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Trace (México, DF)
versión On-line ISSN 2007-2392versión impresa ISSN 0185-6286
Trace (Méx. DF) no.64 Ciudad de México dic. 2013
Artículos
Consideraciones en torno a la dinámica cultural del sitio costero Valle de las Garzas, Manzanillo, estado de Colima, durante el 450 al 650 d.C.
Maritza Cuevas Sagardi*, Juan Joel Hernández Olvera** y Rafael Platas Ruiz***
* Centro INAH Colima.
** Dirección de Antropología Física.
*** Centro INAH Colima.
Fecha de recepción: 16 junio 2013.
Fecha de aprobación: 30 julio 2013.
Resumen
En los últimos años, el estado de Colima ha enfrentado una serie de cambios infraestructurales debido al crecimiento exponencial de la población y al desarrollo económico, esto ha provocado un consecuente riesgo para el patrimonio cultural y arqueológico específicamente. Por lo que cada vez son más constantes las intervenciones arqueológicas por parte de diversos investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) permitiendo la protección y reconstrucción histórica de la región.
En este artículo se exponen los resultados de las exploraciones arqueológicas efectuadas en el año 2012, en el sitio el Valle de las Garzas, ubicado en la parte central de la zona urbana, al noreste de la cabecera municipal de Manzanillo, en este proyecto de rescate arqueológico se recuperaron 86 entierros humanos y también restos de fauna, distribuidos en dos áreas específicas de inhumación. La cultura material registrada en este sitio muestra una relación con los vestigios reportados en Playa del Tesoro, otro asentamiento importante de la costa de Colima, la cual tuvo su apogeo entre los años 200 al 650 d.C. A partir de estos hallazgos se pretende dar a conocer algunos aspectos de la dinámica cultural de los grupos humanos que se asentaron durante la época prehispánica en la costa de Colima y en específico del grupo humano que habitó el Valle de las Garzas entre los años 450 al 650 d.C.
Palabras clave: Colima, Manzanillo, fauna, cerámica, entierros, Valle de las Garzas.
Abstract
In recent years, the state of Colima has faced a number of infrastructural changes due to exponential population growth and economic development. This became a consequent risk for specific cultural and archaeological heritage. Meanwhile, more consistent archaeological interventions by various researchers from the Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) allow the protection and the historical reconstruction of the region.
This article describes the results of an archaeological exploration in 2012, which took place in the archaeological site Valle de las Garzas, located in the central part of the urban area, northeast of the county seat of Manzanillo. Thank to this archaeological rescue project 86 burials, human and also faunal remains divided into two specific areas were recovered. The registered material shows a relationship with the remnants reported in Playa del Tesoro, another important settlement on the coast of Colima, which reached its peak between 200 and 650 AD. Through these findings we will show some aspects of the cultural dynamics of human groups that settled in the coast of Colima during the pre-Hispanic era, and specifically of the human group that inhabited the Valle de las Garzas between 450 to 650 AD.
Keywords: Colima, Manzanillo, Fauna, Ceramic, Burials, Valle de las Garzas.
Résumé
Au cours des dernières années, l'Etat de Colima a fait face à une série de changements dans ses infrastructures en raison d'un accroissement exponentiel de la population et du développement économique. De ce fait, le patrimoine culturel et archéologique encoure des risques conséquents. C'est pourquoi les interventions archéologiques des chercheurs de l'Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) sont de plus en plus régulières, permettant ainsi la protection et la reconstruction de l'histoire de la région.
Dans cet article, les résultats des fouilles archéologiques réalisées en 2012 sur le site el Valle de las Garzas, situé dans le centre de la zone urbaine, au nordest du chef-lieu de Manzanillo, sont exposés. Au cours de ce projet de sauvetage archéologique, 86 sépultures humaines, mais également des restes fauniques répartis sur deux zones spécifiques d'inhumation ont été récupérés. La culture matérielle enregistrée sur ce site montre qu'il existe une relation avec les vestiges trouvés à Playa del Tesoro, une autre zone de peuplement de la côte du Colima, dont l'apogée se situe entre 200 et 650 ap. J.C. A partir de ces découvertes, l'objectif est de mettre en lumière certains aspects de la dynamique culturelle des groupes humains qui se sont installés sur la Côte du Colima, en particulier du groupe qui a peuplé la Valle de las Garzas de 450 a 650 ap. J.C.
Mots-clés: Colima, Manzanillo, faune, céramique, enterrements, Valle de las Garzas.
