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Secuencia
versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348
Secuencia no.77 México may./ago. 2010
Artículos
El oro que brilla desde el otro lado: aspectos transfronterizos de la fiebre del oro californiana, 1848-1862
The Gold that Glitters on the Other Side: Transborder Aspects of the California Gold Fever, 1848-1862
Lawrence Douglas Taylor Hansen
Fecha de recepción: diciembre de 2008.
Fecha de aceptación: julio de 2009.
Resumen
Se analizan los principales aspectos transfronterizos del periodo de la fiebre del oro californiana, desde los inicios de las migraciones de los gambusinos en 1848, hasta principios de la década de 1860. En particular, se examina la migración de sonorenses y otros mexicanos a los campos auríferos de California así como sus aportaciones al desarrollo de la tecnología minera para la explotación y el beneficio de los minerales. También se consideran a los grupos de argonautas o buscadores de oro que se dirigieron a California por medio de las rutas que atravesaban por México y los resultados de sus contactos e interacción con los habitantes locales. Por último, se discute la penetración, de 1851 en adelante, de gambusinos extranjeros a Sonora y Baja California, así como de las repercusiones de estas entradas respecto a la cuestión de la estabilidad y el orden en estas regiones.
Palabras clave: Fiebre del oro, transfronterizo, frontera México-Estados Unidos, Baja California, Sonora, sonorenses, California.
Abstract
This article analyzes the main transborder aspects of the period of the Californian gold fever period, from the start of the migrations of the prospectors in 1848 to the early 1860s. In particular, it examines the migration of Sonora residents and other Mexicans to California's gold fields, as well as their contributions to the development of mining technology for the exploitation and processing of minerals. It also considers the groups of gold diggers that set off for California via the routes that crossed Mexico and the results of their contacts and interaction with local inhabitants. The author ends by discussing the penetration from 1851 onwards of foreign prospectors in Sonora and Baja California and the repercussions of these entries on stability and order in these regions.
Key words: Gold fever, transborder, Mexico-United States border, Baja California, Sonora, Sonora residents, California.
La fiebre del oro californiana fue uno de los acontecimientos más sobresalientes en la historia del desarrollo del oeste de Estados Unidos y del continente americano en general. Constituyó no sólo la migración en masa más grande en la historia de Estados Unidos -de alrededor de 80 000 personas en 1849 hasta unas 300 000 en su momento de apogeo en 1854-, sino que también fue una de las más grandes del mundo entero en el siglo XIX. Cabe señalar que la historiografía sobre este tema es más extensa que con respecto a cualquier otro tema en la historia de Estados Unidos, con la posible excepción del periodo de la guerra civil.1
A pesar de la bibliografía muy amplia que existe sobre este fenómeno, en general los investigadores han ignorado el aspecto transfronterizo de este fenómeno, es decir, el hecho de que tuvo repercusiones importantes tanto del lado estadunidense de la frontera como del lado mexicano. Si bien el descubrimiento de oro en California condujo a la migración de miles de personas de México y de otros países hispanoamericanos a los campos auríferos, también condujo a una migración de buscadores de oro principalmente de Estados Unidos pero también de otras áreas como Europa y las colonias británicas de América del Norte, que cruzaron la frontera en la dirección contraria, es decir, hacia México, en busca de metales preciosos.
Este último movimiento asumió la forma, por un lado, de grupos de "argonautas" u overlanders que optaron por seguir rutas a California que pasaban por México sus experiencias durante estos viajes constituyeron, con la excepción de algunos de ellos que eran veteranos de las campañas del ejército estadunidense en México durante la guerra de 1846-1848, sus primeros contactos con el pueblo mexicano-; por otro, la segunda forma de este tipo de movimiento ocurrió cuando, con el agotamiento progresivo de los placeres de oro en California, varios grupos de gambusinos de Estados Unidos y de otras nacionalidades comenzaron a cruzar la frontera a Baja California y Sonora en busca de oro y plata. Los movimientos de los buscadores de oro extranjeros a través de México para llegar a California y la penetración de otros a las regiones del noroeste de México tuvieron, a la vez, un impacto significativo sobre el desarrollo de estas entidades durante el periodo de la fiebre del oro californiana.
Hasta cierto punto, el movimiento bidireccional de los gambusinos a través de la frontera entre México y Estados Unidos se debió a las características esenciales de las regiones fronterizas en general y, en particular, al tipo de zona fronteriza que existía durante las primeras dos décadas después de la guerra de 1846-1848.
A diferencia de los "límites" internacionales, que son líneas de demarcación que sirven para separar dos territorios sujetos a soberanías diferentes, las "fronteras" se refieren a regiones o zonas que tienen cierto grado de profundidad, así como un carácter lineal.
La frontera lineal, como se indica convencionalmente en un mapa -apuntaba Owen Lattimore en su obra Inner Asían Frontiers of China- siempre muestra ser, cuando es vista en la tierra, o al nivel del suelo, una zona más que una línea.2
Las zonas fronterizas, con respecto a las áreas contiguas de los territorios o países en cuestión que las conforman, son integrativas en el sentido de que por ser regiones de transición entre el núcleo de un país y el territorio de otro, así como por su incorporación de elementos que no están completamente asimilados o contentos con el control o soberanía ejercidos por sus respectivos gobiernos nacionales-fomentan o alientan la interacción mutua entre las personas que viven dentro de estas zonas.3
La distinción más importante entre frontera y límite es que aquel término no significa una mera demarcación territorial, como sugiere su definición formal, sino que más bien es un fenómeno social. Además de ser territorio limítrofe, la frontera representa una zona o ambiente de transición y cambio, en medio de la cual se encuentra el límite o línea divisoria entre dos países. Las fronteras cumplen con una función dual al ser barreras y membranas permeables a la vez; bajo ciertas circunstancias actúan como particiones para bloquear el movimiento de personas de un lado a otro, y en otras ocasiones sirven como un tipo de filtro o tamiz cuyo propósito, hasta cierto punto, es controlar el movimiento a través de sus límites.4
Durante las primeras décadas después de la guerra de 1846-1848, la frontera entre los dos países tenía un carácter algo fluido y amorfo. El trabajo de demarcar la línea internacional según los términos establecidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, junto con la tarea subsecuente de la monumentación de la misma, llevaría varios años.5 Una parte muy sustancial de la zona fronteriza, sobre todo en el occidente, se encontraba escasamente poblada. En el caso del lado mexicano de la frontera, en las poblaciones de colonos ubicadas más al sur de la línea internacional, no existía un sistema de defensa adecuado para protegerlas de los ataques transfronterizos por parte de grupos de indígenas merodeadores (como los apaches y pápagos) y de otros grupos de intrusos (como los bandidos y filibusteros). Aunque el gobierno estadunidense bajo el artículo xi del Tratado de Guadalupe Hidalga- se comprometió a evitar las incursiones de indígenas y filibusteros a México, estas obligaciones fueron abrogadas por el Tratado de la Mesilla de 1853.6
Durante el periodo de la fiebre del oro, el movimiento transfronterizo, como se ha comentado, se caracterizó sobre todo por la migración de buscadores de oro de México a California y, a la inversa, de California al noroeste de México. Durante esta época -que tendría repercusiones muy importantes para el desarrollo subsecuente del suroeste de Estados Unidos y, como se verá más adelante, también para el noroeste de México la región fronteriza entre los dos países fue el escenario de un proceso nutrido de contacto e intercambio entre individuos y grupos de personas.
