Introducción
El campo de estudios sobre las diásporas y la participación política es amplio y ha sido abordado desde diferentes perspectivas. Por ejemplo, algunos se han focalizado en el análisis de las formas convencionales de participación política, tal como el proceso de votación (elegir y ser elegidos). Otras investigaciones se han interesado en los modos de participación política menos formales de los migrantes, por ejemplo, mediante su presencia en protestas, manifestaciones, huelgas y formas de desobediencia civil. Además, la participación política no estatal, que abarca la colaboración en los partidos políticos, en los sindicatos y otros grupos de presión, las movilizaciones étnicas y comunitarias, etcétera (Levitt y Jaworsky, 2007).
Desde el enfoque transnacional emergen elementos interesantes de las prácticas políticas, como es el hecho de considerar tanto al país de origen como el de destino, ambos con un papel importante en las experiencias de los migrantes con acciones y comportamientos que sobrepasan las fronteras (Bauböck, 2003; Lafleur, 2012; Østergaard-Nielsen, 2003). Dicho marco interpretativo ha destacado que la integración en el país de destino no necesariamente significa una ruptura con el país de origen, con el que se mantienen vivos los vínculos políticos y simbólicos (Itzigsohn et al., 1999) evidenciando, además, el rol activo del migrante como agente que participa en la política con prácticas que pueden involucrar sus diferentes contextos de referencia (Pérez- Armendáriz y Crow, 2010; Vogel, 2007).
En este artículo se analizan algunos aspectos del comportamiento político de las y los colombianos migrantes que residen en Roma. En tal sentido, al observar los estudios de la participación política de la diáspora colombiana, algunos de estos muestran cómo dichas prácticas están permeadas por la apatía, la desconfianza y la falta de implicación de los migrantes en la política (Guarnizo et al., 2003). Sin embargo, en otros se resalta una participación política transnacional con prácticas formales e informales que operan tanto a nivel individual como colectivo (Escobar, 2004; Bermúdez, 2010; McCann et al., 2019). En otras investigaciones se muestra, además, que en algunas ocasiones los migrantes se articulan con otras organizaciones sociales para movilizarse en aras de la tutela de sus derechos en cuanto a su condición migratoria en los países de acogida o de sus derechos políticos en Colombia (Bermúdez Torres, 2021; Guarnizo et al., 2019; Martínez Leguízamo, 2015; Pardo, 2013).
El escenario actual es contradictorio. Por un lado, existe un protagonismo mediano de los migrantes en algunas movilizaciones sociales y participación política no convencional, y por otro, una desatención y una cierta apatía hacia los temas de la política y el voto formal. Frente a dicho panorama, surgen dos cuestionamientos: el primero acerca de cuáles son los fundamentos de la acción ciudadana; y el segundo sobre cuál es la base de la indiferencia que ha caracterizado al colectivo de colombianos en Roma a lo largo del tiempo. Para ello, a través de un estudio cualitativo con entrevistas en profundidad, en este artículo se analiza la participación política convencional y no convencional, antes y después de emigrar, incluyendo las acciones que se han desarrollado a partir del proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) (2012-2016), así como la visión de la política que las personas se van construyendo a lo largo de sus experiencias de vida mediante un proceso de subjetivación, instrumento conceptual central del planteamiento teórico en este trabajo.
Antecedentes
Antes de entrar de lleno en el marco teórico, es importante hacer mención del conflicto social y político colombiano. En las últimas seis décadas, en una sociedad marcada por fuertes desigualdades y pobreza, el conflicto sociopolítico se ha agudizado con la emergencia y continuas pugnas entre el ejército, las guerrillas, los grupos paramilitares y narcotraficantes, por el control territorial, político y económico. La represión estatal y el uso sistemático de la violencia por parte de los actores armados han servido como mecanismos de dominación y poder que han afectado directa o indirectamente a gran parte de la población civil con impactos complejos, de diverso orden, magnitud y naturaleza.
La trascendencia del conflicto armado y sus efectos en la vida social, económica y política es innegable a pesar de los diversos intentos de diálogo y del complejo Proceso de Paz que puso fin al conflicto entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC-EP el 24 de noviembre de 2016. Sin embargo, el Acuerdo Final de Paz no se ha implementado del todo debido a una larga serie de retrasos, objeciones administrativas y una situación de beligerancia y resistencia política que han contribuido a frenarlo. Actualmente se observan factores de persistencia del conflicto, manifestándose en nuevos exilios y un incremento de la inseguridad y violencia. Esta situación afecta principalmente a quienes buscan promover la paz, líderes sociales, defensores de derechos humanos y del medio ambiente, excombatientes reintegrados y, en general, hacia comunidades enteras que se encuentran en las zonas de mayor interés económico y al centro de varias disputas.
El aumento de la violencia se atribuye a la falta de impulso de los distintos proyectos locales de paz y a la disminución de la participación ciudadana, elementos que caracterizaron las fases iniciales del proceso de implementación de los acuerdos de paz. Este patrón se repite en el manejo de la protesta social, donde los intentos de acuerdos no se ejecutan o son despreciados desde el ejecutivo. Es de notar, sin embargo, que con el cambio de gobierno en agosto 2022 se observa una nueva aproximación a la paz. El nuevo gobierno, en su intento por implementar a cabalidad los acuerdos, ha adoptado un enfoque renovado y más propositivo hacia una política de Paz total.
Volviendo a las actitudes y comportamientos políticos del colectivo colombiano en Roma, algunos estudios muestran que, en parte, tienen su raíz en los efectos del conflicto armado y las secuelas de éste en los mismos movimientos poblacionales internos y externos (Bermúdez Torres, 2021). El desplazamiento forzado interno sitúa a Colombia como el segundo país en el mundo con mayor número de desplazados (Internal Displacement Monitoring Center, 2022). Hay, además, una cantidad notable de población forzada a migrar hacia las fronteras de países vecinos, así como un flujo considerable de migrantes económicos y laborales hacia otros destinos. En muchos casos, estas personas emigran por causas relacionadas indirectamente con el conflicto armado y sus afectaciones en el ámbito socioeconómico. No obstante, es muy complejo determinar con exactitud si los migrantes son de tipo económico, refugiados, solicitantes de asilo, estudiantes, o si pertenecen a otras categorías, ya que las causas para migrar generalmente son varias y se entrelazan entre sí (Bermúdez, 2016).
