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Estudios demográficos y urbanos

versión On-line ISSN 2448-6515versión impresa ISSN 0186-7210

Estud. demogr. urbanos vol.39 no.2 Ciudad de México may./ago. 2024  Epub 06-Sep-2024

https://doi.org/10.24201/edu.v39i2.2238 

Artículos

La actividad sexual reciente de las mujeres en México entre 1987 y 2018. Un análisis a partir de encuestas demográficas

Recent sexual activity among women in Mexico between 1987 and 2018. An analysis of demographic surveys

1Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, México Ciudad de México, México cgayet@flacso.edu.mx

2El Colegio de México, A.C. Ciudad de México iszasz@colmex.mx


Resumen.

El objetivo del presente artículo es analizar la actividad sexual reciente (en el mes previo a la entrevista) reportada por las mujeres adultas mexicanas y sus variaciones de acuerdo con la edad, la escolaridad, el tamaño de la localidad de residencia, la situación de unión, la intención de tener un hijo y si tiene hijos pequeños, comparando dos encuestas en el tiempo (Enfes 1987 y Enadid 2018). Con las mujeres unidas en 2018, se estudia la relación entre la actividad sexual y la antigüedad de la unión, el tipo de unión (matrimonio y unión libre) y el orden de la unión. Como resultados destacan mayor reporte de relaciones sexuales en 2018 que en 1987, en especial entre las mujeres solteras y las de mayor edad. A mayor escolaridad declaran en mayor proporción haber tenido relaciones sexuales. La intención de tener un hijo aumenta la posibilidad de tener relaciones sexuales, y estar embarazada o tener hijos pequeños, la disminuye. La edad y la duración de la unión disminuyeron la actividad sexual reciente sólo en las mujeres mayores de 45 años.

Palabras clave: actividad sexual; mujeres; adultez; México

Abstract.

The article aims to examine the sexual activity of adult women in Mexico (during the previous month before the interview), investigating the variations based on age, education, locality size, union status, intention to have a child, and whether the women have young children, comparing two surveys over time (Enfes 1987 and Enadid 2018). Women in 2018 who were in a union were studied to determine the relationship between sexual activity and the age, type (marriage versus consensual union), and order of union. Compared to 1987, the results show higher rates of reporting sexual intercourse in 2018, especially among older and single women. The higher the level of schooling, the higher the proportion of women who reported having had sexual intercourse. Intention to have a child increases the odds ratio of having sex, and being pregnant or having young children decreases. Age and length of union decreased recent sexual activity only among women older than 45 years.

Keywords: sexual activity; women; adulthood; Mexico

Introducción

La actividad sexual es un ámbito de la vida socialmente significado y socialmente regulado (Bozon, 2018; Wellings et al., 2006). En el caso de la actividad sexual de las mujeres, se ha documentado ampliamente el papel del género en la construcción de las normas, las creencias, los símbolos, los significados y las prácticas sexuales. El género, como estructura y proceso social, como cultura y como historia, construye las normas y las subjetividades encarnadas en las actividades sexuales de las mujeres mexicanas (Szasz, 2008; 1998). Una serie de cambios ocurridos en las últimas décadas, entre los que destacan los movimientos sociales feministas y de la diversidad sexual y genérica, ha modificado las normas previamente establecidas y ha ampliado la posibilidad de que las personas hablen de sus actividades sexuales (Bajos y Bozon, 2008; Bozon, 2018).

A partir de estas transformaciones, las encuestas demográficas incluyen algunas preguntas sobre la actividad sexual de las mujeres, tales como la presencia de relaciones sexuales en un periodo de referencia anterior a la fecha de levantamiento de las mismas. Se ha dicho que es importante contar con evidencia empírica sobre los comportamientos sexuales a fin de corregir los mitos en la percepción pública sobre éstos, no obstante, su estudio supone retos para la investigación científica (Wellings et al., 2006).

Aunque se trata de preguntas muy limitadas, dirigidas exclusivamente a las mujeres en edades reproductivas, es un avance que resulta útil para los estudios que propician la ampliación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, tales como las investigaciones sobre anticoncepción, sobre estimación de las necesidades no satisfechas de las mujeres en esta materia, así como sobre planeación para la atención a su salud reproductiva y la prevención de infecciones de transmisión sexual. En el ámbito internacional existen investigaciones que muestran que las preguntas sobre la actividad sexual reciente de las mujeres son muy útiles para afinar los indicadores y para estimar niveles de satisfacción de necesidades anticonceptivas en distintos tipos de mujeres (Bell y Bishai, 2017). Sirven también para el diseño de programas de prevención de embarazos involuntarios, que suelen tener efectos negativos para la salud neonatal y durante el embarazo. Además, permiten detectar diferencias entre los comportamientos de las mujeres según su edad, estatus marital y condición social, lo que es útil para conocer grados de autonomía de las mujeres y como insumo para las políticas públicas que toman en cuenta la diversidad.

En efecto, la actividad sexual ha sido considerada un componente fundamental en la medición de indicadores sobre planificación familiar (Ueffing et al., 2020). Se incluye actualmente en los modelos de determinantes próximos para el estudio de la fecundidad dentro del índice de exposición sexual, medida como la actividad sexual reportada en el último mes en el caso de mujeres no unidas (Bongaarts, 2015). Asimismo, el indicador de necesidades insatisfechas de anticoncepción mide la actividad sexual en los 30 días previos a la encuesta entre las mujeres solteras, a fin de saber si son sexualmente activas y si requieren usar métodos anticonceptivos (Bradley et al., 2012). En general, los estudios sobre fecundidad y anticoncepción asumen que las mujeres unidas tienen relaciones sexuales frecuentes (Bongaarts, 2015), aunque esto ha sido cuestionado recientemente (Bell et al., 2022; Bell y Bishai, 2017; Ueffing et al., 2020). Por ejemplo, se ha dicho que una de las formas en que las parejas enfrentan las necesidades no satisfechas de anticoncepción es disminuyendo la actividad sexual coital (Bell y Bishai, 2017).

Si bien la investigación sobre la frecuencia de la actividad sexual tiene una larga tradición en los países occidentales, desde los reportes clásicos de Kinsey (Christopher y Sprecher, 2000; Schröder y Schmiedeberg, 2015), en México el tema ha sido escasamente investigado. El momento del curso de vida más estudiado en relación con la actividad sexual en el país ha sido el inicio sexual, que ocurre generalmente en la adolescencia o en la juventud temprana. En especial, numerosas investigaciones se han centrado en el inicio sexual, el inicio de las uniones, la anticoncepción, la fecundidad y el embarazo de las mujeres menores de 20 años. Sin embargo, no hemos encontrado estudios que se centren en las mujeres adultas y su actividad sexual reciente. Más aún, poco se ha investigado sobre las diferencias en la actividad sexual de las mujeres adultas relacionadas con el estrato o la desigualdad social.

El objetivo del presente artículo es analizar la actividad sexual reciente de las mujeres adultas mexicanas y sus variaciones de acuerdo con una serie de indicadores, comparando las dos encuestas con representatividad nacional más distantes en el tiempo (1987 y 2018) que contienen la información mínima necesaria y que fueron realizadas en dos momentos muy distintos en cuanto a la situación de la mujer, la fecundidad y el uso de métodos anticonceptivos en México. Las preguntas que nos hemos planteado sobre la actividad sexual reciente de las mujeres adultas mexicanas son las siguientes: ¿cuál es la proporción de mujeres de 20 a 49 (o 54) años que afirman haber tenido relaciones sexuales en el mes anterior a las encuestas mencionadas?, ¿esa proporción ha cambiado en el tiempo?, ¿varía según el grupo de edad de las mujeres, el tipo de unión, su antigüedad y el número de uniones?, ¿es diferente entre las unidas, las solteras y las que alguna vez estuvieron unidas?, ¿es mayor la actividad sexual reciente si desean quedar embarazadas?, ¿disminuye entre quienes tienen hijos menores de cinco años?, y dada la gran desigualdad socioeconómica que existe en México, ¿hay diferencias según el nivel de escolaridad o el tipo de localidad en donde residen las mujeres?

