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Interpretatio. Revista de hermenéutica

versión On-line ISSN 2448-864Xversión impresa ISSN 2683-1406

Interpret. Rev. herméneut vol.9 no.1 Ciudad de México mar. 2024  Epub 24-Sep-2024

https://doi.org/10.19130/iifl.irh.2024.1/29w00xs030 

Artículos

Infancias diversas desde el horizonte impolítico. Un rastreo por fuera de las hegemonías

Diverse Childhoods from the Impolitical Horizon. Tracing Outside the Hegemonies

María Martha Fernández Ricci*1 
http://orcid.org/0000-0001-7093-9978

11Universidad Complutense de Madrid, Cátedra de Pedagogía Impolítica, España, mariamarthafernandez@gmail.com


Resumen:

En este artículo reflexionamos sobre las infancias considerando su diversidad e irreductibilidad, desde el horizonte categorial impolítico. Infancias constituidas por la complejidad que supone la diversidad funcional, de género y cultural, pero a la vez sobre infancias pensadas en el mundo y con él, emplazadas en la diversidad ambiental. Fundamentamos la pertinencia de pensarlas desde la perspectiva impolítica, a partir de los aportes de Blanchot y Nancy, por su enfoque premoderno que interpela cualquier escatología y teleología que impongan condiciones de progreso, funcionalidad y apropiación. En primera instancia, brindaremos las erosiones impuestas desde miradas dualistas, más aún positivistas, muchas veces logocéntricas respecto al espacio-tiempo del juego. Finalmente, buscaremos interpretar otras perspectivas en referencia de las infancias sugeridas en la literatura y el cine, con sus influencias hegemónicas en tensión con la postura de Deligny. Enunciar “infancias diversas” como tautología, que muestra el fracaso producido por el reduccionismo y la violencia, al observarlas desde los mandatos teleológicos de la modernidad.

Palabras clave: infancias; diversidad; impolítico; Deligny; Blanchot; Nancy; Esposito

Abstract:

This article engages in a reflection on childhoods considering their diversity and irreducibility condition, from the impolitic categorial horizont. Childhoods, from their plural and diverse quality, are constituted by the complexity that the diversity, such as functional, gender and cultural, supposes. But also, about the childhoods though into the world and within it, emplace into an environmental diversity. We support the relevance the impolitical perspective, based on the contributions of Blanchot and Nancy, due to their pre-modern approach, and questioning of any eschatology and teleology that impose conditions of progress, functionality, and appropriation. Firstly, we will provide the erodes imposed from dualistic, positivistic, and often logocentric perspectives focused on the space-time dimensions of the game. Finally, we will seek to understand other perspectives in reference to childhoods suggested in literature and movies with their hegemonic influences in tension with Deligny’s position. Outlining “diverse childhoods” as tautology, which shows the failure resulting from reductionism and violence, when observing them under the teleological mandates of modernity.

Keywords: childhood; diversity; impolitic; Deligny; Blanchot; Nancy; Esposito

1. La discontinuidad del presente, el olvido y el juego en el capitalismo que nos sujeta

Nacer es, después de haber tenido todo, carecer repentinamente de todo, y en primer lugar del ser (el niño no existe como cuerpo constituido, ni como mundo) [...] Y cada vez que él cree haber conquistado una cierta relación de equilibrio con el entorno, cada vez que se recobra un poco de vida inmediata, es privado de ella nuevamente.1

…volver a ser niños, juntos [...]. Nos hacían adolescentes haciéndose a sí mismos, nuevamente adultos.2

Acercarnos a la infancia desde una perspectiva impolítica,3 como un ejercicio necesario que desoye los mandatos de la política moderna y los fundamentos de la política tradicional,4 las fijaciones taxonómicas, la dialéctica e imperativos, como también de las divisiones disciplinarias, es un ejercicio que horada la des-sujeción de lo instituido. Esta búsqueda delata la violencia ontológica, relacional e institucional, que se movilizan afianzándose en el modelo capitalista, obstaculizando la constitución comunitaria,5 con el extremo abismamiento del individuo, que pierde fuerza y valor, frente a esa homogeneización, bajo el yugo del terror como dispositivo omnipresente para la sumisión ante la ley y el poder. Es Nancy, como lo indicaremos más adelante, el que desarrolla los movimientos de destrucción y dispersión o disgregación que incorpora las fuerzas del nihilismo para pensar la política desde el horizonte impolítico. Incorporar el nihilismo como parte de la imposibilidad, y como primera: la existencial, la de que el Otro no soy yo. Una segunda: que no hay fundamento ya que el nihilismo excede el fondo “sobre su mismo límite, como su límite y a la vez como su afuera, pero sin ninguna mediación”.6 La modernidad conduce al ejercicio de ajenización7 por la operación de objetivación reductiva de la alteridad, lo que exhibe el extrañamiento que las infancias producen. Las infancias a las que aplicamos un impersonal “se sobrevive, se nace y se muere” en el camino a la adultez.

Vamos en busca de perforar etiquetamientos de la infancia en un descuido histórico-epistemológico-simbólico moderno, que la identifica de y bajo la lente adultocentrista como concentración de poder que interpreta la infancia,8 eurocentrista, capitalista y patriarcal,9 por la interpretación de las relaciones de poder y el emplazamiento como fin. Sujeto u objeto, que no desaparece, sino que puede pensarse en la indecisión del ser y el no ser, según Blanchot. En la ruptura dialéctica, este pensador comprende un desdibujamiento de lo interior y lo externo, de lo vacío o lo pleno, concebido a partir del concepto de neutro como reúso de dualismos, idealismos y totalitarismos ordenadores, provocados a partir de la anticipación de sentidos.

Ante estos indicios, desestimamos comprender la infancia como una etapa circunscrita y delimitada, como conceptualizan algunas disciplinas. Sí, entenderla como una experiencia permanente que incluye cambio de pieles que protegen una fuerza que continúa durante toda la vida, en tanto va deviniendo en el pulsar de la metamorfosis.10 Coccia describe este proceso con un doble movimiento de simbiosis y regeneración que incluye traumatismo antecedente, en el que presiente un latir como ritmo vital que podría extenderse a toda la vida. Para ello apelar al recuerdo,11 no como mera reducción memorística o sutura conveniente, sino como condición de lo humano ante la imposibilidad del olvido, siguiendo las consideraciones blanchotianas:12 concebir el olvido, no como la contraposición de la memoria, ni el negativo de la ausencia, falta o interrupción, ya que el recuerdo supone una relación con lo olvidado generando un espacio infinito en el entre que se abre una vacancia -a sostener- que no obtura, ni retira el pasado, ni tampoco se persigue alguna continuidad,13 sino que lo define como la dimensión de lo inmemorial del olvido.

La infancia es una etapa de experiencias nobeles, desprovistas de exigencias o estrategias, de aprendizaje sobre la gestión del tiempo, ya que se gesta en su recorrido un incipiente pasado ante la impactante vivencia presente, y esta emerge como el presente que pasó, sin ya estar presente. El pasado es recomienzo en el tiempo lineal, percibiendo la relevancia de la intensidad del infinito presente, a modo de espacio/tiempo infantil donde la multiplicidad es inagotable, asentada sobre el secreto de lo que es y deja de ser, al compás de las reglas que se pacten, ajustándose al deseo, a los otros y al momento.

