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Trace (México, DF)

versión On-line ISSN 2007-2392versión impresa ISSN 0185-6286

Trace (Méx. DF)  no.77 Ciudad de México ene. 2020  Epub 13-Abr-2021

 

Sección temática

Circulación político-económica en Centroamérica: el Arco de Conchagua en torno a 1850

Political and Economic Circulation in Central America: the Arch of Conchagua around 1850

Clara Pérez Fabregat* 

*Universitat de Barcelona/Taller de Estudios e Investigaciones Andino Amazónicos, España, claron8@hotmail.com.


Resumen.

En Centroamérica, la sucesión de guerras post-federales acontecidas después de 1840 mostró cómo la política de los Estados se desarrolló en un escenario regional dentro del cual se insertó el Arco de Conchagua. La zona circundante al Golfo de Fonseca, compartida por El Salvador, Honduras y Nicaragua, fue cobrando mayor preeminencia económica y estratégica en esos años. Los grupos dominantes fomentaron una concepción de espacio común al buscar apoyos de otros actores interregionales en función de su movilización política e intereses económicos. En este artículo sostenemos que a mediados del siglo XIX la región del Arco de Conchagua fue un espacio de circulación de personas, ideas y negocios con nuevas características, bajo el liderazgo del grupo dominante de San Miguel en la zona oriental de El Salvador. Para comprobarlo abordaremos los antecedentes históricos del espacio común y luego analizaremos los factores sociopolíticos y económicos que configuraron este espacio.

Palabras clave: Arco de Conchagua; oriente salvadoreño; Centroamérica; Golfo de Fonseca; guerras post-federales

Abstract.

In Central America, the series of post-federal wars after 1840 showed how State politics were developed in a regional setting, in which the Arch of Conchagua was inserted. The area around the Fonseca Gulf, shared by El Salvador, Honduras, and Nicaragua, acquired a great economic and strategic pre-eminence in those years. The dominant groups encouraged a concept of common space, seeking the support of other interregional actors based on their political mobilization and economic interests. In this paper we assert that during the mid-19th century the region of the Conchagua Arch was a space for the circulation of people, ideas, and businesses with new characteristics, under the leadership of the dominant group of San Miguel in Eastern El Salvador. To prove it we will address the historic background of the common space and later analyze the socio-political and economic factors that led it to be formed.

Keywords: Conchagua Arch; Eastern Salvador; Central America; Fonseca Gulf; post-federal wars

Résumé.

En Amérique centrale, la succession des guerres dites post-fédérales engagées à compter de 1840 montre à quel point la politique des États se jouait essentiellement sur la scène centre-américaine dans laquelle s’inscrit l’Arc de Conchagua. La zone entourant le Golfe de Fonseca, partagée entre le Salvador, le Honduras et le Nicaragua (ici appelée Arc de Conchagua) a pris une importance économique et stratégique majeure durant cette période. Cette conception de l’espace commun a été favorisée par des groupes dominants qui s’appuyaient sur d’autres acteurs interrégionaux en fonction des luttes politiques qui les mobilisaient. Nous soutenons dans cet article qu’au milieu du XIXe siècle, la région de l’Arc de Conchagua était un nouvel espace de circulation des personnes, des idées et des activités commerciales, sous l’influence du groupe dominant de San Miguel (région orientale du Salvador). Pour démontrer cette hypothèse, nous rappellerons les antécédents historiques de l’espace commun avant d’analyser les facteurs sociopolitiques et économiques qui ont façonné cet espace.

Mots-clés : Arc de Conchagua; est du Salvador; Amérique centrale; Golfe de Fonseca; guerres post-fédérales

Introducción

En América Central, las desavenencias políticas y la falta de acuerdo en materia de fiscalidad, organización militar y distribución de poderes entre el gobierno de la República Federal y los gobiernos de los Estados terminaron con el experimento federal en el que se habían embarcado las minorías dominantes tras el fracaso de la anexión de la región al Imperio Mexicano. Después del colapso de la unión, en 1840, las fracciones de los grupos de poder en cada uno de los Estados centroamericanos se aliaron o se enfrentaron entre sí en función de la permanente lucha por el control de los recursos económicos y los resortes políticos.

En este contexto, fue cobrando mayor preeminencia económica y estratégica la zona circundante al Golfo de Fonseca compartida por El Salvador, Honduras y Nicaragua, que en adelante identificaremos como el Arco de Conchagua para no restringirnos con fronteras político-administrativas extremadamente porosas y ajenas a la realidad sociopolítica y económica del momento (véase el Mapa 1). A partir de 1840, la sucesión de guerras post-federales mostró cómo la política de cada de uno de los Estados se desarrolló en un escenario esencialmente centroamericano dentro del cual se insertó el Arco de Conchagua. En ese periodo en concreto, esta concepción del espacio común surge a raíz de las dinámicas de los grupos de poder, de origen colonial, que buscaron apoyos de otros actores interregionales en función de la lucha política y el interés económico que los movilizaba.

