Introducción
A nivel internacional, Pancho Villa es posiblemente el personaje más conocido de la historia mexicana. En su momento recibió una considerable atención mediática y, tempranamente, fue estereotipado y ficcionalizado, hasta convertirse en héroe de cine. El ensayo intenta reconstruir y contextualizar el fenómeno Pancho Villa en los medios impresos germanoparlantes en los años de la Entreguerra. El objetivo es mostrar qué noticias y representaciones del revolucionario norteño fueron transmitidas al público germanoparlante y cómo éstas, aunque surgidas en un mundo de publicidad ya globalizado, fueron inscritas en una particular interpretación alemana.
Para identificar las continuidades y transformaciones de esta representación, la investigación arranca con una mirada a los años de la revolución armada y de la Primera Guerra Mundial, y termina con un epílogo sobre los primeros años nacionalsocialistas. En estas tres décadas, Villa pasaba de ser objeto de las noticias de prensa a convertirse en tema de libros, tanto de ficción como de reportajes y de análisis.1 Con el fin de mostrar este desarrollo sobre una base más sólida, empezamos con una mirada cuantitativa a las menciones de Villa en los periódicos.
Una mirada cuantitativa
La disponibilidad de hemerotecas digitales permite elaborar series de la presencia de cualquier temática en las noticias diarias. En cuanto a Pancho Villa, podemos ver que contó con la mayor atención en los años de su protagonismo político entre 1913 y 1916 [ver Gráfica 1]. Además de constatar este dato poco sorprendente, he realizado una doble comparación. He cotejado las series de menciones del Centauro del Norte, elaboradas a partir de cuatro bases de datos de prensa digitalizada de Alemania, Austria, Estados Unidos y México; y paralelamente, he comparado la presencia de Villa con la de otros líderes revolucionarios. Para no extenderme demasiado, me he limitado a Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, porque sus carreras ocurrieron más o menos paralelamente a la de Villa, y porque Zapata era el segundo héroe popular de la revolución. No intenté elaborar un panorama completo de la atención prestada a los protagonistas de la Revolución mexicana en la época estudiada, sino de obtener elementos a partir de los cuales puedan definirse los primeros rasgos de la mirada a la figura de Villa.
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Ante la falta de una hemeroteca digital nacional alemana, he realizado este ejercicio en la prensa histórica del estado de Renania del Norte-Westfalia y en la Biblioteca Nacional Austriaca, así como en la base de datos News Papers by Ancestry, de periódicos estadounidenses, y en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de México.2 Ahora bien, las bases de datos elegidas reúnen diferentes cantidades de periódicos y aplican sistemas de conteo divergentes y de calidad desigual. Por lo general, para los sistemas de búsqueda, los términos largos resultan fácilmente irreconocibles por defectos de la impresión. Por ello, he indagado “Carranza” y no “Venustiano Carranza”, en las bases de datos alemana, austriaca y estadounidense; mientras que, en la mexicana, dada la frecuencia del apellido, combiné búsquedas por “Venustiano Carranza”, “presidente Carranza” y “general Carranza”. Análogamente, busqué “Emiliano Zapata” y “general Zapata” en la hemeroteca mexicana, mientras que en las otras únicamente “Zapata”.
En el caso de Villa, en las cuatro bases conté las menciones de “Francisco Villa”, “Pancho Villa” y “general Villa”, dada la polisemia de la palabra “villa”. Intenté purgar los resultados de las menciones al boxeador filipino Pancho Villa (Francisco Guilledo, 1901-1925), extremamente popular en los años 20, lo que no pude hacer en la base estadounidense por la abrumadora masa de las entradas arrojadas.3 No he podido evitar que se cuenten -más ocasionalmente- diferentes entradas homónimas a los personajes examinados. Aun así, confío que se pueden comparar las tendencias de las series producidas (y no los números absolutos).
Para empezar, resulta que en la época tratada la fama de Pancho Villa queda relativizada. En las cuatro bases de datos, Carranza es el personaje más mencionado, y esto más claramente en el espacio alemán que en el norteamericano y, a la vez, en los medios internacionales que en los mexicanos. Fuera de México, la atención se centró en los gobernantes y, con la distancia, el interés por los personajes secundarios disminuye. Incluso en 1914, año cúspide de la carrera de Villa, cuando gozó del apoyo de Estados Unidos y pareció el hombre fuerte de México (Katz, 2000, pp. 79-92), Carranza lo superó en la presencia cuantitativa en la prensa [ver Cuadro 1.1, Cuadro 1.2, Gráfica 2.1 y Gráfica 2.2].
En México, donde el panorama es el más equilibrado, entre 1910 y 1939 Villa también queda atrás de Zapata, producto de la falta de aceptación del Centauro del Norte, quien había sido el adversario principal de la triunfante fracción revolucionaria carrancista-sonorense (Katz, 2000, pp. 391-395). Fuera del país, Villa resultó siempre fascinante, más allá de las noticias del día. Como veremos, representó el estereotipo del rebelde bárbaro, analfabeta y bruto, con cuya fascinación no podían competir miembros de la burguesía, como Carranza o Madero. Además, al actuar cerca de la frontera de Estados Unidos, gozaba de un acceso privilegiado a los medios internacionales. Villa sabía manejar esta situación con soltura, como muestra su contrato con la Mutual Film Company, de principios de 1914, el que añadió otra colorida faceta a su personaje mediático (The New York Times, 7 de enero de 1914, pp. 1-2 y 8 de enero de 1914, p. 2).
Renania del Norte-Westfalia | Austria | Estados Unidos | México | |
---|---|---|---|---|
Villa | 934 | 1,292 | 393,867 | 4,927 |
Zapata | 567 | 540 | 150,092 | 5,129 |
Carranza | 3,219 | 3,203 | 741,126 | 7,524 |
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Villa | 1 | 1 | 1 | 1 |
Zapata | 0.61 | 0.42 | 0.38 | 1.04 |
Carranza | 3.45 | 2.48 | 1.88 | 1.53 |
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Al correlacionar las series de las menciones de cada personaje en las cuatro hemerotecas digitales, se revelan tendencias similares, indicio de la progresiva globalización del mercado de noticias. Entre las hemerotecas austriaca, alemana y estadounidense, la coincidencia es especialmente alta en el caso de Carranza, en que la correlación vacila entre 0.92 y 0.99, es decir, es casi perfecta. Un presidente era tema internacional; en México, sin embargo, la atención que se le prestaba seguía a una dinámica doméstica que se correlacionó con las tres series extranjeras, sólo con un coeficiente de entre 0.74 y 0.79. Aún más marcada se observa esta divergencia en el caso de Zapata, y allí también hay una diferencia más acentuada entre el espacio germanoparlante y el de Estados Unidos [ver Cuadro 2]. En el caso de Villa, en que la correlación entre las cuatro series resulta bastante elevada, de entre 0.78 y 0.93, señal de la alta internacionalización de la atención que se le prestaba.
