Introducción
Las ciencias sociales siempre han estado bajo un proceso de observancia permanente que les otorgua validez frente al prestigio de las ciencias naturales, la cual les es dada por su rigidez teórico-metodológica. La legitimidad de las primeras constantemente se pone a prueba. En el “Informe sobre las Ciencias Sociales en el mundo” de la Unesco (2010) se señala que estas ciencias están en un permanente esfuerzo por adquirir reconocimiento científico, pues la pluralidad teórica que poseen las lleva a una diversidad explicativa acerca de un mismo fenómeno o hecho social, lo cual genera incertidumbre.
El hecho de no poseer un único camino, conceptos con significados universales y no contar con unívocas explicaciones coloca a las ciencias sociales en un estatus de desventaja dentro del mundo de la ciencia. Aunado a esto, se ubica la tensa discusión de la relación que existe entre el sujeto y la estructura. Este entendimiento dividió a los científicos sociales entre quienes creen que los sujetos están constreñidos por la estructura social y quienes consideran que los individuos pueden negociar siempre con las normas y son capaces de dar cuenta del sentido de sus acciones. Asimismo, está la reacia divergencia interna entre las explicaciones filosófico-metodológicas cuantitativas y cualitativas.
En este escenario de esfuerzos por validar constantemente a las ciencias sociales se construyen dos senderos metodológicos: la medición como el mejor medio para asegurar la cientificidad, pues, en palabras de Galileo Galilei, sólo lo cuantificable existe: “Mide lo que se pueda medir; y lo que no, hazlo medible”; y la comprensión e interpretación de símbolos y significados que conforman el mundo de los sujetos.
Contexto histórico de la tensión entre el método cuantitativo y el cualitativo
En la década de 1960 la tensión entre lo cualitativo y lo cuantitativo se exacerbó y dio paso a la disolución del consenso metodológico de las ciencias sociales, generándose así polaridades irreconciliables de diversos tipos: explicación vs. comprensión, objetividad vs. subjetividad, neutralidad vs. participación (Archenti y Piovani, 2007: 2). Estas posturas metodológico-epistemológicas generaron antagonismos severos. La metodología cuantitativa heredera del conocimiento positivista cuestionó siempre la validez y rigurosidad de la metodología cualitativa por romper con el paradigma tradicional de investigación. A pesar de que hacia la década de 1980 esta oposición se aminoró, a partir de que se aceptó que la viabilidad de elegir una u otra correspondía al tipo de problema planteado y a la elección de técnicas más adecuadas para resolverlo; no se solucionó el conflicto de fondo. Entre la comunidad científica social no se logró entender de manera general que ambas metodologías partían de posturas epistemológicas distintas. Por un lado, la metodologías cuantitativas encuentra su raíz en el modelo positivista que rige a las ciencias naturales, en el cual se reconoce un único modelo científico que tiene como fin explicar y predecir hechos sociales de forma numérica o mediante el dato duro, valiéndose del método estadístico; por otro, los métodos cualitativos tienen su origen en la lingüística y la hermenéutica. Los primeros basan su conocimiento en lo observable y lo controlable; los segundos se concentran en la interpretación que las personas hacen de su realidad.
Esta falta de entendimiento que se solucionó parcialmente en el plano de la racionalidad de medios afines continúa trayendo costos en el reconocimiento científico de la metodología cualitativa. Es frecuente que los investigadores avocados al paradigma de lo cuantitativo exijan a sus pares y estudiantes, quienes trabajen desde lo cualitativo, la construcción de variables, indicadores e hipótesis y descarten u otorguen un rango menor a las técnicas de recabación de datos que emplea la metodología cualitativa. En pocos espacios científicos existe un entendimiento profundo y holístico de los métodos cualitativos, y en muchos hay pretensiones de emplearlos, pero con la lógica de la construcción epistemológica de los cuantitativos, lo que genera un grave problema ontológico.
