Introducción
La década de los años ochenta en México fue un periodo de agitación económica provocada por una fuerte depreciación de la moneda nacional, seguida de un aumento en el precio de los combustibles (Betancourt, 2012). A pesar de ello, este periodo también fue testigo del despertar industrial de varias ciudades en el norte de México. Tal fue el caso de Saltillo, una ciudad en el sureste de Coahuila que entró en una fase de crecimiento económico y conexión global, gracias a la implementación de un modelo nacional de apertura internacional y a la reubicación de empresas manufactureras internacionales (Palacios Hernández & Ochoa Cortés, 2008). Durante este tiempo, en Coahuila, al igual que en otros estados mexicanos en la frontera con Estados Unidos, se contruyeron plantas dedicadas a la producción y ensamblaje de autopartes, y hasta el día de hoy la región sigue siendo competitiva en este sector (Carbajal Suárez et al., 2016).
Como sabemos, toda transformación económica repercute en las esferas social y cultural. En el caso de Coahuila, esta repercusión se puede ver en el aumento de la migración rural hacia la capital del estado (Favret et al., 2013). Saltillo era una ciudad atractiva y limpia, con un buen sistema de agua potable y electricidad, así como facilidades para la comunicación terrestre (Garneau & Larouche, 1980). Un fuerte flujo de personas migró a la capital, pobló su periferia y la ciudad se vio en la necesidad de nuevos lugares de entretenimiento para satisfacer la demanda de espacios recreativos. Entre otras actividades de ocio, ir al cine ha sido considerado un pasatiempo público popular en Saltillo (Gutiérrez, 2020), y en los años ochenta se puede ver que surgieron nuevos cines y aumentó el número total de salas en la ciudad de cinco a once (Hernández & Flores, 2015). Estos nuevos cines trajeron consigo las innovaciones que acompañaron esta transformación industrial.
A diferencia de los cines anteriores, la mayoría de estos nuevos cines se encontraban alejados del centro de la ciudad, y contaban con más pantallas y proyecciones simultáneas. El aspecto vivencial, pocas veces abordado en los estudios sobre cine, recupera el papel de las personas en la cadena de valores que genera la producción fílmica y deja ver con mayor claridad el lugar que ocupan en la cultura cinematográfica de las ciudades. Enmarcar la actividad de asistencia al cine como práctica social y comunitaria nos permite indagar en la relación entre los factores económicos y las experiencias cotidianas de las audiencias, y la manera en que estos dos ámbitos se articulan en la formación y transformación de la cultura de ir al cine en la ciudad.
En ese sentido, este artículo parte de la siguiente pregunta de investigación: ¿cómo percibieron las audiencias la transformación de la cultura cinematográfica urbana de Saltillo durante la década de 1980, un momento histórico en que se experimentaban también transformaciones económicas?
Marco teórico
Este estudio forma parte de la “Red Cultura de la Pantalla”, un proyecto académico que tiene el propósito de examinar las prácticas y experiencias de las audiencias de cine a través de la investigación empírica basada en el enfoque de la Nueva Historia del Cine. La Historia Clásica del Cine se centra en el texto fílmico y da relevancia a los procesos de producción cinematográfica sobre los de consumo y recepción por parte del público; en cambio, la Nueva Historia del Cine reclama el papel que juegan las audiencias en la cultura cinematográfica (Maltby et al., 2011). Este enfoque ha revitalizado el campo y propuesto metodologías innovadoras para reconstruir el pasado del cine, no como un fenómeno estético, sino como un fenómeno social que se basa en las experiencias localizadas de las audiencias (Biltereyst & Meers, 2016).
Biltereyst y Meers (2020) proponen que las culturas cinematográficas urbanas podrían analizarse a través de estudios comparativos de la historia del cine en diferentes ciudades, centrándose en las intersecciones sociales, monetarias y culturales que conectan los diferentes pasados del cine entre sí. De ahí la relevancia que ha adquirido la Red Cultura de la Pantalla, que busca precisamente examinar cómo se han desarrollado y transformado las culturas cinematográficas urbanas en diferentes partes del mundo a lo largo del tiempo.