El juego implica el encuadre y el desencuadre, la instalación y la destrucción sin otro sentido. Lo lúdico desoye las lógicas mercantilistas. Un hacer embriagado en la “fragilidad de las apariencias y la carencia de modelo y no busca ninguna forma de salvación; es, por consiguiente, inmoral”,14 por no poder ser extraído a la luz del orden por sus sutilezas y complejidades. Habitar en la oscuridad no requiere ni iluminación ni revelación, según Blanchot.

Jugar en espacios concretos, el confinamiento de las actividades en aras de la organización permite la vigilancia y el control, identificación y efectividad. Según Deligny, “Construir un castillo fortificado. Trabajo de esclavo o juego maravilloso. Todo está en la manera”.15 En la forma propia del juego, su organización dista de una finalidad asignada. El juego es, un no tiempo y un no-espacio cuyo requisito para Blanchot es que sea un movimiento superficial en esencia, con la capacidad de absorber “todo el ser”,16 sin técnica, por estar desposeído del riesgo y la estrategia. Las infancias invitan a ser repensadas, por eso sugerimos una re-problematización17 que cuestione el adultocentrismo y el logocentrismo,18 recordando que el adulto es el niño en proceso de ese proyecto. La pregunta que nos hacemos es a qué proyecto estamos respondiendo y a qué “maneras” estamos apelando. Para eso debemos cuestionar los imperativos patriarcales que se camuflan en el eurocentrismo, que reduce desde lo blanco las diversidades, incluso mestizajes e hibridajes. Aunque estos también modelan en tanto binarismos como lo masculino y lo femenino. Mandatos que promueven prácticas excluyentes, sistemas dualistas,19 cerrados, como el pensamiento continuo, al que Blanchot indica que “la continuidad no es nunca suficientemente continua, por ser solo de superficie y no de volumen”,20 y agrega que, a partir de la dialéctica hegeliana, se construyen un centro y periferia,21 un abstracto y concreto, y continuo, en tanto sincrónico, del que emerge el “parámetro” de duración y de historia constituida como “una totalidad en movimiento, finita e ilimitada que responde a la vez al principio del entendimiento, que solo se satisface con la identidad por la repetición, y al principio de la razón, que quiere la superación por la negación”.22 Por lo tanto, no solo implica una interpelación, sino una actitud atenta a los discursos que merecen ser incluidos para pensar la multiplicidad de la infancia. Empezando por el cuestionamiento del tiempo y su percepción, pero más aún, de la representación del tiempo en función del progreso, considerarlo en cuanto a la instrucción que supone la productividad y la evidencia de que estamos en un sistema basado en la utilidad y la satisfacción inmediata, que se manifiesta en la monetarización, como expone Benjamin.23 El capitalismo y su versión vigente, el neoliberalismo, tienen la particularidad de generar un vaciado de sentido simbólico y por tanto proyectado a conceptos, palabras, discursos y acciones que terminan plasmando bajo la premisa del “hacer como”24 en la construcción ficcional. Por tanto, en los brillos, en el encandilamiento de su propia exuberancia, se desdibujan los sentidos y las intenciones. El precepto del progreso, sus prioridades y la imposición de valores, como la utilidad, funcionalidad y certeza, contienen la consecuencia del descarte, lo que está desarrollado en todas las vertientes que piensan la biopolítica y la vertiente de tanatopolítica25 con lo nefasto de sus secuelas. El mandato de producción, sustentado en la propiedad, linaje, sangre, tierra, entre tantas pertenencias que ubican lo identitario, lo retiene, lo extrae. La paradoja se constituye en que la existencia depende de la comunidad, y esta pertenencia sustrae lo que se considera como “lo común”. La sustracción se da porque el sujeto está en relación con otros, “desposeído” de lo que en principio producía pertenencia. Al mismo tiempo ese “tener” es insuficiente, ya que se normaliza e instituye: la carencia, la deficiencia, naturalizándose en la búsqueda de homogeneizarse. De cara al soberano, todos somos iguales, todos somos y estamos expropiados. Este es el costo de la identidad: lo que nos identifica nos reúne, conforma lo común. Lo exclusivamente común, tanto que nos arranca —expropia— de otras relaciones.

Nos detenemos en el punto de la carencia/falta/insuficiencia, que se instaura a nivel relacional y por ende personal, garantizado desde la reproducción de las exigencias en la familia y en la escuela,26 donde se cultiva y reproduce la ética moderna.27 Estos son los valores y criterios de autopercepción a partir de la mirada institucional, impartidos con “sangre, sudor y lágrimas”, promocionando la escatología del mercado laboral, el estatus social y la teleología de un modelo de producción expansivo y extractivista,28 basándose en la ilusión de un por-venir mejor, siempre mejor. Lo que conlleva la percepción del tiempo que en las infancias es observado en términos productivos acelerados, hoy amenazado por el impulso de la inteligencia artificial con el agravante de la instauración del aprendizaje externo impartido por el adulto, bajo requisito de una actitud pasiva.

La propuesta imperante destaca la eficacia del uso del tiempo en tanto producción, focalizada en la supervisión actitudinal del aprendiz, posponiendo y excluyendo al lento, improductivo y al desobediente, produciendo una erosión y ruptura de la experiencia sensorial-estética-creativa-poiética-física. De ahí que no tenga sentido hablar del cuerpo y del pensamiento separadamente uno del otro, como si pudiesen ser subsistentes cada uno por sí mismo: “no son otra cosa que su tocarse uno a otro […]. Ese toque es el límite de la existencia”.29

2. La falta como intervención de lo diverso

El concepto de “proyecto” desde una dimensión existencial se puede describir como la eyección individual hacia un futuro inexistente, incierto, que se diseña a golpe de presentes, en los que al final como infantes estamos anclados en un “ser” y “hacer” para el futuro. Es en ese terreno venidero donde se ejerce violencia sobre las infancias, donde lo esperado pulveriza la pulsión errante constitutiva de lo existencial, aunque la paradoja se asienta en que lo prorrogado desvanece el presente, pierde sentido y vacía el pro-yecto. En la educación,30 no podemos dejar de pensar en esta cuando se habla de infancias, se instauran dichos que van calando profundo en las biografías, el mandato de una escatología: lo bueno siempre está por venir, y la espera hacia cuando seas grande. Siempre, el próximo paso va a tener más sentido que el actual, desplazamiento y enrarecimiento permanente del ahora y aquí.31 El futuro,32 tan innecesario por ilusorio y por la dispersión del presente, se pretende configurar como apropiador y superador de trayectorias vitales. Lo que es más presente es lo errante, y en esa deriva se confirma su imposibilidad, como también se afirma la relación con el afuera, en tanto que es una relación con el pathos, que impulsa a aventurarse.33

Esta operación futura también atraviesa la autopercepción, ya que las latencias quedan aterrorizadas en función de esa posteridad omnipotente, experiencia reiterada hasta la comprobación final del rigor del mercado laboral y las dificultades de la vida autónoma/independiente. En ese punto se vinculan dos horizontes ficcionales y entrópicos: el del mercado laboral/profesional como espacio de autoexpresión y el de la exigencia del tiempo, nuevamente el tiempo y su relato moderno, que en la escuela se asimila desde la gradualidad, el calendario escolar, los programas, los niveles, en esta carrera imparable de la formación.

