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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.34 no.68 Ciudad de México jul./dic. 2024  Epub 31-Oct-2024

https://doi.org/10.24275/brtg9815 

Dossier

Las nocturnidades: una propuesta de análisis

Nocturnalities: A proposal for analysis

Ernesto Licona-Valencia1 

1Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 4 Sur 104, Centro Histórico, 72000 Puebla, Pue. <licona 123@yahoo.es>.


Resumen.

El objetivo de este texto es elaborar una propuesta analítica sobre la construcción social de la noche a manera de tiempo específico que, a través de la apropiación material y simbólica de espacios, posibilita estructurar, entre actores heterogéneos, variados universos nocturnos de sociabilidad, que denomino nocturnidades. La aportación del texto son las nocturnidades de pueblos urbanos, con ello la discusión sobre la cultura de la no che y las nocturnidades se expande a los contextos rurales y rural-urbanos y no se queda en los ámbitos urbanos y en los sectores de jóvenes. Metodológicamente recurrí al trabajo de campo realizado durante tres años, centrado en lugares nocturnos y testimonios de sus protagonistas en la ciudad de Puebla. La noche se deletrea por espacios nocturnos en el que actores, prácticas, lugares y significaciones edifican nocturnidades como un constructo sociocultural en una temporalidad específica.

Palabras clave: noche; nocturnidad; espacio nocturno; universos nocturnos; lugares nocturnos; significaciones

Abstract.

The objective of this text is to develop an analytical proposal on the social construction of night as a specific time, which, through the material and symbolic appropriation of spaces, enables the structuring of varied nocturnal social universes among heterogeneous actors, which I call nocturnities. The contribution of this text lies in the nocturnalities of urban villages, thereby expanding the discussion on the culture of night and nocturnalities to rural and rural-urban contexts, not limiting it to urban realms and youth sectors. Methodologically, I drew on three years of fieldwork focused on nocturnal places and testimonies from their protagonists in the city of Puebla. Night is spelled out through nocturnal spaces where actors, practices, places, and significations build nocturnalities as a sociocultural construct within a specific temporality.

Keywords: night; nocturnality; nocturnal space; nocturnal universes; nocturnal places; significations

La cultura de la noche (Margulis, 2005), noche urbana (Straw, 2022) o nocturnalización de la vida (Koslofsky, 2011) son categorías que hacen referencia a procesos de apropiación del espacio y tiempo nocturno; aluden a un conjunto de representaciones diversas acerca de la noche y, sobre todo, a un sinnúmero de actores y prácticas diversas que, según contextos urbanos o rurales, grupos étnicos, clases sociales, géneros, cuerpos, cosmovisiones, capitales culturales, historias, etcétera, estructuran socioculturalmente la noche.

Las significaciones sobre la noche son variadas según las culturas y los grupos sociales. En las metrópolis contemporáneas, el sentido o sentidos atribuidos a la noche son heterogéneos dependiendo de los actores y sus prácticas sociales, sus lugares de habitación, diversión o de trabajo, entre otros. Por ejemplo, la apropiación social de la noche por jóvenes nahuas que viven en un pueblo indígena conurbado a la ciudad de Puebla es diferente a la apropiación que jóvenes universitarios realizan al sur de esa ciudad; porque unos son campesinos indígenas y otros estudiantes; por la importancia del parentesco de consanguinidad y simbólico para unos y para otros no; por sus ingresos económicos, por su lengua, etcétera.

El objetivo de este texto es coadyuvar a construir una propuesta analítica sobre las nocturnidades. Parto de la construcción social de la noche a manera de un tiempo específico que, a través de la apropiación de espacios y sus respectivas prácticas materiales y simbólicas, posibilita estructurar, entre actores heterogéneos, variados universos nocturnos de sociabilidad que denomino nocturnidades, y así contar con una guía teórico-metodológica para la investigación antropológica sobre la noche.

La noche se deletrea por actores, prácticas, lugares y significaciones que edifican nocturnidades como un constructo sociocultural en una temporalidad específica.1 La nocturnidad está compuesta por universos nocturnos que remiten a biografías, comportamientos de clase o de grupo, rituales, lenguajes, aromas, músicas y utilización del cuerpo. Procesos culturales que se expanden en lugares y temporalidades que permiten descifrar la nocturnidad urbana. En una ciudad podemos mirar universos nocturnos definidos, ejemplos de ello son los jóvenes que se apropian de determinadas zonas de la ciudad, sectores de trabajadores que prefieren ciertos bares ubicados en las inmediaciones de las áreas industriales,2 pero también colonias urbanas donde sus habitantes se organizan para combatir el miedo configurando otro universo social nocturno, diferente al del consumo nocturno de jóvenes.

Para una mejor comprensión del texto, se organizó en tres partes y un comentario final. La primera trata sobre la relación entre noche y nocturnidad y se define a esta última como la apropiación sociocultural de la primera; es decir, la noche como tiempo y la nocturnidad como acontecimiento. La segunda parte habla sobre los actores de la nocturnidad, se puntualiza qué es un actor social y se plantea que la heterogeneidad sociocultural de los actores sociales y sus prácticas son las que configuran las nocturnidades. En la tercera parte se define el espacio nocturno, no como un lugar físico, sino como un sistema de relaciones y significaciones, integrado por un conjunto de lugares practicados constitutivos de la(s) nocturnidad(es).

Metodológicamente recurrí al trabajo de campo que realicé en años anteriores en la ciudad de Puebla, centrado en especial en lugares nocturnos y testimonios de sus protagonistas; con ello pude elaborar textos que utilizo en este artículo. También revisé lo producido en México sobre la noche y, aunque considero que ha sido poco trabajada, encontré al menos una docena de escritos que sirvieron para argumentar ideas del presente artículo.