En los últimos años, el municipio de Manzanillo en el estado de Colima ha enfrentado una serie de cambios infraestructurales en diversas zonas de esta ciudad portuaria, la llegada de proyectos federales como la Terminal de Gas Natural Licuado, la ampliación del área de contenedores y carga del puerto, además del creciente auge turístico y económico, ha provocado que la ciudad donde se concentra la segunda densidad de población del estado, se vea involucrada una reestructuración del puerto mercante, la creación de alternativas habitacionales y la introducción de servicios de agua potable, saneamiento y alcantarillado en varios sectores del municipio.
Casi semejante al crecimiento exponencial de la región, han sido las intervenciones arqueológicas en la región por parte de diversos investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y han permitido en un primer momento, la adecuada protección del patrimonio cultural, y en segunda instancia, a contribuir en la reconstrucción histórica de la región.
El objetivo principal de este trabajo es explicar algunos aspectos de la dinámica cultural de los grupos humanos que se asentaron durante la época prehispánica en la costa de Colima, a partir de los hallazgos derivados del Salvamento Arqueológico Comercial Pacífico efectuado en el año 2012 en Manzanillo, Colima en el denominado Valle de las Garzas, trabajo donde se recuperaron 86 entierros humanos y también restos de fauna distribuidos en dos áreas específicas de inhumación.
EL ESCENARIO GEOGRÁFICO Y CULTURAL
El estado de Colima se ubica entre las laderas australes del volcán de Colima y la llanura costera del océano Pacífico. Limita al norte y noreste con Jalisco, al suroeste con Michoacán y al sur y al oeste con el océano Pacífico. El territorio está divido en diez municipios: Armería, Colima, Comala, Coquimatlán, Cuauhtémoc, Ixtlahuacán, Manzanillo, Minatitlán, Tecomán y Villa de Álvarez (figura 1).
El municipio de Manzanillo limita al norte con Minatitlán, al este con Coquimatlán y Armería; al sur está el océano Pacífico y al oeste y noroeste colinda con el estado de Jalisco. Es el puerto comercial más importante de México y se compone de tres localidades: Salagua, Santiago y Manzanillo.
El paisaje se encuentra dominado por la cadena montañosa de la Sierra Madre del Sur, algunos de sus recursos hidrológicos importantes son los ríos Cihuatlán, Chacala, Marabasco o Paticajo, contando además con importantes lagunas como la de Cuyutlán, San Pedrito, Valle de las Garzas, Miramar, Potrero Grande y Achiutes. Gracias al clima subhúmedo cálido y su afluencia pluvial, actualmente tiene una variedad importante de cosechas de hortalizas y árboles frutales, además de una producción salinera estacional.1
En cuanto al contexto y desarrollo cultural de la región, la mayoría de las referencias bibliográficas sitúan a Colima dentro del Occidente de Mesoamérica,2 durante las sesiones llevadas a cabo en el XLI Congreso de Americanistas en 1974, Isabel Kelly propone la secuencia cultural por medio del análisis de los materiales recuperados en sus exploraciones arqueológicas, designando a Capacha y Ortices como las fases que corresponden temporalmente al periodo Preclásico o Formativo; Comala y Colima al Clásico, mientras que Armería y Chanal al Posclásico (Cuevas y Platas, 2011; Olay, 2004a) (figura 2).
ARQUEOLOGÍA DE LA COSTA DE COLIMA
Kelly realizó, a finales de 1930,3 los primeros reconocimientos culturales de la zona costera, durante esta primera etapa visitó arqueológicamente las costas colimense, nayarita, michoacana y sinaloense, así como la cuenca de Sayula, los valles de Autlán y Tuxcacuesco en Jalisco, además de la región de Apatzingán en Michoacán, lo cual la llevó a reconocer y exponer en 1948 la presencia de 14 provincias cerámicas para este territorio, término que a la postre Pedro Armillas (1948) denominó como provincias arqueológicas (retomado de Cabrero, 1996).
Posteriormente, la University of California Los Angeles (UCLA) y el Institute of Andean Research (National Science Foundation) promueven el desarrollo del Proyecto A, derivado de las investigaciones expuestas por Kelly en el Congreso Internacional de Americanistas de 1958, en San José, Costa Rica (Olay, 2008: 9). El objetivo primordial de dicho proyecto contemplaba reafirmar la hipótesis sobre el posible contacto cultural entre Mesoamérica y Sudamérica durante las diferentes etapas del periodo Preclásico o Formativo, si bien dicha propuesta no ha sido aceptada totalmente, existen múltiples elementos culturales que apoyan el supuesto referido anteriormente (Almendros y González, 2009: 142; Olay, 2004a: 284; Anawalt, 1992; Kelly, 1980: 41; Nicholson y Meighan, 1974: 7).
