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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.15  Tijuana ene./dic. 2024  Epub 29-Jul-2024

https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.2775 

Artículos

Espera, vida cotidiana y subjetividad en población transmigrante en la frontera sur de México

Guillermo Rosales Cervantes1 
http://orcid.org/0000-0001-5762-025X

11 El Colegio de la Frontera Sur, México, guillermo.rosales@guest.ecosur.mx


Resumen

El artículo se centra en las construcciones subjetivas que las personas (transmigrantes) desarrollan en la ciudad de Tapachula, Chiapas, en su tránsito hacia Estados Unidos. Se realiza un análisis de contenido cualitativo a partir de entrevistas semiestructuradas a profundidad para comprender las formas en que los individuos se relacionan con las estructuras sociales e intentan subvertirlas o transformarlas por medio de estrategias que les permiten sobrellevar la situación de espera. La inmovilidad dentro de la movilidad humana y cómo en ella se tejen nuevas subjetividades representa el rasgo de originalidad de este artículo. Se concluye que la marginación estructural a la que son sometidas las personas transmigrantes puede superarse por medio de acciones que, a pesar de su apariencia inocua, cuentan con un potencial simbólico considerable para desestabilizar los discursos hegemónicos que establecen una separación entre formas de existir, concepciones y maneras de proceder en el mundo.

Palabras clave: 1. identidad; 2. transmigración; 3. paciencia; 4. Tapachula; 5. Guatemala-México

Abstract

This text focuses on the subjective constructions that people (transmigrants) develop in the city of Tapachula, Chiapas on their way to the United States. A qualitative content analysis is carried out based on in-depth semi-structured interviews to understand the ways in which individuals relate to social structures and try to subvert or transform them through strategies that allow them to cope with the waiting situation. Standby. Immobility within human mobility and how new subjectivities are woven into it represents the trait of originality of this article. It is concluded that the structural marginalization to which transmigrants are endured can be overcome through actions that, despite their innocuous appearance, have considerable symbolic potential to destabilize hegemonic discourses that strengthen a separation between ways of existing, conceptions and ways of proceeding in the world.

Keywords: 1. identity; 2. transmigration; 3. patience; 4. Tapachula; 5. Guatemala-Mexico

Introducción2

Las personas en movilidad se constituyen como sujetos al fragor de las tensiones jurídico-políticas con las autoridades de los territorios por los que cruzan, y en dicha constitución juegan un rol importante los conflictos propios del capitalismo global (Cordero Díaz et al., 2017), así como las prácticas transnacionales de las que participan los migrantes, entendidas como un proceso de formación de más de una nación en el que se trastornan y transforman las estructuras establecidas de las diferentes naciones con las cuales mantienen contacto (Coraza de los Santos, 2014).

Las prácticas y contradicciones al interior del “sistema mundo” (Wallerstein, 2005, p. 40) han generado una reorganización planetaria de las sociedades. Tal reestructuración debe verse más allá de una óptica verticalista tanto gubernamental como empresarial y dejar de manifiesto el trasfondo: las nuevas formas de resistencia que, en paralelo a la rearticulación hegemónica, configuran nuevos lenguajes, prácticas, espacios y formas de desobediencia buscan construir una existencia que en lo posible se aparte de las reglas y lógicas del capital como condición primigenia de gestación de un horizonte de posibilidad.

La gestación de ese horizonte implica desvelar la tensión existente en territorios fronterizos entre el nacionalismo estatal y la imaginación popular (Grimson, 2000). Así mismo, invita a ir más allá del análisis dicotómico de lo político-ideológico al incluir lo solidario en la construcción de las territorialidades, un campo en el que puedan ser integradas las redes de amistad o de pareja (Coraza de los Santos, 2014). Se trata de dar el salto a la conformación de una identidad transnacional que lucha contra la discriminación que produce esa invención humana, denominada ciudadanía (Chomsky, 2014), la cual establece un orden legal que obliga a las personas a permanecer dentro de la unidad política de nacimiento y que vuelve ilegal su presencia fuera de esta si no se realiza por los cauces establecidos en la norma.

La migración puede ser concebida como un acto de desobediencia al “régimen global de fronteras” (Varela Huerta, 2019, p. 101). No obstante, enmarcar la movilidad humana solo en la órbita de lo económico impide observar un espectro más amplio de lo que las movilidades representan. La primacía de la perspectiva económica puede conllevar, de igual manera, al no reconocimiento de otro tipo de elementos que generan movilidad, como las amenazas, las violencias de distinto tipo, las diferencias de carácter político o el viaje solidario con un familiar o amigo. Y no solo eso: el abordaje económico circunscribe el análisis al reconocimiento de un solo tipo de frontera, la de corte político-administrativa. En consecuencia, se soslayan dinámicas, lógicas y tensiones que se desarrollan más allá de la acción económica.

Las prácticas, dinámicas, relaciones y, sobre todo, los significados construidos por las personas en movilidad tenderán al reconocimiento de principios que afirmen su condición de humanidad, que no remite solo a una situación legal o a una adscripción estatal. Parafraseando a Melucci (2002), puede afirmarse que, con su presencia, estas personas buscan alterar la lógica dominante en el terreno simbólico: pretenden cuestionar la definición de los códigos, la lectura de la realidad. Por medio de su existencia ofrecen otros modos de definir el significado de la acción individual y la colectiva.

Actúan como un medio de comunicación al alumbrar lo que el sistema oculta de sí mismo: su grado de silencio, violencia e irracionalidad velado en los códigos dominantes. Las personas migrantes anuncian a la sociedad que algo más es posible, un mundo donde la alteridad no implique discriminación ni jerarquías; su desplazamiento es una expresión de lucha (De Sousa Santos, 2014), una lucha que se libra día a día en el campo de las relaciones humanas cotidianas, donde van perfilándose espacios de “conflictividad constitutiva” (Gandarilla, 2012, p. 197).

La actuación cotidiana puede ser considerada como política en virtud del desafío que representa para los principales valores normativos de una sociedad, en la que se inserta una persona de origen distinto. Lo cotidiano desvela la dimensión crítica y política de acciones que por su naturaleza son consideradas inofensivas en contextos normalizados, pero que adquieren relevancia en entornos diferenciados (mundial, regional, nacional, local y personal). En ellos pueden apreciarse tensiones, negociaciones y luchas que tienden a la exigencia del respeto a los derechos humanos como condición para una vida mejor.

