Introducción
Hablar de reconversión productiva es hacer referencia a un proceso social determinado históricamente dentro del cual aspectos productivos se encuentran influenciados por diferentes cambios externos (Santacruz, Morales y Palacio, 2012) que manifiestan consecuencias, no siempre favorables para la mayoría de la población (Fritscher, 1990). Desde la perspectiva de las políticas públicas, la reconversión productiva se concibe como una estrategia para la competitividad del sector agropecuario, un “proceso a través del cual se incrementa la productividad, se añade valor agregado, se diversifica la producción o se realiza un cambio de cultivos hacia aquellos con mayor rentabilidad” (Arias, Olórtegui y Salas, 2007:9).
Sin embargo, el proceso de reconversión productiva en la agricultura también se ha relacionado con la dependencia de alimentos e insumos y con las recientes crisis alimentarias. En el ámbito local disminuye la variedad y disponibilidad de alimentos en las familias campesinas, ya sea por el incremento en los precios de los alimentos e insumos para cultivarlos o por la sustitución del cultivo de alimentos de autoabasto y comercio local por el de producción de energéticos o insumos que responden a las necesidades del mercado mundial (Chauvet y González, 2013).
Por otro lado, las preocupaciones internacionales en torno a la seguridad económica, energética y ambiental guían a los países a considerar nuevas alternativas energéticas, como el uso de biocombustibles. Ante esta nueva demanda, países periféricos con condiciones climáticas y agronómicas favorables han incentivado, a partir de políticas públicas de reconversión productiva, el crecimiento de plantaciones orientadas al abastecimiento de materias primas para la producción de biodiesel y bioetanol, como la soya, el aceite de palma o la caña de azúcar (German et al., 2011; HLPE, 2013), a pesar de la fuerte presión que ejerce a nivel local sobre el uso de recursos como la tierra y el agua (Friedrich, 2014).
El cultivo de palma de aceite se ha incrementado en la medida en que ha sido considerado por algunos gobiernos de países poco industrializados como una vía para ingresar divisas provenientes de su exportación. Para las empresas es una opción rentable, principalmente por el bajo costo de renta o venta de la tierra y de la mano de obra, la ausencia de controles medioambientales efectivos, el apoyo financiero de organismos multilaterales como el Banco Mundial, y el creciente mercado internacional. Actualmente las compañías industriales trasnacionales como Unilever, Nestlé, Procter & Gamble, Kenkel, Cognis y Cargill dominan el mercado mundial de palma de aceite (PRODESIS, 2005).
Bajo este contexto, grupos de pequeños productores/productoras son impulsados, desde el Estado y corporaciones de diferente origen, a la reestructuración de sus prácticas productivas, a partir del fomento de cultivos, como el de la palma aceitera, orientados a la producción de biocombustibles. Paradójicamente en contraposición al discurso de desarrollo sustentable que le justifica, la expansión de este cultivo ha demostrado que incrementa las contradicciones sociales y ambientales, acentuando las desigualdades y degradando los recursos naturales (Fletes et al., 2013).
En Chiapas las políticas de reconversión al monocultivo de palma aceitera, cuyo destino comercial es principalmente la industria alimenticia y de biocombustibles, se ha promovido, desde el sector estatal, nacional e internacional, mediante diferentes modalidades de apoyo (técnico, financiero e infraestructura) en las regiones de la Costa, Soconusco y Selva, en detrimento de apoyos para la producción de otros cultivos como maíz y frijol, forzando de este modo a poblaciones campesinas e indígenas a reconvertir su producción tradicional (Chauvet y González, 2013; Fletes et al., 2013).
Proyectos de cooperación internacional, como el Programa de Desarrollo Sostenible Integrado y Sustentable en cooperación con la Unión Europea (PRODESIS), promueven la reconversión productiva a palma de aceite en la región Selva de Chiapas, concibiéndola como un buen negocio por la alta demanda mundial de aceite de palma, las condiciones climatológicas favorables, la disponibilidad de tierras y la cooperación del gobierno con recursos (PRODESIS, 2005), siendo este último un elemento fundamental, en tanto que sin los distintos subsidios gubernamentales las plantaciones de palma no serían rentables (Castro, 2009).
Por su parte, el Programa Mesoamericano de Biocombustibles, perteneciente al Proyecto Mesoamérica, se crea como una estrategia para instrumentar esquemas de producción energética descentralizada, comprendiendo la instalación de plantas de biocombustibles y la conformación de una Red Mesoamericana de Investigación y Desarrollo en Biocombustibles (Proyecto Mesoamérica, 2013). En el caso de México, para el abastecimiento de materia prima se estableció el programa de reconversión productiva que promueve el cultivo de jatropha curcas y palma de aceite para la elaboración de biodiesel (Chauvet y González, 2013).
