Dada la creciente personalización de la política, la importancia de los presidentes se ha acrecentado en las democracias presidencialistas. En América Latina, que históricamente ha tenido sistemas políticos fuertemente presidencialistas, la personalización de la política -junto al debilitamiento del sistema de partidos y la mediatización del proceso político- han hecho de los presidentes figuras todavía más centrales del sistema democrático. Dado que la capacidad de los presidentes de llevar adelante sus programas depende en gran medida de su aprobación -que induce tanto una mayor disciplina partidista en torno al presidente, la que a su vez contribuye al éxito de su agenda legislativa- los estudios sobre los determinantes de la aprobación presidencial se hacen cada vez más importantes para entender el éxito de los gobiernos e, incluso, la fortaleza de las democracias. Aunque la aprobación presidencial a menudo se analiza a través de variables económicas o ideológicas, asumir la complejidad de este fenómeno permite ampliar la mirada sobre las razones que explican los cambios a través del tiempo y que estimulan el apoyo o rechazo a la labor de los presidentes en ejercicio.
La aprobación presidencial agrupa una visión general del desempeño del presidente, mientras que la evaluación de los atributos personales de cada líder refleja diferencias en la forma en que la gente los evalúa. En el caso de Chile, la aprobación de los presidentes Michelle Bachelet y Sebastián Piñera fluctuó significativamente. En sus dos periodos (2006-2010 y 2014-2018), la aprobación de Bachelet se movió entre 19 y 84 por ciento, con un promedio de 41 por ciento, de acuerdo con las encuestas mensuales de Adimark. En el caso de Piñera, su aprobación fluctuó entre 26 y 63 por ciento, y promedió 40 por ciento mensual (2010-2014). El atributo mejor evaluado de Piñera fue su capacidad para resolver problemas. En cambio, en ambos gobiernos, el atributo mejor evaluado de Bachelet fue la credibilidad. En la evaluación de capacidad, Piñera promedió 61.7 por ciento y Bachelet promedió 50.9 por ciento. En credibilidad, Bachelet promedió 49.8 por ciento y Piñera, 43.6 por ciento. Si bien experimentaron importantes fluctuaciones en su aprobación, tanto Bachelet como Piñera lograron que algunos de sus atributos se mantuvieran por encima de su aprobación presidencial.
Como en el caso de Chile las explicaciones basadas en la orientación ideológica de las personas no logran explicar la varianza en la aprobación presidencial y los modelos de voto económico tampoco son concluyentes (Perelló, 2015; Cabezas, 2015; Ramírez y Varas, 2013), es necesario explorar factores explicativos alternativos. Analizamos si las evaluaciones sobre determinados atributos personales ayudan a entender la aprobación presidencial y permiten explorar la relación que existe entre la forma en que la gente evalúa los atributos de los presidentes y la evaluación que hacen del desempeño global de un presidente. En lo que sigue, revisamos los principales enfoques empleados en el estudio de la aprobación presidencial y las implicancias de la creciente personalización de la política sobre ésta. Luego, presentamos la evidencia de Chile, para justificar el uso de este caso. Por último, junto con presentar la estrategia metodológica, analizamos las hipótesis propuestas con datos de estudios de opinión pública nacionales.
Evaluación presidencial en un contexto de creciente personalización de la política
Las democracias occidentales han tendido hacia una creciente personalización de la política (Mcallister, 2007; Garzia, 2011; Caprara y Zimbardo, 2004), caracterizada por una mayor preponderancia de los líderes por sobre los partidos políticos (Dalton et al., 2000). Esto ha facilitado un auge del "rol individual de los políticos y de los políticos como individuos" (Karvonen, 2010: 2). Los políticos han adquirido un papel central en cómo la gente observa, analiza y formula sus opiniones sobre asuntos políticos.
Uno de los instrumentos más utilizados para evaluar el desempeño del gobierno es la aprobación presidencial (Gronke y Newman, 2009). Aunque también consideran variables de largo y mediano plazo, los estudios sobre aprobación presidencial privilegian variables de corto plazo. Amparados en la teoría del voto económico (Lewis-Beck y Stegmaier, 2009) enfatizan la capacidad explicativa del rendimiento de la economía (Erikson et al., 2002) o las percepciones sobre ésta (Nannestad y Paldam, 1994) tanto de manera retrospectiva como prospectiva, para explicar los niveles de aprobación presidencial (Erikson et al, 2002; Morgan, 2003; Stokes, 1996).
Por cierto, también hay variables de largo y mediano plazo que explican la aprobación presidencial -como la identificación partidaria o factores contextuales (Gronke y Newman, 2009; Merolla y Zechmeister, 2010). La ideología afecta cómo las personas perciben a los gobiernos. Lazarsfeld y sus colegas (1968) mostraron que las preferencias estaban fuertemente arraigadas en lealtades de marca que reforzaban las interacciones personales con individuos que compartían dichos rasgos (Bartels, 2010). La decisión de un votante frente a una elección y la aprobación presidencial están condicionadas e influidas por la pertenencia a ciertos grupos sociales (Arriagada et al., 2010).
Las variables de mediano plazo se centran en la identificación partidaria y en los procesos de socialización que permiten el desarrollo de lealtades partidarias estables, más no inmutables. (Bartels, 2010; Lau y Redlawsk, 2006; Jennings, 2009). La socialización temprana es una de las más significativas para desarrollar una identificación con algún partido (Jennings, 2009). La identificación partidaria actúa como un filtro que influye en la evaluación que hacen los ciudadanos (Ostrom y Simon, 1988). Los que se identifican con el partido del presidente serán más proclives a evaluar positivamente su desempeño (Campbell et al., 1960; Ortiz y García, 2014). La identificación partidaria afecta tanto de manera directa como indirecta en los niveles de apoyo de los presidentes (Gronke y Newman, 2009).
Pero las variables de corto plazo, aquellas que sostienen que las personas votan y realizan juicios sobre asuntos políticos de acuerdo con consideraciones asociadas al voto económico predominan en los estudios sobre aprobación presidencial. Los ciudadanos usan las elecciones como un mecanismo para castigar o premiar a las autoridades en virtud de la situación económica personal o del país (Lau y Redlawsk, 2006), tanto de manera retrospectiva como prospectiva (Bartels, 2010; Nannestad y Paldam, 1994). A partir de la constatación empírica de que una parte significativa del electorado votaba de acuerdo con sus evaluaciones sobre el desempeño de la economía, este argumento se extendió rápidamente al análisis de la evaluación presidencial (Erikson et al., 2002). Aunque los primeros estudios en este ámbito emplearon indicadores macroeconómicos, como inflación y desempleo (Nannestad y Paldam, 1994), investigaciones posteriores también examinan el efecto de las percepciones sobre el estado de la economía (Gronke y Newman, 2009).
Otros estudios han mostrado que situaciones coyunturales como rallies o guerras en Estados Unidos (Gronke y Newman, 2009; Eichenberg et al., 2006) o la irrupción y desarrollo de escándalos políticos bajo ciertas condiciones económicas en América Latina (Carlin et al., 2015a) también afectan la aprobación presidencial. De igual manera, la evaluación sobre asuntos como seguridad pública, terrorismo y control de drogas han mostrado tener efectos significativos en las dinámicas de aprobación presidencial (Carlin et al., 2015b; Arce, 2003, Romero et al, 2014, Holmes y Gutiérrez, 2002).
La personalización de la política ha sido descrita como un proceso complejo y multicausal (McAllister, 2007), en el cual los líderes adquieren más prominencia a expensas de los partidos políticos (Karvonen, 2010). Este proceso ha implicado que el peso de los liderazgos políticos se haya incrementado mientras que el de los partidos disminuye (Rahat y Sheafer, 2007). Ejemplos de este fenómeno son la tendencia de los medios de comunicación a concentrarse y mencionar más a los candidatos que a los partidos (Dalton et al, 2001), el uso de los nombres de los líderes más que de los partidos (Balmas et al, 2014), el desplazamiento de símbolos partidarios por las imágenes de los líderes (McAllister, 1996), o incluso las referencias a la primera persona singular por sobre los apellidos (Balmas et al, 2014). Mientras algunas explicaciones para este fenómeno enfatizan los arreglos institucionales, otras destacan las transformaciones que han experimentado los medios de comunicación en el declive de la identificación partidaria o la erosión de los clivajes tradicionales (McAllister, 2009; Garzia, 2013, 2011; Caprara y Zimbardo, 2004; Kaase, 1994; King, 2002).