Según las últimas cifras disponibles de Colombia Nos Une, alrededor de 10 por ciento de la población total se encuentra fuera del país y una buena parte lo hace forzadamente (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018). El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) indica que entre 2007 y 2016 el número de refugiados por año había oscilado entre 350 000 y 550 000 personas. A finales de 2019, eran 189 454 los colombianos que tenían el estatus de refugiados, mientras que 75 500 estaban esperando el dictamen sobre su solicitud de asilo. A estas cifras se suman, además, las experiencias de muchos otros colombianos que escapan de la violencia pero que no se registran en las estadísticas por la dificultad de acceso a las formas de protección y/o por la falta de conocimiento de su condición, de sus derechos y de las formas de tutela internacional o nacional en los estados de destino (ACNUR, 2020). Entre los hechos victimizantes, según el análisis de la Comisión de la Verdad (2022), las razones del exilio forzado están relacionadas con la persecución a opositores políticos, organizaciones sociales, sindicatos y líderes sociales. Además, se contemplan el control territorial y la violencia sociopolítica generalizada contra la población civil; así como la ausencia de protección en el marco de la responsabilidad del Estado. Entre las causas para emigrar también han sido también significativos el secuestro y la extorsión, la persecución de los excombatientes que firmaron el Acuerdo de Paz de 2016, las amenazas y los hostigamientos contra familiares de los millones de víctimas del conflicto armado que reclaman justicia.3
En un contexto en el que el tejido social se ha fracturado profundamente, si bien no toda la población colombiana ni todos sus migrantes han sido víctimas directas del conflicto, el miedo y la desconfianza crecen (Villa et al., 2021), así como la insensibilidad hacia la violencia y una marcada tendencia cultural hacia la apatía política (Giraldo, 2021). De forma paralela, se confirma una creciente polarización e intolerancia hacia la oposición política que involucra a más de la mitad de los colombianos (Rivera y Plata, 2019). Bajo dicho fenómeno, el adversario representa al enemigo, lo diferente, lo que hay que descalificar, a quien hay que negarle los derechos, con el que no se dialoga y al que, en algunas condiciones, incluso se busca eliminar (Villa et al., 2021).
Siguiendo este orden de ideas acerca de la distancia de los migrantes colombianos hacia la política, se torna útil el análisis del ejercicio formal del derecho al voto. Al observar los datos del voto de los colombianos radicados en Italia, estos revelan que los niveles de abstención electoral son muy elevados. Según la Registraduría Nacional del Estado Civil de Colombia (2022), el porcentaje de participación de las personas con derecho al voto en las elecciones presidenciales de 2018 fue de 17 por ciento, en la primera vuelta, y de 14 por ciento en la segunda. El porcentaje fue aún menor en el plebiscito para refrendar los Acuerdos de Paz en 2016 (8 %) y de las elecciones de Senado y Cámara de 2018 (8 %), y relativamente mejor en la consulta anticorrupción de 2018 (11 %). La participación en Italia se incrementó en las elecciones parlamentarias de 2022 con 18.1 por ciento para la Cámara y 18.7 por ciento al Senado, cifras que resultan algo más altas que en España (14.9 % Cámara y 14.7 % Senado) donde los colombianos son muy numerosos. Sin embargo, estos números están muy por debajo respecto al voto en Alemania, país europeo donde la participación es la más elevada (47.4 % Cámara y 30.4 % Senado).
Estas evidencias empíricas señalan un ligero aumento de la participación formal, pero también un desapego arraigado de la población colombiana en Italia, en cuanto al ejercicio del voto hacia su país de origen. No obstante, los colombianos también manifiestan cierto interés por la política de su país, el cual se expresa particularmente al tratar de mantenerse informados sobre la situación nacional y a través de la participación social más o menos estructurada con acciones en el ámbito social (Ciurlo, 2013). Es de señalar, además, que en 2021 algunos de los colombianos en Italia demostraron un fuerte interés por la protesta social relacionada con el Paro Nacional en Colombia. Dicha movilización pacífica tuvo una participación sin precedentes en Colombia y en el mundo, especialmente entre los jóvenes que protestaron contra la exclusión económica, política y social. Esta protesta social inició en noviembre de 2019 y después de un año de pandemia, que agudizó las inequidades sociales y económicas existentes, volvió a explotar en abril de 2021 y se prolongó durante todo ese año. En este contexto, muchos migrantes han sido protagonistas de manifestaciones e iniciativas de diversa índole en algunas ciudades italianas, mostrando un fuerte carácter político y reivindicativo.
Marco teórico
Para examinar cuáles pueden ser las razones de la indiferencia a nivel social y político entre la población del presente estudio, se partió del concepto de apatía política. Esta noción es convencionalmente aceptada como un problema social; sin embargo, su definición y consecuencias son motivo de disputas en la comunidad académica (Eliasoph, 1998; Gilens, 2012). Generalmente, la apatía política se refiere a la falta de interés por los asuntos o procesos políticos (Fox, 2015) y se asocia exclusivamente al hecho de no votar. No obstante, es importante no ver la apatía sólo como un defecto formal de los sistemas democráticos, sino explorar el significado y el sentido que esta práctica tiene para los ciudadanos (Dahl et al., 2018).
Entre los factores que determinan la apatía puede incluirse un bajo grado de empoderamiento, la percepción de inutilidad de las actividades políticas y la ausencia de estímulos que motiven a participar (Dahl et al., 2018). Por otro lado, entre los factores determinantes de la apatía también encontramos la idea de que la política es confusa y contradictoria (Campbell et al., 1954), la sensación de ilegitimidad, injusticia y corrupción (Clemens, 2016), el creciente interés por proyectos individuales (Haralambos y Holborn, 2008) y la manipulación de los medios de comunicación; así como elementos asociados a la clase social, la educación, la etnia, el género y los ingresos económicos.