Se parte de una premisa básica: la acción cotidiana de las personas en situación de espera -en paralelo con otros desafíos civilizadores, como el feminismo y el cambio climático- contribuye a la desestabilización de los metarrelatos de la modernidad que tienden a invisibilizar a las personas migrantes. Este tipo de faenas habituales cuentan con una capacidad de fractura que se hace patente en los espacios de convivencia cotidiana. El objetivo, entonces, será comprender la forma en que es transformada la subjetividad de las personas migrantes por la vía de acciones, prácticas y discursos cotidianos que se desarrollan en una situación de espera, la cual interrumpe de forma transitoria su desplazamiento.

Lo que a continuación se presenta es un trabajo estructurado a través de una combinación de emociones expresadas a través del sufrimiento, dolor, frustración, impotencia, rabia y resignación humanas, que son combinadas con esperanza, deseo, valentía, voluntad, imaginación, alegría, anhelos y expectativas de futuro de las personas que día con día engrosan las filas del grupo pluricultural en la frontera sur y que llevan a cabo una lucha nómada, que no se rinde ante formas de organización jurídica, sociopolítica y económica que buscan encapsular su existencia.

El trabajo está estructurado en seis apartados: el primero es una breve nota metodológica; en el segundo se plasma el marco teórico de referencia que enmarcará el análisis; en el tercero se centra la atención en una breve descripción de la dinámica en Tapachula; en el cuarto se expone el cúmulo de elementos que inciden en la construcción de la experiencia social de la espera; en el quinto, el debate se enfoca en la relación entre trabajo y subjetividad como fórmula que permite la apertura de horizontes de posibilidad; el sexto y último está destinado a las reflexiones finales.

Nota metodológica

Las situaciones de espera resultan no solo aleccionadoras para quienes las padecen, sino también para quienes llevan a cabo su estudio. Al tratar con personas en esa condición fue necesario desarrollar una forma de aproximarse al tema que tendió a alejarse de la recurrente práctica extractivista del investigador que llega, entrevista y se retira. En este caso se optó por recuperar el aspecto de vinculación con el otro, para lo cual fue necesario conocer sus preocupaciones, dialogar en numerosas ocasiones con las personas, compartir experiencias, espacios, tiempo, angustias y hasta alimentos. Se requirió esperar a que los migrantes tuvieran la suficiente confianza para compartir su vivencia en este proceso de construcción de sus proyectos de vida. La apuesta por esta forma de acercamiento a los participantes respondió al hecho de dejar de manifiesto ¿qué representan estas personas para quien investiga?; ¿por qué es importante lo que viven?; ¿cómo establecer una forma de investigación que permita apreciarlos más que como mero objeto de estudio? En el fondo, lo que se pretendió fue dejar de ocultar lo afectivo en el proceso de investigación.

Para el logro del objetivo fue indispensable la realización de entrevistas a profundidad con 25 personas transmigrantes3 de distintas nacionalidades: tres salvadoreños, cuatro hondureños, nueve haitianos, cinco nicaragüenses, dos cubanos y dos venezolanos. Las entrevistas siguieron un guion semiestructurado, articulado con base en los siguientes ejes temáticos construidos de acuerdo con el objetivo de la investigación: 1) tiempo de espera, 2) actividad laboral, 3) vinculación social,

4) experiencia migratoria, y 5) estrategias de sobrevivencia. Las personas debían cumplir con las siguientes características: tener al menos tres meses de residencia en la ciudad de Tapachula, haber realizado el trámite de regularización y continuar con este ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), desempeñar actividad económica en el sector formal o informal, y contar con un lugar de alojamiento ajeno a los albergues que acogen a la población migrante en la ciudad.

Aunada a las entrevistas se llevó a cabo la observación participante en las tres sedes de la Comar donde se realizan las distintas etapas del proceso de regularización, así como en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración (INM). Así mismo, el estudio se vale de pláticas informales sostenidas en las afueras de las instancias gubernamentales antes referidas, así como en los alrededores de los mercados San Juan y Sebastián Escobar y en los parques Miguel Hidalgo y Bicentenario.

Elementos teóricos de interpretación

En el tema de las movilidades -en específico la realizada por las personas transmigrantes- cobra relevancia uno de sus elementos: la inmovilidad. Por paradójico que parezca, el fenómeno del desplazamiento de las personas trae consigo etapas en las cuales, ya sea por obligación o por decisión propia, es preciso detenerse, hacer una pausa. Esta suspensión del desplazamiento humano o situación de espera se ha convertido en un tema clave para las ciencias sociales, en virtud de las consecuencias que esta circunstancia produce en la existencia de los seres humanos, ya sea porque inhibe su capacidad de respuesta; porque exalta la imaginación, elemento constitutivo principal de la subjetividad moderna (Appadurai, 2013); porque incide en las prácticas y acciones cotidianas que se llevan a cabo, o bien, porque vincula la cotidianeidad con amplios procesos de poder (Wurtz, 2019).

Esta combinación entre espera y subjetividad es pertinente para contar con un marco analítico que posibilite comprender la forma en que las personas asumen la situación de espera, y cómo esta conforma un tipo de subjetividad específica a lo largo de su estadía para ser capaz de cuestionar las estructuras sociopolíticas, económicas y culturales presentes. Es en el ejercicio de politización de la vida cotidiana donde puede observarse un desafío a los sistemas de dominación que en el nivel micro se expresan. Esa afrenta abre la posibilidad de disputar la legitimidad de las medidas gubernamentales.

La producción en materia de espera resalta distintos elementos característicos de esta situación. Carenzo (2010) resalta el hecho de que este fenómeno es culturalmente moldeado y se expresa en la producción de un particular manejo del tiempo. El factor tiempo es secundado por otros trabajos donde se señala la existencia de una temporalidad de la espera “basada en la relación recíproca entre las imaginaciones del futuro y la experiencia de esperar en el presente” (Stasik et al., 2020,

p. 2). Una temporalidad de la espera obliga al diálogo entre el futuro distante y las actividades en esencia mundanas del presente. Mientras las personas esperan futuros imaginados y eventos dramáticos en el horizonte lejano, actúan de maneras que tienen consecuencias inesperadas.

Las propiedades y potenciales divergentes de la espera combinan duda, desilusión y esperanza con planes a largo plazo, el estancamiento forzado y el cambio emergente (Stasik et al., 2020). Como consecuencia de esta espera, las personas pueden tejer o consolidar relaciones interpersonales que sentarán las bases de su entendimiento del presente y el futuro, hecho que permitirá crear caminos alternativos al tentar activamente al destino por medio de la acción social y política. Así, la espera pasa de estar considerada como un desperdicio de tiempo o bloqueo de la acción (Gasparini, 1995), a una situación donde las personas muestran su dinamismo al usar su creatividad para construir nuevas formas de ser e interactuar con la sociedad de acogida (Grabska, 2020). Las restricciones a la movilidad impuestas por las estructuras de poder generan “micropolíticas cotidianas de la espera” (Oldfield y Greyling, 2015, p. 1101) como efecto colateral, formas de colaboración e intercambio forjadas de manera colectiva que pueden abrir futuras oportunidades de acceso a recursos escasos, al interpelar el ordenamiento jurídico-político imperante.

