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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.37 no.106 Ciudad de México jul./dic. 2022  Epub 01-Sep-2023

 

Artículos de investigación

Jóvenes que laboran en la economía popular en el Metro de la Ciudad de México. Un análisis de la administración del tiempo y las desigualdades sociales

Young People Working in the Popular Economy in Mexico City’s Subway. An Analysis of Time Management and Social Inequalities

Alma Vanessa Arvizu Reynaga* 
http://orcid.org/0000-0003-4208-7530

*Profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco..


Resumen

Este artículo analiza cómo las y los jóvenes que se dedican a la economía popular (ventas y servicios) dentro del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, de la Ciudad de México, administran su tiempo para atender responsabilidades laborales, familiares y educativas. Se empleó una metodología cualitativa con información de 21 entrevistas con personas de entre 15 y 29 años. Se encontró que las y los jóvenes se dedican a la economía popular porque es una de las pocas opciones laborales que les ofrece el mercado de trabajo, ya sea para iniciarse en su trayectoria laboral, porque tienen flexibilidad de tiempo para combinar con otras responsabilidades, o porque han acumulado desventajas durante su vida, como mayor pobreza, menor escolaridad y reducidas redes de apoyo.

PALABRAS CLAVE: jóvenes; actividades económicas; administración del tiempo; empleo juvenil; desigualdades sociales

Abstract

This article analyzes how young men and women who work in the popular economy (sales and services) in Mexico City’s subway system manage their time to be able to deal with job, family, and educational responsibilities. The author used a qualitative methodology to do twenty-one interviews with people between the ages of fifteen and twenty-nine. She found that these young people work in the popular (informal) economy because it is one of the few job options on offer, whether it be to start out in their working life, because it provides the flexibility they need to combine it with other responsibilities, or because they have disadvantages such as high poverty levels, less schooling, or small networking.

KEY WORDS: young people; economic activities; time management; youth employment; social inequalities

Introducción

En el imaginario social se suele concebir la juventud como un periodo en el que las personas disponen de más tiempo libre para la convivencia con los pares y el esparcimiento. No obstante, esta descripción no abarca las distintas realidades juveniles en las cuales los contextos y situaciones de vulnerabilidad ponen en desventaja a muchas y muchos jóvenes que construyen su camino a la adultez a partir de las tensiones que les demanda el trabajo, la educación, la familia, entre otras (García, 2010).

Como ejemplo, en México más de la mitad de las personas ocupadas que reciben una remuneración (55.7 por ciento) lo hacen de manera independiente, en negocios o empresas de pequeña escala, sin tener un registro de su actividad económica o prestando servicios en empresas con ausencia de respaldo institucional y legal (OIT, 2022). Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2019), las y los jóvenes de entre 15 y 29 años son el sector que más participa en este tipo de empleos y que, además, suele permanecer mayor tiempo en ellos. Tal es el caso de quienes se dedican a la economía popular1 a través del comercio y la prestación de servicios en el Metro de la Ciudad de México.

Así, trabajar en el Metro los deja más desprotegidos socialmente. Los ingresos que obtienen son inestables y, por ello, tienen mayor incertidumbre para planear su futuro; además, no tienen contratos ni prestaciones laborales, muchas veces ni siquiera cuentan con acceso a comodidades básicas, como sanitarios o comedores. En tal panorama laboral estas y estos jóvenes entrecruzan otras situaciones de sus vidas cotidianas, lo cual provoca que su tiempo se distribuya en múltiples actividades como la crianza y el cuidado, las labores domésticas, las tareas escolares o el mantenimiento del hogar; y tienen muy poca o nula disposición de tiempo para el descanso y la recreación. Por ello, en este artículo nos propusimos analizar cómo las y los jóvenes que trabajan en la economía popular en el Metro administran su tiempo entre el trabajo, la escuela y la vida familiar.

Para cubrir el objetivo trabajamos con una metodología cualitativa a través del análisis de entrevistas con jóvenes que laboran en la economía popular y encontramos que no sólo presentan pobreza económica, sino también de tiempo, la cual se exacerba cuando se entretejen condiciones de vida como ser madres o padres, o cuando tienen una menor escolaridad o no cuentan con redes de apoyo.

Para profundizar en ello, el artículo se organiza de la siguiente manera: en la primera parte exponemos cómo se define la juventud y cuál es su relación con la administración del tiempo. En el segundo apartado presentamos un breve marco teórico sobre los eventos del curso de vida y la relación que tienen con las desigualdades sociales. En la tercera parte analizamos cómo y por qué las y los jóvenes han tomado el Metro como espacio laboral. En el cuarto apartado se ahonda en la conducción metodológica del trabajo, en el procesamiento y análisis de la información. El quinto presenta el análisis a profundidad de las entrevistas y los principales resultados. Y, finalmente, reflexionamos sobre las aportaciones y los temas de agenda sobre la administración del tiempo, la precarización laboral y las desigualdades durante la juventud.

Las juventudes: recorridos desiguales en el tránsito a la adultez

La juventud es una etapa biográfica generalmente enmarcada en el rango etario de 15 a 29 años,2 en la que las personas toman decisiones determinantes sobre el futuro de sus vidas a partir de la experiencia heterogénea de eventos de transición, como lo son el trabajo, la conformación familiar y el fin de la escolarización (Saraví, 2009). Además, “ser joven” conlleva un cúmulo de connotaciones socioculturales de la experiencia en esta etapa de vida, no sólo como una preparación para la vida adulta, sino también como un momento en el que se crean identidades y se toman decisiones biográficas importantes.

Las investigaciones de finales de siglo pasado fueron pioneras en los estudios de juventud, dando cuenta de cómo el paso a la adultez por mucho tiempo estuvo enmarcado en un modelo normativo de eventos biográficos, con una estricta secuencialidad y calendario: salir de la escuela, ingresar a trabajar, independizarse del hogar materno/paterno, iniciar la vida en pareja y tener hijos (Sepúlveda, 2013). Sin embargo, este modelo de transición a la vida adulta no contempla las posibilidades que, dadas las desigualdades de experiencias y contextos en los que se desenvuelven las y los jóvenes, éstos tienen en su día a día.

En México, los trabajos de Pérez (2010) y Solís (2014) han afirmado que este modelo normativo de transición a la adultez nunca ha sido -ni tendría por qué serlo- común en las juventudes mexicanas, y coinciden en que se requiere considerar los factores que inciden y diversifican el paso a la adultez, tales como el género, pertenecer a comunidades indígenas o migrantes, las posibilidades económicas, y otras que pueden adelantar, retrasar o hacer que se vivan en simultáneo distintos eventos biográficos.

