INTRODUCCIÓN
El estudio y revisión de las ofrendas del recinto sagrado de la antigua isla Tenochtitlan, ubicado bajo la actual Ciudad de México, inició en 1978 y como resultado se han encontrado una gran diversidad de grupos animales tanto terrestres como marinos, con diferentes significados para la cultura mexica (López-Luján & Matos-Moctezuma, 2022). Como parte de los organismos marinos, se han registrado más de 200 ejemplares de corales en más de 30 ofrendas, casi la tercera parte de la totalidad que se han encontrado en este recinto sagrado. Los diversos tipos de corales que se han recuperado en las hasta ahora más de 200 ofrendas de la zona arqueológica del Templo Mayor, incluyen nueve especies de corales arrecifales, tres de corales blandos, dos de coral de fuego y uno de coral negro (Medina-Rosas et al., 2021, 2022).
Después de 45 años de trabajo, las últimas ofrendas que se han estudiado son las 178 y 179, que se ubican en el centro del Cuauhxicalco, una plataforma de planta circular de 16 m de diámetro y poco más de dos metros de altura. Durante la ampliación del Templo Mayor de la Etapa VI, a finales del siglo XV, el Cuauhxicalco se sepultó con un espeso relleno constructivo, que transformó el espacio en la llamada Plaza Oeste. Aunque quedó enterrado debajo de la plaza, se mantuvo como un espacio donde se llevaban a cabo diversos actos religiosos (Matos-Moctezuma, 2018; Barrera, 2019; López-Luján, 2019), como la deposición de las ofrendas 178 y 179. El ritual de colocación aconteció en algún momento cercano al año 1500, debido a que ambas ofrendas se ubican por debajo del nivel del piso VI-2, correspondiente a la Etapa VI del Templo Mayor, entre los años 1486 y 1502, años de reinado del Huei Tlatoani Ahuízotl. Este emperador es recordado por grandes victorias y anexiones de territorio, y en particular se le atribuye la conquista de numerosos señoríos ubicados a lo largo de las costas pacíficas mexicanas, correspondientes a los modernos estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, así como a parte la costa suroeste de Guatemala (Berdan & Anawalt, 1992).
La excavación de las ofrendas 178 y 179 se inició en 2019, proceso que aún continúa debido tanto a la riqueza y complejidad como a la pandemia de COVID-19. El primer nivel de la Ofrenda 178 llamó la atención por la cantidad nunca antes vista de estrellas de mar, y posteriormente por la enorme cantidad de corales blandos, algo que tampoco se había registrado previamente. Hasta este momento, en esta ofrenda se han registrado tres ejemplares de pez globo (Diodon histryx Linnaeus, 1758), un águila real (Aquila chrysaetos Linnaeus, 1758), un par de espátulas rosadas (Platalea ajaja Linnaeus, 1758) y un jaguar (Panthera onca Linnaeus, 1758). Además, se han recuperado más de dos mil conchas y caracoles que fueron colocados alrededor del felino. Los moluscos pertenecen a una gran variedad de especies que aún se encuentran en proceso de determinación. Asimismo, destacan algunos objetos culturales, entre los que resaltan un anillo (anáhuatl), un lanzadardos y numerosos dardos confeccionados con maderas de coníferas. Por otro lado, en la Ofrenda 179 se encontraron gavilanes Accipiter spp. Brisson, 1760 ataviados con adornos de oro, turquesa y piedra verde, acompañados además de cuchillos, conchas y caracoles, así como corales, de acuerdo a la representación y en honor del dios Huitzilopochlti (López-Luján et al., 2022a).
Las ofrendas mexicas son depósitos rituales de minerales, plantas, animales, seres humanos y objetos culturales que conllevan un complejo mensaje religioso y testimonian el respeto que los mexicas tuvieron por la naturaleza y sus organismos. Se consideran como cosmogramas, es decir, representaciones en miniatura del universo, tal y como era concebido antes de la llegada de los españoles. En algunas ofrendas, las capas más profundas estaban compuestas por arena y organismos marinos para recrear el inframundo acuático de fertilidad y riqueza absolutas. Los elementos marinos suelen representar las profundidades del mar, y se encuentran asociados con los nueve niveles del inframundo que los mexicas creían que existían. A continuación, en las capas intermedias, los sacerdotes colocaban artefactos y organismos vinculados simbólicamente con la superficie terrestre: cocodrilos, tortugas, felinos, etcétera. Por último, en las capas superiores se ponían cadáveres de águilas, garzas, colibríes, espátulas rosadas y otras aves relacionadas con los cielos superiores (López-Luján & Matos-Moctezuma, 2022; López-Luján et al., 2022b).
