Introducción
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el brote del Coronavirus (o COVID-19) como pandemia debido a su rápida propagación. Este hecho implicó que los Estados debieran adoptar una serie de medidas con el fin de controlar la propagación de la enfermedad.1 Ese mismo año de 2020, entre los miembros de la OMS se tenía la expectativa de que África podía convertirse en el epicentro de la pandemia,2 al considerar los precarios sistemas de salud de los países que forman este continente.3
Sin embargo, este “pesimismo”, presente en las noticias internacionales, también estuvo relacionado con la capacidad de los Estados africanos para responder de manera eficaz a las medidas necesarias para la adopción de políticas públicas que tuvieran como objetivo mitigar los efectos de la enfermedad (como se demostrará en las próximas secciones de este artículo). Según el informe titulado “COVID-19 en África: proteger vidas y economías”, publicado por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (UNECA, por su siglas en inglés) en abril de 2020, el cálculo de la organización fue que el número de muertes por COVID-19 en el continente africano promediaría entre 300 000 y 3.3 millones, según las medidas adoptadas por los Estados africanos. Entre los puntos de vulnerabilidad del continente en el contexto de la pandemia reunidos en el documento, la organización menciona la fragilidad de los sistemas de salud de los Estados africanos.4
Es posible encontrar varias noticias sobre el “misterio” de las cifras reducidas de muertes (por COVID-19) en África en periódicos de renombre internacional.5 A menudo se observa en los medios de comunicación un pesimismo generalizado acerca de la capacidad de África para actuar contra la COVID-19. Por ejemplo, una noticia publicada en la BBC trató el tema de las expectativas de la OMS sobre los efectos de la COVID-19 en África de la siguiente manera:
Los funcionarios de la ONU también dicen que es probable que la pandemia mate al menos a 300 000 personas en África y lleve a la pobreza a casi 30 millones. La frágil infraestructura de salud en el continente significa que se verá presionado sobremanera a causa de un número creciente de nuevas infecciones por COVID-19. Si se tiene en cuenta la experiencia de países como Italia, España, Francia y EE.UU., África tendrá dificultades para gestionar un número cada vez mayor de personas que padecen el virus, particularmente aquellas que necesitan cuidados intensivos. Si la COVID-19 es capaz de afianzarse en el continente, las consecuencias podrían ser mucho más devastadoras de lo que hemos visto en Europa y EE.UU., dice nuestro corresponsal de salud mundial. La OMS dice que sólo hay alrededor de cinco camas de cuidados intensivos disponibles por cada millón de personas en la mayoría de los países africanos, en comparación con alrededor de 4000 camas por cada millón de personas en Europa.6
El texto se basa en la difundida expectativa de la ONU de que al menos 300 000 personas podían morir en África a causa de la COVID-19 (como se mencionó anteriormente). Sin embargo, varios países africanos fueron en contra de las “probabilidades”. Al 14 de octubre de 2022 -cuando se redactaba este artículo-, el número total de muertes confirmadas en el continente africano era de 255 900,7 una cifra considerablemente inferior al número mínimo de muertes esperado por la UNECA (300 000).
Un ejemplo de este pesimismo -o “afropesimismo”, concepto del que se hablará con mayor detalle en este artículo- en los medios de comunicación puede observarse en el texto publicado por The New York Times titulado “Un continente donde los muertos no se cuentan”. En éste, los autores escribieron:
A medida que la pandemia de coronavirus se extendía por todo el mundo en 2020, se hizo cada vez más evidente que, en la gran mayoría de los países del continente africano, las más de las muertes nunca se han registrado de manera formal. Es difícil obtener datos confiables sobre las muertes de un país y sus causas, lo que significa que los gobiernos pueden pasar por alto las amenazas emergentes para la salud -ya sea el ébola o el coronavirus-, y a menudo tienen que formular políticas de salud a ciegas. Suele decirse que la COVID-19 ha sobrepasado a África en gran medida. Algunos epidemiólogos postulan que su población joven corre menos riesgo; algunos más, que la exposición previa a otros coronavirus brinda cierta protección. Pero al igual que otras enfermedades, es probable que aquí nunca se sepa el verdadero número de víctimas, en parte porque las tasas elevadas de mortalidad no pueden tomarse como medida, como ocurre en otros lugares […]. En otras partes del mundo, las epidemias se han identificado por picos inusuales en las muertes en comparación con la tasa de mortalidad en un año normal. La mayoría de los países africanos no puede hacer lo mismo, ya que no conoce la mortalidad de referencia.8
Además del hecho de que el artículo menciona pocos países africanos (Nigeria, Níger y Sudán), en estas citas hay una vaga generalización del continente africano. También hay algunas afirmaciones serias, como la idea de que en la “gran mayoría” de los países africanos “nunca” se registró formalmente la mayoría de las muertes. Además, el(los) autor(es) asegura(n) que “en otras partes del mundo, las epidemias han sido identificadas por picos inusuales en muertes en comparación con la tasa de mortalidad en un año normal. La mayoría de los países africanos no puede hacer lo mismo, ya que no conoce la mortalidad de referencia”. En respuesta a estas declaraciones, la Dra. Mamka Anyona escribió lo siguiente:
