Introducción
La acción de migrar a un territorio hospedador no solamente consiste en organizar una maleta, subirse a un avión con todos los papeles en regla o cruzar una frontera de forma ilegal. Detrás de la migración se encuentran diversas transformaciones que se generan a partir de la separación familiar. Cuando se trata de migración internacional, se espera mantener las dinámicas familiares pese a la distancia, lo cual se hace a través de llamadas, cartas, participación en fiestas por medio de internet, y otros espacios de interacción que surgen entre la familia y el migrante.
Con la migración de cualquier integrante de la familia, especialmente de los padres, ésta se enfrenta a una serie de cambios, nuevos espacios y distintas dinámicas al momento de establecer los vínculos afectivos a raíz de la distancia geográfica y física, lo que desencadena el surgimiento de la familia transnacional. En el escenario de la migración, la familia se debe analizar de manera holística para comprender mejor sus dinámicas, ya que la tecnología, la economía, la educación, las emociones y los sentimientos de los hijos de los migrantes, sus cuidados y cuidadores, se convierten en factores determinantes al analizar cada una de las transformaciones que surgen cuando uno de los miembros, ya sea el padre, la madre o ambos progenitores, deciden migrar en busca de un mejor futuro para su familia. A continuación, se citarán una serie de investigaciones que han abordado la migración desde distintas dimensiones, y que constituyen un punto de partida para la creación de la familia transnacional.
Metodología
Para la realización de este artículo de revisión documental se indagaron 54 investigaciones empíricas, principalmente de la última década, relacionadas con la migración y la familia transnacional, que permitieron analizar categorías emergentes, como: la tecnología en el fortalecimiento de los vínculos filiales; las remesas económicas; las emociones y los sentimientos que experimentan los hijos de padres migrantes; el niño como sujeto social y su participación en la migración de los progenitores; la educación; la migración y las relaciones de género; los cuidados y los cuidadores de los hijos de migrantes en el territorio de origen.
Las categorías anteriormente mencionadas permiten abordar el tema de manera holística, ya que se analiza cada una de las dinámicas y cambios que afrontan los integrantes de una familia en condición transnacional, como consecuencia del fenómeno migratorio.
Para la selección de los estudios, se tuvieron presentes investigaciones realizadas con familias de migrantes pertenecientes a países de Iberoamérica, pues son territorios donde la migración se ha dado por causas comunes: falta de oportunidades laborales en el país de origen, así como pobreza y búsqueda de un mejor futuro para los hijos; aunque también se retomaron algunas investigaciones realizadas en países receptores como España y Chile, con padres o madres inmigrantes iberoamericanos.
La búsqueda se llevó a cabo en revistas de universidades iberoamericanas y europeas, y de organizaciones internacionales, donde la sociología, la antropología y la psicología fueron las disciplinas encargadas de orientar las investigaciones seleccionadas. Las principales bases de datos revisadas fueron Ebsco, Scopus, Ebook, Oxford Academic y Scielo.
¿Qué es la familia transnacional?
Algunos aportes teóricos
El fenómeno de la migración siempre ha acompañado la historia de la humanidad e, indiscutiblemente, ha traído significativos cambios en la sociedad; tanto, que ha traspasado la esfera familiar y ha originado un nuevo imaginario social de la familia. En consecuencia, ésta se ha transformado bajo nuevas prácticas, configuraciones y significaciones con respecto a lo que representa vivir juntos, a pesar de la distancia (Martínez y Reyes, 2017). Es en este punto donde, al hablar de migración y de los cambios que este fenómeno social trae entre las relaciones materno/paterno-filiales, se hace indispensable retomar el concepto de familia transnacional. Para Bryceson y Vuorela (2002), se trata de aquellas familias que tienen la capacidad de reconstituirse y redefinirse ante la ausencia de uno o varios de sus miembros, debido a la migración. Éstas, para continuar con sus vínculos filiales, adquieren nuevas prácticas sociales, emocionales y materiales que les permiten a sus integrantes mantenerse unidos a pesar de los límites territoriales y políticos que los separan, donde su objetivo es buscar el bien colectivo y la unidad familiar a través de las fronteras.