Rahat y Sheafer (2007) identifican tres tipos diferentes de personalización: institucional, que ocurre en los medios de comunicación y en el comportamiento político -ya sea de los políticos o de los electores- centralizada y descentralizada (Balmas et al., 2014). En el comportamiento político, la personalización de los electores hace referencia a cuando "los individuos ponen un mayor énfasis en los candidatos dejando de lado variables de identidad colectiva como los grupos sociales o los partidos políticos" (Rahat y Sheafer, 2007: 68). Los electores realizan juicios sobre los actores políticos basados en las evaluaciones sobre la persona más que en evaluaciones sobre sus partidos o el desempeño en el manejo de temas de política pública.
En consecuencia, la personalización de la política influye en la manera en que los individuos perciben y evalúan los fenómenos políticos (Garzia, 2011). Para los ciudadanos, la política ya no sería una competencia entre partidos, sino que entre políticos (Karvonen, 2010). Además, debido al deterioro en la identificación partidaria (Garzia, 2013; Dalton, 2004), los individuos dependerán en mayor medida del atractivo que les provoquen las características individuales de los candidatos al formar y expresar sus preferencias políticas (McAllister, 2009). Características tales como honestidad, credibilidad, cercanía o capacidad para el ejercicio del cargo, adquieren mayor relevancia en el estudio del comportamiento político (Garzia, 2011; Caprara y Zimbardo, 2004).
Identificar cómo los individuos razonan, emiten juicios y evalúan a los actores políticos ha sido abordada por la psicología política (Garzia, 2011; Aldrich et al., 2000). Al evaluar a un presidente, Kinder et al. (1980: 316) argumentan que los ciudadanos tienen concepciones acerca de lo que corresponde a un presidente ideal. Los prototipos pueden incluir rasgos de personalidad, reacciones afectivas (patrones de respuestas emocionales provocadas por la acción de los líderes), expectativas sobre conductas o creencias normativas acerca de lo que los presidentes deben ser y hacer (Kinder et al, 1980; Aldrich et al, 2000). De la valoración que los individuos tengan sobre la manera en que las percepciones relativas al comportamiento de los presidentes se ajustan a dichos prototipos dependerá la evaluación final que hagan sobre ellos.
Las personas pueden usar las percepciones sobre las características de los presidentes como una manera de adquirir información o acceder a ciertas pistas "sobre aspectos del desempeño presidencial del cual son ignorantes" (Newman, 2004: 438). De igual manera, les permiten organizar la información política de que disponen al ser consultados acerca de sus evaluaciones sobre los líderes políticos (Funk, 1999). Las percepciones sobre la confiabilidad de un presidente, o la cercanía que éste produce en su diario actuar, operan como un shortcut que ayuda a las personas a estructurar sus juicios, simplificando los procesos cognitivos que se producen cuando son interrogados sobre ese asunto.
Los estudios comparados suelen emplear una distinción entre atributos de competencia y de integridad (Gronke y Newman, 2009; Greene 2001; Kinder, 1986). En los primeros se condensan rasgos considerados importantes para el ejercicio de la función presidencial, mientras que en el segundo se consideran atributos como la confiabilidad, credibilidad y honestidad. Al estudiar la aprobación presidencial, Gilens (1988) encontró que las evaluaciones sobre la capacidad e integridad del presidente Reagan estaban asociadas con una mejor evaluación de su desempeño. Greene (2001), utilizando datos de aprobación presidencial de Reagan y Clinton, encontró efectos significativos de la percepción de capacidad e integridad sobre la probabilidad de aprobar el desempeño del presidente. Incorporando datos para Estados Unidos entre 1980 y 2000, Newman (2003) sostiene que las percepciones sobre los atributos personales de los presidentes "son estables y un importante elemento en la evaluación pública del desempeño de los presidentes" (Newman, 2004: 438).
Aunque algunos autores han calificado como más superficial o menos racional el análisis de los atributos como determinantes del voto, las características personales de los candidatos han sido entendidas como fuerzas de corto plazo fundamentales para explicar el comportamiento de los estadounidenses (Holian y Prysby, 2015; Funk, 1999). Los atributos proveen información a los electores sobre la manera en que los políticos conducirán un futuro gobierno y pistas sobre cuáles serán sus prioridades (Miller et al, 1986; Popkin, 1991). La percepción de candidatos considerados como líderes fuertes, confiables, honestos y decentes tiene una fuerte influencia en la decisión del voto (Hayes 2009; Holian y Prysby, 2015; Funk, 1999; Kinder et al, 1980). De igual manera, la identificación partidaria puede fortalecer o sesgar dichas apreciaciones (Goren, 2007; Hayes, 2005). Los medios de comunicación son clave en la construcción de la imagen de los líderes políticos (Gronke y Newman, 2003). Por tal motivo, las campañas electorales buscan mostrar a los candidatos como cercanos o empáticos con las preocupaciones de los ciudadanos, ya que éstos definen sus opiniones sobre los políticos a partir de las inferencias que realizan de las imágenes y relatos promovidos por ellos (Funk, 1999).
Los estudios sobre el voto económico y los que enfatizan la creciente importancia de la personalización del voto apuntan a la forma en que las personas adquieren y procesan información para dar cuenta del efecto de esa información sobre su decisión de voto o cómo evaluar el desempeño presidencial. El nivel educacional de las personas influye tanto en su capacidad de acceder a información fidedigna como en la forma en que procesan la información que reciben. Luego, personas con menor educacional serán menos capaces de seleccionar y procesar información fidedigna y tenderán, con más facilidad, a evaluar esa información a partir de sus creencias ya establecidas, por lo que su evaluación sobre el desempeño presidencial debería variar menos. Si una persona con poca educación cree, por ideología o por voto personal, que el presidente es un gran líder, resultará difícil que acceder a más información sobre lo que hace el presidente influya negativamente en su concepción ya formada.
Para América Latina, utilizando datos de Venezuela, Merolla y Zechmesiter (2010) encontraron que el carisma ejerció un efecto estadísticamente significativo en la probabilidad de votar por Hugo Chávez, así como aprobar su gestión. De igual manera, Ortiz y García (2014) muestran una relación directa entre presidentes que tienen un liderazgo afectivo -el cual captura algunas dimensiones, como la percepción de cercanía con la gente o el carisma- y la aprobación presidencial. Además, estas características actúan como mediadores de la relación entre las evaluaciones de la economía y la aprobación presidencial.
Los atributos personales y la aprobación presidencial en Chile
Investigaciones previas sobre la aprobación presidencial en Chile han privilegiado variables de voto económico (Perelló, 2015; Ramírez y Varas, 2013) o las han integrado con identificación partidaria o ideológica (Morales y Saldaña, 2009; Navia, 2009). En estos estudios subyace la idea de que los individuos observan ciertos hechos y toman posiciones a partir de la interpretación de tales eventos, en un contexto en que las consideraciones sobre la situación de la economía cumplen un papel central (Navia y Osorio, 2015).
Estos estudios arrojan resultados no del todo concluyentes. En su análisis sobre la aprobación de Bachelet y Piñera, Perelló (2015: 158) concluyó que "el desempeño económico no se traduce en apoyo o rechazo a los presidentes […] la popularidad de Bachelet se elevó en el medio de una crisis económica, mientras que la aprobación de Piñera cayó drásticamente cuando a la economía le empezó a ir bien". Por otro lado, Ramírez y Varas (2013) al estudiar la aprobación presidencial entre 2000 y 2012, advirtieron un efecto positivo de una mejor percepción de la situación económica personal y del país en la probabilidad de aprobar al presidente, pero reconocieron que el efecto de estas variables no es constante en el tiempo y depende del presidente de turno.