Noche y nocturnidad

Todos los días, a diferente hora, una parte de nuestro planeta, y por la rotación del mismo, no recibe rayos solares, por lo que se encuentra en oscuridad. Fenómeno natural denominado noche y que sucede entre el atardecer (“cuando el sol se oculta”) y el amanecer (“cuando el sol sale”). Al igual que mirar el crecimiento de las plantas, sentir los cambios climáticos desde los lugares donde habitamos, constatar el envejecimiento de las personas, etcétera, se trata de ejemplos del paso del tiempo.

Toda sociedad constata la marcha del tiempo, las sociedades experimentan el tiempo de distinto modo, a este proceso se le denomina temporalidad (Carbonell, 2004). Cada cultura mide, percibe y significa el tiempo según el contexto, la historia, la época, la clase social, la lengua y los rasgos socioculturales, por citar algunos elementos. El tiempo es necesariamente una construcción sociocultural. En una sociedad existen maneras diversas de objetivar, usar y apropiarse del tiempo, incluso dentro de un mismo grupo social.

Desde sus inicios, la antropología del tiempo planteó la importancia del tiempo en la estructuración y comprensión antropológica de la sociedad. Un trabajo pionero lo desarrollaron Marcel Mauss y H. Beuchat (1971). Respecto a la sociedad esquimal propusieron que varía en función de dos estaciones: verano e invierno. En la primera (verano), los esquimales viven en tiendas dispersas; mientras que en la segunda (invierno) viven en casas muy cercanas las unas a las otras, se concentran las familias constituyendo una estación de invierno. En verano, se abre de forma ilimitada el campo de la caza y de la pesca; el invierno la limita, por lo que la población se concentra o se disemina igual que la caza. La variación estacional impacta directamente en la organización social, ya que hay una religión de verano y una religión de invierno o, mejor dicho, en verano no hay religión. Los mitos que durante el invierno llenan la conciencia del esquimal quedan olvidados en el verano, por lo que en invierno se vive un estado de exaltación religiosa continua. Asimismo, existe un derecho de invierno y otro de verano, ya que concurren dos tipos de sociedad doméstica: una es la familia de verano y otra es la de invierno, cuyo parentesco es más clasificatorio en invierno. En verano la familia se circunscribe más, con su correspondiente derecho: propiedad comunal y redistribución de bienes en invierno e individualismo en verano, etcétera (Mauss y Beuchat, 1971).

Para los autores, puede hablarse de dos pueblos diferentes según las variaciones estacionales, pero no como producto de éstas, sino por la necesidad de regular y determinar ritmos de intensidad y reposo de la vida social. Es decir, la sociedad en invierno no es para protegerse del frío, sino para regularse endógenamente y evitar violencia (Mauss y Beuchat, 1971). Eliseu Carbonell (2004) dice que en las sociedades occidentales contemporáneas se observan las mismas oscilaciones: dispersión y languidez de la vida urbana en verano, que se recupera en otoño, para ir restableciéndose normalmente hasta el siguiente verano, cuando vuelve a decaer (Carbonell, 2004).

Lo anterior permite concebir a la noche a manera de tiempo, que es apropiado e interpretado en términos socioculturales por los grupos humanos (temporalidad). Esto es, los fenómenos naturales y el tiempo se culturizan, se les otorga significados y funciones sociales por la lengua, las relaciones sociales, las jerarquías o la cosmovisión de los grupos sociales que pertene cen a sociedades amplias, producto de su devenir en el tiempo y en el espacio. De igual modo, la noche es espacio, ahí se objetivan las concepciones del tiempo y las relaciones sociales.

Así, comprendo a la noche como un espacio/tiempo sociocultural, estructurado complejamente con actores, prácticas, lugares y significados. El espacio/tiempo conforma universos sociales nocturnos que producen la nocturnidad o las nocturnidades. La(s) nocturnidad(es) es(son) el constructo sociocultural que se crea en el tiempo específico de la noche, por lo que la nocturnidad florece como la temporalidad de la misma.

La nocturnidad y los universos sociales que la integran remiten a lugares, actores, comportamientos de clase, lenguajes, rituales, creencias y demás expresiones socioculturales de los más diversos grupos sociales que habitan los contextos rurales o urbanos. Lo más importante de su análisis es indagar si culturalmente existe algo peculiar en los universos sociales nocturnos (nocturnidades), para diferenciarlos de las prácticas socioculturales que se realizan en el día. Por ello, una interesante propuesta es tener como objeto de estudio a la(s) nocturnidad(es).

De los pocos autores que diferencian noche de nocturnidad y que definen esta última, es Julio César Becerra (2018) quien afirma que la nocturnidad “resulta de una demanda lúdica específica asociada al consumo, con un carácter urbano y cuya espacialidad no se extiende a toda la ciudad sino a específicos circuitos que poseen liminalidades difusas” (Becerra, 2018: 137). Es una atmósfera específica; con prácticas nocturnas relacionadas con el ocio, lo permisivo y lo lúdico (Becerra, 2018). “La nocturnidad no necesariamente debe ser siempre transgresora, disruptiva ni juvenil, pero si acompañada de una economía del tiempo nocturno e iniciar, terminar o atravesar la noche” (Becerra, 2018: 140).

En metrópolis como la Ciudad de México o la de Puebla, y otras en el mundo, por la cantidad y diversidad sociocultural de habitantes y su extensión, se configuran numerosos universos sociales nocturnos que expresan tipos de nocturnidades. Por ejemplo, Yolanda Macías escribe sobre la noche de la ciudad central y la noche suburbana en la Ciudad de México. Critica que los estudios sobre la noche han puesto énfasis en la noche urbana y dejan de lado la noche en los contextos rurales, suburbanos o periféricos (Macías, 2023). Dice que tanto la noche central como la noche suburbana están interconectadas y no son independientes, producen sensibilidades específicas que modifican el uso de los espacios y condicionan el conjunto de las relaciones sociales que se establecen en la construcción social de la noche (Macías, 2023).

