La misión diplomática de Alfonso Reyes en Argentina durante los años 1936 y 1937 tenía objetivos bien definidos. Sin embargo, rápidamente se vieron trastocados. Buenos Aires fue, en 1936, sede de eventos diplomáticos y culturales de alta relevancia. El PEN Club había decidido, por primera vez, que el encuentro de escritores se realizara fuera de un país europeo; la Sociedad de las Naciones (SDN), aprovechando la reunión de los intelectuales en la ciudad, consideró oportuno realizar la VII Conferencia del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual. Además, Argentina había sido elegida sede de la Primera Conferencia Interamericana por la Paz impulsada por el presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt con miras a fortalecer el panamericanismo. El gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas creyó categóricamente que el escritor mexicano, quien ya había transitado su primera misión diplomática en Argentina sólo unos años antes (entre 1927 y 1930), era el más indicado para representar los intereses de México en estos eventos diplomáticos de naturaleza global (Díaz Arciniega, 2001, p. 59; Enríquez Perea, 1998, p. 22).
Alfonso Reyes regresó a Argentina el 1 de julio de 1936. De la misma manera que cuando arribó por primera vez al país su llegada se vio reflejada en la prensa y fue acogido en el puerto por amigos, integrantes de la vida cultural y personal del servicio diplomático.1 Rápidamente, como devela un informe alojado en su legajo personal, inició su extraordinaria tourneé diplomática.2 Pero el 18 de julio de 1936 el levantamiento militar de la Junta de Burgos contra el gobierno republicano español daría inicio a la guerra civil. El conflicto rápidamente se internacionalizó (Moradiellos, 2010, p. 50). La política exterior, tanto de México como de Argentina, quedó signada por las definiciones que ambas cancillerías se vieron obligadas a precisar frente a los sucesos. La guerra tuvo un lugar central en la opinión pública argentina; las noticias con detalles impactantes acapararon la portada de los diarios durante casi tres años (Quijada, 1991; Wechsler, Gené y Cattaruzza, 2005). Alfonso Reyes (2021), quien había arribado pocos días antes a Argentina, buscó información de primera mano en Enrique Díez-Canedo, embajador de España y amigo íntimo. Ese mismo día anotó en su Diario: “De tarde, reposo después de visitar un instante a Díez-Canedo para informarme del levantamiento monárquico de Melilla” (p. 12). Desde ese instante fortuito, la segunda misión diplomática de Reyes en Argentina había quedado definitivamente trastocada por la guerra en España.
El presente artículo se propone explorar las relaciones diplomáticas entre México y Argentina cuando la guerra civil española alcanzó un impacto transnacional. La situación fue paradójica, conflictiva y tensa en varios aspectos. Mientras las cancillerías de ambos países atravesaban un momento de rispidez, por decir lo menos, en Argentina sectores sociales identificados con el bando republicano celebraban efusivamente la política exterior de México, lo que Alberto Enríquez Perea (1998) definió como “las simpatías por México”. El resultado fue un escenario histórico particular, donde lo que aquí definimos como redes subalternas entre ambas naciones, se expandieron y revitalizaron.
Dialogando con el concepto de redes (Devés, 2007; Pita González y Granados, 2017), podemos enfatizar que las mismas no sólo fueron intelectuales, sino también políticas y sociales. La indagación de las huellas registradas en la prensa nacional, en semanarios de las asociaciones españolas y argentinas, y la propia documentación diplomática, permite sugerir que las articulaciones, las redes y conexiones excedieron por lejos el espacio diplomático oficial. Pero, además, es necesario subrayar su naturaleza subalterna porque las representaciones simbólicas sobre la política exterior de México, que se cristalizaron en la opinión pública, actuaron como un factor adicional de legitimidad para el activismo político en el bando republicano. De manera decisiva, fue una coyuntura excepcional. Para dimensionar el momento histórico, es necesario resaltar que “las simpatías por México” circularon en mítines, actos y ceremonias políticas, algunas de carácter masivo, donde participan actores sociales de un universo muy amplio. Alfonso Reyes, en este devenir, tuvo un lugar central. En esta segunda estancia diplomática, observamos claramente su faceta más política, la de un diplomático y escritor comprometido. Incluso, podemos sostener, su accionar no estuvo direccionado necesariamente por indicaciones de la cancillería mexicana.
El siguiente escrito se enmarca en una investigación mayor dedicada al estudio de las estancias diplomáticas de Alfonso Reyes en Argentina. Por esta razón, este artículo se nutre de antecedentes de importancia. Alberto Enríquez Perea (1998) compiló documentos diversos (diplomáticos, correspondencia, prensa) en su Alfonso Reyes y el llanto de España en Buenos Aires. Como estudioso de la experiencia diplomática de Reyes, remarcó la necesidad de comprender el contexto internacional y descifrar las razones de la política exterior de Lázaro Cárdenas. Javier Garciadiego (2006, 2022), biógrafo indispensable de Alfonso Reyes, sostiene que el escritor mexicano, en su defensa del bando republicano actuó motivado por una afinidad electiva que abarcaba lazos políticos, culturales y emocionales. Reyes había vivido en España casi una década, había cumplido parte de su servicio exterior, y muchos de los actores centrales del nuevo momento político de España eran sus allegados. En un entramado temporal de larga duración las relaciones internacionales entre México y Argentina han sido investigadas por Pablo Yankelevich (1997, 2007), María Cecilia Zuleta Miranda (1996, 2008) y Eduardo Robledo Rincón (1998) . En esta ocasión, este escrito se propone presentar nueva documentación, en particular de la prensa de las asociaciones republicanas, y también resignificar hipótesis, o por lo menos, elaborar nuevas preguntas sobre la segunda misión diplomática de Alfonso Reyes. Sus misiones diplomáticas en Argentina no dejan de asombrar, por ser miradores extraordinarios de las relaciones internacionales latinoamericanas y de la vida diplomática y cultural.
