Introducción
Este texto muestra cómo se vivió la pandemia de COVID-19 en el municipio mazateco de Huautla de Jiménez, Oaxaca, así como los cambios en las dinámicas socioculturales de los habitantes. El virus del SARS-CoV-2 llegó y transformó la cotidianidad mazateca y hubo cambios drásticos en las ritualidades.
Algunas prácticas y representaciones mazatecas en cuanto a los procesos de salud-enfermedad están relacionadas con el uso de recursos terapéuticos locales para su atención, una gran mayoría de la población recurre a estas prácticas, las cuales implementaron como estrategias de atención-prevención para contrarrestar el virus. Las dinámicas socioculturales que se vieron trastocadas durante la pandemia fueron principalmente los ritos mortuorios de las personas fallecidas, pero más de quienes fallecieron por el virus SARS-CoV-2.
Conocer estas realidades mazatecas en la pandemia fue posible por medio de la observación directa durante dos años de la pandemia (2021 y 2022), la cual se llevó a cabo como habitante de la localidad, y a partir de la cual se realizó la descripción de los procesos de atención del virus en esos años. También se hicieron entrevistas semiestructuradas directas a los habitantes: cinco a mujeres de entre 28 y 65 años; tres de 25 a 35 y a otras dos mayores de 60; cinco a hombres de entre 25 y 35 años y otros dos entre 45 y 65 años; tienen ocupaciones diferentes, las mujeres: labores del hogar y empleadas y, los hombres, estudiantes, albañiles, maestros jubilados y empleados. Todas las personas entrevistadas, a quienes se les agradece su invaluable participación, son originarias de Huautla y sus alrededores. Se respetó el anonimato de quienes lo solicitaron. Además de lo mencionado, se revisó la poca literatura existente sobre el tema en la zona. A partir de esta metodología se muestra la dinámica de la pandemia, las nociones de los mazatecos acerca del virus y sus estrategias de acción.
Región Mazateca Alta y condiciones socioestructurales de la población
El pueblo mazateco asentado en la región Mazateca Alta es el que está situado en las sierras orientales de la Sierra Madre del Sur, en la región de la Cañada. Los mazatecos de la zona alta habitan el extremo noreste de Oaxaca, que colinda con poblaciones mazatecas de Puebla.
El municipio de interés es Huautla de Jiménez, ubicado estratégicamente en la zona central serrana, es un importante centro económico, político y religioso. En esta ciudad indígena enclavada en las montañas aún hay difícil acceso a algunas de sus comunidades con caminos de terracería. Los servicios de salud del Estado son insuficientes para la población, por ejemplo, existe un solo hospital de segundo nivel para toda la región serrana; esto deja ver cómo los pueblos indígenas se encuentran excluidos en la atención de sus necesidades básicas.
De acuerdo con el Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2022 de Conapo y Coneval,1 Huautla experimenta rezago social con un nivel alto de marginación y porcentajes relevantes de población en extrema pobreza. Los datos son ilustrativos porque el acceso a los servicios básicos y los niveles de calidad de vida nos permiten tener un panorama de las carencias y recursos con los que la población se enfrentó a la pandemia de la COVID-19.
Nociones sobre salud-enfermedad y muerte
Los pueblos indígenas tienen una noción dual de la salud-enfermedad, para ellos, la salud y la enfermedad son una representación simbólica de hechos estrechamente asociados con la vida cotidiana y se vinculan a una interpretación del mundo y su relación con “el todo”, pensando a éste como la totalidad de lo que existe en el universo, o el universo mismo respecto de ellos. Piensan a la enfermedad como complementaria a la salud.
Nta’ tij na, salud
Los mazatecos conciben la salud como un estado de completo bienestar físico y social de la persona, consigo mismo y con su entorno, lo que genera un equilibrio de las relaciones e interacciones sociales con los individuos, las divinidades, los difuntos y los dueños de la naturaleza, con todo aquello exterior a uno mismo, es decir, lo que representa “lo otro” -divinidades, seres humanos, seres vivos y el ambiente físico de la persona incluidos.
La noción de salud implica bienestar y tranquilidad para la persona en todos sus componentes. Se refieren a ésta como nta’ tij na, que significa “estoy bien en todos los sentidos”, “no tengo nada”, “no me pasa nada, estoy tranquilo”. La señora Lety lo explica de este modo: “Para mí la salud es andar, convivir, distraerse, olvidarse de todo, convivir con quien te trata bien, estar bien; cuando una no tiene enfermedad, pues está contenta, una se siente bien”.
En la noción de salud, que se aprecia con el solo hecho de sentir un bienestar físico y espiritual, el mazateco puede considerar que se encuentra en estado nta’ tij na, “estoy bien, me siento bien”, “estoy tran quilo”. Por lo general, la mayoría habla de la salud en los términos anteriores, pero hay otra frase que remite a una noción más amplia, la de estar sano o tener salud, que es n’ni cui’chink’tin lí, la cual quiere decir “no tiene enfermedad”, y no sólo representa la sensación corporal de un bienestar, sino la ausencia de aquello que les provoca un desequilibrio.
Chíi o chínk, enfermedad
En la cosmovisión mazateca, una enfermedad puede manifestarse en el cuerpo, pero con antecedentes en el ámbito espiritual, porque abarca todos los componentes de una persona; si no hay una integración de éstos puede ocurrir una fragmentación o ruptura con el orden cósmico y ocasionar la enfermedad con implicaciones corporales.