El objetivo de este trabajo es describir los corales blandos que se encontraron en las ofrendas 178 y 179 del Templo Mayor de Tenochtitlan, las ofrendas con mayor número de corales que se haya registrado para este sitio arqueológico.
MATERIALES Y MÉTODOS
Las ofrendas 178 y 179 se ubican en la parte oeste de la zona arqueológica del Templo Mayor de Tenochtitlan, en la actual Ciudad de México (Fig. 1). La excavación, extracción, limpieza y conservación de los corales de estas ofrendas se realizó por miembros del Proyecto Templo Mayor (PTM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Para poder excavar las cajas de ofrendas, el PTM ha desarrollado una metodología de registro fundamentada en la ubicación espacial de cada uno de los elementos. Se toman fotografías cenitales de cada uno de los depósitos y de cada uno de los niveles de excavación para posteriormente hacer una impresión a escala 1:1, que permite ubicar la posición específica de cada elemento. Después, la imagen impresa es cubierta con una película plástica transparente sobre la que se traza la silueta del objeto, el número secuencial y la profundidad desde la cota. Estas impresiones y los datos registrados son posteriormente trabajados en programas de procesamiento de imágenes y análisis de datos que permiten registrar las posiciones de cada uno de los elementos excavados. Una vez que cada elemento es registrado, se levanta del depósito, se coloca en bolsas de plástico o en godetes, se etiqueta y pasa al Laboratorio de Conservación del PTM, donde cada elemento es limpiado y estabilizado para las siguientes intervenciones de conservación.
Una vez que se llegó al nivel donde estaban ubicados los corales en cada ofrenda, se procedió a limpiar el sedimento pegado a cada una de las colonias para poder hacer la extracción. Una vez en el laboratorio, se procedió a limpiar cada colonia y fragmento para dejar al coral libre de sedimento adherido. Debido a que las gorgonias tienen un esqueleto delicado y frágil, el trabajo es minucioso y lento para tratar de garantizar el estado de los corales blandos. Una vez limpios, cada ejemplar fue medido, pesado, descrito y fotografiado; posteriormente, la información gráfica y textual fue capturada en Ofrendata, un sistema de bases de datos del PTM. Como resultado de este proceso se cuenta con registros de la posición, acomodo y nivel en que fue encontrado cada uno de los ejemplares en cada ofrenda. Finalmente, los corales blandos fueron embalados y etiquetados para que puedan ingresar al almacén de resguardo del Museo del Templo Mayor del INAH.
El proceso de revisión para la determinación taxonómica de los corales blandos se llevó a cabo en el Laboratorio de Conservación del PTM. Debido a las características propias de los corales blandos, como la fragilidad y delicadeza de las colonias, y a que sufrieron severos procesos de deterioro durante el más de medio milenio en que permanecieron enterrados, para la determinación taxonómica se revisaron las características de la morfología externa, y no se consideraron las escleritas. La determinación taxonómica de los ejemplares se realizó de acuerdo con los criterios de Bayer (1961), Breedy & Guzmán (2002, 2003) y Breedy & Cortés (2014).
Los resultados aquí presentados pudieran no estar completos para el caso de la Ofrenda 178 debido a que después de tres años, no se ha terminado de extraer todo el material, por lo que una vez que se termine el proceso de excavación de la ofrenda se podrá determinar la totalidad de los corales. De encontrarse más ejemplares, corresponderían a las capas inferiores de la ofrenda. En este trabajo se describen los ejemplares que estaban en el tercer nivel de la ofrenda. El primer nivel de organismos estaba compuesto por estrellas de mar, y debajo había una capa compuesta casi exclusivamente por corales blandos (Fig. 2). La exploración arqueológica y el análisis biológico de la Ofrenda 179, por su menor dimensión y cantidad de elementos, ya fue completada y es definitiva.
RESULTADOS
La caja de sillares que encierra la Ofrenda 178 mide 141 cm de lado, con orientación este a oeste, y 93 cm de ancho, con orientación norte a sur, y debido a que no se ha terminado su exploración (abril de 2023), se desconoce la profundidad. Hasta ahora se han explorado 35 cm en sentido vertical, de donde se han extraído más de 5 500 elementos, la mayor parte de ellos, organismos marinos. Por su parte, la caja de la Ofrenda 179, ubicada al este y a unos centímetros de la Ofrenda 178, mide 60 cm de lado en sentido este-oeste, 40 cm de ancho en sentido norte-sur y 40 cm de profundidad.