Fuente: Elaboración propia.

Mapa 1 Área del Arco de Conchagua. 

De acuerdo con lo anterior, pensamos que durante las décadas centrales del siglo XIX la región del Arco de Conchagua fue un espacio de circulación de personas y negocios bajo el liderazgo del grupo dominante de San Miguel, en la zona oriental de El Salvador. Para comprobar esta idea primero abordaremos brevemente algunos antecedentes históricos sobre las relaciones internas del territorio desde la época colonial. En segundo lugar expondremos algunos factores que, bajo nuestro punto de vista, dotaron de significado político y económico ese espacio, alimentando de este modo las redes sociales. Sintetizaremos la explicación en cuatro puntos: primero, la lucha por crear un bloque de poder alternativo que contrarrestara el poder de Guatemala; segundo, el liderazgo ejercido por los notables del oriente salvadoreño debido a la preeminencia económica de San Miguel con respecto al resto de la región; tercero, la creación del eje León-San Miguel; y cuarto, la función de la región como centro de avituallamiento durante el episodio de la Guerra Nacional.

Por el momento, en el estado actual de la investigación, la perspectiva y las fuentes proceden de El Salvador, especialmente de la zona oriental que nosotros identificamos como el oriente salvadoreño, el departamento más grande del país que desde la ruptura colonial hasta el gobierno de Dueñas en 1865 ocupó el territorio al este del río Lempa hasta el Golfo de Fonseca y de Honduras hasta el Pacífico (véase el Mapa 2).

Fuente: Elaboración propia a partir de Herrera, 2013: 27.

Mapa 2 Jurisdicciones políticas en el espacio salvadoreño tardío colonial. 

Las fuentes utilizadas proceden de los acervos de los registros oficiales de los ministerios de hacienda, guerra y gobernación del Estado de El Salvador además de prensa oficial y extraoficial y fuente primaria editada. La documentación procede del Archivo General de Indias de Sevilla, el Archivo General de Centroamérica de Guatemala, el Archivo General de la Nación de San Salvador y el Archivo del Ministère de l’Europe et des Affaires étrangères de Paris.

Contactos y redes en la fase tardía colonial y en la temprana república federal

La ruptura del statu quo colonial a partir de 1820 facilitó la modificación de algunas estructuras socioeconómicas tradicionales, como las rutas comerciales y las minorías dominantes que controlaron las redes mercantiles. La revisión de estas nos permite comprender los cambios de significado económico de los espacios y con ello la noción de Centroamérica como un espacio común.

Antes de adentrarnos en dichos cambios, cabe remitirse a la fase tardía colonial puesto que las fuentes de la época nos proporcionan evidencias de tempranos contactos en la región del Arco de Conchagua. En el marco del reformismo borbónico, desde el último tercio del siglo XVII, el intendente Matías de Gálvez promovió la creación del Montepío de Cosecheros de añil en 1781. Esta institución debía servir para conceder créditos a los productores del tinte. La finalidad era doble, por un lado pretendió facilitar la coordinación y promoción de los intereses de los añileros; y por otro, no menos importante, las autoridades intentaron debilitar el poder y el dominio ejercido por los comerciantes asentados en la capital, Guatemala. Estos gozaban de una posición de fuerza en todo el reino como intermediarios comerciales con la península y monopolizaban el crédito destinado a los productores de las otras provincias.

La centralización propuesta para el proceso operativo de la venta del añil en la sede del Montepío, siempre discutida, fue rechazada por los notables de otras provincias. En cada partido donde se cultivaba añil había un diputado representante de los cosecheros encargado de trasladar la producción a la casa del Montepío. En distintas ocasiones, algunos diputados propusieron la descentralización con el establecimiento de tres fondos, uno en cada provincia.1 Estas sugerencias hicieron evidente la relación socioeconómica de San Miguel con la zona más meridional de Honduras y el oeste nicaragüense. En 1792 se propuso la creación de una sucursal del Montepío en León (Nicaragua). La existencia de un camino, largo y en mal estado, entre San Salvador y León dificultaba el fomento del añil en aquella provincia por la inaccesibilidad de los almacenes y por la dificultad de la llegada de habilitadores. El único voto a favor de la propuesta fue el de José María Ceballos, diputado de San Miguel, quien vio de forma positiva la formalización de la integración con León.2

Conviene destacar que a finales del s. XVII e inicios del XIX, la división interna en la antigua alcaldía mayor de San Salvador se tradujo en una creciente oposición de San Miguel hacia San Salvador. De hecho, los productores de San Miguel planearon la creación de una Intendencia al margen de la de San Salvador (Avendaño, 2008: 3994). Esa postura fue el resultado de distintos intereses económicos y el miedo a la pérdida del control de los recursos debido al centralismo promovido por esa ciudad. En los últimos años de la colonia, las tensiones entre notables de las principales ciudades salieron a relucir cuando de intereses añileros se trataba, dejando al descubierto los intereses económicos y las aspiraciones políticas de cada grupo.

