Introducción
El componente visual en el paisaje
El primer pilar conceptual sobre el que se basa este trabajo parte de la definición que, sobre paisaje, realiza el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE), a saber: la “parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar”, donde se aprecia que el verbo sobre el que se sustenta la definición es observar, es decir, hacer uso del sentido de la vista. Esta definición data de 1992, en su vigésimo primera edición, deslindándose del ámbito pictórico y territorial que caracterizaba las definiciones precedentes.1 Esta ligazón entre paisaje y observación entronca con el ya clásico concepto de “fenosistema”, acuñado por González Bernáldez (1981), alusivo al conjunto de componentes perceptibles del sistema terrestre.
La geografía, esa ciencia cuyo significado etimológico es la descripción de la Tierra, toma el sentido de la vista como la herramienta humana fundamental sobre la que valerse. Es, en en palabras de Rose (2003), una disciplina visual y “ocularcentrista”. Ortega Cantero (2013) afirma que el concepto moderno de paisaje geográfico se sustenta en la observación directa del mismo, idea reforzada posteriormente por figuras de la geografía europea como Mackinder o Vidal de la Blache, entre los siglos XIX y XX (Hollman, 2008). Es necesario saber ver, hay que alcanzar la cualificación del sentido de la vista, de manera que el profesional de la geografía no mira superfluamente, observa la realidad geográfica, reproducida en forma de paisaje, como “la expresión de un orden interno, la fisonomía visible de una organización subyacente. Y lo primero que tiene que hacer el geógrafo moderno es ver esa fisonomía, ese paisaje” (Ortega Cantero, 2013:35).
Alentados por estos argumentos, entendemos que cuantificar la capacidad de un territorio para ser observado es una técnica que engarza con el propio sentido epistemológico de la geografía. Es un parámetro más, una característica más que posee el paisaje y cuya utilidad en la gestión del territorio es relevante.
Además de la definición actual del DRAE con la que iniciábamos, la segunda acepción de paisaje sobre la que se apoya este trabajo es la que propone el Convenio Europeo del Paisaje (CEP) −The European Landscape Convention, en su denominación inglesa−, esto es, “cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos” (Consejo de Europa, 2000). La definición, adoptada, entre otros, por la UNESCO o por la Carta mexicana del paisaje (SAPM, 2011)) relaciona naturaleza y cultura y alude al medio en el que viven las personas (Zoido Naranjo, 2006) e integra deliberadamente atributos como territorio, percepción del ciudadano y el carácter histórico, genético y dinámico de este, motivo por el cual tienen cabida una variedad notoria de metodologías paisajísticas (Mata Olmo, 2011). Precisamente, esa mención explícita a la percepción entronca con el componente visual en el paisaje que nos ocupa.
Evaluación del paisaje y visibilidad
En un reciente trabajo, el centro de investigación escocés Macaulay Land Use Research Institute (MLURI, 2014) llevó a cabo una clasificación de los métodos existentes para la evaluación del paisaje basados fundamentalmente en criterios de visibilidad. La agrupación es parca: los que estudian el paisaje desde lo subjetivo y los que lo trabajan con variables cuantitativas. Esta agrupación es afín a la compartida por el mayor número de trabajos consultados que abordan este tema (Briggs y France, 1980; Daniel y Vining, 1983; Bosque Sendra, 1997; Encinas Escribano, 2000; Arriaza, et al., 2004; Crang, 2009; Serrano Giné, 2015), que los definen como métodos directos y métodos indirectos. Los directos se basan en identificar, mediante la observación total del paisaje (sea mediante fotografías o a través de la observación desde puntos precisos), las respuestas de los espectadores a las diferentes escenas, generalmente en función de sus preferencias estéticas. Los métodos indirectos analizan el paisaje partiendo de los variados elementos que lo integran y descomponiéndolo según criterios que intentan ser objetivables.
El modelo del método indirecto y cuantitativo es el que hemos seleccionado para llevar a cabo el presente trabajo, por considerarlo afín al propósito de incorporar estos estudios en las políticas de gestión territorial, particularmente en las mexicanas. Se trata de evaluar el paisaje según una determinada opción con suficiente bagaje epistemológico y aplicado, en la creencia de que se trata de “la mejor forma de evitar apreciaciones subjetivas con la estimación objetivable de determinados parámetros con incidencia paisajística” (Bosque Sendra, 1997:25).
Lo anterior se acompaña de una cuestión clave: la tecnificación de la variable visual en el paisaje. Cuando se alude a esta se hace referencia al análisis ejecutado sobre un territorio en relación con sus posibilidades de ser observado, “parametrizar” aquellos espacios que son más vistos que otros, qué áreas son más accesibles visualmente; incorporar, en definitiva, índices de visibilidad a los estudios territoriales. “El objeto del análisis visual del paisaje es determinar las áreas visibles desde cada punto o conjunto de puntos, bien simultáneamente o en secuencia, con vistas a la posterior evaluación de la medida en que cada área contribuye a la percepción del paisaje y a la obtención de ciertos parámetros globales que permitan caracterizar un territorio en términos visuales” (Otero et al., 2009:68). La expresión “paisaje visual”, que también es utilizada desde el enfoque cualitativo, es entendida genéricamente como el tratamiento científico de la acepción visual sobre el paisaje (Mérida Rodríguez, 1996), lo cual concuerda con el enfoque de nuestro trabajo.
