Introducción
En nombre de la modernización, los canales tradicionales de abasto popular en las ciudades han cambiado su dinámica para responder a políticas neoliberales que incentivan el despojo y la privatización de los mercados públicos tradicionales. El neoliberalismo, como un proceso de prácticas político-económicas que abren el libre desarrollo de mercados y la libertad comercial en acuerdo con el Estado (Harvey, 2007), ha generado políticas públicas locales que aparentan ser equitativas, apolíticas y legítimas. Estas tendencias apuntan hacia la transformación de un modelo de ciudad que involucra factores culturales, territoriales, económicos, políticos y simbólicos. En este contexto, los mercados públicos han sido trastocados por los cambios en la estructura urbana, por los nuevos patrones de consumo, la competencia del supermercadismo, la focalización hacia consumidores selectos, megaproyectos urbanos y la gentrificación.
En México, los 329 mercados públicos de la ciudad no han escapado a dichos cambios y hoy forman parte de las tendencias neoliberales al entrar en las agendas públicas para transformar su imagen (Sbicca, 2018), para renovar su identidad (González, 2018; Hernández y Andreeva, 2016; Cordero y Salinas, 2017) o para incluirlos en megaproyectos de renovación urbana (Delgadillo, 2016), lo que trastoca tanto al mercado como a los actores y las relaciones que se dan en su interior. Si bien los mercados en México formaban parte de una idea que estigmatizaba estos centros de abasto por considerarse sucios, focos de indigencia, en desuso y abandono, en la actualidad, de manera selectiva, algunos de ellos se han integrado a megaproyectos como el Mercado de la Merced, el Mercado Roma o el Mercado Tlacoquemécatl, entre otros. También ha ocurrido que han sido renovados en su infraestructura, en busca de orden y regulación por parte de las autoridades.
Por medio de la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco) los mercados han sido objeto de políticas -como el Programa para el Fomento y Mejoramiento de los Mercados Públicos de la Ciudad de México- orientadas a impulsar la actividad económica mediante el apoyo a proyectos de cambio sustancial. En particular, la alcaldía Cuauhtémoc ha implementado el programa Apapachando a los Mercados, que persigue rehabilitar 39 mercados públicos, así como regularizar cédulas, recuperar locales inactivos, cambiar giros y, según se refiere, ofrecer capacitación de protección civil, educación financiera y de marketing, entre otros aspectos (Alcaldía Cuauhtémoc, 2021). Esto, de forma indirecta, tendría ciertos efectos en la mejora de las condiciones de trabajo de quienes ejercen el comercio en el interior de los mercados tradicionales. Las principales líneas de reflexión sobre la problemática de los mercados públicos en el marco neoliberal se han centrado en una perspectiva de transformación urbana, que apunta hacia la modificación del paisaje citadino para que los mercados encajen con dicho ideal (Hernández, 2017; Delgadillo, 2016; Medina y Álvarez, 2009; Moctezuma, 2022). Otra línea tiene que ver con las disputas y algunos movimientos de resistencia que se han generado para enfrentar las políticas de gentrificación, colocando en el centro a los comerciantes y locatarios, afectados por la tensión en el uso del territorio (Boldrini y Malizia, 2014; González, 2019; Delgadillo, 2016; Lacarrieu, 2016). Aunque en ciernes, otra vertiente ha abordado las políticas de patrimonialización que destacan la parte histórica y cultural de los mercados, y cómo se vincula a los mercados con el barrio, con una tradición de usos y costumbres y el folklore (Carbonell et al., 2020; Téllez, 2016; Delgadillo, 2020; Chapa, 2007). Desde la perspectiva de las cadenas de consumo de alimentos en la ciudad, los trabajos subrayan la crisis que viven a partir de la llegada de los supermercados y la generación de nuevas formas de consumo en las ciudades (Schwentesius y Gómez, 2002; Torres, 2003; Castillo, 2003).
Si bien los comerciantes/locatarios, en cuanto actores primordiales, son afectados por estas tendencias globales y por situaciones coyunturales como la pandemia por COVID-19, los debates han centrado la atención en las secuelas de las políticas neoliberales. Es así que este trabajo pretende profundizar en los efectos que dichas políticas neoliberales dejan en las condiciones sociolaborales de los comerciantes/locatarios. Aunque se ha dado cuenta de las influencias urbanas territoriales, así como de las tendencias que generan nuevas agendas políticas de gentrificación y patrimonialización, no se ha puesto el foco en las condiciones de trabajo y de protección social de los comerciantes, sobre todo en momentos cruciales como lo fue la pandemia de años recientes. En otras palabras, el objetivo de este trabajo es analizar las condiciones sociolaborales de los comerciantes de los mercados públicos en la Ciudad de México a partir de las políticas neoliberales de renovación de los mercados públicos. Lo anterior, porque una de las implicaciones para el trabajo de los comerciantes puede ser una baja inserción en las nuevas dinámicas urbanas de distribución y consumo, una precaria protección social ante eventos como la pandemia y una constante construcción de estrategias autónomas para cubrir necesidades y derechos laborales básicos que el Estado no cubre.
