Este volumen, publicado por la prestigiosa colección Alma Mater de autores griegos y latinos, es una edición y traducción al español de fragmentos elegíacos helenísticos donde se reúne por primera vez una amplia y diversa gama de autores y textos que previamente se leían por separado. No se recogen todos los fragmentos elegíacos existentes o conservados, pues, como advierte el traductor, se excluyen aquéllos de carácter astronómico o de ciencias exactas. Tampoco se incluye el verso elegíaco de Calímaco (excepto, tal vez, por el frg. adesp. 1 Gallé (SH 276, 190a Harder), que aquí se edita entre los fragmentos anónimos a pesar de que los editores del cirenaico mantienen su autenticidad). Bien afirma Gallé que “no hay ninguna edición precedente que incluya todos los autores y textos aquí recogidos” (p. XLI), ya que recurre, en una labor recopilatoria y exegética laudable, a ediciones fundamentales de la poesía helenística como la Collectanea Alexandrina de Powell1 o el Supplementum Hellenisticum de Lloyd-Jones y Parsons,2 a colecciones de distintos autores como la Hellenistic Collection de Jane L. Lightfoot3 (muy citada y seguida por Gallé), a ediciones de autores individuales y también a artículos especializados. De tal forma, esta obra, que se suma a los esfuerzos recientes por realzar tradiciones y textos poco estudiados, representa una importante contribución a los estudios helenísticos y una herramienta única en su tipo.
El libro inicia con una Introducción general (pp. XV-XLIV) que discute aspectos problemáticos y polémicos sobre la elegía helenística, su tradición literaria y sus características principales: de acuerdo con el autor, la etiología, el catálogo, la recurrencia de temas de la “periferia homérica” y eróticos y la presencia de géneros menores (“microgéneros”) son elementos fundamentales y recurrentes en la expresión elegíaca de este periodo. El uso etiológico del mito será un hilo conductor de la discusión de este apartado y de los diversos fragmentos posteriormente presentados. Gallé se muestra especialmente interesado en los orígenes del género y la conexión entre el periodo helenístico y la elegía latina, y a lo largo de la obra se detiene para analizar y defender el carácter subjetivo, es decir, personal, de la elegía helenística. Al finalizar este apartado, ofrece la bibliografía general.
Los fragmentos elegíacos se organizan en tres secciones. La Parte I se titula Autores principales (pp. 91-453), e incluye, en este orden, a Filitas de Cos, Hermesianacte de Colofón, Alejandro de Etolia, Fanocles y Partenio de Nicea. Cada subsección inicia con una introducción al autor y los fragmentos elegidos; siguen los testimonios y, posteriormente, los fragmentos, ambos con aparato crítico y una traducción al español con notas. Cabe destacar que dichas notas no se limitan a explicar problemas o decisiones de traducción, sino que son, primordialmente, de tipo textual-filológico.
Esta primera parte abre la edición de textos, curiosamente, con los fragmentos hexamétricos del Hermes de Filitas (frr. 1-4), lo que implica que la presente colección no contempla únicamente poemas elegíacos. Más adelante también se recogen fragmentos hexamétricos y epigramas de Alejandro Etolo, al igual que un epodo (frg. adesp. 4.c) como parte de los Fragmentos eróticos anónimos transmitidos en el P. Oxy. 2885.
En la introducción a Hermesianacte, Gallé guarda silencio sobre la atribución a este autor de la llamada Elegía del tatuaje, texto que edita como un fragmento anónimo (frg. adesp. 3) en la Parte III (pp. 679 y ss.). Discute la dudosa atribución a Fanocles en su respectivo capítulo, donde afirma que esta mención “no se puede pasar por alto” (p. 356); posteriormente, en la introducción a Mero de Bizancio, menciona que también se ha postulado como obra de la poeta (p. 557). Por ello, y aunque en la introducción al fragmento explica esta polémica (destacando finalmente la candidatura de Hermesianacte), llama la atención que no señale esta cuestión en el apartado dedicado al colofonio, dado que su autoría ha sido la que ha tenido más apoyo de los especialistas y algunos de sus editores imprimen este fragmento a pesar de que lo consideren dudoso (como J. L. Lightfoot en su ya citada Hellenistic Collection).