La premisa del artículo es asombrosa. La pieza no es un reportaje ni un análisis, ya que la evidencia no va mucho más allá de lo anecdótico. El título es extravagante, ridiculiza a todo un continente, mientras que el texto en sí menciona únicamente tres de los 54 países de África. Su hipótesis subyacente es que si los países ricos han sufrido, cuánto más debe de haber sufrido África. Si ése no es el caso, entonces ha de ser porque el sufrimiento se ha vuelto invisible por alguna incompetencia exclusivamente africana. Su descripción del continente también sonará falsanpara muchas personas que han visto cómo los países de África y Occidente han respondido a la pandemia. Cuando volé a Kenia a finales de enero de 2020, por ejemplo, los funcionarios del aeropuerto ya habían puesto en práctica controles de temperatura y protocolos de rastreo de contactos. Incluso, en marzo de 2020, los aeropuertos de Europa y EE.UU. seguían funcionando en gran medida como de costumbre […]. Ante la novedad del coronavirus, lo cierto es que todos los países del mundo se enfrentan al mismo problema: cómo detectar, clasificar y registrar las muertes por COVID-19. Es aceptable en general que la tasa de mortalidad real sea superior en todas partes a la que suele informarse. El artículo no proporciona ninguna evidencia de que los informes de muertes por COVID-19 sean menos precisos en África que en cualquier otro lugar, aunque implica que los datos recopilados por países de África sin el sello de aprobación internacional no son confiables.9
A mí parecer, el artículo publicado en The New York Times podría analizarse como una manifestación del afropesimismo en los medios internacionales, mientras que la respuesta de la Dra. Anyona podría interpretarse como una posible impugnación de este discurso. El artículo asocia “África” con nociones de incapacidad y con países que tienen capacidad de acción limitada. El discurso elaborado en el artículo va más allá del mero reconocimiento de los sistemas de salud en muchos países africanos. Los autores no presentan ningún dato convincente para respaldar sus afirmaciones, sólo mencionan algunos hechos acerca del ámbito nigeriano, como si éstos pudieran aplicarse a todo el continente. Asimismo, cuestionan la validez de los datos recopilados (específicamente) en países africanos. En las próximas secciones demostraré que éstas son algunas de las características del afropesimismo, según la definición propuesta por B’béri y Louw.10
Sin embargo, antes que nada, me gustaría hacer dos observaciones relevantes para mi argumento. En primer lugar, no es mi intención cuestionar el importante trabajo realizado por la OMS, ni menospreciar la institución que representa en ningún sentido. Si bien muchos de los puntos de la organización con respecto a los países africanos son válidos, mi objetivo es señalar el hecho de que incluso las predicciones proporcionadas por la OMS se basaron en modelos de predicción relacionados con las experiencias de los países occidentales en lugar de tener en cuenta los datos específicos de los países africanos, tal como lo argumentan Okuonzi et al.11 En segundo lugar, me gustaría aclarar que reconocer las situaciones precarias de los sistemas de salud de muchos Estados africanos no implica en lo absoluto reproducir el discurso del afropesimismo. En cuanto a los modelos de predicción utilizados para analizar los efectos de la pandemia en los países africanos, Okuonzi et al. mencionan que:
El brote de COVID-19 no ha tenido precedentes en velocidad y efecto. Los esfuerzos para predecir la transmisión de la enfermedad se han realizado principalmente utilizando modelos emblemáticos desarrollados por el norte global. Estos modelos no han representado con precisión la verdadera tasa de transmisión del sars-cov-2 en África. Los modelos han ignorado la composición socioecológica única de África (demográfica, social, ambiental y biológica) que ha ayudado a una propagación del virus más lenta y menos grave.12
Por lo tanto, mi objetivo no es discutir si África realmente ha tenido éxito en la lucha contra la COVID-19. Mi propósito, en cambio, es analizar la reacción de Occidente ante este incumplimiento de expectativas en relación con África, ya que precisamente esta reacción expone los supuestos del afropesimismo. Mi argumento es que el uso de datos recopilados en países occidentales para hacer predicciones a partir de las experiencias de Occidente con respecto a la pandemia es un procedimiento a todas luces problemático, ya que implica llevar a cabo una comparación sin un análisis más sólido de los Estados africanos. Por lo tanto, la reproducción del afropesimismo se relaciona con las predicciones elaboradas para países africanos que carecen de un análisis más completo de sus variables contextuales.
De esta manera, el contexto de la pandemia ha brindado una nueva oportunidad para los estudios sobre los discursos poscoloniales: en comparación con los Estados occidentales, los Estados africanos han tenido un buen desempeño en lo que toca a la lucha contra el virus. Este hecho expuso la persistencia de un discurso colonial relacionado con la gobernabilidad de los Estados africanos y sus respectivas capacidades para poner en marcha ciertas políticas públicas. Estas contradicciones del discurso hegemónico tienen varias implicaciones para la política internacional, que van desde los análisis poscoloniales de las relaciones de poder entre los Estados, el papel de los medios en las relaciones internacionales (RI) como actor no estatal, hasta preguntas sobre el desarrollo y la (falta de) credibilidad de los antiguos Estados coloniales en el ámbito internacional.
