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versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.64 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2024  Epub 19-Ago-2024

https://doi.org/10.24201/fi.v64i2.3064 

Artículos

Facetas de la polarización política en México

Aspects of political polarization in Mexico

Facettes de la polarisation politique au Mexique

Alejandro Moreno1 

1Instituto Tecnológico Autónomo de México amoreno@itam.mx


Resumen:

En este artículo se discuten diversas facetas de la polarización política en el país. Se argumenta que la polarización política no es nueva en México y más bien refleja la evolución y las dinámicas del sistema de partidos. Con base en datos de encuestas, tanto académicas como periodísticas, se describen algunos patrones de polarización entre el electorado a nivel nacional, tanto ideológica, como partidista, afectiva y con base en el nuevo eje político de posturas hacia la llamada cuarta transformación o 4T. También se discuten diversas perspectivas teóricas sobre la polarización política, sus métricas, sus causas y sus posibles implicaciones, tratando de abonar al debate desde el caso mexicano y planteando varias consideraciones para ello. El objetivo primordial es documentar algunas facetas de la polarización política, término que suele nutrir el discurso político actual, pero del cual ha habido hasta ahora poca evidencia empírica.

Palabras clave: polarización; desalineación partidaria; electorado mexicano; partidismo; cuarta transformación (4T)

Abstract:

This paper discusses a range of aspects of political polarization in Mexico. It argues that political polarization is not a new phenomenon in the country but rather reflects the evolution and dynamics of the party system. Based on data from surveys, both academic and media, a number of patterns of polarization among the nationwide electorate are described, which may be ideological, party-based on emotional, and based on the new political axis of positions in relation to the so-called Fourth Transformation (4T). It also discusses diverse theoretical perspectives on political polarization, its metrics, causes and potential implications, seeking to further the discussion in relation to the case of Mexico and putting forward a number of considerations in this regard. The main aim is to document different facets of political polarization

Keywords: polarization; party disalignment; Mexican electorate; partisanship; Fourth Transformation

Résumé:

Cet article aborde diverses facettes de la polarisation politique dans le pays. Il est avancé que la polarisation politique n’est pas nouvelle au Mexique et reflète plutôt l’évolution et la dynamique du système de partis. Sur la base de données d’enquête, tant académiques que journalistiques, on décrit certains modèles de polarisation au sein de l’électorat au niveau national, à la fois idéologiques, partisans, émotionnels et basés sur le nouvel axe politique des positions concernant ce que l’on appelle la quatrième trans formation ou 4T. Diverses perspectives théoriques sur la polarisation politique, ses mesures, ses causes et ses implications possibles sont également discutées, en essayant de contribuer au débat à partir du cas mexicain et en soulevant plusieurs considérations à cet égard. L’objectif principal est de documenter certaines facettes de la polarisation politique, un terme qui alimente souvent le discours politique actuel, mais pour lequel il existe jusqu’à présent peu de preuves empiriques.

Mots-clés : polarisation; désalignement partisan; électorat mexicain; politique de partis; quatrième transformation

Hoy en día es muy común toparse con el término “polarización” en la discusión y el debate públicos. El vocablo evoca la idea de una sociedad o de un sistema de partidos crecientemente confrontados entre sí, donde el distanciamiento impera por encima del acuerdo y el compromiso políticos. Sin embargo, el creciente uso retórico de la “polarización” no ha ido acompañado de la suficiente evidencia que la sustente. ¿Hasta qué punto la sociedad y el electorado mexicanos están polarizados o han experimentado un mayor grado de polarización que justifique el uso del término en el debate político actual? Pareciera que su creciente uso no se ha acompañado con el sustento empírico adecuado, dándose por sentado que la hay, pero sin la debida evidencia. Este artículo pretende contribuir, entre otras cosas, a la documentación empírica de la polarización política, además de discutir distintos aspectos y problemáticas de ésta.

El objetivo principal es analizar y discutir distintas facetas de la polarización política en México. El argumento central es que ésta ha sido parte del proceso de evolución política en el país, de cómo se han desarrollado el sistema de partidos, así como los vínculos de identidad partidaria e ideológica que caracterizan al electorado nacional. Si acaso ha habido cambios en el estilo discursivo de la clase política en años recientes, en los elementos retóricos que se emplean, en los cuales se enfatizan las diferencias por encima de las coincidencias, eso podría ser un reflejo de la polarización y, a su vez, un factor que incide en ésta. Pero la pregunta es si realmente la hay o no y, de haberla, si es un fenómeno nuevo o viene de tiempo atrás. Como una breve respuesta a esas preguntas, en este artículo propongo que la polarización política es real, no es nueva, se ha observado en distintos procesos electorales, en buena medida se explica por los cambios que han experimentado tanto el sistema de partidos como el electorado a nivel nacional, tiene diversas facetas que pueden documentarse por medio de distintas métricas, puede asumir varias expresiones en el nuevo ambiente informativo y lo más probable es que no hemos terminado aún de prever sus posibles consecuencias. El artículo busca ilustrar facetas de la polarización política con base en encuestas de opinión pública, destacando aspectos como el tamaño relativo de las posiciones extremas en escalas de autoidentificación ideológica, el distanciamiento real y percibido de los grupos político-partidarios relevantes, algunas formas de polarización política afectiva y el nuevo eje de división política en el país definido por las posturas a favor y en contra de la denominada cuarta transformación (4T) de la vida pública.

La polarización política puede abordarse de diversas maneras teórico-conceptuales, algunas de las cuales se discuten aquí. Lo que principalmente guía la discusión en este artículo es una perspectiva evolutiva de los sistemas de partidos modernos influida por enfoques históricos,1 por enfoques de cambio cultural y desalineamiento político,2 así como por perspectivas que enfatizan el papel de la movilización política cuando hay condiciones de diferenciación entre el electorado masivo.3 El objetivo primordial es ilustrar diversos patrones de polarización política en el país, pero también sentar algunas bases teóricas para su debida comprensión. La estrategia de análisis es discutir de manera descriptiva los resultados de encuestas, tanto académicas como periodísticas, que ofrecen algunas métricas con las que puede ilustrarse el grado de polarización política a nivel nacional. Pero antes de avanzar en esos temas y de documentarlos con la evidencia que han arrojado diversas encuestas a lo largo del tiempo, me parece indispensable plantear algunos aspectos que ayuden a clarificar la manera en que la disciplina de la ciencia política ha abordado la polarización.

Consideraciones preliminares

La preocupación, acaso fascinación, por la polarización política ha generado un auge de producción académica y periodística en Estados Unidos.4 Esas contribuciones recientes, aunadas a una literatura acumulada sobre polarización,5 ofrecen una serie de conceptos, métricas y reflexiones acerca de dicho fenómeno que pueden sernos útiles para entender, o por lo menos para aproximarnos a éste en México; pero también han dejado preguntas sin resolver y aspectos de relevancia teórica que quizás un contexto como el mexicano, caracterizado por un sistema de partidos competitivo mucho más nuevo y rápidamente cambiante, pueda abonar a una mejor comprensión.

Volvamos a la pregunta: ¿están el electorado mexicano y el sistema de partidos polarizados hoy en día? Ofrecer respuestas válidas y verificables a este tipo de cuestionamientos no es una tarea sencilla. Es necesario aclarar varios aspectos para poder entender mejor el fenómeno en cuestión. Me permito señalar algunos de éstos.

Primero, es necesaria una debida conceptualización, o por lo menos una noción conceptual, que nos permita establecer una base común para la discusión. ¿Qué es y cómo debemos entender la polarización política? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Se trata de un fenómeno estático o es un proceso dinámico? ¿Cómo podemos distinguir la polarización de la mera diferenciación partidaria, usualmente referida en la literatura como party sorting? Al adjetivar la polarización como ideológica o afectiva, ¿cuántos otros tipos de polarización política hay y qué tan necesario es distinguir entre ellos?

La literatura de principios de siglo, que ha producido los principales debates sobre la polarización política de hoy, curiosamente no ofrece definiciones claras de lo que debe entenderse por polarización. En un libro que provocó un intenso debate sobre si la polarización política en Estados Unidos es un mito o no, Morris Fiorina, Samuel J. Abrams y Jeremy C. Pope6 hablan de polarización partidaria y popular, pero en ninguna parte define en qué consiste cada una. En su respuesta a Fiorina, Abrams y Pope,7 Abramowitz y Saunders tampoco definieron con exactitud qué debe entenderse por polarización, excepto como algo contrario a la moderación. Más recientemente, James Campbell argumenta que la polarización se refiere a “las diferencias substantivas en perspectivas políticas a lo largo de una dimensión ideológica”,8 agregando que se trata de una “condición de conflicto intenso y sustantivo” alineado sobre diversos temas “con puntos de vista fuertemente divergentes” o “diametralmente opuestos” y sujeta a la gradualidad.9 La noción de Campbell aclara algunas cosas, pero deja bajo cierta ambigüedad un rasgo muy significativo: la importancia del distanciamiento, la tendencia hacia los polos o extremos en los temas divergentes. Para entender la polarización, ése es un asunto de mayor importancia. Además, reflejando el tradicional esquema downsiano de competencia partidista,10 Campbell presupone la unidimensionalidad ideológica de la competencia partidista, cuando en realidad ésta puede ser multidimensional.11

Para propósitos de este artículo, la polarización política se entiende como un fenómeno multifacético que no solamente significa una división de posturas respecto a temas de interés y relevancia política, sino, de manera más específica, al distanciamiento de éstas, ya sea como posiciones extremas en las líneas relevantes de conflicto o como el alejamiento de los grupos políticos entre sí. Los referentes de la polarización son, por lo general, ideológicos, o partidarios y afectivos, pero ésta implica también el distanciamiento de opiniones, valores, creencias, identidades y otros aspectos relevantes a la política de hoy. Puede tener diversas facetas y, por lo tanto, observarse a través de distintas métricas y temáticas, siempre y cuando éstas permitan observar, con precisión, el distanciamiento de posturas. La polarización es un asunto de distanciamientos, no sólo de divisiones.