En cuanto al texto de Hermesianacte, destaca el testimonio 3, que de hecho constituye los vv. 69-74 del frg. 3 del poeta, y que, como apunta el mismo Gallé (n. 98): “ningún editor incluye […] como testimonio”. Igualmente, resalta el apéndice crítico textual al fragmento 3 (pp. 227 y ss.), en el que el autor señala con mayor precisión variantes y lecturas. El frg. 3 de Alejandro Etolo también se complementa con un apéndice crítico textual de este tipo, que se utiliza únicamente en estos dos casos.
Partenio de Nicea se estudia sólo en su faceta de autor elegíaco, por lo que no se encontrarán aquí sus conocidos Ἐρωτικὰ Παθήματα. En este caso particular no se incluyen fragmentos de los que no haya certeza que fueran elegíacos. Gallé explica su criterio de la siguiente manera: “La presente edición de los fragmentos se divide en tres grandes bloques en los que se recogen tan solo los fragmentos elegíacos de obra conocida […], los fragmentos elegíacos de ubicación incierta […], y los fragmentos que pueden ser hexamétricos o elegíacos pero de obra conocida” (p. 384). Igualmente, advierte que varía el orden con respecto a editores previos, privilegiando la certeza de que sean elegíacos.
Otra novedad relevante sobre Partenio es el título de la obra a la que pertenece el frg. 12 (pp. 426-427), que Gallé edita como Λευκάδιαι y traduce Leucadias, en lugar de Λευκαδίαι (o sea, las islas Leucadias), aceptado comúnmente entre los especialistas. El editor considera que el texto podría referirse a las mujeres de Léucade que cumplen el rito sacrificial de arrojarse de la roca homónima y no a las islas, ya que sólo existe una isla Léucade. No obstante, hay que señalar que J. L. Lightfoot ya había sugerido esta interpretación en su edición de 1999,4 aunque imprime Λευκαδίαι.
La Parte II (pp. 455-643) se titula Retazos elegíacos o Frustula elegiaca. Aquí se recogen fragmentos de autores conocidos (es decir, no anónimos, aunque se sabe muy poco o casi nada de su vida o identidades), datados entre los siglos IV-I a. C., cuya obra elegíaca tuvo menor fortuna que los de la sección anterior en su conservación y transmisión. Por ende, Gallé (p. 459) deja fuera: “autores de los que, por más que los testimonios o los indicios inviten a presumir una producción elegíaca, no hay ninguna constancia de ella”. Esta parte inicia con una breve introducción en la que se explican los criterios de selección y las características de los textos contenidos. Posteriormente, se encuentra una lista de los diecisiete autores recogidos y de sus fragmentos. Éstos son, en orden: Agatilo el arcadio, Anacreonte el joven, Aristocles, Artemidoro (¿de Tarso?), Butas, Cleón (¿de Curio?), Diodoro de Elea, Eratóstenes de Cirene, Hédile, Hédilo de Samos o Atenas, Mero de Bizancio, Nicéneto de Samos o de Abdera, Filostéfano de Cirene, Posidipo de Pela, Simias de Rodas, Símilo, Sóstrato (¿Sosícrates?) de Fanagoria o Sóstrato de Nisa.