Paralelamente a las dinámicas internas de la provincia de San Salvador, con la llegada de la nueva era republicana, los sectores económicamente dominantes de Guatemala optaron por especializarse en la producción de cochinilla. Dejaron de ser los tradicionales intermediarios en la comercialización de la materia prima que los salvadoreños producían con todas las tensiones que dicha relación comercial generaba (Lindo, 2002: 79).

Como dijimos, cortar los lazos comerciales con la metrópoli conllevó a la fragmentación de los circuitos coloniales y al declive de la dependencia del añil en general en todo Centroamérica, salvo en El Salvador (Fernández, 2003). En primer lugar, el desarrollo de nuevos puntos de salida como Belice en el Atlántico y los puertos del Pacífico como La Unión, en El Salvador, con sus correspondientes rutas comerciales alteraron el orden hegemónico guatemalteco que acabamos de mencionar. En la época de la Federación, concretamente a partir de 1824, los puertos del Pacífico fueron promocionados para evitar el tránsito hacia el Atlántico y así ahorrarse excesivas incidencias o dependencias con los ingleses que controlaron los circuitos comerciales de Belice (Lindo, 2002: 80, 82). Esta nueva lógica comercial otorgó al puerto de La Unión una importancia fundamental como alternativa estratégica y segura, apuntalando así el Golfo de Fonseca como enclave económico en la zona del Arco de Conchagua.

En segundo lugar, en el proceso de configuración de las minorías dominantes en las otrora provincias del Reino de Guatemala hubo un componente notable que fue la permanente circulación de miembros de estos grupos de poder en el espacio centroamericano a mediados del siglo XIX. Tomando como muestra el caso de El Salvador, la mayoría de los miembros del sector dominante de la temprana República nacieron en los últimos años del dominio hispánico. Algunos de ellos se vieron favorecidos con cargos públicos y con grandes propiedades, normalmente productoras de añil y con sólidos vínculos con casas comerciales europeas. Este fue el caso de familias como los Campo, los González, los Guzmán, los Silva o los Montoya. Otros como Nicolás Angulo o Francisco Malespín tuvieron una ascendente y fructuosa carrera en el ejército, donde empezaron siendo muy jóvenes. La conformación de una minoría dominante pasaba porque sus miembros, pertenecientes a los sectores mercantiles y terratenientes y los altos cargos del ejército tuvieran acceso, por un lado, a los medios de producción como la tierra, la mano de obra y los contactos comerciales, y por otro, a los ámbitos de decisión de las instituciones surgidas tras la ruptura del pacto colonial. La participación desde 1824 en las Asambleas legislativas, el Senado, las gobernaciones departamentales, los altos cargos de la Hacienda y la justicia fueron claves en este sentido.

Pese a la dinámica interna descrita, podemos decir también que estos conglomerados sociales con poder económico y político adquirieron sentido pleno en su dimensión centroamericana. Consideramos que existió una extensa red socioeconómica a nivel ístmico definida a partir de un entramado de relaciones cuyo origen lo encontramos en los circuitos económicos tardíos coloniales, como los antes mencionados en relación al añil.

Una multiplicidad de nexos de distintas naturalezas fortaleció esa red. Debido a la inestabilidad política y los constantes pronunciamientos y cambios de gobierno, los exilios voluntarios o los destierros forzosos de un país a otro favorecían las conexiones políticas entre estos sectores dominantes. Ello ayudaba a tejer, entre ellos, reconocidas hermandades contra el gobierno de turno. Asimismo, otro aspecto que definió este tipo de circulación en Centroamérica a mediados del siglo XIX fue la movilidad territorial de cargos políticos que era aceptada social y jurídicamente. Precisamente por los principios constitucionales en las Asambleas legislativas era elegible cualquier centroamericano siempre y cuando este tuviera bienes raíces en el lugar representado.

Estas redes con sus correspondientes nudos, resultado de la Centroamérica criolla, respondió a áreas de influencia económica alejadas de los diáfanos límites político-administrativos oficiales y fueron renovadas y retroalimentadas con los distintos episodios de guerra que facilitaron la activación o disolución de alianzas, la negociación de las deudas, los negocios circunstanciales o los movimientos de población armada.

