1. Introducción
El concepto de transitividad en la lengua es antiguo y ha ido sufriendo cambios a lo largo de la historia. Prisciano de Cesarea, quien es, para muchos, el artífice de la gramática latina “de mayor trascendencia y sentido lingüístico”1 de la latinidad, fue el primero en reflexionar sobre este rasgo en lengua latina.
El autor propuso una explicación de transitividad compleja y llena de referencias a la gramática y a la filosofía de épocas previas.2 En concreto, el de Cesarea vislumbró dos tipos de transitividad oracional, una estrecha y una amplia, que se transmitieron durante la Edad Media3 con distinta suerte. En este trabajo postularemos que, mientras al inicio del medioevo no hubo reflexión acerca de este fenómeno lingüístico -en parte debido a una necesidad de simplificación de la gramática latina para los usuarios de la época4-, ya en el Renacimiento la concepción estrecha fue la que prevaleció5 y en la discusión actual del concepto de transitividad se pueden observar no pocos de los apuntes que Prisciano había delineado para este fenómeno en su sentido amplio.
Así pues, en este trabajo, después de ofrecer una visión panorámica de la figura del gramático y de su obra (§ 2), expondremos brevemente las características principales de transitividad ofrecidas por la gramática tradicional y por la lingüística actual (§ 3), y las enlazaremos con las dos definiciones que el de Cesarea ofreció para este fenómeno de la lengua (§ 4). Cerramos el artículo con el recuento de las ideas más importantes expuestas (§ 5).
2. Prisciano y su obra
Según la tradición,6 Prisciano es originario de Cesarea Mauritania, al norte de África, y llegó a inicios del siglo VI a la capital del Imperio romano de oriente, Constantinopla, para impartir clases de gramática latina entre la élite imperial.
En las primeras décadas del siglo VI, Prisciano, exhortado por el cónsul y patricio Juliano, compuso los dieciocho libros de su Ars, llamada por los modernos Institutiones grammaticae,7 para según él “unir en una sola las aportaciones más elegantes de los gramáticos griegos y latinos” (GL 2, 2: ex utriusque linguae moderatoribus elegantiora in unum), en una Constantinopla en la que la lengua utilizada era la griega, mientras que la latina seguía siendo una lengua de prestigio. Lo más trascendente de esta obra es que reunió la teoría gramatical de los alejandrinos con la doctrina de gramáticos latinos previos, incorporó por primera vez a la morfología la sintaxis, materia contenida en los últimos dos libros, y añadió un catálogo de construcciones griegas con su equivalente latino.8 De los otros títulos atribuidos al gramático se pueden mencionar la Institutio de nomine et pronomine et verbo, de tipo más morfológico; De figuris numerorum y De metris fabularum Terentii, de métrica; Partitiones duodecim versuum Aeneidos principalium orationis, una especie de comentario filológico; o De laude Anastasii imperatoris, de corte panegírico.
En la transmisión de las Institutiones la sintaxis tuvo un papel relevante: de los 527 manuscritos,9 casi la mitad incluye esa parte, es decir, los libros XVII y XVIII,10 que se retomaron a profundidad en la segunda mitad del siglo IX con la elaboración de comentarios y glosas. Anteriormente, lo que se recuperaba eran resúmenes de sus libros sobre morfología, aunque, para esto, era más común que se retomara la obra de Donato (s. IV) y sus comentaristas, o la de Máximo Victorino (s. IV).
Un ejemplo del olvido que sufrió el análisis sintáctico de Prisciano fue el que se dio en la Hispania visigótica: ni Isidoro de Sevilla (ss. VI-VII) ni Julián de Toledo (s. VII) incluyeron la sintaxis en sus obras; si acaso, Isidoro en sus Etimologías hizo un análisis sobre la conjunción,11 pero su fuente principal fue Donato y sus comentaristas posteriores. En cuanto a las Etimologías de Julián, más teóricas que las de Isidoro, sus fuentes son Máximo Victorino, Malio Teodoro y rastros de Prisciano, pero de este último solo se incluye la obra sobre morfología (Institutio de nomine et pronomine et verbo), no las Institutiones. En el renacimiento carolingio (ss. VIII-IX), Alcuino de York fue el principal promotor de la obra priscianea,12 inicialmente de la dedicada a las partes del discurso, es decir, la morfología; posteriormente, los manuales fueron incorporando consideraciones sintácticas de cierto interés.13
La relevancia de Prisciano se debe, pues, entre otras cosas, a que es el responsable de haber transmitido la idea, en conformación, de la transitividad, o, mejor dicho, del comportamiento transitivo de ciertas construcciones, como se expondrá más adelante (§ 4).