La promoción del cultivo de palma aceitera en México comenzó durante el sexenio 1982-1988 en los municipios chiapanecos pertenecientes a la región del Soconusco. En la década de los noventa el cultivo se implementó en la región Selva, extendiéndose en pocos años a otras regiones de la entidad. A la fecha, las plantaciones de palma aceitera se localizan en 52 municipios pertenecientes a Chiapas, Campeche, Tabasco y Veracruz. El mayor impulso del cultivo se ha dado durante el último lustro; al cierre de 2016 cifras oficiales reportaron una superficie cultivada de 90 118 hectáreas, de las cuales cerca de la mitad se localizan en Chiapas (Figura 1) (SIAP, 2017).
Fuente: elaboración propia con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP, 2017).
Uno de los territorios que históricamente ha sido objeto de las políticas de reconversión productiva es el Valle del Tulijá. Pasando de la explotación forestal a la ganadería extensiva, las tierras sobreexplotadas, ahora ejidos y pequeñas propiedades, se han integrado a la producción de palma aceitera desde la década de los noventa (Nazar, Salvatierra y Zapata, 2008). A partir del fomento gubernamental otorgado a este cultivo, durante los primeros años de este siglo la superficie cultivada de palma aceitera en esta región se ha incrementado en 407 %, contabilizándose 1 454.5 hectáreas en el año 2012 (SIAP, 2017). En las comunidades mayoritariamente choles y tzeltales que conforman el Valle el cultivo se lleva a cabo en pequeñas unidades campesinas de baja competitividad, utilizando principalmente mano de obra familiar (Morales y Salvatierra, 2012).
La promoción gubernamental del cultivo de palma aceitera en las pequeñas parcelas encuentra entre sus justificaciones que se lleva a cabo en tierras marginales de baja producción o en terrenos abandonados por la ganadería. Sin embargo, la baja supervisión y asesoría en estos nuevos cultivos pone en riesgo la supervivencia de las pequeñas unidades productivas. Más que reconvertir productivamente las tierras que desde la óptica empresarial y gubernamental son marginales e improductivas, el campesinado pobre es forzado a reconvertir la tierra que le ha sido indispensable para su supervivencia (Nazar, Salvatierra y Zapata, 2008; Chauvet y González, 2013; Fletes et al., 2013).
Las desventajas y los riesgos de la reconversión a cultivos con fines energéticos para el campesinado han sido denunciados incluso por organismos multilaterales como el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario (2012), concibiéndola como una estrategia que, al fomentar los monocultivos a gran escala, atenta contra la biodiversidad y la fertilidad del suelo, repercutiendo negativamente en la población pobre del medio rural. Disminuye su capacidad de asegurar los alimentos y sus medios de subsistencia, poniendo en riesgo sus recursos: “los programas de biocombustibles pueden dar lugar a una concentración de propiedad que podría expropiar de sus tierras a los agricultores más pobres y agudizar su pobreza” (BM, FAO y FIDA, 2012: 586).
Estos nuevos procesos productivos incrementan la posición de desventaja del campesinado y tienden a repercutir diferencialmente al interior de las sociedades, entre otras cosas, por: 1) demandar gran cantidad de recursos (tierra, agroquímicos, agua, etcétera) a los que difícilmente tienen acceso todos los campesinos/campesinas, especialmente las mujeres; 2) ser altamente dependientes a créditos y subsidios que por lo general son limitados e insuficientes para el campesinado, particularmente para las campesinas quienes poseen menos títulos o derechos de propiedad; y 3) la utilización de las parcelas, de las que dependen estrechamente las mujeres para la reproducción social de sus familias (Rossi y Lambrou, 2008).
La evaluación de los efectos potenciales de las políticas de reconversión productiva a palma de aceite debe analizar, desde una perspectiva de género, los comportamientos e interacciones sociales que conllevan estas acciones gubernamentales. En este sentido, ante la política de reconversión productiva a palma de aceite, promocionada como una estrategia gubernamental de desarrollo rural que busca la integración de las pequeñas unidades productivas al mercado, se ha impulsado en el Valle del Tulijá el cultivo de palma aceitera. De ahí que el objetivo de este trabajo sea analizar desde una perspectiva de género, cuáles son las implicaciones que tiene esta política pública en la supervivencia y reproducción de quienes habitan el Valle del Tulijá, Chiapas.