El enfoque mixto, integral o de triangulación
Dentro de la discusión de los debates metodológicos contemporáneos se encuentra el impulso por integrar ambas metodologías, construir un enfoque mixto, integral o de triangulación. Los nombres varían, pero el objetivo es el mismo, conjuntarlas para estudiar un mismo fenómeno y enriquecer su entendimiento, pues la división entre lo cualitativo y lo cuantitativo se considera banal e incluso incorrecto y mera retórica (Archenti y Piovani, 2007), por lo que la tendencia ha sido desarrollar técnicas de investigación que consideren lo cualitativo y lo cuantitativo.
Las posturas críticas a este antagonismo argumentan que ambos métodos son válidos; la diferencia estriba en que por su propia naturaleza a veces son recomendables para ciertos casos y para otros no. Todo está en función del problema de investigación y lo que se desee investigar.
De acuerdo con esto, la idea de la triangulación tiene como finalidad usar de manera conjunta dos o más métodos para investigar un mismo problema, porque incrementa la confianza en los resultados de las investigaciones. No obstante, la combinación de las metodologías no ha sido siempre tan exitosa como se esperaba, ya que en diversas ocasiones se refuerzan las limitaciones y se multiplican los sesgos. Mucho se debe a que los investigadores no tienen claridad en la manera sobre cómo realizar la combinación metodológica (Bryman, 2006).
Por lo anterior es preciso conocer los modos adecuados e inadecuados de combinar los métodos. Las formas más usuales han sido el empleo de lo cualitativo en las fases exploratorias, y la utilización de lo cuantitativo para la comprobación de hipótesis y el establecimiento de regularidades, así como el uso conjunto de ambos métodos para investigar las relaciones entre casos micro y macro (Bryman, 1988). Por ejemplo, la observación participante tiende a verse marginal en el contexto de la recopilación de datos de los científicos sociales frente a la encuesta social. La tendencia es verla como un procedimiento de desarrollo de intuiciones e hipótesis, las cuales posteriormente serán comprobadas por técnicas de un orden de mayor rigurosidad, como lo son la encuesta, el experimento, entre otras (Bryman, 1988).
Para Archenti y Piovani (2007), la triangulación no ha logrado cerrar la brecha entre estos dos métodos, pues no se ha conseguido una articulación ni integración favorable, y prevalece el riesgo de que se convierta en una moda metodológica, pues se piensa que es mejor emplear en las investigaciones los multimétodos que el monométodo, y se ausenta la reflexión crítica de los profundos problemas metodológicos y del porqué se toman las decisiones de emplear los dos.
Bryman (2006) investiga la elaboración de artículos que combinan ambas metodologías y encuentra que la disciplina que más utiliza este tipo de conjugación es la sociología, con 27%, seguida de las conductas organizacionales, 23%, muy alejada de ellas la geografía, 8%, y los estudios culturales, 7%, lo cual revela que los multimétodos son más utilizados en unas disciplinas que en otras: esto se debe a la propia naturaleza de los objetos de estudio.
Esta misma investigación señala que América del Norte contribuye en 49% con estos tipos de investigaciones; Europa y Australia, 8 y 7%, respectivamente, y Asia, África y América Latina sólo con 3%. Cabe señalar que el sesgo que existe es que el autor sólo buscó publicaciones en inglés. Sin embargo, hacen evidente que son escasas y de corte muy específico las disciplinas que combinan ambas metodologías; ni siquiera la sociología hace un uso importante de ella, y en cuanto a su empleo por regiones a nivel mundial, América Latina es muy incipiente en su aplicación, lo que indica que no es una modalidad de investigación que se explote de manera considerable y de la que se tenga vasta experiencia.
¿Qué metodologías enseñan las universidades?
Morçöl e Ivanova (2009) elaboran una síntesis de los estudios hechos desde la década de 1980 hasta 2003, que tuvieron como finalidad conocer qué tipo de oferta metodológica ofrecían las universidades estadounidenses en sus cursos de maestría en ciencias políticas y políticas públicas. Estas investigaciones muestran que de los 71 programas principales de posgrado estudiados, dos tercios ofrecen estadísticas avanzadas, y sólo dos quintas partes métodos cualitativos.