Si bien la utilidad de los mapas de visibilidad abarca variadas líneas de aplicación, es en los estudios de paisaje con fines para el ordenamiento territorial (OT) “donde ha tenido comienzo el paisaje visual en su vertiente científico-técnica y donde ha tenido mayor desarrollo y aceptación” (Mérida Rodríguez, 1996:210). Los países que más han desarrollado políticas en gestión territorial, como los adscritos al anteriormente mencionado CEP, son los que más relevancia han asignado a los análisis de visibilidad en sus documentos aplicados de paisaje y OT.
Es pertinente señalar que atender al paisaje en términos exclusivamente visuales posee el riesgo de que se obvien variables ambientales importantes que, por su naturaleza, dimensiones o temporalidad, no son observables in situ (García y Muñoz, 2002). También se ha manifestado que en los procedimientos indirectos hay una ausencia de la opinión de la población que los habita o visita (Zubeldu y Allende, 2015). A este respecto, manifestamos que el fin de analizar el paisaje desde lo visual es incorporar una variable más a los estudios de paisaje que tradicionalmente se desarrollan en México, y no como único parámetro. De la misma manera que los informes completos de los mapas de paisaje, de la mayor parte de los países adscritos al CEP, incorporan apartados donde se recopila la opinión de los lugareños y de los visitantes.
El componente visual en los estudios de paisaje mexicanos
En el caso de México, tal como afirman diversos autores (Aguilar Bellamy, 2006; Checa-Artasu, 2014), se parte de la indefinición jurídica del paisaje en su legislación, fundamentalmente en la de carácter nacional. En el ámbito estatal, en cambio, no ocurre lo mismo. Checa-Artasu (2014) realiza una exhaustiva revisión del tratamiento del concepto de paisaje en las leyes estatales que guardan relación con el ambiente. De la recopilación, llama la atención la consideración, en numerosos estados,2 del paisaje interpretado como zona de valor escénico, o como espacio divisado desde un lugar, y cuyos objetivos de reconocimiento son limitar la contaminación visual.
Llegados a este punto, surge una interesante reflexión. Si, como acabamos de ver, la legislación de bastantes estados mexicanos en materia de planeación ambiental está reconociendo la relevancia del paisaje visual, parece lógico plantearse esta pregunta: ¿qué se ha trabajado al respecto en México?
De acuerdo con Urquijo y Bocco (2011), los estudios de paisaje en México tienen un recorrido reseñable desde la década de los setenta, periodo a partir del cual inicia una proliferación de textos en la literatura científica mexicana. En número, destacan los trabajos de carácter aplicado si bien las aportaciones teórico-conceptuales han sido muy relevantes en la ciencia del paisaje (Geissert y Rossignol, 1987; Muñoz, 1989; García y Muñoz, 2002; Urquijo y Barrera, 2008).
En los trabajos aplicados se identifican de forma somera tres grandes líneas de trabajo: a) la perspectiva biofísica, con un manejo del paisaje como unidad de síntesis, holística y geosistémica (Muñoz, 1989; García y Muñoz, 2002); b) la consideración del paisaje desde una perspectiva sociocultural, iniciada a partir de las reflexiones de Fernand Braudel en torno a la geografía histórica e incorporando la cuestión subjetiva del observador; c) los trabajos de carácter interdisciplinar y de integridad espacialtemporal (Urquijo y Bocco, 2011).
Del recorrido historiográfico del paisaje geográfico en México se deduce que el paisaje visual tecnificado, como ámbito de trabajo, no ha tenido una repercusión significativa, por lo menos en número de publicaciones, pese a que sí existen trabajos destacados.
Montoya Ayala et al. (2003) realizan un análisis del paisaje con la evaluación de la calidad y la fragilidad visual del paisaje en el valle de Zapotitlán de las Salinas (Puebla) basándose en las metodologías de Aguiló (1981, citado en Montoya Ayala et al., 2003) y Aramburu (1994, citado en Montoya Ayala et al., 2003). En este caso la cuestión visual es la base sobre la que desarrollan su evaluación paisajística.3
García Romero et al. (2005), en su estudio sobre la cuenca del río Papagayo (Guerrero), consideran la cuestión visual como un aspecto más para la valoración del paisaje, según parámetros de identificación observables que diagnostican su calidad escénica. La calidad visual se basa en la identificación del estado fisionómico de las comunidades vegetales, analizando parámetros medibles sobre las características de dichas comunidades. Para paisajes sin cobertura vegetal se usan criterios de “naturalidad”, valor escénico e importancia para el equilibrio y la dinámica natural.
Desde la rama de la arquitectura, en los últimos 25 años se ha desarrollado una línea de trabajo muy definida en torno al paisaje (Checa-Artasu, 2014), basándose, entre otros aspectos, en criterios visuales y estéticos (Rojas et al., 2013). De este gremio, precisamente, proviene la redacción de la Carta mexicana del paisaje (SAPM, 2011). Como aportaciones recientes aplicadas a la ciencia del paisaje, destacamos el trabajo llevado a cabo por Arias y Ávila (2013), quienes estudiaron el impacto visual de las edificaciones hoteleras en el paisaje de Bahía de Banderas (Puerto Vallarta, Jalisco). Adoptan los planteamientos del arquitecto Serra Florensa (1985, citado en Arias y Ávila, 2013) sobre comfort visual dentro del paisaje mientras que, para los análisis de calidad y fragilidad del paisaje, recurren a los postulados geográficos de Bolòs (1992). También es destacable el libro Paisajes culturales: El valle de Mexicali (Ley García, 2014), que trata el tema del paisaje desde diferentes perspectivas. En un capítulo del mismo, Rojas Caldelas et al. (2014) ejecutan una evaluación paisajística del lugar mediante método directo (captura e interpretación de las visuales, registradas mediante fotografías y, posteriormente, mostradas a los lugareños para su apreciación).
