Introducción
En octubre de 1918 diferentes periódicos de la Ciudad de México, en especial El Demócrata, difundieron noticias sobre la aparición en el norte del país de la llamada “influenza española” (Molina, 2019). Al paso de los días, y debido al aumento en el número de afectados, otros diarios se sumaron a la cobertura de la enfermedad. La ola contagiosa se expandió a una velocidad inusitada (Netzahualcoyotzi, 2003; Molina, 2021), hasta provocar una cifra que rondaría los 300 mil muertos (Ordorica y Lezama, 1993), mientras que en el nivel mundial se calcula entre 21 y 100 millones de fallecidos, sobre todo en personas de entre 15 y 44 años (Ansart et al., 2009; Erkoreka, 2009), aunque el consenso mayor se sitúa en los 50 millones de muertos (Crosby, 2012).
La enfermedad fue conocida como “epidemia catarral” (Duro y Tuells, 2015), “dama española” (Martínez et al., 2009) o “trancazo” (Molina, 2019), pero se popularizó como “influenza española”, aunque no surgió en ese país (Porras, 1994). Por desconocerse su origen viral, se intentó mitigar este padecimiento con medidas de aislamiento y remedios utilizados en otras epidemias de influenza. No hay que olvidar que las enfermedades víricas se difunden por el contacto cercano entre individuos y, por lo tanto, la mayor densidad de población facilita la transmisión del virus. A pesar de los avances científicos aportados por la teoría bacteriana en el siglo XIX, la teoría miasmática no perdió relevancia en Chiapas para ratificar que la extensión de la enfermedad se producía gracias a las emanaciones transmitidas por el ambiente, identificadas con los “olores fétidos” (Porter y Vigarello, 2005, p. 354).
Las investigaciones sobre esta pandemia se basan en relatos periodísticos, diarios personales y documentos de archivo. Molina (2021) se apoyó en estas fuentes para indagar las consecuencias de la influenza en el norte de México, y lo mismo hicieron otros investigadores para conocer lo sucedido en Puebla (Cuenya, 2010), Querétaro (Solís, 2020), Veracruz (Méndez, 2018), Tlaxcala (Netzahualcoyotzi, 2003) y Chiapas (Cano, 2022), por citar algunos estudios realizados sobre México. Falta aún por construir el caleidoscopio completo de lo que aconteció en nuestro país. En virtud de lo anterior, este trabajo busca contribuir en la comprensión de ese momento de crisis sanitaria que se vivió en la entidad sureña más austral de la República Mexicana.
En esta investigación nos apoyamos en el framing, una perspectiva teórica que permite focalizar las miradas y acciones en torno a la pandemia, los problemas, formas de enfrentarla y sus consecuencias económicas. D’Angelo y Kuypers (2010) han escrito sobre la versatilidad de este concepto y su aplicación en diferentes eventos, incluso en cuestiones sanitarias. El framing hace evidente los intereses de los actores que intervienen en un acontecimiento noticioso y la forma en que estos se destacan, con el propósito de incidir en la percepción del público. El trabajo de los redactores y directivos de un periódico es destacar y ofrecer lecturas de un acontecimiento de acuerdo con sus intereses editoriales, muchas veces intrincados con intereses políticos y sociales.
Para Entman, el framing “implica seleccionar y resaltar algunas facetas de eventos o problemas y hacer conexiones entre ellos para promover una interpretación, evaluación y/o solución particular” (Entman, 2003, p. 417). En este proceso se remarcan ciertos ángulos noticiosos y se invisibilizan otros. Estos filtros, con los que actúan las personas y las instituciones, conciben un texto tamizado y permeado por valores, ideas y agendas de grupos y de organizaciones que se corresponden con la selección (selection) y la prominencia (salience), que son características básicas del framing. Es decir, se simplifica la realidad para destacar aspectos relevantes de los acontecimientos.
La perspectiva del framing ha sido empleada para estudiar eventos pandémicos, en especial la cobertura del Covid-19. Por ejemplo, Chmel et al. (2021) destacan el del riesgo; Benziman (2020), el de la guerra como metáfora para enfrentar la pandemia; Franks, Xiao y Hesami (2022), el racial; Shuttleworth (2020), el educativo; Sadri, Buzzelli y Gentile (2021), el deportivo; Schnell et al. (2021), el edatario; Picazo, De Frutos y Gutiérrez (2020) el sensacionalista; y Benassini (2020) el Modelo Centinela de Covid-19 en México. Dentro de los marcos genéricos, hay investigaciones que retoman la propuesta clásica de Semetko y Valkenburg (2000), basada en los frames de conflicto, de atribución de responsabilidad, de interés humano, de moralidad y de consecuencias económicas.
Desde estos marcos, hay trabajos que enfatizan el interés humano (Ogbodo et al., 2020; Zey y Windmann, 2021); las consecuencias económicas (Aderogba, 2021; Arguiñano y Goikoetxea, 2020); el conflicto (Tuñón y López, 2022), y los que analizan los cinco marcos genéricos. En este apartado está la investigación de Gaete (2021) sobre la repatriación durante la pandemia o el de Casado et al., (2021) sobre la cobertura del Covid-19 en Ecuador.
