Introducción
El término “prácticas mortuorias”, acuñado por Lewis Binford (1971), quien afirma que la organización social se refleja en la cultura material observada en el registro arqueológico, ha sido el más utilizado para entender los contextos funerarios en Oaxaca. Este enfoque se ha utilizado principalmente para estudiar tumbas zapotecas en el valle de Oaxaca (González 2011; Lind y Urcid 2010; Marcus y Flannery 1996; Martínez et al. 2014; Middleton et al. 1996; Robles 1989; Wilkinson y Norelli 1981; Winter et al. 1996). Por otro lado, la perspectiva del tratamiento funerario, además de observar la organización social, también implica todo el proceso que el cuerpo de un individuo tuvo durante y después de su entierro, e incluye un análisis del espacio en el cual se depositó, así como los rituales que potencialmente se trataron (Duday et al. 2009).
Los datos sobre las prácticas mortuorias en Oaxaca durante la época prehispánica provienen principalmente de tumbas de los grupos considerados como élite, excavadas en la antigua ciudad de Monte Albán; en su mayoría, son pocos entierros documentados de los considerados no-élite. En contraste, los datos de tratamiento funerario actualmente disponibles en los sitios de la Mixteca Alta son más diversos y podrían vislumbrar las relaciones sociopolíticas y las tensiones que hubo entre la élite y los sectores no-élite de la sociedad. De modo que, si investigamos el tratamiento funerario en la Mixteca Alta, es posible obtener información sobre la organización social, incluyendo las creencias religiosas como han señalado Arthur Joyce y Sarah Barber (2015), sobre las relaciones sociales como propuso Rosemary Joyce (2005); o sobre la memoria social planteada por Susan Gillespie (2001) y Rosemary Joyce (2005). El objetivo principal es analizar los datos disponibles sobre el tratamiento funerario de la Mixteca Alta desde los contextos del periodo Formativo medio hasta la transición Formativo terminal/Clásico temprano. Por ende, nos enfocamos en tres parámetros: a) la ubicación del entierro, b) el espacio funerario utilizado y c) la posición del cuerpo.
La ubicación de los entierros corresponde al lugar donde se depositaron los esqueletos dentro de un sitio, ya sea en unidades domésticas o en contextos públicos y comunitarios, como en el caso de los cementerios. Por espacio funerario nos referimos al uso de fosas simples, cistas (una construcción de piedra para delimitar el área entre el cuerpo y el suelo), pozos troncocónicos (elementos de almacenamiento, inicialmente utilizados para alimentos, generalmente ubicados fuera de las casas que a veces se reutilizaban para enterrar a los miembros de la familia), o tumbas (una construcción realizada en su mayoría bajo casas o templos para depositar cadáveres). Finalmente, la posición del cuerpo refiere a la colocación y posición del cuerpo y su orientación cardinal.
Nuestro estudio integra datos de Etlatongo y Cerro Jazmín en la Mixteca Alta, ambos ubicados en el valle de Nochixtlán. Etlatongo fue ocupado desde el Formativo temprano y hasta Posclásico; los datos que utilizamos provienen de las excavaciones dirigidas por Jeffrey Blomster en 1992 (Blomster 2004, 2011, 2015) y más recientemente por su Proyecto Etlatongo en el Formativo (PEF) (Blomster y Salazar 2016). Mientras que el Cerro Jazmín es un asentamiento urbano del periodo Formativo tardío al Clásico temprano que ha sido investigado a partir del Proyecto Arqueológico Cerro Jazmín (PACJ), dirigido por Verónica Pérez Rodríguez (Pérez et al. 2013, 2014, 2016, 2017a, 2017b, 2017c). El presente estudio se basa en el tratamiento funerario en la Mixteca Alta con una muestra de 67 individuos, divididos en: Formativo medio (850-400 aC), 2) Formativo tardío (400 aC-50 dC), 3) Formativo terminal (50-200/300 dC), y 4) transición (200-300 dC) (Cuadro 1).