Un segundo aspecto que debemos considerar de la polarización política es su medición, el establecimiento de ciertas métricas que nos permitan saber el grado de polarización política en un momento dado y sus variaciones en el tiempo, para lo cual, como señala Campbell, es importante contar con algún tipo de benchmark (parámetro de referencia). ¿Es factible medir, cuantificar, los fenómenos de polarización política? ¿Cuáles son las métricas adecuadas o pertinentes para ello? Si el campo de estudio es la investigación cualitativa o la investigación histórica, ¿qué aspectos evidencian los posibles patrones de polarización política durante un periodo dado? ¿Contra qué podemos comparar si estamos polarizados o no, o más polarizados o menos polarizados con respecto a qué? En este artículo nos centraremos en ver patrones de polarización en distintas escalas ideológico-políticas, mirando no solamente el distanciamiento entre los grupos partidarios del electorado mexicano, sino también el distanciamiento que perciben dichos grupos entre sí, una variante del fenómeno que llega a mostrar niveles de polarización aún más agudos. La polarización es real, pero cómo se percibe también importa, sobre todo cuando los actores políticos en competencia se ven lejanos entre sí y con ello reducen las posibilidades de llegar a acuerdos o de moverse a puntos medios o de conciliación. La polarización política, bajo esa perspectiva, podría obstaculizar la negociación política y el acuerdo entre opciones en caso de conflicto.

Un tercer aspecto es la dimensionalidad. ¿Al hablar de polarización política nos enfrentamos a una sola dimensión identificable de competencia o desacuerdo, es decir, a una sola línea de conflicto dominante, a una diferenciación política unidimensional, como lo señala Campbell,12 o se trata de una multiplicidad de factores, de un fenómeno de diferenciación y distanciamiento que comprende diferentes temáticas y aspectos de la vida política, algunos ideológicos, otros identitarios, otros más de tipo afectivo y otros valorativos, por mencionar algunos? Si la polarización es un fenómeno multidimensional, no sólo deberíamos ser capaces de observarlo a través de distintas métricas, sino también identificar líneas de conflicto en las que, dependiendo de los criterios que se empleen, pudiera haber mayores grados de polarización, y otras en las que dicho fenómeno sea menos marcado. En otras palabras, en ciertos temas podría haber más polarización que en otros. Una de las métricas más comúnmente utilizadas para ver posibles patrones de polarización política, acaso la métrica por default, es la escala de autoposicionamiento de izquierda a derecha (la convencional escala de autoubicación ideológica); pero la búsqueda de patrones de polarización debe estar abierta a diversas líneas de conflicto que pueden sobresalir (salient) políticamente en un momento dado, y las cuales pueden o no correlacionarse con la típica escala ideológica ya mencionada. Mi postura personal es que la polarización como fenómeno puede mostrarse a través de diversas facetas, por lo que tiendo a pensar que se trata de un fenómeno multifacético, pero también multidimensional, y que por razones de simplificación y comprensión solemos reducir el conflicto político a una dimensión dominante o subyacente. En su clásico estudio sobre el desarrollo de los sistemas de partidos en Europa,13 Lipset y Rokkan distinguían cuatro dimensiones de conflicto que tomaron su lugar a partir de dos revoluciones en el siglo XIX, la industrial y la nacional. En esas dimensiones, los conflictos de clase, los de intereses económicos, los de diferencias culturales y religiosas, las diferencias entre culturas centralistas y de resistencia local, han nutrido la distinción política y, en cierta medida, la polarización. Inglehart14 agregó al debate las diferencias socioculturales, valorativas y generacionales que distinguieron a los electorados europeos después de la Segunda Guerra Mundial, sumando otras fuentes de polarización política. En México, la evidencia de encuestas en los años noventa arrojó por lo menos tres dimensiones relevantes de conflicto: una línea de conflicto a favor y en contra de la democracia, en buena medida provocada por el proceso y expectativas de la transformación política del sistema de partido hegemónico a uno de mayor competencia multipartidista, la cual puso en un segundo plano la diferenciación ideológica clásica de izquierda y derecha económicas, en las que la dicotomía Estado-mercado era central, y una dimensión valorativa cultural en ciernes, centrada en temas de género, derechos de minorías, derechos LGBTQ+, y otros temas afines.15 Hay mayor probabilidad de influir o reflejar el desarrollo de nuevas líneas de conflicto político en las transformaciones institucionales, estructurales y culturales.

Un cuarto aspecto para considerar se refiere al nivel de análisis de la polarización. Cuando se habla de polarización política, ¿se hace referencia a los liderazgos políticos en competencia, a las elites políticas, a los partidos o grupos políticos, o también al electorado en su conjunto? ¿Qué tanto difieren entre sí tales niveles de análisis? Aunque pensaríamos en una cierta correspondencia, lo esperable es que los fenómenos de polarización política, de haberlos, se manifiesten de maneras diferentes, ya sea entre las elites políticas o entre el electorado en su conjunto. Uno de los hallazgos recurrentes en la ciencia política ha sido que los niveles de ideologización son más altos entre las elites políticas y más bajos entre los diversos segmentos del electorado, pasando por varios niveles de interés, atención e involucramiento político.16 Campbell se refiere a esta regularidad empírica como la “distinción McClosky”, referida así por el grupo de investigación liderado por dicho autor en los años cincuenta que documentó que “las diferencias temáticas e ideológicas suelen ser mayores entre los líderes partidarios que entre sus seguidores”.17En este artículo, el enfoque se dirige, principalmente, a la polarización a nivel del electorado, el cual se intenta ilustrar con diversas encuestas de opinión pública.

En principio, las encuestas abiertas al público nos permiten tratar de medir el grado de polarización entre la sociedad, entre el electorado masivo. La literatura sobre polarización a nivel de elites nos haría suponer que cualquier grado que encontremos entre los electores o ciertos subgrupos de ellos, entre los liderazgos políticos podría ser todavía mayor. En México, las encuestas a elites políticas han sido relativamente escasas para poder observar este tipo de diferencias de nivel, aunque también hay que señalar que el estudio de la polarización entre las elites políticas ha empleado otras metodologías para documentar el fenómeno, ya sea a través de votos legislativos, de análisis de discurso o plataformas políticas, así como el uso de marcos referenciales en la comunicación considerados como polarizantes,18 entre otras posibilidades. El artículo de Marco Estrada en este mismo número de la revista es un buen ejemplo de esta última estrategia de análisis de discurso. Por otra parte, el artículo de Willibald Sonnleitner, también en este número, representa una estrategia de aproximación a la polarización política por la vía del análisis de los resultados electorales.

Las encuestas son, en ese sentido, uno de los diversos instrumentos para, de haberlas, documentar la polarización política entre el público de masas. En este artículo, el principal enfoque se centra en el electorado nacional, tomando como evidencia encuestas de opinión pública. Así que, al hablar de polarización, me referiré a la que se ha observado entre el electorado en su conjunto y entre sus subgrupos partidarios. Eso no quiere decir que no se puedan también analizar otro tipo de subgrupos sociales, de clase, regionales, generacionales u otros grupos sociodemográficos en el electorado.

Un quinto aspecto a considerar es la causalidad. Saber qué causa la polarización política es uno de los temas más complejos e interesantes que esta agenda de investigación plantea, pero la literatura especializada ha sido muy limitada en esto. El campo de la opinión pública nos ofrece algunos esquemas para pensar en las dinámicas de la polarización, sobre todo si lo vemos con un fenómeno de movilización política. Por un lado, tenemos procesos top-down, en los cuales los liderazgos políticos influyen en sus electorados o seguidores por la vía del discurso, generando efectos de polarización desde arriba.19 Por otro, tenemos procesos bottom-up, en los que los liderazgos se montan sobre las diferencias de sus electorados para articular su oferta programática y discursiva, pero la principal influencia va de abajo hacia arriba.20 De ambas perspectivas puede derivarse un esquema de análisis en el que la polarización se vea como un fenómeno dinámico, cuyas diferencias sociales pueden presentar momentos de mayor o menor extremismo dependiendo de la movilización de actitudes latentes entre el electorado.21 Por otra parte, ese carácter dinámico nos lleva a plantear la posibilidad de que ambos procesos causales, top-down y bottom-up, sean complementarios, más que excluyentes: si las elites perciben una profunda polarización que movilizan, su articulación e intentos de movilización pueden, a su vez, provocar una aún mayor. Esta lógica puede resultar en una espiral de polarización. El comentarista Ezra Klein22 la denomina la “lógica de la polarización”: “Para apelar a un público más polarizado, las instituciones políticas y los actores políticos se comportan de maneras más polarizadas y, al hacerlo, las instituciones y los actores se polarizan más y, a su vez, polarizan todavía más al público”.23 Esta descripción abona a las inquietudes de cómo las elites políticas hoy, con la ayuda de las herramientas digitales y de redes sociales, articulan y comunican un discurso más polarizante.24

El argumento que en lo personal he desarrollado sobre el desarrollo de la polarización en México, y que retomo más adelante, es que se trata de un fenómeno dinámico que responde a periodos de intensa actividad política como las elecciones, siguiendo una lógica cíclico-electoral.25 No obstante, las encuestas también han documentado una creciente polarización de los grupos partidarios a lo largo del tiempo, fenómeno que ha ido de la mano con el gradual, pero profundo proceso de desalineación partidaria entre el electorado nacional, así como con la creciente ideologización del electorado y el fortalecimiento de las opciones de izquierda en la competencia político-electoral.26 Como lo mencioné antes, la polarización es un reflejo de la evolución del electorado y del sistema de partidos a lo largo de las últimas décadas, pero eso no quiere decir que la causalidad esté establecida con claridad. Por el contrario, todos esos datos que señalan fenómenos de polarización, ya sea cíclica o creciente, siguen en espera de una explicación causal. Es probable, por ejemplo, que la entrada al Tratado de Libre Comercio en América del Norte (TLCAN) haya dado lugar a ciertos cambios entre la sociedad que sean de cierta manera atribuibles a las dinámicas socioeconómicas de dicho cambio institucional. A treinta años del inicio del TLCAN, hoy T-MEC, las encuestas de valores muestran una polarización cultural-generacional muy interesante en el país,27 en buena medida reflejo de las dinámicas y asimetrías del TLC.

La perspectiva de una polarización dinámica no es muy lejana, salvo quizá por los plazos, de las interpretaciones de procesos históricos de formación y transformación de los sistemas de partidos, en los que sucesos de gran magnitud generan divisiones sociales importantes que son movilizadas políticamente, integrándolas a la dinámica del apoyo partidario en las elecciones democráticas.28 La perspectiva de clivajes políticos exige que haya divisiones movilizables y agentes movilizadores, es decir, una combinación de perspectivas bottom-up (sociedad ( elites políticas) y top-down (elites políticas ( sociedad). Cualquiera que sea el esquema que consideremos más apropiado para entender sus causas u orígenes, la pregunta sobre causalidad no deja de permanecer abierta: ¿cuándo y por qué comienza a gestarse la polarización política?