Por ejemplo, en específico sobre la relación entre juventud y mercados de trabajo, Pérez (2010) reflexiona sobre las desigualdades y retos que las y los jóvenes enfrentan al buscar oportunidades laborales. De tal modo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que las juventudes tienen hasta tres veces más posibilidad de estar desempleadas que la población adulta (OIT, 2020); además, a raíz de la pandemia, el desempleo juvenil en México alcanzó el 11.6 por ciento según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2020), comparado con años previos al confinamiento por Covid-19, en los que apenas llegaba al 8 por ciento. En otros datos, en América Latina y el Caribe más del 60 por ciento de las y los jóvenes que trabajan lo hacen en la informalidad (OIT, 2020); principalmente los más desaventajados (con menor nivel de escolaridad, de estratos socioeconómicos más pobres) son quienes recurren a estas labores.

Mancini (2014) analiza cómo la incertidumbre laboral tiene impacto en el tránsito a la adultez. La autora sugiere que la búsqueda de trabajo es una presión constante para las juventudes, pero no es la única, pues se les solicita, además, tener niveles educativos altos, experiencia y habilidades certificadas, y muchas personas jóvenes tienen que trabajar sin seguridad laboral y sin poder generar ahorros para el futuro.

A su vez, la mayor o menor participación laboral de las y los jóvenes también depende de la división sexual del trabajo, lo que conlleva a que la entrada al primer empleo y las actividades que desempeñan sean distintas entre hombres y mujeres. Por ejemplo, según los datos de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo, ENUT (INEGI, 2019), los hombres destinan más tiempo al trabajo remunerado; el 37.8 por ciento de los jóvenes encuestados respondieron que dedican más de cuarenta horas semanales a las actividades pagadas, en contraste con el 23.8 por ciento de las mujeres que invierten esta misma cantidad de tiempo. En el trabajo de cuidados y doméstico las cifras se invierten, poniendo en desventaja a las mujeres. Por ejemplo, el 32.7 por ciento de los varones afirmaron no dedicar ninguna hora al día a la limpieza del hogar, mientras que en las mujeres el porcentaje se reduce a la mitad (15.3 por ciento). Por su parte, el 12.3 por ciento de las jóvenes respondieron que destinan más de diez horas a la semana al cuidado de menores de cinco años, mientras que para los varones la cifra es del 1.5 por ciento. Esto es relevante dado que, culturalmente, a las mujeres se les involucra desde muy temprana edad en los quehaceres domésticos y en el cuidado de familiares, especialmente de menores.

En el caso de las actividades económicas dentro del Metro, Serna (2020) encuentra que uno de los principales grupos etarios que se dedican a ellas son jóvenes de 18 a 29 años. Especialmente interesan a la población joven dado que la pandemia por Covid-19 desató la necesidad de que muchos de sus miembros salieran a trabajar. Sin embargo, las oportunidades laborales no crecieron con la pandemia, sino que por el contrario, el cierre de comercios, la disminución en la cadena de suministros, el confinamiento y las restricciones sanitarias dificultaron la posibilidad de conseguir un empleo, por lo que algunos jóvenes optaron por las actividades de la economía popular. Así, por ejemplo, entre 2020 y 2021 a este tipo de trabajo se incorporaron 8.2 millones de personas (WIEGO, 2021), las cuales incluyen a jóvenes que utilizaron el Metro para el comercio y los servicios.

De esta manera, en este artículo elegimos trabajar con los grupos juveniles que laboran en la economía popular del Metro por dos razones: la primera porque, como se ha expuesto, esta es una actividad económica en la que las juventudes han encontrado una oportunidad de empleo, ante lo cual nos preguntamos qué motiva esta elección; en segundo plano, porque estos jóvenes desarrollan en simultáneo otras responsabilidades como el estudio, la crianza de los hijos o la manutención del hogar, lo cual nos llevó a profundizar en su administración del tiempo, como lo veremos en apartados posteriores.

Metodología

Utilizamos una metodología de investigación cualitativa para analizar cómo las y los jóvenes que trabajan en la economía popular en el Metro de la Ciudad de México administran su tiempo para atender las responsabilidades que asumen en los ámbitos escolar, laboral y familiar.

Se empleó la técnica de entrevista semiestructurada con personas que entran en el rango etario que establece Naciones Unidas como “jóvenes” (15 a 29 años) y que se dedican a la economía popular dentro del Metro en sus estaciones Chabacano y Centro Médico. La elección de estas estaciones fue porque son dos de los principales puntos de encuentro de jóvenes para estas actividades. Así, ubicamos tres tipos de grupos juveniles que realizan distintas labores económicas:

  1. Vagoneros y vagoneras: son personas que desempeñan servicios o ventas dentro de los trenes y durante los recorridos de éstos por las distintas líneas del Metro. Su nombre deriva, precisamente, de que laboran de vagón en vagón, donde la mayoría ofrece los objetos que vende, pero también hay quienes realizan otras actividades, como cuenta cuentos, cantar, ofrecer gel antibacterial o desinfectante para las y los usuarios durante sus traslados.

  2. Mercaditas feministas: son grupos de mujeres formados por una o varias colectivas feministas que se organizaban y colocaban con mantas extendidas dentro de los pasillos de algunas estaciones del Metro para poder vender o realizar trueque por sus productos, muchos de ellos de autogestión, de segunda mano o alimentos. Su movimiento empezó como protesta a falta de espacios para la economía feminista y la pérdida de empleo de muchas mujeres durante la pandemia, pero a finales de enero de 2022 fueron retiradas por personal de seguridad del gobierno de la Ciudad de México.

  3. Bazareños/as: son personas que se dedican a un tipo de actividad que se ha desatado por medio de las redes sociales a partir de bazares virtuales en Facebook, Instagram o TikTok. La relación entre el Metro y estas vendedoras y vendedores se da porque las entregas de mercancía las realizan con frecuencia dentro de las estaciones del subterráneo, sobre todo en los torniquetes de entradas y salidas.

La búsqueda de informantes se dio, en primera instancia, mediante observación y observación participante, ya sea visitando los espacios físicos, adquiriendo productos y acompañando en sus jornadas, principalmente, a las mujeres vagoneras y feministas. También colaboraron las y los dirigentes de comerciantes populares en el Metro, quienes apoyaron para contactar a jóvenes que trabajan en este espacio. Finalmente, también se obtuvieron entrevistas por bola de nieve, a partir de la recomendación de las y los entrevistados.

