Presentación
En México, la transformación de parroquias en catedrales se ha presentado en diversas ocasiones, a partir del siglo XIX, en el contexto de la reorganización del territorio eclesiástico proyectado desde la Santa Sede, con la idea de que las nuevas diócesis lleven a cabo una administración más eficiente de sus asuntos. Esta investigación reseña la historia material del edificio que actualmente funciona como catedral del obispado de Aguascalientes, que tiene más de 300 años de antigüedad y es uno de los principales monumentos históricos de la ciudad, sin considerar su valioso patrimonio histórico, artístico y arquitectónico.
En este trabajo identificamos las etapas de construcción de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, desde el siglo XVII hasta principios del xx, y subrayamos los cambios y continuidades, tanto en el exterior como en el interior del recinto. El artículo se inscribe en la Línea de Generación y Aplicación del Conocimiento (LGAC) “Religión y Cultura” que, además de abordar el fenómeno religioso y cultural en distintas épocas, busca la difusión y conservación del patrimonio cultural religioso tangible e intangible. Proponemos que los cambios arquitectónicos y de ornamentación que ha experimentado el edificio parroquial a lo largo de su historia son el reflejo del crecimiento y desarrollo económico y social de la alcaldía mayor de Aguascalientes, lo cual, en determinado momento, permitió la creación de una nueva diócesis. Para ello fue necesario remozar y ampliar la antigua parroquia. En alguna medida, este proceso es paralelo o complementario de la separación de Aguascalientes de Zacatecas y su conversión en un estado más de la federación.
Los edificios parroquiales del siglo XVII
La primera referencia acerca de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Aguascalientes es del obispo de Guadalajara, Alonso de la Mota y Escobar (1598-1607), quien a principios del siglo XVII mencionaba que la parroquia de Aguascalientes tenía un clérigo beneficiado y había en la villa doce vecinos es- pañoles que consideraba gente “casi forajida y muy pobre”.1 Es probable que desde su fundación hubiera una modesta capilla en donde se llevaban a cabo las celebraciones litúrgicas y la impartición de sacramentos, pese a la poca población que había.
La primera visita pastoral al curato de Aguascalientes la realizó en 1612 Bartolomé de Arbide, racionero de la catedral de Guadalajara, en representación del obispo Juan del Valle y Arredondo. Durante su recorrido por la iglesia parroquial ordenó al cura Gabriel Ordóñez que “la iglesia que está comenzada se acabe con brevedad donde se puedan celebrar los oficios divinos y asimismo encargaba a los vecinos de la villa acudan a dar sus limosnas”.2 Según Corpus Alonso3 “la iglesia que está comenzada” hace referencia a una nueva construcción que ordenó Gaspar de la Fuente, oidor de la Audiencia de Guadalajara, en la visita que hizo a la villa de Aguascalientes en 1609 en donde dispuso que:
los edificios que se hicieren, sean juntos y congregados, de manera que la traza que han de guardar ha de ser dejar una Plaza de cien varas en cuadro, y que la cuadra frontera a la parte del sur esté la Iglesia, y entre una cuadra y otra haya una calle de veinte varas en ancho, y luego a los lados de la dicha plaza se señalen otras tres cuadras de cien varas en cuadra cada una, y en cada una de ellas haya cuatro solares.4
Como señala que la iglesia debía estar en la parte sur de la nueva traza, Corpus Alonso afirma que el edificio parroquial tuvo que cambiarse de lugar según las disposiciones de la fuente para que se ubicara en el lugar adecuado según el re- ordenamiento de la villa. Sin embargo, el recinto está ubicado al poniente de la plaza, por lo que se puede inferir que continuó en su emplazamiento original y que cuando se llevó a cabo la visita pastoral se encontraba en construcción.
El 28 febrero de 1621 el cura Lorenzo de la Vera apuntó: “éste [el de Nicolás Fernández] fue el primer bautismo que se celebró en la iglesia nueva de esta villa”.5 El edificio, de una sola nave y sin crucero (fig. 1),6 poseía la capilla mayor, el presbiterio con gradas y dos altares, el de Nuestra Señora y el del Santo Cristo, este último donado por el cura de la Vera. Además, tenía dos accesos, aunque sin puertas, por lo que se mandó cerrar el del costado y parcialmente el principal “de manera que se ponga una puerta pequeña que se cierre y abra […] en tanto que se hagan las puertas para las dichas portadas”.7
Para 1627, se habían agregado el altar de san Lorenzo (costeado por Lope Ruiz de Esparza) y el de la Ascensión (por Cristóbal Martín Lozano),8 mientras que en lo general el templo parroquial se encontraba en mal estado, pues en la visita pastoral del obispo Francisco de Rivera se dispuso que “se descubra la iglesia y se torne a cubrir”, además de que se tuviera “particular cuidado” para que “esta iglesia no acabe de arruinarse”.9 Tiempo después, en la década de 1640 se construyó la sacristía, la capilla del agua bendita y los altares dedicados a santa Teresa y a san José (que era dotación de Gabriel López) y el ac- ceso principal comenzó a ser conocido como “Puerta del Perdón” (fig. 1).10
En 1673, durante la visita del obispo Francisco Verdín y Molina, se registraron del lado del evangelio los altares del Santo Cristo, consecutivo a él se encontraba el de san José, más abajo el de san Lorenzo y después el de santa Teresa. Del lado de la epístola estaba el de Nuestra Señora de la Concepción y más abajo el de la Ascensión, asimismo estaba en construcción una capilla, contigua a la iglesia, que se dedicaría al Santo Cristo.11 A finales del siglo XVII se habían agregado los altares de Nuestra Señora del Tránsito, el de san Pedro, el de las Ánimas del purgatorio y el de la Humildad y Paciencia de Cristo, este último fundado por Baltazar Fernando Altamirano de Castilla, cuya devoción fue en aumento a lo largo del siglo XVIII (Fig. 1).12
La última información acerca de este templo corresponde a una capilla que estaría destinada para Nuestra Señora del Rosario, que a principios del siglo XVIII servía como sacristía, la cual estaba ubicada frente a la del Santo Cristo y fue costeada por Matías López de Carrasquilla, quien además contrató la construcción del colateral dedicado al Rosario con Miguel Lozano en Sombre- rete (Zacatecas) (Fig. 1).13
En su primer siglo de vida, la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción contó con dos edificaciones modestas que incluso en determinado momento estuvieron en malas condiciones al considerarse como “arruinadas”. Esta situación cambiaría en el siguiente siglo, puesto que se tomó la decisión de construir un nuevo edificio para la sede parroquial gracias al desarrollo eclesiástico, político y económico presentado en la región.