Mesoamérica | Valle de Oaxaca | Mixteca Alta | ||
---|---|---|---|---|
500 | Clásico temprano | Pitao | Monte Albán III A | Las Flores Temprano |
400 | Tani | |||
300 | Transición | |||
200 | Formativo terminal | Monte Albán II | Ramos Tardío | |
100 | Nisa | |||
DC/AC | ||||
100 | Formativo tardío | Pe | Monte Albán I Tardío | Ramos Temprano |
200 | ||||
300 | Danibaan | Monte Albán I Temprano | Yucuita | |
400 | Formativo medio | |||
500 | Rosario | Cruz D(Cruz tardío) | ||
600 | ||||
700 | Guadalupe | Cruz C (Cruz medio) | ||
800 | ||||
900 | Formativo temprano | San José | ||
1000 | Cruz B (Cruz temprano) | |||
1100 | ||||
1200 | Tierras Largas | Cruz A (Cruz temprano) | ||
1300 | ||||
1400 | ||||
1500 | Espiridión | |||
1600 | ||||
1700 | ||||
1800 | ||||
1900 | Arcaico | |||
2500 |
Arqueología funeraria en la Mixteca Alta
La arqueología funeraria en el valle de Oaxaca y la costa del Pacífico está bien documentado desde el periodo Formativo medio hasta el Posclásico (Barber et al. 2013; Caso 1969; Duncan et al. 2009; Feinman et al. 2010; González y Márquez 1990; Higelin et al. 2013; Higelin et al. 2017; Joyce 2014; King 2011; Márquez y González 2018; Martínez et al. 2014; Martínez y Higelin 2015; Mayes y Joyce 2017; Middleton et al. 1996; Robles y Molina 1998; Romero 1983; Urcid 2008; Winter et al. 1996; Winter 2011) con algunos casos en el Formativo temprano (Cervantes et al. 2017; Hepp et al. 2017). En la Mixteca Alta no se cuenta con tan abundante investigación, especialmente desde la perspectiva bio-arqueológica, sin embargo, algunos trabajos se han realizado al respecto (Figura 1). En la década de 1940, Jorge Acosta y Javier Romero (1992) excavaron ocho tumbas en el asentamiento del Formativo tardío de Monte Negro, en el extremo sur del mismo valle de Nochixtlán. Acosta y Romero, sin embargo, no discutieron e interpretaron sus hallazgos; en cambio, ilustraron cómo los patrones mortuorios en Monte Negro no diferían mucho de los de Monte Albán durante dicha época, además encontraron similitudes en la arquitectura de las tumbas en forma de cajón y posición del cuerpo.
Por otro lado, Margarita Gaxiola (1984) realizó otro estudio en Huamelulpan, al norte de Tlaxiaco, donde se excavaron tres entierros, incluidos cuatro cráneos aislados que se encontraron como ofrenda asociada a un edificio público llamado El Altar de los Cráneos, el cual data del periodo Formativo tardío-terminal. Desde una perspectiva bioarqueológica, los hallazgos en Huamelulpan se enfocaron en los cráneos ofrendados (Christensen y Winter 1997). Huamelulpan estuvo continuamente ocupado desde el Formativo tardío y hasta el periodo Clásico y los datos de cada entierro que se han publicado no están claramente identificados y asociados con los diferentes periodos de ocupación.
Finalmente, el sitio de Yucunama, ubicado en el valle de Teposcolula, fue excavado por Raúl Matadamas (1991). Sus hallazgos datan desde el periodo Formativo tardío hasta el Clásico. Matadamas excavó veintiún pozos troncocónicos, dos cistas y dos tumbas en las que registró un total de veintinueve entierros. Sin embargo, hay poca información sobre la colocación y la posición del cuerpo debido al mal estado de conservación. Cabe mencionar que, de acuerdo con Matadamas, no todos los pozos troncocónicos sirvieron como espacios funerarios. Esto significa que algunos pozos troncocónicos cumplían otras funciones, posiblemente como lugares de almacenamiento y desecho. Esto es consistente con su uso en el valle de Oaxaca, donde este tipo de pozos se construyeron inicialmente para el almacenamiento y solo más tarde se reutilizaron para entierros humanos (Marcus y Flannery 1996).
Sobre la base de la investigación disponible, creemos que es importante realizar más estudios comparativos y regionales sobre el tratamiento funerario practicado en la Mixteca Alta desde una perspectiva bioarqueológica para conocer las diferencias regionales existentes en el periodo Formativo, así como para documentar cambios en el tratamiento funerario a través del tiempo.