En total se concretaron 21 entrevistas, cuyas preguntas versaron sobre las siguientes temáticas:

  1. Trayectoria laboral:

    1. Elección de la economía popular como ocupación.

    2. Ventajas y desventajas del trabajo en el Metro.

    3. Trabajos previos y expectativas a futuro.

    4. Administración de las jornadas laborales.

  2. Trayectoria educativa:

    1. Nivel educativo alcanzado.

    2. Momentos y motivos de suspensión, permanencia o retorno a la educación.

    3. Valoración de la educación y expectativas a futuro.

    4. Administración de la jornada escolar.

  3. Trayectoria familiar:

    1. Ocurrencia o no de la maternidad y la paternidad.

    2. Redes de apoyo para el cuidado de los hijos.

    3. Trabajo de cuidados y doméstico.

    4. Administración del tiempo familiar.

    5. Posibilidad y uso del tiempo libre.

A cada informante se le entregó una carta de consentimiento informado para que cediera los derechos de la entrevista y garantizar, por parte de la investigadora, el tratamiento académico de su información. En la tabla 1 se presentan los datos sociodemográficos de las y los entrevistados.

Las entrevistas fueron transcritas y procesadas para su análisis en el software cualitativo Maxqda, en el cual se crearon códigos relativos al uso y distribución del tiempo, así como de los eventos de vida y las actividades concernientes a las trayectorias familiar, educativa y laboral. Los resultados del análisis se presentan a continuación.

Las trayectorias de vida de las y los jóvenes en la economía popular

En este apartado analizaremos en qué medida estas actividades de la economía popular en el Metro se cruzan con las trayectorias educativas, laborales y familiares de las y los jóvenes, y cómo el cúmulo de responsabilidades o desventajas les complica la administración de su tiempo para realizar otras actividades personales, recreativas y de descanso.

Trayectoria educativa: oportunidades dispares

Los efectos que tiene la escuela sobre las vidas individuales van más allá de la formación académica, dado que es un espacio de convergencia con los pares que puede facilitar, reproducir o truncar la movilidad social. Como lo plantea Solís (2014), la escuela es un lugar donde se viven y perpetúan las desigualdades por la segregada oferta educativa que hay en el país, pero también por la distinta disposición de recursos con los que cuentan los estudiantes. Así, por ejemplo, los casos de este análisis son un botón de muestra de cómo las trayectorias educativas son irregulares, es decir, están inmersas en distintos tipos de desigualdades, por lo cual no siguen un mismo patrón, sino que se trazan en distintas direcciones.

Para ilustrar, en la tabla 1 en el apartado anterior se pueden notar las diferencias entre los niveles educativos alcanzados de las personas entrevistadas. Al respecto, una situación que llamó la atención en nuestro análisis fue la clara división entre los tipos de actividad que desempeñan las y los jóvenes y su último grado educativo; así, las personas que trabajan en bazares son quienes alcanzan hasta estudios superiores, en contraste con quienes laboran en los vagones, que comúnmente interrumpen su escolarización en la primaria o secundaria. Al profundizar en las entrevistas encontramos que los motivos de interrupción son variados y se exponen a continuación.

Tabla 1 Datos sociodemográficos de las personas que participaron en las entrevistas 

Nombre Edad Condicion civil Numero de hijos Edad de hijos Ultimo grado educativo ¿Actualmente estudia? Tipo de actividad económica
Gabriela 26 Unida 2 4 y 8 años Bachillerato No Mercaditas
Mahatma 29 Unida 3 5, 9 y 12 años Licenciatura completa No
Victoria 28 Separada 1 8 años Licenciatura completa No
Anonima 29 Separada 2 4 y 12 años Segundo año de bachillerato No
Brenda 27 Unida 2 3 y 6 años Primer bimestre de licenciatura No
Ana 29 Separada 4 4, 10, 12 y 13 años Cuarto semestre de bachillerato No
Vanessa 17 Unida 1 6 meses Primer año de secundaria No
Dulce 29 Separada 2 6 años y 6 meses Secundaria completa No
Alan 27 Soltero 2 5 y 7 años Secundaria completa No
Julián 29 Unido 3 1, 6 y 8 años Primaria completa No
Michelle 29 Unido 2 4 y 8 años Primer año de primaria No
Julio 28 Unido 2 7 y 6 años Primer año de secundaria No
Danna 21 Soltera N/A N/A Quinto semestre de licenciatura Si
Stef 27 Soltera N/A N/A Licenciatura completa No
Ilse 19 Soltera N/A N/A Cuarto semestre de licenciatura Si
Kenia 19 Soltera N/A N/A Segundo año de bachillerato Si
Arturo 21 Soltero N/A N/A Propedéutico de licenciatura Si
Carlos 16 Soltero N/A N/A Tercer año de secundaria Si
Freddy 25 Soltero N/A N/A Primaria completa No
Javier 27 Soltero N/A N/A Licenciatura completa No
Juan 17 Soltero N/A N/A Quinto año de primaria No

Fuente: Elaboración propia con base en las entrevistas aplicadas.

Dejar la escuela: complicaciones en la disposición del tiempo y recursos

A través de las entrevistas nos percatamos de que las y los jóvenes deciden suspender su educación por situaciones asociadas con su historia de vida; por ejemplo, en el caso de las mujeres, uno de los principales motivos de haber dejado la escuela fue convertirse en madres. La maternidad es un evento de vida de tal magnitud que se vuelve un punto de quiebre por la demanda de tiempo que exige la crianza, además del cambio de rutinas y de relaciones personales (con la pareja, la familia, las amistades, entre otras). Socioculturalmente, dados los estereotipos difundidos sobre la buena madre”, la maternidad demanda a las mujeres casi la asignación completa de su tiempo (Ávila, 2017); por ello, cuando la llegada del primer hijo ocurre a la par que la educación, es muy probable que las mujeres opten por suspender sus estudios para dedicarse de lleno a la crianza. Como referencia, en el siguiente testimonio podemos notar que pese a que la entrevistada buscó la manera de conciliar la vida familiar con la escolar en un sistema educativo abierto, no fue suficiente para atender las responsabilidades que conlleva la maternidad:

Una vez que nació la cría hice lo humanamente posible por no interrumpir los estudios, estaba yo en un sistema escolarizado, en un bachillerato, y me pasé a sistema abierto, pero la verdad es que hasta el día de hoy no cuento con una red de apoyo para que me eche la mano con la bendición (Anónima, 29 años, mercaditas).

Las decisiones que toman las mujeres con respecto a suspender o no la escolarización no son individuales, sino que influyen las demandas de la familia o la pareja. Esto es común cuando no cuentan con una red de apoyo que valore su formación escolar o, en otros casos, que les ayude con el cuidado de sus hijos para que ellas puedan permanecer estudiando:

Yo sí quería, pero como salí embarazada de mi niño, la familia del papá de mi hijo era muy machista y me dijeron que mis estudios ya se habían terminado, que yo ya no tenía que estudiar, que ahora sí que yo ya la había regado y que me tenía que dedicar a mi hijo. Y pues me empecé a dedicar a mi hijo (Ana, 29 años, mercaditas).