Cuando hay enfermedad, juzgan que las causas y los efectos son originados por el trato y la relación con “lo otro”; con aquello que rodea a la persona enferma o al grupo, como la familia o la comunidad. Por lo tanto, la enfermedad no sólo se manifiesta en el aspecto físico corpóreo, también constituye una manifestación de lo espiritual, de lo no tangible, que tiene importancia en el pensamiento mazateco y se sitúa en el plano simbólico.
Estas nociones son más complejas y diversas, aunque coinciden en varios aspectos. Por ejemplo, la señora Estela la describe así: “cuando tengo enfermedad estoy sufriendo mucho, tengo dolor de mi cuerpo, ya no sé qué siento, me siento nerviosa, tengo mi sangre fría, ya no puedo hacer nada”. Esta idea alude a síntomas corporales que se presentan en la enfermedad, como lo menciona el señor Fernando:
La enfermedad (chíi) es lo que va de la mano con la muerte, porque es algo que nos está dañando, nos va destruyendo poco a poco, al momento que daña nuestro cuerpo también al espíritu. Yo veo dos tipos de enfermedad: la psicológica y la física, por tantas cosas suceden; el cuerpo se enferma por lo que comemos, porque ya todo es diferente, por lo que consumimos y la contaminación.
La señora Rita, por su parte, nos habla de lo que considera algunas causas de la enfermedad:
La enfermedad viene porque la gente no se cuida. Se puede enfermar todo un pueblo por problemas entre ellos. También porque el clima ya no es como antes, a veces mucho frío o más calor, eso provoca que se altere nuestro cuerpo. Pero las enfermedades dependen de uno mismo, de nuestros actos, de las relaciones que tenemos con la gente, de cómo nos tratamos. Hay enfermedades del cuerpo y del alma, cuando son del cuerpo se pueden sanar, es más fácil, pero cuando son del alma se debe hacer una curación más a fondo.
Con base en los testimonios puede inferirse que para los mazatecos la enfermedad es consecuencia de diversos factores: exponerse a los cambios bruscos del clima, exceso o disminución de frío y calor; por ingerir sustancias o cualquier tipo de alimentos que producen un desequilibrio que altera las funciones de elementos corporales a causa de lo frío y lo caliente. Además, estos desequilibrios corporales también pueden darse por la segregación de humores y fluidos provocados por los estados de ánimo. Así, la trayectoria y el ritmo de vida de una persona provoca variaciones perjudiciales en el organismo humano.
Es importante resaltar que las enfermedades del cuerpo y del espíritu no están del todo separadas, más bien están conectadas; interactúan de tal forma que el malestar del espíritu se manifiesta con determinados síntomas también a nivel corporal. Cuando se perciben los primeros síntomas de la enfermedad y no se atienden existe la posibilidad de que la salud se deteriore.
Hay diversas formas de contraer una enfermedad: unas de ellas son las que precisó la señora Rita, otras se explican mediante la creencia de que la enferme dad es causada por transitar en lugares sagrados o temibles, pues hay una fuerza, una energía, que radica ahí y es absorbida por la persona. Incluso el ente o dueño que mora en algún paraje de la geografía es capaz de retener el espíritu de la persona, cualquiera está expuesto a contaminarse, y a eso se le reconoce como “mal aire”.
La muerte y rituales mortuorios
Los mazatecos serranos tienen la creencia de que la vida de las personas está atravesada por múltiples vidas que se cursan en distintos momentos de la existencia. Algo como una reencarnación, dictada por Nai’Na, Dios Padre-Madre, así lo describe la curandera Florencia:
Cuando una persona muere va derecho hasta allá arriba, nosotros somos pajaritos, nada más se va el corazón arriba como una paloma blanca. Allí se queda esa paloma, en la ventana del templo. Allí aparecerá otra vez de bebé. Pero ya no estamos igual como acá, porque después de 30 años te mandan otra vez a otro lado. No sé quién te va a tocar de madre o padre, si en Huautla o México, Oaxaca o Tenango, quién sabe dónde te mandará otra vez el Señor. Ya vienes a hacer otra vida, ya no será tu vida de antes ni tu familia, ya no, ahora vas a pertenecer a otra, porque tenemos siete vidas.
La gente mazateca identifica diferentes causas de muerte, que casi siempre llega después de una enfermedad. Sin embargo, cuando es por enfermedad, antes del deceso se han realizado diferentes estrategias para salvar la vida del enfermo y, si nada es posible, comienzan los preparativos de los ritos funerarios antes de que el moribundo fallezca, como lo describe Incháustegui (2012).
Estos ritos mortuorios son trascendentales para los mazatecos, pues celebrar la muerte es un rito de paso imprescindible, porque marca el destino ineludible de todo ser humano. Se piensa que después de la muerte la gente transita hacia el “mundo limpio” para el descanso eterno, pero debe recorrer un largo camino acompañado de los ritos mortuorios para que el difunto logre llegar hasta allá. Estos ritos comienzan el día de la defunción de la persona. Incluso pueden hacerse antes si el moribundo o su familia inician algunas acciones para que la persona fallezca en paz, por ejemplo: mandar a traer a sus familiares que no están presentes, pedir la asistencia de un chjota chjine2 o, como lo indican García Sevilla (2022) e Incháustegui (2012), comprar el ataúd en el que se sepultará para que el moribundo pueda verlo y muera en paz.
