En lo que va del siglo XXI, grandes conmociones económicas y sociales sacudieron los procesos electorales nacionales de los mayores países que integran la Unión Europea (UE). Esos comicios se caracterizaron por notables reacomodos en las preferencias partidarias de una parte significativa de los electores, lo que se tradujo en un mayor fraccionamiento en la estructura de sus sistemas nacionales de partidos. Esos cambios pusieron en evidencia el debilitamiento de las bases sociales de los partidos mayoritarios tradicionales (genéricamente aludidos como de centro-izquierda y de centro-derecha o moderados); también favorecieron tanto el crecimiento de partidos menores preexistentes, como la emergencia de nuevas organizaciones políticas. Estos partidos menores podían adoptar, ya fuese posiciones euro es cép ticas, o bien actitudes antimigratorias e identitarias nacionalistas, o bien, en otras ocasiones, ser muy críticas del establishment político nacional por su incompetencia o por su corrupción. Esos tres temas permearon, en dosis variables, las campañas electorales de estas dos décadas. Nuestro objetivo es revisar el entreveramiento de sucesos supranacionales ocurridos en el periodo 2000-2019 en la UE con las elecciones nacionales realizadas en cuatro de sus mayores integrantes en la actualidad: Alemania, Francia, Italia y España. En este periodo, el Reino Unido aún formaba parte de la UE y era una de sus mayores economías, pero su peculiar situación en los años que precedieron y siguieron al referéndum de 2016, en torno a su salida o su permanencia en la UE, complica el análisis que bien amerita el tema, pero que requeriría en sí mismo un tratamiento por separado; por esta razón, no lo hemos incluido en este estudio.
Los eventos supranacionales que más parecen haber incidido sobre el desarrollo de los procesos electorales nacionales de esos cuatro países fueron dos. En primer lugar, la crisis financiera internacional, el desbordamiento de la deuda soberana de varios de los integrantes de la UE y la consecuente crisis del euro en 2009-2012, todos ellos ligados entre sí. En segundo lugar, el impacto de las cuestiones migratorias externas e internas en la UE, durante 2015 y 2016, cuando flujos masivos de personas, provenientes de Medio Oriente y del Sahel africano, en las que se entremezclaban refugiados y migrantes económicos, desembarcaron de forma irregular en las costas mediterráneas limítrofes de la UE, en busca de refugio o de trabajo; el problema se complicó porque estos migrantes externos se desplazaron hacia el interior del espacio Schengen, cruzando las fronteras nacionales, lo que de sencadenó diversos conflictos. Aparte de estos acontecimientos, por supuesto que hubo otros hechos de importancia, notablemente los ataques terroristas en diferentes ciudades europeas; sin embargo, los dos primeros procesos tuvieron un alcance mucho más extenso y afectaron a un número mucho mayor de persones y, por lo mismo, tuvieron un gran impacto en la opinión pública y en las campañas electorales a nivel nacional. Esto no significa que no preexistiesen problemas nacionales, estructurales y coyunturales, que también contribuyeron a ese declive electoral de los partidos mayoritarios de centro. No obstante, de lo que se trata es de examinar cómo esta combinación específica de factores internos y externos, estructurales o coyunturales, se condensó en las elecciones y dejó sentir sus efectos negativos sobre los gobiernos nacionales en funciones, los cuales se vieron afectados negativamente, tanto por su desempeño nacional, como por ser los agentes que vehiculaban decisiones tomadas por la Comisión Europea.
Para abordar este problema, este estudio se orientó con la propuesta teórica de Stefano Bartolini.1 Este autor plantea que la integración de la UE creó nuevas capacidades y abrió nuevas vías de acceso a los recursos, pero que sus ventajas se distribuyeron de modo heterogéneo y desigual en el interior de las sociedades nacionales, profundizando así la desigualdad económica intranacional y generando nuevas formas de conflicto social; por otra parte, la creación de la UE, con sus normativas, debilitó la capacidad de los gobiernos nacionales para regular el funcionamiento y el conflicto interno. Con la instauración del espacio Schengen de libre circulación y de instituciones supranacionales, hubo un desdibujamiento de las fronteras nacionales, y las relaciones entre Estados y ciudadanos resultaron modificadas o influidas por la existencia de las instituciones supranacionales. A su vez, los efectos de esta situación se filtraron a la dimensión electoral y partidaria nacional. Bartolini resume los efectos políticos de la integración europea sobre los espacios nacionales en tres puntos: uno, debilita y divide a los partidos mayoritarios, lo que altera la relación de fuerzas en los órganos de representación legislativa; dos, favorece la división y la polarización en el interior de los partidos nacionales en torno a nuevos ejes de conflicto; tres, modifica las bases sociales de las coaliciones electorales, así como la estructura de los posicionamientos partidarios. En este trabajo exploraremos únicamente el primer punto en los casos de Alemania, Francia, Italia y España, que actualmente son las mayores potencias actuales de la UE.
Esta problemática ha llevado a diversos autores a plantear que el eje izquierda/derecha, que predominó sobre otro tipo de clivajes, subordinándolos en el armazón que hasta entonces habían articulado a los sistemas de partidos europeos, había pasado quizá a un segundo orden ante la emergencia de nuevos clivajes: el de ganadores/perdedores de la globalización y el de euroescépticos soberanistas/eurófilos neoliberales.2 En esta perspectiva, la crisis de intermediación sufrida por los partidos mayoritarios sería el resultado de la falta de voluntad y capacidad de las élites partidarias para posicionarse, de cara al electorado, ante los nuevos clivajes que están reestructurando las bases sociales de los partidos, creando así el gigantesco vacío político que fue ocupado por actores políticos de diversa índole, que fueron englobados bajo el término de populistas.3
De alguna manera, las tendencias que habían venido siguiendo los fenómenos financieros y los migratorios se habían manifestado pero, en la coyuntura que va de 2009 a 2016, registraron una fuerte inflexión ascendente que provocó serios desequilibrios políticos, aunque también tuvo repercusiones en otros planos, tanto en el económico como en el social y humanitario. Es decir, que la discontinuidad en el proceso de cambio de mediano y largo plazo se acelera y produce alteraciones en los equilibrios entre los actores afectados, además de modificar el espacio de la acción política, requiriendo así de nuevas estrategias. En ese sentido es que los consideramos crisis, pues obligaron a los actores involucrados a tomar una posición respecto a ellos y aplicar medidas no previstas que, a la postre, tuvieron repercusiones políticas de diversa índole, entre ellas, las electorales. La ausencia o presencia de esas nuevas estrategias, lo atinado o no de sus percepciones y propuestas, alteraron la arena electoral. Que las nuevas constelaciones de fuerzas se estabilicen o retrocedan o sigan fluctuando es la incógnita actual.
Sobre la base de la información que hemos recogido de aquello que retomamos de la propuesta de Bartolini, en este trabajo revisamos los procesos electorales nacionales legislativos de cuatro integrantes de la UE durante el periodo 2004-2019. Se trata de poner de relieve la interacción que se estableció entre el juego interpartidario nacional con las crisis internacionales (financiera y migración) y las acciones de las instituciones supranacionales de la UE. Enfocaremos la evolución de la votación de los dos partidos mayores que, individualmente o en coalición, encabezaron el gobierno nacional en algún momento del periodo estudiado. Recurriremos a la noción de partidos mayoritarios de centro para referirnos al hecho de que, usualmente, los dos partidos con mayor número de votos tendieron a converger ideológicamente en posiciones moderadas de centro, alejadas de los extremos; una posición desde la cual era más probable atraer un mayor número de electores.4 Más tarde, dichos partidos tendieron a coludirse para controlar los recursos públicos y utilizarlos para mantenerse en el poder; éstos son los partidos-cartel,5 y ello esfumó sus posiciones ideológicas ante los ojos del electorado, en especial en lo que se refiere al tradicional eje derecha/izquierda. Desde esta perspectiva, consideramos relevante prestar atención al rejuego y a los conflictos políticos entre los partidos nacionales y dentro de ellos, porque es a través de los partidos políticos que las tensiones externas, supranacionales, se traducen en posicionamientos y conflictos intranacionales que influyen en el comportamiento electoral de sus ciudadanos.