Las prácticas que se desarrollan de forma cotidiana tejen distintos grados de sociabilidad. En ellas se expresan distintas formas de manejo en el tiempo y del tiempo; son esfuerzos de autodeterminación que se definen como formas de agencia que pueden ser conceptualizadas como “tiempo de trabajo” (Flaherty, 2002, p. 380). Como producto de este tiempo de trabajo, las personas pueden construir sus propias circunstancias, ya que -contrariamente a considerarse individuos a merced de fuerzas externas- ellas pueden ejercer medidas de autodeterminación que van configurando el paso del tiempo por medio de la “microgestión de la experiencia temporal” (Flaherty, 2002, p. 380).

Como señala Debele (2020), la espera, como premisa temporal, subyuga y da lugar a sujetos sometidos que están y son constituidos por prácticas consideradas como resistencia a aquello que los oprime y da sentido a su situación. En consecuencia, todo proceso de espera no existe fuera de las formas históricas de interacción y de economía global que subyacen a todo tipo de relación humana y de formación del sujeto. La espera es considerada como un terreno sobre el cual las personas llevan a cabo ejercicios reflexivos y de modelación de sus nuevas experiencias emergentes que a su vez constituyen diferentes tipos de subjetividades. En el proceso de construcción de estas últimas incide una “angustia temporal” como experiencia emocional de los sujetos políticos en ciernes (Debele, 2020, p. 57).

El fomento del intercambio y la reciprocidad en la espera proporciona un sentido de pertenencia, aumenta las oportunidades individuales de progreso y crea espacios para la práctica política y económica compartida (Ibrahim y Bize, 2018). La experiencia de las personas, al verse forzadas a períodos prolongados de inmovilidad -ya sea a través de la marginación estructural, la opresión política o el desplazamiento forzado-, en última instancia también puede conducir a protestas y otras formas de acción política directa (Stasik et al., 2020). Las subjetividades que se constituyen en esta temporalidad tienen por objeto mitigar la angustia temporal al narrar sus vidas desde el punto de vista de lo que significa esperar. Los recuerdos sirven como depósitos de esperanza para el futuro y consuelo para el presente mientras esperan. Este ejercicio es fundamental para superar la angustia temporal, ya que ofrece una perspectiva de los almacenamientos de las historias pasadas (Debele, 2020).

Después de su incursión a un territorio, la espera somete al sujeto a la voluntad del Estado que pone a su disposición el destino de la persona. Esto hace que la espera sea un escenario de confrontación con la burocracia estatal y los obstáculos administrativos relacionados con esta (Auyero, 2016). Esto, a su vez, da forma a la personalidad, la conciencia, las emociones y las experiencias, así como a los métodos de lucha que representan incentivos para la transformación y movilización hacia el cambio social. Las personas pueden ser modeladas por las disposiciones de los gobiernos, no obstante, por medio de sus actos, ideas e imágenes ellas reconfiguran tanto a esos mismos Estados como al sistema internacional en su conjunto (McEvoy-Levy, 2014). La espera, además de atributos creativos, posee una dimensión transformativa (Akinyoade y Juius-Adeoye, 2017).

En situaciones de espera, dos elementos cobran particular relevancia a la hora de construir subjetividades: las nociones de transición y senda. La primera centra el análisis en la temporalidad y la secuencia y no en la dirección. La transición implica direccionalidad, transformación y generar comunidad a través de un marco de experiencias y expectativas compartidas; es literalmente atravesar de una condición a otra (Carling, 2015). Por su parte, la senda sugiere la existencia de una multiplicidad de opciones a elegir. No obstante, será la interacción entre el plano social y el individual la que influya en la elección; así existirá mayor proclividad a rutas que han sido recorridas de forma previa por otros.

El cambio social descansa en el aprovechamiento de caminos que fueron trazados con antelación, con lo que se sugiere que el repertorio de caminos se construye socialmente y se mantiene de forma individual (Carling, 2015). Las experiencias previas dejan huellas socialmente significativas que permiten abrir el abanico de oportunidades para la elección. Este proceso no está exento de negociaciones, fricciones, decepciones y éxitos; por el contrario, es la combinación de todo esto lo que posibilita que el panorama de los caminos sea dinámico y responda a contextos cambiantes.

El sufrimiento representa un componente consustancial a la espera; puede conducir a la perplejidad, pero también permite generar preguntas políticas trascendentes y demandas para comprender qué sucede y por qué. La espera fronteriza engendra desvelo y vigilancia, involucra permanecer expectante a todo tipo de acontecimiento que tienda a su disminución y requiere pensar de manera permanente en la situación por la que atraviesa la persona (Khosravi, 2021); así mismo, demanda una actualización constante en materia de procedimientos administrativos, instituciones, instrumentos legales y convenciones, recopilación de documentos, generación de nuevos recursos, renovación de redes y, al mismo tiempo, estar alerta a los acontecimientos del entorno y a una posible deportación. La espera se constituye en “temporalidades múltiples y relacionales y a través de estas” (Khosravi, 2021, p. 203).

Lo que mantiene despierta a la persona en una situación de espera prolongada no es medir el tiempo “cronológico, cronos, sino perseguir momentos de potencial apertura, kairos” (Khosravi, 2021, pp. 205-206). Es la interacción constante entre el ahora y el futuro todavía no realizado lo que genera las visiones y prácticas esperanzadoras; incluso en forma de ensoñación, estas prácticas son agentivas. Como puede evidenciarse, la espera es a la vez un proceso y una práctica; es una lucha interminable para resistir y exigir el derecho a participar; oscila entre la actividad y la pasividad, y entre la paciencia y la impaciencia (Dobler, 2020). Aquellos que esperan pueden hacerlo en competencia con otros o bien el compartir la misma situación puede ser el germen de una crítica a la estructura social imperante y una base para la acción social.

La ciudad de Tapachula

Una forma se situar el fenómeno que se va a analizar es por medio del reconocimiento de la conformación histórica de la región sur de México que persiste en la experiencia milenaria de la población que la integra (Fábregas Puig, 1990). En ella coexisten y conviven una multiplicidad de

regiones, lenguas, culturas, tradiciones, maneras de organización social y producción económica, distintos niveles educativos y formas variadas de consolidación del territorio. Es en este escenario donde se encuentra inscrita la dinámica de movilidad y, dentro de esta, la migración en Tapachula. El transnacionalismo en esta ciudad fronteriza del estado de Chiapas (Martínez Velasco, 2012) es una nueva expresión de la manera en que se ha construido este espacio. Este último hecho se suma a las características cimentadas en “relaciones históricas, culturales, familiares y de relacionamiento social y económico que datan de tiempos prehispánicos a coloniales y de la independencia y están presentes aún hoy” (Coraza de los Santos, 2018, p. 29).

