En Colombia, como en el resto de América Latina, el proceso de pluralización religiosa se ha acelerado en las dos últimas décadas (Beltrán, 2013; Pew Research Center, 2014; Beltrán y Larotta, 2020). En el caso de Colombia, las investigaciones al respecto revelan algunas tendencias claras: 1) la masiva deserción de fieles del catolicismo; 2) el crecimiento de las diversas corrientes del protestantismo, particularmente del movimiento pentecostal; 3) el aumento de los no afiliados (Beltrán, Cely y Larotta, 2022).
El presente artículo concentra su interés en la comprensión de esta última tendencia. Persigue como objetivo aportar elementos que ayuden a entender la manera en que se relacionan y viven la religión las personas que en las encuestas se identifican como creyentes no afiliados a ninguna religión. En la medida en que la mayoría de las encuestas no incluyen esta categoría, nos referimos también a las personas que no se identifican con ninguna religión, pero que tampoco se consideran ateos o agnósticos (Newport, 2019).
Investigaciones recientes en el contexto colombiano muestran un aumento en la población que adopta esta forma de relacionarse con la religión. En 2010, sólo 3.5% de la población adulta (de 18 años o más) se identificaba con una categoría similar (“Creo en Dios pero no en la religión”). Para 2019, 13.2% de los colombianos (de 18 años o más) se identificaban como creyentes no afiliados. Este porcentaje es aún mayor en las grandes ciudades. En Bogotá, para 2019, 18% de los ciudadanos mayores de edad se identificaban como creyentes no afiliados (Beltrán, 2013; Beltrán y Larotta, 2020). Esta identidad religiosa también se ha consolidado entre la población joven. En una encuesta realizada en 2019 entre estudiantes de grado once de colegios públicos de Bogotá (de 15 a 19 años), 16.1% se identificó como “creyente no afiliado a ninguna religión” (Beltrán y Rodríguez-Vargas, 2022).
Es importante distinguir a los creyentes no afiliados de los no creyentes. Estos últimos, además de no mantener membresía en una iglesia o comunidad religiosa, han abandonado las creencias y las prácticas religiosas en general, por lo cual es frecuente que se identifiquen también como ateos o agnósticos. En el contexto latinoamericano y, en general, en el Occidente Cristiano, la mayoría de ateos niegan la existencia del dios de la Biblia o del dios judeo-cristiano. Mientras que los agnósticos, aunque no necesariamente niegan la existencia de esta deidad, consideran que la pregunta sobre la existencia de Dios es poco relevante, por lo tanto, no les suscita mayor preocupación (Marzal, 2012; Gray, 2019; Beltrán y Peña Rodríguez, 2023).
Por su parte, los creyentes no afiliados no necesariamente han renunciado a las prácticas y creencias religiosas. Inclusive, algunos de ellos aseguran mantener una relación con un dios o ser trascendente (Romero y Lecaros, 2017). Pero, en términos generales, las investigaciones consultadas describen a los creyentes no afiliados como personas que no frecuentan cultos colectivos ni mantienen membresía en grupos religiosos. En otras palabras, han renunciado a lo que podríamos denominar la religión organizada (por ejemplo, a las iglesias, denominaciones o comunidades religiosas) (Baker y Smith, 2009).
Para diferenciarlos de los creyentes que mantienen membresía en una iglesia, Grace Davie (1994) denominó a este tipo de creyentes como quienes creen sin pertenecer (believe without belonging). Así, su manera de vivir la religión ya no usa como referencia los tradicionales espacios sagrados de Occidente, como santuarios o templos, y para algunos de ellos el dios de la Biblia ya no es el centro de su experiencia religiosa, se transforma o pasa a ser un referente religioso opcional (Williams, 2010; Morello, 2021).
Los creyentes no afiliados toman distancia y cuestionan la religión heredada. En América Latina esto significa, por lo general, cuestionar la tradición católica y asumir la religión como un camino personal (De la Torre, 2003, 2013; Da Costa, Pereira Arena y Brusoni, 2019; Pastorino, 2014; Lecaros, 2017; Frigerio, 2018). Quienes optan por este camino suelen reivindicar su autonomía individual para elegir las creencias o prácticas religiosas que mejor se acomoden a sus gustos o expectativas; creencias y prácticas que, además, les generan beneficios sociales, terapéuticos o anímicos (Mora Duro, 2017; Da Costa, 2017).
El presente artículo persigue como objetivo ofrecer elementos para comprender la manera en que esta población vive la religión (o la espiritualidad). La investigación estuvo orientada por las siguientes preguntas, entre otras: ¿En qué creen los jóvenes bogotanos creyentes no afiliados? ¿Por qué renunciaron a su iglesia o grupo religioso? ¿Qué piensan de Dios y cómo lo conciben? ¿Qué piensan de la eternidad o de la vida en el más allá? ¿En qué consisten sus prácticas religiosas? ¿Cómo sus creencias y prácticas religiosas orientan su vida, en particular, su sexualidad?
Partimos del supuesto de que los jóvenes creyentes no afiliados son una población diversa en lo relacionado con sus creencias religiosas, sus valores, y su manera de relacionarse con la religión. No obstante, proponemos como principal hipótesis de trabajo que buena parte de quienes asumen esta identidad buscan tomar distancia, incluso cuestionar, lo que podría denominarse la “religión organizada”. Particularmente, cuestionan las tradiciones y creencias que salvaguardan la Iglesia católica y las demás iglesias cristianas (Baeza Correa, 2022; Rabbia, 2017).
Revisión del estado de la cuestión
En Colombia, la población que se identifica como no afiliada a ninguna religión ha sido poco estudiada, y las pocas investigaciones que hemos logrado ubicar proponen hipótesis preliminares sobre sus características y las causas de su crecimiento. Jean-Paul Sarrazin (2017), en una investigación comparativa en la ciudad de Bogotá, considera que el crecimiento de los adeptos a las espiritualidades alternativas de tipo new age, que se observa en las grandes ciudades, está relacionado con un proceso de individualización en el que los referentes religiosos tradicionales pierden importancia y los ciudadanos sienten mayor libertad para elegir sus creencias sin mantener membresía en una iglesia o identificarse con una religión. William Mauricio Beltrán (2019), en una revisión de las investigaciones que se han adelantado sobre no creyentes y no afiliados en Colombia, insiste en que los no afiliados no constituyen un grupo homogéneo. Especialmente, señala las diferencias entre no afiliados creyentes y no creyentes. Ofrece algunos datos que muestran que estos grupos no sólo mantienen diferencia en torno a su manera de relacionarse con la religión, sino que también son diferentes en sus posiciones políticas y morales.