Estudiar la apatía política en un contexto de migración requiere visibilizar otras categorías y relaciones que ayudan a comprenderla de forma más amplia. Trabajos como el de McCann et al. (2019) muestran que para los mexicanos y los colombianos migrantes en Estados Unidos vivir en el extranjero no está asociado a un declive de la atención política respecto del país de origen. Es así que el capital social y el capital político acumulados en un país pueden transferirse al otro (Kastoryano, 2005; Levitt, 2004; Østergaard-Nielsen, 2003; Waldinger et al., 2012), realidad que contrasta con los hallazgos de Schlenker et al. (2017), para quienes la participación política en el país receptor podría ser inversamente proporcional a la del país de procedencia. Por ende, surgen diversas preguntas: ¿qué sucede cuando el interés político previo a la migración no era significativo?, ¿se verifica una continuidad o una ruptura?, ¿la eventual persistencia se da solo en el nivel de participación electoral o está también relacionada con otras dimensiones de la política? Además, ¿qué sucede cuando la participación/apatía carga el peso de la violencia, como en el caso de Colombia? Como se observa, se trata de un escenario en el que, como sostienen Staeheli y Hammett (2010), la promoción de una nueva historia nacional y de participación política puede ser particularmente difícil.
Para responder a estas preguntas se ha utilizado como herramienta heurística el concepto de subjetivación política focalizado en el contexto migratorio. Se entiende por subjetivación el “proceso de producción de un sujeto” (Tarragoni, 2016, p. 115) mediante actos reflexivos que lo ubican en un plano colectivo “donde el otro me interesa en cuanto potencia para la constitución del nos(otros)” (Díaz Gómez, 2012, p. 99). Un proceso que, según Boucher et al. (2017) es provisional y evolutivo, ya que no se adquiere de una vez y para siempre. Además, la subjetivación está arraigada a un principio de oposición a las dimensiones alienantes de la vida social.
En los procesos de subjetivación política el sujeto se va formando en un contexto en el que tienen importancia la economía, la política, la violencia y el sufrimiento social (Biehl et al., 2007). Este curso de formación es dinámico y cambiante. La subjetivación política es un proceso contingente en el que interactúan tanto formas institucionales como culturales, y en el que los sujetos pueden cambiar o seguir lo que suele aparecer como normal y deseable. En este trabajo se asume la idea de que la subjetivación da la posibilidad al sujeto de adoptar una relación simbólica distintiva con el mundo y, a partir de ella, comprender la propia experiencia de vida (Biehl et al., 2007). Desde esta perspectiva, se evidencia cómo funcionan y se intensifican algunos fenómenos sociales tales como la apatía política y cómo, en algunos casos, estos pueden resultar contradictorios para algunos grupos y eficaces para otros.
Los procesos de subjetivación no necesariamente se constituyen en movimientos emancipatorios, ni tampoco implican la organización colectiva (Manrique y Quintana, 2016). Si bien es cierto que muchas veces la creación de sujetos políticos implica la contestación del orden social establecido, su reforma o transformación, en otras ocasiones las respuestas no siguen por esa línea. Al contrario, pueden ser ambiguas y reforzar los marcos de interpretación imperantes. De ahí que sea necesario prestar atención a los condicionamientos sociales y a los valores dominantes, e incluso a ciertas formas de opresión que pueden influenciar los procesos de subjetivación.
Como sostienen Kleinman y Fitz-Henry (2007) las subjetividades tienen una biología y una historia, pero también una especificidad cultural, una ubicación política y una posición económica. La subjetivación política, por lo tanto, posee una geografía humana y social que debe ser identificada y descrita. Es en los recovecos de la cotidianeidad donde los actores sociales reinterpretan discursos, domestican símbolos, combinan estrategias y reconfiguran relaciones para recrear sus mundos, los sistemas políticos y su futuro. Empero, en este proceso el individuo no es tan libre. Así lo indican Manrique y Quintana (2016):
partimos por reconocer que el sujeto ético y/o político no es un agente racional-soberano, es decir, que pueda constituirse como enteramente dueño de sí, de sus intenciones, actos y palabras; ni es tampoco una conciencia o capacidad racional universal que pueda resultar transparente para sí; sino que el sujeto ético y político se configura en la plasticidad de la materialidad misma de lo real-contingente, como un cuerpo o un conjunto de cuerpos, efectuado y no naturalizado, que es siempre el efecto de prácticas en las que se encuentra históricamente arrojado, donde se articulan fuerzas, afectos, regímenes de sentido, formas de ser, de pensar y de sentir, que estos sujetos pueden también torcer y reconfigurar desde su mismo arrojamiento (p. XII).
Del párrafo anterior se puede colegir que el análisis de la apatía política desde la perspectiva de la subjetivación política debería incluir el examen de las representaciones culturales y la economía política en la experiencia colectiva y su influencia en la subjetividad del individuo (Biehl et al., 2007). Al trabajar de esta forma, se pueden observar tanto los condicionamientos que actúan sobre el sujeto como su capacidad de agencia.
Por medio de la noción de subjetivación, se analizan los cambios en la postura política experimentados durante la migración, no solo desde la óptica del voto y la ciudadanía, o de las restricciones técnicas de las instituciones del Estado, sino desde una serie de interacciones- relaciones en las que se forman las posiciones políticas, así como los imaginarios, anhelos y deseos inherentes a este dominio (Krause y Schramm, 2011). Sin embargo, no se acepta que la subjetivación sea siempre sinónimo de emancipación y que, por lo tanto, se refiera exclusivamente a la manera en que una persona o un grupo de actores estén en condiciones de reclamar, tener voz y ser reconocibles por las autoridades (Tarragoni, 2016). Se propone, en cambio, incluir en este proceso la producción de individuos apáticos o indiferentes, así el sujeto político aparece como potencia, posibilidad, poder constituyente, resistencia, voluntad de acción y solidaridad; pero también como debilidad, egoísmo, poder instituido y función social (Martínez y Cubides, 2012), superando así la oposición entre sujeto y antisujeto propuesta por Wieviorka.4
Metodología
Teniendo en cuenta la naturaleza del problema, el concepto de subjetivación como clave para el análisis y los objetivos cognoscitivos en los que se basa este estudio, se eligió el enfoque cualitativo. Como sostiene Nobile (2022), la investigación desde esta perspectiva permite analizar la realidad social como fruto de un proceso continuo de negociación de significados en el que nada es obvio. Este estudio se centra en comprender a profundidad los significados que los sujetos confieren a las acciones y conductas sociales, así como a los procesos derivados de ellas.