La sección dedicada a Artemidoro (¿de Tarso?) es problemática. No se entiende por qué forma parte de este volumen si el mismo Gallé reconoce que, según las conclusiones de estudios recientes, la existencia de un Artemidoro elegíaco helenístico es ya insostenible. El traductor defiende su presencia (p. 489): “como testimonio de una disquisición filológica pretérita y siempre atenta a cualquier nuevo avance en la investigación”, argumento que encuentro poco persuasivo e inconsistente con los criterios antes expuestos. La inclusión y el título, a primera vista, serían engañosos, pues inducen a pensar que Artemidoro, tal vez el de Tarso, escribió elegías, cuando, en realidad, se nombra a un Artemidoro en una interpolación en el Epítome de los Catasterismos de Eratóstenes como autor de elegías (dato que rechazan la crítica y el mismo Gallé; cfr. pp. 489-490 y n. 467). La evidencia para identificar a este Artemidoro con el de Tarso se basa en el hecho de que éste fue compilador de una sylloge de poesía bucólica, cuyas características, principalmente su versatilidad y uso frecuente del relato erótico-mitológico (usando como ejemplos la obra de Mosco y Bión), propiciarían la posibilidad de “relacionar sin reservas la cita del ‘Delfín’ de Eratóstenes” con Artemidoro de Tarso (p. 490). El sustento en la autoridad de A. S. F. Gow (p. 490: “si como defiende Gow es el Artemidoro citado en el encabezamiento de una colección de poesía bucólica”, refiriéndose al epígrafe de AP 9. 205 y que Gallé toma como testimonio 1) también es equivocado. Ésta no es propuesta de Gow, sino communis opinio de la crítica; ya Wilamowitz proponía que este epigrama de Artemidoro era el inicio de una colección de poesía bucólica.5 La postura de Gow, en todo caso, contradiría la de Gallé y su insistencia en la versatilidad temática, pues el inglés abogaba por una colección “reducida”, constituida únicamente por idilios concebidos como pastoriles.6
Los últimos dos autores compilados en esta sección, Símilo y Sóstrato (¿Sosícrates?), son prácticamente desconocidos, no sólo por el público, ya sea general o especializado, sino para la misma crítica, que no ha logrado determinar correctamente sus identidades (en el caso de Símilo, Gallé no presenta testimonia; en el de Sóstrato, señala que existe la posibilidad de que fueran dos o incluso tres autores diferentes o un único autor, cuyo nombre podría ser Sóstrato pero que podría provenir de Nisa o Fanagoria). A pesar de esta problemática, es importante que sus fragmentos, sumamente ilustrativos sobre aspectos particulares de la práctica elegíaca helenística y su uso de la mitología, historia y etiología, sean incluidos en este volumen y leídos en conjunto con otros nombres y textos mejor conocidos del género. La labor de Gallé rescata elementos previamente marginados y contribuye al esclarecimiento de una tradición de limitada accesibilidad. Esta “arqueología elegíaca” constituye uno de los aspectos más destacables de esta obra y una de sus principales aportaciones.
La Parte III cierra el libro y se titula Elegía anónima fragmentaria o Elegiaca adespota (pp. 645-809). En esta sección se incluyen los textos fragmentarios anónimos transmitidos en distintos soportes (papiro, inscripciones, etcétera) de los que consta su forma elegíaca y que puedan ubicarse en la edad helenística, o bien, textos elegíacos helenísticos de transmisión directa. De nuevo inicia el capítulo con una introducción que describe panorámicamente los temas y contenidos de los fragmentos recogidos, destacando su trascendencia y valor literario, así como su “componente subjetiva”, de particular relevancia para el autor. En esta ocasión se ofrecen por primera vez, como enfatiza Gallé, la traducción castellana de los principales textos elegíacos helenísticos anónimos, previamente dispersos en otras colecciones y traducciones. Considero que el mérito no recae nada más en la translación lingüística, que implica en efecto mayor difusión, sino en el mismo hecho de recogerlos en una edición crítica con introducciones y notas que aclaren sus complejos significados y contextos. Al igual que en la Parte II, se presenta primero una lista de los fragmentos recogidos, distribuidos en 15 apartados, seguidos de tres fragmentos de una segunda sección titulada Alia exempla adespota verisimiliter elegiaca, sed nimis mutila u Otros ejemplos de poemas anónimos presumiblemente elegiacos, pero demasiado fragmentarios, haciendo un total de 18 apartados. El texto más conocido es la polémica y muy estudiada Elegía del tatuaje (frg. adesp. 3), a la que me referí previamente.