El propósito principal del presente ensayo consiste en analizar los principales aspectos de los movimientos transfronterizos que ocurrieron durante la fiebre del oro californiana. El primer y el segundo apartados consisten en una discusión de aquellos movimientos que tuvieron lugar en la etapa inicial de los descubrimientos de oro en California, es decir, la migración de sonorenses y de otros mexicanos a los campos auríferos y de los argonautas de Texas y de los estados y territorios del este de Estados Unidos que viajaron a California a través de las varias rutas alternativas que pasaban por México. En el caso de los gambusinos mexicanos, se enfocará, en particular, sobre sus aportaciones al desarrollo de la tecnología minera utilizada en la explotación y el beneficio de los minerales. Con respecto a los argonautas que pasaron por México en camino a los campos auríferos se concentrará la atención en la reacción de los mexicanos a esta "segunda invasión" procedente de Estados Unidos a México y de los diversos conocimientos y técnicas que varios de ellos adquirieron durante su estancia en el país y que les servirían para poder realizar el resto de su viaje con mayor facilidad. En el tercer y último apartado se examinará la penetración, de 1851 en adelante, de grupos de gambusinos extranjeros a Sonora y Baja California y de las repercusiones de estas entradas con respecto a la cuestión de la estabilidad y del orden interno en estas regiones.
LOS MEXICANOS SE DIRIGEN AL NUEVO EL DORADO
Los gambusinos de origen mexicano figuraron de manera prominente entre las primeras olas de migrantes a las regiones auríferas de California, en parte debido al factor de la cercanía entre los dos países así como por los antiguos lazos de inmigración y comercio ya existentes entre la tierra firme mexicana y la Alta California.
Los descubrimientos de oro en California también atrajeron a muchos mexicanos debido a la importancia de la minería en su país de origen. La minería tenía una larga historia de explotación en varias ciudades de Nueva España, especialmente en Guanajuato y Zacatecas. Aunque había entrado a una fase de decadencia a finales del periodo colonial, la minería incluyendo la de placeres, sobre todo en el occidente y el noroeste de México, se mantuvo como uno de los segmentos más activos de la economía a lo largo de las tres primeras décadas después de la independencia. Por lo tanto, varios de los mexicanos que se dirigieron a California ya contaban con una herencia considerable de experiencia con respecto a la búsqueda y el beneficio de minerales. Estos conocimientos resultarían en su mayor dominio entre los mineros con respecto a la aplicación de técnicas para la localización y extracción del oro, sobre todo durante el periodo inicial de la fiebre del oro (1848-1849).7
La mayoría de los gambusinos mexicanos provenía de Sonora,8 aunque también había grupos más pequeños de otras áreas, como Baja California, Sinaloa, Chihuahua y Durango. Había, incluso, mineros de regiones ubicadas más al sur, como Jalisco. Tal es el caso, por ejemplo, de Justo Veytia, oriundo de Guadalajara. El diario que mantuvo Veytia de su viaje a California y de sus experiencias allí constituye una de las pocas crónicas existentes escritas por los gambusinos mexicanos y de sus experiencias en la fiebre del oro californiana.9
Los mexicanos procedentes de las regiones del sur y oeste de México zarparon a California desde los puertos de la costa del Pacífico, como Mazatlán, San Blas o Guaymas. Aunque algunos de los mineros sonorenses viajaban a California por mar desde este último puerto, la mayoría utilizaba la vía terrestre. Los gambusinos sonorenses que optaban por la segunda ruta partían desde la misión de Tubac, en el norte de Sonora, y avanzaban rumbo al noroeste hasta llegar al río Colorado. De allí, viajaban a Los Ángeles por el paso de San Gorgonio. Al llegar a la costa de California se dirigían al norte hacia los campos auríferos de la sierra.10
Los mineros sonorenses se distinguieron de otros grupos de mineros porque, por lo general, viajaban a California en la primavera de cada año y regresaban en el otoño. La migración comenzó en octubre de 1848 y, para abril del año siguiente, cuando el movimiento llegó a su apogeo, entre 5 000 y 6 000 sonorenses habían salido rumbo a California.11 Mientras que algunos de los mineros sonorenses se dirigieron a California por su propia iniciativa, la mayoría eran trabajadores rurales o mineros, que fueron financiados por ciertos patrocinadores a cambio de una porción de las ganancias. Viajaban en grupos de entre 50 y 100 personas aproximadamente, y varios de los mineros llevaban con ellos a sus esposas e hijos. Aunque no existen cifras precisas con respecto al número de migrantes mexicanos a California durante este periodo, es posible que entre 4 000 y 5 000 personas hayan pasado por Los Ángeles cada primavera en camino a los campos auríferos.12
Los mineros mexicanos -especialmente los sonorenses tuvieron un papel particularmente destacado en las minas que se encontraban al sur del río Mokelumne, en los distritos tributarios de Stockton. En abril de 1849, un grupo numeroso de mineros sonorenses estableció en esta región un campamento que los anglos llamaban de los Sonorians y que, con el tiempo, llegó a ser conocido como "Sonora".13 Con la excepción de aquellos estadunidenses que habían participado en las fiebres del oro del sur de Estados Unidos (principalmente en Georgia y las Carolinas) durante las décadas de 1820 y 1830, los buscadores de oro anglos en California sabían poco o nada de las técnicas de la minería; dependían para aprender estas actividades de los mexicanos y de otros mineros hispanoamericanos adiestrados en las prácticas y técnicas de la minería, como los chilenos y peruanos. Por lo tanto, la herramienta principal de los gambusinos hispanos la batea de madera cónica llegó a ser ampliamente utilizada en los placeres hasta su sustitución por la batea de hierro o estaño llegada con las mercancías provenientes de casas manufactureras del este de Estados Unidos, de la batea de hierro o estaño.14
