Introducción
En este estudio se analiza una tipología de documentos que integraban una unidad: la Relación Geográfica (en adelante RR.GG.). Estas corresponden a la unión de dos tipos de documentos: por un lado, una relación escrita que respondía a una serie de preguntas; por otro, un mapa-pintura que reflejaba lo contestado en la referida relación escrita y que servía para ubicar en el espacio los distintos elementos del paisaje. En este caso particular centramos el análisis en las RR.GG. elaboradas entre 1577 y 1582.
El proyecto de las RR.GG. de 1577 fue planteado por Juan López de Velasco, cosmógrafo-cronista del rey Felipe II. Esta propuesta posee su antecedente en las Relaciones Topográficas de 1574 (Portuondo, 2013; Jiménez de la Espada, 1897; Ortega Rubio, 1918), el primer intento compilador de saberes cartográficos llevado a cabo por el humanista. Ambos proyectos se insertan dentro de las denominadas “reformas ovandinas” (Manzano Manzano, 1987, p. 139; Diego Fernández, 2010, p. 447; André, 2019), por lo que Juan López de Velasco trató de seguir el modelo de las instrucciones que había dejado Juan de Ovando tras su visita al Consejo de Indias en 1562.
La Instrucción y Memoria de 1577 (ver Anexo 1) de López de Velasco consistió en un cuestionario de cincuenta preguntas que podemos dividir en dos bloques. Uno engloba los primeros diez cuestionamientos, relativos a geografía general y a lo que actualmente podríamos denominar etnohistoria; el otro agrupa las cuarenta interrogantes restantes, con las que se buscaba dar respuesta a aspectos específicos y de importancia para la Corona, como recursos naturales, poblaciones, clima de la región, mareas, etc. (Moreno Núñez, 2009; Portuondo, 2013).
Varias de estas cincuenta preguntas son de gran interés para el presente estudio. Por un lado, destacan las que corresponden con saberes indígenas -de la once a la quince-, ya que muestran cierta negociación con estos grupos y la posibilidad de que los mapas elaborados entre 1577-1582 tuvieran como antecedente otros prehispánicos, a su vez que dan cuenta de los cambios culturales y sociales vividos por los indígenas a raíz de la llegada de los europeos. Por otro, encontramos las que abordan temas relativos a la fauna, flora y accidentes geográficos -de la dieciséis a la veintisiete-, y que aportan valiosa información para la reconstrucción del paisaje a finales del siglo XVI.
Dentro del corpus de las RR.GG. de 1577, el virreinato de Nueva España tuvo una mayor producción en comparación a otros territorios (Portuondo, 2013). Al norte de los ríos Lerma-Santiago estaban los valles chichimecas, que constituyeron un área cultural propia diferenciada de Mesoamérica.1 Dentro de esta área se encuentra la zona representada en el mapa de Yurirapúndaro [ver Figura 1], actual población de Yuriria, Guanajuato [ver Figura 2]. Esta localidad estaba integrada dentro del partido de la villa de Selaya (Celaya, Guanajuato); sin embargo, su importancia le permitió tener su propio mapa. Por este motivo, la Relación Geográfica de los pueblos de Selaya, Acámbaro y Yurirapúndaro posee tres documentos actualmente:2 una relación escrita que se conserva en la Real Academia de la Historia de Madrid;3 un mapa en el que se representaron las poblaciones cercanas a Selaya y a Acámbaro;4 y el mapa de Yurirapúndaro.5
Fuente: Archivo General de Indias [AGI], MP-MEXICO, 24. Unión de los escaneados de las distintas partes, elaboración propia
Definición de paisaje
Antes de comenzar con el estudio del paisaje debemos explicar a qué nos referimos por “paisaje”. El vocablo proviene de la raíz latina pagus, que en la Edad Media denominaba el distrito agrícola o pueblo/aldea. Durante el Renacimiento, en la Península Ibérica pasó a ser sinónimo de “país” (Fernández Christlieb, 2006, p. 4). El paisaje, por tanto, posee una dimensión humana y es la base del razonamiento geográfico integrado en el imaginario popular de la sociedad en la que se encuentra el individuo, es decir, es concebido por los grupos sociales en él asentados (Delgado López y Vázquez Solís, 2011). Cuando este paisaje es representado por medio de un mapa o una pintura intervienen en el proceso una serie de cuestiones propias del sujeto, mismas que quedan plasmadas en el documento.
El creador de la pintura lleva a cabo una labor de abstracción, ya que representa el paisaje en un momento determinado. Con el fin de poder plasmarlo en el documento, el autor emplea herramientas, técnicas y métodos que corresponden con la cultura y época propias (Fernández Christlieb, 2006). Además de lo que se ve de forma “física” en la representación, especialmente en el caso novohispano, influye también el concepto de “paisaje cultural”, término creado por Friedrich Ratzerl en 1897 y reutilizado y ampliado por la Escuela de Berkley y su Geografía Cultural (Urquijo, 2020, p. 22). Para comprender este tipo de paisaje hay que tener en cuenta que las sociedades intervienen en él y se identifican con él. En el caso de los mapas de las RR.GG. de 1577, las divisiones administrativas territoriales, los accidentes geográficos señalados de forma particular o, incluso, la representación de lugares con una importancia simbólica-ritual por parte de los indígenas son ejemplos de paisajes culturales.6
En este trabajo se entiende que el paisaje posee un doble significado. Por un lado, alude a la realidad observada por el pintor del mapa, misma que ha plasmado en el documento a través de sus propios conceptos, concepción y subjetividad. Por el otro, hace referencia a la unión de los distintos elementos que se encuentran sobre la superficie terrestre, tales como flora, fauna y accidentes geográficos, con los elementos propios de la actividad humana que interacciona con el medio físico.