3. El concepto de transitividad
La transitividad es un fenómeno central y compartido en la estructura de muchas de las lenguas naturales,14 que se define, en líneas generales, como la cualidad de ciertos predicados de necesitar, al menos, dos participantes obligatorios, un sujeto y un objeto o complemento directo. Entre ellos, el sujeto, generalmente agente, es el que inicia la acción y la dirige hacia el objeto-paciente, causando en él un cambio de estado:15el niño rompió el papel, Maria backt einen Kuchen auf o Caesar pontem facit son algunos ejemplos.
Sin embargo, este ha sido y continúa siendo un concepto no exento de problemas, tal como ha remarcado, entre otros, el lingüista Giorgio Graffi: “Tra le nozioni ereditate dalla grammatica classica, quella di ‘transitività’ appare dunque tra le più nebulose, tanto che molti si sono interrogati sulla validità e coerenza e, quindi, anche sulla sua utilizzabilità didattica”.16
La controversia que existe en torno a la transitividad se fundamenta, tal como vamos a ver en este trabajo, en que no pocas construcciones que a priori cumplen todos los requisitos para ser transitivas lo son, y viceversa. Ciertamente, es difícil explicar que en oraciones como Juan ha perdido a su padre en la guerra o Laura ama a su pareja profundamente, los verbos perder y amar, considerados transitivos, lo sean: el sujeto de estas oraciones no inicia una acción que acaba por producir un cambio de estado en el objeto.17
A continuación, vamos a profundizar en estos aspectos relativos a la transitividad. En primer lugar, desarrollaremos la visión que la gramática tradicional tenía de este concepto (§ 3.1) y, después, analizaremos cómo se ha tratado en algunos estudios de lingüística actual (§ 3.2).
3.1. El concepto de transitividad en la gramática tradicional
La explicación tradicional acerca de la transitividad se basa en una dicotomía: existen verbos que solo necesitan un sujeto para predicarse completamente, son los verbos intransitivos -del tipo de correr o dormir, en español, o fieri y uenire, en latín-; y otros que, al menos, requieren de dos argumentos para formar una cláusula gramatical con sentido completo, son los verbos transitivos -como los españoles comer y romper o los latinos facere y ponere-. Así, en la oración (1a), el verbo adelgazar es intransitivo, porque para completarse solo es necesario que aparezca su sujeto, en este caso, Juan. Frente a esta situación, armar, el verbo de (1b), requiere de un sujeto, Laura, y de un objeto o complemento directo, un rompecabezas; y el verbo ofrecer, para crear oraciones de pleno sentido, necesita como vemos en (1c) un sujeto, Mi hermano, y un objeto, una rebanada de pan (además de un objeto indirecto, mi sobrino):
(1a) Juan ha adelgazado. (oración intransitiva)
(1b) Laura arma un rompecabezas. (oración transitiva)
(1c) Mi hermano ofrece una rebanada de pan a mi sobrino. (oración transitiva)
En (1b) y (1c) las oraciones no serían completas sin los complementos un rompecabezas y una rebanada de pan. Estos son, pues, complementos obligatorios sin los que la comunicación no sería exitosa, puesto que se trata de verbos transitivos.