La importancia de Aguascalientes dentro del Camino Real de Tierra Adentro
A lo largo del siglo XVIII el territorio de Aguascalientes se fue consolidando gracias a la “integración de redes regionales de intercambio” que juntamente con un aumento en la población propiciaron el incremento y la diversificación de la producción, el fortalecimiento de las haciendas y la multiplicación de ganados.14 Las haciendas representaron “la forma predominante de ocupación y uso del suelo” donde además se “ejercía un gran control sobre los recursos naturales, la fuerza de trabajo y los mercados”.15 Esto contribuyó a que Aguascalientes formara parte del Camino Real de Tierra Adentro (Fig. 2).
A principios del siglo XVIII, el virrey de la Nueva España, Fernando de Alencastre, señalaba que Aguascalientes era una villa de “bastante vecindad de muy buen temperamento”, con huertas y viñas, abundante en semillas y frutas de Castilla, con buena hortaliza y pastos y una gran cantidad de chile.16 Posterior- mente, Matías de la Mota Padilla consideraba que Aguascalientes, junto con Lagos, era la “garganta del comercio de Zacatecas a Guadalajara y a otros muchos lugares de estos reinos”.17 En 1766, Nicolás de Lafora mencionaba que la villa contaba “con muchas tierras de labor que producen con abundancia chile, maíz, frijol y algún trigo” y varias “tiendas de mercancía” atendidas por europeos.18
Para 1792 la subdelegación de Aguascalientes estaba compuesta por 25,275 personas, había una villa, cinco pueblos, cuatro parroquias, ocho ayudas de parroquia, veintiocho haciendas, 186 ranchos, trece estancias con cabezas de ganado vacuno, lanar y manadas de caballar y 140 huertas. En su “descripción y censo general”, José Menéndez Valdés consideraba que Aguascalientes era el mejor pueblo de la intendencia de Guadalajara.19
En cuanto a la cuestión religiosa, durante la segunda mitad del siglo XVIII, la monarquía española buscó tener un mayor control tanto político como económico, lo que llevó a la implantación de una serie de reformas que también afectaron a la iglesia novohispana. Unas de ellas fueron la secularización de doctrinas y la reorganización de curatos cuya finalidad era controlar al clero regular, hacer más eficiente el cobro del diezmo y la recaudación de obvenciones, dar trabajo a los clérigos seculares y mejorar la administración de los sacramentos y la enseñanza de la doctrina. Estas reformas enfrentaron una fuerte resistencia en diversos obispados de la Nueva España, mientras que en otros tanto la secularización como la reorganización parroquial se llevaron a cabo de manera diferente.20 En el de Guadalajara se optó por dividir los grandes curatos en otros más pequeños. En el caso de Aguascalientes no se presentó ninguna resistencia para la erección de parroquias gracias al importante desarrollo que experimentó la región. El curato de la Asunción poseía los recursos económicos para establecer las nuevas parroquias, así se fundaron la de Asientos (1731), San José de Gracia (1769), Valle de Huejúcar (1772), Encarnación (1778), Ojuelos (1802) y Paso de Sotos (1814), que posteriormente, a finales del siglo XIX, pasarían a conformar el obispado de Aguascalientes.
La relevancia que adquirió la región civil de Aguascalientes gracias a su ubicación dentro del Camino Real de Tierra Adentro también se vio reflejada en lo eclesiástico, pues el curato de la Asunción llegó a ser considerado como uno de los más ricos del obispado de Guadalajara e incluso se creía que era de igual importancia que el de por lo que fue visto como un destino atractivo para los miembros del clero secular que estaban desarrollando una carrera eclesiástica. La parroquia se vio favorecida con la administración de estos clérigos que, además de sus propios intereses, buscaron mejorar su feligresía. Así, después de su paso por Aguascalientes, que implicaba cierto reconocimiento, los curas accedieron al cabildo catedral de Guadalajara. Las pretensiones de estos eclesiásticos contribuyeron a la construcción y embellecimiento de la nueva iglesia parroquial (1706-1738), cuyo edificio permanece hasta la actualidad.
El templo parroquial en 1738. Arquitectura y altares
La historiografía regional ha señalado que la construcción de la nueva iglesia parroquial inició en 170421 bajo la administración del cura Antonio Flores de Acevedo (1702-1712), puesto que en 1738, cuando se dedicó la iglesia, se señalaba que habían pasado 34 años desde que se comenzó a fabricar.22 En una investigación reciente, Esparza Jiménez propuso que la edificación no inició en 1704, ya que encontró una escritura notarial de compraventa de una casa en 1712 que lindaba “con el cimiento de la parroquia iglesia de esta villa”, entendiéndose que el edificio apenas se encontraba en sus inicios.23 Apoyando esta propuesta se señaló que fue Juan Carlos de Casasola quien, al llegar como párroco de Aguascalientes, comenzó la construcción de la nueva iglesia en la búsqueda por sumar méritos para su carrera eclesiástica.24
Sin embargo, en abril de 1706, cuando dictó su testamento, Francisco de Mendoza dejó 50 pesos para “ayuda de la capilla mayor” que se estaba construyendo en la parroquia.25 Esto quiere decir que el nuevo templo comenzó con la construcción del altar principal, bajo la administración del cura Antonio Flores de Acevedo. Esta edificación formó parte del proyecto arquitectónico que Clara Bargellini denominó “arquitectura de la plata”, que se estaba pre- sentando en diversos lugares que se ubicaban a lo largo del Camino Real de Tierra Adentro (Fig. 2).
