A lo largo de la última década, el concepto de migración de estilo de vida ha servido para aglutinar un amplio conjunto de formas de movilidad ligadas a la búsqueda de la calidad de vida. Su uso científico cubre colectivos distintos en emplazamientos dispares y relaciona el fenómeno con cuestiones clave ampliamente citadas, como el turismo, la globalización, las conexiones transnacionales o los estilos de vida. De manera general, puede decirse que el tema se vincula con las llamadas teorías sociológicas de la individualización. Desde este enfoque, las experiencias que conforman este tipo de migración se explican como resultado de las elecciones de sujetos reflexivos que buscan un estilo de vida que les permita expresar sus “yos”. Así, libres de la influencia de las estructuras sociales, mejoran sus circunstancias re-emplazando su hogar. Los cuestionamientos posibles a este modelo explicativo, por otro lado, predominante, surgen del hecho de que el efecto modulador de las diferencias de clase, género o nacionalidad, queda opacado en un segundo plano, pero también en un sentido más estructural, de la necesidad de una contextualización que tenga presentes las determinaciones procedentes de los marcos políticos y culturales, así como las percepciones necesariamente parciales sobre estas por parte de actores y científicos sociales.
El objetivo de este trabajo es contextualizar con mayor densidad teórica los temas de la autorrealización, la libertad o la búsqueda de la calidad de vida en el discurso de los migrantes internacionales de retiro en España. Para ello, a partir del diálogo de las llamadas teorías de la individualización con propuestas interpretativas del fenómeno desde la crítica posestructuralista, centradas en los entramados sociales de producción de sujetos, proponemos un marco alternativo de inteligibilidad de las narrativas de migrantes de estilo de vida sobre el que reflexionar. El material empírico procede de varios proyectos de investigación, y se centra en narrativas que justifican la migración, valoran la situación personal en España, hacen uso de imágenes sobre la cultura española y el propio país o explican la elección del proyecto migratorio en la búsqueda personal de la calidad de vida.
El artículo se estructura en tres partes. La primera elabora una revisión de las líneas fundamentales en los estudios sobre migración de estilo de vida. La segunda propone, a modo de alternativa, una aproximación al fenómeno desde el estudio de la producción de categorías de persona y formas de subjetividad en la sociedad contemporánea. La tercera parte, dedicada a la parte empírica, comienza introduciendo las fuentes y el método para presentar los principales hallazgos. Aquí se recogen narrativas que se alinean con el discurso de éxito personal asociado al proyecto migratorio y otras que, en el sentido contrario, apuntarían a la influencia de factores estructurales sobre dichas percepciones. A partir de los resultados, se elabora una reflexión sobre la realidad de la migración de estilo de vida en España y su ajuste con las perspectivas teóricas empleadas.
El estudio de la migración de estilo de vida
Para las ciencias sociales, un aspecto clave de la experiencia en el mundo contemporáneo es la separación de los procesos sociales y culturales de su contexto local (Harvey, 1998). La movilidad en sus múltiples formas es entendida como metáfora de la modernidad (Papastergiadis, 2000), el sujeto moderno es definido como sujeto móvil (Huete y Mantecón, 2012) y el vagabundo, el turista o el aventurero constituyen arquetipos de nuevas formas culturales (Maffesoli, 2005). En este contexto, el concepto de migración de estilo de vida sirve para diferenciar a las personas que se desplazan, de forma parcial o permanente, a lugares que identifican con una mejor calidad de vida (Benson y O’Reilly, 2009).
La migración de estilo de vida se ha constituido en un campo de investigación para distintas disciplinas en cuanto que hace referencia a un fenómeno de alcance global (Rainer, 2019), compuesto de diferentes colectivos de personas. Un colectivo destacado es el de los jubilados, dada su clara vinculación con el tiempo de ocio y la búsqueda de la calidad de vida a una edad avanzada (Rodes y Rodríguez, 2018) y en unas condiciones privilegiadas (Lizárraga, 2019). Sin embargo, también se estudia el caso de trabajadores con diferente cualificación (Saar, 2019; Varriale, 2021) o bohemios (Korpela, 2019), que se desplazan a entornos turísticos (Gibler et al., 2009) o rurales (Etrillard, 2014) en distintos continentes (Hamano, 2010; Lardiés-Bosque, Guillén y Montes de Oca, 2016). El caso de España como destino ha sido ampliamente estudiado (Jurdao y Sánchez, 1990). La recepción de migrantes orientados al disfrute del ocio y de trabajadores con niveles de cualificación diferenciados desde los años sesenta se explica desde su especialización como centro turístico internacional (Salvà, 2002). La migración de estilo de vida emerge como un fenómeno con ramificaciones dispares. Algunas perspectivas se fijan en sus implicaciones en el turismo (Huete y Mantecón, 2012), en el desarrollo local (Santiago, 2017) y urbanístico (Jover y Díaz-Parra, 2020) o vinculan su existencia a una tendencia de vuelta al mundo rural (Wallis, 2017). Una parte de la literatura se ocupa de su aspecto político (MacClancy, 2019), enlazando con su alcance transnacional (Janoschka y Durán, 2013).
En relación con lo anterior, se puede identificar una línea de investigación que completa el estudio de la conexión de los migrantes con el país de origen con un interés por los procesos de integración social en el destino. La literatura disponible recopila una serie de factores explicativos que evidencian el carácter multidimensional de dichos procesos (Snel, Engbersen y Leerkes, 2006). Se ha destacado la escasez de relaciones interculturales en la sociedad de acogida (Jurdao y Sánchez, 1990), la importancia de la comunidad de personas de la misma nacionalidad como espacio de sociabilidad y apoyo (Haas, 2013), la relación entre las prácticas cotidianas y el marco de derechos que otorga la ciudadanía europea (Ferbrache y Yarwood, 2015) o el papel de las destrezas idiomáticas como barrera para una integración social plena (Rojas LeBlanc y Sunil, 2014). Otra cuestión subrayada es la vinculación de la movilidad a un estilo de vida dedicado al ocio, lo que favorece que los migrantes perciban que la vida en un entorno cultural distinto no es un problema (Rodríguez Fernández-Mayora y Rojo, 1998). En línea con la idea anterior, se ha descrito cómo los migrantes de estilo de vida se mantienen participando parcialmente en la sociedad receptora, lo que invita a cuestionar que el proceso de integración sea una transición fija de una posición social a otra (Alba y Nee, 2003). Aunque llegan a ser parte de la comunidad donde viven en términos políticos y administrativos, sus relaciones sociales tienden a mantenerse al margen de la población local (Rodes y Rodríguez, 2021).