Propuesta metodológica para el río Chiquito
Una vez desarrollado el discurso de los análisis de visibilidad desde la geografía, en concreto desde el estudio del paisaje y para fines de OT, y constatando, además, su escasa aunque interesante aportación al debate desde el territorio mexicano, presentamos a continuación la propuesta metodológica de evaluación del paisaje basada en el análisis de componentes visuales en la cuenca del río Chiquito (Morelia, Michoacán). El objetivo es avanzar en esta línea de trabajo paisajístico mediante la aportación de un nuevo trabajo en un área de estudio de reconocido interés ambiental. Se ha trabajado a escala 1:25 000, entendiendo que el nivel de detalle a escala local era fundamental. El procesamiento cartográfico y posterior análisis en SIG se llevó a cabo con el software ArcGIS 10.2.
Área de estudio
El área seleccionada (Figura 1) responde al perfil de zona periurbana con un proceso de degradación severo, motivo por el cual este tipo de trabajos, desde lo visual y para la gestión territorial, es de gran utilidad (Aguilar Bellamy, 2006; Serrano Giné, 2015). Además, destaca por poseer un “gran valor ambiental” y dotar “de servicios ecosistémicospara la ciudad de Morelia” (Ávila et al., 2012:151). El Chiquito es una microcuenca, perteneciente a la cuenca de los lagos Pátzcuaro-Cuitzeo-Laguna de Yuriria, cuyo río nace de la confluencia de pequeños arroyos y barrancos originarios en torno a Pico Azul, a escasos nueve kilómetros al sureste de la ciudad de Morelia. El río tiene un recorrido de 17 kilómetros, de los cuales 6.7 transcurren dentro de la mancha urbana de Morelia (Carreón Nieto, 2014).4 Se trata de un relieve montañoso de origen volcánico, perteneciente al Sistema Volcánico Transversal, con un desnivel de 639 metros en los 66 km2 que abarca el área de estudio (cota más elevada: 2 620 metros, en Pico Azul). El 63% de la cubierta del suelo es bosque (pino: Pinus teocote, Pinus devoniana, Pinus leiophylla; encino: Quercus rugosa, Quercus laurina, Quercus castanea, y mixto) y el resto es de uso antrópico (agricultura, pastizal inducido, suelo desnudo).
Presentación metodológica: antecedentes y estructuración
La siguiente propuesta se basa en la metodología de los “Mapas de Paisaje” elaborados en la comunidad autónoma de Aragón (España), en varias de las comarcas en las que se divide su territorio (Gobierno de Aragón, 2007-2013). Anteriormente, y también en España, entre 2003 y 2005 el Gobierno de La Rioja llevó a cabo el estudio “Cartografía del Paisaje de la Comunidad Autónoma de La Rioja”, que en aquel momento resultó pionero5 (Aramburu et al., 2004). Ambas cartografías, al igual que las llevadas a cabo en otras regiones españolas, consisten en trabajos aplicados realizados por encargo de administraciones públicas españolas de escala regional6 y cuyo fin es disponer de un documento informativo territorial a tener en cuenta de cara a las futuras propuestas que afecten a la dinámica paisajística de sus dominios.
Los conceptos paisajísticos manejados en este proyecto también son afines a los desarrollados en trabajos anteriormente citados (Bolòs, 1992; Bosque Sendra, 1997; Montoya et al., 1999, 2003; Encinas Escribano, 2000; Otero, 2009; Serrano Giné, 2015).
El proceso metodológico que presentamos a continuación se resume en tres fases:
La elaboración de las Unidades Visuales de Paisaje (UVP) delimitadas mediante cerramientos visuales. Estas serán las unidades territoriales sobre las cuales se hagan los análisis paisajísticos.
La determinación de los tipos de paisaje, entendidos como el resultado de la combinación de los elementos bióticos y abióticos que configuran el paisaje.
Los análisis aplicados a las diferentes UVP, cada una de ellas definida por sus correspondientes tipos de paisaje, para determinar varias cualidades clave en los estudios de paisaje aplicados al ordenamiento territorial. Se trata de las siguientes: visibilidad, calidad, fragilidad y aptitud paisajísticas.
Esta última fase es la que vamos a desarrollar en el presente trabajo sobre el río Chiquito. Los dos primeras se explicitaron en “Estudio de paisaje mediante cerramientos visuales en la cuenca del río Chiquito (Morelia, Michoacán)” (Franch-Pardo y Cancer-Pomar, 2016). A modo de resumen de las mismas, dado que son las bases sobre las que se sustenta nuestra tercera fase, conviene presentar algunas cuestiones conceptuales clave.