Es importante esta situación dado que compaginar la educación con la crianza demanda mucho tiempo y, en ocasiones, es difícil administrarse a menos que reciban apoyo de alguna red, muchas veces compuesta por otras mujeres, como las abuelas, tías, primas, vecinas, amigas, entre otras. Cuando estas redes están ausentes, la mejor opción educativa es la que se adecúa a las necesidades de tiempo de las mujeres: “Yo entré a la Unitec [Universidad Tecnológica de México], pero mi horario era nocturno, por los niños y el comercio. Luego mi mamá no me echaba la mano […]. Fueron varias situaciones, entonces yo tuve que entrar en la noche a estudiar” (Mahatma, 29 años, bazares).

Un segundo motivo que lleva a la interrupción escolar es la falta de recursos económicos para sostener los gastos de la educación. Este caso es más frecuente en los varones, pues sobre todo en los que se desempeñan como vagoneros y que provienen de familias más pobres es común que hayan tenido que suspender sus estudios para integrarse de lleno a las actividades en el Metro, dado que su aporte económico es crucial para el sustento familiar:

La verdad yo dejé de estudiar por lo mismo de la economía que se sufría en mi casa. Entonces decidimos apoyar a mis hermanos más chicos con aquello [escuela] y ellos siguen estudiando. Y de aquí del Metro es de donde podemos sacar para que ellos estudien (Julio, 28 años, vagonero).

En los relatos hacen alusión a las desventajas acumuladas, tanto económicas como de tiempo, que les dificultó la permanencia en los estudios o que les complicó retornar a ellos. Cuando la maternidad o la paternidad se enlazan con estas desventajas, aumenta la posibilidad de que abandonen permanentemente los estudios por la necesidad de sostener a la familia y encargarse de que sean los hijos quienes reciban educación:

Terminé la primaria y suspendí, pues, dadas las circunstancias que tenía, como mi padre es discapacitado, somos seis hermanos y ahora sí que o nos daba alimentación o nos daba estudios. […] En mi caso, si tuviera la posibilidad yo seguiría estudiando, pero me encuentro en que o les doy alimentación a mis hijos o me dedico a querer estudiar, pero siempre uno como padre va a preferir darle a sus hijos (Julián, 29 años, vagonero).

Finalmente, un motivo de suspensión escolar está asociado con la condición juvenil y a las experiencias de vida que atraviesan en esta etapa, como iniciar relaciones de pareja, salir de fiesta, realizar actividades recreativas, entre otras, que les generan más atracción que los estudios. En estos casos es importante la persistencia de los círculos familiar y de amistades, pues son quienes los suelen alentar o desalentar para continuar su educación: “Yo dejé de estudiar porque la verdad yo agarré los vicios y me enfrasqué mucho en los vicios y en el desmadre de las drogas y el alcohol, y la verdad que también fue por eso, por el ambiente que me gustó agarrar” (Alan, 27 años, vagonero).

Compaginación del tiempo: estudiar y trabajar

Si en el apartado anterior describimos los motivos que llevan a las y los jóvenes a dejar la escuela, también nos encontramos casos en los que permanecen en la educación y la compaginan con su actividad económica. La combinación de estudios y trabajo conlleva, ya sea a tener dobles jornadas o a buscar posibilidades de estudio que sean “más flexibles” en relación con los horarios, cursar sólo algunas asignaturas o asistir a clases pocos días a la semana. Vale señalar que la propia flexibilidad de horarios que brinda la economía popular juega a su favor para que puedan ordenar sus rutinas:

Ahorita llevo cuatro meses con la escuela, y sí fue muy difícil porque soy una persona que se estresa muchísimo, entonces no podía separar la escuela de mi negocio [bazar] y el método que llevo en la escuela es que te dejan las actividades y tú las tienes que entregar antes del domingo. Entonces lo que yo hago es que a principios de semana reviso las actividades y ya el viernes que ya no tengo pendientes de trabajo ya realizo todas las actividades y las envió (Kenia, 19 años, bazares).

También encontramos que en el caso de las mujeres de las mercaditas feministas, la red de apoyo que crean entre ellas es clave para que puedan cumplir con sus rutinas escolares, lo cual las ayuda a tener mayor disposición de tiempo para la escuela:

Bueno, lunes, martes y miércoles no tengo clases, sólo tengo jueves, viernes y sábado. Entonces una chica [de las mercaditas] que se pone junto de mí me ayuda, ella atiende mi puesto en lo que yo estoy en clases. Y las tareas, pues en las noches, cuando llego de trabajar aquí hago todas mis tareas (Ilse, 19 años, mercaditas).

Finalmente, una situación que expresaron es que el valor que tanto ellos como sus familias otorgan a la educación es crucial para que hagan su mayor esfuerzo por continuar. Generalmente, cuando los padres están más escolarizados es cuando tienen la expectativa de que sus hijos logren culminar una carrera:

Los estudios fue lo único que me dejaron mis papás, los dos tienen dos carreras, ellos decidieron enfocarse en sus carreras y a mí me dejaron con mi abuelita y mi bisabuelita [...]. A mí uno de los valores más grandes que me dio mi familia fue “tú sólo enfócate en estudiar y seguir adelante”, pues yo lo vi con mis papás, no están mal ahorita económicamente, tienen dos carreras y sé que se esforzaron mucho (Stef, 27 años, bazares).

La expectativa del retorno

En las entrevistas algunos de las y los jóvenes que han suspendido sus estudios manifestaron el deseo de regresar a culminarlos; para ellos la posibilidad de retornar se puede dar porque la economía popular brinda la oportunidad de ahorrar para pagar la escuela; por ello, la meta de regresar no es inmediata, sino que la planean para cuando tengan mayor disposición de tiempo y de dinero:

Posteriormente quiero terminar al menos la secundaria por línea y ya luego sí me gustaría terminar la prepa, pero no para que digamos conseguir un empleo o tener una carrera como tal, sino simplemente para meterme a la [escuela] militar, siempre quise meterme a la militar, pero por muchos motivos ya no pude seguir (Freddy, 25 años, vagonero).

Es interesante cómo los jóvenes vagoneros mencionaron las escuelas militarizadas como su opción para la educación. Aquí vale señalar que durante las entrevistas, y como se expondrá posteriormente, hicieron alusión a las agresiones y delitos implantados de los cuáles son víctimas por parte de los operativos de seguridad del Metro; refirieron que éste es uno de los motivos por los cuales se sienten atraídos por la formación militar, policial o de marinos, porque es una manera de demostrar un cambio en la actuación de los oficiales de seguridad pública: “A mí me encantaría estar en la Marina, dicen que por la estatura y porque no tengo tatuajes sí puedo aplicar. Incluso ya he investigado un poco de la PDI, policía de investigación” (Juan, 19 años, vagonero).