Por su parte, los periódicos, como mediadores y amplificadores de los acontecimientos que enmarcan y priorizan agendas, contribuyen a formar “el presente social de referencia” (Gomis, 1991, p. 80), y más en los contextos de crisis en que las personas tienden a incrementar sus consumos informativos (Muñiz, 2020; Casero-Ripollés, 2020).
Nota metodológica
Semetko y Valkenburg (2000), como señalamos, identifican cinco frames genéricos -de conflicto, de atribución de responsabilidad, de interés humano, de moralidad y de consecuencias económicas- los cuales pueden aplicarse al análisis de textos informativos. Entman, por su parte, refiere los siguientes marcos sustantivos: de problema, de causas, de moralidad y de remedios o mejoras; este último también llamado “remedy promotion” (Entman, 2004, p. 336) o soluciones/recomendaciones (Entman, 1993). Liu y Kim (2011) agregan uno más: el científico, que lo incluimos como aspecto temático del frame de soluciones/recomendaciones. Aunque Ogbodo et al., (2020) añadieron dos marcos emergentes para el estudio de la pandemia (miedo y esperanza), pueden considerarse como aspectos temáticos englobados dentro del frame de interés humano.
En este texto, el primer frame propuesto por Semetko y Valkenburg (2000), el de conflicto, lo hemos sustituido por el de problema desde la perspectiva de Entman (2004). Esto responde a que consideramos que los periódicos trataron la enfermedad como un aspecto problemático, mismo al que había que enfrentar con las soluciones y recomendaciones que emergían desde las autoridades responsables.
De esta manera, quedaron seis marcos empleados -de problema, de atribución de responsabilidad, de interés humano, de moralidad, de soluciones/recomendaciones, y de consecuencias económicas- para analizar la forma en que Chiapas Nuevo y El Obrero enmarcaron la pandemia de 1918 y determinar cuáles fueron los frames más utilizados. Esto permite conocer las medidas dispuestas por las autoridades, médicos y juntas de sanidad para enfrentar la pandemia, las historias humanas y las consecuencias experimentadas durante este momento histórico.
Analizamos Chiapas Nuevo y El Obrero por ser los únicos periódicos que se conservan de los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1918, cuando se registraron la mayoría de los casos de influenza en Chiapas, aunque ello no signifique que la enfermedad desapareciera en los primeros meses de 1919 (Lisbona Guillén, en prensa). Las unidades de análisis están conformadas por 69 notas publicadas en estos diarios; de los cuales 49 aparecieron Chiapas Nuevo y 20 en El Obrero. Esta disparidad se debe a que el primero era de formato estándar de cuatro páginas, con un promedio de 26 escritos por edición; mientras que el segundo era tamaño oficio de cuatro páginas y, por lo tanto, su promedio de textos se reducía a nueve. Desglosamos estas notas periodísticas para efectuar el análisis y tomarlas como ejemplo en el encuadre que realizaron de la pandemia de 1918 en el estado del sureste de México. Por supuesto que la información analizada puede abordar más de un frame; sin embargo, por motivos de clasificación, se tomó en cuenta el encuadre que más predominó en el texto.
La limitante principal a la que nos enfrentamos fue encontrar periódicos que dieran cuenta de la enfermedad. Acceder a colecciones completas en las diferentes entidades del país resulta azaroso, ya que algunas están en mal estado o se han perdido por completo en el caso chiapaneco. En el año estudiado tenemos conocimiento que circularon seis diarios más (El Zancudo, Gaceta Municipal, Raza Libre, El Tribuno, Poca Cosa y Prensa Libre), pero solo localizamos dos que abordaron y cubrieron la pandemia y que aún se conservan resguardados en la Hemeroteca Fernando Castañón de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Otro periódico que publicó solo un texto sobre la pandemia fue El Tribuno. Debido a que no localizamos más ejemplares, no lo tomamos en cuenta para este análisis.
El presente texto parte de una breve introducción sobre la influenza española de 1918, padecimiento convertido en pandemia con tres oleadas definidas para el planeta. En el caso mexicano y chiapaneco la extensión de la enfermedad fue coincidente con la segunda oleada, restringida a los últimos meses del año. Al mismo tiempo, el contagio fue atribuido a los transportes de la época, ferrocarril y barco, y a la frontera norte y a los puertos señalados como los lugares para la dispersión de la influenza española en el territorio nacional (Cano, 2013; Márquez Morfín, 2013). El cuerpo del artículo analiza los resultados de la investigación estructurados a partir de los marcos genéricos propuestos por Semetko y Valkenburg (2000), Entman (2004) y Liu y Kim (2011). Por último, la conclusión trata el enmarcado de la pandemia de 1918 en los periódicos chiapanecos, y los posibles arcos de consuelo que necesitan las sociedades para recuperarse de tales situaciones. Estos últimos aspectos entendidos como posibles caminos por recorrer en futuras investigaciones.