En este contexto, el Arco de Conchagua redefinió su papel en el conjunto centroamericano. A continuación, abordaremos aspectos concretos de las décadas centrales del siglo XIX que nos ayudarán a apuntalar nuestra idea central, consistente en que durante las décadas intermedias del siglo XIX la región del Arco de Conchagua fue un espacio que se caracterizó por la intensificación de la circulación de personas y negocios bajo el liderazgo del grupo dominante de San Miguel, en la zona oriental de El Salvador.

Un proyecto político alternativo al control de Guatemala

A mediados del siglo XIX, el espacio del Arco de Conchagua fue la extensión y consecuencia de un proyecto político en formación, consistente en crear un bloque de poder alternativo a la pretendida hegemonía guatemalteca. Dos episodios entrelazados entre 1842 y 1845 conducen a esta idea. El primero fue lo que podríamos llamar el conflicto de los Coquimbos. El segundo fue la alianza entre Manuel José Arce y Rafael Carrera para atacar a El Salvador. El espacio del Arco con el epicentro en el eje San Miguel-La Unión fue donde ambos acontecimientos quedaron interrelacionados.

El conflicto de los Coquimbos fue el resultado del retorno de Morazán a El Salvador a finales de 1841. Tras la derrota en la segunda guerra federal ante el líder militar de Guatemala Rafael Carrera, el ex presidente federal Francisco Morazán huyó a Costa Rica en 1840. En este exilio planificó el retorno con la intención de restablecerse en el poder y reunificar Centroamérica con la ayuda de sus seguidores, ya conocidos despectivamente como los “Coquimbos” por el nombre del navío en el que llegaron.3 La trama política fue descubierta por las autoridades gubernamentales salvadoreñas quienes forzaron a los seguidores de Morazán a alejarse por el territorio salvadoreño y nicaragüense lejos de sus lugares de origen para minimizar su capacidad conspirativa.4

Extraemos diversas reflexiones sobre estos hechos que ayudaron a configurar una dinámica política propia en un espacio en concreto. Fijémonos primero en las razones del conflicto. La llegada de Morazán a El Salvador desató importantes tensiones con los gobiernos de Francisco Malespín y Rafael Carrera, en El Salvador y Guatemala respectivamente. Entre las filas de Morazán se conjeturó que los conservadores de Guatemala y el presidente Carrera quisieron anexarse el territorio salvadoreño.5 Según una proclama anónima de 1840, estos querían volver “a la dominación para poner precio a nuestros añiles y nuestros ganados, restableciendo las distinciones y la esclavitud [coloniales]”.6 Era evidente el temor de que pudiera reproducirse el mismo patrón político-económico colonial, en el que Guatemala, país con más riqueza y población, subordinaría al resto.

En segundo lugar veamos las motivaciones de los sectores que optaron por seguir el proyecto de Morazán. Precisamente, los más afectados por la amenaza que podía suponer Guatemala fueron, sin duda, los seguidores de Morazán radicados en el oriente salvadoreño. El dominio de este grupo se sostenía por su presencia en el comercio del puerto de La Unión, por la propiedad de haciendas productoras de añil y por el control de los términos de intercambio comercial en la zona además de sus conexiones políticas. Esta relación económica se podía fortalecer apoyando el proyecto político de reinstauración de un gobierno federal fuerte que minimizara el peligro que suponía Carrera y todos los intereses que representaba. Por el contrario, el proyecto político de Carrera y sus partidarios de varias regiones del istmo fue impedir esta unificación política para evitar la superioridad de Morazán y la fracción dominante de la que era representante.

Finalmente, en tercer lugar observemos el efecto de la resolución política al problema de los Coquimbos. La dispersión de este sector de unionistas por el territorio fomentó un entramado de apoyos y lealtades que funcionaría durante las siguientes décadas (Cevallos, 1964: 138; López Vallecillos, 1967: 124). Esto ahonda en la perspectiva del Arco de Conchagua como un espacio común de circulación de personas que compartieron intereses político-económicos, en este caso de corte unionista, como veremos a continuación.