Morales y Saldaña (2009) mostraron que, para Lagos y Bachelet, la variable sociotrópica retrospectiva predice mejor la aprobación presidencial, mientras que el resto de las variables de voto económico no tienen efecto. A su vez, el nivel socioeconómico muestra resultados opuestos para cada presidente: mientras que para Lagos aumenta la probabilidad de aprobación a medida que aumenta el nivel socioeconómico, para Bachelet ocurre lo inverso. En cuanto la identificación política, tanto Navia (2009) como Morales y Saldaña (2009) han señalado que la identificación con las coaliciones, así como la autoidentificación ideológica, contribuyen a explicar la aprobación de los presidentes de la coalición de centro-izquierda.
En suma, la evidencia sobre los determinantes de aprobación presidencial en Chile muestra que las variables de voto económico no son un buen predictor. En cuanto a otras variables, como la identificación partidaria, hay resultados más consistentes con la teoría. Sin embargo, debido al declive en la identificación política (Luna y Altman, 2011; Segovia, 2009), dichas variables sólo explican una porción menor de la varianza de la aprobación presidencial.
De ahí que, para el caso de los presidentes chilenos resulta apropiado explorar algunas hipótesis relacionadas con los atributos personales y la evaluación presidencial. Desde la primera campaña de Bachelet en 2005, parte importante de la discusión pública sobre su liderazgo estuvo centrada en sus atributos. Valenzuela y Correa (2006) mostraron a partir de un análisis de contenido de prensa que, durante su primera campaña, los temas más recurrentes fueron el carisma de Bachelet, así como su empatía y honestidad. De igual modo, presentaron de manera negativa sus capacidades en comparación con Piñera y Lavín, los dos candidatos de centro-derecha. Además, la opinión pública la percibía como una candidata confiable, generosa, con interés por el bien común y cercana a los ciudadanos (Morales, 2008; Ríos, 2006). De hecho, Morales concluye que una de las razones de su triunfo fue "la valoración de sus atributos personales que realizó el electorado y por la buena evaluación que obtuvo respecto a sus capacidades de gobierno" (Morales, 2008: 28).
Por otra parte, el liderazgo presidencial de Piñera ha estado asociado a su condición de empresario, con un énfasis discursivo en su capacidad para generar empleo y en su preparación para resolver los problemas del país, en especial los económicos (Morales, 2008; Morales y Navia, 2010). Su capacidad para ejercer el cargo ha sido relevada como su principal atributo (Valenzuela y Correa, 2006). Tanto en la campaña de 2005 como en la de 2009, el equipo de Piñera construyó un discurso basado en sus capacidades de gestión adquiridas en los negocios, expuestas como garantía para una buena gestión pública (Varas, 2014; Funk, 2011). El concepto de la "nueva forma de gobernar" impulsado por Piñera, consideraba un gobierno enfocado en una gestión de calidad, sin malas prácticas y gobernando con los mejores (Funk, 2011).
Si bien es lógico sospechar que hay endogeneidad entre la aprobación presidencial y la valoración de los atributos personales de los presidentes, en tanto haya diferencias en cuáles son los atributos son más valorados para distintos presidentes y en la medida en que la valoración de esos atributos no evolucione de forma idéntica a la aprobación presidencial, dicha valoración puede dar luces sobre las razones que influyen en la percepción de las personas sobre el desempeño de los presidentes. Más aún si la varianza en valoración de atributos específicos es diferente de la varianza en la aprobación presidencial, podemos sostener que los determinantes de la aprobación presidencial son diferentes de los que explican la valoración que hace la gente de los atributos personales de los presidentes. A partir de esta discusión, elaboramos cuatro hipótesis que evaluaremos con datos de Chile:
H1. Los cambios en la evaluación de los atributos presidenciales tienen un efecto sobre la aprobación presidencial.
H2. La evaluación de atributos individuales asociados a la competencia y la integridad afectan de forma independiente la aprobación presidencial. Así, es esperable que para Piñera tengan mayor efecto las características asociadas a su competencia para el cargo y en Bachelet sean más relevantes las de integridad.
H3. El efecto de los atributos individuales de los presidentes sobre la aprobación presidencial será mayor en aquellos que no se identifican políticamente en comparación con aquellos que sí lo hacen. Esto, en la medida en que para los primeros las características individuales actúan como un dispositivo que colabora a estructurar sus juicios sobre los presidentes.
H4. El efecto de los atributos personales de los presidentes sobre la aprobación presidencial será mayor en aquellos que tienen menores niveles de educación que en aquellos que tienen mayores niveles de educación.
Datos y métodos
Los estudios sobre aprobación presidencial distinguen entre los que explican los cambios utilizando series de tiempo con datos agregados y aquellos sincrónicos que buscan, con datos a nivel individual, las variables que explican la aprobación. Aquí utilizaremos ambas estrategias.
En primer lugar, construimos la serie de tiempo con datos de la encuesta mensual sobre evaluación del gobierno de GFK-Adimark. Realizada desde marzo de 2006 (aunque tuvo una interrupción de cuatro meses entre fines de 2011 y comienzos de 2012), la encuesta Adimark contiene información sobre aprobación presidencial y sobre evaluación de atributos de los presidentes en una serie de tiempo que comienza en 2008. Aunque en términos metodológicos ha presentado variaciones en el tiempo, es una encuesta telefónica aplicada a mayores de 18 años de los principales centros urbanos. El cuadro 1 presenta los valores mínimos, máximos y promedios alcanzados durante los tres periodos presidenciales que contiene la serie de tiempo para los atributos que evalúa la serie de Adimark.
Atributos | Aprobación presidencial total |
Capacidad: enfrentar crisis |
Capacidad: resolver problemas del país |
Liderazgo | Confiabilidad | Activo y energético | Credibilidad | Respetable | Autoridad | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Bachelet (2008-2010) | N | 26.0 | 26.0 | - | 26.0 | - | - | 26.0 | 26.0 | - |
Media | 59.5 | 69.9 | - | 64.2 | - | - | 71.6 | 76.4 | - | |
Mín. | 42.0 | 55.0 | - | 44.0 | - | - | 56.0 | 61.0 | - | |
Máx. | 84.0 | 90.0 | - | 86.0 | - | - | 88.0 | 94.0 | - | |
D.E. | 15.7 | 11.3 | - | 12.6 | - | - | 11.4 | 11.3 | - | |
Piñera (2010-2014) | N | 44.0 | 44.0 | 44.0 | 44.0 | 44.0 | 44.0 | 44.0 | 44.0 | 44.0 |
Media | 40.0 | 61.7 | 57.0 | 53.3 | 45.5 | 62.1 | 43.6 | 48.4 | 57.0 | |
Mín. | 26.0 | 41.0 | 39.0 | 32.0 | 29.0 | 46.0 | 29.0 | 32.0 | 39.0 | |
Máx. | 63.0 | 81.0 | 79.0 | 73.0 | 66.0 | 83.0 | 63.0 | 77.0 | 77.0 | |
D.E. | 8.6 | 8.7 | 9.7 | 10.2 | 8.6 | 9.5 | 8.5 | 12.4 | 10.2 | |
Bachelet (2014-2016) | N | 28.0 | 28.0 | 28.0 | 28.0 | 28.0 | 28.0 | 28.0 | 28.0 | 28.0 |
Media | 36.1 | 50.9 | 54.3 | 53.9 | 47.3 | 52.6 | 49.8 | 57.4 | 75.2 | |
Mín. | 22.0 | 39.0 | 40.0 | 35.0 | 33.0 | 35.0 | 33.0 | 37.0 | 71.0 | |
Máx. | 58.0 | 66.0 | 76.0 | 79.0 | 68.0 | 76.0 | 73.0 | 85.0 | 78.0 | |
D.E. | 11.9 | 8.7 | 10.9 | 15.6 | 11.4 | 12.4 | 13.2 | 17.1 | 2.8 |
Fuente: Elaboración propia con base en información de la encuesta Adimark. Los valores están expresados en porcentajes y corresponden a la suma de las respuestas "mucho" y "algo". Véase cuadro A1 del anexo para la formulación de las preguntas. N corresponde al número de meses.
