Introducción
Los casos de desplazamiento y muerte de lenguas indígenas y minoritarias se han multiplicado mundialmente a tal grado, que se estima que por lo menos 50 % de las lenguas del mundo podrían desaparecer en los próximos cien años (Nettle y Romaine 2000). El p'urhépecha es una de las lenguas amenazadas de México y, si bien es cierto, que podría ubicársele entre las menos amenazadas del país (Moseley 2010), en muchas comunidades donde predominaba hace todavía algunas décadas, ésta ha sufrido una reducción drástica en el número total de hablantes y en el número de hablantes bilingües que la transmiten a las generaciones más jóvenes, haciéndo peligrar su continuidad a largo plazo.1
En México, los últimos datos censales sugieren que la norma consiste en que las lenguas indígenas sean desplazadas de manera inexorable por el español, incluso en comunidades donde apenas dos o tres generaciones atrás la lengua indígena (LI) mantenía amplias funciones comunicativas y de transmisión de la historia, cultura y tradiciones comunitarias. Las lenguas indígenas mexicanas se encuentran en una marcada desventaja en su interacción cotidiana con el español dentro de un ecosistema lingüístico donde este último es dominante no sólo por su mayor número de hablantes, sino porque también recibe la mayor parte del apoyo gubernamental y de la iniciativa privada en términos de políticas favorables y esfuerzos de planificación lingüística. En general, la situación de las lenguas indígenas mexicanas frente al español es desventajosa a tal grado que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) ha estimado que de las 364 lenguas indígenas existentes en México, 259 podrían considerarse en riesgo de desaparecer (INALI 2009, 24).2
En el caso particular de la lengua p'urhépecha, después de un periodo inicial de contracción lenta que abarcó del primer tercio del siglo XVI a mediados del siglo XVIII, y otro de contracción acelerada que abarcó de mediados del siglo XVIII a mediados del XIX (West 1948), ésta alcanzó un estado de relativa estabilidad que perduró hasta la década de los cuarenta del siglo XX. Mediante un análisis comparativo de los datos del Sexto Censo General de Población de 1940 (West op. cit.) y del Censo de Población y Vivienda de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mostraré cómo de 1940 a 2010 la lengua p'urhépecha ha sufrido un debilitamiento significativo que conducirá, hacia el año 2060, a una reducción importante de la extensión geográfica ocupada por la comunidad lingüística p'urhépecha, y a su fragmentación en por lo menos nueve zonas independientes sin colindancia territorial entre sí.3 Dentro de este proceso general, la región del lago de Pátzcuaro es particularmente interesante debido al debilitamiento abrupto que el p'urhépecha ha sufrido en muchas comunidades en el periodo comprendido entre 1940 y 2010.
En la primera parte de este artículo abordaré el proceso de contracción macrorregional de la lengua p'urhépecha entre 1940 y 2010, y realizaré una proyección inferencial acerca de la posible extensión de la comunidad lingüística p'urhépecha en el año 2060, basada en los datos del censo del año 2010 sobre el porcentaje de la población de 3 y 4 años de edad hablante de lengua indígena; la segunda parte se enfocará en el análisis de la desaparición de la lengua p'urhépecha en la región lacustre de Pátzcuaro y las causas posibles detrás de este fenómeno; en la tercera y última parte se presentarán algunas reflexiones finales.
La evaluación del grado de debilitamiento macrorregional de la lengua p'urhépecha en el periodo de 1940 a 2010 se realizó comparando, para casi todas las comunidades mencionadas por West (1948), tres conjuntos de datos específicos: 1) los datos censales de 1940 sobre población hablante de LI contra los datos de 2010 sobre la población de cinco años y más hablante de LI; 2) los datos de 2010 sobre la población que habita en hogares censales indígenas contra la población total de cada comunidad;4 3) los datos de 2010 sobre la población de 3 y 4 años de edad hablante de LI contra la población total de 3 y 4 años de edad en cada comunidad.
El análisis de este conjunto de datos censales hizo posible el seguimiento diacrónico de los patrones de contracción de la comunidad lingüística p'urhépecha, de la situación de vitalidad del p'urhépecha en cada comunidad en el año 2010, de las tendencias históricas y actuales en relación con los patrones de transmisión intergeneracional de esta lengua, y de la extensión posible que la comunidad lingüística p'urhépecha podrá alcanzar para el año de 2060 si las tendencias actuales en la transmisión intergeneracional se conservan inalteradas.5 En general, los datos sobre la transmisión del p'urhépecha sugieren que dentro de 60 años la comunidad lingüística sufrirá una desintegración y recesión general, quedando solamente ciertos reductos del p'urhépecha sin colindancia territorial entre sí.
En relación con la evaluación de los patrones de transmisión intergeneracional del p'urhépecha, los datos censales de 2010 que resultan de mayor utilidad son la población en hogares censales indígenas en relación con la población de hablantes de LI de 5 años y más,6 y la diferencia entre el número de hablantes de LI de tres años y más y los hablantes de cinco años y más, comparado con la diferencia entre la población de tres años y más y aquella de cinco años y más (dejando como resultado al número de hablantes de LI de tres y cuatro años de edad en relación con la población total de tres y cuatro años en cada comunidad). Éste es un dato que nos permite apreciar si la LI se ha transmitido a las generaciones más jóvenes, o si al contrario los hablantes de LI se encuentran únicamente entre los adultos. Una forma más sencilla de apreciar si existen nuevos hablantes del p'urhépecha es simplemente comparar la diferencia entre la población de cinco años y más que habla LI y la de tres años y más que habla LI. En las comunidades donde todavía existe transmisión intergeneracional del p'urhépecha, la población hablante de LI de tres años y más deberá necesariamente ser mayor a la población hablante de LI de cinco años y más. Como podrá observarse más adelante, en un número considerable de comunidades la transmisión intergeneracional del p'urhépecha ha disminuido considerablemente o incluso se ha detenido por completo.
Para el análisis de la situación lingüística mesorregional en el lago de Pátzcuaro, la comparación de datos censales se complementó con diversas fuentes documentales y datos de campo de primera mano, retomándo además los planteamientos de Fishman (1972, 109) y Terborg (2006; Terborg y García Landa 2011) como herramientas de análisis de los factores que han promovido la interrupción en la transmisión intergeneracional del p'urhépecha en ciertas comunidades de la región en el periodo comprendido entre 1940 y 2010.
Al hablar de la comunidad lingüística p'urhépecha, he excluido de manera intencional a la población hablante de esta lengua distribuida fuera de la región p'urhépecha de Michoacán (tanto en el resto de México como en los Estados Unidos). Es innegable que los fenómenos de la creación de una comunidad lingüística p'urhépecha de carácter transnacional y del proceso de expansión del p'urhépecha en distintas ciudades de los Estados Unidos son interesantísimos, pero para los propósitos de este artículo, me ceñiré únicamente a la zona que West (1948) identificó como el territorio nuclear de la lengua p'urhépecha, aquel integrado por las regiones de la Sierra P'urhépecha, la Cañada de los Once Pueblos, la Ciénega de Zacapu y el Lago de Pátzcuaro, en Michoacán. Igualmente, al hablar de la contracción y fragmentación de la comunidad lingüística, nótese que hablaré únicamente desde un punto de vista de la transmisión y "reproducción", en el sentido de Ordorica (Ordorica et al., 2009), de la lengua p'urhépecha, sin considerar cuestiones referentes al cambio interno dentro de su sistema lingüístico (cambios en su gramática, sistema fonológico, divergencias dialectales, etc.), y sin tomar en cuenta la perpetuación de otras manifestaciones culturales compartidas por las distintas comunidades de la región que puedan preservarse aun cuando la lengua indígena haya desaparecido. Por otro lado, considero que equiparar a la región p'urhépecha con la comunidad lingüística p'urhépecha tiene sentido en la medida en que los límites de la región han sido establecidos con una base lingüística, más que con una cultural en el sentido amplio de la palabra (CDI 2006).