La autora no habla de nocturnidades, pero sí de variados ocios nocturnos y sus diferencias, menciona las desemejanzas entre la limitada oferta de ocio nocturno en la parte suburbana y de la amplia oferta existente en el área central de la Ciudad de México y cómo ello determina la articulación del habitar la noche de la ciudad central y la suburbana (Macías, 2023).

Otro ejemplo de nocturnidades diversas, pero interconectadas en algunos casos, lo observamos en Puebla. Es el caso de San Miguel Canoa, pueblo urbano nahua, con 80 por ciento de su población hablante de lengua náhuatl y que pertenece al municipio de Puebla.

Considero que en Canoa existen al menos dos tipos de nocturnidad. La primera asociada a los ciclos festivos religiosos y civiles y que cada fin de semana (sábado y domingo) se observa en todos los barrios del pueblo. Casamientos, bautizos, cumpleaños o al guna celebración a un santo o virgen es el impulso sociocultural para construir una nocturnidad ritualizada festiva, comunitaria, campesina e indígena. Es en la noche que se baila el xochitelpoch, que es el símbolo dominante en la boda indígena entre los pueblos nahuas de la montaña Matlalcueye. En este tipo de fiestas nocturnas se combinan y predominan el baile y el alcohol. La lengua náhuatl es el articulador y rasgo identitario de todos los rituales.

Entonces, el tipo de nocturnidad que se construye a partir del acto ritual y por sus actores está caracterizada por los rasgos socioculturales indígenas nahuas, son nocturnidades indígenas endógenas. Además, por las condiciones laborales de los habitantes de Canoa, estos eventos se realizan los fines de semana (sábado y domingo), que activan al mismo tiempo la economía local, con la contratación de músicos, sonideros, lonas, sillas, cuetes; compra de cerveza, pollos, cerdos, entre otros; todo engarzado por el tiempo de la noche en San Miguel Canoa.

Por otro lado, en el mismo pueblo identifico un segundo tipo de nocturnidad: una oferta de ocio nocturno en bares, palapas, casas, misceláneas que ofrecen bebidas alcohólicas, música (a veces se puede bailar). Son lugares consumidos por los jóvenes, que también hablan el náhuatl, algunos de ellos siguen trabajando la tierra, otros son albañiles, estudiantes, jardineros, abogados, músicos, etcétera. Se reúnen principalmente sábado o domingo para socializar, tomar cerveza y consumir otras cosas. Es difícil que jóvenes de la ciudad de Puebla lleguen a esos lugares de San Miguel Canoa, como también lo es que los oriundos de esa población se trasladen a la ciudad de Puebla por ocio nocturno, lo hacen sobre todo por trabajo o estudio. De manera complementaria a este tipo de nocturnidad, las calles de los barrios que componen San Miguel Canoa son escenario de sociabilidad nocturna. Son calles con mucha vida por las noches, se reúnen amigos y vecinos y toman cerveza o pulque. Los niños salen a jugar y, si el clima lo permite, los adul tos también platican en las entradas de sus viviendas. Se escucha la lengua náhuatl por doquier. De igual modo es una nocturnidad pública, pero encerrada en sí misma; por la participación de sus actores, es una nocturnidad rural-urbana nahua.

Otros ejemplos de nocturnidades diversas en una metrópoli como la ciudad de Puebla y su área metropo litana las observamos en los municipios de San Andrés y San Pedro Cholula. Pueblos de origen prehispánico que ahora son cosmopolitas por su importancia turística y la llegada de cuantiosos extranjeros, en par -ticular estudiantes; así como por el aumento de avecindados, ya que en los últimos veinte años las Cholulas se convirtieron en una de las zonas de más alta plusvalía por el proceso de urbanización intensiva experimentado. A sólo siete kilómetros de distancia de la ciudad de Puebla, las Cholulas se volvieron un espacio multicultural con lugares heterogéneos, algunos todavía muy tradicionales y otros más cosmopolitas.

En San Andrés Cholula hay un corredor nocturno llamado la Catorce. Los viernes (“viernes social”) y los sábados son los días más frecuentados por jóvenes universitarios extranjeros que viven en Cholula y jóvenes nacionales habitantes de la ciudad de Puebla y su área metropolitana. En el corredor abundan los antros, bares, afters, botaneros y otros sitios de esparcimiento. Se diferencian entre sí por sus actores, por las características socioculturales de éstos, las in teracciones sociales, la música y el consumo de al cohol que se oferta (Licona y Sánchez, 2016). Es una nocturnidad que se distingue por el consumo; es culturalmente abierta, metropolitana y de interacción entre conocidos y desconocidos.

Los espacios nocturnos que se ofertan en el corredor de la Catorce y en las Cholulas responde a la lógica global de concebir la noche como mercado y donde sus principales actores de consumo son los jóvenes. Es una nocturnidad mercado dirigida sobre todo a jóvenes de distintas condiciones socioculturales. Un espacio-tiempo de consumo necesariamente genera diferencias sociales, por lo que la nocturnidad cholulteca se caracteriza, también, por reproducir la desigualdad social.3

Tal como lo expresé líneas arriba, cada sociedad y grupo social experimenta y se apropia del tiempo (noche) de distinta forma, el producto de ello es la o las nocturnidad(es) a manera de constructo sociocultural. Así se edifican diversas nocturnidades como las reseñadas arriba: nocturnidad de consumo lúdico; nocturnidad rural-urbana nahua; nocturnidad cosmopolita, nocturnidad de vigilancia vecinal, etcétera.

