La extraordinaria variación del reino vegetal ha permitido al ser humano afrontar aspectos tan importantes como la salud y la alimentación a lo largo de miles de años. Tal diversidad provee bienes esenciales conocidos para los humanos como alimento, medicinas y materias primas, entre otras, y aquellos elementos desconocidos también llamados ‘opciones de valor’ de la biodiversidad (Futuyama 1995, Faith et al. 2010). De esta manera, el concepto de servicios del evosistema acuñado por Faith et al. (2010) como un complemento del concepto tradicional de servicios ecosistémicos, resalta a la evolución como el proceso generador de dichos bienes y opciones de valor para el bienestar humano y su relación causal con una alta diversidad de linajes (Futuyama 1995, Molina-Venegas et al. 2020, Molina-Venegas 2021). Es así, que nuevos enfoques evolutivos para el estudio de la etnobotánica han emergido gracias al desarrollo de las ciencias ómicas, las técnicas moleculares e informáticas que facilitan la reconstrucción filogenética y la identificación de nodos clave que agrupan especies tradicionalmente utilizadas para fines medicinales (Garnatje et al. 2017).
Las plantas han sido una fuente de medicinas para diversas culturas del mundo a lo largo de toda su historia. Se han documentado sistemas medicinales en Mesopotamia que comprendía unos 1,000 medicamentos derivados de plantas y la medicina egipcia con más de 700 (Borchardt 2002, Sneader 2005, Cragg & Newman 2013). Otros ejemplos milenarios son la medicina tradicional china e hindú (Unschuld 1986, Patwardhan 2005). A partir del conocimiento tradicional en plantas medicinales se han identificado compuestos bioactivos útiles esenciales para la producción de diversos fármacos (Mushtaq et al. 2018). En la actualidad, alrededor de un tercio de los fármacos proceden de extractos botánicos o de sus derivados (Watkins et al. 2015), los cuales existen en diversas presentaciones como polvos, soluciones, cápsulas, comprimidos, pomadas, cremas (Kumadoh & Kwakye 2017, Amrita & Arun 2019, Poulose et al. 2020) y nanoparticuladas (Chen et al. 2020).
Previamente se ha señalado que las propiedades medicinales de las especies vegetales son más frecuentes en ciertos grupos de plantas (linajes evolutivos) que en otros (Moerman 1991, Amiguet et al. 2006, Bennett & Husby 2008. Douwes et al. 2008, Saslis-Lagoudakis et al. 2011a, 2011b). De esta manera se ha sugerido que la búsqueda de nuevas plantas medicinales debe ser dirigida en dichos grupos clave a través del enfoque filogenético, ya que revela las relaciones evolutivas entre especies lo que es particularmente útil para descubrir aquellas con algún potencial desconocido (Saslis-Lagoudakis et al. 2012, Hao & Xiao 2015). Sin embargo, aún son escasos los estudios que exploran la distribución filogenética de plantas útiles en otras partes del mundo (ej. Molina-Venegas et al. 2020, Molina-Venegas 2021) y con recientes aportaciones para México (Díaz-Toribio et al. 2023, De-Nova et al. 2023). Promover un conocimiento más profundo del patrón evolutivo en plantas medicinales resulta fundamental no sólo para comprender los mecanismos de evolución y las relaciones de ancestro-decendencia de las plantas, sino también porque facilita el descubrimiento y el desarrollo de fármacos de origen vegetal. Una bioprospección basada en herramientas filogenéticas que incluya datos etnobotánicos y fitoquímicos puede tener alcances taxonómicos y sistemáticos más amplios y contribuir a identificar linajes evolutivos útiles con mayor incidencia de compuestos biológicos activos y no sólo especies (Rønsted et al. 2012, Mawalagedera et al. 2019). En la presente contribución planteamos la necesidad de aplicar aproximaciones filogenéticas y su importancia para el desarrollo de la etnobotánica en México, así como su impacto en el descubrimiento, aprovechamiento y conservación de recursos medicinales para el bienestar humano. Se presenta una reflexión con ideas, revisadas y originales, que son de valor en la perspectiva de los estudios etnobotánicos y sus vínculos con la ecología y estudios evolutivos.