Metodología
Diversos censos y estudios han dado cuenta de la creciente reconversión productiva a palma de aceite en el estado de Chiapas (Nazar et al., 2008; Castro, 2009; Santacruz et al., 2012; Fletes et al., 2013; Chauvet y González, 2013, entre otros). Salto de Agua es uno de los municipios de la entidad en los que se ha establecido en los últimos años el cultivo de palma aceitera en pequeñas plantaciones campesinas e indígenas. Cifras oficiales reportaron un crecimiento mayor a 400 % de la superficie sembrada en el municipio durante la primera década de este siglo (SIAP, 2017).
Para este estudio se seleccionaron tres localidades indígenas pertenecientes al municipio de Salto de Agua: 1) Río Tulijá. Es una comunidad tzeltal, localizada sobre la carretera federal que comunica las ciudades de Palenque y Ocosingo. En esta localidad 78 % del total de las familias siembra palma de aceite e inició la reconversión productiva a partir de 1996; 2) El Tortuguero 2ª Sección. Es una localidad chol situada a orillas del río Tulijá. El cultivo de palma de aceite inició en 1998 y se lleva a cabo por 55 % de las familias; y 3) Las Vegas. Se sitúa a orillas del río Tulijá, su población pertenece a la etnia chol y se reportó que la mitad de las familias de esta localidad siembran palma de aceite, iniciando el proceso de reconversión productiva en 2003.
La metodología utilizada fue de tipo mixta. Se valió de métodos cuantitativos y cualitativos a través de un modelo de dos etapas. La primera contempló el aspecto cuantitativo de la investigación mediante el uso de la encuesta. Se diseñó un cuestionario estructurado específico para este estudio con el objetivo de recabar la información que permitiera conocer el contexto local e identificar transformaciones en las relaciones socioeconómicas y de género derivadas de la reconversión productiva. Durante la segunda etapa se realizó un abordaje cualitativo a través de la entrevista. La entrevista semiestructurada se utilizó para profundizar en los aspectos clave de la encuesta, a la vez que permitió la validación de la misma. El objetivo fue conocer las repercusiones que ha tenido el proceso de reconversión productiva a palma de aceite en la vida de las mujeres entrevistadas, en sus familias y comunidad, a partir de sus opiniones y experiencias personales. El modelo de dos etapas permitió que la información obtenida en la primera fuera validada por la segunda, otorgando mayor soporte y profundidad a los resultados.
Las entrevistas semiestructuradas fueron dirigidas a mujeres jefas de familia o amas de casa pertenecientes al grupo de las familias que siembran palma de aceite en las localidades de estudio. Cada entrevista tuvo el objetivo de profundizar sobre la opinión, experiencia, participación y expectativas de las informantes sobre la reconversión productiva a palma de aceite llevada a cabo en sus parcelas. En total se entrevistaron 14 mujeres seleccionadas con base en su disponibilidad para ser entrevistadas; el tamaño de la muestra respondió a la saturación de categorías en cada localidad. Se encontró que la información obtenida de las entrevistas complementó los datos obtenidos previamente a través de las encuestas, pero sin ofrecer información novedosa. Al ser concomitante con las preguntas del cuestionario, la información obtenida de la entrevista permitió presentarse como complemento de los resultados obtenidos por la encuesta, buscando con ello superar algunos “puntos ciegos” del cuestionario, como las respuestas obtenidas con base en términos normativos o “deber ser” de las informantes.
El tamaño de las localidades seleccionadas permitió la realización de un censo casa a casa en el que se contempló a todas las familias, incluyendo a las que cultivan palma de aceite y a las que no lo hacen. Esta herramienta se aplicó a las madres de familia o jefas de hogar de todos los grupos domésticos de las tres localidades, sumando en total 189 familias entrevistadas, lo que representó una tasa de participación de 95 % (Cuadro 1).
Localidad | Total de familias identificadas |
Número de familias encuestadas |
Número de familias que no participaron en el estudio |
Tasa de participación (%) |
Río Tulijá | 108 | 104 | 4 | 96.3 |
Las Vegas | 35 | 32 | 3 | 91.4 |
Tortuguero 2a Sección | 56 | 53 | 3 | 94.6 |
Total | 199 | 189 | 10 | 94.9 |
Fuente: elaboración propia con datos del trabajo de campo, 2014.
El análisis de la información recabada a través de la encuesta tuvo un alcance exploratorio, descriptivo y relacional. Se utilizó el programa estadístico para ciencias sociales Statistical Package for the Social Sciences (SPSS), analizando diferentes distribuciones y cruces de variables. La exploración de datos contempló medidas de tendencia central y de dispersión, principalmente media aritmética y desviación estándar. Se recurrió a la prueba de ji cuadrado (X²) de independencia con un nivel de confianza de 95 % para identificar la existencia o no de asociación entre variables socioeconómicas, buscando relacionar el sexo de la población y otras variables categóricas como la condición de lectoescritura, nivel educativo, bilingüismo, ocupación, titularidad de los recursos y disponibilidad de tiempo libre. Los datos permitieron comparar la condición de sembrar palma o no con algunas variables socioeconómicas, e identificar alguna asociación o relación estadística que indique diferencias en los niveles socioeconómicos entre las familias que siembran palma en comparación con las que no lo hacen.