Los mineros hispanos también enseñaron a sus contrapartes anglos las ventajas de trabajar en equipo. Mientras que los mineros angloestadunidenses preferían trabajar solos en sus respectivas concesiones, los mexicanos e hispanoamericanos se organizaban a menudo en grupos, lo que les permitió procesar cantidades de tierra mucho más voluminosas y en zonas más extensas que las trabajadas por el gambusino solitario. En su libro de reminiscencias, Leonard Kip, quien emigró a California en 1849, describió la construcción de una presa de troncos de madera por un grupo de más de 100 mexicanos y chilenos con el propósito de dejar seco el lecho de un arroyo y facilitar la extracción de las arenas auríferas en el fondo. Poco a poco, los mineros estadunidenses también comenzaron a organizarse en grupos con el mismo propósito.15
En la región de las minas del sur abundaban los dry diggings, llamados así debido a la escasez de agua durante el verano y el otoño, así como el tamaño mucho más pequeño de los arroyos de la zona. Para explotar este tipo de yacimientos, los sonorenses y otros mineros hispanos utilizaron la técnica del dry-washing, o el lavado de oro "en seco". Después de colocar el mineral en la batea, lo aventaban al aire para que la acción del viento le quitara los materiales más livianos, y el oro se quedara en el fondo del recipiente. Una técnica semejante consistía en colocar el mineral sobre una sábana o pedazo de lona y aventarlo al aire. Aunque la técnica del lavado en seco era sencilla, no era muy eficiente; únicamente se podían recuperar las pepitas o fragmentos de oro más pesados, mientras que se perdía una porción considerable en forma de polvo. Sea como fuera, dado el clima de la zona y la escasez de agua, la producción de oro en esta zona dependía mayormente de esta forma de explotación.16
Con el tiempo, en la mente de varios de los mineros anglos se formó la idea de que únicamente los ciudadanos estadunidenses, o aquellos quienes habían declarado su intención de convertirse en ciudadanos, deberían ser titulares de propiedades mineras. Los gambusinos extranjeros, en cambio, fueron vistos como intrusos que se adueñaban del oro que pertenecía a los "ciudadanos libres e ilustrados". En varios distritos se promulgaron leyes que excluían a los extranjeros de las minas o les obligaban a pagar impuestos especiales sobre sus ganancias. Para muchos mineros hispanos, dos opciones para evitar la persecución de los anglos consistían en convertirse en trabajadores asalariados o permitir que los anglos fueran sus socios, compartiendo con ellos una porción de las ganancias. En la medida en que los mineros cada vez más se convirtieron en trabajadores asalariados, los mexicanos y otros extranjeros fueron gradualmente limitados a realizar ciertas tareas manuales, mientras que los anglos se transformaron en especialistas en el manejo de equipo y maquinaria.17
Durante un tiempo, los antiguos mineros mexicanos continuaron trabajando como arrieros en el suministro de los varios campos con provisiones, pero, con el tiempo, el control de este negocio también pasó a manos de los anglos y los mexicanos fueron limitados a llevar a cabo tareas relacionadas con el equipamiento y preparación de las caravanas de muías y su conducción a las minas y centros de abastecimiento. La migración anual de los sonorenses y otros mexicanos a la minas gradualmente se disminuyó hasta que, para 1854, cesó por completo.18
Aun cuando se había debilitado la influencia de los mexicanos en los placeres, continuaron ejerciendo un impacto fuerte con respecto a la tecnología relacionada con el beneficio de los minerales, particularmente cuando la minería empezó a concentrarse en la explotación de cuarzo aurífero, ubicado por lo general a mayores profundidades. La técnica más importante introducida por los mineros mexicanos en esta área fue la arrastra (el arrastre). Esta consistía en una excavación de poca profundidad, pavimentada con bloques de piedras lisas, sobre las cuales los pedazos de mineral cortados y seleccionados podrían ser polvorizados y amalgamados, utilizando para tal objeto algunas piedras grandes amarradas con cadenas a una viga horizontal movida por un par de caballos, muías o una rueda hidráulica, en caso de que hubiera una fuente de agua de suficiente cantidad en las cercanías de la mina.19
Con el tiempo, aquellos mineros angloestadunidenses que lograron acumular algún capital prefirieron comprar o construir ellos mismos un stamp mili o molino de pisones para triturar el mineral. No obstante, muchos mineros que trabajaban solos o como parte de operaciones de pequeña escala siguieron dependiendo de la arrastra para triturar el mineral. No sólo era la arrastra una herramienta sencilla que podría ser puesta en operaciones en breve tiempo con materiales locales, sino que también podría ser fácilmente adaptada para el tipo y la escala de operaciones de cada sitio. Algunas compañías mineras utilizaban el molino de pisones para triturar el mineral y la arrastra para completar el proceso de la amalgamación. En algunos casos, fueron construidas y operadas por mexicanos, que realizaban el trabajo de trituración del cuarzo bajo contrato para las compañías mineras que no tenían suficiente capital para la construcción de sus propios molinos de pisones.20
En resumen, los sonorenses y otros mexicanos que se dirigieron a California durante el periodo inicial de la fiebre del oro tuvieron un papel muy importante en el desarrollo de la minería en la región. No sólo figuraron entre aquellos mineros que tuvieron más éxito en las minas, sino que también transmitieron algunos de sus conocimientos y técnicas de la minería a los trabajadores anglos y de otros grupos étnicos y, de esta manera, ayudaron a establecer la primera base económica de la región bajo el dominio estadunidense.
