Introducción
Hablar de la nueva poesía escrita en tsotsil es revisar qué se ha escrito y quiénes la escriben. Como ocurre en gran parte de los idiomas que se hablan en México y, particularmente, en Chiapas, no son muchos los hablantes que escriben literatura. En cuanto al número de autores, son todavía menos las mujeres que incursionan en esta expresión artística. Aunque vale reconocer que en poesía son ellas las que dominan el género.
Las nuevas voces poéticas cimbran el corazón con sus versos. Estas obras emergen como voces que rompen con lo establecido para ellas en sus pueblos de origen, en donde se necesita, muchas veces, la aprobación de un padre o de una madre para tener una profesión.
En este documento propongo una lectura crítica, a modo de reseña, del contenido y la forma que componen el libro escrito por la poeta Susi Bentzulul, de origen tsotsil de Chamula, y también investigadora en formación. Se trata de una poeta que construye de manera consciente un discurso poético que busca evidenciar una realidad llena de violencia para una mujer controlada por una visión machista y subalternizadora. Ahí radica mi propuesta de lectura, en mirar la obra de Bentzulul como una expresión estética e ideológica que rompe escaparates y vitrinas en que se la coloca por su sexo, vestimenta e identidad. La literatura, en especial la poesía, es una herramienta que sirve para confrontar ideologías, religiones, culturas.
Reviso a continuación dos elementos principales: el contenido y la forma. En un primer mo- mento esbozo el antecedente literario de la poeta, haciendo un breve recorrido de las mujeres pioneras que escriben en tsotsil. En un segundo momento describo los elementos contenidos y la organización de la obra, para terminar con un tercer momento de análisis en el discurso poético.
Debo señalar que mi lectura parte del idioma tsotsil, por ello es que las citas en el cuerpo del texto están en este idioma. Pongo al pie de página la traducción al español hecha por la autora.
Mujeres que escriben poesía en tsotsil
Dentro de la poesía en tsotsil escrita por mujeres debemos mencionar como precursora a Ruperta Bautista Vázquez, originaria de San Cristóbal de Las Casas, con raíces de Huixtán, Chiapas. Ruperta Bautista inicia su trabajo poético durante los noventa del siglo pasado hablando sobre la masacre en Acteal. El poemario “Lunes en el pozo” es quizá la primera expresión poética en tsotsil concebida por una mujer, y aparece en la antología Palabra conjurada. Cinco voces, cinco cantos (Espacio Cultural Jaime Sabines, 1999), junto a Juana Karen Peñate Montejo, Enrique Pérez López, Josías López Gómez y Nicolás Huet Bautista, libro coordinado por José Antonio Reyes Matamoros.
En “Lunes en el pozo” encontramos un lenguaje descarnado que visibiliza la acción salvaje de los paramilitares al masacrar a sus propios vecinos y familiares tsotsiles aquella mañana del 22 de diciembre de 1997. Luego, Ruperta Bautista publica su primera obra personal en 2003, Ch’iel k’opojelal / Vivencias (CELALI), en donde profundiza el tema de la violencia. Más adelante cambia de temá- tica y estilo poético, acercándose a la vivencia cotidiana de las mujeres, de las abuelas, y su relación con la memoria colectiva. De esas obras podemos mencionar Xchamel ch’ul balamil / Eclipse en la madre tierra (CDI, 2008), Xojobal jalob te’ / Telar luminario (Pluralia, 2013) y la recientemente publi- cada por la UNAM, Me’on ts’ibetik / Letras humildes (2020), en la colección El Ala del Tigre.
Enriqueta Lunez, tsotsil de Chamula, es la segunda creadora de interés. Ella ha publicado las obras Tajimolal ch’ulelaletik / Juegos de nahuales (SEP, 2008) y Sk’eoj jme’tik u / Cantos de luna (Pluralia, 2013). En su discurso poético problematiza la existencia de las mujeres en su vida cotidiana, y observa con especial mirada a aquellas que intentan tomar conciencia de la sumisión en que viven, del control mascu- lino sobre su “buen comportamiento”. La autora esboza, en particular en el segundo libro, el erotismo femenino y sus deseos, temas que eran y siguen siendo tabús dentro de la cultura tsotsil.
María Concepción Bautista, de San Cristóbal de Las Casas, es la tercera poeta de relevancia que mencionaré. Cuenta con dos obras publicadas a la fecha: Xch’ulel osil balamil / Espíritu de la naturaleza (Celali, 2017) y Sk’ejimol ch’ulelaletik / El canto de las almas (Coneculta, 2019). La autora explora los elementos poéticos de la naturaleza y su relación con el ser humano, deteniéndose en aquellos momentos de reflexión sobre la existencia compuesta a partir de la concepción del ch’ulel, una noción ontológica que, entre mayas tsotsiles y tseltales, incluye por lo menos tres núcleos básicos: el aliento que permite la vida, el nagual (un tipo de espíritu animal) y la conciencia.