Tratamiento funerario
En la mayoría de los casos, en los grupos humanos, a la muerte de un miembro le sigue un conjunto de protocolos que se denominan ritos funerarios (Bloch 1971; Duday et al. 2009; Hertz 1960). Entre estos ritos hay reglas sobre cómo se debe tratar o preparar el cuerpo del difunto para su entierro o cremación (Thomas 1980). Estos rituales funerarios a menudo implican las relaciones sociales que existían entre los fallecidos con sus parientes vivos (Thomas 1980). Con el tiempo, los ritos funerarios fueron parte de la sociedad y se consideraron parte de la tradición cultural. Los ritos funerarios pueden variar entre sociedades e incluso entre familias o subgrupos dentro de una sociedad. Además, diferentes individuos dentro de la misma sociedad pueden percibir estos rituales de manera diferente. Independientemente de nuestras creencias individuales, familiares o sociales, como arqueólogos no nos es posible estudiar directamente los rituales funerarios, sino que nos enfocamos en los restos de estas actividades en busca de patrones generales, similitudes y diferencias entre individuos y subgrupos. También reconocemos que los rituales funerarios cambian con el tiempo, tal vez porque se adoptan nuevas tradiciones como resultado del surgimiento de nuevas ideas, prácticas o interacciones culturales. En otras palabras, los ritos funerarios son parte de una construcción social que siempre será dinámica y que cambiará junto con la sociedad correspondiente. En contextos arqueológicos, podemos observar esos cambios diacrónicos, pero para hacerlo debemos tener suficientes datos para comparar prácticas funerarias en el espacio y tiempo.
Si bien los rituales funerarios son difíciles de observar en el registro arqueológico, debemos buscar pruebas para comprender el tratamiento pre-sepulcral, sepulcral y post-sepulcral del difunto (Duday 1997). El tratamiento pre-sepulcral involucra todos los rituales funerarios realizados antes del enterramiento final. Las prácticas rituales antes de la conquista española no están bien documentadas en algunas áreas de Mesoamérica, especialmente en periodos anteriores al Posclásico. Por lo tanto, en la arqueología funeraria, nos enfocamos más en los restos materiales del tratamiento sepulcral y post-sepulcral. Según Duday (1997), el tratamiento sepulcral se centra en el espacio funerario utilizado (tumba, cista, etcétera), la posición del cuerpo y las ofrendas asociadas; mientras que el tratamiento post-sepulcral se refiere a los eventos de reapertura y reutilización de los espacios funerarios, la manipulación o reutilización de cualquier parte del cuerpo, el entierro de una parte del cuerpo o la reducción del espacio funerario o de un cuerpo (Duday 1997: 92). En este estudio nos centraremos más en los tratamientos funerarios sepulcrales y post-sepulcrales identificados en nuestra muestra para detectar cambios entre los entierros preurbanos y urbanos en Etlatongo y los entierros en el centro urbano del Cerro Jazmín.
Etlatongo
Ubicado al norte de la confluencia de dos ríos, Etlatongo fue explorado por primera vez en 1980 por Roberto Zárate Morán, quien recuperó materiales asociados a la fase Cruz B (1200/1150-850 aC), incluyendo materiales con diseños de estilo olmeca (Blomster 2004; Blomster et al. 2005), pero sin entierros asociados. En 1992 se llevó a cabo un proyecto de investigación que incluyó la examinación y mapeo del sitio, se registró arqueológicamente la extensión de Etlatongo, donde se localizó la ocupación de la fase Cruz B, con una extensión de 26 hectáreas y la fase Yucuita (500-300 aC), cuya ocupación se extendió al norte del sitio y se interpretó como el inicio de la urbanización de Etlatongo (Blomster 2004, 2015).
Las excavaciones de la fase Cruz B o Formativo temprano (1200-850 aC) expusieron ciertas áreas de algunas unidades domésticas, así como de un espacio público temprano en la parte sur del sitio (Blomster 2004, 2015). Sin embargo, no se recuperaron entierros asociados de la fase Cruz B. Los entierros explorados por el proyecto de 1992 se asociaron principalmente a un entierro múltiple de lo que se ha interpretado como un mismo linaje, manifestado en al menos tres casas de la fase Yucuita (Blomster y Higelin 2017). El entierro de dos individuos en la parte superior del piso de la primera de las tres casas excavadas se ha interpretado como fundamental para este linaje y el acceso a estos entierros se mantiene por un cilindro característico forrado de piedra que conecta la casa más antigua con la más reciente (Blomster 2011, Blomster y Higelin 2017). Los entierros varían en posición, de extendido a flexionado, también algunos estaban envueltos apretadamente o agrupados en posiciones sedentes y se enterraron en espacios que van desde pozos troncocónicos hasta una cámara rectangular revestida de piedra completamente cubierta por dinteles de piedra.