Al analizar este concepto desde las diversas dimensiones que enmarcan a las familias en situación transnacional, entran en consideración nuevas dinámicas que facilitan su reorganización a partir de la migración (Sánchez et al., 2013), donde no solamente las remesas constituyen un conector entre padres e hijos, sino que además se desarrollan otras prácticas y emociones que permiten fortalecer los vínculos, a pesar de la separación física y geográfica. Siguiendo esta misma línea, Zapata (2016) retoma el concepto de transnacionalidad desde las dinámicas que permiten estudiar la familia, en la que se resaltan sus movimientos, cambios y ajustes. En este punto, la autora se centra en tres tipos de prácticas vinculantes: continuas, discontinuas y creativas, que mantienen las relaciones parento-filiales a pesar del distanciamiento físico, a partir de los sentidos y significados que los sujetos (integrantes de la familia) les asignan.
Del mismo modo, Parella y Cavalcanti (2007) sustentan que los migrantes y no migrantes crean un espacio social transnacional en su vida cotidiana, a partir de la formación de vínculos y redes de interacción entre ellos, la sociedad de origen y la receptora. Estos mismos autores reconocen que la práctica transnacional más relevante entre el migrante y su familia son las comunicaciones vía internet desde la distancia, ya que por medio de ellas se toman decisiones y se discuten algunos temas familiares, como la economía, la crianza y la educación de los hijos.
En este orden de ideas, Zapata (2009) hace un significativo aporte para las investigaciones en este campo: la familia debe ser estudiada y comprendida, no solo en su espacio nacional, sino también desde el escenario transnacional. Lo anterior implica repensar el concepto de familia y acercarse a los miembros que se quedan en el lugar de origen, con el fin de entender los cambios que se dan, así como las dinámicas y prácticas familiares que se reconstruyen a partir de la migración internacional.
En síntesis, en las investigaciones consultadas sobre la familia transnacional se consideran múltiples dimensiones (económica, social, familiar, emocional) que la dotan de significado, y permiten entender las experiencias y el sentido de vivir en familia, a pesar de las fronteras geográficas y políticas que separan a sus miembros.
El papel de la tecnología en la dinámica familiar
Dentro del contexto migratorio, es importante determinar el papel que cumplen las nuevas tecnologías en las dinámicas que se generan en las familias transnacionales para conservar sus vínculos. Para ello, es preciso retomar las investigaciones de Quintero (2021), en Madrid, y López y Loaiza (2009) con familias de nueve municipios del Eje Cafetero en Colombia. El primer estudio se realizó con los padres inmigrantes en el país receptor y el segundo abordó la familia del migrante en la nación de origen. Aunque la población está en diferentes lugares, tiene un aspecto en común: la migración de los padres. Al considerar los hallazgos de ambas investigaciones, destaca la importancia del uso de las nuevas tecnologías, porque permiten que los hijos y sus padres migrantes reconfiguren sus expresiones de afecto para solidificar sus vínculos.
En el estudio de Rodríguez (2016) sobre la situación de una adolescente y su abuela, quienes viven en Colombia, y la madre migrante que vive en el exterior, se recopila información acerca de los escenarios en los que madre e hija comparten tiempo de familia empleando herramientas tecnológicas que les son útiles para comunicarse. Se concluye que las tareas escolares desarrolladas por medio de la pantalla de un computador entre la hija y la madre migrante permiten interacción, diálogo, ampliación de vínculos e interrelación entre familias en situación transnacional. El uso de herramientas tecnológicas como el internet, las redes sociales, el celular y el computador permite que el lenguaje verbal y el no verbal abran un espacio virtual, donde la tarea no solo hará posible un proceso de enseñanza y aprendizaje entre la madre migrante y su hija, sino también un intercambio de afectos y de experiencias cotidianas.
En esta misma línea de investigación, Zapata (2020) realizó un análisis sobre las prácticas familiares que permiten mantener las relaciones paterno-filiales entre el padre o madre migrante y su familia en el país de origen. Ella dividió las prácticas familiares en tres tipos: discontinuas, continuas mediadas y creativas. Las tres tienen un objetivo en comun: fortalecer los vínculos afectivos de los integrantes de una familia transnacional. En este sentido, la segunda práctica es la encargada de utilizar los medios tecnológicos para incluir en las rutinas familiares (las tareas escolares y el juego), tradiciones (cumpleaños) y celebraciones (navidades). Es importante analizar, a la luz de estas investigaciones, que los recursos tecnológicos en la familia transnacional no solo permiten unir a la familia a pesar de la distancia física y geográfica, sino que, además, pueden revivir aquellos momentos y rutinas que siempre van a caracterizar las relaciones al interior de una familia, como las tareas escolares, muestras de afecto y fechas especiales, entre otros.
