El debate teórico sobre la problemática definición de las clases medias en sociología es de larga data. El contexto contemporáneo en América Latina resulta particularmente proclive a reavivar estas discusiones, con dinámicas que han tendido, en apariencia, a reducir las brechas sociales y a disminuir las distancias entre las posiciones de clase (Lustig, López-Calva y Ortiz-Juárez, 2011; Benza, 2016). Esta supuesta reducción de las distancias ¿implicaría una correlativa homogeneización de los comportamientos, las apuestas y las condiciones de existencia? ¿Se trata, en definitiva, de distancias de grado en un continuum, o más bien de un cúmulo de desigualdades que configuran clases diferentes?
Diversos estudios en la actualidad han evaluado el impacto de las transformaciones recientes en la distribución de los recursos sociales entre los diferentes sectores de la estructura de clases en términos de movilidad social (Dalle, 2010; Pla y Salvia, 2011). Algunos de estos esfuerzos se han centrado en analizar el funcionamiento del mercado de trabajo, entendiéndolo como principal motor de la desigualdad social y generador de profundas asimetrías según los sectores de inserción laboral (formal/informal) (Salvia y Vera, 2013). Otras interpretaciones, en cambio, se dirigen a detectar un crecimiento de las clases medias a partir de la evidencia del aumento de los ingresos de las clases populares (Franco y Hopenhayn, 2010).
El objetivo de este artículo es reconstruir trayectorias de familias de clase media y clase trabajadora en el espacio social de Gran Córdoba, Argentina, desde una perspectiva bourdieusiana, haciendo eje en sus modos y estrategias de reproducción social. Dicha reconstrucción parte de la configuración actual de sus condiciones de vida, particularmente signada por el contexto que la bibliografía argentina ha denominado post-convertibilidad.1 Con esto pretendemos aportar elementos empíricos y conceptuales al debate sobre la desigualdad en la región media de la estructura social, focalizando en sectores que, marcados por un coyuntural achicamiento de las brechas, continúan reproduciendo prácticas, apuestas y representaciones disímiles ancladas en sus diferentes trayectorias de clase. Para ello resulta necesario caracterizar y comprender las estructuras patrimoniales de las familias y sus disposiciones sociales para la acción, pues la desigual distribución de los recursos sigue resultando nodal y estructurante en la dinámica de la vida social. El supuesto sobre el que se asienta la indagación que presentamos es que las trayectorias de clase de estos dos grupos marcan un conjunto de oportunidades diferenciales, tanto en un sentido material (condiciones de existencia) como en un plano simbólico (modo de percibir los posibles), además de definir configuraciones temporales distintivas en las trayectorias laborales de los integrantes de estas familias.
Este artículo tiene la siguiente estructura: en primera instancia, repasamos brevemente el debate teórico sobre algunas dinámicas recientes de las clases sociales (especialmente medias), hasta llegar a delinear los principios teórico-metodológicos para nuestro estudio de las trayectorias sociales y los modos de reproducción en las clases sociales cordobesas. Posteriormente, describimos el procesamiento de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) -tercer trimestre del año 2013-, dando cuenta de las principales tendencias estructurales asociadas con la posición de las familias de clase media y clase trabajadora en Gran Córdoba. Finalmente, recuperamos los relatos de prácticas (Bertaux, 2005) para un análisis de trayectorias sociales a partir de un conjunto de entrevistas correspondientes a referentes2 de familias de estas dos posiciones de clase, centrándonos en los ritmos y las temporalidades diferenciales de sus itinerarios laborales y en la articulación entre las esferas laboral y doméstica (Weber, 2008).3
Clases media y trabajadora: desde la movilidad social al estudio de trayectorias
En esta investigación nos centramos en dos sectores sociales que se encuentran en la región intermedia del espacio social, y que suelen ser homogeneizados bajo la etiqueta de clase media, por sus ingresos o, en algunas coyunturas históricas, por sus condiciones de vida. Sin embargo, esta región del espacio social presenta un conjunto de oportunidades, composiciones patrimoniales y disposiciones sociales muy diferentes entre ellas. Las siguientes páginas están orientadas a analizar el modo en que estas diferencias redundan en el sostenimiento de posiciones sociales y prácticas desiguales.
La construcción analítica de la región media del espacio social como una suerte de continuum o distancias de grado ha asumido distintas vías. En algunos estudios de movilidad social, por ejemplo, las distancias entre ambas clases aparecen disminuidas bajo la premisa de ascenso social de padres a hijos, o incluso dentro de la misma generación. El supuesto de movilidad social, ampliamente discutido (Richardson, 1977; Cachón, 1989; Bourdieu, 1998; Bertaux y Thompson, 2009), recupera por momentos imágenes de sociedades abiertas, en las que el paso del tiempo y el esfuerzo individual redundarán en una cada vez más voluminosa clase media.
Por otro lado, desde un enfoque sincrónico, las mediciones de clases que consideran principalmente los niveles de ingreso, realizadas por organismos como el Banco Mundial (Ferreira et al., 2013), pueden homologar condiciones de vida muy diferentes y posibilidades de existencia desiguales al centrarse sólo en un elemento de la estructura patrimonial de los agentes, como el que constituye el capital económico de tipo monetario.4 Sin pretender resolver estas cuestiones en el artículo, aportaremos elementos para identificar especificidades al interior de cada posición social, así como posibles similitudes.