Se consideró el análisis de las relaciones de género como elemento crítico para reconocer las relaciones de poder entre hombres y mujeres (Tepichín, Tinat y Gutiérrez, 2010) e identificar la forma en que se definen los derechos, responsabilidades e identidades (De la Cruz, 1998). Estos aspectos, tendientes a variar de territorio en territorio (Sabaté, Rodríguez y Díaz, 1995), llevaron a considerar el contexto local y su relación con el global, las estructuras familiares (parentesco, clase, edad, etnia, religión, condición marital, prácticas matrimoniales), la división del trabajo, de los recursos y de los beneficios, el uso y distribución del tiempo, así como el acceso al poder y a la toma de decisiones.
Resultados
La zona de estudio
El Valle del Tulijá tiene una extensión de 1 289.20 Km², pertenece a la Región Tulijá Tzeltal Chol del estado de Chiapas y se extiende casi en la totalidad del municipio de Salto de Agua. Limita al norte con el estado de Tabasco y con Palenque; al sur colinda con los municipios Chilón y Tumbalá, y al oeste con Tila. El territorio del Valle es fundamentalmente rural y tiene una vegetación de selva alta. Las extensas áreas de bosque y selva deforestadas han provocado la pérdida de numerosas especies de flora y fauna (INAFED, 2010).
Como el resto de la región, el territorio del Valle del Tulijá fue sobreexplotado por colonos, ladinos y compañías, nacionales y extranjeras, bajo la explotación de mano de obra indígena y la extracción de maderas preciosas, plantaciones de frutales, hule, cafetos y, recientemente, por la implementación de la ganadería extensiva, promovida fuertemente por el gobierno durante la década de los años cuarenta, y en los últimos años también por el establecimiento de cultivos orientados a la producción de biocombustibles líquidos, como la palma de aceite, impulsados por políticas de reconversión productiva enmarcadas en un modelo neoliberal de desarrollo económico (Nazar et al., 2008).
Río Tulijá, Las Vegas y Tortuguero, 2ª Sección, son los tres ejidos pertenecientes al Valle del Tulijá seleccionados para este estudio (Figura 2). Se refieren a tres localidades indígenas que presentan alto grado de marginación (CONAPO, 2010). En la mayoría de sus milpas o potreros durante los últimos años se ha llevado a cabo el proceso de reconversión productiva a palma de aceite. La conformación de los ejidos estudiados se ubica durante la década de los noventa, en el marco de la extensión y creación de nuevos ejidos en Chiapas, producto de las negociaciones entre autoridades agrarias gubernamentales y organizaciones campesinas, consecuentes del movimiento social desatado a partir del levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional de 1994 (Reyes, 2008).
Fuente: elaboración propia con datos del Comité Estatal de Información Estadística y Geográfica, (CEIEG, 2017).
La reconversión productiva a palma de aceite en las tres localidades de estudio coinciden con la visita previa de ingenieros y técnicos que dieron a conocer a la población local lo propicio de las condiciones agroecológicas del territorio para el cultivo de palma, así como las ventajas comerciales y productivas del mismo. Las plantaciones se instalaron bajo programas gubernamentales basados en apoyos de una sola vez, que incluían la dotación de plantas, fertilizantes y, en algunos casos, recursos económicos para los gastos que implica el establecimiento del cultivo.
El contexto local
La descripción del contexto local en el ámbito poblacional señala que las localidades de estudio se componen mayormente por una población joven (poco más de 75 % tiene menos de 36 años de edad), con un índice de masculinidad mayor al estatal, encontrando 107 hombres por cada 100 mujeres. Se identificaron dos grupos étnicos principales (chol y tzeltal) y la práctica de diez diferentes religiones, siendo numéricamente más importantes las Iglesias presbiteriana, pentecostal y católica, con porcentajes de 38.4 %, 18.3 % y 15.6 %, respectivamente.
Las tres localidades presentaron un alto grado de marginación e importantes diferencias de género en aspectos como el acceso a educación, bilingüismo, y movilidad espacial. Las mujeres presentaron una posición de desventaja en el acceso a la educación, en la condición de hablar español, saber leer y escribir, y en la movilidad y alcance espacial que conlleva la condición de migración. Se encontró una relación de dependencia estadísticamente significativa (p<0.05) entre el género y la condición de analfabetismo y de bilingüismo.