En consecuencia, tal como señala Coraza de los Santos (2018), el transnacionalismo que experimenta Tapachula no es un hecho reciente, sino que proviene de una historicidad de movilidad transfronteriza y migración forzada y no forzada, que dibujó el perfil de esta ciudad con el correr de los siglos. En este espacio se desenvuelven e interactúan normativas de la Modernidad y se desarrollan acciones y discursos cotidianos expresados por las personas que imaginan una vida mejor a través de su actuar cotidiano. Este tipo de interacción puede producir agendas de una comunidad más amplia para el empoderamiento colectivo al construir una visión de futuro con menor grado de incertidumbre.

La vida de las personas en Tapachula se encuentra atravesada por situaciones en las que debe o quiere esperar. La primera circunstancia es producto de las disposiciones gubernamentales; la segunda, muestra su capacidad de agencia. Recobrar el manejo del tiempo les permite a las personas organizar sus pensamientos, estrategias y medios de acción para transformarse en participantes activos en el arduo proceso de aguardo que experimentan en la ciudad.

Tapachula ha sido concebida como punto de tránsito (Anguiano Téllez, 2008), estancia temporal y de destino con perfiles migratorios diversos en función de la nacionalidad, la edad y la situación migratoria (Organización Internacional para las Migraciones, 2021). La ciudad contiene espacios socialmente marginados (Álvarez Velasco, 2010) como el parque Miguel Hidalgo, el cual también representa un sitio donde se manifiesta un transnacionalismo expandido (Fernández Casanueva, 2012) “donde los intercambios institucionalizados, regulares y constantes no son una precondición para la existencia de involucramientos más allá del Estado nación” (Fernández Casanueva, 2012, p. 141).

Recientemente la ciudad es considerada como una cárcel tanto por las personas que tienen por objetivo llegar a Estados Unidos y se ven imposibilitadas de hacerlo como por representantes de la sociedad civil (Mendoza, 2021). Esta caracterización de la ciudad toma en consideración dinámicas manifiestas a los ojos de cualquier visitante de esta parte de Chiapas. No obstante, existen perspectivas que apuntan en dirección contraria, al reconocer que en contextos adversos como los que se experimentan en esta ciudad, pueden desarrollarse dinámicas que les permiten a los migrantes “un acomodo en los márgenes, en el no lugar, en la no morada” (Porraz Gómez, 2020, p. 124).

A fin de dejar de manifiesto la magnitud del problema experimentado en la ciudad de Tapachula, se contemplan solo algunos datos proporcionados por la Comar durante los últimos tres años. Entre 2020 y julio de 2022, la delegación con más solicitudes de refugio realizadas fue la ubicada en la ciudad de Tapachula. En el año 2020 fueron recibidos 17 146 casos, que incluyen a 26 507 personas; hacia el año siguiente la cifra aumentó a 48 849 casos, que abarcaban a 89 592 migrantes; en 2022, durante los primeros siete meses, se presentaron 27 057 solicitudes para un total de 44 780 personas (Comar, 2022). Los datos anteriores dan cuenta de la difícil circunstancia, tanto para autoridades como para solicitantes, en el procesamiento oportuno de las solicitudes y con ello la consecuente prolongación del tiempo de espera en la otrora perla del Soconusco. Por lo general, una persona debe esperar entre uno y siete meses para obtener una resolución administrativa -sea favorable o adversa- por parte de la autoridad. Eso implica conseguir recursos para alojamiento, alimentación, salud, gastos de transporte, pago de servicios, entre otros, que agudizan su condición precaria.

El contexto actual coloca a la contención del fenómeno migratorio como prioridad, para lo que se ha constituido como el norte global4 y como exigencia para los gobiernos del sur del mundo. La interrupción de la movilidad humana como consecuencia de un escenario económico en deterioro, así como de una circunstancia sanitaria agravada por el virus SARS COV-2, agudizó la espera de las personas en Tapachula, situación entendida como un proceso en el que los proyectos de vida son suspendidos temporalmente por diferentes circunstancias, entre ellas las políticas gubernamentales que persiguen la administración de los desplazamientos como medio para la gerencia del mercado laboral y como mecanismo que eleva su competitividad frente a sus adversarios geopolíticos.

Analizar la situación de espera de las personas en desplazamiento hacia la porción norte del hemisferio occidental resulta de utilidad para comprender cómo estos seres humanos pasan de una situación en que su capital social y simbólico parece suspendido, a otra donde la espera se vuelve enriquecedora debido a que permite desplegar el potencial que las movilidades tienen para tensionar, conflictuar y transformar las estructuras sociopolíticas y jurídicas (Coraza de los Santos, 2020). Así mismo, conlleva aprender sobre el estoicismo, la persistencia, la perseverancia y la paciencia, pero también sobre el hastío, la apatía, el paso del tiempo y, lo que es más importante, comprender las formas en que las personas se relacionan con estructuras sociales, cómo intentan subvertirlas o transformarlas, cómo desarrollan estrategias y formas de solidaridad que les permiten vivir y sobrellevar la espera (Jasso, 2021). Será necesario evidenciar discursos soterrados que dan cuenta del significado especial con respecto a las temporalidades de espera de la movilidad migrante y sus potenciales generativos y transformadores en la constitución de sujetos. Con ello se estará en posibilidad de vislumbrar cómo la espera puede servir de base para el cambio social futuro (Janeja y Bandak, 2018).

Experiencias que nutren la temporalidad de la espera

En la ciudad de Tapachula se desarrollan dinámicas soterradas que pueden ser denominadas microprácticas cotidianas de la espera (Oldfield y Greyling, 2015). Estas decisiones son llevadas a cabo por individuos que han visto en la situación de espera no solo un obstáculo para la concreción de sus anhelos y proyectos de vida, sino una oportunidad para el replanteamiento de su existencia, una estrategia para el logro de sus metas, un medio para la construcción de autonomía, una táctica para escapar a la dinámica institucionalmente establecida, así como un mecanismo de desobediencia y resistencia al orden establecido.