LAS RUTAS DE LOS ARGONAUTAS A TRAVÉS DE MÉXICO
Para muchos de los estadunidenses que contemplaron dirigirse a California, existían varias rutas alternativas a través de México que parecían ser las más cortas para llegar a los campos auríferos, sobre todo para aquellos que tenían que partir desde Texas, los estados sureños e incluso para algunos de los del Medio Oeste y del Este. A diferencia de las rutas terrestres que pasaban por la región de las Grandes Llanuras, que únicamente eran transitables en los meses de verano, los viajeros que optaron por las rutas a través de México podrían partir para California en cualquier mes del año. Asimismo, a lo largo de estas rutas, los viajeros pasarían por pueblos y ranchos en donde sería posible comprar víveres y forraje para sus caballos y muías.21
Varios de los buscadores de oro que escogieron esta ruta habían participado en las campañas del ejército estadunidense durante la guerra reciente entre los dos países y estaban familiarizados con el territorio en cuestión, sobre todo con respecto al norte de México y la ruta entre Veracruz y la ciudad de México. Al mismo tiempo, sin embargo, varios de estos veteranos y muchos de los gambusinos en general estaban conscientes de que, debido a la guerra, era probable que no serían bien recibidos en México y que su presencia allí podría provocar actos de hostilidad en su contra.22
Basado en las estimaciones que realizó la tropa estadunidense destacada en Yuma, en la confluencia de los ríos Gila y Colorado, aproximadamente 10 000 buscadores de oro entraban a California al año por medio de este cruce. Esta ruta, la más popular por ser la vía más directa a México, atravesaba los estados septentrionales del país, desde Matamoros en la desembocadura del río Bravo hasta la región del Altar en el noroeste de Sonora. Unos 4 000 mineros al año utilizaron la ruta que cruzaba la parte central de México, vía Veracruz-México-Mazatlán, y desde allí en barco a California, mientras que un número mucho menor (de 500 o 1 000 gambusinos al año), optaron por el camino que pasaba por el sur de México, es decir, vía Veracruz, la ciudad de México y Acapulco, donde esperaban las naves que los llevarían a su destino.23
Los grupos de buscadores de oro que viajaron por las diversas rutas a través de México se organizaron en unidades de carácter semimilitar. Esto se debió en parte a que algunos de ellos eran veteranos de la guerra de 1846-1848; también se debió a que se consideraba necesario tener a un cuerpo disciplinado de hombres armados para reducir los peligros de ataques por indígenas y ladrones.24 El gobierno mexicano desaprobó este tipo de formación y, para evitar posible enfrentamientos con la población local, Luis de la Rosa, el ministro de Relaciones Exteriores, publicó instrucciones dirigidas a los inmigrantes para que viajaran por México en pequeños grupos. En gran parte, sin embargo, los grupos de gambusinos hicieron caso omiso de este consejo. Por ende, cuando las expediciones de mineros pasaban por las ciudades y pueblos de México, encontraron a veces una actitud hostil entre los habitantes y militares de estos lugares, que, en algunos casos, condujeron a enfrentamientos violentos entre los inmigrantes y la población local.25
En la medida en que las noticias en torno a las dificultades de la ruta por México la aridez de las tierras que tenían que atravesar, las enfermedades tropicales (la fiebre amarrilla o el "vómito negro", como los mexicanos lo llamaban), los asaltos por grupos de bandidos e indígenas, etc. llegaran a Estados Unidos, este camino se volvió cada vez menos popular. Además de estos problemas, varios de los buscadores de oro se toparon con ciertos sentimientos de antipatía entre la población mexicana, como, por ejemplo, cuando pasaban por la aduana mexicana en los cruces terrestres o en el puerto de Veracruz. En parte, esta antipatía fue el resultado del legado de enojo y desconfianza hacia los estadunidenses provocado por la reciente guerra entre los dos países. En algunos casos fue causada por los mismos buscadores de oro, quienes tenían ciertos prejuicios en torno a los mexicanos, que, siendo un pueblo católico opinaban, se regían, por lo tanto, por actitudes de fanatismo, crueldad y deshonestidad.26
A pesar de tales incidentes aislados, los argonautas encontraron que los mexicanos en general estaban dispuestos a alquilar a los viajeros cuartos en los mesones distribuidos a lo largo de los caminos, así como para venderles víveres y otras provisiones. Debido a su falta de conocimiento en general del idioma dado que relativamente pocos hablaban el español-era difícil socializar con la gente local, aunque los argonautas tenían la impresión de que las mujeres mexicanas eran más amables que los hombres.27
En el transcurso de sus viajes respectivos a través de México, varios de los overlanders percibieron la conveniencia de adoptar varios artículos de indumentaria mexicana, como el sombrero de ala ancha, el sarape para protegerse del frío, el pañuelo para proteger la cara contra las vendavales de polvo en las áreas desérticas, la cantimplora de cuero en lugar de una de madera o metal, la silla de montar mexicana en lugar del aparejo estadunidense, entre otras cosas. Los habitantes de las regiones por donde pasaron les informaron de los lugares donde podrían encontrar manantiales, arroyos y otras fuentes de agua, incluyendo el de los cactus. Referente a los tipos de víveres para el camino, por la cuestión de la preservación de los alimentos así como de su transporte, los lugareños les aconsejaban llevar el pinole de maíz, la machaca o carne de res deshidratada, el pan duro y el café en lugar del té.28
En el caso de los argonautas que escogieron alguna de las rutas mexicanas para llegar a California, su contacto con los mexicanos les proporcionó un aprendizaje muy útil sobre las maneras más eficaces de viajar y vivir en las partes áridas del continente, que serían de cierto beneficio en los campos auríferos de California. De manera semejante a los argonautas que se dirigieron a California por la ruta a través de las Grandes Llanuras, el viaje arduo a través de México también les preparaba físicamente para el trabajo duro de un minero y, en este sentido, tendrían cierta ventaja sobre los demás argonautas la mayoría de hecho que viajaron a California en barco vía el istmo de Panamá o alrededor del cabo de Hornos.
En su recorrido por México, algunos gambusinos extranjeros, incluso, vieron las posibilidades de buscar yacimientos de metales preciosos en aquel país. Al pasar la expedición dirigida por John Wood-house Audubon (hijo del famoso naturalista John James Audubon) por Ures, Sonora, a principios de julio de 1849, el alcalde del pueblo les informó que "había oro en abundancia en las montañas circundantes, pero que los apaches eran tan malos que no se podía explotarlo". Desanimados por tal noticia, Audubon y su partido pasaron únicamente unos días en Ures antes de continuar su viaje hacia California.29 Asa Bemente Clarke escuchó una historia semejante respecto a unos supuestos yacimientos de oro en la base de una montaña cerca del pueblo de San Pedro, en el valle del mismo nombre en Sonora, mientras que él y el resto de su grupo de la Hampden Mining Company se encontraban en camino al presidio de Tucson.30
No obstante, como se verá en el siguiente apartado, las noticias en tomo a la existencia de oro en Sonora servirían para motivar a algunos gambusinos radicados en California a dirigirse a aquella región, con la esperanza de encontrar allí otra mother lode (veta grande) o bonanza.