Para el análisis estadístico, usamos un modelo de vectores de corrección de errores (VECM por sus siglas en ingles). El VECM puede ser entendido como una versión multivariada de un modelo de corrección de errores que permite incluir variables de largo y corto plazo en el modelo de regresión (Brandt y Williams, 2007: 8). La naturaleza de los datos ofrece el principal argumento para emplear este modelo. Primero, tanto la aprobación presidencial como las variables de evaluación de los atributos presidenciales son no estacionarias,1 lo cual es coherente con otros estudios previos (Lebo y Cassino, 2007).
Segundo, asumimos que los cambios evidenciados en la variable dependiente son provocados por una o más variables independientes, las que a su vez tienen una relación estable de largo plazo (Eichenberg et al., 2006), tal como sugiere el análisis descriptivo. Tercero, las variables de interés están cointegradas, es decir, que a pesar de ser individualmente variables no estacionaras, "la combinación lineal de dos o más series puede ser estacionaria" (Gujarati, 2004: 830). Para testear esto, aplicamos la prueba de cointegración de Johansen (cuadro A4 del anexo). De igual modo, el VECM permite sortear un problema adicional: al ser series de tiempo no estacionarias, el riesgo de encontrar una relación espuria en los modelos de regresión es alto, y por lo tanto también lo es la posibilidad de realizar inferencias incorrectas. El empleo de un modelo VECM permite evitar ese problema (Brandt y Williams, 2007; Gujarati, 2004).
En segundo lugar, para advertir el impacto que la evaluación de las características personales de los presidentes tiene en su aprobación, utilizamos la encuesta de la Universidad Diego Portales (UDP). Esta es una encuesta nacional y presencial con más de 1300 casos, a individuos mayores de 18 años residentes en zonas urbanas, con un margen de error de ± 2.72 por ciento con un nivel de confianza de 95 por ciento que se realiza anualmente desde 2005. La encuesta UDP contiene preguntas sobre la evaluación de atributos personales de los presidentes sólo a partir de 2010, por lo que, para comparar a Piñera y Bachelet, usamos las encuestas UDP para los dos primeros años de cada gobierno. El cuadro 2 muestra las estadísticas descriptivas de las variables utilizadas pertenecientes a la encuesta UDP.
Piñera (2010-2011) | Bachelet (2014-2015) | |||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
N | Media | Min | Máx | D.E. | N | Media | Min | Máx | D.E. | |
Aprobación | 2 332 | 0.47 | 0 | 1 | 0.49 | 2 333 | 0.43 | 0 | 1 | 0.49 |
Sexo | 2 603 | 0.49 | 0 | 1 | 0.50 | 2 604 | 0.49 | 0 | 1 | 0.50 |
GSE | 2 603 | 3.20 | 1 | 5 | 0.99 | 2 604 | 3.18 | 1 | 5 | 0.77 |
Edad | 2 515 | 46.38 | 18 | 98 | 17.63 | 2 604 | 48.04 | 18 | 92 | 18.16 |
Nivel educacional | 2 598 | 4.12 | 0 | 9 | 2.17 | 2 591 | 4.27 | 0 | 9 | 2.18 |
Id. Política | 2 444 | 3.07 | 1 | 4 | 1.09 | 2 476 | 3.32 | 1 | 4 | 0.98 |
Sociotrópica retrospectiva | 2 568 | 1.95 | 1 | 3 | 0.68 | 2 562 | 1.75 | 1 | 3 | 0.67 |
Sociotrópica prospectiva | 2 482 | 2.33 | 1 | 3 | 0.67 | 2 495 | 2.06 | 1 | 3 | 0.71 |
Egotrópica actual | 2 584 | 3.10 | 1 | 5 | 0.71 | 2 586 | 3.08 | 1 | 5 | 0.71 |
Egotrópica prospectiva | 2 478 | 2.32 | 1 | 3 | 0.64 | 2 528 | 2.29 | 1 | 3 | 0.64 |
Honestidad | 2 463 | 4.30 | 1 | 7 | 1.74 | 2 538 | 4.39 | 1 | 7 | 1.73 |
Cap. resolver problemas | 2 471 | 4.19 | 1 | 7 | 1.69 | 2 549 | 4.08 | 1 | 7 | 1.62 |
Cap. lograr acuerdos | 2 402 | 4.09 | 1 | 7 | 1.62 | 2 487 | 3.95 | 1 | 7 | 1.57 |
Firmeza | 2 465 | 4.38 | 1 | 7 | 1.72 | 2 550 | 4.06 | 1 | 7 | 1.69 |
Credibilidad | 2 501 | 2.17 | 1 | 4 | 0.95 | 2 524 | 2.22 | 1 | 4 | 0.95 |
Fuente: Elaboración propia con base en información de encuesta UDP.
Debido a la naturaleza dicotómica de la variable dependiente, empleamos modelos de regresión probit en los cuales juntamos los dos primeros años del gobierno de Piñera (2010-2011) y los dos primeros años del segundo gobierno de Bachelet (2014-2015). Esto permite identificar si la evaluación de las características de los presidentes tiene efectos similares para Piñera y Bachelet. Además, la elección de los dos primeros años de gobierno permite capturar los eventuales efectos de dos fenómenos: la luna de miel durante el primer año y el deterioro de la aprobación presidencial durante el segundo año debido a dos episodios que complicaron la gestión de ambos presidentes: mientras Piñera experimentó las movilizaciones estudiantiles, Bachelet enfrentó desde febrero de 2015, los efectos del denominado caso "Caval", episodio donde se vio involucrado su núcleo familiar (Gamboa y Segovia, 2016; Segovia y Gamboa, 2012).
Análisis inferencial: Encuesta Adimark
La gráfica 1 muestra la aprobación presidencial en Chile desde marzo de 2006 hasta junio de 2016, lapso que incorpora los últimos tres periodos presidenciales. Como se observa, la aprobación presidencial ha sufrido importantes variaciones, con fluctuaciones significativas tanto en la serie completa como para cada periodo presidencial.
Aunque en los tres periodos considerados, los presidentes comenzaron con niveles de aprobación similares (55, 52 y 54%), al poco tiempo éstos fueron bajando. De ahí en adelante, cada presidente presenta trayectorias diferenciadas, tanto en la dirección como en la magnitud de las variaciones. Durante su primer gobierno, Bachelet terminó su segundo año con una aprobación promedio de 42.3 por ciento, en comparación con los 50.1 por ciento alcanzados durante su primer año. Esta situación contrasta con 35 por ciento promedio alcanzado por Piñera durante su segundo año, lo cual significó un descenso de 17.2 por ciento en comparación con la aprobación promedio del primer año, y con 29.6 por ciento alcanzado en el segundo año de Bachelet, el cual representa una baja de 20.2 por ciento comparado con 49.8 por ciento alcanzado durante el primer año de su segundo mandato.
De igual manera se evidencian diferencias entre las curvas de aprobación y desaprobación para cada administración. A pesar de la baja de popularidad experimentada por Bachelet durante el segundo año de su primer gobierno, mantuvo tasas de aprobación sobre desaprobación durante la mayor parte de su mandato. La excepción la constituyó un breve periodo comprendido entre julio y noviembre de 2007, pocos meses después de la implementación del nuevo sistema de buses urbanos Transantiago. En su segundo gobierno la presencia de un mayor número de quienes desaprueban sobre quienes aprueban se agudizó desde marzo de 2015, cuando se comenzaron a observar los efectos de un caso de tráfico de influencias que afectó a su hijo y a su nuera, "el caso Caval". Como se observa desde dicho mes, el nivel de aprobación cayó desde 31 por ciento hasta 22 por ciento en junio de 2016, mientras que el de desaprobación aumentó desde 61 por ciento hasta 72 por ciento. En cuanto a Piñera, dicha tendencia se expresó durante casi tres años, desde enero de 2011 hasta noviembre de 2013, siendo uno de los puntos más críticos agosto de 2011 en medio de un aumento significativo de la movilización social impulsada por el movimiento estudiantil.