En relación con la validez de los datos censales para determinar el número de hablantes de LI en cada comunidad, es importante tener en cuenta la posibilidad de existencia de inexactitudes, emanadas tanto del proceso de levantamiento de datos como de la naturaleza misma del instrumento. Debido a que el cuestionario utilizado en los censos no está diseñado para evaluar el grado de competencia o dominio lingüístico de los encuestados y los miembros de su hogar (ya sea directa o indirectamente), sino que registra lo que Roth Seneff (1989) llamó las "opiniones o actitudes que conserva la población respecto a las lenguas indígenas", los datos censales pueden presentar un panorama que se aleja significativamente de la situación real de vitalidad lingüística. Por ejemplo, la estigmatización de una lengua indígena puede motivar a sus hablantes a negar todo conocimiento de ésta, dando la impresión, al observar los datos censales, que ésta ha desaparecido de esa comunidad particular. En el caso de la región del lago de Pátzcuaro, la validación de los datos censales ha sido posible hasta cierto grado gracias a: 1) la observación directa realizada en las comunidades de Santa Fe de la Laguna, San Jerónimo Purenchécuaro, San Andrés Ziróndaro, Quiroga, Tzintzuntzan, Ichupio y Pátzcuaro; 2) la aplicación de un cuestionario sociolingüístico en la comunidad de Santa Fe de la Laguna (Rico Lemus 2010, 2011); 3) la evaluación, mediante una aproximación pausológico-sociocultural, del grado de dominio (en términos de la automatización del sistema lingüístico) de las lenguas p'urhépecha y el español en alumnos de quinto grado de primaria en las comunidades de Santa Fe de la Laguna, San Jerónimo Purenchécuaro y San Andrés Ziróndaro;7 y 4) la abundancia de fuentes documentales existentes sobre un número considerable de comunidades de la región lacustre. Hasta donde he podido corroborar, los datos censales reflejan de una manera que podría considerarse fidedigna el número de hablantes del p'urhépecha en la región lacustre.
Por último, considero importante señalar que el propósito de este artículo no es la realización de un análisis detallado de las causas detrás del desplazamiento lingüístico y de la interrupción en la transmisión intergeneracional de la lengua p'urhépecha a nivel comunitario, sino mostrar que el desplazamiento lingüístico está en efecto ocurriendo dentro de la región p'urhépecha y que representa una amenaza para la integridad territorial de la comunidad lingüística p'urhépecha y, en última instancia, para la supervivencia misma de esta lengua en las décadas futuras.
La situación actual de la comunidad lingüística p'urhépecha: contracción y pérdida de cohesión territorial
Es bien sabido que en tiempos prehispánicos la comunidad lingüística p'urhépecha ocupaba una extensión territorial mayor a la comprendida por la región p'urhépecha actual. Desde sus primeros asentamientos en las cercanías de la ciudad de Zacapu y las riberas del lago de Pátzcuaro, el pueblo p'urhépecha forjó un señorío poderoso e independiente que hacia la década de 1460 dominó casi la totalidad del actual estado de Michoacán de Ocampo y ciertas regiones limítrofes de los estados de Guanajuato y Guerrero (Pollard 2004; Warren 1977). Así, la lengua p'urhépecha, que se hablaba en la mayor parte del señorío (West 1948), gozó en aquella época de una pujanza y vitalidad propias de la lengua de un Estado próspero, poderoso y en constante expansión territorial.
Sin embargo, la desarticulación del señorío p'urhépecha, ocurrida como consecuencia de la dominación y colonización españolas, traería consigo no sólo cambios radicales en la vida cotidiana de los antiguos p'urhépecha, sino también la transformación de su cultura, sus costumbres y la posición que su lengua ocupaba dentro de su sociedad. De manera abrupta, la sociedad p'urhépecha tuvo que hacer frente a una época convulsa, marcada entre otras cosas por la conscripción y reubicación forzada de una parte considerable de su población (Powell 1984; Warren 1977; Zantwijk 1974) y la desaparición de su lengua en vastas regiones de su antiguo territorio (West 1948). De la década de 1520 al año de 1940, la extensión territorial ocupada originalmente por la lengua p'urhépecha se redujo drásticamente como resultado de la colonización española, el despoblamiento de muchas regiones debido a la gran mortandad ocasionada por las enfermedades europeas, y por los procesos de mestizaje y desplazamiento cultural y lingüístico sufridos con el paso de los siglos.
La Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) (2006, 40-41) ubica a la región p'urhépecha dentro de las fronteras de catorce municipios michoacanos: Tangamandapio, Charapan, Chilchota, Cherán, Paracho, Nahuatzen, Erongarícuaro, Los Reyes, Uruapan, Tingambato, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Quiroga y Coeneo, que con 4,767.65 km2 en conjunto (INEGI 2013), representan 8.12 % de la superficie territorial de Michoacán. Sin embargo, es necesario señalar que la misma CDI determinó que los límites de la región p'urhépecha no corresponden exactamente con aquellos de los municipios que la integran. En algunos casos, como en los municipios de Uruapan, Coeneo y Tingambato, los límites de la región corresponden sólo a una fracción del municipio, que la hacen más pequeña que el área total de los municipios que la integran. Aproximadamente, 40 % del municipio de Uruapan se encuentra fuera de la región p'urhépecha, así como 60 % del municipio de Coeneo y 90 % del municipio de Tingambato, lo que provoca entonces que la región p'urhépecha ocuparía solamente alrededor de 6.75 % de la superficie territorial del Estado, o 3,959.07 kilómetros cuadrados.8
En relación con el número de hablantes del p'urhépecha reportados en el 2010 por el INEGI en estos municipios, en el cuadro 1 puede observarse que en la región, 16.6 % de la población de 5 años y más es hablante de LI; 20.6 % de la población habita en hogares donde por lo menos uno de los jefes de familia habla LI; y, solamente, 12.4 % de la población de 3 y 4 años de edad es hablante de LI. Los datos muestran no sólo que al interior mismo de la región p'urhépecha solamente uno de cada seis habitantes de 5 años y más se reporta como hablante del p'urhépecha, sino que aparentemente un porcentaje considerable de los hablantes del p'urhépecha no ha transmitido esta lengua a su descendencia. En primer lugar, la discrepancia entre la proporción de hablantes de LI de 5 años y más y la población que habita en hogares indígenas sugiere que en todos los municipios existe un cierto número de hogares donde los jefes de familia son bilingües en p'urhépecha y español, pero algunos o todos los demás miembros del hogar no hablan la LI. En segundo lugar, la discrepancia entre la proporción de hablantes de LI de 3 y 4 años de edad y aquellos de 5 años y más, y entre los hablantes de LI de 3 y 4 años de edad y la proporción de la población en hogares indígenas refuerza esta suposición, debido a que de llevarse a cabo una transmisión ininterrumpida de la lengua indígena, la proporción de hablantes del p'urhépecha de 3 y 4 años sería similar a la proporción de hablantes del p'urhépecha de 5 años y más, y también a la proporción de habitantes en hogares indígenas.