El propósito de este artículo es señalar las contradicciones en el discurso del afropesimismo, un discurso asentado en prejuicios y estereotipos que erigen una representación de inferioridad de los Estados africanos ante los Estados occidentales.13 Durante la pandemia de COVID-19, la idea era la siguiente: si en Occidente el virus de marras ocasionó una catástrofe, en África seguramente será peor; enunciaciones hechas incluso sin un análisis riguroso de la situación particular de cada país africano.
En este trabajo, la definición de discurso se circunscribe a la que propuso Michel Foucault:
Un grupo de enunciados en cuanto que pertenecen a la misma formación discursiva; no constituye una unidad retórica o formal, infinitamente repetible, cuya aparición o uso en la historia pueda señalarse (y, si es necesario, explicarse); se compone de un número limitado de enunciados para los cuales puede definirse un conjunto de condiciones de existencia.14
También puede definirse como “prácticas que forman sistemáticamente los objetos de los que hablan”.15 Los discursos confieren legitimidad a significados, ideas y prácticas sociales concretos, mientras deslegitiman otros significados que podrían desafiar su poder. En este proceso, también determina la “verdad” en un contexto histórico determinado y establece relaciones de poder. Así, discurso y poder están relacionados, ya que el primero define qué influencia deben tener unos grupos sobre otros para perpetuar la opresión. A este respecto, el afropesimismo puede entenderse como un discurso que se consolidó en el ámbito del colonialismo occidental en África, estableciendo valores e instituciones occidentales, e imponiendo normas internacionales. Si se analiza el afropesimismo como discurso hegemónico, podría argumentarse que éste tiende a deslegitimar las percepciones alternativas (positivas) de África, para eternizar las suyas en el imaginario colectivo.
Por lo tanto, el propósito general de esta investigación es señalar el afropesimismo de la información divulgada sobre África durante la pandemia de COVID-19, utilizando noticias y discursos como evidencias de este fenómeno. Los objetivos específicos son: 1) demostrar la influencia de los medios de comunicación en los asuntos exteriores de los Estados africanos, y 2) indicar, por medio del análisis del discurso, las contradicciones del afropesimismo en lo que toca a la capacidad de los Estados africanos para adaptarse a la pandemia.
Tal como he venido apuntando, la metodología consiste en practicar un análisis del discurso en cierto tipo de textos. Las noticias que aquí se mencionan se estudiaron además no como análisis de contenido, sino como complemento del análisis del discurso, ya que el propósito de incluirlas en la investigación fue mostrar la reproducción del afropesimismo en los medios. También analicé fragmentos de un discurso y de una entrevista con el director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en África (CDC, por sus siglas en inglés), Dr. John Nkengasong, en los que se refería al desempeño de la organización y de los países africanos en el contexto de la pandemia.
Posestructuralismo y poscolonialismo en las relaciones internacionales (RI): el papel del lenguaje en la constitución del discurso colonial occidental
El marco analítico está compuesto por los enfoques teóricos del posestructuralismo y el poscolonialismo en RI, asociados al método de análisis del discurso, tal como lo propone Hansen.16 El posestructuralismo en RI formula una crítica a los enfoques realista e institucionalista, que entienden el sistema internacional como un sistema social ajeno a las estructuras sociales y la diplomacia como una forma transparente y “apolítica” de relación entre las instituciones que forman parte de este sistema.17
Las identidades se construyen discursivamente de manera relacional, en contraste con otro antagonista. En este sentido, el sujeto se construye por el discurso mediante la relación con el otro, es decir, un segundo sujeto político a partir del cual el primero se diferencia y se construye a sí mismo y al otro. Así, las identidades son constitutivas y se producen por medio del discurso.
En determinadas formaciones discursivas habrá discursos que pueden considerarse hegemónicos,18 y son los que establecen una relación de universalidad para una construcción discursiva que beneficie a determinado grupo de sujetos políticos.19 Considerando el proceso de vinculación y diferenciación propuesto por Hansen20 y las hegemonías discursivas, es posible argumentar que aquellas características vinculadas a los sujetos políticos que instituyen tal hegemonía se universalizan como buenas en contraste con aquellas vinculadas al otro de este agente hegemónico. A tal sector suele tratársele como si estuviera constituido por características inferiores.
Al igual que los marcos teóricos posestructuralistas, el poscolonialismo propone un acercamiento a la relación entre el yo y el otro en el campo de las RI, en particular en lo que se refiere al tema de la diferencia, que cuestiona conceptos convencionales -como la propia idea de soberanía- que contribuyen a la perpetuación de las desigualdades fuera de “Occidente”. También es preciso señalar la dificultad de las RI para lidiar con la diferencia y cuestionar su resistencia a afrontarla o impugnarla. En el contexto del sistema internacional, las diferencias que constituyen a cada Estado se mantienen dentro de sus propias fronteras. A este respecto, el problema de la diferencia adquiere carácter internacional, ya que la demarcación dentro/fuera define el problema de la diferencia a partir de la desigualdad entre Estados.21
Sin embargo, la cuestión de la diferencia entre comunidades políticas (en un sistema de Estados) tiene consecuencias en las relaciones entre el yo y el otro, ante todo si se considera que es a partir del otro como se construye una comunidad política. El otro, situado fuera de determinada comunidad política, es representado como una amenaza (id est, otros Estados o grupos con ideas e intereses ajenos), mientras que en el ámbito interno/nacional, la diferencia relativa al otro se gestiona por medio de una combinación de procesos tales como “jerarquía, erradicación, asimilación o expulsión y tolerancia”.22 Aquellos ubicados fuera de una comunidad política son abandonados a su suerte o, en algunas circunstancias, están sujetos a coerción e incluso a conquista.
