En agosto de 2024, tanto en México como en una buena parte de los países de América Latina, se cumplirán dos años del regreso generalizado de alumnas(os)1 a la educación presencial después de la crisis sanitaria por covid-19. Desde inicios de esta pandemia, los especialistas en educación externaron que los sectores más afectados por el cese de clases presenciales serían los estudiantes, profesores y las escuelas con menores recursos como consecuencia de las debilidades económicas, la brecha digital y las afectaciones propias de la enfermedad. Con el pasar de los meses, las familias, los estudiantes y el mismo profesorado externaron la necesidad de la educación presencial, ya que la escuela no solo es el edificio sino un espacio de formación, convivencia y, para muchos, un lugar donde se pueden atenuar las disparidades del alumnado.
La covid-19 y el distanciamiento social pusieron en evidencia las carencias de los sistemas educativos que no habían sido atendidas. Lo más evidente fue que la escuela (independientemente del nivel escolar) no estaba preparada con modelos pedagógicos robustos centrados en la atención de los alumnos. Por el contrario, cuando los cursos se mudaron a plataformas como Zoom o se transmitieron clases por televisión abierta se mostró que continuaba vigente el modelo expositivo, donde el maestro dirigía un monólogo a los alumnos sin ninguna interacción de por medio. Así, después de reformas curriculares apoyadas en el constructivismo o las competencias, sus principios no se habían incorporado del todo en la práctica docente. Además, esta pandemia mostró que las tecnologías de la información y la comunicación requieren de sustentos didácticos especiales y la formación de maestros, porque de lo contrario únicamente son medios que reproducen imágenes y textos que no necesariamente interpelan a los estudiantes. Es decir, una tableta o teléfono móvil sin trabajo didáctico previo no es innovación educativa.
Una de las debilidades que expuso la contingencia sanitaria fue la generalización que se hizo de la escuela en los discursos políticos y de los medios de comunicación. Poco se matizó la gran distinción entre los niveles educativos que, si bien tienen el objetivo de formar ciudadanos, hay especificidades que se estructuran de acuerdo con el grado escolar; por ejemplo, preescolar tiene complejidades que no se encuentran en la educación superior y viceversa. Sin embargo, entre 2020 y 2022, cuando se trataba a la escuela, se apelaba a la totalidad del sistema educativo, incluyendo a los alumnos y maestros. Por su parte, el docente se puso en el centro de las conversaciones cotidianas, puesto que se comprendió que su ejercicio profesional es complejo. Así, se entendió que el maestro no es un cuidador de niños sino el tomador de decisiones de minuto a minuto para conseguir edificar aprendizajes. En el momento en que a este profesional se le trasladó a una pantalla, los alumnos y sus familias comprendieron la trascendencia de su tarea.
Así, la pandemia y el cierre de la educación presencial llevaron a la escuela a pasar por un momento de disrupción, pues no se sabía bien a bien cómo responder y bajo qué enfoques pedagógicos. Lo que llevó a que cada maestro e institución tomara decisiones en el momento y realizara adaptaciones a su práctica docente. Se considera que en un momento donde la salud era la prioridad, las autoridades educativas, los directores y maestros hicieron lo que fue posible.
Al realizar búsquedas en bases de datos sobre covid-19 y educación hay pocos estudios que reporten cómo fue el regreso a clases presenciales de los estudiantes. La comunidad de investigadores educativos necesita indagar: ¿Qué pasó con los alumnos en sus estilos de aprendizaje? ¿Qué ha sucedido con las prácticas docentes? ¿Cómo una pandemia de este tipo ha influido en recientes reformas curriculares? ¿Qué ha pasado con las generaciones de alumnos que se formaron entre 2020 y 2022?, ¿cuáles son sus prácticas estudiantiles?, ¿presentan lagunas de conocimientos? Para tales cuestionamientos no hay respuestas exactas, lo que se necesita son estudios situados, discusiones con tomadores de decisión, seguimientos a los estudiantes, solamente por mencionar algunas acciones. Pero lo que no podemos hacer como comunidad de estudios es voltear la mirada a otro lado e invisibilizar un suceso altamente significativo para la humanidad.