Beltrán y Sonia Larotta (2020) destacan el crecimiento de los creyentes no afiliados en Colombia. Afirman que serían el tercer grupo religioso en tamaño, después del catolicismo y de la agrupación de las diversas comunidades evangélicas y pentecostales. Con base en los datos de la mencionada encuesta a nivel nacional (Beltrán, Cely y Larotta, 2022), subrayan algunas características de los creyentes no afiliados mayores de 18 años. La mayoría de ellos creen en el dios de la Biblia, pero han tomado distancia de las iglesias y de los ritos religiosos cristianos comunitarios. Entre ellos aumenta la disposición a aceptar prácticas y creencias religiosas provenientes de culturas no cristianas, como prácticas neo-indígenas, budistas e hinduistas. Además, gana acogida la práctica del yoga y el uso de técnicas de meditación no cristianas. Los autores proponen tres tipos de creyentes no afiliados: 1) creyentes no afiliados de tradición cristiana; 2) creyentes no afiliados de espiritualidades sincréticas, y 3) creyentes no afiliados simpatizantes de la religión institucional.
Los creyentes no afiliados de tradición cristiana siguen manteniendo las creencias y los ritos cristianos que han heredado, pero no tienen membresía en ninguna iglesia y han trasladado sus prácticas religiosas al espacio propio de la vida privada. Los creyentes no afiliados de espiritualidades sincréticas, que también suelen ser denominados nueva era, ensamblan una religión a la medidad de sus gustos y expectativas, para lo cual combinan elementos de la tradición cristiana con los provenientes de otras tradiciones religiosas, especialmente de tradiciones orientales (como el hinduismo, el budismo o el taoísmo) y de espiritualidades neo-indígenas, en una especie de menú religioso personalizado (Beltrán, Cely y Larotta, 2022: 33; ver también Champion, 1997; Hervieu-Léger, 2001). Los creyentes no afiliados simpatizantes de la religión institucional constituyen el grupo más pequeño y paradójico. Son personas que, si bien han renunciado a identificarse con alguna iglesia o religión, conservan ciertas prácticas religiosas e incluso participan eventualmente en ritos congregacionales, por hábito o por tradición.
En América Latina se han realizado algunas investigaciones al respecto. Hugo H. Rabbia (2017) clasifica a los sin religión en Argentina en ateos, indiferentes, buscadores espirituales y creyentes desafiliados. Para la presente investigación es útil la distinción que propone entre buscadores y creyentes desafiliados. Los primeros creen que hay “algo más”: una entidad metafísica o un orden (o sentido) trascendente que debe ser develado. Con este propósito se envuelven en procesos de búsqueda “espiritual”, desarrollo personal y autoconocimiento, o se involucran en prácticas que suelen relacionarse con la nueva era. Mientras que los creyentes desafiliados, aunque no se identifican como cristianos, afirman creer en un dios, pero esta creencia puede considerarse “difusa”, en la medida en que esta divinidad no concuerda plenamente con la que predica alguna doctrina religiosa en particular. Es más bien el producto de un ensamblaje en el que el creyente elige a su gusto las características de su dios. Mantienen algunas prácticas religiosas individuales que guardan relación con las tradiciones religiosas de las que provienen, pero no manifiestan interés en pertenecer a algún tipo de organización o comunidad religiosa.
Néstor Da Costa, Valentina Pereira Arena y Camila Brusoni (2019), en sus estudios en Uruguay, también proponen una tipificación de los no afiliados. Esta incluye a los ateos militantes, los ateos indiferentes, los indiferentes frente a la religión y los creyentes no confesionales. Nos interesan en particular los creyentes no confesionales, que los investigadores dividen entre: 1) los que mantienen las prácticas y creencias religiosas propias del cristianismo, y observan una relación con dios o con “lo trascendente” e incluso participan en ciertos ritos colectivos, pero sin mantener membresía ni identificarse con alguna iglesia o grupo religioso; 2) aquellos que han abandonado el cristianismo, pero expresan su religiosidad de manera similar en el ámbito individual y privado.
Pese a que el porcentaje de creyentes no afiliados aumenta de manera más notoria entre la población joven, esta tendencia y, en general, el proceso de cambio religioso entre los jóvenes colombianos son un asunto poco estudiado. Las pocas investigaciones que hemos logrado ubicar son de tipo exploratorio u ofrecen información general sobre el cambio religioso en este grupo etario.
Con base en los datos suministrados por una encuesta a nivel nacional, Martha Lucía Gutiérrez Bonilla et al. (2021) muestran que la gran mayoría de los jovenes colombianos (73%) siguen considerándose como creyentes, pero el restante 27% no se identifica como parte de ninguna confesión o tradición religiosa. Entre los creyentes, 10% no se incluyó dentro de ninguna religión en especifica, pero afirmó creer en Dios; de igual forma, 2% dijo que cree en una fuerza o energía superior; sin embargo, el informe no ofrece detalles sobre las prácticas o creencias religiosas de esta población.
Algunas investigaciones se ocupan del cambio religioso entre jóvenes de alguna ciudad o región del país. Beltrán y Ferney Yesyd Rodriguez-Vargas (2022) describen en cifras el cambio religioso entre jóvenes bogotanos, con base en una encuesta que consultó la opinión de estudiantes de colegios públicos que cursaban el último año de bachillerato. El 16.1% de los encuestados se identificó como creyente no afiliado a ninguna religión, 6.1% como ateo y el 7.5% como agnóstico. La presentación de los datos permite confirmar que las diferencias entre creyentes no afiliados y no creyentes (ateos y agnósticos) van más allá de sus posiciones y preferencias frente a la religión.
Algo similar encuentra Andrés David Torres Bryon (2018), en una investigación cuantitativa sobre la diversidad religiosa entre jóvenes universitarios de la ciudad de Cali. En ésta, 20% de los consultados se identificó como creyente pero no afiliado. Jesús Olmedo Castaño López (2006) presenta los datos de una investigación mixta (cualitativa y cuantitativa) sobre jóvenes de la ciudad de Pereira. Concluye que esta población vive un tránsito de una religiosidad institucional y tradicional católica a una religiosidad personal, individualizada y plural. Paulina Roncancio Salinas (2014) y Jaime Laurence Bonilla Morales (2017) indagaron, por medio de encuestas, las preferencias religiosas de los estudiantes de un colegio y una universidad de Bogotá, respectivamente. Si bien no incluyeron explícitamente la categoría creyente pero no afiliado, encontraron un alto porcentaje de estudiantes (en el primer caso cercano a 50%) que manifestaron no pertenecer a “ninguna” religión. Sin embargo, la metodología utilizada no permite comparar los resultados.