Estas interrogantes se han formulado en estudios sobre el mismo tema en otros países y a nivel mundial, por considerarlas útiles para refinar los indicadores sobre uso de anticonceptivos, tipo de anticonceptivos usados y necesidades no satisfechas de anticoncepción. Como mencionamos, es un tema que no se ha estudiado antes en México, que permite analizar diferencias entre distintos grupos de mujeres, y que posibilita identificar modificaciones en los comportamientos declarados a fines de los años ochenta del siglo XX con los referidos en la segunda década del presente siglo, así como identificar las variables que definen posibilidades diferentes.

Cabe destacar que estas encuestas tienen información muy limitada sobre las prácticas sexuales y que no es posible estudiar a través de ellas aspectos como el erotismo, la satisfacción sexual o el placer, o la orientación sexual. La única pregunta que nos permite acercarnos al tema es si la mujer ha tenido relaciones sexuales en el último mes, pero no se indaga sobre sus sentimientos en relación a las relaciones sexuales, que podrían afectar su decisión de tenerlas y, por tanto, influir en su frecuencia. Tampoco se pregunta en estas encuestas sobre los procesos de toma de decisión, sobre el carácter elegido y libre o impuesto de esas relaciones, el tipo de prácticas, la relación con la persona con quien se tuvieron esas relaciones y sus características, entre otros aspectos.

Antecedentes

Desde los años noventa del siglo XX, ante la emergencia de la epidemia del VIH-sida, en los países occidentales de altos ingresos se generalizó el estudio de los comportamientos sexuales de las poblaciones mediante encuestas por muestreo. Aunque inicialmente se hicieron bajo un enfoque de riesgo, fueron mediciones que salieron de la mirada clínica y se desarrollaron por primera vez desde la perspectiva de las ciencias sociales. El estudio social de las prácticas sexuales reconoció el carácter socialmente construido de éstas y la diversidad de las normas que las rigen (Bozon y Leridon, 1993). En años posteriores, en esos países surgieron investigaciones centradas en el bienestar de las prácticas sexuales, la salud reproductiva y la autonomía de las mujeres.

En las últimas décadas se han registrado cambios en las normas que moldean las actividades sexuales de las mujeres y se han diversificado las fuentes que emiten esas normas (Bajos y Bozon, 2008). Los estudios globales coinciden en señalar que la mayor parte de las actividades sexuales de las mujeres ocurren dentro de uniones monogámicas estables y heterosexuales. Sin embargo, registran incrementos en la actividad sexual de las solteras y de las que se encuentran separadas, divorciadas o viudas (Wellings et al., 2006).

Entre las investigaciones a nivel internacional que se refieren directamente al tema que nos ocupa, Ueffing et al. (2020) comparan la actividad sexual reciente (en el mes previo) de las mujeres en 94 países según su estado marital y edad. Su objetivo fue establecer la asociación existente entre la actividad sexual reciente y el uso de anticonceptivos usando las encuestas Demográficas y de Salud (DHS)1 y encuestas de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS).2 Las mujeres reportaron actividad sexual reciente en porcentajes que van del rango de 50 a 90%, siendo siempre mayor entre las unidas. Entre las solteras y las que estuvieron unidas alguna vez, pero no tenían pareja marital o de convivencia en el momento de la encuesta, el rango nunca pasó del 50%, con grandes variaciones entre países y entre regiones del mundo. Casi no encontraron diferencias entre las solteras y las que alguna vez estuvieron unidas, y cuando la hubo, la proporción tendió a ser algo mayor entre estas últimas. La investigación confirma entonces que las mujeres que tienen más actividad sexual reciente son las que están unidas, y señalan como posibles causas de que algunas de ellas no declaren actividades sexuales en el último mes (a pesar de vivir con una pareja conyugal) las migraciones estacionales, otros motivos de separación temporal, normas religiosas, el ser abuelas, o el uso de abstinencia terminal para no embarazarse después de cierta edad (Ueffing et al., 2020). En los países de América Latina y el Caribe incluidos en el estudio, no encontraron variaciones según el grupo de edad en las adultas, con excepción de un descenso de la actividad sexual reportada a partir de los 45 años. Las conclusiones más importantes de esa investigación consisten en que sí se evidencian diferencias importantes en las necesidades anticonceptivas según si las mujeres han tenido relaciones sexuales en el mes previo, pues el tipo de métodos que utilizan difiere en cada caso (Ueffing et al., 2020).

Entre los hallazgos de Bell y Bishai (2017) se concluye que, en los muchos países investigados en diversas regiones del mundo, se observa mayor actividad sexual reciente a mayor nivel de escolaridad de las mujeres. Los resultados de su investigación indican que en los 55 países donde se levantaron encuestas DHS entre 2005 y 2015, el 81% de las mujeres unidas de 15 a 49 años declararon haber tenido relaciones sexuales en el mes anterior a las encuestas. En otro estudio realizado en nueve países de África (Bell et al., 2022), confirman que el tipo de métodos usado es diferente cuando las relaciones sexuales son ocasionales, y que medir la actividad sexual reciente no sólo es indispensable para conocer las necesidades no atendidas de anticoncepción, sobre todo en los contextos de bajos recursos, sino para conocer la autonomía reproductiva de las mujeres. Algo interesante que reportan sobre los contextos de bajos ingresos es que, cuando coinciden con alta emigración, disminuye la actividad sexual reciente de las mujeres (Bell et al., 2022).

Una comparación de tres encuestas en Gran Bretaña llevadas a cabo en 1991, 2001 y 2012 encontró una disminución de la actividad sexual reciente de las mujeres con el paso del tiempo, aunque por tratarse de encuestas transversales los autores no pudieron indagar causalidades (Wellings et al., 2019).

Wellings et al. (2006), luego de analizar los comportamientos en 59 países que representaban todas las regiones del mundo, concluyeron que las relaciones sexuales no se han hecho más tempranas, que las uniones maritales son más tardías, y que ha aumentado la sexualidad fuera de las uniones maritales, sobre todo en los países industrializados. Aunque la monogamia es dominante, los hombres tienen más parejas sexuales que las mujeres, sobre todo en los países occidentales. Estos autores plantean que, para promover los derechos sexuales (dignidad, respeto, elección, no violencia), las intervenciones se deben dirigir a los contextos y a los cambios normativos, especialmente a las normas sobre género, en lugar de dirigirse hacia las conductas individuales. Para ellos, los determinantes más importantes del bienestar sexual son las desigualdades de género, la pobreza y desigualdad socioeconómica, las migraciones y movilidades, la inclusión de grupos estigmatizados, la descriminalización del sexo comercial, el castigo a la violencia sexual y la promoción de la elección o no imposición (Wellings et al., 2006).

En la revisión de literatura internacional sobre sexualidad, encontramos un conjunto de estudios que se refieren a la persistencia o disminución de la frecuencia de las relaciones sexuales en parejas según las edades y la duración de la unión. Esos estudios son bastante coincidentes en señalar que la frecuencia se mantiene independientemente de la duración de las uniones maritales, con excepción de un descenso en el primer año de matrimonio -al que denominan “hipótesis de la luna de miel”, que se refiere a una reducción en la frecuencia del coito durante el primer año de la unión debida a la desaparición de la novedad y a una estabilización posterior a niveles más bajos que al inicio de la unión- y a descensos en las edades muy mayores (Call et al., 1995; Karraker y DeLamater, 2013). En otros estudios, la duración de la unión ha sido mencionada como un factor que influye en la disminución de la actividad sexual, y llaman “hipótesis de la habitualidad” a la disminución del interés en el sexo que resulta de la mayor accesibilidad de una pareja sexual y de la previsibilidad del comportamiento sexual con esa pareja a lo largo del tiempo (Call et al., 1995; Mark et al., 2020). Se ha enfatizado que algunas veces es difícil separar el efecto de la antigüedad de la unión del efecto de la edad, por la alta correlación entre ambos aspectos (Christopher y Sprecher, 2000).