En el caso de las mujeres, las jóvenes que son madres tienen mayor probabilidad de haber dejado sus estudios en los niveles de secundaria o bachillerato, por lo que son quienes reiteran el deseo de regresar a estudiar para así obtener mayor autonomía y poder conseguir un mejor empleo: “Me encantaría la carrera de criminología o paramédico. [...] En ese ámbito me encantaría cumplir ese sueño. […] Quiero hacer un curso, quiero aprender un idioma, quiero aprender algo nuevo en mi vida. Quiero mejorar como persona, quiero crecer” (Brenda, 27 años, bazares).

Estas mujeres suelen pensar como distante la posibilidad de retornar a la educación debido a que las demandas de la crianza llenan su agenda diaria, de tal manera que es muy poco el tiempo de que disponen para otras actividades fuera del cuidado o las domésticas, por lo que esta meta se vuelve un plan a futuro para cuando sus hijos crezcan y sean más autosuficientes:

A mí me gustan mucho los animales y una de mis metas que quiero alcanzar para cuando mis hijos crezcan es estudiar veterinaria. Y aunque no sé qué tanto campo laboral haya en esa carrera, la verdad yo tengo [el ánimo] para hacer un refugio de animales, ese es mi sueño más grande (Gabriela, 26 años, mercaditas).

Sobre la trayectoria educativa, podemos resumir que pocos jóvenes que trabajan en la economía popular permanecen estudiando; sobre todo quienes laboran en los vagones del Metro tuvieron que suspender la educación a más temprana edad para ingresar a trabajar o por el inicio de su maternidad o paternidad. También son las y los vagoneros quienes tienen menores redes de apoyo que las y los ayuden a poder continuar su educación, a pesar de que permanece la expectativa de que en el futuro puedan retornar, ya sea después de haber criado a los hijos o cuando junten el dinero suficiente para sustentar sus estudios. Por otra parte, quienes sí permanecen estudiando tienen que buscar opciones educativas más flexibles que les posibiliten combinar su trabajo con la economía popular, por lo cual sus jornadas suelen ser extensas y el poco tiempo que les resta lo emplean para las labores extraescolares.

Trayectoria laboral: elegir la economía popular

Uno de los aspectos que nos propusimos descifrar en este artículo fue por qué las y los jóvenes eligen el Metro como forma de trabajo. En el acercamiento que tuvimos a través de sus relatos encontramos tres motivos principales: 1) porque es un oficio generacional, por ejemplo, en el caso de las y los vagoneros, otros miembros de sus familias aún se desempeñan o trabajaron en estas actividades y fueron quienes los iniciaron en ellas; 2) es una actividad que permite tener flexibilidad de tiempo, en la medida en que pueden organizar sus jornadas y compaginarlas con otras actividades como la escuela o el cuidado de los hijos; 3) ante la escasa oferta del mercado laboral mexicano, la economía popular resulta una de las opciones más convenientes que las y los jóvenes pueden adoptar para obtener dinero.

Ahora bien, no obstante las posibilidades que brinda este tipo de trabajo, también conlleva riesgos. En el informe de Espinosa, Rueda y Serna (2022) sobre la venta y los servicios en los vagones del Metro, se señala que las políticas que ha instrumentado el gobierno de la Ciudad de México para erradicar el comercio o los servicios en el subterráneo han sido estigmatizantes y criminalizantes. A través de la fuerza policial se les ha detenido o procesado penalmente con agresiones, vejaciones y humillaciones que violan sus derechos humanos, ello a pesar de que no existe un texto jurídico que sancione este tipo de actividades como delitos, sino que son catalogadas como faltas administrativas. Lo mismo ocurrió con las mercaditas feministas, quienes a pesar de haber realizado mesas de diálogo con las autoridades gubernamentales y del Metro para que les permitieran vender en sus instalaciones, fueron desterradas de manera violenta de sus labores (Estrada y Serna, 2022). El uso de fuerza y abuso de poder por parte de los policías auxiliares del Metro también afectó a las bazareñas, quienes reciben amenazas de detención y hasta han decomisado su mercancía, incluso aunque el Metro haya emitido un comunicado en el cual precisó que estas actividades no están prohibidas siempre que no den pie al ambulantaje (El Financiero, 2021).

Aun cuando deben afrontar estas situaciones, las juventudes persisten en la economía popular; por qué lo hacen y cómo se organizan para conciliar su trabajo con otras obligaciones son temas que analizaremos a continuación.

¿Por qué laborar en la economía popular en el Metro?

Como hemos especificado, uno de los motivos por el cual las y los jóvenes deciden iniciarse en la economía popular es porque es un trabajo que su familia ha realizado por años. Este impulso generacional sucede, sobre todo, en quienes venden dentro de los vagones del Metro, en cuyos casos desde los primeros años de su infancia acompañaron a sus familiares en estas labores:

No, toda mi vida he sido comerciante. Desde mis papás, mis abuelos, de “descendencia” hemos sido comerciantes, ya es familiar, de hecho, mis abuelos tenían puestos en el Metro. Yo llevo como ocho o nueve años aquí trabajando por mi cuenta porque empecé a los veinte (Michelle, 29 años, vagonera).

Es común que las vagoneras y los vagoneros inicien o inviten a otras personas a desempeñar estas labores, sobre todo cuando dichas personas tienen condiciones desfavorables de vida y necesitan tener algún ingreso. Así, por ejemplo, Freddy señaló cómo ha crecido la red de ventas y servicios dentro del Metro a partir de que las y los jóvenes ven en ella un espacio de posibilidad para salir adelante cuando en otros escenarios laborales no encuentran empleo por ser madres, haber estado en la cárcel o haber tenido [y aún tener] adicciones; indica que es, incluso, un medio para evitar que las y los jóvenes cometan algún delito porque los mantiene ocupados: “Muchos que no consiguen chamba en otro lado lo ocupan como espacio de trabajo, como mamás solteras o morros que están en la calle y estaban en las drogas, prefieren venir a estar aquí y ganarse una moneda que irse a robar” (Freddy, 25 años, vagonero).

En el relato de Freddy fue reiterativo referirse a la oportunidad que la economía popular en el Metro brinda a las mujeres que son madres solteras, pues este tipo de trabajo permite que puedan solventar las necesidades de sus hijos. De hecho, en las entrevistas muchas jóvenes madres expresaron que eligieron la economía popular porque pueden maniobrar su tiempo para entretejer sus rutinas de trabajo y crianza, posibilidad que difícilmente tendrían en un trabajo “formal” o de jornada completa:

Empecé aquí porque no había trabajo y las ventas son una manera de organizar mi tiempo trabajando un rato y poder ir a los eventos de mis hijos, a las juntas o a la escuela con ellos. Entonces las ventas es lo más práctico porque en una fábrica no te dan esas facilidades, no puedes ir a eventos o esas cosas y te pierdes muchas cosas de tus hijos (Ana, 29 años, mercaditas).