Otras investigaciones sobre el tema se enfocan en diagnosticar el impacto de la clase de educación religiosa en ciertos establecimientos educativos. Para esto exponen resultados de análisis en los que se exploran las creencias religiosas de los estudiantes de algún colegio o entidad religiosa en particular. Por lo general, agrupan en un mismo segmento a los creyentes no afiliados con los “sin religión”, categoría que incluye ateos y agnósticos, lo que no permite extraer datos que sirvan de referentes a la investigación que aquí presentamos (ver, por ejemplo, Burbano Gelpud, 2010; Goyes Morán, 2015; Lesmes Sánchez, 2016; Zapata, Calero y Trujillo, 2019).
En otros países de América Latina, muchas más investigaciones se han ocupado del cambio religioso entre la población joven. Destacamos los trabajos de Fortunato Mallimaci y Mosqueira (2015), Nicole Johanna Poblete Rivera (2020), Sergio Padilla Moreno (2019), Ariel Corpus (2014) y Eduardo Vizcaíno Cruzado (2014). En estos se observan ciertas tendencias en común. Actualmente, los jóvenes privilegian una experiencia religiosa caracterizada por la individuación del creer y por el distanciamiento -e incluso cuestionamiento- a las instituciones eclesiales y organizaciones religiosas. Así, más que negar la experiencia religiosa o espiritual, los jóvenes se inclinan por su individualización y privatización (sobre este último aspecto, ver Tschannen, 1992). No obstante, al considerar las diferencias propias de las religiones en la que fueron socializados, porcentajes importantes de jóvenes dan continuidad a ciertas prácticas, símbolos y narrativas religiosas, ya sea resignificándolas o trasladándolas a espacios alternos, diferentes a los templos o santuarios (Valero-Matas, 2021; Bahamondes González et al., 2020; Corpus, 2013, 2019; Giménez Béliveau y Mosqueira, 2011). El cambio religioso entre los jóvenes está acompañado por la consolidación de una situación de pluralidad religiosa, tanto en el seno de las familias como en la esfera pública. Esta situación trae consigo nuevos conflictos y negociaciones, y plantea retos relacionados con la convivencia en ambientes interreligiosos e interculturales (Fuentes Belgrave, Quesada Chaves y Fajardo Andrade, 2021).
Metodología
En términos metodológicos, la investigación sigue las orientaciones de la sociología comprensiva. En otras palabras, interpreta la información que suministran los actores con el objetivo de captar los valores y las conexiones de sentido que orientan sus acciones. En este caso en particular, nos interesa comprender las creencias y los imaginarios religiosos de los jóvenes bogotanos (entre 14 y 21 años) que en las encuestas se identifican como creyentes no afiliados a ninguna religión, y explorar en qué medida sus creencias religiosas orientan sus acciones en la cotidianidad (Weber, 2001, 2014). Cabe mencionar que encuestas recientes muestran que es entre la población joven donde más aumenta esta manera de relacionarse con la religión (Beltrán y Larotta, 2020). Con base en esta perspectiva interpretativa, en este artículo se presenta información cuantitativa y cualitativa.
Los datos cuantitativos provienen de una encuesta de autodiligenciamiento que tuvo como objetivo caracterizar a los jóvenes bogotanos en lo referente a sus creencias y prácticas religiosas. El instrumento de recolección se diseñó para ser diligenciado por los propios encuestados con la asesoría de un encuestador. La recolección de datos se llevó a cabo entre noviembre de 2020 y marzo de 2021, de manera anónima y voluntaria, gracias al apoyo de algunas instituciones educativas que respondieron positivamente a la invitación para participar en la investigación.1
El diseño muestral fue aleatorio simple. Se calculó sobre un universo de 573 130 jóvenes entre 14 y 21 años residentes en la ciudad de Bogotá (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2018). La encuesta consultó la opinión de 710 jóvenes entre los 14 y 21 años de todos los estratos socioeconómicos que viven en el área urbana. Los resultados son representativos para Bogotá, ofrecen una confiabilidad aproximada de 95.5% y un margen de error calculado de 3% para hombres y mujeres. En el momento de la captura de los datos, 75% de los encuestados se encontraba entre los 14 y 17 años de edad, y 25% entre los 18 y 21 años. El 57.9% estaba matriculado en colegios públicos y 41.8% en colegios privados. El 50.4% de los encuestados se identificó como mujeres y 49.6% como hombres.
Respecto a su identidad religiosa, 41.8% de los encuestados se identificó como católico; 17.3%, como ateo o agnóstico; 16.1% se identificó con alguna vertiente protestante (predominantemente con el movimiento evangélico pentecostal); 1.7% con otras identidades religiosas, y 23.1% (164 personas) como creyente no afiliado a ninguna religión. Con base en estadística descriptiva, en este artículo presentamos información sobre este último grupo de encuestados.
La información cualitativa proviene de 10 entrevistas semiestructuradas a jóvenes entre 14 y 21 años, de todos los estratos socioeconómicos de Bogotá, cuatro hombres y seis mujeres que se identificaron como creyentes pero no afiliados a ninguna religión. Para poder realizar las entrevistas, primero se hizo el contacto con los padres de los adolescentes para recibir el consentimiento de entrevistar a sus hijos, teniendo en cuenta las exigencias que al respecto impone la ley colombiana sobre protección de datos a menores de edad. En busca de garantizar el anonimato y la confidencialidad de la información suministrada por los participantes, en este artículo hacemos uso de nombres ficticios en los fragmentos en que se citan las respuestas de los entrevistados.
Entre los entrevistados, siete pertenecen a familias de tradición católica, algunas más practicantes que otras; dos provienen de familias evangélicas, y una tiene una familia extensa de tradición católica pero su madre es agnóstica. Las entrevistas se realizaron entre octubre de 2021 y mayo de 2022; algunas fueron presenciales y otras remotas, dadas las contingencias generadas por la emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia de Covid-19.
Los fragmentos de las entrevistas que se incluyen en el artículo fueron seleccionados con base en los criterios propios de una perspectiva sociológica comprensiva típico-ideal. Así, los apartados citados no sólo intentan mostrar la diversidad de las opiniones de los entrevistados, sino que también buscan ilustrar las posiciones más recurrentes, según se comprobó después del análisis de la información en el software Atlas.ti.