En la presentación de cada caso, conservaremos lo más fielmente posible, de acuerdo con las costumbres de cada país, el nombre o las siglas con las que usualmente se alude a cada partido en su idioma original. Los datos electorales nacionales de los cuatro países estudiados se encuentran resumidos en el Anexo que se incluye al final.
El contexto general
El estallido de la crisis de la eurozona se inscribió en el contexto muy específico del cambio estructural ocurrido en las últimas tres décadas y cuyos efectos socioeconómicos negativos estuvieron asociados con la orientación económica neoliberal de las autoridades supranacionales de la UE.6 En la evolución de la UE, a pesar del avance absoluto global en sus indicadores de bienestar, en términos relativos profundizó la desigualdad socioeconómica entre los países que la integran y acentuó aún más la diferenciación dentro de cada país.7 En cuanto a lo primero, en términos relativos se acentuó la división entre aquellos que tienen elevadas capacidades económicas y financieras, y que son promotores de la aplicación de severas políticas de austeridad fiscal, los países llamados del Norte, respecto a los países en mayor desventaja socioeconómica, denominados del Sur; también se profundizó la de sigualdad relativa entre los países miembros de la UE en el área occidental y la del Este poscomunista. Más importante aún fue que, a nivel intranacional, de cada integrante de la UE, se forjaron nuevas y muy profundas divisiones socioeconómicas.8 Estos reacomodos geográficos se caracterizaron por la metropolización de ciertas ciudades en las que se concentraron todos los beneficios de la nueva economía globalizada; son los famosos winners de la globalización; en tanto que en las zonas rurales, en las antiguas zonas industriales, en las ciudades pequeñas y medias, y en las alejadas periferias suburbanas se desperdigaron amplios y muy variados sectores de la población que vieron decrecer cada vez más la parte que les correspondía del ingreso nacional.9
Durante la crisis de la deuda soberana de varios países de la UE en 2009-2012, el euro se tambaleó,10 y la respuesta de las instituciones supranacionales ligadas a la UE (Comisión Europea y Banco Central Europeo, así como el Fondo Monetario Internacional, conocidas como la Troika) fue la de imponer severas políticas de austeridad a los gobiernos con dificultades fiscales y con una elevada deuda soberana. La instrumentación y aplicación de dichos lineamientos de austeridad estuvieron a cargo de los gobiernos nacionales en turno y fueron éstos los que tuvieron que enfrentar en las urnas a los indignados electores que resultaron afectados negativamente por tales medidas. La política de austeridad conllevó, como es usual desde hace cuatro décadas, elevados costos sociales (desempleo, deterioro del sistema de pensiones, disminución del ingreso real, declive de determinadas regiones, recortes severos al gasto social del sector público). Los daños sociales no sólo afectaron a los países con mayor endeudamiento, también afectaron negativamente, aunque en menor medida, al resto de integrantes de la UE. Los índices de desigualdad de la distribución del ingreso continuaron ahondándose11 y el desempleo creció.12 La crisis financiera de 2008-2009 y la subsecuente recesión agravaron la situación.
Poco después, apareció un nuevo problema: la llegada de masivos flujos migratorios hacia la UE, ocasionados por las crisis internas y externas en varios países del África subsahariana y de Medio Oriente. Se demarcaron principalmente dos grandes corrientes de solicitantes de refugio: los provenientes de Medio Oriente que atravesaron Turquía, Grecia, los Balcanes, Hungría y Austria con la intención de dirigirse al norte de la UE, sobre todo a Alemania; y los originarios de la región del Sahel, empujados más por motivos económicos, que cruzaron Libia o Egipto para desembarcar en Italia, también con la intención de dirigirse al norte de Europa. La crisis se desencadenó dentro de la UE en el verano de 2015, cuando ingresaron de manera ilegal a su territorio cientos de miles de personas. Ese año desembarcaron en las costas europeas, principalmente en Grecia, 1.3 millones de personas y casi otros tantos en 2016, gran parte con la intención de llegar a Alemania. Ello produjo fuertes crisis en Grecia, en los países balcánicos y en el sureste de la UE (Austria y Hungría), que estaban en su ruta de paso. Según datos oficiales,13 en 2014 se registraron 627 000 nuevas solicitudes de asilo en la UE; en 2015, se registraron 1.3 millones;14 en 2016, los nuevos refugiados sumaron de nuevo casi 1.3 millones;15 en 2017, el número de refugiados descendió a poco más de 700 000.16 La situación en las fronteras de los países que se encontraban en su camino se complicó y tuvo profundas consecuencias políticas. Las diferentes y encontradas reacciones de funcionarios de gobierno y sectores de la sociedad llevaron a un estallido de la crisis entre los diferentes países de la UE y exacerbaron los conflictos políticos domésticos.
En este contexto general, revisaremos las elecciones nacionales de España, Italia, Alemania y Francia. La idea central es que, en la etapa precrisis, fuese financiera o migratoria, el arreglo o acomodo entre ciudadanos, partidos y gobierno funcionaba aceptablemente para los ciudadanos en el ámbito nacional, lo cual permitía al gobierno cumplir con su tarea de adecuar las políticas públicas de su país a los requerimientos establecidos por la Comisión Europea, cuando era el caso. En esa fase, los partidos de centro ocuparon una holgada posición en sus respectivos sistemas de partidos. Más adelante, la crisis financiera internacional (2007-2008), la crisis de la eurozona (2009-2012) y la crisis de los refugiados (2015-2016), tuvieron consecuencias a nivel nacional de tal magnitud, que profundizaron la división social que ya existía. Los sacudimientos que esas crisis “externas” produjeron en el interior de los Estados nacionales ahondaron el abismo entre electores y partidos en el gobierno, y despejaron un nuevo espacio electoral que fue ocupado por actores políticos diferentes de los predominantes hasta ese momento, al menos temporalmente. Estos nuevos actores podían ser nuevos partidos emergentes, o bien pequeños partidos preexistentes, pero que crecieron mucho, o bien organizaciones exitosas pero fugaces.
España
Desde 1989 hasta 2011, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP) ocuparon la mayor parte del espacio electoral en España. El primero, de filiación socialdemócrata, y el segundo, conservador democristiano. Ambos ocuparon un amplio centro, aunque se alternaran en el poder. En la elección de diputados de 2008, el PSOE refrendó su victoria de cuatro años antes y obtuvo 43.9%, en tanto que el PP alcanzó 39.9%, y todos los demás partidos se quedaron por debajo de 5%. Hasta antes de la crisis de la deuda soberana y de la instauración de políticas de austeridad, auspiciadas por la Comisión Europea, la suma de la votación de ambos partidos mayoritarios de centro osciló alrededor de 70 a 80%.