La construcción de recuerdos cinematográficos por parte de las audiencias es una práctica social integrada en la experiencia de ir al cine. En estos recuerdos podemos identificar aspectos que provienen de la memoria individual, pero también características que provienen de nuestra memoria colectiva; es una recopilación que comprende emociones personales junto con experiencias sociales. Kuhn et al. (2017) han identificado que estos recuerdos pueden verse afectados por contextos sociales, históricos, económicos, culturales y tecnológicos que permiten los procesos de producción, distribución, exhibición y consumo de películas. Los recuerdos cinematográficos se expresan de manera colectiva porque, cuando asistimos a una función de cine, formamos parte de una experiencia social significativa que refuerza nuestro sentido de pertenencia a una comunidad, una organización, una clase social, un grupo o incluso una familia.
Estudios recientes realizados desde el enfoque de la Nueva Historia del Cine reportan que los públicos que asisten al cine en etapas de transformaciones político-económicas ven reflejados dichos conflictos en su vivencia del cine. Pafort-Overduin y Gomery (2019), por ejemplo, indican que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, un conflicto entre distribuidores de películas provocó cambios en las prácticas de exhibición por parte de los locatarios de salas cinematográficas, “para las audiencias holandesas, por consecuencia, el conflicto significó una elección restringida, limitada a películas relativamente antiguas que ya habían estado en el mercado antes” (p. 155, traducción propia).
En un contexto más cercano al latinoamericano, Luzón Fernández (2016) ha encontrado que los jóvenes perciben un cambio en la cultura cinematográfica cuando esta adquiere una orientación más comercial. A partir del aumento en el precio de entrada, los jóvenes barceloneses advierten cambios positivos en la calidad de imagen y sonido, pero también que las audiencias han migrado a otros medios (Luzón Fernández, 2016, p. 85). En lo que respecta a la memoria urbana de la práctica de ir al cine, Ferraz (2017) encuentra que la reactivación de cines extintos en Brasil ha sido posible a partir del reconocimiento del pasado cinematográfico de estos recintos, y que tanto estos lugares como las actividades llevadas a cabo en ellos son significativos para la vida y la cultura de la comunidad.
Estos antecedentes resultan cercanos y pertinentes al caso de Saltillo, ya que, como hemos visto, durante los años ochenta la ciudad vivió cambios industriales y económicos que se vieron reflejados en transformaciones culturales en relación con la asistencia al cine. A continuación, ofrecemos un panorama contextual sobre la historia del cine en Saltillo con la finalidad de establecer estas conexiones y transformaciones en la cultura cinematográfica urbana.
Historia del cine en Saltillo
Carabaza y Ewald (1992) fueron las primeras en escribir sobre la historia de los medios de comunicación en esta región de México, pero desafortunadamente carecían de información sobre el cine. Casi una década después, Hernández et al. (2008) presentaron algunos documentos históricos de los inicios del cine en Saltillo. Hernández y Flores (2015), años después, realizaron un análisis de la programación cinematográfica durante la década de 1980, y encontraron que el número de salas aumentó considerablemente durante este tiempo. Según el mismo artículo, fue durante esta década que se introdujo el concepto de multiplex en la ciudad: un tipo de recinto para la exhibición cinematográfica que alberga en su interior múltiples salas, de diferentes tamaños, donde se presentan diferentes películas en distintos horarios, lo que aumenta la captación de audiencias; todas estas salas tienen un espacio común con dulcería y otras facilidades que promueven el consumo de películas (Park & Ham, 2016).
En cuanto a la historia del cine en Saltillo, la mayor parte de la información proviene de cronistas locales como Ariel Gutiérrez (2020, 2021) y Esperanza Dávila (2020, 2023), quienes mantienen este tema en la esfera pública a través de colaboraciones en periódicos y blogs. Gutiérrez (2020) ubica las antiguas salas cinematográficas como lugares llenos de memoria al describir rutinas y rituales en la asistencia al cine que persisten en el folclor de la ciudad. Es así que uno de estos cines, el Florida, fue transformado en Sala de Arte de la Universidad Autónoma de Coahuila hacia finales de la década de 1970 (Gutiérrez, 2021). Dávila (2020), por su lado, al ser contactada por lectores que compartieron con ella algunos recuerdos de experiencias de ir al Cinema Palacio -el cine más emblemático de la ciudad- advierte que los antiguos recintos prevalecen en la memoria de los saltillenses (Dávila, 2023).