Una UVP es una unidad de paisaje delimitada mediante cerramientos visuales, y puede definirse como “la zona interconectada visualmente dentro de la cual un espectador es capaz de ver la mayor parte de esa porción del territorio y no el de zonas circundantes” (Gobierno de Aragón, 2007-2013). Esta técnica pretende disponer de unas unidades con tamaños razonablemente similares y operativas a una escala de detalle como es la que nos ocupa, 1: 25 000. En las zonas montañosas del área estudiada el relieve es el principal factor que define nuestro horizonte escénico; es decir, hasta dónde podemos observar. El relieve, por consiguiente, actúa a modo de cerramiento visual, de manera que los parteaguas determinados por la orografía (tanto del propio valle del Chiquito como de sus afluentes y la meseta occidental) marcan las divisorias de cada UVP. Para la cuenca del río Chiquito se delimitaron once UVP (Figuras 2, 3 y 4). Para establecer un número mayor o menor de UVP nos pusimos como objetivo que cada una de ellas tenga una dimensión muy operativa a una escala local, como la que trata este trabajo. En este sentido, resulta conveniente delimitar UVP de tamaños reducidos tanto por su mayor homogeneidad interna, frente a UVP mayores, como porque son las unidades territoriales sobre las que hemos llevado a cabo las valoraciones de varias cualidades del paisaje a las que aludimos más abajo. A menor tamaño de estas UVP, mayor precisión en esas valoraciones.
Los tipos de paisaje son el resultado de la caracterización de los paisajes según las variables naturales y humanas más significativas existentes en el interior de cada UVP, con el requisito de tener entidad suficiente para poder ser cartografiadas. Tal caracterización se apoya en el relieve, la vegetación y los usos del suelo. Es decir, en un elenco de elementos tanto naturales como artificiales. La tipología paisajística va a derivarse del cruce de todos estos elementos.
Conviene señalar que una UVP podrá contener diferentes tipos de paisaje. Tal situación resulta normal, siendo muy raro que una UVP completa esté únicamente definida por un solo tipo. Y, por otra parte, un mismo tipo de paisaje podrá aparece en varias UVP diferentes.
Análisis de cualidades clave para cada Unidad Visual de Paisaje
La tercera fase, que desarrollamos a continuación, aborda los análisis aplicados a cada unidad. Como se ha dicho líneas arriba, cada UVP está definida por sus correspondientes tipos de paisaje, lo cual va a permitir la determinación de varias cualidades clave en los estudios de paisaje aplicados al ordenamiento territorial: visibilidad, calidad, fragilidad y aptitud paisajísticas.
El proceso comienza con los análisis cartográficos de visibilidad. Los mapas resultantes, sumados a los previamente elaborados (delimitación de UVP y tipos de paisaje) más el registro de elementos singulares y la evaluación de los impactos negativos –y su visibilidad–, serán utilizados para proceder a la valoración de dos cualidades paisajísticas de capital importancia, como son la calidad y la fragilidad de los paisajes. Finalmente, ambas serán la base para establecer un diagnóstico sobre la aptitud de cada UVP para diferentes usos.
Debe indicarse en este punto que las valoraciones cuantitativas de calidad, fragilidad y aptitud, explicitadas en sus respectivos apartados, se realizan tomando como referencia el propio territorio de la cuenca del río Chiquito, y no territorios externos que pudieran servir como referencias comparativas. Ello se justica en que, para poder abordar dichas comparaciones, se debería disponer previamente de cartografías-valoraciones de estas cualidades en otros territorios vecinos, algo que no ocurre en estos momentos. De modo que un valor alto o bajo de calidad, fragilidad o aptitud debe ser entendido como valor intrínseco de la cuenca del Chiquito, no extrapolable a ámbitos externos.
Mapas de visibilidad
La relevancia de los análisis de visibilidad se ve reflejada por su paulatina incorporación dentro de los OT de aquellos países que más han abordado el tema de las políticas en gestión territorial (Mérida Rodríguez, 1996). En lo referido a percepción y valoración del paisaje, la visibilidad del territorio supone un factor determinante, tanto para analizar su calidad visual como para determinar su fragilidad (Gobierno de Aragón, 2007-2013), y “constituye un punto importante tanto en el modelo de capacidad de acogida de la actividad como en el modelo del impacto que ésta puede producir en el medio” (Otero, 2009:71).
Los mapas de visibilidad permiten conocer cuál es el acceso visual a determinadas zonas (desde dónde se pueden ver) y los panoramas observables desde ciertos enclaves (qué se puede ver desde allí). Los realizados en el presente trabajo han sido tres: visibilidad intrínseca, accesibilidad visual y visibilidad de impactos negativos. Todos ellos resultan complementarios y permiten alcanzar un buen conocimiento de las condiciones reales de visibilidad existentes en la zona de estudio, además de presentar una utilidad directa en la finalidad de un estudio de paisaje aplicable a los procesos de OT.
a) Mapa de visibilidad intrínseca
La visibilidad intrínseca es un atributo territorial que alude a los campos visuales disponibles (qué extensión de terreno podemos ver, desde dónde lo podemos ver). Depende de numerosos factores, como la capacidad visual del individuo, la lejanía de los panoramas observables, la propia curvatura de la tierra que imposibilita, en superficies planas, ver más allá de una determinada distancia… Pero en las zonzas montañosas, como la que nos ocupa, el condicionante principal es, sin duda, el topográfico, que determina los campos visuales y sus límites. Son las barreras orográficas las que ejercen la función de barreras visuales. Un observador situado en un fondo de valle podrá ver el territorio delimitado por las laderas que cierren ese valle, pero no los territorios situados por detrás de las mismas. Este condicionante explica que los campos visuales o visibilidad intrínseca en las zonas montañosas sean, por lo general, bastante reducidos.
