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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2022  Epub 04-Abr-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v71i4.4103 

Reseñas

Ricardo López-Pedreros, Makers of Democracy. A Transnational History of the Middle Classes in Colombia

Marco Palacios* 

*El Colegio de México

López-Pedreros, Ricardo. Makers of Democracy. A Transnational History of the Middle Classes in Colombia. Durham: Londres: Duke University Press, 2019. 341p. ISBN: 978-147-800-285-7.


Este libro empieza por cuestionar las formas y contextos en que aparecen y se desarrollan las categorías de conocimiento. Parte de la conocida metáfora de Francis Fukuyama que proyecta el futuro declarando “el fin de la historia”, es decir, el pasado cargado de revolución proletaria, la utopía de Marx. A partir de ahí López-Pedreros regresa a los tiempos de la Guerra Fría y expansión de las clases medias en Occidente, negación objetivizada de la polaridad “burguesía-proletariado”. Se fija la tarea de develar cómo los conceptos de “clases medias” y “democracia” pasaron a formar un binomio sacro: las clases medias no podrían desarrollarse sin democracia y viceversa. Para superar este discurso el autor elabora una crítica sustantiva trazando un panorama que desnuda el internacionalismo de las décadas de 1960 y 1970, que se proyecta en la era neoliberal y llega al presente. La ciudad de Bogotá es el eje de esta historia internacional. En el camino encuentra que la historiografía y las ciencias sociales colombianas, la sociología en particular, continúan empapadas de provincialismo.

Comprende el libro dos partes, encuadradas en una introducción y un epílogo, junto con un apéndice e imágenes de archivo dispuestas a lo largo del texto. La dimensión internacional de esta historia al parecer ofrece una nueva forma de leer en los entresijos del llamado “estado nacional desarrollista” de las décadas de 1930 a 1980. Aparte de lo que dice el autor, conviene precisar que la Guerra Fría, exacerbada en América Latina por la revolución cubana, proyectó la imagen de un planeta encogido por los cohetes balísticos intercontinentales con ojivas nucleares, la crisis de los misiles de Cuba de octubre de 1962. Además, se naturalizó una concepción del mundo bajo el signo de bipolaridades: Occidente-Oriente; Mundo Libre-Comunismo; Primer Mundo-Tercer Mundo con un Segundo Mundo en el limbo, como esas “clases medias” que aquí se estudian. Sin estos contextos sería difícil captar los propósitos del libro.

Los cuatro capítulos de la primera parte (1958-1965) desentrañan el papel movilizador y catalizador de la Alianza para el Progreso. Bajo su égida las clases medias “bastardas” fueron “reformuladas”. Aunque no interesan al autor las profundidades de la vida cotidiana, merodea por los contornos. El desarrollo kennediano, respaldado por la panoplia de instituciones disponibles, de la OEA a la CEPAL, se apoyó en cambios gestados de tiempo atrás, como aumentos en las tasas de educación o de participación femenina en el mercado laboral formal. El conjunto afectó la organización interna de la familia. En el entrecruce de vida familiar y vida laboral aparecieron oficinistas, cajeros de banco, dependientes detrás del mostrador (el autor se fija en especial en las grandes empresas) que difícilmente conseguían suprimir las jerarquías de clase y género. Al mismo tiempo, el desarrollo económico también había promovido empresas industriales y comerciales pequeñas y medianas; en otras palabras, una clase media apta para la competencia económica, merecedora del apoyo del Estado y del capital por la vía del crédito bancario. En este entorno de urbanización acelerada crecieron las profesiones liberales. Así, oficinistas, pequeños y medianos empresarios y profesionales, más que meros vehículos en la marcha del progreso, fueron canonizados. En el discurso estadounidense, interiorizado en Colombia, eran los productos más genuinos y las bases más sólidas para ampliar la democracia occidental.

Epítome de los nuevos tiempos de “armonía social” fueron los planes de vivienda social de magnitud y diseño urbanístico en gran escala, que hicieron inteligible el mensaje internacionalista del capitalismo. En la ciudad de Bogotá dieron presencia escénica al potencial democrático de clases medias en expansión, subrayando los peligros que la acechaban, de arriba abajo.

En los cuatro capítulos de la segunda parte (1960-1970) López Pedreros ofrece tratamientos de mayor complejidad, dada la temática: “historizar” las subjetividades (pp. 10-12), las movilizaciones sociales y la radicalización “pequeño burguesa”. Las jerarquías básicas se reinventaron, permaneciendo en el marco consagrado, de suerte que las clases medias vivieron en tensión existencial: contra “la oligarquía tradicional” y contra “el pueblo” que les pisaba los talones. Pasada la luna de miel (1958-1965) padecieron la cotidianidad bajo las largas sombras de “la Violencia” y de las proyecciones ideológicas y organizacionales de la revolución cubana. Surgieron sindicalismos de clase media que enfrentaron (junto con el “proletariado” y los campesinos rebeldes, añadamos) represiones y ardides del régimen político del Frente Nacional. Como se sabe, el régimen político colombiano fue paradigma de la democracia de la Alianza para el Progreso junto con los de Chile, Costa Rica y Venezuela.

