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Estudios demográficos y urbanos

versión On-line ISSN 2448-6515versión impresa ISSN 0186-7210

Estud. demogr. urbanos vol.38 no.3 Ciudad de México sep./dic. 2023  Epub 10-Nov-2023

https://doi.org/10.24201/edu.v38i3.2130 

Artículos

Envejecer en la Zona Metropolitana del Valle de México: memoria, representaciones socioespaciales y género

Get older in the Zona Metropolitana del Valle de Mexico: Memory, socio-spatial representations and gender

Martha de Alba González1 
http://orcid.org/0000-0002-1247-9122

1Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, Departamento de Sociología. Dirección: San Rafael Atlixco 186, Leyes de Reforma 1ra Secc., Iztapalapa, 09340, Ciudad de México, México. Correo: marthadealba@xanum.uam.mx


Resumen

En este artículo se presentan resultados de una investigación sobre memorias, representaciones sociales y experiencias de la Ciudad de México a partir de una muestra de 101 personas mayores residentes en distintas colonias de la zona metropolitana de dicha ciudad. El análisis de entrevistas a profundidad y mapas cognitivos muestra que existe relación entre el fenómeno de metropolización y el proceso de envejecimiento en el medio urbano. Las representaciones sociales de la ciudad se encuentran vinculadas con las trayectorias familiares, residenciales, laborales y educativas del curso de vida de las y los informantes, mismas que expresan diferencias de género en las formas de experimentar los espacios urbanos y de imaginar la megaurbe. Los resultados de esta investigación abonan a la comprensión de los procesos de envejecimiento en las grandes ciudades.

Palabras clave: envejecimiento; ciudad; representaciones socia les; curso de vida; género

Abstract

This article presents results of a survey about memories, social representations and experiences about Mexico City of 101 elderly living in different neighborhoods of Mexico City Metropolitan Area. Content analysis of interviews and cognitive maps suggest a relationship between urban expansion and getting old process. Social representations of the city are linked to family, residential, work and education trajectories of the informant’s life course. We also find gender differences in experiencing and imagining the city. The results of this research help to understand the process of getting older in big cities.

Keywords: get older; Mexico City; social representations; collective memory; gender

Introducción

Algunas imágenes de la Trilogía de Helsinki, un thriller humorístico protagonizado por los habitantes de una residencia para personas mayores (Lindgren, 2015), ayudarán a situar el tema que se desea tratar en este artículo. El mayor gusto y consuelo de la protagonista, cuya edad supera los noventa años, es pasear en la red de tranvías de la ciudad, la cual constituye su ventana al mundo y a sus recuerdos. Se deleita reconociendo los edificios y el diseño de ciertas plazas y parques que ha visto cientos de veces desde su infancia. En una suerte de juego mnemotécnico o arte de la memoria (Yates, 1974), recupera pasajes de su vida depositados en distintos puntos de los recorridos. Se divierte escrutando a los jóvenes pasajeros que llevan el pelo pintado de colores chillantes, con objetos metálicos en el rostro y tatuajes en diversas partes del cuerpo, absortos en sus celulares, aislados del mundo por sus audífonos. A veces los escucha hablar en un finlandés incomprensible. La protagonista elige la ruta del tranvía en función de sus deseos y estados de ánimo. El propósito de sus viajes no es llegar a un destino. Sólo busca disfrutar del espectáculo que ofrece Helsinki para escapar de su soledad y del encierro en su residencia llamada “El Bosque del Crepúsculo”.

La intención con este relato es llamar la atención sobre la experiencia íntima del recorrido por la ciudad, en la que el viaje metropolitano se convierte en un recurso contra el aislamiento que se avecina en la última etapa de la vida. Vivir en la ciudad va más allá de un uso práctico y funcional. Los espacios que habitamos suelen ser un espejo de lo que somos. Reflejan nuestra identidad personal, social y cultural. Envejecer en ella implica haber tejido una larga relación con los lugares en los que habitamos (Giglia, 2012). La ciudad va quedando impregnada en nuestros recuerdos y en nuestras vivencias. Recorrerla es también recorrer nuestra historia. Este fenómeno de identificación, apego y apropiación del espacio se manifiesta con más fuerza cuando hemos permanecido en un lugar por largo tiempo (Proshansky 1978). Algunas investigaciones del campo de la gerontología ambiental (Rowles y Berndard, 2013) muestran que el envejecimiento en un mismo lugar otorga seguridad a las personas porque éstas se sienten ancladas a un medio que les es familiar y en el que han participado por mucho tiempo. Esa seguridad se ve desquebrajada cuando el entorno cambia rápidamente (Whal, Iwarsson y Oswald, 2012; Sánchez, 2014).

Nuestra protagonista finlandesa se sigue reconociendo en Helsinki porque la red de tranvías ha cambiado poco, así como el paisaje urbano que ha recorrido desde su infancia. El caso de la Ciudad de México es muy distinto. Desde 1940, la urbe se ha transformado de manera radical debido al acelerado crecimiento demográfico, a su expansión infinita,1 a la construcción de vías rápidas, a las distintas formas de urbanización que congrega, y a una serie de políticas modernizadoras que fueron poco respetuosas del patrimonio arquitectónico y sociocultural existente en las zonas de intervención.

Los residentes de la Ciudad de México que han vivido en ella desde mediados del siglo pasado han sido testigos de su acelerada transformación. ¿Qué ha significado para ellos envejecer en un entorno en constante cambio? ¿Qué posibilidades ofrece la zona metropolitana a la creciente población en proceso de envejecimiento? ¿Podemos imaginar que las personas mayores de esta megaurbe, que se ha ganado el nombre de “monstruópolis” (Monnet, 1993), puedan deleitarse en ella, como nuestra nonagenaria finlandesa?

Las hipótesis que guían este trabajo de corte cualitativo son las siguientes: 1) las representaciones sociales de la ciudad, de los entornos urbanos en los que transita la vida, son multidimensionales porque no se acotan a los aspectos físicos del espacio urbano, sino que integran a nivel simbólico sus dimensiones socioeconómicas, culturales, políticas e históricas; 2) existe una relación entre el proceso subjetivo de envejecimiento y el de la metropolización de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM); 3) las grandes transformaciones de la ZMVM la han convertido en un entorno poco amigable con las personas mayores, poco favorable al proceso de envejecimiento de sus habitantes; 4) conforme avanza la edad, la movilidad cotidiana de las personas mayores se repliega al lugar de residencia y zonas aledañas; 5) existen diferencias de género y socioeconómicas en las formas de representarse y de practicar la ciudad a lo largo del curso de vida.