Por consiguiente, las nocturnidad(es) expresan las combinatorias existentes que crean actores, históricamente localizados, y producen sentidos y prácticas en y de la noche. En este sentido, el tiempo nocturno apropiado alberga hechos y elementos que pertenecen a la noche y otros que pertenecen a las nocturnidad(es); lo primero como estructura y lo segundo como acontecimiento.4 Aquí cabe preguntarse, ¿qué elementos materiales, simbólicos y/o socioculturales permiten establecer no sólo interrelacionalidad entre las distintas nocturnidades, sino una definición estructural de nocturnidad para todas las maneras de apropiarse del tiempo de la noche? Tarea que considero pendiente, pero que avanzará al tener más etnografías sobre la noche en variados contextos socioculturales.

Actores de la nocturnidad

El tiempo de la noche hace coincidir simultáneamente, aunque no en un mismo sitio, diversos actores sociales (jóvenes, empleados, obreros, turistas, vecinos); figuras socioespaciales (antro, café, cantina, table dance, pueblo, barrio, colonia, unidades habitacionales, etcétera) y prácticas sociales (diversión, ligue, vigilancia, disfrute), todo ello conforma las nocturnidades, los “mundos sociales” particulares.

Ester García (2007), propone una definición de actor muy útil para este texto. Considera como actor colectivo:

A aquella entidad, I) cuyos integrantes están integrados en torno a similares -o, al menos, convergentes- intereses, percepciones y creencias con respecto a un problema,II) que cuentan con cierto grado de organización y recursos y con mecanismos para la resolución de conflictos internos, III) que tiene medios y la capacidad para decidir y/o actuar intencionada y estratégicamente para la consecución de un objetivo común como unidad suficientemente cohesionada, lo que le identifica y diferencia frente al resto y IV) a la que, por tanto, se le puede atribuir alguna responsabilidad por sus decisiones y/o actuaciones. En otras palabras, un actor es una unidad de decisión-acción responsable [García, 2007: 206].

La clave para el análisis del actor es la calidad de la integración entre los actores sociales (García, 2007). Con base en la variabilidad de la integración, la autora diferencia entre actores nominales y actores colectivos:

En el caso de los actores nominales, la integración sólo se da en el plano del análisis. Entre sus miembros no existe relación alguna; su único nexo de unión son las similitudes que el investigador les atribuye y que pueden no tener ninguna significación para sus miembros. Desde nuestro punto de vista, esos actores (los electores, las mujeres, los jóvenes, etc.) son colectividades taxonómicas, son meras ficciones pero ficciones útiles y, con frecuencia, la única oportunidad de que dispone el analista de abordar el estudio de ciertos fenómenos sociales. En muchas ocasiones, el término actor no se emplea sino como categoría de análisis y no siempre las categorías de análisis cuentan con un referente empírico inmediato [García, 2007: 207].

En contraposición, en los actores colectivos siem pre existirá un grado de integración, tal como definí en líneas anteriores. Los actores compuestos son: los actores agregados, los actores colectivos y los actores corporativos. Se distinguen entre sí por los objeti vos planteados por sus miembros, control de los recursos y decisiones tomadas de manera individual o colectiva (García, 2007: 207). Los actores agregados presentan un menor grado de integración, deciden y actúan individualmente, controlan sus recursos e insisten en sus propósitos. Los actores colectivos se desdoblan en cuatro subcategorías: coaliciones, movimientos, clubes y asociaciones, en las cuales existe mayor integración. El actor corporativo sólo es aplicable a las organizaciones de estructura jerárquica (García, 2007: 208).

Lo interesante de la propuesta de la autora es la insistencia de la definición de actor a partir de las decisiones o actuación de éstos, que sólo a partir del análisis empírico en contextos específicos permite caracterizarlos. De aquí la importancia del análisis de los heterogéneos universos sociales nocturnos. Para la autora:

Las decisiones de los actores dependen de la acción combinada de cinco factores o variables: I) la posición formal del actor, II) sus intereses, III) sus sistemas de creencias, IV) sus habilidades y V) el entorno de oportunidad en el que despliega su actuación [García, 2007: 209].

Muy útil su propuesta, porque permite caracterizar a los actores de la noche y la nocturnidad a partir de su posición, intereses, creencias y habilidades en contextos específicos. Conveniente también porque posibilita poner atención a uno de los cinco factores mencionados, o a su conjunto, para la descripción etnográfica de los actores de la noche y la nocturnidad.

Por ejemplo, los actores que construyen las nocturnidades en San Miguel Canoa, tienen como marco normativo el sistema de creencias que restringe las acciones de los actores sociales, y actúan como componente estructural del ritual (por ejemplo, en la boda indígena) y de la nocturnidad. Los padrinos de los novios ocupan un lugar principal en la boda y en la vida posterior de los novios. Son actores de respeto y admiración, se les proporcionan las mejores bebidas. Las mujeres, ya sean vecinas, parientes, amigas de la novia o de su familia, se integran como grupo ritual de apoyo en la elaboración de la comida (se observan entre treinta y cuarenta mujeres, elaborando los alimentos), todo normado por las relaciones de reciprocidad nahua.

Yolanda Macías menciona que “el lugar de residencia predispone condiciones de traslado, las percepciones de riesgo, el costo económico e incluso el tiempo que les demanda” (Macías, 2023:3). Ambas zonas (la noche en la zona central y la noche suburbana), producen sensibilidades específicas en quienes los habitan. Estas sensibilidades están en interacción con otras opuestas, y que esa interacción modifica el uso de los espacios (Macías, 2023).