Metodología y marco teórico
Con el fin de reconstruir el paisaje se debe realizar un estudio interdisciplinar que aúne la Cartografía con la Historia y las Ciencias Naturales, esta última esencial para la identificación de los taxones vegetales y animales, así como para interpretar el clima y la orografía de la zona. Estas ramas de conocimiento se entrelazan en la metodología que presentamos, en la cual se parte de unas fuentes y marco teórico íntimamente ligados con la reconstrucción del paisaje7 y la Historia Ambiental.8
Nuestra metodología realiza lo que en codicología se denomina “análisis interno del documento” (Ruz Barrio, 2016, pp. 44-45), es decir, da explicación de los distintos elementos que integran el mapa y se coteja con los datos que ofrece la relación escrita. Para ello, en primer lugar, se analiza la toponimia que ofrece la Relación Geográfica y se coteja con las cartas topográficas realizadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI), para así correlacionar la ubicación geográfica aproximada del mapa e identificar accidentes geográficos relevantes, infraestructura y poblaciones. Todos estos datos son recopilados, clasificados y jerarquizados en un SIG,9 permitiendo la elaboración de un mapa histórico que los visualice.
Con el marco geográfico definido, se hace indispensable el estudio de la flora y fauna autóctonas representadas en el mapa, puesto que junto con el relieve y la hidrografía constituyen el paisaje natural. Para esto, se lleva a cabo un estudio de las especies que aparecen tanto en el mapa como en la relación escrita, discerniendo entre salvajes y domésticos, así como entre autóctonos y alóctonos. Asimismo, se introducen en el SIG-histórico los datos referentes a las actividades agropecuarias representadas en el mapa, con el tipo de cultivo o de ganado asociado.
Finalmente, se lleva a cabo el estudio del paisaje cultural, es decir, de la relación humana con el paisaje natural. Paisaje cultural hace referencia a las poblaciones, las edificaciones, infraestructuras y modificaciones en el paisaje natural. En este apartado se observan también los efectos de la colonización hispana en la región, así como las consecuencias en la población indígena de la introducción de nuevos patrones de asentamiento, cambios en la dieta y en su cultura.10
Esta metodología, y los pasos que conllevan el análisis completo de los distintos elementos que integran el mapa, permite que hagamos una correcta reconstrucción del paisaje cultural novohispano a finales del siglo XVI. Esto es, al mismo tiempo, la estructura de este trabajo en el que presentamos los resultados de nuestro estudio. Comenzamos por la georreferenciación de los accidentes geográficos, el paisaje natural y, finalmente, el paisaje cultural novohispano de Yurirapúndaro en 1580.
Georreferenciación del relieve
Para establecer el marco geográfico aproximado, puesto que no se dispone de escala ni orientación, se debe tener en cuenta las poblaciones y la toponimia que refleja el mapa. En este caso hay 28 poblaciones, muchas de las cuales han desaparecido. La mitad de los asentamientos continúan existiendo en la misma ubicación relativa mostrada en el dibujo, aunque en algunos casos su topónimo ha sido modificado levemente, como más adelante se tratará. Además de estas, la laguna de Yuriria es esencial (ver Anexo 2), tanto por su importancia económica como por su lugar simbólico y tamaño en el centro del mapa. La disposición de la laguna y de la vista del convento nos permite identificar la orientación general del documento, observando que se encuentra orientado hacia el este, quedando el norte en su parte izquierda.
Con estos asentamientos identificados, así como algunos accidentes geográficos fácilmente reconocibles,11 cotejamos con la base de datos topográfica del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) considerando varias cartas topográficas en escala 1:50,000.12 Con ellas pudimos localizar e identificar la mayoría de los accidentes geográficos pintados entre los que sobresalen: el río Grande (actual río Lerma), la orilla de la Laguna de Cuitzeo, la Laguna de Yuriria, el Cerro Grande y el Cerro Cuevas de Moreno, entre otros. De esta manera elaboramos un croquis a partir del mapa antiguo con la toponimia actualizada (ver Anexo 3) en el que se aprecia la hidrología y orografía representada en la pintura. Esto permitió ubicar fácilmente el documento en el espacio geográfico.
Centrando la composición con la Laguna de Yuriria y su población, y ciñendo un marco geográfico aproximado gracias a la identificación del resto de poblaciones y accidentes geográficos que hemos reconocido, podemos establecer una superficie aproximada de 2,549.65km2. Esta abarca parte de la actual frontera entre los estados de Guanajuato y Michoacán, ya que representa dos de los acuíferos más importantes de la región, como son la Laguna de Yuriria y el Lago de Cuitzeo.13 A estos se añaden una serie de ríos y arroyos de menor importancia, así como dos pequeñas lagunas que han sido identificadas como La Joya y la Laguna-Alberca de Axalapasco.
