Introducción
El incremento de la información disponible sobre la biodiversidad de las Áreas Naturales Protegidas (ANP) ha permitido mejorar la toma de decisiones sobre las acciones de conservación y manejo que se desarrollarán a corto y mediano plazo (Ortiz-Pulido y col., 2010; Larios-Lozano y col., 2017), ya que contar con información actualizada sobre las especies y el estado de los ecosistemas facilita la identificación de amenazas relacionadas con las actividades humanas y/o las posibles áreas de oportunidad, para realizar proyectos de aprovechamiento sostenible, que puedan impulsar el desarrollo local y comunitario (Martínez-Morales y col., 2013).
Las ANP desempeñan un papel clave para la conservación y el aprovechamiento de la biodiversidad, así como para el mantenimiento de los servicios ecosistémicos. En los programas de manejo de las ANP, las tareas relacionadas con los inventarios y el monitoreo de la diversidad biológica constituyen aspectos fundamentales para alcanzar los objetivos de la conservación, de acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP, 2019).
México cuenta con 182 ANP de carácter federal, donde se representan los distintos ecosistemas y especies prioritarias para la conservación (CONANP, 2019). Sin embargo, existen ecosistemas para los que existe poca superficie de protección a pesar de contener una alta biodiversidad (Chapa y Monzalvo, 2012; Sahagún-Sánchez y Reyes-Hernández, 2018). Tal es el caso de los ecosistemas que conforman las selvas caducifolias, cuya representatividad en las ANP a nivel nacional alcanza apenas el 7 % (1 658 419 ha) (CONANP, 2018). De acuerdo con Mendoza-Ponce y col. (2018), en el año 2011 este tipo de ecosistemas ocupaban el 10.54 % del territorio nacional; no obstante, su superficie ha sido disminuida por procesos relacionados con la extensión de la frontera agropecuaria (Vergara y col., 2017; Reyes y col., 2018), por lo que se estima que actualmente la superficie cubierta por selvas secas en el país es de aproximadamente el 9.14 % (Mendoza-Ponce y col., 2018), con las implicaciones que esto tiene para las especies que las habitan.
En general, las selvas caducifolias conforman ecosistemas con una alta diversidad de aves, donde se concentra un importante número de especies endémicas (Stotz y col., 1996; González-García y Gómez-de-Silva, 2003). En estos ecosistemas se ha registrado alrededor del 30 % de las especies de aves terrestres de México, por lo que algunos autores señalan la necesidad de incrementar los esfuerzos de investigación en las zonas poco estudiadas de este tipo de ecosistemas (Vázquez y col., 2009; Ríos-Muñoz y Navarro-Sigüenza, 2012; Navarro-Sigüenza y col. 2014).
En 2013 se estableció un programa de monitoreo comunitario de aves para la Reserva de la Biosfera Sierra del Abra Tanchipa (RBSAT), ubicada en el Corredor Ecológico de la Sierra Madre Oriental (CESMO, 2017), la cual es un área importante para la conservación de las selvas bajas caducifolias y se encuentra en el límite boreal de este tipo de ecosistemas estacionalmente secos en el noreste del país (De-Nova y col., 2018; 2019a). Con el programa de monitoreo se iniciaron los trabajos de registro sistemático de datos para este grupo taxonómico, como parte de las acciones del Subprograma de conocimiento en sus componentes sobre inventarios, monitoreo ambiental y socioeconómico. El programa se construyó sobre la base de la participación comunitaria y tiene como objetivo ampliar la información sobre la avifauna, para determinar los patrones de riqueza, distribución y diversidad de las especies (Sahagún-Sánchez y Castro-Navarro, 2013).
La reserva fue decretada en 1994 y contiene una importante biodiversidad que provee servicios ecosistémicos, entre los que destacan los servicios de regulación, aprovisionamiento y culturales, según datos del programa de manejo publicado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT, 2014; Martínez-Hernández y col., 2017).
Esta ANP es considerada una Región Terrestre Prioritaria para la Conservación (RTP-96) (Arriaga y col., 2009) por su integridad ecológica funcional y como Área de Importancia para la Conservación de las Aves (AICA C-54), de acuerdo con Arizmendi y Márquez (2000) y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO, 2019), por la presencia de especies de aves prioritarias, como la Guacamaya Verde (Aramilitaris) y el Cuervo Tamaulipeco (Corvus imparatus); sin embargo, hasta el año 2013 no existía un registro sistemático que permitiera conocer la riqueza de especies que conforman su avifauna (Sahagún-Sánchez y Castro-Navarro, 2013; Castro y col., 2017).
El objetivo del presente trabajo fue determinar los patrones de riqueza, categorías de endemismo, así como el estatus de conservación y vulnerabilidad de las aves en la Reserva de la Biosfera Sierra del Abra Tanchipa, San Luis Potosí.