El número 102 de la Revista Mexicana de Investigación Educativa se conforma por nueve artículos y dos reseñas. La primera contribución se titula “Posiciones sobre profesionalización docente en el discurso de los organismos internacionales”, donde a partir de la revisión de los discursos de tres agencias globales -la Organización de Estados Iberoamericanos, la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura y el Banco Interamericano de Desarrollo- se ubicó el posicionamiento de profesionalización docente y orientaciones de política educativa. Los resultados muestran que la profesionalización docente no es un concepto único; por el contrario, es un híbrido donde cada organismo destaca ciertos elementos como la gestión del personal, el fortalecimiento del maestro y su reivindicación. El segundo trabajo tiene por nombre “Trayectorias de desarrollo profesional de docentes de primaria. Un análisis de la evaluación del desempeño”. A partir de relatos de vida y biogramas a seis profesores de educación básica mexicana se comprende las trayectorias profesionales de estos sujetos y su vínculo con la participación en programas de evaluación de desempeño. Así, el recorrido de formación profesional de los maestros abre con la preparación en escuelas normales, enseguida se dirige a la obtención de la definitividad, para dar paso a la formación continua y la incorporación de los programas de promoción a través de evaluación.
La tercera contribución es “Una mirada sistémica en la producción de expectativas laborales de las carreras de ingeniería”. A partir de un análisis cuantitativo se analizan las expectativas de los estudiantes de la licenciatura en Electrónica e Ingeniería en Mecatrónica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. En los resultados destaca que los estudiantes seleccionaron dichas carreras debido a un conjunto de factores como el personal, laboral y escolar. El cuarto texto se denomina “¿Quién asiste a la escuela privada en Argentina? Análisis de los factores explicativos según la localización geográfica”. Los resultados de la investigación ponen atención en la desigualdad escolar que se entrevé por quienes asisten a la escuela estatal o privada. En ese país el nivel secundario, equivalente a la educación media superior mexicana, es obligatorio, lo que implica que el Estado debe garantizar el acceso a los estudiantes y la calidad de la educación que reciben. No obstante, en la Argentina un número importante de alumnos acude a escuelas privadas donde tiene un peso significativo el ingreso de las familias y su escolaridad.
La quinta aportación se titula “Entre necesidades y lujos. El gasto educativo de los hogares en México”, en el que se atiende al consumo de las familias mexicanas en educación ante los cambios económicos y demográficos. Para ello se hace un análisis de los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de México (2020). En los hallazgos se da a conocer que los hogares urbanos dedican mayores recursos a la educación de sus hijos en contraste con las zonas rurales. Es revelador el hecho de que en cuanto las familias acceden a mayores ingresos, inmediatamente invierten en un mayor consumo educativo. El sexto artículo se denomina “Consolidar la reflexión pedagógica para mejorar las prácticas en el aula a partir de un programa de escritura profesional docente”. A partir de la producción de textos, maestros de educación primaria desarrollan un análisis de su ejercicio profesional.
La séptima contribución “Experiencias de estudiantes de psicología durante las clases en línea y en las clases presenciales” muestra que durante la educación remota de emergencia por covid-19, los alumnos reconocieron que pudieron economizar tiempos y recursos en su formación. Paralelamente, advirtieron que los cursos presenciales son más favorables para la construcción de aprendizajes, ya que se requiere de una interacción con maestros y compañeros que las clases en línea no ofrecen. El octavo artículo, bajo el título “Liderear el trabajo escolar durante la pandemia: desafíos colectivos y posibilidades para innovar”, presenta los resultados de una investigación cualitativa en la telesecundaria mexicana. En los hallazgos se devela que el papel del director escolar en tiempos difíciles es trascendental para el bienestar de los maestros y el vínculo con estudiantes, lo cual promueve el aprendizaje de los alumnos. El noveno texto “Educación y pandemia de covid-19: ¿abandono, desconexión o distanciamiento escolar?” muestra el desequilibrio que provocó en las trayectorias de los estudiantes de secundaria la ausencia de clases presenciales. Así, más que abandono o deserción de la escuela estos alumnos experimentaron desconexión escolar.
Además, este número cuenta con dos reseñas. La primera sobre el libro Ciudadanía y educación en Latinoamérica. Proyecto Ciudadano, una apuesta para principios del nuevo siglo. La segunda acerca de la obra Política, programas y reformas educativas. Significaciones y recreaciones. Los invito a revisar las contribuciones de este número.