LOS ARGONAUTAS SE DIRIGEN A SONORA Y BAJA CALIFORNIA
Para 1850, cuando casi se había terminado el periodo en California durante el cual se podía recoger el oro fácilmente de las capas de la superficie, comenzaron a circular entre los mineros de la región ciertos rumores de que se podrían encontrar yacimientos semejantes al sur de la frontera, particularmente en las extensas y poco pobladas regiones de Sonora y Baja California. Para varios de los gambusinos era lógico suponer que, en vista de que este mineral se encontraba en cantidades tan abundantes en la sierra californiana, también proliferaba en las zonas montañosas y desérticas del noroeste de México.31
Algunos de los mineros en California también se habían enterado de algunas noticias que aparecieron en la prensa sobre la producción de oro en Sonora. Los periódicos californianos publicaron informes provenientes de Sonora que indicaban que, en 1848, se habían exportado de Guaymas aproximadamente 5 000 000 de dólares de oro. Aun cuando se reportaba que esta cantidad se había disminuido en 50% en 1851, se aseveraba que todavía existían posibilidades para encontrar grandes cantidades de oro y plata en la región.32
Motivados por estas consideraciones, varios grupos de gambusinos procedentes de Estados Unidos se dirigieron a Sonora. Uno de ellos, integrado por Charles William Churchill, Daniel M. Cook, Hiram B. Bronson, y otros 45 hombres armados, partió de los campos auríferos del norte de California en la primera quincena de mayo de 1851. Al llegar a Altar, cabecera del distrito, Churchill y sus compañeros decidieron enviar a una delegación compuesta de cuatro de ellos a la capital sonorense, ubicada en Ures, con el propósito de solicitar al gobernador algunas cartas de seguridad que les permitirían continuar su viaje hacia el sur. Las autoridades estatales, preocupados por dejar un precedente al respecto y temerosos de la posibilidad de la entrada al estado de numerosos gambusinos extranjeros, les ordenaron salir del estado.33
De todas maneras, aunque Churchill y sus compañeros hallaron oro e incluso plata, durante su estancia en Sonora se reportaba en la prensa californiana que la cantidad extraída diariamente valía cuatro dólares, no encontraron estos dos minerales en cantidades comparables a las que se podrían encontrar en California. La carencia de agua y de servicios de transporte hizo casi imposible el establecimiento de un campamento o base permanente en la zona de los yacimientos. Para finales de septiembre de 1851, la mayoría de los miembros de la expedición había regresado a Los Ángeles.34
En el sentido de que estuvo relacionado con la búsqueda de metales preciosos en territorio sonorense, la expedición de Churchill y sus compañeros fue, hasta cierto punto, una predecesora de las expediciones filibusteras dirigidas por el estadunidense Joseph C. Morehead (1851) y los franceses Charles de Pindray, T. P. Sainte-Marie y el conde Gastón de Raousset-Boulbon (1851-1854). Estas expediciones fueron organizadas, por lo menos en un principio, como proyectos colonizadores. El gobierno nacional les permitió asentarse en la parte norte del estado a cambio de que los "colonos" -cuyo propósito principal consistía en la búsqueda de oro y piara ayudarían a defender la zona de los ataques de los apaches. En el caso de las expediciones dirigidas por De Pindray, Sainte-Marie y Raousset-Boulbon, se esperaba que, con el tiempo, llegarían a establecerse en la región de Arizonac -cerca de la línea divisoria actual entre los estados de Sonora y Arizona varias colonias militares que tendrían la doble función de ser guarniciones y núcleos para un incremento futuro de la población civil de la zona. Hay que aclarar que estas ideas sobre la colonización de la frontera noroeste iban en contra de los deseos del gobierno sonorense, que por estar más vinculado a los problemas involucrados en la colonización y defensa de la zona, tenía ciertas reservas respecto a los proyectos de asentar grupos numerosos de colonos extranjeros -especialmente en el caso de que estuviesen fuertemente armados.35
Las dos expediciones encabezadas por Raousset-Boulbon, en 1853 y 1854, mostraron ser las más peligrosas de estas "invasiones" de hombres armados, que fueron en parte motivadas por la búsqueda de metales preciosos. Debido a las ambiciones personales de Raousset-Boulbon, su proyecto "colonizador" se convirtió en una campaña para conquistar Sonora por la fuerza. El segundo intento de este aventurero por conquistar el estado, en 1854, fracasó en gran parte debido a la iniciativa del general sonorense José María Yáñez, quien, después de un reñido combate que tuvo lugar el 13 de julio de aquel año, derrotó a los filibusteros y, en cumplimiento de las órdenes del gobierno federal, ejecutó a su jefe.36
El territorio de Baja California, por su parte, se quedaba todavía más vulnerable que Sonora a incursiones de grupos como los buscadores de oro provenientes de California.
El 12 de abril de 1849 el Congreso federal decretó la división de Baja California en dos secciones o "partidos", con cabecera en La Paz. El gobierno consideró este paso esencial para la conformación de una enridad política distinta o "subprefectura" para la parte septentrional y así controlar mejor la región. También fue visto como un paso previo al desarrollo de la entidad por medio de la colonización.37
Entre tanto, el 19 de julio de 1848, el gobierno del presidente José Joaquín de Herrera había decretado un proyecto para la creación de una serie de colonias militares a lo largo de la frontera, una de las cuales fue establecida en el norte de Baja California. La pequeña guarnición, integrada por 22 soldados a las órdenes del capitán Manuel Castro, fue fundada inicialmente en la ex misión de El Rosario, a 300 kilómetros al sur de la línea internacional. En diciembre de 1850, cuando la colonia tenía alrededor de 100 habitantes, fue reubicada más al norte, en terrenos de la ex misión de Santo Tomás, debido a la escasez de agua. Al principio progresó, y para junio de 1851 llegó a tener casi 200 habitantes.38
No obstante, el plan para aumentar la población de la entidad fracasó. Entre 1850 y 1855, según Urbano Ulises Lassépas, agente del Ministerio de Fomento en Baja California, la población disminuyó debido a diversas causas: la emigración de mexicanos a California a raíz de la fiebre del oro (unas 1 200 personas, según una estimación), las epidemias de cólera y otras enfermedades, así como los estragos provocados por el filibustero William Walker y sus hombres durante su invasión a la península en 1854.39 La fiebre del oro había afectado, incluso, a los miembros de la guarnición de Santo Tomás, que, según el historiador californiano Hubert Howe Bancroft, "andaban buscando algo para comer o desertaron con el propósito de dirigirse a los placeres resplandecientes de los campos auríferos de California".40
Por lo tanto, la zona carecía de tropa suficiente para su defensa, salvo el debilitado destacamento de Santo Tomás. Aunque el Partido Norte estaba sujeto nominalmente a la autoridad del jefe político de La Paz, de hecho permanecía como una entidad independiente debido a las grandes distancias y la topografía montañosa que separaban el centro administrativo en La Paz de la parte septentrional de la península. Tampoco había agentes e inspectores gubernamentales en la frontera para controlar el paso a México de personas, mercancía y bienes en general provenientes de Estados Unidos.41
Algunos mexicanos y chilenos que se dirigieron a los campos auríferos de California habían quedado en ciertos sitios del Partido Norte para buscar yacimientos de metales preciosos. Las minas que los gambusinos mexicanos y chilenos comenzaron a explotar durante este periodo, en la sierra norte de la península o la región del desierto central, continuaron en operación durante mucho tiempo incluso, en algunos casos, hasta el siglo XX.42
Varios angloestadunidenses también siguieron esta ruta a California. Constituían grupos de buscadores de oro que, mientras que viajaban en barco de Panamá a San Francisco naufragaron a lo largo de la costa sur de la península, o desembarcaron tras la fatiga por el largo viaje marítimo, al creer que la travesía hacia California por tierra reduciría el tiempo, así como los peligros del viaje completo por mar. Los que decidieron ir por tierra pronto descubrieron que la vía no era muy rápida y, además, estaba llena de incomodidades. A diferencia de los mexicanos y chilenos que siguieron esra ruta, no existen evidencias de que alguno haya encontrado oro o plata en el transcurso de su recorrido por la península.43
Aunque no existen datos al respecto, es probable que, como en el caso de varios de los descubrimientos posteriores de minerales en la península, las primeras noticias o indicaciones sobre la existencia de yacimientos de oro en el Partido Norte provinieran de gambusinos mexicanos o de personas que radicaban en las regiones en que ocurrieron los hallazgos.