El análisis del contexto local en el ámbito familiar señaló asimetrías en las relaciones de género con base en las prácticas socioculturales y de poder locales. La mayoría de las familias se conforma a partir de la pareja conyugal, siendo más recurrentes las de tipo nuclear. Las jefas de familia se encuentran al frente principalmente de grupos domésticos monoparentales. La comparación, en cuanto a las condiciones socioeconómicas, entre las jefas y los jefes de familia, reportó que ellas están en condiciones de desventaja al presentar mayores proporciones de analfabetismo y monolingüismo, y menor disponibilidad de recursos productivos y políticos.
La patrilocalidad en las prácticas matrimoniales representó otra condición desfavorable para las mujeres, ya que al interior del grupo doméstico las decisiones y el ejercicio del poder se relacionaron con el género, la edad y el parentesco. Por su parte, la patrilinealidad en el sistema local de herencia se reflejó en el bajo porcentaje de propiedad que poseen las mujeres, en comparación con los varones, contraponiéndose a la mayor cantidad de tiempo que ellas invierten en la realización de sus responsabilidades en el grupo doméstico. La división del trabajo y de las actividades condicionó además del tiempo libre la movilidad espacial, encontrando diferencias entre las actividades y, por tanto, en el espacio de trabajo según la edad y el género.
La ocupación principal presentó estadísticamente una relación de dependencia con el sexo de las personas (p<0.001) y el rango etario al que pertenecen (p<0.001). La distribución por género del trabajo y de las responsabilidades señala que el trabajo doméstico y reproductivo no remunerado recae en 98 % en las mujeres, mientras que el trabajo en el campo, reconocido como la principal actividad económica de la región, está a cargo de los hombres en 97 % de las familias.
La asignación por género de las actividades influye en la toma de decisiones respecto al destino del recurso monetario. Las jefas de familia deciden en 42 % de los casos sobre el gasto familiar y en 15 % sobre los recursos económicos obtenidos de las actividades agropecuarias, en las que incrementa la tendencia a consultar con sus cónyuges o familiares. Por su parte, los jefes de familia deciden sobre el ingreso agropecuario en mayor proporción (31.6 %) que en el gasto familiar (24 %), compartiendo esta última responsabilidad con sus esposas en el 41.1% de los casos.
Otras diferencias por género se observaron en el número de horas dedicadas a las actividades principales por semana, presentándose una relación de dependencia estadísticamente significativa (p<0.001). En este sentido, las mujeres tuvieron una menor disponibilidad de tiempo libre; en tanto, la realización de las actividades domésticas implicaron en promedio 83 horas/semana (s=21 horas), mientras que las agropecuarias tuvieron un promedio 44 horas/semana (s=14 horas).
De manera general, la distribución de la propiedad de la tierra es mayormente masculina, encontrando como poseedores a los padres de familia (79 %), sus padres varones (8 %) y sus hijos (2 %), mientras que la propiedad femenina se refiere a las mujeres solo en su papel de madres de familia (4 %) (Figura 3). En concordancia, la proporción de ejidatarios y ejidatarias es de 94.3 % y 5.7 %, respectivamente, condición altamente relacionada con la participación y representación política de los hombres y las mujeres al interior del territorio. Para la Nueva Ley Agraria de 1992 el ejidatario, ejidataria, es la única figura agraria que puede gozar de todos los derechos agrarios, como la dotación de una parcela, el derecho a las tierras de uso común y a los solares, así como la participación plena a los órganos representativos del ejido y la comunidad (Reyes, 2006); de ahí que la baja participación de las mujeres en las Asambleas Ejidales sea equivalente a poca participación y representación política en la comunidad.
Impacto local de la reconversión productiva a palma de aceite
La interrelación de lo global con los procesos locales se manifestó principalmente en las actividades económicas, la distribución del trabajo y de los beneficios. En el ámbito económico, las actividades agropecuarias fueron las de mayor importancia. La tierra de labor se utiliza para la siembra de milpa, ganadería extensiva y cultivo de palma aceitera en diferentes proporciones, presentando diferencias en el porcentaje de tierra que las familias destinan a este último, relacionándose con la antigüedad que tiene el cultivo en cada localidad (Figura 4).