La medicina tradicional y la herbolaria en México
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la medicina tradicional se define como “la suma de conocimientos, habilidades y prácticas basadas en teorías, creencias y experiencias de diferentes culturas, utilizadas en la prevención, diagnóstico o tratamiento de enfermedades tanto físicas como mentales” (WHO 2018). La enorme diversidad biológica y cultural de México proporciona un excelente escenario para el estudio de prácticas bioculturales que son clave para el descubrimiento de compuestos bioactivos.
De las cerca de 25 mil especies de plantas vasculares que se han registrado en México, entre 3,000 y 5,000 especies (Salazar-Aranda et al. 2013, Sansores-España et al. 2022), nativas e introducidas, son utilizadas como medicinales. Sin embargo, sólo se conocen los principios activos de una pequeña proporción, entre el 1 y 2 % (Salazar-Aranda et al. 2013). Se ha demostrado que una misma especie puede llegar a producir diferentes compuestos bioactivos, lo que resalta la complejidad y riqueza bioquímica de la flora de México. La efectividad de las plantas medicinales se debe a los principios activos de sus compuestos fitoquímicos, que varían en concentración y producción de acuerdo con la especie, etapa fenológica y estructuras de la planta, así como a factores bióticos y abióticos. En la Figura 1 se muestran algunas especies representativas de plantas medicinales mexicanas utilizadas en la medicina tradicional, con algunos ejemplos conocidos como el árnica (Heterotheca inuloides Cass.), el cempasúchil (Tagetes erecta L.), el gordolobo (Pseudognaphalium conoideum (Kunth) Anderb.) y la hierba santa (Piper auritum Kunth).
La herbolaria mexicana es de las más diversas del mundo debido a la riqueza vegetal y cultural que han convergido desde tiempos prehispánicos en nuestro territorio (Salazar-Aranda et al. 2013, Valdivia-Correa et al. 2016, Sansores-España et al. 2022). Esto ha sido documentado en obras antiguas como “Amate-Cehuatl-Xihuitl-Pitli” o en latín “Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis”, con 185 ilustraciones de plantas medicinales, escrito en 1552 por Martín de la Cruz y que posteriormente fue traducido al latín por Juan Badiano. Otros documentos históricos importantes son Historia de las cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún escrito entre 1540 y 1590, así como Historia de las plantas de la Nueva España por Francisco Hernández de Toledo escrito alrededor de 1570. Hoy en día en México, entre 15 y 20 millones de personas tanto en zonas urbanas como rurales utilizan la medicina tradicional (Muñetón-Pérez 2009), esto debido al limitado acceso a servicios de salud. Por su parte, las culturas originarias o indígenas que permanecen hoy en día continúan dependiendo en gran medida de las plantas medicinales para tratar y prevenir una variedad de enfermedades o síntomas (Heinrich et al. 1998, Geck et al. 2020). Es así como los saberes y prácticas culturales de la medicina tradicional, integran un sistema dinámico de generación y aplicación de conocimientos de cada cultura presente en el país, heredado por generaciones a través de la transmisión oral, formando parte de su memoria colectiva y que representan su patrimonio biocultural (Zuluaga & Correa 2002).
En la actualidad son de gran importancia colecciones, catálogos e investigaciones sobre plantas medicinales de nuestro país, con información de calidad verificada por especialistas y de acceso abierto a los diferentes sectores de la sociedad. La principal colección biológica que resguarda la información sobre medicina tradicional en nuestro país es el Herbario Medicinal del Instituto Mexicano del Seguro Social que se fundó en 1978, el cual reúne a la fecha aproximadamente 17 mil ejemplares de 2 mil especies que se han recopilado alrededor de todo el país representativos de la diversidad étnica y florística de México. Sin embargo, también es importante mencionar a las colecciones nacionales como el Herbario Nacional de México (MEXU) de la UNAM, con más de 1,300,000 registros que, si bien no son específicas para la medicina tradicional, incluyen los especímenes utilizados en los principales estudios etnobotánicos en el país. Una colección regional interesante es la del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) que resguarda especímenes de 70 especies que se utilizan en la medicina tradicional Maya. Otras colecciones regionales importantes con especímenes que resguardan información etnobotánica son IBUG, IEB y XAL.