A partir de 1849, varios estadunidenses, algunos de ellos veteranos de las campañas militares en la península de 1847 a 1848, se dirigieron a Baja California, en muchos casos, sin pedir autorización a la jefatura política en La Paz. Mientras que una porción de estos inmigrantes eran gambusinos que esperaban encontrar una bonanza, otros habían ganado algún dinero en California, y partieron a la península para asentarse allí como granjeros, rancheros y comerciantes.44
En febrero de 1851 se anunció en el Daily Alta California el descubrimiento de un rico yacimiento de oro en el valle de San Rafael, a unos 64 kilómetros al sur de la frontera. El sitio se encontraba en los límites del rancho San Rafael, propiedad de Francisco Xavier Gastélum y su familia. Ya existían otras pequeñas minas de oro en la zona: La Candelaria, de Francisco Zapata de Durango, otra perteneciente al francés Augustin Jovan y un tercero que fue trabajado por Francisco Álvarez. Al divulgarse la noticia en San Diego y otras comunidades del sur de California, cientos de personas se dirigieron al sitio 45
Juan Bandini, un comerciante destacado de San Diego, estaba entre aquellas personas que visitaron el sitio. En la década de 1840, Bandini había encontrado oro y cobre en los terrenos del rancho Ensenada, cerca del pueblo actual de San Antonio de las Minas. En 1845, para seguir trabajando la mina, compró una parcela de tierra a Gastélum, dueño de la propiedad. Para 1851, Bandini no sólo era un minero experimentado, sino que también estaba interesado en ampliar sus inversiones en este ramo. La visita de Bandini al sitio minero de San Rafael y sus observaciones favorables al respecto ayudaron a despertar el interés del público en las posibilidades de la minería en Baja California.46
El 23 de junio de 1851 se descubrió otro yacimiento aurífero, en el rancho San Isidro también conocido como Jesús María y Ajajolojol cerca de la línea internacional actual. Los terrenos donde se encontró el oro pertenecían al ex soldado José López y su familia. También se descubrió un filón de plata en esta propiedad y, en 1851, José Matías Moreno y Guillermo Norrlin establecieron la compañía Margarita con el fin de explotar este yacimiento.47
En el mismo mes se descubrió un yacimiento aurífero a escasoso 24 kilómetros al sureste de Santo Tomás, que se conoció como la mina de San Jacinto. Aunque no era particularmente rico, siguió produciendo hasta 1870. La mina fue controlada por una sociedad de inversionistas de San Diego, integrada por E. W. Morse, W. H. Cleveland, Victor Misanne, entre otros. En 1868 fue vendida a Misanne, quien formó una compañía nueva junto con Louis Mendelsohn, C. B. McAleer y otros.48
Gracias a su ubicación estratégica, como el puerto oceánico más cercano a la línea de demarcación entre los dos países, San Diego se convirtió en un punto importante para la salida de las expediciones mineras a la península, así como la base para la compra y suministro de abastos. Varios de los comerciantes locales, particularmente los dueños de tiendas de comestibles y ferreterías, también poseían minas o tenían acciones en estas empresas. Tal fue el caso de la compañía formada por Matías Moreno y Norrlin para la explotación de plata en San Isidro Ajajolojol.49
Al enterarse de que gambusinos y colonos extranjeros estaban entrando al Partido Norte en números cada vez más grandes, el gobierno envió instrucciones a los comandantes locales para que los detuvieran y obligaran a regresar a sus lugares de origen. No obstante, debido a las revueltas continuas que hubo en la región a lo largo de la década de 1850 particularmente los levantamientos encabezados por los jefes guerrilleros Antonio Meléndrez y Juan Mendoza, junto con la falta de tropa suficiente para vigilar la frontera, las autoridades fueron incapaces de detener este flujo.50
Además de estas circunstancias, es posible, al tomar en cuenta las coinversiones que existían entre algunos de los empresarios estadunidenses y mexicanos, que las autoridades mexicanas hayan adoptado una posición de cierta tolerancia respecto al ingreso de los estadunidenses a la península. Cabe destacar el hecho de que varias de las personas que estaban involucradas en los proyectos mineros de los años en cuestión, como Bandini, Matías Moreno y Norrlin, tenían propiedades y negocios en los dos lados de la frontera. Matías Moreno, en particular, fungió como asesor y representante de aquellos estadunidenses que deseaban invertir en la península.51
Finalmente, en noviembre de 1860, el gobierno nacional logró establecer un control mucho más firme sobre el Partido Norte con el nombramiento de Teodoro Riveroll como jefe político del territorio, junto con la llegada a la región de 200 soldados procedentes de Sinaloa. Riveroll designó a Matías Moreno como encargado de la subjefatura del Partido Norte, después de la derrota de la rebelión regional encabezada por Feliciano Ruiz de Esparza, durante la guerra de Reforma.