Basándonos en las metodologías propuestas por Aramburu et al. (2004), Gobierno de Aragón (2007-2013) y Otero et al. (2009), se creó un área de trabajo en torno a la cuenca del río Chiquito, que consistió en un rectángulo cuyos lados se disponen a dos kilómetros de distancia respecto del perímetro de dicha cuenca, entendiendo esta superficie como la zona interconectada visualmente a la cuenca, aunque externa a sus dominios. Sobre dicho rectángulo se generó una malla cuadriculada de puntos separados entre sí de forma regular cada 100 metros. El resultado nos dio un total de 16 191 puntos de los que 6 575 están en el interior de la cuenca. Se elaboró un modelo digital de elevaciones (MDE) con pixeles de dos metro de lado, a partir de las curvas de nivel del mapa topográfico 1: 50 000 de INEGI (hoja E14A23). Sobre el MDE, y con las herramientas de análisis de visibilidad propios de los SIG, se procedió a la evaluación de la visibilidad de cada uno de los 16 191 puntos. El programa crea una capa ráster donde identifica cuáles son los pixeles observables desde ese punto y cuáles no. Haciendo esta operación punto por punto, es decir 16 191 veces, y sumándolas todas ellas, la resultante es el mapa de visibilidad intrínseca. Los pixeles con datos más altos representan aquellos lugares que más veces son observados en detrimento de aquellos que tienen valores más bajos y que se identifican con las áreas menos observables (Figura 2). En la salida cartográfica, los resultados se expresaron en tantos por cien; por ejemplo, en la parte noroccidental de la cuenca, la visibilidad intrínseca es inferior al 3%, es decir, considerando el conjunto del área de estudio, hay un 3% de posibilidades de observar ese lugar. Por el contrario, las cimas y cotas más altas reflejan valores que oscilan entre el 35 y 50%; es decir, su presencia respecto al conjunto de la cuenca es predominante.
b) Mapa de accesibilidad visual
La expresión “accesibilidad visual” es sinónima de visibilidad según el número de observadores. Dicho de otra manera: cuántos observadores ven un determinado panorama o paisaje. La accesibilidad visual está condicionada, como es lógico, por la visibilidad intrínseca, pero también por una cuestión marcadamente antrópica explicativa del número, mayor o menor, de posibles observadores, como es la distribución de la población en el territorio y la facilidad de acceso a los lugares de observación, que a su vez estará determinada por las vías de comunicación existentes. En un análisis de accesibilidad visual se deberían tomar en consideración tanto los observadores cotidianos de un paisaje (la gente que vive en un lugar o que transita a diario por allí), como los potenciales, en función de contingencias tan variadas como la afluencia a un determinado enclave en fechas concretas por motivos turísticos, deportivos, religiosos, etc.
En nuestra área de estudio se han identificado las cinco poblaciones presentes (Jesús del Monte, San Miguel del Monte, San José de las Torres, El Laurelito y La Torrecilla) y los recorridos por donde regularmente se produce tránsito de gente, limitados en esta zona a la red de carreteras que comunican las localidades entre sí y con el exterior, además de una ruta senderista muy popular en la ciudad de Morelia (ruta de los filtros viejos), por donde transitan frecuentemente caminantes.
Para llevar a cabo un análisis cuantitativo de la accesibilidad visual se ha seguido el siguiente proceso: 1) determinación de los lugares desde los que hay observadores; 2) determinación de la visibilidad desde dichos lugares, y 3) determinación del número de observadores.
Utilizando la misma herramienta SIG sobre la que hemos calculado el mapa de visibilidad intrínseca, en esta ocasión se lleva a cabo el mismo proceso, pero limitado exclusivamente a los lugares desde los que hay observadores. Como las carreteras y el camino senderista poseen en el entorno SIG el carácter vectorial de línea, se utilizaron los vértices que componen cada línea para su análisis de visibilidad. Dichos vértices no superan en ningún caso los 100 m de separación entre ellos, siendo este el valor de distancia máxima establecido. En el caso de las poblaciones se utilizaron las calles (también líneas en ese entorno SIG), aplicando el análisis tanto en vértices como en cruce de calles. Desde todos estos puntos se lanzan los análisis de visibilidad que nos permiten averiguar qué partes del territorio son más y menos vistas. La siguiente cuestión es averiguar el número de personas que ven diariamente esas partes del terreno; es decir, cuántos individuos habitan o pasan regularmente por dichos puntos de observación. En el caso de las localidades se establece el número de personas que las habitan, según datos de INEGI (2010); para las vías de comunicación se llevó a cabo un proceso de recuento del aforo que registran diariamente las mismas, incluyendo automóviles, motos, transporte urbano y bicicletas y determinado el número medio de ocupantes de cada categoría. El proceso de recuento se realizó en días laborales, mañana, tarde y noche, y en fin de semana.7 Con estas tomas se procedió a una estimación sobre el máximo de número de personas que concurren un día sobre cada punto de los identificados como accesibles (Figura 3).
c) Mapa de visibilidad de impactos negativos
La finalidad de este mapa es conocer la visibilidad de aquellos lugares que cuentan con elementos degradantes del paisaje, o “impactos negativos”, que representan una pérdida de calidad estética allí donde aparecen. Para ello debe partirse, lógicamente, de un mapa previamente elaborado que precisa la ubicación de dichos impactos y su agrupación en determinadas categorías, estableciéndose en la cuenca del río Chiquito las siguientes: torres de tendido eléctrico, suelo desnudo por acción antrópica y tiradero, nuevos complejos habitacionales fuera de áreas urbanas y casas aisladas sin valor patrimonial. Estos impactos se analizaron caso por caso y fueron valorados de 1 a 3, en función de su gravedad visual, considerando para ello dos aspectos: el impacto intrínseco de cada elemento y el grado de visibilidad que representa cada uno de ellos, analizado de manera individualizada, tarea que se llevó a cabo para todo el conjunto de la cuenca. El mapa de la Figura 4 muestra dos informaciones: por una lado, la ubicación de los elementos negativos (con exageración del tamaño en función a su nivel degradante); por otra parte, se cartografía toda la superficie de la cuenca en función a la mayor o menor capacidad del terreno para ver dichos impactos, computando, además, el valor del impacto observado.