En el caso concreto del latín, desde las gramáticas de la Antigüedad (Donato y Prisciano), una de las propiedades básicas de la transitividad consiste en la aparición obligatoria de un complemento en caso acusativo, como dicen Alfred Ernout y François Thomas:18 “L’accusatif (accusatiuus casus) est par excellence le cas du complément direct d’object: urbem statuo, epistulam scribo, et les verbes qui se construisent ainsi avec un régime à l’accusatif sont dits transitifs”. Esto es importante: la gramática tradicional consideraba, generalmente, la transitividad a partir del caso acusativo, lo que no se aleja de la realidad, pues este es el caso de casi el 90% de todos los complementos directos de verbos transitivos en el latín clásico.19
Asociada a esta idea del complemento en acusativo, se ha tendido a definir la transitividad tradicionalmente a partir, también, de su relación con la voz pasiva, de forma que se entiende que los verbos transitivos son aquellos que pueden formar construcciones en voz pasiva, frente a los que no son transitivos, que no pueden. Para seguir con los ejemplos anteriores: Un rompecabezas es armado por Laura (2b) y Una rebanada de pan es ofrecida por mi hermano a mi sobrino (2c) son posibles alternancias pasivas porque ambas oraciones cuentan con verbos transitivos; sin embargo, Juan ha sido adelgazado (2a) es un ejemplo sintácticamente anómalo, pues adelgazar es un verbo intransitivo que no puede llevar a cabo la conversión a la pasiva:
3.2. El concepto de transitividad en la lingüística actual
En la década de los años 70 del siglo pasado, en parte atraídos por el creciente interés hacia el fenómeno de la ergatividad en las lenguas,20 proliferaron los estudios de la transitividad, especialmente en la lingüística tipológica y funcional.21
Las principales aportaciones de las perspectivas recientes al estudio de este aspecto de la lengua consisten, por un lado, (i) en que se concibe como un fenómeno gradual con matices, en lugar de como una realidad inalterable, y en que se contrapone la transitividad a la intransitividad; y, por otro, (ii) en que se describe, mayoritariamente en términos semánticos (lo que favorece su aplicación universal e interlingüística). Veremos, a continuación, algunas propuestas.
Lakoff (1977), Hopper y Thompson (1980), Givón (1985), DeLancey (1987), Langacker (1999) o Kemmer (2003) son algunos de los teóricos que han tratado la transitividad con mayor profundidad en los últimos decenios. Es ya clásica la caracterización de este fenómeno desarrollada por Hopper y Thompson, quienes consideran la transitividad prototípica una realidad gradual que tenía que ver no tanto con los verbos en sí mismos, como con las oraciones en su conjunto, “que se define por una serie de rasgos de carácter semántico más o menos prototípicos: presencia de un Agente, una entidad humana que, de forma voluntaria e intencionada, controla una acción dinámica o actividad expresada por un predicado en modalidad declarativa y afirmativa, dirigida a un Paciente afectado directamente o resultado de dicha acción, etc.”.22
Un ejemplo de las aportaciones de este conjunto de autores es el resumen del listado elaborado por Taylor23 sobre los rasgos semánticos de la construcción transitiva canónica, a saber:
Se describen eventos con dos participantes, codificados como sujeto y objeto directo.
Los dos participantes están claramente individualizados.
El agente (sujeto) inicia el evento.
El agente actúa con conciencia y volición, y controla el evento.
El agente es humano.
El paciente recibe los efectos de la acción realizada por el agente.
El paciente sufre un cambio de estado perceptible como consecuencia del evento.
El evento es puntual.
Hay contacto físico directo entre agente y paciente.
El evento es causativo.
El agente y el paciente son entidades contrapuestas.
El evento es real.
Teniendo como base esta relación de rasgos semánticos, podríamos decir que cuantas más características de las enunciadas tenga una oración más transitiva será y mientras menos, menos transitiva. Así, una oración como Maricela muerde el mango maduro es altamente transitiva porque tiene un sujeto humano, Maricela, muy agentivo, que decide llevar a cabo un evento, en este caso morder, que afecta de forma muy evidente al paciente, el mango maduro, pues al morderlo lo está modificando sustancialmente.
