russell e Hirst (1987) analizan el rol de las fuerzas armadas en el continente. En ese contexto, la frontera interestatal es dejada de lado en pos de la lucha contra el enemigo común. Las lógicas militares implican la idea de frontera como pared contenedora, necesaria para la soberanía nacional. Otros autores como Russell y Tokatlian (2009) centran sus trabajos en la autonomía relacional, en los que apuntan a una reflexión sobre el vínculo con los estados vecinos. Nuevamente, la cuestión de las fronteras no es mencionada de forma explícita, aunque sobrevuela diversos asuntos.
Vinculando las esferas temáticas antes mencionadas (defensa y desarrollo/autonomía) encontramos también el trabajo de Tokatlian (2005) , centrado en la inserción de Argentina a nivel internacional. El desarrollo teórico sobre la cuestión de la soberanía no incluye menciones a la frontera interestatal, aunque incluye recomendaciones en torno a la problemática de la Triple Frontera.
Con la institucionalización de los procesos de integración regional desde la década de 1990, se amplió la agenda de estudios internacionales, abriéndose a temáticas como infraestructura, movilidad transfronteriza, comercio exterior regional y seguridad. Hasta comienzos de la década de 2000, se destacan los trabajos que analizan las fronteras interestatales desde perspectivas comerciales y de cooperación, cuyas miradas están centradas en los eventuales beneficios de su apertura. Desde entonces, las visiones liberales dejan lugar a perspectivas neo desarrollistas, en las que si bien la frontera continúa siendo analizada desde la seguridad, cobra fuerza una visión integracionista que la concibe como centro de la unidad latinoamericana.
Pocos trabajos realizan estudios minuciosos de fronteras interestatales específicas, ya que en general son analizadas en relación con zonas de producción ( Botto y Tussie, 2007 ; Botto, 2013 ). En paralelo, otros estudios se centran en la cooperación transfronteriza, aunque privilegiando también una lectura comparada y a escala nacional ( Rhi-Sausi y Oddone, 1991 ; 2011 ; Oddone, 2012 ). Uno de los pocos trabajos que propone una conceptualización de la frontera interestatal es Paikin (2010) , al presentar una lectura institucional de la cooperación, pero con un fuerte eje en la paradiplomacia y la noción de “frontera-interés”.
Finalmente, los trabajos de Bartolomé y Llenderrozas (2002) sobre seguridad internacional y de Zimerman (2009) sobre el Mercosur aportan un acercamiento empírico, en el que se vinculan aspectos políticos con análisis locales. Estos ejemplifican la falta de interés en la conceptualización de la frontera, ya que abordan fundamentalmente la noción de límite interestatal. En una línea similar, el trabajo de Malamud (2011) referido a los microregionalismos, concibe a la frontera como un divisor de comunidades locales. Desde este punto de vista, a través de la comparación con experiencias de la Unión Europea y el espacio Schengen, sugiere la necesidad de facilitar los movimientos transfronterizos, reduciendo los controles y la burocracia ( Malamud y Schmitter, 2006 ).
FRONTERAS URBANAS Y PERIURBANAS
El estudio de las fronteras en áreas urbanas y periurbanas puede organizarse a partir de dos aproximaciones principales. Por un lado, aquella que se centra en la distinción entre lo urbano y lo rural, con foco en el carácter transicional de estos espacios. Por otro, a una escala quizás más acotada, se analizan las rupturas internas que presentan las estructuras urbanas, considerando sus distintas naturalezas (políticas, económicas, religiosas, entre otras), donde la referencia preponderante han sido los muros urbanos.
En relación con la primera aproximación, la noción de periurbano comienza a utilizarse en la década de 1940 en el medio anglosajón, vinculada a la expansión urbana y la incertidumbre del espacio entre el campo y la ciudad ( Novick, 2017 ). En el ámbito latinoamericano, desde mediados de siglo XX toma relevancia el estudio de la hibridación entre lo urbano y lo rural ( Castro, 2018 ). Siguiendo esta tendencia, algunos autores argentinos postulan la existencia de gradientes de urbanidad/ruralidad en base a la intensidad de elementos y procesos ( Bozzano y Cuenca, 1995 ; Gorenstein, Napal y Olea, 2007 ); mientras que otros se centran en una zona de estos gradientes ( Barros, 1999 ; 2005 ; Barsky, 2005 ). Los conceptos empleados generalmente para dar cuenta de estos ámbitos son: territorios de borde ( Bozzano y Cuenca, 1995 ), rururbano ( Barros, 1999 ), periurbano ( Barsky, 2005 ) y áreas periurbanas ( Frediani, 2010 ).