Por último, debemos considerar las posibles consecuencias de la polarización, sobre todo porque éstas se dan por sentado y han alimentado una agenda nueva sobre retroceso o deterioro democrático en el mundo. ¿Es políticamente saludable la polarización? La literatura sobre el tema está dividida. Algunos la consideran como un valor latente en la sociedad, como una oportunidad para conocer las diferencias político-ideológicas y aprender, en consecuencia, a respetarlas e integrarlas a la discusión democrática.29 Abramowitz y Saunders30 argumentan que la polarización “energiza” al electorado y promueve la participación política. En contraste, otros autores la ven como un aspecto profundamente dañino para la convivencia política e, incluso, la señalan como un factor crucial en la erosión de las instituciones democráticas contemporáneas. Haggard y Kaufman31 están en esa categoría, argumentando que la polarización es la fuerza subyacente de los retrocesos democráticos contemporáneos, al contribuir a que los partidos gobernantes se muevan a posiciones más extremas, a fortalecer el atractivo de partidos antisistémicos y a que liderazgos autocráticos la exploten para su beneficio en detrimento de la democracia. A pesar del peso tan desproporcionado que Haggard y Kaufman otorgan a la polarización en los fenómenos de backsliding, como denominan al deterioro o retroceso democrático, no definen de forma apropiada qué es la polarización y descartan por completo entender cómo surge o qué la explica. En cuanto a la falta de definición, los autores se limitan a verla como “un proceso a través del cual los sistemas políticos (polities) se dividen crecientemente no sólo en temas de política pública o ideologías, sino también de identidades”.32 La atención en las identidades es importante porque hay una creciente movilización política de éstas33 pero, como ya hemos señalado anteriormente, la polarización no se restringe a la división de posturas o puntos de vista, sino al distanciamiento entre ellas. Las posibles causas y por qué éstas pueden facilitar su movilización antidemocrática es un aspecto que Haggard y Kaufman simplemente dejan de lado: “Nos enfocamos menos en sus causas, que son múltiples, que en sus efectos perniciosos”, afirman.34

Desde su clásico estudio sobre la teoría económica de la democracia, Anthony Downs35 ya había visto con cierto de sin te rés la polarización, la cual no consideró en sus modelos para entender la competencia electoral. Para Downs, la competencia política electoral se entiende bajo el supuesto de una distribución moderada del electorado, una distribución normal, en la que la teoría del votante mediano, tan influyente en la disciplina de la ciencia política durante décadas, funciona bien en apariencia, o por lo menos da señales útiles de cómo se comportan los partidos y los votantes racionales en contextos no polarizados. Según la perspectiva downsiana, la competencia electoral no luce muy viable en las sociedades polarizadas, las cuales parecen más propensas a las guerras civiles. Así, Downs no solamente desechó nutrir de herramientas analíticas fenómenos como los que se observan hoy en día, sino que quizá contribuyó a darle un sentido negativo a la polarización, a la posibilidad de normalizar la competencia electoral en contextos no moderados. En ese sentido, la polarización ha cargado con una marca perniciosa de origen, por lo menos en ese cuerpo de literatura.

Todos estos aspectos son tan sólo algunas consideraciones para el estudio de la polarización política en el país. En este artículo, el argumento es que, en México, se trata de un fenómeno evolutivo, dinámico, real, observable y de mayor relevancia política para la vida democrática, el cual muy probablemente se está manifestando en la competencia electoral y en el discurso político de diversas maneras. De ahí la noción de que la polarización es un fenómeno multifacético. Para entenderla, no debemos restringirnos a documentar temas con división de opiniones y posturas políticas, sino que ha de enfatizarse el distanciamiento de las posturas políticas entre el electorado nacional y en diversos segmentos de éste, como los subgrupos partidistas. La relevancia política de la polarización en la competencia democrática no se limita a ver o saber si las elites políticas son extremistas o distantes entre sí, sino al potencial de movilización que puedan tener entre sus segmentos de simpatizantes en el electorado. La polarización no es simplemente una división de puntos de vista, sino la tendencia de moverse hacia los polos, un alejamiento político; tiene que ver con las posturas extremas en las líneas relevantes de conflicto y es políticamente significativa en democracias electorales cuando tiene potencial de movilización entre los electorados. Por ello, es necesario establecer métricas que permitan documentar el grado de polarización, usando escalas de medición en las que sea posible distinguir entre posturas políticas moderadas y extremas, que registren el distanciamiento entre grupos y que ilustren el grado de extremismos sociopolíticos en diversas líneas de competencia.

Al tratar de observarla bajo diversas métricas, la polarización es un fenómeno relativo, que depende de referentes comparativos o longitudinales: ¿está el electorado mexicano más o menos polarizado hoy respecto a otros electorados en el mundo o respecto a otros de América Latina? ¿Está el electorado mexicano más o menos polarizado hoy con respecto a hace algunos años? En investigaciones previas he señalado que el electorado mexicano está menos polarizado políticamente que los de otros países del mundo,36 y que muestra un nivel modesto de correlación entre la autoubicación ideológica y la identidad partidaria, considerando 18 países de América Latina en 2010.37 Pero también hay evidencia de que el electorado mexicano está más polarizado de lo que estaba a principios del siglo, lo cual implica una gradual transformación política electoral a lo largo de las últimas dos décadas, una perspectiva longitudinal.38 La polarización política en el país no es un fenómeno nuevo, pero su peso retórico quizás sí tenga elementos e influencias más circunscritas a la realidad actual, con un nuevo sistema comunicacional e informativo digital que anteriormente no existía. Aun así, en la era de las redes sociales, investigaciones previas en el país han reportado una polarización “que no es extrema”, además de una débil relación con las redes digitales.39 Repasemos un poco los datos históricos al respecto.

Viejas inquietudes, nuevas realidades

Mi interés académico en la polarización política quedó manifiesto, y hasta cierto punto documentado, a finales de los años noventa, en los inicios de mi vida académica y con la fascinación de ver en México a un electorado y un sistema de partidos en evolución y crecientemente sujetos a las métricas de la investigación por encuestas. “La polarización observada en el periodo electoral puede ser un fenómeno relacionado con la intensidad de la actividad política”, anoté en un artículo publicado en 1999, en referencia a una encuesta poselectoral realizada luego de las elecciones federales de 1997 y, en la cual, las posiciones extremas en la escala izquierda a derecha eran notablemente más numerosas que en otras encuestas nacionales realizadas previamente y en tiempos no electorales.40 A ello agregué que es factible que “las encuestas realizadas durante periodos de intensa actividad política, como las campañas electorales, registren actitudes mucho más polarizadas que en contextos de menor actividad política”.

Estas apreciaciones sobre la polarización no eran la parte más sustantiva de mi artículo de 1999, solamente un derivado de mi análisis de la relación entre las identidades ideológicas y el voto en momentos de gestación del nuevo sistema de partidos en México. Pero el hallazgo se prestó a formular una predicción:

Si la polarización se da exclusivamente durante los periodos de intensa actividad política, puede esperarse que la distribución ideológica vuelva a la “normalidad” una vez pasada tal actividad. Llevando este argumento un poco más lejos, es probable que lo que veamos sea un patrón cíclico de moderación-polarización-moderación que responda a los periodos de intensa actividad política, como las elecciones.41

Esa predicción o expectativa que dejé en el artículo de 1999 sobre “un patrón cíclico de moderación-polarización-moderación” se basaba únicamente en la evidencia de una encuesta poselectoral posterior a las elecciones federales de 1997, la cual comparé con dos encuestas nacionales previas, los componentes de la Encuesta Mundial de Valores (realizadas en el país en 1990 y en 1996-1997). Era muy poca evidencia y el periodo observado se limitaba a una sola elección, pero el planteamiento teórico de la polarización como un fenómeno responsivo a la movilización política tenía sentido. La lógica detrás de ello era que las campañas electorales, como hechos de intensa actividad política, activan actitudes y predisposiciones políticas entre el electorado, y la polarización puede reflejar la magnitud en que dicha activación tiene lugar. Era simplemente aplicar la lógica de argumentos de movilización política como el desarrollado por Lipset y Rokkan.42 A la postre, la expectativa resultó sumamente acertada: el comportamiento cíclico-electoral de la polarización política, entendida como el crecimiento de los polos en la escala ideológica, se iría observando durante las siguientes dos décadas.43 Lo que no preví fue otra faceta de la polarización que se fue gestando de manera más discreta a lo lago de esos años, de manera creciente, no cíclica, y a lo cual me referiré un poco más adelante. Me permito por el momento ampliar sobre la expectativa de la naturaleza cíclico-electoral de la polarización.

Dos décadas después de haber formulado la expectativa que dejé en el artículo de 1999, y luego de siete elecciones federales, incluidas cuatro elecciones presidenciales (2000, 2006, 2012, 2018), así como de la acumulación de una gran cantidad de encuestas nacionales de diversas organizaciones académicas (Comparative Study of Electoral Systems, CSES; Comparative National Elections Project, CNEP, y World Values Survey, WVS), periodísticas (Reforma), regionales (Lapop; Latinobarómetro, lo dejé de lado debido a que emplea una escala de 11 puntos, en vez de la escala de 10 puntos que suelen emplear la mayoría de los estudios demoscópicos) y de consultoría (Consulta Mitofsky), el rasgo cíclico-electoral de la polarización, entendida como el crecimiento de los polos extremos de la escala ideológica, se hizo evidente. Con datos de encuestas que van de 1995 a 2019, el patrón cíclico-electoral de moderación-polarización-moderación quedó documentado: el extremismo es mayor en tiempos electorales, en particular en elecciones presidenciales, que en tiempos no electorales.44

Si bien fue muy satisfactorio ver que luego de dos décadas de recopilación y recolección de datos la expectativa del patrón cíclico de moderación-polarización se cumplía, no deja de llamar la atención que el fenómeno de polarización haya sido más claro en elecciones presidenciales y no tanto en intermedias, ya que la expectativa surgió de una de ellas, la de 1997. Quizás esos comicios de 1997 -posteriores a la reforma electoral de 1996 que puso un piso más parejo a los partidos en términos de acceso a recursos y acceso a medios, con una mayor visibilidad de las campañas negativas o de contraste,45 en la cual el PRI perdió por primera vez su mayoría legislativa y precedente de la primera alternancia de 2000- tenga un mayor peso histórico que otras elecciones intermedias posteriores. Otro aspecto que hay que tener en mente es que la mayoría de las encuestas académicas sobre comportamiento electoral tienden a hacerse en elecciones presidenciales y casi no hay encuestas de ese tipo en elecciones intermedias, con el CSES como una notable excepción. Aun así, lo que hay del CSES, así como las encuestas periodísticas empleadas en la serie comprensiva de encuestas reportada por Moreno y Gómez,46 no muestra una polarización importante ni en 2003 ni en 2009, aunque sí una modesta en 2015, la primera elección federal en que Morena hizo su entrada a la escena nacional.