Para conocer cómo ha evolucionado la evaluación de algunas de las características de los presidentes, hemos construido 2 gráficas sólo con los atributos que tienen una mayor continuidad en las encuestas a lo largo del tiempo. Las variables que se presentan son si es respetable, liderazgo, autoridad, capacidad para enfrentar situaciones de crisis, capacidad para enfrentar los problemas del país, credibilidad, activo y energético y, finalmente, confiable. Para comparar los datos con investigaciones previas, se intentó capturar las dos dimensiones de análisis mencionadas en la bibliografía comparada: capacidad e integridad. Para esto se realizó un análisis de componentes principales. Sin embargo, el resultado del análisis arrojó un solo factor. Es decir, tanto los atributos de competencia como de integridad parecen ser, a nivel agregado, indistinguibles los unos de los otros. Aun así, y para efectos del análisis descriptivo, se distinguen en dos gráficas ambos grupos de variables.
La gráfica 2 muestra el conjunto de cuatro variables que dan cuenta de la dimensión de integridad: credibilidad, confiabilidad, respetable y activo y energético, además de aquellos que evalúan positivamente al presidente entre 2008 y 2016. La gráfica 3 da cuenta de la aprobación presidencial y cuatro variables adicionales que capturan la dimensión de competencia: capacidad para resolver los problemas del país, capacidad para enfrentar situaciones de crisis, liderazgo y autoridad.
Destacamos tres conclusiones de ambas gráficas. Primero, la aprobación presidencial y los atributos tienden a moverse de manera similar para los tres periodos presidenciales. De hecho, las correlaciones entre aprobación presidencial y cada uno de los atributos alcanzan niveles sobre 0.8. Además entre los mismos atributos existen correlaciones altas, superiores a 0.7. Segundo, la aprobación presidencial es siempre más baja que la evaluación de los atributos, salvo en el periodo final del primer gobierno de Bachelet, cuando las curvas tienden a solaparse. Esto sugiere que, aunque exista una evaluación positiva de ciertos atributos, no necesariamente éstos se traducen en apoyo hacia el presidente.
Por último, las tendencias en la evaluación de cada atributo son distintas para cada presidente. Por ejemplo, durante el primer gobierno de Bachelet, sus atributos más fuertes fueron en promedio su credibilidad (71.6%) y el de ser respetada por los chilenos (76.4%) en contraste con su liderazgo, que aparece en el último lugar con 64.2 por ciento en promedio. En su segundo gobierno, ser respetada por los chilenos se mantiene entre los primeros atributos con 57.4 por ciento, seguido por capacidad para resolver los problemas del país (54.3%). La confiabilidad es su atributo peor evaluado. En el caso de Piñera, entre sus atributos destacan ser activo y energético (62.1%) y su capacidad para enfrentar situaciones de crisis (61.7%). Por el contrario, su credibilidad (43.6%) y la confiabilidad (45.5%) -al igual que el segundo mandato de Bachelet- están peor evaluados.
Para evaluar el efecto de los atributos en los cambios mensuales en la aprobación presidencial se construyeron cuatro modelos VECM. Los dos primeros emplean toda la serie de tiempo, mientras que los dos últimos sólo consideran los datos de evaluación de Piñera.2 En todos los modelos se incorporó un rezago de la aprobación presidencial,3 decisión que se adoptó después de la aplicación de un conjunto de test estadísticos, junto con cuatro variables que miden alguna característica personal de los presidentes. En concreto, se incluyeron las variables de credibilidad, liderazgo, respeto y capacidad para resolver los problemas del país, por ser las variables que tienen mayor permanencia en la serie. Adicionalmente, los modelos integran variables exógenas: los modelos 1 y 3 contienen una variable proxy de identificación política con la coalición de gobierno, mientras que los modelos 2 y 4 incorporan las variables sugeridas por la teoría del voto económico: tres variables macroeconómicas (inflación, crecimiento y desempleo) y una variable sobre percepción del desempeño del gobierno en el manejo de la economía. El cuadro 3 muestra los resultados.
Toda la muestra | Sólo Piñera | |||
---|---|---|---|---|
Modelo 1 Coef. (E.S.) |
Modelo 2 Coef. (E.S.) |
Modelo 3 Coef. (E.S.) |
Modelo 4 Coef. (E.S.) |
|
Δ Aprobación presidencialt-1 | 0.04 (0.12) |
0.05 (0.10) |
-0.04 (0.23) |
-0.03 (0.21) |
Δ Capacidad para solucionar crisist-1 | 0.07 (0.13) |
0.29 ***
(0.10) |
0.61 ***
(0.23) |
0.63 ***
(0.22) |
Δ Respetablet-1 | 0.15 (0.09) |
-0.03 (0.08) |
0.15 (0.09) |
-0.04 (0.13) |
Δ Creíblet-1 | -0.39 ***
(0.13) |
- 0.34 ***
(0.11) |
-0.58 ***
(0.25) |
-0.37 (0.23) |
Δ Liderazgot-1 | 0.09 ***
(0.11) |
0.16 **
(0.08) |
-0.35 † (0.18) |
-0.32 **
(0.14) |
IPC | 0.55 (0.79) |
-0.84 (2.09) |
||
Desempleo | 0.64 *
(0.33) |
-0.03 (0.83) |
||
Imacec | 0.14 (0.12) |
-0.25 (0.31) |
||
Manejo economía | 0.66 ****
(0.05) |
0.49 ***
(0.15) |
||
Identificación con el Gobierno | 0.02 (0.06) |
0.22 (0.19) |
||
ECT | 0.145 (0.08) |
-0.763 ****
(0.06) |
0.114 *
(0.07) |
-0.25 *** (0.08) |
Constante | -0.733 (2.34)* |
-36.02 ****
(3.57) |
-7.61 (6.69) |
-22.64 (8.93) |
Observaciones | 90 | 92 | 40 | 40 |
R2 | 0.19 | 0.69 | 0.40 | 0.56 |
R2 Ajustado | 0.12 | 0.65 | 0.27 | 0.42 |
Durbin-Watson | 2.273 | 1.495 | 1.881 | 2.07 |
LM test | 0.051 | 0.054 | 0.783 | 0.59 |
Fuente: Elaboración propia con base en información de la encuesta mensual Adimark. Para ver los rezagos y otras pruebas estadísticas relevantes, véanse los cuadros A4, cuadro A5 y cuadro A6 del anexo. Nota: * p <0.1; ** p<0.05; *** p<0.01; **** p<0.001.
Como se observa en los modelos 1 y 2, la incorporación de las variables económicas produce un aumento significativo del R2. En ambos casos la credibilidad del presidente aparece como una variable estadísticamente significativa, siendo una de las variables con mayor potencial para explicar cambios en la aprobación presidencial. Como en la serie los cambios en la aprobación son en su mayoría negativos o no presentan variación, es esperable que dicha relación sea negativa. Con el liderazgo y la capacidad para solucionar crisis sucede lo contrario. Es decir, existe una relación positiva entre los cambios en la aprobación y los cambios en ambos atributos rezagados un mes. De igual manera, en el modelo 2, la percepción sobre el manejo de la economía es también significativa al igual que el desempleo. El resto de las variables no son estadísticamente significativas.
Por último, y coherente con los supuestos utilizados en el modelo, se observa una relación de equilibrio de largo plazo entre el conjunto de características evaluadas y los cambios en la aprobación mensual. El término de corrección de errores (ECT), que muestra los resultados de la ecuación de cointegración, tiene un coeficiente de -0.763, lo que se encuentra entre los niveles apropiados. Esto sugiere una causalidad de largo plazo entre las diferencias mensuales de las características conjuntas de los presidentes y el cambio mensual en su evaluación presidencial.