El día que fallece la persona se anuncia a familiares y amigos, se pegan carteles para informar el deceso y el calendario póstumo (véase foto 1), o se recurre a las radios locales. Después de colocar el altar donde permanecerá el difunto se llama a un rezandero que realizará los preparativos para el cuerpo fallecido: bañarlo, vestirlo y colocarlo en el ataúd. También se llama a las personas que harán la fosa donde se sepultará, aunque algún familiar está presente éstos no realizan dicha actividad. En cuanto fallece una persona se mata un gallo y algunos lo colocan cerca del ataúd, otros lo ponen a un costado cuando se sepulta la persona, otros más preparan el gallo en un caldo blanco, comi da ritual que únicamente consumen los familiares más cercanos.
Por lo general, el cuerpo permanece tres días antes de enterrarlo, el primero es para los preparativos donde se ofrece atole agrio, una bebida ritual; el segundo es para la velación, durante la cual se llevan a cabo rezos y toda la noche hay una banda tocando música fúnebre y alegre; el tercero es para que la gente se despida antes de llevarlo a la sepultura. A los asistentes se les ofrece algún refrigerio, como café y pan, si van por la noche. Cuando éstos llegan a dar el pésame a las familias del difunto llevan veladoras, flores, despensa, incluso una cooperación, como forma de tequio, para que puedan sufragar los gastos del funeral.
Antes de trasladar al difunto a la iglesia a una misa de cuerpo presente y después al camposanto, el rezandero prepara un paquetito para que el difunto lleve con él en su viaje hacia el “otro mundo”, consta de alimentos, agua, copal y otros amuletos para que pueda transitar en su viaje (García Sevilla, 2022). Estos rituales fúnebres duran 40 días. Consisten en no dejar sola la cruz, todo el tiempo alguien la está acompañando; los familiares guardan dieta sexual, no co men frijoles negros, no cosen o bordan (porque estiman que con las agujas pican el cuerpo del difunto), y no bailan (porque consideran que están bailando sobre la tumba del fallecido). La señora Florencia nos habla de este proceso:
Acá cuando se muere uno así es la costumbre. Lo entierran hasta los tres días, de cuatro días le llevan otra vez flores al panteón; a los diez días hay atole agrio que se toma en la casa del difunto y se junta otra vez la familia. A los 20 días otra vez atole agrio, así les hacen a todos los muertos, le ponen flores y veladoras. En 40 días levantan la cruz a la media noche, se ponen unas flores en cruz y se levanta.
En el rezo de los 39 días se levanta la cruz que se depositará en el panteón el día 40. Para ello se requiere buscar un padrino que se haga cargo, o una pareja, casi siempre se recurre a los padrinos de bautizo, pero si ya no están se busca a otras personas que acepten el compromiso del compadrazgo. La cruz se levanta con cantos y rezos católicos que dirige el rezandero. Después viene el ritual de la “lavada de manos”, consistente en que, con agua y pétalos de rosa, los familiares lavan las manos de los padrinos, esto significa que están lavando y quitando el pecado que pueda poseer el difunto, es un ritual de purificación y lo hacen frente a la cruz y frente a los asistentes (foto 2).
Terminado este ritual se procede a adorar la cruz. Los familiares cercanos pasan primero, después otros familiares y amigos. Todo sucede mientras la banda de música toca durante gran parte de la noche y hasta el día siguiente, entre tanto, se realizan los preparativos para llevar la cruz de nueva cuenta a una misa y enseguida colocarla con los restos del fallecido. Por último, se invita a los asistentes a una convivencia donde se les sirve comida y bebida en reciprocidad al acompañamiento que están brindando a la familia del fallecido durante el duelo. Con esta actividad termina el primer momento del rito mortuorio que se continuará hasta el año siguiente, así sucesivamente durante siete años consecutivos, pues consideran que es el tiempo que tarda en llegar el espíritu del difunto hacia el “mundo limpio” y ahí termina el rito funerario, porque a partir de ese momento se deja descansar al difunto eternamente.
Después se festeja la muerte en las festividades de sui ki’en, Todos Santos. Los mazatecos esperan a sus difuntos y los reciben con música, comida, flores, copal, etcétera. De todas las fiestas tradicionales en la Sierra Mazateca ésta es la más importante. Se llevan a cabo las velaciones en los panteones donde la gente va a esperar a sus familiares. Como se observa, en estos ritos mortuorios se congrega bastante gente para acompañar al difunto y a la familia, pero estos ritos fueron trastocados y sufrieron cambios drásticos durante la pandemia, como veremos en lo sucesivo y como lo describe Calixto Duarte (2020).
Desarrollo de la pandemia de la COVID-19
Para los mazatecos la existencia del virus evolucionó de diferentes maneras y tiempos que no corresponden a las temporalidades institucionales presentadas por el sector salud como la primera, segunda y tercera ola, etcétera. La pandemia de la COVID-19 llegó con un retraso de varios meses a las comunidades indígenas, principalmente a las de la Sierra Mazateca. En ese momento inicial la población la veía lejana, como lo mienta el señor Rafael: “Al inicio, haz de cuenta que cuando se empezó a difundir la información con respecto a esta enfermedad del COVID, la gente en su mayoría pensaba que era una situación que estaba sucediendo en otro lado del mundo, pero como que se veía un poquito complicado de que llegara a México y más aquí, al pueblo”.