A la par de las colecciones biológicas, las plataformas electrónicas que compilan información impresa en medios digitales facilitan su síntesis y consulta. Un ejemplo es la Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana desarrollada por el Instituto Nacional Indigenista y la Universidad Nacional Autónoma de México entre 1990 y 1994, que reúne información de las principales obras impresas sobre este tema, como el Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana, la Medicina Tradicional de los Pueblos Indígenas de México, el Atlas de las Plantas de la Medicina Tradicional Mexicana, así como la Flora Medicinal Indígena de México. La base de datos Maximino de la Universidad Simón Bolivar (Flores-Camargo & Sánchez-Dirzo 2022) contiene información etnobotánica de 4,382 especies de plantas vasculares (3,792 nativas y 590 exóticas) de las 32 entidades federativas de México. Además, la Secretaría de Salud publicó en 2001 la Farmacopea Herbolaria de los Estados Unidos Mexicanos, donde se determinan métodos generales de análisis y lineamientos técnicos que deben cumplir la elaboración de medicamentos y remedios herbolarios a partir de plantas medicinales. Otra base de datos digital recientemente desarrollado es el Catálogo de plantas medicinales de la región biocultural Huasteca de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (Cupido et al. 2023) que sintetiza información sobre plantas medicinales usadas por la cultura tének para 575 especies, sobre su taxonomía, nombres comunes, así como los síntomas y enfermedades para las que son usadas. Este tipo de bases digitales de acceso abierto son especialmente valiosas para los estudios de bioprospección ya que sintetizan el conocimiento y prácticas tradicionales que de manera convencional han dirigido el camino para investigar especies con potencial biotecnológico.
La aproximación clásica de la bioprospección en el estudio de las plantas medicinales
En 1989 Thomas Eisner planteó el concepto de prospección química, un esfuerzo de colaboración entre conservacionistas, científicos, la industria farmacéutica y los países ricos en biodiversidad para desarrollar productos a partir de la biodiversidad que puedan proveer algún bien tangible para la sociedad (Reid et al. 1993). Más adelante este concepto fue cambiado a bioprospección para describir la búsqueda sistematizada de nuevos productos derivados de la biodiversidad e incluir no solo el rastreo de extractos químicos de organismos sino también sus propiedades genéticas. Hoy en día, la diversidad de conocimientos tradicionales que poseen diferentes culturas puede aportar información para la bioprospección, para el desarrollo de nuevos medicamentos útiles en el tratamiento de enfermedades de importancia mundial como las cancerígenas, cardiovasculares, gastrointestinales, metabólicas, psiquiátricas, respiratorias, virales, entre otras. Por ejemplo, más del 70 % de los fármacos utilizados para el tratamiento de enfermedades infecciosas y el 60 % de los fármacos utilizados en la oncoterapia proceden de recursos naturales (Newman et al. 2003).
Algunos de los compuestos bioactivos más importantes a nivel mundial considerados actualmente como medicamentos comerciales populares proceden de plantas y fueron desarrollados a partir de información etnobotánica y la bioprospección. Resaltan la aspirina de Filipendula ulmaria (L.) Maxim, la codeína, morfina y papaverina de Papaver somniferum L., la colchicina de Colchicum autumnale L., el tetrahydrocannabinol y cannabidiol de Cannabis sativa L., y la vinblastina y vincristina de Catharanthus roseus L. (Prance et al. 1994, Hamilton & Baskett 2000, Joo 2014). Otros casos importantes son el paclitaxel con propiedades anticancerígenas procedente del género Taxus L. y el oseltamivir desarrollado durante la epidemia de la gripe aviar a partir de Illicium verum Hook (Garnatje et al. 2017). Los registros etnobotánicos también condujeron al aislamiento y desarrollo de la artemisinina de Artemisia annua L. como potente fármaco antipalúdico, cuya relevancia fue reconocida con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 2015 (Tu 2011).
De esta manera consideramos que las diferentes regiones de México, con su alta biodiversidad, representa un almacén de posibilidades para la bioprospección, con bienes tangibles y opciones de valor para el bienestar humano. Entre los casos más importantes que ilustran este potencial resalta el descubrimiento de la diosgenina, un esteroide que se encuentra en los rizomas de plantas del género Dioscorea y que fue la base para el desarrollo de la píldora anticonceptiva, la cual mejoró el control de la natalidad en todo el mundo y significó un cambio social durante el siglo XX (Villanueva-Almanza 2021). En la década de 1940 Russell Marker, estudió la especie Dioscorea mexicana Scheidw. para obtener la diosgenina y más adelante supo de la existencia de otra especie cercanamente emparentada, D. composita Hemsl., que produce hasta cinco veces mayor concentración de diosgenina. Este es un caso en donde la bioprospección fue guiada por información basada no solo en el conocimiento etnobotánico sino también en las relaciones evolutivas entre especies al menos de forma indirecta.