Repitiendo parte de mi análisis de 1999, con algunos datos de la Encuesta Mundial de Valores que utilicé en ese entonces, comparados con los más recientes de 2018, la gráfica 1 ilustra cómo, a principios de los años noventa, la distribución del electorado nacional en esas encuestas no electorales lucía mucho más centrista, mientras que la encuesta de 2018, realizada en los meses previos a las elecciones presidenciales, mostró un mayor grado de polarización, en este caso entendida como las posiciones extremas ligeramente más nutridas. Esta gráfica es incompleta si se la compara con la serie de Moreno y Gómez,47 pero ilustra el posible efecto movilizador de los procesos electorales. En 1990, las posiciones centristas de la escala (las categorías 5 y 6 de respuesta) representaban 48% de los encuestados, mientras que las posiciones extremas (1 y 10) representaban apenas el 11%. En 1997, las proporciones eran 41 y 18%, mientras que en 2018 se registró 40 y 26%. Debo mencionar que las muestras mexicanas de la Encuesta Mundial de Valores realizadas en 2000, 2005 y 2012, previas a las elecciones presidenciales, mostraron todavía mayor polarización que en 2018, de acuerdo con esta métrica, arrojando proporciones de 34 y 35% en 2000, 31 y 36% en 2005, y 39 y 29% en 2012. Si calculamos la polarización como la razón proporcional de los extremos frente al centro en estas escalas, la encuesta de 1990 arroja 0.23 (los extremos eran casi una cuarta parte del centro); 0.45 en 1997 (casi la mitad); 1.02 en 2000 (ligeramente arriba de la paridad, mostrando un elector y fracción extremo por cada elector centrista); 1.14 en 2005 (la elección hasta ahora con mayor polarización bajo esta métrica y con estos datos de valores, y con una encuesta realizada de siete a ocho meses antes de los comicios); 0.74 en 2012, y 0.65 en 2018. Para quienes creen que 2018 ha sido la elección más polarizada, estos datos lo desmienten si se considera esta faceta particular de polarización, la del tamaño relativo de los extremos respecto al centro. Pero eso no quiere decir que no haya habido dicho fenómeno en 2018. Lo hubo.

Fuente: World Values Survey, WVS, muestras de México, 1990, 1996-1997, 2018. Las bases de datos y su documentación están públicamente disponibles en www.worldvaluessurvey.org

Gráfica 1 Distribución de la sociedad mexicana en la escala ideológica de izquierda a derecha de 10 puntos, 1990, 1996-1997 y 2018 (%) 

El patrón cíclico-electoral de polarización que han mostrado los datos de las encuestas acumuladas en estas dos últimas décadas, como las que documentan Moreno y Gómez,48 tiene un sustento teórico en las perspectivas de movilización po lítica, tanto desde un enfoque top-down,49 como desde los enfoques bottom-up y combinados.50 La lógica es que las campañas electorales tienen un efecto de activación de actitudes y predisposiciones políticas entre el electorado, lo cual puede provocar estos ciclos de polarización-moderación en periodos electorales y no electorales, como se mencionó anteriormente. Lo que no preveía en mi artículo de 1999 era un proceso gradual de polarización política entre subgrupos partidistas del electorado mexicano, como lo documentan los propios Moreno y Gómez.51

Ese otro fenómeno probablemente esté ligado a una serie de cambios que han tenido lugar, como el proceso de desalineación partidaria, la creciente ideologización del electorado ante el debilitamiento de los referentes partidarios y los cambios en los patrones de consumo de información política por medios digitales, sobre todo entre las nuevas generaciones de electores, tres transformaciones de mayor relevancia que quedaron documentadas con datos hasta poco antes de las elecciones de 2018.52 Lo que estas transformaciones han producido en el electorado nacional es un gradual distanciamiento ideológico de los grupos partidistas, de posturas relativamente moderadas a principios de siglo a posturas más distantes dos décadas después.53 Los electores medianos de cada par tido político relevante se han distanciado entre sí, lo cual significa una mayor polarización partidista. Campbell54 se refiere a dos tipos de polarización que reflejan estos fenómenos recién descritos: la polarización de primer orden (first-order polarization) se refiere a una sin referencia a subgrupos, más a tono con el crecimiento de los extremos en las escalas ideológicas; mientras que la de segundo orden (second-order polarization) sí se enfoca a la de subgrupos, como los partidos o sus seguidores en el electorado, que toman posturas extremas o polarizadas, hacia los polos del eje en consideración.

La gráfica 2 muestra la diferenciación entre grupos de partidistas según la Encuesta Mundial de Valores en México llevada a cabo en esos años. Si se consideran las posiciones promedio de los subgrupos de partidistas más extremos en la escala izquierda a derecha, según estos datos, es notable que el distanciamiento en 2018 es significativamente mayor que en 2012 o 2005. De acuerdo con esta métrica, el electorado en 2018 luce relativamente más polarizado que en 2005 y 2012; aunque con la métrica del tamaño de los extremos discutida antes, 2005 arroja un electorado más polarizado, como ya se señaló. No son resultados contradictorios, sino que reflejan distintas facetas de la polarización. Al tratarse de las posiciones promedio, estos últimos datos no ilustran del todo la distribución en los polos, pero sí la distancia en el eje ideológico de los grupos partidistas, mostrando un mayor distanciamiento en 2018. Esto podría sugerir que la polarización de segundo orden es más reciente. Regresaremos a otro tipo de ilustración gráfica más adelante en la que la métrica de los polos resulta más clara y la evidencia de la polarización más añeja, pero baste esta gráfica por ahora para ejemplificar el punto de la polarización de los subgrupos partidarios. Este fenómeno no necesariamente refleja la fuerza centrífuga de movilización electoral a la que ya hemos hecho referencia, sino la gradual desalineación partidaria a lo largo del tiempo, que ha significado que los partidistas que van quedando en el electorado nacional son de posiciones más extremas que quienes han abandonado las filas partidarias para engrosar el apartidismo.

Fuente: World Values Survey, WVS, muestras de México, 2005, 2012, 2018. Las bases de datos y su documentación están disponibles al público en www.worldvaluessurvey.org

Gráfica 2 Posiciones promedio de los subgrupos partidarios en la escala ideológica de izquierda a derecha de 10 puntos. Se muestran los subgrupos más extremos (%) 

Considerando esos dos procesos de cambio de las últimas dos décadas, el electorado mexicano muestra, por un lado, un patrón cíclico-electoral de polarización que refleja la movilización política y la activación de actitudes durante periodos de intensa actividad, como las campañas presidenciales. Este patrón se ha observado a través del crecimiento de los polos o posturas extremas en la escala ideológica en una larga y comprensiva serie de encuestas.55 Por otro lado, el electorado mexicano, al experimentar un gradual alejamiento de los partidos políticos, ha dejado registrada una creciente polarización de los grupos partidarios en un electorado disminuido de partidismos. A pesar del surgimiento de Morena, el partidismo a nivel nacional luce reducido en comparación con lo que fue en la década de los noventa,56 por lo cual aún no puede hablarse de una realineación partidaria y considero que es más adecuado referirse a una desalineación partidaria en el país.

Una interpretación de la creciente polarización de los grupos partidarios en México es que el debilitamiento de los víncu los de representación política ha generado la polarización de las “tribus” partidarias remanentes, no tanto por que se hayan movido hacia los extremos, sino porque proba- blemente ahí estaban desde antes y el abandono de una creciente proporción de electores moderados a los partidos ha dejado un saldo de partidistas más polarizados. Este “inesperado” patrón de polarización es el que probablemente tenga los mayores efectos en el discurso político actual, el cual se monta sobre diferencias que privilegian el distanciamiento respecto a los acuerdos o compromisos, a lo cual me remito a continuación. Y empleo el término “inesperado” porque, al plantear mis expectativas en el artículo de 1999, no era previsible ese tipo de polarización con los datos disponibles en el momento, y porque tampoco se esperaba un proceso de desalineación partidaria tan marcado, como se ha documentado en otra parte.57

Las dinámicas de la polarización actual

De lo narrado en la sección anterior se derivan dos premisas basadas en la evidencia empírica, las cuales tomaremos como contexto para la discusión que viene: la primera es que el electorado mexicano suele pasar por momentos de polarización y de moderación políticas dependiendo de la intensidad de la actividad electoral, un fenómeno que ha sido particularmente notable durante las campañas presidenciales, las cuales activan con mayor claridad las actitudes y predisposiciones políticas en el electorado. La segunda es que, independientemente de ese efecto cíclico-electoral de polarización, los subgrupos partidarios del electorado mexicano se han venido polarizando en el tiempo, un fenómeno muy probablemente ligado al proceso de desalineación con los partidos políticos de los últimos años. De confirmarse que la polarización política no cíclica ha ido de la mano de la desalineación partidista, la pregunta de fondo sería qué ha causado entonces tal proceso de desalineación, para poder llegar a las causas de esa faceta de la polarización política en el país.

Tomando ambos hallazgos en su conjunto, no debe sorprender que las encuestas reporten hoy en día diversas caras o facetas de polarización política en México, en distintos temas y bajo métricas diferentes. La polarización cíclico-electoral, la que se observa con el aumento de las posturas extremas en una escala ideológica durante las elecciones, así como la creciente polarización partidista que ha sucedido gradualmente en los últimos años y que se observa en el alejamiento de las posturas de los electorados partidistas en la misma escala ideológica, son dos caras de la polarización política, y es muy probable que nos encontremos con otras más.