Fauna y flora de Yurirapúndaro
Una vez señala la orografía e hidrología de la región, así como ceñida la zona representada en el mapa, identificamos el resto de los elementos propios del paisaje natural, como son la fauna y la flora. En este sentido, y debido a la llegada de los españoles, dividimos este apartado en dos: la flora y fauna autóctona y la alóctona.
Fauna y flora autóctonas
El Mapa de Yurirapúndaro y sus sujetos no posee una gran variedad de flora y fauna, razón por la cual fue necesario remitirnos a la relación escrita para complementar la información. En el mapa se observa una serie de árboles en las orillas del “Río Grande”, posiblemente hace referencia a los bosques de ribera que en él se situaban y que actualmente, pese al alto grado de contaminación y agotamiento de los acuíferos de la región, sigue existiendo (Mendoza Cariño et al., 2014).
Tras realizar el trabajo de campo en esa zona en 2019, consideramos que dichos árboles podrían ser fresnos (Fraxinus uhdei Lingelsh), álamos (Platanus mexicana Moric), sauces (Salix humboldtiana Willd) o sabinos (Taxodium mucronatum Ten) (Rzedowski y Calderón Rzedowski, 2009). Al no contar con una representación “realista” de las plantas en el mapa, sino únicamente con manchas ocres que imitan la copa de los árboles, no podemos considerar ninguna de estas opciones sobre las demás, por lo que ofrecemos su posible identificación con base en lo observado en el Anexo 4.
La relación escrita de Yurirapúndaro, al contrario que en otros casos de las RR.GG. de 1577, no dispone de ninguna referencia a la flora de la región. De hecho, salvo una breve mención a las tierras cultivadas por los españoles, no hay más. Debido a lo anterior, no puede conocerse el tipo de vegetación, a menos que se realice trabajo de campo o se consulten los textos especializados en paleopaisajes, como la palinología, dendronología, o los relacionados con la ecología actual. Es por esto que, antes de analizar la fauna, hay que destacar algunas características.
En primer lugar, esta zona se localiza en la región ecográfica del Bajío; su parte meridional se integra en las sierras volcánicas del sureste Guanajuatense, perteneciente al Cinturón Volcánico Transmexicano (Sandoval Minero, 2004). Esto la sitúa en una dicotomía importante entre una tierra fértil alrededor de la Laguna de Yuriria -y los distintos ríos y embalses- y otra semiárida en los contornos del área de estudio, especialmente cerca de los cerros. Asimismo, una sección se ubica en la zona volcánica y presenta numerosos cráteres; sin embargo, el pintor únicamente señaló dos en el mapa y los dibujó como masas de agua de pequeño tamaño.14 A estos dos cráteres rellenos de agua habría que añadir otros siete que conforman las famosas Siete Luminarias en el Valle de Santiago, que no se registraron en el dibujo. La provincia, por tanto, está conformada por una gran masa de rocas volcánicas de distinto tipo, acumuladas en diversos y sucesivos episodios volcánicos, lo que la vuelve una zona fértil (Oliva Aguilar, 2012).
En cuanto a los cultivos que pudieron existir de época prehispánica, por la situación de la región, que fungió como frontera del reino tarasco con los chichimecas al momento de la conquista española, pudo haberse dado el cultivo del maíz, tanto alrededor de Yurirapúndaro como en las distintas rancherías chichimecas repartidas por la zona. Sin embargo, de ello no hay referencia ni en el mapa, ni en la relación escrita.
Por otro lado, en cuanto a animales salvajes, pese a que no fueron representados en el mapa, la relación escrita describe algunos de ellos. La primera descripción corresponde a los bagres (Ictalurus dugesi) que habitaban las aguas del río Lerma: “(…) y un rrio prinçipal grande abundosso de pescado que dizen bagres”.15 También se mencionaron otros peces, de los que no se especificó su especie: “(…) se haze una laguna grande donde los naturales matan mucho pescado q[ue] lo tienen por granjería”.16 Estos últimos podrían tratarse de carpas (Cyprinus sp), charales (Chirostoma sp) o incluso bagres, puesto que son las variedades que continúan existiendo actualmente (Sandoval Minero, 2004, p. 9).
Continuando con los animales salvajes, la relación escrita da una breve mención sobre algunos que se encontraban a finales del siglo XVI: “Ay leones y lobos y coyotes, benados, liebres, conejos, mucha cantidad de abes, de gallinas de Castillas, que de la tierra ay pocas”.17 De los anteriores podemos identificar al león de montaña o puma (Puma concolor), lobos (Canis Lupus Baileyi), coyotes (Canis latrans), venados cola blanca (Odocoileus virginianus) y, finalmente, los únicos animales prehispánicos amansados, las “gallinas de la tierra”, es decir, los pavos (Meleagris gallopavo), que recibieron ese nombre tras ser comparados con las aves europeas.18 Con estos animales concluyen las referencias al paisaje natural prehispánico, entendiendo este como el anterior a la introducción de los nuevos aportes en fauna y flora por parte de los europeos.