Esto se da en el marco de las nuevas políticas neoliberales que permiten que los Estados y las instituciones transfieran ciertas responsabilidades a los propios trabajadores, lo cual genera una diferenciación más profunda en el acceso a los derechos laborales, las condiciones de trabajo y la protección social. Se busca contribuir a entender cómo las condiciones sociolaborales de los comerciantes se han adaptado a las nuevas políticas de renovación de la ciudad neoliberal. Para desarrollar este argumento organizo el trabajo de la siguiente forma: en una primera parte me ocupo del neoliberalismo como una teoría de prácticas político-económicas que supuestamente promueve el bienestar del ser humano al no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo dentro de un marco institucional. Esto permite entender cuál es la condición de los comerciantes de los mercados públicos bajo esta lógica económica que se caracteriza por derechos de propiedad privada fuertes, mercados libres y libertad de comercio. Retomo la idea de vulnerabilidad, que vincula cierta condición con el acceso a algunos derechos y elementos de la protección social, pues de este modo se va a conformar una condición de precarie -dad como elemento constitutivo de las economías populares. En el segundo apartado hago un estudio de las políticas de reactivación económica que operan en dos mercados analizados para comprender cuáles son los objetivos de los programas gubernamentales, así como el lugar de los comerciantes y de sus condiciones sociolaborales en los objetivos. En el tercer apartado analizo las condiciones de trabajo de los comerciantes mediante las entrevistas realizadas, destaco su acceso a la protección social y finalmente presento algunas reflexiones.
Neoliberalismo, políticas públicas y vulnerabilidad laboral
Como bien se sabe, el neoliberalismo y sus políticas son dirigidas a expandir el mercado, incentivar cambios tecnológicos y establecer una influencia sociocultural. Se trata, según Harvey, de una teoría de prácticas político-económicas que afirma que el mejor modo de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada fuertes, mercados libres y libertad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para el desarrollo de estas prácticas (Harvey, 2007: 6). Como consecuencia, según Welky (2001: 18), se profundizó el deterioro social y se provocó una mayor exclusión social (Añez, 2004). Desde la vertiente de la apertura de los mercados, esta idea ha promovido que la noción de las ciudades modernas abra su constitución a la participación de figuras privadas. Las repercusiones se observan en diferentes dimensiones, pero aquí subrayo aquellas asociadas con las nuevas cadenas de abasto de alimentos, procesos de gentrificación y las que tienen que ver con las condiciones sociolaborales de los comerciantes. En términos laborales, las implicaciones que ha conllevado el neoliberalismo en México se han expresado, desde las últimas décadas del siglo pasado, en la anulación de conquistas del sector de los trabajadores y se ha remarcado una tendencia individual para la búsqueda de derechos y protección social. Según Rodríguez (1996), desde administraciones anteriores, se ha llegado a un límite entre el Estado, el intercambio de bienestar social, el cambio de representación cor porativa y la obediencia de los sectores. Y, según ano ta, se ha impulsado la implementación de políticas de topes salariales, una disminución en las actividades económicas, que apuntan a una nueva cultura laboral entre el sector público y privado para, supuestamente, mejorar las condiciones de trabajo, acuerdos sobre capacitación, inclusión de tecnología, etcétera (Rodríguez, 1996: 17-22).
Sin embargo, frente a este panorama, se han generado ciertos efectos en la sociedad mexicana, entre ellos la consecuente privatización como política de Estado y, por tanto, la ausencia de respuestas estatales para lo social, lo cual afecta a los trabajadores, pues ningún sector atiende las problemáticas, dejándolos en extensa desprotección (Macías, 2003: 490).
En cuanto a los procesos de renovación urbana, los Estados han abierto la economía a las cadenas globales de distribución de alimentos, lo cual ha provocado una expansión de supermercados (Casado, 2018; Torres, 2003; Schwentesius y Gómez, 2002) y una desigualdad en la libre competencia. Se han echado a andar políticas de renovación urbana con intereses de particulares que buscan modernizar el espacio público obedeciendo a tendencias de desarrollo urbano basados en el crecimiento y también en el consumo, para lo cual se requieren políticas estatales (Sbicca, 2018). Aquí, las políticas de renovación de los mercados en tran al servicio de intereses globales, para inscribirse en procesos que van de lo público a lo privado y que favorecen intereses para transformar la idea de abandono de los mercados tradicionales (Delgadillo, 2016). La segunda cuestión que tiene que ver con los derechos laborales y las condiciones de trabajo se vincula con el debilitamiento de la idea del Estado-nación, ya que funge un papel de gestor ante los reclamos y las demandas de los trabajadores, para que así funcionen las políticas de los actores económicos globales. Según refiere Alayón, el vínculo entre el Estado-nación y el capital “desindustrializa y desproletariza con el cambio tecnológico, la flexibilización y la desregulación, dado que la nueva división mundial del trabajo y la productividad convierten en anacrónicas las estructuras nacionales, ya que la lógica del mercado mundial no responde a proyectos de soberanía nacional” (1999: 54).