Volvamos a los patrones de polarización que se observan a través de la clásica escala izquierda a derecha, la cual, con sus diez puntos de autoubicación, ha sido útil para detectar los posibles distanciamientos políticos, más allá de qué tanto se hace o no referencia a esas etiquetas ideológicas en el discurso político. Consideremos las elecciones presidenciales de 2006, 2012 y 2018 para ilustrar la polarización y diferenciarla del llamado fenómeno de party sorting, o diferenciación partidaria, en el espectro ideológico. Comencemos con la distribución de los electores en una escala de autoubicación ideológica de 10 puntos, de izquierda a derecha, que suele incluirse en este tipo de estudios comparativos internacionales. La gráfica 3 muestra dicha distribución con base en el estudio de CNEP efectuado en México inmediatamente después de esas tres elecciones presidenciales. Como puede apreciarse, en ninguna de las mediciones se aprecia una distribución normal, como suele describirse en la teoría downsiana del votante mediano58 y que parecía ser el caso en México en 1990, captado por la Encuesta Mundial de Valores mostrada en la gráfica 1.

Fuente: encuestas nacionales poselectorales en México del Comparative National Election Project, CNEP. Las bases de datos y su documentación están públicamente disponibles en https://mershoncenter.osu.edu/programs/comparative-national-elections-project Nota: en la encuesta de 2006, la escala ideológica de izquierda a derecha fue precedida por una pregunta de si emplean o no los términos izquierda y derecha, preguntando sobre la escala solamente al 46% que dijo sí. En las encuestas subsiguientes no se empleó el filtro de uso al preguntar la autoubicación en la escala a todas las personas entrevistadas.

Gráfica 3 Distribución del electorado nacional en la escala ideológica de izquierda a derecha de 10 puntos, en elecciones presidenciales de 2006, 2012 y 2018 (%) 

En estas gráficas se aprecia una distribución trimodal en la que los extremos, así como la posición intermedia o centrista, suelen predominar sobre el resto de las posiciones de la escala. Además de este patrón, es notable que en 2006 y 2012, años de triunfos de candidatos presidenciales del PAN y del PRI, respectivamente, el polo de la derecha era el más nutrido, pero en 2018 ese flanco se redujo de manera notable, cediendo el lugar preponderante a la posición de centro. Las encuestas de salida en 2018 muestran que hubo una realineación ideológica de la coalición gobernante con el triunfo de López Obrador, en la que se evidencia un aumento de las posiciones de izquierda a costa de la derecha, fenómeno que no se había observado desde el año 2000 y muy probablemente desde antes, ya que no había habido un triunfo electoral de la izquierda a nivel de la presidencia.59 Como se ha señalado en otra parte,

En 2006 y 2012, la coalición ganadora provenía mayoritariamente de los votantes de derecha y centroderecha, con una distribución casi idéntica sin importar que el candidato presidencial ganador en cada caso provenía de partidos políticos distintos, en 2006 el PAN y en 2012 una alianza liderada por el PRI. En contraste, en 2018 la coalición ganadora dio un giro notable, al deslizarse por completo a la izquierda. Esta es quizás la imagen más clara del movimiento landslide que los votantes provocaron en 2018.60

En realidad, se trata de un viraje de un lado a otro del espectro de la coalición ganadora. Nunca en los tiempos de competencia electoral había ganado la presidencia una candidatura identificada con la izquierda. Eso ha tenido, al parecer, un impacto mayor en la reactivación de identidades de izquierda entre el electorado.

El patrón trimodal del electorado mexicano en las elecciones presidenciales observadas a través del instrumento del CNEP en la gráfica 3 capta momentos de polarización, no de moderación, los cuales, como ya se ha comentado, se esperarían más en tiempos no electorales. En otras palabras, los retratos hechos por el estudio del CNEP captan un elec torado movilizado o activado justo después de los comicios presidenciales. El mismo estudio CNEP nos ofrece opciones pa ra distinguir entre lo que se denomina party sorting, que los partidarios de los principales partidos estén alineados con el lado esperado del espectro ideológico, como los perredistas de 2006 y 2012 del lado izquierdo y los panistas y priistas en esos años, del lado derecho, o los morenistas y panistas de los lados izquierdo y derecho en 2018, respectivamente. Es importante diferenciar entre party sorting y polarización política, dado el peso que ha tenido el trabajo de Fiorina, Adams y Pope 61 en minimizar la polarización, señalando que se trata más bien de una clasificación o correspondencia partidaria. Las encuestas en México confirman el fenómeno de party sorting, arrojando alineaciones ideológico-partidarias muy claras. No obstante, la polarización también se ha hecho evidente. La gráfica 4 da muestra de ello.

Fuente: encuestas nacionales postelectorales en México del Comparative National Election Project, CNEP. Las bases de datos y su documentación están públicamente disponibles en https://mershoncenter.osu.edu/programs/comparative-national-elections-project

Gráfica 4 Distribución de los partidistas, seguidores de los partidos de los dos principales candidatos presidenciales, en la escala ideológica de izquierda a derecha de 10 puntos, en elecciones presidenciales de 2006, 2012 y 2018 (%) 

En estas gráficas puede apreciarse que los perredistas de 2006 y 2012, así como los morenistas de 2018, se concentran del lado izquierdo de la escala ideológica, mientras que los panistas de 2006 y 2018, así como los priistas de 2012, se concentran del lado derecho. (Hay que mencionar que también los panistas en 2012 y los priistas en 2006 y 2018 se posicionan principalmente del lado derecho, pero por simplificación visual, la gráfica solamente muestra a los partidistas de los dos principales partidos contendientes en primer y segundo lugar de los comicios presidenciales). Los tres paneles de la gráfica, correspondientes a cada una de las elecciones presidenciales observadas, son muy claros en cuanto al fenómeno de party sorting, la alineación ideológica esperable de cada electorado partidista. Esto no debiera sorprender, toda vez que la relación entre ideología y voto fue visible en México desde los años noventa,62 cuando se estaba gestando el sistema de partidos que llegó en descomposición a las elecciones de 2018. Así, el fenómeno de party sorting se observa con claridad en 2006, 2012 y 2018. Pero lo que sí está sujeto a mayor discusión es si estas gráficas ilustran cierto grado de polarización política partidaria. Como puede apreciarse, el porcentaje de parti distas que se ubicaron en los polos es significativamente más alto que el de quienes se ubicaron en el centro de la escala ideológica. Retomando la métrica de la razón proporcional de los extremos con respecto al centro que discutimos anteriormente, el promedio de los grupos partidarios en 2006 es de 3.7 (casi 4 partidistas extremos por cada partidista centrista), 2.3 en 2012 (poco más de 2 a 1) y 1.6 en 2018 (poco menos de 2 a 1). Si bien las tres elecciones arrojan evidencia de polarización partidaria, la elección de 2006 es la que arrojó la polarización más marcada según esta métrica. Una posible razón es de efecto metodológico, es decir, artefactual, ya que en la encuesta de 2006 la escala ideológica de izquierda y derecha se preguntó solamente a quienes dijeron sí utilizar dichos términos para identificarse políticamente, lo cual pudiera haber funcionado como un filtro para los más ideologizados. En 2012 y 2018 la pregunta se formuló a todos. La otra posibilidad es que, más allá de esa diferencia metodológica en el estudio de 2006, la polarización en realidad haya sido más aguda ese año, con un resultado electoral tan estrecho y un conflicto postelectoral altamente visible.

Para que se observe el fenómeno de party sorting no se requiere que haya esa distribución casi bimodal hacia los extremos, pero la polarización partidista sí depende de esa distribución menos moderada. Los retratos capturados por el estudio del CNEP en México son una buena ilustración del grado de polarización partidista que el país ha experimentado en las tres últimas elecciones presidenciales. De estas gráficas se desprenden las siguientes premisas: 1) la polarización partidista se ha observado en las tres últimas elecciones presidenciales a través del instrumento del CNEP; 2) la polarización partidista no es nueva, es observable por lo menos desde 2006 y, 3) la polarización partidista en México trasciende la noción de party sorting: lo que se observa en las gráficas son claramente patrones de polarización partidista, no simplemente una clasificación ideológica de los grupos partidarios.

En otras palabras, la polarización política no es un fenómeno nuevo atribuible a los nuevos tiempos políticos; ha estado presente en las elecciones presidenciales por lo menos desde 2006, según los datos del estudio de CNEP que dio inicio ese año en el país, aunque la evidencia de las encuestas de salida muestre que la distribución ideológica de los votantes en las elecciones de 2000 no fue muy distinta a la de 2006, así que el fenómeno puede ser incluso más longevo.63 Por otro lado, aunque la polarización política no es nueva, es probable que algunas de sus manifestaciones sí lo sean, o también el estilo para movilizarla, pero ciertamente el electorado mexicano ha estado polarizado desde antes.

Para aportar mayor evidencia a la polarización partidista, entendida como la concentración de electores partidarios en los polos del eje ideológico, la gráfica 4 se reprodujo únicamente con los segmentos de partidistas fuertes, es decir, con quienes se consideran muy perredistas, muy morenistas, muy panistas o muy priistas, segmentos que por lo general se consideran como el voto duro de los partidos y sus candidatos. Resulta evidente de los datos que se muestran en la gráfica 5 que la clasificación partidaria (party sorting) se mantiene, con los partidarios fuertes en su lado esperado del espectro ideológico. No tendría por qué ser distinto, ya que éste es un subgrupo de los partidistas mostrados en la gráfica anterior, el segmento más comprometido y leal. Pero lo que sí es notable es que el grado de polarización es todavía más marcado: el crecimiento de los polos a expensas del resto de las posturas intermedias es mucho mayor. En 2006, se registraron 4.8 partidistas fuertes en los extremos, en promedio, con respecto a los partidistas fuertes centristas. En 2012, la razón fue de 5.3 y en 2018 de 7.2. En otras palabras, la polarización de partidistas fuertes se ha incrementado con el tiempo y 2018 fue, según esta métrica, la elección más polarizada, tomando en consideración dichos subgrupos partidistas del electorado: 7 de cada 10 partidistas fuertes se ubicaron en los extremos del eje ideológico ese año, comparado con poco más de 5 en 2012 y poco menos de 5 en 2006. Para ponerlo en términos de Campbell,64 la elección presidencial de 2006 luce como la más polarizada de las tres bajo una perspectiva de polarización de primer orden, mientras que la elección presidencial de 2018 luce como la más polarizada considerando la polarización de segundo orden, que distingue a los electorados partidistas entre sí. En el apéndice se incluyen los datos puntuales de las encuestas para poder calcular la razón proporcional de posiciones extremas y moderadas mencionada en cada elección.