Fauna y flora alóctona
Con respecto a los aportes del viejo continente, hay que recalcar que el mapa no brinda referencias sobre la vegetación llevada por los europeos, salvo la “estancia de Caracheo”. Esta falta de representación de cultivos puede deberse a dos motivos, uno de ellos se señala en la relación escrita de la siguiente manera: “podriase sacar este d[ic]ho rrio y aprovecharse por muchos llanos para rregar labranças y no se haze, lo qual seria de mucha ymportançia por la dispusion que ay de muchas tierras y grandysyma cantidad de agua”.19 Este punto de vista, de las tierras como fértiles y aptas para el cultivo se refuerza en otros puntos de la relación, como en la respuesta a la cuarta pregunta en donde se dice: “(…) es fertil, abundossa [de mantenimientos] y de frutas ansy de la tierra como de España y de mucho mayz”20 y en la vigesimotercera respuesta donde especifica que: “danse cualesquier frutas de España”.21
El segundo motivo por el cual aparecen pocos cultivos puede deberse a otro fenómeno que se aprecia en el documento: la profusión de la cría y trashumancia de ganado equino y vacuno en la región. Es importante señalar que Yurirapúndaro sirvió como paso de ganado en su avance hacia el norte, entre la zona septentrional de Michoacán, actualmente el estado de Guanajuato, las meridionales y las occidentales, introduciéndose en los territorios de Nueva Galicia.
El principal animal representado en el mapa es la res, del cual observamos dieciséis ejemplares repartidos a lo largo del dibujo, sin un orden aparente. Estos bóvidos fueron introducidos por los españoles en América desde principios del siglo XVI, llegando a la zona de estudio a lo largo de los años 1525-1527, con un claro incremento a partir de la década de 1540. Estas reses podrían ser de distinta raza, diferenciadas por su pelaje: negras (andaluzas), café rojizas (retintas), pintas (berrendas) y blancas (cacereñas) (Barrera Bassols, 1996) (ver Anexo 5). Sin embargo, debido al dibujo esquemático empleado por el pintor, no podemos indicar una raza en concreto para este ganado.
Por otro lado, están los equinos, cinco caballos montados por jinetes y otros quince que, por lo esquemático del dibujo, no podemos saber si se trata de caballos, yeguas, mulas o burros. No obstante, consideramos que lo más probable es que sean caballos o mulas, puesto que las yeguas serían representadas con un potro, como sucede con otros mapas de las RR.GG. de 1577 de la región cultural Chichimeca.22
Al respecto de los caballos podemos mencionar que fueron los primeros animales en llegar con los conquistadores por ser empleados como un arma más en el combate y brindar una mayor movilidad, lo que los volvió esenciales durante la conquista y colonización (García Martínez, 1994). Pese a que los españoles tuvieron cuidado y preocupación por evitar el robo de estos cuadrúpedos, su huida o utilización por parte de los indígenas fue habitual en toda Nueva España (Acuña, 1987; García Martínez, 1994), extendiéndose por toda Norteamérica en forma de ganado cimarrón.
Con respecto a las posibles razas de los ejemplares representados, podrían tratarse de caballos losinos, ampliamente utilizados durante el medioevo, cuyo origen se encuentra en Burgos (Yanes García, 2009, pp. 479-481), o de caballos hispanoárabes, empleados por los musulmanes e introducidos por ellos en la Península Ibérica con la conquista del territorio a lo largo del siglo VIII d.C. (Rodríguez de la Borbolla, 2009, pp. 468-470) (ver Anexo 6).
Aparte de los animales, el principal aporte referenciado en los cultivos sería el trigo, representado en unos campos cercanos al río aledaño a la estancia de Caracheo. Con respecto a la introducción de este cereal, dentro de la política virreinal se incentivó su producción para satisfacer las demandas alimenticias de la población española y, con el fin de europeizar el paisaje novohispano, se intensificó su sembrado. Esto permitió que para el año 1535 se exportara a las Antillas y Tierra Firme desde el virreinato (Crosby, 1972, p. 70). No obstante, el trigo no sustituyó al maíz, el cual, como apreciamos anteriormente, seguía siendo cultivando en Yurirapúndaro por los indígenas. Como consecuencia de los anterior, se estableció un ciclo complementario entre ambos cereales, quedando el primero para el ciclo invierno-primavera mientras que el segundo para verano-otoño (Navarrete Pellicer, 1997, p. 94).
Con estos animales y cultivos introducidos por los españoles podemos interpretar los cambios en el paisaje natural, la estructura económica de la región con base en las actividades agrícolas y ganaderas, así como la jerarquización del espacio por parte de las autoridades novohispanas.
El paisaje cultural novohispano de Yurirapúndaro
Como señalamos, el paisaje cultural nace de la unión de las actividades humanas con el medio natural y de la abstracción que realiza el pintor. Lo anterior se observa en el caso del mapa de Yuririapúndaro (Urquijo, 2020). Esta labor de abstracción se realizó con base en los valores creativos, ideas, lenguaje simbólico y herramientas propias de su cultura y momento histórico, así como en virtud de sus propios intereses. En este aspecto analizaremos los cambios efectuados en el paisaje desde la llegada de los españoles, la apropiación del paisaje realizada por los indígenas y sus modificaciones por parte de los europeos, así como la identificación y explicación de las principales poblaciones y actividades económicas de la región.