Esta anacronía manifiesta una crisis en el acceso a los derechos laborales, ya que se internaliza en el trabajador un esfuerzo individual y una alta capacidad productiva que deviene en explotación laboral, inseguridad laboral y exclusión (Añez, 2004). La cobertura de derechos laborales, así como de protección social, queda en la articulación de lo público y lo privado, de modo que el Estado adopta medidas y políticas que regulan a los individuos y garantiza, pero sólo en los límites de la rentabilidad, un “mínimo de condiciones de vida a la fuerza laboral (Añez, 2004).
Desde esas fuerzas se impone la privatización, la mercantilización de los servicios sociales como un atributo del capital, y esto flexibiliza los beneficios para los trabajadores. Individualizar e invertir en el sector privado para condiciones rentables de vivienda, seguridad social, asistencia médica y seguros se convierte en una tendencia que legitima las políticas neoliberales. En este sentido, los comerciantes y las condiciones sociolaborales a las que se enfrentan van constituyendo una vulnerabilidad laboral que se aleja de una política social integrada.
Lépore señala que el “concepto de vulnerabilidad surgió en América Latina como el rasgo distintivo de la realidad social de fines de los años noventa y aparece como el más apropiado para comprender el impacto de las transformaciones en el modelo de desarrollo y para captar la mayor exposición a riesgos en la que se encuentra una gran parte de la población (2007: 3). Particularmente, la vulnerabilidad en el ámbito sociolaboral, según Bueno y Cervantes, “alude a este tipo de circunstancia de incapacidad, indefensión e inseguridad ante el empleo y por consiguiente frente a los servicios de salud, educación, derechohabiencia y seguridad social en general” (2006: 2). Lo que le da sentido a la vulnerabilidad laboral es el deterioro en el trabajo, los empleos de mala calidad con salarios bajos, contratos inexistentes, rotación constante, ausencia de protección social y, sobre todo, la fragilidad o debilidad del Estado para hacer frente a carencias laborales materiales y simbólicas. Los comerciantes de los mercados públicos, al estar posicionados en los intersticios de la economía formal y la economía popular, de lo público y lo privado, dependen en gran medida de derechos laborales autogenerados que les dan posibilidad de enfrentar diferentes crisis y mantener cierta calidad de vida. Al hablar de vulnerabilidad laboral se involucran los activos con los que cuentan las personas (Ochoa, 2013; Leal, 2010) que, en caso de los comerciantes de los mercados, pueden ser definidas por el estatus que tienen en el interior del mercado, el capital económico, ser dueño o empleado, la adscripción generacional, etcétera. Esos factores van a determinar el grado de defensa con el que los comerciantes enfrentan el desequilibrio de competencia, así como las políticas urbanas, territoriales y de gentrificación que se viven en la Ciudad de México.
Ruta metodológica
La aproximación a los comerciantes se realizó mediante el trabajo etnográfico en dos mercados públicos, uno en la alcaldía Cuauhtémoc y otro en la alcaldía Benito Juárez.1
Se eligieron estos dos mercados pues forman parte de un proyecto previo de investigación sobre los efectos del COVID-19 entre comerciantes (Rosales, Hayden y Crossa, 2023). Lo anterior permitió profundizar respecto al tema con algunos comerciantes dueños de locales y también con empleados de ambos mercados. Mediante un muestreo bola de nieve, se establecieron nuevos vínculos con otros locatarios referidos por los contactos previos. Se realizaron entrevistas a profundidad con ocho comerciantes dueños y siete empleados, sobre sus condiciones de trabajo, vivienda, acceso a la salud, maternidad, retiro y se analizaron los programas de reactivación de los mercados vigentes en dichas alcaldías. Se hicieron notas de campo y un registro fotográfico. También se llevó a cabo una investigación documental sobre la dinámica de los mercados públicos y, a través de la etnografía digital, con la que se dio seguimiento a redes sociodigitales y a los sitios web de las alcaldías y otras instituciones, se pudo conocer mesas de diálogo, comunicados y notas periodísticas en internet. El análisis se hizo sistematizando la información por temas (laborales, protección social y gobernanza).
Apapachando a los mercados: políticas de renovación económica en el contexto de la ciudad neoliberal
El debate de los mercados públicos está permeado por una tendencia global vinculada a una nueva forma de gentrificación comercial (Delgadillo, 2016; González, 2018, Sbicca, 2018). Se han ceñido a políticas urbanas y territoriales que, como bien anota Torres (2011), hoy los coloca en la transformación del patrón de abasto mucho más vinculado a centros comerciales globales, y a un tipo de consumo más focalizado. Algunos autores (González, 2018; Hernández, 2017; Pintaudi, 2006) explican que, en esta transformación, la oferta, los consumidores y los comerciantes también han vivido cambios, y desde la esfera de la administración pública se han incentivado algunas modificaciones. ¿De qué manera afectan estas políticas a los comerciantes en sus condiciones de trabajo?, ¿cómo viven ellos las consecuencias sociolaborales -positivas o negativas- de los programas de gobierno?