Al comenzar el siglo XVIII, la arquitectura del centro-norte de la Nueva España presentó tres cambios importantes: la cúpula sobre tambor (generalmente octagonal), las torres altas y la profusión de decoración escultórica en las portadas. La primera parroquia que presentó estas características fue la de San Luis Potosí, iniciada en 1703.26 La de Aguascalientes (Fig. 3), comenzada poco después que la de San Luis Potosí, fue construida también siguiendo dichos cambios: se levantó la cúpula central que descansaba sobre un cimborrio octagonal (N), de una sola torre que medía 56 varas de alto y en la fachada principal (D) se dibujó una portada labrada en cantera rosa compuesta por tres cuerpos y tres calles en estilo barroco salomónico, el remate en forma de trapecio está sostenido por dos columnas que sirven de marcos a los nichos que contienen las esculturas de cantería que aparecen en las calles laterales, las cuales representan a los cuatro doctores de la iglesia: san Ambrosio, san Gregorio, san Agustín y san Jerónimo.
A diferencia del segundo edificio parroquial (Fig. 1), el nuevo se construyó con una planta en forma de cruz latina (Fig. 3), como tradicionalmente se utili- zaba en las parroquias, contaba con 62 varas de largo por 11 de ancho y ocho en cada brazo del crucero (O) lo que da un total de 27 varas, medidas similares a las de San Luis Potosí y a las de la catedral de Durango.27 La iglesia parroquial estuvo en construcción por poco más de tres décadas (1706 y 1738). Participa- ron en ella los curas Antonio Flores de Acevedo (1704-1712), Juan Carlos de Casasola (1712-1730) y Manuel Colón de Larreatigui28 (1733-1758).
Después de la edificación de la capilla o altar mayor (M) se prosiguió con el crucero (O), que en 1714 aún se encontraba en construcción. Precisamente en ese año Miguel de Cobos regaló una imagen de talla de Nuestra Señora de los Dolores, la cual fue depositada por el cura Casasola en la capilla de la Humildad y Paciencia de Cristo “hasta que acabado el crucero de la nueva Iglesia se coloque en la capilla del lado del evangelio”.29 El primer entierro registrado en el crucero data de 1732, por lo que se infiere que para entonces ya estaba concluido.30 Posteriormente, entre 1730 y 1734, el alcalde mayor Matías de la Mota Padilla costeó los gastos de una semana de la construcción y promovió entre los vecinos que se juntaran 1,500 pesos con ese mismo objetivo.31 Manuel Colón de Larreatigui señalaba que “a los cinco años de su ingreso en dicho curato con la solicitud de sus limosnas, con su industria y expensas concluyó y dedicó su iglesia parroquial”, además la había “adornado con costosos y hermosos retablos, hermoseado su presbiterio, cubiertolo [sic] con reja de hierro, puesto órgano, hecho blandones y otras alhajas de plata”. Asimismo, fabricó todas las oficinas necesarias para el ministerio y servicio de su iglesia, reformando su sacristía, dándole claridad y extensión y construido una costosa y vistosa cajonería para sus ornamentos, proviniéndola de éstos de muy ricas y costosas telas, de cálices, misales y de todo lo necesario para el adorno y decencia del culto divino.32
Según una nota en el bautizo de José Tomás María Colón de Larreatigui (sobrino del cura Manuel), el templo fue bendecido el 22 de septiembre de 1738: “éste fue el primero que se celebró en el nuevo bautisterio en el día que se bendijo la nueva iglesia”.33 En octubre de ese mismo año se realizó una ceremonia de dedicación que duró poco más de una semana. El primer día se llevó a cabo una procesión desde el templo de San Diego hasta la parroquia, donde el cura Colón de Larreatigui llevaba el Santísimo Sacramento acompañado de las imágenes de san Francisco, san Pedro Nolasco, san Juan de Dios, Nuestra Señora del Rosario, san Luis Rey de Francia, san Pedro Armengol y la del apóstol san Pedro. Al llegar al recinto parroquial, se colocó en el altar mayor al Señor Sacramentado junto con las demás imágenes, se recitó una loa y una alabanza en honor del nuevo templo y se cantaron vísperas. El segundo día se celebró la misa de dedicación, sermón y vísperas y se estrenaron dos campanas: una dedicada a Nuestra Señora de los Dolores y la otra a san José. Los demás días se realizaron misas, comedias patrocinadas por los distintos gremios, noches con fuegos artificiales, desfile de carros y seis días de toros y juegos de cañas.34 El interior de la nueva iglesia contó con un retablo en el altar mayor hecho por Felipe de Ureña en la Ciudad de México, quien hacia 1747, junto con su yerno Juan García de Castañeda, instaló su obrador en la villa de Aguascalientes35 por su sitio estratégico dentro del Camino Real de Tierra Adentro, para desde ahí trabajar en la región del Bajío y del norte, puesto que, como muchos otros artesanos de la época, buscaba trabajo y se desplazaba a donde lo hubiera y pagaran lo que pedía. Ureña respondía a la demanda de un amplio mercado, más allá de la Ciudad de México.