Comenzaremos por la Laguna-Alberca de Axalapasco por lo particular de su representación y por las noticias que se tienen de ella. Se dibujó con agua rojiza, más apagada que el resto de los cursos acuíferos por no ser apta para consumo humano (Basalanque, 1963 [1673], p. 126). Además, la manera en que está representada abre la posibilidad de que provenga de la tradición pictórica mesoamericana por la ubicación de rocas a su alrededor, que bien podría corresponder con un glifo prehispánico.23
La laguna denominada “Pachametiro” en el mapa corresponde con la actual Laguna-Alberca de Axalapasco, una voz náhuatl24 que se emplea en México para denominar las lagunas formadas en cráteres de volcanes de escasa altura. Este cuerpo de agua dio origen al topónimo de Yurirapúndaro, el nombre histórico de la actual ciudad de Yuriria. Esta voz proviene del purépecha y se compone de “Yuriria” (sangre), hapunda (laguna) y -ro (locativo). Su color se resaltó en distintos testimonios de la época, como el dado por el padre Diego Basalanque a principios del siglo XVII: “Yurirapundaro que quiere decir Laguna de sangre, porque se fundó en sus principios alrededor de una laguna cuya redondez debe ser de una legua corta y su agua no es sangre sino agua, que tiene un color turbado y no claro estando en la laguna” (Basalanque, 1963 [1673], p.125). Otra referencia la encontramos en la propia relación escrita de Yurirapúndaro donde se lee: “llamase Yurirapundaro porque quiere dezir en lengua tarasca laguna de sangre, y pusose este nombre a este d[ich]o pu[ebl]o porque tiene una laguna entre las cassas del de media legua en rredondo que el agua de [e]lla es algo bermeja, semejante a sangre”25 (ver Anexo 7).
Esta masa de agua y su representación individualizada en el mapa muestra cierta importancia, tanto para el pintor como para los indígenas que allí habitaban. A ella se añade otro cuerpo de acuífero, de mayor tamaño, la laguna de Yuriria de origen artificial y esencial para la ecología y la economía de la zona. Esta fue auspiciada por los agustinos, quienes llegaron a la región en 1550 con la misión de evangelizar y congregar a los indígenas. Fray Diego de Chávez, prior de varios conventos agustinos en Michoacán, estableció las bases para la orden religiosa en el lugar (Rubial García, 2008, p. 71) y mandó construir la laguna:
El modo de hacerla no fue cavando como algunos piensan, sino que eran algunos bajíos, donde corrían otras aguas y se hacían unas Ciénagas, más pasadas las aguas se secaban; y viendo el P. Fray Diego de Chaves la disposición de los bajíos, trató de meter el rio grande que pasa media legua deste sitio, e hizo una acequia muy ancha y honda del rio hasta este bajío, de modo que con el tiempo se ha hecho rio por donde entra en esa laguna, y como no tiene salida, en teniéndola llena no entra, sino que prosigue su corriente al Poniente, y así la laguna crece y mengua conforme al agua que trae el rio grande (Basalanque, 1963[1673] , pp. 125-126).
Esta obra hidráulica transformó el paisaje y permitió aprovechar parte del cauce del río Lerma tras desviarlo con una acequia que se excavó. Esta agua fue enviada a unos humedales de la zona y se conformó así la laguna, que, manteniendo un nivel constante, mejoró la riqueza pesquera, agrícola y ganadera en el corregimiento (Guzmán Guzmán, 2011, p. 109) y modificó las actividades económicas de las poblaciones asentadas cerca de ella (McNeil, 2005, p. 12). Este “cambio histórico” (Urquijo y Barrera Bassols, 2009, p. 22) marca un importante ejemplo de la acción antrópica sobre el paisaje natural y la configuración de paisajes culturales.