Muchos músicos que tocan en bares dependen de sus habilidades o capacidades profesionales-musica les para su inserción en un universo social nocturno, y de cierto modo participan en la construcción de un tipo de nocturnidad. Así, también, meseros y meseras dependen de las aptitudes que tengan para relacionarse con otros actores, de su habilidad para superar problemas y construir escenarios agradables de convivencia y consumo. En todos los ejemplos men cionados, el contexto social es el que puntualiza y de termina las posibilidades de actuación de los actores sociales (García, 2007).

En el apartado anterior afirmé que el tiempo de la noche apropiado socioculturalmente alberga y produce hechos que pertenecen a la noche y otros que pertenecen a la nocturnidad. Esta distinción es importante metodológicamente, porque permite subrayar la riqueza etnográfica de describir actores sociales de la noche y actores sociales de la nocturnidad; de igual trascendencia es pensar el objeto de estudio de la antropología de la noche y la producción de nocturnidades.

Desde una perspectiva histórica, Andrés López (2011) describe la noche y sus representaciones en la Ciudad de México de fines del siglo XIX a través de periódicos, crónicas y documentos de la época. El texto señala que la vida nocturna se amplió a partir de 1866 con la introducción del alumbrado de gas, y hacia 1880 con el alumbrado eléctrico. Con ello se incrementó el espacio público urbano. Hubo diversiones buenas y diversiones malas. Se pensó que el baile nocturno era una perdición, donde hay muchas tentaciones. En el zócalo, en el Portal de las Flores, cenaban, pasaban el rato las clases altas y los enamorados eran una epidemia iniciada la noche; se observaba muchas familias paseando; pero también transitaban las “mujerzuelas”, los rateros, “gentuza del mal vivir”, el “pueblo bajo de México”. Igualmente sucedía en la Alameda, y las clases altas y medias se molestaban. Dice el autor que los cafés, cantinas, pulquerías, frontones, fondas, billares, carpas, jacalones se consideraban lugares de corrupción y donde se llevaban a cabo bailes obscenos, borracheras escandalosas y escenas eróticas que iban contra las buenas costumbres. En suma, retrata una noche diferenciada por clases sociales y lugares que eran utilizados, en distintas temporalidades, por la clase proletaria y por las clases altas. La noche fue descrita principalmente como una temporalidad de riesgo y de perdición moral (López, 2011).

Carlos Monsiváis se preguntó ¿Quién baila danzón en las horas inaugurales del México institucional? Y escribe: “obreros, empleadillos y marginados, los primeros espectadores de una modernización que los modifica sin incluirlos” (Monsiváis, 2018: 57). El dancing, es el desahogadero de los pobres (Monsiváis, 2018: 58). Las fabriqueñas (obreras recién inauguradas como tales) “ven en la noche no un tiempo sino un espacio: el ámbito sin demasiada explotación, el espejismo de trabajar nomás repegándose, la temible fantasía de contabilizar diez idilios por noche” (Monsiváis, 2018: 58). “El salón de baile -el México, el Azteca, el Habana-, especie de santuario de la sensualidad sorda del pueblo, adonde acude todos los sábados a reventarse un danzón, si, un danzón que se revienta como un tiro, como un clavel” (Monsiváis, 2018: 60). Carlos Monsiváis en Los rituales del caos menciona que en los años noventa del siglo veinte emergen los travestis, familiarmente llamados las Vestidas, que son “la gran diferencia entre el dancing de antes y el de ahora […] Hace todavía treinta años, una Vestida hubiese arriesgado literalmente la vida en un dancing. Hoy es lo habitual en los tíbiris […] lo nuevo es la tolerancia” (Monsiváis, 1995: 115).

En este sentido, Julio César Becerra (2018) realiza una propuesta conceptual para entender la noche y la nocturnidad de manera diferenciada. Define a la nocturnidad como una configuración socioespacial y temporal articulándola con el trabajo productor de la misma, que es peculiar, no clásico, emocional, estético y sexualizado, realizado dentro de la economía de tiempo nocturno; asimismo en precarias condiciones laborales, volátil, con pocas prestaciones, predominantemente de carácter etario juvenil, asalariado y buscando la propina como complemento económico. Realiza la distinción entre trabajo nocturno o por turnos (noctis) y el trabajo asociado a la producción de la nocturnidad (noctem) que articula cliente-capital-trabajo. Diferencia entre los que trabajan durante la noche y los que laboran para producir una configuración particular de la noche. El autor elabora una minuciosa clasificación de trabajadores, pero los de su interés son aquellos productores de nocturnidad (bartenders, bailarinas exóticas, chippendales, meseros(as), etcétera). Propone la categoría de performance laboral para comprender la configuración del trabajo de producción de nocturnidad. Es un texto muy propositivo, que define la nocturnidad y el habitus de los trabajadores (principalmente clases medias y bajas) productores de nocturnidad (Becerra, 2018).

En tal sentido, en un trabajo anterior, diferencié entre noctámbulos y noctívagos como los actores de la noche y de la nocturnidad, respectivamente. Los primeros son aquellos que comprenden al tiempo de la noche como trabajo, son los veladores, el obrero de turno nocturno, el médico de guardia en un hospital, trabajadores de limpia, etcétera (Licona y Sánchez, 2016); y afirmé que algunos actores participan tanto de la noche como de la nocturnidad, por el proceso de significación que realizan. Algunos actores se ubican tanto en el universo de los noctámbulos como en el de los noctívagos. Dice un músico, refiriéndose a la noche como espacio de trabajo:

Las primeras veces se hacía muy pesado, pero una vez que el metabolismo se acostumbra, se vuelve rutina. Al salir del bar, nos íbamos a cenar al Sanborn’s […] la chamba del músico es en la noche, en antros; es como cualquier trabajo en el que se tenga el tercer turno, como en la Volkswagen, después, aunque ya no trabajes en la noche la costumbre se queda. Trabajar en la noche es más tranquilo, es menos gente, menos horas de trabajo, ves muchos amaneceres […] así te vas haciendo nocturno, total, la cena la agarras de desayuno, el desayuno de comida; y como no estás solo, pues hay muchos como tú, no lo sientes e incluso quieres que llegue la noche para ir a trabajar, así es esto del noctambuleo [Pozos, 2006: 6].