El retablo para la parroquia de la Asunción fue solicitado en febrero de 1742 y debía ser igual al de san Ildefonso de la Ciudad de México: quedaría compuesto de tres cuerpos, en el primero y en la calle central estaría el sagrario y los Siete Príncipes, en el segundo la Virgen de la Asunción y en el tercero san Francisco, las esculturas de los doce Apóstoles debían estar doradas y estofadas y distribuidas por los tres cuerpos.36 El contrato fue firmado por Felipe.de Ureña y Juan García de Castañeda como su fiador; ambos se comprometieron a entregar la obra en un plazo de ocho meses por el precio de 3,300 pesos que serían financiados por el cura Colón de Larreatigui.37
La construcción del retablo tardó poco más de dos años, pues la dedicación se llevó a cabo en octubre de 1744. Fue traído desde la Ciudad de México por algunos oficiales que lo instalaron en el ábside. Su costo superó el presupuesto original y se elevó hasta 5,000 pesos, más otros 1,261 pesos y siete reales que generaron los gastos de transporte y agregados38. Según Bargellini, después de la fachada-retablo de San Luis Potosí, el retablo de Aguascalientes para el altar mayor fue el segundo que se presentó en la región centro-norte de la Nueva España en donde se incluyó a los doce apóstoles.39
Después de la conclusión del templo parroquial, la primera modificación que se hizo en el edificio fue la construcción de la antesacristía y sacristía en 1750.40 El primer retablo nuevo que tuvo la iglesia, después del mayor, fue el de Nuestra Señora de Guadalupe, el cual se dedicó el 12 de diciembre de 1752 y fue costeado por Andrés Tello de Lomas, quien además donó la imagen de lienzo de autoría de Miguel Cabrera41 que se veneraba en la capilla de su ha- cienda de Santiago.42
El 19 de marzo de 1753 se bendijo el nuevo retablo de san José ubicado en el crucero del lado de la epístola. El maestro Juan García de Castañeda lo construyó y, según Corpus, lo costeó parcialmente de su propio peculio. Estaba acompañado de varias esculturas y lienzos de la vida de san José hechos en la Ciudad de México por Miguel Cabrera. El costo total fue de 2,300 pesos.43 El 17 de abril de 1763 se dedicó el retablo de Nuestra Señora de los Dolores, ubicado en el crucero, del lado del evangelio. En ese retablo se colocó la escultura de la Virgen donada por Miguel de Cobos en 1714. El altar contenía una escultura de san Miguel que había sido donada por Vicente Flores y un Santo Cristo, que para la ocasión fue retocado, puesto que era una de las primeras esculturas que tuvo la parroquia, quizá la que fue donada por el cura Lorenzo de la Vera, que estaba en el altar y posterior capilla del mismo nombre desde 1673.44
El 2 de septiembre de 1763 se bendijo el retablo de los Purísimos Corazones de Jesús, María y José. Fue el último que construyó Juan García de Castañeda. Lo hizo con su frontal, arbotantes, candeleros y atriles por 2 000 pesos que pagó Ignacio Urruchúa, dueño de las haciendas de Pabellón y Espíritu Santo, quien además lo adornó con su vidriera, manteles, palia, cornialtares, tarima y alfombra. La imagen principal la realizó Miguel Cabrera y la pagó García de Castañeda.45
En 1764 quedó terminada la torre principal, compuesta de tres cuerpos con doce arcos y sus respectivos balcones de fierro. Medía 56 varas de alto y con- taba con ocho esquilas de diferente tamaño y una campana mayor que pesaba 110 arrobas. Fue proyectada por el maestro Manuel el Rico, originario de la villa de Aguascalientes. Su costo fue de poco más de 7000 pesos. La fábrica de la parroquia costeó toda la piedra y del obispado de Guadalajara se recibieron 550 pesos correspondientes a los novenos de los años de 1763 y 1764.46 El 12 de diciembre de 1764 se bendijo un nuevo altar para Nuestra Señora de Guadalupe, el cual llegaba hasta la bóveda. Fue construido por el maestro Joaquín Rodríguez, originario de la villa de Aguascalientes, y pagado por el entonces cura Mateo José de Arteaga. El altar anterior de 1752 quedó dedicado al Señor de la Humildad y Paciencia.47 El 2 de julio de ese mismo año se dedicó el altar del Santo Cristo de la Misericordia, el cual se encontraba sin dorar y, al igual que el de Guadalupe, fue donado por el cura Arteaga.48
El 29 de junio de 1773 se dedicó el altar de san Pedro, donado por el cura Vicente Antonio Flores Alatorre.49 El 19 de mayo de 1774 se terminó la reforma del altar de san José; como el anterior era de “cuerpo y medio” se decidió ampliarlo hasta cubrir “todo el hueco”, es decir, se le dio mayor altura.50 El 29 de octubre de 1775 se bendijo el nuevo altar de la Ascensión de Cristo donado también por el cura Flores Alatorre.51 En ese mismo año, dentro del cemente- rio, por la parte sur de la iglesia, se edificaron un salón para guardar trastos, el cuadrante, la caballeriza con pajero y asoleaderos y la cochera.52
En 1787 se llevó a cabo el primer inventario parroquial:53 la iglesia poseía cinco bóvedas, una más en el presbiterio con su cimborrio y una en cada capilla del crucero, tres puertas (A, B y C) con sus postigos, chapas, llaves y aldabones. La principal (A) tenía su cancel de madera dorado con dos imágenes de san Pedro y san Pablo y varios ángeles tallados, las puertas de los costados (B y C) también estaban elaboradas del mismo modo que la principal. El pavimento era entablado (de madera) con sepulcros señalados y numerados. Bajo el coro y del lado del evangelio se encontraba el bautisterio con su pila bautismal de piedra y un lienzo grande del Bautismo de Cristo (e) realizado por Francisco Martínez.54
Respecto a las imágenes sacras se menciona que había encima de las puertas de los costados dos lienzos grandes: uno de la Sagrada Familia (a) y otro con la Adoración de Los Reyes (b). A los costados de las puertas doce lienzos con los apóstoles (f y g). En el arco del coro había dos cuadros pequeños, uno de san Francisco de Paul (c) y otro de san Vicente Mártir (d). En la sacristía había otro de la Traslación de la Ntra. Sra. de Loreto (h).
En cuanto a los altares (véase la Fig. 4), primero estaba el mayor, dorado, cuya imagen principal era una escultura de la Virgen de la Asunción con dos ángeles pequeños coronándola. Aparecía acompañada por las esculturas de san Francisco y otras de los doce apóstoles. Encima del sagrario estaba la escultura de Nuestra Señora de Guadalupe con corona y rayos de plata y alrededor las esculturas de los Siete Príncipes (arcángeles).