Las infancias están sometidas a la retahíla de la repetición como recurso para instaurar el proyecto social, político y económico definido, concreto, limitado, institucionalizado y programable a pesar de su constitución ficcional, un a priori al que solo resta encajar, distinguiendo entre aptos y no aptos, que suspende el ahora hacia un anhelante mañana. Aptos, en tanto que dóciles, adecuados, “normales” y exitosos: los comunes somos “nosotros”, y los “otros”, el “contratiempo” de los rotos, lentos y torpes.

Sobre el contexto del desarrollo de la diversidad, a partir de la década del cuarenta se inicia fuertemente la demanda de derechos de la población negra afrodescendiente, y esto marca un hito para el resto de las diversidades. Luego, serán los colectivos de discapacidad y de género los que enfrentaron el olvido, la negación, la persecución, el aislamiento y la postergación. Se instaura en la sociedad la falta y la carencia, el déficit en que el discurso capitalista se funda. La falta que se identifica en “tener” una capacidad, linaje, cierto color de piel, valores morales o sanidad. La propiedad fija el deber y la perenne deuda: ante los imperativos hegemónicos, los sujetos siempre somos insolventes. La frustración se termina confirmando. La falta, en esta narrativa, se esgrime como motor de voluntades en función de concepciones teleológicas.

En comprensión del diseño de la falta desde el horizonte categorial de lo impolítico se debe atender al nihilismo con sus cualidades, el que, según la observación impolítica de Esposito, se caracteriza por su “artificialidad, anomia, insensatez —es percibido como lo que se ha vuelto imposible—”, y o su flujo de “explosión —o la implosión— de la nada”.34 Y la comunidad, como espacio de supuestos comunes, arrasados por la necesidad extrema de individuación con la complejidad del componente sustrayente, reivindicando la pérdida o la deuda ligada a un menos, nunca suma. Sus miembros ya no son idénticos a sí mismos, sino constitutivamente expuestos a una tendencia que los lleva a forzar sus propios confines individuales para abismarse en el “afuera”. Desde este punto de vista, que rompe toda continuidad de lo “común” con lo “propio”, ligándose más bien a lo impropio, vuelve la figura del “otro”. Si el sujeto de la comunidad no es más el “mismo”, será necesariamente un “otro”. No otro sujeto, sino una cadena de alteraciones que no se fija nunca en una nueva identidad.35 Según Nancy, el nihilismo se define como “estado patológico intermedio”, y por estar suspendido en perpetuación se convierte en “normal”. Y lo normal, como “mantenimiento indefinido de los fines, al mismo tiempo: una tendencia nunca extinguida y la eterna reaparición del problema del cumplimiento, del fin, del aniquilamiento, en un agotamiento infinito”.36 La lectura del nihilismo, operando como exigencia, sustracción y carencia, colabora en la comprensión de la homogeneización de la diversidad y el mandato que nace para no poder ser cumplido. El entramado de la modernidad y su basamento requieren una lectura de filigranas para correr el velo de la igualdad, libertad y fraternidad atado en el contrato social y los acuerdos ante el soberano, en el que, según Hobbes, se sientan las bases de ordenamiento construido artificialmente, donde la nada existencial es reemplazada en una operatoria de sustracción, “vaciamiento vaciado”,37 por una nada ex nihilo, lo que impone un costo de sacrificio y renuncia altísimo, este desgarro paradigmático por su impacto debe ser contenido. Se crea entonces el artificio de las instituciones, asumir “como forma de mediación social precisamente una prótesis —es decir, un no-órgano, un órgano faltante— significa hacer frente al vacío con un vacío todavía más extremo porque desde el comienzo es aferrado y producido por la ausencia que debería compensar”.38 El resultado es su propia inoperancia; junto al vacío irremplazable y latente, es lo que constituye el ser en común. La herida evidencia que no hay nada en común; esta es la base de la comunidad: su límite, su imposibilidad, a la vez su propia pulsión vital y destructiva. Estas potencias coinciden, sincrónicamente, y no responden al pensamiento dualista de una que excluya a otra. Son una con la otra: destrucción/sustracción.39

No nos detendremos en la comunidad, pero sí queremos exponer la conflictiva de esta falta fundante; Nancy va más allá considerándola constitutiva y previa, por ser inherente a la relación como desgarro primigenio donde se produce una división para identificar el Yo del Otro,40 en el que este Yo se enclaustra41 en su inmanencia del “consigo mismo”. Este exacerbamiento del individualismo —fuera de lo constitutivo—, según Bataille, sustrae al sujeto de la alteridad, generando la ilusión de una interioridad de plenitud, incluso de abismamiento, que concluye en la idea de refuerzo de la individualidad del homus lupus y consolida la imposibilidad relacional con el exacerbamiento del narcisismo que anula el “ser con”.42

3. Crápulas, vagabundos e infancias errantes

Observada la maquinaria simbólica hegemónica donde la falta está instituida y ritualizada, en tanto repetida en cuantas acciones realicemos, podemos observar que para la modernidad la diversidad produce reactividad. Nuestro punto de partida es que la diversidad es inherente a la vida, que es múltiple, sincrónica, compleja y heterogénea. Entonces, la diversidad interpela al extremo las instituciones, y estas condicionan, configuran: nutren, educan, fundamentan, incluyen y excluyen.

La diversidad funcional, y en especial la discapacidad intelectual, cuestiona y choca con el modelo/proyecto capitalista-neoliberal, puesto que trastoca sus pretensiones de progreso, producción, velocidad; modelo discapacitante por establecer sus metas, objetivos, lineamientos, reproduciendo un sistema de incluidos, y consecuentemente de excluidos, lo que se replica también en general en la diversidad: el blanco excluye al mestizo, al negro o sea, al no blanco; la heteronorma excluye al género fluido, a la lesbiana, al gay, al travesti y al trans, al queer; el europeo excluye al africano, al asiático y al latinoamericano; pero también la ciudad erosiona, con sus bordes y ambición de crecimiento, a la naturaleza. Toda exclusión instaura su supremacía, como ha sido con la exacerbación del racionalismo, el hombre por sobre la tierra y los animales. Al mismo tiempo, esta adjudica el derecho de uso y abuso, de extracción, aniquilación, ya sea simbólica o material. Estas lógicas subyugan y suman pliegues43 y repliegues nominados desde unívoca disposición hegemónica o discurso dominante, como el extremo de anulación de la alteridad.

Por ende, lo que el sistema no tolera, enfatizando la capacidad de decisión y ordenamiento vertical del poder, son la deficiencia o la discapacidad. Por eso recurrimos a Fernand Deligny, con un trabajo invisibilizado tanto como sus crápulas y vagabundos, que pululaban por las calles de París al finalizar la segunda Guerra Mundial, “una vida de oficio”, que nos acompaña en el extravío y hallazgos posibles, siempre posibles en el encuentro de las infancias en este mundo que agoniza.

La obturación es el resultado del terror que supone la extrañeza de una alteridad ajena y conocida. Palacios identifica los modelos44 y las diferentes concepciones sociohistóricas de la discapacidad, situando el modelo de prescindencia, cuya justificación del origen es la religiosa-mágica, y acentúa la improductividad que arrojaba a las personas con discapacidad a la mendicidad y la resolución mediante el infanticidio.