Estas discrepancias son extremadamente marcadas en los municipios de Cherán, Erongarícuaro, Pátzcuaro, Tingambato y Tzintzuntzan, donde los datos sugieren la existencia de una interrupción abrupta y generalizada en la transmisión de la LI desde hace pocas décadas. En los demás municipios los datos sugieren que el desplazamiento de la lengua indígena ocurre a un ritmo más pausado, y es posible observar que la discrepancia entre el porcentaje de habitantes en hogares indígenas, el porcentaje de hablantes del p'urhépecha entre la población de 5 años y más y el de hablantes del p'urhépecha entre la población de 3 y 4 años de edad es mucho menor que en el caso de los primeros cinco municipios mencionados.
Por otro lado, es digno de mención el impacto nada deleznable que los grandes centros urbanos ejercen sobre los datos a nivel municipal. En todos los municipios de la región p'urhépecha, las cabeceras municipales son comunidades que aglutinan a gran número de habitantes hispanohablantes y donde la proporción de hablantes de LI es muy reducida, como puede observarse en el cuadro 2. Otra característica de las cabeceras municipales, ya observada por West (1948), es su condición de centros comerciales de gran importancia regional, debido a que por lo general es en ellas donde se asientan los mercados más grandes y a donde acuden de manera cotidiana los pobladores de las comunidades vecinas, ya sea para comercializar sus productos o para adquirir ciertos insumos básicos, herramientas y artículos electrodomésticos, entre otros.
Así, no resulta sorprendente que si se descarta a la población de las cabeceras municipales (incluyendo a los hablantes de LI que ahí radican) la proporción de hablantes del p'urhépecha remonta de una manera sorprendente en la mayoría de los municipios citados. En el municipio de Quiroga, por ejemplo, la población en hogares indígenas pasaría de 34.5 a 79.76 %; la población de 5 años y más hablante de LI pasaría de 31.86 a 73.73 %; y la población hablante de LI de 3 y 4 años pasaría de 23.54 a 56.97 %.
En relación con la interrupción de la transmisión intergeneracional de la LI, los casos de Cherán y Paracho son interesantes. De entre todas las cabeceras municipales de la región, estas dos ciudades cuentan con la mayor proporción de hablantes del p'urhépecha de 5 años y más (18.1 % para Cherán y 7.5 % para Paracho), y con la mayor proporción de habitantes en hogares indígenas (39 % en Cherán y 16.1 % en Paracho), y, por lo tanto, de hablantes potenciales de LI. Sin embargo, en Cherán solamente 0.6 % de los habitantes de 3 y 4 años de edad eran hablantes de LI en 2010, mientras que en Paracho sólo 1 % de los habitantes de 3 y 4 años lo era. Comparados con los datos del Censo de 1940 (West 1948) donde se reportó que 87.6 % de los habitantes de Cherán hablaban p'urhépecha (2,969 de un total de 3,388) y 30.4 % de los habitantes de Paracho eran hablantes del p'urhépecha (1,005 de un total de 3,304), los datos del 2010 muestran la dramática reducción en el número de hablantes nóveles del p'urhépecha, sobre todo en Cherán, donde en 2010, 39 % de su población habitaba en hogares indígenas.
En términos geográficos, una característica interesante de la región p'urhépecha es su aparente gran cohesión territorial, debido a que todos los municipios que la integran son colindantes entre sí. Sin embargo, los últimos datos censales sobre la población de 3 y 4 años hablante de LI apuntan hacia la desaparición casi total del p'urhépecha en los municipios de Tingambato, Pátzcuaro, Tzintzuntzan y Erongarícuaro en las próximas décadas. La pérdida de los tres últimos municipios implicará una fragmentación de importancia en la región p'urhépecha, al aislar totalmente a los municipios de Quiroga y Coeneo del resto de la región.
Tradicionalmente se identifican cuatro subregiones dentro de la región p'urhépecha actual, marcadas principalmente por diferencias orográficas, geológicas y ambientales, más que por diferencias lingüísticas: la región del lago de Pátzcuaro; la región de la Sierra o Meseta P'urhépecha; la región de la Cañada de los Once Pueblos, y la región de la Ciénega de Zacapu (CDI 2009; Dimas Huacuz 1995; West 1948). Todavía en la década de 1940 West (op. cit.) habla de los vestigios de la región de Tierra Templada (en los alrededores de Uruapan). De las cuatro primeras regiones mencionadas, la Ciénega de Zacapu es quizá la que mayor grado de contracción y fragmentación ha sufrido entre 1940 y 2010, seguida por la Sierra, mientras que la región del Lago no ha sufrido de fragmentación en este periodo, pero sí de una disminución considerable en el número de hablantes de p'urhépecha. Como puede observarse en el mapa 1, aunque en la región de la Cañada el p'urhépecha sufrió de cierta contracción (perdiéndose la lengua indígena casi totalmente en las comunidades de Uren y Tanaquillo), en esta región es donde el p'urhépecha se mantiene más fuerte, en términos del número de hablantes y de los patrones de transmisión intergeneracional de la LI.
Realizando una comparación de los datos presentados por West (1948) y los datos del Censo de Población y Vivienda del INEGI del 2010, es posible visualizar la magnitud de la contracción que ha sufrido la comunidad lingüística p'urhépecha. Como puede observarse en el mapa 2, en 1940 era posible identificar seis zonas de concentración de comunidades de habla p'urhépecha: la zona integrada por la Sierra y los restos de la Tierra Templada (1), que aglomeraba aproximadamente a 49 comunidades; la región de la Cañada de los Once Pueblos (2), conformada por nueve comunidades; la región del lago de Pátzcuaro (3), formada por 24 comunidades de habla p'urhépecha; la región de la Ciénega de Zacapu, fragmentada en dos núcleos independientes, uno al este (4) conformado por las comunidades de Zipiajo y Teremendo, y otro al oeste (5) integrado por las comunidades de Tarejero, Naranja, Tiríndaro, Comanja y Azajo; y finalmente la comunidad de Cuanajo (6) al sureste de Pátzcuaro, convertida en una isla lingüística aislada del resto de la región p'urhépecha.
Como puede observarse en el mapa 3, para el año 2010 es posible apreciar que en términos del número de hablantes del p'urhépecha registrado en el Censo, la región de Tierra Templada se ha reducido prácticamente a la comunidad de Caltzontzin (al este de Uruapan), mientras que la Sierra se ha fragmentado en dos partes, divididas por una amplia franja territorial que abarca desde Nahuatzen hasta Los Reyes de Salgado; la región de la Ciénega de Zacapu se ha fragmentado en tres zonas: una oriental conformada por Zipiajo y Teremendo, otra occidental formada por Tarejero, Naranja y Tiríndaro, y finalmente la comunidad aislada de Santiago Azajo, separada del resto de la región como consecuencia de la desaparición casi total de la lengua p'urhépecha en Comanja. En la región de la Cañada, la lengua p'urhépecha ha desaparecido casi por completo en las comunidades de Uren y Tanaquillo, mientras que en el Lago, ésta se ha debilitado bastante en Napízaro, San Jerónimo Purenchécuaro, Jarácuaro, Ihuatzio, San Pedro Cucuchucho, La Granada, La Vinata, Ucasanástacua (El Espíritu), Tarerío e Ichupio. En Cuanajo la lengua p'urhépecha se conserva aún, aunque con una vitalidad bastante me nor a aquella registrada en 1940.