Otro ejemplo de la acción antrópica sobre el paisaje prehispánico son los asentamientos y congregaciones. Destaca la cabecera de este corregimiento, el pueblo de Yurirapúndaro, cuya doctrina se encontraba bajo la dirección de los agustinos, quienes congregaron a los indígenas en torno al convento de San Pablo de Yurirapúndaro. Juan de Tovar fue el primer encomendero de las poblaciones sujetas hasta 1539, año en que pasaron a Alonso del Castillo para, en 1545, convertirse en tierras de realengo con un corregidor (Rubial García, 2008, p. 71). Con la llegada de fray Diego de Chávez a Yurirapúndaro comenzaron las obras de la iglesia, que tardaron cerca de diez años. Tras su construcción se edificaron el hospital y capillas aledañas, consiguiendo convencer a los tarascos que vivían en las faldas del cerro El Capulín que bajaran a asentarse en la nueva población.26
El asentamiento de los indígenas cerca de la iglesia permitía impartir la doctrina más fácilmente, así como controlarlos y alejarles del elemento simbólico que era la laguna de sangre. El problema que encontraron los nuevos pobladores fueron las depredaciones de las distintas partidas de guerra chichimecas durante la guerra, lo que llevó a erigir el convento como fortaleza27 (Basalanque, 1963 [1673], pp. 125-126; Guzmán Guzmán, 2011, p. 97). La relación escrita28 menciona que durante la época prehispánica y los inicios de la ocupación española había entre 8,000 a 9,000 tributarios29 en el corregimiento.30 Para 1550 Basalanque (1963 [1673], p. 128) indica que disponía de 6,000; sin embargo, la relación escrita reduce a 900 tributarios la población del corregimiento.31
Con respecto a las demás poblaciones, la mitad de ellas actualmente han desaparecido, derivado de la caída demográfica indígena, de las sucesivas congregaciones y los cambios políticos y económicos que ha sufrido el territorio desde finales del siglo XVI hasta nuestros días. Cotejando la información proporcionada por la Relación Geográfica con otros documentos coetáneos (García Pimentel, 1904) podemos concluir que tuvo entre 30 a 50 sujetos aproximadamente durante el siglo XVI (ver Anexo 8). De estos podemos ubicar actualmente los siguientes:
Yurirapúndaro (Yuriria)
Caracheo (Cañada de Caracheo)
Huanzindeo (Salvatierra)
Maravatio (Santiago Maravatío)
Caçaquaran (Casacuaran)
Huriangato (Uriangato)
Emenguaro (San Andrés Enguaro)
Quiyavio (Quiahuyo)
Pamaseo (Pamaseo)
Piniguicaro (Piñícuaro)
Serano (Cerano)
Parangueo (Parangueo)
Araceo (Magdalena de Araceo)
Finalmente, otro elemento que transformó el paisaje natural fue la jerarquización del espacio y su apropiación por parte de los españoles, extendiendo la ganadería y poniendo en uso nuevas tierras para el cultivo. Si bien, la importancia de la zona de Yurirapúndaro en cuanto a ganadería es clara en la documentación analizada, en el mapa únicamente aparece una estancia, misma que sirve como única representación de campos de cultivo en la región.
La presencia de ganado en la zona está representada en el mapa con abundantes ejemplares. También aparece referenciada en otros documentos coetáneos, como la carta elaborada por fray Juan de Medina Rincón al rey Felipe II el 4 de marzo de 1582 (Warren, 2000, pp. 47-65) cuando se consideró la opción de comerciar el ganado propiedad de la Iglesia con el fin de financiarse, puesto que poseía numerosos hatos ganaderos que podían vender a buen precio.32
Para la zona de Yurirapúndaro, a lo largo del siglo XVI encontramos una gran profusión de mercedes para estancias de ganado, con un total de 114,000 ha (Baroni Boissonas, 1990, pp. 48-49). Esta importancia se debía al interés de las autoridades novohispanas de alejar a estos animales de la meseta central y de las zonas de cultivo intensivo indígena (Chevalier, 1976; Baroni Boissonas, 1990; García Martínez, 1994; Garza Martínez, 2001). Esta tendencia se mantuvo hasta 1581, a partir de entonces aumentaron las caballerías de tierra para cultivo gracias a las obras hidráulicas. Para principios del siglo XVII quedaban aún doce estancias y ranchos que daban becerros, mulas y caballos en forma de diezmo al convento agustino de Yurirapúndaro (López Lara, 1973, pp. 202-203). Esta reducción de hatos ganaderos cobró fuerza a partir de 1644, cuando se cedieron tierras de estancias ganaderas privadas para la fundación de Salvatierra (Guanajuato) (Vargas, 1939).
En el mapa hay distintos hatos ganaderos repartidos por el territorio, mientras que los campos de cultivo han sido ubicados cercanos al río que pasa adjunto a la estancia. Esto se debe a que las tierras más fértiles fueron destinadas a la agricultura, mientras que las baldías, montuosas y pedregosas se dedicaron a la ganadería (Baroni Boissonas, 1990). Los campos de cultivo se representaron al lado de una parroquia (símbolo que alude a un asentamiento) y de un corral (que señala la presencia de ganado). Es reseñable la cercanía de los cultivos y el corral, ya que los animales solían provocar problemas al alimentarse en sus traslados. También es significativo que solo se represente una estancia de ganado, ya que desde la primera mitad del siglo XVI hay una sucesión de mercedes para ganado en la región (López Lara, 1973; Lecoln, 1988; Wobeser, 1989; Baroni Boissonas, 1990; Pérez Luque, 1990; García Martínez, 1994; Garza Martínez, 2001; Lefebvre, 2018).
Al contrario de la escasa representación de estancias en el mapa, encontramos una gran variedad de animales repartidos por su superficie, cuya ubicación y distribución hace referencia a una actividad esencial para la economía de la región: la trashumancia. Esta práctica de conducir al ganado de una zona a otra dependiendo de la estación fue básica en la Nueva España. Dentro del virreinato se pueden apreciar distintos tipos de trashumancia (Garza Martínez, 2001, pp. 40-51):
Circuitos cortos: movían los hatos a los pastos y los regresaban al corral en el mismo día, la actividad propia para el ganado usado en labores agrícolas y aquel destinado al uso doméstico.