4. No eres uno de los nuestros y el devenir arácnido

De los pliegues del manto salieron dos niños; unos niños harapientos, abyectos, temibles, espantosos, miserables. Se arrodillaron a sus plantas y se colgaron del manto [...] Este chico es la Ignorancia. Esta chica es la Carencia.45

La pata, cuando le vio, ¡se quedó espantada! No era un patito amarillo y regordete como los demás, sino un pato grande, gordo y negro que no se parecía nada a sus hermanos.46

Las diferencias y sus representaciones. “La infancia se entrelaza con la literatura pues ambas se cifran en el NON SERVIAM,47 pensando con Blanchot. Podemos asumir que, al no ponerse al servicio, ni subordinarse o entrar en relaciones funcionales, se habilita a nuevos modos como sucede con Tlön,48 un mundo creado por tantos que no se puede identificar autoría, “una serie heterogénea de actos independientes” con un lenguaje nuevo modelado para ellos: “aéreo-claro sobre oscuro-redondo”, que resuena como un posible nombrar del infante, similar a los primeros trastabilleos que rompen el silencio. En la in-utilidad de la literatura, aparecen trazos de la mirada hegemónica con las características estigmatizantes por excelencia que hemos recorrido en este desarrollo que busca interpretar los bordes que custodian el secreto, y que pueden ser franqueados a través del recuerdo que asume la exigencia del olvido, por lo que la escritura entraña un repaso que solo el recuerdo puede conducir incluyendo la imposibilidad del pasado, que vuelve transfigurado, tan ambiguo como el hecho de la escritura siguiendo a Blanchot. De igual manera lo que se está implicando es la multiplicidad, en exilio permanente, como un movimiento incesante hacia el afuera, un espacio que no admite poder ni pertenencia, sin punto de partida ni destino.

Sobre la interpretación de rasgos que esbocen las infancias, hallamos silencios contenidos que prefieren enmudecer, y en otros casos el recurso del secreto que se pierde en el desastre de la desmemoria, en la mirada que desde el atalaya desde donde se escribe es la adultez. Se liberan detalles al lector, se simulan recursos estéticos en busca de la discreción y se sugiere, como sucede en la metáfora, o con el uso de animales, como en las fábulas.

No buscamos hacer una exhaustiva exégesis literaria ni una identificación sistemática, sino señalar la dificultad de nombrar y describir la diversidad en las infancias, pero sí interpretar los elementos rectificadores y normatizantes e incluso invisibilizadores de la riqueza de la pluralidad. Cómo se relatan, cómo se perciben, lo que se dice en sus derivas y lo que se obtura. Para ello la búsqueda supone las tensiones en la diversidad de género, funcional y sociocultural. En referencia a esta última, fundamentar que lo social es una marca de clase, raza, color de piel o por la misma pobreza y hambre, que causa estigmatización y por ende resulta en segregación, vulneración y muerte.

Las diferencias se vislumbran, desde el harapiento y extremadamente delgado Lázaro,49 un Quasimodo,50 un niño modelo de carencia, abandonado y oculto hasta que es descubierto por el amor, como resolución redentora a la historia del tullido y deforme. La enfermedad es periférica, como es el caso de Beth en “Mujercitas”,51 un padecimiento invisibilizado por la historia de sus hermanas. En un contexto de guerra civil, la muerte debe incorporarse, pero queda desplazada ante la vitalidad de las otras hermanas.

Hacia el siglo XX, la “La gallina degollada”52 relata el origen fantástico de la discapacidad “la unión maldecida”, que se palpa en esos niños babeantes que viven en el fondo de la casa, y lo ominoso de su presencia que desencadena la muerte de su hermana, bella criatura que daba vida a la familia. No hablan, pero son centrales sin ser el centro que es cuestionado a partir del nacimiento de su hermana. Los diálogos no los incluyen, salvo la descripción de los cuatro hijos idiotas.53 En contraposición, para comprender las representaciones que la diversidad puede suponer, está la mirada de Cortázar en “Final del juego”.54 El escritor relata el paso hacia la adolescencia de las hermanas Holanda y Leticia, la más baja y delgada de las hermanas: “era muy buena como estatua, pobre criatura. La parálisis no se notaba estando quieta”, estado que el autor no considera discapacitante; eso es lo enriquecedor y generoso de su observación. En este cuento corto, pasan otras cosas, pero, sobre todo, la creatividad, la mirada admirada,55 de iguales, otorga potencias a este personaje.

En los ochenta56 emergieron varias series con protagonistas con ceguera o discapacidad motriz; sin embargo, el tratamiento de la diversidad de género en la infancia reprodujo el tabú sexual.57 Tanto en la literatura como en el cine, los exponentes que podemos encontrar son recientes, como la película “XXY”,58 sobre el hermafroditismo, que relata la historia del despertar sexual y sus primeras relaciones, con las dificultades que impone y ejerce el binarismo con la heteronorma. Otras películas como “Tomboy”,59 sobre las infancias trans, en otro contexto cultural, colaboran en exponer la “voz” del personaje sin sesgo exacerbado, incluso exhibiendo la mirada positivista, empirista y objetiva de las instituciones como de la sociedad, aunque esa perspectiva disminuya su complejidad.

En revisión de los mandatos culturales, un buen ejemplo es “Billy Elliot”,60 en la que, en una familia minera, el hijo menor desea ser bailarín clásico, aunque se le impone la propuesta paterna del boxeo. Billy encarna la desviación del proyecto dado, y al final del camino, ante la fidelidad del llamado acogido, la consagración a partir de la capacidad creativa de recrearse, a pesar de todo el peso de la tradición cultural.

En el caso de “Café de Flore”,61 se observa la dificultad de maternar la discapacidad, como una doble vulneración, y las dificultades impuestas por la sociedad, como sucede con la escolarización de Laurent. El filme expone la conflictividad de su autonomía propiciada por su madre, y la amistad que desarrolla con Véronique, ambos con Síndrome de Down. El interés por esta película se potencia por acercar la mirada de la discapacidad en la Francia de 1968. En los relatos y películas, las vidas son confinadas al claustro de la exclusión. El significado etimológico de in clausere supone un límite, un borde impuesto: un adentro y un afuera, un nosotros y un otros, los que están enclaustrados, definidos por locación o determinados en una taxonomía.

El consumo se cuantifica y se exacerban sabores, colores, brillos, sonidos en abundancia. Como contrapropuesta, se exige devenir al entre con otros, y en esta gesta la eficacia es desmontada y confrontada; la funcionalidad se encuentra inoperante. Ante el trazo firme y recto que se demanda en la discapacidad, observamos la experiencia de Deligny y sus dibujos, que plasman la multiplicidad de trayectos errantes, a veces repetitivos, borroneados, desdibujados, pero colmados de vitalidad. El aislamiento de los espacios en los que convive con niños y jóvenes autistas son márgenes de lo conocido, periferia de lo que se ve, bordes.

Los extremos como las diversidades también son cohabitados por la vejez, concebida como los “improductivos del sistema”, la “clase pasiva” y la muerte como el último vacío, el final que no se comprende. El vacío nihilista es estéril, entrópico, arrasa. Hay otra concepción del vacío, habitado por lo desconocido, la muerte, la vejez y la discapacidad, sin tiempo y repleto de sensibilidades no categorizables.