En las gestiones socialdemócratas de 2004-2008 y de 2008-2011, encabezadas por el presidente de Gobierno,17 José Luis Rodríguez Zapatero, se agudizaron problemas que afectaron negativamente el desempeño económico ulterior: la burbuja inmobiliaria-hipotecaria, el elevado endeudamiento de las familias en relación con sus ingresos, el aumento del gasto público (dispendiosos gastos en obras de infraestructura e inmuebles públicos y privados no utilizados o subutilizados), el alto déficit comercial, la falta de competitividad y normas muy relajadas en la supervisión a bancos y otras instituciones financieras. Hasta 2008, el crecimiento económico dependió de una mecánica poco sana:18 el gobierno toleró la burbuja hipotecaria-inmobiliaria y las prácticas bancarias especulativas, porque le permitían financiar un elevado gasto público, estimular la actividad económica y mantener, incluso hasta 2010, la deuda por debajo de 60% del PNB. La crisis financiera internacional, así como la recesión económica española que se inició en 2009, dejaron sentir sus efectos sobre esta artificiosa situación, y la deuda soberana de España se disparó, mientras que el desempleo y el déficit del sector público aumentaron. Esta situación llevó al gobierno del PSOE a poner en práctica severas políticas de austeridad presupuestal y a imponer reformas laborales que empeoraron la situación de los trabajadores y ocasionaron mayor desempleo.19 El descontento social aumentó aún más por los escándalos de corrupción en el gobierno, en el PSOE, en el PP y en la familia Borbón. En septiembre de 2010, los sindicatos realizaron una huelga general de protesta en contra de las políticas gubernamentales. Las crisis llegaron a tal punto, que las elecciones generales tuvieron que adelantarse varios meses.
En las elecciones de 2011, triunfó arrolladoramente el PP con 44.6% de la votación, mientras que el PSOE retrocedió a 28.9%. Entre los demás partidos, sólo Izquierda Unida obtuvo 6.9% y los demás quedaron por debajo del 5%. Aunque la votación del PSOE tuvo un fuerte retroceso (perdió 15 puntos), ambos partidos mayoritarios seguían captando en conjunto más de dos terceras partes de los votos. Al gobierno del PP, encabezado por Mariano Rajoy, le correspondió enfrentarse a una nueva fase de la crisis: al estallar la burbuja inmobiliaria, para poder rescatar a los bancos de la bancarrota, el gobierno tuvo que recurrir a las instancias de la UE. En 2012, la Troika concedió al gobierno español los préstamos para rescatar a los bancos, lo que hizo crecer al déficit y la deuda; en contrapartida, el gobierno español debía aplicar severas medidas de austeridad cuyas consecuencias sociales fueron devastadoras. En este contexto de descontento en contra de los dos partidos mayoritarios de centro (el ‘PPSOE’, como lo bautizaron sus opositores de izquierda), emergieron nuevas organizaciones, tanto por el flanco izquierdo como por el derecho. Del lado del primero, surgió Podemos, encabezado por Pablo Iglesias.20 En el otro costado ideológico, creció Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (Ciudadanos o C’s), un partido liberal de derecha y Vox, un partido de extrema-derecha que se desprendió del PP.
En las elecciones de diciembre de 2015, los dos partidos mayores, el PP y el PSOE, recibieron un severo castigo electoral. La votación del gobernante PP se desplomó a 28.7% y la del PSOE retrocedió aún más, hasta 22.0%; en conjunto, apenas si reunieron la mitad de los votos. Por su parte, Podemos obtuvo 20.7% de los sufragios y Ciudadanos 13.9%. Estos resultados imposibilitaron la formación de gobierno, por lo que se repitieron elecciones en junio de 2016, con prácticamente los mismos resultados. De nueva cuenta, las negociaciones para formar gobierno fueron tortuosas y dieron lugar a una severa crisis interna en el PSOE;21 este partido terminó por apoyar (de modo indirecto, por abstención) la investidura de Mariano Rajoy del PP como presidente de Gobierno.
El nuevo gobierno del PP duró poco (de noviembre de 2016 a junio de 2018), pues la crisis del separatismo catalán (2017-2018) lo sometió a un fuerte desgaste político. En junio de 2017, por su involucramiento en el enorme escándalo de corrupción conocido como caso Gürtel, Rajoy enfrentó una primera moción de censura que presentó Podemos en las Cortes, pero no logró ganarla por falta de apoyo del PSOE; en junio de 2018, por los mismos motivos, el PSOE formuló una nueva moción de censura, la cual logró obtener la mayoría gracias al apoyo de Podemos y otros partidos regionales menores. De este modo, Pedro Sánchez, el dirigente socialista, pasó a ocupar el cargo de presidente de Gobierno; sin embargo, como no logró obtener la aprobación para los presupuestos, optó por convocar a nuevas elecciones.
En las elecciones de abril de 2019, con tan sólo 28.7% de los votos, el PSOE logró la victoria, en detrimento de Podemos, que retrocedió siete puntos y sólo reunió 14.3% de votos. El voto de la derecha se dividió y se redistribuyó: el PP registró una gran caída y sólo alcanzó a captar 16.7%, mientras que Ciudadanos remontó a 15.9% y Vox a 10.3%. En esta ocasión, los dos partidos tradicionalmente de centro ya sólo sumaron 43 puntos, menos de la mitad de los votos. Las discusiones para formar gobierno fracasaron, básicamente por el rechazo del PSOE de incluir a Podemos en el gabinete de gobierno. No quedó otra opción, más que convocar de nuevo a elecciones para noviembre de 2019. En esa nueva ronda, el PSOE obtuvo 28.0% de los votos; Podemos, 12.9%, el PP, 20.8%; Vox, 15.1%, y Ciudadanos retrocedió a 6.8%. La gran novedad fue que, por fin, el PSOE y Podemos acordaron la formación de un gobierno de coalición, ya no de centro, sino cargado hacia la izquierda.
En los procesos electorales y políticos ocurridos de 2008 a 2019, se transformó la relación de fuerzas entre los partidos políticos españoles. Esto es notable cuando se comparan los resultados electorales de 2008 con los de noviembre de 2019: el debilitamiento del PP y del PSOE fortaleció a Podemos y a Ciudadanos. Véase la Gráfica 1.
Sería muy interesante detallar la severa crisis interna del PSOE (nota al pie número 20) y en el PP (de donde se desprendió Vox), así como profundizar en el análisis del surgimiento de Democracia YA, de las movilizaciones en torno al 15M y la fundación de Podemos. También sería útil, para entender los desenlaces políticos resultantes después de procesos caracterizados por tanta incertidumbre, examinar el rol crucial que desempeñaron, en esa coyuntura crítica, Pedro Sánchez del PSOE y Pablo Iglesias de Podemos, pues sus decisiones de seguir determinados cursos de acción política permitieron la llegada de Podemos a Las Cortes y al gobierno. Ése es un tema que requiere un tratamiento propio en otro trabajo.
Italia
Entre 1992 y 1994, el sistema de partidos italiano de la posguerra sufrió un severo colapso político22 que barrió a casi todos los partidos relevantes, destacadamente a la Democracia Cristiana.23 Siguieron luego unos años de gobiernos inestables, durante los cuales se reorganizaron las fuerzas políticas.24 Con el tiempo, de ese proceso emergerían y/o se fortalecerían tres fuerzas partidarias. En primer lugar, Forza Italia (FI, Fuerza Italia) fundada por el empresario milanés Silvio Berlusconi. En segundo lugar, la Lega Nord (LN, Liga del Norte), que se fortaleció gracias a que una parte de los restos de la derecha democristiana se asimilaron a ella. En tercer lugar, y sólo hasta 2007, luego de varias volteretas organizativas, se formó el Partito Democratico (PD, Partido Democrático) a partir de los restos de las izquierdas socialdemócrata y democristiana, y al cual se asoció también un influyente grupo de tecnócratas neoliberales ligados al mundo financiero internacional (Goldman Sachs) y a la Comisión Europea.