Materiales y métodos
Área de estudio
La RBSAT cuenta con una superficie de 21 464 ha y se localiza en el noreste del estado de San Luis Potosí, México (98°53´07” a 99°00´44” W y de 22°04´38” a 22°23´56” N), en la región de la huasteca potosina (Figura 1). Presenta un gradiente altitudinal que va de los 300 m a 850 m y una precipitación pluvial media anual de entre los 1 200 mm y 1 500 mm (SEMARNAT, 2014; Durán, 2018). Los climas predominantes, con base en la clasificación de Köppen modificada por García (2004), son el cálido húmedo (Aw1) y cálido subhúmedo (Aw2), con lluvias en verano y una temperatura media anual de 24 °C. En la región se presentan rocas calizas sedimentarias y suelos de tipos regosol, vertisol, litosol y rendzinas, lo que facilita las infiltraciones y hace posible la recarga de mantos freáticos y cuerpos de agua, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2014).
En la RBSAT se distribuyen especies con afinidad neártica y neotropical, entre las que se encuentran algunas especies emblemáticas e indicadoras, además de especies endémicas y en categoría de riesgo, lo que la posicionan como un punto clave de diversidad biológica a nivel regional (Sahagún-Sánchez y Reyes-Hernández, 2018).
En el ámbito de la ANP existen distintos tipos de vegetación, entre ellos: la selva baja caducifolia, la selva baja subcaducifolia, la selva mediana subcaducifolia y la selva mediana subperennifolia (De-Nova y col., 2018); además, es posible encontrar encinares tropicales, vegetación acuática, secundaria y riparia (Reyes y col., 2018) (Figura 2). Se han registrado cerca de 420 especies de plantas vasculares, que incluyen algunas especies en riesgo como el chamal (Dion edule) y el soyate (Beaucarnea inermis) (De-Nova y col., 2018). En los alrededores del ANP es común la presencia de zonas dedicadas a la agricultura de temporal y de riego, donde predominan cultivos de caña, pastizales inducidos y algunos cultivos de frutales (Reyes y col., 2018).
Trabajo de campo y de gabinete
El trabajo de campo relacionado con el programa de monitoreo se realizó entre julio de 2014 y enero de 2016. Los sitios de muestreo fueron definidos en un taller participativo; con los aliados y monitores comunitarios se consideraron sitios en los distintos tipos de vegetación y cuerpos de agua en la zona, también, las posibilidades de acceso y la situación de seguridad para el tránsito de cuatro monitores y dos investigadores. Entre los sitios seleccionados se consideraron algunas zonas adyacentes que incluyen la presa La Lajilla, que es un cuerpo de agua, relativamente cercano al ANP, y los cultivos de mango al oeste de la presa. Se realizaron seis talleres de formación y capacitación de monitores en las comunidades, para fortalecer las habilidades de los aliados al programa y con el fin de incrementar el número de participantes, además de garantizar una mayor calidad y eficiencia en el levantamiento y registro de datos (Ortega-Álvarez y col., 2015). Posteriormente se llevó a cabo un segundo esfuerzo de muestreo sistemático e intensivo entre junio de 2017 y mayo de 2018, durante la realización de un inventario multitaxonómico financiado por la CONABIO (De-Nova y col., 2019b).
Los registros de aves se obtuvieron por el método de censado de conteo por puntos, que fueron establecidos a lo largo de 13 transectos. Se ubicaron 10 puntos por transecto, para un total de 130 puntos. Los puntos se dispusieron con una separación de 250 m entre sí y un radio fijo de 25 m (Hutto y col., 1986; Ralph y col., 1996). El muestreo matutino inició media hora antes del amanecer y tuvo una duración promedio de 3 h (aproximadamente entre las 6:00 a. m. a las 9:00 a. m.). Se registraron todas las especies de aves observadas y escuchadas durante 10 min dentro y fuera de la circunferencia de cada punto, así como las aves de paso (Hutto y col., 1986). Además, se obtuvieron registros en recorridos a lo largo de transectos en los alrededores del ANP entre las 6:00 p. m. y las 9:00 p. m., para incluir especies que tienen mayor actividad vespertina y nocturna. Al final, se contabilizaron 163 d de trabajo de campo, con un total aproximado de 978 h de observación, a partir de las cuales se obtuvo información en distintos horarios y diferentes temporadas, de forma que se incluyeran registros de aves residentes y migratorias. Para la observación de las aves se utilizaron binoculares 8x42 modelo Diamond back HD 8x42 de la marca ®Vortex y 10x42 modelo Monarch 7 de la marca ®Nikon; y para la identificación de las especies, las guías especializadas para las aves de México (Peterson y Chalif, 1989; Howell y Webb, 1995; Van-Perlo, 2006).