Presentación de los datos
Del total de jóvenes que se identificaron como creyentes no afiliados, 57.3% son mujeres y 42.7% hombres. La mayoría de ellos (65.2%) pasó su niñez en la tradición católica; 17.7%, en el movimiento evangélico-pentecostal; 1.8%, en otra tradición protestante; 1.8%, en tradiciones religiosas no-cristianas, y 9.1%, en un contexto familiar de creyentes no afiliados.
En Bogotá, el gobierno implementó un sistema de estratificación de viviendas con el propósito de otorgar subsidios diferenciados en los servicios públicos. Este sistema toma en cuenta las características físicas de las viviendas y su entorno urbanístico. Aunque constituye un indicador imperfecto, esta estratificación ayuda a identificar la situación económica de los ciudadanos en un país donde son reticentes a proporcionar información relacionada con sus ingresos económicos.
El sistema clasifica las viviendas en seis estratos. Por lo general, las viviendas de los estratos 1 y 2 están habitadas por personas de bajos ingresos económicos, mientras que las viviendas de estratos 5 y 6 se asocian con personas de altos ingresos. El 74.2% de los jóvenes que respondieron la encuesta habitan en viviendas de estratos 1, 2 y 3, mientras que 22% habitan en viviendas de estratos 4, 5 y 6. Llama la atención que el porcentaje de jóvenes que se identifican como creyentes no afiliados prácticamente no varía en relación con el estrato de las viviendas. El 23.2% de los encuestados que habitan viviendas de estratos 1 y 2 se identificaron como creyentes no afiliados, mientras que este porcentaje fue de 23.1% en los estratos 3 y 4, y de 22.2% en los estratos 5 y 6.
La mayoría de los jóvenes creyentes no afiliados (57.3%) considera que la religión es poco importante en sus vidas o no importa en absoluto, sólo 37.8% de ellos la considera un asunto importante. Este último porcentaje suele ser mayor entre los jóvenes que se identifican con alguna tradición religiosa, asciende a 76.4% entre católicos y a 86.2% entre evangélicos-pentecostales.
Sobre su relación con la tradición
En la siguiente tabla se muestran los porcentajes de las respuestas de los creyentes no afiliados en torno a alternativas que describan de manera más precisa su relación con la religión y, en particular, con la tradición católica.
Creo en Dios pero no en la iglesia | 53.7% |
Soy espiritual, pero no religioso | 22.3% |
Soy católico pero a mi manera | 9.7% |
Soy cristiano pero a mi manera | 6.7% |
Estoy buscando una religión que me convenza | 4.5% |
No sabe / No responde | 3.8% |
Fuente: Elaboración propia.
En la medida en que cada uno de los encuestados podía marcar hasta dos opciones, se registraron 226 respuestas.
Al ser interrogados sobre su relación con la tradición cristiana, los jóvenes creyentes no afiliados manifestaron sus objeciones a identificarse con una tradición religiosa (como la católica o la evangélica), o a mantener membresía en una iglesia. Para ellos, esto implica imponer límites a su libertad y autonomía, así como aceptar los mecanismos de control social que ejercen las iglesias. En general, consideran que la Iglesia católica y las demás iglesias cristianas mantienen una visión desactualizada del mundo, por lo cual ya no responden a sus necesidades. La presencia de una amplia diversidad de credos y religiones les plantea dudas en torno a su propia tradición y creencias. En otras palabras, se preguntan: ¿cómo saber cuál es la religión correcta? Por todo esto, se inclinan por una relación más personal con Dios, o por una espiritualidad que no esté mediada por las iglesias u otras organizaciones religiosas.
Mi crítica a la Iglesia [católica] empezó cuando empecé a hacer la confirmación. Nos [enseñaron] sobre los sacerdotes, las reglas, los sacramentos. Y […] empecé a ver que todo eso no concordaba. Por ejemplo, yo no estoy de acuerdo con que una mujer no puede ser sacerdotisa, y que las monjas no se puedan casar, y que los padres tampoco se pueden casar. […] A mí me parece que la relación con Dios es personal (Carla, 16 años).
Creo que cuando uno va creciendo y empieza a diferenciar […] lo que está bien y lo que está mal, y se da cuenta de que no todos son cristianos, que también hay gente que [mantiene] otras creencias. […] Ahí es cuando uno empieza a tener esas dudas de si realmente esto es lo correcto. […] ¿Por qué mi religión si es la correcta y no la de los musulmanes? […]. Entonces, ¿por qué yo debería estar siguiendo esta religión y no otra? (Claudia, 17 años).
[…] Influyó mucho la posibilidad de tener Internet y acceso a información global. Porque eso le da la oportunidad a uno de ver que hay más verdades. […] Ver que […] cuando uno está en el catolicismo, uno de verdad está muy adoctrinado (Dylan, 20 años).
Algunos de los entrevistados han integrado comunidades religiosas no católicas, frente a las cuales también asumen una posición crítica.
Pues algo que no me gusta de los Testigos de Jehová es que prohíben la transfusión de sangre, y eso es algo que yo pienso que va […] contra la vida. Tampoco me gusta que ellos tienen unos estándares muy altos sobre cómo tiene que ser uno como persona. […] Eso […] lo único que hace, es que todo el mundo lleve una doble vida, o que haya una alta tasa de [deserción] a nivel religioso, como lo que a mí me pasó (Javier, 19 años).
Sólo 3.6% de los jóvenes creyentes no afiliados asiste a servicios religiosos con alguna regularidad (semanal o mensual); 26.8% asiste a servicios religiosos ocasionalmente; 32.9% lo hace sólo en ceremonias especiales, y 33.5% afirma que nunca asiste a este tipo de ritos. Llama la atención que en los estratos socioeconómicos bajos (estratos de vivienda 1 y 2), el porcentaje de jóvenes que afirma no asistir nunca a ritos religiosos llega hasta 43.4%. En general, los jóvenes entrevistados consideran que los ritos comunitarios de la Iglesia católica son aburridos y monótonos; críticas similares se extienden a los cultos de otras iglesias.
No me gusta la Iglesia porque me aburre. Para mí es ir a un lugar que a mí no me gusta. […] Que me sienten ahí y que no pueda hacer nada, […] desde pequeño nunca me ha gustado. En concreto, yo no estaba muy de acuerdo con todo lo que tenía que ver con el diezmo y la ofrenda. Porque se supone que importa más lo que está en nuestro corazón, y nuestra forma de actuar, y no cuánto damos […] (Mario, 14 años).