Siguiendo con el tratamiento de la diferencia en el campo de las RI, ciertos autores mencionan la ecuación de Todorov, que establece que “la diferencia se traduce como inferioridad y, por lo tanto, se somete a erradicación”.23 Tal premisa es relevante para esta investigación, ya que el objeto por analizar involucra el pensamiento de la diferencia como inferioridad (aquí relacionada con el afropesimismo) en el ámbito de las relaciones entre Estados.
Metodología
Hansen propone un modelo intertextual de análisis del discurso en política exterior.24 Éste no se restringe al análisis de los discursos oficiales, sino que también procura comprender cómo se legitima el discurso en la cuestión de la relación con el público. Presento cuatro modelos de análisis del discurso: modelo 1, modelo 2, modelo 3A, modelo 3B. Cada uno tiene un enfoque específico con respecto a los materiales que han de analizarse. Asimismo, cada uno se divide en tres criterios: enfoque analítico, objeto de análisis y objetivo del análisis. El enfoque analítico del modelo 1 consiste en el estudio de discursos oficiales (ya sea de jefes de Estado o de instituciones internacionales), y los modelos 3A y 3B atribuyen centralidad en términos analíticos a materiales tales como representaciones/cultura popular y discursos marginales/movimientos sociales, respectivamente. Aquí, sin embargo, se eligió el modelo 2, con las características que se señalan en el cuadro 1.
Enfoque analítico | Debate de política exterior en un sentido más amplio, oposición política, medios de comunicación, instituciones corporativas. |
Objeto de análisis | Textos políticos, debates parlamentarios, discursos, declaraciones, textos periodísticos, informes de cuerpos editoriales, opinióndebate, instituciones corporativas, campañas públicas, enlaces intertextuales recurrentes. |
Objetivo del análisis | La hegitaliconía del discurso oficial, la probable transformación del discurso oficial, la estabilidad interna de los discursos mediáticos. |
Fuente: elaboración propia, adaptado de Hansen, op. cit., p 57.
Con base en los lineamientos del modelo 2, los materiales fueron elegidos según los criterios mencionados: con el objetivo de tratar el tema del afropesimismo en el contexto específico de la pandemia de COVID-19 busqué, en primer lugar, informes relacionados con la situación en África ante los primeros signos de la epidemia del virus en el continente (es decir, concretamente, artículos del año 2020). En segundo lugar, desde una perspectiva posestructuralista de las RI, me propuse identificar señales de contradicción en el discurso hegemónico reproducido por los medios en documentos relacionados con el debate sobre salud y política exterior durante la pandemia (en el ámbito africano), y añadí documentos al análisis de la Unión Africana y discursos del presidente de los CDC en África, Dr. John Nkengasong. Se utilizaron textos de noticias como material complementario, con el propósito de señalar la presencia del discurso hegemónico en varios medios de prensa.
Por último, también se analizaron los textos a partir de lo que se define como estrategias discursivas.25 Se consideran términos como enunciador ; tal como se ha propuesto, el acto de habla consiste en un encuentro entre dos universos distintos representados por la UE (la entidad que produce el acto de habla), la cual se dirige a un destinatario, pero en cuyo acto también interviene, con afán de desciframiento, el intérprete. De esta forma, la relación del acto discursivo aplicado a los textos era específicamente en el sentido de una producción creada por un sujeto emisor, o “enunciador”, y dirigida a un sujeto receptor. El concepto de “estrategias discursivas” se aplicó específicamente en el análisis:
La noción de estrategia descansa en la hipótesis de que el sujeto comunicante concibe, organiza y escenifica sus intenciones para producir ciertos efectos -de persuasión o seducción- en el sujeto interpretante, para llevarlo a identificarse -conscientemente o no- con el sujeto receptor ideal concebido por el sujeto comunicante.26
Por tanto, analizaré los discursos a partir del supuesto de que el sujeto enunciante, o comunicante, utiliza ciertas estrategias en el acto de habla.
Medios de comunicación y afropesimismo: representaciones de África en Occidente
Considerando el papel del discurso en las perspectivas del posestructuralismo y el poscolonialismo, esta sección se propone plantear las representaciones del continente africano elaboradas (concretamente) en Occidente. Al analizar la forma en que se representaba a África en los periódicos británicos, se encontró que con frecuencia se le describía como “un bloque homogéneo con violencia, impotencia, abusos de los derechos humanos y falta de democracia como sus principales características”.27 Así pues, el uso recurrente de este tipo de representación del continente puede elaborar una imagen de África algo desencajada, que se basa en múltiples estereotipos.28 Importan las representaciones (negativas y de construcción del “otro”) de África a cargo de los medios, sobre todo si se considera que influyen en las relaciones interculturales.29
El concepto de afropesimismo puede entenderse de múltiples maneras. Como discurso, el afropesimismo se refiere a la idea de que África es un continente condenado al fracaso. Con raíces en un pasado colonial, el discurso se apoya en los medios de comunicación para reproducir la idea de que el continente se encuentra en un estado “irreparable y condenado a la desesperación”.30 La construcción del otro es fundamental para el afropesimismo. Schmidt y Garrett discuten acerca de la construcción de África como el otro en relación con Europa, y del lugar que ocupa la propia percepción pesimista del continente en este proceso. Las instituciones políticas y económicas africanas recibieron influencia occidental, pero hay una percepción en este discurso de que los países africanos aún no han logrado adaptarse completamente a los criterios políticos y económicos de Occidente. En el discurso del afropesimismo, también hay la creencia de que el continente africano, supuestamente, ha tenido pocos avances desde el final de los regímenes coloniales.31
B’béri y Louw demuestran las diferentes formas en que se manifiesta el discurso del afropesimismo.32 El cuadro 2, propuesto por estos autores, se compone de diferentes perspectivas sobre las formas en que los medios occidentales por lo general representan el continente africano (y reproducen el discurso del afropesimismo).