Como consecuencia de estas formas de actuar en el espacio, se puede construir una orientación futura (Dobler, 2020) que aleje a las personas de las líneas de la estricta sobrevivencia en que se encuentran quienes dependen económicamente de un tercero. La temporalidad de la espera (Stasik et al., 2020) que potencia esas nociones se nutre de distintas fuentes. Una de ellas emana tanto de las relaciones sociales previas a la salida del territorio de origen como de aquellas construidas en el transcurso del viaje. Recuperar los contextos en los cuales transcurrió la existencia humana tiene por objeto dar indicios de cómo los imaginarios se van forjando al calor de los distintos escenarios de confrontación (Auyero, 2016) que se deben sortear. Esto fungirá como instrumental modelador del universo social y cultural de las personas en distintas temporalidades, situaciones y territorialidades (Cangià y Zittoun, 2020).

Los testimonios dan cuenta de cómo los seres humanos experimentan pasajes transicionales y transformadores a través de temporalidades múltiples y relacionales (Khosravi, 2021).

Todo cambia […] no todos los viajes son iguales. Son diferentes porque todo va cambiando, tienes que estar al tanto de todo. Por eso tienes que informarte siempre, buscar a alguien, buscar amigos que andan en lo mismo que uno, pues; información, más que todo, para orientar a otros chicos tal vez también; para ayudarlos para que no pasen lo mismo, para orientarlos y que tal vez les sea más fácil a ellos, porque no es lo mismo la práctica, lo teórico y la práctica. La diferencia es que ¡tú lo vives!, cuando ya lo has vivido, ¡no que te lo digan! (Arapey, comunicación personal, 8 de enero de 2022).

Cuando llega, entonces, pero habla con la gente, anda mirando cómo está para hacer algo, por eso también que anda, cuando antes que vende eso, anda mirando, pregunta, “¿a dónde vende eso?”, “que si vende eso, ¿cuánta plata que va a ganar?, ¿cómo va a ser la cosa?”, antes que la compró […] pregunta antes, habla con la gente para saber qué puede hacer, a dónde que puede encontrarte trabajo (Gussy, comunicación personal, 14 de noviembre de 2021).

Las personas comienzan a

desplegar su imaginación en el ejercicio de sus vidas diarias, esto es evidente en el modo en que mediación y movimiento se contextualizan mutuamente. Al desplazarse estas personas llevan consigo la capacidad de imaginar y plantearse otras formas de vida (Appadurai, 2001, p. 9).

Cabe recordar, como advierte Coraza de los Santos (2020), que “junto con la movilidad de las personas lo hacen los objetos, las ideas, los imaginarios y los prejuicios, así como la percepción propia y de los otros, del lugar en el mundo y, por tanto, de las identidades, tanto individuales como colectivas” (p. 134).

Pensando, pensando, o sea no es solo tomar una decisión, recuerde que tenemos familia, tenemos muchas cosas, dejamos todo, pues, por venir a lo desconocido. No cualquiera lo hace. Entonces es algo que se piensa, tomarse esa decisión, pues; a saber, a lo que venís, si vas a dormir en la calle, si no vas a comer, si te van a asaltar, si te pueden, hay muchos factores, muchos riesgos, pero uno, pues ya viene consciente, pues toma la decisión cuando van. Incluso hay muchos que hasta han fallecido en el camino, pues, ¿verdad?, ya no regresan. Entonces es bien doloroso, pero ¡así es esto, pues! (Anónimo, comunicación personal, Tapachula, 2021).

Otra afluente para la temporalidad de la espera está representada por episodios concebidos como agravios a la dignidad humana perpetrados de forma sistemática por los residentes de Tapachula. En el imaginario nacional, las ofensas y abusos cometidos por las autoridades a las personas en movilidad son concebidos como los más significativos en su experiencia de tránsito por México; sin embargo, la sistematicidad del comportamiento ofensivo de la población civil influye de forma decidida en la constitución subjetiva de los migrantes:

Pues nosotros llegamos hasta acá, eh; ya teníamos una renta donde íbamos a rentar. Mira, llegamos, nos cobraron 2 000 pesos por un cuarto en muy mal estado, o sea un cuarto como si fuera una prisión […] era un horno, no tenía ni una ventana, en muy mal estado el baño para hacer uno sus necesidades, muy sucio, quebrado… 2 000 regalados (Capuchino, comunicación personal, 19 de diciembre de 2021).

Yo llegué a un lugar también. Trabajé en un bar también que se llama Los Ejecutivos […] ahí me pagaban, hermano, me pagaban hasta la una de la mañana, me pagaban lo que era 150 pesos, de las once de la mañana y salía hasta la una y media de la madrugada, al otro día, y a veces me tocaba irme para la casa caminando, porque a veces el taxista, tú sabes que en la noche los taxistas estos son unos descarados, porque a veces te dice: “mira, 150 o 100 pesos”, aunque sea a unas cuadras o dos cuadras de donde tú vivas (Gaucho, comunicación personal, 12 de enero de 2022).

Es recurrente el lamento de las personas por el maltrato que reciben de la población; esos agravios se materializan en el alza deliberada de los precios en ropa, comida y transporte; en sueldos ínfimos y jornadas extenuantes a las que son sometidas; en los términos estrictos de los acuerdos de arrendamiento; en el cobro de comisiones ilegales por el recibo de dinero y en la indiferencia a su situación de vulnerabilidad. Este tipo de comportamientos están vinculados con el sistema de poder establecido por la autoridad y producen un orden que limita las posibilidades de elección, organización y acción de los individuos. Este ordenamiento moldea culturalmente la espera (Carenzo, 2010) y hace entrar a las personas en un estado de angustia temporal (Debele, 2020).

Yo a veces trato la manera de sentirme bien tranquilo, de no pasar pensando en nada, no pensar en los problemas, pero hay momentos que entra la manera de no acordarme de eso; pero cuando me acuerdo me siento de pinga, me siento mal, y psicológicamente a veces me siento, me siento un poco mal, me siento mal, estresado, ¿tú me entiendes?, ¡estresado por todo! A veces siento que me duele hasta la cabeza, pero sé que mucha gente me aconseja; “pero no tienes que hacer eso, deja eso, ya olvida eso, ¡supéralo!”; pero a veces, aunque uno quiera superar las cosas, tú sabes, como ser humano no se puede (Nepo, comunicación personal, 9 de febrero de 2022).

Yo tengo mi señora, que está embarazada. Entonces, cuando ella me despierta en la mañana tiene que comer algo, imagínate. Yo, yo también, yo tengo que comer y, además, yo tengo mi familia allá en Haití, que está pasando pésimo: mi mamá, mi papá, mis hermanos, ellos están esperando a mí que yo les mando algo. ¿Tú sabes cómo me siento? ¡La cabeza es muy caliente! (Cork, comunicación personal, 21 de enero de 2022).