Circuitos medios: se llevaba al ganado a pastar durante varios días o semanas. Esto era especialmente importante para los dueños de grandes mercedes de tierra, con numerosas cabezas de ganado, para poder mantener los pastos en origen.
Gran trashumancia: grandes masas de animales yendo a un lugar durante la mitad del año para regresar al final de este, similar a la trashumancia ibérica.
Los movimientos de ganado de una zona a otra por medio de caminos adecuados provenían de una tradición medieval legislada desde los tiempos del rey Alfonso X de Castilla (1284) cuando se precisaron las dimensiones de las cañadas (75 metros de ancho). Estas debían tener, a lo largo de su recorrido, pastos y aguajes libres, así como ramales y caminos tributarios que unieran los distintos lugares de pasto y agua con el camino principal. Esta reglamentación se produjo para evitar los destrozos del ganado en los cultivos de los campesinos. Quedó así, para el siglo XVI, como una costumbre con su legislación propia y conformando una cultura ganadera en la sociedad ibérica, la cual se trasladó a Nueva España en el siglo XVI creándose incluso una Mesta, a imagen de la peninsular (García Martínez, 1994, pp. 19-21; Barrera Bassols, 1996, pp. 14-15; Vargas Uribe, 1996, pp. 124-125).
Los problemas iniciales con los cultivos indígenas y los distintos procesos judiciales llevados a cabo por desmanes del ganado provocó que se hicieran diversas ordenanzas con el fin de crear cañadas y regular la trashumancia. La primera de ellas, la de 1574, señalaba las normas para las cañadas michoacanas. Su sanción se produjo tras los problemas ocasionados por el ganado en las tierras indígenas del centro de México y del norte del obispado de Michoacán. Estos daños a los campesinos indígenas se pueden observar en diferentes documentos consultados33 de poblaciones integradas en el partido de la villa de Selaya, al cual pertenecía Yurirapúndaro.
Con respecto a la agricultura, hay que mencionar que la introducción del arado romano tirado por bueyes puso en producción tierras fértiles cercanas a los ríos que los indígenas no habían sido capaces de trabajar debido a sus herramientas y técnicas34 (Lefebvre, 2020, p. 330). Este hecho provocó un cambio en el paisaje que sigue siendo visible hoy en día; la agricultura dejó una huella permanente en el entorno y convirtió a la zona de El Bajío, en la que se integra el corregimiento de Yurirapúndaro, en el “granero de México” (Vargas Uribe, 1996). Sin embargo, en 1580, su producción agrícola era escasa, ya que la propia relación escrita menciona que se podrían regar y trabajar muchas tierras para labranzas, pero no se hacía.35
Finalmente, como modificación del paisaje natural por parte de los hispanos encontramos los caminos que sirvieron como eje vertebrador de esta nueva forma de jerarquizar el espacio, poniendo en comunicación las poblaciones con las zonas de explotación agropecuaria, así como sirviendo de vías para mover el ganado en sus distintos circuitos de trashumancia. En el mapa aparecen representados pocos caminos y es presumible suponer que se trata de ramales principales que conectan la cabecera del corregimiento con Selaya y Acámbaro, las otras poblaciones de importancia cercanas, así como con el resto del virreinato.36 No todos los caminos que existían han sido representados, puesto que no hay ninguno que conecte la estancia de Caracheo con el resto del corregimiento, ni con los hatos ganaderos que se han dibujado, ello pudiera deberse a que se trataba de sendas de menor importancia y tamaño.
Con estos caminos concluimos la reconstrucción del paisaje cultural novohispano en Yuriria, integrándose de esta manera las actividades económicas con los caminos y las poblaciones.
Resultados y conclusiones
Tras el análisis realizado con base en la información que suministra la Relación Geográfica correspondiente a Yurirapúndaro de 1577, así como las fuentes de archivo y bibliografía consultada, podemos ofrecer una reconstrucción del paisaje a finales del siglo XVI completa para la zona de estudio.
La relación escrita de Yurirapúndaro si bien no da en exceso información sobre la flora, fauna y asentamientos de la región, sí permite iniciar la investigación con cierta toponimia y datos de importancia para entender los intereses que se plasmaron en el mapa-pintura. El mapa muestra la importancia de ciertos accidentes geográficos, especialmente la Laguna-Alberca de Axalapasco y la Laguna de Yuriria, así como ciertos cerros representados en un mayor tamaño que los demás. A estos se añaden los asentamientos, centrando Yurirapúndaro la composición como cabecera del corregimiento. Para el pintor, la actividad ganadera era esencial, por lo que decidió incluirla en forma de animales repartidos por el documento. Esto nos permite interpretar que la estructura económica de Yurirapúndaro, basada principalmente en la ganadería, ya estaba consolidada en 1580.
La introducción del ganado en la región, así como las sucesivas congregaciones de indígenas conllevaron cambios fundamentales en el paisaje natural, de los cuales predomina la creación de la Laguna de Yuriria, de suma importancia ecológica y económica para Yurirapúndaro y para el actual estado de Guanajuato. El paisaje colonial que hemos reconstruido a partir de este documento nos permite comprender la profundidad de los cambios que sufrió durante la época virreinal. La jerarquización del espacio y su explotación modificó la ecología de la región, a lo que se unió la introducción de numerosas especies alóctonas, provenientes de Europa.