El PEF ha llevado a cabo excavaciones más extensas durante tres temporadas en diversas ocupaciones principalmente Cruz B, y ha documentado fragmentos más grandes de otras casas (Blomster y Salazar 2016); sin embargo, el PEF no recuperó ningún entierro de Cruz B asociado con estas casas. Todos los entierros recuperados se encuentran en la fase posterior a Cruz B, es decir, a partir del Formativo medio. La mayoría de los entierros recuperados por el PEF provienen del área del espacio público en la parte sur del sitio. La parte sur de este montículo se reutilizó después de la fase Cruz B como entierros que intstituyeron desde el Formativo medio. El uso de este espacio público durante las fases Cruz C (850-650 aC) y Cruz D (650-500 aC) indica su continuidad y relevancia, al menos para su empleo con fines funerarios después de su terminó en la fase Cruz B. La parte norte de este montículo también contenía entierros del Formativo medio y tardío, principalmente en las fases Yucuita y Ramos temprano.
Los entierros de Etlatongo de la temporada 2015-2017 evidencian una variedad de posiciones que incluyen extendidas y flexionadas; también varía la preparación del espacio en el que se enterraron, desde pozos troncocónicos, pozos intrusivos, hasta cistas. Los análisis de estos entierros recientemente descubiertos continúan, pero la falta de entierros en el Formativo temprano en cualquier parte del sitio hasta ahora excavado, sugiere que los individuos muertos no siempre estuvieron asociados con las primeras casas en este sitio; quizá haya un cementerio en Etlatongo similar a los registrados para el Formativo temprano en el valle de Oaxaca (Cervantes et al. 2017; Whalen 1981).
Cerro Jazmín
El sitio en la cima de la montaña, denominada Cerro Jazmín, se encuentra en el extremo noroeste del valle de Nochixtlán. El sitio tuvo dos ocupaciones prehispánicas principales: el primero comenzó en el periodo Formativo tardío (300 aC-50 dC) y terminó en el periodo de transición, que es un tiempo entre el final del Formativo terminal (50-200 dC) y el comienzo del periodo Clásico temprano (300 dC). Utilizamos el término periodo de transición sugerido por otros académicos anteriormente (Caso et al. 1967), porque en las excavaciones detectamos un cambio en la cultura material y una disminución en la construcción entre 200 y 300 dC, cuando también se redujo la población en el Cerro Jazmín. La segunda ocupación del sitio fue en el periodo Posclásico. Hemos documentado ocupaciones residenciales que datan de 1300 dC, sin embargo, esta ocupación no es tema de este trabajo.
En el periodo Formativo tardío a terminal, el Cerro Jazmín fue la capital para su área inmediata, con al menos dos áreas monumentales y una población estimada de 3 000 a 6 500 habitantes (Pérez et al. 2011). Según los patrones de asentamiento regional, parece que en el periodo Formativo tardío el valle de Nochixtlán se dividió entre al menos tres centros primarios: Yucuita, Cerro Jazmín y Monte Negro y las recientes excavaciones en Etlatongo sugieren que este fue un cuarto centro urbano (Blomster 2015; Blomster y Higelin 2017). Dentro de sus territorios, cada uno de estos centros no fue igualado por ningún otro asentamiento en términos de tamaño, población estimada y complejidad arquitectónica, lo que sugiere que estos sitios cumplían funciones rituales, económicas y sociopolíticas únicas para sus áreas circundantes. Por lo tanto, argumentamos, como lo han hecho otros investigadores (Pérez et al. 2017c), que, aunque estos centros no compiten con el tamaño y la complejidad del periodo Formativo tardío en Monte Albán, estos asentamientos cumplieron funciones urbanas únicas para la Mixteca Alta.