Villa | Renania del Norte-Westfalia | Austria | Estados Unidos | México |
---|---|---|---|---|
Renania del Norte-Westfalia | 1 | 0.84 | 0.90 | 0.93 |
Austria | 0.84 | 1 | 0.78 | 0.89 |
Estados Unidos | 0.90 | 0.78 | 1 | 0.90 |
México | 0.93 | 0.89 | 0.90 | 1 |
Zapata | ||||
Renania del Norte-Westfalia | 1 | 0.92 | 0.61 | 0.61 |
Austria | 0.92 | 1 | 0.76 | 0.48 |
Estados Unidos | 0.61 | 0.76 | 1 | 0.31 |
México | 0.61 | 0.48 | 0.31 | 1 |
Carranza | ||||
Renania del Norte-Westfalia | 1 | 0.99 | 0.94 | 0.76 |
Austria | 0.99 | 1 | 0.92 | 0.74 |
Estados Unidos | 0.94 | 0.92 | 1 | 0.79 |
México | 0.76 | 0.74 | 0.79 | 1 |
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Otros matices los descubrimos con un análisis de cómo se llamó al Centauro del Norte en los respectivos medios nacionales, como “general Villa”, “Francisco Villa” o “Pancho Villa”. Es evidente que, mientras que en Alemania y Austria la titulación con su rango militar predominaba marcadamente -y también, aunque apenas, en Estados Unidos-, en México se le solía llamar Francisco Villa. Esta tendencia se muestra aún más claramente si nos limitamos al período que va de 1910 a 1923, año de la muerte de Villa. De 1924 a 1939, el inicio de la Segunda Guerra Mundial predomina generalmente “Pancho Villa”. Es decir, el traspaso de Villa de las noticias diarias a la memoria internacional fue acompañado por un cambio de denominación. Éste inició en Estados Unidos, indicio de que la imagen globalizada de Villa fue producto de la atención que se le prestaba al norte del Río Bravo [ver Cuadro 3].4
Mientras que la denominación “Pancho Villa” reinaba en Estados Unidos ya en 1924,5 en México, Austria y Alemania empezó a imponerse alrededor de 1930, llegando a su punto más alto en Estados Unidos, en 1934; en México y Austria, en 1935; y en Alemania, en 1936 [ver Gráfica 3]. La explicación de estos picos hay que buscarlos en Hollywood y la película Viva Villa! Su producción empezó en medio de una enorme propaganda comercial y polémica en 1933, y se estrenó en Nueva York el 10 de abril de 1934, en la ciudad de México el 4 de septiembre de 1934, en Viena el 11 de enero de 1935 y en Berlín el 13 de octubre de 1936. Fue la atención de Estados Unidos y de su industria de cine la que terminó por convertir a un personaje de la historia nacional mexicana de la segunda década del siglo XX en un fenómeno internacional (Hausberger, 2013). Dicho esto, no hay que pasar por alto que las menciones de Villa en Estados Unidos y, sobre todo, en México, ya empezaron a tomar una tendencia al alza con el inicio de los años treinta, fenómeno que falta aclarar, pero que a la vez podría explicar por qué Hollywood se lanzó a una superproducción sobre el legendario mexicano en 1933.
1910-1939 | Renania del Norte-Westfalia | Austria | Estados Unidos | México |
---|---|---|---|---|
“general Villa” | 10.92 | 14.38 | 1.70 | 0.87 |
“Francisco Villa” | 0.37 | 0.38 | 1.40 | 3.39 |
“Pancho Villa” | 1 | 1 | 1 | 1 |
1910-1923 | Renania del Norte-Westfalia | Austria | Estados Unidos | México |
“general Villa” | 81.60 | 52.91 | 3.10 | 2.51 |
“Francisco Villa” | 2 | 1.32 | 2.52 | 9.87 |
“Pancho Villa” | 1 | 1 | 1 | 1 |
1924-1939 | Renania del Norte-Westfalia | Austria | Estados Unidos | México |
“general Villa” | 0.21 | 0.25 | 0.06 | 0.20 |
“Francisco Villa” | 0.12 | 0.03 | 0.11 | 0.73 |
“Pancho Villa” | 1 | 1 | 1 | 1 |
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Fuente: Elaboración propia con base en ZEITUNGSPORTAL NRW, 2018; Österreichische Nationalbibliothek, 2021; News Papers by Ancestry, 2023; Hemeroteca Nacional Digital de México [HNDM], 2023.
Antecedentes: los años de la revolución armada
Durante el Porfiriato, el Imperio alemán había desarrollado intereses comerciales y financieros en México y una colonia alemana se había asentado en el país. Por consiguiente, el desarrollo de México recibió cierta cobertura en los medios, la cual se intensificó con el estallido de la Revolución y, aún más, con la intervención de Estados Unidos en Veracruz, en abril de 1914. Las agitaciones mexicanas incluso se trataron en el Reichstag (Jeversches Wochenblatt, 13 de febrero de 1914).6 El inicio de la Primera Guerra Mundial, en agosto del mismo año, relegó estas noticias a un segundo plano, si bien nunca cesaron. Cabe mencionar que sobre todo los grandes diarios suprarregionales, como el Kölnische Zeitung, prestaban atención a los eventos transatlánticos. Pero hasta los periódicos locales informaron con alguna regularidad sobre México, lo que no debe desatenderse, para no reproducir una versión sectorial o clasista de la representación de la Revolución.