Adicionalmente, se efectuó una búsqueda de información sobre los registros de presencia de las especies de aves en distintas bases de datos que incluyeron: el Atlas de las Aves de México (Navarro-Sigüenza y col., 2003), los recursos de la Infraestructura Mundial de Información sobre Biodiversidad (GBIF, por sus siglas en inglés: Global Biodiversity Information Facility) (GBIF, 2018), que incluyen información de distintos museos y colecciones científicas, así como la plataforma de ciencia ciudadana aVerAves e iNaturalist (CONABIO, 2018; eBird, 2018), cuyos registros fueron filtrados y revisados detalladamente; además, se consultaron distintas referencias bibliográficas, como las de Navarro y col. (2004); Sánchez-González y García-Trejo (2010) y García-Trejo y col. (2019). Dicha información fue incorporada en la lista sistemática de especies.
Se elaboró una lista de especies con base en la secuencia taxonómica de la Sociedad Americana de Ornitología (AOS, por sus siglas en inglés: American Ornithological Society) (AOS, 2020) y los suplementos actualizados hasta el número 61 (Chesser y col., 2020). Para los nombres comunes en español se consideró la propuesta de Berlanga y col. (2015), quienes sugieren la utilización de mayúsculas en las letras iniciales de todas las palabras que componen los nombres de las especies en la lista. Para la determinación de la estacionalidad de las especies registradas se utilizaron las siguientes categorías: residentes permanentes, migratorias de invierno, migratorias de verano y transitorias (Howell y Webb, 1995; Berlanga y col., 2015; García-Trejo y col., 2019). La categoría de endemismo se asignó de conformidad con lo propuesto por González-García y Gómez-de-Silva (2003), donde se incluyen especies endémicas, cuasiendémicas y semiendémicas a México, a las que se sumó la categoría de endémicas a la Sierra Madre Oriental (Navarro y col., 2004).
Las categorías de riesgo para las especies que se encuentran amenazadas, sujetas a protección especial o en peligro de extinción fueron asignadas con base en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010 (DOF, 2010) y su adenda del Diario Oficial de la Federación (DOF, 2019); asimismo, se incluyó la información sobre la lista de especies y poblaciones prioritarias para la conservación (DOF, 2014). Además, se consideró la categorización de acuerdo con la lista roja de las especies amenazadas elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, 2019) y la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES, por sus siglas en inglés: Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora) (CITES, 2018). Adicionalmente, se incluyó información sobre el Acta de Conservación de Aves Neotropicales Migratorias (NMBCA, 2011), así como sobre el nivel de sensibilidad al disturbio de las especies neotropicales registradas (Stotz y col., 1996). Por último, se reporta el valor de vulnerabilidad definido para las especies de México por Berlanga y col. (2015), que considera aspectos relacionados con el tamaño poblacional, la distribución y amenazas en época de reproducción y la tendencia poblacional de las especies para la asignación de un valor en una escala de 4 a 20 puntos, donde un índice más alto indica mayor vulnerabilidad. En este caso se consideró que las especies que tuvieran entre 4 y 9 puntos se encuentran en un nivel bajo, las que tienen entre 10 y 15 en nivel medio y las que tienen entre 16 y 20, alto.
Para determinar si el inventario realizado representa una muestra significativa del grupo estudiado durante el tiempo de muestreo, se generaron curvas de acumulación con las especies registradas en campo con base en los estimadores no paramétricos Chao 1 y ACE, en el programa EstimateS Versión 9.10 (Colwell, 2013), los cuales han sido probados por su eficiencia para estimar el número de especies que potencialmente podrían tener ocurrencia en un área a partir de la abundancia de las especies registradas (Larios-Lozano y col., 2017).
Por otro lado, se asignó a las especies una categoría de acuerdo con la siguiente escala: se clasificó como especies raras a todas aquellas que fueron registradas en 3 o menos ocasiones, especies comunes a las que se reportó entre 4 y 21 veces y especies abundantes a las que tuvieron más de 22 registros (Larios-Lozano y col., 2017). Finalmente, se realizó un análisis de la diversidad de especies por tipo de vegetación con base en el Índice de Shannon, en el programa PCORD V 5.31 (McCune y Mefford, 2006). Posteriormente se calculó la diversidad verdadera mediante la fórmula propuesta por Jost (2006), para lo que se consideró solo a las especies registradas en campo.
Resultados
Se obtuvieron 13 104 registros de distribución de aves derivados del muestreo sistemático en la RBSAT y zonas adyacentes al área de influencia, a los cuales se sumaron 584 registros de ocurrencia de las fuentes adicionales consultadas, para un total de 13 688. Se registraron 279 especies de aves pertenecientes a 185 géneros, 54 familias y 23 órdenes, a partir de las cuales se elaboró una lista anotada sistemática donde se incluyen los detalles sobre su categoría de conservación, categoría de endemismo, estatus de residencia, sensibilidad, vulnerabilidad y abundancia (Tabla 1, Anexo 1). El orden Passeriformes presentó el mayor número de especies, con 146, pertenecientes a 20 familias, seguido del orden Pelecaniformes, con 15 especies y 3 familias, y el de Accipitriformes, con 15 especies y 2 familias. Los órdenes de Charadriiformes y Galliformes presentaron 9 y 7 especies, respectivamente, con 3 familias cada uno (Tabla 1).