Así, si bien en 1940 era posible identificar seis zonas de concentración de habla indígena dentro de la región p'urhépecha, para el año 2010 habría que identificar por lo menos nueve zonas independientes, surgidas como consecuencia de la reducción y fragmentación de las regiones de la Sierra y Tierra Templada, y la fragmentación de la región de la Ciénega. Como veremos más adelante, si las tendencias actuales en la transmisión intergeneracional del p'urhépecha continuan, es posible estimar que dentro de 50 a 60 años será probable la fragmentación de la región p'urhépecha actual en once zonas independientes, rodeadas de comunidades hispanohablantes.
Este proceso de contracción y fragmentación territorial parece replicar, aunque a menor escala, el ocurrido entre 1750 y 1850, cuando el territorio ocupado por la lengua p'urhépecha (cuyos límites en 1750 se encontraban en los ríos Tepalcatepec y Balsas al sur, Zitácuaro y Acámbaro al oriente, y el lago de Chapala, el río Lerma y la laguna de Cuitzeo al norte), se fragmentó en 18 zonas independientes hacia 1850 (West 1948). La más grande de éstas correspondía aproximadamente a la región p'urhépecha actual, pero se extendía hasta la comunidad de Cuitzeo, en la laguna homónima, e incluía a las comunidades de Zacapu, Chilchota, Tacátzcuaro (al suroeste de Zamora), Apo y Tancítaro (al oeste de Uruapan), Uruapan, Opopeo (al sur de Pátzcuaro) y Capula (a medio camino entre Morelia y Quiroga).
En relación con la desaparición de la lengua p'urhépecha en la actualidad, las comunidades de Cuanajo, San Jerónimo Purenchécuaro, Santa Cruz Tanaco, Tarecuato, Santa María Urapicho y Nurío constituyen algunos casos interesantes. Como puede apreciarse en el cuadro 3, existe una discrepancia significativa entre el porcentaje de la población que habita en hogares censales indígenas (quienes constituyen a los hablantes potenciales de LI en cada comunidad), el porcentaje de la población de cinco años y más hablante de lengua indígena y el porcentaje de la población de 3 y 4 años de edad hablante de lengua indígena. Mientras que en todas estas comunidades el porcentaje de hablantes potenciales se encuentra entre 79 % y 97 %, el porcentaje de hablantes de LI entre la población de cinco años y más se ubica entre 42 % y 78 % y el porcentaje de hablantes de LI entre la población de 3 y 4 años de edad se encuentra entre 4 % y 6 % en tres comunidades, y entre 22 % y 34 % en el resto. A mi juicio, esta discrepancia sugiere fuertemente que en estas poblaciones existe una proporción considerable de hogares donde los jefes de familia son bilingües en p'urhépecha y español, mientras que los demás habitantes del hogar tienen un conocimiento receptivo o nulo de la lengua indígena y, en consecuencia, también sugiere que una proporción considerable de los hablantes bilingües de estas comunidades no han transmitido la lengua indígena a sus descendientes.
Sin embargo, estos datos pueden tomarse también como evidencia de que en estas comunidades el desplazamiento lingüístico no es todavía irreversible, y que además no está motivado por la necesidad de comunicación entre una minoría que es bilingüe en p'urhépecha y español (los adultos y adultos mayores, por ejemplo) y una mayoría monolingüe en español (los jóvenes e infantes). En cambio, los datos sugieren que el reducido número de hablantes nóveles del p'urhépecha depende en gran medida de factores relacionados con las ideologías (conscientes o inconscientes) que inciden en el comportamiento lingüístico de los hablantes bilingües, particularmente en su decisión de no transmitir la lengua indígena a las generaciones más jóvenes. Resulta evidente que esta interpretación depende enteramente de los datos censales existentes, por lo que no sería prudente afirmar de manera tajante que ésta es en efecto la situación sociolingüística real en estas comunidades, hasta no poder contrastar estos datos censales con datos de otra índole, por ejemplo, la observación directa.9 Sin embargo, debido a que los datos señalan la existencia de un número considerable de hablantes de LI, es posible aventurarse a mantener cierta esperanza de que la transmisión intergeneracional del p'urhépecha se reanude en estas comunidades en el futuro no muy lejano como una consecuencia de los cambios positivos, en el estatus y el prestigio de la lengua p'urhépecha, que se han dado en tiempos recientes, y de los cuales hablaré en la tercera parte de este artículo.
La región y comunidad lingüística p'urhépecha en décadas futuras
Hasta ahora el análisis de la contracción de la región y comunidad lingüística p'urhépecha se ha limitado al periodo de setenta años comprendido entre 1940 y 2010. Sin embargo, resulta interesante preguntarse si acaso es posible pronosticar la extensión territorial que éstas tendrán en las próximas décadas. Tomando como base los datos censales de 2010 sobre el número de hablantes de LI de 3 y 4 años, y partiendo del supuesto que los patrones de transmisión del p'urhépecha y el español se mantengan inalterados, es posible visualizar cúal será el número total de hablantes del p'urhépecha en el año 2060, cuando estos infantes sean adultos y la población adulta de la actualidad haya muerto en su mayoría.10 En lo que respecta a la transmisión de la lengua indígena, y como pudo observarse en San Jerónimo Purenchécuaro, aquellos individuos que tienen un dominio receptivo de esta lengua (es decir, que la entienden pero no la dominan lo suficiente como para hablarla), difícilmente podrán transmitirla a sus descendientes, aun en caso de que lo deseen.
En el mapa 4 puede observarse la posible atomización que sufrirá la comunidad lingüística p'urhépecha para el año 2060. En esta fecha, las zonas más robustas serán la Cañada y la región meridional de la Sierra, principalmente el grupo de siete comunidades ubicadas entre Angahuan y Comachuén. En la región lacustre, Santa Fe de la Laguna y San Andrés Ziróndaro se habrán convertido en islas de resistencia del p'urhépecha, al igual que Santiago Azajo y Zipiajo en la Ciénega de Zacapu.
Por supuesto, es importante señalar que si bien en la realización de este pronóstico futuro se utilizaron datos concretos del Censo de 2010, no deja de ser un ejercicio especulativo -o en palabras de Leopoldo Valiñas (1979, 341), con "matices de ciencia ficción"- en el que no se toman en cuenta los efectos de la migración o la puesta en práctica de programas de revitalización lingüística en las comunidades de la región. Sin duda, estos factores pueden modificar radicalmente la vitalidad de la lengua p'urhépecha en las décadas futuras.