Los investigadores Clement Meighan y Henry B. Nicholson, iniciaron los trabajos de reconocimiento de las costas de Nayarit, Jalisco, Colima y Guerrero, localizando tres sitios costeros; Morett y Playa del Tesoro -ambos localizados en el municipio de Manzanillo- y el tercero, Barra de Navidad en Jalisco. En este último, se reconocieron treinta y cuatro especies de moluscos y diversos tipos cerámicos. La fecha tentativa de ocupación humana se estimó entre el 650 y 1 200 d.C. (Long y Wire, 1966). En una segunda fase de reconocimiento en 1992, la arqueóloga Lorenza López Mestas, localizó veinticinco sitios y realizó exploraciones en dos de ellos.
El sitio Morett fue el que aportó mayor información, los datos permitieron establecer la ocurrencia de dos grandes fases de ocupación; la primera, Morett Temprano, se ubicó entre el 300 a.C. y el 100 d.C.; la segunda, Morett Tardío, entre el 150 y el 750 d.C. (Meighan, 1972).
En la primera intervención en Playa del Tesoro, las evidencias mostraron una ocupación ubicada temporalmente entre el 400 y el 600 d.C. Una segunda intervención se llevó a cabo en 1985, y condujeron al hallazgo de un espacio funerario donde se recuperaron 31 esqueletos humanos, tres de ellos con deformación cefálica intencional, dos cráneos trofeo, dos entierros secundarios y tres esqueletos de canido, además se identificaron cuatro casos de modificación dental del tipo E1, E2 y B6 (Romero, 1986), los cuales se encontraban acompañados por diferentes mobiliarios funerarios (vasijas, figurillas y elementos malacológicos de ornato). La investigación también permitió identificar que consumían una variada fauna marina y terrestre, entre ellas 98 especies de concha y caracol (Beltrán y González, 2007). Finalmente, en la tercera intervención del sitio Playa del Tesoro se recuperaron treinta y cinco entierros, en los cuales las ofrendas no fueron tan ricas ni espectaculares como las registradas por Beltrán (Mata, 1991).
Por otra parte, los arqueólogos encargados del Proyecto Bahías de Manzanillo señalan que en esta región se encuentran dos tipos de asentamiento humano; los sitios ligados a las playas, esteros y manglares; y los situados en las estribaciones de la zona montañosa cuyos aspectos constructivos muestran cierta similitud a los sitios del valle de Colima (Mata y Olay, 1991). Al final de la década de 1990 es reportado un sitio en las inmediaciones de la Bahía de Salagua, donde se recuperaron veinticuatro entierros humanos y restos de animales en asociación con materiales arqueológicos fechados entre el 200 y 600 d.C. (Mata, 1997).
Como se hizo referencia al inicio del texto, el desarrollo comercial de Manzanillo ha contribuido al descubrimiento de nuevas evidencias culturales, como en el caso del hallazgo en los terrenos donde se construyó la Terminal de Gas Natural Licuado, cercana a la laguna de Cuyutlán, en dicho espacio se recuperaron 14 entierros, 24 vasijas, puntas de proyectil manufacturadas con obsidiana y fragmentos de figurillas, cabe destacar que la concentración de material cerámico muestra un alto porcentaje de tiestos que corresponden a las fases Ortices y Comala, sin embargo, los investigadores señalan que las características de los entierros muestran atributos culturales de la fase Armería (Olay et al., 2008; Olay, 2008).
En una segunda fase de la investigación, los reportes de laboratorio estiman un aproximado de trescientas sepulturas entre esqueletos humanos y animales, con una gran cantidad de mobiliario funerario, con fechas relativas que van del 200 a.C. al 1 500 d.C., esto es, más de 1 500 años de ocupación. Entre los aspectos bioculturales más significativos se encuentran la presencia de modificación dental intencional en algunos individuos del tipo E1, E2 y A2; huesos trabajados (omechicahuaztli), piezas dentales de reptil utilizadas para fines ornamentales y la presencia de enfermedades infecciosas no específicas de grados ligeros a severos; hipoplasia del esmalte severa y caries en varios grados de afectación. En cuanto a la caries, se encontró una diferencia en la presencia y grado de afectación de la patología en el grupo de esqueletos asociados a materiales más tempranos, con menos frecuencia de caries, (fases Ortices y Comala) que los sujetos fechados para las fases siguientes (Colima y Armería), quienes mostraban un incremento de la afección (Hernández, 2012). Algunas reflexiones de los resultados se atribuyen a dos hipótesis: 1) la incorporación o llegada de un grupo poblacional distinto al que ya se encontraba en ese sitio; o 2) un cambio en la preparación de alimentos, esto por medio del intercambio comercial, cultural y biológico.