Cuando comenzó, para la población mazateca no fue drástico ni alarmante, porque cada uno tenía su noción diferente de la pandemia. Otros más tuvieron una percepción de tiempo distinta, y hay quienes decían que los casos empezaron a llegar tarde, incluso mencionan que casi ocho meses después de que se declaró la pandemia en México. Sin embargo, Calixto Duarte registró lo siguiente: “el 20 de abril se dio a conocer el primer fallecimiento por COVID-19, un hombre originario del municipio de San José Tenango de 56 años, de acuerdo con las autoridades de salud, se había contagiado siete días antes y, al no atenderse a tiempo, falleció en el Hospital Regional de Huautla de Jiménez (Ortega, 2020)” (Calixto Duarte, 2020: 151). En ese momento, la gente se alarmó, pero aún había quienes no creían o no acataban las medidas preventivas, como el uso de cubrebocas.
Por su parte, ayuntamientos regionales conformaron un comité para afrontar la pandemia y crearon estrategias de acción consistentes en impedir el acceso a personas externas a las comunidades, instalar retenes proporcionando cubrebocas y gel antibacterial. No obstante, las medidas fueron insuficientes, dado que comenzaron a llegar personas contagiadas de la ciudad, incluso fallecidos por el virus, que fueron llevados únicamente a sepultarse.
El señor Rafael comentó que una estrategia esencial fue que la unión de comerciantes llegó al acuerdo de no subir los precios de la canasta básica y ayudar a la población, porque algunos productos empezaron a escasear y otros subieron de precio, principalmente los medicamentos y los insumos higiénicos para prevención del virus.
La gente se negó a acatar algunas de las medidas que se dictaron desde el Ayuntamiento, por ejemplo, la suspensión de actividades donde se congregaran muchas personas, reuniones y fiestas familiares, fiestas patronales, partidos de fútbol y básquetbol. En el caso de los rituales mortuorios también se prohibió realizar las velaciones del cuerpo presente y las del panteón durante las fiestas de Todos Santos, pero la gente se resistió a no celebrarlas, como lo describe Calixto Duarte (2020), por una cuestión de identidad, pero también porque sus creencias en torno a la muerte no les permitían abandonar a sus difuntos y no ayudarles con los rituales a transitar al “otro mundo”.
Nociones acerca de la pandemia desde la cosmovisión mazateca
Al inicio de la pandemia la población mazateca era reacia a aceptar la existencia del virus, de hecho, la mayoría no lo creía real. En algunos imaginarios locales se pensaba la pandemia como una especie de estrategia gubernamental para aniquilar a una parte de la población. Aún hoy, hay quienes creen y quienes no creen en la existencia del virus.
Con el paso del tiempo se percataron de que sí existía, cuando gente conocida comenzó a morir a causa del virus meses después de que oficialmente se declaró la pandemia. Cuando la población asimiló que había un virus letal, comenzaron a circular ideas acerca de su origen. Como se dijo antes, desde su cosmovisión hay dos tipos de enfermedades, las del cuerpo y las del ámbito espiritual, el “mal aire” corresponde más al segundo ámbito. En el pensamiento simbólico, de acuerdo con las percepciones locales, el virus que causó la pandemia de la COVID-19 es un “mal aire”.
En consecuencia, este “mal aire” tiene impactos en ámbitos corpóreos y espirituales de la persona, por lo que comenzaron a pensarlo como un malestar al cual se podía contrarrestar desde su perspectiva de la enfermedad con recursos terapéuticos locales.
Recursos para la salud
Los recursos de atención para la salud con los que cuenta la población son diversos. Están los servicios del Hospital Regional 43 del IMSS-Bienestar, que ofrece servicios médicos de especialidades básicas: ginecobstetricia, pediatría, cirugía y medicina interna. Adjun to al hospital está el albergue materno para mujeres embarazadas que llegan a su parto; brinda servicios de hospedaje pre y posparto para las mujeres y sus acompañantes (parejas, familiares o parteras que las asisten). Éste no dejó de funcionar durante la pandemia por la gran demanda que tiene en la región mazateca, incluso para las mujeres de la zona baja y Sierra de Cuicatlán.
A la par se pueden encontrar servicios médicos privados, como consultorios, clínicas, sanatorios, consultas de especialidad, estudios médicos (análisis, radiografías, etcétera). Algunos son de bajo costo, como las farmacias y consultorios Similares, y otros tienen costos más elevados, en comparación con la atención gratuita que ofrece el hospital. Todos estos servicios alternos tuvieron alta demanda durante la pandemia, por la insuficiencia de los servicios del hospital y por el miedo de contagio al acudir a él.
Otros recursos para la salud utilizados antes y después de la pandemia son los sistemas terapéuticos locales de la medicina tradicional, integrados por diversos especialistas, distintos métodos de diagnóstico, adivinación y curación, así como por diferentes terapias rituales y curativas. Entre los especialistas destacan dos tipos, los que se dedican al tratamiento del cuerpo y quienes se ocupan del tratamiento del espíritu. Entre los primeros encontramos a los sobadores y hueseros, quienes se encargan de masajear las partes del cuerpo o huesos afectados por algún padecimiento musculoesquelético; también a perso nas que conocen de herbolaria y se encargan de curar a sus pacientes recurriendo a plantas, minerales o animales, por medio de tés, infusiones, maceraciones, emplastos y otros brebajes; y las parteras, que asisten y atienden a las embarazadas y parturientas.