En las últimas décadas, las investigaciones sobre estructura y movilidad social se han revitalizado en América Latina, brindando varios antecedentes que iluminan nuestra indagación sobre las trayectorias de las clases media y trabajadora. En términos generales, los estudios de movilidad social indagan el grado de atadura que tienen los destinos sociales de los sujetos respecto a su posición biográfica de origen (mediados principalmente por la inserción en el mercado laboral y en relación al nivel educativo), o de los antecesores (movilidad intergeneracional). Sin embargo, esta indagación no puede prescindir de considerar el modo en que afectan las desigualdades de partida de los diferentes agentes, ni las transformaciones constantes a nivel de la estructura, que hacen complejo el trazado de los segmentos unívocos de origen-destino.5
En esta línea, hay autores que ponen en tela de juicio las lecturas unívocas sobre los procesos recientes de “movilidad social” y disminución de las desigualdades en América Latina durante décadas recientes (Lustig, López-Calva y Ortiz-Juárez, 2011; Kessler, 2015), e invitan a hacer compleja la interpretación de este fenómeno. Por ejemplo, la investigación sobre movilidad ocupacional en el Cono Sur realizada por Vicente Espinoza (2006), si bien constata una alta movilidad intergeneracional de padres a hijos, matiza su efecto “positivo”, entendiendo el proceso como resultado de la reestructuración del modelo económico. Entre el conjunto de transformaciones, el aumento de la escolarización de los hijos de obreros parece no haber sido suficiente para garantizar “mejores” inserciones laborales. Además, el creciente peso que adquiere el capital social para lograr posiciones en el mercado de trabajo es analizado por Espinoza como un elemento de privatización de las oportunidades de ascenso, al no bastar con los soportes estructurales formalmente ofrecidos a todos (como el aumento de la escolarización de la población). En el mismo tono, Gabriel Kessler y Espinoza (2003) arrojan luz sobre las dinámicas ambiguas o contradictorias de las últimas décadas del siglo XX en Argentina y acuñan la expresión de movilidad ascendente espuria para describirlos. En ese periodo, los hijos de familias obreras habrían adquirido mayores calificaciones ocupacionales que los antecesores en sus familias, pero sin las recompensas -salariales- correspondientes al supuesto “ascenso”.
Desde un punto de vista histórico, varios factores han colaborado en generar esta suerte de continuidad analítica entre las clases media y trabajadora. En la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, la equiparación de las condiciones de vida de estas clases se produjo junto al desarrollo de los Estados de Bienestar, con la correlativa expansión de derechos sociales y garantías laborales. Ello repercutió en la mejora de lo que, desde las corrientes weberianas, se denominó su “situación de mercado” (Goldthorpe, 1992). Asimismo, la acción y el poder relativo de los sindicatos también han colaborado en esta nivelación, al presionar para la mejora de prestaciones sociales y condiciones laborales en periodos de crecimiento económico sostenido. Complementariamente, el acceso al consumo y la asimilación de algunos rasgos de los estilos de vida han funcionado como clivajes de confusión y supuesta homogeneización. Tanto el “aburguesamiento de la clase trabajadora” como la “proletarización de clase media” son tendencias analíticas contrapuestas que, desde los enfoques gradacionales, redundan en asimilar a estos grupos (Benza, 2014).
En Argentina, como hemos analizado en otro texto (Jiménez Zunino, 2015), desde los años setenta se produjo un proceso de privatización de los instrumentos de reproducción social que habían permitido, en la etapa anterior, pasajes desde amplios sectores de las clases populares a las regiones intermedias del espacio social. Este proceso “modernizador” de la estructura social, propiciado por dinámicas entrelazadas entre Estado, sistemas productivos, mercados laboral y escolar, encontró cierto freno en la emergencia de mecanismos privatizadores que segmentaron las oportunidades de acceder por los canales típicos de “movilidad social” a las posiciones intermedias (aumento de años de escolaridad, empleo público, desarrollo de las PYMEs, etcétera).
La provincia de Córdoba tuvo una importante transformación de su estructura social desde mediados del siglo XX, en el marco del proceso industrializador que atravesó al país (Jiménez Zunino, 2016). El modelo de acumulación de industrialización por sustitución de importaciones (Torrado, 1998) expandió la fuerza de trabajo asalariada fabril y promovió importantes migraciones internas (Cecchetto, 1990; Tedesco, 2012). Entre ellas, la industria metalúrgica cordobesa se vio beneficiada por la expansión de las Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) (Brennan, 2002). Adicionalmente, la ampliación de la oferta educativa generó un escenario propicio para procesos de movilidad social ascendente (Dalle, 2010).
En este punto, y como modo de articulación crítica de las vertientes interpretativas revisadas, consideramos que para arrojar luz sobre las dinámicas socio-históricas de diferenciación entre las clases sociales (media y trabajadora) resulta pertinente apoyarnos en la noción de trayectorias de clase (Cachón, 1989). A partir de este concepto pretendemos sortear algunos de los problemas implícitos en los estudios de movilidad y clases medias: la consideración de los estratos como clases, las clases construidas como lugares “reales”, y estos lugares “reales” e intermedios como tránsitos con efectos de movilidad social (García Salord, 2004). En el siguiente apartado desarrollaremos nuestra propuesta para el estudio de las trayectorias y modos de reproducción social, tomando como insumo las descripciones realizadas por los estudios de movilidad social.
Trayectorias sociales y modos de reproducción: precisiones teórico-metodológicas
El análisis de la reproducción social funciona como basamento conceptual a partir del cual podemos comprender continuidades y divergencias en las trayectorias de familias de clase media y clase trabajadora. En este estudio, además, implica un posicionamiento que articula metodología cuantitativa y cualitativa para dar cuenta tanto de la dimensión estructural (condiciones de posibilidad objetiva) como del conjunto de prácticas a partir de las cuales estas estructuras se producen y reproducen en la vida social (estrategias de reproducción social). Para ello, repasaremos los conceptos que nos permiten desarrollar la construcción del espacio social de Gran Córdoba y las principales tendencias caracterizantes de las dos clases en términos de inserciones laborales y condiciones de vida. Posteriormente, apuntalaremos el sentido en el que analizamos las trayectorias sociales de estos dos grupos.
El punto de partida epistemológico de este abordaje es el reconocimiento y la caracterización de la desigual distribución de los recursos sociales (Baranger, 2004). La estructura social es aquí concebida como espacio social, en tanto sistema de posiciones definidas por el volumen y la estructura patrimonial de las familias (unidad de análisis fundamental para el estudio de las estrategias de reproducción social: Bourdieu, 1998). Los condicionamientos asociados con dichas posiciones producen (en su incorporación) un conjunto de disposiciones (esquemas de percepción, pensamiento y acción), que operan como principio generador de prácticas o tomas de posición, a la vez, reguladas y regulares (Bourdieu, 2010).
El distanciamiento conceptual que asumimos respecto de la construcción de las clases con base en la distribución de un único recurso en la estructura social (como el ingreso monetario de los hogares o los individuos) debe, a su vez, completarse con una propuesta metodológica que permita explicar y comprender el efecto estructural de un sistema relacional teóricamente construido, dando cuenta de las distintas posiciones de clase de las familias analizadas.