EL SITIO EN CUESTIÓN
El área de estudio se ubica en la parte central de la zona urbana, al noreste de la cabecera municipal de Manzanillo,4 específicamente en el denominado barrio 1 del Valle de las Garzas. Esta parte del municipio se ha visto modificada significativamente por la construcción de una institución educativa, un centro de salud y la terminal de Autobuses Foráneos que se encuentra enfrente del predio.
Por las características fisiográficas de la zona, proponemos que el asentamiento prehispánico estuvo situado de manera estratégica en lo que, antiguamente, era una planicie de humedal a la que llegaban los escurrimientos de los cerros del extremo norte, creando zonas pantanosas hacia los márgenes oriente de la Laguna de las Garzas, además de contar con tierras ligeramente más elevadas, generando un lugar propicio para el asentamiento y aprovechamiento de los recursos naturales del área.
LA EXPLORACIÓN ARQUEOLÓGICA
De acuerdo a la metodología implementada para el trabajo de salvamento arqueológico, el predio fue dividido en tres sectores: el primer sector comprendía una superficie de 528 m2, en él se recuperaron 41 esqueletos, 39 humanos y dos esqueletos de caninos; en el sector dos se detectó un segundo espacio funerario con un área de 300m2 donde se recuperaron un total de 18 entierros (figura 3); del tercer sector se hablará más adelante.
En la primer área de enterramiento, los esqueletos inhumados eran, en su mayoría, adultos (89.5%), y el resto eran infantiles y subadultos (10.5%).5 Fueron pocos los casos en que se determinó el sexo6 (15.8% masculinos y 10.5% femeninos) debido al estado de afectación en que se encontraban los restos, en gran medida causado por la acidez y humedad que presentó el suelo donde fueron inhumados.
Los enterramientos localizados en este sector fueron inhumados en fosas sencillas sin evidencia de elementos arquitectónicos funerarios significativos; se distinguieron sepulturas primarias (92.3%) y secundarias (7.7%), la instalación de la mayoría de los difuntos dentro de la fosa fue de manera extendida, sin embargo se percibieron algunas variantes en cuanto a la posición, como por ejemplo: en decúbito dorsal (36.1%), en decúbito ventral (19.4%), y sobre un costado, ya sea del lado derecho (19.4%) o izquierdo (19.4%).
En el proceso de reconstrucción histórica y cosmogónica de los pobladores de México pre-hispánico, la posición y la orientación de un personaje al momento de su inhumación estaba relacionada con los patrones socioculturales del mismo grupo, por lo que un cuerpo dirigido a un punto cardinal específico, podía corresponder con la advocación de personajes divinos o ciertas geografías funerarias (Chávez Balderas, 2010).
Los entierros eran orientados hacia los cuatro puntos cardinales, en esta área los individuos fueron encontrados con mayor frecuencia hacia el sur (37.1%), seguido el este (22.9%), y por último el norte y oeste (20%). El mobiliario funerario que acompañaba a la mayoría tenía algún elemento cultural ofrendado (79.5%), entre la diversidad de materiales destacan ornamentos de concha y hueso, vasijas y algunos otros pequeños objetos cerámicos (figura 4).
En la segunda área ubicada en la parte sureste del predio, se detectaron 18 sepulturas primarias: adultos (83.3%) infantes (11.1%) y edad media (5.6%) ocho de ellos masculinos, seis femeninos y del resto no se logró determinar el sexo.
La posición en decúbito dorsal fue la más recurrente (44.4%), de igual manera se identificaron esqueletos en decúbito lateral derecho (27.8%), decúbito lateral izquierdo (16.7%) y de manera extendida (11.1%), no obstante en un caso no fue posible designar estos valores por el precario estado de conservación de los restos óseos. Los sepulcros estaban orientados, en su mayoría, al sur (44.4%), al oeste (27.8%), al norte (16.7%) y al este (11.1%), de manera similar a los entierros de la primer área los individuos se encontraban acompañados de mobiliario funerario (88.9%), elaborados de diferentes materiales (figura 5).