Estos mismos estudios señalan que los métodos de investigación cualitativa utilizados por los científicos políticos en el ámbito laboral, no los aprendieron en sus programas de maestría. Los autores presentan otras investigaciones de programas de doctorado donde las conclusiones son, en esencia, las mismas: una gran mayoría de ellos enseñan cursos de métodos cuantitativos, frente a una minoría muy pequeña que oferta métodos cualitativos o cursos de filosofía de la ciencia. Por ejemplo, los métodos cuantitativos son frecuentes en la formación de profesionales de análisis de políticas públicas; ahí se prioriza la enseñanza de: encuestas, análisis de regresión, análisis de costos y beneficios, lo que a consideración de Morçöl e Ivanova (2009) refleja coherencia entre los métodos utilizados por los profesionales de la política y lo enseñado por los profesores.
En lo que se refiere a los libros de texto sobre metodología de la investigación, hoy en día dominan en el mercado editorial aquellos que construyen sus contenidos en función del método de investigación científica positivista. La didáctica del proyecto de investigación la centran en el método científico tradicional y, como es lógico, en esa estructura se les enseña la formulación de hipótesis, la elaboración de variables, de población y muestra, y con ello una vía única de aprehender los fenómenos sociales. Lo anterior revela que aun cuando se afirma que en las últimas décadas los métodos cualitativos han ganado terreno, tanto en el ámbito académico como en la práctica el dominio continúa siendo del positivismo. Prevalece un gran desequilibrio entre el número de métodos cuantitativos y cualitativos que se enseñan en los posgrados de estudio de políticas públicas en Estados Unidos.
Cuando trabajos de este tipo reflejan los desequilibrios existentes en la enseñanza y aplicación de las metodologías cuantitativas y cualitativas, se empieza a comprender por qué la triangulación metodológica es poco exitosa, o bien por qué en esa combinación de uso se emplean los métodos cualitativos sólo como estrategias para la elaboración de las aproximaciones exploratorias, pues su enseñanza es inexistente, de bajo rango y no hay una comprensión integral de lo que es la metodología cualitativa ni una valoración de su grado de cientificidad. Esto se encuentra fuertemente vinculado con la incertidumbre de si ésta es capaz de producir conocimiento completo y práctico por sí misma.
Desaciertos epistemológicos en la comprensión de las metodologías
Es preciso analizar la manera como se concibe la metodología cualitativa y en consecuencia la forma cómo se emplea en investigaciones de triangulación. Por lo general domina un grave error: confundirla con las técnicas de recopilación de datos, es decir, considerar que la observación, los cuestionarios de preguntas abiertas y las entrevistas son en sí la metodología cualitativa. Blanco menciona que “la prioridad [del enfoque cualitativo] es la descripción, análisis y explicación de lo interesado de forma holística y lo más natural posible […] por eso es imperativo el uso de cuestionarios que contengan preguntas ‘abiertas’, que recojan el profundo sentir de los entrevistados” (2006: 36).
En ese enunciado existen dos desaciertos importantes: 1) la prioridad de la metodología cualitativa, a diferencia de la cuantitativa, no es explicar sino comprender; la interrogante central es el cómo, no el por qué, ésa es la base epistemológica de su diferenciación y acercamiento con sus objetos de estudio, y 2) aplicar cuestionarios de preguntas abiertas o realizar entrevistas no es hacer metodología cualitativa, estas herramientas son algunas de las tantas técnicas de las cuales se valen las metodologías cualitativas y por tanto no son sinónimos. Se pueden aplicar algunos de estos instrumentos pero, si los datos recabados no son analizados desde la perspectiva de algunos de los enfoques cualitativos, no existe una investigación de este corte, pues se carece de los preceptos teóricos que norman el entendimiento científico de la interpretación que hacen los sujetos de sus realidades.
Morçöl e Ivanova (2009) construyen una tabla de clasificación de los métodos de investigación empírica social para la toma de decisiones y planificación en la construcción de la política pública. Ellos clasifican de manera horizontal los métodos de investigación empírica en cuatro subcategorías: diseño, recopilación de datos, análisis de datos y combinación de métodos; y de forma vertical establecen la diferenciación entre lo cuantitativo y lo cualitativo para cada una de estas subcategorías.