DESENCUENTROS ENTRE LA CANCILLERÍA ARGENTINA Y MEXICANA
La indagación de la documentación diplomática es una puerta de entrada de una riqueza particular para comprender la política exterior. A casi un mes de iniciado el levantamiento militar contra la República española, Alfonso Reyes envió un escrito confidencial a sus superiores de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Con una atinada precisión analítica sostenía:
Tengo la honra de informar a usted que el problema de España se va convirtiendo rápidamente en una cuestión interior para la Argentina. Las tendencias derechistas e izquierdistas de aquí parecen distinguirse cada vez con más nitidez según que simpaticen con la sublevación militar o con el gobierno de la República. Las clases oficiales no disimulan su simpatía para la sublevación militar. Las llamadas clases mundanas hacen un vacío en torno a la embajada de España, la cual ha tenido que sufrir (como las demás representaciones españolas de todo el mundo) algunas lamentables defecciones. Los colegas mismos procuran el modo de preguntarme siempre el porqué de mi acentuada actitud de compañía y amistad para el embajador de España. Los escritores argentinos, publicando sendos manifiestos, se han dividido en dos bandos. La cancillería argentina, de un modo extraoficial, difunde especies derrotistas contra la República española. […] La estrategia general consiste en presentar a los sublevados militares como herederos de la civilización cristiana y al gobierno como una avanzada del futuro comunismo.3
Las repercusiones de la guerra civil española, en efecto, conmovieron profundamente a la sociedad argentina. Como señaló el historiador Tulio Halperín Donghi (2003), la dinámica política desencadenada por la recepción de la guerra en España configuró, igual que otros fenómenos de carácter mundial, la política argentina de entreguerras. En particular, la movilización popular que desató la defensa del bando republicano, potenció la polarización ideológica y cultural que había comenzado una década atrás, cuya máxima expresión fue el golpe de Estado de 1930 contra el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen (Figallo, 2016; Romero, 2011). A partir de ese momento, las tensiones políticas se exacerbaron, enfrentando, en palabras de Reyes: “tendencias derechistas e izquierdistas”. La guerra civil española, por otra parte, otorgó a la política local un renovado lenguaje político con evocaciones internacionales. Una nueva “cultura antifascista” tiñó los debates del fragmentado campo político (Cattaruzza, 2016; Pasolini, 2005). El mundo cultural, espacio de sociabilidad privilegiado del escritor mexicano, vivió una experiencia escritural descomunal que atravesó todos los géneros literarios (Binns, 2012). Sus integrantes, cada vez más, estuvieron estimulados a una activa participación pública.4 Comprensiblemente, la segunda estancia diplomática de Reyes, a diferencia de su misión durante los años veinte, estuvo determinada por el nuevo momento político.
La explicación del contexto histórico en el que actuó Reyes no es sencilla; debemos considerar varios elementos. El gobierno argentino, de naturaleza conservadora y fraudulenta, aunque con un discurso en defensa del orden liberal, encabezado desde 1932 por el general Agustín P. Justo, no manifestó ninguna simpatía en defensa del bando republicano. Aunque tampoco expresó un apoyo abierto al franquismo y buscó un equilibrio entre su política exterior y la doméstica. En política internacional, esta situación se expresó en la adopción de la fórmula de No Intervención, siguiendo el rumbo señalado por las potencias europeas, especialmente Inglaterra (Quijada, 1991, p. 25). Esta doctrina, que en los hechos implicaba no condenar el levantamiento militar contra el gobierno republicano, estaba en las antípodas de la política del gobierno cardenista, que sostenía la defensa de la España republicana. La diferencia entre ambas cancillerías podría haber tenido un enfrentamiento soterrado, pero no fue así. Argentina transitaba un momento de apogeo de su prestigio en el ámbito internacional (Rapoport, 2000, p. 225; Sanchis Muñoz, 2010, p. 260), en parte, ocasionado por la figura del canciller Carlos Saavedra Lamas, quien en 1936 había recibido el Premio Nobel de la Paz por su actuación en la guerra del Chaco.5 Pero, además, la Conferencia Interamericana de la Paz, realizada en Buenos Aires, que incluyó la visita del presidente Franklin D. Roosevelt para inaugurarla, actuó como un amplificador continental de las posiciones antagónicas de las cancillerías argentina y mexicana.6 En efecto, dos disputas nodales se dieron en el cónclave global: qué posición se debería adoptar frente al conflicto en España, en particular, en materia de asilo; y, qué nación disputaría la directriz en la política latinoamericana frente a la guerra. Hay que subrayar que la cancillería argentina tenía claras intenciones hegemónicas.7