Seguimos con el segundo episodio, la alianza entre el antiguo presidente federal Manuel José Arce con el presidente guatemalteco Rafael Carrera7 para organizar una invasión del territorio salvadoreño en 1844, dio lugar a las sospechas antes expuestas. En sus planes estaba desarticular completamente la capacidad operativa de los seguidores de Morazán.8 Pero cabe ir más lejos. La existencia de un poder central fuerte en El Salvador dificultaría la adquisición por parte de Guatemala de áreas de influencia en el país vecino. Dominar políticamente El Salvador representaría tener un acceso directo a los circuitos comerciales de La Unión y San Miguel y, por lo tanto, mayores cuotas de control económico.9 Es significativo resaltar la coyuntura de crisis económica que sufría Guatemala en esos años, principalmente por la disminución tanto de la exportación de grana como de las importaciones. La reducción del movimiento comercial internacional traía como consecuencia la caída de los principales ingresos del Estado, procedentes de las aduanas marítimas (Solórzano, 1963: 317; Woodward, 2002: 505).

A principios de 1850, el descubrimiento del oro californiano revolucionó la navegación comercial y con ello aumentó el movimiento de importación y exportación por los puertos del Pacífico. Esta nueva tendencia comercial coincidió con las campañas militares guatemaltecas contra El Salvador de 1851 y 1853. Por tal razón, toma fuerza la hipótesis de que las dificultades económicas al interior de Guatemala justificaron esta política belicista-expansionista que el presidente Rafael Carrera adoptó desde 1844 hasta 1863 con el fin -muy probable- de ejercer algún tipo de influencia y control efectivo sobre los circuitos comerciales de La Unión en el Pacífico y sobre las políticas económicas del ejecutivo vecino. Insistimos que La Unión, tras su puesta en funcionamiento en 1824, se convirtió en el núcleo de la economía oriental al dar salida a los productos del oriente salvadoreño además del Sur de Honduras (Solórzano, 1993: 15, 34).

El conflicto provocado por la alianza de Arce y Carrera puso en evidencia que la lucha por conseguir el dominio estable del istmo había dividido a los sectores dominantes centroamericanos en alianzas de larga duración. Por un lado, Guatemala buscó pactar apoyos en algunos pueblos del occidente salvadoreño y en parte de Honduras; por otro lado, los gobiernos de El Salvador, Honduras y Nicaragua tendieron a formalizar un acuerdo de ayuda mutua en varias ocasiones. Un editorial publicado en Honduras y reeditado años más tarde en 1853 en la Gaceta del gobierno en El Salvador sentenciaba la geopolítica centroamericana postfederal de la siguiente manera: “el hecho que en la balanza política Guatemala tenga el mismo peso que El Salvador, Honduras y Nicaragua juntos implica que la división y la guerra entre ellos es la paz de Guatemala”.10

El liderazgo político regional de la minoría dominante del oriente salvadoreño

Los notables del oriente salvadoreño, de acuerdo con su preeminencia económica en la década de 1840, estuvieron a la cabeza del proyecto político. En esta convulsa década, debido a las tensiones entre grupos de poder en todo el ámbito centroamericano, el unionismo fue presentado por los salvadoreños como una solución y el desarrollo político de aquellos años justificó cualquier intento para materializarlo.

Después de varios intentos fallidos de reactivar la unión federal desde 1839, el Pacto de Chinandega en 1842 fue el primer ensayo de reunificación mínimamente exitoso entre El Salvador, Honduras y Nicaragua. El Salvador acogió la sede de la Confederación en San Vicente (Karnes, 1961: 130-131). Guatemala fue el gran ausente en este proyecto unionista al negarse a participar, excusándose en la pérdida de soberanía que suponía comprometerse políticamente con los otros Estados. La unión de Chinandega se formalizó en 1844, precisamente en el momento en que se hicieron patentes las pretensiones inglesas sobre el istmo con la invasión del puerto de San Juan del Norte y al mismo tiempo del ataque de Arce y Carrera a El Salvador.

Por parte del gobierno de El Salvador hubo mucha voluntad política de cumplir el pacto, primero por razones político-militares, dado que el acuerdo implicaba la creación de un ejército aliado confederado que hiciera frente a las amenazas externas. La segunda razón fueron los intereses económico-comerciales, en tanto que el compromiso de Chinandega permitiría repartir los gastos de la antigua deuda federal. Así, la deuda y la guerra fueron cuestiones prácticas que mantuvieron con vida el unionismo, más allá mítico legado de Morazán (Montúfar, 1896).

En 1847, la celebración de la Dieta de Nacaome actualizó los acuerdos tomados en el Pacto de Chinandega. La reunión entre El Salvador, Honduras y Nicaragua se hizo por presión de algunos miembros afines al grupo dominante del oriente salvadoreño, antiguos “coquimbos”, como José Barrundia y Trinidad Cabañas (López Vallecillos, 1967: 160-162). La presencia británica en la zona del Golfo de Fonseca ejercía una presión política cada vez más fuerte que podía minimizarse con la colaboración mutua de los países del Arco. De acuerdo con lo estipulado en Nacaome, el gobierno confederal conocido como la “Representación Nacional Centroamericana” fue establecido en 1851 con sede oficial repartida entre Chinandega y León. José María Silva, destacado notable del oriente salvadoreño, fue el secretario de la nueva entidad (Monterrey, 1996: 331). De forma reiterada a lo largo de la década, los miembros de la oligarquía de San Miguel actuaron en favor de algún tipo de unión interestatal que favoreciera sus intereses económicos protegiendo la región y los circuitos comerciales alrededor del Golfo de Fonseca.