Mapa de calidad del paisaje
Por calidad del paisaje entendemos el grado de excelencia de sus caracteres constitutivos, lo cual y desde una perspectiva de la aplicabilidad de su análisis a los procesos de ordenamiento territorial, puede identificarse como el “mérito para no ser alterado o destruido” (Cifuentes et al., 1993:100), en la búsqueda de la preservación del recurso visual, del mantenimiento de su esencia y estructura (Blanco et al., 1982). Sin embargo, la evaluación de la calidad de cualquier elemento territorial-ambiental, como el paisaje, es intrínsecamente compleja, ya que intervinieron factores como la comparación o la percepción social (Boersema, 2009). En nuestro trabajo abordamos un ejercicio de valoración técnica, sin adentrarnos en la social. Pretendemos con aquélla la “estimación objetivable de determinados parámetros con incidencia paisajística” (Bosque Sendra, 1997:25). Un aspecto clave a tomar en consideración es el “estudio exhaustivo de la visibilidad del territorio” (Otero et al., 2009:67), al que acabamos de hacer referencia en el apartado anterior, aunque no es, por supuesto, el único que debe analizarse.
En nuestro proceso de valoración técnica del paisaje de la cuenca del río Chiquito se han seguido los pasos explicitados a continuación. El primero es el de mayor relevancia a la hora de diagnosticar su calidad y consiste en la valoración de los tipos de paisaje. Para ello se han evaluado las dos variables utilizadas para su determinación: formas de relieve, por un lado, y usos del suelo, por otro. Se estableció rango valorativo de 1 a 5 en los dos casos. La suma de valores de ambas entradas definió la calidad final de cada tipo de paisaje. Posteriormente, mediante la herramienta Zonal statistic de ArcGIS, se calculó el valor medio para cada UVP, que representa el valor de cada una de las UVP de nuestra zona en lo referente a la valoración de tipos de paisaje.
El segundo paso consiste en la identificación de otras variables, que podemos considerar como secundarias, pero que también tienen importante peso en el establecimiento de la calidad del paisaje. Se trata de las siguientes: elementos singulares y presencia de agua, cromatismo e impactos paisajísticos negativos. Se han analizado todas ellas para cada una de las UVP:
- Identificación de elementos singulares existentes en nuestra cuenca. Se trata de componentes del paisaje, naturales o antrópicos, que presentan cualidades de singularidad; es decir, poco repetidos en nuestro ámbito geográfico de referencia. Entre los considerados como patrimonio natural, figuran elementos y enclaves geológicos y geomorfológicos, elementos y enclaves biogeográficos y elementos y enclaves fluviales, considerando a estos últimos (presencia de agua) como una singularidad paisajística en sí misma en nuestra zona de estudio. Respecto al patrimonio cultural, se identificaron elementos y enclaves culturales y etnográficos, arquitectura religiosa y arquitectura civil. Todos estos elementos se cuantificaron por UVP.
- Cromatismo (o “conjunto o gama de colores”, según el diccionario de la RAE). Se considera cualidad paisajística a tener en cuenta, ya que una notable variedad cromática suele resultar más atractiva que un paisaje tendente al monocromatismo, más monótono. Para su análisis se utilizó la mencionada herramienta Zonal stadistic. Se fragmentó una ortofotografía del área de estudio por UVP y se procedió a identificar el número de valores por pixel en cada UVP. Aquella que aportó el valor más alto, con posterior comprobación mediante la correspondiente supervisión en campo, se estableció que es la UVP con mayor nivel de cromatismo, y viceversa. Los valores asignados fueron de 1 a 5.
- Impactos paisajísticos negativos, por su efecto de pérdida de calidad del paisaje allí donde aparecen. Las categorías identificadas en nuestra zona de estudio se han especificado en el apartado 2.3.1 C.
Con todas la variables disponibles para cada UVP se procedió a la combinación de todas ellas y a la asignación de pesos, que determinan la participación de cada una en el establecimiento de la calidad final. Para ello se utilizaron dos herramientas de ArcGIS: Raster calculator y Weighted overlay. Con la primera se fusionaron las tres variables secundarias que acabamos de explicitar. Weighted overlay (superposición ponderada) es una herramienta que “superpone varios rasters con una escala de medición común y pondera cada uno según su importancia” (ESRI, 2016). En nuestro caso, consideramos bien adaptada a la realidad de la cuenca del río Chiquito la siguiente ponderación de pesos: 80% para tipos de paisaje; 20% para el compendio singularidades + cromatismo + impactos negativos. Esta ponderación, así como las que más adelante se especifican en otras fases de nuestro trabajo, responden al criterio técnico del conocimiento de expertos, en este caso de los dos autores del trabajo.