Bozzano y Cuenca (1995) distinguen tres tipos de usos del suelo, pensados como un gradiente dentro de la ciudad, que además se subdividen según su jerarquía: los centrales, los intermedios y los de borde. Los territorios centrales son definidos por la concentración de actividades económicas y sociales. Los territorios intermedios, relacionados a la reproducción social, se identifican por presentar tejidos urbanos con viviendas de diferentes formas y variable consolidación. En los territorios de borde, en cambio, las características de la aglomeración antes esbozadas son menos evidentes. Asimismo, no se los reconoce con una ubicación y distribución específica. Por lo tanto, los territorios centrales pueden ser casi periféricos en la configuración espacial metropolitana y los de borde pueden transformarse en centrales. De allí surgen las nociones de bordes centrales y centralidades periféricas.
Barros (2005) define la rururbanidad partiendo de sus extremos: lo urbano y lo rural. A través de su propuesta este autor asocia la idea de espacio rururbano a la de continuo rural- urbano. Este espacio está conformado por gradientes llamados semiurbano, donde se conjuga un hábitat rural y una residencia urbana o industrial; y semirural urbanizado, donde conviven áreas urbanas y actividades agrícolas. Además, trabaja con el concepto de neoruralidad, asociado al repoblamiento de áreas rurales por habitantes de origen urbano (e.g. countries o chacras), en ocasiones vinculado al turismo rural ( Barros, 1999 ).
Por su parte, Barsky (2005) apela a la noción de periurbano, entendido como un complejo territorial que expresa una situación de interfase entre dos espacios aparentemente bien diferenciados: el campo y la ciudad. Se trata de un ámbito resbaladizo y frágil, de difícil definición conceptual y delimitación, inestable en sus relaciones sociales, heterogéneo en sus usos y en constante transformación.
Finalmente, Frediani (2010) señala que, en un contexto postindustrial, la urbanización desconcentrada genera movimientos del centro hacia la periferia (contrario a los tradicionales flujos campo-ciudad), en relación con los avances técnicos que permiten mejorar la comunicación y urbanizar el campo. Su estudio centra la atención en los procesos de periurbanización, en el avance de los componentes de la estructura urbana sobre lo rural. Estos dan lugar a la formación de una entidad transicional, caracterizada por su dinamismo, importantes contrastes y rápidas mutaciones. En términos generales, considera que las periferias son espacios social y culturalmente heterogéneos, complejos y diversos.
En síntesis, en ocasiones lo urbano y lo rural se han planteado como antítesis. Las miradas desde uno y otro punto de vista han hecho que por momentos se venere lo urbano, y en otros, lo rural. En este sentido, el modo en el que se considera dichos espacios varía dependiendo de las posiciones de los investigadores y de la construcción de sus objetos de estudios. Sin embargo, en los trabajos relevados se observa que se trata de un espacio difuso, con una ubicación poco precisa y con usos variados, en donde se puede reinventar o revalorizar lo urbano y lo rural, pero que en definitiva ya no es ni lo uno ni lo otro.
El segundo grupo de aproximaciones centra su atención al interior de las ciudades, partiendo de su reconocimiento como escenarios sociales cada vez más desiguales. En este marco, avanza en la reelaboración de categorías que permitan una nueva aproximación a los procesos (y sus respectivas lógicas) de separación social, espacial y morfológica que se manifiestan en los centros urbanos contemporáneos. A continuación, se presentan algunos exponentes del campo de los estudios urbanos que, desde disciplinas como la geografía y la sociología, han contribuido a la construcción conceptual de las fronteras urbanas.
Un pionero es Torres (2006) , cuya labor se centró en el Gran Buenos Aires, y se interesó por la definición física y de formación de las estructuras y centralidades de las metrópolis latinoamericanas. Su tesis se fundamentó en que la estructuración espacial interna de Buenos Aires guardaba una estrecha relación con los grandes períodos de cambio económico, social y político. Si se recorre su obra se descubre que no aborda directamente el concepto de frontera, en cambio, es posible reconocer su interés por cartografiar líneas que separan a grupos humanos con diferentes realidades socioeconómicas.
Otro referente es Vapñarsky (1984 , 1995) quien, a diferencia de Torres, se preocupó por temas como la definición censal de localidades y revisó la partición político-administrativa al interior de diversas ciudades argentinas. Si bien este autor tampoco recupera abiertamente la categoría de frontera, proporciona herramientas metodológicas relevantes para abordar los procesos de fragmentación y de diferenciación espacial.
Actualmente se ha vuelto común la aparición del concepto de frontera en los estudios urbanos para poner de manifiesto aquellos elementos materiales que atraviesan las ciudades, o las formas en que las representaciones sociales sobre ciertos espacios producen fronteras simbólicas o inmateriales. Este es el caso de Vidal-Koppmann (2005) , quien hace hincapié en esta categoría en relación con la movilidad espacial. Así, destaca que los conceptos de fragmentación y de segregación incluyen al de frontera, ya que para traspasarla es necesaria la movilidad. Sostiene que en las ciudades es ineludible la presencia de barreras físicas demarcatorias de límites o fronteras ( Vidal-Koppmann, 2007 ), aunque no propone una clara diferenciación analítica entre los conceptos.