En la parte de la recopilación de datos introducen en lo cualitativo los grupos focales, la observación participante y las entrevistas. En el análisis de datos colocan: análisis cualitativo de datos asistido por ordenador; y en la combinación de métodos mencionan: casos de estudio, etnometodología, fenomenología, análisis del discurso, hermenéutica, historia oral, entre otros.
Nuevamente se presenta una errónea explicación de lo que son las metodologías cualitativas y sus técnicas de recopilación de datos, pues no se aclara en el texto que las primeras son marcos de comprensión científica que tienen como propósito indagar cómo los actores construyen y reconstruyen su realidad social mediante la interacción con los restantes miembros de su comunidad, y que prevalece una necesidad de tomar en cuenta la interpretación de sus acciones y de la situación general de su existencia; y tampoco que de esta premisa se derivan diversas corrientes que poseen cuerpos conceptuales distintos de explicación (interaccionismo simbólico, fenomenología, constructivismo, etnometodología, representaciones sociales, historia oral, análisis del discurso, hermenéutica, sociodrama, entre otras), pero que pueden compartir las mismas técnicas; no obstante, a la luz de la metodología con que se analicen dichas técnicas, los acentos se colocaron en lugares distintos. Una entrevista que se construye desde el enfoque fenomenológico será distinta a la que se plantea desde las representaciones sociales y en consecuencia el análisis de los datos tendrá énfasis diferentes.
Escuela | Propuesta metodológica | Técnicas |
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Interaccionismo simbólico | • Estudia al sujeto en su interacción. • El sujeto articula en sus interacciones una estructura simbólica que puede ser entendida. • El comportamiento se encuentra simbólicamente orientado y ese simbolismo guarda la experiencia interna del sujeto. • Son los símbolos y los significados los que permiten la interacción de los sujetos. | • Grupos focales • Entrevistas a profundidad no estructuradas • Observación participante |
Fenomenología | • Es el análisis de la experiencia subjetiva de la vida cotidiana. • La vida cotidiana es la realidad tal y como se ofrece al sentido común de quienes componen ordinariamente la sociedad. • Estudia el sentido que los actores otorgan a su vida cotidiana. • El análisis fenomenológico desentrama las capas y estructuras que conforman el sentido común y se manifiestan por medio de patrones. | • Entrevistas a profundidad • Diarios personales • Dibujos • Observación participante |
Etnografía | • Captar el punto de vista de los sujetos, su posición ante la vida, comprender su visión de su mundo. • En cada cultura los valores son distintos, la gente tiene distintas aspiraciones, cede a determinados impulsos, anhela distintas formas de felicidad. • Cada cultura tiene instituciones que les sirven a los sujetos para conseguir sus intereses vitales. • Estudia las instituciones, los costumbres, los códigos que conforman las culturas. | • Observación participante y no participante • Entrevistas |
Etnometodología | • Es el estudio de los métodos que poseen las personas para interactuar. • Es heredera de la fenomenología y parte de cuatro nociones: 1) Noción de práctica: el actor lego no cuestiona su vida cotidiana, la ve natural, aproblemática, hasta que pasa algo. | • Entrevista no estructuradas • Observación participante |
2) Noción de indexicalidad: es una noción que proviene de la lingüística. Existen vocablos que sólo tienen sentido cuando nos referimos al contexto del hablante. El referir el significado a un contexto específico es su aporte principal. 3) Noción de reflexividad: los actores son reflexivos porque pueden hacerse la idea del otro. Es un proceso en el cual se ve cómo un mundo social se reproduce. “La reflexión sobre mí tiene que ver con el otro”. Las reglas y el orden más que institucionalizarse se actualizan en la interacción de cada situación concreta. 4) Noción de accountability: el sujeto no sólo es reflexivo, sino que también da cuenta de su propia acción, las reglas y los métodos para interactuar con sus semejantes. Supone la capacidad racional y reflexiva. | ||