El uso de informaciones cualitativas relativas a las opiniones y experiencias subjetivas es un hecho consolidado desde los trabajos etnográficos pioneros que retrataron a las comunidades de migrantes (O’Reilly, 2002). Se ha profundizado en aclarar qué significa adoptar un estilo de vida transnacional, ya sea cubriendo la relación entre movilidad, sentimientos de pertenencia y adaptación cultural (Gustafson, 2001) o cómo las personas definen su hogar en el contexto de una modernidad individualizada (Huber y O’Reilly, 2004). Otros análisis han detallado las estrategias sociales, económicas y legales empleadas para conectar de forma satisfactoria el país de origen y el de destino (Gustafson, 2009), así como la calidad de vida percibida en dicho contexto (Lardiés-Bosque, 2008). Igualmente, hay trabajos que desde las narrativas han analizado la integración social, tanto vista como un constructo (Lawson, 2017) como explicada desde los procesos de adaptación al sistema de categorías identitarias en los nuevos entornos (Hayes, 2015), desde los patrones de autosegregación social (Lundström, 2019) o desde las perspectivas del “otro” (Matarrita-Cascante, Zunino y Sagner-Tapia, 2017). Asimismo, la investigación cualitativa se ha interesado por cómo los imaginarios culturales que impulsan la migración son puestos en práctica por los migrantes (Benson, 2012), teniendo en cuenta su posición económica y simbólica de privilegio (Kordel y Pohle, 2018) o sus obligaciones sociales en la comunidad receptora (Lawson, 2017).
Cierto tipo de discurso centrado en la elección (Lawson, 2017), la búsqueda de la buena vida (Åkerlund y Sandberg, 2015) o la libertad (Korpela, 2014) explica el nexo de la migración de estilo de vida con las llamadas teorías de la individualización. En ellas, el individuo aparece como unidad básica de la reproducción social, de manera que las certezas sociales o colectivas pasan al ámbito de la elaboración personal. Ulrich Beck habla de biografías electivas o biografías reflexivas (Beck y Beck-Gernsheim, 2003); Zygmunt Bauman (2012), de autorrealización; Anthony Giddens (1999), de la construcción del yo como un proyecto reflexivo, esto es, de la elección de los posibles estilos de vida entre una diversidad de opciones (Giddens, 1996). Esta circunstancia explica la globalización de las biografías o topo-poligamia transnacional, es decir, la capacidad de las personas para mediar su vida entre varios lugares (Beck, 1998).
Algunos autores critican que el énfasis hecho en las narrativas centradas en el yo ha difuminado en el análisis de la migración de estilo de vida el peso de la interacción de las personas con las estructuras sociales, tanto externas como interiorizadas (O’Reilly, 2012) así como los factores históricos (Benson y Osbaldiston, 2016). En este sentido, se cuestiona la idea extendida de que la existencia de un marco global implica mayor libertad y creatividad de los actores individuales a la hora de construir sus identidades; por el contrario, se señala que el fenómeno se compone de perfiles sociales diversos que desbordan la imagen estereotipada de migrantes de élite (Palacios, García y Rico, 2013). Incluso se ha rechazado que la migración de estilo de vida sea realmente una ruptura individual del orden social o tenga un carácter contracultural. Por una parte, refleja el imaginario de la clase media (Benson, 2012) y su experiencia está condicionada por las concepciones de clase, género y sexualidad (Dixon, 2019). Por otra, utiliza y reproduce estructuras sociales a nivel local y global como parte del resultado de la interiorización por parte de las personas de determinado ethos de la responsabilidad y de la libertad individual (Korpela, 2014, 2019).
Por último, desde las categorías del análisis bourdieusiano hay que destacar que las posibilidades del estilo de vida están limitadas por estructuras, disposiciones (habitus) y formas de capital disponibles para los grupos sociales. Si bien el colectivo bajo estudio parece un grupo homogéneo caracterizado por el bienestar económico y por estar dedicado al ocio, se observa que en las comunidades de migrantes las diferencias de clase son simbólicamente reproducidas desde el gusto, la educación y otras formas del capital cultural disponible (Oliver y OʼReilly, 2010).
Una problematización posestructural de las migraciones de estilo de vida y sus posibilidades interpretativas
Antes de continuar, una acotación: somos conscientes de que contraponiendo teorías de la individualización y posestructuralismo incurrimos en una generalización. Pero, aunque ambas etiquetas académicas no responden exactamente a modelos sistemáticos y homogéneos, sí que nos parecía que tomarlas como orientaciones teóricas nos permitía contraponer aspectos desde los cuales cuestionar los planteamientos predominantes sobre la migración del estilo de vida. Entendemos posestructuralismo como una etiqueta académica (Angermuller, 2019) que desde el ámbito académico estadounidense se aplica a una constelación de modelos analíticos surgidos entre las décadas de los años sesenta y ochenta en Francia, situándose en la intersección entre filosofía, teoría del conocimiento y teoría social, y que han fungido como repositorio conceptual de una parte de las tendencias críticas en ciencias sociales y humanas tras la crisis posmodernista, junto con otras tendencias como el poscolonialismo, el feminismo o los estudios culturales. Como elemento transversal a la crítica posestructural podría subrayarse un doble cuestionamiento (Foucault, 1999; Bourdieu, 1988; Deleuze y Guattari, 2020; Butler, 2015; Hacking, 2001). Primero sobre la ilusión de transparencia (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2002) respecto a los sujetos de estudio con los que trabajamos y su capacidad para dar cuenta de los determinantes que intervienen en las realidades que les afectan y sobre las que les pedimos que se expresen. En este sentido, se entendería que dichos puntos de vista y reflexiones serían parte de entramados más amplios y complejos, de los que no pueden dar cuenta integralmente. En segundo lugar, sobre los marcos políticos, ético-morales y de conocimiento (entramados expertos y científico-técnicos) que actúan como condiciones de posibilidad en los distintos conjuntos de discursos y prácticas a partir de los cuales se constituyen dichos sujetos-objetos de estudio.