En lo arácnido,62 la red es un modo de ser, infiere Deligny. Se pregunta por el objetivo de la tela de araña, si su fin está previsto, pero observa que la red es su camino, su soporte en el espacio en que las gotas pegajosas se adhieren a la red. Hay tantos tipos de redes como arañas. ¿Teje la red o es la red?; responde: “la red es no hacer, está desprovista de todo para…”63 Es sin intención ni exceso; de otra manera provocaría su ruptura. La araña avanza y teje.

Así como la araña se sujeta de su vela, Deligny se afana por no caer en la crueldad de las instituciones; se detiene “tejiendo” sus propias corpografías,64 que delinean su experiencia, mapas, gestos, trayectorias, acciones, rizomas; expresan escritura-vida. El pedagogo y maestro se arriesga a la errancia, luego de presenciar la violencia institucional de la Francia de entreguerras, plagada de crápulas, huérfanos y muertos de hambre y sus maestros, tan huérfanos como ellos.65 Se compromete con el lenguaje no verbal, dando testimonios sin intervención. Los movimientos, trayectorias recorridas que, observa, tienen que ver con operaciones de evacuación del lenguaje. Para Deleuze y Guattari,66 esto es una apertura de las líneas de escritura a líneas de vida, que permiten dar voz a los que no tienen habla.

La escritura de Deligny es fragmentaria, jirones de trazos errantes, rizomática entrecortada, sin citas, con borraduras, dibujos y anécdotas. Por momentos, con la fluidez de quien ama; otros, con el tono angustiante de quien sabe que el tópos de lo amado no tiene lugar; sin categoría para la fragilidad, una modernidad “sin lugar para los incapaces”. En el vagar del por qué, la comprensión, en contraste con la certeza moderna, que se sujeta desesperadamente a pesar de estar fundada en el desfonde (Esposito), están estos niños, los sin nombre, en el olvido de la sociedad y de los que desean omitir la infancia.67 Sin habla infans,68 Deligny decide firmarlos, con el objetivo de restaurar la dignidad de que sean un ser social, en la villa que se construyó intempestivamente a medida que la comunidad crecía, en una red nómada inacabable e incesante. Se ven en una cotidianidad, se ven en su trajín, en la repetición del gesto, en la mirada sostenida al cielo y la ruptura del trazo. Relata ese retorno impredecible sobre los mismos pasos, el giro súbito sobre los propios pasos. En “Semilla de crápula” aparece una propuesta que desliza una ética que describe su mirada respetuosa de la integridad y la intimidad: “No explores las ‘pequeñas historias entre ellos’ sin sostener firmemente la escalera por la cual bajaste. Corres el riesgo de asfixiarte como en el fondo de un pozo”.69

Deligny conocía la experiencia de Celestine Freinet y su máxima de que toda pedagogía que no parta del educando, sus necesidades y aplicaciones más íntimas, está condenada al fracaso. No obstante, y en honor a su errancia, que atiende a estar-con sus andrajosos en un devenir educativo. Trayectoria que resulta de una biografía atravesada por su orfandad, las necesidades de la guerra, el escoutismo. Luego de asistir a clases de filosofía y psicología, ingresa como reemplazo del maestro de educación especial, donde entra en contacto con las instituciones psiquiátricas, como eran los asilos en época de guerras, como solución para resolver la cantidad de huérfanos, enfermos, el incremento de la delincuencia infantil, el hambre y otras tantas necesidades, que terminaban conduciéndolos al suicidio o fuga, que terminaba arrojándolos al mismo espacio de encierro. Se desdibujan las etimologías y se deja perder en pensamientos. En “Lo arácnido”, la red tiene dos acepciones. Es preciso demorarnos para su comprensión. El término réseau, tela sin trama, sin diseño, sin previsión despojada de intención, supone un tiempo infinito en el que el azar está presente “La cosecha, si hay cosecha, será para otro momento, para más tarde o para siempre”, apunta. La amenaza de los tiempos modernos que se desvanecen o se afirman en el vagabundeo como experiencia. “La vaguedad” describe una experiencia en silencio y la vacancia que hospeda al infinito de “extraordinaria riqueza”. Lo no dicho, el gesto al aire, la mirada perdida, la contención de la inacción. Lo que no tiene peso.

5. Abrir la puerta para ir a jugar

El juego como espacio relacional con otros, con el tiempo y el espacio, es una conquista contemporánea. En el transcurso del texto, observamos dos tipos de violencias, la primera, ontológica y por tanto epistemológica con sus desvaríos binarios y dialécticos, útiles a la sociedad de consumo que con sus mandatos dificultan la construcción de individualidades en diversidad en el contexto de una ética comprometida con el ser y su multiplicidad, y la segunda, la simbólica.70 Si tomamos algunos exponentes históricos, como señalan Ariès, Foucault y Agamben, y las representaciones artísticas, vemos que demuestran que la demasía existencial desborda las categorías totalizantes y constreñidas. Volvemos a una cuestión inicial en la que el recuerdo parece salvar las distancias biográficas y cronológicas, ¿cómo corrernos de la mirada adultocéntrica para dar parte de las infancias? Des-sujetarnos, ceder el control. ¿Cómo abrirnos a la conversación, o silencio, del Otro sin pugnas? O cobijar —siguiendo a Blanchot—71 lo desconocido sin romper la diferencia ¿cómo esperar que ese encuentro no esté mediado por las representaciones inflexibles de un mundo ya diseñado y a punto de extinguirse?, desde la exploración de Deligny, surge para las semillas de seres72 “Adultos sean menos bulliciosos”,73 medida y conveniencia del adulto. “No le digas: ¿Te parece que yo…?”

“Quizás eres un adulto modelo. De seguro no eres un modelo de niño”,74 conveniencia medida que se agrava en el intento de comparación a la medida del adulto. Aparece el prurito de la extrañeza, la voluptuosidad del deseo de explorar de las infancias que “debe” ajustarse al orden, alinearse o encajar. Al método unívoco que recusa la diversidad como lo excepcional en un mundo de excepciones, la infancia se transforma en parte de la ficción de la modernidad que se encuentra en peligro de desaparición frente a las taxonomías que se multiplican hacia lo infinitesimal en el movimiento tanatopolítico de la extrema individuación. Profunda contradicción, que, en vez de proteger o atesorar las infancias, las exilian objetivándolas hacia la maquinaria de producción de sentidos. Las infancias, quedan/quedamos postergadas en su ser-proyecto, desposesión radical.

N. A.: el plural surge de la comunidad de diálogo con los autores y colegas. El saber surge como construcción comunitaria.

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1Maurice Blanchot, La palabra analítica. La parole analytique (Buenos Aires: Ediciones La Cebra, 2012), 15- 17.

2Fernand Deligny. Los vagabundos eficaces. 2a. ed. (Barcelona: Laia, 1980), 5. Se asume que la diferencia entre infancia y adolescencia ha sido una línea divisoria que se ha adaptado a las necesidades culturales y políticas de los tiempos, y lo consideramos indistinto ya que ambas se constituyen como lo otro de la adultez, una división que hasta el siglo XVIII se expresaba como “el mayor y el menor”. En la psicología varios autores, como Piaget, Erikson, incluso Freud, entre otros, coinciden en que la infancia es una categoría reciente que se asienta sobre el desarrollo de la “familiarización”, como responsabilidad sanitaria y física, y la posterior intervención institucional de control, supervisión y adecuación social. “La familia, incluso hasta nuestros días, no es el simple reflejo, el prolongamiento del poder de Estado; no es la representante del Estado respecto a los niños, del mismo modo que el macho no es el representante del Estado para la mujer. Para que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien específicas que tienen su configuración propia y su relativa autonomía” (Michel Foucault. Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta, 1979, 157).