Resultados
Las primeras noticias sobre la pandemia fueron dadas a conocer por el periódico Chiapas Nuevo el 17 de octubre de 1918. En ellas se informó sobre la distante “gripe española” que atacaba Laredo y Piedras Negras; casi dos semanas después, el mismo diario publicó que la influenza en la Ciudad de México revestía “caracteres muy alarmantes y gravísimos”, y que había casos en que las personas morían “a las 24 horas” de presentar síntomas” (Chiapas Nuevo, 31 de octubre de 1918, p. 4). A principios de noviembre se señaló que “los Departamentos de Tonalá y Tapachula” sufrían la enfermedad (Chiapas Nuevo, 3 de noviembre de 1918). De manera súbita, el virus había comenzado a asolar el corredor del Pacífico chiapaneco. Los rieles del tren, como sucedió en Estados Unidos y en Europa (Porras, 1994), se convirtieron en difusores del virus; por esa razón, las primeras poblaciones afectadas fueron las que se encontraban en las vías del tren Panamericano: Arriaga, Tonalá, Huixtla y Tapachula. Al término de la primera semana de noviembre la situación en la costa chiapaneca se consideraba grave porque el 65% de la población estaba aquejada por el mal (Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918a).
Con el virus desplazándose por los pueblos del Pacífico, el gobierno chiapaneco intentó evitar el ingreso de la enfermedad a Tuxtla, con la suspensión del “tráfico de pasajeros y mercancías por el Pan-Americano” y el establecimiento de “cordones sanitarios” en Cintalapa, Arriaga, Motozintla, Zapaluta y Comitán (Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918a). No obstante, una semana después Tuxtla registró los primeros casos de influenza, pero de forma “benigna”, resaltó Chiapas Nuevo, puesto que solo se habían registrado “siete u ocho casos de defunción desde la llegada del convoy último” (Chiapas Nuevo, 21 de noviembre de 1918a, p. 2). Para no perjudicar “los intereses de los comerciantes y de los particulares de esta misma población”, el capitán José Balandra, encargado de las oficinas del Estado Mayor del Sureste, informó que el convoy con mercancías que salía periódicamente de Arriaga a Tuxtla, y que había sido suspendido por medidas sanitarias, reanudaría sus viajes con regularidad.
En octubre y noviembre, la vida social y cultural en Tuxtla, Chiapa de Corzo, San Cristóbal y Comitán -que aún no registraban un contagio masivo- continuaban sin alteración alguna. Había presentación de trabajos finales de estudiantes; exámenes anuales en las 22 escuelas de Tuxtla que atendían a 1,432 alumnos; evaluaciones en la principal escuela de Comitán que administraba el maestro Garzona Blanco; festejos por cumpleaños en Chiapa de Corzo; bailes que amenizaba el maestro David Gómez y su grupo marimbístico en el Club Recreativo Mutualista; sepelios que reunían a dolientes y amigos, como la defunción de Arturo Cárcamo, un virtuoso del violín y profesor salvadoreño de música, que congregó “a un numeroso cortejo en el panteón municipal”; conciertos de marimba del maestro Eduardo Martínez en el Parque La Corregidora de Comitán; y celebraciones de tómbolas y kermeses en el Parque Benito Juárez de esa misma ciudad, que tenían el propósito de beneficiar a los enfermos de escasos recursos. Los viajeros provenientes de Tapachula eran motivo de curiosidad y de reunión para conocer las consecuencias de la “peste” en esa ciudad fronteriza. De todo esto dieron cuenta El Obrero de Comitán en su edición del 10 de noviembre, El Tribuno de San Cristóbal del 15 de noviembre, y Chiapas Nuevo en sus ediciones del 14 y 21 de ese mismo mes. Poco después se constataría que el virus atacaba también a poblaciones que se pensaban exentas de la influenza, como Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal y Comitán [ver Figura 1].
De acuerdo con los periódicos Chiapas Nuevo y El Obrero, las primeras poblaciones que registraron casos de influenza fueron las ubicadas en las vías del Tren Panamericano como Arriaga, Tonalá, Huixtla y Tapachula. Esta última ciudad tuvo el mayor número de fallecidos el 16 de noviembre de 1918; Tuxtla Gutiérrez, el 29 de noviembre; San Cristóbal, el 7 de diciembre, y Comitán, a mediados de diciembre de ese mismo año.
Fuente: Elaboración propia.
Chiapas era, en ese último trimestre de 1918, territorio de escaramuzas militares y disputas políticas. El Ejército Constitucionalista, por dictado del presidente Venustiano Carranza, controlaba los poderes estatales y, al mismo tiempo, se enfrentaba a distintos grupos que se alzaron contra la presencia militar federal. Seguramente, el grupo más conocido fue el que ha pasado a la historia como mapache, una organización militar conformada por finqueros y sus trabajadores agrícolas (García de Léon, 1985; Benjamin, 1995). La agenda periodística reflejaba esos intereses y visiones al otorgar relevancia a supuestas derrotas y rendiciones de los alzados, como el presumible desmembramiento de la columna del jefe zapatista en Chiapas, Rafael Cal y Mayor, en el departamento de Mezcalapa, y la aparente rendición de un grupo de mapaches (El Tribuno, 15 de octubre de 1918). En el terreno político, los periódicos publicaban textos sobre la contienda electoral para renovar los cargos de elección popular.