Estos cuestionamientos e hipótesis remiten a los derechos de las personas mayores, particularmente al derecho a la ciudad, a la posibilidad de habitar un medio que otorgue las condiciones físicas, sociales y culturales necesarias para llevar una vida digna que aliente el envejecimiento activo y saludable, en términos de habitabilidad, movilidad, acceso a servicios, integración social, política y laboral. Tal como lo preconizan los tratados internacionales de protección y defensa de las condiciones de vida de las personas mayores (Naciones Unidas, 2003; OEA, 2015; OMS, 2007).

Para responder a las preguntas e hipótesis antes expuestas, se retomarán los resultados de una investigación sobre memoria y representaciones sociales de la Ciudad de México en residentes mayores de 60 años,2 ubicados en diez colonias: cuatro del entonces Distrito Federal (Tepito-Morelos, Narvarte, Romero de Terreros y Pueblo de los Reyes Coyoacán) y seis más ubicadas en municipios conurbados del Estado de México (Ciudad Satélite y Bosques de Moctezuma, en Naucalpan; Evolución y Bosques de Aragón, en Nezahualcóyotl; Unidad Habitacional Los Héroes y La Cañada, en Ixtapaluca). Las diez colonias fueron seleccionadas por su alta densidad de población de 60 años y más con base en los datos censales del año 2000, por su ubicación del centro a la periferia,3 y por el contraste de niveles de marginación (Consejo Nacional de Población, 2002).4

Realizamos diez entrevistas en profundidad con hombres y mujeres en cada colonia (once en Narvarte),5 en las que se invitaba a los participantes a narrar sus experiencias pasadas en la Ciudad de México (trayectorias familiares, residenciales, educativas y laborales, principalmente), sus impresiones generales de la ciudad actualmente, y a dibujar un mapa de la Ciudad de México tal y como la imaginaban. La metodología se inspiró en estudios precedentes sobre representaciones sociales del territorio (Jodelet, 2015; de Alba, 2004, 2006, 2014; Haas, 2002; Ramadier, 2022).

La edad promedio de las y los entrevistados es de 72 años, la edad mínima es de 60 y la máxima de 92. El 39% nació en el Distrito Federal y 61% en otro lugar de la República mexicana. Entre la persona entrevistada de menor edad (nacida en 1950) y la de mayor edad (nacida en 1918), todos experimentaron el proceso de expansión y modernización de la Ciudad de México a lo largo del siglo XX. Las narrativas de curso de vida (Elder y Kirkpatrick, 2003) de los 101 hombres y mujeres entrevistados entre 2008 y 2009 fueron analizadas (con ayuda del programa Atlas-ti, 6.2) a partir las siguientes categorías: curso de vida (trayectorias educativas, familiares, laborales, residenciales), representaciones sociales de la ciudad y de las colonias de residencia, y memorias de la ciudad y de los lugares habitados. Los dibujos de los mapas de la ciudad fueron revisados caso por caso para detectar tipologías de la forma del croquis. Se calcularon frecuencias de los lugares dibujados.

Algunos resultados de este proyecto se publicaron en el libro Vejez, memoria y ciudad. Entre el derecho ciudadano y el recuerdo de la vida cotidiana en distintos contextos urbanos (de Alba, 2013a). Las y los diferentes investigadores participantes han realizado capítulos y artículos sobre el envejecimiento en medio urbano en México (Capron y González, 2010; Zamorano, de Alba, Capron y González, 2012; de Alba, 2010, 2012, 2013b, 2013c, 2017). Estos trabajos se agregan a la bibliografía latinoamericana sobre el envejecimiento en entornos urbanos que da cuenta de la necesidad de considerar a la gerontología ambiental para comprender y mejorar los procesos de segregación socioespacial, adaptación, habitabilidad, movilidad, calidad de vida y sentimiento de bienestar de las personas mayores. Procesos que se ven agravados por las desigualdades sociales y la urbanización precaria que han marcado el desarrollo de muchas ciudades latinoamericanas (Garrocho y Vilchis, 2021; García-Valdez, Sánchez-González y Román-Pérez, 2019; Álvarez-Lobato, Trujillo y Garrocho, 2018; Pregazzi, 2017; Ballesteros y Jiménez, 2016; Sánchez-González, 2015; Jasso, Montoya y Cadena, 2011; Narváez, 2011; Salgado y Wong, 2006).

Representaciones socioespaciales, memoria y curso de vida

El concepto de representaciones socioespaciales fue acuñado por Jodelet (1982; 2022), a partir de una investigación sobre las representaciones sociales de París, realizada en coautoría con Milgram (Milgram y Jodelet, 1976). La autora aplica la teoría de las representaciones sociales (Moscovici, 1976) al estudio del espacio. Las representaciones sociales son teorías de sentido común que permiten a las personas o a los grupos comprender el mundo en el que viven, actuar en él y participar de la vida social. No son copias de lo real, sino elaboraciones simbólicas que se nutren de conocimientos elaborados y compartidos socialmente, los cuales constituyen el bagaje cultural de las sociedades.

Si bien la teoría de las representaciones sociales se ha utilizado para estudiar diversos fenómenos relacionados con la vejez y el envejecimiento, existen pocas referencias bibliográficas que aborden estos temas desde la perspectiva de las representaciones socioespaciales. Ello indica que la aplicación de la teoría de las representaciones sociales a fenómenos territoriales que involucren procesos de envejecimiento es un campo de investigación que requiere mayor desarrollo, principalmente desde la perspectiva de género, pues no se encontraron referencias que aborden simultáneamente las representaciones socioespaciales, la vejez y el género. Los pocos estudios sobre representaciones socioespaciales que involucran a las personas mayores tratan sobre los significados de la ciudad y la movilidad cotidiana (Lord, Després y Ramadier, 2011), así como sobre la memoria de espacios patrimoniales (Dryjanska, 2013).