En 1862, como parte de las medidas para restablecer el gobierno civil y el orden en la frontera, Riveroll recomendó al ministro de Fomento y Colonización que fueran excluidos todos los extranjeros de los yacimientos auríferos del Partido Norte, a raíz de que provocaban violencia y desorden. También recomendó el establecimiento de una fuerza policiaca adecuada para tratar estos problemas. Moreno, por su parte, sugirió la sustitución de la guardia nacional por un destacamento militar permanente en el Partido Norte, como medida para asegurar la paz en la zona.52
CONCLUSIONES
La fiebre del oro en California tenía una variedad de aspectos transfronterizos que tuvieron un impacto considerable en el desarrollo de la búsqueda y explotación de metales preciosos en los dos lados de la frontera, así como en las relaciones entre anglos y mexicanos en la región fronteriza en general.
Los gambusinos mexicanos en California se destacaron por sus contribuciones a la minería del oro durante el periodo inicial de los descubrimientos. Debido al bagaje de conocimientos y experiencia que traían con ellos en torno a la búsqueda y al beneficio de metales preciosos, desempeñaron un papel importante al enseñar a otros grupos de mineros varías técnicas útiles para la explotación de los placeres: el uso de la batea, del dry-washing en las regiones en donde se escaseaba el agua, así como las ventajas de trabajar en equipo para poder recuperar el oro de los ricos sedimentos ubicados en los fondos de los arroyos y ríos. De más importancia todavía fueron sus aportaciones al beneficio de los minerales, especialmente con respecto a la adopción de la arrastra como una técnica sencilla y barata para triturar los pedazos de cuarzo aurífero.
Los viajes de los buscadores de oro a través de México a California constituyeron el escenario del contacto más grande y de mayor alcance entre mexicanos y extranjeros en la década posterior a la guerra de 1846-1848. Si bien el tránsito de los gambusinos extranjeros por México condujo a choques y disturbios con la población local en varias ocasiones, los overlanckrs descubrieron que los mexicanos eran en general un pueblo hospitalario y, en el transcurso de su estancia en el país, varios de ellos adquirieron ciertos conocimientos y habilidades que serían de gran utilidad durante el resto de su viaje, así como después de su llegada a California.
Al mismo tiempo, sin embargo, algunos de ellos, motivados por los rumores sobre los grandes yacimientos de oro y plata que supuestamente existían en Sonora y Baja California, comenzaron a dirigir su interés y codicia hacia estas regiones. Aunque los descubrimientos minerales efectuados en estas zonas fueron en pequeña escala y los gambusinos extranjeros que penetraron estas áreas no eran tan numerosos como en el caso de los campos auríferos de California, para las autoridades mexicanas representaban, a semejanza de los ataques filibusteros en el noroeste de este mismo periodo, un factor potencialmente peligroso desde el punto de vista de la seguridad de estas entidades. La posibilidad de que el descubrimiento de oro o plata en grandes cantidades hubiera provocado una verdadera "invasión" de gambusinos de todas partes que, con el tiempo, pudo haber conducido a la anexión de estas áreas a Estados Unidos, ayuda a explicar la preocupación y desconfianza de las autoridades mexicanas y de sus esfuerzos para evitar que los buscadores de oro entraran a México o, por lo menos, controlar el flujo de alguna manera.
Con el tiempo, las autoridades mexicanas de las dos entidades lograron fortalecer, sobre todo en el caso del Partido Norte de Baja California, su capacidad para mantener el orden interno en estas zonas así como para defenderlas contra cualquier agresión externa. Por lo tanto, en el caso de México, la experiencia de la fiebre del oro sirvió como factor catalizador para convencer a las autoridades de que se deberían adoptar medidas más enérgicas y eficaces con el fin de consolidar su control sobre la zona fronteriza del noroeste, una tarea que ha sido continuada de una forma u otra hasta hoy en día.
FUENTES CONSULTADAS
Archivos
AGN Archivo General de la Nación, México.
IIH-UABC Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Autónoma de Baja California, Tijuana.
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2 Lattimore, Inner, 1940, pp. 238-239.
3 Kristof, "Nature", 1969, pp. 271-273.
4 Gottmann, Signifícame, 1973, p. 138.
5 Goetzmann, "United", 1958-1959, pp. 166-190, y Sepúíveda, Frontera, 1983, pp. 73-77.
6 Miller, Tnaties, 1931-1948, vol. VI, pp. 293437, y Garber, Gadsden, 1959, pp- 103-104.
7 Bargalló, Minería, 1955, pp. 203-297, y Humboldt, Ensayo, 1984, pp. 319-403.
8 Varios sonorenses también habían participado en la fiebre del oro que ocurrió en el valle de San Fernando, aproximadamente a 60 kilómetros al noroeste de Los Ángeles, de 1842 a 1846.
9 Veytia, Viaje, 2000, pp. 18-78.
10 Guinn, "Sonoran", 1909-1910, p. 32.
11 Daily Alta California, 1 de diciembre de 1849; Kip, California, 1850, p. 57, y Velasco, Noticias, 1985, p. 289.
12 Massey, Frenchman, 1927, p. 153; Couts, From, 1932, pp. 82 y 93, y Velasco, Noticias, 1985, pp. 288-291.
13 Carta de William Perkins, comerciante de Sonora, a los editores del periódico Stockton Times, 24 de octubre de 1851, en Perkins, Three, 1964, p. 403.
14 Weekíy Alta California, 10 de agosto de 1850; Daily Alta California, 1 de marzo de 1853; Woods, Sixteen, 1851, pp. 123-132, y Kelly, Stroll, 1950, pp. 13-19.
15 Kip, California, 1850, pp. 29-30.
16 Extracto del Stockton Times, en Weekly Alta California, 24 de agosto de 1850; extracto del Stockton Journal, en Daily Alta California, 12 de septiembre de 1851, y Ryan, Personal, 1973, vol. II, pp. 13-15.
17 "California", 1850, pp. 698 y 700; Kip, California, 1850, p. 26, y Peterson, "Foreign", 1976, pp. 267-270.
18 Wells, "How", 1860, pp. 28-29 y 38; Colton, Three, 1949, p. 368, y Morefield, Mexican, 1971, pp. 11, 13-15.
19 Borthwick, Gold, 1924, pp. 235-236.
20 Köhnicke, "Inexpensive", 1908, pp. 185-186, y Bueren, "Poor", 2004.
21 Caughey, California, 1975, pp. 124-126, y Egan, Dorado, 1970, pp. 53-55.
22 Caughey, California, 1975. pp. 78 y 125, y Clarke, Travels, 1988, p. 4.
23 Egan, Dorado, 1970, p. 280.
24 Ibid., pp. 61 y 257, y Clarke, Travels, 1988, pp. 33 y 108.
25 Egan, Dorado, 1970, pp. 126-127.
26 Ibid., pp. 148-155, 182, 239, 258.
27 Clarke, Travels, 1988, p. 54.
28 Stillman, Seeking, 1876, pp. 339-340, 344345, 349-351; Smith Journey, 1984, pp. 29-30, y Clarke, Travels, 1988, p. 48.