El surgimiento del eje León-San Miguel

La unión política de los tres países que compartían fronteras en la zona del Arco de Conchagua experimentada en Chinandega trasladó el eje geoestratégico de la política ístmica al oriente salvadoreño. Los notables de la región pudieron sostener la dinámica bélica propia de la praxis política del momento gracias al crecimiento económico y el contacto con el comercio exterior mediante el puerto de La Unión. La conocida como Guerra de Nicaragua en 1844 nos ofrece un ejemplo de esta dinámica que consolidó el eje León-San Miguel.

Justo después del episodio Arce-Carrera se encendió otro conflicto significativo. Ese mismo año de 1844, Gerardo Barrios y Trinidad Cabañas junto con otros seguidores del expresidente federal Morazán, como Máximo Orellana, Miguel Álvarez, Joaquín Rivera y Ramón Vigil provocaron una insurrección en San Miguel y luego se internaron en Nicaragua, donde gozaban de un fuerte apoyo.11 El gobierno de Malespín contó con el apoyo del gobierno hondureño de Francisco Ferrera para solicitar a Nicaragua la repatriación de los rebeldes, al serles negada la misma, comenzó el enfrentamiento12 conocido como la Guerra de Nicaragua.13 Sin entrar en los detalles de la estrategia y el desarrollo militar, fijémonos en el trasfondo. La lucha por el poder y por los recursos derivó en un conflicto triangular con sectores de las minorías dominantes salvadoreñas, nicaragüenses y hondureñas enfrentados entre sí, pese a los recientes intentos de unión confederal. El objetivo último fue el dominio de la zona de San Miguel y el puerto de La Unión. Constatamos la voluntad de las fuerzas hondureñas por ocupar el enclave de San Miguel. De hecho, el gobierno de Honduras ofreció la paz a cambio de una fuerte indemnización o la cesión de Chalatenango o San Miguel (Yankelevich, 1988: 93). Tras todo el entramado de tensiones militares descansaba la predilección de todas las facciones en conflicto por establecer un área de influencia política en el oriente salvadoreño en aras de facilitar el despliegue de sus intereses económicos cerca del puerto de La Unión.

Parece claro que el oriente de El Salvador fue una región conflictiva, políticamente activa y que sirvió de refugio para leoneses y hondureños después del colapso federal, en los primeros años de la década de 1840.14 El sector dominante oriental trazó alianzas, dando vida a las redes que mencionábamos antes, colaborando en la agenda de otros grupos cercanos. Una de ellas fue la alianza entre los notables de San Miguel y la facción del nicaragüense José María Valle, conocido como el Chelón, en torno a 1845. En la ya citada Guerra de Nicaragua, la ciudad de León había sido atacada e incendiada, lo que provocó la emigración de muchos notables hacia el oriente salvadoreño.15 Con la ayuda del general Trinidad Cabañas, José María Valle organizó una facción armada con la intención de derrocar el gobierno de Nicaragua y devolver la preeminencia leonesa. Por otro lado, los orientales salvadoreños aprovecharon la coyuntura para protegerse de los posibles ataques hondureños uniendo esfuerzos con José María Valle y su gente.

La base social del movimiento estuvo conformada por nicaragüenses reclutados en Chinandega, El Viejo, Subtiava, Masaya, Granada, Somoto Grande,Tepalneca, Dipilto, Mosonte, Come-tierra y Totogalpa. En Honduras se reclutaron grupos de los pueblos de Texiguat, Orocuina, Liure, Morolica y Alaneas, con una considerable participación indígena. Algunos individuos involucrados fueron reclutados desde El Salvador, donde se habían refugiado como disidentes y se añadieron a la causa de Cabañas y Valle (véase el Mapa 3).16

Fuente: Elaboración propia a partir de “Documentos que manifiestan la intervención que varios gefes [SIC] han tenido en la facción perturbadora de la paz de Nicaragua”, BNG-Fondo Antiguo, A Vitrina 1, núm. 71, ff. 12-13.

Mapa 3 Zona controlada por la facción de José María Valle, 1845-1846. 