3Este texto tiene como precedente el de Mariana Chendo y Daniel Etchepare. Los autistas de Fernand Deligny. Por una educación impolítica (Tendencias Pedagógicas, 35), 49-61.

4La categoría impolítica que aparece en el desarrollo de Bataille, Heidegger, Arendt hasta Simone Weil, Nancy y su mayor exponente Roberto Esposito, lleva a su crítica a una mirada periférica no dialéctica ni binaria; por eso la semántica que acompaña esta autoproblematización es el desenfoque, borramiento, refracción del universo categorial heredado de la modernidad y el positivismo. Esposito ordena este ejercicio de pensamiento en “Categoría de lo impolítico” en que discuten los márgenes de lo teológico a lo político y la problemática de la representación, representación-imagen ante el problema de lo unitario como origen, y se incluye la imposibilidad provocando una apertura de una política que no responde ni a propuestas positivas o negativas, sino inmunológicas, problema que desarrollará en “Communitas” e “Inmunitas”.

5Para Bataille, Blanchot y Nancy, la propuesta comunitaria se funda en la violencia que contiene la falta, que se da en la división y reconocimiento de identidades como el Yo y el Otro, escisión que resulta en carencia y déficit. Esto, llevado al campo simbólico en el que se expresa de diferentes formas que se constituyen en patrones, como puede señalarse en la matriz hegemónica “blanco, hombre, heteronormado”, que establece como norma “lo natural” de la heterosexualidad, y sus consecuencias machistas, racistas y clasistas. Dicho de otra manera, esta falta se reproduce en las relaciones comunitarias, traspolándola como espacio fértil de praxis identitarias de división ¿entre? nosotros y los otros. Esta tesis es fundamental para comprender el achatamiento de las diferencias, o de su no reconocimiento. Se instauran así tres movimientos: primero, el requerimiento de la identidad individual —como constitución natural y cultural— y comunitaria; segundo, una propuesta de modelos cerrados y estériles que las aglomeran. Y el último componente, el funcionamiento de las instituciones que reconocen, organizan e imponen la necesidad de estas identidades performadas. Queda así trazado un escenario arrasado, propicio a las violencias.

6Roberto Esposito, Carlo Galli y Vincenzo Vitiello (comps.), Nihilismo y política. Con textos de Jean-Luc Nancy, Leo Strauss, Jacob Taubes (Buenos Aires: Manantial, 2008), 21.

7Ajenización en el sentido marxista, que se refiere al impacto de la propuesta capitalista a nivel existencial del exacerbamiento de la competencia, el individualismo, como también al sentido de desvinculación creativa y emocional.

8El adultocentrismo supone una administración de las infancias desde “lo adulto”, sin registro de tiempos, espacios, voluntades, hábitos y gustos de las infancias, que quedan desdibujadas en cuanto a su participación. Por ende, se ejercen desde el control y poder de los adultos, sin espacios; incluso se concibe como una “protección”, sin problematización alguna a nivel escolar, familiar o del Estado (Manfred Liebel, 2022. “Contrarrestar el adultocentrismo. Sobre niñez, participación política y justicia intergeneracional”, Última Década, 30, núm. 58: 4-36, cit. en 7). Se puede identificar la condición adultocéntrica como construcción social: “Ella remite a unas relaciones de dominio entre estas clases de edad y lo que a cada una se le asigna como expectativa social, que se han venido gestando a través de la historia, con raíces, mutaciones y actualizaciones económicas, culturales y políticas, y que se han instalado en los imaginarios sociales, incidiendo en su reproducción material y simbólica” (Claudio Duarte Quapper. “Sociedades adultocéntricas: sobre sus orígenes y reproducción”, Última Década, núm. 36, 2012: 103).

9En cuanto al patriarcado, nos referimos a la dominación y explotación de las mujeres y feminidades estableciendo jerarquías de género, control de la producción, reproducción y sexualidad. Este control se extiende a la negación de las diversidades de género, culturales y funcionales a favor de la producción. Acordando con Silvia Federici —con una extensa obra sobre el tema—, actualmente no se puede pensar el patriarcado por fuera del capitalismo y la reproducción de sistemas de estructuras opresivas a nivel simbólico-existencial que se da dentro de la familia, consolidando este control.

10“La metamorfosis es la propiedad de los cuerpos que nunca se separan de su infancia. A la inversa, un cuerpo que ya no es capaz de vivir su infancia —o que, previéndolo, ha transferido esa experiencia a otro cuerpo al reproducirse— dejará de metamorfosearse” (Emanuele Coccia y Pablo Ires. Metamorfosis [Buenos Aires: Cactus, 2021], 75).

11El recuerdo es considerado como un acto de revisión de lo que se resguarda en la “corda”, y aún más, como mencionan Mate y Mayorga: “La respuesta está en nuestra necesidad y, al mismo tiempo, dificultad, de recordar. Si nos planteamos el recuerdo es porque ha dominado el olvido” (Reyes Mate y Juan Mayorga. “Los Avisadores del fuego: Rosenzweig, Benjamin, Kafka”. Isegoría, núm. 23 [diciembre 2000]: 45-67; cit. en 46). Por tanto, recordar para no repetir o hacerlo con la potestad de volver a ciertas vivencias.

12Blanchot desarrolla el tema en “La espera el olvido”, considerándolo fuera de cualquier temporalidad, ya que en el olvido se borra cualquier cronología y límite; incluso en el olvido puede encontrarse alguna noción del “común” en nosotros; no es negación, sino una apertura al afuera “desde el fondo de los tiempos sin haber sido dado” (Maurice Blanchot. La escritura del desastre [Caracas: Monte Ávila, 1990], 11).

13Restaurar, en el sentido de devolverle la “continuidad razonable que hace a los sistemas, haciendo que el pasado desempeñe una función de garantía, dejando que se torne activo, citador, incitador” (ibíd., 56).

14Jean Baudrillard, Las estrategias fatales (Barcelona: Anagrama,1985), 106.

15Fernand Deligny, Semilla de crápula: consejos para los educadores que quieran cultivarla (Buenos Aires: Editorial Cactus, 2017), 39.

16Maurice Blanchot, El libro que vendrá. Colección Prisma (Caracas: Monte Ávila, 1959), 12.

17Buscando profundidad, asumimos que esta acción tendrá que hacerse en dirección al antropo-adulto-euro-heterocentrismo, con objetivo descolonizante, por la búsqueda de cuestionamiento.

18Refiriéndonos a la persecución de la palabra con su riqueza polisémica y al lenguaje como comunicación; y cercano a la noción de Derrida, quien indica el privilegio del lenguaje en la regulación verbal de la propiedad, como se menciona en “De la gramatología”, y su reducción a la lingüística.

19Se refiere a la corriente filosófica en la que se presentan dos sustancias o principios fundamentales, sus principales exponentes posteriores al dualismo platónico, que es al que nos referimos específicamente, Descartes con su dualismo mente, pensamiento/conciencia y cuerpo: res cogitans y res extensa, extensión en el espacio.

20Maurice Blanchot, La conversación infinita (Madrid: Arena Libros, 2008), 7.