En 2006, las elecciones fueron sumamente competidas. Una coalición de variadas organizaciones de centro-izquierda denominada l’Unione,25 encabezada por l’Ulivo, quedó en primer lugar con 49.8% de los votos, seguida de cerca por la coalición de centro-derecha La Casa delle Libertà,26 encabezada por Forza Italia-Alleanza Nazionale, y que obtuvo 49.7%. De manera un poco más desglosada, L’Ulivo obtuvo por sí solo 31.3% y Forza Italia-Alleanza Nazionale, 36.1%; esto indica que las dos fuerzas políticas mayoritarias de centro contaban con el apoyo de poco más de dos terceras partes del electorado (67.3%). Romano Prodi,27 expresidente de la Comisión Europea (1999-2004) y entonces sin compromiso partidista explícito, fue investido como Presidente del Consejo de Gobierno. Para tratar de consolidar su base de apoyo política, Prodi impulsó de inmediato la fusión de los dos mayores integrantes de la coalición l’Unione28 para fundar el PD en 2007, del cual pasó a ser presidente. A pesar de ello, la fragilidad de su gobierno persistió y pronto su coalición parlamentaria se fracturó.
En enero de 2008, Prodi perdió un voto de confianza en el Senado, por lo que presentó su renuncia y se convocaron elecciones adelantadas para el mes de abril, ya bajo un contexto económico desfavorable. El crecimiento económico italiano se había estancado debido a la combinación de varios factores. Primero y de modo más general, porque se había basado en un creciente gasto público, que se tradujo en un mayor déficit y endeudamiento del sector público; en segundo lugar, ya específicamente a raíz de la crisis financiera internacional, el PNB retrocedió -5.5% en 2009, mientras que el monto de la deuda pública aumentó hasta 112.5%; el tercer factor, la crisis del euro presionó fuertemente su equilibrio financiero. En los comicios de 2008, la coalición de centro-derecha obtuvo una holgada victoria con 46.8% de los votos. Estuvo encabezada por Forza Italia-Alleanza Nazionale que participó con una lista única bajo el nombre Il Popolo della Liberta (PdL); también se les unió la Lega Nord. La coalición de centro-izquierda captó 37.5% de sufragios y la integraron el recién formado Partido Democrático (PD), junto con Italia dei Valori (anticorrupción). En esa ocasión, los dos partidos más relevantes, Forza Italia-Alleanza Nazionale y PD atrajeron, conjuntamente, 70.6% de los votos. Silvio Berlusconi fue investido como presidente del Consejo de Gobierno y le correspondió enfrentar la crisis financiera internacional, la de la deuda soberana en la eurozona y la recesión.
En julio de 2011, ya bajo el contexto de la crisis de la deuda griega y de la crisis del euro, el FMI, los gobiernos de Alemania y Francia, y el entonces presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, ejercieron fuertes presiones sobre el gobierno de Berlusconi para que renunciara29 y sustituirlo por Mario Monti,30 un tecnócrata sin filiación partidaria clara y ligado a la Comisión Europea.31 A través de una maniobra parlamentaria, se debilitó a la fracción parlamentaria de Berlusconi, lo que lo llevó a perder la votación del presupuesto en el Senado y a sólo ganar el voto de confianza de la Cámara de Diputados por un muy escaso margen. Después de esa fragilización de su base parlamentaria de apoyo, el presidente del Consejo de Gobierno fue sometido a nuevas presiones por parte del FMI durante una reunión del G20 a las que se resistió,32 pero una semana después renunció a su cargo el 12 de noviembre de 2011. La caída de Berlusconi, cuya coalición parlamentaria se fracturó por el efecto de la crisis del euro sobre las finanzas públicas italianas, por las presiones formales del FMI y por la injerencia informal33 de la Troika, produjo trastornos en el interior de las fuerzas partidarias, pero también abrió un periodo de inestabilidad gubernamental de donde emergerían nuevos líderes políticos, tales como Matteo Salvini, de la Lega Nord, Luigi de Maggio, del M5S y el independiente Giuseppe Conte (ahora miembro de M5S desde agosto de 2021). Pocos días después de la salida de Berlusconi, Monti fue designado presidente del Consejo de Gobierno. De inmediato aplicó los severos programas de austeridad auspiciados por la Troika, lo que se tradujo en un mayor descontento social por el aumento de impuestos y los recortes al gasto público.34 El déficit disminuyó, pero la economía italiana registró una severa recesión y el desempleo aumentó fuertemente, sobre todo entre los jóvenes. Un año más tarde, Monti renunció al cargo.
En las elecciones de febrero de 2013, la coalición de centro-izquierda, formada por el PD y otros siete partidos, obtuvo la victoria con 29.6%, cuatro décimas por encima de la coalición de centro-derecha, encabezada por el PdL, que obtuvo 29.2% de los votos. Los votos de los dos partidos mayores solos sumaron 47.0% (PdL 21.6% y PD 25.4%), menos de la mitad de los votantes. Su retroceso conjunto fue grande, 23 puntos. Gran parte del inmenso espacio electoral que se despejó fue ocupado por una nueva formación política, apenas fundada por Beppe Grillo en 2009, el Movimiento 5 Estrellas (M5S, Movimento 5 Stelle), un partido antisistema que captó 25.6% de la votación, transformándose en el mayor de todos. La votación restante se dispersó entre numerosos partidos pequeños. Esos resultados electorales auguraban una mayor inestabilidad. Luego de largas negociaciones, las dos mayores coaliciones electorales acordaron designar a Enrico Letta, del PD, como presidente del Consejo; su gobierno duró poco (de abril de 2013 a febrero de 2014). En su lugar quedó Matteo Renzi, del ala liberal del PD, quien impulsó diversas reformas, entre ellas la electoral;35 pero al someter la reforma de la Constitución a referéndum, perdió la votación y renunció al cargo en diciembre de 2016. Lo sustituyó Paolo Gentiloni, del PD, quien permaneció en el puesto hasta mediados de 2018.
Los gobiernos del PD, encabezados por Renzi y Gentiloni, enfrentaron la crisis migratoria de 2015-2017, particularmente la proveniente del Sahel,36 la cual planteó severos problemas en las fronteras internas de la UE y desencadenó varios conflictos. La raíz del problema era el Acuerdo de Dublín, en el cual se establecía que los migrantes debían presentar sus solicitudes de asilo en el primer país que registró su entrada en la UE. Una gran parte del peso del flujo migratorio de 2015-2017 recayó en Grecia e Italia en tanto que países de primer acceso, pero la actitud de la Comisión Europea y de los gobiernos de Francia y Alemania fue muy poco solidaria. Como la mayoría de los migrantes deseaba llegar a Alemania y a otros países, y esta disposición les impedía poder solicitar asilo en un segundo país diferente, evadían el registro y no solicitaban asilo en el país de llegada, conservando un estatus irregular en Italia. La Lega Nord, ya transformada en Lega, cosechó el descontento producido por la llegada de estos migrantes irregulares y por la falta de ayuda de la UE. El M5S, por su parte, capitalizó los descontentos contra el establishment nacional.