Entre las funciones y actividades documentadas hasta ahora en Cerro Jazmín se encuentran las actividades cívico-ceremoniales y comunitarias relacionadas con festines (Pérez et al. 2017c), que se llevaron a cabo en un área monumental espacialmente restringida cerca de la cima de la colina. En un área monumental más accesible en la vertiente media del noreste, hemos documentado otro sector monumental más fácilmente accesible para la población y en el que hay evidencia de una tumba de alto estatus que, lamentablemente, fue saqueada a principios del siglo XX. En general, las excavaciones en el Cerro Jazmín sugieren que el asentamiento fue un centro urbano complejo que estaba configurado espacialmente en diferentes sectores donde se llevaban a cabo diferentes actividades económicas y cívico-ceremoniales en espacios que iban de restringidos a abiertos para la población en general. Los entierros provienen de las terrazas T131, T206, T504, T912, y de la Estructura 25 (Pérez et al. 2017: 731)
Análisis sobre el tratamiento funerario en la Mixteca Alta
Nuestro estudio se basa en 67 individuos, 24 de Etlatongo y 43 de Cerro Jazmín. Para comprender mejor las prácticas funerarias seguidas por estas sociedades mixtecas en el Formativo, registramos sistemáticamente información sobre los siguientes parámetros: a) procedencia o ubicación del entierro que nos ayuda a saber dónde está el espacio funerario en relación con la ciudad: casa, templo, plataforma, montículo u otro espacio público; b) espacio funerario, que es el área donde un cuerpo o cuerpos fueron enterrados en un lugar específico delimitado por una cista, fosa, pozo troncocónico o tumba; y c) la posición del cuerpo, la posición de cómo se enterró al individuo, que se ve afectada por el proceso de descomposición del mismo (Duday 1997). Además, fue necesario registrar el contexto arqueológico, e incluir las ofrendas entre otros datos relevantes (Blomster y Higelin 2017; Pérez et al. 2017a).
Nuestro análisis también consideró algunos datos de laboratorio. Al recopilar estos datos, seguimos los métodos de Duday (1997), Lyman (1994) y Pereira (2007) para evaluar el número mínimo de individuos (NMI) enterrados en un solo espacio funerario, así como información sobre su modo de entierro y procesos de descomposición. Nos basamos en la metodología presentada por Buikstra y Ubelaker (1994) para estimar sexo y edad en adultos y aplicamos los métodos de Schaefer y colaboradores (2009) para evaluar la edad y el sexo en esqueletos juveniles. Como parte del análisis bioarqueológico también registramos evidencia de paleopatologías, indicadores de salud, estatura, entre otros rasgos antropofísicos publicados ya con anterioridad (Blomster y Higelin 2017, Pérez et al. 2017a).
Resultados
Hemos observado que nuestra muestra está compuesta principalmente por individuos de sexo indeterminado 58.2% (n=39/67), seguidos por hombres 22.4% (n=15/67) y mujeres 19.4% (n=13). Al igual que otros contextos mortuorios en Oaxaca (King y Higelin 2017), los restos humanos comúnmente no estaban bien conservados debido al tipo de sedimento y, en algunos casos, debido a los tipos de espacios funerarios reutilizados. También se presentaron algunas muestras sin datos adicionales por falta de elementos anatómicos para evaluar el sexo.
Con respecto al número mínimo de individuos, lo que llama la atención es que hay una mayor cantidad de individuos del Formativo medio en general (n=21) y esta cantidad va disminuyendo de forma paulatina (Formativo tardío n=18, Formativo terminal n=15, y transición/ Clásico temprano n=10). Debido al tamaño de la muestra es difícil realizar inferencias sobre los motivos de esta disminución, pero anteriormente hemos argüido la posibilidad de que esto se deba a un abandono de la ciudad en el caso del Cerro Jazmín (Pérez et al. 2017a).
La distribución por sexo es muy similar a lo largo de los cuatro periodos, mientras que la distribución por edad muestra cambios temporales potenciales. En este sentido, en el Formativo medio y terminal encontramos una menor presencia de infantes y juveniles, tal vez porque durante estos periodos las poblaciones no se vieron acosadas por ninguna amenaza social, política o económica de grupos externos o por razones ambientales. Durante el Formativo tardío y el transición/Clásico temprano, hay similitudes entre el número de muertos de edad infantil y juvenil, así como adultos jóvenes menores a 35 años de edad a la muerte. Esto podría deberse a que durante estos periodos hubo cambios sociales, políticos y económicos incrementando el riesgo a la muerte. En el caso del Formativo tardío, puede deberse a que la organización social cambió de una sociedad preurbana a una urbana, mientras que en el periodo de transición/Clásico temprano puede relacionarse con el abandono, tal y como lo muestran los datos de excavación en el Cerro Jazmín.