Para responder a estos interrogantes revisamos la Acción Institucional para el Fomento y Mejoramiento de los Mercados Públicos de la Ciudad de México, puesta en operación entre 2019 y 2024. Dicha acción considera necesario:
potenciar proyectos de remodelación, de reconstrucción, rehabilitación y modernización de los Mercados Públicos más allá de la asignación de recursos para su mantenimiento o reparación que ya realizan las Alcaldías, que impulsen la economía local y mediante acciones preventivas o correctivas para salvaguardar la integridad de los locatarios y visitantes en los Mercados Públicos [Secretaría de Desarrollo Económico, 2022a: 52].
Estas acciones han tenido a bien remodelar sobre todo la infraestructura, conservando su “toque tradicional” y consideran las siguientes características: redes de servicios, infraestructura y estructura de los mercados. El Gobierno de la Ciudad otorgó hasta 60 por ciento del monto máximo del proyecto y delegó a las alcaldías el 40 por ciento restante. En general, el programa se encamina al mejoramiento de infraestructura del local y el proceso fue mediante una comisión dictaminadora que valoraba lo imperioso de la intervención.
En la alcaldía Cuauhtémoc, donde se ubica uno de los mercados estudiados, se implementó el programa Apapachando a los Mercados, cuyo objetivo es la remodelación de los 39 mercados de la alcaldía. La primera fase, entre 2021-2022, según refiere el documento, regularizó cédulas, recuperó locales inactivos, realizó cambio de giros y atendió consultorios médicos, boutiques, farmacias, fachadas, sistema eléctrico, sistemas hidrosanitarios y drenajes. Las acciones se realizaron de manera diversificada según las necesidades de cada mercado, a algunos les fue instalado internet gratuito y se remodelaron centros de desarrollo infantil (Cendis), cocinas y áreas comunes.
La alcaldía Cuauhtémoc puso énfasis en la necesidad de internet como un mecanismo que mejoraría la economía de los comerciantes al contar con redes para difundir sus productos en línea. Es decir, se da una transición hacia la idea de atracción para el consumo, para hacerse presente a través de medios digitales. Como anota Sbicca, en el contexto de las políticas urbanas neoliberales, ambos procesos, de producción y consumo, funcionan como un tándem. La lógi ca capitalista domina el discurso sobre el desarrollo y señala al consumidor individual como el motor de la transformación social (Sbicca, 2018: 7).
En cuanto al mercado de la alcaldía Benito Juárez -una de las de mayor índice de desarrollo social (0.9321) en la Ciudad de México- los programas de impulso económico a los mercados son absorbidos a través de la Sedeco y como parte del presupuesto de la alcaldía. El mercado estudiado no aparece en el listado de mercados beneficiados y se puede notar que los programas de reactivación económica se enfocan más en la parte de la infraestructura y que consideran de manera implícita el beneficio económico laboral de los locatarios. Una de las premisas del neoliberalis -mo en relación con las condiciones de trabajo abre paso a la individualización para cubrir, mediante la iniciativa privada, los derechos laborales básicos. Las políticas de renovación curiosamente no contemplan la actualización del Reglamento de 1951, por lo que pareciera que el contenedor define lo que ocurre dentro en su contenido. Una de las consecuencias que podríamos mencionar, a decir de algunos locatarios,2 es que hay una ausencia de acciones más sólidas para reactivar los mercados y volverlos competitivos frente a la actual disputa del abasto de alimentos y mejorar sus condiciones de trabajo. Es importante señalar que, si bien las administraciones han sido un tema que involucra corrupción y vacíos en la gobernanza, los comerciantes, como actores políticos, se organizan cuando ven en riesgo el patrimonio material que representa su local, pues además se compromete su estatus y condición laboral dentro de la economía informal. Hay, entonces, una asincronía entre las políticas de renovación económica de los mercados en el contexto de competencia actual.
Trabajo inagotable y precarización laboral
Las condiciones laborales de cada comerciante están determinadas según su lugar en el orden de desigualdad que hay en el interior del mercado. Como ya se mencionó en un trabajo reciente (Rosales, Hayden y Crossa, 2023), la heterogeneidad de perfiles de los comerciantes y factores como el capital económico, ser dueño o empleado, pertenecer a generaciones anteriores, el estatus normativo, el vínculo con las autoridades, entre otros elementos, influyen en la capacidad que tiene cada uno de ellos para cubrir el acceso a la protección social y para mejorar, o no, sus condiciones laborales.