Con toda la información recabada, analizada y estructurada en un SIG, podemos ofrecer un mapa. Este permite comprender visualmente la zona representada en el Mapa de Yurirapúndaro y sus sujetos, así como la posible ubicación de ciertas poblaciones que actualmente han desaparecido [ver Figura 3]. Con este mapa se puede, además, comprender los accidentes geográficos representados y las transformaciones del paisaje.
Podemos concluir que la relación escrita y el mapa de Yurirapúndaro de 1577 son documentos de indiscutible valor histórico que permiten conocer la conformación de la primigenia estructura agropecuaria en Yurirapúndaro que, en siglos posteriores, la convertiría, tanto a Yuriria como al resto de El Bajío guanajuatense, en el “granero de México”.37 También podemos considerar que hemos dado explicación a los diferentes taxones vegetales y animales que se mencionan en la Relación Geográfica, así como indicar las poblaciones que actualmente continúan existiendo en la región.
Finalmente, consideramos hemos ofrecido una reconstrucción del paisaje colonial veraz y completa, misma que permite entender los cambios que sufrió a finales del siglo XVI con base en las diferentes fuentes documentales consultadas.
Anexos
Fuente: © Real Academia de la Historia. España. Relación Geográfica de Santa María de Selaya. Obispado de Michoacán, 9/4663 (10), f. 1.
Fuente:a) Río Grande, detalle de Mapa de Yurirapúndaro y sus Sujetos, AGI (MP-MEXICO, 24); b) Comisión Nacional Forestal [CONAFOR], s.f.; c) García, s.f.; d) Novoa, s.f.; e) Solera, s.f.
a) Res pastando, detalle de Mapa de Yurirapúndaro y sus Sujetos, AGI (MP-MEXICO, 24); b) Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación [MAGRAMA], s.f.; c) Gómez, 2012; d) Dehesadevaldelazarza, 2013; e) Panarria, 2008.
Fuente: a) Jinete, detalle de Mapa de Yurirapúndaro y sus Sujetos, AGI (MP-MEXICO, 24); b) Gorritxiki2, 2013; c) Caro, 2013.
Relación escrita | Mapa de la RG | Guzmán Guzmán (2011, p. 92) | García Pimentel (1904, p. 35) | López (1973, pp. 202-204) | Relación tributarios (1569-1571) |
Yurirapundaro | Yurirapundaro | Yurirapúndaro | Orirapundaro | Yurirapúndaro | Yurirapúndaro |
Charaquao | Characuao | Charaquao | |||
San P[edr]o | San Pedro | ||||
Emenguro | Emenguaro | Emenguaro | Emonguaro | Ménguaro | |
Sunbao | Sunbao | Zumbao | Sumbilla (?) | Sumbao | |
Quiyavio | Quiyavio | Quiyavio | Quiaguio | Quiaheo | |
Pamaçeo | Pamaseo | Pamaceo | |||
Charondeo | Charondio | Charondeo | |||
Pumguicuaro | Piniguicuaro | Pumguicuaro | Pinguicuaro | Pinguiquaro | |
Caranbatio | Coranbatio | Carambatio | Curambatío | Corimbutio | |
Huriangato | Huriangato | Huriamgato | |||
Tarecato | Tarecato | Turecato | Tarecato | Tarecato | |
Manonaqua | Manona | Manonaqua | |||
Queretaro | Queretaro | Queretaro | |||
Emenguro | Emenguaro | Emonguaro | Ménguaro | ||
Araceo | Araçeo | Araceo | Arazeo | Haraçeo | |
Taramamuchao | Turamataisao | Taramamuchao | |||
Parasgueo | Parangeo | Parasgueo | Parangueo | ||
Erajamaqua | Erajanagua | Erajamacua | Eraxamaqua | ||
Coracio | Corao | Coracio | Corao | Curao | |
Santa M[ari]a | Santa M[ari]a | Santa Maria | Sancta Maria | ||
Tuistaran | Tustaran | ||||
Guansindeo | Guansindeo | Vanzindeo | |||
Estancia de Caracheo | Estancia de Caracheo | Estancia de Caracheo | |||
Quiripeo | Quiripeo | Quiripeo | |||
Pajanutio | Pajanutio | ||||
Cacaquaran | Caçaquaran | Cacaquaran | Caçaquaran | ||
Marabatio | Marabatio | Maravatio | |||
San J[u]a[n] | |||||
Suriansac | |||||
Serano | Sorano | ||||
Gualquaro | |||||
Trieturangua | |||||
Zundeseo | |||||
Chumbo | |||||
Quialoxo | |||||
Axichinao | |||||
Barrio de los chichimecas | Chichimecas mansos | ||||
S[an] Lucas | |||||
S[an] Nicholas | |||||
Pamallo | |||||
Siromo | |||||
Camembaro | |||||
Maruaçio | |||||
Otomíes |
Fuente: Elaboración propia.