Orden | Familias | Géneros | Especies | Endemismo | Categoría de riesgo |
Especies prioritarias |
UICN | CITES | NMBCA |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Tinamiformes | 1 | 1 | 1 | 1 | |||||
Anseriformes | 1 | 9 | 11 | 2 | 11 | 1 | |||
Galliformes | 3 | 7 | 7 | 1 | 5 | 2 | 3 | ||
Podicipediformes | 1 | 2 | 2 | 1 | |||||
Columbiformes | 1 | 6 | 9 | 2 | |||||
Cuculiformes | 1 | 4 | 5 | 2 | |||||
Caprimulgiformes | 1 | 3 | 4 | 1 | 1 | ||||
Nyctibiiformes | 1 | 1 | 1 | ||||||
Apodiformes | 2 | 10 | 11 | 4 | 8 | 1 | |||
Gruiformes | 2 | 4 | 4 | 1 | |||||
Charadriiformes | 3 | 7 | 9 | 3 | |||||
Ciconiiformes | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | ||||
Suliformes | 2 | 2 | 3 | ||||||
Pelecaniformes | 3 | 11 | 15 | 1 | 1 | ||||
Cathartiformes | 1 | 2 | 2 | ||||||
Accipitriformes | 2 | 11 | 15 | 9 | 2 | 1 | 12 | ||
Strigiformes | 2 | 5 | 6 | 1 | 2 | 1 | 1 | 5 | 1 |
Trogoniformes | 1 | 1 | 1 | 1 | |||||
Coraciiformes | 2 | 3 | 5 | ||||||
Piciformes | 1 | 6 | 8 | 1 | |||||
Falconiformes | 1 | 4 | 6 | 2 | 6 | ||||
Psittaciformes | 1 | 4 | 7 | 4 | 7 | 5 | 5 | 5 | |
Passeriformes | 20 | 81 | 146 | 14 | 4 | 1 | 5 | 9 | |
Total: 23 | 54 | 185 | 279 | 25 | 37 | 25 | 16 | 36 | 18 |
Las familias con el mayor número de especies se concentran en el orden de los Passeriformes, donde se destacan las familias Parulidae, con 27 especies, Tyrannidae con 25, Cardinalidae con 16, Icteridae con 13 y Troglodytidae con 9 especies. Para la familia Accipitridae, del orden de los Accipitriformes se registraron 14 especies; en la familia Anatidae, del orden de Anseriformes, 11 especies; en la familia Ardeidae, del orden de Pelecaniformes, 10 especies; en la familia Trochilidae, del orden de Apodiformes, 9 especies; y en la familia Columbidae, del orden Columbiformes, 9 especies.
En la presa La Lajilla fue posible registrar algunas aves acuáticas, en su mayoría del orden Anseriformes y Charadriiformes. En los cultivos de mango cercanos a la presa se registraron concentraciones de poblaciones de Amazona viridigenalis (Loro Tamaulipeco), que utilizan estos sitios como áreas de forrajeo y percha. Por otro lado, en ciertos espacios con selva mediana subperennifolia, en la región de barlovento del ANP, se registró que algunas especies de psitácidos, como Amazona oratrix (Loro Cabeza Amarilla) y Amazona autumnalis (Loro Cachetes Amarillos), han establecido sus dormideros.
A partir de los registros obtenidos por el muestreo sistemático se alcanzó entre el 91 % y 92 % de las especies esperadas calculadas por los estimadores Chao 1 y ACE, respectivamente. Las curvas de acumulación se estabilizaron y son muy similares entre los 2 estimadores (Figura 3). Para el día 163 de trabajo de campo se habían observado 246 especies de un máximo esperado en los muestreos de 272 (~ 90 %).
Durante el estudio se registraron 30 especies que se encuentran bajo alguna categoría de riesgo a nivel nacional, a las cuales se añadieron 7 de fuentes de información externas. Del total (37), 10 se encuentran en peligro de extinción, 8 están amenazadas y 19 se catalogan como especies sometidas a protección especial de acuerdo con la NOM-SEMARNAT-059-2010 (DOF, 2010). Entre las especies en peligro de extinción destacan Spizaetus ornatus (Águila Elegante) y los psitácidos Guacamaya Verde, Loro Cabeza Amarilla y Loro Tamaulipeco; entre las especies amenazadas se encuentran Penelope purpurascens (Pava Cojolita), Geranospiza caerulescens (Gavilán Zancón) y Falco femoralis (Halcón Fajado); y entre las especies sometidas a protección especial Asio flammeus (Búho Sabanero) e Ictinia mississippiensis (Milano de Mississippi). De acuerdo con la lista de especies y poblaciones prioritarias para la conservación, se registraron en la RBSAT 25 especies, principalmente de la familia Anatidae (11 spp.) y Psittacidae (5 spp.).