En el crucero del lado de la epístola (Fig. 4) había un retablo dedicado a san José con su imagen puesta en su nicho con puerta-vidriera guarnecida de plata con llave. La vara, diadema y cacles del santo y las potencias y cacles del niño también eran de plata. Al lado del retablo de san José se encontraba un altar dedicado al Santo Entierro y a Nuestra Señora del Tránsito, los cuales estaban en sus nichos con vidriera, acompañados por lienzos de la vida de Nuestra Señora y en el sagrario uno de la Virgen de Guadalupe y 17 espejos repartidos en todo el retablo. En el crucero del lado del evangelio (fig. 4) estaba el altar de Nuestra Señora de los Dolores en el cual se encontraba la Virgen en el nicho principal con puerta-vidriera, resplandor y daga de plata, ahogadero y pulseras de piedras finas. Alrededor del retablo había 13 lienzos que representaban la Pasión de Jesús. En el cuerpo de la iglesia se encontraban distribuidos varios altares (Fig. 4).
Había uno dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe (1), el cual poseía su imagen de lienzo, con cortina de seda blanca. En el altar del Santo Cristo de la Misericordia (2) se encontraba el referido Cristo con la cruz y la corona de plata. El altar de san Pedro (3) poseía un nicho con vidriera en donde estaba depositado el santo con la tiara, cruz, llaves y peana de plata.
Había otro altar, el de la Ascención de Cristo (4), que se encontraba pintado en lienzo y colocado en un nicho con vidriera y cortina de tafetán ver- de; el que estaba dedicado al Purísimo Corazón de Jesús (5) se encontraba pintado en lienzo. En el altar de Nuestra Señora del Rosario (6) se encontraba la Virgen puesta en su nicho con corona de plata, enganche del rosario y cruz de oro, con hilos de perlas finas en las muñecas y las potencias y el rosario del niño de plata. En el dedicado a la Santísima Trinidad (7) aparecía el misterio pintado en lienzo; en el de Ánimas (8) servía de imagen principal un cuadro de Nuestra Señora del Carmen como patrona de las ánimas del purgatorio; en el del Señor de la Humildad (9), se había colocado su escultura con corona, potencias y caña de plata. Finalmente, el altar de Nuestra Señora de la Concepción (10) poseía a la Virgen pintada en lienzo por Juan Correa.
El siglo XVIII fue muy fructífero, porque se comenzó y concluyó el edificio que albergaría la sede parroquial y futura diócesis. La parroquia contaba con suficientes recursos para hacerse de un acervo importante de nuevos retablos e imágenes sacras realizadas por artistas locales y algunos de renombre que trabajaban en la capital de la Nueva España como Felipe de Ureña, Juan García de Castañeda, Miguel Cabrera, Juan Correa, Francisco Martínez, Andrés López, entre otros. El siglo XIX será diferente tanto en el ámbito arquitectónico como en la ornamentación, ya que el estilo barroco será sustituido por el neoclásico.
Cambios arquitectónicos en la parroquia de la Asunción en el siglo XIX
A finales del siglo XVIII se introdujo en la arquitectura de la Nueva España el estilo neoclásico, que además predominó a lo largo del siglo XIX.55 La intro- ducción de este nuevo orden se debió al cambio de mentalidad de la época que primero se manifestó en la cuestión artística y posteriormente “derivó en grandes cambios políticos y sociales en las siguientes décadas”.56 El cambio estilístico iba orientado sobre todo al rechazo cada vez mayor del barroco-churrigueresco en las últimas décadas del siglo XVIII, ya que desde el siglo xvi se habían utilizado algunos elementos clasicistas en el lenguaje arquitectónico desarrollado en la Nueva España. Desde el siglo XVIII había un movimiento que pretendía regresar al uso de este vocabulario, combinado con otras formas. El resultado fue un estilo denominado neoclásico, que se convirtió en una tendencia predominante hasta 1880, en la que disminuyó su uso, aunque no desapareció.57
El neoclásico representaba un nuevo espíritu que reflejaba el mundo moderno, la libertad y el progreso, por lo que fue utilizado como un símbolo renovador.58 Tanto para Katzman como para Fernández, en el México del si- glo xix no hubo un retorno estilístico “absolutamente fiel”, pues el neoclásico tuvo que adaptarse a la circunstancia mexicana de modo que la arquitectura de este siglo, aun siendo neoclásica, también era ecléctica; incluso en este periodo un mismo arquitecto tenía diferencias estilísticas en una misma obra.59 Durante esta época, algunos edificios novohispanos presentaron cambios dentro del estilo neoclásico. El periodo que va de 1810 a 1839 se caracterizó por ser en el que se realizaron menos trabajos arquitectónicos debido a las guerras de Independencia, las civiles y la de Texas. Tiempo después, la arquitectura religiosa estuvo casi suspendida entre 1859 y 1863 debido a las leyes de nacionalización de los bienes del clero.60
En este contexto, el cura de Aguascalientes, Ignacio Tello de Lomas, pro- ponía en 1826 una modificación del edificio parroquial, que en opinión de Gutiérrez no se trataba de “una obra correctiva, sino un nuevo templo parroquial”.61 Estos cambios estarían a cargo del arquitecto Juan de Dios de la Trinidad Pérez, quien presupuestó la obra en más de 75,000 pesos, razón por la que el proyecto resultó ser, además de costoso, ambicioso y no fue aprobado. Los primeros cambios que presentó la parroquia de la Asunción en el siglo XIX comenzaron en la década de 1830. Primero en 1836 el pavimento del cuerpo de la iglesia que era de madera se sustituyó por uno de ladrillo, lo cual respondía a un cambio general que se estaba presentando en la época, en donde la madera era reemplazada por materiales de mayor durabilidad.