Me obligaron mucho [a] ir a misa, [para] hacer la primera comunión. Entonces también tenía que […] hacer los Rosarios, algo que nunca entendí […], pero no me gusta para nada, [me] parecía muy aburrido (Eric, 19 años).
Algunos de los entrevistados manifestaron que asisten a la iglesia sin convicción, sólo por obedecer a sus padres. Otros dijeron que la decisión de renunciar a asistir a misas católicas o cultos cristianos les había traído conflictos e incluso situaciones de ruptura en el seno de sus familias.
Ellos nunca me obligaron, pero eso era lo que siempre hacíamos, ir a la iglesia. […] Si un día yo decía que no quería ir, pues no me obligaban, pero si había alguna molestia. Pero desde que empezó la pandemia yo dejé de asistir con ellos porque no me gusta la enseñanza general… (Claudia, 17 años).
Cuando yo me separé de la religión, me distancié de ellos dos [padres]. Fue un proceso difícil. Mi mamá lloró, y a mi papá también le dio pesar. […] Pues en [torno a] la religión se hacían muchas cosas en familia, y yo dejé de hacerlas todas, y […] dejé [de] relacionar[me] con ellos por mucho tiempo (Javier, 19 años).
Es como un conflicto interno. Porque yo veo que [al] entrar en comunidades [religiosas puedes] conocer gente, [contar con] grupos de apoyo. […] Y eso me afecta porque [renunciar a la iglesia] es como sentir esa soledad […] (Dylan, 20 años).
Sobre Dios
Según los datos de la encuesta, 39% de los jóvenes creyentes no afiliados está completamente convencido de la existencia de Dios; 29.3% cree en Dios pero mantiene dudas sobre su existencia; 25% no sabe si Dios existe, y 6.7% considera que la existencia de Dios no es un asunto importante. Ninguno mantiene la convicción de que Dios no existe. Por otro lado, en los estratos socioeconómicos bajos (vivienda de estratos 1 y 2) aumenta el porcentaje de jóvenes completamente convencidos de la existencia de Dios (43.4%).
A la pregunta sobre la importancia de Dios en sus vidas, 62.8% de los jóvenes creyentes no afiliados considera que Dios es importante; 19.5% lo considera poco importante, y 9.1% considera que no importa en absoluto. A la pregunta sobre cómo entienden la representación de Dios, 42% asume el relato bíblico y considera que Jesucristo es el Hijo de Dios; 25% cree en un ser superior, pero no en el dios de la Biblia; 14.6% cree en una energía creadora, y 7.3% cree en varias divinidades.
Esta diversidad de posiciones sobre la existencia y las representaciones acerca de Dios de los jóvenes creyentes no afiliados también se reflejó en las respuestas de los entrevistados. Algunos, especialmente las mujeres, manifestaron mantener la creencia en el Dios de la Biblia por tradición familiar, y porque esta creencia les ayuda a dar sentido a ciertas experiencias. Incluso, una de las entrevistadas manifestó mantener una “muy buena relación con él”. Sin embargo, en general, los jóvenes cuestionan la religión organizada, y diferencian claramente a Dios de las doctrinas que sobre él predican las iglesias.
[Yo…] tenía mucha influencia de la religión en mi vida, desde chiquita. Y, además, las cosas que nos muestran a veces […], que han ocurrido ciertos milagros en ciertos lugares. Han pasado cosas que es muy poco probable que pasen. Entonces siento que mayoritariamente es eso, que no me puedo explicar cómo [pasaron] si no hay un Dios (Valeria, 15 años).
Yo en realidad sí creo en que existe un Dios. Además, no creer en nada deja muchas dudas abiertas y, a veces, con una creencia en Dios se llenan, y me parece mejor (Ángela, 17 años).
Yo nunca cuestionaría la existencia de Dios. Para mí, Dios existe, y yo creo en él, y le tengo mucha confianza […], y tengo una relación muy buena con él. Pero me parece que la iglesia no va tanto conmigo (Carla, 16 años).
Si bien algunos se identifican con el dios de la Biblia, con sus cualidades y atributos, en general, la imagen que mantienen sobre dios no está determinada por la doctrina cristiana o por las enseñanzas que escuchan en los púlpitos. Más bien, los jóvenes se sienten con el derecho a creer en un dios tal y como ellos lo imaginan, con las cualidades que ellos le atribuyen, cualidades que puedan provenir de la tradición cristiana o de otras tradiciones religiosas.2
Dios no es tal como nos lo presenta la iglesia. Para mí, Dios sí es amor, [es] un ser superior y bondadoso, y todo eso. Pero muchas veces en la Iglesia católica lo [presenta] como vengativo o castigador, o algo así, y no me parece que sea el caso. […] Hay muchas cosas que pasan y no es como tal por un castigo divino (Ángela, 17 años).
Yo creo en un dios que es muy similar al dios del cristianismo, y creo en que ha mandado a ciertas personas a dar mensaje a la tierra, como a Jesús o a Mahoma. […] No creo que [Jesús] sea el Hijo de Dios. Pero sí creo que [Jesús o Mahoma] son personas que han venido a dejar un mensaje importante. Y siento esa certeza porque yo misma he sentido lo que es esa fuerza divina. Me refiero a Dios [como] un padre, como una madre, como un amigo o una amiga (Rocío, 20 años).
Otros consideran que el dios de la Biblia no es su dios y, por ende, no merece su respeto ni adoración. Conciben a Dios de diversas maneras, incluso como una entidad impersonal.
[En el] Dios católico en sí, no [creo]. Pero […] creo en alguien que es superior a mí y, por ende, tiene un poder sobre mí, y sobre las demás cosas. Por lo cual sé que, si le pido a él, me va a ayudar. Es como que me da cierta calma […] creer en él. […] Creo en algo superior. Pero […] prefiero creer a mi manera. Precisamente porque no me gusta que me digan cómo creer... (Eric, 19 años).
Ese dios [de] la Biblia no representa al dios que yo tengo en mi mente. [Dios] no es uno que mandaría a matar a un montón de gente porque no está de acuerdo con él. Porque al dios en el que yo creo le importan más las cosas buenas que hagamos (Lucía, 19 años).
Forma de conectarse con Dios
Aunque conciben a Dios como un ser o una entidad que está a un nivel superior, uno de los entrevistados mencionó que no piensa que se pueda relacionar con él pues considera que, por ser una entidad tan grande, ni siquiera se interesa por los seres humanos; sin embargo, para otra entrevistada, sí es alguien con quien se puede conectar, un ser que espera que actúe bien, que es bondadoso, amoroso y compasivo. Al indagar sobre la manera en que los entrevistados se conectan con Dios, la oración aparece como el medio fundamental. Entre ellos, esta práctica se caracteriza por ser una conversación informal, espontánea e individual. Al mismo tiempo, la mayoría manifestó su desacuerdo con repetir oraciones prescritas por la Iglesia católica (como el Padre Nuestro o el Avemaría) como un medio para comunicarse con Dios.