Tal como desarrollamos extensamente en anteriores publicaciones (Gutiérrez y Mansilla, 2015; Assusa y Freyre, 2014), hemos aplicado una combinación de técnicas -Análisis de Correspondencias Múltiples (ACM) y Clasificación Jerárquica Ascendente (CJA)- para el procesamiento de datos de la Base Hogares e Individuos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) correspondiente al tercer trimestre de 2013. Esto constituye el momento analítico objetivo de la interpretación sociológica sobre las tomas de posición de las familias en forma de apuestas, renuncias, elecciones, etcétera.
A partir de este primer acercamiento a la dimensión “estructural” de la desigual distribución de los recursos, realizamos entrevistas en profundidad con referentes de 45 familias de distintas clases y fracciones de clase social, indagando sobre una gran variedad de prácticas (estrategias habitacionales, educativas, laborales, de sociabilidad, domésticas y de consumos tecnológicos). El objetivo del abordaje cualitativo reside, por un lado, en producir datos precisos y en profundidad acerca de la articulación y la variabilidad fenoménica de prácticas que constituyen el sistema familiar de estrategias de reproducción social (Bourdieu, 2011), y por el otro, acceder a los sentidos vividos, las valoraciones contrapuestas y las significaciones sobre las experiencias individuales y familiares de los agentes (Bourdieu, 2010). Para el presente texto, recuperaremos aquellas entrevistas de referentes cuyas familias se ubican en las clases media y trabajadora, aunque en el análisis podemos remitir siempre a la perspectiva de totalidad que nos confiere la combinación de estrategias metodológicas y la exploración de todas las posiciones del espacio social.
La virtud interpretativa de la noción de reproducción social consiste en su potencialidad para desentrañar el conjunto de procesos, decisiones, apuestas y movimientos que realizan las familias para producir y valorizar su patrimonio de capitales y, en este mismo acto, sostener o mejorar (en sentido relacional) su posición social. De este modo, se encuadran los cambios relativos de las posiciones (que el concepto de trayectorias habilita), pero sin adoptar imágenes “fluidas” del mundo social, en las cuales los límites o fronteras entre las clases se “traslapan” y sobrepasan constantemente.
La dimensión de la temporalidad propia a la noción de trayectorias resulta vital para comprender la compleja conexión entre posición / disposición / toma de posición. Como mostraremos, las lógicas prácticas subyacentes a las apuestas y procesos de acumulación de capitales en las trayectorias de las familias de clase media y clase trabajadora presentan marcadas y diferenciales regularidades, no sólo por emerger de condiciones de vida desiguales, sino fundamentalmente por ser resultado (regulado) de disposiciones adaptadas a la estructura del capital y a configuraciones familiares diferentes entre sí.
El estudio de las trayectorias sociales debe a autores como Daniel Bertaux su aplicación a los estudios sobre clases sociales, dando cuenta a la vez de la desigual distribución de recursos y del modo en que éstos van mutando en el tiempo (Bertaux, 1995, 1999 y 2005).6 A partir de los relatos de prácticas, este autor reconstruye transformaciones estructurales desde la experiencia vital de los agentes. El registro de prácticas recurrentes en torno a un tipo de actividad concreta, a una categoría de situación o a las trayectorias sociales (Bertaux, 2005), permite captar la lógica de la acción en el desarrollo biográfico y la estructuración de las relaciones sociales en su configuración histórica (reconociendo tanto dinámicas de reproducción como de transformación). Sin embargo, ello no supone ceder a la tentación de la ilusión biográfica (Bourdieu, 1997), pues se propone en el marco de un abordaje del conjunto de trayectorias de vida de individuos y familias conectadas por relaciones de parentesco (Bertaux, 1995).7
En nuestra investigación, las categorías de situación están definidas por las clases sociales construidas, que dan cuenta de condiciones de posibilidad relativamente homogéneas al “interior” de cada clase, y de heterogeneidades, diferenciaciones y desigualdades entre ellas. Para identificar estas posiciones equivalentes, rastreamos las inserciones laborales de los entrevistados y de sus antecesores, puesto que ambas dan idea de las condiciones sociales en que los agentes y sus disposiciones han sido producidos. Estas inserciones también brindaron información sobre los ambientes familiares y las estrategias de reproducción social (Bourdieu, 2011; Gutiérrez, 2011) que implementaron los distintos agentes, y a las que inclinan a sus hijos: estrategias escolares, inserciones laborales más o menos postergadas, formación de familias de destino más o menos precoces, etcétera. Estrategias, en suma, que se insertan en la trama de opciones y disposiciones familiares, de acuerdo con la estructura de capitales con la que cuentan.
Las estrategias de reproducción social orientan las carreras laborales de los integrantes de cada familia, articulándolas como un sistema de prácticas. Denominamos modos de reproducción a las formas singulares, históricas y socialmente situadas en que estos sistemas coordinados de estrategias son configurados por el capital “dominante” (económico o cultural) por reproducir, así como a su adaptación a un estado de los instrumentos de reproducción social -las leyes de sucesión, el sistema escolar, el mercado de trabajo- que funciona como contexto y marco de posibilidad de las prácticas (Bourdieu, 2011; Mauger, 2013).
Centrar la atención en las trayectorias sociales nos permite focalizar aspectos no tan enfatizados por los estudios de movilidad social (Crompton, 1997; Bourdieu, 1998): considerar la edad como generación, vinculada con efectos históricos, y tomar en cuenta poblaciones más amplias (a mujeres, jóvenes y ancianos económicamente inactivos; Cachón, 1989; Bertaux y Thompson, 2009). Asimismo, aunque tomamos la inserción ocupacional8 como un indicador importante de las posiciones sociales, la pensamos articulada con un conjunto de variables que hacen posible el posicionamiento en el espacio social,9 atendiendo al conjunto de poderes o capitales que utilizan los agentes para sus posicionamientos y desplazamientos.
A raíz de esto, el uso de la trayectoria como categoría obliga, a la vez, a cartografiar el espacio social y su configuración desigual, y a analizar la producción sociohistórica de las disposiciones que otorgan una lógica práctica a las decisiones sobre cambios, continuidades, perspectivas temporales y demás apuestas a lo largo de los recorridos de las familias del estudio. La noción de modo de reproducción permite reponer las contraposiciones, diferencias y distanciamientos allí donde muchos de los estudios de movilidad describían una zona relativamente homogénea de fronteras difusas: “las clases medias”.