El cultivo de palma sustituyó en mayor proporción al cultivo de maíz o milpa (67 %), cuyo destino era el autoabasto y la venta. La milpa, de donde se obtiene, además de maíz, calabaza, yuca, plátano, cacao, chayote, chile y frijol, se presentó como un recurso muy importante para las familias entrevistadas, de ahí que una gran proporción de las unidades de producción que siembran palma destinan una parte de la tierra a la milpa. En Río Tulijá y Las Vegas, poco más de 40 % de las familias que además de cultivar palma hacen milpa destinan 75 % de su terreno a la palma, mientras que en Tortuguero, 2ª Sección, más de 80 % destina menos de la mitad de su tierra a la palma (Figura 5). En concordancia, se reportó la escasez de maíz, especialmente en Río Tulijá y Las Vegas, y su consecuente compra recurrente.
De la milpa se obtiene también la leña que se utiliza como el combustible fundamental para la preparación de los alimentos en 98 % de las familias: en este sentido se encontró que 78 % de las familias con parcela que compran la leña siembran palma de aceite. De la palma de aceite se cosechan los racimos de frutos, que al no tener utilidad en las unidades productivas domésticas, tienen como destino único la venta a las plantas extractoras locales.
El precio que se paga por cada kilogramo de fruta depende, de manera general, del valor dado internacionalmente al aceite de palma, y de manera local varía de acuerdo con la ubicación geográfica y accesibilidad de cada localidad. En promedio, el kilogramo de fruta de palma aceitera era pagado a $1.20, encontrando una variación de hasta $0.40 MN por kilogramo de fruta entre las localidades. Existe una marcada masculinización en el proceso de comercialización de la fruta de la palma; no se reportó algún caso de participación directa de las mujeres en las actividades de compra o venta.
El trabajo en el cultivo de palma se lleva a cabo principalmente con mano de obra familiar. La distribución de las actividades y del espacio se relacionó con el género, el parentesco y la edad. La mayoría de las mujeres que trabajan en la palma lo hacen como una jornada adicional a sus actividades principales en el hogar. A diferencia de los varones adultos, que suelen trabajar en el cultivo cinco o seis días a la semana, las mujeres trabajan no más de dos días a la semana, su presencia en la parcela se relaciona principalmente con el periodo de cosecha que es cada 15 días. El trabajo que ellas realizan en las plantaciones de palma tiene que ver con la limpieza de la parcela y la recolección de la fruta, actividad en la que participan también niñas y niños.
Cerca de la mitad de las familias que cultivan palma heredaron la parcela con el cultivo establecido; en los demás casos la decisión de reconvertir la producción de las parcelas fue tomada principalmente por los varones adultos de las familias. Esta decisión fue compartida con las mujeres, fundamentalmente en su papel de esposas, solo en 30 % de los casos. Las mujeres adultas, madres de familia o esposas comparten las decisiones sobre las ganancias obtenidas de la palma en la mayoría de los casos con su cónyuge o familia; destinan ese dinero principalmente al gasto de la casa y necesidades de la familia.
Impacto diferenciado por género
La FAO (2008) señala que la reconversión productiva orientada a la producción de biocombustibles en los países periféricos puede tener repercusiones negativas para las mujeres rurales al incrementar su marginación y amenazar sus medios de subsistencia. En las localidades estudiadas se encontró que la reconversión productiva a palma de aceite debilita el sistema local de provisión de alimentos, exacerbando el viraje del autoabasto a la monetarización del ingreso familiar.
Al intervenir en la producción y disposición local de alimentos de uso cotidiano como el maíz, el frijol, y otros productos de consumo familiar, el cultivo de palma en detrimento de la milpa implicó consecuencias negativas para las familias, principalmente para las mujeres, quienes se presentaron como responsables de la alimentación familiar. De modo similar, la disponibilidad de la leña, presentada como el combustible más utilizado en la preparación de los alimentos, y al obtenerse fundamentalmente de las milpas y potreros, ve disminuida su accesibilidad, convirtiéndose cada vez más en una mercancía de consumo local de la que dependen particularmente las mujeres para la realización de sus actividades cotidianas.
La consecuente monetarización de las relaciones de intercambio y consumo relegan a las familias, especialmente a las mujeres, a tomar un papel de consumidoras potenciales. La producción del fruto de la palma, cuyo único destino es la venta al exterior, quebranta la relación tradicional de la vivienda y la parcela como unidad productiva, incrementa la brecha entre los ámbitos productivo y reproductivo, que enmarcado en una intensa división sexual del trabajo se traduce en la exacerbación de la exclusión de las mujeres en el ámbito económico-productivo-político aumentando con ello su vulnerabilidad y dependencia.
La monetarización del ingreso familiar margina a las mujeres de los espacios económicos más dinámicos al tener una limitada participación en la producción y venta del fruto de la palma, propiciando mayor dependencia de ellas hacia los programas asistenciales que han tendido a reforzar la subordinación de las mujeres al fomentar la tradicional división sexual del trabajo y el control gubernamental de sus responsabilidades, en combinación con menor participación en la toma de decisiones dentro del territorio.