San Miguel fue el área de apoyo, avituallamiento y refugio del movimiento. Allí, las autoridades actuaron en total connivencia con los rebeldes. El comandante de La Unión supo en todo momento sobre los traslados de gente armada hacia Nicaragua en la Goleta “Veloz” del gobierno salvadoreño.17 El mismo gobernador de San Miguel, Gerardo Barrios, abonó 1 400 pesos de su bolsillo para conseguir 800 fusiles.18 Esto indica que, además de financiarse con los fondos propios del Estado salvadoreño, también hubo contribuciones personales.19

Distintos episodios político-militares, como la guerra de Nicaragua y los movimientos de las partidas armadas del Chelón configuraron un eje de apoyo entre León y San Miguel facilitando la circulación y dotando de significado un espacio común como el Arco de Conchagua.

El Arco de Conchagua, la retaguardia de la Guerra Nacional

El devenir político de la década de 1840 confirió un protagonismo inusitado a los países aliados en Chinandega y Nacaome en las luchas de poder tras la Federación. Las conexiones entre diferentes núcleos urbanos y redes personales derivadas de las distintas confrontaciones de la época sirvieron para dar respuesta a las urgencias de la Guerra Nacional.

La llamada Guerra Nacional20 fue el conflicto armado, librado en 1856 y 1857, que enfrentó al gobierno conservador nicaragüense a la oposición liberal, liderada por los leoneses, que solicitaron refuerzos mercenarios al estadounidense William Walker (Acuña, 2012: 13-14; Kinloch, 2010: 29). La presencia filibustera21 provocó la colaboración militar de los países centroamericanos para derrotar a Walker.

Por su situación geográfica, San Miguel y el puerto de La Unión fungieron como la principal zona de retaguardia de la zona norte del teatro de la guerra. Las razones fueron logísticas y financieras. Por un lado, resultó más económico hacer el traslado de las tropas por mar, con la protección de la fragata francesa de guerra “Embuscade” en el Golfo de Fonseca.22 Por otro lado, el apoyo financiero fue considerable. Este procedió de los miembros del circuito mercantil radicado en el puerto de La Unión y la zona oriental y todos aquellos miembros del grupo dominante salvadoreño vinculados al comercio internacional; es decir, quienes tenían los recursos para ayudar al gobierno en ese momento.

Conclusiones

En la etapa post-federal, el oriente de El Salvador adquirió particular importancia porque allí se amalgamaron los intereses de todas las partes en conflicto por ser un enclave con potencial económico y estratégico. A partir de 1842, el grupo dominante oriental salvadoreño, en un intento por afianzar su posición ya de por sí relevante por su base económica, propició la transformación del Arco de Conchagua, con San Miguel como centro neurálgico, en un enclave fundamental en la geopolítica del istmo. Sin embargo, ese significado político-económico se transformó con la revolución comercial del Pacífico a raíz del descubrimiento del oro en California a partir de 1850. El eje San Miguel-La Unión-León perdía valor estratégico frente a zona del centro y el occidente del país, vinculadas con el puerto de La Libertad y Acajutla.

La revisión inicial de las fuentes nos ha permitido acercarnos a un espacio dotado de un significado político-económico no del todo valorado en sus profundas dimensiones por la historiografía hasta el momento. Todos los grupos de poder que participaron en la arena política post-federal se dieron cuenta de que la viabilidad de sus gobiernos pasaba por la alianza con las minorías dominantes de otros Estados de la región. Por un lado, las circulaciones desde la época tardía colonial forjaron redes con intereses económicos comunes que se canalizaban mediante ideas políticas similares. Por otro, la asiduidad de la guerra facilitó una forma de legitimación y la adquisición de recursos por parte del grupo que obtenía el poder político dentro del Estado.

En este contexto, favorecer el unionismo en el área del Arco de Conchagua sirvió para blindar el dominio ejercido por la minoría oriental salvadoreña en la región de la amenaza que suponía Guatemala y sus alianzas potenciales con Honduras o con Gran Bretaña. El tema no está agotado, puesto esto sólo es un principio. El grado de parcialidad que ofrece la perspectiva documental utilizada requiere, para su conclusión, ser abordada desde una perspectiva comparada. Habría que ahondar en los vínculos personales y las relaciones económicas y políticas de las minorías dominantes, además de analizar la evolución del eje San Miguel-La Unión-León, una vez experimentada la revolución comercial a raíz del descubrimiento del oro en California.

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1Informe de la comisión de diputados representantes de los cosecheros de San Salvador, 1817, Madrid, AGI, Audiencia de Guatemala, leg. 668.

2Ídem.

3Finalmente, después del fracaso del proyecto, Morazán murió en Costa Rica en septiembre de 1842.