Fuente: encuestas nacionales poselectorales en México del Comparative National Election Project, CNEP. Las bases de datos y su documentación están disponibles al público en: https://mershoncenter.osu.edu/programs/comparative-national-elections-project.

Gráfica 5 Distribución de los electores muy partidistas, seguidores de los partidos de los dos principales candidatos presidenciales, en la escala ideológica de izquierda a derecha de 10 puntos, en elecciones presidenciales de 2006, 2012 y 2018 (%) 

La evidencia empírica mostrada en la gráfica 4, de grupos partidistas, y acentuada con mayor claridad en la gráfica 5, con los grupos de partidistas duros, sugiere que esto no es simplemente party sorting, sino un fenómeno real de polarización política en el país. Si consideramos que el uso de las etiquetas de izquierda y derecha es modesto, y que las elites políticas mexicanas hacen referencia a ello a veces de manera ambivalente o intermitente, así como de forma asimétrica (los políticos de izquierda suelen apelar más a las etiquetas ideológicas que los de derecha), la correspondencia ideológica (party sorting) y, en especial, la polarización que se observa, son fenómenos realmente impresionantes en México.

Resumiendo hasta ahora: 1) el electorado mexicano ha experimentado una polarización cíclica electoral, particularmente en elecciones presidenciales; 2) los grupos partidarios se han venido polarizando en el tiempo, independientemente de los ciclos electorales, debido en parte a un fenómeno de desalineación partidista; 3) el electorado mexicano ha dado muestras claras de correspondencia ideológica de los electorados partidistas, party sorting y, 4) más allá de esa correspondencia ideológica, el electorado muestra un alto grado de polarización partidaria, la cual se acentúa conforme el partidismo es más fuerte. La polarización política en el país es real y no es nueva; lleva manifestándose por lo menos desde 2006 y quizás incluso antes. Lo que posiblemente sea nuevo son las maneras y los estilos de encuadrar la polarización, los cambios en los patrones de comunicación política y la adaptación de un lenguaje político tribal que refleja y, a su vez, refuerza la polarización del electorado. Veamos si los grupos partidistas lo perciben a ese grado, si lo minimizan o lo exageran, lo cual es otra de las facetas de la polarización política en el país.

Polarización percibida

Los patrones de polarización que se han descrito hasta ahora son reales y han quedado documentados en las encuestas de distintas maneras, incluida la métrica de la proporción relativa de las posiciones extremas sobre las centristas en una escala ideológica, o por medio del distanciamiento de los subgrupos partidistas del electorado mexicano. Pero la polarización, para ser políticamente relevante, no sólo tiene que ser real, también tiene que ser percibida, y la polarización percibida por los subgrupos de partidistas en el electorado nacional es todavía un poco más acentuada que la real. En estos tiempos políticos, las personas con identidad morenista perciben un sistema de partidos en el que los panistas, el grupo político opositor al que perciben como más lejano, se hallan en un punto en el extremo opuesto a ellos. De igual manera, las personas con identidad panista perciben una profunda polarización, con los seguidores de Morena en el polo opuesto. Pareciera que cada uno de esos subgrupos de partidarios mira al oponente político con los binoculares invertidos: los perciben más lejos de lo que en realidad están, según sus posiciones promedio en la escala ideológica. Es altamente probable que estas percepciones moldeen las actitudes de cada grupo político hacia el otro.

La gráfica 6 da cuenta de estas percepciones de polarización, con base en una encuesta nacional realizada en septiembre de 2020 por el periódico El Financiero. La figura muestra la posición promedio que morenistas, panistas y apartidistas creen que tienen Morena y el PAN en la escala ideológica de izquierda y derecha. Como puede apreciarse, el grupo de apartidistas, electores sin una identidad partidaria, perciben un sistema político más moderado, más centrista, con diferencias entre los grupos político-partidarios, pero sin extremismos, sin tanto distanciamiento. La distancia que arroja la encuesta entre los grupos más alejados, el PAN y Morena, es de 2.9 puntos en la escala ideológica de 10 puntos. Por su parte, los partidarios en su conjunto perciben más polarización, con distancias entre los extremos más marcadas: de entre 3.7 y 4.1 puntos de distancia. Por último, entre los partidistas fuertes se ve un mundo político mucho más polarizado, principalmente por las personas de identidad panista, quienes ven a su partido en un polo y a Morena en el contrario, sin que haya puntos medios. Para los morenistas, el distanciamiento es ligeramente menor, pero marcado también. Las distancias percibidas van de 3.1 a 5.5 puntos, de modo que los panistas duros perciben un mayor distanciamiento ideológico que los morenistas duros.

Fuente: El Financiero, encuesta telefónica nacional, septiembre de 2020; 1200 entrevistas. La base de datos para uso de investigación académica puede solicitarse directamente con el autor.

Gráfica 6 Polarización percibida. Posiciones promedio en que los subgrupos partidarios perciben a sus oponentes políticos en la escala ideológica de izquierda a derecha de 10 puntos. Se muestran los subgrupos más extremos (%) 

Es posible que los efectos de la polarización política en el país reflejen estas diferencias percibidas, y no sólo las reales, si por reales nos referimos a aquellas que medimos con las métricas de autoubicación ideológica de los electores. La polarización percibida es más profunda y eso puede tener implicaciones prácticas. Los posibles efectos de la polarización política, o partidista no solamente se basan en las diferencias reales entre los grupos partidarios, sino también en la percepción de distanciamiento, que puede desempeñar un papel importante en la articulación discursiva y en la conducta política. El escenario de polarización percibida es relevante por su potencial impacto en la desaparición de un espacio común de negociación, de acuerdos, de compromisos políticos con el bando opuesto. Los resultados reportados aquí sobre la polarización percibida parecen ir en línea con lo reportado en algunos análisis comparativos, que sostienen que “los ciudadanos en sistemas polarizados perciben a los partidos más polarizados; y percibir la polarización partidaria es más común entre los electores partidistas”.65 La posible conclusión de lo anterior es que la polarización política en México es real, pero también hay una polarización percibida que puede ser todavía más acentuada y, quizá, más relevante políticamente hablando.

Polarización afectiva

La polarización afectiva se refiere a aquella que, a falta de métricas ideológicas, algunos académicos se han dado a la tarea de encontrar como diferencias de tipo emocional entre los grupos políticos. Ésta atañe al grado de resentimiento que los grupos de partidistas tienen hacia los grupos políticos contrarios.66 Este tipo de polarización afectiva ha generado una amplia literatura recientemente y representa otra posible faceta de la polarización política en el país. Un análisis de las elecciones de 2018, por ejemplo, atribuye el triunfo de López Obrador a la polarización afectiva, entendida como el rechazo a los partidos tradicionales.67

Así como la polarización puede abordarse por medio de distintas métricas, la observación y documentación de la polarización afectiva también puede estar sujeta a distintos tipos de medición, siempre y cuando éstas representen alguna forma de actitud afectiva o emocional, más que temática o ideológica. Una manera muy común de hacerlo, que suele incluirse en las encuestas electorales convencionales, es preguntando la opinión que tiene la gente acerca de los partidos políticos. Una encuesta periodística a nivel nacional en junio de 2023 para el diario El Financiero nos ofrece la oportunidad de ver qué opinan los partidistas de los partidos contrarios y si esas opiniones están o no polarizadas. Los datos muestran que, en este caso, no se observa tanta polarización, al considerar una métrica que no abre la posibilidad de alejamiento, pero si de observar lo nutrido de sus opciones más extremas.

La gráfica 7 muestra la opinión de panistas y morenistas acerca del PAN y de Morena, para continuar con los mismos grupos anteriores. Incorporar al PRI, el partido político con peor imagen entre la opinión pública mexicana durante varios años, agregaría un elemento extra para poner a prueba la polarización afectiva pero, por razones de simplificación del análisis, me limito al PAN y a Morena.

Fuente: El Financiero, encuesta telefónica nacional, julio de 2023; 2400 entrevistas. La base de datos para uso de investigación académica puede solicitarse directamente con el autor.

Gráfica 7 Opinión de los electores partidistas sobre los partidos políticos (%) 

Como puede apreciarse, la polarización partidista afectiva no luce tan fuerte, de acuerdo con este indicador. Ciertamente hay división de opiniones en el sentido esperado: panistas opinan de forma negativa de morenistas y viceversa, pero las opiniones tanto positivas como negativas se concentran en la opción blanda y no en la de aceptación o rechazo fuerte o extremo, sugiriendo que hay una afectividad negativa pero no una polarización de sentimientos, la cual sería notable si las opiniones se concentraran en las posiciones extremas, cosa que no sucede con claridad. Quizá la única excepción sea la opinión de los panistas sobre los morenistas, que pesa casi igual en las dos opciones negativas. Pero incluso las opiniones positivas de sí mismos son más moderadas que extremas, lo cual llama la atención: panistas y morenistas piensan bien de sus respectivos partidos, pero no muy bien. Como mencioné antes, estos resultados pueden restar un poco de méritos a los esfuerzos de investigación que, al no encontrar rasgos de polarización ideológica en los electorados, han optado por enfocarse en la polarización afectiva, que en teoría resultaría más sencilla de documentar. En ese sentido, estos datos no parecen una buena noticia para esa vertiente de indagación académica. A menos, claro está, que la polarización afectiva entre los grupos partidarios se observe mejor con otra métrica, tema de la siguiente sección. Por lo pronto, habría que poner en revisión una métrica de polarización afectiva con escalas equivalentes a las ideológicas que se usan en las secciones previas del artículo.