Sobre este mismo tema, los trabajos de Zapata (2021) y Rodríguez (2011), realizados con familias del Valle del Cauca (Colombia) y en la ciudad de Bogotá, coinciden en que los cambios que se generan en las dinámicas de la familia transnacional permiten reconfigurar nuevas experiencias y actividades cotidianas, cargadas de sentido y de significados. Ese nuevo hogar transnacional se fortalece por los recuerdos de un pasado donde la memoria juega un papel importante al momento de recrear aquellos lugares, objetos, rutinas y rituales familiares (cumpleaños, navidades, días del padre o de la madre) que una vez llenaron el hogar de momentos que generaron unión, los cuales en el contexto transnacional se convierten en la base que fortalece los vínculos familiares y que, a pesar de la distancia, se reviven por medio del uso de la tecnología (Zapata, 2021).
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) generan espacios significativos que permiten a los miembros de la familia transnacional expresar sus sentimientos por medio de la pantalla de un computador o un celular, lo cual disminuye el riesgo del olvido, y hace que la presencia del migrante siga latente, a pesar de la separación física (Rodríguez, 2011).
En este mismo sentido, en su investigación realizada en el cantón Cañar (Ecuador) con familias de padres migrantes, Escobar (2008) concluye que, a pesar de la distancia, las prácticas cotidianas que se tejen en la familia, como el envío de remesas y la comunicación virtual, permiten transformar las relaciones de los integrantes, es decir, que la familia transnacional se adapte a la nueva realidad.
Como se mencionó, para las familias transnacionales, los medios virtuales se han convertido en una herramienta fundamental para la expresión de los afectos, pero también permiten que los padres ejerzan su autoridad a pesar de la distancia, tal como plantean González y Restrepo (2010) en su estudio de familias con padres migrantes del eje cafetero. Ahí, la autoridad se ejerce a través de la virtualidad, y los medios de comunicación son indispensables, incluso para reprender o sancionar a los hijos.
En ese mismo sentido, Micolta y García (2011), en su estudio realizado en la ciudad de Cali, Colombia, con hijos, cuidadores y padres migrantes, refieren que la autoridad se convierte en un desafío para las relaciones entre los miembros de una familia transnacional, ya que hay contradiciones y flexibilidad por parte de los padres migrantes o cuidadores a la hora de ejercerla. En algunos casos, los padres utilizan las llamadas para acercarse a sus hijos de forma amigable y así obtener de ellos obediencia, respeto y amor. También Micolta (2011) define la autoridad como una acción que se establece en una coparticipación con los cuidadores de los hijos en el lugar de origen, lo cual es posible a partir del uso de las herramientas virtuales que facilitan la comunicacón entre ambos sujetos (progenitor y cuidador).
Como se puede apreciar, el uso de las TIC es un factor mediador y vinculante entre padres migrantes, hijos y cuidadores, ya que permite reformar aquellas prácticas que unieron a la familia mientras compartían un mismo espacio geográfico, pues a raíz de la migración, muchas actividades pasaron a desarrollarse en un plano virtual generador de vínculos filiales.
Las remesas económicas
La economía familiar es uno de los principales motivos que impulsan a muchos padres y madres iberoamericanos a tomar la decisión de migrar en busca de mejores beneficios económicos para sus hijos. Es así como las remesas se convierten en un propósito fundamental de la migración y, por ende, en un vínculo entre el que se va y la familia que queda en el territorio de origen.
México es un país iberoamericano con un alto flujo migratorio a Estados Unidos. Este fenómeno ha estado inmerso en la vida de las familias mexicanas, además de que su cercanía geográfica con el territorio norteamericano ha favorecido que los flujos migratorios crezcan considerablemente de generación en generación (López, 2002). Diversos investigadores coinciden en que las remesas son el motivo para que muchos mexicanos piensen en su vecino país como un lugar para proveer económicamente a la familia y así ofrecerle mayores oportunidades, a partir de la estabilidad económica y laboral que no encuentran en su país de origen (Corona, 2014; Pardo y Dávila, 2017; Rivas y Gonzálvez, 2011).