En un libro centrado en Bogotá, y dada la metodología adoptada, todos estos aspectos conducen, por un lado, a la Universidad Nacional (en donde se libra la lucha epistemológica en torno a los conceptos) y a su Ciudad Universitaria, rediseñada urbanísticamente conforme a objetivos estratégicos de la Alianza para el Progreso. En el campus se habría fraguado una sucesión de crisis existenciales de estudiantes jóvenes de clases medias que adquirían conciencia de ser pequeña burguesía. Fue como el momento en que tomó un nuevo significado la educación como fuente de movilidad social. Pareciera entonces que Colombia había superado los déficits de educación primaria, secundaria, técnica, y reconquistaba la Universidad como parangón de progreso social, técnico, democrático. Pero los estudiantes ingresaban al laberinto del malestar: ¿cómo conciliar ser pequeño-burgués y revolucionario? En esa correa sin fin surgieron formaciones políticas de recinto universitario: maoístas, activistas radicales, camilistas [seguidores de Camilo Torres, el cura que ingresó al Ejército de Liberación Nacional (ELN), muerto en combate con el Ejército colombiano en 1966]. Años después, la pregunta existencial parecía menos altruista. Los profesionales, hijos de oficinistas, quisieron ganar estatus social y asegurarse vivienda propia (de hecho, una hipoteca) mediante el sistema de la “unidad de poder adquisitivo constante” (UPAC, 1972). Aquí el autor analiza los meandros de la formulación gubernamental de esas políticas “de ahorro y vivienda” que no duda en tildar de neoliberales.

Las crisis de identidad “pequeño burguesa” no ocurrieron en un vacío social e institucional. Aquí el análisis se nutre de una lectura de archivos, notas personales y entrevistas a personajes privados, paradigmáticos. Si bien estas entrevistas personales dan cuerpo y sustancia a varios capítulos de la segunda parte, hubiese sido aconsejable espaciar en el tiempo los mismos cuestionarios a los entrevistados. Es un método confiable de control que bien pudo emplear en el lapso de esa parte de la investigación, de 2004 a 2010 (pp. 309-310). Esta sección se apoya también en una somera consulta de muchísimos repositorios documentales desconocidos en su mayoría por historiadores y sociólogos. Reconociendo la riqueza de análisis, la pertinencia del aparato erudito y la energía e iniciativa del autor en encontrar fuentes primarias en Bogotá, Washington y Nueva York, valga mencionar algunos vacíos temáticos y subrayar el desbalance en el uso de esas fuentes.

¿En dónde queda en el estudio la pequeña burguesía universitaria de las universidades privadas, en particular la que hacía los cursos nocturnos porque de día eran oficinistas? ¿Por qué es exiguo el tratamiento al contingente de empleados públicos que crecen más que cualquier otro sector de clase media y que dependen menos de la democracia frente-nacionalista y más del clientelismo político, práctica inveterada desde el siglo XVI? ¿Cómo comprender aspectos de politización y formación de identidades de clases medias sin aludir siquiera al desarrollo de la radio y la televisión? Ambos medios les dieron distintivos particulares. La novela de esa época abunda en ejemplos de subjetividades clasemedieras. En cualquier descripción básica de la objetividad y subjetividad de las clases medias y la democracia en la época que cubre el libro hubiera sido indispensable hacer alusión a ciertos programas de radio y televisión; de noticias y comentarios; de entretenimiento; musicales; radioteatro, telenovelas. Así habría captado mejor la riqueza en la segregación-distinción de género, que es un punto bien rescatado en el libro. También la masificación de los deportes, la multiplicación de las salas de cine, la reinvención de una “música folclórica” por medio de la industria discográfica, hubiesen enriquecido el texto, sacando a flote el problemático estatus de la clase media y sus formas de expresión estética, política, regionalista, lúdica.

También llama la atención que el autor no se refiera a entidades privadas dedicadas a la defensa legal de arrendatarios en un periodo en que Bogotá se distinguía en América Latina por tener una proporción muy baja de propietarios de su vivienda. En un plano legal, las fuentes del Congreso de la República deben ser una mina de debates sobre la reglamentación de profesiones de médicos, odontólogos, abogados, contadores públicos.

Dada la importancia que la Universidad Nacional adquiere en el relato, su Archivo Central parece subutilizado. Menciono de paso: a)el programa de crédito específico con base en los programas de la Alianza para el Progreso (especialmente en los años 1965-1966) que permitieron fuertes inversiones en infraestructura y una readecuación organizacional y de los planes de estudio (muy similar a la de la Universidad de Costa Rica, por la misma época); b)el fondo del Centro Interamericano de Vivienda (CINVA) y c)el de la Facultad de Sociología que, precisamente en razón de las reformas “anti feudales” de los años arriba citados, se transformó en Departamento de la Facultad de Ciencias Humanas. Una inmersión pausada a estos fondos hubiese matizado el texto de López Pedreros e invitado a comparaciones internacionales. En esta línea valga preguntarse por qué se presta tanta atención a fondos de entidades algo secundarias como la Asociación de Médicos al Servicio de las Instituciones de Asistencia Social (ASMEDASAR) o la Unidad de Clase Media de Colombia (UNCLAMECOLAR), en desmedro de fondos de entidades más representativas como, por ejemplo, la Asociación Colombiana de Pequeños Industriales (ACOPI).

Makers of Democracy. A Transnational History of the Middle Classes in Colombia es un libro renovador en cuanto introduce un actor inusual en la historiografía colombiana: las clases medias, principalmente en Bogotá. El autor propone que los años sesenta y setenta del siglo pasado fueron decisivos: uncieron las clases medias bogotanas (y de cualquier otra parte del mundo occidental) al yugo de la democracia. Liberarlas, es la misión que se traza.

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