Desde la perspectiva de la Nueva Historia del Cine, Muñoz et al. (2021a) presentan una visión diferente sobre cómo se integraron las proyecciones cinematográficas en la oferta de diversiones públicas de Saltillo. Desde ese mismo enfoque, Muñoz et al. (2021b) recrearon las experiencias de las audiencias al acudir a una carpa, un teatro y un cine durante las primeras décadas del siglo XX en esta ciudad. En la década de 1950, el cine se consolidó en Saltillo, igual que en otras ciudades de la región, como una actividad de ocio y entretenimiento muy relevante y altamente rentable. En ese sentido, resulta interesante indagar sobre los cambios y transformaciones que experimentó esta actividad en la década de los ochenta cuando, por un lado, la ciudad sufría transformaciones económicas y, por otro lado, la misma cultura cinematográfica habría de cambiar con la introducción del multiplex.
Método
Este artículo forma parte de un proyecto más amplio que consiste en una investigación construida desde la disciplina de los estudios culturales y con enfoque en la Nueva Historia del Cine, que examina mediante distintos métodos los recintos de exhibición cinematográfica, la programación y las prácticas culturales relacionadas con ir al cine a lo largo del siglo XX. Consta de tres etapas diferentes: primero, un inventario de todos los cines establecidos en la ciudad; segundo, un análisis de la programación y la oferta cinematográfica, y tercero, entrevistas en profundidad con audiencias de diferentes contextos sociales.
Si bien el proyecto general utiliza métodos mixtos, el avance de investigación aquí presentado se centra en la parte cualitativa del estudio, es decir, en la etapa correspondiente a las entrevistas en profundidad. A diferencia de otros tipos, la entrevista en profundidad se caracteriza por establecer una conversación con el informante donde el objeto de estudio se centra en “la vida, experiencias, ideas, valores y estructura simbólica del entrevistado” (Sierra Caballero, 2019). Para la guía de entrevista utilizamos el cuestionario diseñado por Meers et al. (2018) y se adaptó a una perspectiva de género para recopilar las diferencias entre mujeres y hombres en sus experiencias de ir al cine. A partir de la historia de vida de las personas entrevistadas, se recolectaron los recuerdos relacionados con el cine en tres distintas etapas de vida: infancia, juventud y vida adulta.
En este artículo presentamos los hallazgos relacionados con la percepción de las audiencias sobre los nuevos cines que surgieron en los años ochenta en Saltillo. Además de preguntas sobre sus recuerdos de ir al cine a lo largo de su vida, el cuestionario incluye una sección final en la cual se les pide que establezcan comparaciones entre los recuerdos que tienen de cada etapa de sus vidas. Esto es particularmente relevante para los estudios culturales, ya que en esta disciplina se indaga sobre el pasado, pero en virtud de cómo ese pasado estructura la vida cotidiana de las personas en el presente y se refleja en los hábitos personales o sociales que aparecen repentinamente (During, 2005, pp. 51-52).
Se realizaron un total de 27 entrevistas durante 2020, 2021 y 2022, a una muestra de igual número de informantes. La muestra tuvo las siguientes características demográficas: 14 mujeres y 13 hombres; 11 personas de nivel socioeconómico AB, 13 de nivel socioeconómico C y 3 de nivel socioeconómico D, que se relacionan con clase alta, media y baja, respectivamente; 6 mayores de 70 años, 4 mayores de 60, 12 mayores de 50 y 5 mayores de 40.
Para el procesamiento de datos, se transcribieron las entrevistas, se seleccionaron los recuerdos de las audiencias correspondientes a la década de los ochenta y, posteriormente, se analizaron de manera manual identificando patrones en los recuerdos de las salas cinematográficas, sus actividades antes, durante y después de la función y la valoración del cambio en la cultura cinematográfica de la ciudad. Los resultados se muestran en el siguiente apartado.
Resultados
En las entrevistas que hemos recopilado, la década de los años ochenta destaca en los discursos de las audiencias. Este periodo suele recordarse como una época de crecimiento y prosperidad:
Era por Allende el Cinema Plazza, que también estaba en Allende el Studio 42 Multicinemas y después llegó la modernidad con los Gemelos Alameda y los años ochenta y empezó a cambiar un poco el ritual del cine, pero también creo que fue algo muy importante para la ciudad, para el entretenimiento y la diversión (David-56-H-C).
Al principio, el recuerdo de los informantes sobre los cines parece ser similar al de otros estudios de la red, ya que la mayoría de los miembros de la audiencia expresan una sensación de asombro y novedad con respecto a los nuevos cines y su multiplicidad de pantallas:
Los cines del centro entraron en una etapa de decadencia… y los Gemelos eran como que los primeros cines modernos de varias salas, y eran películas de corte de Hollywood (Ariel-58-H-B).