Espacio social y mercado de trabajo cordobés actual
El análisis y las tendencias que presentaremos a continuación son el resultado del procesamiento de datos de la Base Hogares e Individuos de la EPH correspondiente al tercer trimestre de 2013, a partir de las técnicas del ACM y el CJA.10 Estas tendencias constituyen el basamento de las interpretaciones que proponemos en los apartados finales.
En el marco de un espacio social que en su construcción identifica cuatro clases,11 denominamos clase trabajadora a la primera de las posiciones de clase que tomamos en este artículo, con un 42% del total de familias de la base.
Los referentes de estas familias se insertan fundamentalmente en las ramas de construcción, industria, transporte y logística, muy particularmente en condición de autónomos y en pequeños establecimientos del sector privado, con operación de maquinaria y equipos electromecánicos. Asimismo, sus situaciones familiares se asocian particularmente con hogares cuyos miembros están unidos o casados y cuentan con cuatro o más miembros (con presencia de menores de 10 años). Por último, el capital escolar de sus referentes es bajo (el nivel educativo va de primaria incompleta a secundaria incompleta).
Denominamos clase media a la segunda de las posiciones consideradas para nuestro análisis, con más del 38% de los hogares para 2013. La composición de estas familias está asociada con hogares pequeños y hogares unipersonales. También presentan una asociación con ingresos medios y altos.
Sus referentes se vinculan con ocupaciones técnicas o de asalariados profesionales, en la condición de empleados y, en menor medida, de jefes. Su alta calificación (aunque sin un necesario correlato en el control del proceso productivo) se condice con una fuerte acumulación de capital cultural institucionalizado (nivel universitario completo y, en menor medida, incompleto).
Asociados fuertemente también con el ámbito de ocupación estatal, en establecimientos medianos (de 6 a 40 personas o de más de 40), presentan cobertura médica de obra social (descuento vía laboral), de lo que se deduce una importante presencia de condiciones de registro laboral en términos de legalidad para esta clase. Estos referentes aparecen vinculados con las ramas de la educación, la salud y los puestos de gestión jurídico-administrativa, con operación de sistemas y equipos informáticos.
La participación e inserción en el espacio laboral asocia ciertas posiciones ocupacionales con “paquetes de recompensas” -económicas, poder, prestigio, capital cultural, etcétera (Benza, 2014: 79)- y, a partir de esto, con el acceso a las oportunidades materiales de vida. Analizar algunos indicadores laborales de las dos clases en el periodo 2003-2013 nos permite tener una aproximación a la configuración de la desigualdad en el acceso a bienes. Posteriormente, en el análisis cualitativo, emergerán facetas de exploración que permitirán acceder al mundo social de los agentes desde otras dimensiones.
Al observar la distribución de los indicadores laborales en la Tabla 1, reparamos en que, si bien la desocupación y la sub-ocupación han descendido fuertemente en el periodo 2003-2013 (Neffa, Oliveri y Persia, 2010; Kessler, 2014), la tendencia a que estos problemas afecten mucho más a hogares de clase trabajadora que a hogares de clase media se ha mantenido, o incluso profundizado.
2003
Clase trabajadora |
Clase media |
2013 Clase trabajadora |
Clase media |
|
Desocupación | 12.40% | 7.70% | 8.40% | 3.50% |
Subocupación demandante | 8.90% | 4.70% | 4.20% | 1.30% |
Informalidad | 41.30% | 12.80% | 24.70% | 8.50% |
No-calificación laboral | 24.70% | 6.30% | 18.90% | 4.60% |
Mediana de ingreso por clase / | 0.68 | 2.42 | 0.75 | 1.75 |
Mediana de ingreso total | ||||
Relación de medianas | 0.28 | 0.42 | ||
Relación de medias | 0.34 | 0.43 | ||
Cobertura médica de la población | 29% | 86% | 63% | 94% |
Fuente: Elaboración propia con base en datos EPH-INDEC, tercer trimestre de 2003 y 2013.
Algo similar sucede con las tasas de empleo informal: si bien el empleo registrado implicó un gran avance durante el periodo de post-convertibilidad (Palomino y Dalle, 2012), la informalidad (y sus consecuencias de precarización del empleo) sigue afectando alrededor de tres veces más a la clase trabajadora que a la clase media. De igual manera, en un mercado de trabajo que ha tendido a modernizarse, y con ello, a un proceso general de elevación de la calificación laboral, los miembros de clase trabajadora se insertan cuatro veces más que los de clase media en puestos de trabajo no-calificados.
Respecto a la medición de los ingresos de los miembros de estas familias, los distintos índices muestran una tendencia a disminuir las distancias entre los ingresos de estos grupos y los ingresos medios de la población, pero también a disminuir las diferencias entre los ingresos de individuos de familias de clase trabajadora y familias de clase media.
En este mismo sentido evoluciona la dinámica de la cobertura médica de las personas. En familias de clase trabajadora la cobertura supera actualmente el 50% y crece de manera mucho más pronunciada que en las familias de clase media (aunque esta última posee para el año 2013 una cobertura casi total).
En resumen, encontramos una clase trabajadora que, más allá de la reconfiguración de la desigualdad social en el periodo de la post-convertibilidad, continúa relativamente expuesta a inserciones precarias e inestables, que se traducen en procesos familiares de acumulación económica también precarios e intermitentes. Del otro lado, la clase media se asocia persistentemente con condiciones de “protección” y estabilidad, afines a las apuestas a “largo plazo” y a modos de reproducción con “previsibilidad”, homólogos al modelo de la “carrera burocrática” que examinaremos en el apartado siguiente.
Trayectorias de familias de clase media y clase trabajadora en Gran Córdoba
La metodología utilizada para el análisis de las trayectorias es cualitativa y se ha apoyado en las caracterizaciones resultantes del ACM para la selección de los entrevistados (19 entrevistas). La técnica aplicada consistió en la realización de entrevistas en profundidad que, si bien dialogan especialmente sobre aspectos laborales, también indagan datos biográficos más amplios (Bertaux, 2005): itinerarios residenciales, escolares, matrimoniales y formas de consumo de los agentes.
Para analizar las trayectorias, focalizamos los usos de tiempo de diferentes agentes. El tiempo y su uso recursivo aparece, simultáneamente, como un eje vertebrador y una frontera de diferenciación entre las familias de ambas clases. Los itinerarios presentan ciertas recurrencias en las permanencias y renuncias a puestos de trabajo que funcionan como apuestas o “jugadas” hacia el interior de los distintos espacios laborales. En este sentido, organizamos nuestro análisis en torno de una serie de dimensiones: momentos y estrategias de búsqueda laboral de los entrevistados; estrategias de promoción y permanencia en sus empleos; condiciones, decisiones y apuestas en instancias de emprendedorismo; influjo del género en la participación laboral; articulación de valoraciones y apuestas en el marco de sistemas familiares de estrategias de reproducción social.