Por su parte, entre los especialistas del espíritu destacan las personas que saben leer distintos objetos rituales como velas, copal, maíz, barajas, cacao y el oráculo, para conocer el destino o la suerte del consultante. Están asimismo las personas que saben hacer limpias, amuletos y amarres. Estas prácticas se orientan a fortalecer la suerte de las personas solicitantes, eliminar los males, curar los sustos y regresar el espíritu. Las diversas prácticas médicas y rituales terapéuticos realizados por los especialistas han sido descritos y analizados por Manrique, 2004; Zolla, 1994; Minero Ortega, 2012, entre otros. Los dos tipos de especialistas fueron solicitados durante la pandemia, pues, al considerar el virus como “mal aire”, no faltó quien realizara limpias y remedios preventivos.
Aun cuando las gráficas de los datos del INEGI registran los porcentajes de población con acceso a los servicios de salud institucionales del sistema biomédico (el cual se considera como hegemónico dentro de la conceptualización de los modelos médicos de atención propuestos por Menéndez [1992]), la gente local recurre de igual modo a estos recursos terapéuticos mazatecos, además de utilizar, en primer lugar, la autoatención, cuando la población se atiende personal o grupalmente y de manera casera sus padecimientos y enfermedades sin recurrir a los especialistas biomédicos o tradicionales. Durante la pandemia la gente se atendió primero en su casa con remedios caseros.
Como podemos observar, la población mazateca se vale de los diferentes servicios terapéuticos de forma plural, pues para ellos no hay contradicción en acudir a la biomedicina para atender sus enfermedades, al mismo tiempo que ven curanderos para realizar limpias o a la yerbera para que les recomiende algún té para paliar los síntomas. Estas prácticas se observaron en varios casos de quienes se contagiaron del virus. Podemos decir que en Huautla el pluralismo médico es practicado comúnmente por la población. Retomando a Muñoz Martínez (2020), los diferentes sistemas médicos coexisten en las representaciones, saberes y prácticas de los habitantes sin mayores conflictos, lo cual les ayudó a contrarrestar los síntomas de la enfermedad por SARS-CoV-2.
Estrategias de atención-prevención del SARS-CoV-2
Con los recursos antes mencionados se establecieron medidas preventivas por parte de la población. Los que asumieron que el virus existía utilizaron de manera profiláctica algunos métodos. Por un lado, hubo quienes adoptaron prácticas occidentales como la me dicina alópata y acataron las medidas sanitarias, en los negocios mantenían recomendaciones como el uso de cubrebocas, gel antibacterial, tapetes sanitizadores y la colocación de agua y jabón para lavarse las manos. Las autoridades locales pusieron en práctica otras precauciones: cerraron escuelas, negocios, evitaron los eventos masivos y había una especie de toque de queda, era una alarma informativa que, más bien, infundía terror en la población.
Por otro lado, las prácticas mazatecas para enfrentarse a la pandemia corresponden a las medidas implementadas por la población para el tratamiento y prevención con recursos terapéuticos locales distintos a los occidentales. Al concebirlo como un “mal aire”, para contrarrestarlo se realizaban, como ya dijimos, limpias.
El recurso más utilizado como remedio para muchos malestares y padecimientos, es el aguardiente. Para el “mal aire” se utiliza frotándolo en la cabeza y rostro, también lo beben, lo untan en el cuerpo y lo colocan en rociadores para sanitizar, en lugar de alcohol. Asimismo, se prepararon otros remedios con hojas amargas, una es la hoja de zorrillo, macerada en aguardiente, que se usa para curar malestares de la garganta por ser un preparado de consistencia muy caliente que, según ellos, mata o elimina el virus. Se toma por copitas antes de salir de casa y al regresar. De igual modo se usaron plantas medicinales en tés, para bañarse o en preparados con aguardiente para prevenir o contrarrestar los síntomas (el dolor de garganta y del cuerpo), los preparados se tomaban o untaban al cuerpo para expulsar el virus. Por eso el aguardiente es un elemento esencial en la prevención.
Algunos curanderos mencionan que además de utilizar plantas medicinales y métodos de limpia se usaba el temascal para disminuir los síntomas, así lo explica la curandera Florencia:
Le ayuda mucho a la gente el temascal, el vapor caliente les ayudó bastante para el COVID y no tanto se murieron acá porque nosotros tenemos plantas, le dimos de tomar plantas y lo bañamos, los estuve bañando en aguardiente con planta medicinal y luego lo metía en vapor caliente, todo parejo la garganta porque con eso se le tapó, y se les bajó bastante. Luego ya no se murieron tantos acá, nada más los que vinieron de la ciudad y los trajeron acá, nada más los quemaron, quién sabe cómo le hicieron en la ciudad porque traían cajas chiquitas; ellos ya no existen porque murieron en el hospital, porque los doctores también matan.
Experiencias sobre la pandemia
Estela comenta sobre sus sentires al inicio de la pandemia por la COVID-19.
Al inicio era algo difícil de creer, eso pasaba en otros lugares, mas no acá, porque la gente desconocía totalmente la enfermedad. ¿Cómo lo viví yo? Bueno, yo escuché en las noticias y dije está lejos ¿no? No creo que llegue a nuestro país, no creo que llegue a México. Pues al principio lo tomamos a la ligera.
Algunas personas no creían en la existencia de la enfermedad. Pensaron que era algún plan mañoso del gobierno, por la desconfianza en general hacia los gobiernos del país, generada por experiencias anteriores para cubrir sus acciones, “como cuando inventaron lo del chupacabras”, o “porque nos quieren matar, somos demasiados”.