Las informaciones sobre México solían llegar a la prensa germanoparlante por agencias estadounidenses y británicas (Hausberger, 2021, pp. 44-48), aunque especialmente en Alemania algunos periódicos recurrieron también a relatos que alemanes instalados en México les remitían.7 Lo que faltaba casi por completo eran corresponsales enviados a México, con la excepción de Colin Roß (o Ross), quien llegó al norte del país después de la ocupación estadounidense de Veracruz. El reportaje de Roß de cinco entregas Zeit im Bild (11 de junio de 1914, pp. 1248-1250; 18 de junio de 1914, pp. 1296-1298; 25 de junio de 1914, pp. 1344-1348; 16 de junio de 1914, p. 1489 y 23 de julio de 1914, pp. 1529-1531), aportó pocos conocimientos concretos sobre el movimiento revolucionario. Más bien, Roß escribió un relato con elementos de novelas de aventura, las andanzas del hombre blanco en el mundo exótico, el cual observaba con una mezcla de benevolencia y la convicción de la propia superioridad que caracterizaba a gran parte de las relaciones y novelas de viaje occidentales de la época.8
Por lo general, en la prensa, la revolución se describió como un trastorno del orden porfiriano. Después de su derrumbe, fue Victoriano Huerta quien atrajo las simpatías oficiales alemanas (y también de otros europeos) (Katz, 1998, pp. 116-140 y 235-287; Toledo García, 2021).9 La “disciplina férrea” que impuso, los tribunales de guerra “contra los criminales” y la represión de “la plebe” que apoyaba a los insurgentes, fueron aprobadas como medidas necesarias (Kölnische Zeitung, 10 de septiembre de 1912 y 19 de diciembre de 1913). Madero, a diferencia, fue pintado como un inepto; y tampoco se mostró ninguna afinidad por Carranza, si no fuera por su “terquedad” frente a las exigencias de Estados Unidos, la que se apreció con el avance de la Primera Guerra Mundial.10
Los motivos de la revolución no interesaron ni siquiera a los medios de izquierda. Solían explicarse de forma simplista, o no se contemplaron del todo. Entre los raros intentos de explicar con alguna profundidad las causas internas del levantamiento popular, podemos citar un texto en el Kölnische Zeitung, el periódico de mayor circulación de Alemania, antes de la toma del poder nacionalsocialista, ubicado en el centro político democrático (Kölnische Zeitung, 31 de diciembre de 1913). El diario planteó varias constantes que continuarían dominando las interpretaciones de México durante las siguientes décadas. En primer lugar, destacó la diversidad de la población mexicana, la cual trazaba con conceptos raciales, que no empleaba como categorías biológicas sino para describir una división social históricamente establecida. Para ello se refirió explícitamente a la Deutsche Zeitung de la ciudad de México:
La mayoría de los mexicanos son o indios de sangre pura o mezclas entre españoles e indios, mestizos. Queremos […] llamar a los dos grupos indios, en oposición a la muy estrecha capa superior de los acomodados e ilustrados, a quienes queremos denominar […] los “científicos”. Por ascendencia, ciertamente, también ellos son por lo general indios puros, como Porfirio Díaz o Victoriano Huerta,11 o mestizos y sólo rara vez criollos puros. El levantamiento de Francisco Madero se apoyó en las masas de los indios, se dirigió contra los científicos. […] Los indios fueron […] hasta la caída del dominio español durante casi tres siglos explotados como siervos [Leibeigene]. En el siglo transcurrido desde entonces bastante poco se ha hecho para sacarlos del estado de vegetar. Desafortunadamente, Porfirio Díaz, si bien hizo algo, tampoco hizo suficiente. Este pecado de omisión lo ha pagado con su caída.
A partir de ahí, el artículo mostró cierta comprensión por el levantamiento de la masa india. Sin embargo, no había fe en que la lucha social pudiera producir un resultado positivo, pues los indios fueron caracterizados por “su salvajismo heredado de los aztecas”, por su “temeridad”, “una cruel sed de sangre y una ciega furia de destrucción”, así como una sumisa lealtad a los jefes de sus comunidades y a sus líderes militares. Pero el “concepto del Estado lo ignoran, sólo saben de la comunidad de su pueblo”. Así, “le siguen a quien suspende el orden estatal” y les permite “el pillaje”. Por consiguiente, todo el Norte de México, “donde las pandillas de salteadores que se llaman constitucionalistas causan sus estragos, se ha convertido en un desierto”. Quien fuera que triunfara en la revolución, tendría dificultades enormes para resolver “este mal histórico”. Sería necesario “fomentar la educación y la propiedad entre las clases más bajas y, de esta manera, ampliar los grupos de los académicos, propietarios de tierra, comerciantes, artesanos, y también de los obreros de fábrica de mejor posición, es decir, atraer el mayor número posible de indios a los científicos”. Sería imprescindible realizar una reforma agraria y crear un estamento de pequeños agricultores. Todo esto costaría millones y tiempo. Por el momento, los indios beneficiados por la repartición de los latifundios aún no sabían manejar sus nuevas propiedades. Las convertían en “minirrepúblicas sociales” insostenibles, “porque no saben de los negocios, o son robados por otros. Primero, entonces, una mano dura debe establecer el orden”. Con esta tarea podría cumplir Huerta si obtenía los medios necesarios, no obstante, el apoyo de Estados Unidos a los rebeldes. Pero el trabajo verdaderamente difícil se presentaría después. El incipiente progreso de la época porfirista había quedado destruido. Y mientras que no resolvieran la pregunta agraria, todos los gobiernos caerían. Hasta aquí el Kölnische Zeitung (31 de diciembre de 1913 y 26 de mayo de 1920).
Estos argumentos se repetirían una y otra vez: México era una nación muy heterogénea, situación para la cual la presencia del indio resultó emblemática. También era un país muy desigual, cuyas injusticias requerían reparación. Gente, en el mejor de los casos ingenua, como Madero, pero por lo general ambiciosa, sin escrúpulos y criminal, no estaban a la altura de esta enorme tarea, como tampoco lo estaban los socialistas, cuyas maquinaciones se creían detectar, por ejemplo, en las filas del orozquismo (Kölnische Zeitung, 10 de septiembre de 1912). Un exdiplomático alemán describió incluso a Madero como “un hombre personalmente honrado, pero un soñador lleno de ideas socialistas” ([Hartmann] Freiherr von Richthofen, 5 de septiembre de 1913).
La situación se complicó por las intervenciones de Estados Unidos en contra de los intereses mexicanos (y europeos). Promovieron la caída de Díaz, le negaron el reconocimiento a Huerta, y usaban a los revolucionarios como Madero o Villa como títeres comprados, “supuestamente por razones humanitarias, en realidad por la influencia de grupos capitalistas” (Roß, 1 de marzo de 1917; Kölnische Zeitung, 18 de octubre de 1913 y 19 de diciembre de 1913).12 Los mexicanos reaccionaron con sentimientos xenofóbicos y nacionalistas (Kölnische Zeitung, 4 de enero de 1914 y 28 de abril de 1914). Este enfoque geopolítico abarcaba gran parte de las notas de prensa, más allá de las noticias de los sucesos diarios. No obstante, la susceptibilidad frente a Washington, tanto la política como los medios alemanes reconocían la hegemonía estadounidense en México y, por lo general, se limitaron a observar, aunque a veces con sarcasmo, la política imperialista del “profesor Wilson” (Dortmunder Zeitung, 14 de marzo de 1916; [Hartmann] Freiherr von Richthofen, 5 de septiembre de 1913; Vorwärts, 7 de abril de 1916). Sólo durante la Primera Guerra Mundial esta postura transitoriamente dio espacio a una política más agresiva (Rinke, 2021, pp. 72-76).