La angustia se incrementa cuando se mezcla con la microgestión de la experiencia temporal (Flaherty, 2002) cristalizada en las políticas de incertidumbre de las instancias gubernamentales. El proceder de los funcionarios públicos, un componente más de la experiencia social de la espera, tiene por objeto mantener el control sobre el tiempo de las personas, efectuar el desgaste a su voluntad de lucha y tener vigilancia constante sobre los espacios (Hänsch, 2020). Las directrices del Estado poseen un elemento que puede ser catalogado como ambigüedad estratégica. Esta característica permite prolongar la incertidumbre de las personas en movilidad, además de funcionar como válvula de escape para el sistema institucional en su conjunto.

Una de esas manifestaciones lleva implícito el componente racial, esto es, por medio de disposiciones diferenciadas (en virtud de la nacionalidad, lengua, cultura, religión, etnicidad, clase o género) fueron establecidos mecanismos de gestión de respuesta a las personas. Así, a aquellas que mostraban un comportamiento confrontador y de reto a la autoridad -fuera mediante protestas, bloqueos o el ingreso no autorizado a instalaciones gubernamentales- se les aplicaron mecanismos de salida inmediata de la ciudad (salvoconductos especiales) como forma de separar al buen migrante5 de ese otro indeseable que constantemente la desafía. Es el caso específico de personas procedentes de Senegal, Ghana, Camerún, Etiopía, Bangladesh y Haití. Con este proceder, “la autoridad estableció relaciones jerárquicas de poder a partir de marcadores raciales” (Olmos Alcaraz, 2020, p. 4) como el grado de civilidad.

El cambio continuo, la falta de precisión y la libre interpretación de las indicaciones oficiales son una constante. Las modificaciones son repentinas y provocan el desplazamiento de las personas de un punto de la ciudad a otro en cuestión de minutos. Incluso la alteración de las disposiciones provoca el traslado de los individuos a puntos distantes de Tapachula -como Comitán, Tuxtla Gutiérrez o San Cristóbal de las Casas- en cuestión de horas.

migración no ha sido claro; en ningún momento han dicho “miren, acá vamos a atender”, porque si de verdad ellos quisieran, ellos, “miren, señores, buses ya no tenemos, pero aquí les traemos su papel, qué número de bus íbamos, tal y tome, tal, tome”, incluso ya con la tarjeta imprimida [sic], sin necesidad que nos mandaran a… a lugares que ni conocemos y ni conocemos, sí, pero como ellos les gusta esto, ay ¡a ellos les gusta eso!, ¡a ellos les gusta el relajo! (Cornete, comunicación personal, 22 de diciembre de 2021).

ahora que están dando ese documento, pero no, no llevan ese orden; tampoco dan una explicación oficial; vienen y medio dicen dos palabras, el que oyó bueno, y de ahí el que está adelante dijo una cosa, y el de acá atrás otra, y ya no llega la información como la dijo el señor. Entonces, [si] otros fueran ellos, con un parlante, una bocina, explicar: “miren, señores, esto y esto va a pasar”, qué sé yo, una explicación oficial, pero no dicen nada, no dicen nada, ninguna institución; o sea, no dan una voz oficial (Carusito, comunicación personal, 19 de diciembre de 2021).

La mezcla e interacción de las experiencias durante el viaje, las vivencias en la vida cotidiana y la interacción con la autoridad posibilitará que las personas en movilidad lleven a cabo el proceso de transformación de entes en angustia temporal (Debele, 2020) a “participantes activos de sus procesos migratorios, que reciben, interpretan e intercambian información, diseñan estrategias en sus relaciones con los otros actores, así como con instituciones y organizaciones” (Rivas Castillo, 2011, p. 9).

Construcción de posibilidades emancipadoras

El cúmulo de interacciones y experiencias sociales forjarán subjetividades, entendidas como los modos de percepción, pensamiento, afecto y deseo que anima a las personas a actuar (Ortner, 2006). Con el correr del tiempo, la cristalización de las subjetividades puede producir momentos de potencial apertura (Khosravi, 2021) que trastoquen y modifiquen las estructuras sociales que provocan la situación de espera. El cuestionamiento a los ordenamientos del poder involucra la paciencia como práctica temporal, colectiva y política contra los ataques institucionales (Hänsch, 2020).

Lo que pasa en todos los países: uno para iniciarse, uno tiene que tener paciencia, ¿me entiende? Como ahora estoy vendiendo algo en la calle, y la gente pasan y compran [sic],

¿me entiende? Uno tiene que ser positivo, igual, ¿me entiende? No creer que está fácil, está difícil; sí, la vida es difícil, pero uno tiene que empezar. Al empezar yo creo que uno puede progresar, o sea, uno puede avanzar más adelante (Pico, comunicación personal, 10 de enero de 2022).

[Hay que] tratar de aprovechar cada oportunidad, cada huequito en el que uno pueda avanzar para aprovecharlo, porque acá nada es seguro; Comar hoy existe, mañana ya no puede existir, porque son organizaciones, eh, igual esto hoy existe, ya mañana ya no puede existir; este

[pueden decir], “ah, ya no vamos a dar ese conducto, ya no”, o sea, esto así es, hay que aprovechar cada huequito que puede haber y ver la posibilidad de avanzar (Pliminusve, comunicación personal, 17 de noviembre de 2021).

Las subjetividades que se forjan en la ciudad de Tapachula tienen un elemento adicional que contribuye a su transformación: el trabajo. La realización de una actividad que permita a las personas en movilidad transnacional tener un ingreso constante las coloca en una suerte de moratoria frente a -y en contraste con- un marco social plagado de discursos temporales que reflejan aceleración social (Cuzzocrea, 2019). Las labores remuneradas propician el vínculo entre las aspiraciones de futuro y las condiciones existentes de inmovilidad física y económica al cambiar la forma de cómo se habita el mundo social y cómo se conceptualiza el propio papel social dentro este (Wurtz, 2019). El trabajo genera la percepción de estabilidad, que estaba impedida por la situación de espera.

Cuando decimos vivir ya es cuando vos tenés comida en tu casa; tienes lo que necesitas, tienes tu cama para dormir, tienes tu trabajo, ¿va? Entonces ahí ya estás viviendo, tienes tu trabajo, tienes tu estabilidad, pues, ¿me entendés? Y si hablamos de sobrevivir, que nosotros quizá ganamos de 200 a 300 pesos diarios, eso es sobrevivir que solo te abarca para el mismo día, o sea, para la comida del mismo día […] porque el dinero ahora todo es caro. Entonces, como te digo ahora, venimos a sobrevivir y no a vivir, la mera verdad (Alceo, comunicación personal, 10 de enero de 2022).

Eso es lo que quiere, sí quiero vivir, quiero trabajo, trabajo, sí trabajo; quiero comer, quiero ayudar a otra persona, también tiene necesidades, para muchas personas necesitar trabajo, también quiere trabajo, necesitar ayuda; si yo trabajo yo ayudar a otro; si no trabajo no ayudar a mí ni a otro (Ñato, comunicación personal, 17 de febrero de 2022).