El sector 3 está conformando por una superficie de 7 725.60 m2, en esta área se encontraron emplazados tres montículos que delimitaban un patio abierto al suroeste, mismos que fueron desplantados sobre una plataforma alargada dispuesta en forma de herradura abierta al suroeste.
El primero de ellos (M1) fue el de mayores dimensiones y delimitó el extremo este del conjunto. Se trató de una plataforma de silueta rectangular de 50 m × 10 m y una altura de 1 m orientado al noreste-sureste, hacia su extremo noreste se demarca sobre ella otro pequeño cuerpo bajo la misma figura, pero con 50 cm más de elevación. Adosada a la primera plataforma, hacia el extremo noroeste se desprende la segunda elevación (M2), la cual cierra la parte norte de esta pequeña plaza y fue construida también bajo una figura rectangular de 15.5 m de largo por 12 m de ancho, con una altura de 80 a 90 cm. La última de estas elevaciones (M3) se situó hacia el lado poniente, la silueta se encontraba distorsionada por factores antrópicos, por esta razón se confunde si la figura era rectangular o semicircular, de cualquier modo se estimaron sus dimensiones de 15 m en su parte más larga y 9.5 m en la más angosta, obteniendo un radio de 8 metros (figura 6).
CONCLUSIONES
Sin lugar a duda, la oportunidad que significó llevar a cabo esta investigación dentro de un peculiar escenario geográfico colmado antiguamente de recursos marinos y por una vasta flora y fauna, hoy en día extinta por la creciente mancha urbana y el desarrollo de infraestructura portuaria, nos permitió desentrañar valiosos datos sobre las características culturales de este antiguo asentamiento humano, que floreció en el sector oeste de la bahía de Manzanillo durante la época prehispánica.
Sabemos que es difícil tratar de interpretar y determinar las características socioculturales de un asentamiento humano antiguo cuando no se cuenta con un estudio integral del sitio, y mucho menos cuando se desconocen sus dimensiones, el patrón de asentamiento o las zonas de producción, además de otros rasgos. Por lo tanto, el área de estudio se convierte únicamente en la unidad mínima de análisis, tanto en extensión de superficie, como en el tiempo destinado para su estudio, bajo esta premisa los trabajos que se llevan a cabo bajo la figura de un salvamento o rescate arqueológico tratan de recopilar, en el menor tiempo posible, el mayor número de elementos para comprender e interpretar el pasado.
De acuerdo al análisis de las evidencias culturales, podemos referir que el terreno, donde se asentaron estos pobladores, fue acondicionado intencionalmente por un grupo adscrito a un mismo periodo cultural. Es importante mencionar que mediante los datos arrojados por la tipología cerámica, fue entre los años 450 y 650 d.C. cuando se empezó a poblar el sector suroeste del denominado Valle de las Garzas. Recordemos que este escenario se caracterizó en la antigüedad por ser una pequeña cuenca pantanosa flanqueada por una extensa zona de humedales conformada al este por la Laguna de Las Garzas, al sur por la Laguna de Tepextle, al norte por los escurrimientos del cerro el Vigía y algunos promontorios pertenecientes al pie de monte de la sierra Madre del Sur, cuyos escurrimientos desembocaban en el pantano, y finalmente al oeste por el caudal del extinto arroyo conocido como Pancho Villa que desembocaba en la bahía de Manzanillo; dicha fisiografía tan particular conformaba un cinturón hidrológico propicio para el desarrollo y la subsistencia humana.
La población que se apropió del escenario tuvo que acondicionar el espacio para establecer cualquier tipo de construcción, ya sea de carácter habitacional o cívico-ceremonial e incluso funerario. Al ser una zona de constantes inundaciones con un nivel freático muy elevado, los antiguos habitantes se vieron en la necesidad de desarrollar un sistema de edificación determinado por el confinamiento de tierra, formando así plataformas rectangulares o semicirculares. Una vez constituidos los promontorios, levantaron sobre ellos paredes conformadas por materiales perecederos y recubiertos con lodo, que posteriormente era quemado formando paredes enjarradas, tal y como lo demostraron los fragmentos de bajareque que se recuperaron durante el proceso de excavación y en la superficie durante la limpieza de algunas de estas elevaciones.
En este trabajo se sostiene que los materiales empleados para formar la estructura y paredes de las construcciones fueron maderas de mangle de la especie rojo y caballero (Rhizophora mangle y Ryzophora mangel7) que se da en los márgenes de la Laguna de las Garzas. Indiscutiblemente, el mangle era un recurso abundante en el entorno, por lo que debió ser utilizado para formar cercos, canoas, balsas y remos, además de ser un importante proveedor de combustible. El medio no sólo les ofreció el manglar para construir la estructura de las casas, también les proveyó de grandes y frondosas hojas de palma de la especie, un material resistente para conformar las cubiertas, (Attalea Butyracea), las cuales seguramente fueron utilizadas para enramadas y elaborar los techos de las casas, como actualmente se continua utilizando en las palapas de los espacios turísticos (figuras 7 y 8).