(1) África es representada de manera inadecuada por racistas. | (2) África es representada de manera inadecuada por medios de comunicación occidentales. | (3) África está en problemas, pero tiene remedio. Versión 1 | (4) África está en problemas, pero tiene remedio. Versión 2 | (5) África es un caso perdido, y no tiene remedio. | |
¿Cuál es el problema? | Los africanos son representados negativamente por racistas occidentales. | África es representada negativamente por medios occidentales. | Los Estados africanos están dirigidos por líderes pobres. | África está mal dirigida y los africanos son incapaces de gobernarse por sí mismos. | Los africanos son incapaces de dirigir. |
¿A quién culpar? | Los racistas estereotipan negativamente a los africanos (el problema es el racismo occidental, África no). | Los periodistas elaboran representaciones negativas (los medios occidentales son el problema, África no). | Malos gobiernos africanos y neocolonialismo (Occidente es cómplice del problema). | Los africanos tienen la culpa (Occidente no es el problema, es la solución). | Los africanos tienen la culpa (Occidente no es el problema ni la solución). |
¿Cuál es la solución? | Atacar las representaciones provenientes del racismo. | Renovar África para favorecer representaciones positivas. | Se necesitan nuevos líderes africanos para crear un mejor gobierno. | Recolonización (por Occidente, la ONU o China). | Renunciar a África, extirparla de la comunidad mundial. |
Fuente: B’béri y Louw, art. cit.
Así, el afropesimismo puede entenderse como el discurso en que se da por sentado un supuesto fracaso del continente africano. B’béri y Louw33 afirman que el afropesimismo tiene efectos reales en la economía del continente. Según los estudiosos, el informe realizado por The Economist en el año 2000, titulado “África sin esperanza”, tuvo consecuencias en la inversión extranjera que favorecía a los países africanos.34 Otro ejemplo relacionado con las representaciones mediáticas de África es la idea de que es un “continente oscuro”, metáfora cuyo poder ideológico labra la imagen de África como el “otro”, al tiempo que refuerza el dominio occidental.35 Desde la segunda mitad del siglo XIX, la imagen del África negra se reinventó y la superioridad británica, junto con la inferioridad de los negros, se convirtió en norma. El afropesimismo tiene sus raíces en tal percepción, por lo que es posible afirmar que esta apreciación que se tiene de África ha permanecido en la imaginación occidental desde la conquista europea del continente.36
Para ilustrar los conceptos anteriores, demostraré la forma en que el afropesimismo se manifiesta como discurso en los medios internacionales. Incluso con aclaraciones sobre las causas del número de muertes en el continente africano, se puede argumentar que esta duda sobre los Estados africanos se mantuvo.37
África en el contexto de la pandemia de COVID-19
Como lo mencioné en la introducción de este artículo, el afropesimismo incluye representaciones negativas de África sin una cantidad adecuada de evidencias, o datos, para respaldar muchas de sus afirmaciones. Con base en ello, recurrí al análisis del discurso con el fin de examinar dos documentos que muestran esta contradicción: un discurso del presidente de los CDC en África, John Nkengasong, en The Brookings Institute (2021), y una entrevista con el Dr. Nkengasong realizada por un reportero de CNN. Lo que estos documentos tienen en común es que, en ambos, el Dr. Nkengasong, al presentar datos reales sobre la respuesta de los países africanos a la pandemia, trata de refutar argumentos tales como los que consideran que los Estados africanos tuvieron una especie de suerte favorable durante la pandemia, o que las bajas cifras de muertes por COVID-19 en África pueden estar asociadas a una pandemia “oculta”. Por lo tanto, elegí ambos documentos porque en ellos es posible identificar algunas características del afropesimismo, así como la contestación a este discurso.