Coincidiendo con las observaciones de Rossi y Lambrou (2008), quienes señalan que los riesgos que conlleva la reconversión productiva hacia la producción de biocombustibles, tienen diferencias de género; en tanto, las condiciones socioeconómicas, el tipo de políticas públicas, así como las diferentes funciones y responsabilidades genéricamente diferenciadas definen el grado de vulnerabilidad en estos procesos. Se encontró que las políticas públicas que fomenta la reconversión productiva en combinación con las estructurales desigualdades de género tienden a incrementar la vulnerabilidad y exclusión de las mujeres. En este sentido, la desigualdad de género en la propiedad de la tierra se traduce en la reducción sistemática de los recursos en manos de las mujeres, condición histórica que se intensifica bajo las nuevas relaciones productivas y de consumo que conlleva el cultivo de palma de aceite.
El cultivo de palma de aceite no permite que se lleve a cabo en tierras prestadas o rentadas, por lo que tener la propiedad, el control y el uso de la parcela es una condición básica. La pequeña proporción de mujeres titulares de las parcelas refleja, además de su poco poder político y de representación en la comunidad, su escasa participación como beneficiarias de los programas gubernamentales relacionados con la reconversión productiva, como la dotación de plantas, insumos, apoyo económico o créditos para la producción que, se ha dicho, son imprescindibles para la subsistencia de estos cultivos, convirtiéndose en una situación de exclusión que incrementa su vulnerabilidad en el ámbito productivo y económico local.
La obtención de ingresos económicos se identificó como la principal ventaja del cultivo de palma de aceite; sin embargo, se encontró que el ingreso adquirido de estas plantaciones no repercute significativamente en las condiciones socioeconómicas de las familias. A partir de la prueba de ji cuadrada (X²), la relación estadística entre algunos indicadores de marginación y de género diferenciando a las familias que cultivan palma de las que no lo hacen señaló que las asimétricas relaciones de género y las condiciones de marginación social no se han modificado significativamente a partir de la reconversión al cultivo de palma.
El Cuadro 2 muestra algunos resultados de la prueba de ji cuadrada para independencia (x²), que relacionó indicadores socioeconómicos de los grupos domésticos que cultivan palma de los que no lo hacen, reveló que existe una relación de dependencia entre la condición de cultivar palma o no hacerlo con el tipo de material que recubre el piso de la vivienda (p<0.05). En este caso, el análisis de la tabla de contingencia señaló que la mayoría de las familias cuya vivienda tiene piso de tierra no cultivan palma, mientras que la mayor parte de las que tienen el piso recubierto con cemento pertenecen a familias que siembran palma, lo que sugiere que el mejoramiento de estas puede llegar a ser una ventaja de cultivar palma de aceite.
Variable/indicador | Valor de χ2 | gl | Probabilidad (p) | Significancia |
Nivel de hacinamiento | 1.872 | 2 | 0.392 | ns |
Material de las paredes de la vivienda | 1.816 | 2 | 0.403 | ns |
Material del piso de la vivienda | 7.413 | 2 | 0.025 | * |
Material del techo de la casa | 1.598 | 2 | 0.450 | ns |
Tiene refrigerador | 0.157 | 1 | 0.692 | ns |
Tiene estufa | 0.189 | 1 | 0.664 | ns |
Tiene vehículo | 1.561 | 1 | 0.212 | ns |
Migración | 2.937 | 3 | 0.401 | ns |
Tipo de familia | 4.211 | 4 | 0.378 | ns |
Propietario (a) de la vivienda | 10.243 | 5 | 0.069 | ns |
Propietaria (o) de la parcela | 6.932 | 4 | 0.140 | ns |
Decisión sobre el gasto familiar | 7.240 | 6 | 0.299 | ns |
Decisión sobre el ingreso agropecuario | 3.308 | 5 | 0.653 | ns |
N:189, Significáncia: *significativo (p<0.05), ** Significativo (p<0.01), ns: no significativo (p>0.05).
Fuente: elaboración propia con datos del trabajo de campo, 2014.
Conclusiones
El fomento a la reconversión productiva de palma de aceite en las pequeñas unidades campesinas e indígenas tiene diferentes aristas. A pesar del impacto negativo, social y ambiental que conllevan estos cultivos, denunciado incluso por organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas y el Banco Mundial, se encuentra que su promoción y financiamiento desde agentes locales, nacionales e internacionales, públicos y privados ha sido determinante para su desarrollo.