En el caso del latín, las nuevas perspectivas24 respecto de la transitividad no la restringen a la aparición de un complemento en caso acusativo (como pasaba con los puntos de vista más tradicionales), sino que contemplan objetos en otros casos como el dativo (como requieren los verbos fauere, curare o nocere) o el ablativo (como ocurre con uti, frui o fungi).25
Por último, también la relación entre voz pasiva y transitividad se entiende desde la lingüística actual como un hecho escalar, pues no todas las oraciones transitivas se pueden convertir en pasivas, como sucede con los verbos doleo u odi, con los que, por ejemplo, sería sintácticamente errónea la construcción pasiva *Caesar osus est a Bruto.26
Pues bien, después de haber presentado estas dos visiones (la tradicional, en la que el caso acusativo es el protagonista, y la que se emplea actualmente en la lingüística moderna, centrada en la idea de que la transitividad es un hecho gradual que puede presentar su objeto en casos distintos al acusativo), nos interesa exponer cuál es la perspectiva de Prisciano sobre este fenómeno, ya que de él es el primer texto que se conoce sobre transitividad en latín.27
4. La transitividad para Prisciano
En la obra de Prisciano la transitividad es un término en formación, que todavía no se ha especializado para hablar exclusivamente de la transitividad oracional, como la conocemos hoy en día, sino que el gramático utiliza esta palabra y sus compuestos (transitio, transitiua, transire, transitue y retransitio) con la idea de cambio, transición y afectación en la lengua desde una perspectiva general.
Así, a veces, la encontramos con la idea de cambio morfológico, como el que ocurre en un verbo al convertirse en participio y los distintos casos en los que este se flexiona, por ejemplo:28
el verbo, antepuesto o pospuesto, exige por derecho un nominativo, por tanto, si queremos expresar tanto lo que se distribuye como aquellas partes en las que se distribuye, mediante casos oblicuos,29 es necesario utilizar un participio que es tomado en lugar del verbo para concertar con casos oblicuos, y hacer el cambio (transitionem),30 por ejemplo aquilarum uolantium, alterius ab oriente, alterius ab occidente similis est celeritas [“de las águilas que vuelan, una desde el este y la otra desde el oeste, es semejante su velocidad”], o bien mediante dativo: aquilis uolantibus, huic oriens, illi relinquitur occidens [“a las águilas que vuelan, a una abandona el este, a otra, el oeste”], y mediante acusativo: aquilas uolantes, hanc oriens, illam misit occidens [“a las águilas que vuelan, a una la despidió el este, a otra, el oeste”].
Otras veces, el término se refiere a un hipérbaton, en el sentido de un cambio en el orden de palabras, como vemos en seguida:31
frecuentemente los autores utilizan hipérbatos, esto es, alteraciones (transitionibus), por ejemplo: “aio, te, Aeacida, Romanos uincere posse” [“digo que tú, Eacida, puedes vencer a los romanos”]; en cambio, el orden es [te Aeacida] Romani te possunt uincere [“que, a ti, Eacida, los romanos te pueden vencer”], porque naturalmente los padecimientos de las acciones32 son segundos y se indica la acción (hecha) por los romanos, pero el padecimiento (de la acción) por Pirro.
Además, el gramático lo emplea para referirse al cambio de género en algunos sustantivos, como ocurre cuando entran en composición de nuevos adjetivos, dice:33 “Con todo, en las derivaciones de este tipo, frecuentemente encuentras que se produce un cambio (transitionem) de un género a otro, como haec manus [“esta mano”] (fem.) y centimanus [“de cien manos”]”, en donde el sustantivo femenino manus, al convertirse en la base del adjetivo compuesto centimanus, tiene la posibilidad de utilizarse en los tres distintos géneros.34
El término es utilizado también para referirse a los pronombres personales cuando entre ellos se establece una relación de correferencialidad entre la cláusula principal y una subordinada, lo que Prisciano nombra como retransición; por ejemplo, en:35
Sui, puesto que es primario, como hemos dicho, no tiene nominativo, porque necesariamente este pronombre se refiere a algún otro nominativo de tercera persona y porque conserva la construcción de los transitivos. En efecto, o se hace reflexivo, esto es, él mismo muestra que hace algo sobre sí [o que él mismo lo recibe de sí], en lo que es necesario que se ponga algún caso oblicuo, como miseretur sui [“se compadece de sí mismo”], dicat sibi [“se dedica”], accusat se [“se acusa”], potitur se [“se apodera de sí”], o como ya se dijo, se construye mediante una retransición (retransitionem), esto es, cuando a partir de la misma persona se produce una transición (transitio) a otra persona y una retransición desde esa otra a ella misma, lo cual exige de manera similar un caso oblicuo, como rogat me seruus, ut miserear sui [“el esclavo me ruega que me compadezca de él”], petit me amicus, ut sibi prosim [“el amigo me pide que lo beneficie”], commouet me inimicus, ut se accusem [“el enemigo me mueve a que lo acuse”], hortatur me uirtus, ut se potiar [“la virtud me exhorta a que me apodere de él”].