De acuerdo a las características de este material proponemos que éste grupo basó su economía y subsistencia en la agricultura, pesca y elaboración de textiles. La presencia de fragmentos de metates y una gran cantidad manos de diferentes formas y tamaño dieron cuenta que las labores de moler y triturar granos como el maíz, frijol, semillas de calabaza, cacao, entre otros, indican que fue una labor recurrente para la comunidad; otros artefactos detectados como morteros y tejolotes también indican el proceso de molienda (figuras 9-11).
Entre los materiales óseos recuperados en el sitio, destacan los restos de fauna como: venado, perro, armadillo, pescado, almejas, ostiones y cangrejo, posiblemente esta gama de especies formaban parte del régimen alimenticio de estos antiguos pobladores.
Al respecto, Carlos Jacome y Fanny Morland (2012) reportan datos del sitio arqueológico del Tropel ubicado en el valle de Colima, proyecto en el que también se recuperaron restos de fauna y permitió reconstruir, a partir del análisis de isotopos estables, datos relacionados con la dieta, considerando el consumo de alimentos ricos en proteínas además de frijol, chile, calabaza, quelite, maíz, tomate, camote de cerro, papaya silvestre, tuna, entre otras especies que se dieron en la región, esto nos lleva a proponer que el registro esquelético de la fauna del sitio de Valle de las Garzas y los datos de la conformación química de las muestras del Tropel nos indican que la gama de alimentos fue muy similar (figuras 12-16).
Muchos de estos alimentos seguramente fueron preparados en pequeños conjuntos de piedras alineadas en forma circular, estos fogones se encontraron asociados a una gran cantidad de conchas de diferentes moluscos, además de restos óseos (figuras 17 y 18).
Planteamos que otra de las actividades desempeñadas por los miembros de esta comunidad fue la producción algodonera. La siembra de esta planta requiere un escenario húmedo durante su desarrollo, con abundante agua, tal y como era el ecosistema del Valle de las Garzas, permitió el cultivo y la trasformación de la fibra que se obtiene de este arbusto del genero Gossypium hirsutum. La elaboración del textil pudo dar pie a una economía de mayor escala, que a su vez permitió adquirir productos de otras regiones. El intercambio de prendas de algodón decoradas con tintes de caracoles marinos como la especie Purpura patula pansa y Grana cochinilla, seguramente sirvieron para adquirir artículos como la obsidiana, de la que no se tiene conocimiento de yacimientos en la región, prueba de dichas actividades son los pequeños objetos redondos y bicóncavos elaborados de cerámica (malacates), los cuales se han asociado con actividades de hilado y elaboración de textiles.
Se encontraron algunas puntas de proyectil elaboradas con obsidiana de diferentes colores, sobresaliendo una de color rojo. Se observa una escasa presencia de herramientas de corte elaboradas en este vidrio volcánico, como navajillas prismáticas y desechos que hablen de su manufactura. Las técnicas de elaboración de estos utensilios y sus características formales se asemejan a las puntas recuperadas en el sitio Playa del Tesoro por Beltrán.
No debemos dejar a un lado las evidencias que nos señalan que la producción de textiles fue tan importante para la comunidad, al igual que los utensilios, los malacates usados para elaboración de las fibras trascendieron a un plano cosmogónico, formando parte de los enseres que constituían los objetos sacros durante los rituales de sepultura de algunos personajes (figuras 19 y 20).
Por otra parte, la producción alfarera fue otra de las actividades desempeñadas por los individuos que integraron esta comunidad. La trasformación de la arcilla en cerámica permitió dejar impresos en los objetos, los estilos formales y estilísticos de la época, tanto locales como foráneos. Su importancia, más allá de un simple recipiente, trascendió del plano utilitario a ser utilizados y sacralizados dentro de los espacios funerarios, fungiendo como ofrendas (figuras 21-25).
Otras expresiones plásticas detectadas en este sitio, nos remiten a esa analogía que han señalado algunos autores como Kelly (1980), Anawalt (1992), Mountjoy (1970) y Beltrán (2001), acerca de la relación que sucedió desde épocas tempranas entre los pueblos del pacífico mexicano (Michoacán, Colima, Jalisco) con los ubicados en la costa de Ecuador.