A continuación, realizamos el análisis de las trayectorias de los entrevistados, centrándonos en los referentes de hogar seleccionados para el estudio, aunque puestos en relación con los recorridos de cónyuges, antecesores y sucesores. En el Cuadro 1 (a partir de la siguiente página) se aprecian de un modo más completo las trayectorias escolar y laboral analizadas para los miembros de las dos clases.
Fuente: Elaboración propia, con datos de entrevistas.
Burocracia y emprendedorismo: trayectorias de clase media
Los miembros de la clase media que hemos explorado asientan sus inserciones laborales en acumulaciones de certificados escolares, en coincidencia con lo que señalan otras investigaciones sobre estos sectores (Dalle, 2010; Benza, 2014). Ahora bien, las vías para hacer valer estas titulaciones en el ámbito laboral pueden transitarse por carreras burocráticas, en empresas privadas o en emprendimientos personales o familiares. Así, una primera diferencia en el tipo de trayectorias en el interior de la clase se relaciona con las carreras: unas más meritocráticas, ligadas con la lógica burocrática (propias de tareas en el sector público, tal como aparece en nuestro análisis estadístico asociado a esta posición de clase, en ramas de salud, educación y gestión jurídico-administrativa), y otras que requieren la titulación de un modo más instrumental (por ejemplo, un martillero público en el mercado inmobiliario). La validación de las titulaciones en cada caso requiere del capital cultural institucionalizado, pero en las primeras demanda una constante inversión -que suele terminar cuando se logran posiciones consolidadas-, en tanto que entre las segundas un título terciario parece ser satisfactorio.12
En el primer caso, se trata de caminos que se recorren lentamente, pero con firmeza. La característica propiamente escalar de las carreras burocráticas requiere paciencia y perseverancia de los jugadores. En el empleo público, tanto en el ámbito educativo como en el judicial, los entrevistados tienen cierto conocimiento de los mecanismos de ascensos y promociones y de las acciones precisas para posicionarse, implementando inversiones muy específicas de cara a acumular “puntos” y mejorar o mantenerse en la carrera. Como en los casos de una maestra (Sandra, 49 años, maestra y preceptora) que se está preparando con clases particulares para el concurso de vicedirectora de escuela primaria, o el de un estudiante de Derecho (Nahuel, 25 años, empleado administrativo) que especula con ingresar a la carrera judicial antes de recibirse, para garantizarse más oportunidades. Este último verbalizaba la secuencia por seguir en la carrera judicial: “Primero estás 10 años en barandilla, después de los 10 años empezás a rendir para prosecretario, o sea, llegás a juez cinco años antes de jubilarte”.
En cambio, en la empresa privada, las jugadas parecen ser más arriesgadas. Si bien también se trazan carreras (con secuencias definidas de puestos y jerarquías), los movimientos dentro de la organización no son tan predecibles, y las negociaciones en la empresa privada parecen ser cruciales, “a todo o nada”. En el sector inmobiliario, tras una época de expansión, Enrique (33 años, martillero público, vendedor inmobiliario) vio mermadas sus oportunidades de carrera por desacuerdos en la gestión de un proyecto. Así, pasó de ser una especie de socio a un simple empleado en pocos meses. La empresa privada también tiene escalas y supone una carrera, aunque las lógicas de los movimientos son diferentes a las del sector público (más regulado y previsible). Asimismo, las diferentes empresas “compiten” por cooptar trabajadores formados y expertos en su área, ofreciendo ventajas salariales u otro tipo de estímulos. Como comenta Gerardo (41 años, técnico en computación, programador en multinacional), los pasajes por diferentes trabajos antes de llegar a su puesto actual estuvieron motivados por desactualización salarial, por “aburrirse” y por precisar un “cambio”.
Un diacrítico interesante que encontramos en este grupo es el rechazo o abandono de trabajos que no se adecuan a las expectativas formativas y de promoción en la carrera laboral. Operaría así una lógica extraeconómica en la definición de las preferencias laborales, que se relaciona con la valorización de los títulos en diferentes nichos del mercado de trabajo, y de las propias inserciones que, en la sumatoria de la historia laboral (al modo del currículum vitae), pueden generar valoraciones positivas o negativas. Encontramos este tipo de lógicas en el rechazo a permanecer en ciertos sectores que pueden estigmatizar al trabajador. Así, hay empleos que se abandonan por no aportar “estatus” a las apuestas futuras, ya que constituirían una especie de mancha en el currículum, aun cuando el salario pueda ser más elevado en esos puestos. Nahuel trabajó como teleoperador y reconoce una especie de mácula en esa inserción para presentar en entrevistas laborales; para él es preferible mostrar su trabajo como administrativo de una gran empresa proveedora de gas, a pesar de cobrar un salario inferior y trabajar más horas.
También operan lógicas extraeconómicas en la búsqueda incesante de una mayor afinidad de los trabajos con los estudios y especializaciones realizadas. Esto lleva a la aceptación de algunos trabajos o la decisión de cambiarse a otros puestos más atractivos. En la ingeniería industrial, donde las carreras laborales comienzan desde pasantías universitarias, el peregrinaje por diferentes fábricas es frecuente. Gustavo (34 años, ingeniero industrial, diseño de procesos y productos) comenzó a trabajar en una empresa de sistemas, luego estuvo en dos autopartistas, hasta que consiguió un puesto con personal a cargo en una empresa de productos odontológicos, en la que se ocupa del área de diseño (en las otras no había tal sección, para la que él estaba específicamente formado). Según el entrevistado, el salario no fue motivo de cambio, pues estaría ganando lo mismo en las otras empresas. Sin embargo, invirtió tiempo y esfuerzos en diferentes inserciones, hasta lograr, de momento, colmar sus expectativas.