Jodelet (2022) parte del principio de que el espacio refleja el orden social, por lo que da lugar a una combinación de interpretaciones que pueden analizarse a través de la teoría de las representaciones sociales que construyen los sujetos sociales. Afirma que

[...] las marcas sociales del espacio y sus formas materiales se encuentran estrechamente relacionadas en estas representaciones. Los lazos entre la apariencia física de una ciudad y sus habitantes humanos emergen de la afirmación de los estilos de vida, del clima social y de las actividades que otorgan unicidad a la materialidad de los lugares. Las características sociales de los residentes otorgan a los lugares urbanos su identidad y modulan su valor físico [Jodelet, 2022, p. 29 ].

Podemos decir que las representaciones socioespaciales, como la memoria colectiva, parten de la idea de que existe una relación dialéctica entre los espacios urbanos y sus habitantes. Halbwachs (1950) establece que el espacio es un marco social del recuerdo porque el grupo va dejando su huella en él durante el tiempo que lo ocupe. Esa huella espacial se convierte en el soporte de una memoria colectiva que da continuidad a la identidad social de sus ocupantes. Los espacios pueden desaparecer, pero permanecen en la memoria de sus habitantes. Si éstos desaparecen, el espacio quedará como marco que permitirá recordarles.

Las representaciones sociales y socioespaciales, la memoria colectiva, juegan un papel importante en el curso de vida de los sujetos sociales. Constituyen el pensamiento social presente y pasado que engloba la visión del mundo de las personas para la toma de decisiones que guiarán las distintas trayectorias de vida. De acuerdo con Gastron, Lynch y Menseguez (2017), “el curso de la vida es un conjunto de reglas que constituyen una representación social que vehiculiza las significaciones que la cultura asocia al desarrollo de la vida individual” (p. 302).

El curso de vida es una perspectiva importante en los estudios sobre el envejecimiento porque permite comprender cómo se va dando este proceso en función del contexto social, cultural e histórico. “Refiere a los patrones de vida por edades que están arraigados en las estructuras sociales y el cambio histórico” (Elder y Kirkpatrick, 2003, p. 10), y es concebido como una secuencia de transiciones relacionadas con la edad, que ocurren en instituciones sociales y contextos históricos (Bengtson, Elder Jr. y Putney, 2012). Tales secuencias refieren a las trayectorias de vida que se desarrollan en distintos ámbitos sociales (familia, entornos laborales, educativos, deportivos, políticos, etc.). Las trayectorias no son estrictamente lineales, sino que pueden presentar cambios, algunos inesperados. El curso de vida se modifica frente a eventos cruciales como, por ejemplo, la decisión de cambiar de ciudad o la presencia de una enfermedad discapacitante.

La perspectiva del curso de vida integra las dimensiones espacio y tiempo al análisis de procesos sociales como el envejecimiento. Ha cobrado importancia en América Latina porque posibilita el estudio simultáneo de lo micro y lo macrosocial a lo largo del tiempo (Blanco, 2011), así como la integración de representaciones sociales creadas individual y colectivamente (Gastrón, Lynch y Menseguez, 2017). El carácter multidisciplinar y los principios epistemológicos de esta propuesta teórica la ha convertido en una de las herramientas más importantes para analizar las narrativas biográficas en las ciencias sociales y humanas (García, 2019).

Trayectorias residenciales en el curso de vida en la megaurbe

Las y los participantes en este estudio anclaron sus representaciones socioespaciales de la Ciudad de México en los lugares de residencia, trabajo, estudio, esparcimiento, además de los zonas y sitios emblemáticos que conocieron a lo largo de su biografía. Entre ellos, el lugar de residencia es el marco de recuerdo más estable. La mayoría de las y los entrevistados residía desde hace más de treinta años en sus colonias en el momento de la entrevista y no aspiraban a mudarse, como si la trayectoria residencial culminara con la adquisición de la vivienda. Sus experiencias y representaciones de la megaurbe se dan a partir del marco geográfico de sus lugares de residencia desde hace décadas, pues pocos informantes se desplazan por razones laborales fuera de su espacio de vida cotidiana. Vemos entonces que las trayectorias residenciales son centrales para comprender las representaciones socioespaciales de la ciudad construidas a partir del curso de vida porque la casa y el barrio constituyen los marcos inmediatos del recuerdo del espacio vivido.

Observamos también que las distintas trayectorias del curso de vida estaban estrechamente relacionadas entre sí y con el contexto histórico de la Ciudad de México en cada momento del desarrollo de éstas. Las trayectorias residenciales estuvieron marcadas por las posibilidades de acceso a la educación y al empleo, las cuales dependían de las situaciones socioeconómicas de las y los participantes, de las oportunidades que ofrecía su entorno de vida, y de los sistemas de creencias, ideologías e imaginarios sociales que alimentaron las aspiraciones de los hombres y mujeres entrevistados.

En las narrativas de las y los entrevistados se observa una incorporación de representaciones sociales hegemónicas sobre el género. En las Gráficas 1 y 2 se muestra que las mujeres tuvieron menores niveles de escolaridad que los varones y que algunas no ejercieron ningún empleo o que lo dejaron al contraer matrimonio. En las entrevistas manifestaron que desearon dedicarse de tiempo completo a las labores domésticas y crianza de los hijos. Las mujeres que ejercieron un empleo después de casarse mantuvieron la doble jornada de trabajo; aquéllas con menores niveles educativos y recursos económicos se emplearon como comerciantes y trabajadoras de mantenimiento o limpieza; quienes accedieron a mayores niveles de instrucción ejercieron profesiones y diversos trabajos de oficina. Por su parte, las trayectorias laborales de los varones estuvieron principalmente marcadas por el nivel educativo y estrato socioeconómico: los hombres con mayores recursos y niveles educativos se emplearon en oficinas y como profesionistas; mientras que aquéllos con menores niveles de instrucción y menos ingresos ejercieron oficios. En sus narrativas se presentan como responsables del sustento familiar y de la adquisición de la vivienda. La mayoría de las mujeres participantes delegó la responsabilidad de la búsqueda y adquisición de casa a sus parejas.

Fuente: Elaboración propia.

Gráfica 1 Niveles educativos de las mujeres y los hombres entrevistados (frecuencias) 

Fuente: Elaboración propia.