Si bien hemos argumentado que los comerciantes/locatarios se encuentran en los límites del trabajo informal y el trabajo regulado por el Estado, al habitar un espacio legal público, como sujetos de regulación y gobernables, las autoridades recurren al mecanismo del Reglamento de Mercados. Dicho reglamento estipula horarios de trabajo, códigos de conducta y la relación de gobernanza con las autoridades para ejercer el comercio. A través de fragmentos de algunas entrevistas a profundidad, que recuperan el trabajo de los comerciantes, se analizan dichas condiciones. En cuanto a los horarios de trabajo, el reglamento establece que deben cumplir con un horario que es “determinado por los comerciantes y por las autoridades de manera que casi siempre este tiempo va de acuerdo [con el] giro del local”. En el trabajo etnográfico y las entrevistas recuperamos un poco de la historia de la señora Carmen. Ella tiene 40 años, estudió una carrera técnica de informática administrativa. Es madre soltera y junto con sus cuatro hermanos y sus papás se dedica al comercio en diferentes mercados públicos de la Ciudad de México. El oficio inició desde hace 50 años cuando sus papás compraron un local. Se podría decir que actualmente ella es la dueña del local y tiene que organizar su tiempo para conservarlo activo y con ingresos que le permitan mantener a su hijo:
El trabajo aquí es una actividad muy esclavizante, pues no se descansa ni un día a la semana, estamos desde las cinco de la mañana hasta las ocho o nueve de la noche que regreso a mi casa. Cuando hemos tomado días de descanso es en mayo, pero en todo el año nos tomamos tres o cuatro días para ir a Chiapas, Tabasco y Mazatlán, ahí me encantó la playa.
Más o menos a las 7:30 ya debe estar abierto para limpiar la parte del pasillo, barrido y trapeado, empezar a acomodar la verdura que tiene que estar a la vista que se vea bonita, pues [Carmen, entrevista, 2022].
Quienes son empleados de algún local también cuentan con horarios extendidos, pues los patrones se encuentran ausentes y buscan que sus empleados cubran el mayor rango de tiempo. Jerónimo es un empleado de una cafetería, él también ejerce el oficio de instalador eléctrico y realiza ese trabajo después de salir del mercado para obtener más ingresos. Tiene la ventaja de que puede negociar con su hermana el horario de cierre:
Yo venía de lunes a domingo, abrimos a las ocho y cerramos a las cinco, tengo un día de descanso, pero cuando llegó la pandemia, de la alcaldía nos cerraron el local, porque no era esencial. Lo bueno es que soy instalador eléctrico, entonces salían trabajos como ésos y ya le fuimos dando entre eso y que mi esposa tenía su sueldo de la escuela y pues así la pasamos [Jerónimo, entrevista, 2022].
Los ingresos de los comerciantes son opacos y muy variables, cambian dependiendo del estatus de cada uno, incluso es un tema difícil de tratar con ellos, pues algunos lo consideran un tema muy íntimo. Los ingresos pueden incrementarse los fines de semana o bien en ciertas temporadas como el 15 de septiembre, en la época navideña, entre otras. Ser empleado o dueño es un factor definitorio, ya que, en el caso de los propietarios de carnes rojas, tienen hasta cinco empleados, los cuales reciben un pago entre 250 y 350 pesos al día, mientras que el dueño puede tener un ingreso mucho más fuerte. Casi siempre los empleados se quedan a lavar y limpiar el local y no cuentan con periodo vacacional, pues el ingreso depende de los días trabajados tanto para los dueños como para los trabajadores. Es una codependencia entre empleados y dueños y entre los ingresos diarios a medida que van cambiando la temporalidad y el tamaño del local. Si bien el reglamento no permite que haya asociaciones familiares para el uso de los locales, los lazos de parentesco dentro de los mercados es un factor constante, pues algunos tienen locales contiguos, en diferentes pasillos y en diferentes mercados.
Barajear la economía informal y venta de patrimonio como estrategias laborales
No obstante el ingreso entre los comerciantes se da al día, algunos tienen la posibilidad de participar en las romerías que se colocan aledañas al mercado y esos ingresos adicionales se consideran un ahorro extra para las crisis como la de la pandemia. Tal es el caso de Lucero, quien es dueña de dos locales de frutas y verduras, y quien heredó este oficio por parte de sus padres, quienes le insistieron en “ser su propia jefa”:
Tengo carrera técnica, pero pues no me gustó mucho mi carrera. Estudié para secretaria, pero como que no me gustó mucho, estuve seis meses de eso, pero eran los 18 años, en esa edad a veces uno no ve a futuro. Y entonces mi papá, como siempre se dedicó a esto, decía él que siempre es mejor ser su propio patrón. Me decía “¿a poco te gusta que te manden? […] Cuando era Muertos vendíamos extra, pero la pandemia nos afectó porque como no sotros no tenemos aguinaldos ni nada, eso lo tomamos nosotros como que son nuestros aguinaldos.
También se puede salir del mercado en diciembre (romería), pero nadie quiere. Yo la verdad le batallo porque tengo que atender adentro y afuera o ver quién me ayude, porque lo que se venda es algo extra [Lucero, entrevista, 2022].
Hay otros comerciantes que recurren a esa estrategia y venden comida y antojitos afuera del mercado, para algunos es significativo tener ingresos adiciona -les, ya que equilibran el ingreso de los días con poca venta. Hay quienes en periodos de crisis, como la pandemia, tuvieron que vender sus vehículos para cubrir gastos médicos como la señora Fernanda, quien tiene 60 años y en la actualidad es empleada:
Yo tenía cinco trabajos, vendía tostadas, trabajo de limpieza en casa, vendía plátanos y pude comprar dos camionetas. Con eso íbamos a traer mercancía desde la Central de Abastos, pero con la pandemia se vino abajo la frutería y tuve que venderlas, porque tampoco había trabajo en casa […] Aquí llegué porque hace un año una sobrina compró un local, me invitó a trabajar para que estuviera atendiendo de diez de la mañana a seis de la tarde y acepté, pero sólo le pedí tener libres los días viernes para el día que haga limpieza en casa. Me paga 150 pesos, yo me traigo mi comida para no gastar, sólo lo de mi transporte [Fernanda, entrevista, 2022].