Otras investigaciones apuntan a que la frecuencia de las relaciones sexuales es mayor entre las mujeres unidas comparadas con las que no lo están (Jones, 2020; Lodge, 2015; Lodge y Umbersone, 2012; Schröder y Schmiedelberg, 2015). Y entre los tipos de unión, algunas investigaciones muestran mayor actividad sexual entre las mujeres que cohabitan comparadas con las casadas (Call et al., 1995; Lodge, 2015).

Las investigaciones sobre comportamientos sexuales de las mujeres en América Latina han señalado la extendida prevalencia de un patrón de estrecha conexión entre uniones maritales tempranas con el inicio sexual simultáneo de las mujeres, y con el inicio subsecuente de la fecundidad. La disparidad con las prácticas sexuales de los varones indicaba una importante presencia de un doble estándar de moral sexual, que tradicionalmente establecía distintas reglas para hombres y mujeres, además de una gran diferencia en las historias de sexualidad y de vida conyugal de las mujeres según su lugar en la escala social (Bozon et al., 2009). Sin que se haya modificado totalmente ese patrón, pocos años después se detectaron algunos cambios en los comportamientos sexuales de las mujeres más jóvenes y con mayor escolaridad, consistentes en relaciones sexuales sin unión marital y sin hijos, y uso de anticonceptivos previos al primer embarazo (Gayet et al., 2013).

En México, desde la última década del siglo XX las encuestas demográficas han preguntado a las mujeres sobre la edad que tenían cuando tuvieron su primera relación sexual y si tuvieron relaciones sexuales en el mes anterior a una encuesta. Sin embargo, no se siguió la tendencia de las encuestas de los países de altos ingresos respecto a indagar sobre los aspectos positivos y el bienestar en las actividades sexuales. A fines de los años noventa del siglo XX se levantó una encuesta que indagó extensivamente sobre las prácticas sexuales de hombres y mujeres mexicanas que eran derechohabientes de la principal institución de salud pública. Si bien incluyó a la mayoría de la población adulta del país y es representativa a nivel nacional, dejó fuera a los no derechohabientes, una proporción significativa de la población. Esa encuesta permitió confirmar los grandes rasgos del sistema de género que se observaban para el conjunto de América Latina, consistentes en normas diferentes para los hombres y restrictivas para las mujeres, que eran aún más limitantes para las pertenecientes a los sectores de bajos ingresos. Además, en los estratos bajos prevalecían riesgos propios de las prácticas sin protección, y violencia y coerción en las prácticas maritales (Szasz, 2008).

Otro estudio comparó los cambios en el tiempo entre una encuesta de 1987 y otra de 2009, encontrando una clara disociación entre el inicio de las relaciones sexuales y la primera unión marital en la mayoría de las mujeres al finalizar la primera década del siglo XXI. El comportamiento normativo se caracterizó por tener primero relaciones sexuales, y en años posteriores, la primera unión marital, encontrando además que la polarización de las diferencias entre las de menor escolaridad y las que tienen estudios terciarios (o se ubican en el cuartil de estudios más altos) tiende a ser cada vez mayor (Gayet y Szasz, 2014).

Otras dimensiones de género también muestran avances en la autonomía de las mujeres, tales como la creciente participación de ellas en los mercados de trabajo y aumentos en su escolaridad, y han sido relacionadas con las prácticas sexuales (Gayet y Juárez, 2020; Szasz, 1997). Sin embargo, esas investigaciones muestran que existían y persisten las diferencias entre los distintos grupos sociales. Aunque en los sectores de ingresos altos y medio-altos son más importantes las libertades, los deseos individuales y la capacidad de decisión, en la sociedad en general predominan sentimientos de conexión con la familia de origen y con la familia extensa, así como la importancia otorgada a las amistades y a las comunidades de pertenencia (Esteinou, 2010; Hietanen y Pick, 2015; Rabell y D’Aubeterre, 2009; Rodríguez, 2022).

Nuestro interés es analizar, en primer lugar, la presencia de actividad sexual reciente en las mujeres mexicanas de acuerdo con distintas características, comparando dos encuestas distantes en el tiempo; y, en segundo lugar, si la actividad sexual reciente se diferencia de acuerdo con la antigüedad de la unión, el tipo de unión, o si la mujer se encuentra en la primera unión o en una posterior.

Métodos

Para el logro de los objetivos planteados se utilizan las dos encuestas con representatividad nacional más distantes en el tiempo publicadas hasta el momento de elaboración de esta investigación, que contienen la pregunta sobre cuándo tuvo la mujer la última relación sexual. En la primera parte se utiliza la información de la Encuesta Nacional sobre Fecundidad y Salud de 1987 (Enfes) (Secretaría de Salud, 1989), y de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica de 2018 (Enadid) (INEGI, 2018). Se seleccionaron las mujeres de 20 a 49 años, lo que permite la comparabilidad entre ambas encuestas. En la segunda parte, para profundizar en las diferencias entre las mujeres unidas, se utiliza la Enadid 2018, con información de mujeres de 20 a 54 años. Ambas encuestas tuvieron un diseño muestral estratificado y polietápico partiendo del marco muestral elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y se realizaron en hogares. Asimismo, los microdatos de ambas y los documentos metodológicos y de resultados son de acceso público en los sitios de internet que se detallan en las referencias.

La Enfes de 1987 se realizó como parte del Programa Internacional de Encuestas de Demografía y Salud (DHS), y buscó analizar el comportamiento reproductivo de la población mexicana dentro de un marco de referencia demográfico y de salud. Sus principales objetivos fueron estimar los niveles y las tendencias de la fecundidad, así como de algunas variables explicativas intermedias; actualizar el análisis y la medición de la frecuencia de uso de métodos anticonceptivos y de las variables que describen sus características, patrones y tendencias; así como establecer y estudiar algunas interrelaciones entre la práctica anticonceptiva y la salud materno-infantil. La población bajo estudio la constituyeron todos los hogares que se encontraban en viviendas no institucionales, es decir, no se incluyeron las viviendas colectivas como cárceles, conventos, hoteles, casas de huéspedes, instalaciones militares, etc. También se excluyeron a los grupos familiares o de personas que hacían vida nómada y que no podían asociarse con una vivienda particular, así como los municipios en los que el 90% o más de la población no hablaba español. La segunda población que fue objeto de estudio estuvo constituida por todas las mujeres en edad fértil (15 a 49 años de edad) que residían habitualmente en el hogar y que no estuvieran temporalmente ausentes, y las mujeres que se encontraban en el mismo de manera temporal, aunque no residieran habitualmente en él.

Con respecto a la cobertura de la encuesta, además del ámbito nacional, en el diseño de la Enfes 1987 se conformaron nueve regiones geográficas de entidades federativas contiguas y completas para las cuales es posible realizar estimaciones. Adicionalmente, es posible generar información para las tres áreas metropolitanas más grandes del país y, a nivel nacional, para la población residente en localidades de menos de 2 500 habitantes, de entre 2 500 y 20 000, y de más de 20 000.

Además de la pregunta de interés que utilizamos, la encuesta indagó sobre el número de relaciones sexuales que se tuvo en el último mes. No se utilizó esta información por falta de comparabilidad con la Enadid 2018. Esta encuesta no averiguó las características de etnia o adscripción racial de los miembros del hogar, ni realizó preguntas sobre la orientación sexual de las mujeres entrevistadas ni sobre las características de su pareja, como la edad o el sexo.