Representaciones sociales | • Las representaciones sociales se ocupan de la interdependencia de los procesos de pensamiento conscientes (reflexivos) y no conscientes (habituales, automatizados). • Las representaciones sociales son parte de un entorno social simbólico en el que viven las personas. Este entorno se re-construye mediante las actividades de los individuos, sobre todo por medio del lenguaje. • Lo social y lo individual son mutuamente interdependientes. • Una representación social es un acto de pensamiento por medio del cual un sujeto se relaciona con un objeto mediante una significación, es decir, le atribuye un signo para hacerlo presente en su mente y este símbolo es reconocido socialmente, construyéndose así las representaciones sociales. • Las representaciones sociales se constituyen principalmente a partir de nuestra propia experiencia, pero también de las informaciones, saberes, modelos de pensamiento que recibimos de la tradición, la educación, la comunicación social. • Sus contenidos son: informaciones, imágenes, opiniones, actitudes que se relacionan con un objeto, ya sea un acontecimiento, un personaje, una situación, etcétera. | • Cuestionario cerrado que permite ser medible y emplear técnicas estadísticas • Cuestionario abierto • Dibujos • Asociación libre de ideas • Entrevistas estructuradas • Análisis de documentos • El enfoque monográfico |
Sociodrama | • Se sustenta en los dramas sociales, y éstos son considerados como unidades del proceso inarmónico o disarmónico que surgen en situaciones de conflicto. • Constan de cuatro fases de acción pública, accesibles a la observación. 1) La brecha de las relaciones sociales regulares gobernadas por normas, la cual ocurre entre personas o grupos dentro del mismo sistema de relaciones sociales, ya sea comunidad, oficina, fábrica, partido político, iglesia, etcétera. Tal brecha está señalada por una infracción pública abierta o por el incumplimiento deliberado de alguna norma decisiva en la interrelación de las partes. La burla a esta norma es un símbolo obvio de disidencia. • El drama social es un detonador simbólico de la confrontación o el enfrentamiento. 2) Después viene la crisis, durante la cual, a menos que la brecha se disipe rápidamente en un área limitada de la interacción social, tiende a extenderse y expandirse hasta formar un antagonismo. 3) La acción reparadora. Para evitar que la crisis se expanda rápidamente entran en acción ciertos mecanismos de ajuste y de reparación formal o informal. Estos mecanismos varían según el tipo y la complejidad, de acuerdo con factores como la profundidad, el significado social compartido de la brecha, el grado de inclusión social de la crisis, la naturaleza del grupo social dentro del cual se originó la brecha, entre otras. 4) La reintegración del grupo social alterado o en el reconocimiento y la legitimación de una escisión irreparable entre las partes en disputa (Turner, 2002). | • La observación |
Fuente: elaboración propia.
Las técnicas por sí solas, sin el acotamiento de una metodología cualitativa en específico, no dicen nada. Los datos deben ser analizados a la luz de una corriente cualitativa; es decir, a través del filtro de una estructura epistemológica que conforma la propuesta metodológica que se haya elegido. En este sentido, el contenido del apartado “análisis de datos” que emplean Morçöl e Ivanova (2009) está vacío de contenido.
Por otra parte, analizar desde el enfoque cualitativo no es introducir los datos a una computadora y contar el número de conceptos que se repiten, los programas existentes son herramientas tecnológicas que ayudan a un tipo de análisis pero no hacen análisis en sí.
Cuando los autores señalan la combinación de métodos y establecen los ya mencionados en párrafos anteriores, efectivamente, se está hablando de las diferentes corrientes metodológicas cualitativas que existen, pero la manera aislada como los colocan en el cuadro muestra que no tienen ninguna relación con las técnicas y mucho menos se entiende su función en la recolección de los datos.
Este tipo de desaciertos metodológicos son frecuentes en las tesis de posgrado, tanto de maestría como de doctorado, específicamente en las áreas de ciencia política y administración pública, donde se carece de una formación sólida en metodología cualitativa. A menudo los estudiantes construyen un marco teórico para analizar cuestiones de ciudadanía, comportamiento electoral, evaluación de política pública, etcétera, y en el desarrollo de su investigación les resulta necesario aplicar entrevistas o realizar grupos focales, lo hacen e introducen los datos sin ningún filtro de los enfoques metodológicos, porque creen que por ser palabras y no números con lo que están trabajando es un enfoque cualitativo.