Los resultados de los modelos 3 y 4 son consistentes con los modelos previos. Al igual que en el modelo 2, la incorporación de las variables económicas aumenta el nivel de ajuste del modelo. El modelo 3 muestra que la característica de credibilidad es estadísticamente significativa y se comporta de igual manera, aunque en este modelo la capacidad para solucionar crisis también aparece como significativa. En el modelo 4, la capacidad para solucionar crisis y el liderazgo son los dos únicos atributos que ejercen una influencia en los cambios de la aprobación presidencia. Por último, la percepción del manejo de la economía es la única variable significativa de las variables asociadas a la economía que se incorporó.
Análisis inferencial: Encuesta UDP
Como se mostró en la sección anterior, la evaluación de los atributos presidenciales entrega algunas pistas para comprender la dinámica de la aprobación presidencial en Chile. Ahora corresponde indagar si los atributos se constituyen o no en determinantes individuales de la aprobación presidencial.
Utilizando la encuesta UDP, ejecutamos una serie de regresiones probit. Debido a que contamos con datos para los binomios 2010-2011 y 2014-2015, ejecutamos los modelos de regresión agrupando las bases de datos. Por tal motivo, el análisis sobre Piñera comprende el periodo 2010-2011 y el de Bachelet el periodo 2014-2015. La variable dependiente es la aprobación presidencial, la cual adquiere un valor de uno para quienes apoyan la labor presidencial y cero para quienes no lo hacen. Las variables independientes de interés son credibilidad, honestidad, capacidad para resolver los problemas del país, capacidad para llegar a acuerdos y firmeza. La encuesta pedía calificar al presidente de la república en una escala de muy malo a muy bueno en cada atributo. Para credibilidad, la escala era de uno a cuatro y para los otros atributos se usó una escala de uno a siete.
Las variables de control corresponden a variables de corto y largo plazo utilizadas en estudios previos (Morales y Saldaña, 2009). El modelo 1 contiene variables de largo plazo, como las demográficas y las variables de identificación política, así como las variables de corto plazo asociadas con la evaluación de la economía; el modelo 2 contiene las variables de evaluación personal de los presidentes. Además, se incorporó una variable que da cuenta del año. El cuadro 4 contiene los resultados de los modelos probit para la aprobación de Piñera y Bachelet.
Piñera | Bachelet | |||
---|---|---|---|---|
Modelo 1 Coef. (ES) |
Modelo 2 Coef. (ES) |
Modelo 1 Coef. (ES) |
Modelo 2 Coef. (ES) |
|
Sexo (hombre) | -0.014 (0.066) |
-0.050 (0.085) |
-0.255 ***
(0.061) |
-0.139 (0.076) |
GSE | 0.034 (0.040) |
0.097 (0.053) |
0.322 ***
(0.048) |
0.091 (0.059) |
Edad | 0.008 ***
(0.002) |
0.004 (0.003) |
0.015 ***
(0.002) |
0.006 **
(0.002) |
Nivel educacional | 0.035 (0.042) |
0.136 *
(0.055) |
-0.005 (0.038) |
0.019 *
(0.048) |
Id. política (izquierda) | -0.804 ***
(0.095) |
-0.326 **
(0.120) |
0.766 ***
(0.082) |
0.268 **
(0.102) |
Id. política (centro) | 0.068 (0.085) |
0.101 (0.106) |
0.192 *
(0.087) |
-0.077 (0.108) |
Id. política (derecha) | 1.009 ***
(0.117) |
0.444 **
(0.150) |
-0.549 ***
(0.127) |
-0.444 **
(0.162) |
Sociotrópica retrospectiva | 0.535 ***
(0.056) |
0.321 ***
(0.072) |
0.316 ***
(0.048) |
0.146*
(0.061) |
Sociotrópica prospectiva | 0.311 ***
(0.057) |
0.213 **
(0.074) |
0.303 ***
(0.049) |
0.118 (0.061) |
Egotrópica actual | 0.218 ***
(0.053) |
0.055 (0.070) |
0.128 **
(0.047) |
0.023 (0.061) |
Egotrópica prospectiva | 0.089 (0.061) |
0.090 (0.079) |
0.143 **
(0.055) |
0.210 **
(0.068) |
Honestidad | 0.116 *
(0.049) |
0.115 **
(0.042) |
||
Cap. resolver problemas | 0.203 ***
(0.059) |
0.126 *
(0.051) |
||
Cap. lograr acuerdos | 0.145 **
(0.054) |
0.053 (0.047) |
||
Firmeza | 0.036 (0.051) |
0.153 ***
(0.043) |
||
Credibilidad | 0.693 ***
(0.067) |
0.707 ***
(0.057) |
||
Año (segundo) | -0.728 ***
(0.067) |
-0.440 ***
(0.090) |
-0.459 ***
(0.061) |
-0.173 *
(0.077) |
Constante | -2.902 ***
(0.321) |
-5.806 ***
(0.464) |
-3.629 ***
(0.335) |
-5.276 ***
(0.437) |
Observaciones | 1989 | 1849 | 2092 | 1996 |
Log likelihood | -975.585 | -589.517 | -1153.13 | -718.222 |
Pseudo R2 | 0.292 | 0.539 | 0.192 | 0.473 |
Fuente: Elaboración propia con base en información de la encuesta UDP. Nota: * p<0.05; ** p<0.01; *** p<0.001.
Para el caso de Piñera, las características de honestidad, capacidad para resolver problemas, capacidad para lograr acuerdos y credibilidad son significativas para explicar la probabilidad de apoyo a su gestión como presidente, siendo esta última la más relevante. Del conjunto de variables de control, en el modelo completo el nivel educacional de los individuos es significativo y de signo positivo, lo mismo que la evaluación sociotrópica, tanto retrospectiva como prospectiva. Respecto a la identificación política, como era esperable, aquellos que se identifican con la izquierda tienen menos probabilidad de apoyar la labor de Piñera, mientras que en aquellos de derecha aumenta.
Los modelos muestran que, para Bachelet, la credibilidad es una de las variables más importantes para explicar la probabilidad de apoyo a su labor. De igual manera lo son la honestidad, la capacidad para resolver problemas y la percepción de firmeza en la toma de decisiones. La incorporación de las variables de atributos en el modelo completo deja sin efecto dos de las cuatro variables económicas. Como se observa, sólo resultan significativas y de signo positivo la evaluación sociotrópica restrospectiva y la egotrópica prospectiva. Respecto de las demás variables de control, la edad y la posición política resultan significativas.
Como una manera de ilustrar mejor el efecto de los atributos sobre la aprobación presidencial, calculamos las probabilidades marginales de cada variable. Para esto se empleó el paquete Clarify en el programa Stata, que permite estimar el cambio marginal de las variables independientes sobre la dependiente. El cuadro 5 muestra las variables de interés que resultaron significativas y el cambio en la probabilidad de aprobar la gestión de Piñera y Bachelet.
Variable | Varianza de variable |
Cambio en la probabilidad de aprobar a: | |
---|---|---|---|
Piñera (porcentaje) |
Bachelet (porcentaje) |
||
Honestidad | 1-7 | 30.6 más | 26.4 más |
Capacidad de resolver problemas de la gente | 1-7 | 44.8 más | 28.0 más |
Capacidad de lograr acuerdos | 1-7 | 34.1 más | - |
Firmeza | 1-7 | - | 34.4 más |
Credibilidad | 1-4 | 71.7 más | 72.1 más |
Fuente: Elaboración propia con base en información de la encuesta UDP. Simulaciones calculadas con Clarify.