El trabajo en el comercio de los mercados públicos requiere estar presente en todo momento durante el día, así que la comida se ingiere en los locales. En ocasiones los comerciantes toman momentos de descanso, sobre todo aquellos que van a la Central de Abastos a surtir mercancía desde las tres o cuatro de la mañana. Quienes son madres con hijos pequeños, como se ha documentado en varios trabajos (Hayden, Rosales y Crossa, en prensa; Secretaría de Cultura, 2019), ejercen la maternidad dentro del mercado, acompañan a sus hijos para hacer tareas escolares en el local, vigilan el juego de los niños alrededor de los pasillos, ofrecen comida, acondicionan cajas y cobijas para que se duerman y, por lo general, los pequeños se esperan con ellas hasta el horario de cierre de los locales.
Las condiciones laborales de los comerciantes due ños de locales consisten en jornadas largas, un trabajo inagotable, cuyo ingreso es variable de acuerdo con los factores ya mencionados. Su trabajo está regula do por el Reglamento de Mercados, las figuras de la Mesa Directiva y el jefe de mercados de cada alcaldía. Si bien el trabajo es de tiempo completo y de jornadas permanentes, la vulnerabilidad laboral a la que están sujetos parece ser atenuada a partir de los recursos que tiene cada uno. La cultura laboral construida históricamente entre los comerciantes les ha dado la posi bilidad de reproducir estrategias para enfrentar los momentos de crisis, pues, como anotan Gago, Cielo y Tassi (2023), dichas crisis no son nada nuevo para las economías populares. Así que el ahorro, la ausencia de vacaciones, consumos limitados, nuevas modalidades de venta, etcétera son parte de las consecuencias en las limitadas condiciones sociolaborales. Lo anterior de alguna manera confirma que existe una cierta capacidad para resistir las “nuevas” crisis, como la pandemia y la competencia con las cadenas globales. Sin embargo, los efectos de esta situación se expresan en una mayor precariedad en su consumo, a pesar de extender al máximo sus jornadas laborales.
Desprotección social y auge de la privatización
Con la entrada del neoliberalismo, el Estado ya no aparece como responsable directo del bienestar social y laboral, y se legitima la privatización de los servicios sociales a los que puede acceder la población. En cuanto el acceso a la salud, por ejemplo, se gesta una diferenciación de beneficiarios dependiendo de la capacidad de ingresos y, por lo tanto, de la capacidad económica de elegir un servicio privado (Añez, 2004). Lo anterior es una de las consecuencias constantes, pues los comerciantes acuden a instituciones privadas para la atención de salud de forma diferenciada y en cierta medida representa un servicio en ocasiones precario, como el caso de los consultorios adyacentes a farmacias, que no necesariamente ofrecen un servicio de calidad (Díaz-Portillo et al., 2017; Morán, 2021).
En el trabajo etnográfico en cuanto a salud se encontró que algunos de los comerciantes pertenecen a las instituciones de salud federal de acceso universal y acuden para consultas generales. Otros recurren a los consultorios adyacentes a las farmacias genéricas que hay en toda la ciudad. Elías, un joven de 34 años, puso un local de venta de café molido y preparado en el mercado. Tiene dos empleados que laboran por turnos de medio tiempo y en una ocasión uno de sus empleados sufrió un corte profundo en el dedo y acudió a las Farmacias Similares:
ya sucedió hace algún tiempo, uno de los chavos que trabaja se cortó un dedo y tuvimos que ir de emergencia al consultorio Similares, eso pues lo cubro yo, porque no tenemos seguro, afortunadamente no requirió de sutura y sólo quedó en un susto […] Es importante tener un ahorro, porque si tenemos un accidente sólo se va a pagar de “buena fe”, incluso yo, sinceramente, si me enfermo voy al Simi [Elías, entrevista, 2023].
En un panorama de salud diversificada, la precariedad y deficiencia de la atención sanitaria puede dejar consecuencias como un mal o retrasado diagnóstico y tardía atención de enfermedades crónicas. Otro caso es Lorena, también de 34 años, licenciada en Artes Visuales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ella consideró la opción de trabajar en el mercado. Lo anterior fue una decisión porque la oferta laboral para su carrera era muy reducida, además evaluó que la continuidad al oficio de sus padres, quienes tienen varios locales en el mercado, es taba en sus manos. Ella es mamá de dos niños pequeños y sus partos fueron atendidos en hospitales particulares: “Cuando nos enfermamos vamos a consultorio particular allá por mi casa en Tláhuac, yo a mis hijos los tuve en una clínica particular, es un médico que nos atiende a toda la familia […] nosotros no tenemos seguro ni jubilación o esas cosas” [Laura, entrevista, 2022].