Para poner en contexto la realización de la Enfes 1987, es útil recordar que hacía relativamente poco tiempo que se había institucionalizado el programa de planificación familiar que ponía al alcance de las mujeres los métodos anticonceptivos a través del Plan Nacional que se aprobó en 1977 y que tuvo una segunda etapa de profundización entre 1983 y 1988 (Secretaría de Salud, 1989). La tasa global de fecundidad en ese momento era de 3.8 hijos por mujer, y el porcentaje de usuarias de métodos anticonceptivos en general era de 33.9%, y entre las mujeres unidas, de 52.7% (Secretaría de Salud, 1989).

La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2018 tuvo como principales objetivos proporcionar información estadística relacionada con el nivel y comportamiento de los componentes de la dinámica demográfica: fecundidad, mortalidad y migración (interna e internacional), así como preferencias reproductivas, actividad sexual, uso de métodos anticonceptivos, nupcialidad y salud materno-infantil, y otros temas referidos a la población, los hogares y las viviendas.

La cobertura geográfica de la encuesta fue nacional para todas las poblaciones de estudio, y por entidad federativa para todas las características de las personas. El esquema de muestreo fue probabilístico, bietápico y conglomerado estratificado, siendo la unidad de muestreo la vivienda.

Esta encuesta incluye preguntas sobre autoadscripción indígena y afrodescendencia, pero no se utilizó esta información porque no se podía comparar con la encuesta de 1987. La encuesta no incluyó preguntas sobre el número de relaciones sexuales en el último mes, ni sobre la orientación sexual de las mujeres entrevistadas, ni tampoco sobre las características de su pareja, como la edad o el sexo.

Hacia el momento de levantamiento de la encuesta de 2018, la tasa global de fecundidad había descendido a 2.07 hijos por mujer, y el 53.4% de las mujeres usaba algún método anticonceptivo, siendo la proporción entre las mujeres unidas de 73.1% (INEGI, 2018).

Tamaño de muestra y construcción de variables con la Enfes 1987

En la Enfes 1987, del total de mujeres de 20 a 49 años (7 037), 14.8% nunca había tenido relaciones sexuales (1 045). De las que habían tenido relaciones alguna vez, 1.5% no respondió si tuvo relaciones sexuales en el último mes. La muestra resultante para los análisis es de 5 833 mujeres representativas de la población nacional, quienes alguna vez tuvieron alguna relación sexual y respondieron la pregunta sobre si la habían tenido en el último mes.

La variable actividad sexual reciente se construyó partir de la pregunta 5.13, ¿Ha tenido relaciones sexuales en el último mes?, con las respuestas: 0) no, 1) sí.

La variable situación de unión agrupó las respuestas de la pregunta 5.01 de la siguiente manera: unida, con las respuestas: 1) que viven en unión libre, y 2) están casadas); exunida, con las respuestas: 3) viuda, 4) divorciada, 5) separada; nunca unida, con las respuesta: 6) soltera. Cabe destacar que la pregunta 5.02 revisa si alguna vez la mujer ha estado unida para modificar la respuesta de la pregunta anterior en caso de que hubiera respondido soltera, a fin de que en esa categoría sólo queden las nunca unidas.

La variable intención de tener un hijo se construyó a partir de las preguntas: 2.27. ¿Le gustaría tener otro (un) hijo o preferiría no tener ningún otro (ninguno)?; 2.28. ¿En este momento desea usted embarazarse?; 2.29. ¿Cuánto tiempo le gustaría esperar para embarazarse?; 4.41. ¿Está embarazada? Se consignaron cuatro categorías: 1) quiere tener un hijo en un año o antes, 2) no quiere o no puede, 3) quiere dentro de más de un año, 4) está embarazada.

La variable hijos menores de cinco años en el hogar ya se encuentra construida en la base de datos de la encuesta en el sitio de la DHS (v137). Consigna el número de hijos menores de cinco años y se conjuntaron en dos categorías: 1) no tiene hijos menores en el hogar, 2) sí tiene hijos menores en el hogar.

La variable nivel educativo considera las respuestas a la variable V106 de la base de datos del sitio de la DHS de la encuesta, y se agrupó en tres categorías: 1) primaria o menos, 2) secundaria, 3) preparatoria, universidad y más.

La variable tamaño de localidad viene dada en la base de datos de la encuesta (tam_ loc). Se consideraron cuatro categorías: mayor (metropolitanas), mediana (localidad de 20 000 y más habitantes), pequeña (localidad de 2 500 a 19 999 habitantes), rural (localidad menor de 2 500 habitantes).

Tamaño de muestra y construcción de variables con la Enadid 2018

En la Enadid 2018, del total de mujeres entre 20 y 54 años de edad (92 037), el 7.3% no había tenido relaciones sexuales (6 694). De las 85 344 mujeres que habían tenido relaciones sexuales alguna vez en la vida, el 4.9% no respondió la pregunta sobre la fecha de la última relación sexual. La muestra final para el presente estudio es de 81 123 mujeres de 20 a 54 años, representativas de la población nacional.

La variable actividad sexual reciente se construyó partir de la pregunta 8.41. ¿Cuándo fue la última vez que usted tuvo relaciones sexuales? Se agruparon las respuestas en: 1) hace 30 días o menos; 2) hace más de 30 días.

La variable situación de unión se hizo conjuntando las categorías de la variable p10.1. Se consideraron unidas a quienes respondieron: 1) vive con su pareja en unión libre, y 7) está casada. Se consideraron exunidas a quienes respondieron: 2) está separada de una unión libre, 3) está separada de un matrimonio, 4) está divorciada, 5) está viuda de una unión libre, y 6) es viuda de un matrimonio. Las nunca unidas son las que respondieron: 8) está soltera.

La variable intención de tener un hijo se construyó a partir de las preguntas p.7.1, p7.7, p7.8, p.7.11 y p7.12. La número p7.1 indica si está actualmente embarazada, las p7.7 y p7.11 indagan por la intención de tener un(otro) hijo, y las p7.8 y p7.12 preguntan dentro de cuánto tiempo desean tener un(otro) hijo. Se consideró a las mujeres que respondieron un año o menos como con intención de tener un hijo en el futuro cercano. Las categorías de la variable son: 1) quiere tener un hijo en un año o antes, 2) no quiere tener un hijo o no puede tenerlo, 3) quiere tener un hijo en más de un año, 4) está embarazada.

En la variable hijos menores de cinco años en el hogar se usaron las variables p5.11 y p5.13 de la base de Fecundidad e historia de embarazos. Esas variables preguntan a la mujer si el hijo/a vive con ella (p5.11) y la edad del hijo (p5.13). Se construyó una variable dicotómica para cada mujer: 1) no tiene hijos menores de cinco años que vivan en el hogar, y 2) tiene hijos menores de cinco años que viven en el hogar.

Para el nivel educativo, en el primer modelo de regresión logística que compara con la encuesta Enfes se consideró la variable NIV (¿Cuál es el último año o grado que aprobó [nombre] en la escuela? [nivel]) y se agrupó en tres categorías: 1) primaria o menos, 2) secundaria, 3) preparatoria, universidad y más. Para el modelo que considera a las mujeres unidas, que sólo se estima con la Enadid 2018, se consideran cuatro categorías: 1) primaria o menos, 2) secundaria, 3) preparatoria, normal básica o estudios técnicos, 4) licenciatura y más.

La variable antigüedad de la unión consideró a las mujeres actualmente unidas, en su última unión si es que tuvo más de una, tomando en cuenta la fecha de levantamiento de la encuesta y el mes y año de inicio de la unión (en el caso de los matrimonios con convivencia previa, se consideró el mes y año de inicio de la convivencia).