Para el autor también serían transitivos los pronombres posesivos, puesto que entre ellos se establece una relación entre dos: un poseedor y un poseído; así lo expresa en el libro XII:36 “Los (pronombres) posesivos necesariamente se entienden en relación a dos distintas personas y son transitivos (transitiua)”.
Y, por último, el término transitividad es usado por el autor para referirse al comportamiento oracional cuando el evento pasa de una persona A a una persona o cosa B, tal como veremos más adelante. Este tipo de transitividad, que constituye el centro del análisis en el siguiente párrafo, es esbozada por el gramático, cuando este retoma a los estoicos (GL 3, XVIII, 211), a través del alejandrino Apolonio Díscolo, y la opone a la intransitividad en una gradación (vid. imagen) en la que la intransitividad sería congruente al no requerir el verbo ningún complemento más que el sujeto que estaría en nominativo; por otra parte, la transitividad sería menos que congruente, al requerir de caso oblicuo, y no se diga aquellos verbos que piden dos casos oblicuos, pues estos representarían incongruencia.
Dice Prisciano en el libro XVIII:37 “Y se debe saber que a estas construcciones que se resuelven mediante nominativo, ciertamente, los estoicos las llamaban ἀξιώματα o συμβάματα esto es dignidades o congruencias (como ego Priscianus scribo [“yo, Prisciano, escribo”], Apollonius ambulat [“Apolonio camina”], Plato philosophatur [“Platón filosofa”])”. Estos verbos (scribere, ambulare y philosophari) son intransitivos, de manera que se construyen solo con nominativo. Luego sigue: “En cambio, a aquellas en las que se hacen afectaciones (transitiones) de una persona a otra, en las cuales es necesario que se presente con el nominativo también algún caso oblicuo, las llamaban παρασυμβάματα, esto es menos que congruencias, como Cicero seruat patriam [“Cicerón salvaguarda la patria”]”. Aquí, Prisciano, aunque no hace la precisión de que el complemento debe ser un acusativo, presenta un ejemplo con el verbo seruare, verbo transitivo, y patriam, en acusativo. Finaliza diciendo: “pero cuando la construcción se realiza a partir de dos casos oblicuos, la llamaban ἀσύμβαμα, esto es incongruencia, como placet mihi uenire ad te [“me gusta venir a ti”], exigiendo esto ya los mismos nombres ya los verbos”. En este último ejemplo, el verbo conjugado (placet) no requiere un nominativo, sino un dativo, mihi, y un infinitivo, uenire, del que depende el sintagma preposicional ad te, que serían para el de Cesarea los dos casos oblicuos.
Además de esta gradación, Prisciano muestra en general dos maneras de comprender la transitividad oracional, una estrecha y una amplia.38 A continuación, explicaremos la visión estrecha.
4.1. Transitividad estrecha
Que un verbo pueda generar morfológicamente voz pasiva, que afecte a una persona -o que su contenido eventivo pase de una persona a otra-, y que se construya con acusativo, son características de los verbos activos y transitivos. Así lo expresa el gramático cuando dice:39 “entre los latinos, todos los verbos activos, que forman a partir de sí mismos pasivos, y los que son transitivos (transitiua) a las personas, se construyen40 sin duda con acusativo, por ejemplo, oro te [“te suplico”], porque tiene también su pasivo oror a te [“soy suplicado por ti”]”. Estas son ideas que Prisciano explica en más de una ocasión, como cuando contrapone la manera transitiva en la que el verbo exige acusativo, con la manera intransitiva en la que el verbo exige nominativo, a saber:41
añadido el verbo que indica la posesión, entonces la posesión cambia el nominativo a acusativo, pero, el poseedor cambia el genitivo a nominativo, exigiendo esto la naturaleza de este verbo, que intransitivamente (intransitiue) exige un nominativo, pero transitivamente (transitiue), un acusativo. ¿Qué es, entonces, Hector fílius Priami? [“¿es Héctor hijo de Príamo?”]. Interpretándolo, decimos que es esto: Hectorem filium Priamus possidet uel habet [“Príamo posee o tiene a Héctor como hijo”]; patronus Verris Hortensius est? [“¿es defensor de Verres Hortensio?”], esto es patronum Verres Hortensium possidet [“Verres posee a Hortensio como defensor”].