En el plano interno, en contraposición, el régimen de Justo no escatimó con señales de rechazo a la legalidad de la República española. Reyes no sólo fue un observador lúcido del momento político, sino que actuó mitigando los efectos persecutorios, a pesar de las limitaciones que le imponía su cargo diplomático. No era para menos, su propia red de sociabilidad intelectual y personal era afectada por las medidas. El 26 de septiembre de 1936, en carta reservada, Reyes informó al secretario de Relaciones Exteriores sobre el rumor falso, que en una clara operación política, el gobierno argentino difundió sobre un posible asilo de Manuel Azaña en el país. El objetivo era crear un clima derrotista sobre el bando republicano. En el mismo documento, Reyes comentaba que junto al embajador español Enrique Díez-Canedo habían visitado varios periódicos para tratar de confirmar la información, resultando claramente falsa.8 Pero esta actitud diligente de cabildeo diplomático no fue una excepción. Unos días antes, también con Díez-Canedo, habían ido al senado argentino para presenciar el intento del senador conservador y filofascista, Matías Sánchez Sorondo, de que Argentina desconozca a Azaña y apoye a los rebeldes de Burgos. La presencia de los diplomáticos, que buscaba disuadir el voto conservador, más un conflicto en el orden del día, hicieron que fracasara la iniciativa. Sin embargo, Reyes y Díez-Canedo, con justificada preocupación, continuaron sus gestiones disuasivas en el Ministerio de Relaciones Exteriores (Reyes, 2021, p. 34). Unas semanas después, Reyes informaba sobre la situación del buque español, Cabo San Antonio, varado en el puerto de Buenos Aires. El navío había sido incautado por el gobierno argentino, su tripulación había acatado, pero el capitán había declarado la sedición. El buque estuvo durante semanas anclado en el puerto con la prohibición de desembarco y con su tripulación como prisionera. El hecho develaba las tensiones entre la política exterior de No Intervención y las verdaderas convicciones políticas del equipo gubernamental. “Otro ejemplo expresivo”, dictaminaba Reyes en una carta reservada, en la que informaba que nuevamente junto a Díez-Canedo habían dedicado días a gestionar la libertad de la tripulación.9
Acaso lo más notorio fue su actuación de cabildeo diplomático frente a la represión que ejerció el régimen argentino contra las manifestaciones de apoyo a la República. En los documentos diplomáticos, las menciones sobre la persecución son asiduas. Por ejemplo, el 30 de octubre de 1936, en carta reservada, Reyes sostenía: “se ha repetido el hecho de que la autoridad prohíba manifestaciones y homenajes de simpatía pública al Frente Popular español, mientras por otra parte autoriza actos semejantes de simpatía hacia la Junta de Burgos”.10 Por otro lado, con mayor preocupación, en un mensaje que expresa la urgencia, informaba sobre las repercusiones que había tenido el proyecto de persecución al comunismo que impulsaba Sánchez Sorondo.11 La iniciativa, como afirmaba, tenía “una influencia sensible sobre los ambientes intelectuales”: “Los intelectuales de izquierda, que ya están siendo perseguidos, quedan con tal proyecto enteramente desarmados y aun a merced de cualquier venganza de orden personal. Así, no es de extrañar que se haya dirigido a mí el señor doctor Aníbal Ponce, una de las víctimas de las aludidas persecuciones, solicitando que se le permita trasladar su vida y sus actividades universitarias a México”.12
La persecución a Aníbal Ponce, efectivamente, concluyó siendo un caso paradigmático por distintas cuestiones. Se lo puede considerar un antecedente de las futuras gestiones de México en materia de exilio cultural, singularmente con los intelectuales españoles. También es un buen ejemplo sobre cómo procedía el enfrentamiento entre las cancillerías. En la División Política del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, existe un expediente dedicado al arribo de Ponce a México. El mismo contiene varios documentos, telegramas cifrados, cartas confidenciales, recortes de prensa de El Nacional y Excélsior, y acuses de recibo sobre la información que circuló desde la embajada de Argentina en México a Buenos Aires. Varios de los documentos están firmados por el entonces embajador de vocación conservadora, Roberto Levillier, y muestran que las notificaciones tenían vínculos también con el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. En el primer telegrama cifrado se registra:
Ha llegado ayer señor Aníbal Ponce y su primer acto ha sido dirigir un telegrama al señor Lombardo Toledano líder comunista mexicano declarándose de acuerdo en un todo con sus ideas. Como probablemente hará manifestaciones relativas a su expulsión y previendo la posibilidad de ataques contra nuestros principios políticos y sociales agradeceré a V.E. quiera suministrarme los antecedentes exactos del caso del señor Aníbal Ponce para desmentirlo en el caso de que altere la verdad de los hechos.13
Unos días después, la embajada argentina en México recibía la clave de la acusación sobre Ponce: “el señor profesa ideas comunistas”. Por otra parte, informaban que se lo había separado de su cargo de profesor bajo las siguientes acusaciones: ejercicio ilegal de la medicina, usurpación del título universitario y plagio en revistas científicas.14 Ponce, que ciertamente había sido despojado de su cátedra unas semanas atrás, inició rápidamente gestiones con Reyes (2021, p. 75) para trasladarse a México. Así, sólo unos días después, observamos a un Reyes diligente solicitando el traslado del intelectual argentino. En un apretado pero preciso escrito confidencial, resumía sus antecedentes y recomendaba que no sólo su caso fuera considerado por la Secretaría de Gobernación, sino también por la Universidad Nacional.15 Sus gestiones fueron rápidas y efectivas, en unas pocas semanas Ponce se había instalado en México.