Antes de proceder con la dilucidación de la metodología, cabe señalar que la población colombiana en Italia y también en Roma, un colectivo relativamente pequeño. Aunque los primeros arribos de colombianos a Italia se remontan a los años 70 con la llegada, por un lado, de algunos intelectuales y artistas y, por otro, de trabajadores domésticos empleados entre las familias diplomáticas colombianas, Italia no se ha consolidado como una meta privilegiada para la migración colombiana en Europa. Sin embargo, esto sí ha sucedido en España, especialmente desde el año 2000 en adelante, país con el que Colombia tiene fuertes vínculos históricos además de compartir el mismo idioma y algunas facilidades de ingreso e inserción que ha compartido por algunos años con otros grupos de latinoamericanos.
Según los datos del Istituto Nazionale di Statistica (ISTAT) del 1 de enero de 2021, en Italia había 19 848 colombianos, situándose en séptimo lugar entre los migrantes latinoamericanos presentes en aquel país. A este grupo le seguían los colectivos provenientes de Perú (96 546), Ecuador (72 193), Brasil (50 666), República Dominicana (30 255), Cuba (22 958) y El Salvador (20 038). Hay que tener en cuenta que el número real es mayor, ya que en las estadísticas no se incluye a quienes no tienen un permiso de residencia regular, ni a quienes han adquirido la ciudadanía italiana o tienen el estatus de refugiados. De hecho, las estimaciones de Naciones Unidas (United Nations, 2019) señalan la presencia en Italia de 40 769 colombianos, de los cuales 14 553 son hombres y 26 216 mujeres.
Se trata de una población heterogénea con niveles de instrucción y estatus socioeconómicos diversos y, aunque las causas de la migración son varias, hay un número de migrantes económicos importante que en general proviene de las zonas más desarrolladas del país y con más tradición migratoria; aunque también hay una minoría proveniente de las áreas rurales (Ciurlo, 2013). Los datos del ISTAT (2021) muestran que la población colombiana es un colectivo con un cierto grado de integración en la sociedad italiana, que se puede observar con los matrimonios entre mujeres colombianas y hombres italianos, bastante usuales, y los cuales dan vida a una presencia consistente de parejas mixtas.5 Su integración se nota, además, con los motivos del ingreso a Italia durante el año 2020 (1 146 total), entre los cuales las razones familiares son las más frecuentes (937 personas). A ello le siguen razones humanitarias (333), de estudio (151), residencia electiva, religión y salud (102), y por último trabajo (23). La población colombiana se distribuye en todo el territorio italiano, pero un poco más de la mitad del total se concentra en el norte del país donde el desarrollo industrial es más elevado. En Roma, una de las ciudades con mayor concentración de colombianos en Italia, la población está constituida por 3 170 personas con un porcentaje de mujeres de 56.6 por ciento.
La muestra para la recolección de los datos se realizó siguiendo la técnica subjetiva de elección razonada, gracias al conocimiento previo de los investigadores sobre el colectivo colombiano presente en Roma mediante estudios realizados anteriormente. Aunque todas las personas provienen de las áreas urbanas y son de clase media, la muestra pretende reflejar en parte la heterogeneidad del universo analizado. Por lo tanto, se escogieron personas con características diversas en cuanto al tiempo de residencia en Italia, el tipo de trabajo u ocupación y a su participación o cercanía con grupos o formas de agregación. La muestra está compuesta por 15 personas: 11 mujeres y 4 hombres residentes en Roma, con edades entre los 30 y 60 años. Buena parte de ellas son profesionales que han logrado insertarse en trabajos de calificación media y alta; otras pocas tienen una menor formación y ocupaciones de baja calificación, y hay personas que están desempleadas de manera temporal. Una parte de las personas no llegaron directamente a Roma, sino hasta después de haber residido en otros países y ciudades de Italia, y el tiempo de residencia en la ciudad oscila entre poco menos de 1 y 30 años.
Como instrumento investigativo, se adoptó la entrevista en profundidad, que según Taylor y Bogdan (1987) es una herramienta que explora, detalla y rastrea a través de preguntas cuál es la información más relevante para los intereses de la investigación. Esta técnica también permite conocer a la gente lo suficiente para comprender qué quieren decir. Corbetta (2014) ilustra, respecto de esta herramienta, que el entrevistador pone sobre la mesa los temas que quiere tratar, dejando que las personas entrevistadas desarrollen su visión de las cosas y limitándose a intervenir en algún momento para estimular al hablante, o bien para controlar que la conversación no se desvíe.
Las entrevistas, en las que se garantizó el anonimato a través de la utilización de nombres ficticios, se realizaron durante los meses de febrero y marzo de 2020. Las primeras se hicieron de manera presencial; sin embargo, a raíz de la aparición de la COVID-19 y debido al aislamiento social, el resto se tuvo que realizar telefónicamente. Para analizar todas las entrevistas se utilizó el programa NVivo.
Debido al reducido tamaño de la muestra, los resultados no se pueden generalizar a todo el colectivo colombiano en Roma. No obstante, aun con esta limitación se aportan elementos cognitivos significativos respecto de la población objeto del estudio.