La variable tamaño de localidad viene dada en la base de datos de la encuesta (tam_loc). Se consideraron cuatro categorías: mayor (localidad de 100 000 y más habitantes), mediana (localidad de 15 000 a 99 999 habitantes), pequeña (localidad de 2 500 a 14 999 habitantes), rural (localidad menor de 2 500 habitantes).

Procesamiento estadístico

En el Cuadro 1 se describen las variables para cada encuesta. Se realizaron pruebas de independencia estadística (chi cuadrada), así como tres modelos de regresión logística: los dos primeros para estudiar las características relacionadas con haber tenido relaciones sexuales en los 30 días previos a la entrevista, el primero con la información de la Enfes 1987 y el segundo con la información de la Enadid 2018. El tercer modelo se estima para las mujeres unidas con información de la Enadid 2018, para estudiar la relación entre la actividad sexual reciente con la antigüedad de la unión, el tipo de unión, y si ha tenido más de una unión. Se revisó la no existencia de correlación entre las variables independientes y se realizaron pruebas posestimación de ajuste de los modelos. Todos los datos fueron ponderados declarando el diseño de muestra. Las estimaciones se realizaron en Stata/MP 17.0.

Cuadro 1 Actividad sexual en el último mes de las mujeres que han tenido alguna relación sexual en su vida, según características sociodemográficas. México, Enfes 1987 y Enadid 2018 

Tuvo relaciones sexuales en el último mes
Enfes 1987 Enadid 2018
Total (n) No (%) Sí (%) Chi cuadrada Total (n) No (%) Sí Chi (%) cuadrada
Total 5 833 41.6 58.4 71 748 25.8 74.2
Grupo de edad P=0.0000 P=0.0000
20-24 años 1 005 42.2 57.9 10 600 30.6 69.4
25-29 años 1 348 39.0 61.0 12 556 25.5 74.5
30-34 años 1 183 37.2 62.8 12 151 21.3 78.7
35-39 años 927 41.1 58.9 12 269 22.2 77.8
40-44 años 769 41.5 58.5 12 485 24.8 75.2
45-49 años 602 55.9 44.1 11 686 31.3 68.7
Situación unión P=0.0000 P= 0.0000
Unida 5 087 34.6 65.4 51 419 10.5 89.5
Exunida 557 91.7 8.4 8 989 71.8 28.2
Nunca unida 189 81.0 19.0 11 340 58.6 41.4
Intención de tener un hijo P=0.0000 P= 0.0000
Quiere en un año o antes 523 27.6 72.4 5 248 14.9 85.1
No quiere o no puede 3 908 43.9 56.1 51 653 25.6 74.4
Quiere dentro de más de un año 909 35.2 64.8 12 689 29.9 70.2
Está embarazada 493 49.7 50.3 2 158 33.9 66.1
Hijos menores de 5 años en el hogar P=0.3539 P=0.0000
No 2 018 42.7 57.4 50 815 28.1 71.9
3 815 41.0 59.0 20 933 20.3 79.7
Nivel escolar P=0.0000 P= 0.0000
Primaria o menos 4 209 44.5 55.5 13 021 27.5 72.5
Secundaria 1 350 34.9 65.2 23 966 23.8 76.2
Preparatoria, universidad y más 273 30.2 69.8 34 759 26.6 73.5
Tamaño de localidad P=0.0165 P = 0.3383
Mayor 1 738 40.4 59.6 35 242 26.1 73.9
Mediana 1 602 37.3 62.7 10 840 25.9 74.2
Pequeña 872 45.7 54.3 10 244 25.9 74.1
Rural 1 620 44.8 55.2 15 422 25.0 75.0

Fuente: Cálculos propios con base en Enfes 1987 y Enadid 2018.

Resultados

El Cuadro 1 presenta la distribución de las variables de acuerdo a si las mujeres tuvieron relaciones sexuales en el último mes, entre aquellas que habían tenido relaciones sexuales alguna vez en su vida. En las dos encuestas, la edad, la situación de unión, el nivel escolar y la intención de tener un hijo resultaron estadísticamente significativas con relación a haber tenido relaciones sexuales en el último mes. En la Enadid 2018 la presencia de hijos menores de cinco años en el hogar también resultó asociada, no así en la Enfes 1987.

En ambas encuestas, las más jóvenes y las de mayor edad presentan proporciones menores de mujeres con actividad sexual en el último mes, y la mayor proporción de actividad sexual se observa en el grupo 30 a 34 años (Gráfica 1). Destaca que, en todos los grupos de edad, es mayor la actividad sexual reciente en la encuesta de 2018.

Fuente: Cálculos propios con base en Enfes 1987 y Enadid 2018.

Gráfica 1 Mujeres de 20 a 49 años que han tenido relaciones sexuales en el último mes por grupos de edad, de las mujeres que han tenido alguna relación sexual en la vida. México, Enfes 1987 y Enadid 2018 (%) 

Como era de esperarse, en ambas encuestas la mayor actividad sexual se muestra entre las mujeres unidas, y la menor actividad en las exunidas. Sin embargo, las proporciones son muy diferentes en los dos años. En la encuesta de 2018 se observan proporciones mucho mayores de actividad sexual reciente en las exunidas y en las solteras que en la encuesta de 1987. Aquellas mujeres que quieren tener un hijo pronto (un año o antes) tienen mayor proporción de actividad sexual reciente que quienes quieren retrasarlo, no quieren o no pueden tener, o están embarazadas. En ambas encuestas, las que presentan menos actividad sexual reciente son las que se encuentran embarazadas. En cuanto al nivel escolar, en la relación bivariada las tendencias son diferentes en ambas encuestas: en la Enfes 1987 se registra una relación lineal, a mayor escolaridad se observa mayor actividad sexual; en la Enadid 2018 la tendencia no es lineal, ya que quienes presentan mayor proporción de actividad sexual reciente son las de nivel secundaria.

El Cuadro 2 presenta los modelos logísticos estimados para cada encuesta a fin de estudiar los factores asociados a haber tenido relaciones sexuales en el último mes. Una vez controladas por las otras variables, se observan algunas relaciones distintas que en las asociaciones bivariadas. En cuanto a la edad, en la Enfes 1987 se mantiene una mayor actividad sexual en el grupo de mujeres de 30 a 34 años y una menor actividad en el de 45 a 49 años, comparadas con las de 20 a 24 años. En la Enadid 2018 la relación varía: entre los 20 y los 34 años no parece haber diferencias de actividad sexual, y es a partir de los 35 años donde hay un descenso sistemático, siendo el grupo de mayor edad el que presenta menor actividad sexual reciente.

Cuadro 2 Modelos logísticos de haber tenido relaciones sexuales en el último mes. Mujeres de 20 a 49 años que han tenido relaciones sexuales alguna vez en su vida. México, Enfes 1987 y Enadid 2018 

Tuvo relaciones Enfes 1987 Enadid 2018
sexuales en el último mes Odds ratio P>t Odds ratio P>t
Grupo de edad
20-24 Ref. Ref.
25-29 1.28 0.061 0.97 0.516
30-34 1.41 0.020 0.97 0.562
35-39 1.27 0.162 0.88 0.035
40-44 1.28 0.204 0.72 0.000
45-49 0.68 0.048 0.45 0.000
Situación de unión
Unida Ref. Ref.
Exunida 0.04 0.000 0.04 0.000
Nunca unida 0.06 0.000 0.05 0.000
Intención de tener un hijo
Quiere tener un hijo en un año o antes Ref. Ref.
No quiere o no puede 0.47 0.000 0.60 0.000
Quiere dentro de más de un año 0.69 0.092 0.68 0.000
Está embarazada 0.27 0.000 0.15 0.000
Hijos menores de 5 años en el hogar
No Ref. Ref.
0.78 0.007 0.75 0.000
Nivel escolar
Primaria o menos Ref. Ref.
Secundaria 1.68 0.000 1.33 0.000
Preparatoria, universidad y más 2.32 0.000 1.58 0.000
Tamaño de localidad
Mayor Ref. Ref.
Mediana 1.26 0.100 0.84 0.000
Pequeña 0.87 0.368 0.73 0.000
Rural 0.84 0.256 0.62 0.000

Fuente: Cálculos propios con base en Enfes 1987 y Enadid 2018.