La situación actual de la región del lago de Pátzcuaro: fragmentación territorial, desaparición de la lengua p'urhépecha y algunas causas posibles
La historia política y social de la región del lago de Pátzcuaro es extremadamente compleja e interesante. En tiempos prehispánicos, ésta fue la zona metropolitana del señorío p'urhépecha y su "corazón geopolítico" (Pollard 2004, 119). Era la zona con mayor densidad de población del señorío (Enkerlin Pauwells 1992), donde residía el soberano y también donde se habían erigido las ciudades capitales de Tzintzuntzan, Ihuatzio y Pátzcuaro. Por un breve periodo después de la llegada de Cristóbal de Olid a Tzintzuntzan en 1522, la mayoría de las comunidades del lago pertenecieron en encomienda a Hernán Cortés, a quien otorgaron tributo hasta finales de esa misma década, cuando se asignaron directamente como tributarias de la Corona española, pero manteniendo a algunos nobles p'urhépecha como gobernadores de varias repúblicas de indios. De manera simultánea, la orden de los franciscanos comenzó la evangelización de la región, y desde finales del siglo XVI, los jesuitas asentados en la región comienzan la explotación de amplias extensiones de las tierras fértiles de la ribera sur (Enkerlin Pauwells 2001). En la segunda mitad de 1533 llega Vasco de Quiroga a Tzintzuntzan en calidad de visitador de la Segunda Audiencia y ese mismo año funda el hospital-pueblo de Santa Fe de la Laguna (Foster 1948; Warren 1977). Posteriormente, siendo ya obispo de Michoacán, Quiroga hace de la comunidad de Pátzcuaro la más grande e importante de la región, al trasladar la sede del obispado de Tzintzuntzan a Pátzcuaro. Durante este tiempo y hasta su muerte, Quiroga mantuvo también un largo pleito legal por el control de la zona lacustre contra el español Juan Infante, llamado "encomendero usurpador" por Brand (1951, 10), quien logró se le dieran en encomienda gran número de poblaciones en el lago, entre las que se encontraban Huayameo (Santa Fe de la Laguna), Jarácuaro, Erongarícuaro, San Jerónimo Purenchécuaro, San Andrés Ziróndaro, Chupícuaro y probablemente Quiroga, llamada Cocupao en aquel entonces (Brand 1951; Warren 1977). Eventualmente, Infante perdió posesión de los poblados que disputaba, y a partir de 1554 no existieron pueblos en encomienda en la región, por lo que los actores regionales en interacción fueron las repúblicas indígenas tributarias de la Corona y sus barrios y pueblos subordinados, las aldeas indígenas bajo protección del cabildo eclesiástico de Pátzcuaro y después de Valladolid (ahora Morelia), las órdenes misioneras, la nobleza indígena, las haciendas asentadas en las zonas sur, este y oeste del lago, y los vecinos españoles (y después mulatos y mestizos) de Erongarícuaro, Tzintzuntzan, Pátzcuaro y Cocupao (Brand 1951; Castro Gutiérrez 2004; Enkerlin Pauwells 1992, 2001; Zárate Hernández 1992).
En la actualidad, la región del lago de Pátzcuaro está compuesta por parte de los municipios de Erongarícuaro, Pátzcuaro, Quiroga y Tzintzuntzan (creado en 1930 a iniciativa de Lázaro Cárdenas), que comparten las aguas y riberas del lago. En las riberas e islas de este lago se asientan 39 comunidades, en 24 de las cuales todavía se hablaba p'urhépecha por más de 5 % de la población en el 2010. El traslado entre la mayoría de las comunidades de la región (salvo para las comunidades insulares de La Pacanda, Yunuén, Tecuena, Janitzio, Urandén Morales y Urandén de Morelos) es muy fácil gracias a la excelente carretera asfaltada (de alrededor de 52 km de longitud) que recorre la totalidad de la ribera del lago.11 La ciudad de Pátzcuaro constituye el centro urbano y comercial más grande de la región, seguido por Quiroga.
Desde el inicio del periodo colonial, la mayoría de los hispanohablantes que se asentaron en la región de Pátzcuaro lo hicieron en las comunidades de Erongarícuaro, Pátzcuaro, Tzintzuntzan y Quiroga. Así, desde una época muy temprana, la proporción de hablantes del español en estas poblaciones fue mucho mayor que en las del resto de la región. Actualmente, la ciudad de Pátzcuaro y las comunidades de Quiroga, Tzintzuntzan y Erongarícuaro son casi en su totalidad monolingües en español. Hacia 1750, West (1948) comenta que la población hablante del p'urhépecha en estas cuatro comunidades oscilaba entre 25 % y 49 % en Pátzcuaro y Quiroga, y entre 50 % y 74 % en Erongarícuaro y Tzintzuntzan, mientras que en el resto de las comunidades del lago 100 % de la población era hablante del p'urhépecha. Para 1940, el p'urhépecha había desaparecido de la mayoría de las comunidades de la ribera sur y de Quiroga, y casi había desaparecido de Tzintzuntzan y Erongarícuaro, mientras que se mantenía todavía bastante fuerte en la mayoría de las demás comunidades. Para el 2010, sin embargo, los datos censales registran que en sólo ocho comunidades, de un total de 23, donde había hablantes del p'urhépecha, ésta era hablada por más de la mitad de la población de cinco años y más. De estas 23 comunidades, en 1940 se registró que en 22 de ellas, el p'urhépecha era hablado por más de 89 % de la población. Estos datos se muestran en el cuadro 4 y el mapa 5.
Entre 1750 y 1800, la lengua p'urhépecha gozó de gran vitalidad en toda la región lacustre, sufriendo un debilitamiento paulatino únicamente en las comunidades de Cocupao (Quiroga), Tzintzuntzan, Pátzcuaro y Erongarícuaro. Sin embargo, para 1940 el p'urhépecha había desaparecido de la mayoría de las comunidades meridionales, y a partir de esa década, comenzó a sufrir un debilitamiento general en toda la región. Las razones detrás de esta merma considerable en el número de hablantes del p'urhépecha no son del todo claras, pero lo cierto es que ha coincidido con el desarrollo de la red de carreteras que unen a la región con el resto del Estado; con el desarrollo de infraestructura educativa; con el desarrollo de una economía regional basada cada vez menos en el intercambio intercomunitario tradicional y más en el turismo cultural (Vásquez León 2001);12 con un crecimiento demográfico significativo y el sobrepoblamiento de ciertas zonas (Zantwijk 1974); y con el deterioro ambiental de toda la cuenca del lago a causa de la deforestación, la erosión y la contaminación proveniente de las propias comunidades lacustres y los campos de cultivo aledaños (Israde 2006).13
En muchas de las comunidades donde el p'urhépecha ha desaparecido casi por completo en la actualidad entre los habitantes más jóvenes, esta lengua gozaba de una vitalidad muy alta en 1940, de acuerdo con los datos censales y con la observación directa realizada por West (1948). San Jerónimo Purenchécuaro, Puácuaro, Ihuatzio, Janitzio, San Francisco Uricho y Jarácuaro son quizá los casos más dramáticos, debido no sólo al descenso estrepitoso en el número de hablantes jóvenes, sino también al hecho de que en conjunto, estas comunidades agrupaban en el 2010 aproximadamente a 11,279 hablantes potenciales del p'urhépecha (y sólo a 6,125 hablantes de LI de tres años y más). De acuerdo con los testimonios de algunos habitantes de Santa Fe de la Laguna mayores de cincuenta años, todavía para la década de 1970, la lengua p'urhépecha se mantenía altamente vital en San Jerónimo Purenchécuaro. Sin embargo, con base en testimonios recabados en esta última comunidad, es probable que para esta época un número considerable de los jóvenes e infantes tenían -en el mejor de los casos- un dominio receptivo del p'urhépecha. Actualmente, la mayoría de los hablantes del p'urhépecha en San Jerónimo se encuentran entre los habitantes de 60 años y más, mientras que la mayoría de los habitantes entre los 40 y 50 entienden el p'urhépecha y en algunos casos lo hablan, y casi la totalidad de los habitantes menores de 30 años son totalmente monolingües en español (a excepción de algunos individuos que conocen algunas palabras aisladas del p'urhépecha).