En el estudio de Lamy y Rodríguez (2011), realizado en el estado de Guanajuato (México) con familias de padres migrantes, se encontró que las remesas representan un valioso recurso económico que no basta para sobrellevar otros retos que enfrentan las familias en la crianza de los hijos. Esto debido a que ejercer la maternidad o la paternidad es un desafío, pues muchos padres reconocen que en ocasiones se deben enfrentar a la rebeldía de sus hijos y a la depresión que genera el distanciamiento físico. En las familias estudiadas, se identifica la importancia de la red de apoyo familiar para mantener el proyecto migratorio, especialmente cuando el migrante cuenta con el apoyo de las mujeres en su país de origen para el cuidado de los hijos y la administración de las remesas. En esta misma línea, López y Loaiza (2009), en su investigación en el eje cafetero colombiano, concluyen que las remesas son consideradas una consecuencia favorable de la migración del progenitor, debido a que mejoran las condiciones monetarias de la familia y evitan que los niños sean vulnerables en el aspecto económico.
También resulta indispensable hablar de las redes sociales que tejen las familias y que motivan e impulsan la decisión de migrar por motivos económicos. En este aspecto, la familia y los amigos juegan un papel transcendental al momento de tomar tal decisión (Del Ángel y Robolledo, 2009). En muchos casos, son los integrantes de la familia quienes facilitan el viaje migratorio, ya sea porque realizan un préstamo para financiarlo o porque, si alguno se encuentra en el país huésped, será el encargado de gestionar un trabajo y una vivienda.
Así mismo, Pérez (2017) da a conocer las funciones que tienen las representaciones sociales y las redes. La primera es un medio por el cual circula una serie de información que alimenta el imaginario de migrar. La segunda es utilizada para el ofrecimiento de recursos por parte del inmigrante al futuro emigrante; ya sea dinero, vivienda o trabajo en el país de acogida. En la investigación de Pasantez (2006), realizada con 20 familias ecuatorianas inmigrantes en España, se da a conocer cómo las redes familiares facilitan la migración, porque los integrantes que se encuentran en el país receptor ayudan económicamente al futuro migrante, le brindan la vivienda y le gestionan un trabajo. Esta situación ha permitido que la migración hacia España, por parte de los ecuatorianos, se incremente día tras día.
Como se observa, las remesas económicas son un factor motivacional que ha impulsado grandes flujos migratorios en la historia de Iberoamérica. En este largo viaje, el único propósito es llegar al Norte (Estados Unidos), al Sur (Chile) o a Europa, para encontrar un trabajo, comenzar a ganar dinero y hacerlo llegar a sus hijos y cuidadores que quedaron en el país de origen, quienes lo utilizarán para suplir las necesidades básicas como alimentación, vivienda, salud y educación. A pesar de que muchos migrantes han cumplido con el propósito de sacar a su familia adelante, también asumieron la consecuencia de su proyecto migratorio: separarse de ésta, en especial de los hijos.
Emociones y sentimientos que genera la migración de los padres en niños y adolescentes
En el escenario social de la migración, no sólo el migrante adulto con sus narrativas y experiencias aporta significativos elementos para fortalecer el conocimiento y comprensión de dicho fenómeno, que durante años ha sido responsable de cambiar las dinámicas familiares, sociales, políticas y económicas del hogar. Los hijos que quedan en el lugar de origen o que acompañan al migrante, ya sean niños o adolescentes, han tenido que vivir y enfrentar los cambios a nivel familiar, económico e incluso emocional. Sobre este tema, Quecha (2014) indagó, mediante un estudio etnográfico, los sentimientos de menores pertenecientes a la Costa Chica de Oaxaca, cuyos padres habían migrado a Estados Unidos. Los resultados evidencian sentimientos de desilusión, tristeza y coraje por la ausencia de sus progenitores, lo que recibe el nombre de duelo migratorio.
Así mismo, López (2009), en su trabajo realizado con familias de Tlaxcala con padres en California, presenta una serie de resultados basados en los sentimientos que experimentan tanto los progenitores que se van como los hijos que se quedan. La vulnerabilidad, la inseguridad, la tristeza y la ansiedad son características que comparten los hijos de las familias transnacionales.
Por ejemplo, los jóvenes de escuelas públicas de Cuitzeo, Michoacán, se sentían invisibilizados por su padre migrante, lo cual generaba en ellos rencor, coraje, tristeza y frustración, y afectaba su salud física y emocional (Obregón y Rivera, 2015). En algunos casos, aunque reciben las remesas económicas, la ausencia del padre se traduce en abandono, ya que el dinero no remplazará el afecto ni la presencia física del mismo (Guzmán et al., 2014). No obstante, esta postura no es compartida por todos los adolescentes, tal como se evidenció en la investigación de Salvador (2012).