Este músico también menciona que “la vida nocturna” es otra cosa diferente, otra clase de gente, que a fin de cuentas es la misma que deambula por la ciudad en el día, nada más que “de noche, todos los gatos son pardos”. Ves otro aspecto de todos, la policía cambia, los políticos cambian, todo el mundo cambia (Pozos, 2006: 6). Es interesante lo que menciona el músico, ya que varios autores lo subrayan. Por ejemplo, Ricardo Melgar (2002) indica que en la noche la adscripción social diurna se relativiza, puntualiza: “sea por ese segundo anonimato que emerge en la oscuridad, sea por el cambio de actitud de los individuos frente a la norma social” (Melgar, 2002: 110). Algunos testimonios recopilados mencionan que “la noche es para ser di ferentes”, “en la noche la gente se transforma”, “la noche es usada por los hombres para sacar otra identidad”. Incluso visten y se maquillan diferente “para salir de noche”; se arreglan para “lucir bien”. En la noche el comportamiento es distinto al del día, se olvidan, al menos temporalmente, de su cotidianidad o rol social.

Según Jessica Sánchez e Isaura García, los noctívagos son los actores sociales de la nocturnidad en el consumo y la diversión social. Se desenvuelven en bares, antros, botaneros, licorerías, cantinas, mezcalerías, pulquerías y cervecerías. Los noctívagos ponen en escena la diversión nocturna a partir de la creación de fachadas sociales, vehículos de signos que transmiten y comunican un papel. En su actuación, se comprenden las interacciones, sociabilidades, preferencias, gustos, consumos y comportamientos propios de la diversión nocturna en la ciudad (Sánchez y García, 2021).

En síntesis, en este apartado insistí en la heterogeneidad de los actores sociales en cuanto elementos constitutivos de las nocturnidades. Es relevante para su análisis la posición social que ocupan; las habilidades y creencias que los definen; así como el contexto donde llevan a cabo sus prácticas nocturnas. Por otro lado, entender a la nocturnidad en singular ahoga el princi pio teórico metodológico que subraya la correspondencia entre posición social y construcción subjetiva, no de manera determinista, pues la clase social no explica toda la complejidad de la construcción de nocturni -dades. Ya lo decía en líneas previas, las nocturnidades expresan hablas que los actores sociales, históricamente contextualizados, crean y producen, sentidos sobre y de la noche.

Espacio nocturno: los lugares de la nocturnidad

En la década de los años cuarenta del siglo XX, Salvador Novo (1946) fue de los primeros escritores mexicanos en describir lugares de la noche en la ciudad que se modernizaba. Narra cómo la ciudad capital, hoy Ciudad de México, dejó de ser rural paulatinamente, para convertirse en una ciudad urbana con modernas rutas de transporte, restaurantes, cines, teatro y, entre otros comportamientos, define la vida nocturna como: “palpitante, rica, desconocida, remisa, dispersa” (Novo, 1946: 65). En su viaje nocturno menciona al cabaret y su amplia oferta, tanto para el turista, la clase alta y para el de menos recursos económicos. Menciona que los jóvenes empezaban a bailar mucho y exigían lugares para el dancing, originando la propagación de los cabarets económicos (Novo, 1946: 68). Dentro de éstos destacan el Dreamland, donde se llevaron a cabo bailes de resistencia, el Parisién y el Pirata. Dice Novo: “En estos enormes salones de baile transpiraban su salud los muchachos obreros, las fabriqueñas, una que otra daifa tusona” (Novo, 1946: 69). Los nuevos actores de la ciudad emergían con sus propios lugares nocturnos: dejaron el pulque por la cerveza; el huarache por el calzado y el calzón blanco por el overol (Novo, 1946: 69). El fifí o el Tarzán fueron los estereotipos de los nuevos jóvenes urbanos pobres, consumidores de la noche urbana. La costumbre de ir de parranda a los lugares peligrosos era común. Menciona dos lugares que estaban de moda: un tequilero llamado Tenampa, que es taberna con mariachis y el Leda en la colonia Doctores, donde se bebían cubas libres, y donde se desvelan, bailan y “creen divertirse con los pelados” (Novo, 1946: 70). Otra práctica de la noche que menciona Salvador Novo es la vida galante nocturna, es decir, la prostitución elegante de diferentes cotizaciones, en casas como la Francis, la Metates o la Bandida.

En esta descripción, se advierte que la nocturnidad se consigue deletrear por los lugares y sus prácticas y, como lo mencionamos en el apartado anterior, por sus actores sociales. Aquí interesa subrayar los lugares de las nocturnidades a modo de figuras socioespaciales variadas (antro, café, table dance, cantina, bar, unidades habitacionales, calles, centros comerciales, cines, salones de baile, vecindades, etcétera) conformadoras de universos sociales propios. Cabe señalar que algunos de ellos pueden o no configurar nocturnidades, todo depende del contexto y el propósito de sus acto res sociales.