Como eran más nuevos yo sí veía como la diferencia de unos cines más modernos a comparación del Plazza que era al que yo acostumbraba a ir a ver, recuerdo que me parecían más cómodos los asientos, el hecho de que hubiera dos salas para elegir a cuál entrar también me parecía atractivo, y me parecía muy atractiva también la ubicación, porque salías de ahí y podías caminar por el centro, te dabas una vuelta en la Alameda (Macy-54-M-C).
Sin embargo, las audiencias son conscientes de que cada vez que se abría un nuevo cine, uno antiguo cerraba, y reconocen ese sentimiento de pérdida:
Entre más cines abrían los fueron haciendo más grandes, más bonitos, sí… ya tenían más comodidad, pasillos más amplios, estirar los pies más a gusto... pero unas de las que íbamos cuando éramos niñas sí se cerraron y pues sí me dio, nos dio tristeza, porque era al cine que más acudíamos (Chela-69-M-C).
Algunos de los informantes intentan procesar esta transformación mencionando algunos aspectos que no les gustaban de su experiencia en los antiguos cines:
La ubicación o la distribución de las butacas… ya estaban viejas en esa época, ya estaban duras, muy diferente al de Gemelos Alameda, me acuerdo que las anunciaron como butacas tipo estadio… alfombra nueva… nuevo sonido (Arturo-47-H-B).
Pero luego, para algunos miembros de la audiencia, esta sensación de crecimiento económico se vuelve abrumadora y la noción de “modernidad” se asocia con una sensación de “frialdad”:
Sí eran diferentes, ya más frío, ya más fría la situación, le digo ya más comercial. Les empezó a importar más el dinero a los negocios, pero ya era muy diferente la situación porque… pues no sé cómo explicarle, la globalización vino a cambiar todo, ya más comercial todo (Carlos-64-H-C).
Los miembros de la audiencia entrevistados comparten la sensación de que estos cambios fueron en detrimento de ellos y de su tiempo de ocio:
Era de los modernos, ya con otro concepto. Ahí ya no había permanencia voluntaria, ahí ya como que no nos empezó a gustar, porque nada más te pasaban una película… una película, si acaso dos… no, no creo. Una película… tenías que llegar temprano… y para afuera (Ariel-58-H-B).
Eran más modernas, tenían mejor sonido, a veces el surround sound me sobrecogía porque exageraban un poco y entonces no podías entender la película, ni escuchar lo que estaban diciendo porque el sonido ambiental era demasiado fuerte (Malena-69-M-B).
Esta aversión a las políticas de los nuevos cines invita a los entrevistados a compararlos con los cines antiguos, lo que genera una sensación de nostalgia:
El Cine Saltillo era muy agradable… sentirte lo que era un cine con mucha historia, un cine con esa esencia de las viejas salas cinematográficas del mundo ahí parecía que se resumía muy bien lo que era una sala cinematográfica de toda la vida (David-56-H-C).
Esta nostalgia se traslada a otros aspectos de la experiencia de ir al cine, como los dulces y refrigerios consumidos durante la función. Nótese, por ejemplo, la siguiente comparación entre comer un refrigerio en un cine antiguo y uno nuevo. Mientras que el primer entrevistado se enfoca en la atmósfera del lugar, el segundo entrevistado se enfoca en la rapidez del servicio.
Muchas veces cuando iba al cine de joven, o ya con mi señora, llevábamos lonches en ocasiones, pues nos los comíamos muy a gusto, muy rico en las salas (Carlos-64-H-C).
Lo padre de ese Studio fue que empezaron las dulcerías más modernas que ya se habían modernizado ya los hot dogs ya eran más rápidos, antes eran más caseras las cosas, ¿no? “Espérame tantito, se están cociendo”, las metías al agua y acá no, ya eran con los rodillos calientes que se hacían (Márquez-55-H-C).
Parece que a medida que las personas entrevistadas encontraban los cines cada vez menos cercanos, su experiencia se centraba más en la película misma, en vez de centrarse en el recinto. En el siguiente fragmento, para un entrevistado que disfrutaba de películas de arte, el Cine Universidad, que se instaló en un antiguo cine adquirido por dicha institución, presenta la misma frialdad que los cines nuevos.