21Considerando el centro como Europa y lo abstracto, el concepto de lo “universal”.

22Ibíd.

23En referencia a “El capitalismo como religión”, Benjamin observa un mundo hundido en la ruina; si “Dios ha muerto”, cualquiera puede ser Dios y, por tanto, no hay visión mesiánica. El mundo por venir, por tanto, está vaciado. Es interesante pensar cómo operaría en relación con el futuro prometido para las infancias desde el Estado, la familia y la educación (Walter Benjamin. El capitalismo como religión [Madrid: La Llama, 2014]). Recuperado de https://tinyurl.com/y2krpdsz

24Nancy, en “Nihilismo y comunidad”, expone que “varios aspectos del nihilismo que dejan vacancia, que permiten el distanciamiento y, por tanto, la representación en donde parte del ‘hacer como’ se consolida (Buenos Aires: Manantial, 2008).

25Políticas de exterminio silencioso, gestión de muerte, que continúa el legado de la biopolítica foucaultiana que piensa esta “especie viviente” y se ocupa del control y dirección de los cuerpos, analizando su extremo de muerte.

26Cuando mencionamos escuela, nos referimos al espacio educativo formal, institucionalizado en las diferentes etapas de la vida.

27La ética propuesta por la modernidad exalta el racionalismo como comprensión y resolución de problemas, un mundo con aspiraciones a lo universal, aunque el “universo” propuesto sea la visión europea del mundo (a la manera de Hegel) y, en la misma dirección, los valores individualistas y progresistas que se relacionan con el proyecto humanista: el hombre por, para y desde el hombre, generando una visión sesgada del mundo.

28Extractivismo impuesto en dos direcciones: la de extracción propiamente dicha, pero también, si hay algo válido para ser extraído, también habrá un residuo, descarte o desecho. Con la carga de lo “válido” como medida y su traspolación a lo útil. Internamente se teje la lógica de la expoliación, de la autoridad y legitimidad de “arrasar”, permiso implícito en la colonización del Otro y lo otro, incluso las infancias.

29Nancy, Corpus, 30.

30Cuando mencionamos educación, nos referimos a la educación formal, informal y la existencial como base necesaria para que la educación brindada desde la institución pueda gestionarse.

31Basta con revisar la literatura y el cine infantil, donde hay una marcada tendencia a que el presente solo pueda ser atravesado en tanto haya una transfiguración (superhéroes, masculinos, con superpoderes), o de dimensiones paralelas donde los protagonistas pueden hacer y ser lo que desean ser, lo que se resume en la imagen del niño que vuela en la bicicleta con el ET, Peter Pan en el mundo del “Nunca Jamás” o, en el caso de Alicia, el espejo.

32El tiempo, concebido linealmente con un comienzo sistemático, es una visión eurocéntrica, y da como resultado el tiempo monocrónico y la instauración de las cuatro estaciones, cuando en algunas zonas del planeta solo hay dos, la de lluvia y la seca. Hay otras concepciones del tiempo, Yásnaya Aguilar Gil explica que en la cultura mixe el futuro cae, ya que el tiempo es vertical. Para los bambaras, en el Oeste de África, el tiempo es ascendente hasta los 60 años y descendente hasta los 126 años. El tiempo mítico es un tiempo circular. En otras concepciones, el futuro no existe o está viniendo, como lo describe Franz Rosenzweig, o el futuro vaciado de esperanza y lleno de podredumbre de Benjamin. El tiempo cobra su relevancia en las infancias, tomadas por el presente, que puede acelerarse o enlentecerse; el tiempo del crecimiento y el de los eventos: en la infancia no tiene la misma duración una hora en un cumpleaños o en el parque, que la sensación y experiencia de una hora en el dentista.

33El pathos, como eros, motor de errancia. En misma línea en cuanto a la relación con el Otro, surgirán el logos y el ethos.

35Ibíd., 38.

36Ibíd., 16.

37Naturalmente, tal contradictoria estrategia de neutralización —vaciar el vacío “natural” a través del vacío “artificial” creado ex nihilo— nace de una interpretación sin embargo negativa, y así catastrófica, del principio de compartir, del compartir inicial del ser. Es justamente la negatividad sin salvación atribuida a la comunidad originaria la que justifica un orden soberano —el estado Leviatán— capaz de inmunizar preventivamente de su insostenible munus (Esposito, Nihilismo y política, 2008: 40-41). El munus es el don que se da a pérdida, sustracción (proviene de munus (arc.) moinus, moenus), pero también considerándolo como deber (compuesto por la raíz mei- y el sufijo -nes, que indica una caracterización «social»), “el munus indica solo el don que se da, no el que se recibe” (Esposito, Molinari Marotto y Nancy, 2003: 27).

38Ibíd., 41.

39“El nihilismo, en suma, no es buscado por la parte de la falta, sino por la de su sustracción. Es la falta de la falta —su remoción o resarcimiento—. Lo que nos sustrae a nuestra alteridad, bloqueándonos en nosotros mismos: haciendo de aquel ‘nosotros’ una serie de individuos completos y dirigidos a su propio interior, enteramente resueltos en sí mismos” (Esposito, Nihilismo y política, 46).

40No estamos ajenos al desarrollo que esto ha supuesto en la psicología, perspectiva que excede este trabajo.

41Preferimos escoger la noción de “enclaustro”, excesivamente recurrida en los discursos políticos de la “inclusión”, con fuerte injerencia en los estamentos existenciales cuando el sistema conduce al callejón sin salida de la exclusión por la promoción de la propuesta de la demasía, embriaguez y desborde del sí mismo.

42El “ser con” nos compromete con nosotros mismos en cercanía y con otros en lejanía, dando movimiento, circulación; por tanto, dota de desplazamiento en tránsito en la coexistencia de singularidades infinitas, en lo abierto: “a lo largo, al borde, en los límites, entre ‘afuera’ y ‘adentro’, transita indefinidamente la posibilidad de sentido”, según Nancy (Esposito, Nihilismo y política, 2008).

43La suma de pliegues implica adición de vulnerabilidades y vulneraciones, por ejemplificar: ser niña, latina, trans con Síndrome de Down.

44Sobre la discapacidad y los modelos expuestos por Agustina Palacios, véase El modelo social de discapacidad, orígenes, caracterización y plasmación en la Convención Internacional sobre los Derecho de las Personas con Discapacidad (Madrid: Cinca, 2008); sobre su perpetuación y la pervivencia de estos en el tiempo y en la bioética, léase “Discapacidad intelectual: aportes de la bioética al modelo social en educación inclusiva”, de María Martha Fernández y Alberto Vivas Peralta (2021). Revista Iberoamericana de Bioética, núm. 15 (febrero): 1-15. https://doi.org/10.14422/rib.i15.y2021.004

45Descripción de la niña y el niño que salen debajo del manto del fantasma de la navidad de Charles Dickens (2003). “Cuentos de Navidad”. Recuperado en https://biblioteca.org.ar/libros/656167.pdf, en el que se enaltecen ciertas características que dejan al desnudo la extrañeza de las infancias y la mácula de la carencia que deja traslucir lo que supone la niñez como alteridad.