Y con esto llegamos a Villa, quien estaba presente en la prensa alemana desde 1911, con un retraso de unos cinco meses respecto al The New York Times (15 de diciembre de 1910). Su primera mención, localizada como “general Villa”, data del 16 de mayo de ese año, en un diario de Bielefeld. Se trataba de una información originada en Londres, que un par de días después salió idénticamente en Austria (Westfälische Zeitung, 16 de mayo de 1911, p. 3; Salzburger Voksblatt, 18 de mayo de 1911, p. 7). El 17 de mayo encontramos al “general Villa, la salvaje cabecilla [Häuptling] de bandidos”, en el Kölnische Zeitung (17 de mayo de 1911). Se usó la palabra Häuptling, establecida como denominación de los jefes de los indios salvajes del Oeste, sobre todo, desde las novelas de Karl May (1842-1912), el autor más exitoso de la literatura alemana de todos los tiempos. La inserción de Villa y la Revolución mexicana en un imaginario ficcional, a lo mejor no reconocido como tal, se repetiría constantemente en el futuro, como cuando se lee que los generales mexicanos estaban “auf dem Kriegspfad”, es decir, “en el sendero de la guerra”; también ésta es una fórmula popularizada por May en sus relatos de aventura del Oeste (Berliner Tageblatt, 17 de septiembre de 1915, p. 4).13 Con ello encajan las noticias que resaltan la participación de grupos indígenas en las luchas villistas (Berliner Tageblatt, 5 de junio de 1914, p. 1). De esta manera, Villa no se distinguió mucho de su archienemigo, el general Huerta, el que “reúne tanto las virtudes como los defectos de su raza. En la batalla, sin duda, ha mostrado gran valentía, la mejor de las virtudes de los indios, no conoce cobardía”; era un hombre que “no anda con rodeos” y “conocido como un líder sombrío y cruel” (Bonner Zeitung, 26 de abril de 1914, p. 1). En fin, la revolución fue vista como un levantamiento de indios, indios de los que no se tenía una idea real y Villa era uno de sus cabecillas.
Otra forma de representar al villismo (y la revolución) era criminalizándolo. Se hablaba de la “gran pandilla de salteadores del “general’ Villa, un expenitenciario, […] sin principios políticos”, cuyas únicas metas eran “el robo y el homicidio” (Kölnische Zeitung, 30 de octubre de 1913; Bonner Zeitung, 19 de diciembre de 1913; Westfälische Zeitung, 4 de abril de 1918).14 Su gente violaba a las doncellas y asesinaba a los padres que querían defender a sus hijas (Bielefelder General-Anzeiger, 6 de marzo de 1914). Villa era “el terror del país” por el cual los extranjeros estaban sufriendo: en primer lugar, los españoles, hecho “revelador de la animadversión de los indios hacia los que fueron sus opresores durante siglos”, siendo los españoles en realidad “gente que con su diligencia habían contribuido a la prosperidad del país por décadas”; y ahora “tuvieron que dejar los frutos de su trabajo al despilfarro de ladrones y criminales” (Kölnische Zeitung, 30 de enero de 1914). En otra ocasión, se contó que Villa había ordenado arrastrar a la esposa de un hacendado amarrada a la cola de un caballo hasta la muerte. “Y esos son los libertadores, tales monstruos que torturan a una mujer indefensa hasta matarla” (Kölnische Zeitung, 4 de enero de 1914). Los insurgentes eran “una horda bastante indisciplinada y […] el llamado general Pancho Villa, un salteador común y corriente y hombre violento”. El que no sabía leer y escribir era su defecto menor. “¡A tal hombre en Washington lo han considerado un serio candidato a la Presidencia!” (Kölnische Zeitung, 28 de abril de 1914).
Las crueldades de las luchas revolucionarias, de las que se culpaban sobre todo a los rebeldes, sus destrucciones ciegas, las ejecuciones de los prisioneros y las soldaderas que acompañaban a los ejércitos, recordaban “guerras de siglos pasados”, en particular la Guerra de Treinta Años (Kölnische Zeitung, 6 de junio de 1912 y 4 de enero de 1914). Con tal retórica, la revolución se categorizó como fenómeno arcaico. Por el otro lado, había desconcertantes aspectos modernos de Villa, como que vendiera los derechos de filmación de sus batallas a los cinematógrafos estadounidenses (Honnefer Volkszeitung, 16 de enero de 1914; Bielefelder General-Anzeiger, 10 de enero de 1914).
Ahora bien, el Villa criminal se prestaba a la mitificación. Así a veces se le trataba como un bandido social, de lo que los observadores estadounidenses habían dado el ejemplo recurriendo a la figura de Robin Hood (Reed, 1914, p. 118). Su equivalente alemán era, por ejemplo, el Schinderhannes, bandolero de la época napoleónica decapitado en 1803. Así, podemos leer en el Vorwärts, el órgano oficial de partidos socialdemócrata:
Villa es descrito como hombre de energía extraordinaria. Aunque brutal en su habla y a veces también en sus acciones, es moderado en sus costumbres, no toma y no fuma y no teme ningún esfuerzo ni peligro. Es de constitución robusta y no se ve muy inteligente. […] El siguiente objetivo del general Villa es la ciudad de México, ¿y luego? - Pues, los capitalistas yanquis también tienen uso para un Schinderhannes, mientras les asegura los derechos exclusivos de explotación (Vorwärts, 18 de enero de 1914, p. 3).
Esta postura escéptica (y desmitificadora) quedó explícita en un artículo del Kölnische Zeitung, en el que el bandido se identifica con prácticas del crimen organizado:
A los grandes salteadores la fantasía popular los rodea con un brillo romántico. Los Fra Diavolo, Schinderhannes, el Hiesel bávaro en las creencias del pueblo se les ve como los vengadores de los derechos naturales violados por el absolutismo estatal y eclesiástico. Los salteadores protegen a los pequeños y quitan a los grandes el dinero [Mammon] injustamente adquirido. […]. Frente a los pequeños, los insurgentes, después del intento disparatado de Madero, también Francisco Villa, han declarado la república social. En realidad, sin embargo, la república de Villa sólo consiste en el decomiso del patrimonio de los ricos y su transferencia a la cuenta que bancos seguros han abierto en Estados Unidos al nombre del general Francisco Villa. […] Villa no se declarará abiertamente en contra de Estados Unidos, pues no va a poner en peligro imprudentemente sus millones guardados en los bancos americanos (Kölnische Zeitung, 30 de abril de 1914).
La relación de Villa con Estados Unidos fue un tema recurrente. Por lo menos antes del asalto a Columbus, el 9 de marzo de 1916 en Nuevo México, fue frecuente que se le tildara de instrumento del gobierno de Washington, el cual lo cobijaba, aunque sabía de sus crímenes (Berliner Tageblatt, 1 de abril de 1914, p. 2). En 1914, un alemán recién regresado a su patria incluso afirmó que Villa era en realidad ciudadano estadounidense nacido en Maryland, que había servido en la caballería de negros con el nombre de George Goldsby antes de desertar, trasladarse a México y convertirse en agente gringo, historieta que había empezado a circular en periódicos estadounidenses en esos meses (The Omaha Daily News, 12 de febrero de 1914). De esta manera, sin que los lectores germanoparlantes se dieran cuenta, se le relacionó con el bandido del oeste, Crawford Goldsby alias Cherokee Bill, hombre de ascendencia india y negra, ahorcado en 1896 (General-Anzeiger für Dortmund und die Provinz Westfalen, 25 de abril de 1914).
Al poner a Villa al servicio de Washington, implícitamente se le negó agencia propia y valentía militar. Un artículo del Vorwärts comentó que las tácticas de guerra de Villa fueron elaboradas por tres americanos, uno de ellos veterano de la Guerra hispano-estadounidense de 1898 (Vorwärts, 18 de enero de 1914, p. 3). Un testigo de la ocupación de Torreón, al reconocer la buena organización y la disciplina de los villistas, insinuó que la calidad organizativa de la División del Norte se debía a un grupo de estadounidenses y algunos europeos (Berliner Tageblatt, 5 de junio de 1914, p. 1).