Gabrielian, Yang y Spice (2008) de forma muy acertada comentan que lo que no es cuantitativo no es necesariamente cualitativo, y viceversa, y citan el ejemplo de los economistas Coase y Hirschman, quienes no emplearon estadística ni matemáticas en su trabajo, pero no por eso su trabajo es cualitativo, más bien, se ubica dentro de lo que se llama conocimiento ordinario.
Se pueden ubicar tesis que trabajan tipos de liderazgo dentro de un partido político, que revisan teoría de partidos, tipos de liderazgo, nuevo institucionalismo, y desde ese marco teórico revisan los estatutos de los partidos, sus situaciones de coyuntura y sus líderes, y no por ello se está haciendo metodología cualitativa.
Este tipo de confusiones importantes es lo que ha demeritado el peso científico de la metodología cualitativa y la ha llevado a un uso secundario dentro de los métodos mixtos o de triangulación, pues si son vistas como técnicas de investigación es evidente que carecen de un piso teórico que permita el análisis de los datos. La falta de entendimiento de lo que es en sí la metodología cualitativa se explica a partir de muchas aristas, como se ha venido revisando aquí, y el desconocimiento de sus orígenes no es la excepción. Gabrielian, Yang y Spice (2008) señalan que los métodos cuantitativos se originaron de las ciencias naturales, como la física y la química, por ello su naturaleza es establecer relaciones causales generalizables a una población más amplia. En tanto que los métodos cualitativos tienen sus raíces en las artes y humanidades y la investigación clínica.
Bases epistemológicas de lo cualitativo y lo cuantitativo
Sobre esto último resulta necesario hacer precisiones muy puntuales. La metodología cualitativa encuentra sus bases teórico-filosóficas en la sociología interpretativa, y ésta, a su vez, se vio influenciada por el enfoque interpretativo etnográfico. Bronislaw Malinowski (1884-1942), junto con otros antropólogos, rompió con la corriente antropológica dominante del siglo XIX: el evolucionismo, la cual consideraba que las distintas sociedades primitivas debían seguir el modelo de desarrollo de las instituciones europeas más avanzadas.
Malinowski (1975) pretendía capturar el punto de vista que los indígenas tenían de la vida, comprender su visión de su mundo, pues reconocía que cada cultura posee valores distintos y la gente, por tanto, tiene distintas aspiraciones y, por ende, anhela distintas formas de felicidad. En cada cultura existen distintas instituciones que le sirven al hombre para conseguir sus objetivos, diferentes costumbres que le ayudan a satisfacer sus aspiraciones, distintos códigos morales y legales que recompensan sus virtudes y castigan sus faltas. Por tanto, su objetivo fue estudiar esas instituciones, costumbres y códigos.
Este tipo de estudio exigió al antropólogo vivir en la comunidad durante un periodo largo y el consejo era aprender la lengua nativa. Así, mientras en las décadas de 1920 y 1930 los antropólogos exploraban las técnicas del trabajo de campo, los sociólogos estadounidenses empezaron a hablar de “sociedad” y “socialización” en vez de “cultura” y “aculturización”; su perspectiva coincidía con el nuevo pensamiento antropológico.
Inspiradas en las filosofías subjetivistas, interpretativas y fenomenológicas de origen europeo (Dilthey, Bergson, Weber, Husserl), surgen en Estados Unidos diversas corrientes conocidas como microinteraccionistas, interpretativistas o cualitativas, las cuales no aprobaban la uniformidad y el determinismo de las visiones positivistas de los fenómenos sociales, sino que creían en la capacidad de los sujetos para construir y reconstruir su realidad social (interaccionismo simbólico con Herbert Blumer en 1938 y fenomenología social con Alfred Shutz en 1932). No obstante, estas corrientes derivan de tradiciones hermenéuticas, es decir, del conjunto de posiciones epistemológicas que parte de la tesis de que las ciencias sociales no buscan explicar ni predecir las acciones sociales, sino interpretar su significado.