La angustia producida por la urgencia de transitar hacia el norte del continente puede atenuarse

-incluso controlarse- por medio de la actividad laboral. Las experiencias laborales en el plano formal han dejado sinsabores por las actuaciones de los dueños, gerentes o encargados de los negocios, ya sea por las bajas remuneraciones, la impuntualidad de estas o incluso el incumplimiento de pago por los servicios prestados. Además de ello, el acceso al mercado de trabajo de tipo formal está legalmente cerrado para las personas con una condición migratoria no reconocida por el Estado. Lo anterior conlleva la necesidad de buscar, en el sector informal, la manera de generar condiciones para continuar con el proyecto de vida interrumpido. Esa posibilidad creada por las personas les brinda la oportunidad de construir percepciones, argumentos y lenguajes desafiantes del orden existente, como el respeto a su humanidad independientemente de la adscripción legal de origen.

Mira cómo estoy vendiendo cosas en la calle, frente de una plaza, ¿me entiende? Si no tenía derecho para vender eso, yo voy a creer que estoy encerrado, o sea, sí, derecho, ¿me entiende? Yo tengo derecho como todos, aunque no estoy en mi país, aunque estoy sin documento todavía, ¿me entiende?, yo tengo derecho pero no para hacer cosas malas; pero derecho para hacer cosas buenas, respetar a la gente, respetar a la policía, porque los derechos, porque igual, ¡yo soy una persona!, ¡tengo derechos, pues! (Pompón, comunicación personal, 25 de enero de 2022).

Esto da lugar a un “fenómeno que hace entrar en cortocircuito las teorías que dependen de la continuidad del Estado-nación como el árbitro fundamental de los grandes cambios sociales” (Appadurai, 2001, p. 7). Las personas en movilidad, con su proceder perfilan espacios de disputas y negociaciones simbólicas en los que sus planes, objetivos, intereses, aspiraciones de carácter individual, familiar o grupal coinciden en menor medida con las pautas estatales. En ellos la imaginación organiza el campo de las prácticas sociales; es “una forma de trabajo tanto en el sentido de realizar una tarea productiva, transformadora, como en el hecho de ser una práctica culturalmente organizada, y una forma de negociación entre posiciones de agencia y espectros de posibilidades globalmente definidos” (Appadurai, 2001, p. 29).

Por ejemplo, siempre yo digo: la ayuda siempre son 30 por ciento; el 70 por ciento es de su parte, siempre usted debe tener la base; si uno no tiene la base, la ayuda no te sirve mucho. Si tú tomas una gente, a una persona que está pidiendo 100 pesos en la calle, ¡siempre está pidiendo! porque lo que uno le da a esa persona ¡nunca alcanza! Por eso siempre va a estar pidiendo. Por ejemplo, de mi personalidad no me gusta como andar en la calle pidiendo, y si para acá hacer cosas raras para tener dinero, no, no me gusta; yo prefiero trabajar o buscar un lugar, trabajar y mantener a mi familia (Sux, comunicación personal, 7 de enero de 2022).

Tuve que decir que no; mejor me voy a venir acá. Vendo o no vendo, me voy a quedar acá. Voy a trabajar duramente. Si tengo algo, si voy a comer un pan, lo hago con mi esfuerzo. Por esa misma razón no fui allá en ACNUR, no fui a buscar nada de ayuda, no recibí nada, yo no fui, no, no quise nada de eso; no quiero, no quiere, no quiero que me regalen nada. Como le estaba diciendo, me gusta hacer las cosas yo mismo, porque ellos te van a dar una ayuda, pero no sabes cuánto tiempo; no sabes [de] dónde viene esa paga; no sé, no sé de dónde viene esa plata, no sé de quién era, no sé cómo consiguieron esa plata. ¡No quiero nada de eso! (Zapi, comunicación personal, 24 de enero de 2022).

De igual forma, la búsqueda de una reconfiguración de las relaciones humanas de todo tipo (cultural, religiosa, afectiva) es la que cuestiona la noción de territorio delimitado linealmente. Las elecciones de los sujetos “se imponen sobre los constreñimientos territoriales; son las relaciones dinámicas, directas e inmediatas las que prevalecen sobre las estáticas, indirectas y mediadas, creando fronteras que son espacialmente flexibles y móviles, ya no rígidas e inmóviles” (Cuttitta, 2009, p. 66).

Emigrar no es un delito, creo yo, verdad, que los derechos que nosotros, todos los humanos, tenemos que ser en todos los países, no solo en el país de uno, por el solo derecho de ser humanos, ser una persona (Chac, comunicación personal, 18 de febrero de 2022).

Rotundamente todo mundo es libre de eso [migrar] y ningún gobierno les puede exigir al pueblo […] detenerlos ahí como que los tiene como perros encerrados. No, todo mundo nos podemos mover porque todos tenemos derecho y tenemos objetivos en los cuales pensamos para mejoría (Pipiol, comunicación personal, 13 de enero de 2022).

El gobierno, pues, tiene que dejar, tiene que dejarnos libres, pues como somos, unos seres humanos libres. Lastimosamente hay frontera y hay reglas que respetar y nosotros estamos dispuestos a respetarla, sí, pero lo que queremos es vivir de una manera sana (Ok, comunicación personal, 21 de diciembre de 2021).

La actuación de las personas en la vida cotidiana apunta a una “territorialidad abierta” (Cuttitta, 2009, p. 65), un espacio de coexistencia de una pluralidad de expresiones con orígenes distintos que lucha contra el encapsulamiento de la vida, que resista a las diferentes manifestaciones del poder en los territorios fronterizos y quebrante la “territorialidad cerrada” (Cuttitta, 2009, p. 65) por representar un área homogénea donde existe solo una frontera fija, inamovible y continua que no da cabida a lo otro en su interior. El respeto a la humanidad abanderado por las personas en movilidad transnacional responde al hecho de que las fronteras ya no se limitan al control de los territorios, sino primordialmente al dominio sobre los flujos humanos que corren a través de ellos.

La situación de espera en las personas subraya el carácter dinámico del plano subjetivo, resalta la búsqueda de otros elementos simbólicos que orienten el plano existencial, evidencia la relevancia de la intersubjetividad en la construcción de escenarios futuros y momentos de potencial apertura (Khosravi, 2021) que pueden ser apropiados colectivamente. Así mismo, la espera destaca la trascendencia del sentido de participación -no solo de pertenencia- de los seres humanos. Vivida como proceso y estrategia, les permite la construcción de horizontes de posibilidad en los que la paciencia, la imaginación, el desvelo y la vigilancia representan un modo individual y colectivo de habitar la temporalidad.