En lo que se refiere a la lista roja de especies amenazadas de la UICN, Loro Cabeza Amarilla, Loro Tamaulipeco, Amazona finschi (Loro Corona Lila) y Setophaga chrysoparia (Chipe Cachetes Amarillos) se catalogan como especies en peligro; Crax rubra (Hocofaisán), Dendrortyx barbatus (Codorniz Coluda Veracruzana), Guacamaya Verde y Geothlypis flavovelata (Mascarita de Altamira), como vulnerables, además de incluir otras 8 especies como casi amenazadas. Por último y con respecto a la lista de CITES, se registraron 36 especies entre las que destacan de nuevo los psitácidos Guacamaya Verde, Loro Cabeza Amarilla, Loro Tamaulipeco y Loro Corona Lila, que se encuentran en el apéndice I, a las que se suman otras 32 especies en el apéndice II.
Con respecto a la categoría de endemismo de las aves en la RBSAT, se tiene registro de 25 especies, de las cuales 5 son endémicas a México, 10 son cuasiendémicas y 8 son semiendémicas. Asimismo, se registraron 2 especies endémicas a la Sierra Madre Oriental (Glaucidium sanchezi - Tecolote Tamaulipeco y Codorniz Coluda Veracruzana).
De las 37 especies en alguna categoría de riesgo y las 25 endémicas, se registraron en campo 30 y 21, respectivamente. Cabe señalar que 13 de las especies en categoría de riesgo registradas son consideradas abundantes, 7 resultaron ser comunes y 10 raras; por otro lado, 13 especies endémicas resultaron ser abundantes, 1 común y 7 raras, lo que evidencia la importancia de la reserva como un sitio clave para su conservación.
Se registraron 151 especies con afinidad neotropical, de las cuales 4 se catalogan con un nivel de sensibilidad alto y, además, 3 de ellas están en categoría de riesgo (Codorniz Coluda Veracruzana, Dactylortyx thoracicus - Codorniz Silbadora y Mascarita de Altamira). Del resto de especies, 53 tienen afinidad neártica/neotropical, 2 de ellas con un nivel de sensibilidad alto; y 75 especies se catalogan con afinidad neártica. El 22.22 % de las especies presentan una sensibilidad media o alta a los disturbios humanos en los hábitats. Asimismo, se determinó que más del 53.76 % de las especies podrían ser clasificadas con un estado de vulnerabilidad de medio a alto.
En lo que se refiere a la estacionalidad, 179 especies de aves se catalogaron como residentes permanentes, 81 como migratorias de invierno, 8 como migratorias residentes de verano, 11 como transitorias. Del total de especies, 18 están incluidas en la lista del Acta para la Conservación de las Aves Migratorias Neotropicales (NMBCA).
Entre las especies con afinidad neártica, 9 son prioritarias de conservación en el país (Anser caerulescens - Ganso Blanco, Anser albifrons - Ganso Careto Mayor, Spatula discors - Cerceta Alas Azules, Spatula clypeata - Pato Cucharón Norteño, Mareca americana - Pato Chalcuán, Anas diazi - Pato Mexicano, Aythya americana - Pato Cabeza Roja, Aythya collaris - Pato Pico Anillado y Oxyura jamaicensis - Pato Tepalcate), además, el Pato Mexicano tiene categoría de especie amenazada en la NOM-059-SEMARNAT-2010 (DOF, 2010). Otras especies neárticas registradas que se encuentran también en categoría de riesgo fueron el Búho Sabanero y Passerina ciris (Colorín Sietecolores). En la región sobresalen algunas especies con un número alto de registros, por lo que se consideran abundantes en los distintos sitios de muestreo, entre las que se destacan Psilorhinus morio (Chara Pea), Icterus gularis (Calandria Dorso Negro Mayor), Arremonops rufivirgatus (Rascador Oliváceo), Pheugopedius maculipectus (Saltapared Moteado), Melanerpes aurifrons (Carpintero Cheje) y Myiarchus tuberculifer (Papamoscas Triste); las poblaciones de estas especies se mantienen en números constantes durante todo el año y predominan en los ensambles avifaunísticos. En contraparte, las especies con menor cantidad de registros y por lo tanto baja abundancia relativa son Thraupis episcopus (Tangara Azulgris), Cyclarhis gujanensis (Vireón Cejas Canela) y Henicorhina leucosticta (Saltapared Pecho Blanco). No fue posible determinar la abundancia relativa de 33 especies, por provenir de las fuentes externas consultadas. Por otro lado, cabe resaltar que se registraron 6 especies de psitácidos en el campo: Guacamaya Verde, Loro Cabeza Amarilla, Loro Tamaulipeco, Loro Cachetes Amarillos, Psittacara holochlorus (Perico Mexicano) y Eupsittula nana (Perico Pecho Sucio). Adicionalmente, se encontró un registro en eBird (2018) de Loro Corona Lila, colectado en 1948 por Chester C. Lamb.