La sala de arte de la Universidad abre… era un galerón gigantesco… con sillas de lámina, con butacas de lámina… y le empiezan a dar vida a ese… a ese recinto, vamos a decir, que también servía… pues como teatro, presentaciones… pero lo extraordinario era el contenido de esas funciones. Martes y viernes cambiaban la programación, y ahí me tocó ver películas de Bergman… Ingmar Bergman, me tocó ver películas de Andy Warhol… ahí se hizo como más… la experiencia más directa con el cine, porque… como había muy poca gente, era un lugar tan grande, tan desolado, que ahí nada más nos estábamos la película y yo (Ariel-58-H-B).
A medida que los miembros del público dejan de preocuparse por el lugar, quedan solos con el texto de las películas, y las historias representadas en ellas se vuelven cada vez más importantes: “los argumentos también de las películas, a veces me decepcionaban, a veces no me gustaban. Hubo muchas películas que no me gustaron y me dejaban un sabor amargo de boca” (Carlos-64-H-C).
Finalmente, un miembro del público señala que las diferencias en las percepciones pueden estar relacionadas con la edad de las personas que asistieron a los cines modernos de los años ochenta:
Yo veía más jóvenes en esos cines que en los otros, siento que la gente más conservadora seguía asistiendo a los cines que ya tenían y los jóvenes yo creo que por novedosos o porque a lo mejor se les facilitaba de que como te digo de la Alameda se iban al cine o del cine se iban a la Alameda… por eso yo siento que había más, que los jóvenes preferían más esos cines (Macy-54-M-C).
Discusión
Lo primero que llama la atención es cómo los años ochenta surgieron naturalmente en el discurso de los entrevistados, no solo como un periodo de tiempo específico, sino como un punto de cambio en la ciudad que también impactó drásticamente el panorama cinematográfico. La idea de que esta década representó un cambio dramático en todos los aspectos de la vida cotidiana en Saltillo es compartida por la mayoría de los informantes. Como se mencionó al inicio, en ese momento Saltillo experimentó un crecimiento y prosperidad económica que contrastaba profundamente con una recesión nacional (Palacios Hernández & Ochoa Cortés, 2008) y tuvo repercusiones profundas y duraderas en el entorno social y cultural de la ciudad. Debido a la prominencia y clara demarcación de este periodo en los recuerdos de los informantes, los años ochenta emergen como un punto de comparación entre diferentes periodos de tiempo y experiencias individuales.
A lo largo de la década, comenzó a tomar forma una estructura urbana diferente en la que los nuevos complejos cinematográficos se ubicaban cada vez más lejos del centro de la ciudad; es decir, la vida social y cultural de la ciudad comenzó a descentralizarse, como señala Castells (2014) que sucede con los desarrollos urbanos. Los cines ocupaban otros espacios en el mapa de la ciudad, pero además había cambiado su estructura y funcionamiento. De acuerdo con Park y Ham (2016), el modelo de multiplex implica cambios en las políticas y administración de los cines y, en Saltillo, las audiencias notan esos cambios al advertir que ya no se permite la permanencia voluntaria, que hay una nueva distribución del espacio y que los refrigerios son elaborados con mayor rapidez para desalojar el área común del multiplex.
Inicialmente, los entrevistados asocian esta época con el crecimiento y la prosperidad, que en última instancia se traduce en una experiencia cinematográfica mejorada en términos materiales en su vida diaria. Experimentaron esta “modernidad” entrante a través de espacios comparativamente enormes, asientos más cómodos y una multiplicidad de pantallas. Sin embargo, y en concordancia con lo señalado por Pafort-Overduin y Gomery (2019), la modificación de las prácticas de exhibición de películas en Saltillo durante los ochenta fue percibida como un cambio en perjuicio de las audiencias, ya que su consumo se vio restringido y sus prácticas, trastocadas. En vez de mantenerse el cine como un punto de reunión para la comunidad, se percibe como un espacio comercial, con un interés altamente lucrativo, del que los usuarios son echados “para afuera” al terminar la película.
Ahora bien, la percepción de un viraje de las salas cinematográficas a un esquema más comercializado puede provocar un decrecimiento en la asistencia al cine, como advierten las audiencias barcelonesas del estudio de Luzón Fernández (2016). En el caso de Saltillo, no existe entre los entrevistados la percepción de un decremento en la asistencia al cine, y el movimiento a un esquema de mayor frialdad comercial es percibido como el producto de tendencias como la globalización, la cual, por otro lado, les permite el privilegio -en su percepción- de acceder a películas internacionales.