Poco tiempo después, Pablo González Hermosillo, secretario de gobierno del departamento de Aguascalientes que acababa de erigirse,62 solicitó al cura José Ignacio Pérez que redujera y acortara decentemente el atrio y cemente- rio para que no obstruyeran las calles adyacentes. Fue así que en 1837 se construyó una balaustrada que hasta la actualidad rodea todo el frente del edificio, con un antepecho de mampostería de más de un metro de alto y, sobre él, 34 pilastras de cantera que rematan en unas almenillas formadas por una maceta y una campanilla invertida; más adelante se le colocaron unas rejas y puertas de fierro.63 En 1842 se comenzó la construcción de la famosa balaustrada de cantera rosa que aún rodea el jardín de San Marcos, ya que era un recurso muy popular en México en el siglo XIX.
La reforma más importante que presentó el templo parroquial en el siglo XIX fue la edificación de dos capillas laterales de estilo neoclásico en 1839 (Fig. 5, A).64 El proyecto fue enviado al obispado de Guadalajara por el cura Francisco Ruiz de Esparza para su aprobación. El costo total de la obra fue de 5,241 pesos de los cuales 4,589 fueron donados por el mismo cura. La capilla del lado del evangelio se dedicaría a la Purísima Concepción y la del lado de la epístola a Nuestra Señora del Rosario. Éstas se construyeron entre los cubos de la torre (Q) y la pared de los cruceros (O). Cada espacio contó con una portada que daba a la calle (A) y cuatro bóvedas (F), una de ellas con cúpula y linternilla (C), mientras que las entradas antiguas (E) sirvieron para comunicarlas con el cuerpo de la iglesia. En los muros de las capillas había siete pilares de cada lado, tres se ubicaban a lo largo del muro y dos pares a los la- dos de las entradas. La portada estaría compuesta por dos columnas de orden dórico, con un frontón triangular con almenas y una cúpula circular con un remate en forma de campana;65 sin embargo, se dejó dos pares de columnas toscanas de fuste liso que sostienen un frontón triangular partido, con un rosetón al centro, con cúpulas octogonales con características semejantes a la cúpula central, se colocó en el lado que daba hacia la entrada lateral una fachada similar a ésta con la diferencia de que sólo poseía dos columnas y el frontón en forma de trapecio.
En el proyecto, además de las nuevas capillas, se señalaban dos bóvedas y un arco que debían repararse (B). Esto fue muy común en el siglo XIX ya que diversos edificios novohispanos presentaron problemas en sus estructuras, principalmente originados por deficiencias en los cimientos, además de la preparación insuficiente de los arquitectos e ingenieros, que no estaban titulados o tan sólo eran maestros de obra, por lo que las torres y cúpulas se cayeron con frecuencia.66 De hecho, en 1854 la parroquia de Aguascalientes recibió la autorización por parte del obispado de Guadalajara para dar un mantenimiento general y realizar algunas composturas al templo.67
Según González, a principios de la década de 1850 el cura Trinidad Romo comenzó la reconstrucción de los altares de la parroquia.68 Precisamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX fue cada vez más frecuente el reemplazo de retablos de madera por otros hechos sobre todo de cantera. Los motivos de estas sustituciones iban desde el mal estado de la madera y la facilidad de su combustión, hasta severos cambios de gusto, ya que se veía con “horror” los “excesos del barroco”. Además, en ese periodo en el país se buscaba un lenguaje expresivo, “republicano”, alejado de las “rancias manifestaciones” de la época de dominio hispano, mientras que el nuevo clero mexicano formado en Europa, entendía el neoclásico y el neogótico como expresiones artísticas cercanas a una renovación en la Iglesia.69
En un informe sobre el estado material de la parroquia, fechado en 1869, se señalaba que el altar mayor estaba concluido al igual que el de san José ubicado en el crucero, mientras que el de la Virgen de los Dolores se encontraba avanzado.70 En septiembre de 1877 se erigió el primer viacrucis, que se sustituyó por uno nuevo en noviembre de 1882.71 Más adelante, el cura Telésforo Medrano llevó a cabo varias transformaciones en el edificio parroquial, tanto en el interior como en el exterior entre 1883 y 1884.72
Durante su administración se construyó el remate superior de la fachada de la iglesia, en el cual aparece al centro la Santísima Trinidad en actitud de coronar a la Virgen de la Asunción, que ya se encontraba en el tercer cuerpo del retablo desde el siglo XVIII. El Espíritu Santo desde las alturas cobija a Dios Padre y al Hijo que sostienen la corona de la Virgen. A sus lados se encuentran representados los cuatro evangelistas: del lado izquierdo están san Mateo y san Marcos y del derecho san Juan y san Lucas. En la parte posterior del coro, en el segundo cuerpo y en la calle central del retablo de la fachada, se modificó la ventana; en las enjutas aparecen dos ángeles que sostienen el IHS, Iesus Hominem Salvator, en sus jambas ornamentos muy similares a las hojas de acanto que aparecen en el primer cuerpo y, a sus lados, floreros barrocos.
Tiempo después, el interior del edificio se remozó desde las bóvedas hasta los muros, los cuales se decoraron y se estucaron y se colocó una barandilla que delimitaba el término en los muros y el arranque de las bóvedas. Un nuevo entarimado de madera de mezquite sustituyó al de ladrillo colocado en 1836. El presbiterio se acondicionó con dos ambones. La sacristía se decoró y se abrió una puerta que conducía al altar mayor por la parte posterior de éste. Los al- tares de los cruceros conservaron sus repisas y nichos dedicados a san José y a la Virgen de los Dolores. Finalmente se estrenó un nuevo altar mayor de cantera: “El templete que descansaba al pie de la mesa del altar se desvanecía en lo alto con un segundo cuerpo, en la línea interior del doble arco que formaba el retablo propiamente dicho. Vienen luego, tras el templete y a sus lados, los gradines que deberían llenarse de blandones y floreros”.73
El altar mayor estaba compuesto por las esculturas de san Joaquín y santa Ana y en el trono principal la Virgen de la Asunción, una escultura nueva fabricada en Querétaro por el escultor Andrés López Vidrio, que al igual que lo había hecho Felipe de Ureña en la época novohispana, cambiaría su residencia a Aguascalientes a principios del siglo XX. Finalmente, en 1890 se construyó un par de capillas fuera del cubo de la torre y bautisterio, y quedaron ambas con una puerta al atrio. La de la izquierda se dedicó a la Virgen de Lourdes mien- tras que la de la derecha quedó sin uso.74 El 7 de abril de 1894 se llevó a cabo la consagración de la parroquia, se depositaron en el altar mayor las reliquias de san Cosme, san Marcial, santa Aurelia, santa Librada y san Basilio.75
Conversión del antiguo templo parroquial en catedral, 1906-1919
Durante el proceso de erección de la diócesis de Aguascalientes, se propuso que en lugar de edificar un nuevo templo para que funcionara como catedral era mejor utilizar la iglesia parroquial, algo que ya había ocurrido con otras iglesias novohispanas cuando se fundaron nuevas diócesis. Cercanos a Aguascalientes, están los casos de León, San Luis Potosí y Zacatecas, cuyas edificaciones parroquiales levantadas en el siglo XVIII se transformaron en catedralesen la segunda mitad del siglo XIX. La propuesta para Aguascalientes se tomó en cuenta para lo cual se registró el estado material del edificio en 1899.