Una situación relevante que recuperamos de las observaciones de campo es cómo las mujeres de la economía popular construyen redes de apoyo entre ellas para gestionar la crianza de sus menores; sobre todo en las mercaditas feministas estas redes de cuidado colectivo permitieron que más mujeres ingresaran a las ventas en el Metro:

Yo me acerqué a las ventas porque es la única manera en que yo puedo maternar; al no tener una red de apoyo, la verdad es que es la única manera en la que puedo echarles un ojo y a la vez acercarlos, dentro de mis posibilidades, lo más que puedo para cubrir sus necesidades físicas (Anónima, 29 años, mercaditas).

El manejo del tiempo, como hemos indicado, también es un punto a favor para quienes combinan el trabajo con la educación. Para estas personas, la economía popular es una opción viable para ganar dinero y a la vez no dejar de estudiar. Llamó la atención que, inclusive, mencionaron que este trabajo da experiencia laboral y que lo asocian con su carrera profesional:

Cuando empecé a hacer lo de diseño de modas iba con un proyecto de la mano que tenía que hacer para una materia, donde tenía que diseñar un logo para labor de ventas, desde algo que yo ya vendiera, desde un producto. […] Yo le dije a la maestra que estaba tomando unos cursos y me dijo que de ahí podía hacer el proyecto (Stef, 27 años, bazares).

La administración del tiempo

El modo en cómo organizan su tiempo para trabajar y desempeñar otras actividades varía por muchos factores. Uno de ellos es el tipo de actividad de la economía popular que realizan dentro del Metro; por ejemplo, las jóvenes que se desempeñan en bazares acuden a sus entregas o a sus puestos sólo de uno a tres días por semana y con frecuencia destinan menos de cinco horas a las ventas; no es así para las mercaditas feministas, quienes tenían un horario preciso que abarcaba entre seis y ocho horas cinco días a la semana; y quienes laboran en los vagones del Metro suelen tener jornadas más extendidas, que van de las ocho a las quince horas todos los días de la semana:

A las cinco o seis de la mañana tengo que estar aquí [Metro]; y de ahí hasta las cuatro o cinco de la tarde, más o menos. Trabajo doce a trece horas aquí, pero pues es un decir porque posteriormente tengo que ir a surtir y a hacer todo eso de lo que es el embolsado, poner las etiquetas a mis productos y demás (Freddy, 25 años, vagonero).

Hay casos en los que el trabajo en la economía popular es sólo una de las ocupaciones remuneradas que tienen las y los jóvenes, ya que tembién laboran en otro empleo al que dedican más tiempo: “ Yo soy pedagogo pasante de la licenciatura y me dedico a dar clases privadas o particulares, realmente a niños sobrecalificados o con altas capacidades [...]. Afortunadamente mis ingresos de las ventas son complementarios a los que recibo” (Javier, 27 años, bazares).

Otro factor que diversifica el uso del tiempo es la maternidad y la paternidad. Sobre todo, encontramos madres solteras cuyas jornadas diarias se extienden por los trabajos de crianza y doméstico. Uno de los hallazgos fue que no suelen tener tiempo libre, sus actividades laborales y familiares inician desde que se despiertan hasta que culmina el día, inclusive tienen que ideárselas para hacer más de dos actividades a la vez y hacer rendir su tiempo:

Entonces, en lo que “costuro” mis productos, o sea, corto telas, subo fotos [a Facebook e Instagram], a la vez preparo comida, lavo la ropa y baño a las crías. Los viernes, la verdad es que son mis días más caóticos porque tengo que empacar todos los pedidos que a veces me salen, y cuando no hay pedidos hago más producto para llevarlo a la tendida. Para irnos a tender, aproximadamente me quito a las seis o siee de la noche, llego nuevamente a mi casa, le doy de cenar [a mi hijo], me cercioro de que no hayan incendiado la casa, terminamos de cenar, luego vienen los cuentos, lavar los dientes y a dormir (Anónima, 29 años, mercaditas).

Notamos cómo, cuando son padres o madres, el uso y distribución de su tiempo está muy asociado a los roles tradicionales de género que polarizan las actividades entre las labores remuneradas que suelen desempeñar más los hombres y las no remuneradas que recaen en las mujeres. Así, por ejemplo, en el caso de los varones que son padres, al igual que las jóvenes madres presentan mayores desventajas en la disposición de tiempo, pero, en su caso, no es por el trabajo doméstico y de crianza, sino porque extienden sus jornadas laborales para ganar más dinero y poder sostener los gastos de su familia:

El tiempo que estoy aquí [Metro], pues varía, cuando de verdad uno dice “no hay ventas, hay que trabajar más”, y pues más cuando tenemos hijos, yo tengo tres. Hay ocasiones en que me levanto, salgo de mi casa a las cuatro de la mañana para llegar aquí a las 4:30, y de ahí a veces hasta las siete de la noche, por lo mismo de que las ventas han bajado mucho. Entonces me aviento aproximadamente quince horas trabajando (Julián, 29 años, vagonero).

Exposición a la violencia y la criminalización de la economía popular en el Metro

En líneas anteriores anticipamos sobre los actos violentos a los que son sometidos las y los jóvenes que laboran en el Metro, en específico por parte de la policía bancaria e industrial (PBI), que se encarga de la vigilancia en las instalaciones del subterráneo. Este tema es relevante en el análisis de la administración del tiempo, porque cuando una persona es detenida el arresto conlleva la agresión física, pero también, en muchos casos, la detención hasta por trece horas o el encarcelamiento, lo que les impide desempeñar su trabajo y/o estar con sus familias, o atender sus propias necesidades, como alimentarse, dormir y descansar.

Deja de eso [la multa], bueno que fueran sólo los doscientos pesos, pero te quedas ahí dos o tres horas y luego hasta más porque yo nunca pagaba la multa, no me alcanzaba para pagarla y, por ende, me iba al Torito [Centro de Sanciones Administrativas y de Integración Social]. Entonces, en el Torito eran trece horas de arresto; si me agarraban a las siete de la mañana, pues ya salía, pero luego me agarraban tarde, como a las tres y pues tendría que salir de madrugada. Ya lo que hacía era pagar horas; por ejemplo, si salgo a la una, pues pago tres horas y ya porque la hora la pagabas como en quince pesos, o sea, no era mucho, entonces yo les decía: yo quiero pagar dos horas para salir a las once porque todavía agarras Metro (Gabriela, 26 años, mercaditas).