En suma, para la prensa alemana, aunque Villa hubiese tenido sus buenas razones para sublevarse, era un indio, un hombre inculto, cruel y brutal, sin propia perspectiva política, manejado por fuerzas externas, que sólo produjo caos y destrucción. Las luchas revolucionarias pertenecían a un pasado que el mundo civilizado desde hacía mucho había dejado atrás. De esta forma, frente al público germanoparlante se construyó una alienación de varios niveles que impedía cualquier identificación política. El único nexo con el mundo de los lectores era un doble mito, el del indio -en particular del indio de Karl May- y el del bandido social, aunque no sin señalar lo engañoso de esta fama. Villa no llegó a ser más que una curiosidad exótica y pintoresca, deshistorizada y despolitizada en la leyenda. La Revolución mexicana, al contrario de la rusa, en las tierras germanoparlantes no fue considerada como una amenaza a la burguesía occidental y tampoco como esperanza para el proletariado del mundo capitalista.
Para concluir este apartado, hay que dedicar unas líneas al único testimonio alemán de un encuentro personal con Villa, de la pluma del mencionado Colin Roß. Al narrar su breve encuentro con el jefe revolucionario, en una estación de tren en mayo o junio de 1914, lo describió como un objeto de estudio:
Ninguna insignia exterior delata al general famoso y héroe nacional. Anda en caqui gastado y porta carrillera y sombrero como cualquier soldado. Tampoco hay en su figura y en su cara ningún rasgo que señale al líder dominante. Hablando con él, estudié largamente su cara y no pude descubrir ningún rasgo de inteligencia e ingenio. Una cabeza redonda, ancha, está situada en un cuerpo carnoso y achaparrado. Los ojos son pequeños y zorreros, los labios bulbosos e hinchados ‒ una gota de sangre negra fluye en las venas de Villa. Ningún rasgo de talento genial, sólo mirándole más detenidamente esta cara de carnicero, no obstante, muestra una energía brutal enorme, la mandíbula prominente con la fuerte dentadura, los labios brutales, los ojos acechantes se juntan en la impresión de un hombre de voluntad tenaz y energía despiadada.
[…] Conoce su fama y empieza declarando que nunca ha robado nada y que todo lo que ha quitado a sus adversarios, lo ha usado para el bien de la patria.
[…] Hablamos sobre la organización del ejército, sobre táctica y estrategia. Le faltan los principios básicos del conocimiento militar, mas es el nato organizador y líder de ejército. Sobre todo tiene una cosa: tiene la fe en sí y ha sabido inscribirle firmemente esta fe a cada uno de su tropa en el alma. Es su nombre que entusiasma a sus tropas, el que las hace actuar ciegamente y que hace huir en pánico a sus enemigos (Roß, 23 de julio de 1914, pp. 1530-1531).
Por lo demás, Roß mostró una firme confianza en medidas autoritarias, atribuyendo a Villa cualidades que los medios alemanes, por lo general, solían encontrar en Huerta:
Los mexicanos son un pueblo indisciplinado, obediencia incondicional no conoce, siempre el mexicano, al recibir una orden, considerará y preguntará por qué debería actuar así y no de otra manera. Sólo una cosa le puede forzar: el miedo de un puño de hierro, y este miedo Villa lo ha sabido propagar en todo el país.
[…] una cosa es segura: es un hombre, un hombre de voluntad inquebrantable y puño de hierro, como el país lo necesita. Villa, ayer todavía un bandido, hoy un glorioso jefe militar, mañana quizás dictador y presidente de su país (Roß, 23 de julio de 1914, p. 1531).
Ahora bien, se puede dudar si este encuentro realmente ocurrió. Su texto de 1914 se parece hasta en detalles a otras publicaciones de la época citadas arriba. En 1925, Roß publicó una antología de sus reportajes, con un amplio capítulo sobre sus andanzas en México, del que eliminó el encuentro con el general, el que podía haber sido la más taquillera de sus experiencias; sin embargo, puso una supuesta foto de Pancho Villa y sus oficiales en la que no aparece Pancho Villa… (Roß, 1925, p. 76). En 1935 Roß regresó a México. En el libro sobre este viaje, publicado en 1937, alternó las nuevas experiencias con recuerdos del pasado. Volvió a mencionar a Villa e insinuó que su relación había sido más prolongada, hablando de “como Villa una vez me comentó” y de la “primera” reunión entre los dos, al que, según sus propios relatos de 1914, no siguió ningún otro encuentro, o expresando su nostalgia de regresar a las tierras por las cuales “cabalgaba con los salvajes jinetes de Villa”, lo que en realidad nunca había hecho (Roß, 1937, pp. 89 y 96).
La República de Weimar
Aunque se renovaron los intereses comerciales (Toledo García, 2020, pp. 151-207), en la Entreguerra las noticias sobre México escaseaban. Se informó de la muerte de Carranza (Kölnische Zeitung, 26 de mayo de 1920 y 28 de mayo de 1920), de la rebelión delahuertista (Klages, 12 de octubre de 1923, p. 1)15 y del atentado a Obregón (Kölnische Zeitung, 19 de julio de 1928, p. 1; Berliner Tageblatt, 20 de julio de 1928). El conflicto cristero y el supuesto socialismo o bolchevismo de Calles recibieron una amplia cobertura (Rinke, 2021). A partir de 1929, con los acuerdos con la Iglesia, la elección de Pascual Ortiz Rubio como presidente y su visita en Washington -señal de la normalización de las relaciones entre los dos países-, la prensa alemana se olvidó aún más de México. “El período de intensiva construcción no es suficientemente emocionante para las noticias diarias difundidas por los cables”, constató el socialdemócrata Wilhelm Tietgens (7 de marzo de 1931, p. 5).16 Pero vio la pérdida de interés de la prensa contrastada por “una inflación mexicana” en el mercado de libros, manifestada con publicaciones de cualquier género (Tietgens, 7 de marzo de 1931, p. 5). Este fenómeno se extendió al período nacionalsocialista.
La prensa de la Entreguerra, tanto en las noticias del día como en sus digresiones sobre la historia, esencialmente repitió los elementos utilizados antes de 1918, por ejemplo, el recurso a términos raciales. Así se hicieron notar los prejuicios contra los “sangre mezclada”, popularizados entre otros también por Karl May: “Una calidad característica del mestizo es el ataque impetuoso. Con astucia desde atrás, también por traición y asesinato, elimina a sus adversarios” (Binder, 28 de octubre de 1927). En relación con la rebelión escobarista de 1929, se habló de “la salvaje obstinación [wilden Verbissenheit] de esta raza mexicana” (Berliner Börsen-Zeitung, 10 de abril de 1929).