En la Ofrenda 178 se encontraron 147 colonias de corales blandos enteras, así consideradas por contar con la base con que estaban adheridas al sustrato arrecifal. Además, se registraron 266 lotes de fragmentos que posiblemente formaron parte de colonias enteras o que fueron depositadas de forma incompleta. En esta ofrenda, el primer nivel estaba compuesto por estrellas de mar, en un número mayor a cien individuos pertenecientes a tres especies características del Pacífico americano (Pentaceraster cumingi (Gray, 1840), Pharia pyramidata (Gray, 1840) y Nidorellia armata (Gray, 1840), obs. pers. Francisco Solís-Marín, ICML-UNAM). En el siguiente nivel fueron encontrados los corales blandos, que cubrían horizontalmente casi la totalidad de la ofrenda. Debajo de este nivel se encontraron otros organismos, entre los que sobresale un jaguar y un gran número de moluscos (especialmente conchas de gasterópodos y bivalvos). El siguiente nivel aún no ha sido excavado y sigue sin conocerse su contenido. Por su parte, en la caja de menor tamaño de la Ofrenda 179 se encontraron 15 colonias enteras de coral blando y 26 fragmentos. En total, para ambas ofrendas se conjuntan 454 colonias enteras y fragmentos de corales blandos (Tabla 1).
Ofrenda 178 | Ofrenda 179 | |||||
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Especie | Entera | Fragmentos | TOTAL | Entera | Fragmentos | TOTAL |
Pacifigorgia sp. 1 | 104 | 166 | 270 | 7 | 22 | 29 |
Pacifigorgia sp. 2 | 41 | 98 | 139 | 4 | 4 | 8 |
Pacifigorgia sp. 3 | 2 | 2 | 4 | 2 | 0 | 2 |
Pacifigorgia sp. 4 | 0 | 0 | 0 | 2 | 0 | 2 |
TOTAL | 147 | 266 | 413 | 15 | 26 | 41 |
Los ejemplares encontrados en estas ofrendas están compuestos por corales blandos del género Pacifigorgia, de la familia Gorgoniidae, suborden Holaxonia, orden Malacalcyonacea que corresponde a los corales blandos, subclase Octocorallia, clase Anthozoa, filo Cnidaria. Las gorgonias se caracterizan por presentar un esqueleto frágil y que, por el paso del tiempo, implica un manejo delicado para evitar que se rompa.
En total se registraron cuatro especies del género Pacifigorgia Bayer, 1951, sin embargo, por las condiciones de los ejemplares no se lograron asignar hasta el nivel de especie. Particularmente, en la Ofrenda 178 se registraron tres especies de Pacifigorgia, mientras que en la Ofrenda 179 se registraron las cuatro especies. En la Tabla 1 se muestran los números de ejemplares correspondientes a cada especie por cada ofrenda, y en la Figura 3 se incluyen ejemplares representativos de cada especie. La dimensión máxima de las colonias de gorgonias fue de 36 cm en su eje mayor, y en promedio las colonias midieron 10 cm.
Se considera que las dos ofrendas fueron inhumadas en el mismo ritual, quizá incluso el mismo día, hace aproximadamente quinientos años, ya que ambas yacían bajo un sello de argamasa de más de 30 cm de espesor, lo que indica que fueron depositadas durante el mismo evento ceremonial.
DISCUSIÓN
El número de ejemplares de corales encontrado en la Ofrenda 178, con más de 450 colonias y fragmentos, es el mayor jamás registrado para cualquier depósito ritual de la antigua ciudad de Tenochtitlan y específicamente de la Zona Arqueológica del Templo Mayor. Anteriormente, el mayor número de corales había sido encontrado en la Ofrenda 1, con 95 ejemplares, principalmente fragmentos del coral de fuego de las especies Millepora complanata Lamarck, 1816 y Millepora alcicornis Linnaeus, 1758, ambas residentes actuales del Caribe y Golfo de México (Calder & Cairns, 2009). En relación a la cantidad de gorgonias previamente encontrada, la Ofrenda 7 tenía el mayor registro, con 50 ejemplares. En cuanto a riqueza de especies, el mayor número de especies se encontró en la Ofrenda 126, una ofrenda particular por la cantidad y calidad de materiales depositados (Chávez et al., 2019), en donde fueron encontradas siete especies de corales (Medina-Rosas et al., 2022).
El trabajo de excavación de la Ofrenda 178 aún continua después de tres años debido a la cantidad y calidad de los elementos encontrados en las capas inferiores, que incluyen numerosos ejemplares de conchas y caracoles, y que por el estado de conservación y proceso de excavación arqueológica implica un trabajo delicado para su extracción. Se espera que se complete en unos meses más.