Recuerda Emma del pueblo de San Andrés Hidalgo: “Hubo rumores de aviones que pasaban a tirar un polvo para contagiarnos. Ese polvo que respirabas era esa enfermedad para matar a la mitad. Como el gobierno manda dinero, no le conviene mandar más y más y más”. No todas las personas adoptaron al inicio las medidas sanitarias sugeridas por parte de las autoridades. Estela recuerda:
Luego un día llegó mi hija de la escuela y me dijo: “¿Qué crees má? Nos suspendieron unos días. Vamos a regresar en 20 días.” Le digo: “¿por qué?” Pues por la enfermedad, porque tenemos que tomar estas medidas. Estuvo bien porque los maestros se preocupan. Después mandaron información en el grupo de WhatsApp que ya no iban a regresar, porque las cosas se estaban complicando en otros países. Yo dije: ¿Qué está pasando? La enfermedad no llegó a Huautla luego, luego. Unos meses después se empezó a ver muertes por COVID-19 en el mismo municipio y el hospital se saturó de pacientes graves por COVID-19, la gente entró en pánico. Nos preocupamos, dejamos de visitar a la familia, yo dejé de visitar a mi abuelita.
Se hizo más común cargar los cubrebocas y el gel antibacterial. A la COVID-19 se le puso el nombre en mazateco, jxinrro nacyá, en español, zarzamora de espinas, haciendo referencia a las imágenes que circularon del virus, parecidos a las zarzamoras espinosas. Se le dedicó una canción en mazateco al virus como parte de las festividades de Todos Santos en 2020. Las personas con síntomas leves de SARS-CoV-2, parecidos a la gripa común, se atendieron con medicina tradicional: aguardiente con hoja de zorrillo, baños de camote amargo y tés de ajo, canela, miel como dijo la curandera Florencia.
Al inicio, los contagios se relacionaron con personas que venían de fuera o participaron en fiestas, prohibidas por las autoridades, pero que se seguían haciendo. Asunción cuenta su experiencia porque migró desde Puebla a la Mazateca Alta, a su pueblo de origen, San Andrés Hidalgo, a raíz de la pandemia:
Llegó como un huracán. Morían hasta nueve personas diario. En caso de mi familia tomamos la decisión de venir cuando estaba en punto muy alto. Yo intuí desde allá que en la sierra no le iba a tocar tanto la pandemia. Por la naturaleza, por el aire limpio, por lo que se come, por las hierbas medicinales, por el aguardiente que se toma. Vamos a la sierra decía, porque yo no estoy tranquilo acá, porque estoy escuchando todo el día la campana, todos los días que ya murieron personas conocidas. Yo no quiero estar estresado, no quiero que mi familia esté estresada, vámonos a la sierra para estar tranquilos.
Las autoridades municipales prohibieron las fiestas y salir después de las seis de la tarde y colocaron un filtro sanitario en la entrada del pueblo. Las misas se hicieron a través de las bocinas. Estela trabajaba en el Ayuntamiento cuando se tomaron las medidas sanitarias (véase foto 4) y se puso el filtro para desinfectar a las personas que querían entrar al municipio:
Nos tocó ir a sanitizar en la entrada, todos los carros que pasaban, darles gel, regalar cubrebocas. Hacer encuestas para saber de dónde venían, por qué venían a Huautla, cuándo se iban, si tenían síntomas. Era recomendarles no venir, porque no eres bienvenido si vienes de afuera o si vienes contagiado o enfermo. O te puedes enfermar.
Fue en su trabajo donde Estela empezó a sentir los primeros síntomas de COVID-19 en junio de 2020 y fue de los primeros contagios dentro del municipio de Huautla:
Yo no sabía que estaba contagiada. Me empecé a sentir mal, amanecí con escalofríos, tenía sudoraciones, me dolía la garganta. Seguí trabajando porque tenía demasiado trabajo. Yo no sabía qué era lo que tenía, síntomas muy extraños. Fui con la doctora y me dijo que tenía problemas en el riñón. Entonces me dio un montón de medicamentos, muchos antibióticos. Me los tomé, pero el problema empezó dos días después de que empecé a tomar los medicamentos. Era un coctel de síntomas, empecé a vomitar. A tener fiebres y alucinaciones. Perdí el olfato. Me sentía muy mal, ya no podía pararme. Ya no tenía hambre, me empecé a enronchar. Tenía cólicos, diarrea, dolor de cabeza, mucha gripa, sentía demasiadas cosas. Primero dormía de día y de noche y alucinaba. Sentía que alguien venía por mí. Mi mamá me estaba cuidando. Me ponía hojas, me traía tés, me ponía calcetas.
Fue después de su segunda visita al doctor que supo que estaba contagiada del SARS-CoV-2. En el municipio no había acceso a pruebas para detectar el virus, se diagnosticaron por los síntomas, así relata:
Fui otra vez al doctor y ya me dijo “tienes COVID”. Miré a mi mamá y miré a mi hermana porque ellas me acompañaban. Si hubiera sabido no habría estado con ellas. Después usé cubrebocas, compré medicamentos, eran muy caros. Mi hija se empezó a sentir mal, unos días antes habíamos bebido del mismo refresco. Después los síntomas eran más presentes, me empecé a sofocar, me faltaba aire. No podía ya ni levantarme de la silla, porque ya me sofocaba. Empecé a perder peso, me empecé a sentir más mal, después ya no podía dormir. Ya no sabía qué día era, ya no sabía quién era, fue horrible, horrible, horrible.