Resultados y discusión
Participación social y política antes de migrar
La participación es uno de los elementos fundamentales para la vida política y los sistemas democráticos. Tanto el concepto de política como las diversas formas de democracia suponen la agencia personal en la determinación de los objetivos, los modos de acción colectiva y las normas que regulan la vida de la polis. La participación política ha sido definida como “la inclusión del individuo en el sistema político en varios niveles de actividad, que van desde el desinterés total hasta la titularidad de un cargo político” (Rush, 1992, p. 121). Esta definición va más allá de la concepción limitada que circunscribe esta praxis al voto e integra, por el contrario, una serie de acciones ordenadas a vehicular e influenciar el proceso político. Entre tales acciones se contemplan tener discusiones políticas, tratar de convencer a otras personas de votar en un cierto modo, portar un distintivo político, asistir a asambleas políticas, etcétera (Milbrath, 1965); pero además relaciona la apatía con una forma de orientación o toma de posición ante este sistema. En dicha línea, algunos investigadores (Dahl, 1990; Milbrath y Goel, 1977) sostienen que en la intensidad de la participación influyen factores como el nivel de instrucción, el tiempo a disposición, la clase social, el género, la edad, la etnia y algunas formas de pertenencia y acción grupal.
Al considerar la migración, es apremiante cuestionarse sobre las transformaciones en materia de participación política durante este proceso, observar si la atención política decae con el tiempo y qué sucede con los sujetos apáticos o indiferentes. Siendo la experiencia electoral previa a la migración un buen predictor de la participación en los países receptores (Waldinger et al., 2012), se analizaron algunas rutinas prestando atención no solamente al ejercicio del voto, sino a otras formas de vinculación social como el compromiso social y las relaciones con el Estado y sus instituciones. Esto permite contrastar no solo los cambios, sino también las bases sobre las cuales se asienta un determinado comportamiento político.
La mayor parte de los entrevistados afirman haber trabajado en su juventud en grupos de voluntariado y en asociaciones religiosas -particularmente católicas-; así como haber colaborado en acciones cívicas y de beneficencia, y haber participado en programas obligatorios de servicio social -como los de alfabetización-. Dos elementos dominantes en estas formas de participación son el familiar y el religioso. Relata un entrevistado:
Mi mamá es ministra de la Iglesia católica, ella puede dar comunión y una cantidad de cosas… y yo iba con ella a visitar a las mujeres en la cárcel y a trabajar con las personas de la tercera edad (Rubén, comunicación personal, 15 de marzo de 2020).
Probablemente, la pertenencia a una familia creyente, a un colegio católico o la vinculación a una parroquia les haya permitido a algunas personas desarrollar una conciencia del necesitado/desvalido, al igual que puede haberlo hecho la pertenencia a círculos familiares vinculados con la asistencia social y el posterior contacto con clubes y organizaciones civiles dedicadas a ella. No obstante, estas actividades parecen haberse realizado en una cierta confrontación o con desdoro de la dimensión política; ayuda social sí, pero política no: “Estuve con la Defensa Civil... ayudaba a los niños pobres… pero metido en política, no” (Luis, comunicación personal, 7 de marzo de 2020).
Solo dos personas manifiestan haber estado comprometidas desde su juventud directamente en el mundo político, y en este caso la familia también cumple un rol innegable: “Estuve militando en las Juventudes Galanistas… voluntaria de la Cruz Roja desde los 15 años… en mi familia ha habido políticos desde hace muchos años, siempre he estado involucrada con eso” (Sara, comunicación personal, 11 de marzo de 2020). La otra persona entrevistada nos cuenta que su familia estaba vinculada con la “oposición” y, además, que la exclusión y estigmatización fueron los motivos por los que tuvo que dejar el país junto con sus familiares ya que “la historia contada por una parte del Estado colombiano ha hecho que comunistas, de izquierda, guerrillas sean vistos como algo negativo […] todo tiende a ser callado y tapado con violencia” (Rodrigo, comunicación personal, 25 de julio de 2019).
Es de señalar que algunas entrevistadas manifiestan desinterés no solo por el mundo político, sino por otras formas de participación social; en palabras de dos de ellas: “Tenía poca conciencia de la realidad de mi país, de la situación económica, social, política de mi país” (Julia, comunicación personal, 27 de febrero de 2020). “Vivía muy focalizada en mí… digamos, cómo decirte, al estar toda la vida tan ocupada defendiéndome hasta de mi mamá, nunca pensé en la política, nunca pensé en la situación del país” (Marta, comunicación personal, 29 de febrero de 2020). Claramente, este último testimonio muestra que el no tener tiempo puede ser un motivo para no ocuparse de los asuntos públicos y delegarlos a otros (Dahl, 1990), llegando incluso a desinteresarse por completo de la realidad social.
En relación con el voto, dos terceras partes de los entrevistados aseveran haber sufragado cuando vivían en Colombia, aunque una entrevistada aclara que, a pesar de haber ejercido ese derecho, su elección estuvo condicionada por el parecer de su familia: “Creo que alcancé a votar algunas veces, pero siempre por el candidato de la familia, que mi papá y mi mamá son conservadores, entonces lo que ellos decían yo daba el voto, así, a ojo cerrado” (Diana, comunicación personal, 12 de marzo de 2020). Para quien en Colombia no votaba, o lo hacía en pocas ocasiones, la dimensión familiar, así como la desilusión de lo que acontece en el ámbito político, revisten un papel sustancial:
Nunca en mi vida he votado […] Porque mi mamá cuando estaba Jorge Eliécer Gaitán ella quería votar por él y lo mataron, entonces ella me dijo que nunca más iba a votar por nadie, porque ningún político le gustaba, que todos eran demagogos. Me metía en la cabeza una cantidad de cosas horribles sobre la política desde que estaba chiquita, diciéndome que ningún político era bueno, que todos eran ladrones, desde entonces nunca me interesé de la política y ni siquiera sigo las noticias políticas […] Me echó en la cabeza desde que estaba chiquita en contra de la política que yo quedé traumatizada (Laura, comunicación personal, 7 de marzo de 2020).
Probablemente, la dinámica descrita anteriormente basada en la percepción muy difundida de que la clase política no hace nada por el bienestar de los ciudadanos, explica la asunción de la idea de que votar no sirve para nada. En esta dirección se vinculan igualmente las actitudes preponderantes en este grupo de personas respecto del Estado colombiano y sus instituciones: desconfianza, desilusión e indiferencia.