En cuanto a la situación de unión, se verifica la relación ya observada. Las exunidas son quienes tienen menores razones de momios de haber tenido relaciones sexuales en el último mes, seguidas por las solteras, comparadas con las actualmente unidas. La variable intención de tener un hijo también confirma las relaciones bivariadas. Comparadas con las que desean tener un hijo pronto, las embarazadas son quienes presentan las menores razones de momios, seguidas por las que no quieren o no pueden tener un hijo, en ambas encuestas. La presencia de hijos menores de cinco años en el hogar disminuye la posibilidad de haber tenido relaciones sexuales en el último mes en ambas encuestas. Con respecto a la escolaridad, ceteris paribus, se presenta una relación ascendente en ambas encuestas. A mayor escolaridad es mayor la posibilidad de haber tenido relaciones sexuales en el último mes. Las diferencias entre los distintos niveles de escolaridad son mayores en la Enfes 1987, posiblemente por el efecto de selección de quienes contaban con alta escolaridad en ese momento. El tamaño de localidad sólo es significativo en la Enadid 2018, y cuanto menor es el tamaño de localidad, menor es la posibilidad de que las mujeres hayan tenido relaciones sexuales en el último mes.

Actividad sexual reciente entre las mujeres unidas

La literatura presenta distintos argumentos para estudiar la actividad sexual reciente de las mujeres unidas. Por una parte, se ha investigado el tema del impacto de la antigüedad de la unión. Como se mencionó en los antecedentes, hay autores que sostienen que disminuye la actividad sexual cuanto más antigua es la unión, bajo lo que se ha denominado “hipótesis de la habitualidad”. Se ha señalado que es complicado diferenciar el efecto de la edad respecto del de la antigüedad de la unión (Brewis y Meyer, 2005).

Para explorar esto, tratando de separar los efectos, fijamos el grupo de edad y observamos la proporción de mujeres que declararon haber tenido relaciones sexuales en el último mes por antigüedad de la unión (que incluye la duración de la convivencia en unión libre previa al matrimonio, en los casos en que sucediera). Esto sólo fue posible hacerlo con la Enadid 2018, que registra la fecha de inicio de la unión actual. Dado que no se puede comparar con la Enfes 1987, agregamos el grupo de edad 50 a 54 años que fue entrevistado en 2018 y no en 1987. Del total de casos de mujeres unidas (61 082), el 5.9% no contaba con información completa de la fecha de la unión.

Los resultados de este ejercicio pueden apreciarse en el Cuadro 3, que presenta las proporciones de las mujeres que han tenido relaciones sexuales en el último mes, el número de casos de mujeres unidas en cada categoría y las chi-cuadradas correspondientes. No se presentan las antigüedades más altas de cada grupo de edad por el bajo número de casos. Se observa que hasta los 35 años de edad no hay diferencias en la actividad sexual reciente según la antigüedad de la unión. A partir de los 35 años, la tendencia no es lineal entre las duraciones dentro de cada grupo de edad, pero en todos los grupos disminuye en la categoría de antigüedad más alta.

Cuadro 3 Proporción de mujeres unidas que tuvo relaciones sexuales en el último mes por grupo de edad y antigüedad de la unión. México, ENADID 2018 

Grupo de edad
Antigüedad 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54
unión (años) % n % n % n % n % n % n % n
Menos de 5 87.0 4 328 89.3 3 240 91.7 1 994 91.1 1 127 92.3 676 87.0 436 79.1 245
5-9 87.5 1 741 89.9 3 633 91.2 2 575 91.0 1 456 86.2 681 88.8 416 77.0 219
10-14 89.9 1 591 93.1 3 148 92.7 2 123 92.2 1 158 87.7 557 75.4 256
15-19 91.6 1 511 92.7 3 242 92.9 2 314 87.1 1 064 70.7 364
20-24 89.0 1 314 92.1 3 120 85.7 2 026 78.9 780
25-29 88.0 1 350 84.6 2 774 76.9 1 535
30-34 78.7 1 191 74.1 2 252
35-39 68.0 1 048
Chi cuadrada P = 0.7599 P = 0.8343 P = 0.1814 P = 0.0148 P = 0.0000 P = 0.00001 P = 0.0012

Fuente: Cálculos propios con base en Enadid 2018.

Además, nos interesaba saber si estar en la primera unión o en una unión subsecuente modificaba la actividad sexual reciente. De las mujeres que estaban unidas al momento de la encuesta, 13% dijo haber tenido más de una unión. La proporción de mujeres que declaró haber tenido relaciones sexuales en el último mes entre las que tuvieron más de una unión fue 87.5%, y entre las que estaban en su primera unión fue de 87.7% (P= 0.8214), por lo que no encontramos diferencias por el orden de unión. Asimismo, exploramos la relación por tipo de unión actual, sea unión libre o matrimonio formalizado. El 36% de las mujeres dijo encontrarse en unión libre (n=22 132) y el 64% complementario dijo estar en matrimonio (n=39 614). De ellas, el 95% respondió la pregunta sobre si ha tenido relaciones sexuales en el último mes. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la relación bivariada entre tipo de unión y si tuvo relaciones sexuales en el último mes (P=0.5703).

A fin de examinar estas variables entre las mujeres unidas controlando unas con otras, estimamos un modelo logístico sobre haber tenido relaciones sexuales en el último mes según la edad (agrupada), el tipo de unión (libre o matrimonio), la antigüedad de la unión y si la unión actual era la primera o la mujer tuvo más de una unión. Se incluyen variables de control como el nivel escolar y la intención de tener un hijo. Por la pérdida de casos en las distintas variables, el modelo se estima para 55 032 mujeres unidas al momento de la encuesta. Los resultados pueden observarse en el Cuadro 4.

Cuadro 4 Modelo de regresión logística de haber tenido relaciones sexuales en el último mes. Mujeres unidas de 20 a 54 años que han tenido relaciones sexuales alguna vez en su vida. México, Enadid 2018 

Tuvo relaciones Enfes 1987
en el último mes n Odds ratio P>t
Grupo de edad (años)
20-24 5 788 Ref.
25-29 8 175 1.08 0.282
30-34 8 802 1.28 0.004
35-39 8 866 1.18 0.071
40-44 8 900 1.13 0.215
45-49 8 208 0.65 0.000
50-54 6 293 0.38 0.000
Antigüedad de la unión (años)
Menos de 5 años 11 560 Ref.
5 a 9 10 320 0.97 0.680
10 a 14 8 462 1.18 0.029
15 a 19 8 120 1.14 0.114
20 a 24 6 925 1.05 0.546
25 a 29 5 397 0.98 0.811
30 a 34 3 250 0.87 0.186
35 a 39 997 0.74 0.024
Tipo de unión
Unión libre 19 318 Ref.
Matrimonio 35 714 1.09 0.040
Tuvo más uniones
7 036 Ref.
No (la actual es la primera unión) 47 996 0.97 0.650
Intención de tener un hijo
Quiere tenerlo en un año o antes 4 074 Ref.
No quiere o no puede 42 432 0.58 0.000
Quiere dentro de más de un año 6 683 0.52 0.000
Está embarazada 1 843 0.13 0.000
Nivel escolar
Primaria o menos 11 592 Ref.
Secundaria 19 432 1.40 0.000
Preparatoria 12 616 1.68 0.000
Universidad y más 11 393 2.05 0.000

Fuente: Cálculos propios con base en Enadid 2018.