En relación con las migraciones de estilo de vida, una premisa da por sentada la existencia de eso que la cultura occidental denomina individuo, que se iría transformando de manera adaptativa a distintas épocas dando lugar a nuevas versiones del sujeto moderno, en este caso marcadas por una mayor capacidad autorreflexiva, una mayor percepción de los riesgos y una más marcada predisposición a tratar de administrarlos, realizando así sus deseos de autonomía, libertad o autorrealización. Por el contrario, el abordaje posestructural destacaría los llamados procesos de subjetificaction (Foucault, 1988; Rose, 1998), poniendo el foco en la pluralidad de formas y tipos de sujeto que son producidos, estimulados y modulados en distintos contextos y campos de acción social, a partir de todo un entramado de dispositivos y tecnologías humanas (Rose, 1999a; Agamben, 2015; Esposito, 2011; Palacios, García y Rico, 2013), y que son ensamblados a partir de marcos éticos y morales, democratizados conocimientos científicos de distinto tipo, como las llamadas ciencias sociales subjetivantes o psy (Dreyfuss y Rabinow, 2001; Rose, 1999b; Hacking, 1995; Valverde, 1998; Vázquez García, 2005; Han, 2016), discursos y categorías sociales provenientes de la cultura popular (autoayuda, coaching, nuevas espiritualidades), así como los mass media o el marketing. Es decir, lo que desde un punto de vista se define como la modulación actual de una “interioridad” humana preexistente, unitaria y cuasi universal, en el otro se entiende como algo segmentario, “fabricado” y coyuntural, que luego toma coherencia de conjunto y se inscribe en grandes diseños de inmanencia sociopolítica:
It is this subjectified environment that provides the ethical repertoires for those who are only professionals of themselves, experts of their own existence. Such repertoires, coached in the languages of trauma, of stress, of attitude, of intelligence, of self-steam, of fulfillment and self-realization, shaped by exemplars in all the little ethical scenarios that make up the bulk on media representations, and accompanied by little maxims and techniques of self-conduct, make everyday actions possible and judgeable. It is not that some singular and monolithic version of personhood and self-conduct has come to dominate our experience and our existence. On the contrary, a plurality of forms of selfhood are represented as solution to the dilemmas of existence, shaped by age, gender, class, race and much more. But whilst the solutions may be varied, they operate within a limited and relatively fixed array of problems. Their dilemmas concern the struggles for self-realization through choices made in shaping a biography: contingencies of family relations and sexual relation-ships, of economic aspirations and lifestyles, of illness and bereavement, of the prospect of death (Rose, 1999b: 265).
Más allá de una caricaturización de los análisis ligados a la individualización como miradas excesivamente inocentes, nos parece que las migraciones de estilo de vida plantean dilemas interpretativos muy interesantes entre el sentido de las prácticas expresado por los informantes y la contextualización crítica de dichas prácticas en un marco sociohistórico actual, ya sea el llamado neoliberalismo (Ong, 2006; Wacquant, 2012) o el capitalismo global, en el que se inscribe la eclosión de esa “cultura del yo” que juega un papel determinante en estas prácticas y formas de autopercepción. De distintos modos, los análisis socioculturales sobre el mundo contemporáneo han venido constatando primero un desplazamiento del foco de las ciencias sociales hacia la cuestión de la agencia (Ortner, 1984; Geertz, 1994; Marcus y Fischer, 2000), para luego constatar el modo en que los sentimientos, deseos, ideas, motivaciones y aspiraciones de los individuos (Foucault, 2002; Lasch, 1999; Sennett, 1980; Rose, 2003; Biehl, Good y Kleinman, 2009) han venido ganando un enorme protagonismo, no sólo como marco de comprensión de las dinámicas de la vida social, sino como ámbito que orienta y vehicula muchos de los grandes discursos y argumentarios de decisión sociopolítica. Así pues, por una parte, se trata de cuestionar hasta qué punto podemos densificar el sentido expresado tras afirmaciones sobre conquistas personales en términos de libertad, capacidad de decisión o felicidad, pero por otra parte también se trata del modo en que esto afecta a la caracterización conceptual del fenómeno.
A ese respecto, y como señala Roberto Esposito (2011) en su genealogía de la categoría de persona en la cultura occidental, cabe recordar que dicha categoría, al igual que otras que la han ido sucediendo, como ciudadano o ser humano (Hunt, 2009), siempre han partido de una dicotomía agonística. A saber, la inclusión en ella y los derechos y obligaciones que implica sólo tienen sentido jurídico y social por contraste con la existencia de otra categoría de seres que no pueden acceder a la misma. Este principio, que se mantiene en nuestras sociedades como una regularidad, introduce matices conceptuales sobre las migraciones de estilo de vida y sobre toda una serie de fenómenos con los que presentan tangencialidades. De manera general, como parte del conjunto de prácticas y sujetos contemporáneos que podrían situarse bajo el denominador común del transnacionalismo (Ong, 1999), la migración de estilo de vida puede verse como una muestra incipiente del ensamblaje de formas globales de ciudadanía. Los aspectos a menudo analizados en relación con los problemas y las tácticas en torno a procesos burocráticos y acceso a servicios sanitarios o de otro tipo nos muestran sólo la cara más visible. Algo que no resta fuerza a la idea de que ante la disolución o configuración soft de las estructuras estatales y familiares que tradicionalmente habían dotado a los individuos de una seguridad percibida y/o real, algunos hayan optado por construirse nuevos proyectos de vida en espacios en los que entienden que podrán asegurarse mayores niveles de bienestar. Por otro lado, ha de tenerse en cuenta la cuestión de la colonialidad (Palacios, García y Rico, 2013) implícita en dicho marco de condiciones, que resalta especialmente cuando se interrelaciona este tipo de migración con las denominadas como irregulares o económicas. Algo no excesivamente contraintuitivo, teniendo en cuenta la coincidencia de los escenarios donde se despliegan estos fenómenos migratorios, entre paisajes marcados por conflictos ecológicos y sociales perceptibles en las huellas de las antiguas minas, la agricultura industrializada a menudo sostenida con mano de obra inmigrante o el turismo de masas.