El análisis de riqueza y diversidad reflejó que la selva baja caducifolia y la vegetación secundaria son los tipos de vegetación que obtuvieron una riqueza mayor (190 y 129 especies, respectivamente), lo mismo sucedió para la diversidad (4.161 y 3.884, respectivamente) y para el número de especies efectivas (64.1 y 48.6, respectivamente). Por el contrario, fue en asentamientos humanos y en encinar tropical donde se presentó el menor valor de riqueza (10 y 16 especies, respectivamente), de igual manera sucedió con el índice de diversidad (2.245 y 2.102, respectivamente) y con las especies efectivas (9.4 y 8.1, respectivamente) (Tabla 2).
S | H | EE | |
---|---|---|---|
Agricultura | 127 | 3.923 | 50.5 |
Asentamiento humano | 10 | 2.245 | 9.4 |
Cuerpo de agua | 47 | 2.890 | 17.9 |
Cultivo de frutales | 40 | 2.596 | 13.4 |
Encinar tropical | 16 | 2.102 | 8.1 |
Selva baja caducifolia | 190 | 4.161 | 64.1 |
Selva baja subcaducifolia | 94 | 3.878 | 48.3 |
Selva mediana subcaducifolia | 74 | 3.514 | 33.5 |
Vegetación acuática | 32 | 2.419 | 11.2 |
Vegetación riparia | 83 | 3.815 | 45.3 |
Vegetación secundaria | 129 | 3.884 | 48.6 |
Discusión
La riqueza de especies de aves documentada para la RBSAT constituye el 52 % de la avifauna registrada para el estado de San Luis Potosí (García-Trejo y col., 2019) y representa el 24.5 % de la avifauna registrada para México, lo que resalta la importancia de la reserva como un área prioritaria para la conservación, además de que corresponde con la estimada para las selvas bajas caducifolias en México (en promedio 255 spp.) (Navarro-Sigüenza y col., 2014). En el contexto regional, la riqueza de aves registrada en la RBSAT corresponde al 53 % de la estimada para la Sierra Madre Oriental (Navarro-Sigüenza y col., 2003) y es comparable con la riqueza registrada en otras ANP, como la Reserva de la Biosfera El Cielo (272 spp.) (Gram y col., 2005), ubicada al noroeste de la RBSAT, en el estado de Tamaulipas, y la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda (335 spp.) (Pineda-López y col., 2016), localizada al suroeste de la RBSAT, en el estado de Querétaro.
En general, las selvas bajas caducifolias se destacan por tener una importante riqueza de especies de aves (Navarro-Sigüenza y col., 2014; Vergara y col., 2017) debido a que son hábitats de un alto número de especies vegetales, que presentan una importante complejidad estructural, estratificación y disponibilidad de alimento, lo que favorece también la presencia de especies migratorias (Ramírez-Albores y Ramírez-Cedillo, 2002), lo cual coincide con lo encontrado en el presente trabajo, donde es evidente que tanto la riqueza, la diversidad y el número de especies efectivas fue mayor en la selva baja caducifolia. Como se mencionó, estos ecosistemas constituyen hábitats críticos para la conservación de especies migratorias, lo que es de particular interés para el desarrollo de acciones concertadas con base en la presencia de especies incluidas en la lista de la ley para la Conservación de las Aves Migratorias Neotropicales (NMBCA, por sus siglas en inglés: Neotropical Migratory Bird Conservation Act) en el ámbito de la reserva (Berlanga y col., 2010; NMBCA, 2011).
Si bien la avifauna de la RBSAT incluye un alto porcentaje de especies residentes permanentes, presenta un importante componente de especies migratorias, lo que destaca la función que tiene la reserva como hábitat para este tipo de aves. El patrón encontrado es similar al registrado en selvas bajas caducifolias de la región de Tomatlán, Jalisco (Ramírez-Albores, 2007), en la cañada del río Sabino en Oaxaca (Vázquez y col., 2009) y para algunos parches remanentes de selva baja caducifolia en la península de Yucatán (Ramírez-Albores y Pérez-Suárez, 2018).
Entre los registros relevantes se destacan el de Halcón Fajado, que se consideraba una especie que había sido extirpada en el norte del país y del estado de San Luis Potosí (Sánchez-González y García-Trejo, 2010) y para la cual se consiguieron varios reportes durante el trabajo de campo realizado. Por otro lado, se registraron algunas especies con afinidad neártica y neártica/neotropical, propias de ambientes desérticos, como Haemorhous mexicanus (Pinzón Mexicano), Lanius ludovicianus (Verdugo Americano) y Mimus polyglottos (Centzontle Norteño), en la confluencia de la selva baja caducifolia y la zona de transición hacia los matorrales presentes en la región, lo que coincide con lo reportado por Vázquez y col. (2009) en un estudio realizado en una selva baja en Oaxaca. Asimismo, se reportó la presencia de aves como Meleagris gallopavo (Guajolote Norteño), Ortalis vetula (Chachalaca Oriental), Pava Cojolita y Hocofaisán, que sirven como presa y contribuyen a la presencia y mantenimiento de poblaciones de las distintas especies de felinos mesodepredadores que se distribuyen en la reserva, incluidos Panthera onca, Puma con color, Leopardus pardalis y Leopardus wiedii, entre otras (Martínez-Hernández y col., 2017). Por último, se destaca el registro de Streptopelia decaocto (Paloma de Collar Turca), una especie exótica que, de acuerdo con los monitores comunitarios, aparece en la zona desde hace aproximadamente 8 años y que poco a poco ha incrementado su presencia en los alrededores de la reserva, en particular en el ejido de Cerro Alto, al suroeste de la reserva, donde se han observado grupos de más de 15 individuos. La expansión en la distribución de esta especie ha sido reportada para zonas urbanas en otros estudios (Pineda-López y col., 2016); sin embargo, en este caso las poblaciones se encuentran a no más de 10 km de la reserva, lo que puede constituir una amenaza para las especies de columbiformes propias de la región u otras especies con la que pueda competir por los recursos.