En este sentido, Ricardo Melgar (1999) afirmó que la noche es un campo cultural juvenil, rastreó el universo festivo (reventón, la disco, la tocada, etcétera) y la práctica furtiva del graffiti. Se interesó por los consumos culturales nocturnos y sostuvo que la noche es tiempo de reventón, tiempo de intercambios, de sociabilidades y confrontaciones. Precisó que el antro es el lugar por excelencia de la noche, espacio potencial de transgresión de la norma y la moral pública. Antrear se consolidó, en los años noventa, como la práctica de apropiación de espacios extraordinarios de sociabilidad, construyendo itinerarios nocturnos que entrelazan discotecas, tocadas, table dance, bares, raves urbanos. La música se constituyó asimismo como eje de las identidades juveniles que, asociada al consumo de drogas en las tocadas o conciertos, se configuraron peculiares universos sonoros. La noche eslabonó, dice el autor, al alcohol, la sexualidad, las drogas, la música y la sociabilidad juvenil. Asimismo, describe la práctica grafitera como una acción comunicacional nocturna y capitalina de los jóvenes a través, principalmente, del tager. Asevera que las tribus y la reconfiguración de las sociabilidades juveniles y sus redes mediante los consumos culturales nocturnos deben ser estudiados (Melgar, 1999).

En este orden de ideas, Genaro Aguirre (2000) reflexionó sobre el antro jarocho y las formas de apropiación que de ellos hacen sus usuarios. Lo más destacado de este artículo es la zonificación que realiza de la noche en el puerto y sus prácticas culturales. Con observación, trabajo de campo y al parecer sin entrevistas, logra hacer un mapa nocturno integrado por tres zonas y su oferta cultural y asistentes específicos. Con el registro etnográfico de seis antros pertenecientes a la zona del centro de la ciudad describe un lugar para las clases acomodadas, donde se realizan incluso bodas y graduaciones y donde la bebida cuesta más dinero que en otra de las zonas. En esta zona se interesó por la identidad y los procesos de territorialización; asimismo describió un lugar de bohemia y añoranza, donde se bebe y se vive la noche con antiguos sones jarochos y en el que la clase intelectual porteña llega a apropiarse de la noche. La zona de la gran barra nocturna es producto de la metropolización del puerto y sus alrededores, donde se encuentran bares, restaurantes, discotecas, etcétera. Sus asistentes son jóvenes y adolescentes. En esta zona, el autor observa dos antros en los cuales describió las actitudes, comportamientos y los procesos de negociación entre sus usuarios (que son marinos y jóvenes salseros) y donde principalmente se baila, un antro estructurado por ritos de socialización. Por último, observa otros dos antros de zonas marginales. Uno está dedicado al table dance y el otro se caracteriza por la presencia de mujeres con vestimenta de lencería. El autor define al antro jarocho como generador de mecanismos de interacción, forjador de identidades y de comportamientos que devienen rituales (Aguirre, 2000).

Con otro enfoque, Alejandro Mercado (2022) se centra en la complejidad cultural de la economía noc turna, su objetivo es comprender la interrelación entre la espacialidad de la economía nocturna y las escenas culturales musicales, y para ello analiza las ciudades de Tijuana y San Diego. Establece que la economía nocturna se conforma por distritos, corredores, lugares insulares y redes. También se interesa por los comportamientos de los consumidores en los lugares de la economía nocturna, conductas que clasifica en: teatralidad de la vida nocturna; segmentación del consumo y movilidad de los consumidores nocturnos que conforman sendas espaciotemporales. Afirma que los sitios del entretenimiento nocturno están conectados por la movilidad de los consumidores, en la que los distritos, corredores y lugares insulares son integrantes de múltiples redes. Un elemento destacable del texto es la conexión que realiza entre las escenas culturales musicales y la economía nocturna, señalando que la práctica de las escenas musicales son un elemento importante que estructura el consumo nocturno. Todos estos postulados conceptuales los enriquece etnográficamente al describir las escenas musicales en las ciudades de Tijuana y San Diego, al tiempo que describe sus diferencias y sus similitudes. Una de sus principales conclusiones es señalar que la relevancia de la economía nocturna no es sólo económica, sino que el entretenimiento nocturno es un aspecto esencial de la vida urbana contemporánea en las ciudades (Mercado, 2022).

Los anteriores trabajos de investigación muestran que la noche también es espacio. Las nocturnidades se objetivan en lugares que son espacios sociales. A los lugares individuales o varios de ellos interconectados, productores de nocturnidades, los denominamos espacio nocturno.

El espacio nocturno, retomando el pensamiento de Pierre Bourdieu, no es un espacio geográfico, sino social. El espacio social es ante todo agentes y un grupo de agentes que se definen por sus posiciones relativas en el espacio (Bourdieu, 1990: 282). Para este autor, cada grupo ocupa una posición en el espacio social, “cada uno de ellos está acantonado en una posición o una clase precisa de posiciones vecinas” (Bourdieu, 1990: 282), por lo que el espacio social puede describirse como un campo de fuerzas (Bourdieu, 1990: 282). Así, el espacio social es “un conjunto de relaciones de fuerzas objetivas que se imponen a todos los que entran en ese campo y que son irreductibles a las intenciones de los agentes individuales o incluso a las interacciones directas entre los agentes” (Bourdieu, 1990: 282); el espacio es un campo social relacional. Posiciones de los grupos estructurados por dos principios de diferenciación: el capital económico y el capital cultural (Bourdieu, 1997: 30), mientras que, el volumen, los tipos y su trayectoria en el tiempo determinan la estructura del espacio social (Bourdieu, 1990: 284). Por tal razón, los lugares de la nocturnidad reproducen la diferenciación existente en la sociedad, las maneras de habitar la noche, ya sea desde una unidad habitacional, un barrio, un pueblo, un bar o antro.