La 4T como factor de polarización

Una última faceta de la polarización que abordamos es la relativa al proyecto denominado “cuarta transformación” (4T), visto como un eje no sólo de competencia electoral, sino como un factor de polarización política. El presidente López Obrador denominó a su gobierno como una cuarta transformación de la vida pública en el país, y ése de alguna manera se ha vuelto un eje de distinción política: estar a favor o en contra de tal transformación, de sus premisas, de sus políticas, de sus prioridades. De acuerdo con diversas encuestas, la 4T es hoy tan relevante que supera incluso la clásica diferenciación ideológica de izquierda a derecha como factor de polarización política en México. Durante algún tiempo he venido reportando en varias piezas periodísticas que la aprobación presidencial en el sexenio de López Obrador ha lucido mucho más polarizada ideológicamente que en cualquier otra presidencia, desde Vicente Fox, documentando con encuestas el fortalecimiento de la relación entre el apoyo al presidente y las posturas de izquierda y derecha.68 Esas encuestas periodísticas nos han ofrecido evidencia de que la postura de los electores hacia la llamada 4T, el proyecto defendido por el presidente López Obrador y su movimiento, se ha vuelto un factor primordial de diferenciación política y de polarización. Al principio comencé a medir las posturas hacia la 4T de una manera dicotómica, para facilitar el formato de pregunta y respuesta en la modalidad de entrevista telefónica al que suele recurrirse en las encuestas mediáticas: estar a favor o en contra de la 4T sin importar el grado o intensidad del apoyo o rechazo. Pero al ver su relevancia, cambié la escala por una de 10 puntos, en la cual puede apreciarse el enorme peso que esa dimensión política tiene en México hoy en día y la polarización que se ve reflejada en esa escala, con una nutrida distribución en sus polos.

La gráfica 8 da cuenta de esto. En uno de estos dos paneles gráficos se muestra nuevamente la distribución en la escala de izquierda a derecha, en porcentaje, de las personas que son partidistas de Morena y de las partidistas de la oposición, PAN-PRI-PRD juntos en una sola categoría (oposicionistas), mientras que en el otro panel se muestra el porcentaje de esos mismos dos grupos de partidistas en una escala a favor y en contra de la 4T. Lo que se aprecia de inmediato es que las posturas hacia la 4T muestran una distribución más polarizada que la escala ideológica de izquierda a derecha. Este retrato del eje de la 4T sugiere que, tanto en la competencia electoral como en la diferenciación discursiva de las opciones políticas, el proyecto del presidente es un asunto polarizante, superando las diferencias ideológicas con claridad. En esta encuesta, la razón proporcional de electores partidistas en las posturas extremas respecto a los centristas es de 2.5 en la escala ideológica de izquierda a derecha, y de 6.3 en la escala de apoyo o rechazo a la 4T. El grado de polarización es muy alto en la escala de la 4T, con 6 electores partidarios en promedio ubicados en los extremos por cada elector partidario en las posiciones moderadas o de neutralidad hacia la 4T.

Fuente: El Financiero, encuesta telefónica nacional, julio de 2023; 2400 entrevistas. La base de datos para uso de investigación académica puede solicitarse directamente con el autor.

Gráfica 8 Distribución de los electores partidistas en la escala ideológica de izquierda a derecha y en una escala a favor y en contra de la 4T, ambas de 10 puntos, en 2023 (%) 

Las posturas hacia la 4T ilustran por qué un nuevo tipo de alianza entre PAN, PRI y PRD, impensable en años anteriores a 2018, ha cobrado tanta relevancia en la competencia política actual. Si volvemos por un momento a la gráfica 7 sobre la polarización afectiva, panistas y priistas no son tan afines el uno hacia el otro (los priistas no se muestran en la gráfica, aunque los resultados así lo indican), pero ambos grupos partidarios rechazan a la 4T, lo cual se vuelve el tema de afinidad del actual bloque opositor. Y no sólo eso: la 4T como dimensión de conflicto constituye uno de los principales ejes de competencia política en el país, un eje altamente polarizante.

Discusión final

En el país “no hay polarización, sino politización”, afirmó el presidente López Obrador en una de sus conferencias matutinas a finales de 2022. Su frase la basó en la idea de que la mayoría de la gente está de acuerdo con su gobierno, razonamiento del cual se deriva que la polarización implicaría una división casi simétrica de puntos de vista a favor y en contra. Puede ser una visión política válida sobre la polarización, pero denota la falta de una buena base conceptual, de un lenguaje común sobre lo que es o no es la polarización política. Lo que he argumentado en este artículo es que la polarización no implica solamente división de opiniones o posturas, sino el distanciamiento de éstas, y ni la división de opiniones ni el distanciamiento tienen qué ser simétricos. La evidencia mostrada en este artículo muestra que los electorados partidistas están altamente polarizados en el plano ideológico en el país, independientemente del tamaño que representa cada uno. También se mostró que los electorados partidistas fuertes están todavía más polarizados y que las percepciones de los grupos partidistas sobre sus grupos antagónicos, la polarización percibida, es incluso más acentuada, por lo que es probable que tenga mayores repercusiones prácticas. Es peculiar, sin embargo, que los morenistas perciban altos niveles de polarización, un alejamiento notable de los panistas y priistas, siendo que el discurso del presidente niega dicho fenómeno.

La polarización política puede observarse con claridad cuando nos enfocamos en las posturas extremas de los grupos partidistas en el eje ideológico de izquierda y derecha, pero incluso se observa mayor polarización si se considera la postura hacia la denominada 4T, un eje más polarizante en la actualidad. Tanto la polarización ideológica como la temática-coyuntural retratada por las posturas hacia la 4T son reales y muy marcadas. Curiosamente, la polarización afectiva, concepto por el que buena parte de la literatura ha apostado para documentar el fenómeno en lugar de la ideología, luce mucho más modesta con los datos presentados aquí y quizás no amerite la descripción de polarización. Dada la creciente literatura sobre polarización afectiva, este aspecto amerita más investigación y documentación en el país.

La polarización es un fenómeno evolutivo y dinámico, multifacético, probablemente multidimensional, y que refleja cambios en el electorado a lo largo del tiempo, así como intentos políticos de activación y movilización de estos electorados. En ese sentido, el presidente tiene algo de razón, la polarización implica politización, mas no se limita a ello. Significa distanciamiento, extremismos, posturas radicales, la pérdida de espacios intermedios, de acuerdo, de conciliación, de diálogo. No en balde la polarización se ve reflejada con mayor nitidez entre los segmentos del electorado más partidarios e ideológicos, además de que la literatura ha señalado también a los públicos más informados,69 acaso los más politizados, en palabras de AMLO.

La polarización es un fenómeno multifacético y multidimensional ya que no solamente se circunscribe a una sola temática, ya sea ideológica, afectiva, identitaria o valorativa, sino a una multiplicidad de temas relevantes a la competencia electoral. Puede verse reflejada en varias dimensiones de conflicto y, por lo tanto, estar sujeta a distintas métricas para su observación. Pero no debemos confundir que es multifacética, que puede observarse de distintas maneras, temáticas o métricas, con la polarización multidimensional, que implica tener diversas dimensiones relevantes del conflicto político.

Como se ha argumentado aquí, la polarización es un fenómeno evolutivo porque refleja el proceso de desarrollo del sistema de partidos, así como los cambios que el electorado va experimentado junto con éste; y es un proceso dinámico porque refleja los esfuerzos de movilización o activación que hacen los partidos y sus candidatos en tiempos electorales, los cuales probablemente influyen en los grados de polarización ciudadana y, a su vez, vuelven a influir en la forma en que las elites políticas articulan su discurso. En este artículo se ha hecho referencia a investigaciones previas que muestran que la polarización política ha seguido un patrón cíclico-electoral de moderación-polarización que coincide, principalmente, con las elecciones presidenciales. Pero también ha habido una polarización de los grupos partidarios a lo largo del tiempo, independientemente de esos ciclos electorales, lo cual se atribuye, de forma tentativa, a la gradual disminución de electores partidistas en el electorado nacional, es decir, al proceso de desalineación partidaria que se ha experimentado en México. Ambos son rasgos de la evolución del sistema de partidos y del electorado nacional y son, a su vez, rasgos ideológico-partidarios, que es donde se ha centrado principalmente la investigación sobre polarización política. Y ambos son, asimismo, tan sólo dos de las múltiples facetas que puede asumir la polarización. Hay otras posibles en las que la polarización refleja las divisiones de clase, de diferenciación étnica, religiosa, valorativa, identitaria, regional, generacional, por mencionar algunas.

La polarización política puede manifestarse en otras áreas menos obvias o esperables, pero no por ello menos relevantes. Hace ya un par de décadas documenté, por ejemplo, una polarización generacional de valores a inicios de siglo, en la que las nuevas generaciones de mexicanos se alejaban de los valores de las generaciones previas en temas de nueva política y estilos de vida.70 Nuevos datos al respecto indican que la polarización valorativa observada hace veinte años se ha acentuado en estudios más recientes.71 Esto significa que, además de la ideología o de las diferencias partidarias, los valores pueden ser polarizantes, así como también las identidades sociopolíticas, tanto añejas como nuevas. En todos estos años en los que se ha desarrollado el sistema mexicano de partidos, las encuestas documentan ciertos grados de polarización ideológica, pero este espacio no es exclusivamente ideológico: hoy se extiende a otros posibles campos de identidad, creencia o credo, por mencionar algunos.

La agenda de investigación sobre la polarización política sigue abierta no sólo para documentar las diferencias ideológicas, sino para detectar qué más divide a los mexicanos y qué los distancia en sus posturas políticas, partiendo del hecho de que la ideología y la identidad partidaria son factores ya documentados de polarización en el país. Habrá que ver si el eje de la 4T que hoy es tan polarizante continúa siéndolo sin López Obrador al frente del gobierno o de su movimiento, pero aun si menguase esa dimensión, hay muchas otras posibili- dades de polarización política en México a las que habrá que ponerles atención.

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2 Ronald Inglehart, The Silent Revolution: Changing Values and Western Styles Among Western Publics, Princeton, Princeton University Press, 1977; Russell Dalton, Scott Flanagan y Scott Beck, Electoral Change in Advanced Industrial Societies: Realignment or Dealignment?, Princeton, Princeton University Press, 1984.

3 John Zaller, The Nature and Origins of Mass Opinion, Cambridge, Cambridge University Press, 1992.

4 James E. Campbell, Polarized: Making Sense of a Divided America, Princeton, Princeton University Press, 2016; Steven E. Schier y Todd E. Eberly, Polarized: The Rise of Ideology in American Politics, Londres, Rowman & Littlefield, 2016; Cass R. Sunstein, #republic: Divided Democracy in the Age of Social Media, Princeton, Princeton University Press, 2017; Ezra Klein, Why We’re Polarized, Nueva York, Avid Reader Press, 2020; Noam Gidron, James Adams y Will Horne, American Affective Polarization in Comparative Perspective, Cambridge, Cambridge University Press, 2020; Stephan Haggard y Robert Kaufman, Backsliding. Democratic Regress in the Contemporary World, Cambridge, Cambridge University Press, 2021; Yanna Krupnikov y John Barry Ryan, The Other Divide: Polarization and Disengagement in American Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 2022; Nathan P. Kalmoe y Lilliana Mason, Radical American Partisanship: Mapping Violent Hostility, Its Causes, and the Consequences for Democracy, Chicago, The University of Chicago Press, 2022.