El acceso a la vivienda entre algunos comerciantes es mediante los ahorros que van acumulando o bien a través de la unión de cierto capital familiar, otros más pagan renta, quienes son de origen indígena comparten cuartos con otros empleados que vienen de las mismas comunidades de origen. El señor David tiene 50 años, es químico en alimentos y es hijo y nieto de comerciantes de pescados y mariscos, quienes desde hace muchas décadas eran dueños de locales en el Mercado de San Juan, conocido por vender carnes exóticas y alimentos “gourmet”. Hoy es dueño de tres locales y, gracias al patrimonio heredado, pudo tener su vivienda:
Mi papá logró hacer un buen patrimonio al comprar varios locales en el mercado y darnos la oportunidad de ir a la escuela, de vacacionar fuera del país, y estas oportunidades de viaje […] Pero, cuando mis padres se separaron, mi mamá tuvo la oportunidad de comprar un terreno en la colonia Agrícola Oriental y yo me fui con ella, hizo casa, ahí vivo actualmente y me volví a casar [David, entrevista, 2022].
Los lazos de parentesco para acceder a la vivienda y el trabajo son un elemento importante para que los comerciantes puedan tener estabilidad. Al poseer un capital material significativo, las primeras gene raciones de comerciantes lograron acumular un patrimonio material (incluidos los locales). Esto permitió a las actuales generaciones de comerciantes tener asegurado el acceso a la vivienda, o gozar de éste con mayor facilidad.
Laura, de quien hablamos en párrafos anteriores, vive en un departamento que compraron sus papás hace muchos años y eso permite que la vivienda esté garantizada para ella y su familia, porque considera que su esposo, quien también es comerciante, no podría tener un ingreso suficiente para pagar una renta o comprar una casa:
Mis papás viven en una casa que tienen por acá atrás del mercado […] También tienen unos departamentos en la colonia de al lado y ahí vivo yo […] Afortunadamente no tenemos que pagar renta porque están muy caras por la zona y la verdad es que me hago unos 15 minutos caminan do, cuando mi mamá no viene, me ayuda a cuidarlos, porque mi esposo también se va todo el día, él tiene un puesto de reparación de celulares por Balderas, pero casi siempre me los traigo, comen, duermen y juegan aquí adentro (en el local) [Laura, entrevista, 2022].
Al respecto podemos señalar que el no tener acceso a la vivienda para las nuevas generaciones es una consecuencia de la ausencia de créditos para los trabajadores informales. La negación a poseer una vivienda propia como fruto de su trabajo se extiende a propietarios y a empleados, de modo que, si hay bajos ingresos, el pagar una renta se convierte en motivo de incumplimientos de pago y estrés, y se ensancha el problema estructural de la población con deudas por renta y créditos.
Por otro lado, es común ver a adultos mayores en los locales, lo cual puede ser un indicador de que no hay una jubilación, pero también es posible que muchos de ellos continúen trabajando por mantenerse activos en esa etapa de la vida. Algunos de los hijos, quienes hoy dan continuidad al trabajo del comercio en el mercado, les transfieren cantidades económicas a sus padres, los dotan de despensas o bien trabajan en conjunto. Carmen, quien vive con sus papás y sus hermanos, reparte entre todos la compra de despensa:
Creo que vivir con mis papás y mis otros hermanos es una ventaja, porque compartimos servicios, abarrotes, y hasta cuidar a nuestros hijos cuando eran pequeños. Yo sé que mi obligación con mis papás es que les debo comprar servilletas, jabón o papel, en total vivimos cuatro hermanos en esa casa, y mi hermana también a veces les compra jabón o lo que necesiten mis papás, vivimos en su casa [Carmen, entrevista, 2022].
La señora Verónica tiene 75 años, es de ascendientes españoles y en la actualidad es soltera. Desde hace 18 años su hermana compró dos locales en el mercado y le propuso a Verónica que pusiera un negocio con el que se mantuviera activa y pudiera salir de una etapa de depresión. Con ese trabajo, y en combinación con el empaque de artículos en un supermercado, antes de la pandemia la señora se consideraba una mujer activa:
La época en la que empacaba me gustó mucho, porque echaba mucho relajo con mis compañeros. Trabajaba de las cinco de la tarde a las diez de la noche, o sea, saliendo del mercado me iba a empacar a Walmart, aquí cerca y La Comer. Era un ingreso, no mucho, pero sí algo […] La ventaja es que tengo mi afiliación al IMSS desde que traba jaba en una mueblería y me atiendo en el seguro [Verónica, entrevista, 2022].