En ese proceso electoral, que inició en 1918, surgieron periódicos para promover candidaturas, como había sido usual desde el porfirismo. En San Cristóbal apareció El Despertar; en Chiapa de Corzo, Raza Libre, El Zancudo y Poca Cosa; en Comitán, Pro-Patria y El Obrero; en Mapastepec, El Baluarte; en Villaflores, El Mapachi y El Reconstructor; en Yajalón, El Rebelde; en Tapachula, Tacaná, y en Tuxtla Gutiérrez, Prensa Libre, El Criterio, Minerva, Ráfaga, Crónica Política y Patria Chica. Estas publicaciones se sumaron a La Luz y a Chiapas Nuevo, este último, el más importante en la entidad, fue fundado en 1916. Era un diario que podría considerarse oficial, según señala García de León (1985, p. 89), porque se editaba en la Imprenta del Gobierno del Estado y daba cobertura fundamentalmente a las actividades gubernamentales.
El Obrero, el otro periódico que analizamos en este trabajo, era un decenal dirigido por Xavier Gordillo el cual empezó a circular el 10 de noviembre de 1918, poco después de que se registraran casos de influenza en la Costa y el Soconusco. Aunque el diario negó su filiación política, en realidad simpatizó con la causa carrancista -y es posible que haya sido creado con el propósito de impulsar la candidatura al gobierno de Chiapas de Pablo Villanueva-. El Tribuno, que por su parte apoyó la candidatura de Carlos A. Vidal, acusó que El Obrero no era independiente, sino asalariado y parte de una “batería del partido villanuevista” (El Tribuno, 15 de noviembre de 1918a, p. 3). Los editores de El Obrero negaron la acusación, por el contrario, exaltaron que el periódico había sido “creado para defender los intereses y las necesidades del pueblo y para servir de vehículo a la exteriorización del pensamiento. Nuestro criterio es muy liberal” (El Obrero, 30 de noviembre de 1918a, p. 1).
En un Chiapas con pocos lectores, los periódicos difícilmente sobrevivían si no contaban con apoyos de grupos políticos o del propio gobierno, de ahí que alentaran candidaturas o sirvieran como órganos propagandísticos (Martínez Mendoza, 2004). Aunque negara su filiación con el candidato en el gobierno, El Obrero cubrió la campaña villanuevista; en plena contingencia destacó que el candidato había entregado a la Junta Central de Beneficencia 500 pesos para enfrentar los problemas derivados de la epidemia, en un “generoso acto del Sr. Villanueva” que “no necesita comentarios” (El Obrero, 20 de diciembre de 1918b).
A fines de diciembre de 1918, las autoridades de Chiapas emitieron un pronunciamiento de “extinción de la epidemia” (Chiapas Nuevo, 19 de diciembre de 1918). En Comitán, El Obrero (31 de diciembre de 1918c) señaló que terminaba el año con una Navidad triste. El periódico también lamentaba que los pasos de fox, el baile de moda, que con anticipación habían aprendido los jóvenes, tuvieran que ser aplazados por falta de fiestas. Chiapas Nuevo deploraba que todos hablaran de “la tan temida pandemia” y que pocos se refirieran a la creación del ferrocarril que llegaría al mismo “corazón de Chiapas”. Casi nadie, agregaba el texto, “se acuerda de las fiestas y jolgorios de diciembre, con los marimbazos y adminiculares acostumbrados. Solo Chiapas Nuevo sigue impertérrito, cabal” (19 de diciembre de 1918, p. 3). En ese ánimo de volver a la situación previa a la pandemia, fue creada la Junta Organizadora de las Fiestas de Navidad, que se encargó de trasladar a los locatarios del Mercado Municipal a la Plaza de Armas, al mismo tiempo que organizaba un “suntuoso baile de fin de año […] digno de la buena sociedad” (Chiapas Nuevo, 22 de diciembre de 1918, p. 3).
En enero de 1919 pareció recobrarse la cotidianidad previa al arribo de la enfermedad. En la ciudad de Comitán se anunciaron matrimonios. El Gran Cine Picone comenzó a presentar nuevas cintas. La vida debía continuar. A inicios de febrero, los sastres y zapateros “no se daban abasto” para satisfacer la demanda de pedidos que debían lucirse en la feria de San Caralampio (El Obrero, 10 de febrero de 1919). En San Cristóbal, se festejaba la Feria de la Primavera. Atrás, decían los periódicos, quedaban los malos recuerdos.
En cuanto a los frames empleados por Chiapas Nuevo y El Obrero quedaron de la siguiente manera [ver Cuadro 1]:
Frame | Chiapas Nuevo | El Obrero | ||
---|---|---|---|---|
Problema | 4 | 8% | 1 | 5% |
Atribución de responsabilidad | 4 | 8% | 2 | 10% |
Interés humano | 27 | 55% | 14 | 70% |
Moralidad | 1 | 2% | 1 | 5% |
Consecuencias | 2 | 4% | 1 | 5% |
Soluciones/recomendaciones | 11 | 23% | 1 | 5% |
Total | 49 | 100 % | 20 | 100% |
Fuente: Elaboración propia con información recabada de los periódicos Chiapas Nuevo y El Obrero de noviembre y diciembre de 1918.