Así, diversos estudios muestran esta ambivalencia en los sentimientos experimentados por los hijos. Lamy y Rodríguez (2011) y Piras (2016) concluyen que los jóvenes vivencian sentimientos de tristeza por la ausencia de los padres, especialmente cuando ven a otros de la mano de sus progenitores o durante una celebración familiar; pero existen momentos en los que se sienten orgullosos de los esfuerzos que su padre y/o madre migrante hace por sacar la familia adelante y por los logros obtenidos.
Por su parte, una de las experiencias negativas que enfrentan los hijos de emigrantes ecuatorianos que quedan en el país de origen es la falta de autoestima por considerarse inferiores y discriminados al no contar con la presencia, el afecto y el cuidado de sus padres (Suárez et al., 2012). Esto ha generado en los niños un sentimiento de abandono que expresan con tristeza, agresiones a sus pares y, en consecuencia, bajo rendimiento académico. Este comportamiento también está sujeto a la falta de autoridad y afecto por parte de sus cuidadores, ya que en la mayoría de los casos (74 %), los abuelos son los encargados de sus cuidados, pero el agotamiento físico a causa de la edad hace que no desempeñen un buen trabajo (Miranda et al., 2018; Vizcarra et al., 2013).
El niño como sujeto social en el fenómeno de la migración
Las investigaciones anteriores daban a conocer las experiencias y los sentimientos que se generan, a raíz de la partida de los padres, en los hijos que quedan en el lugar de origen, pero también es importante rescatar aquellas experiencias que viven quienes acompañan a sus progenitores en el cruce de las fronteras de su país hacia un nuevo territorio.
Al igual que los adultos, los niños migrantes se ven enfrentados a grandes retos en el país receptor, como es la adaptación a las nuevas prácticas socioculturales y educativas, tanto en el barrio como en la escuela. Estos cambios están acompañados por la exclusión y la discriminación por parte de los niños no migrantes, lo cual hace que el proceso de integración en el nuevo territorio se torne difícil. En la investigación de Pavez (2017) realizada en Recoleta (región metropolitana de Chile), se resalta el papel de socialización que juega la escuela en los procesos de integración de los niños migrantes, la cual, debido al rechazo que reciben por parte de algunos de sus compañeros, se convierte en un espacio de opresión. Es por ello que Pavez insiste en la importancia de fortalecer y/o elaborar políticas públicas que permitan la protección y prevención de los derechos de los niños migrantes. En este trabajo también se habla de la relevancia de que los niños den a conocer su opinión sobre sus vivencias como migrantes, como una manera de participar en los nuevos escenarios sociales, lo que les permite desempeñarse como sujetos de derecho.
Muchos sociólogos de la infancia han querido abrir un espacio para los niños en las investigaciones sobre migración, a pesar del adultocentrismo que existe en algunas familias y en determinados estudios académicos, donde los pequeños son objeto, mas no sujeto de investigación. Pavez (2011), en la investigación realizada con familias peruanas, migrantes en España y Chile, retoma las experiencias de los niños y concluye que la migración infantil es un fenómeno multidimensional, ya que, cuando quedan en el país de origen, se enfrentan a la tristeza por la ausencia de los padres, en especial si es la madre la que migra, y cuando acompañan a los padres en el proceso migratorio o luego de la reunificación familiar en el país receptor, la discriminación racial y lingüística es barrera frente a las relaciones interpersonales con los niños nativos. Ambas investigaciones resaltan que los pequeños deben ser protagonistas de la reconstrucción de escenarios migratorios a partir de su voz y de las experiencias que viven.
Por su parte, Quintero (2021) se centra en las narrativas y la experiencia de los niños y niñas venezolanos y su condición migratoria y transnacional en Madrid. El investigador los resalta como agentes sociales con capacidad de reflexión sobre sus vidas y señala cómo el uso de las tecnologías de la comunicación permite mantener y fortalecer los vínculos con familiares que se encuentran en el lugar de origen o en otros territorios extranjeros, situación que posibilita interactuar con otras culturas, generando un espacio transnacional más amplio. Esta investigación encontró en las voces de los niños, la importancia de que los padres comuniquen la decisión de emprender el proyecto migratorio, porque así ellos se sienten responsables y satisfechos. Sin embargo, cuando sucede lo contrario, se sienten desplazados, lo cual puede influir negativamente en su proceso de adaptación en el lugar de destino.