Gráfica 2 Empleos ejercidos por las mujeres y los hombres entrevistados (frecuencias) 

El 91% de las y los entrevistados manifestó ser propietario de su vivienda. La posibilidad de acceso a una casa propia en el mercado formal e informal dependió, en gran medida, de las trayectorias educativas, laborales y familiares, las cuales estuvieron determinadas por las oportunidades y limitaciones de acceso a educación, empleo y vivienda que ofrecía el contexto de la Ciudad de México durante el curso de vida de las y los entrevistados. En el análisis de las trayectorias vitales se detectaron cuatro grandes esquemas o estrategias de adquisición de vivienda:

  1. Compra en el mercado inmobiliario formal y ascenso social. Los residentes con mayores niveles educativos tuvieron más facilidades para encontrar empleos bien remunerados, que les permitieron ascender socialmente y disfrutar de mejores condiciones de vida en colonias urbanizadas con servicios, como Narvarte, Romero de Terreros, Bosques de Aragón y Ciudad Satélite. Algunos informantes adquirieron terrenos o casas en fraccionamientos urbanizados, pero alejados del centro porque era la única forma de alcanzar su anhelo de una casa propia con jardín, o porque los costos de la vivienda en las delegaciones centrales eran muy elevados para sus salarios. Con el paso del tiempo, los espacios vacíos entre los fraccionamientos y las delegaciones centrales se fueron poblando hasta formar una continuidad urbana que cambió el paisaje de su entorno. Por ejemplo, los habitantes de Ciudad Satélite que creyeron en el proyecto modernista de Mario Pani en los años sesenta, no sospechaban que los bucólicos campos de alfalfa que rodeaban al fraccionamiento se convertirían en “tinacolandia”6 en un par de décadas, al ser fraccionados por otros desarrolladores inmobiliarios que copiaron el modelo suburbano de Ciudad Satélite (Capron y de Alba, 2017).

  2. Transacción inmobiliaria en el mercado informal. Esta estrategia es frecuente en las y los entrevistados con menores niveles educativos, cuyos empleos no les dieron acceso a créditos hipotecarios. Su necesidad de una vivienda barata y el alto costo de las rentas los llevó a responder a la oferta de terrenos de invasión por parte de organizaciones en municipios aledaños, sin la promesa de un título de propiedad, aceptando el reto de vivir sin servicios básicos y de padecer severas inundaciones durante décadas, hasta que las colonias se fueron consolidando. Fue el caso de las colonias Evolución, en Nezahualcóyotl, y de Bosques de Moctezuma, en Naucalpan. Esta estrategia sigue vigente en municipios cada vez más alejados del casco histórico de la Ciudad de México. Los residentes de La Cañada sobrellevaban su vejez en condiciones de alta marginación, en predios invadidos por organizaciones afiliadas a diversos partidos políticos, en los confines de Ixtapaluca. No tenían ningún tipo de seguridad social, ni acceso a los servicios de la ciudad central debido a los altos costos del transporte y a las difíciles condiciones de movilidad.

  3. Adquisición por herencia y permanencia en núcleos históricos. Los informantes del pueblo de Los Reyes (Coyoacán) y de colonias céntricas con fuerte identidad barrial, como Tepito-Morelos, permanecieron en sus lugares de residencia desde la infancia para no renunciar a los lazos familiares y sociales tejidos a lo largo del tiempo; además de las ventajas que les otorgó vivir cerca del Centro Histórico de la Ciudad de México. Los residentes de Los Reyes Coyoacán buscaron la posibilidad de construir en los terrenos de cultivo que pertenecieron a sus familiares. Los entrevistados de Tepito-Morelos pasaron de vivir en las tradicionales vecindades a beneficiarse de los proyectos de vivienda social erigidos antes y después del sismo de 1985. Los informantes de ambas colonias seguían aferrados a sus tradiciones y fiestas religiosas para mantener un sentimiento de comunidad, amenazado por los constantes cambios que sufre su entorno.

  4. Compra, renta o alojamiento en vivienda de interés social en la periferia lejana (ciudad-dormitorio). Éste es el caso de los residentes de la Unidad Habitacional Los Héroes, ubicada en Ixtapaluca. Sólo tres de los diez entrevistados en Los Héroes eran propietarios de su vivienda, para quienes hubo posibilidad de compra por medio de un crédito accesible. En algunos casos, los hijos llevaron a las y los entrevistados a vivir ahí, pues fue el lugar en donde pudieron comprar casa. Otros participantes decidieron dejar sus antiguas colonias de residencia para rentar en esa unidad habitacional por diversos motivos. Llegaron a vivir ahí después de haber residido en cinco colonias, mientras que el promedio para los demás es de dos cambios de colonia o barrio.

Memorias colectivas y representaciones sociales de la Ciudad de México

A pesar de la diversidad de casos, encontramos memorias colectivas y representaciones sociales que dan cuenta de una experiencia urbana común del proceso de metropolización y modernización de la Ciudad de México, que combinan relatos de transformaciones que se ubicaron en cuatro tipos: urbanas, culturales, económicas y políticas.

Transformaciones de lo urbano: de la ciudad a la megaurbe

Las y los entrevistados narraron recuerdos de la ciudad contenidos básicamente en las cuatro delegaciones centrales (ahora alcaldías), cuyo nodo simbólico, político y funcional era la Plaza de la Constitución. Describieron cierta continuidad de un espacio que se vivía como la ciudad de la juventud (entre las décadas de los cuarenta y los sesenta). Relataron cómo disfrutaban los trayectos urbanos en autobuses y tranvías que conducían a sitios reconocibles, acotados en una geografía de menor escala. Conforme el curso de vida avanza, la memoria de la ciudad se fue tornando rebuscada y compleja, debido al acelerado crecimiento urbano. Aparecieron relatos de colonias más alejadas que hacen desaparecer campos de sembradíos. Los ríos fueron transformándose en arterias de circulación para autos, y sólo quedaron sus nombres: Río Churubusco, Río Consulado, Río de la Piedad, etc. El canal de la Viga permaneció más tiempo como una última reminiscencia de la red de canales que databan de la época prehispánica. La Universidad Nacional abandonó sus antiguos recintos del centro para ocupar la flamante Ciudad Universitaria en la década de los cincuenta. Algunos informantes relataron lo difícil que era llegar hasta allá en transporte público. En la memoria de la ciudad el Metro aparece como un gran icono de la modernidad, satisfaciendo la necesidad de una mayor movilidad urbana, más veloz y eficaz. Vienen también los ejes viales, el periférico, los megapuentes y los segundos pisos. Poco a poco, la ciudad se fue representando como la megaurbe fragmentada que ahora es. Como una enorme mancha urbana, desconocida y ajena. Sólo el centro y los grandes íconos urbanos quedan como referentes que mantienen la identidad urbana de la Ciudad de México que conocieron y que recorren con menor frecuencia. Navegar en la megaurbe se convirtió en una experiencia difícil conforme avanza la edad, por razones de salud y de economía en primer lugar, pero también porque se incrementa un sentimiento de inseguridad en los espacios y transportes públicos ya que la ciudad se volvió inmensa, irreconocible y desconocida.