Es decir, la naturaleza de los verbos possidere y habere requiere completarse con un acusativo, mientras que la naturaleza de esse exige un nominativo, exposición que prácticamente coloca los dos tipos de verbos en polos opuestos. Asimismo, en este pasaje es muy interesante observar los cuestionamientos que el gramático hace acerca de la lengua (quid est enim…) y cómo él mismo responde, interpreta y reflexiona al respecto (interpretantes dicimus…); pues, va más allá de proporcionar las reglas.
Además de evidenciar la necesidad del acusativo como complemento de los verbos transitivos (por ejemplo, facio te doctum), Prisciano expone la característica pasivización de estos verbos en los que el agente aparecería en ablativo (fio a te doctus), tal como muestra el siguiente pasaje:
Los neutros42 y deponentes, como más arriba se dijo, si significan acción (actum) y tienen transitividad (transitionem) de una persona a otra, se construyen con acusativo, como facio te doctum [“te hago docto”], sequor hominem [“sigo al hombre”], miror [“(lo) admiro”], aspernor [“(lo) menosprecio”], suspicor [“sospecho (de él)”], contemplor [“(lo) contemplo”], conspicor [“(lo) observo”], de manera que no es ilógico que los más antiguos también los usaran con significado pasivo (passiua significatione), como extensamente mostramos cuando tratamos acerca del verbo. Pero si estos mismos (esto es, los neutros o deponentes) significan pasión (passionem), defienden para sí la construcción de los pasivos, esto es, se construyen con ablativo o dativo, como fio a te doctus [“soy educado por ti”], uapulo ab illo [“soy golpeado por él”], exulo [“soy desterrado (por él)”], nascor [“nazco (de ella)”], patior [“padezco (por él)”].43
Prisciano utiliza el adverbio transitiue44 para referirse a la manera en que los verbos hacen pasar el evento de una persona en nominativo a otras personas en acusativo; por lo tanto, se suponen dos personas, el agente y el paciente. La pasivización forma parte del criterio de transitividad, pues está en su definición, tal como lo deja claro el mismo gramático, quien dice:45 “En cambio, todos los demás (verbos), excepto los adquisitivos, los que equiparan, los que indican superioridad o dependencia,46 que hacen pasar la acción transitivamente (transitiue) del nominativo a las personas, como dijimos anteriormente, se construyen con acusativos, puesto que se suponen dos personas, tanto la del agente como la del paciente, por ejemplo, doceo te [“te enseño”], doceor a te [“soy enseñado por ti”]”.
Como hemos visto, la concepción estrecha de transitividad de Prisciano es la misma que la de la gramática tradicional, es decir, es transitivo un verbo que tiene un complemento en acusativo y que tiene la capacidad de transformar la oración en voz pasiva, además, transita de un agente a un paciente. Sin embargo, el mismo gramático entendía este fenómeno de una manera mucho más compleja.