Otro tipo de inserciones que ostentan -al menos en el plano discursivo- lógicas extraeconómicas son las de emprendedores. Darío (31 años, licenciado en computación, PyME de servicios) ha generado un emprendimiento familiar desde una experiencia de fuerte desclasamiento durante su adolescencia (coincidente con la crisis de 2001). Siendo un alumno de secundaria de “promedio alto”, y estando su padre desocupado, comienzan a programar (él) y a vender (su padre, contador) paquetes informáticos para llevar la contabilidad a distintas empresas e instituciones. Para ello dispusieron de importantes redes de capital social (Espinoza, 2006; Kessler y Di Virgilio, 2008), haciéndose así de una cartera de clientes a la que acceder desde condiciones más ventajosas. Actualmente la actividad de Darío se reparte entre diversos proyectos; se define a sí mismo como “emprendedor” al que le gustan “los negocios”: resigna un buen salario como programador -incluso en un mercado de trabajo de servicios globalizado en ese sector- para poder “quedarse con algo (propio)”.
Estos modos de orientar las inserciones laborales que se presentan sopesando factores extra-económicos muestran indicios de ecuaciones diferenciales, evaluadas temporalmente, acerca de la adecuada valorización de las titulaciones de acuerdo con la estructura de oportunidades en el mercado de trabajo. Apostar por una acumulación lenta, pero estable y segura (como en el sector público), arriesgar un rápido “retorno” económico en la empresa privada, o buscar inserciones que permitan una adecuada aplicación de los títulos (saber hacer), pueden constituirse en bifurcaciones que abren y dirigen las trayectorias hacia vectores de gran dispersión en el espacio laboral. Como se desprende del análisis estadístico presentado en apartados anteriores, el tipo de configuración familiar (cantidad reducida de miembros, hogares con menos niños a cargo, etcétera) puede resultar un apoyo fundamental para estas búsquedas y demoras relativas, como también lo pueden ser las redes de apoyo de familias extensas. A Marcelo (29 años, estudiante avanzado de ingeniería industrial, pasante de empresa), el préstamo de un departamento de su abuelo empresario le resuelve el problema habitacional, mientras que Andrea (57 años, profesora de historia con posgrado, directora de instituto de enseñanza) pudo residir durante muchos años en la casa de sus padres hasta poder comprarse un departamento.
En casi todos los casos, los entrevistados han trabajado durante la realización de estudios superiores, casi siempre vinculados con los perfiles laborales que asumirían posteriormente. El corredor inmobiliario (Nahuel) trabajó desde los 20 años en agencias del sector; el profesor de informática (Federico, 53 años, ingeniero en sistemas con posgrado, director de escuela preuniversitaria) comenzó tareas docentes en nivel medio mucho antes de recibirse, como ayudante alumno; el licenciado en computación (Darío) comenzó a programar -y a vender paquetes informáticos- con 15 años; el prosecretario de justicia (José, 45 años, abogado con posgrado) inició su carrera en el poder judicial a la par que los estudios de abogacía. En tanto, los ingenieros disimulan en cierto modo su temprana participación en el mercado laboral a través de los sistemas de pasantías universitarias, que consolidan su proceso formativo (Panaia, 2009). Estos entrevistados han ido probando opciones laborales e incluso han sido contratados tras la finalización de estas instancias (siendo todavía estudiantes). Al terminar los estudios, y a pesar de los diferentes “tanteos” por varias empresas, la búsqueda continúa. Encontrar el lugar del mercado de trabajo que se ajuste mejor a sus expectativas -en términos de responsabilidad, creatividad, etcétera- aparece como una exploración constante.13
Las trayectorias de clase en este grupo se apoyan fuertemente en el capital cultural institucionalizado; casi todos los padres son profesionales (arquitectos, contadores, bioquímicos, etcétera) con carreras universitarias completas o casi finalizadas. En otros casos, se trata de empleados con inserciones en organizaciones que han supuesto “carreras de empresa” (Muñiz Terra, 2013): ferrocarriles, policía federal, fuerzas armadas, etcétera, en diferentes esferas de la burocracia estatal. Paralelamente, en esta clase, todas las madres de entrevistados han participado del mercado laboral con relativa continuidad. Algunas se han insertado como profesionales o técnicas (maestra, vicedirectora y directora de escuela; profesora de secundario y universidad) y otras como empleadas administrativas (en laboratorios, municipalidades, tribunales o empresas familiares). Sólo una de las madres de los entrevistados se desempeñó exclusivamente como ama de casa. Esto se corresponde, a grandes rasgos, con los patrones de trabajo femenino señalados por Susana Torrado (2003) para los estratos medios asalariados: niveles altos de participación laboral -respecto de los demás estratos, excepto del marginal-; mayor actividad entre los años previos a la reproducción (25-29 años), descenso a partir de los 30, para recuperar a partir de los 35 años; una incorporación más tardía de jóvenes y adolescentes al mercado laboral, etcétera. En conjunto, estimamos que las inserciones de los padres han propiciado en las familias de los entrevistados apuestas sostenidas de acumulación de capital cultural en los hijos, así como la búsqueda de posicionamientos que proporcionen estabilidad y cierta satisfacción con el trabajo.
Las mujeres entrevistadas de esta clase, Sandra y Andrea, ambas jefas de hogar, han reducido sus hogares, posiblemente por la dificultad de conciliar ámbitos de producción y reproducción. Quizá fuera la única forma de lograr carreras laborales con gran demanda de tiempo, apoyándose en redes familiares para el cuidado de los hijos, o prescindiendo de tenerlos.14 Según los resultados del análisis estadístico, esta clase posee una composición de hogares con menos miembros que la clase trabajadora y fundamentalmente con una proporción más baja de menores de 10 años
Paciencia, trabajo “duro” y complementariedad: las trayectorias de clase trabajadora
Las trayectorias laborales de los varones de clase trabajadora presentan algunas importantes características en común. Todos se insertaron de manera temprana (y por intermediación familiar) en el mercado de trabajo, entre los 10 y los 15 años. Permanecen en las mismas ocupaciones (mecánico, trabajador de la construcción, operario de fábrica o chofer de autobuses y camiones) por entre 20 y 45 años.
Para los trabajadores independientes de esta clase, la generación de cierta seguridad y constancia en sus ingresos y su patrimonio ha sido un proceso costoso en tiempo y esfuerzo, pero en los últimos años sus trayectorias tienden a estabilizarse en posiciones con mayores recursos que las de sus familias de origen. En el transcurrir de sus vidas muchos han pasado a la condición de asalariados con el objetivo de estabilizar sus condiciones. Edmundo (54 años, nivel secundario incompleto, chofer de autobuses) relata la manera en la que “renegar” con pagos que eran siempre muy “intermitentes” lo determinó para dejar el camión y pasarse a las empresas de autobuses, donde tiene un salario estable y elevado a la vez. En contraposición, Ramón (34 años, nivel secundario incompleto, jardinero y albañil) afirma que vive el “día a día”, y por eso le cuesta mucho “hacer las compras para el mes”. Con mayor fuerza que en las familias de clase media, las inserciones laborales como cuentapropistas condicionan fuertemente las estrategias familiares de consumo y su arco de posibilidades objetivas.