El informe ubicaba a la iglesia en uno de los lados de la plaza principal, consignaba que la iglesia era un edificio sólido y bien construido, de una sola nave que medía de 50 a 60 metros de longitud y de diez a 12 de ancho, con el coro alto, el piso de madera, con dos capillas que formaban un crucero y en el centro una espaciosa cúpula. Tenía espacio hasta para 5 000 personas. Había dos capillas extensas a los costados del templo comunicadas con el centro de la nave por unos arcos pequeños cerrados con unas rejas de madera. La de la derecha estaba dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y la de la izquierda a Nuestra Señora de las Angustias. El interior del templo estaba pintado de blanco y oro, aunque algo deteriorado por el tiempo. La fachada estaba trabajada en piedra sobre la puerta principal; frente a ella se encontraba una plazuela cuadrada cerrada con un enrejado de hierro y postes de piedra; en los lados de la fachada había dos torres, a una le faltaba el segundo cuerpo y la segunda albergaba cinco campanas.76
La iglesia parroquial debía adaptarse puesto que ahora sería la sede de una diócesis, que es “una porción del pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se encomienda al obispo con la colaboración del presbiterio” y cuenta con una circunscripción territorial.77 El obispo trabaja en conjunto con el cabildo cate- dralicio, quien constituye “el Senado del Obispo”78 y cuyo principal objetivo es “gobernar la catedral: su liturgia, finanzas, coro y orquesta”.79 Una vez que se estableció el obispado de Aguascalientes (a finales de 1899) y que se decidió que la parroquia de la Asunción se convirtiera en catedral, pasaron varios años durante los cuales el edificio no presentó ninguna transformación. Fue hasta que llegó el primer obispo, José María de Jesús Portugal y Serratos (1902-1912), cuando se emprendieron los trabajos para convertir el antiguo templo en catedral.
Corpus señala que en 1906 comenzaron las obras de adaptación para la catedral bajo la dirección de Refugio Reyes80 y la supervisión del presbítero Fermín Ramírez. El principal cambio que se realizó (Fig. 6) fue la comunicación de las capillas adyacentes con la nave central a través de arcos abocinados (D), para lo cual se abrieron en cuadro los muros de la construcción original (correspondiente al siglo XVIII) (E) y se colocó una balaustrada de estilo neoclásico que circunda en el perímetro superior interior del templo. De esta manera, la construcción original, que era una planta en forma de cruz latina, después de las reformas quedó comunicada con las antiguas capillas adyacentes que se convirtieron en naves laterales. Se renovó el altar mayor y se construyó un ciprés (s) que se instaló en 1909, donado por Felipe Nieto y Obregón y hecho en la Casa Guzmeri de Guadalajara con un costo de 25000 pesos. Detrás de él se dejó el espacio destinado para el coro de canónigos (t). Después de estos cambios, la iglesia quedó con 56 metros de longitud por 25 metros de ancho. El 15 de agosto de 1911, durante la solemnidad de la Asunción, se inauguró la instalación eléctrica y el decorado de la nave mayor.81 Esta decoración respondía al gusto de la época, en donde se utilizó un sistema de ornamentos florales de estilo Art Nouveau.
Durante la administración del segundo obispo, Ignacio Valdespino (1913- 1928), continuaron las adecuaciones en el interior del recinto. Este prelado mandó a hacer el trono episcopal y la sillería del coro (t), los cuales fueron realizados en 1913 por el ebanista Antonio Arias. Se construyó la capilla del Santísimo (I), ubicada a espaldas del presbiterio del lado del evangelio, la cual se bendijo en 1914 y cuyo altar de marmolina y muros de lámina cincelada se fabricaron en Alemania por la Casa Hoffmann y se donaron por la familia Sagredo. El cancel de la puerta principal (A) se bendijo en 1913 y los de los late- rales (G) en 1914.82
Por último, se reemplazó en 1919 la antigua escultura de la Asunción, de López Vidrio, por una nueva hecha en Barcelona y donada por el obispo Val- despino, que se venera hasta la actualidad. De esta manera, con la bendición el 7 de diciembre de 1919 de la nueva imagen, la predicación del obispo de Zacatecas, Miguel M. de la Mora, y la asistencia del clero de la diócesis y de la población en general, se terminaron los trabajos para convertir el antiguo templo parroquial en la nueva catedral de Aguascalientes.83
Conclusiones
Uno de los temas tratados en el proceso de erección del obispado de Aguascalientes fue la construcción de la catedral, en donde se determinó que, en lugar de levantar un nuevo edificio, la iglesia que había funcionado como templo parroquial desde el siglo XVIII debía modificarse para convertirse en la sede episcopal. Dicho edificio se había construido entre 1706 y 1738. A lo largo de su historia, este recinto pasó por tres etapas de construcción.