Mira, el miedo es -yo conozco bien cómo hacen la caravana-. Entonces uno antes de meterse en una cosa debe investigar. Entonces yo trataba de hacer todo, de andar con el dinero, con toda la gente […] porque yo digo, en la caravana a veces la policía, o si no la Guardia Nacional, te puede agarrar a uno, o maltratar a uno. Eso era lo que yo estaba pensando, pero

¡al contrario!, hay de eso en la caravana, pero no, no tanto, ¿me entendés? ¡No tanto! Por eso voy (Zif, comunicación personal, 16 de noviembre de 2021).

Habitar, como apunta Musset (2015), no solo implica vivir en un territorio, sino fomentar relaciones con la sociedad y el mundo; es estar y participar de él. La movilidad, aun en situaciones de espera, representa una forma moderna de habitar en la que los lugares ajenos son apropiados cotidianamente para devolverle a la vida una porción de la estabilidad, la cotidianidad y la esperanza arrebatadas.

Reflexiones finales

El abordaje del fenómeno migratorio debe ser sociohistórico en función de que las personas migrantes son afectadas no solo por los ideales y las normas sociales en las que fueron socializadas en contextos culturales anteriores, sino también por los discursos disponibles en el presente que les ofrecen nuevas vías de subjetivación y posicionamiento frente a la autoridad. La espera para las personas en movilidad transnacional no comienza al quedar circunscritas a un territorio por espacios de tiempo prolongado. Esta situación se deriva de la interrupción de los proyectos de vida resultado de la precariedad económica, la violencia social o política, la reunificación familiar, el anhelo de una vida mejor y el deseo de acceder a niveles de estudio superiores, entre otras causas.

La marginación estructural a la que son sometidas las personas en movilidad al ingresar a un territorio distinto del de su adscripción jurídica de origen puede ser superada por medio de acciones que, a pesar de su apariencia inocua, cuentan con un potencial simbólico considerable para desestabilizar los discursos hegemónicos que establecen una separación tajante entre formas de existir, concepciones y maneras de proceder en el mundo. Las sendas trazadas por la actuación cotidiana de los individuos permiten repensar la situación de espera no solo como una condición existencial restrictiva y un mecanismo de opresión, sino como un dispositivo estratégico que, puesto al servicio del proyecto de vida personal y colectivo, permite paliar la angustia y el sufrimiento derivados de la inmovilidad y abre la posibilidad de generación de estrategias y caminos inexplorados, que pueden fungir como patrimonio para la práctica colectiva de la paciencia.

La espera, cuando se combina con la actividad laboral, permite implementar la paciencia como una práctica política que trata de responder a las determinaciones que en materia migratoria disponen tanto los organismos internacionales como los Estados nacionales. Esta práctica busca evidenciar la obsolescencia de marcos normativos que restringen y colocan a la contención como el pilar fundamental de la gerencia de los desplazamientos humanos. La capacidad de realizar ese ajuste estratégico dentro de la dinámica acelerada que se vive en los territorios fronterizos brinda a las personas la oportunidad de recobrar parcialmente el control sobre el tiempo; al reconocerlo como un instrumento para el ejercicio del poder, las personas identifican, a la resistencia contenida en ese control temporal, como instrumento privilegiado para evitar su desgaste, angustia y renuncia a sus anhelos.

Las prácticas cotidianas son la respuesta a una situación de espera generada por distintas lógicas jurídico-normativas de índole transnacional, estatal y local que tienen por intención instaurar un proceso de desubjetivación tendiente a cancelar el apetito simbólico personal y colectivo, a fin de alejar a las personas de su deseo de vinculación y acción en el espacio público, para concentrarlas en la satisfacción de las necesidades básicas. ¿Qué es lo político en este caso? Es toda aquella manifestación que tiende a incrementar el deseo de no abandonar la propia humanidad (sea por medio de la preparación de una caravana, un bloqueo vial, la búsqueda de alimento o cobijo, la instauración de cocinas improvisadas en la calle, el manejo del lenguaje, la adaptación al estilo de vida, el enfrentamiento con autoridades locales o la instalación de lugares de esparcimiento en vía pública). Es todo acto que busca integrar un nosotros temporalmente efímero o perene que pudiera abrir horizontes emancipadores en el futuro.

La espera ofrece un campo de exploración de los fenómenos sociales que permite identificar la serie de resistencias que se generan en el ámbito micro de las relaciones humanas en movilidad contra los discursos hegemónicos. La confrontación creativa que se produce contra el encapsulamiento de la vida es solo uno de los instrumentos pedagógicos de transformación contra los aparatos de control ideológico. Las personas migrantes, ante la incertidumbre de la espera, muestran que hay que tener fe en lo plenamente desconocido, en lo que no es controlable ni organizable; reinventan la política como necesidad práctica inaplazable al convertir a la movilidad en elemento perturbador del orden sociopolítico imperante. Así mismo, manifiestan al resto de la humanidad que se debe luchar, aunque no exista certeza plena sobre la forma que tendrá la victoria.

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2 La presente investigación fue financiada con una beca de consolidación del programa Estancias Posdoctorales por México 2021(1) emitida por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), a quien el autor agradece el respaldo.

3 Transmigrante es toda aquella persona que se interna en México durante el tránsito hacia un tercer país. Por su parte, el refugiado es una persona que se encuentra fuera de su país de origen por temor a la persecución, al conflicto, la violencia generalizada u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público y, en consecuencia, requieren protección internacional. Para el caso de estudio, pudo observarse que las personas transmigrantes buscaban la condición de refugiado como una estrategia para continuar con su camino, ya que el acceder al trámite ante la Comar les permitía obtener la Clave Única de Registro de Población, que es indispensable para que el Instituto Nacional de Migración emita la tarjeta de visitante por razones humanitarias.

4 Por ejemplo, desde 1964 las sucesivas administraciones estadounidenses conciben a la migración indocumentada como ilegal y, en este sentido, como amenaza a la seguridad tanto nacional como pública, suprime los salarios, sobrecarga los recursos públicos y deja a los propios inmigrantes vulnerables a la explotación y el abuso. De igual manera se adujo que socavaba el Estado de derecho al reducir la fe de los ciudadanos en la capacidad del gobierno para hacer cumplir la ley. En contraparte, la inmigración legal bien administrada respaldaba la competitividad económica nacional y promovía el éxito financiero y la asimilación de los recién llegados.

5 Forma retórica para expresar que bajo una concepción legalista existen buenos y malos migrantes. Los buenos son aquellos que atienden las indicaciones.

Recibido: 04 de Mayo de 2022; Aprobado: 07 de Septiembre de 2022

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