Con respecto a las variables propuestas, el Cuadro 2 muestra cambios estadísticamente significativos en los patrones de tratamiento funerario con respecto al lugar de entierro. Es común encontrar fosas o tumbas en o alrededor de unidades domésticas en Mesoamérica, por ende, no es raro que las unidades domésticas sean los lugares de donde provienen la mayoría de nuestros entierros, mientras que pocos ejemplos provienen de espacios públicos, a diferencia de otras regiones, como por ejemplo la costa de Oaxaca (Barber et al. 2013; Mayes y Joyce 2017).
Contexto Funerario | S/D | Formativo medio | Formativo tardío | Formativo terminal | Clásico temprano | Total |
---|---|---|---|---|---|---|
S/D | 2 | 7 | 1 | 0 | 0 | 10 |
Unidad doméstica | 0 | 11 | 9 | 15 | 10 | 45 |
Plataforma | 0 | 3 | 2 | 0 | 0 | 5 |
Montículo | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 1 |
Espacio público | 0 | 0 | 5 | 0 | 0 | 5 |
Terraza | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 |
Total | 3 | 21 | 18 | 15 | 10 | 67 |
Pearson x² = 63.8272 Pr = 0.000
En cuanto a los tipos de espacios funerarios que se usaron, en el Cuadro 3 se observa la preferencia por fosas simples sobre cistas, pozos troncocónicos o inclusive tumbas en todos los periodos mencionados. Este dato es significativo, sin embargo, durante el Formativo medio, los pozos troncocónicos se usaron más como espacios funerarios que las cistas o tumbas. En el Formativo tardío, identificamos un cambio hacia el uso de cistas y tumbas, mientras que el uso de tumbas continuó aumentando en el Formativo terminal. Es posible que este patrón esté relacionado con una creciente complejidad sociopolítica, ya que el proceso de urbanización trajo consigo una mayor jerarquización social, misma que se vio reflejada en el conjunto funerario.
Espacio Funerario | S/D | Formativo medio | Formativo tardío | Formativo terminal | Clásico temprano | Total |
---|---|---|---|---|---|---|
S/D | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 |
Entierro | 2 | 14 | 13 | 11 | 9 | 49 |
Cista | 0 | 0 | 4 | 0 | 0 | 4 |
Tumba | 0 | 0 | 1 | 4 | 1 | 6 |
Pozo Troncocónico | 0 | 7 | 0 | 0 | 0 | 7 |
Total | 3 | 21 | 18 | 15 | 10 | 67 |
Pearson x² = 55.7320 Pr = 0.000
En campo, la posición del cuerpo no siempre fue clara o fácil de registrar debido al mal estado de conservación. Los infantes y juveniles representaron más de 30% de nuestra muestra, y en algunos casos solo este hecho hizo difícil el registro de su posición corporal. Sin embargo, a través del tiempo las posiciones extendida y extendida-flexionada se utilizaron continuamente. En el Cuadro 4, lo que llama la atención es el uso de algunas posiciones en el Formativo medio que ya no continuaron en los periodos siguientes. Tal es el caso de la posición decúbito ventral, que solo se ha registrado para el Formativo medio. Finalmente, una variación gradual en la posición del cuerpo comenzó en el Formativo tardío, lo que llevó a un cambio completo en el Formativo terminal y transición/ Clásico temprano, cuando solo se registraron las posiciones del cuerpo extendidas y flexionadas.