Las gorgonias son corales blandos que se distribuyen en todos los océanos tropicales, y son particularmente abundantes en la costa del Pacífico americano (Breedy & Guzmán, 2002; Sánchez et al., 2019). Las gorgonias pueden habitar tanto en zonas someras como profundas (mayores a 30 m). En algunas regiones, como en el Pacífico mexicano, existen diferencias en la composición de especies entre ambas profundidades (Sánchez et al., 2019). En esta región, los estudios sobre gorgonias son escasos y solo existen registros puntuales principalmente en el Golfo de California y en Oaxaca (Sánchez et al., 2019). Hasta el momento, se han reportado 34 especies, de las cuales 18 habitan en la zona somera (máximo 30 m de profundidad), aunque las colonias del género Pacifigorgia pueden encontrarse hasta 70 m de profundidad (Sánchez et al., 2019). Algunas especies del Pacífico mexicano son endémicas y se requieren más estudios para entender su biología y ecología, así como determinar su distribución batimétrica (Sánchez et al., 2019). En México, incluso se han descrito nuevas especies recientemente, como una proveniente de Oaxaca (Breedy et al., 2012). También es de particular interés la asociación que tienen las gorgonias con moluscos, crustáceos y equinodermos (Sánchez et al., 2016, 2019; Granja-Fernández et al., 2023). En ningún ejemplar del Templo Mayor se encontraron organismos asociados a las gorgonias. Se desconoce si es porque así procedían del océano o porque fueron limpiadas intencionalmente antes de depositarse como dones en las ofrendas. Además, los organismos asociados generalmente son pequeños y frágiles, por lo que es probable que, en caso de que no se hubieran retirado, el material se haya dañado o desintegrado con el tiempo.
Dentro de las regiones de México de donde podrían provenir los ejemplares del Templo Mayor, de acuerdo a la cercanía y el conocimiento histórico que se tiene de la época, hay que considerar las costas de Guerrero y Oaxaca, e incluso Chiapas, con una distancia mínima de 300 km de Tenochtitlan a Acapulco, y de más de 500 km hasta Oaxaca. Para la costa de Oaxaca hay estudios recientes sobre los corales blandos cercanos a Huatulco, con muestreos en dos sitios con profundidades máximas de 15 m, donde se encontraron siete especies, incluidas cuatro del género Pacifigorgia (Pacifigorgia adamsii (Verrill, 1868), Pacifigorgia engelmanni (Horn, 1861), Pacifigorgia pulchra (Verrill, 1870) y Pacifigorgia rutila (Verrill, 1868) (Abeytia, 2018); y en otros nueve sitios someros donde se registraron once especies, incluidas cinco de Pacifigorgia, las mismas cuatro del primer estudio más Pacifigorgia media (Verrill, 1864) (Abeytia et al., 2013). Con respecto a Guerrero, hay registros más antiguos e incluso especies que se describieron hace más de 150 años por Verrill (1868) con ejemplares de P. media y P. rutila que fueron recolectados en Acapulco.
Las colonias del género Pacifigorgia son las más abundantes en el Pacífico oriental tropical (Breedy & Guzmán, 2002). Hay especies de otros géneros como Leptogorgia, que pueden ser comunes y abundantes en estas costas (Abeytia, 2018). Las especies encontradas en las ofrendas 178 y 179 posiblemente correspondan a P. engelmanni, P. media, P. rutila o P. stenobrochis (Valenciennes, 1846), pero debido a las condiciones en que se encuentran los ejemplares no se pudo realizar la determinación específica. Estas especies tienen distribución actual en el Pacífico mexicano, P. engelmanni solo con registro en Acapulco, más amplia en P. media y P. rutila (registradas en el Golfo de California y en Acapulco, incluso en Centro América), y P. stenobrochis con un registro solo en Acapulco para México, aunque con mayor distribución en Centro América (Breedy & Guzmán, 2002). La especie P. eximia (Verrill, 1868) posiblemente también esté presente en las ofrendas, pero actualmente no tiene distribución en México; tiene registros en Costa Rica y Panamá (Breedy & Guzmán, 2002), por lo que se requieren más análisis de los ejemplares.
Uno de los problemas con las gorgonias, y en particular con los estudios sobre las 17 especies de Pacifigorgia del Pacífico americano, es que históricamente se han realizado con identificaciones incompletas o erróneas, incluso desde la descripción de las especies. En algunos casos, solo se cuenta con datos anecdóticos sobre la abundancia para ciertos sitios, por lo que la información es escasa y fragmentada, además de que se carece de mapas de distribución completos (Breedy & Guzmán, 2002).