El tema de Villa como bandido se enriqueció con las notas, recurrentes en los periódicos de Estados Unidos, sobre su supuesto tesoro escondido en la Sierra Madre. Una de estas noticias la divulgó el rotativo de la militancia nacionalsocialista, Der Führer (11 de diciembre de 1932).17 En la cultura popular occidental, los que con preferencia enterraron sus tesoros fueron los piratas; así, el glamour del bandido-revolucionario Villa recibió otra faceta más. La imagen de la barbaridad de Villa, “archibandido” y perpetrador de cientos de asesinatos (Nachrichten für Stadt und Land, 19 de julio de 1920; Binder, 28 de octubre de 1927), se mostró consolidada y se completó con noticias que destacaban su desenfreno sexual: en México corría la voz de que no había aldea en que no viviera una criatura suya; para reunir a todas sus mujeres, Villa tuvo que recurrir a un tren especial; después vivían en armonía, rindiendo su respeto a Luz Corral, su mujer favorita (Bird, 29 de mayo de 1932). Estas historias, mientras servían al voyerismo de los lectores, una vez más colocaban a Villa fuera de los valores burgueses dominantes, es decir, reforzaron la alienación de que hemos hablado.
El asesinato de Villa se comentó con alguna extensión, si bien al parecer sólo en el territorio del desaparecido imperio austrohúngaro. Surgieron notas amarillistas, como de que Villa era de origen judío (Wiener Morgenzeitung, 31 de julio de 1923, p. 6), o de que había surgido una riña por su herencia entre cinco mujeres que afirmaban ser sus viudas (Neues Wiener Journal, 29 de julio de 1923, p. 14).18 Pero también salieron obituarios formales, aunque no hicieron otra cosa que reproducir la leyenda ya establecida. Un ejemplo sería el periódico liberal vienés Neue Freie Presse:
El general mexicano Francisco Villa, […] a cuyo personaje envuelven las leyendas del salvaje jefe de salteadores, […] llevaba durante más de veinte años la vida de un moderno [Rinaldo] Rinaldini. Villa se convirtió en el terror de la población rica. Siempre fue un buen amigo de los pobres a los que nunca molestaba, y entre los que siempre era muy popular. Es revelador de la situación mexicana que este jefe de salteadores paulatinamente pudo ascender al rango de un general. […] Este hombre murió como había vivido. Pues, que Villa hubiera encontrado un final tranquilo, no es posible imaginar. Que a balazos se le tumbara de la silla, era su destino desde su temprana juventud. El único milagro es que alcanzó la edad de 51 años (Neue Freie Presse, 28 de julio de 1923, p. 5).
Villa, en realidad, murió sentado en un coche, pero correspondió mejor con su leyenda el que se le bajara de su caballo. Está aquí la figura del bandido social que robó a los ricos y dio a los pobres hasta que le alcanzó una muerte violenta. Sólo ahora no se le comparaba con los bandoleros históricos, sino con los ficcionales, como Rinaldo Rinaldini, el bandido protagonista de la novela Rinaldo Rinaldini, der Räuberhauptmann (Rinaldo Rinaldini, el jefe de salteadores), de Christian August Vulpius, fechada en 1799; Karl Moor, el personaje principal del drama Die Räuber (Los bandidos), de Friedrich von Schiller, de 1781; o los forajidos del cine, como veremos en el Neues Wiener Tagblatt, diario afín al reaccionario partido socialcristiano:
Villa era el auténtico bandido de película, una especie de Karl Moor. Robó sólo a los ricos, ayudaba a los pobres y fue venerado como un héroe por la gente pobre. […] Villa era un hombre sin ninguna formación y aprendió rudimentariamente a leer y escribir cuando estaba en México City. Era un hombre de inagotable energía y empeño y, sin duda, tenía talento militar. Era el tipo de un condotiero sudamericano, medio bandido y medio soldado, uno de esos asesinos sureños que antes de cometer una atrocidad dirigen una oración al cielo para que su crimen se logre. La suerte habitual de tales aventureros, una muerte violenta, finalmente le ha alcanzado por la espalda en forma de varias balas (Neues Wiener Tagblatt, 29 de julio de 1923, p. 8; Der Landsmann. Tagblatt der deutschen südlich des Brenners, 24 de agosto de 1923, pp. 2-3; Salzburger Wacht, 4 de agosto de 1923, p. 6 [diario socialdemócrata]; Pester Lloyd, 14 de agosto de 1923, pp. 3-4 [un texto lleno de disparates históricos]).
Después, Villa sólo ocasionalmente aparecería en las noticias, y tampoco encontró mayor atención en los libros especializados y de viaje. El comunista Alfons Goldschmidt (1927, p. 187) dedicó no más que unas líneas a las luchas de 1910 a 1920, omitiendo los nombres de Villa o Zapata; y el socialdemócrata Adolf Reichwein (1930, p. 155), en su libro Mexiko erwacht (México despierta), apenas lo mencionó como “el jefe de pandilla Francisco Villa”. Si bien habló un poco más sobre Zapata, se confirma que la izquierda no veía inspiradores a los revolucionarios populares, sino que se interesó más en la construcción del México postrevolucionario.
Pero a la vez que Villa desapareció de las noticias, se fortaleció su ficcionalización.19 En los años veinte, incluso fue tratado en dos exitosas novelas, Vampir. Ein verwilderter Roman aus Fetzen und Farben (Vampiro. Una novela salvaje hecha de hilachos y colores) de Hanns Heinz Ewers (1921), y Bestie Ich in Mexiko (Bestia Yo en México), primera obra del autor de novelas de aventuras exóticas Ernst Friedrich Löhndorff (1927). Tanto Ewers como Löhndorff habían pasado los años de la Primera Guerra Mundial en Estados Unidos, el último también en México, y no cabe duda de que allí se enteraron del carisma del revolucionario mexicano.
Ewers era un renombrado representante de los círculos artísticos de principios del siglo XX y creador de un oscuro universo literario. En un episodio de Vampir, su protagonista Frank Braun va a México para encontrarse con Pancho Villa, a quien supuestamente ya conocía cuando cuatro años antes habían luchado contra José María Maytorena en Sonora, prueba de los vagos conocimientos que Ewers tenía de México (Ewers 1921, p. 127). El encuentro con Villa se realiza en la plaza de toros de Torreón, donde el general (como Nerón en el circo romano) invitó a la población a una fiesta:
Entonces, resonaba una señal de trompeta, horriblemente desafinada, por el amplio anfiteatro ‒ y en esto llegó, el generalísimo, el dictador, el señor: Francisco Villa. Él, a quien tiernamente llamaban Paco y Pancho, Frasco y Curro. También Paquito. Frasquito, Panchito y Currito, halagüeños nombres cariñosos para el recio Francisco. Él, de quien todos sabían que empezó a hurtar con cuatro años, fundó su primera pandilla con ocho y debutó como asaltante con doce. Que fue por primera vez a la cárcel por estupro con 14 años y, al haberse fugado, fue asesino con 15. Él, Villa, quien no sabía escribir ni leer y sólo muy mal copiar su nombre que le han trazado y quien no obstante se convirtió en el grande y el muy poderoso. Empezó con un troje de maíz y hoy reduce a cenizas ciudades. Un tullido pastor de cerdos, quien había testificado en contra de él, fue su primera víctima ‒ pero hoy mata, con frecuencia a cientos en un día. Y se cuenta ‒con espanto y también con gran admiración‒ que en Durango hizo formarse a 123 oficiales huertistas capturados en una línea larga, las manos atadas a la espalda. Que pasó revista a la fila, que puso a uno tras otro su revolver en la sien y le pegó un tiro. Cientoveintitrés ‒él solo‒ y necesitó apenas medio minuto para cada uno (Ewers, 1921, pp. 136-137).