Lo cierto es que la oposición entre las cancillerías tenía su fundamento en la percepción del régimen argentino sobre la política del cardenismo. Aunque no se puede considerar que las posiciones adoptadas por Argentina se traslucen como resultado directo de los informes diplomáticos, otros factores públicos también son condicionantes, la documentación diplomática permite identificar las representaciones ideológicas y políticas sobre México, que persistían en un sector conservador de los miembros de la clase dirigente y estatal argentina. Tanto el encargado de negocios, Adolfo N. Calvo, como el antes mencionado, Roberto Levillier, que además de su carrera como diplomático tuvo algunas incursiones en la práctica historiográfica, confeccionaron un conjunto de escritos representativos de estas imágenes. De manera muy ilustrativa, analizamos dos de ellos. Antes del estallido de la guerra civil en España, un informe confidencial dirigido a Saavedra Lamas expresaba que la situación en México se caracterizaba por “la política radical extremista puesta en práctica por el presidente de la República, General Cárdenas”. Entre las medidas citaba las “leyes atentatorias contra el derecho de propiedad, la cuestión religiosa, los levantamientos armados, huelgas y otros conflictos”. El informe evocaba un sentido común sobre el país que, ciertamente, no era novedoso: “en México se vive un estado permanente de intranquilidad y alarma social”.16 Pero una vez iniciado el levantamiento de Burgos, a principios de septiembre de 1936, ubicamos otro documento que profundiza esta mirada negativa sobre el gobierno mexicano. El mismo es un escrito reservado dedicado a reproducir fragmentos del discurso de Cárdenas en la apertura del Congreso nacional, donde se subraya enfáticamente que “el punto culminante del mensaje” se refirió al envío de armas y pertrechos fabricados en México al gobierno de España. Con tono alarmista, enfatizaba que la oratoria del presidente había sido acogida con una “salva de aplausos y una aclamación unánime por parte de los miembros de ambas Cámaras”.17 Como podemos suponer, el asombro y malestar de la conservadora embajada argentina no era para menos, sólo la URSS y México habían otorgado un apoyo activo, traducido en venta de armas, al gobierno de Azaña.
Para concluir, no es posible soslayar el impacto negativo que ocasionó una maniobra de desprestigio sobre México, que repercutió sensiblemente sobre la vida personal de Reyes. En agosto de 1936, a pocas semanas de su arribo, circuló en el periódico ilustrado Ahora una noticia que asociaba a miembros de la embajada mexicana en Paraguay con “actividades comunistas”. El señalado era justamente Bernardo Reyes, sobrino de Alfonso Reyes, a quien se describía como un “inspirador” de la obra de carácter radical del presidente paraguayo Rafael Franco.18 Unas semanas después, esta información también se reprodujo en el diario profranquista Crisol, donde se sostenía que la Legación de México en Paraguay “era centro de asilo y propaganda comunista”.19 La operación de prensa estaba hecha. El asunto tuvo tal transcendencia, que cuando en enero de 1938, a pocos días de que Reyes partiera de Argentina, circuló entre las cancillerías el rumor sobre la posible designación de Bernardo Reyes como encargado de negocios en el país. En el archivo diplomático todavía se puede localizar la alerta que, desde Lima, un integrante del servicio exterior envió al Ministerio. En la misiva aseguraba que la información era cierta y sugería enfáticamente que no dejaran ingresar a Bernardo Reyes, quien había sido un “agente de Moscú” mientras fue funcionario del servicio exterior en Asunción.20
En este entramado diplomático y político, la última misión de Reyes en Argentina no estuvo exenta de desconcierto y amargura. Las discordancias y resquemores entre ambas cancillerías evidencian la dificultad de posponer los intereses nacionales y las sensibilidades ideológicas, a favor de construir una intervención latinoamericana común frente a la guerra en España. En este contexto, no fue en el espacio oficial de las relaciones exteriores donde se afianzaron los vínculos entre México y Argentina. Por el contrario, las redes subalternas oficiaron como escenario de sociabilidad, circulación de representaciones y ayuda recíproca entre ambas naciones.
MÉXICO Y SU REVOLUCIÓN: SÍMBOLOS DE FRATERNIDAD
A pocos días de iniciado el levantamiento militar contra la República española, Alfonso Reyes comenzó a recibir en la embajada un sin número de cartas de agradecimiento a la política exterior de México. Nos interesa, particularmente, subrayar que las misivas provenían de un amplio arco político: sectores identificados con el republicanismo, otros vinculados con el comunismo, escritos de representantes de la juventud universitaria y de comités de socorro a las víctimas de la guerra situados en distintas partes del país. Esta amplitud de la “simpatía por México”, como la definió Enríquez Perea (1998) , se comprende al considerar que, en Argentina, el apoyo al bando republicano tuvo características de un movimiento de masas que se tradujo en asociaciones políticas y culturales que congregaban ateneos, bibliotecas populares, revistas, prensa periódica y pequeñas editoriales. Como señala Silvina Montenegro (2002, p. 26) , la capacidad de convocatoria de estas organizaciones fue de tal magnitud que la Argentina llegó a ocupar el segundo puesto entre las recaudaciones internacionales en favor de la república española, detrás de Francia y de Estados Unidos. La cuestión es relevante porque, si consideramos la extensión espacial y la diversidad de la red de sociabilidad nacida en defensa de España, las representaciones simbólicas sobre México, aunque nacidas del núcleo republicano y socialista, circularon más allá de este universo político y social. Incluso, como veremos, excedieron el espacio de la política diplomática, del universo letrado o del campo cultural.