A estas tres mujeres las acompañan hombres que han escrito poesía en tsotsil como Raymun- do Díaz Gómez (Snich Tsantselav, 2007), Manuel Bolom Pale (Sk’inal xikitin / Fiesta de la chicharra, 2017), Mariano Reynaldo Vázquez (Ta jik’ ko’on / Suspiro, 2022) y Alberto Gómez Pérez (K’unk’un lajel / Muerte lenta, 2012), ahora difunto, precursor al lado de Ruperta Bautista.
A la luz de este caminar de la creación poética, a finales de 2022 aparecen dos libros escritos por dos mujeres de origen tsotsil de Chamula: Yip yo’nton jmeme’tik U / Rebelión de la Luna (Pinos Alados, 2022), de Angelina Suyul, y Tenbilal antsetik / Mujeres olvidadas (FCE/FETA, 2022), de Susi Bentzulul. Ambas obras son las primeras publicaciones de cada una, lo cual merece celebrarse leyéndolas.
Una voz poética contra la violencia patriarchal
Susi Bentzulul, nacida en San Juan Chamula en 1995, es la primera mujer de Chiapas en lengua tsotsil cuya obra alcanza una distribución internacional, al ser publicada en una coedición realizada por el Fondo Editorial Tierra Adentro y el Fondo de Cultura Económica11. Tenbilal antsetik es un libro breve de apenas 69 páginas y dividido en tres apartados:
El primero, “Yayijemal ch’uleletik / Almas heridas”, evoca la figura de la abuela, muerta o a punto de morir, como se lee en el poema “Yaya”: “Yaya… / ¿bu junukal ch’en kom ach’ulel? / ¿K’usi laj o avayijel?”2 (p. 14). En este apartado la alusión de un tipo de muerte, más que física, se centra en el olvido: “Vulesun ta ajol k’alal li ak’obale / xvulvun li jlajel ta achikine / xchi’uk staot ti at o’ntone”3 (p. 16). En el resto de los poemas encontramos un tipo de diálogo entre voces desaparecidas y silenciadas, tanto por el peso de una institución que no ejerce justicia como por el acto violento de la pareja; un diálogo que se aleja y se separa entre dos seres en el tiempo: una madre y su hija, una abuela y su nieta. Lo que las une, plantea la autora, es el dolor de ese proceso generado por una muerte violenta, un acto que muestra el lado débil y monstruoso del ser humano.
En el segundo apartado, “Pojbil nopbenal xchi’uk takupal / Cuerpos y sentimientos despojados”, encontramos un enfoque distinto. La voz lírica se vuelve denunciante y se dirige a parentescos específicos: el hermano y el padre como ejecutores de una violencia de la que pocas veces se habla, común en muchas culturas y familias. Las mujeres son víctimas de estas vejaciones y muy pocas veces tienen el recurso para visibilizarlas. Por ejemplo, en el poema “Jun sob”, dice: “Jotbil jbek’tal chataun / xchi’uk ts’isbil ke ta xi’el. // Chataun ta buluchib ja’vilal / li jbek’tale ma’uk ku’un: / la yilbajinikun jbankiltak”4 (p. 30), en donde los hermanos son los responsables de un tipo de ataque violento.
En otro poema, “Ta jchopolk’opta li jtote”, dice: “Ta jchopolk’opta li jtote yu’un la slilinbun jbek’tal./ La jmuk jlo’il ta smukenal jyaya. / Oy k’usi chtuib ta yut jbek’tal: / ja’ jna’ li jvaechtak ta xk’a’e”5 (p. 34). En este texto, quizá el más logrado por su contundencia, el padre es señalado por su propia hija como victimario, algo que no se había tratado en la poesía en tsotsil. Esta propuesta poética es la ruptura de un silencio, de un miedo que no se disipa y una escritura que se atreve a colocar sobre la mesa el papel del padre que violenta a sus hijas, del hermano que viola a sus hermanas, con un lenguaje cotidiano y desnudo de artificios retóricos.