Ejecutada la operación, obtuvimos la “calidad intrínseca” de cada una de las UVP que componen la cuenca del río Chiquito. El adjetivo “intrínseca” se justifica porque dicha calidad deriva de los elementos existentes en el interior de cada UPV, sin tomar en consideración otros elementos externos que pudieran mediatizarla.
La inclusión de estos elementos externos en el proceso valorativo nos conduce al concepto de “calidad visual adquirida”, incorporando al análisis las escenas que podemos apreciar desde cada UVP, pero exteriores a esta. Puede darse el caso de que desde una UVP con alta calidad intrínseca, se puedan apreciar escenas exteriores de baja calidad, lo cual provocaría pérdida de calidad paisajística de dicha UPV. O lo contrario.
El procedimiento para determinar la calidad visual adquirida se llevó a cabo haciendo análisis de visibilidad desde los sitios accesibles (carreteras, caminos transitados, áreas pobladas) de cada UVP. Este análisis nos permitió identificar qué se ve desde cada UVP más allá de sus dominios –y la calidad de lo que se ve–, de manera que pudo asignarse un valor a este respecto para cada UVP.
Continuando con Weighted overlay, pudimos fusionar la calidad intrínseca (peso ponderado, 80%) y la calidad visual adquirida (peso ponderado, 20%). El resultado es el mapa de calidad paisajística de la Figura 5, con valores promediados de 1 a 5.
Mapa de fragilidad
El concepto de fragilidad, entendido en su acepción ambiental, se ha generalizado a través de la implantación de los procesos de evaluación de impacto ambiental, y alude a la capacidad de absorción de impactos de los diferentes componentes medioambientales. A menor fragilidad, mayor capacidad de absorción y viceversa (Cancer-Pomar, 1999). Centrándonos en la temática que nos ocupa, “la fragilidad visual se refiere al potencial de un paisaje para absorber las actuaciones humanas o ser visualmente perturbado por ellas; en último término es la capacidad de respuesta de sus propiedades paisajísticas al cambio” (Villarino, 1985, bloque 7:14), lo cual se manifiesta en el grado de deterioro que el paisaje experimenta ante la incidencia de determinadas actuaciones (Cifuentes, 1979).
Para determinar esta fragilidad se tienen en cuenta las propias características de los elementos constitutivos del paisaje y la visibilidad, de manera que aspectos como el relieve más o menos compartimentado u ondulado, el porte de la vegetación o la existencia de barreras visuales de diversa índole, van a condicionar dicha fragilidad.
En una primera fase se determinó la fragilidad derivada del relieve y de la vegetación-usos del suelo. La información se extrajo de la cartografía de tipos de paisaje que, como ya se ha explicado en apartados precedentes, sintetiza ambas variables. De acuerdo con los criterios de ponderación comentados en el apartado de calidad, en este caso se otorgaron los siguientes pesos: 60% relieve y 40% vegetación-usos del suelo. La metodología aplicada es muy similar a la utilizada en el ejercicio de calidad intrínseca, de manera que se otorgaron valores a cada tipo de relieve y vegetación-usos para después sumarlos, con la ponderación acabada de precisar.
En una segunda fase se determinó la fragilidad en función de las condiciones de visibilidad, partiendo de la idea de que un paisaje más visible será más frágil, y viceversa. Para ello se retomó la información proporcionada por dos cartografías previamente elaboradas: visibilidad intrínseca y visibilidad adquirida, explicitadas en los apartados precedentes. La fusión de ambas dio lugar al mapa de fragilidad derivada de la visibilidad.
En una tercera y última fase se agregaron las cartografías elaboradas en las dos fases precedentes, para lo cual ambas entradas se ponderaron con idéntico peso, al 50%. Promediando los valores finales entre 1 a 5, el resultado es el mapa final de fragilidad, que especifica los datos de esta cualidad para cada UVP (Figura 6).
Las UVP con valores de fragilidad más elevados correspondieron a las noroccidentales, es decir, las más próximas a la ciudad de Morelia y sobre las que se asientan las localidades más pobladas. También mostraron datos muy elevados las UVP que poseen mayores índices de visibilidad intrínseca (las UVP más montañosas).
Mapa de aptitud para la protección
Desde un punto de vista genérico, y en línea con la aplicabilidad al ordenamiento territorial, la aptitud de uso del suelo se define como su capacidad productiva hasta el límite en el cual puede producirse deterioro (Barla Galván, 2006). Centrándonos en el enfoque paisajístico no sería otra cosa que la idoneidad de un determinado paisaje para la acogida de actividades o de actuaciones, tanto presentes como futuras, sin comprometer su preservación.
En una primera aproximación, la aptitud genérica del territorio desde la perspectiva paisajística vendrá determinada por el cruce de las valoraciones de calidad y fragilidad, mediante una matriz de doble entrada (Tabla 1). De esta manera, y por poner ejemplos significativos, una zona de alta calidad y alta fragilidad tendrá aptitud paisajística distinta a otra con baja calidad y baja fragilidad. En el primer caso, parecería lógico intentar preservarla de actuaciones degradantes. Los resultados obtenidos muestran la aptitud paisajística para cada una de las UVP de la cuenca del río Chiquito (Figura 7). La UVP con los valores más altos de calidad y fragilidad es La Pitahaya, seguida de las unidades San José de las Torres, Cerro Alto, Agua Escondida, Río Chiquito y Pico Azul, con valores altos en el cómputo total de ambas variables. Estas seis UVP han sido calificadas con valores de aptitud alto y muy alto, lo cual aconsejaría fuesen preservadas de actuaciones impactantes, procurándose el mantenimiento de su actual estatus paisajístico. La UVP con valores más bajos de calidad y fragilidad corresponde a Los Fresnos. Es, por lo tanto, una UVPcon elevada aptitud para acoger actuaciones con incidencia territorial sin grave quebranto paisajístico. Por último, las UVP que poseen valores intermedios de aptitud son Los Filtros viejos, Jesús del Monte, Puerto La Cruz y San Miguel del Monte. Conviene reseñar, para la UVP Jesús del Monte, que la expansión de la mancha urbana de Morelia amenaza por el noroeste, precisamente en la posición que ocupa esta UVP, por lo que es la más amenazada y la que presenta mayor probabilidad de cambio.