En la ribera sur del lago se asientan ocho comunidades donde ya en 1940 la lengua indígena había desaparecido por completo, y que en efecto representan los casos más antiguos de desplazamiento lingüístico en la región. Zurumútaro, Huecorio, Tzentzénguaro, Santa Ana Chapitiro (Primo Tapia), San Pedro Pareo, San Bartolo Pareo (Lázaro Cárdenas), Nocutzepo y Tócuaro son históricamente las comunidades lacustres de origen p'urhépecha donde el bilingüismo p'urhépecha-español se desarrolló de manera más temprana, y también las primeras donde el p'urhépecha desapareció completamente. Asentadas en las zonas más aptas de la región para el cultivo de trigo y el pastoreo de ganado mayor, estas comunidades mantuvieron ya desde el siglo XVII una lucha feroz y desigual contra las haciendas aledañas por la tierra y los recursos hídricos (Castro Gutiérrez 2004; Enkerlin Pauwells 2001). Despojados eventualmente de la mayor parte de sus tierras de cultivo (Zárate Hernández 1992; Enkerlin Pauwells 1992, 2001) la mayoría de los habitantes de estas comunidades se vieron obligados a trabajar como peones en las haciendas cercanas, en los ingenios y plantíos azucareros en los alrededores de Ario y Tacámbaro o en las minas de cobre al sureste de Pátzcuaro, donde pasaban largas jornadas de trabajo al lado de los trabajadores hispanohablantes mestizos y mulatos (Enkerlin Pauwells 1992, 2001; West 1948; Zárate Hernández 1992). Castro Gutiérrez (2004, 310) es más elocuente:
En la zona lacustre, la hacienda de San Nicolás de la Laguna oprimía a Zurumútaro, Huecorio y Tzentzénguaro, la de La Tareta estrechaba a Zurumútaro, la de Aranjuez arrinconaba a Tzentzénguaro y Chapitiro, los dueños de Charahuén abrazaban a Ajuno, San Pedro Pareo y Nocutzepo. Así, no es extraño que en la memoria de muchos pueblos hubiera un "antes" donde habían tenido muchas tierras y un "ahora" de escasez y miseria que, notoriamente, se reconoce desde mediados del siglo XVIII.
Si bien, todavía en 1800, el p'urhépecha mantenía una vitalidad muy alta en todas las comunidades de la ribera sur, salvo en Erongarícuaro y Pátzcuaro (West 1948), para 1940, ésta había desaparecido completamente de todas salvo Arocutin, San Francisco Uricho y, de manera interesante, las islas Urandén, ubicadas cerca de Huecorio. West (op. cit.) pondera que la perseverancia de la lengua p'urhépecha en estas islas era consecuencia directa de la autonomía económica que disfrutaban sus habitantes: dependientes principalmente de la pesca como medio de subsistencia, los habitantes de Urandén de Morelos, Urandén Morales y Urandén Carián se vieron libres de la presión ejercida por las haciendas cercanas (y por lo tanto libres de presiones significativas para adquirir el español como segunda lengua) y pudieron así mantener el p'urhépecha como la lengua de uso cotidiano. Todavía en 1962 (Belshaw 1969), los pobladores de Urandén Carián (pescadores en su mayoría a pesar de que su comunidad se encontraba unida ya a tierra firme debido a la desecación del lago) mantenían el uso generalizado del p'urhépecha, e incluso los niños pequeños lo hablaban. Actualmente existe un número muy reducido de hablantes del p'urhépecha en la mayoría de las comunidades meridionales, pero tomando en cuenta que en 1940 no se registró ningún hablante de esta lengua en ninguna de ellas, es posible que se trate de hablantes del p'urhépecha que migraron recientemente desde sus comunidades de origen.
Las comunidades asentadas en la ribera oriental del lago, desde Tzintzuntzan hasta Ihuatzio, escaparon las depredaciones de las haciendas, en gran medida, debido a que sus tierras no eran aptas para el cultivo o el pastoreo a gran escala. En la ribera occidental del lago, la hacienda de Oponguio llegó a ocupar parte de las tierras de San Andrés Ziróndaro, cuyos habitantes se veían forzados a pagar renta a ésta para poder utilizarlas, mientras que en el norte solamente las comunidades de San Jerónimo Purenchécuaro y Santa Fe de la Laguna conservaron intactas todas sus tierras gracias a la protección que les otorgaban las autoridades eclesiásticas, a las cuales tributaban directamente (Zárate Hernández 1992, 212).
Esbozo analítico de las dinámicas de desplazamiento y resistencia lingüística en región del lago de Pátzcuaro
En esencia, el fenómeno principal que nos ocupa es el cambio lingüístico, los factores que lo provocan y los actores que lo promueven. Sin embargo, este cambio no es uno de carácter estructural al interior del sistema de la lengua p'urhépecha, sino el cambio que ocurre al interior de una comunidad de habla bilingüe cuando sus integrantes reemplazan una de las lenguas que conforma su repertorio lingüístico -particularmente aquella que antaño era la primera lengua-, por otra parte, en el transcurso de unas cuantas generaciones, siendo eventualmente esta última la única transmitida a los habitantes más jóvenes. Así, para entender al desplazamiento de las lenguas indígenas mexicanas, quizá una de las preguntas más importantes a la que deba buscarse respuesta es: ¿qué motiva a los hablantes bilingües de una comunidad indígena a interrumpir la utilización, dentro de ésta, de su lengua indígena en los ámbitos de uso y para las funciones más íntimas, por ejemplo, la familia y la comunicación intrafamiliar e intergeneracional?
Para Fishman (1972, 109), el estudio del mantenimiento y desplazamiento lingüísticos implica estudiar la relación entre el grado de cambio o el grado de estabilidad en los patrones de uso de la lengua (incluyendo su transmisión intergeneracional) y los procesos sociales, culturales o psicológicos concomitantes. De manera complementaria al planteamiento de Fishman, Terborg (2006, Terborg y García Landa 2011) identifica un número reducido de presiones que influyen en el comportamiento lingüístico de los hablantes de lenguas indígenas inmersos en un proceso de desplazamiento. Este comportamiento incluye el uso lingüístico cotidiano, el aprendizaje de segundas lenguas y la transmisión intergeneracional de la lengua, que a su vez determina los patrones de adquisición lingüística en las generaciones más jóvenes y, en última instancia, la permanencia o desaparición de una lengua indígena dentro de una comunidad particular.14 Estas presiones están relacionadas principalmente con tres categorías específicas, que Terborg denomina las "necesidades", las "ideologías" y la "facilidad compartida". Las presiones emanadas de las necesidades están relacionadas con la satisfacción de ciertas necesidades biológicas del individuo: su sustento y bienestar corporal (alimento, salud, refugio); las presiones emanadas de las ideologías (y por consecuencia, señala Terborg, también de los "valores" y las "creencias") están relacionadas con el complejo entramado de creencias e ideologías construidos alrededor de lenguas específicas y del bilingüismo en general. En este sentido, dentro de este rubro caben tanto las creencias en torno a la naturaleza (ya benéfica, ya perjudicial) del bilingüismo en el individuo y la sociedad, como también la valoración que se hace sobre determinada lengua en relación con su belleza, su estatus y prestigio, etcétera. Por último, las presiones relacionadas con la facilidad compartida involucran la elección del sistema o mezcla de sistemas lingüísticos que hacen la comunicación más eficiente entre determinados interlocutores.
