Estimado editor:
Desde inicios del siglo actual se preveía una nueva pandemia, esta vez en un mundo con mayor globalización donde las barreras de tiempo y lugar ya no lo son tanto para las respuestas de emergencia, entonces puede creerse que el mundo estaría más preparado para afrontarla por ser interdependiente, fortalecido con los avances tecnológicos, la promoción de la participación comunitaria y con el accionar de todos los sectores sociales sobre la base de solidas discusiones en justicia distributiva y con el diseño y empleo de enfoques sanitarios innovadores para el abordaje de enfermedades emergentes.1,2
En las ciudades inteligentes, también llamadas ciudades eficientes, se garantiza, entre otros aspectos, la recopilación de datos en tiempo real de gran variedad de hechos de la vida cotidiana, y participación ciudadana, también se apuesta por la competencia individual, fundamentalmente por la capacidad para aprovechar la tecnología comunicacional siempre dentro de la cohesión social en valores importantes para la comunidad, como proteger su salud ante la aparición de nuevas enfermedades transmisibles, esto minimiza los efectos negativos (propagación y complicaciones) de los esfuerzos sanitarios descoordinados para el control de pandemias, entonces la coordinación de estrategias sanitarias y su comunicación en mensaje únicos y masivos genera en los individuos un sentimiento de control o dominio que felizmente reemplaza el temor, la impotencia y la incertidumbre que los hace adoptar conductas de riesgo en lugar de protección.3,4
Llega en 2020 la pandemia por SARS-CoV-2, un Coronavirus que produce COVID-19 a un mundo con ciudades inteligentes (con Nueva York, Londres, París, Tokio, Reikiavik, Singapur, Seúl, Toronto, Hong Kong y Ámsterdam a la cabeza de la lista), en teoría preparadas para afrontarla por estar las personas en control de su propia salud con gran variedad de herramientas tecnológicas a su disposición; es así que, en la mayoría de las mismas, se reportaron morbilidad y mortalidad, pero inferior a la señalada por aquellas consideradas ciudades tradicionales, atribuible este hecho al rechazo al confinamiento y a la restricción de la movilidad poblacional que generan las medidas no farmacológicas (porque no disponen de tratamiento o abordajes específicos, es una nueva enfermedad) impuestas, principales a tomar ante estas circunstancias.4,5
Entonces el consentimiento social es crucial ante cualquier medida que busque resguardar su salud, porque la intervención sanitaria de seguro será efectiva, especialmente en las ciudades inteligentes, ya que los puntos de estrangulamiento que afectan la intervención sanitaria pueden sortearse con los muchos puntos descentralizados que permiten la tecnología en la estructura social, asimismo, la planificación sanitaria puede ser la más adecuada, pues se cuenta con un marco teórico común sobre el ciclo de vida e historia natural de la enfermedad.4,5 En conclusión, el ingenio de los ciudadanos, el consenso social, la participación comunitaria, el sentimiento de control de la situación, el involucramiento de sectores gubernamentales y de la sociedad en la lucha contra la transmisión, el conocimiento base común sobre la enfermedad y los avances tecnológicos, elementos estructurales de las ciudades eficientemente inteligentes aseguran respuestas sanitarias de emergencia rápidas y con alta probabilidad de éxito en el control de pandemias.