Visión de la política
En un reciente ensayo, Fassin (2014) describe el creciente fenómeno de desencantamiento del mundo hacia la política; explica que esta tendencia podría estar alimentada por “los numerosos escándalos de corrupción, soborno, abusos de poder, conflictos de intereses y más en general, de las tantas formas de perversión de las prácticas de gobierno que han caracterizado la historia reciente de los países occidentales”. Y expresa que para poder “reencantar” la política sería necesario volver a interrogarse sobre aquello que este concepto significa (Fassin, 2014, p. 9).
En lugar de proceder con un enfoque normativo para identificar qué se debería entender por política, este estudio avanza observando cómo entendían las personas entrevistadas la política cuando estaban en Colombia, explorando sus concepciones antes de migrar. Estas denotan un fuerte desinterés por la política, respecto de la cual prevalece, además, una visión peyorativa. Un primer elemento que emerge es que todos los entrevistados circunscriben la política al mundo del gobierno en sentido delegatorio, como la esfera propia de quienes han sido nominados a través de una comisión y de la cual los ciudadanos participan y son funcionales solo a través del sufragio. En este sentido, los integrantes de la muestra señalan el poder omnímodo de las élites que han controlado el país durante siglos y la falta de auténticos liderazgos que puedan revertir la situación del país. El acento siempre recae sobre una delegación y no sobre un nosotros político: referido a los que fueron elegidos, no a aquellos que eligieron; a los que representan al pueblo, no a la comunidad política.
Otro elemento importante y extendido es que la política es asociada constantemente con la corrupción. Una entrevistada señala: “La política en Colombia es a mi modo de ver más parecida a un circo” (Lucía, comunicación personal, 18 de marzo de 2020); y otra dice:
Pero para mí, la corrupción de los políticos es absolutamente de todos… no se saca a ninguno, ni siquiera esos nuevos que están saliendo, todos son iguales, aquí también [en Italia] [risas], es que aquí y allá... todos piensan cómo se van a ganar más plata, no les interesa nada más (Catalina, comunicación personal, 6 de marzo de 2020).
Hay una suerte de acuerdo en que los vicios de la política se deben a una falta de formación de los políticos y de la ciudadanía en este campo, de lo que deriva el desinterés de las personas, el cual se agudiza por los problemas históricos del país: la guerra, las desigualdades sociales y el narcotráfico. Estos conflictos en lugar de fomentar la conciencia política parecen alejarla:
Curiosamente, como me fui muy joven del país y mi espíritu político no fue muy bien formado y al mismo fue muy desinformado… Yo no aprendí de política a través de ellos, pero crecí con el dolor de la guerra (Rubén, comunicación personal, 15 de marzo de 2020).
El desinterés se expresa en una desafección por las elecciones populares, los partidos y la clase dirigente, y menoscaba la atención por la política en la vida cotidiana. La política, aunque a veces suscite curiosidad, termina siendo el huésped incómodo que nadie quiere ver, saludar ni acoger; como nos cuentan Diana y Luis: “La política no la sigo, yo trato de no hacer ningún comentario. Prefiero quedarme callada o prefiero pasar por tonta, porque ya me ha pasado que termina uno en discusión” (Diana, comunicación personal, 12 de marzo de 2020). Luis por su parte declara: “Yo no me meto mucho, no me llama la atención, pero uno trata de entender cómo funciona la política” (Luis, comunicación personal, 7 de marzo de 2020). Así, para muchas personas, la apatía no aparece tanto como una perturbación del sistema político sino como una manera de desatender los conflictos que genera la política en su vida cotidiana.
Cambios en la visión de la política a partir de la experiencia migratoria
Si bien algunas personas no modifican de manera radical su comportamiento electoral una vez que llegan a Italia, hay otras que cambian totalmente sus hábitos en este nuevo contexto. Entre las razones que influyen negativamente en la participación en las elecciones se encuentran los factores administrativos o logísticos (McCann et al., 2019), tales como vivir lejos de las sedes consulares (Roma y Milán) en las que se puede registrar la cédula y votar. Hay quien explica que debido la progresiva distancia que percibe respecto de la cultura colombiana y la mayor cercanía a la italiana se ha desentendido de lo que ocurre en su país. En cambio, teniendo la doble ciudadanía, vota y participa en las elecciones italianas con cierto interés.
Este comportamiento va en línea con una de las hipótesis de Tsuda (2012) según la cual, con una mayor integración del migrante en la sociedad receptora, decrece el interés por el país de origen. Sin embargo, dicho cambio puede responder también a una instrumentalización del ejercicio de la ciudadanía por cuestiones de conveniencia, percibiéndola como un activo útil y no como un real sentido de pertenencia y responsabilidad política (Escobar et al., 2015; Schlenker et al., 2017). Desde este punto de vista, es pertinente recordar a Rancière (2007), quien sostiene que las personas no necesariamente tienen una forma de ser y de pensar determinada por el lugar y la posición que ocupan en el orden social y que origina un cierto tipo de conciencia. Si los sujetos están en el mundo social, sus comportamientos políticos sobrepasan la relación establecida a través de la membresía del Estado nación, asentándose además en otras instancias microsociales como la familia, el trabajo, las redes sociales, etcétera.
Regresando al voto, la baja participación está influenciada en algunas ocasiones por la violencia y sus diferentes expresiones, que por otra parte acaban desgastando en diferentes niveles la relación el Estado y su diáspora. Una entrevistada argumenta que la inseguridad y la violencia la han llevado a desarrollar una fuerte apatía política: “Ahora cuando me vine a vivir acá a Italia fue que dejé de votar, fue básicamente por una situación que nos sucedió a nosotros, entonces fue como un rechazo hacia el Estado colombiano” (Helena, comunicación personal, 14 de marzo de 2020). Este testimonio ejemplifica cómo la subjetivación política no está circunscrita a una trayectoria política invariable, sino que depende muchas veces de aquellas rupturas biográficas que pueden crear un nuevo sistema de signos y comportamientos en contra del Estado. Estos no se traducen necesariamente en una forma de emancipación y acción colectiva, sino que, en ocasiones, se transforman en un rechazo individualista. La desatención podría verse como una forma de negociación, una táctica de supervivencia frente a las amenazas que en el contexto colombiano supone la participación política o el compromiso social.