4.2. Transitividad amplia
La visión estrecha de la transitividad, en la que se propone en exclusiva el caso acusativo para ocupar el lugar del complemento directo, contradice claramente otros apartados de los dos libros dedicados a la sintaxis en los que Prisciano establece un criterio amplio según el cual el verbo transitivo se construye, no solo con acusativo, sino con cualquier caso oblicuo (genitivo, dativo, ablativo), como se puede observar en los siguientes ejemplos del libro XVIII: “También los verbos transitivos (transitiua), de manera similar, suelen construirse con casos variados, como miles eget imperatoris [“el militar necesita a un general”]; Aeneas praemia donat Euryalo [“Eneas dona premios a Euríalo”]; Plato erudit Aristotelem [“Platón enseña a Aristóteles”]; Cicero potitur laude [“Cicerón se apodera del elogio”]”.47 O en: “Todos los verbos transitivos (transitiua) se construyen con genitivo, dativo, acusativo o ablativo, como egeo tui [“te necesito”], insidior tibi [“te acecho”], metuo te [“te temo”], fruor illa re [“disfruto de aquella cosa”]”.48
Es evidente que para Prisciano la transitividad es un fenómeno mucho más complejo y que el objeto de un verbo lo es, siempre que funcione, como complemento obligatorio de este, independientemente del caso en que se presente, ya sea acusativo, genitivo, dativo o ablativo.
La vigencia de la visión de Prisciano es clara, especialmente si comparamos estos textos con los ya citados sobre la lingüística actual. Podemos decir que las perspectivas modernas presentan importantes similitudes con el concepto amplio de Prisciano la cual se había perdido desde el Renacimiento, ya que, como comentamos, había prevalecido la concepción estrecha.
Asimismo, es muy interesante y también muy actual otro aspecto de la teoría de Prisciano: el gramático del s. VI consideraba, igual que en la lingüística contemporánea, que la transitividad era un fenómeno que atañía no solo a los verbos sino a toda la predicación y, además, era de naturaleza compleja y cambiante. Para él una oración transitiva podía estar compuesta por un verbo aparentemente intransitivo o deponente siempre que se le añadiera un segundo complemento, ya fuera persona o cosa, tal como muestra el siguiente pasaje:
Decimos doleo pedem [“me duelo del pie”], ferueo pectus [“me hierve el pecho”], ambulo spatium [“recorro la distancia”]; así también los deponentes transitivos ( transitiua ) que significan acción: sequor hominem [“sigo al hombre”], loquor fabulam [“cuento una fábula”], expiscor socium [“busco un compañero”], experior rem [“experimento un asunto”], arbitror iustitiam [“contemplo la justicia”], reor ueritatem [“calculo la verdad”], suspicor inimicum [“sospecho del enemigo”].49
Todos estos son verbos que para la visión tradicional no podrían llevar objeto ni ser transitivos; sin embargo, para Prisciano el hecho de que una oración sea o no transitiva no depende del verbo en sí mismo, sino de que podamos agregarle un objeto.
El gramático profundizó sobre los verbos activos en el libro VIII de sus Institutiones:
Entonces, los verbos activos, los pasivos y los comunes tienen significado cierto y predefinido, mientras que los neutros y deponentes, variado. Sin embargo, estos verbos se llaman propiamente activos o rectos, los cuales al terminar en o, asumir la r y hacerse a partir de ellos pasivos, inmediatamente, como se dice, pueden transitar (transire) a quien hace la acción y se unen al caso genitivo, dativo o acusativo, como abstineo irarum (“me abstengo de los enojos”) -Horacio en el libro III de las Odas: mox ubi lusit satis, abstineto, dixit, irarum (“después de que se burló suficientemente, absténganse, dijo, de los enojos”)-, impero tibi (“te ordeno”), maledico tibi (“te maldigo”), inuideo tibi (“te envidio”), oro te (“te ruego”), amo te (“te amo”), accuso te (“te acuso”).50
Por tanto, para el de Cesarea la morfología de los verbos no es un criterio que les impida completarse con algún objeto.