Durante la pandemia, algunos comerciantes tuvieron gastos funerarios que también fueron cubiertos por ellos mismos. Marcela tiene 50 años y vende frutas y verduras, el local fue herencia de sus padres y explica de manera un poco contradictoria que sería positivo poder hacer uso del dinero que ingresa a los baños en momentos como la pandemia:
Ahí en la Central, el de la bodega había fallecido, fue gente que pues yo conozco […] Entonces, después de eso empezaron a sanitizar, hasta pensamos que en cuanto echaron esas cosas, esos humos, después empezó a morirse la gente en la Central. La verdad que pensábamos que mejor no nos saniticen […] En la Central de Abasto muchos bodegueros murieron. Y entonces empezaron a cerrar ¿la alcaldía o Sedeco los apoyó con gastos, servicios o funerarios? No, con nada, eso sí no. De hecho, por ejemplo, el mercado depende de los baños, para solventar algunos gastos del mercado. Una compañera decía “yo diría que lo que sale pues es para apoyarnos en emergencias así, si alguien se muere […] pero es que tampoco podemos hacer eso porque se queda sin recursos el mercado [Marcela, entrevista, 2022].
Casi en su totalidad, los gastos de protección social son asumidos por los comerciantes, si se presenta alguna emergencia funeraria, como sucedió en la pandemia, los comerciantes venden parte de su patrimonio. Al depender del ingreso diario también recurren a préstamos exprés, prestamistas, redes familiares, para poder cubrir necesidades, lo cual los deja en un endeudamiento constante, pues no hay una ayuda monetaria por parte del Estado.
Por otro lado está Esperanza, quien junto con sus padres vende tacos de cecina en el mercado. Ella estudió psicología, pero se dedica a trabajar ya sea en el mercado o en el tianguis, sus papás tuvieron COVID y solventaron gastos por los ahorros que hicieron con anticipación:
Sí nos dio COVID, mis papás fueron con doctor privado y pues pagamos de los ahorros que ya teníamos. Siempre vamos con particular porque ya lo conocemos, fue tranquila la enfermedad, con remedios caseros sí, eso de que miel y limón y eso que está de moda. [¿Tus papás tienen un ahorro para el retiro o para jubilarse?]. No, nada de eso, sólo con los ahorros, vendemos en los tianguis del Estado de México también y así fue como mi papá compró en el mercado este local, pero ha estado flojo, no hemos podido recuperarnos [Esperanza, entrevista, 2022].
Los comerciantes de los mercados públicos no re ciben protección social del Estado, ellos mismos se encargan de pagar dicha protección, de acuerdo con su capital económico. Gago, Cielo y Tassi explican que las personas que laboran en las economías populares “lidian permanentemente con las injusticias que se traducen como imprevisibilidad de sus proyectos vitales, y que hacen de la crisis una parte integral de sus horizontes de expectativas” (2023: 13). De esta manera, el trabajo inacabable, extenso y precario de los comerciantes de los mercados públicos en la Ciudad de México, así como la imposición de la privatización que el neoliberalismo ha forjado, permiten a los comerciantes cubrir los vacíos de las políticas estatales de austeridad, así como la generación de estrategias individuales para hacer frente al deterioro de la calidad de vida laboral.
Reflexiones finales
El objetivo del artículo fue mostrar las condiciones sociolaborales de las y los comerciantes/locatarios de dos mercados públicos en la Ciudad de México bajo la luz de las políticas neoliberales de renovación económica de estos centros de abasto tradicionales.
Desde una perspectiva del neoliberalismo, hemos observado que las políticas de renovación económica de los mercados se ciñen a tendencias que marcan un cambio en el modelo de ciudad. La entrada de los mercados en las agendas públicas es una antesala de los procesos económicos del neoliberalismo al integrarlos en los procesos de renovación urbana y esto provoca que los comerciantes aparezcan desenfocados y vulnerables en cuanto a sus condiciones sociolaborales.
Estas políticas generan un vacío y una mayor vulnerabilidad en la protección social. Las consecuencias de este panorama para los locatarios son la extensión de las jornadas laborales y el desplazamiento hacia otros oficios, lo cual hace más difícil su salida de la economía informal y estanca la precarización laboral. En cuanto al acceso a la salud, ésta puede ser deficiente por el retraso de diagnósticos de enfermedades crónicas, ya que algunas de las farmacias o servicios particulares a los que acuden no cuentan con especialidades. Respecto a la vivienda, hay una ausencia de créditos o facilidades, lo cual lleva a los comerciantes a un endeudamiento extendido por renta y exclusión por créditos de vivienda. Esto incrementa la brecha de desigualdad social de un amplio sector de trabajado res al alejarse de la posibilidad de proveerse de un hogar. Al estar ausente una perspectiva de género, el trabajo de cuidados tiene como efecto la constitución de un trabajo inagotable para las mujeres. Cansancio crónico, estrés y algunas enfermedades mentales pueden desencadenarse por la falta de políticas que contemplen el cuidado-trabajo como un eje para mejorar las condiciones sociolaborales.
En situaciones coyunturales como la pandemia por COVID-19, los comerciantes recurren a la venta de cierto patrimonio, lo cual tiene como consecuencia una disminución de su potencial para enfrentar nuevas crisis dejándolos en una circunstancia de mayor vulnerabilidad.
Por último, un aspecto positivo de este panorama es que existe, entre los comerciantes, un potencial significativo que histórica y culturalmente ha sido heredado para enfrentar las crisis que viven de manera constante. Este capital les permite regular su condición sociolaboral frente a las consecuencias de las políticas urbanas neoliberales.