De manera lenta, pero firme, cierta acumulación económica en las trayectorias familiares de la clase trabajadora ha permitido la compra de inmuebles o la compra de terrenos y la autoconstrucción de la vivienda en los mismos. Algunos han invertido incluso en emprendimientos propios, gestionados mayormente por mujeres (quinielas, panaderías, ventas de artículos de limpieza e insumos para mascotas, entre otros), con ayudas económicas (de familiares).
La capitalización a muy largo plazo, combinada con competencias adquiridas e inversión de la propia fuerza de trabajo, hacen que el proceso prolongado sirva como paliativo parcial a las condiciones objetivas inestables en que viven estas familias (fundamentalmente entre aquellas con referentes trabajadores autónomos). En tanto agentes económicos, muestran un carácter más cercano al de “maratonistas” que al de “corredores de velocidad”.15
Esta inestabilidad se refuerza por la necesaria articulación entre tiempos laborales y tiempos reproductivos en las mujeres de esta clase (tenencia de hijos y edades de los mismos).16 Como vimos en la descripción estadística del espacio social, estos hogares aparecen asociados con composiciones con mayor presencia de menores. El proceso, en un sentido dialéctico, implica estrategias familiares de fecundidad (Bourdieu, 2011) que regulan la tenencia de hijos, generando “baches” de varios años entre hermanos, en relación con los ciclos de ahorro o consolidación económica del hogar. A su vez, las mujeres aparecen como protagonistas de las estrategias laborales complementarias (y, podríamos decir, en cuanto a su intensidad, contra-cíclicas), como la venta de productos de “belleza” (Mary Key) o de cocina (Essen), el trabajo doméstico (que va desde el cuidado y la crianza hasta la participación activa protagónica en las actividades escolares y extraescolares de los hijos) o la atención de negocios propios.
La crianza de hijos y nietos17 en la primera infancia constituye hiatos de carácter común en trayectorias laborales interrumpidas, supeditadas en un doble sentido: a la consolidación y la apuesta por las trayectorias laborales de varones, y al peso y volumen relativo de las tareas de reproducción doméstica de la familia nuclear y ampliada.
No obstante, en algún caso la actividad complementaria se convierte (percibida por los mismos agentes) en suplementaria: supeditada a generar “condiciones de posibilidad” para la actividad laboral del varón, para fomentar iniciativas de autoempleo. En sus propios relatos, las mujeres de estas familias explican sus ocupaciones motivadas por “ayudar” a sus maridos, o para “permitir” (brindando ingresos fijos a través de un salario) que ellos puedan insertarse plenamente en ocupaciones como cuentapropistas.
En las familias de clase trabajadora (particularmente entre aquellas con referentes autónomos) se desarrolla una contraposición entre, por un lado, su voluntad y capacidad para ahorrar -para comprar un terreno, por ejemplo, o para un adelanto de dinero para una casa- y sus limitaciones y problemas para sostener pagos, ingresos y aportes en el tiempo -“la changa hace que por ahí uno se atrase”-. La voluntad y el esfuerzo se narran como contrapesos estratégicos a la inestabilidad contextual (nivel de actividad económica, que condiciona profundamente el haz estratégico por el tipo de inserciones de los referentes) y a la inestabilidad propia de sus puestos de trabajo. Como mostramos en el apartado sobre el espacio social cordobés, esta clase está mucho más afectada por fenómenos de informalidad laboral, y correlativamente, por una fuerte inestabilidad.
El tipo de trabajo “pesado” y desgastante (la construcción, la industria y el empleo doméstico) afecta progresivamente el capital corporal (Wacquant, 1999) de los trabajadores de esta clase (tanto varones como mujeres) con el paso del tiempo. Así, las condiciones signadas por la “informalidad”, sobre todo para los autónomos, hacen emerger cierta preocupación por el paso de los años y por la edad (“nos estamos poniendo viejos”). La narración de apuestas a la capitalización, la compra de viviendas para alquilar o de negocios con intención de “trabajarlos”, se comprende como una estrategia de seguridad social alternativa o complementaria (diametralmente opuesta al paso de autónomos a asalariados antes mencionado). A esto se suma, muchas veces, una mejora en las condiciones de traslado (cercanía), de ingreso (un poco por encima del salario), de independencia (“algo propio”) y de autonomía18 (“antes la maltrataban en relación de dependencia”), aunque resignando los horarios fijos de trabajo, así como también aceptando la inmovilidad y la falta de creatividad propias de la actividad laboral en un negocio (“estás todo el día detrás de rejas sentado… eso me frena”).
El tiempo de trabajo aparece como una referencia recurrente entre los entrevistados de esta clase. Fundamentalmente en la rama del transporte, el tiempo “fuera”, los horarios “a trasmano” de la familia, los “francos” durante la semana y los feriados trabajando, la pérdida de cumpleaños, fiestas, días del padre y la madre y actos escolares, entre otros, contribuyen a la definición de sus ocupaciones como trabajos “duros” (aunque más a nivel moral y emocional que corporal), fuente de recursos para la afirmación de la virilidad y para la justificación, en algunos casos, de ingresos relativamente altos (de los empleados en la rama del transporte, por ejemplo, en relación con los de la rama de la construcción).
Al mismo tiempo, las jubilaciones anticipadas19 aparecen como proyecto añorado y atractivo en tanto permitirían recobrar cierto poder sobre el tiempo cotidiano cedido diariamente al trabajo. Ramón (jardinero y albañil) justifica sus múltiples cambios de empleo no sólo por la búsqueda de un “mejor sueldo”, sino también con criterios asociados con la tarea y el tiempo: “El gusto de no hacer siempre lo mismo”, en la medida en que el trabajo en la construcción “tiene algo de arte, de creativo”. Cuando Ramón llega a perfeccionarse en esta área, se cansa del trabajo “en la obra” y comienza a trabajar de manera independiente: “Agarro changas por mi cuenta, y así manejo mis horarios y cosas y decido yo”.