El primer material consiste en la transcripción de un seminario web en Washington, Estados Unidos, el 12 de febrero de 2021, cuyo invitado fue el presidente de los CDC en África, John Nkengasong. Hay que poner particular atención en la forma en que el Dr. Nkengasong menciona el argumento de que el número de muertos en los Estados africanos ocurrió “por casualidad”:
Y empiezo con el 14 de febrero porque la gente siempre dice “bueno, un continente; tal vez lo que está pasando en el continente es producto de la casualidad”. No, es por el liderazgo anticipado, ya que los líderes vieron la amenaza y tomaron esto en serio. Y cuando los ministros de salud partieron de Addis Abeba el día 22, hubo claridad de acción y claridad del peligro que [la pandemia] representa.38
Al considerar el afropesimismo tal como lo proponen B’béri y Louw,39 en los medios occidentales es posible observar que África, como actor político homogéneo, se construye según las siguientes apreciaciones: a) tiene líderes malos e ineficientes; o b) la sociedad africana es incapaz de acción política; o incluso c) el pueblo africano no puede administrar sus propios Estados. Es decir, el ponente parte de las percepciones adversas para anularlas concentrándose en la capacidad de respuesta y atribuyendo completo interés al hecho de que los países africanos actuaron políticamente con medidas de contención del virus, que es una forma de construir el yo y el otro. El tiempo también fue uno de los conceptos que aparecieron frecuentemente en el texto:
En cuanto al segundo asunto por el que me preguntaste, lo que te diré es que más allá del liderazgo está la cooperación y la coordinación en todo el continente. Nunca he visto que se realicen esfuerzos de esta manera, o que los países africanos coordinen los esfuerzos por medio de los CDC de la forma que acabo de describir. Y eso es importante. La (inaudible) coordinación, cooperación, colaboración y comunicación. Todos los martes a las 4:00 p. m., hora de África Oriental, nos reunimos como expertos en salud pública en el continente para discutir la pandemia, trazar un camino a seguir y ajustar nuestra estrategia.40
Con términos como “liderazgo”, “cooperación”, “coordinación” y “expertos” en este fragmento citado, los Estados africanos se definen como agentes capaces de actuar con eficiencia, y no como sujetos pasivos. Además, hay una construcción discursiva de causalidad entre la acción rápida y el reducido número de muertes en los países africanos. En cierto punto, el enunciador establece explícitamente la construcción del yo, en una comparación sobre el número de infectados en Sudáfrica y el Reino Unido:
Como lo dije, cuando nos reunimos el 22 de febrero y se fueron los ministros, había claridad de acción, unidad de propuesta de qué hacer y tomar riesgos. Y los riesgos consistieron en bloqueos severos que se implementaron muy a tiempo. Te daré un ejemplo. En Sudáfrica, antes del cierre, los números se duplicaban cada dos días. Bueno. Entonces, en otras palabras, Sudáfrica habría estado en ese momento al mismo nivel que el Reino Unido si no se hubieran aplicado esas severas medidas. Lo vi en todos los ámbitos. Países como Zambia, Zimbabue impusieron estado de emergencia con dos casos o sin ningún caso. Zimbabue entró en estado de emergencia sin un caso. Entonces, ésas fueron medidas severas que tuvieron graves consecuencias en la economía; pero hay que frenar la propagación del virus.41
De nuevo, es posible observar la construcción del yo en relación con el otro; en este caso, explícitamente, por medio de una comparación relativa al número de infectados en Sudáfrica y el Reino Unido. Hay una estrategia discursiva que erige a los Estados africanos en agentes capaces de tomar decisiones, frente a un Reino Unido esbozado como agente que no fue capaz de ejecutar a su debido tiempo las necesarias medidas restrictivas. Por lo tanto, no sólo hay una contradicción en el discurso hegemónico sobre la capacidad y la gobernabilidad de los Estados africanos, sino también una inversión sobre la idea de eficiencia política, id est, un país “desarrollado” que no supo administrar su propio Estado (a diferencia de las premisas del “africopesimismo”).
Independientemente de las intenciones del enunciador, su discurso revela contradicciones en un discurso hegemónico, lo que permite al analista hacer inferencias sobre el legado colonial que aún está presente en la percepción occidental de África. Por lo tanto, es importante mencionar que, en estos fragmentos, la construcción de África a cargo del enunciador busca contradecir premisas relacionadas con el afropesimismo en los términos de B’béri y Louw, tales como: “los africanos son incapaces de dirigir las cosas”42 y “los africanos son incapaces de realizar cualquier cosa”.43 En cierto punto, el ponente establece un antagonismo con países en los que hubo algún tipo de conflicto entre la salud pública y la política:
En segundo lugar, no había absolutamente ninguna fuerza opuesta entre la política y la salud pública. Bueno. Se permitió que salud pública guiara la respuesta. Yo, como jefe de los CDC en África, he tenido la suerte de informar a los jefes de Estado del continente en 13 ocasiones. De acuerdo, en 13 ocasiones, donde todos se reúnen como la Mesa de los Jefes de Estado dirigida por el presidente Cyril Ramaphosa para discutir la pandemia, encontrar estrategias comunes y ajustarlas en el futuro. Y en ninguno de esos Estados y sesiones informativas hubo puntos de vista opuestos. Quiero decir, escucharon los consejos de salud pública. Vieron los datos. Lo revisamos juntos y acordamos un camino común para seguir adelante.44
Aquí, un punto importante se refiere a la cohesión interna de los países africanos, en comparación con los países no africanos en los que la población no siguió las directrices de sus respectivos gobiernos en relación con las políticas de salud pública. El ponente también destaca el hecho de que, en los países africanos, la gente en general siguió la orientación del gobierno, al considerar los datos obtenidos sobre la situación del virus. Es posible inferir, a su vez, que esto no ocurrió en países no africanos, ya que aquí la construcción del yo se relaciona con países africanos caracterizados por nociones de organización, cohesión interna y adaptación a las medidas sanitarias establecidas por Estados africanos, en contraste con los otros, es decir, países no africanos, caracterizados por la falta de organización, la ausencia de cohesión en el ámbito nacional con respecto a la legitimidad de los gobiernos en las políticas de salud pública y la falta de voluntad para cumplir con las medidas preventivas en la propagación del virus.