Las ciencias sociales recurren a la comprensión que involucra la “experiencia interna” del sujeto (Verstehen en Dilthey), o bien, los procesos intersubjetivos como aprendizaje de reglas sociales (Weber y Winch) o interacciones comunicativas (Gadamer, Ricoeur, Habermas). Para estos nuevos enfoques de estrategias de investigación, las ciencias sociales recurren fundamentalmente a criterios heurísticos que escapan a la lógica de la verificabilidad o de la refutabilidad empírica. Las diferentes posiciones hermenéuticas contemporáneas comparten en términos generales las tesis anteriores, pero es necesario decir que entre ellas existen importantes diferencias respecto al significado de las acciones y al proceso de interpretación.
En los inicios de la década de 1960 se dio la crisis de la racionalidad científica, específicamente la del modelo naturalista, esto llevó a la recuperación de otras tradiciones de pensamiento político y social: el regreso de la hermenéutica, la renovación del estudio de los pensadores clásicos y la revalorización de las metodologías cualitativas de investigación empírica, lo que produjo nuevos escenarios para la filosofía de las ciencias sociales.
El nuevo imperativo para los científicos sociales fue tratar con un universo simbólico que se ofrecía a la interpretación y reclamaba un esfuerzo dialógico: el científico social intérprete era interpelado no por una realidad “externa”, sino por alguien semejante a él, y lo que interesaba es lo que decía esa “realidad social”, presentada ya sea en forma de texto, práctica o como palabra hablada.
La hermenéutica destacó la conformación simbólica de la vida humana y el hecho de que los sujetos en su vida cotidiana se autointerpretaban, y eran los contenidos de esa autointerpretación lo que realmente debía interesar a las ciencias sociales (Lulo, 2002). Entonces, las prácticas e instituciones debían ser entendidas desde una perspectiva lingüística. El entramado que constituyen las acciones de los sujetos, sus relaciones entre sí y con el mundo exterior estaban conformadas por palabras, esto es, el paradigma de aprehensión social cambia radicalmente al tener como unidades de interpretación las palabras, por lo que la captura del significado no podía provenir de la percepción sensorial. El modelo que se estaba configurando apuntalaba al giro lingüístico.
Esta nueva estrategia de investigación tenía como finalidad comprender y no explicar. La comprensión se entendió como una empatía, una suerte de recreación en la mente del investigador de los pensamientos, las creencias, los sentimientos y motivos de su objeto de estudio. Por ello, este tipo de conocimiento recibió la descalificación de los científicos empiristas, pues no se sustentaba en la percepción sensorial, es decir, retaba los parámetros del discurso de verdad científico, y con ello se perdía el control. La preocupación de los positivistas estribaba en la manera en cómo se podía realmente asegurar lo que pasaba en el pensamiento de las personas.
La filosofía del lenguaje junto con la hermenéutica fueron las que dieron respuesta a ese tipo de preocupaciones empiristas. La dimensión intencional de los sujetos fue entendida como una dimensión semántica. Desde la idea del lenguaje se hizo frente al positivismo, y se consideró que toda intencionalidad y comprensión refería al componente lingüístico presente en las acciones humanas.
La hermenéutica establece como tesis que el ser humano que puede ser comprendido es lenguaje, por lo tanto, la comprensión no es un misterio, puesto que los significados se ofrecen al igual que las palabras en un diálogo. Es así como la semántica y no la psicología permitiría alcanzar un nuevo entendimiento de la objetividad. Gadamer y Ricoeur afirmarían posteriormente que: “la comprensión no es en sí un método sino el polo no metódico que junto con la explicación está presente en toda construcción teórica social” (Lulo, 2002: 182). Lo que hace el giro lingüístico en las ciencias sociales, y no sólo en el arte y las humanidades como lo mencionan Yang y Miller, es replantear los parámetros de verdad hegemónicos de la ciencia, establecidos como las únicas fuentes válidas de conocimiento. Obliga al científico social a desplazarse desde la manifestación visible del hecho social de los positivistas hasta su manifestación como objeto textual; es decir, lo que se da es una ruptura epistemológica que atenta contra el predominio de una única forma de conocer.