Los productos naturales se han desarrollado a lo largo de millones de años de evolución, por lo que cada especie representa una posibilidad única de compuestos fitoquímicos cuyas actividades biológicas pueden llegar a utilizarse para atender problemas de salud crónicos, emergentes y reemergentes (Galm & Shen 2007). En este sentido, las especies endémicas poseen un gran potencial para la bioprospección, con adaptaciones que han generado compuestos bioactivos útiles para la biotecnología. Tal es el caso de Opuntia megarrhiza Rose (Cactaceae) (Figura 2), una especie endémica del desierto Chihuahuense en México, la cual se utiliza como medicina tradicional para el tratamiento de fracturas de huesos tantos en animales de granja como en seres humanos. Recientemente se detectaron 19 compuestos bioactivos volátiles por medio de la GC-MS (Cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas) en cladodios de O. megarrhiza por lo que esta especie y sus parientes cercanos podría representar una alternativa para encontrar compuestos fitoquímicos con potencial para la medicina y biotecnología (Cupido et al. 2022). Casos como este resaltan la relevancia de estudiar otras especies del género Opuntia, cuya diversificación ocurrió en México hace al menos 4.9 millones de años atrás, generando cientos de especies (Hernández-Hernández et al. 2014), lo que exhorta aplicar nuevas técnicas filogenéticas que permitan el descubrimiento de nuevas drogas en linajes diversos y de distribución restringida.
El nuevo enfoque evolutivo en la etnobotánica y la bioprospección
La etnobiología evolutiva es una nueva rama de la etnobiología que busca comprender las interacciones de los humanos y la biodiversidad desde escenarios ecológicos y evolutivos, al integrar información previamente desarrollada y representa una guía para investigaciones futuras en esta disciplina (Albuquerque & Medeiros 2013, Ferreira-Júnior et al. 2022). Esta aproximación reconoce: a) una influencia recíproca entre los sistemas socioculturales y ecológicos, b) la coevolución del ser humano con el ambiente y c) a los atributos bioculturales como unidades de información transmisible a través de las generaciones que combinan aspectos culturales con biológicos (Ferreira-Júnior et al. 2022). Las prácticas bioculturales que van surgiendo y modificándose de generación en generación, promueve que las plantas medicinales se seleccionen y utilicen de forma coherente de acuerdo con su eficacia probada respecto a un uso o padecimiento específico. De esta manera, los atributos bioculturales pueden ser adaptativos en el caso de la selección de una planta que puede favorecer el tratamiento de una enfermedad o no adaptativa cuando la selección de dicha planta no es efectiva para el tratamiento o la enfermedad (Santoro et al. 2018, Ferreira-Júnior et al. 2022).
Este proceso ha operado de manera histórica por miles de años a través del ensayo y error que permitió tamizar aquellas especies efectivas para un tratamiento o enfermedad y sigue operando de manera actual con la búsqueda de nuevos remedios en el que las prácticas culturales se basan en atributos de las especies como el olor, sabor, color y similitudes morfológicas. Estudios etnofarmacológicos han demostrado que las propiedades organolépticas aromáticas son determinantes para el consumo de plantas con fines medicinales en las culturas maya, mixe y popoluca (Heinrich 1998, Ankli et al.1999a, 1999b, Casagrande 2000, Leonti 2011). También se ha demostrado que la morfología de las plantas influye en su preferencia para el uso medicinal, tal es el caso del epazote Dysphania ambrosioides (L.) Mosyakin & Clemants donde el color, tamaño y forma de la hoja, además de las características organolépticas, son criterios de selección para los habitantes mestizos con ascendencia mazateca de Santa María Tecomavaca, Oaxaca, que permiten diferenciar su empleo como condimento o medicamento antiparasitario (Blanckaert et al. 2012).