Una vez controladas por las otras variables de interés, la posibilidad de haber tenido relaciones sexuales en el último mes es mayor entre los 30 y los 34 años, en comparación con el grupo de edad más joven (de 20 a 24 años). A partir de los 45 años baja sustantivamente la posibilidad de haber tenido relaciones sexuales. Las que están en matrimonio reportan 9% más posibilidades de haber tenido relaciones sexuales en el período reciente que las que están en unión libre.

Con respecto a la antigüedad de la unión, comparadas con las de menos de cinco años de duración, la tendencia no es clara. En general, una vez que se ha controlado por las otras variables incluida la edad, no hay mayores diferencias, excepto en las de 10 a 14 años de antigüedad, que reportan 18% más, y en las que tienen de 35 a 39 años de antigüedad, que disminuyen 26%. Haber tenido más de una unión o estar en la primera unión no se diferencian en la posibilidad de haber tenido relaciones sexuales recientemente.

Discusión

Este primer estudio sobre actividad sexual reciente de las mujeres adultas en México muestra grandes cambios en el tiempo y de acuerdo con distintas características. Sin distinción, las mujeres reportaron en 2018 mayor actividad sexual en el mes previo que en 1987. Destacan aquellas de 45 a 49 años que reportaron casi 25% más haber tenido relaciones sexuales en el último mes en 2018, comparadas con 1987; así como las solteras, que incrementaron 22%. Esta tendencia va en sentido contrario a lo encontrado en Gran Bretaña, donde se verifica un descenso leve en la actividad sexual reciente. En la comparación entre tres rondas de la encuesta Natsal realizadas en 1991, 2001 y 2012, los autores muestran que el reporte de no haber tenido relaciones sexuales en el último mes fue mayor en 2012 que en las rondas previas (28.5, 23.0 y 29.3% para las mujeres) (Wellings et al., 2019). En la mayoría de los países de América Latina incluidos en el estudio de Ueffing et al. (2020) se encuentran incrementos entre las mujeres solteras desde 1990 en adelante, pero no así entre las mujeres en unión.

Es muy posible que la actividad de los movimientos feministas y de las mujeres en las tres décadas analizadas, incluyendo los avances que representaron las Conferencias Mundiales de El Cairo en 1994 y Beijing en 1995, con el consiguiente cambio de paradigma desde el control de la fecundidad hacia los derechos sexuales y reproductivos, hayan modificado de manera significativa la posibilidad de las mexicanas de hablar sobre su sexualidad, además de otros factores como la educación sexual en las escuelas, el paso de un discurso centrado en lo religioso a uno científico médico sobre la sexualidad y la reproducción, las redes sociales y las imágenes de las mujeres con deseos sexuales en los medios masivos de comunicación (Juárez y Gayet, 2005, 2020; Rojas et al., 2017; Szasz, 1997; Szasz y Lerner, 2010). Los cambios en la separación entre el inicio sexual y la unión, de forma generalizada en la población joven de mujeres en México, hacen que sea aceptado para las solteras responder que han tenido relaciones sexuales (Gayet y Szasz, 2014). También puede ocurrir que las mujeres consideren en la actualidad que las relaciones sexuales conllevan un mayor bienestar, y tengan, en efecto, mayor actividad sexual que sus congéneres en el pasado. Como afirman Wellings et al. (2019, p. 6), “el cambio de normas sobre el sexo puede afectar tanto la frecuencia reportada como la real”.

En general, la literatura refiere un descenso de la actividad sexual con el aumento de la edad (Call et al., 1995; DeLamater et al., 2019; Lodge, 2015), pero los factores no son claros y esta afirmación podría ser válida sólo cuando se considera a la población mayor de 50 años (Schröeder y Schmiedeberg, 2015). Parecería haber poca variación entre las mujeres unidas en edad reproductiva (Bell y Bishai, 2017). Una investigación realizada en Estados Unidos con mujeres heterosexuales entre 25 y 45 años no encontró diferencias en la frecuencia coital por edad (Eisenberg et al., 2010). Las investigaciones que consideran países de América Latina reportan en esta región un comportamiento de U invertida, más marcado entre las no unidas que entre las unidas, donde las mujeres de entre 15 y 19 años y las de mayor edad reportan menor actividad sexual en el último mes que las de edades centrales (Ueffing et al., 2020). Nuestra investigación, que no incluye a las adolescentes, tiene resultados variados. La encuesta de 1987 muestra, una vez que se controla por otros factores, un aumento de actividad sexual en el grupo de edad de 30 a 34 años. Ese resultado es similar al hallado por Brewis y Meyer (2005) para mujeres unidas de otros países de América Latina. En cambio, la encuesta más reciente de 2018 no encuentra diferencias entre los 20 y los 34 años, y a partir de esa edad inicia el descenso. Cuando consideramos sólo a las mujeres unidas, una vez que se controla por antigüedad de la unión y otros factores, el descenso se verifica a partir de los 45 años; esta caída es similar a lo reportado para otros países de América Central (Ueffing et al., 2020).

Pocas investigaciones dan cuenta de las diferencias en la actividad sexual de acuerdo con la posición social de las mujeres; en este análisis nos aproximamos a la desigualdad social a través de su nivel escolar. En nuestros tres modelos, a mayor escolaridad hubo mayor reporte de actividad sexual en el mes previo a la encuesta, y resultó la variable que tuvo las mayores diferencias entre los subgrupos. En Estados Unidos, Jones (2020) estudió a las mujeres unidas (casadas o en cohabitación) y encontró una relación inversa, a mayor escolaridad disminuye la frecuencia sexual. Un estudio previo en dicho país reportó que la escolaridad tiene una relación curvilínea con la frecuencia de las relaciones sexuales. En general, el aumento en la educación tiene un efecto positivo, pero los niveles muy bajos y muy altos de escolaridad tienen un impacto negativo (Call et al., 1995). Otras investigaciones se aproximan a la posición social a partir del tipo de ocupación. Así, para Gran Bretaña, Wellings et al. (2019) no encuentran diferencias en la frecuencia sexual según se encuentren en las categorías ocupacionales alta gerencia administrativa / profesional, intermedia, o rutinaria / manual.

En México, como en otros países de América Latina, las diferencias sociales son marcadas y se expresan en resultados en los distintos componentes demográficos (Castro, 2021). Nuestra investigación confirma las diferencias entre estratos sociales en cuanto a la actividad sexual. Estudios realizadas a fines del siglo XX señalaban las diferencias sociales entre las mujeres con mayor escolaridad o que pertenecían a grupos sociales menos restringidos y las de menores recursos; las primeras tenían intercambios más igualitarios con sus parejas y ambos expresaban erotismo en las relaciones sexuales, en tanto que las segundas, con menos recursos, dependían de lograr y mantener a una pareja satisfaciéndola sexualmente relegando sus deseos y preferencias personales (Szasz, 1998). Si, como la literatura señala, las relaciones sexuales en las parejas adultas producen bienestar (Smith et al., 2011), las mujeres mexicanas de las clases sociales desfavorecidas también encontrarían menor bienestar en el ámbito de su sexualidad.

En las investigaciones donde se incluyen mujeres solteras, en unión (casadas o convivientes) y exunidas, hay consenso en afirmar que quienes más reportan actividad sexual reciente son las mujeres unidas, al igual que lo que encontramos en nuestro estudio. Una investigación en Estados Unidos con mujeres de 20 a 45 años encontró que estar casada incrementaba la frecuencia coital (Eisenberg et al., 2010). La investigación multipaís de Ueffing et al. (2020) evidenció que, para América Latina y el Caribe, las proporciones de mujeres unidas que reportan haber tenido relaciones sexuales en el mes previo a la encuesta van de 93.5% en Cuba, a 72.2% en Haití. Nuestra estimación con la Enadid 2018 es de 89.5%, dentro del rango de la región. Entre las mujeres no unidas, nuestra investigación con la encuesta más reciente encontró, tanto en el análisis descriptivo como en los modelos estadísticos donde se controla por la edad, que las nunca unidas reportaron más actividad sexual reciente que las exunidas (separadas, divorciadas o viudas). La investigación de Ueffing et al. (2020) reporta que, en general, no hay mayores diferencias y en América Latina es levemente superior el nivel de las exunidas, si bien señalan la limitación de que no controlan por edad, que puede ser un factor importante.