Al referirnos a la participación electoral, ameritan consideración especial aquellas personas que no votaban en Colombia, pero sí lo hacen en Roma, donde además la política adquiere para ellas un nuevo significado y refuerza su sentido de pertenencia a su país de origen. Vivir en un contexto donde hay más tiempo a disposición, en el que el Estado social les ofrece acceso a salud, educación gratuita, beneficios sociales y formación, les permite desarrollar una conciencia hacia las injusticias existentes en Colombia y el deseo de votar.
Empecé a hacer comparaciones y empecé a darme cuenta. Primero que todo, que nunca hice nada por mi país, y segundo que todo no era justo. Entonces se me despertó ese espíritu de colombiana de hacer algo, aunque viviera aquí en Italia, de hacer algo por mi país (Julia, comunicación personal, 27 de febrero de 2020).
Algunas personas entrevistadas mencionan que en Italia han desarrollado una madurez política. Se han dado cuenta del peso e importancia que tiene la sociedad civil, de la mayor solidez del sistema democrático y de que, a pesar de las diferentes ideologías, existe un diálogo respetuoso basado en el ejercicio de los derechos. Perciben, también, que las diferencias difícilmente se convierten en motivo de conflictos capaces de perjudicar las relaciones interpersonales. De hecho, se da un choque entre las ideas restrictivas y limitadas sobre el Estado y la política moldeadas en Colombia, por una parte, y el lenguaje más abierto y libre que favorece la emergencia de nuevos sujetos políticos capaces de observar y poner en cuestión el mundo en el que vivían, por la otra parte.
Yo encontré la política de Colombia afuera de Colombia, no adentro. Cuando empecé a entender la política del Reino Unido y la importancia dentro del sector político como tal, mi trabajo tuvo un toque político, eso yo no lo entendía, lo empecé a entender poco a poco a través del Reino Unido, pues fue el que me educó políticamente (Rubén, comunicación personal, 15 de marzo de 2020).
La información anterior nos hace pensar que se da una suerte de resocialización del ámbito político en el exterior, en la que la familia puede perder su protagonismo. Hay que recordar que el núcleo familiar es una matriz fundamental de la subjetivación política, no solo por las sociabilidades que hace posibles, sino principalmente por la definición de los roles e identidades entre sus miembros y por la producción de valores y símbolos a través de los cuales se piensa y se vive la vida política. Normalmente, bajo estas circunstancias, las lealtades familiares van de la mano con las opciones políticas, pero durante la migración, como relatan algunos entrevistados, se da una ruptura con el mundo familiar, lo que les permite acceder a nuevas perspectivas de la política que no se conocen cuando el vínculo con la familia permanece intacto.
Formas actuales de participación social y política
Luego del voto pasamos a considerar otras modalidades menos convencionales de la participación ciudadana en el ámbito sociopolítico. Entre ellas se pueden incluir las asociaciones, las protestas y las manifestaciones, pero también como señalan Bermúdez y Cajal (2016), la participación en organizaciones de la sociedad civil, en movimientos sociales menos institucionalizados, referidos tanto al país de origen como al de destino.
Es interesante indicar cómo muchas de las personas que habían realizado actividades en este terreno en Colombia antes de migrar, también desarrollan en Italia diversas formas de participación ciudadana. Una minoría de entrevistados relatan que, desde su llegada a Roma, debido a su cercanía al mundo religioso, se aproximaron a grupos y asociaciones de la Iglesia católica, igual que en Colombia. Estos grupos generalmente son fundamentales, sobre todo en las primeras fases de la migración, porque proveen información clave que facilita la integración en el nuevo contexto, además de fungir como ámbito de agregación para compartir el tiempo libre. Las personas entrevistadas señalan haberse alejado de estas estructuras con el paso del tiempo, en gran parte por el hecho de haber logrado consolidar una red de amigos más afín a sus propios intereses. Al final, solo unas pocas personas, y por razones ligadas prevalentemente a la esfera religiosa, mantienen esta vinculación acorde con la concepción inicial que tenían de la política.
La religión cumple una función preponderante en el proceso de subjetivación política. El catolicismo tradicional colombiano representa un inmenso depósito simbólico para sostener y reproducir la aversión a la política, en particular por su posibilidad de articulación con los ambientes comunitarios rurales y pobres, y por su visión apolítica de la compasión y la caridad. El catolicismo predominante en Colombia se muestra como una ideología compacta cercana a las élites, mediante la cual se evitan las críticas a las formas de opresión y a las desigualdades. En este sentido, algunos entrevistados dan testimonio de haber participado en Colombia en actividades de asistencia social parroquial, pero sostienen haberlo hecho en medio del desinterés por la política y sus agrupaciones. Una vez roto el vínculo con la institución eclesiástica en Italia, surgen nuevas subjetividades gracias a la liberación de las limitaciones impuestas por su autoridad.
De regreso a la participación, entre los entrevistados hay quienes estaban vinculados en su país con el mundo de la cultura, y una vez en Italia este espacio se convierte en un ámbito para desarrollar intervenciones sociales. Tres de los entrevistados cuentan que, al unirse con otros migrantes, no solo colombianos sino de otras nacionalidades, lograron realizar actividades culturales, articulándose en algunas circunstancias con otras organizaciones y con la administración local. Dos entrevistados tienen la convicción de que la difusión de la cultura y el arte tiene el potencial de transformar la realidad social, por lo que le confieren un carácter político a su trabajo. Esto coincide con otras investigaciones que describen la subjetivación política a partir de ciertos ambientes considerados infra-políticos: la educación musical que deviene en formación ciudadana (Gómez, 2011) y la creación de resistencias a partir de identidades estético-culturales (Garcés, 2011).