Frame de problema
A diferencia de lo que sucedió en Ecuador, en donde el gobierno alertaba -y los periódicos eran portavoces- de la inminente llegada de la “peste gripal” (Rodas, 2017), en Chiapas se habló con optimismo de la contención de la enfermedad en su territorio. Así, y cuando ya era evidente que Tuxtla Gutiérrez era atacada por el virus, Chiapas Nuevo, publicó que los males eran menores: “no se han dado más que siete u ocho casos de defunción desde la llegada del convoy último” (Chiapas Nuevo, 21 de noviembre de 1918a, p. 2). Otro texto publicado en esa misma edición mantuvo el discurso de baja letalidad de la enfermedad: “la influenza española ha invadido esta localidad, por fortuna de un modo benigno” (Chiapas Nuevo, 21 de noviembre 1918b, p. 1).
En otros contextos el frame de problema puede promover “un discurso de miedo” (Altheide, 1997, p. 648), pero en el caso del discurso pandémico de los periódicos chiapanecos su apuesta fue no alarmar, quizá porque en el empleo del “alarmismo hay una intencionalidad de ataque al Gobierno” (Picazo, De Frutos y Gutiérrez, 2020). Tampoco es que ignoraran la influenza, como sucedió con la prensa norteamericana que prestó poca atención a la pandemia, “en un esfuerzo por evitar el pánico o mantener la moral en los últimos meses” de la Primera Guerra Mundial (Dicke, 2015, p. 196). En San Cristóbal Las Casas, El Tribuno hizo un llamado para no atemorizar a la población, “porque se ha exagerado mucho y conviene observar todas las precauciones médicas sin perder la sangre fría indispensable en todos los casos de la vida, pues la sugestión es en sí, ya la enfermedad” (El Tribuno, 15 de noviembre de 1918b, p. 2). Si bien El Tribuno buscó no angustiar a los lectores, minimizó el hecho al afirmar que, después de las lluvias, en la costa de Chiapas se desarrollaban “fiebres pútridas” que ocasionaban muchas muertes y que estas no se debían precisamente a la influenza.
Atribución de responsabilidad
El primer municipio supuestamente afectado por la influenza fue Tapachula, en gran medida por el avance de la enfermedad facilitado por el ferrocarril que tenía su origen en la localidad de San Gerónimo, Oaxaca. Si las vías del tren habían extendido el contagio, se creyó que tal circunstancia se haría visible en las poblaciones del interior de Chiapas. Por tal motivo, el gobierno estatal ordenó diversas medidas, como fueron las de impedir el paso de personas contagiadas desde la costa pacífica hacia Tuxtla Gutiérrez; adquirir ampolletas antineumocócicas, comprar petróleo crudo, poner en cuarentena a los viajeros y reunir a los médicos para establecer “medidas profilácticas e higiénicas” (Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918a).
De acuerdo con De Vreese, el frame de responsabilidad se presenta como “un problema de tal manera que se atribuya la responsabilidad de causarlo o resolverlo a un gobierno, un individuo o grupo” (De Vreese, 2005, p. 56). En el caso de la pandemia de 1919, las autoridades chiapanecas asumieron sus responsabilidades. El gobierno creó el Consejo de Sanidad estatal, que estuvo integrado por autoridades locales y médicos; de forma piramidal se crearon Juntas Centrales de Sanidad en los municipios, y Juntas de Sanidad en los barrios de los pueblos. Los médicos, integrados a estas juntas, debían “combatir la epidemia hasta extinguirla” y “dictar las medidas necesarias” para su control (Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918b). En esos años, como lo había sido desde fines del siglo XIX, la sanidad era responsabilidad de las autoridades locales. Por esa razón, el gobernador y los alcaldes debían atender de forma directa los estragos causados por la epidemia.
Soluciones/recomendaciones
Por la lejanía de la capital del país, y por las condiciones bélicas, se complicaba el arribo de apoyos del gobierno federal. Los auxilios llegaron entrado el mes de diciembre de 1918 en forma instrucciones impresas para combatir la pandemia, que debían ser repartidas a los presidentes municipales del estado.1 En tal sentido, es entendible que el alcalde del primer municipio afectado por la influenza, Tapachula, fuera el encargado de alertar por telegrama a los demás alcaldes y recomendar las medidas higiénicas que debían observarse, apoyado por la junta de sanidad integrada por médicos locales:
Enfermedad influenza: desinfectarse las manos, cama, ropa (…). Evítese asolearse, enfriamiento boca, procúrese asearse dos veces al día con solución sal y bicarbonato, nariz desinféctese, con inhalaciones mentol o vaselina mentolada; luego paciente sienta dolencias articulaciones, elevación temperatura, molestia garganta, dolor cabeza, tómese aceite ricino, 40 o 50 tramos o sal inglesa una onza; pasado efecto, tómese un gramo sal de quinina, clorhidrato, sulfato o salicilato en cuatro porciones tomará con intervalo una hora cada toma. Usará curso enfermedad, cocimiento quina o canela con gota nuez vómica. Los que acompañen enfermo, usen pectoral o azufre forma pastillas o en polvo cinco o seis diarias o lo que se tome con moneda cinco centavos en una cucharada leche caliente cinco veces al día (El Tribuno, 15 de noviembre de 1918b, p. 2).