El frg. adesp. 4 consiste en los distintos textos que componen los Fragmenta erotica, ya mencionados. El frg. adesp. 4.e, Sine titulo (SH 967, 1-10), es definido lacónicamente en la introducción (p. 693) y de nuevo en la nota 687, como “una selección de flosculi homéricos”, sin mayor explicación al respecto. Gallé se limita a reproducir la anotación al fragmento de Lloyd Jones y Parsons (SH, p. 474), quienes lo describen como “Elegia. Flosculi homerici…”, lo que dificulta la comprensión del texto y de la interpretación de Gallé.
Por último, quisiera realizar algunas acotaciones sobre aspectos de formato. Ameritaría hacer una revisión de algunos datos bibliográficos desplegados a lo largo del volumen. En la nota 41 de la p. 139, Gallé menciona la reseña de A. Sens a la edición de Filitas elaborada por K. Spanoudakis como parte de la polémica de la interpretación del Hermes, pero no cita el texto ni lo incluye en su bibliografía.
En la nota 64 de la p. 153, remite a la “reseña de la edición de L. Sbardella de H. White (2003b, p. 327)”, pero en la bibliografía general, la entrada “White 2003b” contiene el nombre de un artículo y no de una reseña: “ ‘Six Philological Notes’, Myrtia 18, 2003b, pp. 305-309 y 327”. La reseña de White está en el mismo volumen (Myrtia 18, 2003), mas en realidad se encuentra en pp. 326-327 y es un documento distinto, por lo que la manera en la que se consigna aquí es confusa.
En la p. 174, varias de las menciones de la bibliografía sobre la influencia hesiódica en el catálogo de Hermesianacte están erradas: “Casper 2005”, es “Caspers 2005” en la bibliografía general; “Hunter 2006” remite al libro The Shadow of Callimachus, aunque la referencia “Hunter 2005” suena más coherente con el tema discutido porque es un capítulo de libro del mismo R. Hunter sobre el catálogo hesiódico en la poesía helenística (“The Hesiodic Catalogue and Hellenistic Poetry”). No hay ninguna entrada “Gärtner 2021”, sino una del 2012. De manera similar, en la p. 183 se cita a “Farrell 2021”, pero en la bibliografía general sólo se consigna “Farrell 2012”. En la p. 633 el año de “Wellmann 1982” debe ser 1892 (así se encuentra en bibliografía general).
Además, noté algunas erratas que pueden esperarse en un volumen tan amplio como éste, pero que valdría la pena corregir para futuras ediciones: en la p. 133, test. 26e: “tu ritmos”; en la p. 235: “se trata del verbo es κλαίω”; en la p. 236: “la perdida de una iota”; en la p. 252: “coinFcidir”; en la p. 386: “Billaut 2008” en lugar de Billault; en la p. 409: en la traducción del frg. 1, ἀνάγνωθι está transliterado como “anagn thi”; en la p. 429, n. 393: “en la presenta edición”; en la p. 447, n. 431: Eratótenes; en la p. 658: “sueno” en lugar de “sueño”; en la p. 679: “Papthomopoulos” en lugar de Papathomopoulos; en la p. 684, n. 631: “la lucha de Heracles contra con el león”; en la p. 716: “la mujeres”.
No sobra remarcar que este volumen es una valiosa contribución con un punto de vista particular y novedoso que enfatiza las características principales del género, su carácter subjetivo y su función como vínculo entre los contextos literarios griego y latino. Sin duda debe ser un referente obligado y útil para quienes estudian este periodo, este género y la literatura antigua en general.