La primera, desarrollada en la época novohispana, se caracterizó por la construcción y conclusión del edificio y la distribución espacial de retablos, altares e imágenes sacras que mostraban las principales devociones de los feligreses de la parroquia. En la segunda etapa, ya en el México independiente, se presentó un cambio tanto en la arquitectura como en la ornamentación del edificio que reflejaba la ideología de la época: el neoclásico. Y la tercera fue precisamente la conversión de la iglesia parroquial en catedral en las primeras décadas del siglo XX.
La antigua parroquia de la Asunción había contado con dos edificios previos al que persiste en la actualidad, los cuales, como quedó demostrado, fueron bastante modestos. El segundo, construido en el siglo XVII, constaba de una sola nave sin crucero y dos accesos, cuyos primeros altares estuvieron dedicados al Santo Cristo, san Lorenzo, santa Teresa, san José, Nuestra Señora de la Concepción y del Tránsito, la Ascensión y Humildad y Paciencia de Cristo (fig. 1).
En el siglo XVIII la parroquia alcanzó un desarrollo importante que la convirtió en una de las mejores del obispado de Guadalajara, razón por la cual se pudo concretar la construcción de una nueva edificación para albergar a la sede parroquial. Este tercer recinto tardó alrededor de tres décadas para concluirse, y contribuyeron en su fábrica los curas Antonio Acevedo Flores, Juan Carlos de Casasola y Manuel Colón de Larreatigui.
El nuevo templo presentó las características que se dieron en la “arquitectura de la plata”: la cúpula sobre tambor octagonal, la mayor altura de la torre y la profusión de decoración escultórica en la portada. En su interior contó con varios altares y retablos, cuyos principales artífices fueron Felipe de Ureña y Juan García de Castañeda, quienes, en determinado momento, también instalaron su obrador en la villa de Aguascalientes, puesto que estaba ubicada en un lugar estratégico en el Camino Real de Tierra Adentro y desde ahí podían trabajar de manera más eficiente en el nuevo mercado que se estaba desarrollando en la región del Bajío y del norte.
A finales del siglo XVIII se introdujo en la Nueva España el estilo neoclásico que se mantuvo como predominante durante todo el siglo XIX, ya que se consideró como un estilo renovador, por lo que gran parte de los edificios novohispanos presentaron cambios inscritos dentro del neoclásico, en los que, además, se llevaron a cabo actividades de reparación, mantenimiento y remozamiento, puesto que sus estructuras presentaron diversos problemas originados principalmente por deficiencias en los cimientos y por la falta de preparación de los artífices.
También se presentaron condiciones ajenas a la arquitectura que propiciaron varias transformaciones; por ejemplo, la cuestión de salubridad que preocupó a los diferentes gobiernos trajo consigo una reforma para los cementerios que afectó a los atrios de las iglesias, ya que era costumbre que éstos sirvieran para enterrar a los difuntos. De esta manera, se prohibió que siguieran funcionando con tal finalidad y se comenzaron a construir balaustradas para rodearlos.
El templo parroquial de Aguascalientes no fue la excepción y desde principios del siglo XIX participó de dichos cambios: se repararon bóvedas y arcos, se remozó el interior del templo, se realizaron con frecuencia actividades de mantenimiento y los antiguos retablos novohispanos se sustituyeron por nuevos hechos principalmente en cantera. La modificación más importante de la iglesia fue la edificación de las capillas laterales en 1839 (Fig. 5), que presenta- ron la combinación de diversos elementos neoclásicos.
Con la erección del obispado en 1899 se realizó un proyecto de adaptación para que la iglesia parroquial se convirtiera en catedral, con ese propósito se conectaron las capillas adyacentes con el cuerpo del edificio a través de arcos abocinados, y se convirtieron así en naves laterales. El caso de Aguascalientes es bastante similar al de Saltillo, en donde la iglesia parroquial se reedificó en al menos tres ocasiones, cuyo último edificio se construyó entre 1745 y 1800, el cual presentó las características propias de la “arquitectura de la plata” como lo eran la cúpula sobre tambor octagonal y la decoración barroca de la fachada. En el siglo XIX se modificó acorde al estilo neoclásico y se terminó la torre, además se sustituyeron el piso de madera por mosaico y el retablo mayor dorado por un ciprés. En 1893 con el establecimiento del obispado de Saltillo, la iglesia parroquial se nombró catedral, para lo cual se adaptó y quedó terminada en la década de 1930.84
A pesar de que la iglesia de Aguascalientes comparte elementos similares con las de San Luis Potosí, Zacatecas y Chihuahua, inscritas también en la “arquitectura de la plata”, construidas en la misma época y elevadas a la categoría de catedral en 1854, 1863 y 1891 respectivamente, estas edificaciones se diferencian de ella puesto que fueron concebidas desde un principio para un fin mayor, ya que se encontraban en poblaciones con una alta producción minera, en donde se manifestaban los “deseos de construir una parroquia sobresaliente que pudiera ser catedral”.85 Por esta razón se entiende que en las fachadas principales de estos tres recintos (correspondientes al siglo XVIII) se colocaran las figuras de los 12 apóstoles, lo cual no era común en la Nueva España.86 Por último, es importante destacar que la actual sede del obispado de Aguascalientes está compuesta por una serie de obras, tanto arquitectónicas como de ornamentación, que pertenecen a dos épocas: la novohispana y la de los siglos XIX-XX. La herencia que dejó la antigua parroquia está conformada por la fachada barroca dibujada en cantera y por varias imágenes sacras en su mayoría pertenecientes al siglo XVIII, realizadas por artistas de reconocimiento en la Nueva España como Juan Correa, Miguel Cabrera, Francisco Martínez y Andrés López, entre otros, lo que manifiesta la riqueza e importancia que poseía Aguascalientes desde la época novohispana, puesto que sus habitantes contaban con los medios necesarios para la adquisición de estas obras, las cuales en combinación con los cambios arquitectónicos que presentó el edificio tanto en el siglo XIX como en el XX, son ahora parte de la riqueza de la actual catedral y patrimonio histórico y cultural de Aguascalientes.