Por último, esta transitividad amplia también se puede observar en el hecho de que para Prisciano ciertas oraciones con verbos intransitivos pueden comportarse como las oraciones transitivas prototípicas, por el sentido (sensum) de lo que se lleva a cabo en la oración:
Se debe saber que los verbos impersonales, ya sea que se expresen transitiva o intransitivamente (transitiue siue intransitiue), se construyen con casos oblicuos, a no ser que se formulen mediante una elipsis, por ejemplo, intransitivamente curritur a me [“es corrido por mí”] en vez de curro [“corro”], statur a te [“es puesto de pie por ti”] en vez de stas [“estás de pie”], sedetur ab illo [“es sentado por él”] en vez de sedet ille [“él se sienta”]. Aunque en estos verbos también se puede sobreentender (intellegi) la misma cosa cuando están en voz pasiva, como curritur cursus [“se corre la carrera”], bellatur bellum [“se guerrea la guerra”], de donde, ciertamente, aunque no se añada por quién, sin embargo, puede completarse el sentido de la misma cosa que se hace.51
Así pues, al incluir un sujeto en nominativo relacionado etimológicamente con el verbo intransitivo (cursus para curritur, bellum para bellatur) este puede adoptar forma pasiva igual que sucede con los verbos transitivos.52 Esta es, pues, una visión compleja y completamente moderna de entender la noción de transitividad.53
5. Conclusiones
Prisciano vislumbró dos ideas acerca del fenómeno de la transitividad que han influido tanto en la visión tradicional de esta realidad de la lengua, como en las visiones más modernas, tal como mostramos a lo largo de este trabajo.
Hemos visto, por un lado, que Prisciano esbozó una transitividad “estrecha”, que se caracteriza por centrarse en que el verbo transitivo se completa exclusivamente con un complemento en caso acusativo y tiene la capacidad por sí mismo de aparecer en voz pasiva. Por otro lado, el gramático presentó una concepción distinta de la transitividad, una “amplia”, por referirse no solo a una idea verbal, sino a una oracional en la que el objeto puede aparecer en los distintos casos oblicuos y no solo en acusativo.
Mientras que la visión estrecha de Prisciano fue la que se perpetuó hasta bien entrado el siglo XX, las perspectivas de la lingüística moderna acerca de la transitividad se aproximan conceptualmente a la visión amplia del gramático de Cesarea, como puede apreciarse en el siguiente cuadro en el que mostramos las similitudes entre los criterios para la transitividad de Taylor (1995) y los rasgos que expone Prisciano principalmente en sus dos libros sobre sintaxis y que hemos tratado en este trabajo.
Es claro que la visión de Prisciano acerca de la transitividad es profundamente actual, pues sus reflexiones coinciden con la mayoría de los criterios de la lingüística contemporánea enunciados por Taylor. En definitiva, como hemos visto, tanto en Prisciano como en las distintas perspectivas lingüísticas (tradicionales y modernas), la idea de transitividad es nebulosa y no está exenta de contradicciones, ya que se trata todavía de un concepto en transición.
CRITERIOS DE LA LINGÜÍSTICA ACTUAL (Taylor 1995) | VISIÓN DE PRISCIANO (s. VI) |
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Se describen eventos con dos participantes codificados como sujeto y objeto directo. | |
Los dos participantes están claramente individualizados. | transitiones ab alia ad aliam fiunt personam(GL 3, XVIII, 211) |
El agente (sujeto) inicia el evento. | |
El agente actúa con conciencia y volición, y controla el evento. | Aeneas praemia donat Euryalo; Plato erudit Aristotelen; Cicero potitur laude(GL 3, XVIII, 212). Estos ejemplos presentan sujetos humanos (Aeneas, Plato y Cicero) con conciencia, volición y control sobre el evento predicado por los verbos. |
El agente es humano. | transitiones ab alia ad aliam fiunt personam(GL 3, XVIII, 211) |
El paciente recibe los efectos de la acción realizada por el agente. | si actum significent et habeant transitionem ab homine in hominem, accusatiuo coniunguntur, ut facio te doctum(GL 3, XVIII, 277) |
El paciente sufre un cambio de estado perceptible como consecuencia del evento. | sin haec eadem (id est neutra uel deponentia) passionem significent, passiuorum constructionem sibi defendunt, id est ablatiuo uel datiuo coniunguntur, ut fio a te doctus, uapulo ab illo(GL 3, XVIII, 277) |
El evento es puntual. | |
Hay contacto físico directo entre agente y paciente. | |
El evento es causativo. | |
El agente y el paciente son entidades contrapuestas. | transitiones ab alia ad aliam fiunt personam(GL 3, XVIII, 211) |
El evento es real. |