En este frame, que Entman (2010) llama de soluciones o recomendaciones, también puede contemplarse el frame científico (Liu y Kim, 2011) o las medidas decretadas por los políticos o autoridades para contener la pandemia (Arguiñano y Goikoetxea, 2020), y lo que Tahamtan et al., (2021) llamaron directrices de salud pública. El Consejo de Sanidad dictó medidas con base en los conocimientos científicos del momento, aquellos que todavía combinaban principios de las teorías ambientalistas y miasmáticas, con las de carácter bacteriológico que se impusieron en la segunda mitad del siglo XIX (Agostoni, 2005; Molina, 2020). Ejemplo de ello aparece en las opiniones del médico J. Ponciano Burguete, quien señaló a la prensa de la capital chiapaneca que no apreciaba peligro alguno de expansión de la enfermedad y hacía hincapié en las medidas higiénicas para evitar contagios (Chiapas Nuevo, 10 de noviembre de 1918).
A las personas que sufrían cefalea, pesadez en las cavidades de los ojos, molestias en la garganta, tos persistente, dolencia en las articulaciones y elevación de la temperatura, características de la influenza española, se les recomendaba tomar purgante de aceite de ricino, sal de higuera y sal de quina, cocimientos de canela, “con adición de algunas gotas de nuez vómica”. Aconsejaban, también, ingerir tres gramos de analgesina, dos gramos de aspirina y tres gramos de clorhidrato de quinina, y “oler alcanfor constantemente para evitar complicaciones en el oído y las meninges. Para la tos: fuertes sinapismos e infusiones calientes y frotamientos de alcohol en todo el cuerpo” (El Obrero, 30 de noviembre de 1918b, p. 4). Los sueros antineumocócicos, que se elaboraban con sangre de pacientes enfermos, también fueron una alternativa médica.
Hubo otros personajes quienes, sin ser médicos, propusieron curas milagrosas. Tomás O. Mallofret, quien había sido director de Chiapas Nuevo, ofreció un remedio gratuito “en bien de la humanidad” para curar la influenza española. El preparado consistía en la maceración de aguardiente comiteco y chile blanco (Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918c). La información provocó la respuesta de los comerciantes, como La Casa Comercial Ordóñez y Compañía que promovió, con sentido del humor, su Cognac Coronación del Rey Alfonso XIII como el “único remedio infalible contra la terrible epidemia” (Chiapas Nuevo, 8 de diciembre de 1918).
Frame de moralidad
Hubo voces aisladas que predecían situaciones fatales, y que pueden contemplarse dentro del frame de moralidad. El 19 de diciembre de 1918, Chiapas Nuevo publicó que una “malvada bruja”, la Madre Matiana, había utilizado el calendario de Salomón para predecir que aparecerían, a partir de 1914, tres calamidades que pondrían “fin al mundo: siete años de guerra, siete años de guerra y peste y siete años de guerra, peste y hambre” (Chiapas Nuevo, 19 de diciembre de 1918, p. 3). Este frame, sin embargo, pasó prácticamente inadvertido en los periódicos chiapanecos, al enmarcarse otros de mayor interés para los redactores. La pandemia no fue atribuida a errores o pecados, sino como parte de la existencia humana. De hecho, Chiapas apenas se reponía de la fiebre amarilla que habían padecido sus habitantes en 1917 cuando arribó la influenza española de 1918, una de las más graves epidemias vividas en su territorio en comparación con otras, como lo fue la del cólera morbus de 1882 (García de León, 1985, p. 97).
En el caso de la influenza española, en el municipio de San Bartolomé (hoy Venustiano Carranza) fallecían entre 70 y 90 personas al día en los meses finales de 1918, según dejó constancia el historiador José María Morales Avendaño (1974, p. 236). Pero los estragos padecidos en esa población, como en la mayoría de los pueblos del interior, no aparecieron en los relatos periodísticos, que se focalizaron en Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal, Comitán y Tapachula, las ciudades más importantes de la entidad.
En este frame, que busca encontrar la forma en que se enmarcó la pandemia desde el punto de vista religioso o moral, podríamos mencionar las metáforas empleadas para describir la enfermedad. En un texto titulado, “Desolación y esperanza”, El Obrero (31 de diciembre de 1918a) habló de “negros nubarrones”, del “jinete blanco del Apocalipsis”, de “eterna nostalgia”, de “ruina y desolación”, de “manto negro”, de “espantoso poder”, de “desolación que espanta y que mata”, de “tristeza” y “luto”, de “soledad espantosa”, “ráfaga desoladora” y “peste mundial”. Las palabras más usuales, para esta “gripa aguda” o “terrible epidemia”, fueron influenza, influenza española, estrago, gripa, peste y enfermedad.
Interés humano
El frame de interés humano busca conocer las historias personales y familiares de los pacientes; “aporta el rostro humano, la historia de un individuo o un ángulo emocional a la presentación de un evento, tema o problema” (De Vreese, 2005, p. 56); abarca historias de solidaridad, altruismo, ingratitud, y también rasgos de humor, como una necesidad inherente del ser humano de reírse de sus desgracias.
Un enmarcado constante de los periódicos analizados fueron las consecuencias mortales de la pandemia. Hubo un seguimiento de los redactores del número de decesos en las principales ciudades chiapanecas. En Tapachula, los primeros casos de contagio aparecieron el 31 de octubre, según informó el juez del registro civil, Natividad Heraclio Ruiz, quien documentó la muerte de cuatro personas. A partir de noviembre las cifras crecieron hasta alcanzar 33 defunciones el 16 de noviembre. Una de las primeras víctimas de la pandemia fue Raúl López, delegado sanitario de la región, quien se había encargado de organizar la brigada médica del Soconusco (Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918a). En la segunda quincena de noviembre descendió el número de fallecidos, hasta desaparecer a mediados de diciembre. En total, de acuerdo con la información proporcionada por el mismo juez, en Tapachula fallecieron 536 personas por influenza española (Chiapas Nuevo, 15 de diciembre de 1918).