Hasta aquí, esta relación fantástica representa una versión extrema del mito bárbaro que se había construido sobre el Centauro del Norte. Pero Ewers/Frank Braun continúa comentando la admiración que la gente le muestra a su líder:
Tienen razón. Es un asesino de miles, cruel y rudo, un carnicero de hombres y un verdugo. Es un asaltador y ladrón y violador e incendiario y un borrachín salvaje. Sí ‒ eso es y no lo disimula. Pero es grande en todo lo que hace, sobresaliente a todo en su alrededor. Es imponente, es grande ‒ para los hijos de este país (Ewers, 1921, p. 137).
A Ewers, le fascinó la barbarie, la fuerza bruta y el líder fuerte como parte de su imaginario literario, además de la fuerza oscura de la naturaleza, el eros y las drogas (Chaves, 2012, p. 101). Su tratamiento de la figura de Pancho Villa parece ya anunciar sus posteriores esfuerzos de congraciarse con los nazis, a pesar de su afinidad a la decadencia del fin de siècle, su filosemitismo al que nunca renunció, y su individualismo rebelde y anárquico.20 Así, muchos líderes nazis lo vieron sólo como un perverso e ideológicamente no confiable. Murió en 1943.
En 1927, se presentó al público alemán la novela Bestie Ich in Mexiko,21 que su autor Ernst Friedrich Löhndorff reclamó como autobiográfica (Roland Kroell, 2012). Löhndorff, de hecho, llegó a Baja California como marinero a los 16 años, donde desertó al quedar atrapado por el inicio de la Primera Guerra Mundial, y a finales de 1917 fue hecho prisionero de guerra al intentar cruzar la frontera con Estados Unidos. Así, es imposible que haya estado en todos los eventos en los que afirmó haber participado, que ocurrieron entre inicios de 1914 y marzo de 1918. En buena medida, parece que Löhndorff siguió el ejemplo de Karl May al presentarse como protagonista de aventuras que nunca vivió (Hausberger, s.f.).
La novela narra las hazañas del joven “Ernesto”. Después de haberse escapado de su barco, llega a Guaymas, donde se une a un grupo de yaquis con los que va a Chihuahua para incorporarse al ejército villista. Acompaña a Villa en su campaña triunfal a la ciudad de México, en sus derrotas frente a Álvaro Obregón, en su retiro y la campaña a Sonora, en el ataque a Columbus, en Nuevo México, y en el juego al gato y al ratón con la expedición punitiva estadounidense. Finalmente, se separa de Villa y vive una experiencia amorosa con la bella bandida Dolores. Pero ella es asesinada por los carrancistas. El deprimido Ernesto, en los últimos días de 1917, vuelve a Guaymas. Junto con nuevos compañeros, se apodera de un pequeño barco para hacer actos de piratería contra los mercantes estadounidenses en el Golfo de California, pero son apresados por un crucero de guerra. Al final, lo encontramos en su celda, solo y con sus recuerdos.
De los personajes históricos que están en el libro, el más importante es Villa. Con ocasión de su primer encuentro, Ernesto empieza a describirlo con las características fieras que eran dominantes en el texto de Ewers y otras descripciones de la época, pero inmediatamente cambia de tono y en el resto del libro lo trata con manifiesta simpatía, aunque en su convivencia ocurran muchas brutalidades:
[…] un par de ojos de color indefinible, cuyas pupilas contraídas hasta el tamaño de una cabeza de alfiler me miraban de forma irisada […]. La mirada de este hombre, que me fijaba impasiblemente, era la de un domador de fieras o de una fiera misma, fascinante, imponente.
Las pupilas ínfimas, de repente, se extendieron, adoptaron la forma normal, y todos los rasgos que hasta ahora parecían crueles, se convirtieron como por magia en cara bonachona y jovialmente sonriente (Löhndorff, 1934, p. 215).
Como Ernesto participa en las hazañas villista como parte de una tropa de yaquis, su libro confirma el carácter de la Revolución mexicana como una lucha de indios. Pero las convenciones de tal narrativa, la rompe la figura del doctor yaqui, Benito Casco, que había estudiado medicina en California, con quien Ernesto llega a los villistas y también discute las lecturas que ambos nunca dejan de hacer, por ejemplo, del filósofo persa Omar Jayam (1048-1131), o de Thomas Carlyle (Löhndorff, 1934, pp. 186-188 y 193, 347). El Dr. Casco y la bandida Dolores son los únicos personajes de la novela con quienes Ernesto puede hablar sobre lo que estaba viviendo en México. En estos diálogos Löhndorff puso gran parte de sus sentimientos sobre la aventura, la revolución y la civilización, la que enfrenta con la romántica utopía de libertad en el mundo exótico:
La revolución, en algún momento, era una aventura para mí, pero sólo por un tiempo breve. Vivía y comía junto con los soldados, escuchaba sus historias e intentaba pensar como ellos, y me dije que a pesar de su tosquedad y de su ignorancia tenían fundadas razones para la revolución. Y cuando luego íbamos a la batalla y gritamos “¡Viva Villa!”, entonces me salía por convicción (Löhndorff, 1934, pp. 347-348).
Pero Ernesto no ve la posibilidad que los ideales revolucionarios se concretaran, pues Estados Unidos (y su aliado Carranza) no permitirían su triunfo. Cuando Dolores califica su postura como misántropa, contesta: “Yo no odio a todo el mundo. A la gente que vivía en sus chozas miserables y que fue tratada por los terratenientes como animales de su propiedad… a los indios pobres y a los léperos, los que bajo la bandera blanca de Pancho Villa hicieron temblar a todo México… ¡a ellos los quiero!” (Löhndorff, 1934, p. 348).22
Ahora bien, Löhndorff (1934, p. 159) defiende la revolución y aprueba la división de los latifundios, al mismo tiempo no cree en la revolución comunista, con cuyos ideales identifica a los zapatistas (1934, p. 282). Vale la pena señalar que Löhndorff, como Ewers, llegó a unirse al nazismo, sólo que sobrevivió a la guerra y murió en 1976.