Como todo discurso hegemónico, la metodología cuantitativa fundamenta su legitimidad en el orden natural. Su perdurabilidad en el tiempo la ha naturalizado al grado de sostenerse como la única vía de rigurosidad científica que puede dar conocimiento, los demás métodos son nociones de menor orden e incluso formas intuitivas, y bajo esta premisa perenne se ha diluido que tanto los métodos cuantitativos como cualitativos son formas interpretativas de investigación; ambos métodos interpretan y cuentan. En el primero las palabras son traducidas a números porque dentro de un mundo donde todo se contabiliza, estos últimos cobran mayor peso; en el segundo las palabras por sí solas tienen valor, y en consecuencia se rechazan los números y se interpretan éstas tal cual (Yanow, 2007).
En un mundo neoliberal con exigencias de construcción de proyectos democráticos, la calidad en el desempeño de las empresas, las universidades, los gobiernos y sus instituciones y demás organismos que componen el sistema social cobra una gran importancia, por lo que se requiere poseer datos que den cuenta de su eficiencia y eficacia, y para ello la medición es fundamental, por lo que son indispensables los métodos cuantitativos. Por ejemplo, para Stone (2002), el predominio de la cuantificación en el análisis de las políticas públicas se explica por la naturaleza de las relaciones de poder en los sistemas políticos; dice que los actores políticos poderosos utilizan números para reforzar sus autoridades, crear ilusiones y obtener los resultados deseados. En este entendido los datos duros resultan menos refutables que las palabras, aun cuando ambos son símbolos y signos sujetos de interpretación y manipulación.
Reflexiones finales
Para una integración más equilibrada de ambas metodologías es necesario entender los sustentos epistemológicos y filosóficos de ambos métodos, y así lograr dos acciones en concreto: 1) reconocer las diferencias de sus paradigmas para no extrapolar sus constructos y pretender trabajar con ellos dentro de lógicas diferentes, y 2) no confundir las técnicas de recopilación de datos como la entrevista, la observación participante, los grupos focales, entre otras, con metodología cualitativa.
Es necesario entender la diferencia entre lo que son los trabajos que integran las multitécnicas y los transdisciplinarios. Los primeros sólo harán un collage de técnicas al emplear diferentes herramientas de recolección de datos, pero su enfoque estará centrado ya sea en el positivismo o en el interpretativismo sin ningún diálogo entre ambos, mientras que los segundos tratarán de integrar la construcción de su problema de investigación desde ambos enfoques para conformar una interacción permanente y simultánea durante todo el proceso. Algunos autores, como Savage (2009), se refieren a esta integración como un “ensamblaje descriptivo”.
Asimismo, no se puede pasar por alto que el desequilibro en el uso horizontal de ambas metodologías encuentra su origen en la escasa enseñanza que aún se hace del enfoque cualitativo en los estudios de posgrado. Como se discutió líneas anteriores, en los posgrados hay una supremacía por enseñar lo cuantitativo, porque es lo que cobra valor en un contexto donde el dato duro se observa como contundente e inapelable, aunque sea también una interpretación y representación de una realidad social. No obstante, al naturalizar los números como explicaciones objetivas, que surgen de fórmulas exentas de los juicios humanos, la enseñanza en las universidades prioriza las prácticas metodológicas de lo medible para responder a los estándares hegemónicos de exigencia, en detrimento de otras formas de investigar y conocer, lo que implica que no se enseñe la metodología cualitativa, o bien, se enseñé poco y con altos riesgos de desaciertos filosóficos y epistemológicos por lo que se tergiversan sus fundamentos cruciales para su aplicación idónea.
Cuando se enseña la metodología cualitativa con deficiencia se aprende de la misma manera y la práctica que se haga de ella incurrirá en la descripción, en lo laxo, en la construcción de interpretaciones débiles fácilmente refutables y es justo en ese momento cuando pierde validez en el mundo científico, alimentándose la idea de que no es un método serio que se apegue a la rigurosidad.