Transformaciones de lo cultural: de la modernidad a la posmodernidad

A la par de las transformaciones urbanas, los recuerdos se vuelcan hacia las formas de vida en la ciudad de la infancia y de la juventud. Las y los entrevistados evocaron el libre uso de la calle para jugar con los vecinos, para romper las piñatas en las posadas o festejar los XV años de jóvenes ilusionadas. Los salones de baile y las grandes salas de cine eran los destinos de diversión privilegiados. Existía cierta nostalgia por los días de campo familiares en Chapultepec o en las áreas boscosas. Recordaban que la moda era más elegante. No se usaba la mezclilla ni los tenis, ni el pelo largo en los varones. Las chicas eran más recatadas y los jóvenes más respetuosos. La paulatina tecnologización de la vida cotidiana fue haciendo el mundo menos comprensible. Raros eran los entrevistados que usaban computadoras o que están al día en el uso de aparatos sofisticados o conectados a la red. Llama la atención la marcada insistencia en la pérdida de valores morales que las y los entrevistados resentían con crudeza. No sabían cómo explicar esa prisa que ahora tiene la gente y que la hace descortés en los espacios públicos. El saludo en la calle se ha hecho mucho menos frecuente, como ceder el paso, ayudar a alguien que está en problemas o trae demasiados paquetes, no disculparse si los cuerpos chocan en la calle o en el transporte público. Definitivamente, la vida cotidiana se vive de prisa y con menor respeto al otro, con una agresividad que toma formas diversas que van desde la lucha por los espacios urbanos hasta el asalto con violencia. Esta incivilidad urbana provoca un sentimiento de inseguridad que se acrecienta con el mundo violento y descarnado que presentan los medios de comunicación masiva. Parece haber una ruptura generacional con respecto a los nietos, quienes crecieron en un mundo muy distinto al que ellos experimentaron en su juventud.

Transformaciones en lo económico: del milagro mexicano a la pauperización social

En el marco de una economía doméstica concreta, las personas mayores fueron testigos del encarecimiento del costo de la vida. Fueron resintiendo una pérdida paulatina de su poder adquisitivo por el alto costo de productos para satisfacer sus necesidades básicas, o de bienes que requieren mayor inversión como autos, vivienda o viajes. Eran conscientes de la depreciación de sus salarios o pensiones. Constataban que sus hijos o sus nietos no podían comprar casa tan fácilmente como ellos lo hicieron a las mismas edades y con menores niveles educativos. Observaban que actualmente se requieren muchos años de estudio para tener empleos y salarios equivalentes a los que ellos tuvieron, con una serie de prestaciones que parecen inalcanzables para los jóvenes. El desempleo y el difícil panorama económico se reflejaron en las estrategias residenciales de sus hijos, algunos de los cuales vivían en el hogar familiar permanente o temporalmente, dependiendo de su situación y ubicación laboral, o trayectoria familiar. La cohabitación con los hijos en la mayoría de los entrevistados presentaba aspectos positivos y negativos. Se entretejía una vida familiar de ayuda mutua, en donde los participantes cuidaban a los nietos (mientras los hijos trabajaban) y seguían encargándose de las labores domésticas (sobre todo las mujeres). Los hijos ayudaban a su vez a la economía doméstica. Sin embargo, esta convivencia no siempre era armoniosa ni equitativa, generando conflictos y desgastes emocionales para las personas mayores. Además de representar cargas de trabajo y responsabilidades que no les permitían gozar de sus tiempos de descanso o esparcimiento.

Transformaciones en lo político: del estado benefactor a la desconfianza institucional y la desesperanza política

Las y los entrevistados vivieron casi toda su vida en la capital del México posrevolucionario, regido por el sistema gubernamental priista. Con excepción de algunos informantes, la mayoría ha acotado su actividad política al ejercicio del voto. Tenían una mirada crítica frente a las instituciones de gobierno, un escepticismo que se fue acrecentando sexenio tras sexenio. Los escándalos de corrupción y el crecimiento de la demanda de servicios educativos, de salud, sociales y urbanos en general, fue minando su confianza en el buen funcionamiento de las instituciones. También opinaban que los servicios públicos habían empeorado por la falta de compromiso ético por parte de los distintos gobiernos que han regido al país. Fueron testigos de la democratización del Distrito Federal desde finales de la década de los noventa y de las transformaciones políticas locales y nacionales. Ello no cambió su pesimismo frente a la posibilidad de que algún partido que ocupara el poder lograra cambiar el rumbo del país hacia una mejor situación.

Mapas mentales de la megaurbe: entre el Centro Histórico y el lugar de residencia

En los dibujos de mapas mentales realizados por las personas mayores entrevistadas podemos observar que el centro (Centro Histórico, sus calles, plazas y edificios) y los grandes iconos urbanos (Chapultepec, Basílica de Guadalupe, Coyoacán, avenidas Insurgentes y Reforma, etc.) quedan como referentes que mantienen la identidad de la Ciudad de México que conocieron desde su infancia.

Sus historias de vida se fueron entretejiendo en un entramado de colonias y nuevos fraccionamientos en los que se ubicaron sus lugares de residencia sucesivos. Construyeron una representación de la ciudad que mezcla recuerdos ligados con sus trayectorias de vida, así como su experiencia actual de la ciudad y el imaginario social de ésta.