Los informantes, como hemos visto, también asocian la llegada de estos cines modernos con el deterioro de lo que percibían como los cines tradicionales. Las audiencias se refieren con nostalgia a las antiguas salas cinematográficas de la ciudad, lo cual, por un lado, hace eco a otros estudios, como el de Ferraz (2017), quien destaca la imagen positiva que mantienen los cines antiguos entre las audiencias brasileñas; pero, por otro lado, consolida la visión y el discurso que mantienen los cronistas locales (Gutiérrez, 2020, 2021; Dávila, 2020, 2023) sobre el valor histórico de dichos edificios.
En cuanto a qué informantes preferían los cines modernos y cuáles preferían los cines tradicionales, podríamos decir que los mayores de 58 años albergan recuerdos nostálgicos de los antiguos cines de la ciudad, ya que eran los recintos dominantes de su infancia y juventud. Describen este tipo de lugares como “teatros” y enfatizan su hermosa arquitectura. Por el contrario, los informantes menores de 57 años recuerdan la atmósfera, el olor y el amplio espacio de los cines modernos de su juventud. Como mencionan Lozano et al. (2016), “los recuerdos de ir al cine a menudo están nublados por la nostalgia, dado el declive de la cultura cinematográfica en la que crecieron los informantes” (p. 697). Este último grupo también se refiere a los cines como espacios donde aprendieron sobre tecnología y modernidad; elogian los nuevos cines por su comodidad, limpieza, variedad de botanas y diversidad de programación.
Sin embargo, la oposición binaria formada por los lugares “modernos” y los “tradicionales” en los recuerdos de los informantes parece estar en el centro de la interpretación de su experiencia con el cine, y a menudo esta oposición parece desencadenar comparaciones adicionales entre dos versiones de la ciudad: una, cálida e idílica, que precedió a la explosión económica de los años ochenta; la otra, industrializada, comercial y fría.
Conclusiones
En un contexto de transformaciones económicas, la comunidad de Saltillo vivió también cambios en sus actividades de ocio y recreación. Abrieron nuevos recintos para la exhibición cinematográfica bajo el concepto del multiplex; por ello, las políticas de exhibición y administración de las salas de cine se modificaron y esto repercutió en la experiencia de las audiencias hacia una menor agencia y libertad en su vivencia del cine. Estos cambios se perciben como un viraje a un esquema más comercial para los cines, donde el interés lucrativo prevalece sobre la experiencia del usuario.
En los resultados se advierte un sentido de decepción y nostalgia intermitentemente a lo largo de las experiencias de los informantes: se sienten decepcionados porque ya no pueden permanecer en el lugar de proyección voluntariamente, tienen que ajustar sus horarios a los del cine, las botanas que consumen durante la función ya no las preparan ellos mismos, y la trama de la película representa valores inmorales. Añoran los antiguos cines donde crecieron, sienten nostalgia por un Saltillo idealizado en las salas cinematográficas, que les evocaba un sentido de pertenencia. No obstante, hay que considerar que estas diferentes experiencias de los cines modernos pueden estar directamente relacionadas con la edad de la persona entrevistada, su estatus socioeconómico y su educación. Como dijimos, los miembros más jóvenes de la audiencia tienen una interpretación diferente, que se centra en la forma en que su experiencia cinematográfica mejoró con características como portavasos y sistemas de sonido mejorados.
Lo que se ha presentado en este artículo representa un avance de investigación, por lo que trabajos posteriores habrán de profundizar en estos primeros hallazgos e indagar en cómo se evocan estas emociones (decepción y nostalgia) en los recuerdos del cine, cómo la experiencia del público oscila entre ellas y qué papel desempeña la memoria colectiva en la manifestación de esta nostalgia por los cines de los “buenos viejos tiempos” anteriores a la industrialización. Asimismo, en publicaciones posteriores estos resultados deberán analizarse a la luz de las otras etapas del proyecto general y así se podrá indagar sobre los cambios en las estrategias de exhibición de películas y los flujos de distribución entre cines modernos y antiguos.
Finalmente, se observa también que, en la ciudad de Saltillo, como en las ciudades de Brasil examinadas por Ferraz (2017), los cines antiguos mantienen una buena imagen y promueven el sentido de pertenencia de la comunidad, por lo que sería conveniente estudiar la viabilidad de la reactivación de algunos de estos espacios que están en desuso. En Saltillo hay algunos recintos que han sido reactivados en un esquema comercial diferente a sala cinematográfica -zapatería, tienda departamental, parque de trampolines, escuela- por lo que también sería interesante investigar si esos nuevos establecimientos mantienen el aura de aquellos cines y hasta qué punto la sala cinematográfica se convierte en un fetiche del público.