Con motivo de la publicación de Historia de la pediatría militar, el jueves 25 de noviembre de 2018, en el auditorio de la Escuela Militar de Medicina, se llevó a cabo la presentación formal de dicho libro, cuyos autores son: el general de brigada médico cirujano (MC) Luis Limón Limón, el coronel MC José Guadalupe Arizmendi Dorantes y el teniente coronel MC Víctor Jesús Sánchez Michaca. Como colaboradores en la obra figuran el general de brigada MC Maximiliano Rentería Ibarra, el general brigadier MC Octavio C. Martínez Natera y el teniente coronel MC Alberto Peña Rodríguez. Tuve el honor de ser quien llevara a cabo la presentación del volumen, el cual reseño a continuación.
Iniciaré con una breve descripción física del libro, que consta de 126 páginas tamaño carta, en papel mate y texto a dos columnas, lo que facilita su lectura. El contenido está dividido en ocho capítulos, más uno de anexos.
La obra es muy prolija en cuanto a los nombres y fechas en que se menciona que cada pediatra cursó satisfactoriamente su formación dentro del Servicio de Sanidad Militar. Por cierto, en estos tiempos donde se busca la equidad de género, llama la atención que aún no contamos con ninguna mujer médico militar graduada como cirujana pediatra. ¡Seguramente, pronto será una realidad!
Muy detallada también resulta la descripción de la diosa Coatlicue, su vínculo con la pediatría militar y las peripecias y vicisitudes que ha tenido como imagen distintiva de la Sociedad Mexicana de Médicos Militares Pediatras «Jesús Lozoya Solís» A.C. (Figura 1).
El libro es abundante en imágenes, algunas de ellas poco conocidas e incluso inéditas, lo que le da un carácter de rica fuente iconográfica (Figura 2).
De la misma manera, más allá de las descripciones estrictamente históricas, sin duda muy importantes, la obra es particularmente pródiga en anécdotas personales, relatadas por los protagonistas de los eventos descritos, lo que además de hacer de su lectura un momento muy ameno la convierte en una fuente primaria de información.
El texto consta de un aparato crítico estructurado y suficiente para respaldar y referenciar los datos citados, puesto que buena parte de ellos son producto de los testimonios de los autores, es decir, se trata de información de primera mano.
Como pudimos escuchar de los ponentes, o leer en el libro quienes ya hemos tenido el placer de consultarlo, la pediatría, en particular la militar, en tanto especialidad es, por decirlo de forma metafórica, una joven “criatura” que ha tenido un desarrollo acelerado para alcanzar, en menos de 100 años (apenas tiene 90) los niveles de excelencia que actualmente ostenta gracias a la incansable labor de nuestros maestros y compañeros especialistas.
Sin duda, esta “criatura” ha tenido excelentes médicos encargados de su cuidado, de ahí su gran desarrollo.
Pero, aunque en apariencia estábamos conscientes de la mayoría de logros de nuestros pediatras militares, no existía una obra que condensara y resumiera los orígenes y el devenir de este selecto grupo de exitosos médicos, cómo se formaron y la manera en que se asociaron, dando origen a una las sociedades más sólidas y organizadas en su tipo, la cual lleva el nombre del Dr. y general Jesús Lozoya Solís, gran personaje sin el cual la historia de esta disciplina en México no hubiera tenido tales resultados.
En el texto se detalla la influencia del Dr. Lozoya Solís en la pediatría militar, los orígenes de esta especialidad, así como su nacimiento y transformación al interior de nuestro medio hasta lograr la profesionalización y el alto grado de especialización y nivel académico que actualmente ha alcanzado.
De modo tal que este magnífico libro vino a ocupar un gran vacío al llenar las lagunas de información y satisfacer los reclamos de los investigadores de la historia de la ciencia en nuestro país que, si bien también reconocen la gran influencia de los médicos militares en la pediatría nacional, no contaban con fuentes escritas para poder citar y sustentar correctamente sus argumentos o conclusiones.
El perfil profesional o formativo del médico militar de finales del siglo XIX y principios del XX no estaba diseñado para atender niños. El plan de estudios de 1917 solo incluyó Ginecología y Obstetricia, y dentro de ella, Nociones de Puericultura (como un mero agregado a Obstetricia). Como se detalla en la obra, fue hasta 1928 cuando apareció Pediatría como materia independiente en el currículum académico de nuestra Escuela Médico Militar.
Como hecho curioso haré notar que en un verso de nuestro himno nacional se menciona que: “Un soldado en cada hijo te dio”, pero nada dice respecto de que cada soldado generalmente tendrá muchos descendientes y, como derechohabientes, la salud de esta gran cantidad de niños estará al cuidado de los médicos militares.
Personalmente, creo que al ser el Ejército Mexicano la primera institución en el país en encargarse de la salud de sus trabajadores derechohabientes (los militares activos y retirados) mediante el Servicio de Sanidad Militar, este último sirvió de modelo, de ejemplo, para que en 1943 su estructura fuera replicada en gran medida con la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Debemos recordar que los sexenios de los generales Cárdenas y Ávila Camacho (1934 a 1946) fueron determinantes para el fortalecimiento del Servicio de Sanidad Militar y, con base en él, también para la creación de la seguridad social en México y la extensión de sus beneficios a la mayoría de los trabajadores de la nación.
En 1943, simultáneamente a la creación del Seguro Social, se inauguró el primer hospital para niños, en el cual, además de la labor estrictamente asistencial, se contó con investigación y, por primera vez en Latinoamérica, con un programa de formación de médicos especialistas en Pediatría. Me refiero, desde luego, al Hospital Infantil de México, concebido, planeado, creado, dirigido y operado por médicos militares.
Con la apertura de este hospital, se inició en México y en el resto de América Latina la profesionalización e institucionalización de los pediatras en todos estos países, mismos que a partir de este momento se fueron formando como especialistas en la atención de los niños, siempre de la mano firme pero bondadosa de los médicos militares.
Porque sin temor a equivocarme, no se puede concebir la pediatría mexicana sin la presencia, la influencia, la labor cotidiana y el genio creativo de los especialistas del ejército nacional.
Hoy es motivo de gozo el nacimiento de esta obra como una nueva integrante dentro de la escasa historiografía del cuerpo médico militar, del cual siempre he dicho que es un medio con mucha historia, pero muy mala memoria.
Concluyo con dos frases dirigidas especialmente a las nuevas generaciones de alumnos de la Escuela Militar de Medicina1:
¿Quieres vivir mil vidas? Lee libros… ¿Quieres vivir para siempre? ¡Escribe!
¡Si no está escrito, no existe!
¡Maestros, muchas felicidades y muchas gracias por su libro!