¿Cuál era el sentido de las representaciones que circulaban sobre la nación latinoamericana? En las imágenes circundaban dos núcleos definidos. Las cartas que llegaban a la embajada enfatizaban el apoyo explícito por parte del gobierno mexicano al bando republicano, actitud que se definía de solidaridad “material y moral” (Enríquez Perea, 1998, pp. 215-229). En particular, la venta de armas al gobierno de Azaña, que en los hechos enfrentaba la política de No Intervención, se consideraba crucial. La Vanguardia, el periódico del Partido Socialista, por ejemplo, titulaba a unas pocas semanas de iniciada la guerra: “México apoya a España. Así lo declaró el presidente de esa nación”. El artículo era acompañado con una foto del presidente Cárdenas y reproducía un fragmento de su mensaje dirigido al Congreso -no casualmente-, el mismo que había sido objeto de alarma por parte de la cancillería argentina. La nota era breve, pero el periódico socialista había elegido resaltar en pocas palabras lo sustancial: el gobierno mexicano había vendido al español 20 000 fusiles y 20 000 000 de balas. 21 En esta misma sintonía, España Republicana, el semanario del Centro Republicano Español, que circulaba entre las decenas de comités de solidaridad y era distribuido por la organización Amigos de la República Española, enfatizaba que sólo dos naciones se habían opuesto “a una diplomacia que empezó el juego de la temerosa avestruz en Abisinia”. “Rusia y Méjico”, como se titulaba el escrito, eran las únicas naciones que habían enfrentado “el pacto de no injerencia” expresando su fraterna solidaridad con la España sitiada22 El diario Crítica, por otra parte, un activo defensor del bando republicano, reprodujo una nota del político español, Basilio Álvarez, que además de mencionar que México estaba representado por “su ilustre embajador el fino poeta Don Alfonso Reyes, alado, elocuentísimo, crítico sagaz de nuestra vida literaria y profundo conocedor de nuestros clásicos”, afirmaba que la nación “ha hecho más por nosotros que las democracias europeas al vender armas al gobierno legítimo de España”.23
Sin embargo, para valorar la capacidad evocativa de estas representaciones, es necesario situarlas en el marco de una serie más extensa, donde sobresale la imagen de México como “laboratorio político”.24 En este sentido, la Conferencia de la Paz fue el escenario privilegiado donde estas representaciones tuvieron mayor dimensión. Durante diciembre de 1936 arribó a Buenos Aires la comisión mexicana que, junto a Reyes, fue designada para participar en la conferencia. Entre las variadas actividades, el semanario España Republicana registró los banquetes de bienvenida y despedida que el Centro Republicano Español ofreció a los delegados mexicanos:
El día 15 del actual fue un día de fiesta para el Centro Republicano Español. Invitados por la “Sección Amigos de la República Española”, acudieron a la sede social los delegados mejicanos a las Conferencias Populares e Interamericanas de la Paz, Licenciado Luis Fernández del Campo, Alejandro Gómez Maganda, Elías Terán Gómez y Agustín Leñero. El salón fue adornado con banderas mejicanas y españolas y se tendieron varias mesas en el salón de actos para servir un ligero “lunch”. […] Los visitantes recorrieron las diferentes secciones del Centro, en las que pudieron apreciar las diversas actividades que se realizan para allegar ropas y otros productos a las milicias que pelean en España por la República.25
Los discursos reseñados expresaban claramente una lógica política: la “doctrina internacional” de México nacía de una “gran democracia” y del apoyo del “proletariado mejicano”, que atravesaba un momento de “emancipación obrera”. Como enfatizó el jurista Luis Garrido, en un discurso “rebosante de doctrina”, las libertades que había alcanzado México sólo fueron posibles luego de resolver el problema religioso y agrario. España tenía los mismos enemigos: la Iglesia y los latifundistas. En conclusión, la revolución mexicana podía ser un ejemplo a seguir.26
Una última cuestión vale la pena reponer para analizar las representaciones: el discurso del delegado Ramón Beteta en la Conferencia de la Paz, en ese momento subsecretario de Relaciones Exteriores de México. Su pieza oratoria fue de las intervenciones públicas más destacadas de la comisión mexicana. España Republicana enfatizaba que “las palabras del delegado fueron oídas con marcada atención”, y el propio Reyes, anotó en su Diario, que la lectura había “salido muy bien” y que el éxito diplomático había ocasionado “rabia” al canciller argentino Saavedra Lamas.27 En su alocución, Beteta señalaba que existían dos bandos en la política internacional. Uno, que agrupaba a los “conservadores” que se oponían a la paz, justificaban su violencia contra otros pueblos y “ayudaban a sediciosos soliviantados contra gobiernos legítimos”. Otro bando, en cambio, defendía los regímenes fundados “en la voluntad de las mayorías” y en la atención de las necesidades vitales del pueblo. El semanario concluía que el discurso fue largamente aplaudido por la asamblea. El triunfo diplomático había sido importante. La delegación mexicana había logrado trascender su posición minoritaria en un cónclave donde se encontraban todas las representaciones latinoamericanas y que tenía un alto impacto en la opinión pública. México confraternizaba abiertamente con el gobierno de Azaña, mientras otros países no lo hacían. Las alusiones, aunque implícitas, eran resonantes. Argentina, el país anfitrión, en definitiva se ubicaba en el bando “conservador”. Comprensiblemente, España Republicana y las asociaciones republicanas tenían un afán particular en la difusión de estas palabras, que otorgaban legitimidad a su causa. Pero, sin habérselo propuesto, ello implicó que las representaciones circularan por un espacio amplio y de raíz popular, constituyendo un momento inédito de la proliferación de imágenes sobre el México posrevolucionario.