En definitiva, las migraciones de estilo de vida pueden concebirse también como un corolario de prácticas y representaciones que en parte surge de procesos de democratización y proyección global de las pretensiones de las élites occidentales de establecer marcos de libre decisión y creatividad por encima de lo que entendían como sistemas coercitivos, junto con inercias coyunturales de cosmopolitismo y etnicidad (Friedman, 2003: 161 ss.). Incluso enfatizando el efecto de las dinámicas subjetivantes de las últimas décadas, el paso a la cultura popular del interés por el autoconocimiento, la expresión del yo o la búsqueda de la autenticidad personal (Palacios, 2019), podría pensarse en las migraciones de estilo de vida como una especie de heterotopías contemporáneas que, según lo planteado por Michel Foucault (2010), expresarían una especie de utopía plasmada en un tiempo y un espacio real, consignando contra-espacios sociales. En este caso, espacios y tiempos fuertemente ligados a procesos subjetivos y a las narrativas biográficas (Bourdieu, 1989), que habrían desbordado como alternativas en términos de autenticidad y capacidad de agencia a las formas modernas de viaje o turismo, más allá de circuitos, resorts, centros culturales o espacios de ocio.
Por otra parte, respecto al cuestionamiento de la capacidad de agencia de los sujetos que sostienen estas prácticas y los límites interpretativos sobre sus afirmaciones de libertad o autorrealización, habría que puntualizar varios aspectos. Para empezar, no resulta sencillo cuestionar afirmaciones en tal sentido, más si estas forman parte de una forma de comprensión de la realidad y de sí mismo que enfatiza de manera cuasi ideológica estos logros al margen de evidencias convencionales. A esto hay que añadirle lo esencial de la dimensión temporal, ya que este tipo de objeto, intrínsecamente ligado a una trayectoria biográfica, será siempre y por definición un proyecto inacabado. Y aunque la cantidad de investigaciones sobre el tema es hoy día abundante, hay que decir que no sucede lo mismo con estudios de tipo diacrónico que sigan a los mismos sujetos en distintas coyunturas temporales de su proyecto vital. De modo que los que en un momento se expresan y son tomados como sujetos cuyo proyecto migratorio y experiencia puede considerarse un éxito, en otro momento distinto bien podrían formar parte de un hipotético estudio sobre aquellas trayectorias o proyectos que por distintos motivos devinieron en fracaso y vuelta a casa, o en inicio de una nueva experiencia, dependiendo de los distintos capitales y redes sociales con los que la persona pudiera contar.
En relación con las cuestiones anteriores, el mencionado trabajo de Mari Korpela (2014) sobre la centralidad de los discursos de libertad en la migración de estilo de vida resulta de especial interés. Constituye un acercamiento crítico a lo que había sido el estudio de la migración de estilo de vida cuando interpreta el significado que nociones como libertad, autonomía o autorrealización tienen en un sistema centrado en el individualismo; incluso deja entrever la mejor sintonía de las percepciones más descriptivas al respecto con lo que de algún modo sería el espíritu de la época. Sin embargo, aunque esto es relevante de cara a tratar de abordar el análisis más discursivo de lo que podrían entenderse como los grandes principios de un sistema, no se pondera con bastante profundidad lo que supone esa sintonía con la dinámica de los tiempos. Nikolas Rose (1999a) ayuda a profundizar en la idea anterior cuando señala que la centralidad del término libertad y la incapacidad para aprehenderlo por parte de muchos análisis sociales guarda relación con el hecho de que forma parte central de la racionalidad de gobierno contemporánea. Esto es, guarda relación con su carga moral, pero también con su impronta en los juegos de lenguaje, hibridación y traducción, entre los ámbitos políticos, económicos, científicos, mediáticos o cotidianos. Además, Korpela invita a investigar la controversia de la libertad individual y deja abiertas aquellas cuestiones de la experiencia migrante que pudieran matizar el discurso principal que describe la migración de estilo de vida. Igualmente, habría que desarrollar un análisis profundo que, más allá del principio de individualización, permita abordar cómo se constituyen y despliegan en toda una miríada de microsistemas de prácticas, las variantes, distinciones y efectos reales de las distintas semánticas del dispositivo político de la libertad y sus excepciones.
Material empírico: narrativas, sentidos y lógicas estructurales
Los materiales cualitativos que sustentan este trabajo forman parte de varios proyectos de investigación apoyados con fondos regionales y estatales.1 Estos estudios tenían el objetivo de analizar la migración internacional de retirados a España atendiendo a aspectos como el sistema de relaciones que conforman su modo de vida, su sentimiento de identidad y pertenencia, su participación en la vida social local o su acceso a los servicios sanitarios. Además, en todos ellos se daba una articulación de técnicas cuantitativas y cualitativas de investigación. Originalmente, la investigación cualitativa tenía el propósito de recopilar las experiencias de los migrantes para comprender las relaciones estadísticas conseguidas en la fase cuantitativa de dichos estudios, identificando los contextos y los argumentos que explican la trayectoria migratoria y la integración social en España.