[…] el dios que representa la Biblia no es en el que yo creo. […] El tipo de dios que yo percibo es alguien que tiene como un poder, o está en una dimensión aparte [diferente] a la nuestra. [….] Pero, me parece, que somos muy insignificantes como para que él se preocupe por nosotros (Javier, 19 años).
Todas las noches oro, y es más como una conversación. […] No me pongo a rezar el Avemaría. […] Le digo a Dios que gracias por esto y por esto. Le digo que espero que me ayude […] Hago como si fuera una conversación con una persona (Carla, 16 años).
Hablar con él, en mi cuarto, antes de dormir, […] eso es lo que más hago para conectarme [con él]. Me gusta más de manera individual. Porque si uno está hablando con Dios, que es un ser que todo lo sabe, pues uno puede ser uno mismo, ser muy libre, y decir lo que piensa abiertamente. Pero si uno está en grupo, no se da una relación tan directa con él [...], no [es] algo tan personal (Ángela, 17 años).
Según los datos de la encuesta, 20.7% de los jóvenes creyentes no afiliados practica alguna técnica de meditación no cristiana, cifra que dobla a la de los católicos (8.4%) y a la de los evangélicos/pentecostales (9.2%) que mantienen esta práctica. Tres de los entrevistados practican alguna técnica de meditación. Una de las entrevistadas describió una práctica de introspección que podría considerarse cercana a la meditación.
Soy altamente espiritual. Me gusta mucho meditar, aunque a veces no le saco tiempo. […] Ya sea meditación guiada o meditación yo solita. Cuando tengo una intención muy fuerte me gusta hacerlo sola. Hay una que se llama meditación de bendición de los centros de energía, que es precisamente para alinear los chakras. […] Sé que es algo que suena muy loco, pero es real. […] Es para poner tu energía en orden. […] También oro. Esa es la conversación [en la] que le digo a Dios que no sé qué carajos hacer, que por favor me dé una señal (Rocío, 20 años).
Hubo un tiempo en el que hice meditación de diferentes tipos, y digamos a veces intento tomar cositas de otras religiones, como el taoísmo. Sobre el tema de la meditación, es cuando yo entiendo más el concepto de espiritualidad, que es como un yo superior a este cuerpo que también soy yo mismo, pero que está en otro plano (Eric, 19 años).
Para los entrevistados, el cultivo de una dimensión espiritual incluye actividades que en la tradición católica no se suelen asociar con la religión. Alrededor de esta noción sobresale la idea de bienestar y diversión. Al parecer, muchos jóvenes cuestionan la ruptura que propone el cristianismo entre cuerpo y alma. Así, para muchos de ellos, las actividades que benefician el cuerpo son también actividades espirituales. Sobre este último aspecto, vale mencionar que, según los datos de la encuesta, 14.6% de los jóvenes creyentes no afiliados practica yoga, porcentaje superior al de los evangélicos (8.3%) y católicos (8.1%), y similar al de ateos (14.8%) y agnósticos (16.1%) que mantienen esta práctica.
Me involucro mucho en el tema de hacer ejercicio y de tener una vida fitness, pero llevado un poco más hacia lo espiritual. Porque siento que mi cuerpo es mi vehículo para funcionar en este mundo terrenal (Rocío, 20 años).
Para conectarme conmigo mismo yo hago lo que más me gusta hacer, montar en la patineta y escuchar música. También salgo y hago ejercicio y hablo con mis amigos (Mario, 13 años).
Yo bailo. Me gusta bailar, […] es […] algo que, primero, me libera de todo el estrés que tengo de los días, me relaja y me hace sentir feliz (Eric, 19 años).
Varios jóvenes mencionaron que la espiritualidad está relacionada con el cultivo de ciertas cualidades (o virtudes) que les permiten ser mejores, en la medida en que les ayudan a alcanzar sus metas o a realizarse como personas.
A Dios yo nunca le pido cosas materiales. […] Yo no le puedo pedir que me dé un carro. Pero sí le puedo pedir que me haga disciplinada, coherente y organizada financieramente, para lograr tal cosa tangible (Rocío, 20 años).
Sabes que espiritualmente hablando todo está muy relacionado con el alma y la felicidad. […] Yo dedico mi tiempo a estudiar y veo mis metas […] y pienso que voy por un buen camino. Y también [dedico tiempo] a jugar voleibol, eso es por hobby, para salir del agobio del estudio. Pero por felicidad espiritual y estar bien conmigo mismo, […] lo que hago es estudiar (Javier, 19 años).
Sobre el más allá: cielo, infierno y eternidad
Según los datos de la encuesta, algo más de la mitad (56.1%) de los jóvenes creyentes no afiliados creen que la salvación de su alma depende de lo que hagan en esta vida; 54.9% de ellos cree en la existencia del cielo como un lugar al que podría ir el alma después de la muerte, y menos de la mitad de ellos (45.7%) creen en la existencia del infierno como un lugar al que podría ir el alma después de la muerte. Asimismo, en general, los entrevistados tienden a otorgar poca importancia al más allá, el cielo o el infierno. Siguiendo a Olivier Tschannen (1992), se puede afirmar que entre los creyentes no afiliados predomina una orientación religiosa intramundana. No manifestaron preocupaciones por la salvación del alma o la vida eterna; más bien expresaron que las creencias y las prácticas religiosas deben tener repercusiones en esta vida.
El infierno obviamente es una ficción. Eso es algo que se sabe. Una de mis series [de televisión] favoritas es Lucifer […]. No voy a decir que mi religión está basada en una serie [de televisión]. Pero para mí el infierno no existe. […] Creo que el infierno es [lo que se] hace aquí en la tierra. Cuando [se] actúa y [se] obra mal. Pero yo creo que nos morimos, y nos convertimos en energía infinita y ya está. No hay un cielo, no hay un infierno, ni un purgatorio. Y todo lo malo o bueno de la vida se siente en este mundo terrenal (Rocío, 20 años).