EL REYES DIPLOMÁTICO COMO ACTIVISTA POLÍTICO
Si la solidaridad con el bando republicano se expresó a través de una verdadera movilización popular, las simpatías por la política exterior de México rápidamente adquirieron la forma de acciones políticas. El Reyes embajador devino en activista. Su situación no era sencilla, la investidura diplomática limitaba su quehacer en la política interna. Sin embargo, la potencia de la movilización lo ubicó en un lugar central durante varios actos en defensa de España. El homenaje a México, realizado en la ciudad de Córdoba el 20 de noviembre de 1936, fecha del aniversario de la revolución, es uno de los más recordados, aunque no fue el único. El acto, auspiciado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, filial Córdoba, se realizó en unos de los principales teatros de la ciudad: el Rivera Indarte. Los oradores que hicieron uso de la palabra fueron los dirigentes de la Reforma Universitaria, Gregorio Bermann y Deodoro Roca, el expresidente del Ecuador, Velasco Ibarra, el historiador Sergio Bagú, y Manubens Calvet, miembro del radicalismo cordobés. También participaron el militante comunista Aníbal Ponce y los escritores Benito Marianetti y Alberto Gerchunoff, entre otros. En la Capilla Alfonsina se encuentra una carta enviada por Deodoro Roca a Alfonso Reyes, comentándole sobre los motivos del acto e invitándolo a participar. La misiva expresa, cabalmente, algunas de las representaciones simbólicas sobre México antes referidas: “Se ha decidido aquí un gran homenaje -que será nacional− a México, homenaje que todos, oscuramente, desde años, sienten deber. Lo ocasiona la limpia y recta política internacional de México, ejemplo de lealtad. Celebraremos dos cosas: su revolución en marcha y su conducta internacional. Queremos que usted presida e intervenga en ese homenaje a su país.”28
Deodoro Roca, considerando la dificultad que significaba para Reyes participar en la política interna, agregaba que, aunque el acto contenía un expreso sentido político, buscaba ser “una cosa amplia y cálida”. México atraía también por lo cultural, lo artístico y por su lugar vital en América. El dirigente cordobés insistía en que su “posición diplomática” no debía ser un obstáculo para su participación. Con admiración y sensibilidad le confesaba, que si él pudiera estar presente: “Sería hermoso. Y ejemplar. Y muy para un diplomático como usted y del México que nosotros queremos”. Pero Reyes, en una misiva que devela un sentido agradecimiento, le explicaba las razones por las que no podía participar en el acto: debía abstenerse y realizar un “sacrificio a mi deber diplomático”. En compensación por su ausencia, Reyes envió una misiva a los organizadores donde expresaba que, “nada podría ser más expresivo de la amistad que une a nuestros países en los mismos ideales americanos, la cual va mucho más allá de los simbolismos oficiales y late en la voluntad misma de los pueblos”. La trama de relaciones entre las naciones, pensaba Reyes, podía sobrepasar el universo oficial. Las redes subalternas se entretejían más allá de las cancillerías.
El momento de mayor exposición pública y política de Reyes, sin embargo, ocurrió durante las Jornadas de Homenaje al VI Aniversario de la República Española. Crónicas, fotos, registros dan cuenta de su presencia invariable. En la ciudad de Buenos Aires, las Jornadas fueron inauguradas con un concierto el 10 de abril de 1937, en el local de la Federación de Sociedades Gallegas de la República Argentina, que reunía decenas de asociaciones en el país. En el semanario dominical Galicia se puede observar una foto donde un Reyes sonriente con su sombrero en la mano está sentado en la primera fila en un ambiente atiborrado de personas con el puño en alto. A su derecha se encuentra el escritor argentino Alberto Gerchunoff, y, a su izquierda, los representantes diplomáticos españoles Felipe Jiménez de Asúa y Manuel Blasco Garzón. La descripción del evento es elocuente:
Desde muchas horas antes de lo anunciado nuestro salón se encontraba totalmente abarrotado. Las oleadas sucesivas del público fueron luego invadiendo nuestro salón de sesiones y Biblioteca, los locales de las diez secretarias, los dos amplios patios y el hall. […] Dará idea de la concurrencia el hecho de que la representación diplomática ha tardado más de diez minutos para poder materialmente filtrarse a través del gentío que llenaba el salón hasta sus menores claros. […] Al entrar en la casa el representante de España Dr. Felipe Jiménez de Asúa acompañado del Embajador de Méjico D. Alfonso Reyes estalló una aclamación que se prolongó durante varios minutos.29
Luego de los discursos de bienvenida, el escritor y periodista español Eduardo Blanco Amor, director artístico de la Federación, dedicó unas palabras a Alfonso Reyes que fueron aclamadas con vivas a España y a México. El concierto, que contaba con varios números musicales, fue precedido por la interpretación de los himnos “español, mejicano y gallego”, y concluyó con la ejecución de piezas españolas de diferentes regiones: “criollas” (tangos) y mexicanas.