Como mucha gente, ella no quiso acudir al hospital IMSS-Bienestar por miedo, circularon muchos rumores alrededor de la atención ahí. Estela se sentía tan mal que llegó a pensar que iba a morir:
A veces decía que ya no podía más, a veces le decía a Dios que ya me llevará porque el dolor era insoportable. Me despedí de mi familia. Hasta pensaba que no era eso, que ya tenía otra enfermedad, “tengo sida, tengo algo”, aluciné. ¿Qué está pasando? Como un mes estaba así. Esos momentos que da la vida y piensas que en cualquier momento: ya. Sentía que me jalaron las piernas, sentía que eso era ya del más allá. Ya no tenía vida. Venía mi hija y lloraba y le decía “te amo” y me decía “no me asustes”. Si me muero, qué va a ser de mis hijos. Están conmigo nada más. ¿Quién los va a ver? ¿Quién se va a encargar de sus estudios? Yo soy muy joven para morir. Siento que Dios me dio una segunda oportunidad de vida. No sé por qué a mí me pasó tanto. Tuve que pasar por todos los síntomas. Me hizo valorar la vida y recordar que en esta vida sólo estamos por un rato.
Cuando Estela se sintió un poquito mejor escuchó que su primo se había contagiado del virus, igual que varias personas que trabajaban en el municipio. Él estaba muy mal y desde el hospital de Huautla lo llevaron a Oaxaca, tal como otras personas graves contagiadas del virus que fueron trasladadas del hospital local para recibir atención en Oaxaca, Tuxtepec y Puebla, las ciudades más cercanas con hospitales con capacidad resolutiva. Estela nos narra su experiencia con su familiar:
Él tenía 38 y era asmático. Una persona llena de vida y de tantas ilusiones. Tenía metas y tenía todo. Cuando yo estaba a punto de salir, él falleció. Cuando me enteré, lloré horrible, grité. Me dolió tanto su muerte porque ya no podía despedirme de él. Ya no lo vi, porque ya me estaba sintiendo mal.
Cambios en rituales mortuorios
Algunas personas de la población vivieron de cerca los contagios por el virus, incluso hubo quienes vivieron para contarlo, como Estela. Justo por eso, para los familiares que tuvieron un fallecido por contagio del virus, fue una experiencia terrible y así lo narran:
Poco a poco nos empezamos a dar cuenta que fallecían personas y las enterraban en las madrugadas. Y nadie se daba cuenta. Fueron a enterrar en la madrugada con los policías vestidos en ropa de aislamiento. Los metieron en las fosas, los aventaron, o sea, como si fueran cualquiera cosa, como objetos y ya.
A esas horas las demás personas no se percataban de que había muertes por COVID-19, pues esto era razón de mucho estigma y discriminación dentro de la población, a lo cual se sumaba el duelo de perder un ser querido, tal como nos relata Emma:
Fue muy triste cómo los iban a tirar, como un animal lo vas a tirar envuelto en una bolsa. Hubo muchos muertos en ese entonces, pero hubo personas que decían que su familiar no moría de eso, con tal de no ir a tirarlo así nomás. Ni los llevaban al hospital, se murieron en las casas. Por eso también el miedo de ir a enterrar a una persona. Daba miedo pues. Si murió de eso, nadie decía.
La pandemia y las medidas sanitarias implicaban no cumplir con la tradición de los 40 días y calendario póstumo. De hecho, aun cuando la muerte no hubiera sido por el virus, en estos primeros años de la pandemia, una parte de la gente dejó de organizar y participar en los rituales post mortem tal como es la costumbre, lo que ocurrió es que se vivieron de forma privada o se postergaron. Pero también hubo quienes no dejaron de organizarlos y de participar en ellos. Beto cuenta sobre los rituales mortuorios para su tío, que falleció por SARS-CoV-2:
Fallece en la madrugada en el hospital. Él no se quería entubar. Vio cómo entubaron los demás. Fallecieron varias personas ese entonces, tres, cuatro al día. Él falleció en la madrugada y ya nos enteramos. Hay que hacer esto, vamos al panteón. Yo dejé de trabajar. Falleció mi tío, tengo que estar con mi familia. No iba con tanto temor. Hay que enterrarle, hacerle bóveda. Yo fui a excavar. Fuimos nosotros con mi papá, mi hermano y mi finado tío. Yo no fui a sepultarlo porque indicaron que fueran dos o tres familiares. Ya salía en ataúd del hospital. No se abría para nada. No lo pudimos ver. No lo pudimos llevar a la iglesia y de la iglesia al panteón. Todo fue rápido. Fuimos en la mañana a excavar y ya desde el hospital nos estaban diciendo que ya vayamos por él. A la hora que falleció tu familiar tenías que ir a excavar. Nos teníamos que apurar. Directo del hospital al panteón.
Protección civil se encargó de llevar el cuerpo del hospital al panteón. Y en la camioneta iban sólo dos familiares.
Las tías que le acompañaron en el panteón llevaban su copal y después en la casa hicieron las celebraciones de los nueve días. Sí le hicieron sus días, pero familiar nada más. Como falleció de esto casi nadie se acercó, nadie nos acompañó. Se asustaron todos. Hubo varios familiares que se alejaron por esa situación. Ni para reclamarles, están cuidando su familia [Beto].
Con el tío de Beto tomaron atole agrio entre la familia, levantaron la cruz, la llevaron a la iglesia e hicieron una pequeña misa entre familiares. En este momento, un año posterior al inicio de la pandemia, las misas ya se podían hacer con un cupo limitado y sin el cuerpo presente, con la foto de la persona fallecida.