A mí me atormentaron mucho, que si me portaba mal, o hacia algo malo, me iba a ir al infierno. […] Por eso dije […], qué pereza tener que rezarle a una persona para no irme al infierno […], y le creé cierto fastidio, sobre todo [a] la religión católica. Entonces, mi manera de calmar ese miedo fue decir: usted [Dios] no existe, usted no puede hacer eso. Pero igualmente seguía ahí la duda. Siempre ha existido la duda de ¿será que sí existe? Entonces […] esa duda nunca me deja descansar. […] La muerte para mí es como el final, y ya. [Pero] pues obviamente, como que siempre he tenido el deseo de que haya algo más allá (Eric, 19 años).
Sexualidad y asuntos morales
Según datos de la encuesta, 85.4% de los jóvenes creyentes no afiliados aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo, porcentaje de aprobación superior al de los evangélicos/pentecostales (33.9%), al de los católicos (68.2%) e incluso al de los ateos (83.6%), y sólo superado por el porcentaje de aprobación que manifestaron los agnósticos (95.2%). Además, 6.1% de los jóvenes creyentes no afiliados manifestó “evitar la amistad de personas homosexuales”, porcentaje inferior al de los evangélicos/pentecostales (25.7%), al de los católicos (11.4%) e incluso al de los jóvenes ateos (6.6%). En este caso también los agnósticos registraron un porcentaje menor (1.6%). En general, los jóvenes entrevistados expresaron completa aprobación a las relaciones erótico-afectivas entre personas del mismo sexo.
Pues a mí me parece que en realidad muchas veces [las parejas homosexuales] se quieren más, y representan más el amor que las mismas parejas heterosexuales (Ángela, 17 años).
Yo pienso que Dios no creó gente imperfecta, ni dañada. Ellos no tienen ningún defecto. […] Me parece muy triste que la religión los haga sentir que algo está mal [en] ellos… (Rocío, 20 años).
La mayoría (79.9%) de los jóvenes creyentes no afiliados encuestados está en desacuerdo con la afirmación “las relaciones sexuales tienen como única finalidad la reproducción del ser humano”. Además, 39% de ellos optaría por la unión libre a la hora de formalizar una relación de pareja; 35.4% es indiferente a la manera en que se formaliza una relación de pareja, y sólo 7.3% optaría por una ceremonia religiosa para este fin. En este aspecto también se diferencian de los jóvenes cristianos (católicos y pentecostales), para quienes la ceremonia religiosa sigue siendo una opción importante a la hora de formalizar una relación de pareja; 30% de los católicos y 42.2% de los pentecostales se inclinarían por ella.
En general, los jóvenes entrevistados han abandonado o cuestionan los valores cristianos tradicionales en torno a la sexualidad. Por ejemplo, la mayoría de ellos ya no considera que las relaciones sexuales deben darse exclusivamente dentro del matrimonio y, por el contrario, aprueba mantener una vida sexual activa sin mantener un compromiso de pareja. Sin embargo, algunos entrevistados manifestaron reservas con respecto a una completa liberalización de su actividad sexual. Por ejemplo, algunos mantienen dudas sobre si es correcto vivir la sexualidad de manera tan libre, y otros mencionaron el riesgo que suponen las enfermedades de transmisión sexual.
Creo que ahorita el pensamiento es “todos con todos”, y que cada uno haga lo que quiera. Y creo que uno tiene bastantes influencias. Y siento que hay bastante conflicto con respecto a los valores religiosos con los que a mí me criaron. […] Todos los días tengo esa lucha, porque todos dicen que [el sexo] no es malo […] (Claudia, 17 años).
Yo no estoy en contra de que haya una vida sexual activa. Pero también considero que uno corre mucho riesgo […] por la cantidad de enfermedades que hay, toca cuidarse mucho (Javier, 19 años).
Ahora no siento que el sexo sea malo. Pienso que es algo natural. Pero sí creo [que] hay que tener mucho cuidado. [porque] en este ámbito [la carga] energética es muy pesada. […] Si tú te metes con una persona cualquiera, como mucha gente que dice que hay que vivir el sexo casual. Para mí […] no. Porque no conozco a esa persona. No conozco [su] historia y su trayectoria. Por lo tanto, no sé qué tiene su maleta energética, y no quiero que su maleta energética, que no conozco, se meta [con] mi maleta energética que me he preocupado mucho en cuidar… (Rocío, 20 años).
A la pregunta “¿Una mujer debe ser castigada por abortar?”, 12.2% de los jóvenes creyentes no afiliados respondió afirmativamente, porcentaje inferior al de evangélicos/pentecostales (26.6%) y católicos (19.2%), pero que supera al de ateos y agnósticos (4.8%). Por su parte, ninguno de los entrevistados considera que una mujer que aborta debe ser sancionada. Y si tuvieran que enfrentar un embarazo no deseado, la mayoría de las entrevistadas considera el aborto como la mejor opción, aunque algunas manifestaron dudas o reparos.
Yo estoy de acuerdo con el aborto. Porque la verdad [un hijo no deseado] tiene muchas consecuencias en la sociedad. En especial para las mujeres. […] Si yo quisiera abortar, buscaría la forma de hacerlo. Pero la religión no sería un alto para evitarme hacer eso (Carla, 16 años).
Yo en este momento no quiero tener hijos, de pronto hasta los 30. Y si llega a pasar un error, o alguna cosa así, es totalmente la decisión de la chica, si lo quiere tener o no. Aunque yo obviamente le diría que yo no quiero tener hijos. Pero si [ella] quiere, entiendo y [le] ayudo a sacarlo adelante (Javier, 19 años).
En lo personal siento que yo no podría abortar. En primer lugar, porque siento que no tengo autoridad para quitarle la vida a un bebé. En segundo lugar, porque creo que [debo considerar] las circunstancias que me llevaron a quedar embarazada. Si uno actúa como adulto, tiene que asumir las consecuencias de sus actos como un adulto. Entonces, a pesar de que sería bastante duro, o que sería mamá soltera muy joven, creo que trataría de sacarlo adelante. […]. Pero pienso que cada persona tiene la libertad de tomar esa decisión (Claudia, 17 años).
Conclusiones y discusión de los resultados
Como ya se mencionó, los jóvenes bogotanos que se identifican como creyentes no afiliados son una población diversa en lo relacionado con sus creencias, valores, y en la manera en que se relacionan con la religión. En general, los jóvenes que asumen esta identidad manifiestan numerosos cuestionamientos a las creencias y ritos cristianos; al parecer, éstos ya no satisfacen sus necesidades emocionales, ni constituyen para ellos fuentes de seguridad, comunidad y sentido (Hervieu-Léger, 2001).
