La micenología es una ciencia novísima que ni siquiera ha llegado a su primera centuria de existencia. El nacimiento de la micenología se remonta a la perplejidad sentida por Sir Arthur Evans un día de 1893, ante los misteriosos signos grabados en las “piedras de leche”: ese descubrimiento azaroso, en un mercado de Atenas, fue lo que, a la postre, lo llevaría a Cnosos. A partir de 1900, las excavaciones de Evans en Creta sacaron a la luz, entre otras cosas, cientos de tablillas que póstumamente fueron reunidas en los dos volúmenes de Scripta Minoa (Oxford, 1909 y 1952). Evans murió ignorando qué idioma estaba representado en esos documentos, aunque presentía que era una “lengua europea”.1
En 1951, diez años después de la muerte de Evans y un año antes del anuncio público del desciframiento de las tablillas de lineal B,2 se funda en España, bajo los auspicios de la Universidad de Salamanca y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la revista Minos.3 Ni los descubrimientos arqueológicos, ni la creación de un órgano académico de difusión de los “textos prehelénicos de Creta” y la “hermenéutica minoica” fueron suficientes para fundar formalmente la micenología: se necesitó saber qué decían las tablillas.
El 2022 marcó el septuagésimo aniversario del desciframiento realizado por Michael Ventris, a partir de la premisa de que el lenguaje de las tablillas de lineal B era griego.4 Es justo decir que las herramientas que potenciaron el descubrimiento de Ventris fueron implementadas por Alice E. Kober quien, al igual que Ventris, murió prematuramente.5
José Luis Melena Jiménez forma parte indiscutible de esta historia que aún sigue escribiéndose. Amigos, colegas y discípulos decidieron homenajearlo con este Festschrift que, para no desentonar con la pasión del gran micenólogo español, tiene un título micénico: “el criador de toros”. El libro reúne diecinueve artículos de tres generaciones de especialistas, escritos en inglés, español, alemán y francés, quienes ofrecen, en la mayoría de los casos, artículos derivados, o relacionados, con líneas de investigación seguidas, o inauguradas, por Melena. A manera de apéndice, se incluye, al final del libro, un post scriptum, comentarios de cada uno de los autores acerca de Melena y un pequeño álbum de fotos.6
Melena pertenece a la segunda generación de micenólogos; “in Spain, three great figures, Francisco R. Adrados (1922-2020), Martín S. Ruipérez (1923-2015), and Antonio Tovar (1911-1985) had firmly laid down the foundations for Spain and José L. Melena to play leading roles in Mycenological research now for over seventy years” (p. 425). Alberto Bernabé -quien, dicho sea de paso, impartió, en el 2014, el primer curso de griego micénico en México- afirma: “we come from different ‘schools’, he from Martín Ruipérez’s (Universidad de Salamanca and Universidad Complutense de Madrid) I from Francisco R. Adrados (Universidad Complutense de Madrid). This has not prevented us from having cordial relations” (p. 434).
Ya que es imposible reseñar cada uno de los artículos, comentaremos brevemente algunos de ellos; nuestra selección se basa, principalmente, en las contribuciones que representan -según nuestra humilde opinión- algunas de las tendencias más importantes de la micenología contemporánea, o los trabajos de los micenólogos más reconocidos.7
“Philologia cum archeologia procedit: reflexiones en torno a la demografía y composición de la sociedad micénica” (pp. 1-20) de Francisco Aura Jorro -famoso, entre otras cosas, por su labor en el Diccionario micénico8- está dedicado al estudio de la serie A de las tablillas de Cnosos y de Pilos.9 La reflexión del autor se centra en la variedad étnica consignada en los antropónimos contenidos en las tablillas, la cual confirma la relación de los principales reinos micénicos con Egipto, Anatolia y Chipre.
“ Ἐν y ἐνί en Micénico” de Alberto Bernabé (pp. 21-35) hace un estudio muy detallado, esencial para cualquier persona interesada en la gramática histórica del griego, de la preposición ἐν (e) y el adverbio ἐνί (e-ni). El análisis de Bernabé se extiende hasta compuestos nominales, adjetivos verbales, adverbios compuestos y composición verbal.