Posición del cuerpo | S/D | Formativo medio | Formativo tardío | Formativo terminal | Clásico temprano | Total |
---|---|---|---|---|---|---|
S/D | 1 | 8 | 10 | 8 | 6 | 33 |
Extendida | 0 | 3 | 3 | 2 | 1 | 9 |
Extendida - flexionada | 0 | 1 | 3 | 5 | 2 | 11 |
Decúbito ventral | 0 | 4 | 0 | 0 | 0 | 4 |
Semiflexionada | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 |
Bulto mortuorio | 1 | 2 | 0 | 0 | 0 | 3 |
Sedente | 0 | 2 | 2 | 0 | 0 | 4 |
Extendido lado derecho | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 1 |
Extendido lado izquierdo | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 1 |
Total | 3 | 21 | 18 | 15 | 10 | 67 |
Pearson x² = 56.2781 Pr = 0.005
Tratamiento funerario y organización social en la Mixteca Alta
Nuestros datos ilustran los patrones de tratamiento funerario y sus cambios a medida que aumentó la complejidad de la organización social en los centros urbanos de la Mixteca Alta a lo largo del Formativo. La muestra, presenta un número similar de hombres y mujeres, por lo tanto, hasta el momento, no detectamos diferencias significativas en el tratamiento funerario entre ambos sexos, lo que quizá sugiera un cierto grado de igualdad, en las prácticas funerarias, entre sexos durante este periodo en la Mixteca Alta. Cabe mencionar que hasta el momento no ha sido claro un tratamiento funerario diferenciado entre mujeres y hombres en el periodo Formativo y Clásico en Oaxaca (Higelin y Hepp 2017), aunque para el Posclásico y hacia el contacto sí ha habido casos de mujeres de alto status, como es la sacerdotisa encontrada en San Pedro Ixtlahuaca (García y Higelin 2015), o la discusión sobre género de los esqueletos de la tumba 7 de Monte Albán (McCafferty et al. 1994), ambos en el valle de Oaxaca; además del entierro I-15 relacionado con la cacica de Teposcolula del periodo de contacto en la Mixteca Alta (Roldán et al. 2014).
En cuanto a las diferencias de tratamiento funerario por categorías de edad, nuestros datos muestran tendencias interesantes. No se registraron recién nacidos y niños menores de 3 años en el Formativo medio y menos de 5% de la muestra de este periodo eran jóvenes. Esto puede ser debido a varios factores; ya sea que la población gozó de buena salud durante su primera infancia en esta época, lo que posibilitó que la mayoría de las personas alcanzaran la edad adulta; o posiblemente los recién nacidos y adultos jóvenes no hubiesen sido enterrados, sino cremados, es decir, que su tratamiento funerario haya sido diferente, o debido a las alteraciones tafonómicas naturales, no se encuentren este tipo de esqueletos. En términos de nuestra primera hipótesis, hemos discutido con anterioridad que la salud de la población de Etlatongo durante el Formativo medio fue buena ya que no registramos indicios de estrés en la salud (Blomster y Higelin 2017). En el Formativo tardío, las cosas cambiaron y aumentó la muestra de individuos recién nacidos, infantes y niños, así como el número de adultos jóvenes. Esto se puede ver reflejado en el aumento de la complejidad social en la región que incrementó el riesgo a la muerte en infantes y jóvenes.
En el periodo Formativo terminal, la distribución por edades de nuestra muestra volvió a cambiar y regresó a una distribución similar a la identificada para el Formativo medio. Es posible que para entonces las comunidades mixtecas se hubieran adaptado a su ambiente y a su estructura social-urbana. Sin embargo, para el periodo de transición/Clásico temprano, la región experimentó otro cambio sociopolítico y con él detectamos otro cambio en la distribución por edades de los individuos enterrados, el cual coincide con el patrón observado en el Formativo tardío. Por lo tanto, planteamos que, en tiempos de transformación sociopolítica, los individuos infantiles y jóvenes experimentaron mayores dificultades y, a medida que las sociedades aprendieron a vivir en sus nuevas realidades sociales, las condiciones de vida de éstos se estabilizaron.
En última instancia, los datos de la categoría de edad reflejan las dificultades potenciales que el Formativo tardío y transición/Clásico temprano conllevaron debido a la naturaleza socio-política cada vez más urbana y más compleja. En otras palabras, a pesar de que la Mixteca Alta podría haber tenido suficientes recursos naturales para sostener a las poblaciones en crecimiento, los cambios sociales y políticos que se estaban experimentando podrían haber impactado a las personas más vulnerables y esto pudo haberse reflejado en la salud de la población. Sin embargo, no hemos encontrado ningún marcador osteológico de estrés en nuestras muestras de forma frecuente y significativa. De los 67 esqueletos estudiados, 50 no presentan indicadores de marcadores de estrés, en este caso, líneas hipoplasia en el esmalte y cribra orbitalia, mientras que los otros 17 aún están bajo revisión (Blomster y Higelin 2017; Pérez et al. 2017a).