Para acercarnos a su comprensión, agrupamos a los jóvenes creyentes no afiliados en tres tipos ideales (o puros) (Weber, 2001). Para este propósito nos valemos de propuestas de clasificación elaboradas por otros investigadores latinoamericanos.
Los no afiliados de tradición cristiana, que siguen siendo cristianos, pero viven un cristianismo personalizado, sin mediación de ninguna iglesia (Beltrán, Cely y Larotta, 2022; Baeza Correa, 2022). Estos corresponden a los que Rabbia (2017) denomina creyentes desafiliados, y Da Costa, Pereira Arena y Brusoni (2019) designan creyentes no confesionales.
Los no afiliados de espiritualidades sincréticas (Beltrán, Cely y Larotta, 2022), que han renunciado al cristianismo y sienten plena libertad para ensamblar su propio menú de creencias y prácticas religiosas acudiendo a diversas tradiciones. Estos se asemejan a los que Rabbia (2017) denomina buscadores espirituales, y De la Torre (2003) y Sarrazin (2017) denominan new age.
Los no afiliados indiferentes frente a la religión (Da Costa, Pereira Arena y Brusoni, 2019).
A continuación, ampliamos las características de cada uno de estos tipos.
Como ya lo han sugerido otras investigaciones (Da Costa, Pereira Arena y Brusoni, 2019), los no afiliados de tradición cristiana dicen creer en el dios de la Biblia, pero lo imaginan y le confieren atributos que no intentan coincidir con las doctrinas predicadas por las iglesias, en especial por la católica. En términos generales, prefieren un dios amigo, que los escucha, protege y comprende; y no un juez que los vigila y castiga. Además, su relación con este dios es un asunto personal y privado. En este aspecto y en general: en sus creencias sobre la salvación, en sus posturas sobre la manera de vivir la sexualidad, y en la legitimidad que les confieren a las relaciones homosexuales y al aborto, esta población expresa su distancia e inconformidad con las iglesias cristianas y sus doctrinas, como lo han mostrado también otras investigaciones en América Latina (Mallimaci y Mosqueira, 2015; Poblete Rivera, 2020; Padilla Moreno, 2019; Corpus, 2014; Vizcaíno Cruzado, 2014).
Es por lo menos paradójico que varios de los entrevistados manifestaron que la preparación para el sacramento de la confirmación fue un momento de inflexión en su proceso de alejarse del catolicismo, pues al conocer mejor las doctrinas y la organización de la Iglesia católica descubrieron (o confirmaron) que no quería seguir siendo parte de ella.
La característica principal de los jóvenes no afiliados de espiritualidades sincréticas es la completa libertad que sienten para ensamblar una religión o espiritualidad a su medida. Entre ellos gozan de especial acogida algunas creencias y prácticas de tradiciones religiosas orientales, como el hinduismo, el budismo y el taoismo, que se mezclan en un menú religioso personalizado. Más que buscar un dios, a este tipo de creyente le interesa el crecimiento o desarrollo espiritual. Para esto busca virtudes que son nuevas en el contexto cristiano, como alinear los chakras o equilibrar los centros de energía.
Las prácticas religiosas de los no afiliados de espiritualidades sincréticas se orientan con frecuencia hacia la interioridad y la introspección. Entre ellos, la práctica de ciertas técnicas de meditación es frecuente. En este aspecto, nuestros hallazgos coinciden con los de Rabbia (2017) en su estudio sobre los buscadores espirituales. En la medida en que cuestionan las doctrinas y los valores cristianos, ahora orientan sus acciones con pautas éticas que provienen de otras tradiciones religiosas. Esto se puede observar, por ejemplo, en su manera de vivir la sexualidad.
Los no afiliados indiferentes frente a la religión son personas que, si bien manifiestan respeto hacia las creencias religiosas de los demás y no niegan la existencia de una deidad, no atribuyen mayor importancia a ninguno de estos aspectos. Simplemente, la religión no es un asunto relevante en sus vidas. En cierta medida, su actitud frente a la religión se asemeja a la de los agnósticos (Beltrán, 2019; Beltrán y Peña Rodríguez, 2023). Sin embargo, en momentos de crisis personal o crisis existencial pueden activar ciertas búsquedas religiosas o acudir a ciertas prácticas que consideran espirituales. En la medida en que no reconocen la autoridad de una iglesia o de una tradición religiosa, sus opiniones sobre la manera correcta de vivir la sexualidad, o sobre la despenalización del aborto, se orientan por criterios que pueden considerarse seculares.
Algunas características son compartidas por los tres tipos. Por un lado, en general, los jóvenes creyentes no afiliados consideran que los ritos católicos son anticuados y aburridos, y prefieren experiencias religiosas que, además de suscitar emociones positivas (como la serenidad o la alegría), contribuyan a su bienestar. Así, aparte de la oración como un ejercicio personal e íntimo, entre ellos aumenta la práctica de la meditación, el yoga y otras formas de actividad física. En ese sentido, se orientan por una religiosidad intramundana (Tschannen, 1992). Asimismo, no expresan mayor preocupación por el más allá, la salvación del alma o la vida eterna.
Por otro lado, la mayoría de los jóvenes creyentes no afiliados está en desacuerdo con las orientaciones que ofrecen las iglesias cristianas sobre la sexualidad y el aborto. El aspecto en que esto se expresa con mayor claridad es la amplia aceptación y el apoyo que entre ellos goza la población LGBTIQ+. Esto a su vez implica un cuestionamiento a la legitimidad de los ideales católicos sobre la sexualidad y la familia. Sin embargo, en sus respuestas sobre la manera en que viven la sexualidad y sobre la completa despenalización del aborto, también se infiere una intención de buscar nuevas pautas que los ayuden a orientar su conducta.
Varios de los entrevistados manifestaron que alejarse de la Iglesia católica y, en general, de las creencias que habían heredado, implicó enfrentar conflictos con sus parientes más cercanos, como la han señalado Laura Fuentes Belgrave, Marco Antonio Quesada Chaves y Juan Manuel Fajardo Andrade (2021), entre otros. Sin embargo, el solo hecho de que hayan perseverado en esta decisión muestra, en nuestra opinión, que la disposición de vivir de manera autónoma sus creencias y sus búsquedas religiosas expresa una dimensión importante del proceso de construirse como adultos, de moldear su propia personalidad e identidad (Giddens, 1991). Especialmente, parece constituir un factor fundamental en el proceso de tomar distancia de la influencia y el control de sus padres. Sin embargo, queda abierta la pregunta sobre qué tan frecuente es que, una vez hayan consolidado su identidad adulta, reconsideren su relación con las iglesias y, en general, con la tradición cristiana.