5 Marc J. Hetherington, “Resurgent Mass Partisanship: The Role of Elite Polarization”, The American Political Science Review, vol. 95, núm. 3 (septiembre de 2001), pp. 619-631; Morris P. Fiorina, Samuel J. Abrams y Jeremy C. Pope, Culture War: The Myth of a Polarized America, Nueva York, Pearson Longman, 2005; Alan I. Abramowitz y Kyle L. Saunders, “Is Polarization a Myth?”, The Journal of Politics, vol. 70, núm. 2, abril de 2008, pp. 542-555; Andrew D. Garner y Harvey D. Palmer, “Polarization and Issue Consistency Over Time”, Political Behavior, vol. 33, 2011, pp. 225-246; Patricia H. Thornton, William Ocasio y Michael Lounsbury, The Institutional Logics Perspective: A New Approach to Culture, Structure and Process, Oxford, Oxford University Press, 2012; James Druckman, Erik Peterson y Rune Slothuus, “How Elite Partisan Polarization Affects Public Opinion Formation”, American Political Science Review, 2013, 107 (1), 2013, pp. 57-79.

7Loc. cit.; Abramowitz y Saunders, art. cit.

8 Campbell, op. cit., p. 1.

9Ibid., p. 16.

10 Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy, Nueva York, Harper and Row, 1957.

11Véase, por ejemplo, Arend Lijphart, “Political Parties: Ideologies and Programs”, en David Butler, Howard R. Penniman y Austin Ranney (coords.), Democracy at the Polls: A Comparative Study of the Competitive National Elections, Washington, D.C., American Enterprise Institute for Public Policy Research, 1981; Inglehart, 1977, op. cit.; Herbert Kitschelt, The Radical Right in Western Europe: A Comparative Analysis, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 1995; Alejandro Moreno, “Ideología y voto: dimensiones de competencia política en México en los noventa”, Política y Gobierno, vol. VI, núm. 1, 1999, pp. 45-81; Richard Gunther y Hsin-chi Kuan, “Value Cleavages and Partisan Conflict”, en Democracy, Intermediation, and Voting on Four Continents, Oxford, Oxford University Press, 2016; Alejandro Moreno, “Value Cleavages Revisited”, en Richard Gunther, Paul A. Beck, Pedro C. Magalhaes y Alejandro Moreno (coords.), Voting in old and new democracies, Nueva York, Routledge, 2016.

12 Campbell, op. cit.

13 Lipset y Rokkan, op. cit.

14 Inglehart, 1977, op. cit.

15 Alejandro Moreno, Political Cleavages: Issues, Parties, and the Consolidation of Democracy, Boulder, Westview Press, 1999 y Nueva York, Routledge, 2019; Alejandro Moreno, El votante mexicano: Democracia, actitudes políticas, y conducta electoral, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.

16 Philip E. Converse, “The Nature of Belief Systems Among Mass Publics”, en David Apter (comp.), Ideology and Discontent, Nueva York, Free Press, 1964; Zaller, op. cit.

17 Campbell, op. cit., p. 21.

18 Luis Espino, López Obrador: el poder del discurso populista, Ciudad de México, Turner, 2021.

19 Converse, op. cit.; Zaller, op. cit., 1992; Thornton, Ocasio y Lounsbury, op. cit.; Druckman, Peterson y Slothuus, 2013.

20 Ronald Inglehart, “The Silent Revolution in Europe: Intergenerational Change in Postindustrial Societies”, American Political Science Review, vol. 65, 1971, pp. 991-1017; Inglehart, 1977, op. cit.; Campbell, op. cit.

21 Moreno, 1999, art. cit.; Alejandro Moreno y Leopoldo Gómez, “Political Polarization in Mexico”, ponencia impartida en el Congreso anual de wapor, Salamanca, octubre de 2020.

22 Klein, op. cit.

23Ibid., p. XIX.

24Véase Sunstein, op. cit.; Klein, op. cit.

25Moreno, art. cit.; Moreno y Gómez, op. cit.

26 Alejandro Moreno, El cambio electoral: Votantes, encuestas y democracia en México, México, Fondo de Cultura Económica, 2018.

27Véase Alejandro Moreno, La evolución cultural en México: Cuatro décadas de cambio de valores, 1982-2023, México, Banco Nacional de México, en prensa.

28 Lipset y Rokkan, op. cit.; Inglehart, 1971, art. cit.

29 Klein, op. cit.

30 Abramowitz y Saunders, art. cit.

31 Haggard y Kaufman, op. cit.

32Ibid., p. 2.

33Véase: Christopher H. Achen y Larry M. Bartels, Democracy for Realists: Why Elections Do Not Produce Responsive Government, Princeton, Princeton University Press, 2017; Nancy Burns y Donald R. Kinder, “Categorical Politics: Gender, Race, and Public Opinion”, en Adam J. Berinsky (ed.), New Directions in Public Opinion, Nueva York, Routledge, 2012.

34 Haggard y Kaufman, op. cit., p. 2.

35 Downs, op. cit.

36Moreno, op. cit.

37 Alejandro Moreno, “Partidarismo e ideología nos eleitorados Latino-americanos”, en Helcimara Telles y Antonio Lavareda (comps.), Voto e estratégias de comunicação política na América Latina, Curitiba, Brazil, Appris, 2015.

38 Moreno y Gómez, op. cit.

39 Leopoldo Gómez y Otoniel O. Ochoa, “Polarización ideológica, segregación y los nuevos medios en México”, Política y Gobierno, vol. 28, núm. 1, 2021, pp. 1-31.

40 Moreno, art. cit., p. 58.

41Ibid., p. 59.

42 Lipset y Rokkan, op. cit.

43Véase Moreno y Gómez, op. cit.

44Loc. cit.

45 Jorge I. Domínguez y Alejandro Poiré (coords.), Toward Mexico’s Democratization: Parties, Campaigns, Elections, and Public Opinion, Nueva York, Routledge, 1999.

46 Moreno y Gómez, op. cit.

47Loc. cit.

48Loc. cit.

49 Zaller, op. cit.

50 Inglehart, op. cit., 1977 y 1997; Lipset y Rokkan, op. cit.

51 Moreno y Gómez, op. cit.

52Moreno, op. cit.

53 Moreno y Gómez, op. cit.

54 Campbell, op. cit.

55 Moreno y Gómez, op. cit.

56 Moreno, 2018, op. cit.

57Loc. cit.

58 Downs, op. cit.

60Ibid., p. 38.

61 Fiorina, Abrams y Pope, op. cit.

62 Moreno, 1999, art. cit.

63Véase Moreno, 2003, op. cit.

64 Campbell, op. cit.

65 Noam Lupu, “Party Polarization and Mass Partisanship: A Comparative Perspective”, Political Behavior, vol. 37, 2015, p. 331.

66 Gidron, Adams y Horne, op. cit.; Shanto Iyengar, Yphtach Lelkes, Matthew Levendusky, Neil Malhotra y Sean J. Westwood, “The Origins and Consequences of Affective Polarization in the United States”, Annual Review of Political Science, vol. 22, 2019, pp. 129-146.

67 Rodrigo Castro Cornejo, “The AMLO Voter: Affective Polarization and the Rise of the Left in Mexico”, Journal of Politics in Latin America, vol. 15, núm. 1, 2022, pp. 96-112.

68Alejandro Moreno, “AMLO y la polarización partidista” (columna Las encuestas), El Financiero, viernes 6 de enero de 2023; Alejandro Moreno, “Polarización presidencial”, (columna Las encuestas), El Financiero, viernes 4 de septiembre de 2020.

69Véase Campbell, op. cit.

70 Alejandro Moreno, Nuestros valores: Los mexicanos en México y Estados Unidos al inicio del siglo XXI, México, Banco Nacional de México, 2005.

71 Moreno, en prensa, op. cit.

72Traducción de Fionn Petch, CM Idiomas (Inglés)

73Traducción de Rafael Segovia, CM Idiomas (Francés)

Apéndice

Datos para calcular la razón proporcional de partidistas duros respecto a electores centristas en el espectro ideológico de izquierda y derecha.

Porcentajes de respuesta a la pregunta:

-Generalmente, ¿usted se considera priista, panista, perredista o morenista? ¿Se considera muy o algo partidista? (Nota: en el cuadro se presentan más datos de los empleados o discutidos en el texto).

2006 Izq. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Der. 10
Muy priista 10 1 0 2 15 6 4 4 11 47
Algo priista 14 1 4 5 19 5 6 9 5 31
Muy panista 1 2 0 4 11 2 9 10 7 53
Algo panista 17 1 4 3 13 7 8 11 7 29
Muy perredista 54 2 89 3 11 1 3 3 3 12
Algo perredista 35 7 10 10 10 2 7 2 4 15
Ninguno 21 3 2 5 31 8 4 7 3 18
Total 21 3 4 5 19 5 6 7 5 26
2012
Muy priista 4 2 2 2 9 4 6 12 8 51
Algo priista 6 1 2 3 17 12 9 15 5 30
Muy panista 6 3 5 2 12 9 6 12 9 37
Algo panista 10 1 4 4 17 7 10 12 4 32
Muy perredista 57 6 2 0 6 5 4 4 2 13
Algo perredista 30 5 8 11 21 7 9 3 2 5
Ninguno 18 2 8 7 32 6 7 8 3 10
Total 16 3 5 5 21 7 7 9 4 24
2018
Muy morenista 38 10 12 6 16 3 4 4 2 6
Algo morenista 22 9 15 9 20 6 6 3 3 7
Muy panista 0 0 0 5 0 5 15 5 10 60
Muy priista 3 0 0 3 9 3 7 10 19 45
Algo priista 5 0 0 4 18 5 11 18 7 32
Algo panista 2 2 4 2 25 6 13 13 6 27
Ninguno 13 3 7 7 39 11 4 4 2 11

Fuente: Encuestas nacionales postelectorales en México del Comparative National Election Project, CNEP. Las bases de datos y su documentación están públicamente disponibles en https://mershoncenter.osu.edu/programs/comparative-national-elections-project.

Nota: los perredistas en 2018 se omiten del cuadro debido a que constituyen una muestra pequeña.

Recibido: 01 de Enero de 2024; Aprobado: 01 de Marzo de 2024

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