29 Audubon, Audubon's, 1984, p. 1906.
30 Clarke, Travels, 1988, p. 66.
31 Daily Alta California, 26 de septiembre de 1851, 16 de agosto de 1852; Ryan, Personal, 1973, vol. II, pp. 331-338, y Perkins, Three, 1964, pp. 312 y 351.
32 Datos provenientes de Los Angeles Star y San Diego Herald, del 29 de mayo de 1852, en Daily Alta California, 8 de junio de 1852; carta enviada por S. T., corresponsal de Guaymas, Sonora, a los editores del Daily Alta California, 13 de agosto de 1852, impresa en el número de este periódico publicado el 5 de octubre de 1852 (así como en el número correspondiente al 9 de octubre), y M. Paredes, "Sonora: placeres de oro y plata," artículo tomado del periódico Siglo XIX, en Velasco, Noticias, 1985, pp. 243-244.
33 Daily Alta California, 17 de mayo de 1851; C. W. Churchill a su primo, William Churchill, 3 de octubre de 1851, y a su hermano Mendall Churchill, 20 de enero de 1852, en Churchill, Fortunes, 1977, pp. 71-77.
34 Ibid., pp. 71 y 77; Daily Alta California, 13 de octubre de 1851, y San Diego Herald, 2 de octubre de 1851.
35 Daily Alta California, 24 de mayo de 1852, y Taylor, "Fiebre", 1996, pp. 116-125.
36 José María Yáñez al secretario de Guerra y Marina en México, 30 de julio de 1854, en Detall, 1854, pp. 3-18, y Aguilar, "Aventura", 2005, pp. 271-292.
37 Decreto congresional del 12 de abril de 1849 para la división del territorio de Baja California en dos partidos, Archivo General de la Nación (en adelante AGN), fondo AGN, en Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California (en adelante IIH-UABC), caja 2, exp. 15.
38 Rafael Espinosa, jefe político del territorio de Baja California, al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 3 de septiembre de 1850, en AGN, fondo Gobernación, en IIH-UABC, caja 7, exp. 67; correspondencia y otros documentos relacionados con el establecimiento de la colonia militar en Baja California, en IIH-UABC, archivo de micropelícula, rollo 9.
39 Lassépas, Historia, 1995, pp. 107-114.
40 Bancroft, History, 1889, vol. II, p. 720.
41 Valadés, Historia, 1974, p. 25.
42 Gabb, "Exploration", 1869, pp. 104 y 109; Guinn, "Gold", 1910-1911, pp. 228-230, y Sauer y Meigs, "Lower", 1927, p. 294.
43 Hawks, "Journal", 1869, pp. 132-142; Still-man, Seeking, 1876, pp. 330-351; Bonestell, "Louis", 1927, pp. 124-126, y Smith, Journey, 1984, pp. 7-9 y 19-24.
44 Daily Alta California, 16 de marzo de 1851; Taylor, Historical, 1971, p. 143, y Bancroft, History, 1889, vol. II, p. 727.
45 Juan Bandini a Abel Srearns en Los Ángeles, California, 20 de febrero de 1851, en Chaput, Masón y Zárate, Modest, 1992, pp. 92-93; Daily Alta California, 27 de febrero de 1851, y Matías, Descripción, 1984, p. 26.
46 Contrato firmado por Francisco Gastélum referente a la venta de una parte del rancho Ensenada a Juan Bandini, 18 de diciembre de 1845 y carta de Bandini a Stearns de Los Ángeles, 1 de octubre de 1851, en Chaput, Masón y Zárate, Modest, 1992, pp. 65-67.
47 Long, "Life", 1972, pp. 241-242; Matías, Descripción, 1984, pp. 9 y 27, y Alric, Apuntes, 1995, pp. 201, 209.
48 Daily Alta California, 11 de agosto de 1851; San Diego Herald, 17 de julio de 1851, y San Diego Union, 25 de abril de 1873 y 16 de junio de 1874.
49 San Diego Herald, 25 de septiembre, 6 de octubre de 1851, y Hughes, "Decline", 1974, p. 32.
50 Acuse de recibo de Robles, del ministerio de Gobernación, en torno a la comunicación procedente del Ministerio de Relaciones Exteriores, con respecto al informe del jefe político de Baja California, 4 de julio de 1851, en AGN, fondo Gobernación, leg. 2111, caja 2599, exp. 2, en IIH-UABC, caja 16, exp. 22.
51 Matías, Descripción, 1984, pp. 7-11.
52 Teodoro Riveroll al ministro de Fomento y Colonización, 2 de abril de 1862, en AGN, fondo Justicia, vol. 659, leg. 217, fs. 242-243, en IIH-UABC, caja 9, exp. 53, y Alric, Apuntes, 1995, pp. 175-199 y 217-219.
INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR:
Lawrence Douglas Taylor Hansen. Doctor en Historia de México y América Latina por El Colegio de México. Profesor-investigador de El Colegio de la Frontera Norte, SNI nivel I. Su área de investigación es la historia de la región fronteriza México-Estados Unidos. Entre sus últimas publicaciones destacan: Historia, nación y región, El Colegio de Michoacán, 2007; El nuevo norteamericano: integración continental, cultura e identidad nacional, CISAN/COLEF, 2001; "El Ferrocarril Peninsular de Baja California" en R. B. Brown et al., Introducción e impacto del ferrocarril en el norte de México, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, Chihuahua, 2009, vol. 1, 25 pp.
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Lawrence Douglas Taylor Hansen. Ph. D. in History of Mexico and Latin America at El Colegio de México. Professor-Researcher at El Colegio de la Frontera Norte, SNI level I. Research Area: History of the Mexico-United States Border Region. His most recent publications include: Historia, nación y región, El Colegio de Michoacán, 2007; El nuevo norteamericano: integración continental, cultura e identidad nacional, CISAN/COLEF, 2001; "El ferrocarril Peninsular de Baja California" in R. B. Brown et al., Introducción e impacto del ferrocarril en el norte de México, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, Chihuahua, 2009, vol. I, 25 pp.