Como sucede en otras ANP, la información existente sobre la riqueza avifaunística en la reserva se conformaba a partir de estimaciones sobre las áreas de distribución potencial de las especies y no se contaba con información publicada con registros de distribución real en el ámbito del polígono de la reserva (Sahagún-Sánchez y Castro-Navarro, 2013). La falta de información sobre la biodiversidad en las ANP se relaciona directamente con la carencia de apoyos y recursos que permitieran financiar los estudios en las distintas áreas y que en muchos de los casos se han concentrado en áreas que tienen un mayor peso específico, por la presencia de especies emblemáticas, una mayor superficie y/o una capacidad institucional más consolidada (Ramírez-Albores, 2010).
Aunado a lo anterior, en las inmediaciones de la RBSAT se presentan procesos de deforestación que han afectado las cubiertas vegetales de selvas en la periferia del polígono de la reserva, principalmente por influencia de actividades agropecuarias (Reyes y col., 2018). La pérdida de esta vegetación ha ocasionado la reducción de áreas que funcionaban como ecotonos, y trae consigo fragmentación, lo que incrementa el efecto de borde conforme se acercan los cultivos (de caña en su mayoría) al límite de la reserva donde se ubica la brecha cortafuegos. Los cambios en la configuración del paisaje debido al aislamiento del ANP pueden afectar la viabilidad de poblaciones por el incremento en la depredación y el cambio de microclima (Lampila y col., 2005; Turner y col., 2015; Castro y col., 2017).
En este sentido, los cambios pueden afectar a las poblaciones de las especies residentes y las de algunas especies migratorias como el Chipe Cachetes Amarillos, que se encuentra incluida en el listado de la NMBCA y está catalogada como amenazada por la UICN; esta especie es considerada transitoria en la zona de la RBSAT y resultó ser una especie común en la temporada de migración en la reserva. Collier y col. (2012) observaron una correlación entre la disminución de la calidad del hábitat, la reducción de los parches y la calidad de la cobertura vegetal con la abundancia de esta especie en particular, por lo que los procesos de deforestación en la zona podrían afectar el mantenimiento de sus poblaciones en la reserva.
Asimismo, se registraron otras especies con afinidad neártica de interés como el Colorín Sietecolores, enlistada también por la NMBCA y sujeta a Protección Especial (Pr) por la NOM-059-SEMARNAT-2010 (DOF, 2010), por tener una alta demanda en el mercado como ave de ornato (González-Herrera y col., 2018) y para la que algunos autores sugieren que es necesario elaborar estudios más específicos, por encontrarse en zonas de corredores migratorios donde se han intensificado las alteraciones a los ecosistemas por actividades antrópicas (Ethan y col., 2016). Otras especies neárticas catalogadas como semiendémicas (Archilochus alexandri - Colibrí Barba Negra, Vireo cassinii - Vireo de Cassin y Spizella pallida - Gorrión Pálido), deberían ser consideradas para su incorporación a los listados de interés para la conservación, ya que dependen del mantenimiento de sus hábitats en el país para la supervivencia de sus poblaciones durante cierta época del año o de su ciclo biológico (González-Oreja, 2017).
Las modificaciones a los hábitats producen cambios en la estructura y composición de la vegetación que pueden tener efectos nocivos en las poblaciones de aves con alta vulnerabilidad o sensibilidad a las alteraciones del hábitat (Rajpar y Zakaria, 2011; Bregman y col., 2014; Berlanga y col., 2015). Algunos de los aspectos que incrementan la vulnerabilidad para las aves en la reserva se relacionan con los procesos de fragmentación por cambios de uso del suelo debido a prácticas de manejo inadecuado y actividades agropecuarias, además de la presión que existe sobre especies clave por la cacería y la extracción de individuos para comercio ilegal (Sahagún-Sánchez y Reyes-Hernández, 2018) y particularmente por la industria minera ampliada que se presenta en los alrededores de la zona (INEGI, 2014).