Las gorgonias son organismos que se desarrollan principalmente en arrecifes rocosos, característicos de la costa pacífica de México, y en donde es posible encontrarlas en diferentes tipos de sustratos, como algas calcáreas o esponjas, y también roca o arena. Las gorgonias del Pacífico americano tienen reproducción sexual por planulación, por lo que generalmente cuando las larvas son liberadas, se asientan cerca de las colonias madre y forman parches de colonias de la misma especie (Breedy & Guzmán, 2002). Esto facilita la ubicación de sitios con alta abundancia de ciertas especies, como pudo haber sucedido con la recolecta de grandes cantidades de colonias, como las que se depositaron en la Ofrenda 178, pudo haberse realizado en sitios particulares de la costa, para ser destinadas a las ofrendas del Templo Mayor. Actualmente, la abundancia en ciertos sitios puede ser alta en zonas rocosas someras de la costa de Oaxaca, con abundancia relativa hasta de casi 30 colonias en ciertos puntos del arrecife rocoso (Abeytia, 2018). Es posible que hace 500 años las abundancias pudieron ser igual o mayores. Al considerar la abundancia actual de gorgonias, se habrían requerido visitar varios sitios en el mar o la playa, y un esfuerzo considerable de tiempo para conjuntar los más de 450 ejemplares que se depositaron en estas ofrendas.
Los corales blandos de estas ofrendas, así como los encontrados en otros depósitos rituales del Templo Mayor, pudieron haber sido recolectados directamente en arrecifes someros (hasta de un par de metros de profundidad), o incluso tratarse de colonias y fragmentos arrancados de sus sustratos en el fondo del mar, y depositados en la playa, ya que algunos corales pueden ser encontrados ahí naturalmente, usualmente después de tormentas que los arrastran hasta la orilla del mar. Aunque pudiera ser que los ejemplares hayan sido recolectados vivos, no hay evidencia para afirmar que los corales fueron inhumados en el Templo Mayor aún con vida. Algunos ejemplares tienen signos de erosión, fragmentación o desgaste por el tiempo y sustrato donde se encontraban, al igual que el resto del material que se ha encontrado en las excavaciones (Medina-Rosas et al., 2022).
Con respecto a ciertos aspectos arqueológicos de los corales de las ofrendas 178 y 179, es necesario considerar que estos depósitos rituales se localizaron al pie del Templo Mayor, en el sector meridional de la pirámide, consagrado al culto del dios solar Huitzilopochtli (López-Luján, 1993). Las ofrendas 178 y 179 están alineadas con la capilla del dios solar y de la guerra Huitzilopochtli. Ambas ofrendas tenían en su interior los restos esqueléticos de predadores que fueron vestidos con insignias y ornamentos de ricas materias primas, los cuales estaban relacionados simbólicamente con la guerra. En la Ofrenda 178 había un jaguar con símbolos bélicos y armas de madera. En contraste, la Ofrenda 179 contenía los restos de dos aves rapaces cubiertas con artefactos de oro, turquesa, jadeíta y concha que las vinculaban con Huitzilopochtli. La iconografía está directamente relacionada con el dios del Sol, por lo que es posible que ambas aves hayan sido depositadas en representación de este numen (López-Luján et al., 2022a). En el caso de la Ofrenda 178, donde se ubica un jaguar, aún no ha sido posible detectar los elementos e insignias que permitan identificar a este personaje y su posible función dentro del depósito, aunque se han encontrado armas y un ave rapaz, elementos mencionados directamente también con el dios del Sol (López-Luján et al., 2022a).
Durante la novena y más reciente temporada de exploraciones del Proyecto Templo Mayor se han detectado diversas cajas de ofrendas alineadas con Huitzilopochtli, incluidas las ofrendas 178 y 179. Este eje se proyecta hacia el poniente por la actual calle de Guatemala, donde se han hecho descubrimientos en los últimos años, como el templo Ehécatl Quetzalcóatl (dedicado al viento), el juego de pelota o el tzompantli (muro de cráneos humanos) (Barrera, 2019).
Al considerar los más de 200 ejemplares de corales encontrados previamente en las ofrendas exploradas por el PTM desde 1978 (Medina-Rosas et al., 2022), junto con los ejemplares de este estudio de las ofrendas 178 y 179, que incluye la ofrenda con mayor cantidad de corales jamás registrada previamente, se completa un total de 691 ejemplares de corales, tanto arrecifales, blandos, de fuego y negros, en 38 ofrendas (de 209 estudiadas) en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Se espera que este número siga aumentando en el futuro conforme siga avanzando la exploración arqueológica del recinto sagrado.