Quince días después de que Tapachula registrara las primeras defunciones, Tuxtla Gutiérrez tuvo al primer fallecido por esta enfermedad. El pico de muertos reportados fue el 29 de noviembre, cuando los decesos alcanzaron la cifra de 23 personas. El 1 de diciembre, el periódico Chiapas Nuevo informó de 6,000 contagiados, entre los que se contaban “los empleados de la Imprenta del Estado”, lo que provocó la suspensión de la publicación los días 24 y 28 de noviembre: “El caso no pudo evitarse, pero ofrecemos a nuestros lectores que en lo sucesivo y salvo nuevas contingencias, seguiremos dando la noticia diaria que es tan necesaria en los pueblos cultos” (Chiapas Nuevo, 1 de diciembre de 1918, p. 1). Comitán también sufrió el “contagio inaudito” del virus, que la invadió con “rapidez” (El Obrero, 10 de diciembre de 1918). A finales de diciembre, después de causar muertes en las principales ciudades de Chiapas, el virus se adentró en localidades escasamente atendidas por la prensa, como lo eran “las poblaciones indígenas” (Chiapas Nuevo, 26 de diciembre de 1918). En la segunda quincena del mes, las defunciones disminuyeron en la capital, ya que se contabilizaron dos muertes el 15 de diciembre; una, el 16; ninguna, el 17; y tres, el 18. En total, informó Chiapas Nuevo, la influenza cobró la vida de 331 habitantes en Tuxtla Gutiérrez.
Aunque Chiapas Nuevo no publicó información pormenorizada de lo que sucedía en San Cristóbal Las Casas, sí indicó que en esa ciudad los daños habían sido mayores. El juez del registro civil, Abenamar Évoli, apuntó que los primeros muertos se registraron el 14 de noviembre, y que para el 12 de diciembre se habían contabilizado 657 fallecidos. El pico, señaló, fue el 7 de diciembre cuando hubo 60 defunciones (Chiapas Nuevo, 15 de diciembre de 1918). A mediados de ese mismo mes, el 80% de la población de Comitán estaba contagiada según informó El Obrero (20 de diciembre de 1918a, p. 1). Poco después, en su edición del último día del año, contabilizó 278 muertos causados por la enfermedad. Para El Obrero solo quedaba desolación y muerte:
Los camposantos sus tumbas abrieron; las chozas quedaron desiertas y en los palacios las músicas callaron y los placeres cesaron por encanto.
No se escucha más que el gemido lastimero de los pechos lacerados, la tos seca del moribundo y el tristísimo llanto de los que quedan (El Obrero, 31 de diciembre de 1918a).
En este frame están los damnificados y también los médicos, en especial el practicante de medicina Sabino Cancino y Cancino, quien atendió a pacientes, regaló medicamentos e hizo pública una receta que estuvo “al alcance de todos los necesitados” (El Obrero, 31 de diciembre de 1918b). Su generosidad, abundó el periódico, se expresó en las “bendiciones por las lágrimas que enjugó a tantos necesitados con sus recetas y medicinas que repartió gratuitamente” (El Obrero, 31 de diciembre de 1918b). En la desgracia afloró, también, la mezquindad y la avaricia (El Obrero, 10 de diciembre de 1918).
Consecuencias económicas
Los periódicos analizados no brindan mucha información sobre las consecuencias económicas de la enfermedad en el estado, quizás porque exhibir noticias sobre el tema podría alarmar a los lectores, aunque con posteridad se han conocido los problemas de abasto alimenticio propiciados por los distintos conflictos bélicos extendidos durante la Revolución en el territorio mexicano (Alanís, 2020; Ramírez, 2021). El Obrero, sin abundar en aspectos económicos, fue el único en publicar que la “peste” podría incrementar el “maíz a precios imposibles”, provocar hambruna y propagación de otras enfermedades como el tifo (20 de noviembre de 1918).
Las consecuencias económicas que desencadena el problema en un “individuo, grupo, institución, región o país” (De Vreese, 2005, p. 56) no fueron abordadas con suficiencia en los textos informativos, tal vez porque los periodistas no percibieron relación alguna o para no alarmar a los lectores. Incluso, estudios posteriores en otras partes del mundo han ignorado el impacto económico de la influenza (Boianovsky y Erreygers, 2021; Garret, 2007).
Conclusión
Chiapas Nuevo (19 de diciembre de 1918) calculó que la influenza cobró la vida de entre 10 y 12 mil chiapanecos de una población de 438,843 habitantes, según el censo de 1910, o 421,744 habitantes, según los datos de 1921. Si se toma en cuenta el primer censo, las pérdidas humanas fueron del 2.3% de los pobladores; si el referente es el segundo, donde había disminuido la población por los enfrentamientos militares y la misma pandemia, los decesos fueron del 2.8%. Resulta complejo aportar cifras exactas sobre la mortalidad causada por la enfermedad, debido a la dispersión de datos. En otras entidades, como sucedió en Tlaxcala, el índice de mortalidad fue del 5% de la población (Netzahualcoyotzi, 2003). Un porcentaje que podría aproximarse a lo ocurrido en Chiapas (Lisbona Guillén, en prensa).