La violencia y los arrestos son más recurrentes hacia las personas vagoneras. En el informe de Espinosa, Rueda y Serna (2022) se señala que de los grupos etarios, son las y los jóvenes quienes suelen ser remitidos en mayor cantidad a los juzgados o llevados a prisión, aun cuando no los encuentran en flagrancia realizando sus ventas:

Sí, a mí ya me han llevado hasta el reclusorio por culpa de los boinas [policías], me han llevado a encerrarme. Ahí nada más pasé un proceso de quince días, pero me agarraron sólo por conocido, o sea, hay policías que ya te ubican y te dicen “tú eres vendedor” y te agarran y te llevan, y pues es más gacho (Alan, 27 años, vagonero).

La venta o prestación de servicios en el interior de los vagones se vuelve un riesgo. Para estas personas, la inseguridad que se ha generado en su espacio laboral es una situación de exclusión; muchas veces se les adjudican delitos no cometidos, o reciben insultos y agresiones verbales por sus condiciones físicas o sociales:

Nosotros somos gente indígena [...] y a mí el policía me decía “ya traes a tu pinche indio”, refiriéndose a mi hijo; de hecho, mi hijo ya hasta lo veía y le tenía miedo [...]. A lo mejor mi delito es ser pobre, bueno, ser pobre no, porque más bien soy gente humilde, soy rico porque tengo a mis hijos. Entonces ya no puedes vivir tranquilo, años y años ha pasado aquí gente que ha trabajado (Julio, 28 años, vagonero).

En el transcurso de la investigación encontramos que quienes son madres o padres corren un riesgo adicional al estar advertidos (incluso amenazados) de que no pueden llevar a sus hijos como acompañantes durante sus labores. Ésta es una situación que se dificulta, primero, por las escasas redes de apoyo con las que cuentan para el cuidado de menores, tanto de la familia como de instituciones que no les brindan espacios en estancias infantiles o escuelas de tiempo completo; segundo, porque con la pandemia y el cierre de las escuelas no podían dejarlos en casa mientras ellos desempeñaban sus labores:

Anteriormente yo trabajaba en la línea B, traía yo a mi hijo e igual me agarraron, no fueron groseros de alguna forma, pero sí me subieron a la patrulla con todo y mi hijo, cosa que legalmente se supone que no pueden subirte a una patrulla con un menor de edad (Dulce, 29 años, vagonera).

En las entrevistas comentaron que en 2020 se aplicó un censo a madres y padres vagoneros de la línea 2 del Metro3 como parte de la Estrategia de Atención al Trabajo Infantil en el Metro del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), con la finalidad de dar “un apoyo” que consistía en una despensa mensual que se entregaba a condición de que dejaran de llevar a sus infantes al Metro y/o cesaran sus labores dentro de los trenes. Como se negaron a perder su fuente de ingresos, los operativos del DIF y las detenciones se incrementaron:

Es un pretexto porque a mi esposa y a mí el DIF y el Metro nos censaron en la línea 8, a nosotros y a todos los que traían niños. Te veían con el niño y te preguntaban cuál era tu necesidad y por qué lo tenías en el Metro. Yo decía, “porque no tengo un trabajo digno, porque no me alcanza y porque en ese momento era lo más fuerte de la pandemia”. Me decían, “es que lo estás arriesgando”, y yo les decía, “si yo tuviera un trabajo como ustedes lo tienen ahorita, con gusto estaría en mi casa acostado” (Julio, 28 años, vagonero).

Las personas de la economía popular en el Metro trabajan librando todo tipo de amenazas, ideando redes de protección como señales con silbidos, agacharse sobre la marcha del tren para no ser vistas, o hacerse pasar por usuarios o usuarias. A su mismo decir, el mayor desgaste laboral, más que permanecer hasta trece horas de pie, es ver truncados sus ingresos económicos, además de que no tienen ninguna protección jurídica ni social que respalde su trabajo, y deben resolver cosas de su vida personal cuando son detenidas: ¿quién irá por sus hijos a la escuela?, ¿quién les dará de comer?, si les retienen a sus menores, ¿cuándo podrán recuperarlos?, ¿cómo tener la certeza de que están mejor cuidados en el DIF que con sus propios padres y madres? Una de las respuestas del gobierno de la Ciudad de México es que estos operativos son para erradicar el trabajo infantil, aunque lo cierto es que estas detenciones sólo han generado estigmatización de la economía popular y no han resuelto el problema que se jactan de atender: la protección de los menores.

Trayectoria familiar: el tiempo no negociable

Como se ha mencionado, el paso de la juventud a la adultez conlleva una serie de eventos vitales, entre ellos la conformación de una familia propia, ya sea por haber iniciado la vida en pareja y/o por el nacimiento de los hijos. De hecho, hay una alta posibilidad de que las y los jóvenes se conviertan en padres o madres, pues esta etapa de la vida se imbrica con la edad fecunda. Así, por ejemplo, de las veintiún personas a quienes entrevistamos doce son madres o padres, y dos de ellos no tienen hijos (Javier y Juan), viven en pareja y manifestaron tener planes de ser padres en el futuro:

Sí, yo voy a tener un hijo, con o sin él [pareja]. Pero también hemos planteado las posibilidades económicas y por el momento decidimos esperar tantito. Y además las posibilidades de conseguirlo porque, obviamente, siendo una pareja homoparental o una familia de este tipo, no es como que lo podamos engendrar nosotros; si queremos un hijo biológico ni siquiera sabemos costos o adónde acudir (Javier, 27 años, bazares).

Dada esta posibilidad de haber conformado su propia familia, la trayectoria familiar se vuelve relevante para el análisis de la pobreza de tiempo, por una parte por las pistas que anteriormente dimos acerca de cómo las necesidades de crianza y manutención también reclaman tiempo, pero asimismo porque la composición familiar es muy distinta; por ejemplo, no es el mismo tiempo el que invierte una pareja con un hijo, que el que emplea quien tiene dos o tres; de la misma forma, cambia la organización del tiempo de una madre soltera respecto de quien vive en pareja. Así, en las siguientes líneas analizaremos cómo es la distribución del tiempo de las y los jóvenes.

Maternar en el subterráneo

Las mujeres tienen métodos de organización y rutinas para ellas y sus hijos; por ejemplo, los horarios laborales y el tiempo que destinan al cuidado varían según el día, si son vacaciones y las infancias no están asistiendo a la escuela, si es fin de semana, si se organizan con las exparejas para el cuidado, si son solteras, si tienen familia cerca y de confianza, etcétera:

A mi hija la tengo nada más viernes, sábado y domingo, y mi hijo sí está de planta conmigo. Entonces lo que hacía era que yo me adelantaba porque mi esposo me lo llevaba [al hijo] a una hora, ponle al mediodía, y ya de ahí hasta las nueve de la noche yo me quedaba con él, aquí [en el puesto] lo tenía conmigo, pues no era como de dejarlo con alguien. Y los viernes que me tocaba recoger a mi hija, encargaba el negocio a mi amiga y yo me veía en un punto con el papá de mi hija, por lo regular era en Pantitlán, entonces ahí nos veíamos y yo me la llevaba al negocio, eso era los viernes. Y los sábados me llevaba a los dos a trabajar conmigo (Gabriela, 26 años, mercaditas).