47Billi Noelia. “Anacrusa, comienzo y silencio. Blanchot y la voz (no humana) venida de otra parte”. El Taco en la Brea 2, núm. 8 (30 de octubre de 2018): 12-20. https://doi.org/10.14409/tb.v1i8.7740. La expresión “non serviam” no se refiere en términos teleológicos únicamente, sino en cuanto a la relación de subordinación, dominación y claudicación (en mayúsculas en el original).

48Jorge Luis Borges, Obras completas. 4a. ed., vol. I, 2 vols. Barcelona: Emecé Editores, 1996.

49Lázaro González Pérez, conocido como el Lazarillo de Tormes, de autor anónimo datada en 1554, un clásico de la literatura española para nada lejano con lo documentado por Luis Buñuel en “Las Hurdes, tierra sin pan” (1930), relata la pobreza extremeña de niños desdentados y enfermos, en el mismo país cuatro siglos después y el flagelo de la miseria, lo insalubre y el olvido en la piel de las infancias. En Philippe Ariès, El niño y la vida familiar en el antiguo régimen (Madrid: Taurus, 1987), se desarrolla la explicación histórica de la concepción de la infancia que tuvo la influencia simbólica del niño Jesús, lo que con el tiempo imprimió otro valor a las infancias y detuvo los infanticidios, propiciando la representación de la niñez como nos llega en la actualidad. La infancia deja de ser el adulto de talla chica, como también de ser la “prole” que es parte de la fuerza de trabajo, sino que se promueve la industria del juguete e indumentaria exclusiva.

53“Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos”, y continúa: “mordiéndose la lengua y mugiendo”; tenían entre 12 y 8 años. Cuando se relata de una forma única la historia del mayor, Quiroga se refiere así: “Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre” (ibídem).

54Julio Cortázar, “Final del juego”, en Cuentos completos. 1: 1945-1966. 12a. reimpr. (Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, 2003).

55Como es el caso de Ariel, uno de los protagonistas del cuento, que envía cartas y mensajes, porque ve a las hermanas jugar, y estaba encantado de sus poses, en su devenir estatua: “Ariel no tenía ojos más que para Leticia. La siguió mirando hasta que el tren se perdió en la curva, y Leticia estaba inmóvil y no sabía que él acababa de mirarla así” (ibídem). Desconocía la enfermedad de Leticia que, a su vez, era protegida por su hermana Holanda, que suponían un desencanto, cuando Ariel se entera de que padecía del endurecimiento de su espalda.

56En el ánime “Heidi” (1974), huérfana de cinco años tras la muerte de su padre por un accidente mientras trabajaba, es criada por su abuelo en un contexto histórico particular, y Klarita, su coprotagonista, que por una caída en su niñez requiere de silla de ruedas. Para ese año se estrenó el primer capítulo de una larga saga “Little House on the Prairie”, en la que Mary, la hija mayor de la familia, encegueció luego de padecer escarlatina. A pesar del alto contenido moral, la serie no limita el desarrollo de este personaje, que se recibe de maestra y dirige una escuela de ciegos.

57La mirada hegemónica y adultocéntrica se determina por su carácter moralista, que se traduce en una concepción represiva y objetivadora. Las infancias se piensan asexuadas, como proyección de la suma infantilización, como se puede ver en “Jagten” (2012), de Thomas Vinterberg, en la que el relato adulto censura a la vez que implica una deserotización de Claire, una niña que asiste a la escuela inicial. Foucault explica “El cuerpo se ha convertido en el centro de una lucha entre los niños y los padres, entre el niño y las instancias de control. La sublevación del cuerpo sexual es el contraefecto de esta avanzada. ¿Cómo responde el poder? Por medio de una explotación económica (y quizá ideológica) de la erotización” (Michel Foucault, Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta, 1979: 105), cuyo ejercicio se funda en la conceptualización de las infancias y la vigilancia en todos los órdenes que les es dado.

62Fernand Deligny, Lo arácnido y otros textos (Buenos Aires: Ed. Cactus, 2015).

63Ibid., 28.

64El cuerpo como cartografía.

65“[…] volvíamos a ser niños, juntos, en casas en que nos enseñaban otra vez a vivir. Nuestros educadores no eran tales, en realidad, sino evadidos de las cloacas del ghetto de Varsovia, judíos alemanes e intelectualidad sin identidad, que como nosotros esperaban el retorno a la normalidad para confundirse con los demás. Nosotros los queríamos mucho. Poco o nada nos enseñaban” (Deligny, Los vagabundos, 5).

66Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia (Valencia: Pre-Textos, 2002).

67En cuanto al encargo como director pedagógico del Centro de Observación para niños inadaptados de Lille, entre enero de 1945 y mayo de 1946, Deligny explica a quienes estarán esperando, en la multiplicidad de las infancias que están fuera de la ley: “Se trata de observar, durante tres meses, a los ‘menores’ de la región que hayan robado, herido, vagabundeado, estafado, aquellos cuyos padres están pendientes de inhabilitación, aquellos que todo el barrio se queja, que reinciden, que amenazan, que desaparecen, que fracturan las cajas registradoras, que juegan demasiado ostensiblemente con la bragueta, los inadaptados sociales de menos de dieciocho años” (Deligny, Los vagabundos, 117). La infancia es la franja etaria desde el nacimiento hasta la mayoría de edad.

68Giorgio Agamben, Infancia e historia: destrucción de la experiencia y origen de la historia (Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2001).

70Sobre la violencia simbólica, que supone la arbitrariedad de reproducir y perpetuar la hegemonía de clases dominantes y su expresión, siguiendo a Bourdieu, puede ser refinada, sutil y difícil de identificar. Están presentes en los currículos (en la educación), en imágenes que reproducen los modelos hegemónicos, en los refranes y el saber popular, en cómo se comunica. Progresando el concepto, engendran elementos de dominación clasista, racista, colonial y patriarcal.

71“Hablar con alguien es aceptar no introducirlo en el sistema de las cosas por saber o de los seres por conocer; es reconocerlo como desconocido y acogerlo como extranjero, sin obligarle a romper su diferencia” (Blanchot, 2008, 187). Extranjero, ajeno u con todo, un imposible Otro.

72Lo que se indica en la traducción “semillas de hombres”; no obstante, para la época una vez más recae el sesgo universalista masculino, por lo que se prefirió indicar semillas de “seres”: para todas, todos y todes.

74Ibíd., 33.

Recibido: 08 de Junio de 2023; Aprobado: 10 de Agosto de 2023

Doctoranda en Filosofía. Master en Ciencias de las Religiones, Universidad Pontificia de Comillas, España. Postgrado en Educación Inclusiva y Diplomatura sobre Discapacidad, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Entre las últimas publicaciones cuenta como coautora con A. Peralta Vivas, “Discapacidad intelectual: aportes de la bioética al modelo social en educación inclusiva”, Revista Iberoamericana de Bioética, núm. 15, 1-15. Madrid. Autora de “Hacia lo común, a pesar de la educación especial. Análisis simbólico en la educación argentina”. REDIPE, Red Iberoamericana de Pedagogía, 10-43. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8261189, y del capítulo “El silencio y la palabra profética en el exilio”, en Guardar (el) silencio. En torno a Maurice Blanchot. Noelia Billi, de la editorial “Qual Quelle”, Chile, 155-170. Desde marzo de 2022 se desempeña como directora del proyecto de investigación “Comunidad y diversidad en la escuela”, de la Cátedra de Pedagogía Impolítica (CPI), de la Universidad Complutense de Madrid.

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