El conjunto de datos que nos sirve de base empírica se compone de 72 entrevistas en profundidad, abarcando localizaciones como Alicante, Málaga, Baleares, Canarias o la Región de Murcia. Realizadas en los periodos 2004-2006 y 2008-2011, constituyen un material de utilidad dada la continuidad del fenómeno, tanto en destinos nuevos como en los ya consolidados, y la vigencia del perfil de las personas móviles entrevistadas. La parte fundamental de la muestra está compuesta por informantes alemanes y británicos. Aunque la antigüedad de su residencia en España era variable, todos compartían una larga experiencia en el destino en calidad de turistas y propietarios de viviendas vacacionales. Muchos de ellos eran parejas que vivían en grandes urbanizaciones localizadas en municipios costeros, aunque también había un grupo de casos que habían optado por emplazarse en lugares menos frecuentados del interior. La confección de la muestra siguió los criterios empleados en la investigación cuantitativa mediante encuesta desarrollada en los proyectos mencionados. Básicamente se trataba de personas que cumplían los siguientes criterios: 1) personas mayores de 50 años nacidas en países de la Unión Europea (UE, 15 miembros), más Suiza y Noruega; 2) estar retirado de su actividad laboral principal; 3) residir en España más de tres meses durante el último año previo a la entrevista. El muestreo intentó captar todas las realidades de la migración internacional de retiro. Se adecuó a la distribución de la población en los registros de población del momento por edad, sexo y país de nacimiento, si bien no se pretendía que fuera estrictamente representativo de la misma. Además, el muestreo combinó estrategias distintas. Por un lado, un procedimiento de bola de nieve a través de personas especialmente relacionadas con la comunidad de retirados residentes en España (asociaciones de retirados, medios de comunicación dedicados al colectivo, ayuntamientos y otros testigos privilegiados del fenómeno). Por otro lado, el uso de los cuestionarios de los proyectos para contactar con aquellas personas que respondieron estar dispuestas a ser entrevistadas. Aunque se intentó representar tanto a los diferentes grupos de edad como a las distintas formas de movilidad residencial, los desplazamientos de algunos de los informantes entre España y su país de origen fueron la principal dificultad en el desarrollo del trabajo de campo. Todas las entrevistas fueron grabadas, transcritas y analizadas mediante el programa maxqda en diferentes versiones.
“Hacer lo que yo quiero”
La migración de estilo de vida de personas retiradas puede explicarse desde la interrelación de diferentes factores como el ciclo de vida, el estado de salud, las redes familiares y sociales, el deseo de adquirir determinado estilo de vida, el nivel de precios en destino o el grado de movilidad residencial previo a la jubilación (Abellán, 1993). Incluso se ha destacado el desencanto con el país de origen en tanto que los migrantes definen su movilidad en términos de escape (Rauhut, 2021). Frecuentemente, la decisión de migrar se vincula a experiencias turísticas previas que dejaron un recuerdo positivo, a entornos de los que los informantes dijeron “enamorarse” y desde donde proyectaron cómo sería su vida en un futuro. En este sentido, el clima estructura el sentido del discurso y condensa múltiples significados que integran beneficios en el plano físico y psicológico (Rodes, 2011) o cuestiones de tipo económico y sociocultural (Rodríguez, Díaz y Huber, 2005) entendidos como aspectos de la calidad de vida (Huete, 2009).
Un elemento en común en las narrativas de los migrantes de estilo de vida es la afirmación de que han tomado la decisión de vivir como realmente quieren, algo que los diferenciaría de lo que denominan la gente ordinaria (Korpela, 2019). Las narrativas constituyen el ámbito en el que se realiza el trabajo de encaje de dicha elección con el conjunto de la biografía con base en un final representado por la sensación de sentirse en casa en el lugar elegido (Benson, 2016). Para algunas de las personas entrevistadas, la migración sucede a un divorcio, otras argumentan abiertamente que con el retiro había llegado su turno de disfrutar. La cuestión es que, de manera general, las narrativas enmarcan el proceso migratorio en el marco de una transformación personal significativa, que vendría a culminar una inquietud por buscarse a sí mismo. En este sentido, las retóricas de la autorrealización inscriben la migración en la propia vida, a menudo los migrantes se definen como pioneros y arriesgados que han tomado una determinación que les permite moldear de nuevo su identidad (Benson y O’Reilly, 2009). Esta idea enlaza con las de tomar las riendas de la propia vida y la búsqueda de libertad.
El caso de Dirk, un jubilado alemán, sería un buen ejemplo. Él denomina el estilo de vida adoptado en España como “hacer lo que yo quiero” o laissez-faire, explica su migración como el resultado de largas rutas en coche por toda la costa, y vive alquilado porque afirma no querer fijarse a ningún sitio y no saber dónde está su último destino. En su relato, Dirk se distingue de sus compatriotas caracterizándose como un tipo mediterráneo que ha encontrado la felicidad por contraste con las obligaciones familiares en Alemania:
Me retiré a los 64, un año antes. Pensé: “¿Por qué debería aguantar un año más? Disfruta tu libertad”. Estoy divorciado, los chicos son adultos y estaba claro, cuando me retire, me mudaré a España o Portugal, definitivamente en el Mediterráneo. He sido siempre un tipo mediterráneo y por eso estoy realmente contento aquí. Dos o tres veces al año vuelvo a Alemania. Pero cuanto más mayor me hago, más me doy cuenta de que no es necesario volver. De acuerdo, para ver a mis hijos. Pero ellos tienen sus propias vidas, su propio ritmo, y si tú pasas dos o tres semanas con ellos, es suficiente (Dirk, retirado alemán, 68 años, Torre del Mar, Málaga).