Finalmente, probablemente quien más ha contribuido en los últimos años a la aplicación de este concepto en los espacios urbanos es Segura (2006) , quien sostiene que todas las fronteras son separación y unión al mismo tiempo, y que es preciso analizar el modo en que estas dos características se ordenan y jerarquizan.
En definitiva, también es posible encontrar la categoría frontera en los estudios urbanos contemporáneos. En la mayoría de los casos remite a la idea de separación entre los fragmentos que componen las grandes ciudades de Argentina. Por lo general el concepto se incorpora al momento de referirse al muro de un barrio o la barrera que puede suponer una infraestructura vial de tamaño considerable. Se abren así nuevas perspectivas teóricas, y por qué no, metodológicas, para el análisis de las fronteras en el imaginario social de los habitantes urbanos.
Las fronteras urbanas y periurbanas acompañan tanto los procesos de crecimiento demográfico como las nuevas problemáticas sociales surgidas en las grandes ciudades hacia la segunda mitad del siglo XX. Si bien es posible encontrar la categoría de frontera en dichos estudios, su desarrollo conceptual ha sido escaso. En los estudios que focalizan su atención al interior de los ámbitos urbanos (generalmente grandes ciudades) la definición conceptual de la frontera es difusa, con una ubicación poco precisa y usos variados, asociados a la idea de separación (muro o barrera). En el caso de aquellas que centran su atención en el periurbano, se observa una mayor tendencia a la discusión teórica, aunque la noción de frontera no se encuentra entre los términos más empleados para caracterizar el fenómeno. En este sentido, es remarcable la necesidad de nuevas reflexiones que permitan continuar ampliando el desarrollo conceptual en torno a las fronteras intraurbanas y rural- urbanas en la Argentina.
CONCLUSIONES
Desde la década de 1980 se han desarrollado en la Argentina diversos estudios que recuperan y reconstruyen el concepto de frontera. Este creciente interés en la temática se produjo en el marco de una renovación de los estudios sociales, ya sea relacionada con la adopción de posicionamientos críticos en diálogo con las teorías contemporáneas, o bien debido al interés por nuevas temáticas y problemáticas de investigación vinculadas con ciertas transformaciones coyunturales.
Una de las consecuencias de esta renovación fue el traslado del foco de atención más allá de los estados nacionales a los que había permanecido atado el concepto de frontera en los enfoques clásicos. Se observó, en consecuencia, un creciente reconocimiento y problematización de otros tipos de fronteras a diversas escalas (y en sus posibles intersecciones). Este movimiento promovió una mayor discusión en torno a las fronteras en áreas que se encontraban ajenas a la temática, fomentando el interés sobre los cruces disciplinares hasta el momento escasos o deficientes.
Esta diversificación en la producción académica argentina ha consolidado cuatro líneas principales de indagación en torno a distintos tipos vinculadas a las fronteras: interétnicas, productivas, interestatales y urbanas/periurbanas. Cada una de estas áreas temáticas se construyó en forma relativamente aislada, lo que ha redundado en una especialización que relaciona disciplinas, problemáticas sociales y tipos de fronteras, con escasa articulaciones. Un estudio pionero que buscó establecer algunos vínculos es el de Benedetti y Salizzi (2014) , más centrado en el análisis de procesos territoriales (considerando las fronteras interétnicas, interestatales y productivas) que en las vinculaciones teórico-metodológicas en torno a su estudio.
La creciente diversidad de enfoques y el escaso diálogo que puede reconocerse entre ellos se vincula con la reciente consolidación de dicho campo de estudios en el país. Esto se traduce, por ejemplo, en la escasez de revistas científicas especializadas (a diferencia de lo que sucede en países como México, Colombia, Brasil y Chile). La revista TEFROS, editada por el Taller de Etnohistoria de la Frontera Sur desde 2003, y especializada en temas vinculados a fronteras interétnicas, probablemente sea la única.
A pesar de la fragmentación, pueden vislumbrarse algunos puntos de contacto entre las diferentes líneas de indagación a partir de interrogantes comunes en relación con fenómenos sociales que involucran alguna forma de discontinuidad o fragmentación espacial. A partir de los antecedentes relevados, y reconociendo que se trata de un concepto que va ganando cada vez más atención, es posible afirmar que el entramado de perspectivas y posiciones en torno a las fronteras es ciertamente heterogéneo en sus intereses, enfoques y prácticas metodológicas. De este modo, es necesario profundizar en reflexiones que integren los aportes realizados para su estudio, y que permitan dinamizar los intercambios teóricos entre disciplinas, así como entre tipos de frontera analizados, con miras a ampliar tanto el abanico de recursos disponibles como sus posibles contextos de aplicación.
El artículo buscó reconstruir y sistematizar las líneas de investigación que dan forma a este campo de estudios. Nos enfrentamos ahora al desafío de promover una mayor reflexión teórico-conceptual que contribuya a trazar nuevas líneas de articulación entre las diversas disciplinas, perspectivas e intereses de investigación.