Se advierte, igualmente, cierto compromiso político en temas relacionados con la reivindicación de los derechos de los migrantes. Algunos entrevistados hacen o han hecho parte de grupos más o menos formales que se dedican a este tema en Italia y también frente al Estado colombiano. Este tipo de participación está supeditada a la voluntariedad del compromiso, a los límites de la burocracia, al tiempo y los recursos disponibles, y por ende las escasas actividades que se logra realizar y que, no siendo constantes, pierden peso y capacidad de incidencia. Lo anterior lleva a constatar que existe una enorme dificultad para consolidar los grupos, los cuales carecen de una verdadera estructura capaz de organizar el trabajo colectivo y garantizar su permanencia a lo largo del tiempo. Sin embargo, a partir del proceso de paz con las FARC, algunas personas entrevistadas que ya en Colombia estaban comprometidas socialmente han conseguido articular esfuerzos y generar sinergias con otras organizaciones para promover iniciativas. Estas, aunque muy tímidamente, van en la dirección de ejercer presión política, participar en la agenda migratoria y apoyar la implementación de los acuerdos de paz.
En línea con la idea precedente, algunos entrevistados muestran un cierto interés hacia las protestas que iniciaron en noviembre de 2021 en Colombia y expresan el deseo de apoyarlas. Sin embargo, difícilmente las intenciones se convierten en acciones concretas y eficaces, además de que hay quienes las consideran prácticas inútiles y les restan valor político. Lo dicho hasta el momento indica que existe en el colectivo colombiano en Roma un cierto nivel de participación social, pero los datos revelan igualmente que buena parte de los entrevistados no se reúnen con sus connacionales para realizar actividades. Esto obedece a ciertas formas de desconfianza y de clasismo que, aun sin ser expresadas abiertamente, se perciben entre líneas. Es evidente, por lo tanto, que el compromiso social-político con Colombia y la participación ciudadana se manifiestan a través de proyectos individuales, más que colectivos.
Finalmente, los testimonios de los entrevistados indican que, a pesar de la escasa participación más o menos directa en política, las diversas modalidades de agregación y de trabajo por el país pueden ampliar la visión de la política misma o transformarla radicalmente, como sucede de hecho en el caso de algunos sujetos apáticos e indiferentes. Dichas modalidades también estimulan y fortalecen la conciencia, el deseo y la frecuencia de los modos de participación, así como la posibilidad de abrirse hacia nuevos canales de trabajo colectivo.
Conclusiones
Adoptando la subjetivación política como clave hermenéutica, en este análisis se ha podido constatar que las formas de concebir la política, entre los entrevistados, hacen parte de un proceso dinámico que inicia antes de la migración y que continúa durante todo el proyecto migratorio. Un camino de construcción cognitiva que nunca finaliza, a lo largo del cual los individuos mantienen o ajustan actitudes, valores y comportamientos políticos sobre la base de una variedad de relaciones que no solo tienen que ver con el(los) Estado(s), sino también con escenarios y relaciones de la vida cotidiana en donde desarrollan sus actividades y aficiones.
A propósito de las relaciones de tipo micro, la influencia de la familia y de la religión son primordiales. A este respecto, se pudo verificar cómo algunos individuos, cuando mantienen en sus concepciones políticas el nuevo contexto, dan continuidad al sistema de valores y reglas que tenían antes de migrar; mientras que otros realizan cambios cuando logran hacer rupturas que les permiten adoptar nuevos referentes simbólicos capaces de modificar comportamientos y la concepción misma de la política. Otros factores significativos en el proceso de subjetivación son el compromiso social, el arte y la cultura. La experiencia o cercanía a los escenarios anteriores parece estimular en los sujetos modalidades de participación que luego interiorizan, convirtiéndose en un catalizador de transformaciones en la dimensión existencial de la política. En consecuencia, parece activarse un círculo virtuoso capaz de producir nuevas subjetividades.
De manera general, sin embargo, se constata que entre las mujeres y los hombres colombianos residentes en Roma se produce y reproduce una visión reducida y peyorativa de la política y de la participación en la misma. Esta supera el simple sentido de desilusión que deriva de los fenómenos asociados a la corrupción y otras disfunciones del sistema político y social colombiano, instalándose en las personas como un sentido de desafección profunda. De allí que buena parte de los sujetos rechacen con determinación la salida dialogada al conflicto armado y a la violencia en Colombia, el debate político, las acciones y los proyectos colectivos.
A pesar de ello, este estudio evidencia cómo la apatía y la indiferencia hacia la política no son producto exclusivamente de una escasa formación en este ámbito o fruto de la ignorancia, la alienación, el delirio o la exclusión. Las personas políticamente apáticas son simplemente ciudadanos que no participan formalmente, porque en el mundo en el que crecieron la política mutila, silencia, persigue y desaparece. Por tanto, su apatía no podría ser juzgada por los criterios del buen y mal ciudadano que no tiene presente la complejidad de los juegos y azares de la violencia política. Las dinámicas de la apatía, y no su aparente inmovilidad, son comprensibles en un largo hilo de violencia y exclusión políticas, partidismos y corrupción. Solo por estos caminos se pueden vislumbrar las motivaciones, estructura y efectos de esta apatía y como ésta es moldeada por la economía política del contexto en el que estas personas han vivido.
Mediante las diversas formas que asume la apatía, los migrantes entienden el mundo, se hacen cargo de sus propias existencias y manejan las diversas experiencias de la vida cotidiana, tanto en el contexto de origen como en el de destino. Se trata de una suerte de estrategia de sobrevivencia que desarrollan frente al ambiente social colombiano, el cual rechaza y criminaliza el compromiso político a la vez que polariza y estigmatiza las voces disidentes. Es, en algunas ocasiones, un procedimiento útil para evitar los pequeños pero molestos contrastes que produce la política a nivel familiar, entre amigos y vecinos, pudiendo así ocuparse de sus necesidades más inmediatas. Por lo tanto, más que dotada de un valor negativo, la apatía podría leerse como una forma de renegociación mediante la cual las personas dan solución a conflictos o dilemas, convirtiéndose así en una forma de agencia. Sin embargo, a pesar de estas evidencias, queda mucho por investigar sobre cómo la apatía política muta, desaparece o se radicaliza en el contexto migratorio.