Epílogo: los años nacionalsocialistas
Como he mencionado anteriormente, la fama internacional de Pancho Villa recibió un impulso con la presentación de Viva Villa!, la gran producción hollywoodense que se estrenó en versión original en Viena, en enero de 1935. En Alemania, Hitler y su ministro de propaganda Joseph Göbbels disfrutaron la película en una función privada, pero la consideraron demasiado peligrosa para el público amplio. No estaban del todo equivocados, pues en Viena los jóvenes socialistas usaron las funciones de la cinta como escenario para manifestarse en contra del recién instalado régimen austrofascista (Hausberger, 2013, pp. 1512-1516). No obstante, en octubre de 1936 se autorizó el estreno en Berlín, aunque en una versión drásticamente recortada. El impacto del filme se puede percibir en que, en febrero de 1937, un artículo sobre la caída de Madero se justificó con que la premiación de la cinta en la Bienal de Venecia había llamado la atención a las causas de la Revolución mexicana (Mittelrheinische Landes-Zeitung, 18 de febrero de 1937).23 Y en 1938, Josef María Frank, en su libro Mexiko ist anders (México es diferente), al llegar a hablar de Villa, lo introduce como “el general bandido de los hambrientos y depredadores peones del Norte sin techo y sin tierra, quien en la representación de Wallace Beery en la película Viva Villa! ha alcanzado una tardía fama mundial” (Frank, 1938, p. 133). Por lo demás, Frank, un hombre quien guardaba una ambigua postura entre la socialdemocracia y el nacionalsocialismo, hizo un remix de argumentos conocidos con algunas consideraciones propias: Madero era un idealista que más bien quedó avergonzado por el apoyo que recibió de los “pelados” y “peones” de Villa y de Zapata, quien con su pandilla convirtió a Morelos “en desierto quemado y cámara de horrores” (Frank, 1938, p. 133). Los villistas y zapatistas esencialmente lucharon por conseguir una parcela, la que no terminarían de obtener. A lo largo de los años, la revolución fue un enredo de conspiraciones e intrigas de camarillas de gobernadores sedientos de poder y de dinero, generales bandidos e intereses del capital petrolero, que se condensó en una lucha de clase proletaria de índole marxista radical, análoga a la revolución rusa. Y como el proletario o las masas de México en su mayor parte estaban formadas por los indios, la revolución evolucionó en una ruptura racial con el fin de librar al país de toda influencia blanca (Frank, 1938, pp. 133-134 y 137-138).
En medio del nacionalsocialismo, la Revolución mexicana obtuvo una revalorización, la cual tal vez mejor que nadie representó el ya mencionado Colin Roß. Desde su estancia en México, en 1914, se había convertido en popular conferencista, autor de reportajes de viajes, de artículos de prensa y de películas documentales y, además, en convencido adepto del nacionalsocialismo. En 1945, se suicidaría junto con su esposa.
Todos estos años, Roß cultivó su reputación de experto en asuntos geopolíticos y no dejó de publicar sobre México en la prensa, sobre todo a partir de 1935, cuando realizó un segundo viaje al país y estaba preparando su libro, del que adelantó partes en diversos periódicos y hasta en la renombrada revista Zeitschrift für Geopolitik (Roß, 1935 y 1937). En estos textos, siguió las líneas de siempre. Destacó la enorme heterogeneidad del país y su convicción de que tampoco la creciente americanización y el panamericanismo propulsado por Estados Unidos la podían superar (Roß, 19 de junio de 1935). Para el tema de Pancho Villa, era importante que el autor viera en camino la sucesiva toma de poder por los indios, que desplazarían a los dominantes blancos durante siglos. Así, la interpretación de la revolución como movimiento de indios se convirtió en la idea de una verdadera guerra de razas. Roß consideró posible que surgiera un líder indio que completara este proceso, pero dudó de que éste lograra conservar el orden. México posiblemente sólo entraría en una fase de caos que lo dejaría listo para una nueva conquista, y esta vez por los Estados Unidos. El fin del dominio del hombre blanco, de esta suerte, no sería nada más que el inicio del dominio de nuevos hombres blancos, aunque ya no serían europeos (Roß, 1937, pp. 186-187).
Lo que hay que reconocer es que el nazi Roß, aparte del también novelista nazi Löhndorff, era probablemente el autor que más empatía mostró por la revolución popular y sus causas. Era verdad, comentó Roß, que el Porfiriato había visto un auge insólito en muchos campos, en las minas, en la agricultura, en la ganadería. “Pero ¡para qué les sirvió a los vaqueros de Chihuahua, si no tenían carne de comer! ¡Para qué les servía a los peones de Morelos, si para ellos no había azúcar!” Sobre las tropas villistas, “una muchedumbre militarmente inexperta de peones y arrieros prófugos”, ondeaba “una invisible bandera de la promesa ‘¡Les traemos tierra, les traemos la libertad!’” (Roß, 23 de julio de 1935, p. 5).
Una ola de entusiasmo se extendió por México en aquel entonces. Esta era verdaderamente una revolución, la que apasionó profundamente a las masas de indios, no uno de los innumerables golpes políticos, en los que sólo se trataba de que el poder se pasara de una mano a otra.
[…] ¿No se trataba de una cosa grande, noble? ¿No había que reparar una grave injusticia que se estaba infligiendo al pueblo común desde hacía siglos? - La tierra para quien la trabaja [así en el original, con traducción] - era el grito de batalla de los revolucionarios (Roß, 23 de julio de 1935, p. 5).
La revolución triunfó y, en 1917, se promulgó la constitución, cuyo artículo 27 declaró que las tierras eran de la nación. Pero unos veinte años después, los resultados dejaron a Roß decepcionado. Aunque vio muchos esfuerzos, de la prosperidad que se había esperado no notó nada.24
Conclusión
Así, tenemos que concluir que, desde las primeras noticias más extensas sobre la Revolución mexicana, los medios alemanes, aunque denunciaban la destrucción del orden porfirista, mostraban comprensión y hasta simpatía por la rebelión popular, pero nunca manifestaron fe en la revolución. No dejaron de interpretar los eventos como un levantamiento de indios, y tampoco dejaron de insistir en la dependencia del desarrollo mexicano de la política estadounidense. Desde el imperio guillermino hasta los tiempos nacionalsocialistas, se observa, por lo tanto, bastante continuidad. Sólo el peso que se dio a los argumentos cambió y, así, la revolución de las masas de indios terminó por considerarse una guerra de razas. Entre el conservadurismo alemán, tales ideas se siguen manejando hasta hoy en día (por ejemplo, Scholl-Latour, 2009). De forma llamativa, la revolución popular había dejado bastante indiferente a la izquierda alemana. La figura de Pancho Villa en todo este debate histórico no fue más que una ilustración pintoresca. Fue sólo con el apoyo de Hollywood que Villa se convirtió en portador de una leyenda política ficcional, que en Viena inspiraría a los jóvenes socialistas (y, un poco más tarde, en España a los combatientes antifascistas) (Hausberger, 2013). De esta suerte, la fase armada de la Revolución mexicana finalmente ejerció una fuerza de motivación, la que todavía se sentiría en los westerns revolucionarios italianos de los años sesenta (Hausberger y Moro, 2013).