Las elecciones de marzo de 2018 transcurrieron en este contexto y las preferencias partidarias registraron espectaculares reacomodos.37 La principal fuerza política fue de nuevo M5S, que captó 32.7% de los votos, siete puntos más que cuatro años atrás. La coalición de centro-derecha obtuvo en conjunto 37.0%; de éstos, la Lega aportó 17.4 de esos puntos, en tanto que la refundada Forza Italia (que se desembarazó del PdL) contribuyó con 14.0 puntos. Es de subrayar el crecimiento de la Lega, cuya votación relativa se cuadruplicó en relación a 2013. La coalición de centro-izquierda obtuvo 32.7% de los votos y de ellos 18.8 puntos fueron captados por el PD. El nuevo espacio electoral ocupado por M5S y la Lega alteró por completo el mapa partidario. Los dos antiguos partidos mayoritarios, Forza Italia y PD apenas sumaron 32.8%, es decir, prácticamente la misma votación que el M5S por sí solo. Así pues, en 2018, los dos partidos de centro retrocedieron en conjunto otros 15 puntos más; de 70.6% de votos que captaron en 2008, una década después, sólo lograron reunir 32.8%, menos de la mitad. Bajo estas condiciones, las negociaciones para formar el nuevo gobierno fueron largas y complicadas. El resultado final, logrado hasta fines de mayo, fue una inusitada coalición de gobierno entre la Lega y M5S; dada la distancia ideológica entre ambas formaciones, el cargo de presidente del Consejo de Gobierno lo ocupó un independiente, Giuseppe Conte. Ese gobierno duró poco, algo más de un año. En agosto de 2019, hubo un reacomodo de la coalición de gobierno, el PD y M5S se aliaron para eliminar del gobierno a la Lega y de nuevo designaron a Conte en su cargo político.
Después del colapso de 1992-1994, en la reconstrucción del sistema de partidos italiano se habían logrado consolidar dos fuerzas políticas mayoritarias, Forza Italia y el Partido Democrático. Sin embargo, la crisis de la eurozona y la crisis migratoria contribuyeron al debilitamiento electoral de ambas y favorecieron al ascenso de otras fuerzas políticas como M5S y la Lega. Véase la gráfica 2.
Alemania
Desde la posguerra, en Alemania han prevalecido dos formaciones políticas: el Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD, Partido Social Demócrata de Alemania) y la alianza CDU/CSU, formada por la Christlich Demokratische Union Deutschlands (CDU, Unión Demócrata Cristiana de Alemania), y la Christlich-Soziale Union in Bayern (CSU, Unión Social Cristiana de Baviera). El CSU se apoya, en mayor medida que el CDU, en el conservadurismo social, y su base electoral es principalmente católica y rural, mientras que el electorado del CDU es más bien protestante y urbano. Entre ellos gozan de independencia organizativa, pero siempre conjuntan sus campañas electorales y colaboran estrechamente para formar gobierno. También data de esos años un pequeño partido liberal, el Freie Demokratische Partei (FDP, Partido Democrático Libre). En los años ochenta del siglo XX, surgió la ecologista Bündnis 90/Die Grünen (Alianza 90/Los Verdes).38 Posteriormente, después de la unificación de las dos Alemanias en 1990, se formó el Partido del Socialismo Democrático (PDS, Partei des Demokratischen Sozialismus), que incluía a parte del antiguo partido comunista de la República Democrática Alemana; en 2005, modificó su nombre a El Partido de Izquierda.PDS (Die Linkspartei.PDS) y se alió con una pequeña agrupación de izquierda, recién salida del socialdemócrata SPD, llamada Trabajo y Justicia Social-La Alternativa Electoral (WASG, Arbeit und soziale Gerechtigkeit - Die Wahlalternative) para contender como coalición en los comicios de 2005. En 2007, ambas organizaciones se fusionaron en Die Linke.39 Éstos eran los cinco partidos con votación suficiente para tener escaños en el Bundestag.
Las elecciones federales de 2005 estuvieron precedidas por un panorama de estancamiento económico, de incremento en el desempleo, de descenso del poder real de compra y de los salarios reales de los trabajadores debido a las Reformas Hartz introducidas por el gobierno socialdemócrata; todo ello se tradujo en una disminución de la demanda interna.40 Esas reformas laborales, tendientes a flexibilizar y precarizar el mercado laboral, produjeron un gran descontento social.41 Además, la ampliación de la UE en 2004, al abrir la puerta a nuevos trabajadores provenientes de Europa del Este y facilitar la reubicación de diversas actividades económicas hacia esos países para aprovechar sus salarios más bajos, contribuyó paulatinamente también a la compresión salarial de los trabajadores alemanes.42 En conjunto, todas esas medidas estimularían el ulterior aumento de las exportaciones alemanas hacia otros países de la UE, lo que aumentó su superávit en balanza de pagos y disminuyó su ya de por sí bajo déficit fiscal. Gracias a todo lo anterior, Alemania fue el país miembro de la UE menos afectado por la crisis financiera de 2008 y, desde 2009, repuntó la recuperación económica, que se prolongaría hasta 2011.43
La competencia electoral fue muy cerrada en 2005. El CDU/CSU obtuvo 35.2% de los votos y el SPD también 35.2%: el primero triunfó gracias a una diferencia mínima de votos.44 El FDP obtuvo 9.8%, los ecologistas 8.1% y la alianza de Die Linkspartei.PDS con WASG obtuvo 8.7%. De nuevo, los dos partidos mayores captaron conjuntamente a poco más de dos terceras partes del electorado; sin embargo, con esos resultados, para formar gobierno fue necesario forjar una Gran Coalición o GroKo (Grosse Koalition), que difuminó aún más las fronteras ideológicas de los dos partidos de centro y acentuó el fenómeno de cartelización que ya los caracterizaba desde hacía casi dos décadas.45 En ese contexto y de ese modo, se inició la era de Angela Merkel como canciller.
En las elecciones de 2009, la alianza CDU/CSU obtuvo 33.8% de los votos; el SPD perdió 11 puntos y ya sólo captó 23.0% de los sufragios; este retroceso benefició a los partidos menores, pues el FDP subió a 14.6%, los Grünen a 10.7% y Die Linke a 11.9%. Resulta notable que los democristianos no se beneficiaron del fuerte retroceso socialdemócrata, a pesar de haber compartido sus políticas de centro. En esta ocasión, la coalición de gobierno la formaron el CDU/CSU y el FDP.46 Debido al debilitamiento electoral del SPD, los dos partidos mayores ya sólo sumaron 57% del total de votos. Los reacomodos en las preferencias partidarias tuvieron resultados paradójicos; por una parte, la buena evolución económica favoreció al CDU/CSU pero, por otra parte, los efectos internos del rescate griego abrieron un pequeño espacio electoral a una nueva fuerza política: Alternative für Deutschland (AfD, Alternativa para Alemania). Este nuevo partido surgió en los estados (Länder) donde antes estuvo la RDA;47 eran entidades que sufrían de serios retrasos económicos y en las que había un gran descontento social. En abril de 2013, se realizó la convención para fundar AfD como partido;48 entre sus fundadores se contaban economistas, empresarios, periodistas y antiguos miembros del CDU. En esa primera etapa, sus posiciones eran medianamente euroescépticas y fundamentalmente se oponían a que se destinaran recursos alemanes a los rescates financieros de otros países. Al interior de esta formación, había dos corrientes, una conservadora proveniente de la derecha desilusionada del CDU y la otra era un ala liberal radical a favor del libre mercado, integrada por economistas y periodistas.