En el tercer apartado, “Ts’ijil ayejetik / Voces silenciadas”, la voz lírica se transmuta en la ex- presión de un dolor físico, de un cuerpo violentado, ya sea de una niña, de una joven o de una madre. Esto podemos verlo en el poema “Jech k’uyelan yantik tsebetik”: “Oy buch’utik la smajikun, / jutuk xa kuxul la skomtsanikun / yayijem li jchutake (sic) / xchi’uk la svol sba jch’ich’el ta sk’unil jbek’tal”6 (p. 52). En estos versos, como en los demás que conforman la sección, la cosificación del cuerpo es evidente en un espacio en donde se inscribe la peor parte del ser humano, la expresión de poder. Este cuerpo y su invisibilización en un lugar muy significativo, el baldío, componen el sentido dialógico del libro. El cuerpo y la tierra como espacios vacíos, como lugar infértil en donde lo único que crece es el olvido.
¿De quién es la voz lírica? El discurso ficcional en la poesía
A partir de la idea de José María Pozuelo Yvancos (Teoría del lenguaje literario, 2021), y a su vez basado en Umberto Eco (Confesiones de un joven novelista, 2011) y Phillipe Lejeune (El pacto autobiográfico, 1979), hay un cambio de paradigma en la crítica literaria al pasar de una búsqueda de una poética del mensaje a una poética de la comunicación literaria. El poema no se concibe ya autosuficiente, “el arte por el arte”. En el texto literario se establece un pacto entre el autor y el lector, entre emisor y receptor. Bajo este paradigma Susi Bentzulul, a través del manejo del verso, de la estrofa, el ritmo y la imagen, propios de una forma poética occidental, nos muestra un mundo desencantado.
En el último apartado del libro hallamos un tipo de pacto que debemos imaginarlo como tal: dar voz a las muertas o las desaparecidas. En términos literarios, este ejercicio pertenece a la ficción, propiamente de la narrativa. Es decir, no podemos usar los poemas como referencia o que la autora lo haya vivido directamente. Presta su voz para hacer escuchar a aquellas que no pudieron hablar y que murieron con y en el silencio; enmudecidas. Este libro no es una obra autobiográfica al estilo de Louise Glück, desde la poesía, o Annie Ernaux, desde la narrativa, quienes usan como material de creación su propia experiencia de vida.
En Tenbilal antsetik nos enfrentamos a un discurso ficcional, pues en cada texto la voz lírica se fragmenta y desdobla en puntos de vista como para verse en un espejo, el ojo del otro. Es muy ilustrativo el poema “Kuni me’”, cuando dice: “Kuni me’, / jna’oj ti oyot ta vokolile. / Jna’oj chavok’ita li jlajele / ta jak’ mi chava’i ti k’usi ta xkalbote, / mi ta xk’ot ta avo’nton li jlo’ile”7 (p. 56). Este planteamiento también lo encontramos en los textos “Yalobaltik” o “Cha’biel”, en donde la voz se traslada de una persona viva a una que está muerta o acaba de morir: “Telel ta ach’eltik li jbek’tale / xchi’uk yayijem li jsate”8 (p. 58); o, “Ch-ok’ ta sba jkajonal li jme’e”9 (p. 64). El yo lírico nos convoca a oír y ver, desde otra perspectiva, su muerte, su dolor y la preocupación que deja en sus familiares.
Recordemos también que en la novela Me llamo rojo (1998) de Orhan Pamuk, al inicio de la obra un joven narra la forma violenta en que lo matan a pedradas en un pozo. El personaje, una vez que muere, interpela al lector comprometiéndolo a investigar sobre la identidad de su asesino. Como pago de esta petición, promete revelarnos qué hay más allá de la muerte.
Este discurso ficcional nos mete en un juego de alteridad, ya que la voz que nos habla nos interpela en cada verso, en cada estrofa. Por lo tanto, y como lo plantea la propia teoría de la comunicación poética, ¿cómo deben leerse estos poemas?, ¿qué niveles de significación están en juego? Estos discursos, si bien parecen testimoniales, son representaciones configuradas en la poesía. En el poema “Kajonal”, nos dice: “Ta xbajtal ta jbek’tal sjepelul jkajonal / ja’ jch’iel ti chamen xae”10 (p. 42). Los versos que acabo de citar colocan al lector en el lugar de la víctima, en ese cuerpo mutilado y en proceso de descomposición. La voz lírica no solamente evoca, en este juego lúdico de la interpelación, sino que transmuta su posición con el del lector para hacerlo partícipe, hacerlo ver desde dentro el golpe lanzado, el filo de un metal resplandeciente que lacera y mutila el nombre, la respiración del sujeto que habla y oye.
A Susi Bentzulul le toca ahora escuchar a sus lectores. Ellos dirán si este libro tiene un lugar en su biblioteca, en sus pláticas, en sus clases, en sus recomendaciones o en sus recuerdos. Lo cierto es que somos testigos del surgimiento de estas nuevas voces y escrituras que, como todas, buscan pertenecer a su tiempo y, si los lectores así lo avalan, trascender un poco más allá.