Estela cuenta sobre los rituales de su primo que falleció por el SARS-CoV-2 en junio de 2020: “Como un año después fui a visitar a su familia. En ese momento [del fallecimiento] nadie llegaba. Solamente estaban sus hijos y su familia más cercana”. Como en este caso, los ritos mortuorios inmediatos se vivieron sólo con la familia más cercana y con más personas quizá para la celebración del aniversario de la muerte; festejos que se realizan en la actualidad en la Mazateca Alta hasta los siete años del fallecimiento. Como dice en una comunicación personal el antropólogo Zeus García, que hizo su tesis de licenciatura sobre las ce lebraciones funerarias en la Mazateca: “Los rituales mortuorios como tal nunca se dejaron de hacer en realidad, pero se vivieron con la familia más cercana. Más bien los rituales se transformaron con los más allegados o se postergaron”.
Discusión
Ésta no fue la primera ocasión en que los rituales mortuorios se han transformado en la zona de la mazateca. El libro El entorno, el hombre, la enfermedad y la muerte (2012) de Carlos Incháustegui es un buen ejemplo sobre el tema. Comenta cómo se celebraban en los años sesenta y era de formas muy distintas a las actuales. La manera en que los conocemos ahora, con la celebración de los nueve, veinte y cuarenta días, ya es una transformación de lo original, donde la cantidad de los días de celebración dependía del género y del modo de muerte de la persona en cuestión. Incluso no es la primera vez que las ceremonias y rituales de muerte se han cancelado. Según Incháustegui (2012: 146), cuando el deceso ocurría por asesinato, es decir, cuando era una muerte violenta, no se llevaban a cabo.
Calixto Duarte (2020) estudió los rituales alrededor de la celebración del día de muertos en la mazateca en el 2020. Él analiza el mantenimiento y la celebración de las tradiciones como una forma de resistencia cultural de los pueblos indígenas (Calixto Duarte, 2020: 144). En el 2020, las celebraciones públicas del día de muertos se suspendieron ante el riesgo de contagio y se vivieron en privado (Calixto Duarte, 2020: 152). El autor identifica que, aquí, la resistencia cultural se apoya en dos pilares: en la reproducción cultural y en la preservación de la salud colectiva (Calixto Duarte, 2020: 166). Podemos ver que los mazatecos tienen un gran respeto ante la muerte. Esto se expresa a través de sus rituales post mortem. Sin embargo, estos rituales no son fijos. A través del tiempo, como al momento de la pandemia por COVID-19, han demostrado ser flexibles y se han transformado sin perder su valor y representando una forma de resistencia cultural local.
Conclusiones
La población de la Mazateca Alta, de Huautla de Jiménez y sus alrededores, tiene nociones holísticas alrededor de la salud-enfermedad (las cuales conectan a la vida cotidiana), la medicina tradicional, la interpretación sobre el mundo y la relación con un “todo”, como lo describen los testimonios de las entrevistas. En la cosmovisión mazateca, la salud y la enfermedad no son opuestas, sino complementarias, tal como la vida y la muerte: una no puede existir sin la otra, uno tiene que morir para poder nacer de nuevo.
Los mazatecos entienden la enfermedad en términos relacionales, la enfermedad se da en las relaciones entre personas, grupos de personas, con el entorno y con el mundo espiritual, como lo mencionó Rita en su relato. Dentro de esta noción de enfermedad, los padecimientos psicológicos, mentales o emocionales no están estrictamente separadas de los fisiológicos, sino que están vinculados. Dicho esto, en la mazateca, las enfermedades se atienden dentro del pluralismo médico que existe localmente. La prevención y la atención de los contagios por el virus del SARS-CoV-2 no fueron ninguna excepción: se atribuyen a una causa ambiental de “mal aire” y en la atención se combinaron recursos de la medicina tradicional y de la alópata, tal como fue el caso de Estela y como lo relató la curandera Florencia.
Las personas conciben de diversas maneras el desarrollo epidemiológico de la pandemia en la región. Las fallas en los registros oficiales sobre los contagios y las muertes por COVID-19 en la zona muestran las faltas y las necesidades en cuanto a los servicios médicos precarios y a la infraestructura. Por no contar con la capacidad suficiente para atender casos graves de COVID-19 en el hospital de Huautla, muchos pacientes fallecieron en otros hospitales urbanos adonde fueron enviados, como el primo de Estela, o en sus domicilios. Por esto y por la falta de acceso a pruebas diagnósticas, no existe un registro confiable sobre la existencia del virus en la zona durante los primeros años de la pandemia.
Coincidimos en que los ritos mortuorios nunca se cancelaron durante la pandemia. Se adaptaron a la situación y fueron celebrados entre pocas personas o pospuestos, como ocurrió con el tío de Beto. Dentro de los ritos mortuorios de la Mazateca Alta, en este camino al “mundo limpio”, actualmente se mezclan representaciones y prácticas propias y católicas. En un contexto histórico estos ritos han demostrado ser flexibles ante cambios y situaciones y se han adaptado, y hoy son muy distintos a lo que eran en sus orígenes. Concebimos esta adaptabilidad ante las presiones exteriores como una forma de resistencia cultural indígena, que se ratificó durante la pandemia por COVID-19, del modo en que lo narró el señor Beto en su experiencia al fallecer su tío.