En las elecciones federales de 2013, el CDU/CSU ganó casi ocho puntos adicionales y su votación ascendió a 41.5%, el SPD obtuvo 25.7%, el FDP retrocedió casi 10 puntos hasta 4.8%, los verdes y Die Linke tuvieron pequeños retrocesos; notablemente, el emergente AfD alcanzó 4.7% y estuvo a punto de poder obtener escaños en el Bundestag, cosa que lograría sólo hasta 2017. Los dos partidos tradicionales de centro atrajeron conjuntamente a dos terceras partes de los electores (67.2%) gracias al repunte de los democristianos, quienes rebasaron por 16 puntos a los socialdemócratas.
La crisis migratoria de 2015-2016 fue una grave coyuntura que afectó de diversa manera a los diferentes países europeos: a los países de desembarco e ingreso al espacio Schengen, como Grecia e Italia; a los países de la UE que estaban en la ruta de tránsito de los migrantes, principalmente Hungría, Austria, Croacia, Francia; a los países situados en la periferia de la UE, como Turquía y Serbia; y, por supuesto, a los países en que los migrantes deseaban asentarse, como Alemania, que era el principal polo de atracción migratoria, pero también el Reino Unido y Suecia. En el caso específico de Alemania, ante el casi total descontrol de la situación en las fronteras nacionales, la canciller democristiana Angela Merkel, de manera unilateral, instauró una política de puertas abiertas a los migrantes (el famoso Wir schaffen das, “podemos lograrlo”, del 31 de agosto de 2015) y se negó a establecer controles migratorios en las fronteras alemanas, lo que afectó principalmente a la muy conservadora Baviera, asiento de la CSU (Christlich-Soziale Union in Bayern, Unión Social Cristiana de Baviera), su partido gemelo y gran aliado político. Al inicio de ese proceso, diversas capas sociales alemanas mostraron una disposición positiva hacia los migrantes, pero pronto el problema se salió de control por el número tan elevado de inmigrantes que había que acoger y rebasó la capacidad de recepción de la ciudades alemanas afectadas; el malestar en la opinión pública se agravó luego de diversos incidentes delictivos en los que estuvieron involucrados inmigrantes recién llegados.
La crisis rebasó al gobierno federal alemán e incluso provocó problemas internos, en especial entre el CDU/CSU. Las críticas contra la política de Merkel y su aliado, el SPD, fueron duras y su popularidad declinó.49 La descontrolada migración masiva y los graves hechos delictivos a los que dieron lugar (notablemente en el año nuevo de 2016 en Colonia) produjeron un fuerte impacto en la opinión pública y en el interior de los partidos alemanes. Entre éstos, en el CSU, el gemelo del CDU, el descontento contra Merkel fue general; en la percepción de muchos conservadores, incluidos los bávaros del CSU, la canciller había forzado el orden legal durante la crisis migratoria.50 Por su parte, los integrantes de AfD fueron los críticos más severos y capitalizaron la inquietud y el temor ante el descontrol de la situación. Hacia fuera de Alemania, el desbordamiento migratorio también produjo graves problemas. Para solventarlos, Merkel, sin consulta previa a los otros gobiernos de la UE, intentó imponer un sistema de cuotas para repartir a los migrantes entre los países integrantes de la UE y, más tarde, intentó imponer la aplicación de la regla de Dublín, según la cual el primer país receptor en la UE debía asumir la responsabilidad de los migrantes, lo que provocó conflictos con los gobiernos que no estaban de acuerdo con las cuotas (por ejemplo, Hungría), ni con la forma en que se quiso aplicar la regla de Dublín (por ejemplo, Italia y Grecia). En el interior de Alemania, AfD se deslizó hacia una posición más antimigrantes, antiislámica y de un euroescepticismo más acre. Del mismo modo, esta crisis fortaleció a los partidos populistas de derecha en otros países afectados, tanto los de desembarco como los de tránsito.51
La coyuntura crítica de 2015-2016 tuvo un gran impacto en las elecciones de 2017. La CDU/CSU perdió más de ocho puntos y sólo captó 33.0% de los votos. El SPD retrocedió cinco puntos más, para ubicarse en 20.5%. Al igual que en 2009, los dos partidos tradicionalmente mayoritarios reunieron un poco más de la mitad de los votos, 53.5%. El gran ganador de 2017 fue AfD, pues alcanzó 12.6% de la votación, siete puntos más, lo que significó que pasaron a ser la tercera fuerza política y con derecho a tener representantes en el Bundestag. El FDP aumentó cinco puntos y se posicionó en cuarto lugar con 10.7% de los votos. En suma, las respuestas del gobierno de la GroKo a la crisis de los migrantes beneficiaron a AfD y al FPD, y perjudicaron sobre todo al CDU/CSU.52 El AfD ya no sólo atrajo a los opositores al euro y a los planes de rescate, sino también a los votantes que se oponían a la inmigración, a los hasta entonces abstencionistas que se sentían abandonados por el sistema y a los que habitaban en áreas urbanas en declinación y en regiones en desventaja económica. En otras palabras, el crecimiento de AfD en 2017 fue un efecto combinado de las políticas domésticas de austeridad y de precariedad laboral con la política migratoria de Merkel.53
Así, entre 2005 y 2017, los dos principales partidos políticos alemanes, CDU/CSU y SPD se debilitaron, mientras que a la derecha se fortaleció AfD y, a la izquierda, aunque menos, Die Linke. Véase la gráfica 3.
Francia
Las elecciones francesas, en todos sus niveles, se basan en el sistema de doble vuelta (ballotage). Si en la primera vuelta algún candidato obtiene la mayoría absoluta, se le considera electo al cargo y ya no se realiza la segunda auscultación. Pero si en la primera ronda electoral ningún candidato obtiene más de la mitad de los votos, en este caso, los dos candidatos con mayor número de votos se confrontan en una segunda vuelta para obtener un ganador por mayoría absoluta. Como resultado de ello, la primera vuelta promueve una participación más diversificada; mientras que la segunda, cuando ocurre, al eliminar a los candidatos de los demás partidos que no quedaron en los dos primeros lugares, modifica las intenciones originales de voto de los ciudadanos restantes y, usualmente, resultan beneficiados los partidos ubicados hacia el centro del espectro ideológico partidario. El sistema de doble vuelta conlleva la subrepresentación parlamentaria de los partidos que no logran quedar en primer o segundo lugar en la primera ronda de sus respectivas demarcaciones, a pesar de que muchas veces obtienen votaciones significativas. Como la primera vuelta refleja de modo más detallado las preferencias partidarias de los ciudadanos para elegir a sus representantes, en nuestro análisis nos basaremos en dichos resultados; asimismo, utilizaremos los datos de la elección de diputados.
Los años que precedieron a la crisis financiera internacional de 2007-2008 transcurrieron bajo la segunda gestión presidencial de Jacques Chirac (2002-2007), la cual estuvo plagada de numerosos conflictos.54 En la primera vuelta de la elección de diputados de 2002, destacaron cuatro partidos: en primer lugar, el Ressemblement pour la République (RPR, Reunión para la República), de resabios gaullistas, obtuvo 33.3 % de los sufragios; en segundo lugar, el socialdemócrata Parti Socialiste (PS, Partido Socialista) captó 24.1%; en tercer lugar, el Front National (FN, Frente Nacional) de inclinación anti UE y antimigrantes, atrajo 11.3% de los sufragios; y, en cuarto lugar, la Union pour la Démocratie Française (UDF, Unión por la Democracia Francesa), de componentes democristianos y liberales, consiguió 4.9%. En ese año, los dos mayores partidos, RPR y PS, captaron conjuntamente 57.4% de los sufragios en la primera vuelta de diputados.