Otro aspecto que se ha indagado es si hay diferencias entre las mujeres que se encuentran en matrimonio o en unión libre. En Estados Unidos, Jones (2020) encontró que las que cohabitan tienen mayor frecuencia sexual que las casadas cuando la duración de la unión es corta, y se ha interpretado como una indicación de que las parejas que cohabitan deben trabajar más duro para sostener la relación y compensar la falta de compromiso. Sin embargo, cuando se incorpora la duración de la unión, las mujeres que cohabitan tienen una tasa de descenso mucho mayor que las casadas. En nuestras estimaciones, las casadas tienen una muy leve mayor posibilidad que las que están en unión libre de haber tenido relaciones sexuales recientemente, una vez que se controla por la duración de la unión. Esta mínima diferencia entre los tipos de unión podría deberse a que en México, como en otros países de América Latina, la unión libre tiene un componente histórico, particularmente en las poblaciones indígenas y en los grupos sociales más desfavorecidos, que es estable y no significa menor compromiso, y otro componente moderno, centrado en las poblaciones altamente escolarizadas de las grandes ciudades, más parecido al tipo de unión de convivencia de los países occidentales de altos ingresos (Esteve et al., 2016; Quilodrán, 2011).

Una de las dimensiones ampliamente estudiadas, especialmente desde los estudios de la familia, es la frecuencia sexual por la duración de la unión, aunque en general se acepta la dificultad de separarla del efecto de la edad. De forma similar a nuestro estudio, Call et al. (1995) encontraron que, pasado el efecto de luna de miel al inicio, la duración del matrimonio no tiene un impacto significativo una vez que se consideran otras variables relacionadas con el tiempo, como la edad. Estos investigadores consideran que la habitualidad con la pareja tiene un efecto menor, si es que lo tiene. La revisión de Schröeder y Schmiedeberg (2015) también refuerza esta idea. Por el contrario, la investigación de Karraker y DeLamater (2013) con adultos mayores muestra que, a mayor antigüedad de la unión, mayor inactividad sexual. Esto se compara con nuestro hallazgo, donde sólo una antigüedad mayor a 35 años (que únicamente experimentan las mujeres mayores) revela un marcado descenso en la actividad sexual reciente.

En nuestra investigación el orden de matrimonio en el que se encontraba la mujer, una vez que se controlaba por la duración de la unión, no tuvo un efecto en el reporte de relaciones sexuales recientes. Esto es contrario a lo que encontraron otras investigaciones, donde las personas que se casan nuevamente (rematrimonio) suelen reportar tasas más altas de actividad sexual (Call et al., 1995; Karraker y DeLamater, 2013).

En general, se distingue que, cuando la mujer está embarazada, disminuye la actividad sexual, de manera similar a lo que encontramos en nuestro estudio (Brewis y Meyer, 2005; Eisenberg et al., 2010). Por otra parte, nuestra investigación mostró que el deseo de embarazarse en un futuro cercano aumentó la posibilidad de que las mujeres declararan haber tenido relaciones sexuales en el último mes, a diferencia del resultado de Call et al. (1995), donde el deseo de tener un hijo (u otro hijo) no afectó la frecuencia sexual. La presencia de niños menores de cinco años en el hogar ha sido incluida en pocas investigaciones, con resultados no coincidentes. En nuestro caso, tanto en la encuesta de 1987 como en la de 2018 resultó en una disminución de la actividad sexual reciente. La investigación de Call et al. (1995) para Estados Unidos encontró de la misma manera que disminuye el nivel de actividad sexual. El estudio de Wellings et al. (2019) para Gran Bretaña no evidenció diferencias en la actividad sexual por esta razón.

Antes de terminar la discusión, es importante señalar las limitaciones del estudio. Toda investigación que se basa en encuestas de autorreporte es susceptible de error, más aún si se trata de comportamientos sexuales, ya que las participantes pueden responder en función de las expectativas sociales (Ueffing et al., 2020; Wellings et al., 2006). La pregunta que se realiza en las encuestas en México no es muy precisa y no indica si se trata de relaciones coitales o de un rango más amplio de prácticas. Por otra parte, la encuesta no especifica el sexo de la pareja, por lo que sólo podemos hablar de actividad reciente de las mujeres, pero no podemos afirmar que son heterosexuales. Otro dato importante del que se carece para estudiar la actividad sexual de acuerdo con la antigüedad de la unión es la edad de la pareja, que ha mostrado ser importante en otras investigaciones. Además, es necesario recordar que se trata de encuestas transversales, por lo que sólo se pueden asociar los factores, pero no se tiene claridad de cómo interactúan en el curso de vida, por lo que no pueden interpretarse los resultados como causalidad. Investigaciones como la de Schröeder y Schmiedeberg (2015) en Alemania, que dan seguimiento longitudinal a las parejas, son muy valiosas para desentrañar los efectos de los cambios en el curso de vida sobre la actividad sexual.

Conclusiones

Esta investigación sobre la actividad sexual reciente de las mujeres adultas en México muestra que hay grandes cambios en el tiempo en el reporte de las relaciones sexuales, siendo más prevalente en 2018 que en 1987, y que se observan marcados incrementos entre las mujeres solteras y las de mayor edad. Asimismo, hay grandes diferencias según el nivel escolar de las mujeres, donde a mayor escolaridad declaran en mayor proporción haber tenido relaciones sexuales en el mes previo, una vez que se controla por otros factores. La intención de tener un hijo en el futuro cercano aumenta la posibilidad de tener relaciones sexuales, y si la mujer se encuentra embarazada o tiene hijos pequeños, disminuye. La edad y la duración de la unión disminuyeron la actividad sexual reciente sólo en las mujeres mayores de 45 años. Éstos son indicadores que permiten profundizar en cómo va cambiando la actividad sexual en el curso de vida de las mujeres, los cuales son útiles tanto para comprender las trayectorias sexuales como para mejorar la identificación de las necesidades de salud reproductiva de las mujeres en México. Sin embargo, se requieren nuevas fuentes de información para ahondar en la relación entre la actividad sexual y la satisfacción, y cómo a su vez la frecuencia sexual modifica los niveles de bienestar de la población en México.

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Recibido: 14 de Diciembre de 2023; Revisado: 20 de Marzo de 2024; Aprobado: 25 de Abril de 2024

Acerca de las autoras

Cecilia Gayet es doctora en Estudios de Población y maestra en Demografía por El Colegio de México, así como maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) México. Desde 2003 se desempeña como profesora-investigadora de Flacso México, donde coordina el seminario “Sociedad, bienestar y salud en América Latina: procesos, métodos y desigualdades”. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 2. Sus temas de investigación se refieren a salud sexual y reproductiva, sexualidad, infecciones de transmisión sexual, género, adolescentes y jóvenes.

Ivonne Szasz es profesora-investigadora de tiempo completo del Programa de Estudios Interdisciplinarios de El Colegio de México, con origen en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales. Estudió la licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad de Chile; es maestra en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, y doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios de Población por El Colegio de México. Realizó una estancia posdoctoral en el Centro Latinoamericano de Demografía (Celade) de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas. Desde 1992 hasta la fecha es profesora-investigadora de El Colegio de México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, nivel III. Sus líneas de investigación son: salud reproductiva, género y sexualidad, y migraciones y género.

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