“Mycanaean wo-ra” de Maurizio Del Freo (pp. 36-58) se aventura a especular sobre el significado de la enigmática palabra wo-ra (MY SP 4451, 4452), perteneciente a la interesantísima serie S, que agrupa información sobre carruajes y equipo militar. La peculiaridad que le sirve a Del Freo para plantear la muy plausible hipótesis de que la palabra hace alusión a un adorno del carruaje es que la palabra micénica aparece junto al logograma *253.10
El artículo de Yves Duhoux, “Le trait d’union linéaire B” (pp. 59-70) arroja luz sobre la todavía misteriosa y fascinante figura del escriba micénico. Numerosas “manos” anónimas se han identificado hasta el momento y la tecnología ha permitido distinguir sus particularísimos usus scribendi e, incluso, ha revelado sus huellas dactilares. Duhoux se concentra en el trazo que separa las palabras en las tablillas -una pequeña línea vertical, al final de las palabras, a veces un punto alargado- y estudia con minuciosidad algunas tablillas de Pilos y de Cnosos. Según la hipótesis de Duhoux, los especímenes estudiados muestran que algunos escribas utilizaban el “separador de palabras” también como un divisor silábico.
La contribución de José L. García Ramón, “Anthroponymica mycenaea 12” (pp. 89-126) es la entrega más reciente de una serie de estudios comenzados en el 2000 y publicados en distintos libros y revistas. El artículo en cuestión está dedicado al nombre “Ne-ri-to” que aparece en la tablilla PY Cn 13; según la interpretación del autor, está formado de la partícula privativa ἀν y el sustantivo ἔρις.
“Figs and Fig-trees at Knossos” de John T. Killen (pp. 126-136) propone una lectura novedosa del ideograma NI en la tablilla KN F(2) 841. La hipótesis del autor es que dicho ideograma, que en otros contextos significa “higo”, debe de leerse, en este contexto, como “higuera”. La misma tablilla le proporciona otra prueba de esta curiosa y rara metonimia: la palabra “aceite” (e-ra-wa) debe de leerse como “olivo” para hacer sentido.
El artículo de Thomas Palaima (“pa-ki-ja-ne, pa-ki-ja-na and pa-ki-ja-ni-ja”, pp. 285-323) está compuesto de dos partes: la primera es un recuento de los momentos más memorables de la amistad entre estos grandes micenólogos, la segunda es propiamente el artículo. Palaima hace un profundo análisis de la interpretación histórica de las palabras micénicas pa-ki-ja-ne, pa-ki-ja-na y pa-ki-ja-ni-ja que muchos especialistas -entre ellos el maestro de Palaima, E. L. Bennett- relacionaban con σφαγ-, raíz relacionada con cortar algo y, en un sentido más específico, con “asesinar”. Palaima, plausiblemente, se aventura a sugerir que no tiene ninguna relación con una palabra griega, sino con un topónimo pre-micénico.
Finalmente, Massimo Perna (“Quelques réflexions fiscales sur la tablette Jn 829 de Pylos”, pp. 334-344) analiza una colección de tablillas exclusiva de Pilos que registra solicitudes y entregas de metales, y propone una interpretación alterna de las cantidades de bronce (ka-ko) entregadas al palacio consignadas en la tablilla 829. Algunos estudiosos propusieron que dichas cantidades obedecían a una relación de dominio sobre ciertos territorios, es decir, más bronce, más subordinación al palacio. Perna, sin embargo, rechaza esta opinión y enfatiza que la tablilla en cuestión debe interpretarse “dans le contexte particulier de la situation d’urgence que le Palais connaît probablement à la veille de sa chute” (p. 336).
La calidad de los artículos no desentona con la importancia y magnitud del trabajo de Melena. El álbum de fotos incluido al final evidencia la calidad humana de los autores y, especialmente, de Melena quien, dicho sea de paso, ha puesto a disposición de cualquier persona interesada algunos de los artículos y libros más trascendentes para la micenología.11