A nivel general, el discurso de los migrantes de estilo de vida muestra capacidad reflexiva para considerarse a sí mismos en relación con el contexto social (Saar, 2019), negociando de forma individual la tensión entre necesidades materiales y convenciones culturales respecto a lo que es deseable (Hoey, 2005), si bien las narrativas se entretejen a partir de con- sideraciones que tienen como centro el proyecto personal de vida. A lo largo de las entrevistas, la mudanza a España se justifica desde la valoración de distintos temas: fin de la vida laboral, calidad de las relaciones familiares, la gestión de los ahorros, procesos de compra-venta inmobiliaria, el estado de salud o la situación social y económica del país de origen. La idea de un estilo de vida orientado a alcanzar lo que se denomina la buena vida incluye estrategias variadas, desde el uso de distintas viviendas y recursos en un país y en otro a la toma de decisiones de tipo legal por parte de los migrantes (Gustafson, 2009). El punto de vista de la responsabilidad individual sobre dicho proyecto de vida y sus resultados hace que en algunos casos las narrativas se alineen, y en la práctica reproduzcan concepciones calificadas como “neoliberales” por algunos autores, como la extensión de un neo-prudencialismo o la de los sujetos empresarios de sí mismos (Rose, O’Malley y Valverde, 2006).
Según Georg, otro entrevistado, disfrutar de una vivienda en España es la consecuencia de disponer de unos ahorros acumulados como hombre de negocios. En el momento de la entrevista, él y su esposa mantenían varios inmuebles en Alemania y reportaron los beneficios de vivir de un modo transnacional. Para el informante, la jubilación no está garantizada y depende del esfuerzo.
Entrevistador: Sí, pero como propietarios de vivienda están aquí desde hace 26 años. ¿Y cómo la utilizaban mientras todavía estaban trabajando?
Georg: Bien, siempre justo, vamos a decir, una semana. Dos semanas. Quizá dos o tres viajes cortos en fines de semanas prolongados. Porque cuando tú tienes tu propia empresa tienes que trabajar y ganar dinero de modo que puedas vivir de ello cuando te haces mayor. Porque no puedes vivir de papá Estado. Yo también te digo esto, gana tu dinero y deja algo a un lado, no lo uses todo directamente, porque si no lo haces vas a tener problemas más tarde. Esa es la manera (Georg, retirado alemán, 66 años, Jávea, Alicante).
Por lo general, los informantes entrevistados definen la migración como un éxito. Han conseguido vivir en un mejor clima, revalorizar su pensión con precios asequibles y acceder a un sistema público de salud óptimo. España es, en sus propios términos, “Utopía”, un lugar mejor donde envejecer. En este sentido, aspectos de tipo cultural también entran en juego en las narrativas, proyectando ciertas ideas sobre cómo la sociedad debería ser (Benson, 2012). Incluso se le atribuyen propiedades curativas frente a dolencias variadas. A lo largo de la entrevista, el matrimonio formado por Wilhelm y Sabine explican las mejoras experimentadas en el plano físico y psicológico:
Wilhelm: Me sumergí en el agua salada, durante media hora o tres cuartos de hora, y la sal me hizo tanto bien que fue la razón para decir: “Ahora nos trasladamos definitivamente hacia ahí abajo”. Y debo decir que anteriormente, en Alemania, tenía que tomar píldoras fuertes. Entonces tuve problemas con el riñón, y desde entonces estoy aquí, ahora vivimos aquí desde hace casi cuatro años, ya no tomamos más píldoras excepto algunas cosas homeopáticas […] pero todos los otros productos que vienen de la industria farmacéutica los he eliminado [...] No necesito más píldoras y cuando voy a Alemania a hacerme un chequeo médico, el doctor siempre me dice: “¡Hombre! No lo entiendo, puedes ver mejor y no tienes reumatismo”.
Sabine: Ya no necesita usar gafas.
Wilhelm: No necesito píldoras, y digo: “Puedes guardarlas todas”, así que no produzco gastos para el seguro médico de Alemania, y ésa ha sido la razón principal. Y entonces también nos gustó la gran cantidad de sol…
Sabine: El sol te mantiene arriba. La depresión del invierno desaparece (Wilhelm y Sabine, retirados alemanes, 64 y 62 años, San Miguel de Salinas, Alicante).
Por otra parte, y desde esa vinculación con lo personal, sí que aparecen otro tipo de narrativas que contraponen a la migración una imagen negativa del país de origen: malos servicios públicos, altas tasas de criminalidad, nivel de precios elevado para las pensiones recibidas, excesivo control social. Un argumento frecuente es la necesidad de escapar de la trampa, o de un contexto social cada vez más deteriorado y peligroso para las personas mayores, proyectando incluso en España la imagen de un pasado mejor en el país de origen (O’Reilly, 2002). Este es el caso de la comparación que elabora Margot:
Pero tú ves en España, la familia es muy importante. Y cuando tú ves a las familias, ellos salen todos juntos. Seas mayor o joven, eso no importa, la familia es la familia. Y los chicos tienen respeto por las personas mayores, y ellos hablan y conversan entre ellos. Muy difícil tener esto en Inglaterra. Adolescentes, de unos 14 o 15 años... España es diferente. España es como era Inglaterra en los años cuarenta y cincuenta. Y la gente mayor es respetada, tú puedes hablar a los chicos, tú no vas a ser acuchillado, tu casa no va a ser asaltada (Margot, retirada británica 60 años, Mazarrón, Región de Murcia).
“¿Pero qué pasa si tengo que ir al hospital un día?”
Los resultados de la investigación sugieren que el discurso de la migración de estilo de vida se compone en realidad de narrativas dispares. El material empírico ilustra, más allá de lo expuesto en el apartado anterior, la forma en las que las personas están gobernando sus vidas en el contexto de la migración de estilo de vida. Un ejemplo de lo anterior se encuentra en la entrevista realizada a Karl y su esposa. Ellos elaboran una narrativa en la que el proyecto migratorio está planificado teniendo en cuenta factores de tipo económico, social y personal. La pareja vive de forma estacional en España, aprovechando los beneficios del clima en el estado de salud de ella. Toman vuelos a su país entre cuatro y cinco veces al año, para reunirse con su familia, cuidar de su apartamento y visitar a sus médicos de confianza. Para ellos no existe ninguna dificultad en la forma de vida que han elegido en cuanto que pueden financiar los costos. El tema de los cuidados de salud fue algo muy meditado por ellos, hasta el punto de optar por la contratación de un seguro médico que operara en diferentes países. En la línea del mencionado prudencialismo, afirman que hay que pensarlo todo de antemano, que es necesario tener dinero o un buen seguro que cubra el retiro en España. Al preguntarle qué haría si se encontrara mal de salud o en una situación de dependencia, Karl recurre al caso de una vecina de edad avanzada que no puede salir de casa para justificar que volvería a Alemania.