Los dibujos son proyecciones socioespaciales de sus prácticas, de su vida afectiva, de sus redes sociales, de los significados otorgados a los lugares históricos y de aquellos que son socialmente estigmatizados o valorizados. Sus conocimientos de la megaurbe, provenientes de distintas fuentes de información formal e informal, quedan plasmados en los mapas. Éstos forman parte de las representaciones sociales que cada entrevistado y entrevistada ha construido de la ciudad a lo largo de su vida. Tales representaciones recuperan imágenes, estereotipos, creencias, prejuicios y demás opiniones generales sobre la zona metropolitana que circulaban en diversos medios de comunicación y de interacción social.

El análisis de contenido de las narrativas sobre los lugares citados y la forma de los mapas nos permitió detectar varios patrones de representación socioespacial de la Ciudad de México en función de la diferencia de género. El Centro Histórico y el lugar de residencia fueron los principales referentes espaciales en la elaboración de sus dibujos. Con el objetivo de observar el porcentaje de mapas que se concentraban en la zona de residencia o en el Centro Histórico, éstos se dividieron en tres grandes categorías: los mapas que incluían la zona de residencia (ZR) con y sin otros sitios que no fueran el Centro Histórico (CH), los mapas que incluían la zona de residencia y el Centro Histórico, y aquellos que incluían al Centro Histórico con y sin otros sitios que no fueran la zona de residencia. Posteriormente se calcularon las diferencias por género (véase la Gráfica 3).

Fuente: Elaboración propia.

Gráfica 3 Porcentaje de citación del Centro Histórico (CH) y de la zona de residencia (ZR) en los dibujos de la Ciudad de México de mujeres y hombres entrevistados 

Un mayor porcentaje de mujeres desarrolló sus mapas dando mayor importancia al lugar de residencia presente o pasado; mientras que la mayoría de los varones incluyen al Centro Histórico, sin necesariamente aludir al lugar de residencia. Estas diferencias en la elaboración de los mapas socioespaciales se encuentran estrechamente ligadas con las trayectorias familiares y laborales. Como ya se mencionó, la mayoría de las mujeres que tenían empleo lo dejaron para dedicarse al hogar, mientras que los hombres siguieron circulando por la ciudad por motivos de trabajo. El espacio de vida cotidiana de las mujeres ha girado en torno de la zona de residencia (colonia o áreas aledañas) durante décadas. Aun así, el Centro Histórico y los lugares emblemáticos de la Ciudad de México siguen formando parte de los recuerdos de varias de ellas.

Independientemente de las prácticas de uso del espacio de los y las entrevistadas, el Centro Histórico tiene un valor simbólico ineludible que se refleja en los mapas mentales. Es un lugar que representa las diferentes capas históricas desde la fundación de Tenochtitlan hasta las manifestaciones culturales y políticas más recientes de la historia de la ciudad. La reminiscencia de la traza reticular se encuentra presente en el trazo de los mapas. En ellos, la Plaza de la Constitución aparece como el núcleo central que orienta el resto del dibujo. No nos extenderemos aquí en los significados de los espacios urbanos que se aprecian en los mapas mentales. Este tema ha sido desarrollado en otros trabajos sobre las representaciones socioespaciales de la Ciudad de México que hemos desarrollado anteriormente (de Alba, 2004; 2014). En esta publicación se pondrá el acento en el análisis de los patrones de elaboración de los mapas mentales, que reflejan la importancia de los espacios personales y afectivos desarrollados a lo largo del curso de vida, al mismo tiempo que la fuerza de los significados históricos e identitarios del corazón de la Ciudad de México.

La ciudad es su centro

La imagen de la ciudad de algunas y algunos entrevistados se focalizó únicamente en el centro, extendido frecuentemente hacia Chapultepec, siguiendo el eje de Reforma, como se observa en los dibujos de Juan (Figura 1) y Hemigdio (Figura 2). Ambos vivían en Ixtapaluca y visitaban el centro con poca frecuencia; ellos advirtieron que su mapa correspondía a la ciudad de su juventud y no a la ciudad actual. Existe una desconexión con los lugares de la ciudad que más les gustaban y los que frecuentaban en el momento de la entrevista. Es importante notar que Juan acotó su mapa al núcleo central de la ciudad, a pesar de circular intensamente por ella, debido a que trabajaba como taxista. Es como si hubiera decidido concentrar su representación simbólica de un espacio extenso y complejo, que conocía bien, a los territorios que recorrió siendo joven y que simbolizan el origen histórico de la urbe.

Fuente: Dibujo elaborado por Juan, 60 años, taxista, residente de Ixtapaluca.

Figura 1 Mapa de la Ciudad de México del señor Juan 

Fuente: Dibujo elaborado por Emigdio, 66 años, vendedor de seguros, residente de Ixtapaluca.

Figura 2 Mapa de la Ciudad de México del señor Emigdio 

Emigdio hacía recorridos menos frecuentes por la ciudad, a pesar de que era vendedor de seguros. También decidió representar los lugares en donde solía divertirse cuando era joven, en la década de los sesenta, como lo escribe en su mapa. Es uno de los raros mapas en los que la Plaza de la Constitución no aparece como punto organizador del dibujo. Esa función la cumple la avenida Paseo de la Reforma (entre la rotonda de la Diana Cazadora y la Unidad Habitacional Tlatelolco), donde él mencionó que se encontraban los centros nocturnos, bares, cafés y restaurantes que frecuentaba en su juventud. Comentó que el área turística de moda en la época se ubicaba en el sector de la Zona Rosa y del Ángel de la Independencia. También desarrolló en su mapa el área de la Alameda, Bellas Artes, avenida Juárez y Eje Central Lázaro Cárdenas, recordando que este último antes llevaba el nombre de Niño Perdido. Evocó el esplendor de esa zona antes del terremoto de 1985. Insertó en su mapa lugares que desaparecieron en ese momento, como el Hotel del Prado, el centro nocturno El Capri, y el Cine Alameda. Su mapa mental y sus narrativas sobre la ciudad tienen un sabor nostálgico, que fue compartido por los demás informantes.