4Los implicados originarios de San Miguel y San Vicente fueron enviados a Sonsonate. Otros tantos fueron enviados a Granada. Relación histórica sobre el general de división Nicolás Angulo, 1874, AGN-SS, FQ, Hacienda y Guerra. Sub-inspección general 1841-1867, caja 1, s. f. Otros como Joaquín Medina, Manuel Orellana, Rafael Padilla se trasladaron al departamento hondureño de Gracias por su cuenta un poco antes de la llegada de los Coquimbos, Carta de Juan Morales, jefe político de Comayagua al gobierno de El Salvador, Comayagua, 11 de diciembre de 1841, AGN-SS, FQ, Hacienda y Guerra. Correspondencia: 1825-1847, caja 1, s.f.

5El amigo del pueblo, San Salvador, 6 de julio de 1843, BNG-Fondo Antiguo, AVitrina1 núm. 71, s.f.

6Proclama Salvadoreños, s/f, BNG-Cla-1960-Hojas 1840, s.f.

7Despacho nº17, del Cónsul general de Francia en América Central, A. Baradère, al ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Guatemala, 19 de mayo de 1844, AMAEF, CC-Gua-tomo 2 18441845, ff. 78, 80, 81.

8Decreto legislativo, San Salvador, 7 de febrero de 1844, AGN-SS, FI, f. 166.

9Nota reservada del gobierno al Mariscal de campo Francisco Cascara, corregidor del departamento de Quezaltenango y superintendente de hacienda de Los Altos, Guatemala, 27 de octubre de 1843, AGCA, leg. 2491, exp. 55129, s.f.

11Carta del jefe departamental de Chiquimula al gobierno de Guatemala, Chiquimula, 25 de septiembre de 1844, AGCA, leg. 2404, exp. 50281, s.f.; López Vallecillos, 1967: 147; Cevallos 1964: 258.

12Comunicación del gobierno de El Salvador al ministro de relaciones nicaragüense J. A. Jiménez, Sauce, 10 de octubre de 1844, AGN-SS, FQ, Ministerio de Relaciones Exteriores, Correspondencia: 1841-1846, caja 1, s.f.

13Carta del Cipriano Mendoza, alcalde del Chingo al corregidor del departamento de Mita, El Chingo, 16 de agosto de 1845, AGCA, leg. 2405, exp. 50311, s.f. Decreto traslado sede de gobierno, San Salvador, 8 de septiembre de 1844, AGN-SS, FI, f. 181.

14Comunicación del gobernador de San Miguel al ministro de Hacienda y Guerra, San Miguel, 30 de noviembre de 1847, AGN-SS, FQ, Gobernación política departamental, San Miguel, 1834-1854, caja 1, s.f.

15Declaración del general Santos Guardiola, Curarén (Honduras), 23 de septiembre de 1845, en “Documentos que manifiestan la intervención que varios gefes [sic] han tenido en la facción perturbadora de la paz de Nicaragua”, BNG-Fondo Antiguo, AVitrina1 núm. 71, ff. 12-13.

16Ídem, BNG-Fondo Antiguo, A Vitrina 1, núm. 71, ff. 14-15.

17Declaración de Néstor Berrios, Juzgado de 1ª Instancia, León, 17 de octubre de 1845, en ídem, BNG-FA, A Vitrina 1, núm. 71, f. 21.

18Nota al administrador de rentas de La Unión, 23 de noviembre de 1846, AGN-SS, FQ, Hacienda y Guerra, Tesorería general 1832-1846, caja 1, exp. 2, s.f.

19José A. Lechuga donó 679 pesos y José A. Brioso 511 pesos a la aduana de La Unión y a la administración de alcabalas de San Miguel en octubre de 1845, Notas a la aduana de La Unión, administrador de rentas de San Miguel, 8 de octubre de 1845, 10 de octubre de 1845, AGN-SS, FQ, Ministerio Hacienda y Guerra, Tesorería general 1832-1846, caja 1, s.f.; El Salvador Rejenerado, 1 de abril de 1846, núm. 26, San Salvador.

20Sobre la Guerra Nacional desde una perspectiva salvadoreña ver Pérez Pineda, 2014.

21Los filibusteros fueron individuos que, sin ser piratas o corsarios, actuaron por cuenta propia para conquistar territorios de países cercanos a Estados Unidos para fundar Estados anexos en el marco del expansionismo estadounidense del siglo XIX (Acuña, 2014: 51). Sobre el filibusterismo ver Brown, 1980 y Acuña, 2010

22Nota del gobierno de El Salvador al general Belloso, 28 de julio de 1856, AGN-SS, ff, caja 7, f. 33.

Recibido: 08 de Diciembre de 2018; Aprobado: 21 de Noviembre de 2019

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