Durante su segunda gestión, Chirac reorganizó su partido, el cual pasó a denominarse Union pour un Mouvement Populaire (UMP, Unión por un Movimiento Popular), al que se incorporaron corrientes ecologistas y liberales. Este partido era favorable a la mayor integración de la UE y promovió el voto en favor de una constitución de la UE; no obstante, sufrió un severo revés en el referéndum de mayo de 2005, cuando triunfó el ‘no’ a la Constitución de la UE.55 Ese mismo año, en octubre y noviembre, estallaron serios y violentos disturbios en los suburbios marginados de París, que se prolongaron durante varias semanas. En 2006, este gobierno de la UMP introdujo una reforma de desregulación laboral que instauró la precarización laboral de los jóvenes, lo que condujo al estallido de numerosas movilizaciones en contra de ella. En general, el descrédito recayó en Chirac y no tanto en su partido, la UMP.
En las elecciones de diputados de 2007,56 la votación a favor de la UMP aumentó y alcanzó 39.5 % de votos y la del PS se mantuvo estable con 24.7%. La votación del FN retrocedió siete puntos y sólo obtuvo 4.3%, mientras que la obtenida por la UDF, en proceso de transformarse en Mouvement Démocrate (MoDem, Movimiento Demócrata), subió a 7.6%. En lo esencial, la posición de los partidos mayoritarios de centro se mantuvo sólida; la suma de los votos por la UMP y el PS ascendió a 64.2%. Sin embargo, la crisis financiera de 2008 impuso fuertes problemas a este gobierno de la UMP; el crecimiento del PIB se estancó en 0.3% en 2008 y fue negativo en 2009, -2.9%; el desempleo en 2009 y 2010 fue superior a 9%; el déficit de sector público aumentó a 7.2% (medido como porcentaje del PIB) en 2009 y a 6.8% en 2010. La respuesta del gobierno fue la de aplicar políticas de austeridad, pero, a pesar de ello, la deuda pública empezó a crecer vertiginosamente y pasó de 64.5% (medido como porcentaje del PIB) en 2007 a 83.0% en 2010 y a 90.6% en 2012; por esta razón, las calificadoras internacionales degradaron el rating crediticio de Francia en 2012. Un gran descontento social se acumuló durante esos años.57
En la primera vuelta de las elecciones de diputados de 2012,58 la votación del UMP retrocedió más de 12 puntos y cayó a 27.1%. El PS obtuvo 29.4%. Así, los dos partidos mayoritarios de centro, aunque debilitados, seguían en una posición más o menos segura, pues conjuntamente reunieron 56.5% de la votación. Fue una elección sumamente competida en la que hubo singulares reacomodos en el electorado.59 Sin embargo, otras dos fuerzas políticas empezaron a crecer: por el flanco derecho, el FN aumentó su votación a 13.6% y, por el izquierdo, se creó el Front de Gauche (FG, Frente de Izquierda), que captó 6.9% de los votos. Este gobierno del PS atravesó por serias dificultades económicas y políticas, mientras que en el terreno social se profundizó el proceso de periferialización y de reconfiguración de las clases populares.60 En cuanto a las primeras, el PNB se estancó y su crecimiento osciló entre cero y uno por ciento; el desempleo siguió aumentando, lo que produjo mayor descontento social; y, a pesar del aumento a los impuestos, el déficit fiscal aumentó aún más, hasta llegar a 98.0% en 2016. Las reformas a favor de la flexibilización laboral y las del sistema de pensiones también produjeron nuevas movilizaciones sociales de protesta. La impopularidad del presidente socialista, François Hollande, fue creciendo y, al término de su mandato, su aceptación era de 14%; su desprestigio terminó por afectar fuertemente a su partido.
En las elecciones de 2017, el PS fue sacudido por fuertes divisiones internas que debilitaron su capacidad para apoyar al que sería su candidato presidencial; en abril de 2016, un ministro del gobierno de Hollande, Emmanuel Macron, fundó un nuevo partido, La République en Marche (RM, La República en Marcha), para contender por la presidencia y en agosto renunció a su cargo para dedicarse a su campaña electoral; la creación de RM fue la puntilla que hundiría aún más al PS. En lo que concierne a la UMP, el otro partido mayor, la lucha interna de facciones por la designación de su candidato presidencial se tradujo en un cambio de nombre, pasó a llamarse LR (Les Républicains, Los Republicanos); desde mayo de 2015 y a fines de 2016 organizó una primaria interna para elegir a su candidato, resultando ganador François Fillon pero, a fines de enero de 2017, este personaje se vio envuelto en un escándalo de corrupción (PenelopeGate) que hundió su campaña electoral.
Mientras se colapsaban estos dos partidos mayoritarios de centro y emergía la nueva RM, otros dos partidos pasaron al primer plano. Uno era el FN, cuya candidata presidencial era Marine Le Pen. Esta organización capitalizó políticamente tanto el declive socioeconómico de ciertas regiones francesas, como la cuestión de la migración ilegal y los ataques terroristas en 2015 y 2016; el FN se caracterizó por sus políticas antiinmigración y anti UE. El otro partido que creció fue el FG, pero ya transformado en La France Insoumise (FI, Francia Insumisa), cuyo candidato presidencial era Jean-Luc Mélenchon, personaje que había abandonado el PS desde 2008; la FI mantenía posiciones pro UE, pero criticaba severamente la austeridad neoliberal de los gobiernos franceses y proponía una profunda reforma de las instituciones políticas del régimen.
Los resultados electorales en la primera vuelta de la elección de diputados de junio de 2017 (al igual que los comicios presidenciales de mayo61) pusieron de relieve el fraccionamiento político del electorado.62 LR obtuvo 15.8% y el PS 7.4%; es decir, los dos partidos que hasta entonces habían sido mayoritarios, juntos ya sólo lograron sumar 23.2% de los sufragios. El centro derecha perdió más de 11 puntos y el centro izquierda retrocedió 22 puntos. En contrapartida, la recién fundada RM se benefició al obtener 28.2% de la votación. FI obtuvo 11.0% y el FN captó 13.2% de los sufragios para elegir diputados (a diferencia de 21.3% que consiguió en la presidencial). Este trastocamiento de las preferencias partidarias fue una revuelta electoral mayor.63 Por supuesto, la segunda vuelta alteró las preferencias electorales de los que votaron por candidatos que no quedaron en primer o segundo lugar.
En 2017, las preferencias electorales de los votantes franceses se modificaron enormemente, al igual que el panorama partidario francés (como se aprecia en la gráfica 4). Sin embargo, hay quienes consideran que el tradicional eje izquierda-derecha permanece o subyace de manera importante.64 Los dos partidos mayores hasta antes de 2017, PS y LR, sufrieron un severo revés electoral, casi un colapso, lo que favoreció el inesperado surgimiento de La República en Marcha y de La Francia Insumisa, así como el crecimiento del Frente Nacional, especialmente en la elección presidencial.65
Conclusiones comparativas
La creación de una entidad supranacional como la UE significó un número importante de ventajas para sus integrantes, pero también limitó la acción de los Estados nacionales en ciertos ámbitos y se generó un espacio, una zona gris, donde los intereses nacionales de un determinado país podían chocar, ya no sólo con los de otros países miembros, sino también con las restricciones establecidas por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y otros cuerpos institucionales de la UE. Estas divergencias se volvieron más agudas ante situaciones de emergencia, como ocurrió durante la crisis de la eurozona (2009-2012) o el masivo aumento de inmigrantes (2015-2017), lo que a su vez exacerbó un descontento ciudadano en contra de los gobernantes nacionales que se expresó en las elecciones, es decir, en contra de los agentes institucionales encargados de vehicular e instrumentar las decisiones supranacionales. Los intereses nacionales individuales chocaron con los intereses colectivos supranacionales.