Este análisis de aptitud paisajística genérica podría complementarse si se desease determinar la aptitud paisajística de las diferentes UVP para usos concretos, como pueden ser los industriales, agrarios, turísticos, deportivos, entre otros. Además de ese punto de partida (cruce calidad-fragilidad), habría que incorporar otras entradas temáticas específicas para cada caso, como los impactos ambientales que puedan ocasionar, en su vertiente paisajística, o sus implicaciones de visibilidad.
Conclusiones
La base conceptual de paisaje descansa en lo observado, y la propia geografía aboga por la capacidad intelectual de saber observar. La definición integradora del término proporcionada por el CEP (adoptada por la UNESCO y la Carta mexicana del paisaje), vira igualmente hacia el paisaje observado.
El paisaje en la geografía actual se cartografía y se analiza, fundamentalmente, mediante SIG. Los procesos se han tecnificado, lo que favorece su integración en los trabajos de ordenamiento territorial, la disciplina que en la actualidad mayor reconocimiento otorga al paisaje. Analizar sus posibilidades visuales asignando parámetros al territorio en función de su capacidad para ser observado es hacer geografía aplicada para el OT, idea reforzada si atendemos a la legislación en materia territorial de diferentes estados mexicanos, donde se alude al paisaje como un ente que se observa y que se debe proteger de la contaminación visual. Son argumentos elocuentes para entender el paisaje desde la analítica visual como una variable ambiental más a considerar en él.
En México, pese a todo ello, son escasos los trabajos realizados bajo dicho enfoque, tanto aplicados como de carácter teórico-conceptual, motivo por el cual este trabajo ha recorrido el estado de la cuestión en los estudios paisajísticos con la variable visual en territorio mexicano y ha llevado a cabo un caso aplicado en un área, la cuenca del río Chiquito (Morelia, Michoacán), de reconocido valor ambiental y que, a su vez, se ve sometida a la presión de la progresiva expansión urbana de la ciudad de Morelia. Se ha utilizado un método indirecto de análisis y valoración con enfoque cuantitativo, considerando que es la mejor forma de evitar apreciaciones subjetivas a través de la estimación objetivable de determinados parámetros con incidencia paisajística, lo cual resulta afín al propósito de incorporar los estudios de paisaje a las políticas de gestión territorial mexicanas. De acuerdo con esto, se ha trabajado a escala 1:25 000, entendiendo que el nivel de detalle a escala local era fundamental.
En la cuenca del río Chiquito se delimitaron once Unidades Visuales de Paisaje (UVP) y cada una de ellas se caracterizó mediante sus correspondientes tipos de paisaje. Son unidades de tamaños reducidos, lo que ha permitido mayor precisión en las valoraciones de cualidades paisajísticas que se apoyan precisamente en el territorio de cada UVP.
El proceso comienza con los análisis cartográficos de visibilidad, estructurados así: visibilidad intrínseca, accesibilidad visual y visibilidad de impactos negativos. Los mapas resultantes, sumados a los previamente elaborados (delimitación de UVP y tipos de paisaje) han sido utilizados para proceder a la valoración de dos cualidades paisajísticas de capital importancia, como son la calidad y la fragilidad de los paisajes. Finalmente, ambas son la base para establecer un diagnóstico sobre la aptitud de cada UVP con fines de conservación. Todas las valoraciones cuantitativas de calidad, fragilidad y aptitud, se han realizado tomando como referencia el propio territorio de la cuenca del río Chiquito, y no territorios externos que pudieran servir como referencias comparativas, debido a la inexistencia, en estos momentos, de cartografías-valoraciones de esos territorios.
La cartografía de paisajes resultante de este trabajo realiza una clasificación, en la cuenca del río Chiquito, de aquellas unidades que, según sus altos valores de calidad y fragilidad paisajísticas, deberían estar sujetas a protección, en detrimento de aquellas cuyos valores son bajos, por lo que, en caso de necesidad, serían más adecuadas para acoger actividades demandadas por el progreso económico pero no exentas de incidencia paisajística. De acuerdo con lo anterior, en el apartado de aptitud paisajística hemos identificado que la UVP de La Pitahaya, seguida de San José de las Torres, Cerro Alto, Agua Escondida, río Chiquito y Pico Azul, son las áreas que deberían estar sujetas a mayor protección. En cambio la UVP de Los Fresnos es la que cuenta con la mayor capacidad de acogida de intervenciones severas, mientras que las UVPde Los Filtros viejos, Jesús del Monte, Puerto La Cruz y San Miguel del Monte presentan un estado intermedio. No obstante, la expansión de la mancha urbana de Morelia amenaza por el noroeste, luego es la UVP Jesús del Monte, situada en esa posición y con valor de aptitud intermedio, la más amenazada y con mayor probabilidad de cambio.