Políticas públicas locales y regionales impulsan el cultivo de palma aceitera a partir de incentivos y programas de apoyo a la reconversión productiva, en detrimento de apoyos para la producción de otros cultivos de consumo familiar y local. Programas de cooperación internacional encuentran favorables condiciones agroecológicas y políticas, como la baja regulación ambiental y la “disponibilidad” de tierras, y recomiendan a los gobiernos locales la implementación de los cultivos como medida de desarrollo rural. Acuerdos internacionales promueven inversiones para la investigación de este tipo de cultivos y organismos como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo otorgan financiamientos para el impulso de estas plantaciones.
Bajo la lógica de tratados internacionales y en el marco de un modelo neoliberal de desarrollo se promueve en las tierras campesinas e indígenas de los países pobres el cultivo de palma de aceite en favor de la demanda del mercado internacional. Este panorama muestra una serie de contradicciones políticas, encontrando que organismos multilaterales, como el Banco Mundial, que a pesar de reconocer los impactos sociales y ambientales negativos del cultivo de palma aceitera se presenta al mismo tiempo como una fuente de financiamiento vital para el establecimiento y mantenimiento de las plantaciones. En concordancia, el PRODESIS, proyecto de cooperación internacional con la Unión Europea, cuyo objetivo es el desarrollo social sostenible, promueve el monocultivo de palma de aceite en la zona de amortiguamiento de la selva de Chiapas.
El impacto que generan las plantaciones de palma aceitera en el territorio estudiado se relaciona con las consecuencias propias de los monocultivos, encontrando dependencia a los requerimientos externos, y relaciones de subordinación al mercado internacional y a programas gubernamentales. Provocan cambios en las relaciones sociales y económicas locales e impactan diferencialmente la vida cotidiana de los hombres y las mujeres. Las implicaciones y riesgos que tienen estas prácticas dependen en gran medida de las relaciones de género existentes y de ellas también las nuevas relaciones y estrategias que se adoptan en la vida cotidiana.
A nivel regional, el contexto sociocultural, económico y político del territorio estudiado es complejo, debido a la histórica sobreexplotación de sus recursos naturales y sociales, la convergencia e intereses de agentes de diversa naturaleza, así como por las condiciones de marginación de la mayoría de sus habitantes. El cultivo de palma de aceite involucra la restructuración social del territorio; en tanto, se integran y actúan en estos, nuevos y diversos actores y actoras con diferentes intereses y posiciones de poder. De acuerdo con las prácticas socioculturales y de poder locales, el análisis del contexto en el ámbito familiar señaló relaciones de género asimétricas que se reflejan en las inequidades entre hombres y mujeres en cuanto a la propiedad de la tierra, la división del trabajo, de los beneficios y del poder, que a su vez tienen implicaciones desventajosas, visibilizadas o no, especialmente para las mujeres cuyas familias han reorientado su producción parcial o total al cultivo de palma.
El cultivo de palma de aceite y su impacto en la disminución de la milpa debilita los sistemas locales de provisión de alimentos y combustibles, con consecuencias negativas para las familias, especialmente para las mujeres quienes son responsables de la alimentación del grupo doméstico. A consecuencia de la reconversión productiva, la monetarización del ingreso familiar mantiene a las mujeres al margen de los espacios económicos más dinámicos, limitando su participación en la producción y venta del fruto de la palma. La desigualdad de género en la propiedad de la tierra para el cultivo de la palma se traduce en la reducción sistemática de los recursos en manos de las mujeres, y una menor participación y representación en la toma de decisiones dentro del territorio.
La obtención de ingresos económicos se manifestó como la principal ventaja del cultivo de palma aceitera; sin embargo, se encontró que el ingreso obtenido de estas plantaciones no repercute significativamente en las condiciones socioeconómicas de los grupos domésticos. Esto sugiere que las políticas que fomentan la reconversión productiva como medida de desarrollo rural, a partir de la monetarización de las relaciones de intercambio y consumo, no han impactado favorablemente en las familias, exacerbando en cambio otros problemas relacionados con las contradicciones sociales al interior del territorio y las desigualdades estructurales de género no modificadas.
El territorio aquí estudiado se muestra como la representación, material y simbólica, de las desigualdades en las diferentes variables contempladas, conllevando al impacto diferenciado entre sus diversos (as) actores y actoras, relacionados en sus diferentes escalas y dimensiones. Se pone de manifiesto que procesos económicos globales, materializados en este caso en las políticas públicas neoliberales, como el fomento a la reconversión productiva a palma de aceite, llevada a cabo en un territorio cuyo contexto socioeconómico y político está genéricamente diferenciado, corre el riesgo de incrementar la desigualdad en su interior y alejarse del discurso de desarrollo rural incluyente.