En este sentido, las especies con afinidad neártica del orden Anseriformes, señaladas por ser prioritarias para la conservación, son de particular interés en la región, debido a la presión por aprovechamiento, en ocasiones ilegal, que existe sobre sus poblaciones, por cacería para su consumo y como especies de interés cinegético (Ramírez-Albores y col., 2007). Por otro lado y respecto al tráfico ilegal de especies en la región, los pericos, loros y guacamayas han sido sobreexplotadas históricamente en la huasteca, para su venta y comercialización (Sahagún y Durán, 2019). Dicha actividad constituye una fuente de ingreso para algunos pobladores de las comunidades aledañas a la reserva y es una de las principales amenazas para la conservación de estas especies a nivel regional y nacional (Cantú-Guzmán y col., 2007). Durante este estudio se detectó la extracción ilegal de individuos en zonas muy cercanas a la reserva, lo que amenaza la viabilidad de las poblaciones, en particular de Guacamaya Verde y Loro Cabeza Amarilla, que son las especies con mayor demanda en el mercado nacional e internacional (Monterrubio-Rico y col., 2016). La reserva se destaca por la presencia de poblaciones de Guacamaya Verde que se han mantenido estables, con entre 45 y 75 individuos registrados durante los años de muestreo. Incluso, fue posible documentar la anidación y nacimiento de pollos, por lo que se sugiere el desarrollo de acciones de conservación específicas para dicha especie ante las amenazas que se ciernen sobre esta población silvestre, debido al saqueo de sus nidos por habitantes de comunidades cercanas, lo cual ha sido observado en la zona por los miembros del comité de vigilancia del ejido Laguna del Mante del municipio de Ciudad Valles (Hermelindo Guzmán, presidente del comité de vigilancia, comunicación personal, 11de agosto, 2013).
Como en otros casos (Ortega-Álvarez y col., 2015; Baxin y col., 2020), los aliados comunitarios asociados al programa de monitoreo han contribuido significativamente con la obtención de nuevos registros para la región y dan un importante soporte en las actividades de campo, dadas las condiciones de seguridad prevalecientes en la zona (Sahagún-Sánchez y col., 2018). La incorporación a las actividades de monitoreo de los aliados en las comunidades promueve la apropiación y el empoderamiento de las comunidades sobre las actividades que se desarrollan en el programa, lo cual facilita a largo plazo el diseño e implementación de nuevas alternativas de manejo, aprovechamiento y conservación de las poblaciones de aves. En este sentido, existen propuestas para la implementación de acciones que permitan maximizar el aprovechamiento de los servicios ecosistémicos de tipo cultural que provee la reserva, a través, por ejemplo, del desarrollo de actividades de aviturismo, de forma que sea posible generar recursos para que el programa de monitoreo pueda ser autosostenible, tal y como se ha promovido en otras ANP (Ortega-Álvarez y col., 2015). Por otro lado, la reserva se encuentra inscrita en el Programa de Pago por Servicios Ambientales en la modalidad conservación de la biodiversidad, lo que garantiza la obtención de una cantidad de recursos económicos importante (Durán, 2018), con la cual se realizan actividades de manejo y mantenimiento del área que favorecen el estado de conservación de las poblaciones de aves y la biodiversidad en general (Sahagún y Durán, 2019).
La continuidad al programa de monitoreo comunitario resulta prioritaria para incrementar la cantidad de información sobre las aves que se distribuyen en el ámbito de la RBSAT y promover alternativas de desarrollo local sostenible. Además, el programa puede aportar información sobre las modificaciones y disturbios que se puedan presentar en el área y su efecto sobre las poblaciones de aves en general y las especies prioritarias en particular (Magurran y col., 2010; Lindenmayer y col., 2012). La información obtenida servirá para definir acciones de conservación específicas que permitan una intervención adecuada para lograr los objetivos de conservación establecidos en el ANP.
Conclusiones
El listado generado revela la importancia de la Reserva de la Biosfera Sierra del Abra Tanchipa (RBSAT) para la conservación de la riqueza avifaunística, con 279 especies de aves distribuidas en los distintos hábitats representados en la zona. La presencia de un alto número de especies en alguna categoría de riesgo refuerza la necesidad de mantener las actividades relacionadas con el monitoreo a largo plazo de las poblaciones y los cambios ambientales en el ámbito de la reserva. El número de especies registradas está relacionado con el estado de conservación en el área de protección y con el incremento en el esfuerzo de muestreo, apoyado por los monitores comunitarios. La información obtenida permitirá la actualización de la información en el Programa de Manejo de la RBSAT y constituye un insumo fundamental para el diseño de acciones de manejo y la toma de decisiones para la conservación del grupo en el área natural protegida. Mantener la continuidad del Programa de Monitoreo Comunitario de Aves en la RBSAT facilitará la actualización de la información sobre la diversidad y apoyará la construcción de capital social orientado a la conservación de la biodiversidad a través del involucramiento, la capacitación y el empoderamiento de las personas en las comunidades para la realización de las tareas de monitoreo de biodiversidad.