El paralelismo que guardan desde el Preclásico hasta el Clásico medio nos llevan a corroborar aún más la hipótesis de este contacto, el cual determinó y dio forma a la cultura material de Colima, tanto en el valle como en el costa durante las fases Capacha, Ortices, Comala y parte de la fases Colima y Armería, manteniendo un vínculo más estrecho con Sudamérica durante las tres primeras que con la propia Mesoamérica.
Los artesanos de este sitio intentan reproducir ciertas características formales de especies marinas consideradas como suntuosas e importantes, para celebrar rituales propiciatorios de lluvia como es la especie Spondylus princeps, este molusco cuyo culto se remonta a la cultura Valdivia en la costa de Ecuador en los años 3 500 a.C. y que siglos después pasó a Mesoamérica, es considerado parte fundamental de la práctica religiosa que comparten los pueblos costeros del Pacífico (Marcos, 2005) (figuras 26-28).
La forma y decoración de las vasijas del tipo cerámico bandas sombreadas, fueron ampliamente reproducidos en todo el eje de los ríos Armería y Salado durante la fase Colima, aunque sus características primordiales provienen de periodos más tempranos, también fueron reportados para el sitio de Morett, como Morett policromo y para Playa del Tesoro, Clement Meighan (1972), señala que muestra gran similitud con la cerámica de la fase Tejar de Ecuador (figuras 29 y 30).
Otro elemento cerámico distintivo son las copas con soporte o base de pedestal, las cuales fueron reportadas por Novella et al. 2002, en sitios de la costa norte de Michoacán, y previamente por Beltrán y González (2007) en Playa del Tesoro (Hadas Rojo), aunque los autores no refieren una correlación directa con otros sitios, es sugerente que los asentamientos costeros de Michoacán y Colima compartían este tipo de elementos cerámicos. En este sitio se identificaron varias copas muy bien preservadas, destaca una de ellas de pedestal ahuecado, y en el interior se encontró un material posiblemente de barro que alude a una sonaja, cabe mencionar que también existe una similitud entre estas piezas con las reportadas en la costa sur de Ecuador (figura 31-37).
Destaca la presencia de algunos fragmentos cerámicos cuyas formas se asemejan a los llamados asientos-platón registrados en Playa del Tesoro por Beltrán y González (2007), los cuales retoman el nombre a partir de piezas ecuatorianas idénticas recuperadas en el sitio de Jama-Coaque (350 a.C-400 d.C) situado en la costa norte y que representan pequeños equipales en cerámica. Estos materiales cerámicos fueron algunos de los referentes que nos permiten decir que se relacionan formalmente con expresiones culturales del sur del continente (figura 38).
Las formas plásticas que reproducen aspectos antropomorfos fueron escasas, algunas características permiten establecer una relación con las figurillas registradas en el sitio Playa del Tesoro (figurillas Salagua rojo) y en el informe del salvamento arqueológico Terminal de Gas Licuado, cuya técnica de manufactura era el modelado y la decoración con aplicación al pastillaje y punzonado (Beltrán, 1991; Olay, 2008).
Las figuras se distinguen por ser simples personajes en escenas cotidianas, la mayoría son de sexo femenino e indeterminado, algunos presentan vestimentas y prácticamente todas las representaciones antropomorfas están ataviadas con pulseras, collares y cuentas seguramente de materiales malacológicos, tal y como los recuperados en contexto9 (figuras 39-48) (figuras 39-44 y 45-48).
Indudablemente el halo que envuelve a estas manifestaciones plásticas expresa por completo un orden que gira por ensalzar los propios modelos de la parafernalia de la época, que quizás caracterizaba a la población en general, sin embargo, las representaciones no hacen referencia a personajes importantes de la élite o sacerdotes, tampoco encontramos en ellas expresiones que indiquen un simbolismo distintivo de alguna deidad que haya sido objeto de culto.
A partir de las correlaciones que hemos realizado no podemos negar que la cultura material registrada de este sitio, que floreció en el llamado Valle de las Garzas, muestra una relación con los vestigios recuperados en los terrenos de la Terminal de Gas Natural Licuado, pero dicha relación es más estrecha con los contextos del asentamiento de Playa del Tesoro, la cual tuvo su apogeo entre los años 200 al 650 d.C., a partir de esta fechas y a través de una analogía podemos decir que la ocupación del Valle de las Garzas probablemente se haya dado entre los años 450 al 650 d.C.