Esto afectó a los tradicionales partidos mayoritarios de centro que usualmente habían ocupado los principales cargos de autoridad nacional. Durante largos años, esas organizaciones se disputaron el centro electoral con el fin de obtener la mayoría en las elecciones nacionales, lo que los llevó a diluir sus posiciones ideológicas, ya fuesen de izquierda o de derecha, y esto posiblemente contribuyó a desorientar las percepciones del electorado respecto a las posiciones que específicamente tomó cada partido ante la recesión económica (Francia), el disparo de la deuda soberana y la imposición de rescates financieros internacionales (España, Italia y, por diferentes razones, Alemania) o ante el problema de los migrantes buscando refugio (Italia, Alemania). En la gráfica 5, se compara el retroceso y el avance de la votación agregada que obtuvieron los dos partidos mayoritarios de cada caso estudiado antes y después de la crisis financiera y de la deuda soberana, así como de la migratoria. En Francia, Italia, España y, en menor medida, Alemania, los respectivos retrocesos de los partidos de centro fueron altos. En los cuatro casos, hay un declive significativo en la votación de los partidos tradicionalmente mayoritarios. En Francia se registraron los niveles más bajos de votación por dichos partidos en la poscrisis, seguida de Italia; en el primer caso, perdieron 41 puntos porcentuales y, en el segundo, 27. En España es notable que los dos partidos mayoritarios, después de haber sido el par más fuerte de los cuatro países, terminaron por retroceder 35 puntos. En Alemania, los retrocesos de los dos partidos principales fueron los más moderados en conjunto, pues retrocedieron sólo 16 puntos. Hay que subrayar que en Francia, España e Italia, nuevas formaciones políticas (La República en Marcha, Podemos y Movimento 5 Estrellas respectivamente) lograron acceder al gobierno nacional, a diferencia de Alemania, donde AfD, Die Linke y el FPD no formaron parte de la coalición gubernamental, pero si tuvieron representación en el Bundestag.
* En el eje de ‘precrisis’ los porcentajes corresponden a la suma de la votación relativa de los dos principales partidos en los siguientes años: España 2008, Italia 2008, Alemania 2005, Francia 2007.
** En el eje de ‘poscrisis’ corresponden a: España 2019 (noviembre), Italia 2018, Alemania 2017, Francia 2017.
Fuente: elaborado con datos del anexo al final de este artículo y de las gráficas 1, 2, 3, 4.
En la gráfica 6, se muestra la evolución del crecimiento de estas cuatro economías, los efectos negativos de la crisis financiera internacional de 2007-2008 se aprecian en la fuerte caída del PIB (producto interno bruto) en 2009; lo siguió una de sigual recuperación en 2010 y 2011, pero volvió a recaer, mucho más fuertemente en Italia y España, con el estallido de las crisis de las deudas soberanas. En la gráfica 7, se aprecia cómo el nivel de la deuda italiana es sistemáticamente más alto que en los otros tres países; también se percibe cómo la pendiente de crecimiento de las deudas italiana y española se incrementa entre 2008 y 2014; en el caso de Francia y Alemania, el camino de la dinámica de sus respectivas deudas se bifurca, la deuda francesa se vuelve creciente, mientras que la alemana declina notablemente. En la gráfica 8, se ilustra la evolución de las solicitudes de asilo.66 Si bien el número de demandantes de asilo, es decir, quienes optaron por intentar legalizar su ingreso y permanencia en el territorio de la UE, era mucho menor que el número de inmigrantes ilegales, los datos muestran claramente cómo el principal polo de atracción en 2015-2016 era Alemania.
Las elecciones poscrisis se acercaron más a un voto de castigo al gobierno y a los partidos mayores en los cuatro casos. Esto fue muy claro en el caso de España, donde el descontento se exacerbó debido al estallido de casos de corrupción gubernamental y del partido entonces gobernante (el PP), al mismo tiempo que se aplicaban las políticas de austeridad exigidas por la Troika con negativos efectos sociales; el principal beneficiario del descontento fue Podemos. En lo que se refiere a Italia, la inestabilidad de los partidos, su falta de eficacia en la gestión pública, su localismo, su enorme y creciente deuda pública, y la crisis de los refugiados terminaron por favorecer a M5S en primer lugar y a la Lega en segundo lugar. En el caso de Alemania, la crisis del euro y la idea de transferir recursos provenientes del ahorro interno a las economías de otros países en problemas suscitó descontentos nacionales, especialmente en las regiones más desfavorecidas, que se expresaron electoralmente y favorecieron a AfD; más tarde, el enorme número de inmigrantes ilegales terminó por producir serios problemas internos. En Francia, aunque es un país donde la recaudación fiscal es elevada y sus políticas sociales aún se orientan a amortiguar la creciente desigualdad en la distribución del ingreso, existe un enorme descontento por los intentos de los diferentes gobiernos de desmontar ese sistema de protección social con el fin de disminuir la gigantesca deuda del sector público y alinearlo más con las políticas neoliberales de la tecnocracia de la Comisión Europea (la eurocracia, como la llaman algunos); la cuestión migratoria, desde mucho antes era objeto del debate público. Los beneficiarios de ese descontento fueron el Frente Nacional y Francia Insumisa. En resumen, en España, lo que más pesó fueron los costos sociales derivados de la crisis de la deuda soberana y la corrupción gubernamental y de los partidos en el poder. En Francia, Alemania e Italia, el tema más divisivo en el ámbito electoral fue la migración ilegal externa, aunque los temas de los costos sociales derivados de la crisis y de las políticas de la Comisión Europea ocuparon también un lugar no desdeñable.
El resultado de ello fue un inestable paisaje partidario en las cuatro potencias más importantes de la UE, cuyo desdibujamiento sugiere la posible evolución hacia otro formato diferente del sistema de partidos; sin embargo, también puede ocurrir que los partidos mayoritarios logren recomponerse y que se debiliten los partidos que se fortalecieron durante la última década, ya sean o populistas o de extrema derecha. Aún es demasiado temprano para determinar si ocurrirá una cosa u otra. El nuevo ciclo de elecciones de autoridades nacionales revelará qué tanto se mantiene o no esta tendencia al declive de los partidos mayoritarios de centro y si la nueva disposición del sistema de partidos se estabiliza.
Las intervenciones que tuvieron las instituciones supranacionales de la UE en el manejo de esos conflictos en el plano nacional se resumen en dos medidas: la imposición de severos planes de austeridad para disminuir las deudas públicas respectivas, sin que importen los recortes al gasto social, en España e Italia y el intento de Alemania para imponer, por medio de la Comisión Europea y otras instancias supranacionales, primero el Acuerdo de Dublín y luego el reparto de migrantes por cuotas a todos los integrantes de la UE. A diferencia de lo anterior, en 2020-2021, en el peor periodo de la pandemia y del cierre económico (great lockdown) instrumentado para intentar contenerla, se exacerbaron los problemas entre los Estados miembros (cierre de fronteras nacionales, control de recursos médicos), pero en esta ocasión, se pusieron en evidencia la gran falta de iniciativa política y de capacidad de la Comisión Europea para coordinar los esfuerzos nacionales. Más tarde, cuando se desató la llamada guerra de las vacunas y se desencadenaron los conflictos en torno a los paquetes de ayuda para superar la depresión económica ocasionada por el cierre económico, las intervenciones de la Comisión fueron lamentables.