El trabajo en los hogares también demanda tiempo, especialmente las mujeres son quienes más horas dedican a las labores domésticas. Para quienes son madres, estas actividades comienzan en la noche, después de que terminan de trabajar en el Metro; por ello las llamamos la tercera jornada, pues su día no culmina al finalizar sus ventas, sino que se extiende hasta altas horas. Pocas veces manifestaron la división paritaria de las responsabilidades domésticas con la pareja: “Pues llego a la casa y hago mi quehacer que tengo, lo hago en la noche […], llego a lavar, dejo mi ropa tendida, y de ahí, en la mañana despierto a mis hijos, a los dos chicos los paso a dejar a la escuela y me vengo al trabajo” (Ana, 29 años, mercaditas).

También encontramos a mujeres que ejercen labores de cuidado mientras laboran, ya sea que amamanten a sus bebés cuando venden, les den de comer dentro de las instalaciones del Metro, tengan que buscar un espacio aislado para cambiarles el pañal, hacer tratos con los puestos fijos para que calienten la comida, ponerlos a hacer las tareas en los pisos del subterráneo, etcétera. A su propio decir, son jornadas muy desgastantes en las que no sólo ellas terminan cansadas, sino también sus hijos. Sin embargo, al no contar con una red de apoyo segura, es decir, que realmente garantice la protección física y emocional de sus menores, prefieren llevarlos con ellas a su trabajo, donde corren menos riesgo:

En agosto entra mi hijo a la escuela y en septiembre le amputan una pierna a su papá. Estuve un mes en el hospital con él, todo el día, y mi hijo se quedó en casa de su tía, la hermana de su papá. Mi hijo me dice que lo bañaban con agua fría, que le pegaban en las manos, en las piernas, que el cuñado de su papá le pegaba con el cinturón y muchas cosas que yo no quería que le pasaran (Dulce, 29 años, vagonera).

Vale señalar que muchas de las personas que laboran en la economía popular dentro del Metro han buscado el apoyo de instancias gubernamentales para que las provean de un sistema de cuidados seguro para sus hijos, como estancias infantiles o escuelas de tiempo completo. Pese a que se han llevado a cabo mesas de diálogo con las autoridades del Metro para que no las criminalicen cuando llevan a sus menores, éstas no han dado respuesta a sus demandas:

Respecto de lo de las guarderías, en las mesas de diálogo de derechos humanos nos habían dicho que nos iban a dar una guardería para que cuando nosotros estuviéramos “trabajando ilícitamente” -como ellos dicen- nuestros hijos estuvieran en una guardería. Eso tiene como dos o tres años (Julio, 28 años, vagonero).

En México, el sistema de cuidados que brinda el Estado es insuficiente. La mayoría de las labores de crianza y atención a las infancias la desarrollan las madres o, en su defecto, otras mujeres de la familia. Además, las estancias infantiles públicas son para personas que trabajan en empleos formales, por lo que las y los jóvenes que se dedican a la economía popular no pueden tener este servicio para sus hijos.

Reflexión final

El presente análisis ha evidenciado que las y los jóvenes que laboran en la economía popular en el Metro tienen rutinas en las que compaginan responsabilidades de trabajo, familia y educación, y también que presentan diferencias entre sí según la actividad de comercio o servicios que desempeñan, las redes de apoyo de las que disponen y los acontecimientos de vida que han ocurrido en su biografía. Ante ello nos encontramos que el cruce de responsabilidades acuñadas en sus trayectorias de vida y las condiciones desiguales a las que se enfrentan estos jóvenes dificultan su disposición de tiempo y, por tanto, la posibilidad de dedicarse a otras actividades como continuar sus estudios, estar más tiempo con sus hijos, dedicar tiempo al descanso o a la recreación.

Si bien los acontecimientos vitales como la maternidad, la paternidad o la educación complican la administración del tiempo de las y los jóvenes que trabajan en el Metro, no son los únicos motivos; también se suman el nulo reconocimiento y la desprotección social y gubernamental de sus labores.

La economía popular, si bien puede ser una alternativa para que las juventudes tengan un ingreso económico, también es una actividad donde se conjuntan y reproducen las desigualdades. De esta manera, las personas más desfavorecidas (más pobres, con menos educación, con hijos, sin redes de apoyo) son quienes se enfrentan a mayores riesgos físicos, económicos y sociales por la criminalización que el gobierno y la sociedad ha dado a su trabajo.

Así, a pesar de que el comercio o la prestación de servicios en el Metro permite a las y los jóvenes administrar su tiempo, también son actividades de incertidumbre económica. Especialmente, notamos cómo las personas que trabajan en los vagones enfrentan mayor recriminación y están expuestas a más violencia por parte de los operativos. Esto nos lleva a concluir que la estigmatización y la criminalización de la economía popular no sirve para frenar estas labores, sino que sólo aumenta la violencia hacia estos jóvenes, e inclusive hacia sus infantes. Algunas personas difícilmente podrán salir de las actividades de la economía popular, pues tienen desventajas acumuladas que imposibilitan su acceso a un mejor empleo. Por ello, se requiere un empuje de políticas múltiples (cuidado, salud, educación) para garantizar mejores oportunidades laborales.

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1Entendida como la que realizan las personas para tener un ingreso monetario, pero sin contar con las prestaciones sociales que suelen tener quienes se desempeñan en empleos asalariados formales (Alba y Rodríguez, 2021); por lo tanto, también suele realizarse en espacios no fijos u oficiales para dedicarse al comercio o servicios, tales como las calles o el transporte público. Este tipo de trabajo entra dentro del rubro que la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2022) señala como trabajo informal, dado que carece de marcos legales o normativos para su regulación y, por tanto, puede ser trabajo intermitente, temporal, de pronta suspensión o reasignación. Aquí vale hacer la precisión de que se decidió utilizar el término economía popular, y no así otros como comercio ambulante, comercio en las calles o ambulantaje, dado que las actividades que se analizaron para este estudio van más allá de la venta de objetos que requiere el comercio, sino que también abordamos actividades de trueque e intercambio de servicios; tampoco se optó por utilizar el término “ambulante” o sus derivaciones, porque su significado denota constante movimiento para su realización, algo que no todas las personas que participaron como informantes en esta investigación requerían para sus actividades.

2Según el criterio de la Organización de las Naciones Unidas.

3Que realiza recorrido de la estación Cuatro Caminos a la estación Tasqueña.

Recibido: 30 de Enero de 2023; Aprobado: 28 de Abril de 2023

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