Asimismo, la asociación de datos en torno a las prácticas funerarias de sitios como Playa del Tesoro y los reportados en la costa norte de Michoacán, nos permiten distinguir ciertos aspectos en común, como son: la posición más común del cuerpo entre estos sitios es en decúbito dorsal, en la mayoría de las sepulturas se acompaña a los individuos con una amplia gama de mobiliario funerario, como vasijas, cuentas de barro, figurillas, lítica, elementos malacológicos etcétera, sin embargo no hay una correlación entre la orientación, el sexo y la forma en que enterraban a estos antiguos habitantes, cabe mencionar que un rasgo sobresaliente es la ausencia de infantes, en la mayoría de estos contextos, lo que nos llevaría a plantear la existencia de espacios específicos donde inhumaban a los niños, tratamientos mortuorios diferentes o quizá diversos factores antrópicos pudieron afectar el estado de conservación de los restos infantiles.
Es indudable que el estudio de los contextos funerarios se convierte en una fuente de información importante para el proceso de reconstrucción histórica de las sociedades antiguas, y sobre todo, el trabajo y la perspectiva interdisciplinaria incrementa el potencial de estudio de cualquier sitio arqueológico.
Al respecto, Barley (2000: 181) señala que las prácticas funerarias ofrecen una visión del vínculo entre el hombre y la naturaleza en diferentes momentos, siendo los bienes funerarios, una clase de reliquias transferibles e intransferibles, o bien elementos de transformación ritual. En este mismo sentido, Edgar Morin (1970: 23: 25) refiere que el cadáver humano muestra su carácter social mediante los actos seguidos al deceso de una persona, dichas acciones consagran y determinan el cambio de estado del individuo, institucionalizando las emociones que provoca, en los que sobreviven, siendo la sepultura el testimonio fundamental.
Finalmente, a través de los datos biológicos y culturales, proponemos que los antiguos habitantes de este sector de la costa de Colima desarrollaron todo un sistema cultural, tecnológico y económico sumamente complejo, que si bien no se manifestó de manera monumental como otras regiones de Mesoamérica, su adecuada eficacia adaptativa les permitió establecerse en el Valle de las Garzas durante más de 400 años.
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1 Los datos utilizados para la descripción fisiográfica del estado son retomados del sitio web del INEGI.
2 Término propuesto por Paul Kirchoff (1960), con el objetivo de concentrar a todos los grupos sociales asentados desde el río Motagua en Honduras y la península de Nicoya, hasta los límites del río Pánuco en el Golfo y el río Sinaloa en el Pacífico. Los criterios que el autor utilizó para identificar un asentamiento con características mesoamericanas son: el desarrollo de sociedades estructuradas sobre una economía sustentada en la agricultura, la tecnología empleada para el aprovechamiento de los recursos naturales y el sistema calendárico, por mencionar algunos.
3 Olay (1997: 78, 86) refiere reconocimientos hechos por Mathieu de Fossey en 1844, Ezequiel A. Chávez y Genaro García en 1911 y por Miguel Galindo en 1922, quienes ya ubicaban algunos sitios costeros.
4 19° 05' 23.16'' N y 104° 17' 30.65''.
5 En este trabajo se consideró como individuos infantiles y subadultos a los esqueletos cuya edad oscila entre los 0 y 19 años)
6 Los métodos para la determinación del sexo se basó en el diagnostico secundario recopilado por White et al., 2012.
7 Este árbol de las rizofóreas que crecen de 4 a 6 metros de altura proporciona largas ramas, varas y troncos rectos extendidos cuyas características son muy funcionales y aprovechadas para formar estructuras.
8 Pinctada mazatlanica, Glycymeris Acanthocardia tuberculata, Glycymeris deleta (Solander Glycymeris gigantea), algunas de ellas refieren un contacto con el fuego o trabajos con fines ornamentales.
9 Entre los moluscos más utilizados para confeccionar objetos ornamentales fueron los Bivalvos, especies como Saxiodomus gigantea, Glycymeris gigantea, Pinctada mazatlantica, Glycymeris glycymeris, Anadara grandis, Crassostrea y los Gastrópodos de la especie Triplofusus gigantea, Cerithium vulgatum y Turritella/Torrecilla. Los artesanos los manufacturaron a través de técnicas como el desgaste, corte y perforación, en diferentes prendas decorativas como pulseras, brazaletes y cuentas. El simbolismo cultural dado a estos artefactos por los grupos de la zona costera de Manzanillo, también se ve reflejada en los entierros recuperados en Playa del Tesoro.