En cuanto al encuadre periodístico, al igual que sucedió en Estados Unidos y España al iniciar la pandemia (Porras, 1994), los periódicos se refirieron a Tuxtla Gutiérrez y a Comitán como oasis ante la gravedad de la pandemia que atacaba a las poblaciones costeras de Chiapas. Los viajeros, que procedían de lugares donde se padecía la enfermedad y que no presentaban síntomas, eran recibidos por grupos de curiosos para que contaran la desolación que se vivía en Arriaga, Tonalá o Tapachula.
Cuando fue evidente que la influenza española se hizo presente en Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal y Comitán, la primera reacción de los redactores fue minimizar los daños. La enfermedad, refirieron en un principio, había atacado a la población chiapaneca, pero de forma benigna. Pronto, ante el aumento de los fallecimientos, cambiaron de tono en su discurso periodístico. Apareció el frame de problema con un enemigo desconocido que provocaba fiebre, cefalea, afectaciones oculares, tos persistente, dolores musculares y, en algunos casos, la muerte. Fue inevitable, ante las evidencias, que describieran al entonces desconocido virus como un antagonista peligroso que requería medidas urgentes y efectivas de las autoridades, en donde cobró importancia la atribución de responsabilidad.
Lo anterior obligó a la creación de juntas de sanidad integradas por médicos locales, quienes dictaron medidas preventivas y sanitarias, en un enmarcado de soluciones inmediatas para detener la enfermedad. Las noticias, que al inicio de la pandemia aparecían en páginas interiores, migraron a la primera plana, tanto en Chiapas Nuevo como en El Obrero. Aunque existe un sentido de interés humano a la hora de informar sobre un deceso, tal circunstancia se hace más evidente cuando se profundiza en los detalles, cuando se conocen, por ejemplo, los actos de desprendimiento y de servicio altruista de médicos, o los diferentes remedios que empezaron a publicitarse sin ánimo de lucro.
En el momento en que la pandemia estaba en remisión aparecieron rasgos humorísticos como reflejo del deseo de olvidar las penas sufridas y, al mismo tiempo, como un afán urgente de parte de los redactores, quizá aleccionados por las autoridades políticas, por dejar atrás lo sucedido en los meses precedentes. Chiapas Nuevo intentó cambiar la agenda de las personas, mover el tema de conversación a cuestiones de la cotidianidad previa: la celebración de la Navidad o de ferias locales. Los intentos al parecer fueron en vano, porque el redactor se lamentó de la indiferencia de las personas por las nuevas celebraciones. Recuperar la agenda anterior a la llegada del virus no parecía fácil. En Comitán, aunque las celebraciones de San Caralampio realizadas dos meses después de la pandemia fueron deslucidas, se asomaron ciertos rasgos previos a la influenza española: regresaron las cantinas, los bailes y exhibiciones de películas a las que asistían las personas más jóvenes, pero los mayores buscaron en las iglesias las palabras de aliento y de alivio por los familiares fallecidos.
Al analizar la pandemia de 1918 en Chiapas, observamos que el marco de interés humano fue el más importante -como se recoge en investigaciones sobre el Covid-19 (Ogbodo et al., 2020)-, seguido por las soluciones/recomendaciones, por la atribución de responsabilidad -como también ha sucedido en la pandemia por Covid- 19 (Gaete, 2021)- y por el de problema. El primero en emerger fue el frame de problema, después apareció el de atribución de responsabilidad y, de manera conjunta, el de soluciones/recomendaciones y de interés humano, con aspectos temáticos de pérdida de vidas humanas y generosidad. Chiapas Nuevo publicó más textos sobre soluciones/recomendaciones que El Obrero, posiblemente por su carácter oficial y porque las disposiciones para enfrentar la pandemia surgían de las instituciones gubernamentales.
El framing, como mirada que retrata un instante, es una herramienta útil porque refleja los acercamientos actuales y también los enmarcados periodísticos que en determinado momento de la historia plantearon los periodistas. Sin embargo, es importante señalar que la falta de ejemplares constituye una fuerte limitación al analizar encuadres periodísticos en momentos históricos. Afortunadamente, en el caso de Chiapas se conserva un número importante de publicaciones gracias al esfuerzo del historiador Fernando Castañón Gamboa, quien reunió la mayor parte de periódicos publicados desde 1827, en los inicios del periodismo en Chiapas, hasta mediados del siglo XX.
La pandemia en territorio chiapaneco se dio por terminada al finalizar el año 1918. A pesar de que la prensa y el mismo gobierno estatal declararan concluidos los efectos de la enfermedad, ciertas ciudades y pueblos siguieron registrando fallecidos por el virus. Aún es un pendiente para los historiadores esclarecer, con información no solo periodística sino de archivo, lo acontecido en el último trimestre de 1918 y los primeros meses de 1919 en Chiapas, sobre lo cual no se ha explorado lo suficiente. Esperamos que este trabajo sea una invitación a nuevos abordajes.