Entonces, el espacio nocturno, en cuanto espacio social, es un campo de luchas materiales y simbólicas por la diferenciación, la socialidad, el trabajo, donde sus actores sociales relacionados movilizan capitales económicos, simbólicos, culturales y sociales para constituirse legítimamente por medio de prácticas particulares (antrear, vigilar, festejar, ligar, beber, trabajar, etcétera). Por ende, sí hay diferencia de noche y de día, en la noche los actores sociales se comportan y piensan diferente, la nocturnidad en cuanto un tiempo-espacio especial de la práctica humana. Si bien las desigualdades sociales se expresan en la vida diurna y en la nocturna, en esta última se configura de forma desemejante.

Al espacio nocturno lo conforman lugares practicados que producen un tipo de nocturnidad(es) o universos sociales y que resultan del conjunto de apropiaciones que llevan a cabo los actores sociales sobre la noche con sus respectivas significaciones, que guían las acciones de los actores. El espacio nocturno no es únicamente un espacio físico, es un sistema de relacio nes que configuran las nocturnidades.

Pienso que el concepto de espacio nocturno es un recurso teórico metodológico para el estudio antropológico de las nocturnidades, que se complementa con la categoría etnográfica de lugares, tal como lo propone Abilio Vergara (2013), para quien los lugares se caracterizan por un lenguaje peculiar; rutinas, ritos y rituales; orden jerárquico interno; fronteras y delimitaciones que definen un adentro y un afuera; y además condensan biografía e historia, mostrando al actor y su agencia; y pertenecen a territorios y/o a redes (Vergara, 2013: 15).

De este modo, con el concepto de espacio nocturno y el de lugares, se complementa la propuesta analítica para el estudio de las nocturnidades.

Comentarios finales

Pienso que la principal crítica a los estudios de la noche realizados en México es que se han centrado en las ciudades y en un sector social, sobre todo los jóvenes y sus consumos lúdicos, sociabilidades y lugares como antros, bares, etcétera y han olvidado la configuración de la noche y de las nocturnidades entre otros sectores sociales y otros lugares en las ciudades; así como la inadvertencia de los pueblos conurbados y comunidades campesinas indígenas. Ampliar la mirada etnográfica hacia otros sectores sociales y lugares permitirá contar con más etnografías nocturnas y hacer análisis comparativos y con ello perfilar una antropología de la noche interesada en la nocturnidad y su diversidad; es decir, las nocturnidades como objeto de estudio.

Un acierto de los recientes estudios de la noche es realizar estudios transfronterizos comparativos desde la economía nocturna, así como estudios sobre los trabajos que contribuyen a la configuración de las nocturnidades. Algunas investigaciones tratan temas importantes como la segregación social en los lugares nocturnos, pero sin definir la nocturnidad. Desde el punto de vista histórico, los estudios sobre la noche se han preocupado por los procesos de modernización (alumbrado de las ciudades) y su impacto en la vida social nocturna y subrayan los nuevos actores de la noche y sus lugares, lo que coadyuva a comprender la vida social nocturna. En México, en general, estos estudios aportan mucho desde un punto de vista etnográfico, pero falta reflexión teórica y metodológica.

Por tal razón, este texto expone que la nocturnidad se objetiva en lugares que entretejen, a modo de sistema, actores, prácticas y significaciones que configuran un espacio nocturno, que es de naturaleza social; un sistema relacional, tal como lo comprende Bourdieu. Pone énfasis en los actores sociales que se definen por su posición, intereses, creencias y habilidades, cuyas prácticas y significaciones, en contextos sociales específicos, fundan distinciones y otras expresiones socioculturales. En suma, las nocturnidades son producto del tiempo y del espacio nocturno, alimentadas por actores, prácticas, lugares y significados. La noche que es un fragmento de tiempo apropiado socioculturalmente por variados actores sociales que originan nocturnidades y universos sociales heterogéneos.

Fuentes

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1Tiempo es el devenir en sí de un fenómeno, por ejemplo, el paso del día a la noche; temporalidad es la apropiación de ese acaecer a partir de la cultura y/o contexto sociocultural.

2 Para Mario Margulis (2005) la nocturnidad se define como “una construcción social del uso del tiempo y las formas de percibirlo en la ciudad moderna”.

3 Eugenia Iturriaga Acevedo (2015) en “La ciudad blanca: las discotecas como espacios de segregación” plantea estudiar las discotecas (tres de ellas) de la ciudad de Mérida como lugares donde se expresa y reproduce el racismo, el clasismo, la discriminación en múltiples formas. Explora los mecanismos de segregación en las discotecas, los estereotipos y prejuicios que interiorizan los asistentes a estos recintos y las imágenes y/o representaciones que sobre ello elaboran y reproducen algunas revistas sociales de la ciudad capital de Yucatán. Con una espléndida etnografía sobre las discotecas, entrevistas y trabajo de campo muestra a los jóvenes de la elite meridana y su habitus clasista y racista, al expresarse sobre los “otros” como “nacos”, “indios”, “pobres”. Así, también, la relevancia de ciertos apellidos para ingresar a ellas, el fenotipo de piel clara, vestimenta, gestualidad de cuerpo y las relaciones sociales que establecen estos jóvenes en el colegio que asisten, el gimnasio u otros espacios. De igual modo, en el interior de los recintos se expresa la discriminación; el lugar asignado por los meseros, la propina, etcétera, los distingue de otros asistentes. Para la autora, la discoteca es un espacio excluyente. Es un estudio que escudriña etnográficamente a los jóvenes de la elite meridana en su asistencia nocturna a las discotecas, pero no explora la noche o la nocturnidad.

4 Afirmo que la relación existente entre la lengua y el habla es la misma que hay entre tiempo y temporalidad y entre la noche y la nocturnidad. La lengua es lo social, el habla lo individual. El habla es la apropiación y realización de la lengua en un espacio-tiempo específico. No hay habla fuera de la lengua (Barthes, 1993).

Recibido: 06 de Febrero de 2024; Aprobado: 05 de Marzo de 2024

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