La ciudad va del centro al barrio

Algunos mapas muestran una conexión entre la ciudad y las colonias de residencia de las y los entrevistados. Esta conexión corresponde a recorridos presentes o pasados que se realizaron con mucha frecuencia y que tenían un significado importante en sus vidas. Félix (Figura 3) dibujó el recorrido al centro que hacía desde pequeño, cuando iba a vender al mercado de La Merced las verduras que cultivaba su familia en el Pueblo de Los Reyes, en Coyoacán. Hasta el momento de la entrevista, Félix seguía haciendo el mismo recorrido, aunque no con el mismo propósito. Todos los sábados iba a La Merced a hacer sus compras de fruta y verdura, combinaba microbús, taxi y Metro para ir y venir, mientras que antaño lo hacía en autobuses urbanos que llegaban al Zócalo. A pesar de que Félix laboró en diversas zonas como trabajador de la construcción, su imagen de la ciudad se concentra en el recorrido sabatino de toda su vida al centro, conectando el lugar en donde siempre ha vivido y los sitios más representativos del Centro Histórico.

Fuente: Dibujo elaborado por Félix, 74 años, jubilado, albañil, residente de Los Reyes, Coyoacán.

Figura 3 Mapa de la Ciudad de México del señor Félix 

La ciudad es una red de lugares

Con o sin límites, la ciudad aparece en los mapas cognitivos como un entramado de avenidas que conectan una serie de lugares relacionados con la vida personal de quien dibuja, incluyendo los referentes urbanos reconocibles para dar un sentido social y comunicable al mapa. Éste es el caso del mapa de Paula (Figura 4), profesionista de 60 años, quien vivía la ciudad como un conjunto de islas comunicadas por vías rápidas. Las islas eran los lugares que frecuentaba por razones personales y laborales. Es una expresión bastante clara de la experiencia fragmentada de la ciudad.

Fuente: Dibujo elaborado por Paula, residente de la colonia Romero de Terreros, 60 años, economista.

Figura 4 Mapa de la Ciudad de México de la señora Paula 

La ciudad como conjunto de zonas inconexas

Otros mapas representan la ciudad como un conjunto de zonas que no están conectadas por calles ni avenidas. A veces se trata de reproducir la división de delegaciones (ahora alcaldías) o municipios de la zona metropolitana, en otras sólo se hacen círculos que simbolizan áreas vinculadas con la vida personal o laboral. Es el caso de Pedro, residente de la colonia Evolución, en Nezahualcóyotl, quien recorrió intensamente la ciudad durante muchos años porque trabajó como mensajero en un banco. En su mapa (Figura 5), el centro simboliza el núcleo de la mancha urbana que vio crecer a lo largo de su vida laboral. Excluyó de su mapa su lugar de residencia.

Fuente: Dibujo elaborado por Pedro, residente de la colonia Evolución, Nezahualcóyotl, 70 años, jubilado.

Figura 5 Mapa de la Ciudad de México del señor Pedro 

La ciudad es mi zona de residencia y/o de actividad

A pesar de que la instrucción fue dibujar un mapa de la ciudad, varios entrevistados, particularmente las mujeres, sólo dibujaron un mapa de su zona de residencia actual o alguna que fue significativa en el pasado. En el mapa de Paz (Figura 6), un ama de casa de 73 años, residente en Ciudad Satélite, vemos que intitula su croquis “CD MEXICO”; sin embargo, sólo dibuja las Torres de Satélite, el Periférico, Plaza Satélite, la vía Gustavo Baz y el Circuito Escultores, que según ella cuenta con 406 casas. Desde hace décadas la señora Paz, como muchos otros entrevistados, había circunscrito su actividad cotidiana al fraccionamiento y a las zonas aledañas a éste.

Fuente: Dibujo elaborado por Paz, residente de Ciudad Satélite, 73 años, ama de casa.

Figura 6 Mapa de la Ciudad de México de la señora Paz 

Reflexiones finales

En términos generales, este trabajo nos ha permitido observar las representaciones socioespaciales de la Ciudad de México en relación con el curso de vida a través del análisis de las narrativas sobre la ciudad, las trayectorias vitales y los mapas cognitivos. El conjunto de estas tres herramientas metodológicas nos permite responder a las hipótesis de trabajo planteadas al inicio de este artículo, desde un enfoque cualitativo.

La primera hipótesis plantea que las representaciones socioespaciales son multidimensionales. A pesar de que la consigna fue dibujar un mapa de la Ciudad de México o narrar lo que esta ciudad ha significado para las y los participantes, las representaciones socioespaciales y memorias no se refirieron únicamente a la dimensión espacial de la ciudad, sino que se incluyeron sus aspectos culturales, económicos y políticos. Observamos que la experiencia de la ciudad expresa la complejidad de lo urbano, la cual incluye relaciones sociales, formas de vida, usos y costumbres, costo de la vida, e interés por lo político.

Entre las representaciones de la ciudad del presente y las memorias del pasado, vemos que las transformaciones urbanas que han observado las y los informantes a lo largo del curso de vida han ido configurando un entorno poco propicio al proceso de envejecimiento, como se establece en una de nuestras hipótesis. Con excepción del corazón histórico de la ciudad y los grandes íconos urbanos, reconocen poco los espacios recorridos en sus trayectorias residenciales, educativas y laborales. Este desconocimiento, aunado con un sentimiento de inseguridad y medios de transporte inadecuados para las personas mayores, han generado cierto temor a aventurarse a recorrer la ciudad, como lo hicieron en décadas pasadas. El crecimiento y expansión de la zona metropolitana ha sido tal que sus representaciones socioespaciales son fragmentadas, construidas más a partir del recuerdo y de los imaginarios urbanos que de la experiencia vivida de la urbe.

Para hacer de la ciudad un entorno amigable con el envejecimiento, no sólo se debe promover el mejoramiento del espacio en términos arquitectónicos, sino también debe pensarse en las condiciones de movilidad a pie y en transporte público, en el disfrute de áreas verdes, en la situación socioeconómica en la que viven las personas mayores, en la convivencia social y generacional, y en su educación tecnológica. Vimos que la mayoría de las personas entrevistadas están al margen del uso de la tecnología, la cual es una herramienta muy importante para mejorar la comunicación interpersonal, disminuir la brecha generacional, y tener acceso al mundo virtual desde sus hogares, pensando en que la movilidad se reduce conforme avanza la edad.