Puedes mantenerlo tanto tiempo como consigas ayuda por tu propia cuenta. Si no es el caso, no hay otra posibilidad que vender la vivienda. No tiene sentido mantenerla. Es inevitable. Viviendo sola, tenemos a una mujer mayor, de 94 años. Vale que ella puede preparar su propia comida, pero ya no puede ir a comprar. Siempre necesita a alguien que la ayude. Es una situación que no querría, aunque estuviera aquí solo. Como he dicho, entonces tienes que ir a algún sitio donde tengas apoyo. Si no tienes una red familiar, entonces una red social (Karl, retirado alemán, 79 años, Santa Ponsa, Mallorca).
Karl reporta a lo largo de la conversación más experiencias de migrantes retirados para defender la necesidad de dejar abierta la posibilidad de volver a Alemania. Un tema que destaca es la incertidumbre sobre el valor de las pensiones. Según sus palabras, conocía a muchas personas que no podían, en el momento de la entrevista, pagar sus gastos con pensiones que eran suficientes una década atrás. Al no disponer de una red social de apoyo en España, piensa que es fácil situarse en el umbral de la pobreza.
Dentro de este tipo de narrativas, las prácticas transnacionales son un componente importante. Especialmente entre los informantes que tienen un estatus socioeconómico más elevado, dichas prácticas suponen una reacción a la pérdida de la posición social y cultural anterior a la migración (Lardiés-Bosque, Guillén y Montes de Oca, 2016) y resuelven su posición liminal en la sociedad española (O’Reilly, 2002). De hecho, el comportamiento multilocal responde a un retorno planificado al país de origen (Giner-Monfort, Hall y Betty, 2016) siendo algo cotidiano, además de una experiencia positiva que contribuye a la calidad de vida percibida (Gustafson, 2001, 2008). A lo largo de la investigación, muchos de los migrantes cuentan su forma de reunir las ventajas económicas y los servicios de su propio país y, simultáneamente, todo aquello que encuentran en España (Huber y O’Reilly, 2004). Judith y su marido mantienen su vivienda en el Reino Unido, donde viven estacionalmente. Dicen estar satisfechos con su situación personal porque han conseguido combinar las actividades al aire libre con las visitas al Reino Unido para visitar a sus nietos y asistir a eventos culturales:
Nosotros todavía queremos pasar la mitad del tiempo allí. Para ver a los amigos, para ver a la familia, para dedicarnos a nuestras aficiones. En el Reino Unido nosotros tenemos aficiones diferentes a las que tenemos en España (Judith, retirada británica, 68 años, Torrox Pueblo, Málaga).
Un tema que permite observar diferencias en las entrevistas es la capacidad de los retirados de afrontar el envejecimiento en el contexto de la migración de estilo de vida. La dificultad radica en la incertidumbre que rodea al hecho de volverse dependiente en un entorno idiomático diferente, bajo un sistema público de ayudas desconocido y alejado de redes familiares/sociales de apoyo. En este sentido, algunas investigaciones se han centrado en narrativas que describen la otra historia de la migración de estilo de vida, protagonizada por personas en situación de debilidad que necesitan cuidados. El envejecimiento en España es descrito en términos de reto y precariedad cuando los recursos para una vida independiente se reducen, notificando formas diferentes de acceso a los cuidados que combinan redes y agencias formales e informales (Hall, 2021). Una cuestión que aparece relacionada es el retorno al país de origen. No ser capaz de gestionar las tareas cotidianas es el principal motivo de retorno, y plantea a este grupo la dificultad de volver a establecer su residencia en su país y ser readmitido por el sistema público de salud (Giner-Monfort, Hall y Betty, 2016).
A lo largo de la investigación aparecen narrativas que, a diferencia del caso de Karl y su esposa, se distinguen por dar cabida a la incertidumbre. Ferdinand cuenta que vender la vivienda en el país de origen fue un recurso necesario para mudarse a España y romper los lazos con su vida anterior. El informante no tiene hijos ni un gran contacto con el Reino Unido. Dice que España es su hogar y está satisfecho con la posición económica que ha conseguido. Cuando se le pregunta por algún motivo para abandonar su lugar de retiro su respuesta no es clara, incluso si muere su pareja, principalmente porque piensa que no podrá afrontar el gasto de volver a vivir en el país de origen. No sabe qué haría si fuera dependiente y espera que podría resolver la situación por sí mismo, contando con que recibiría algún tipo de ayuda del sistema público. Gestionará su situación paso a paso conforme a las circunstancias que vengan.
La única cosa puede ser si uno de nosotros fallece, la otra parte podría pensar en volver. Pero como estamos ahora no lo creo. Porque volver a Inglaterra, no podríamos permitirnos volver y vivir en Inglaterra. Porque tendríamos que comprar o alquilar una casa y todas las facturas serían más caras de lo que son aquí (Ferdinand, retirado británico, 63 años, Costa del Silencio, Tenerife).
El caso de Ferdinand representa a un segmento de los entrevistados que tuvieron que vender su antigua vivienda para financiar la migración al sur de Europa, asumiendo que esto significa reducir sus contactos con el país de origen y gestionar el envejecimiento lejos de ciertos mecanismos de apoyo. Se ha observado que este es un comportamiento asociado a grupos de retirados en función de su país de origen y de su nivel de ingresos (Rodes y Rodríguez, 2018). Otros investigadores han señalado en este sentido cómo las posibilidades de los proyectos de autorrealización en la migración de estilo de vida están limitadas por estructuras, disposiciones y formas de capital disponibles asociadas a la clase social (Oliver y O’Reilly, 2010).