De las variables que resultaron significativas para ambos presidentes, la credibilidad tiene el efecto más importante. Para Piñera, la probabilidad de aprobar su gestión aumenta en 71.7 por ciento en aquellos que le creen, en comparación con los que no le creen. La segunda variable más importante es la capacidad de resolver los problemas de la gente, probablemente como resultado del fuerte énfasis en la gestión sostenido por el propio presidente. Como se observa, un cambio de uno a siete en la evaluación supone un aumento de 44.8 por ciento en la probabilidad de apoyar al presidente. Para Bachelet, la credibilidad es la variable que tiene mayor efecto. La probabilidad de aprobar a Bachelet aumenta en 72.1 por ciento entre aquellos que no le creen y aquellos que sí lo hacen. La firmeza en la toma de decisiones aparece como la segunda variable más relevante.
Aunque una de las expectativas iniciales era encontrar diferencias entre presidentes en la influencia de los atributos sobre la aprobación presidencial, la credibilidad aparece como una variable muy relevante para explicar la aprobación de ambos presidentes. De igual manera, la honestidad y la capacidad de resolver constituyen las otras dos variables significativas para explicar la aprobación de ambos mandatarios. La gráfica 4 permite visualizar la distribución de las probabilidades para estas tres variables.
Por último, esperábamos encontrar diferencias en el efecto de la evaluación de los atributos considerando la posición política y el nivel educacional de los individuos sobre la probabilidad de aprobar al presidente. Sostuvimos que aquellos que no se identificaban con alguna tendencia política emplearían más las características personales de los presidentes como una forma de evaluar su gestión. Estimamos lo mismo para aquellos que tenían menores niveles de educación. Sin embargo, ni para Piñera ni para Bachelet se encontraron diferencias significativas en ambas variables.
A modo de ejemplo, la gráfica 5 muestra la distribución de la probabilidad de aprobar a Piñera y a Bachelet respectivamente, de acuerdo con la credibilidad y posición política. La gráfica 6 muestra dichos valores para el nivel educacional. Como muestra la gráfica 5, aunque para Bachelet creer en ella aumenta la probabilidad de aprobarla entre aquellos que no se identifican con ninguna posición política, el solapamiento de los intervalos de confianza entre cada una de las curvas no permite realizar una inferencia estadística sobre dichas diferencias. Por tal motivo, los gráficos se presentan sin los intervalos de confianza debido a que visualmente se hacía imposible distinguir cada una de las curvas. Los resultados para el análisis del nivel educacional muestran similar comportamiento. Incluso para el caso de Piñera se evidencia un efecto contrario al sugerido inicialmente: aquellos que tienen más años de educación creen más en Piñera, lo que aumenta las probabilidades de aprobarlo. No obstante, debido a que los intervalos de confianza tienden a solaparse, no es posible hacer inferencias estadísticas sobre este punto.
Robustez de los resultados: modelos alternativos
Por último, para evaluar la robustez de los resultados de los modelos del cuadro 4, ejecutamos modelos probit con variables instrumentales. Bajo el supuesto de que la relación entre la evaluación de los atributos y la aprobación presidencial podría tener un carácter endógeno, eventualmente los modelos presentados podrían ser inconsistentes dada la incorporación de un regresor endógeno (Cameron y Trivedi, 2010). El uso de variables instrumentales permite lidiar con la eventual endogeneidad entre las variables. Para ejecutar estos modelos empleamos el estimador ivprobit de Stata.
Debido a que contamos con cinco variables independientes con potencial endógeno (Cameron y Trivedi, 2010), incorporarlas todas en un mismo modelo resultaría altamente ineficiente. Por tal motivo, con estas variables construimos dos índices: uno de competencia y otro de integridad. El primero contiene las variables de capacidad para lograr acuerdos y capacidad para resolver problemas, mientras que el segundo contiene las variables de honestidad, credibilidad y firmeza.4 Debido a que las variables tienen distinto nivel de medición, normalizamos todas las variables en escalas de cero a cien.
Como variables instrumentales se incorporaron dos índices: el primero de confianza política, mientras que el segundo mide confianza en los medios de comunicación. Estas variables cumplen los supuestos requeridos para ser empleadas como variables instrumentales. Por una parte, no están correlacionadas con el error de la variable dependiente y, por otra, están relacionadas con nuestras variables independientes de interés (Cameron y Trivedi, 2010). Además, la ventaja de estas dos variables radica en que están disponibles para todos los años, lo cual, a diferencia de otras variables testeadas, no produce una pérdida de datos.5 El índice de confianza política se utilizó como instrumento de la variable de competencia, mientras el índice de confianza en los medios de comunicación se empleó como instrumento de la variable de integridad.6
El cuadro 6 contiene los resultados de los modelos probit y probit con variable instrumental para cada presidente, tal como lo hicimos en el cuadro 4. Los resultados de estos modelos respaldan en gran medida los resultados previamente reportados. Sin embargo, hay que mirarlos con cautela. Si bien tanto los índices de competencia como de integridad tienen los signos esperados en todos los modelos, en aquellos con variable instrumental, el indicador de competencia no es significativo. No obstante, dichos modelos no pasan el test de exogeneidad, lo cual no nos permite rechazar la hipótesis nula de exogeneidad. Por tal motivo, los resultados de estos modelos sugieren que el índice de competencia no debería ser tratado como endógeno, resultando apropiado utilizar los modelos probit sin variables instrumentales. Para el caso del índice de integridad, éste resulta además de positivo, significativo en todos los modelos. Adicionalmente, el test de Wald de exogeneidad sugiere que resulta apropiado usar los modelos con variable instrumental que corrigen la endogeneidad para, eventualmente, un solo caso: el análisis de la aprobación de Bachelet en el modelo 8 (p < 0.1).
Modelos Piñera | Modelos Bachelet | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Modelo 1 Probit: Competencia |
Modelo 2 Ivprobit: Competencia |
Modelo 3 Probit: Integridad |
Modelo 4 Ivprobit: Integriad |
Modelo 5 Probit: Competencia |
Modelo 6 Ivprobit: Competencia |
Modelo 7 Probit: Integridad |
Modelo 8 Ivprobit: Integriad |
|
Sexo (Hombre) | -0.015
(0.078) |
-0.010
(0.080) |
-0.069
(0.081) |
-0.032
(0.067) |
-0.193 **
(0.070) |
-0.218 **
(0.069) |
-0.144
(0.074) |
0.136 *
(0.067) |
GSE |
0.061
(0.048) |
0.058
(0.052) |
0.101 *
(0.050) |
0.072
(0.046) |
0.172 **
(0.055) |
0.280
(0.189) |
0.093
(0.058) |
-0.248 ***
(0.058) |
Edad |
0.005 *
(0.003) |
0.006 *
(0.003) |
0.005
(0.002) |
-0.001
(0.003) |
0.009 ***
(0.002) |
0.014
(0.008) |
0.007 **
(0.002) |
-0.012 ***
(0.003) |
Nivel
educacional |
0.122 *
(0.050) |
0.066
(0.081) |
0.115 *
(0.052) |
0.134 **
(0.044) |
0.007
(0.044) |
-0.009
(0.075) |
0.032
(0.047) |
0.045
(0.030) |
Id.