Las jornadas, que continuaron con una exposición de los paradigmáticos afiches de la guerra civil y una Conferencia Femenina,30 tuvo su momento culminante con el festival del Luna Park, el 14 de abril de 1937. Para las asociaciones en defensa del bando republicano -en particular, su sector de izquierda-, fue un gran triunfo político y una demostración de la capacidad de movilización simbólica en defensa de la España republicana. Para Reyes (2021) , como anotó al día siguiente en su Diario, el acto fue “colosal” y expresó un enorme entusiasmo: “anoche cinco horas de formidable acto público en Luna Park, con 50.000 hombres a pesar tiempo borrascoso. Delirantes aclamaciones a México constantemente obligáronme improvisar discurso. Enorme entusiasmo. Gran disciplina controlada por extremas izquierdas de Buenos Aires” (p. 99). Algunos encabezados de la noticia, tanto de la prensa de las asociaciones como de la nacional, nos permiten dimensionar el hecho:
Los actos de homenaje a la República alcanzan una brillantez inusitada. 50.000 personas se reúnen en el Luna Park y aclaman a España y a México en medio de ovaciones delirantes. La gran Nación Mexicana, ha compartido con la heroica República Española, este homenaje universal que los demócratas de todos los países acaban de rendirles en Buenos Aires, y en el interior del país argentino. Epígrafe de recuadro: Otro aspecto del magnífico homenaje a España realizado en el Luna Park (de izquierda a derecha: el embajador de México, don Alfonso Reyes, el cónsul general de España, Sr. Blasco Garzón y el encargado de negocios, Sr. Jiménez de Asúa), Galicia, 18 de abril de 1937 / Un mundo de gente concurrió anoche a la fiesta del Luna Park en homenaje a España, La Vanguardia, 15 de abril de 1937 / Celébrose anoche el aniversario de la República Española en el Luna Park, La Nación, 15 de abril de 1937 / Fue conmemorado ayer el sexto aniversario de la República Española. Hubo una recepción en la embajada y se realizó un acto artístico en el Luna Park. Asistió al acto el embajador de México Alfonso Reyes, La Prensa, 15 de abril de 1937 / Realizóse el acto en el Luna Park. Habló el embajador de México, doctor Alfonso Reyes, La Razón, 15 de abril de 1937 / 50.000 almas en el Luna Park rubricaron la adhesión a la España Republicana y Democrática. Recuadro con foto de Reyes. Los tres oradores: El encargado de negocios de España, Doctor Felipe Jiménez de Asúa, el cónsul general, doctor Manuel Blasco Garzón, y el embajador de Méjico, don Alfonso Reyes, que anoche ocuparon la tribuna del Luna Park para referirse al 6° aniversario de la República. El embajador mejicano Alfonso Reyes fue objeto de un significativo homenaje, Crítica, 15 de abril de 1937.
Al día siguiente del acto, Reyes informó del acontecimiento a sus superiores en la Secretaría.31 Entre líneas se puede leer cierta preocupación. Su exposición pública había sido innegable y ninguna documentación indica que fuera una intervención consensuada con la cancillería mexicana. Evidentemente, se sentía en la obligación de otorgar explicaciones. En una nota reservada, Reyes reprodujo un comentario de la prensa, que según él, “interpretaba sesudamente” y realizaba la “mejor apreciación” de las palabras que había expresado públicamente.32 Como relataba Crítica, luego de la ejecución del himno mexicano, la multitud comenzó a ovacionar al embajador Reyes, quien se vio obligado a subir al escenario y pronunciar unas palabras.33 También La Nación señalaba que “a instancias de los presentes dirigió breves palabras de saludos a españoles y argentinos el embajador de Méjico”. Y así fue, Reyes espontáneamente había tenido que improvisar unas palabras de agradecimiento, y lo hizo, además recitando unas líneas del Poema del Cid: “Aprisa cantan los gallos y quieren quebrar albores”.34 La recitación de un poema no podía ser más adecuado para un escritor diplomático. No obstante, toda su escritura denota cierta urgencia, cierta necesidad de justificar su actuación, de asegurar frente a sus superiores que no había perdido el “equilibrio” de su investidura.