Por último, analicé una entrevista con el presidente de los CDC en África, John Nkengasong, realizada el 25 de septiembre de 2020 por el reportero de CNN, David McKenzie, titulada “El jefe de los CDC en África explica la baja tasa de mortalidad del continente (CNN World)”. Elegí el fragmento citado por su relevancia para esta investigación, es decir, por la posibilidad que ofrece de analizar una manifestación de afropesimismo y, al mismo tiempo, su propia contestación. Es importante mencionar que una parte del diálogo consiste en el cuestionamiento del reportero sobre el “verdadero” número de muertos en el continente africano:
David McKenzie: Todavía hay escasez de pruebas en el continente y, por tanto, la percepción de que falta información pertinente para comprender a ciencia cierta cómo esta enfermedad está afectando a varios países. ¿Hay sólo una pandemia oculta que no se ve? ¿Hay personas muriendo a gran escala de las que no sabemos en todo el continente africano?
Dr. John Nkengasong: Absolutamente no. Lo que es crítico en realidad, David, es que el nivel de asintomáticos, la proporción de personas que han sido infectadas y la política de adultos en los países es muy alta, alrededor del 80%, y creo que eso es muy, muy importante. Eso significa que no estamos viendo a personas morir en masa. Como estaba predicho. Creo que ésa es muy buena noticia. Y esto se informa según los datos disponibles. ¿Por qué piensas que a algunas personas les resulta difícil creer incluso si los datos corroboran tal realidad? Puedo entenderlo por la masividad de lo que estamos viendo en Occidente, en Europa […].45
La pregunta del reportero puede analizarse desde la perspectiva del afropesimismo: por ejemplo, la idea de que África está mal orientada y carece de capacidad para ejercer el autogobierno. Al mencionar una supuesta “percepción de que falta información pertinente”, el discurso hegemónico deslegitima el éxito potencial de los Estados africanos frente a la pandemia. Además de que el texto menciona una percepción que no está respaldada por evidencias reales, hay que subrayar el razonamiento de que, si todo el continente no puede proporcionar datos confiables, entonces no debe confiarse en el discurso sobre el bajo número de muertos en estos países africanos. Este tipo de razonamiento concuerda con la definición de “discurso” de Michel Foucault y con la idea de que el discurso hegemónico tiende a deslegitimar los discursos alternativos para mantener su posición dominante y su producción de verdades.
El Dr. Nkengasong, por su parte, responde a la pregunta con base en argumentos técnicos, al tiempo que cuestiona el motivo por el cual todavía hay desconfianza, aun cuando se ha presentado información pertinente en lo que toca a las cifras de muertes por COVID-19 en África. “Occidente” y “Europa” aparecen como referencia (o comparación) a la respuesta de los Estados africanos a la COVID-19. Es posible inferir que esto contradice implícitamente la idea de una relación directa entre el número de muertos por COVID-19 en los países occidentales y los propios países africanos. En otras palabras, refuta la idea de que, si los países occidentales no pudieron actuar de manera eficaz durante la pandemia para evitar una catástrofe, tampoco lo harán los Estados africanos. Por tanto, en esta entrevista es posible ver el afropesimismo como discurso hegemónico y, con él, el germen de sus propias contradicciones.
No una, sino muchas Áfricas
Puesto que el afropesimismo representa al continente africano como un bloque político homogéneo, es primordial señalar su diversidad en cuanto a los países que lo integran, particularmente en el contexto de la pandemia de COVID-19. Por ello, me propongo argumentar que esta visión negativa eclipsa la complejidad de muchas sociedades distintas. Con respecto a los estragos de la pandemia, el cuadro 3 refleja que hubo una variación considerable en el número de muertes por cada país.
Argelia | 6881 |
Angola | 1917 |
Benín | 163 |
Botsuana | 2739 |
Burkina Faso | 387 |
Burundi | 15 |
Cabo Verde | 410 |
Camerún | 1960 |
República Centroafricana | 113 |
Chad | 193 |
Comoras | 160 |
Congo (República Democrática del) | 1358 |
Congo (República del) | 386 |
Costa de Marfil | 827 |
Yibuti | 189 |
Egipto | 24 624 |
Guinea Ecuatorial | 183 |
Eritrea | 103 |
Esuatini | 1422 |
Etiopía | 7572 |
Gabón | 306 |
Gambia | 372 |
Ghana | 1460 |
Guinea | 793 |
Guinea-Bisáu | 176 |
Kenia | 5678 |
Lesoto | 706 |
Liberia | 294 |
Libia | 6437 |
Madagascar | 1410 |
Malaui | 2683 |
Malí | 742 |
Mauritania | 995 |
Mauricio | 1014 |
Marruecos | 16 279 |
Mozambique | 2224 |
Namibia | 4077 |
Níger | 314 |
Nigeria | 3155 |
Ruanda | 1466 |
Santo Tomé y Príncipe | 77 |
República Saharaui | 90 |
Senegal | 1968 |
Seychelles | 169 |
Sierra Leona | 126 |
Somalia | 1361 |
Sudáfrica | 102 246 |
Sudán del Sur | 138 |
Sudán | 3909 |
Tanzania | 845 |
Togo | 287 |
Túnez | 29 257 |
Uganda | 3630 |
Zambia | 4017 |
Zimbabue | 5606 |
Fuentes: “Coronavirus Disease 2019 (COVID-19): Latest updates on the COVID-19 crisis from Africa”, Africa CDC, https://cdc.org/covid-19/ (consulta del 20 de octubre de 2022); Información de CDC África; “Coronavirus Disease 2019 (COVID-19):…”, art cit.