De acuerdo con Bletter (2007) los factores que llevan a la formación de patrones de uso son generados de dos maneras, por difusión y convergencia (Medeiros & Albuquerque 2015). Los patrones generados por difusión pueden ocurrir por el contacto entre individuos que intercambian información entre poblaciones cercanas o distantes a través de la migración de individuos que transmiten conocimientos a los habitantes de los nuevos lugares. Por otra parte, comunidades diferentes también pueden adquirir el mismo comportamiento de uso de plantas de manera independiente por convergencia (Medeiros & Albuquerque 2015). Con el surgimiento del enfoque evolutivo en la etnobiología, se han desarrollado nuevos términos y metodologías que permiten describir el patrón de agrupamiento filogenético de las categorías de uso de las plantas y poner a prueba de manera explícita hipótesis sobre los procesos que dirigen la evolución de los atributos bioculturales particularmente la convergencia. Previamente, Garnatje et al. (2017) propusieron el término de convergencia etnobotánica para referirse al hecho de que el ser humano da usos similares a plantas incluidas en los mismos nodos filogenéticos. Esta aproximación apoyada en la revolución ómica muestra como la combinación de la información etnobotánica y las tecnologías modernas puede ser usada para identificar nuevas aplicaciones potenciales de las plantas. El uso de esquemas filogenéticos de especies utilizadas en la medicina tradicional puede mejorar las estrategias de bioprospección al identificar los linajes evolutivos en donde se encuentran dichas especies. Las plantas medicinales no se seleccionan al azar por las culturas, sino que presentan un grado considerable de similitud en los atributos deseados (Santoro et al. 2018, Ferreira-Júnior et al. 2022), lo cual ocurre con mayor frecuencia entre especies de un mismo linaje evolutivo y que en su conjunto tienen el potencial para producir sustancias químicas útiles (Saslis-Lagoudakis et al. 2011a, b, Garnatje et al. 2017).
Con todo esto, es cada vez más claro que entre mayor sea el número de linajes representados en un set de plantas útiles mayor será la variedad de atributos biológicos encapsulados en dicho set y por lo tanto será mayor la posibilidad de retener beneficios desconocidos para el futuro y preservar su potencial evolutivo (Molina-Venegas et al. 2020). Los estudios que conectan la historia evolutiva, el conocimiento tradicional y las opciones de valor de la biodiversidad aún son escasos, pero han demostrado que las especies de plantas útiles se concentran en nodos específicos de la filogenia (ej. Rønsted et al. 2008, Saslis-Lagoudakis et al. 2011b, Zhu et al. 2011, Tucker et al. 2019, Molina-Venegas et al. 2020, Molina-Venegas 2021, Díaz-Toribio et al. 2023, De-Nova et al. 2023). De esta manera, se resalta la importancia de aplicar el enfoque evolutivo para detectar y describir patrones como la convergencia etnobotánica y el agrupamiento filogenético de las categorías de uso para revelar los procesos bioculturales implicados en la selección de opciones de valor para la biodiversidad (Hart & Cox 2000, Saslis-Lagoudakis et al. 2011b). No es un hecho desconocido que el ser humano utiliza sólo una fracción de la diversidad vegetal concentrada en ciertos linajes de importancia y se reconoce por ejemplo que las plantas medicinales se encuentran con mayor frecuencia en algunas familias como Asteraceae, Fabaceae o Lamiaceae y varias de sus especies son utilizadas para tratar los mismos padecimientos o algunos similares en diferentes partes del mundo y por distintas culturas (Moerman et al. 1999). Por ejemplo, en el caso de la cultura tének en la región Huasteca de México, este conocimiento incluye 563 especies de plantas medicinales para tratar diversos padecimientos (Cupido et al. 2023, De-Nova et al. 2023). De manera ilustrativa, en la Figura 3 representamos la ubicación filogenética de algunas de estas especies usadas en la medicina tradicional tének.