Reflexiones finales. Los modos de reproducción de la clase media y la clase trabajadora en Gran Córdoba: hipótesis interpretativas
Antes de avanzar hacia las hipótesis interpretativas sobre lo expuesto hasta aquí, debemos recordar que los datos y los análisis de este texto se enmarcan en un periodo particular (el que va de 2003 a 2015) que habilita su lectura en términos de relativa continuidad y estabilidad. Las reformas políticas y el fuerte viraje regresivo en las dinámicas del mercado laboral a partir de la asunción del nuevo gobierno nacional, en diciembre de 2015, ponen en suspenso la vigencia de estas interpretaciones y abren interrogantes que deberemos atender en futuras investigaciones.
Hemos analizado como característico de la clase media un modo de reproducción social íntimamente ligado con acumulaciones en capital cultural institucionalizado, que traslada cierta disposición perseverante desde los estudios a las inserciones laborales. En el sector de la empresa privada, esto se manifiesta en las constantes búsquedas que se adecuen a las expectativas de los agentes (desde un principio de no conformidad, en términos de responsabilidad, desempeño, despliegue de habilidades creativas, etcétera), aun a costa de cambiar empleos cada dos o tres años. En el sector público, en cambio, el apuntalamiento de carreras burocrático-administrativas se sostiene con cierta fidelidad o creencia en la misión desempeñada en el puesto y en la organización. En ambos tipos de inserción, no obstante, se busca generalmente la seguridad que provee el salario como relación laboral privilegiada. La resignación de cotas de ganancia monetaria en ocasiones se ve compensada con empleos estables, perspectivas de ascenso y seguridad salarial (y de afiliación social). En el caso de los emprendedores20 se hace la lectura inversa, desde un discurso de cierto sacrificio de ganancia económica en comparación con los asalariados de su nicho de actividad, pero suplida con la obtención del fruto del propio trabajo y la creatividad de la tarea. En todas estas modalidades subyace la dimensión moral del esfuerzo, el mérito y la confianza en las habilidades y en el valor propio.
En las páginas precedentes identificamos carreras meritocráticas o instrumentales de las clases medias: ambas señalan diferencias en el valor otorgado a las certificaciones escolares por sus portadores, definiendo diferentes apuestas hacia el mercado. En estas estrategias se pone en juego una especie de aritmética sutil entre el tiempo (de inversión y acumulación de las titulaciones y de poner a funcionar ese título en el mercado) y las posibilidades objetivas en las que tiene lugar dicha valorización. En ocasiones esto se produce de manera simultánea o interferida: inversiones escolares mientras se busca mejorar la oferta de títulos al mercado, e inserciones laborales, aunque precarias o indeseables, mientras se realizan acumulaciones de títulos, para una nueva embestida rearmados con nuevos certificados.
Cualquiera que sea el caso, las ecuaciones entre el tiempo y el mercado (de trabajo) cuentan con el incondicional apoyo de familias que permiten -y sostienen- ciertas demoras (para lograr mayores acumulaciones) o “extravíos” (para buscar el lugar del espacio laboral que más se ajusta a sus pretensiones) en las trayectorias esbozadas. En este punto reside el núcleo de la desigualdad construida en torno a los diferenciales modos y posibilidades de uso del tiempo en ambas clases sociales.
Un indicio de los hilos de protección (Bourdieu, 2011) que brindan las familias de esta clase es el préstamo de viviendas, o la ayuda para su adquisición, que proporciona un importante “colchón” en el que apoyarse en estos periodos de búsqueda y acopio. Esto permite (habilita) atender a criterios extraeconómicos en la valorización de los títulos, como la búsqueda de reconocimiento, la adecuación de las tareas con el saber hacer (capital cultural incorporado), la autonomía, la creatividad, etcétera, que constituyen valores buscados por los miembros de la clase media entrevistados.
Según observamos, el modo de reproducción de las familias de clase trabajadora (tanto autónomos como asalariados) configura trayectorias en forma de procesos de acumulación a largo plazo, basados en una inversión individual y colectiva de tiempo cotidiano y fuerza de trabajo familiar; no tanto una estrategia de estabilización como una estrategia paliativa para vivir en condiciones vulnerables por muchos años: ésta es la lógica de la acumulación a largo plazo de las familias de clase trabajadora. A su vez, en estos procesos se despliegan estrategias complementarias, suplementarias, alternativas y de ingresos y egresos contra-cíclicos del mundo laboral. En este sentido, el lugar ocupado por cónyuges mujeres en estas familias, el influjo de los ciclos vitales-familiares y la organización de las tareas domésticas en sus trayectorias son muy diferentes a los de sus equivalentes en las familias de clase media de este estudio.21
El bajo dominio relativo de las condiciones objetivas en esta clase es compensado con un plus-de-trabajo, que requiere la articulación colectiva familiar (como sistema de prácticas) para obtener resultados exitosos. A su vez, estas inversiones de recurso temporal son redobladas y valorizadas para la construcción de fronteras morales entre miembros de esta clase (la cesión de tiempo familiar y de ocio al ámbito laboral como ofrenda y legitimación de mayores derechos e ingresos monetarios para estas familias). La desigualdad temporalmente configurada, por ello, se construiría en torno al poder de espera y demora, por un lado, y a la sobreinversión de tiempo familiar, por otro.
Las acumulaciones de temporalidad extendida en estas familias se cristalizan en capitalizaciones económicas y materiales, colectivamente gestionadas y apropiadas: ampliaciones de la vivienda, emprendimientos que absorben la mano de obra familiar disponible o puesta a disposición, pequeños negocios que sirven como cobertura previsional “alternativa”, etcétera.
Las posiciones así logradas, oscilantes entre el cuentapropismo y los pequeños emprendimientos, reproducen el lastre de la desvinculación del empleo formal. Así, aunque algunas familias cuenten con ingresos monetarios similares o incluso superiores a los de la clase media, pueden ver su dinámica de crecimiento o sostenimiento supeditada a los ritmos cíclicos de la economía. Recordamos aquí que, según nuestro procesamiento estadístico, su tasa de informalidad triplica la de la clase media, y la cobertura médica de su población apenas si supera la mitad de la proporción protegida en la clase media. Esto señala la necesidad de atender los interrogantes sobre la solidez, la estabilidad y la flexibilidad de sus posiciones en contextos estructurales con dinámicas de crecimiento o contracción económica.