Política (izquierda) |
-0.480 ***
(0.113) |
-0.607
(0.321) |
-0.331 **
(0.115) |
0.330
(0.334) |
0.494 ***
(0.094) |
0.680 *
(0.303) |
0.308 **
(0.100) |
0.591 ***
(0.140) |
Id. política
(centro) |
0.072
(0.098) |
0.084
(0.126) |
0.040
(0.101) |
0.042
(0.082) |
0.106
(0.098) |
0.205
(0.237) |
-0.056
(0.106) |
-0.335 ***
(0.070) |
Id. política
(derecha) |
0.624 ***
(0.066) |
0.760 **
(0.287) |
0.246 **
(0.140) |
-0.427
(0.342) |
-0.413 **
(0.150) |
-0.524 **
(0.182) |
-0.399 *
(0.159) |
0.162
(0.151) |
Sociotrópica
retrospectiva |
0.381 ***
(0.066) |
0.471 *
(0.213) |
0.319 ***
(0.068) |
-0.153
(0.243) |
0.171 **
(0.055) |
0.321
(0.301) |
0.194 ***
(0.059) |
-0.269 **
(0.079) |
Sociotrópica prospectiva |
0.230 ***
(0.068) |
0.278
(0.152) |
0.193 **
(0.070) |
-0.117
(0.161) |
0.183 **
(0.056) |
0.250
(0.142) |
0.103
(0.060) |
-0.213 ***
(0.057) |
Egotrópica
actual |
0.107
(0.065) |
0.143
(0.124) |
0.107
(0.066) |
-0.074
(0.097) |
0.045
(0.059) |
0.108
(0.126) |
0.018
(0.059) |
-0.127 **
(0.041) |
Egotrópica
prospectiva |
0.118
(0.073) |
0.124
(0.077) |
0.127
(0.075) |
0.030
(0.084) |
0.208
(0.063) ** |
0.208
(0.123) |
0.194 **
(0.067) |
0.001
(0.067) |
Competencia |
0.042 ***
(0.002) |
0.031
(0.032) |
|
|
0.038 ***
(0.002) |
0.011
(0.080) |
|
|
Integridad |
|
|
0.050 ***
(0.002) |
0.067 ***
(0.004) |
|
|
0.047 ***
(0.002) |
0.053 ***
(0.009) |
Constante |
-4.925 ***
(0.406) |
-4.695 ***
(0.766) |
-5.089 ***
(0.417) |
-3.215
(1.684) |
-4.514 ***
(0.388) |
-4.261
(2.514) |
-4.360 ***
(0.416) |
-0.106
(1.227) |
Observaciones |
1888 |
1775 |
1901 |
1841 |
2029 |
1959 |
2038 |
1963 |
Log
likelihood/Log Pseudolikelihood |
-691.826 |
-8
709.97 |
-643.845 |
-8919.24 |
-858.562 |
-9
724.17 |
-754.002 |
-9
684.42 |
Pseudo
R2 |
0.471 |
|
0.511 |
|
0.379 |
|
0.458 |
|
Prueba de exogeneidad de Wald |
|
Prob > chi2 =
0.7152 |
|
Prob > chi2 =
0.1511 |
|
Prob > chi2 =
0.7351 |
|
Prob > chi2 =
0.0551 |
Fuente: Elaboración propia con base en información de la encuesta UDP. Nota: * p<0.05; ** p<0.01; *** p<0.001.
Discusión
La creciente personalización de la política tiene diversas consecuencias. Por una lado, afecta la manera en que las personas evalúan sus preferencias sobre los asuntos políticos. Por otro, crea condiciones para que los ciudadanos tiendan a considerar a los políticos como actores distintos de los partidos o coaliciones políticas. Así, los ciudadanos ponen atención en las personas y sus atributos personales, antes que en los políticos y en sus identidades partidarias. Como consecuencia, las características personales de los líderes adquieren mayor relevancia para los ciudadanos al elegir entre distintos candidatos o evaluar su gestión en cargos públicos.
La evaluación de los ciudadanos sobre la manera en que los presidentes están conduciendo los asuntos de gobierno no escapa de esta tendencia. Dado un contexto de mayor relevancia de las personas y sus características personales, analizar el papel que tienen estas características resulta apropiado para entender mejor la aprobación presidencial, en especial cuando los modelos dominantes de voto ideológico o económico fallan en dar cuenta de por qué hay presidentes impopulares aun cuando la economía crece o presidentes populares en países en que la economía atraviesa por crisis. De ahí que la forma que tenemos de entender la aprobación presidencial debería ampliarse para incluir la forma en que las personas evalúan atributos específicos de los presidentes. Ya sea porque la evaluación de esos atributos afecta la forma en que la gente evalúa el desempeño de los presidentes o porque la evaluación que hace la gente sobre esos atributos específicos refleja sesgos ideológicos o culturales, el hecho es que la evaluación de atributos específicos nos ayuda a entender qué explica que la gente apruebe o desapruebe a un mandatario.
En el caso de Chile, las percepciones de los ciudadanos sobre las características personales de los presidentes tienen un efecto directo sobre la evolución de la aprobación presidencial. Estos resultados contribuyen a explicar la aprobación presidencial en un contexto donde -como hemos argumentado- el desempeño de la economía no se ha convertido en un predictor robusto y en que la identificación partidaria y las élites políticas son desafiadas con fuerza por nuevos actores.
La evidencia confirma nuestra primera hipótesis y respalda parcialmente nuestra segunda hipótesis. La credibilidad y competencia afectan de forma similar la aprobación de ambos presidentes, pero los atributos de competencia tienen un efecto mayor en la aprobación de Piñera que en la de Bachelet, mientras que los de integridad tienen un mayor impacto sobre Bachelet que sobre Piñera. Las implicancias de estos resultados no son triviales. De poco le sirve a un presidente invertir sus recursos en la gestión si no es creíble para los ciudadanos. Incluso las variables sobre el desempeño económico pierden capacidad explicativa con la inclusión de los atributos de integridad. De este modo, la credibilidad y la honestidad asoman como variables -y herramientas poderosas para entender la aprobación presidencial-. En menor medida, algo similar ocurre con la percepción sobre la capacidad de los presidentes para resolver los problemas que afectan a las personas.
La percepción sobre el rendimiento de la economía tiene un rol menor para explicar la aprobación de Bachelet que la que tiene para Piñera. Esto podría sugerir que el apoyo a Bachelet está menos determinado por el rendimiento de la economía que la aprobación a Piñera. Estos datos podrían sugerir que el capital político de Bachelet radica en su credibilidad más que en su gestión. Aunque sólo es una conjetura que habría que explorar con otros datos, esto quizá podría explicar el sistemático declive que experimentó su apoyo después del caso Caval, un escándalo de tráfico de influencias en el que presumiblemente estuvieron involucrados su hijo y su nuera. Al golpear tan duramente uno de sus principales atributos -la credibilidad- el efecto de promover iniciativas de política de alto impacto es bastante menor. En el caso de Bachelet, la percepción sobre el desempeño en el cargo importa menos que la credibilidad.
Nuestra tercera hipótesis sostenía que el efecto de la evaluación de los atributos personales sobre la aprobación presidencial sería mayor en aquellos que no se identifican políticamente. Debido a que la identificación política actúa como un recurso al evaluar a los presidentes, aquellos que carecen de ese recurso podrían emplear otros -como los atributos personales- para evaluar la gestión presidencial. No encontramos evidencia concluyente en esa dirección. Futuras investigaciones deberán emplear otras variables para intentar capturar este efecto, para determinar si la percepción de las características de los presidentes es un recurso que utilizan los ciudadanos con menos interés o información política, o afecta a todos los ciudadanos por igual. Nuestra cuarta hipótesis asociaba el efecto de la evaluación de los atributos personales sobre la aprobación presidencial al nivel educacional de los votantes. Tampoco encontramos evidencia de que eso ocurra.
Si bien hay amplia evidencia que muestra que la aprobación presidencial está condicionada a variables económicas e ideológicas, la varianza marginal en la aprobación parece responder también a la evaluación que hacen las personas de la ideología de los presidentes, de su género o de sus atributos personales. Aquí hemos mostrado cómo esa evaluación complementa, al menos en el caso de Chile, los modelos ya existentes que dan cuenta de la aprobación presidencial, y que puede ser útil para explicar la aprobación presidencial en toda la región. La forma en que la gente evalúa los atributos personales de los presidentes importa, y las distintas construcciones de liderazgo a partir de atributos diferentes también influyen en cómo se mueve la aprobación presidencial. Cuando los atributos de credibilidad pesan más que los de competencia, un mal desempeño económico del país tendrá menos importancia en la varianza en la aprobación presidencial que posibles escándalos políticos. A su vez, cuando un presidente posee mejores atributos de competencia que de credibilidad, los escándalos deberían importar menos que un mal desempeño de la economía.