La variación en estos números puede interpretarse según la diversidad en el continente. Los Estados africanos tuvieron que adaptarse a la pandemia, cada uno de ellos con sus propios entornos sociopolíticos. En los estudios especializados, hay algunas hipótesis que se barajan para explicar la razón por la cual los países africanos tuvieron menos casos de COVID-19.
Una de ellas se relaciona con la edad, es decir, con el hecho de que entre la ciudadanía de los países africanos haya una población relativamente joven, con una media de 19.7 años. Puesto que el 60% de la población africana tiene menos de 25 años, podría inferirse una relación entre la edad media de los países africanos y el hecho de que también sean menos susceptibles a contagiarse con el virus. Otra hipótesis apunta a que casi 60% de la población africana vive en zonas rurales y, por lo tanto, tiene menos contacto con viajeros infectados. La cantidad de viajes (al extranjero) relativamente inferior a la de otros continentes asimismo se considera como una posible razón del menor número de casos de COVID-19, y esta hipótesis sugiere que el (menor) contacto con extranjeros también podría explicar el escaso número de contagios en algunos países. Otra hipótesis interpreta el hecho en función de la limitada capacidad de diagnóstico que hubo en el continente. Por último, una cuarta hipótesis se relaciona con la acción temprana de algunos países africanos y su diligencia para ordenar bloqueos y otras medidas de restricción.46
Por ejemplo, el plan de respuesta de Ruanda comenzó en enero de 2020. El gobierno de este país adoptó muchas estrategias innovadoras, incluido el uso de drones y de redes sociales para informar a la población, y de robots para la detección y la hospitalización.47 Asimismo, la infraestructura empleada para el tratamiento del VIH en el país se acondicionó para hacer las pruebas de COVID-19, las cuales se ofrecieron de forma gratuita a la ciudadanía. Según Karim et al., los países con ingresos medios y superiores también podían adoptar estas estrategias innovadoras.48
En Uganda, la respuesta a la COVID-19 consideró su entorno social y su experiencia (exitosa) del pasado con epidemias como el ébola y la hepatitis.49 El liderazgo del gobierno y la respuesta positiva de los ciudadanos ugandeses contribuyeron para llevar a cabo acciones coordinadas. La cifra de muertos por COVID-19 en el país hasta el momento50 es de 3630; Kitara e Ikoona afirman que este modelo podría ser útil en otros países.51
Otros países africanos no respondieron a la pandemia de la misma forma. Por ejemplo, la actitud del presidente de Tanzania, John Magufuli (ya fallecido), se caracterizó por el negacionismo, lo mismo que su gobierno, el cual se negó a divulgar datos sobre la pandemia.52 El negacionismo a este respecto también estuvo presente en Burundi, donde el presidente Pierre Nkurunziza (fallecido) minimizó los efectos de la COVID-19, e incluso expulsó del país al representante de la OMS.53 Para analizar los efectos del COVID-19 en estas latitudes, no se debe partir de la suposición de que África es social y políticamente homogénea, ya que las decisiones internas de los Estados africanos son una variable esencial para comprender la propagación del virus en el continente.
Por lo tanto, mi argumento es que, para “desentrañar” el “misterio” de África, deben someterse a estudio las “muchas Áfricas” que coexisten, antes de analizar el continente como un todo: los estudios en profundidad de cada Estado africano en cuanto a su propia experiencia pueden aportar pruebas que sean determinantes para entender mejor los efectos de la pandemia de COVID-19 en ese continente.
Conclusión
En esta investigación, se tuvo como propósito demostrar que el afropesimismo en los medios internacionales durante la pandemia de COVID-19 puede entenderse como un ejemplo de la definición de “discurso” de Michel. Foucault.54 Sin embargo, es necesario ir más allá de exponer las contradicciones de tal discurso. Ante todo, es importante considerar el poder de los medios al formar la opinión pública y trazar una imagen de África (por ejemplo, la construcción del “continente oscuro”, como argumenta Jarosz).55 Como discurso, el afropesimismo tiene consecuencias tanto ideológicas como materiales para los Estados africanos. En el sentido ideológico, al reforzar los estereotipos, comúnmente negativos, se pueden eclipsar los adelantos que se originaron en estos países, aun cuando los Estados africanos alcanzaron el 12.8% de las innovaciones tecnológicas relacionadas con la respuesta a la COVID-19 a principios de 2020.56
Considerando las limitaciones de esta investigación, es importante mencionar que, debido al propio formato científico, me vi obligado a limitar el número de noticias y discursos para el análisis. Sin embargo, si el argumento propuesto aquí se explora en el futuro en disertaciones o tesis, será posible incluir un estudio más detallado de los informes reunidos durante un periodo de tiempo más amplio, para reforzar los argumentos y aportar nuevas ideas.