Realizamos pruebas Chi-cuadrada de Pearson y observamos que el tratamiento funerario está asociado con la creciente complejidad social en la Mixteca Alta. En el Formativo medio, tenemos dos patrones diferentes de espacios funerarios utilizados: los individuos fueron enterrados en fosas simples o en pozos troncocónicos. Sin embargo, una muestra más grande podría permitirnos evaluar si es posible que el rango de una persona haya determinado si era enterrada o no en un pozo troncocónico. En el valle de Oaxaca, al final del Formativo medio, las familias de alto estatus dejaron de usar pozos tronco-cónicos para almacenamiento y los ocuparon para enterrar a sus muertos (Marcus y Flannery 1996). A medida que crezca el conjunto de sitios excavados en la Mixteca Alta, tendremos pruebas comparables para evaluar este patrón mortuorio dentro de la región.
En el Formativo medio, aún no se construían tumbas y cistas y parece que estas formas arquitectónicas fueron una innovación posterior tanto en el valle de Oaxaca como en la Mixteca Alta. Sin embargo, la excavación de pozos troncocónicos también requiere una mayor inversión de tiempo y trabajo que una simple tumba. En otras palabras, en el periodo Formativo medio, los habitantes de la Mixteca Alta practicaban varias formas de enterrar a sus muertos y de relacionarse con ellos después de la muerte.
Independientemente del significado, se utilizaron dos tipos diferentes de espacios funerarios los cuales cambiaron en el Formativo tardío. Por ejemplo, la gente en Yucunama usaba pozos troncocónicos para enterrar a sus muertos y posteriormente comenzó a construir tumbas y cistas, tal vez reflejando tradiciones funerarias más complejas que surgieron como resultado de la creciente desigualdad social. Para el Formativo tardío, en otros sitios de la Mixteca Alta también vemos la construcción de tumbas, como el caso en Monte Negro, donde las tumbas eran similares a las registradas en Monte Albán y Cerro Jazmín.
Es difícil determinar el motivo por el cual se usaron diferentes espacios funerarios. Como se señaló anteriormente, los pozos troncocónicos se usaron inicialmente como elementos de almacenamiento y más tarde para enterramientos; tal fue el caso de San José Mogote, en el valle de Oaxaca, donde un entierro está asociado con el abandono de la casa (Marcus y Flannery 1996). Parece que fue después del Formativo medio cuando surgió la arquitectura exclusiva dedicada a rituales funerarios en la Mixteca Alta, y podría deberse al aumento de la complejidad sociopolítica que estableció una distinción entre los gobernantes/élites y las personas que no pertenecían a esta categoría.
Finalmente, los cambios en la posición del cuerpo del entierro sugieren algunas tendencias interesantes. Si bien las posiciones corporales extendidas y flexionadas se registraron a lo largo del Formativo en ambos sitios, la posición decúbito ventral y sedente solo se registró para el Formativo medio, mismo que no se registra en un periodo posterior. Sin embargo, esta posición se registra nuevamente en el periodo Posclásico casi 1 000 años después. En este punto no podemos evaluar si el abandono de esta práctica funeraria está asociado con cambios religiosos, políticos o sociales, ya que posiblemente está asociado con el tamaño de la muestra. Esperamos que en el futuro más proyectos de investigación revelen la importancia de este cambio y su posterior adopción en el Posclásico para comprender mejor el significado simbólico de la posición decúbito ventral y, especialmente, la sedente que aparece frecuentemente en los códices.
Comentarios finales
En comparación con otras regiones de Oaxaca, observamos que, a diferencia del valle de Oaxaca y la Costa, en la Mixteca Alta no hemos registrado áreas comunitarias para el depósito de entierros, como el uso de cementerios. La falta de entierros en el Formativo temprano (fase Cruz B), recuperados en Etlatongo, en el Cerro Jazmín o en otros sitios de alrededor en la Mixteca Alta sugiere la posibilidad del uso de algún espacio no doméstico en el que los individuos fueran enterrados, o que pudieran ser cremados como ya se ha discutido con anterioridad dentro de la Mixteca Alta (Duncan et al. 2008). Mientras que los investigadores en la Costa han registrado la presencia de entierros asociados a espacios públicos, en la Mixteca Alta encontramos que la mayoría de los entierros están asociados con contextos domésticos o reutilizando espacios públicos abandonados en el caso de Etlatongo. En este sentido, los patrones sobre el tratamiento funerario observados en la Mixteca Alta son más cercanos a los registrados hasta ahora en el valle de Oaxaca que en la costa. Finalmente, las tendencias observadas en la posición del cuerpo parecen compartirse en las tres regiones oaxaqueñas.