Aportes futuros del enfoque evolutivo
Tal como hemos mencionado, la identificación de linajes evolutivos de plantas que tienen una mayor probabilidad de producir compuestos fitoquímicos similares o variantes moleculares compartidas resulta más preciso en la actualidad a través de los métodos filogenéticos aplicados a los datos etnobotánicos. La experiencia humana reflejada en el conocimiento tradicional ofrece la base para acortar caminos en la búsqueda de nuevos productos con potencial biotecnológico. La bioprospección evolutiva, como ciencia emergente, ayuda a responder algunas preguntas relevantes que se han planteado desde hace tiempo, tales como: ¿Cuáles son los linajes que contienen más especies de plantas medicinales para una cultura? ¿Qué compuestos fitoquímicos comparten las especies filogenéticamente emparentadas que las hacen efectivas para tratar algún padecimiento? ¿Cuál es el origen evolutivo de los compuestos fitoquímicos en las especies qué son usadas por diferentes culturas para tratar los mismos padecimientos? ¿Qué otras especies emparentadas no reconocidas por el humano pueden ser estudiadas por la bioprospección considerando sus relaciones evolutivas? ¿Cuál es la fracción evolutiva de la diversidad vegetal que una cultura reconoce y valora? La perspectiva evolutiva conecta la importancia de la biodiversidad con el bienestar humano como parte del evosistema (Faith et al. 2010). Es así que sus servicios se manifiestan en la gran variedad de genes, especies, hábitats y ecosistemas que proporciona bienes tangibles esenciales para la humanidad. Hoy en día, aún con tecnologías modernas en diversos sectores de la sociedad, los seres humanos dependemos de un buen número de plantas silvestres, nativas y endémicas de nuestro entorno.
Alrededor del mundo se sigue documentando el uso de las plantas medicinales, sus principios activos, aplicaciones, formas de preparación, toxicidad y su efecto en diferentes modelos in vitro. El reto ahora es encontrar fármacos para tratar enfermedades que ya se consideraban erradicadas, o bien para el tratamiento de nuevos padecimientos o enfermedades emergentes de forma rápida y efectiva. La gran variedad de plantas medicinales, sus usos y sus compuestos requiere de mayores esfuerzos con nuevos paradigmas de generación y aplicación del conocimiento. En este sentido, la bioprospección evolutiva plantea un nuevo panorama para identificar linajes completos con efectos prometedores en el tratamiento de enfermedades de interés mundial. La historia evolutiva de las plantas permite detectar linajes especialmente valiosos para estudios de bioprospección, y entre mayor sea el número de linajes representados por un conjunto de taxones, mayor será la variedad de sus opciones de valor. A medida que las nuevas iniciativas de la búsqueda de compuestos fitoquímicos demuestren mayor interés por los conocimientos tradicionales y se incluya el enfoque evolutivo se podrá comprender mejor el legado natural de bienes y opciones de valor para el presente y el futuro.
Por otro lado, salvaguardar los derechos de propiedad intelectual de los pueblos que originan los conocimientos y prácticas tradicionales de su uso debe tener correspondencia con la comercialización de los productos naturales resultantes y su propiedad intelectual (Melgar-Fernández 2005, Saslis-Lagoudakis et al. 2012), ya que la bioprospección hoy en día se puede llegar a confundir con la biopiratería sobre todo para los países en desarrollo (Dalton 2004). El Protocolo de Nagoya adoptado por el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB 2010) constituye un tratado especializado en la regulación del acceso apropiado de los recursos genéticos y los conocimientos y prácticas tradicionales asociados que además establece medidas y obligaciones relacionadas con el acceso a los recursos genéticos y la distribución de beneficios (Hernández-Ordoñez 2019); sin embargo, aún existen preocupaciones sobre su cumplimiento en diferentes partes del mundo (Watanabe & Teh 2011). México firmó y ratificó dicho protocolo (DOF 2014), lo que obliga a implementar medidas administrativas, legislativas y de política que permitan su funcionamiento en territorio nacional; y a pesar de haber publicado su Primer Informe Nacional Provisional sobre la Aplicación del Protocolo de Nagoya (CBD 2017), nuestro país carece de una legislación nacional para combatir la biopiratería en detrimento de la implementación del tratado. De acuerdo con Hernández-Ordoñez (2019), esta situación señala a México como un paraíso de acceso por la falta de una regulación nacional e inhibe la detonación de procesos nacionales para el desarrollo de protocolos comunitarios bioculturales como instrumentos defensivos de las comunidades. La bioprospección hoy en día representa un desafío legal a nivel mundial de grandes proporciones para cualquier entidad que desee acceder a los recursos biológicos de un país en particular. En este sentido un nuevo enfoque de bioprospección, que incluye a la evolución como el proceso generador de los bienes esenciales actuales de la biodiversidad y sus futuras opciones de valor, permite sensibilizar a la sociedad sobre la herencia biocultural como un proceso que debe ser resguardado y protegido.