En el contexto de las comunidades indígenas del lago de Pátzcuaro, la adquisición del español como segunda lengua puede explicarse como resultado directo de las presiones emanadas de las necesidades. En las comunidades predominantemente artesanas, cuya economía depende en gran medida del comercio con hispanohablantes, el desarrollo del bilingüismo p'urhépecha-español podría considerarse como una consecuencia lógica de la naturaleza de sus sistemas económicos. Cabe esperar que en la medida en que una comunidad mantenga un alto grado de autosuficiencia económica se pueda observar cierta resistencia hacia la penetración del español. Quizá el caso más representativo podemos encontrarlo en las islas Urandén, en la ribera meridional del lago. Durante el periodo en que la lengua p'urhépecha desapareció en la mayor parte de las comunidades de esta zona, estas islas lograron mantener un alto grado de independencia económica, al depender principalmente de la pesca y no del trabajo asalariado en las haciendas, ingenios o minas, como ocurrió en la mayoría de las comunidades cercanas.
Sin embargo, la interrupción en la transmisión de la lengua indígena no puede explicarse cabalmente como consecuencia de las necesidades. Por ejemplo, al ser principalmente una comunidad artesana, la economía de Santa Fe de la Laguna depende en gran medida de la interacción cotidiana de un sector de su población con hablantes del español en el proceso de comercialización. Así, las presiones emanadas de las necesidades pueden explicar por qué la gran mayoría de la población de Santa Fe de la Laguna es hablante del español, pero a diferencia de su comunidad vecina San Jerónimo Purenchécuaro, en Santa Fe la lengua p'urhépecha se mantiene altamente vital y la mayoría de sus habitantes son bilingües en p'urhépecha y español.15 Las presiones relacionadas con las ideologías, en cambio, pueden explicar más satisfactoriamente porqué co mienza la interrupción en la transmisión intergeneracional de la LI. Volviendo a la comunidad de San Jerónimo Purenchécuaro, el momento decisivo en el proceso de desaparición del p'urhépecha en esta comunidad se ha identificado con la llegada del maestro de educación primaria Salvador Gasca Ruiz a finales de la década de 1940 ( Chávez Rivadeneyra 2006, 98; Torres Sánchez 2003, 118), quien radicó ahí el resto de su vida. San Jerónimo, una comunidad que en aquella época era muy similar a Santa Fe en términos de su estructura económico-social y en la situación de vitalidad que mantenía el p'urhépecha, comenzó, en palabras de Torres Sánchez (2006, 119), un "proceso acelerado de integración social" que se basó principalmente en la erradicación de la lengua indígena dentro de la comunidad y en el abandono de ciertos aspectos culturales tradicionales, como la vestimenta típica. Siguiendo a Goffman (1963), pareciera que la interrupción en la transmisión intergeneracional del p'urhépecha en San Jerónimo ocurrió como consecuencia directa del desarrollo de una identidad estigmatizada entre sus habitantes, en la cual el atributo indeseable y aquel que a su entender constituía un obstáculo para su mejoramiento económico y social, era precisamente la lengua indígena.
Por último, en comunidades como Jarácuaro, donde en la década los noventa, muchos adultos eran bilingües en p'urhépecha y español y la mayoría de los jóvenes e infantes eran monolingües en español (Chamoreau 1996), la desaparición de la lengua indígena ha dependido en gran medida de las presiones relacionadas con la facilidad compartida (además de aquellas ya existentes relacionadas con la ideología). Al enfrentarse a la necesidad de mantener una comunicación eficiente con un sector importante de la población constituido por hispanohablantes monolingües (los jóvenes e infantes), es probable que los hablantes adultos bilingües opten en muchos casos por utilizar únicamente el español al comunicarse con ellos, incluso si en sus interacciones cotidianas con otros adultos utilizan el p'urhépecha. De esta manera, se refuerza el desplazamiento al privar a las nuevas generaciones la oportunidad de adquirir el p'urhépecha (como primera o segunda lengua) mediante la socialización primaria.
Si bien los datos censales son útiles para construir una imagen general de la situación de vitalidad del p'urhépecha, conviene no limitarse únicamente al análisis de éstos, sino complementarlos con estudios detallados de la situación socioeconómica particular de cada comunidad. Por ejemplo, los datos censales sugieren que en San Andrés Ziróndaro el p'urhépecha ha sufrido un debilitamiento perceptible y una reducción considerable en el número de hablantes jóvenes, pero al estudiar la historia reciente de la comunidad, encontramos que la existencia de un número creciente de infantes monolingües hispanohablantes no es (estrictamente hablando) consecuencia del desplazamiento de la lengua p'urhépecha dentro de la comunidad misma, sino la reincorporación de los migrantes y sus familias que han retornado debido a la situación cada vez más difícil que impera en los Estados Unidos y en los estados del norte de México.
Otro fenómeno interesante aún por estudiar es el impacto de los conflictos intercomunitarios en la formación de actitudes de lealtad lingüística. En el caso particular de Santa Fe de la Laguna, sería interesante investigar si quizá la lealtad hacia el p'urhépecha en esta comunidad se relaciona de alguna manera con los conflictos históricos que ésta ha mantenido con los habitantes hispanohablantes de la ciudad de Quiroga (Brand 1951; Hernández Cendejas 2004). En la actualidad, las relaciones sociales, económicas y políticas entre Santa Fe y Quiroga están marcadas más por la igualdad que por la asimetría o la subordinación de la primera ante la cabecera municipal, y es común encontrar a pobladores de Santa Fe hablando en p'urhépecha en Quiroga, y en el caso de las mujeres, utilizando su vestimenta tradicional.
Reflexiones finales
A un nivel macrorregional, la situación actual del p'urhépecha parece ajustarse a un patrón de contracción de la comunidad lingüística alrededor de un número reducido de reductos de habla indígena: Santa Fe de la Laguna y San Andrés Ziróndaro en la región del lago de Pátzcuaro; Santiago Azajo y Zipiajo en la región de la Ciénega de Zacapu; Acachuén, Santo Tomás, Zopoco, Huáncito, Tacuro, Ichán y Carapan en la región de la Cañada de los Once Pueblos; Angahuan, San Lorenzo, Capacuaro, Quinceo, Arantepacua, Turícuaro y Comachuén en la zona meridional de la Sierra, y Tzirío, La Zarzamora, Pamatácuaro, San Isidro, Ocumicho, Cocucho, Ahui-rán y Cherán Atzícurin (Cheranástico) en la zona septentrional de la misma. Resulta inevitable encontrar cierta similitud entre este patrón y aquel sufrido por la lengua matlatzinca, que pasó de ocupar un amplio territorio en el valle de Toluca y zonas circundantes, a ocupar ciertos reductos aislados en Michoacán (principalmente en el valle de Guayangareo y Charo) y el Estado de México, donde actualmente el poblado de San Francisco Oxtotilpan es la única comunidad donde sobrevive todavía esta lengua (García Hernández 2004), representando así la totalidad de la comunidad lingüística matlatzinca.