En cuanto a la hipótesis que refiere a las diferencias en las representaciones socioespaciales y curso de vida en función del género y nivel socioeconómico, vemos que la mayoría de las y los entrevistados guiaron su curso de vida con base en las representaciones sociales dominantes sobre el mandato de género. Ellas tendieron a concentrar su geografía de vida cotidiana al espacio de residencia en el ejercicio de las labores domésticas y de crianza de los hijos. Ellos asumieron su papel de proveedores y responsables de la vivienda, para lo cual buscaron tener mayores niveles de estudio y empleos que les permitieran adquirir casa propia en el mercado formal o informal. Tales proyectos de vida se desarrollaron conforme a la situación socioeconómica de las y los participantes, la cual determinó el acceso a la educación y tipo de vivienda en zonas con distintos niveles de marginación.

El análisis de las trayectorias residenciales, las narrativas y los mapas cognitivos de la ciudad permiten responder a la hipótesis sobre la relación entre el proceso subjetivo del envejecimiento y el de la metropolización. El desarrollo de la ciudad que correspondió al curso de vida de las y los participantes constituyó un contexto que brindó oportunidades y limitaciones a sus proyectos educativos, laborales y residenciales.

La mayoría de las y los entrevistados vivía en las colonias donde adquirieron casa desde hacía décadas, lo cual nos hace pensar, como planteamos en una de las hipótesis, que el proceso de envejecimiento va reduciendo la movilidad residencial y la movilidad cotidiana, la cual se va acotando geográficamente a la colonia o barrio, y finalmente a la casa y a su entorno inmediato.

Este estudio, de corte cualitativo, permite responder a las hipótesis de trabajo a partir de las experiencias subjetivas de las personas entrevistadas. Los resultados ayudan a comprender la relación entre el curso de vida y las representaciones socioespaciales de la ciudad, a partir de la cual se configuran reflexiones sobre el proceso de envejecimiento en el entorno urbano. No se pretende generalizar los resultados a la población total de personas mayores residentes en la ZMVM, ni a otras poblaciones. Las hipótesis de trabajo constituyeron una guía de análisis y no buscaron establecer relaciones causales contundentes. Las principales limitaciones del presente artículo consisten en que no se realizaron análisis en función de categorías de edad dentro de la muestra de participantes, lo cual hubiera permitido observar cómo cambian las representaciones sociales de la ciudad y el curso de vida para quienes estaban más o menos avanzados en el proceso de envejecimiento. Tampoco se tomaron en cuenta las condiciones de salud de las y los entrevistados que pudieran afectar su movilidad en la ciudad. Estas limitaciones del estudio se erigen como futuras líneas de investigación.

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1De acuerdo con Pradilla (2016), la Zona Metropolitana de la Ciudad de México tuvo un crecimiento acelerado a partir de los años cuarenta debido a su industrialización y a la consecuente migración masiva hacia la capital del país. Las mayores tasas de crecimiento poblacional tuvieron lugar entre 1940 y 1980. La ZMCM pasó de 3 352 342 habitantes a 15 563 795 en 1990, a 18 396 677 en el año 2000, y a 20 116 842 en 2010. Consideramos estas décadas porque corresponden a los periodos en los que las y los entrevistados en esta investigación experimentaron la ciudad (ZMVM) hasta el momento de las entrevistas en 2009. Hacia 2007 la ZMVM comprendía el territorio del entonces Distrito Federal, 59 municipios conurbados del Estado de México y uno del estado de Hidalgo (Pradilla, 2016). Es importante seña lar que en 2016 el Distrito Federal devino una entidad autónoma denominada Ciudad de México (Diario Oficial de la Federación, 5/02/2016), cuya Constitución Política de la Ciudad de México fue aprobada en 2017.

2Proyecto “Experiencias, representaciones y memoria de la metrópoli de los adultos mayores: el caso de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México” (Conacyt, CB-2007).

3Para la selección de colonias ubicadas en delegaciones y municipios que se fueron incorporando desde la ciudad central hacia la periferia, se tomó como referencia el estudio sobre la evolución de la zona metropolitana de la Ciudad de México de 1950 a 1990, realizado por Negrete, Graizbord y Ruiz (1995), el cual corresponde al período en que transcurrió la infancia y juventud de las y los entrevistados.

4Estos cálculos fueron realizados por el doctor Salomón González, de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa, en el marco de este proyecto de investigación.

5En las colonias o barrios seleccionados se realizaron recorridos de campo durante los cuales se invitó a participar a las personas mayores que se encontraban en los espacios públicos, o que asistían a los centros comunitarios de la localidad.

6Expresión usada por el arquitecto Mario Pani para describir la zona, en entrevista con Graciela de Garay (2004).

Recibido: 05 de Agosto de 2021; Aprobado: 17 de Junio de 2022

Acerca de la autora

Martha de Alba González es profesora investigadora en el Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Es doctora en Psicología Social por la École des Hautes Études en Sciences Sociales, en París, Francia, donde también cursó la maestría en la misma disciplina. Obtuvo su Diploma de Estudios Superiores Especializados en Psicología Ambiental en la Universidad René Descartes (París V). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Sus temas de interés giran en torno a las representaciones sociales, memoria colectiva y experiencias de vida en los espacios urbanos. Sus investigaciones más recientes abordan los temas del envejecimiento en contextos urbanos y las memorias en controversia en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Es cofundadora de la Red Nacional de Investigadores en Representaciones Sociales en México. ORCID: https://orcid.org/0000-00 02-1247-9122

Ente sus publicaciones se encuentran:

de Alba, M., Dargentas, M. y Fraïssé, C. (coords.) (2022). Représentations sociales et espaces de vie. Rennes: Presses Universitaires de Rennes. de Alba, M., Herrera, L. y Loubier, J. C. (2020). Social representations of Mexico City Historic Center: Heritage and controversial memories. Papers on Social Representations, 29(1), 7.1-7.25. http://psr.iscte-iul.pt/index.php/PSR/index

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Nota de la autora: Este trabajo presenta resultados del proyecto “Experiencias, representaciones y memoria de la metrópoli de los adultos mayores: el caso de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México” (Conacyt CB-2007). La autora de este texto agradece a las y los revisores sus sugerencias para mejorar su versión original.

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