En Reyes, el impacto de las demostraciones de admiración hacia él y hacia México debieron ser profundas. En una entrevista ofrecida al periodista mexicano, Luis Octavio Madero, para El Nacional, a sólo unos meses de haber partido de Argentina, Reyes confesaba: “Algunas inmensas y grandes emociones que han acompañado mi gestión han servido para tonificarme: tal el mitin de los amigos de la República española, en el Luna Park de Buenos Aires, el 14 de abril de 1937”. Las ovaciones a su persona y a México le permitían recordar, con orgullo, su estancia diplomática en Argentina y sostener que era importante el “crédito de que goza México en aquella república hermana”.35
A pesar de que las relaciones diplomáticas con Argentina no mejoraron -incluso, se podría decir que, empeoraron a medida que el bando republicano era derrotado y el gobierno argentino demostraba más abiertamente su apoyo al franquismo-,36los últimos meses de Reyes en Argentina continuaron siendo de una intensa actividad política. Como dejó anotado en su Diario, su energía se volcó a la preparación de escritos literarios, a organizar la visita del arquitecto y pintor, Manuel Toussaint, a Buenos Aires y, a redactar las alocuciones en el programa de radio La Hora de México, entre otras tantas. No obstante, como ha señalado Garciadiego (2022, p. 275) , se puede sostener que la obra escritural de este periodo estuvo teñida por su defensa de España. Más que un escritor diplomático, Reyes fue aquí un escritor político. Destacan, en este sentido, las casi inmediatas tratativas para publicar su libro Las vísperas de España, en la editorial Sur, que dirigía la escritora Victoria Ocampo, libro que sería presentado en uno de sus banquetes de despedida, y la composición de la Cantata en la tumba de Federico García Lorca, que sería escenificada por la actriz española, Margarita Xirgu, con música del compositor Jaime Pahissa, en el Teatro Smart, el 23 de diciembre de 1937. En su Diario, y en los informes diplomáticos, Reyes dejó asentada las manifestaciones de admiración y agradecimiento a México que se expresaron durante la puesta en escena de su Cantata. Una vez más, lo había sorprendido la exposición pública. Cuando la obra terminó, desde el palco del teatro había tenido que emitir unas palabras en medio de ovaciones y aplausos. Eran sus últimos días en Argentina, pero el eco de las aclamaciones por México no cesaba.
A MODO DE CIERRE
A fines de octubre de 1937, Reyes recibió noticias sobre la reorganización del Servicio Exterior de México para el próximo año. Las modificaciones implicaban dejar vacante su puesto diplomático en Argentina. Como en otros momentos vitales, iniciaban tiempos de incertidumbre y de despedidas. Para festejar su partida de Buenos Aires, el escritor mexicano fue homenajeado en tres oportunidades. En la revista Caras y Caretas, observamos una foto con un Reyes en primer plano de la demostración que la Sociedad Argentina de Escritores le brindó con “motivo de su partida para Méjico”.37 Un día después, los integrantes de la revista Sur, organizaron una cena en el restaurante Comega, con unos 55 cubiertos. Pero el homenaje de despedida más importante a Reyes, como era de esperar, fue ofrecido por las sociedades republicanas en defensa de España. El 27 de diciembre de 1937, al día siguiente del banquete, Reyes (2021) anotó en su Diario:
Ayer, sociedades republicanas españolas de Buenos Aires, bajo presidencia embajada y consulado general España, con asistencia cerca de ¡¡3000 personas!! y adhesiones de toda la República argentina, españolas y argentinas, me ofrecieron, de una a cuatro y medio de la tarde, en Casablanca, Avenida Centenario, magno banquete por mi libro Las vísperas de España, en que Asúa, Garzón y yo tuvimos que firmar menús que se vendían a un peso para las víctimas de la guerra española (p. 155).
El acto que, en palabras de Reyes, había sido “una grandiosa explosión de amor, entusiasmo, gratitud y aplausos a la conducta internacional de México”, fue reseñado ampliamente por la prensa.38 Más de setenta asociaciones, de un diverso espectro político, habían organizado el banquete y a esa misma hora, a unas pocas cuadras -en una clara provocación-, se ofreció al escritor falangista, Eugenio Montes, un mitin auspiciado por los franquistas. Como reseña Reyes, en un informe a la Secretaría de Relaciones Exteriores, el acto republicano, a pesar de todo, logró “desarrollarse sin ningún tropiezo y en medio de la mayor disciplina”. Había sido otro triunfo de la fuerza que las redes subalternas daban a su actuación en defensa del bando republicano.39
Las últimas anotaciones de Reyes en su Diario, el día de su partida, sin embargo, evidencian los sinsabores dejados por el vínculo oficial entre México y Argentina. Ya a bordo del Western Prince, que se dirigía a Nueva York, el escritor mexicano expresaba la tristeza que le ocasionó la despedida de amigos, integrantes de la embajada, sociedades republicanas, socialistas argentinos: “entre aclamaciones a México y aplausos, salimos, destrozados de emoción y fatiga”. Pero, apenas unas líneas después, escribía: “no viene nadie del gobierno argentino ni del protocolo a despedirme. Del protocolo ni la presidencia me despidió, nadie” (Reyes, 2021, p. 159). El contraste entre las expresiones públicas de fraternidad a México y la casi ruptura de la relación entre las cancillerías es llamativa. ¿Cómo se explica semejante disparidad?, ¿cómo es posible que convivan en las relaciones internacionales espacios tan enfrentados? Las relaciones entre México y Argentina, pero también entre países latinoamericanos, pueden ser pensadas como planos que se superponen con sus dimensiones espaciales y temporales particulares. Si posamos la mirada sobre alguna de estas esferas, observamos relaciones inestables, esporádicas, fluctuantes. Pero, paradójicamente, si nos ubicamos en el marco de una serie más larga de vínculos, sucesos y efectos de la política exterior, llaman la atención los intentos persistentes por establecer, a pesar de la dificultad, relaciones geopolíticas, comerciales y culturales (Yankelevich, 2007; Zuleta, 2008). Quizás ello se explique porque las redes intelectuales, políticas y sociales, así como las conexiones e intercambios entre las naciones, perviven cuando las relaciones entre los ministerios y la política estatal se disuelven.