De manera general, la existencia de bilingüismo dentro de una comunidad de habla no implica necesariamente que haya comenzado un proceso de desplazamiento lingüístico. Así, la existencia de hablantes bilingües en español y p'urhépecha dentro de una comunidad particular no debería tomarse inmediatamente como un indicador de que la lengua indígena se encuentra en peligro de desaparecer. Habría entonces que diferenciar entre desplazamiento lingüístico y reducción funcional, donde esta última implica la pérdida de espacios de uso de la lengua indígena, sin que se vea afectada su transmisión intergeneracional. El desplazamiento lingüístico, en cambio, implica la sustitución de la lengua p'urhépecha por el español en aquellos ámbitos de uso directamente relacionados con la adquisición de las lenguas naturales y la transmisión intergeneracional de la lengua, a saber, aquellos que implican la interacción y comunicación frecuente entre los infantes y los individuos de mayor edad.16 En general, se ha encontrado que cuando a la lengua indígena comienza a reemplazársele primero en los ámbitos públicos, uno de los ámbitos más resistentes al reemplazo funcional es la familia nuclear. Sin embargo, cuando el reemplazo comienza precisamente en la familia, el reemplazo de la lengua indígena en todos los demás ámbitos de uso en la comunidad ocurre en unas pocas generaciones, debido a las presiones emanadas de la necesidad de comunicarse efectivamente entre los adultos, que pueden ser bilingües en lengua indígena y en español, y los más jóvenes, monolingües en español. En el caso de existir una generación de individuos que tengan un dominio receptivo de la lengua indígena (es decir, que la entiendan, pero no la dominen lo suficiente como para hablarla), si bien será posible la comunicación en lengua indígena entre estos individuos y las generaciones de mayor edad (donde uno de los interlocutores habla en lengua indígena y el otro contesta en español), la probabilidad de que estos individuos puedan transmitir la lengua indígena a su descendencia es remota, debido al hecho de que su capacidad para hablar la lengua es limitada o nula.
Es interesante el planteamiento de Romaine (2004), quien postula que la desaparición de gran número de lenguas en el mundo podría estar relacionada con el hecho de que éstas pertenezcan a grupos humanos que se encuentran entre los más marginados del planeta; a que menos de 4 % de éstas tenga algún tipo de estatus oficial en las naciones donde son habladas; a que además de carecer de reconocimiento oficial, muchas de ellas carezcan de un sistema ortográfico y que se encuentren restringidas tanto en sus ámbitos de uso como en sus funciones comunicativas. Así, se podría considerar que en esencia, el desplazamiento lingüístico es un fenómeno que da cuenta de las relaciones de poder entre los distintos miembros de una comunidad de habla (Terborg 2006) y, de manera particular, de la relación de inequidad social existente entre ellos. Es cierto que el desplazamiento ocurre principalmente debido a las acciones conscientes de los hablantes bilingües o multilingües (quienes deciden qué lengua o lenguas de su repertorio lingüístico transmitir a sus descendientes) y, en última instancia, no queda particularmente claro si la labor de los estudiosos del desplazamiento lingüístico deba incluir la realización de esfuerzos encaminados a modificar el comportamiento de los hablantes bilingües de forma favorable a la LI. Lo que sí debería considerarse un deber ético de los estudiosos del desplazamiento es crear conciencia acerca de una de las características más notorias de este fenómeno, a saber, que si bien éste resulta de las decisiones de los hablantes mismos, éstas no son realmente libres, sino que están determinadas en gran medida por las condiciones de desigualdad en las que se encuentran sus lenguas y a las que se enfrentan sus hablantes de manera cotidiana. En una situación de contacto lingüístico, particularmente, una como la existente entre el español y las distintas lenguas indígenas mexicanas, cabría preguntarse si el desplazamiento de éstas existiría siquiera si ambas lenguas se encontraran en una situación de verdadera igualdad, en términos de su estatus, su prestigio y la infraestructura y presupuesto dedicados para su cultivación, reflejados en su utilización en los medios; en la existencia de material didáctico para su enseñanza como segunda lengua; como medio de instrucción en la educación básica y superior; en la existencia de academias de la lengua equiparables a la Academia Mexicana de la Lengua (Española), etcétera.
Sin embargo, también existen razones para ser optimistas acerca del futuro de la lengua y la cultura p'urhépecha. Algunos eventos recientes han puesto en evidencia la posibilidad de revertir muchas de las creencias y actitudes negativas hacia la lengua y la identidad indígena que fueron comunes durante gran parte del siglo XX, y que se promovían incluso desde instituciones gubernamentales como la Secretaría de Educación Pública y el Instituto Nacional Indigenista. Actualmente, la postura gubernamental es muy distinta, y si bien todavía queda mucho por hacer para lograr que las lenguas indígenas y sus hablantes gocen de completa igualdad frente al español y sus hablantes monolingües, se han dado algunos pasos institucionales importantes con la promulgación de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, que otorga a todas las lenguas indígenas mexicanas el estatus oficial de lenguas nacionales equivalentes al español, y que establece además previsiones para fomentar su preservación, uso y desarrollo (entre las cuales quizá la más importante sea la creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas). Otros sucesos favorables para el estatus y el prestigio de la lengua p'urhépecha han sido la declaración de la pirekua -el canto tradicional p'urhépecha- como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO en el 2010, la utilización del p'urhépecha (y su incorporación dentro de programas de enseñanza de segundas lenguas) dentro de un contexto de educación superior gracias a la creación de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán y la creciente utilización de esta lengua (en su forma oral y escrita) en productos culturales de distinta índole.
Con todo, la situación futura de la comunidad lingüística p'urhépecha es todavía incierta. Si bien, los datos censales apuntan hacia la desarticulación territorial y la emergencia de reductos aislados de resistencia lingüística, el desplazamiento de la lengua p'urhépecha en un número considerable de comunidades no ha alcanzado todavía un punto en el que sea imposible revertirlo por medio de un cambio en las dinámicas de transmisión lingüística entre los hablantes bilingües. A nivel macrorregional, en los últimos años un número creciente de comunidades donde el p'urhépecha se había debilitado bastante o incluso desaparecido se han sumado a la celebración del año nuevo p'urhépecha, la kurhikuaeri k'uinchekua, tomando de esta manera acciones importantes a nivel comunitario para reafirmar su identidad p'urhépecha. En estas acciones de reafirmación identitaria también se vislumbra una resistencia hacia los esquemas y dinámicas de aculturación del pasado, y el desarrollo paulatino de una identidad en la que lo indígena no constituye un atributo estigmatizado y, por lo tanto, causa de vergüenza. Es precisamente dentro de este contexto donde el diseño y la aplicación de programas dirigidos hacia el fortalecimiento, la revitalización y la enseñanza del p'urhépecha como segunda lengua pueden no sólo detener la pérdida de hablantes de LI, sino incluso revertir el proceso y generar nuevos hablantes entre la población hispanohablante que aprenda el p'urhépecha como una lengua adicional.
En la región del lago de Pátzcuaro, a pesar de que la lengua p'urhépecha ha sufrido un debilitamiento considerable, pareciera que en Santa Fe de la Laguna y San Andrés Ziróndaro nos encontramos con dos casos de resistencia al desplazamiento. Para entender qué hace distintas a estas dos comunidades, la evolución lógica sería el estudio a profundidad de las dinámicas de desplazamiento y resistencia lingüística a nivel mesorregional por medio de una investigación comparativa intercomunitaria. Si tomamos en cuenta que todavía hace algunos siglos la lengua p'urhépecha se hablaba en la totalidad de las comunidades de la región, hace 70 años se mantenía relativamente fuerte en muchas de estas comunidades, y actualmente está por desaparecer de la mayoría de ellas, resultaría provechoso investigar a fondo, en palabras de Fishman (1972, 3), el "¿porqué y cómo, redes sociales o comunidades antaño similares pueden arribar a organizaciones sociales de uso lingüístico y de actitud hacia las lenguas marcadamente distintas?" Sin embargo en este artículo pudo apreciarse que la resistencia al desplazamiento no existe solamente en Santa Fe de la Laguna y San Andrés Ziróndaro, sino también en un número considerable de comunidades en toda la región p'urhépecha. En consecuencia, cualquier estudio a profundidad de las dinámicas del desplazamiento del p'urhépecha (y de la resistencia a dicho desplazamiento) deberá por necesidad también tomarlas en cuenta.