Otro factor que ilumina cuestiones escasamente identificadas por los especialistas en el discurso de los retirados es su integración social en España, percibida habitualmente como fallida por los mismos migrantes (Benson, 2013; Lawson, 2017). El idioma aparece como un elemento central a lo largo de las entrevistas. Las habilidades idiomáticas de los migrantes de estilo de vida es un tema señalado en otras investigaciones. Su bajo conocimiento implica que las comunicaciones cotidianas se basen en el uso del inglés y de otras lenguas maternas (Gustafson y Laksfoss Cardozo, 2017), condicionando las relaciones que los migrantes establecen en y con la sociedad receptora (Karisto, 2005) y reforzando su percepción de otredad (Hayes, 2015). La llamada barrera idiomática es vinculada por los entrevistados a cuestiones como el proceso de asentamiento en España y sus trámites, la relación con las instituciones, el conocimiento de la cultura local, la participación en la vida de la comunidad o la gestión de los cuidados de la salud.
Después de 15 años viviendo de forma permanente en España, Ilse afirma que el idioma es el principal obstáculo para conseguir la integración. En su explicación, este tema aparece conectado con el temor a ponerse enferma:
La principal barrera es el idioma. Y es mi problema. Podría haberme tomado más molestias en aprenderlo. Pero vine a la edad de 60. Dicen que puedes aprender aunque seas mayor, pero es mucho más duro. Y lo que puedes expresar cambiando los finales. Ellos no dicen “yo tengo”, solamente “tengo”. Yo sé cosas como esa. Y que cambia el significado de los verbos. Ayer me lavé el pelo y quería saber si tenía que aclararlo o no. Yo leo “no necesito” y algo más en la botella y miré en mi diccionario para buscar lo que significa “no aclarar”. Pero ¿qué pasa si tengo que ir al hospital un día? (Ilse, retirada alemana, 73 años, Puerto de la Cruz, Tenerife).
Narrativas como esta muestran la contradicción entre la realidad y la expectativa de la migración de estilo de vida (Benson, 2013; Spalding, 2013). De hecho, la preocupación de los retirados está relacionada con haber agotado sus posibilidades de volver al país de origen en el camino a su sueño de vivir en España. Lejos de los recursos y de la seguridad que puede proporcionar una vida transnacional, entre ellos es frecuente manejar experiencias negativas en las residencias para personas mayores y reconocer que no tienen amigos o familiares que vayan a cuidarlos en un futuro en España. En este sentido, el grado de libertad a la hora de elegir en un contexto globalizado (Bauman, 2001) explicaría cierta brecha entre los informantes. Según lo observado en el transcurso de la investigación, algunos de ellos se ven forzados, en mayor medida, a asumir los riesgos de la migración de estilo de vida.
Conclusiones
Vista desde las narrativas aquí recopiladas, la migración de estilo de vida es la consecuencia de decisiones que forman parte de procesos de transformación personal, por lo general asociados a la búsqueda de la calidad de vida. Desde este enfoque, cierto sentido de la responsabilidad individual, así como formas diversas de gestión del riesgo, impulsan el proyecto migratorio de los entrevistados. En línea con la literatura científica disponible, los informantes sostienen que la migración les ha dado acceso a beneficios en diferentes niveles, desde lo económico hasta lo cultural, pasando por la salud y la identidad personal. Pensamos, sin embargo, que reducir la migración de estilo de vida a este primer nivel explicativo, conectado con las teorías de la individualización, limita la comprensión global del fenómeno.
Hemos observado al mismo tiempo narrativas que apuntan a la disponibilidad diferencial de recursos materiales y redes sociales de apoyo como límite de la migración de estilo de vida. Los temas de una vida transnacional, la gestión del envejecimiento o el grado de integración social aparecen relacionados a este nivel y cuestionan la homogeneidad del discurso de los migrantes en torno a las ideas de libertad y éxito individual. Que convivan ambos niveles de discurso en la migración de estilo de vida debe explicarse desde la existencia de una cultura del yo que conecta los puntos de vista de los entrevistados a estructuras mucho más amplias que quedan no dichas. Es decir, que los resultados de la investigación sugieren la conveniencia de una contextualización alternativa, más allá del marco interpretativo habitual.
En este trabajo se propone un enfoque crítico estructural que permite reunir las distintas narrativas que dan cuenta de la complejidad de la migración de estilo de vida e invita a hacer una serie de consideraciones en relación con el abordaje del fenómeno. En el ámbito empírico, cabría explorar explicaciones alternativas a los principios de libertad, capacidad de decisión o felicidad. Por ejemplo, parece de interés iluminar narrativas sobre por qué el cambio personal o la búsqueda de la calidad de vida no puede darse en el país de origen de los informantes. Por otra parte, resulta llamativa la ausencia de narrativas que relativicen la cuestión del éxito, ya sea porque ponen en juego el marco de condiciones que lo posibilitan o porque contrastan la situación personal con otros casos forzados a la inmovilidad.
Finalmente, y en relación con la dimensión temporal de los estudios, parece necesario desarrollar investigaciones capaces de recopilar miradas retrospectivas que valoren lo que pudo ser realmente la experiencia de la migración de estilo de vida. En el ámbito más conceptual, cabría hacer una formulación de la migración de estilo de vida más abierta. Esto significa revisar los límites analíticos que se derivan de su distinción, como movilidad privilegiada, de otras formas de movilidad catalogadas como económicas. Además, la experiencia de esta investigación sugiere equilibrar el tradicional énfasis realizado en la capacidad de agencia, para dar más protagonismo a factores estructurales desde una contextualización crítica de las narrativas en los marcos políticos y culturales contemporáneos.