En este sentido, la investigación de Soto (2012), realizada con jóvenes de los municipios de Anserma, Manizales y Villa María-Caldas, Colombia, concluye que la decisión de migrar por parte de los padres es un asunto que en pocas ocasiones se les consulta a los hijos, lo cual provoca que los jóvenes generen imaginarios al respecto, únicamente porque los ven partir, mas no porque hayan tenido una preparación para esta nueva experiencia familiar. A partir de estas voces, se reflexiona sobre la importancia de su participación en la migración de sus padres, ya que, a pesar de su edad, deben ser vistos con la capacidad de razonar y de tener criterio en las situaciones que los involucran y los afectan como integrantes de un núcleo familiar.
Migración y educación
La migración como fenómeno social ha traído consigo significativos cambios en diversos contextos de la infancia, como la educación, y en el papel que cumplen los maestros y la escuela en este proceso.
Pavez (2013) resalta que “el rol de la educación formal es compensar y transformar las desigualdades y no reproducirlas” (p. 199). Este aporte constituye un punto de partida para reflexionar y analizar la tarea que debe de cumplir la escuela en contextos migratorios.
En ocasiones, en los espacios educativos se genera exclusión social sobre los estudiantes y las familias que legalmente no pertenecen al territorio huésped, como lo evidenciaron García et al. (2016) en el estudio comparativo con hijos de padres inmigrantes e hijos de padres autóctonos de la región de Murcia (España). Entre sus hallazgos, se destaca que la exclusión social que experimentan los estudiantes inmigrantes, debido al choque cultural y lingüístico, genera una ruptura en la comunicación entre las familias inmigrantes y la escuela, por el miedo que éstos sienten de ser señalados por las diferencias sociales. Una situación similar fue abordada por Ramón y Guahichullca (2018) en la ciudad de Machala, Ecuador, donde se abordan las consecuencias de la migración interna de la población rural a la zona urbana.
En ambos escenarios, se evidencia que la discriminación y la desigualdad a nivel cultural y social hacen que los niños y jóvenes, hijos de inmigrantes, presenten bajos rendimientos académicos y opten por el abandono, situación que también es producto del bajo nivel escolar de los padres de familia. Por ello, estas investigaciones hacen un llamado a la escuela para que se convierta en un espacio donde no solo prime el aprendizaje, sino también el respeto y el reconocimiento de la importancia de la diversidad cultural para fortalecer los procesos escolares de los educandos, y así hacer de la migración un fenómeno lleno de oportunidades y aprendizajes, tanto para quienes llegan como para quienes residen.
A pesar de este panorama de exclusión y discriminación social que enfrentan muchos inmigrantes en territorios extranjeros, la educación es un aspecto motivacional que ha impulsado a muchas familias a cruzar fronteras lejanas para mejorar su economía y, por ende, tener los recursos (remesas) suficientes para brindar una mejor educación a los hijos, ya sea en el país de origen o en el de acogida. Al respecto, Mancheno (2010), en la investigación realizada en Cañar, provincia de Ecuador, se plantea dos hipótesis. La primera es que una de las consecuencias de la baja inversión del Gobierno nacional al sector educativo es que el nivel académico de los estudiantes no es el mejor. Por tal motivo, muchos de sus pobladores ven en la migración una salida para mejorar los procesos escolares de sus hijos y optan por pagar una institución privada. La segunda hipótesis se refiere a que el alto índice de la deserción escolar en la provincia de Cañar se debe a que los ingresos recibidos en el territorio de origen son inferiores a los pagos que reciben en países extranjeros, como es el caso de España. Esta desigualdad económica ha incentivado que muchos pobladores abandonen las aulas para ir rumbo a un país receptor con mejores beneficios económicos y laborales.
También Castañeda (2014), en su investigación realizada en la Zona Metropolitana de Guadalajara (México), comprobó que la deserción escolar es consecuencia de las incidencias que trae el contexto sociocultural y económico con altos flujos migratorios. La información que los jóvenes reciben de los familiares, amigos, vecinos o conocidos inmigrantes sobre los trabajos, las ganancias económicas y la vida cotidiana en el país vecino, Estados Unidos, además de las remesas que reciben o que ven recibir a otros, hacen que construyan un imaginario cargado de deseos y fantasías sobre las oportunidades y la estabilidad económica que tendrán en el país receptor. En algunos casos, esta situación trae como consecuencia que consideren la educación como última opción para cumplir todos sus anhelos y metas, y vean la migración como una mejor decisión. Así mismo, en las entrevistas realizadas en los hogares de la comunidad de San Jerónimo Coyula, Puebla, los jóvenes, al ver que sus familiares enviaban las remesas, no querían seguir estudiando, sino irse a trabajar al exterior (Corona, 2014).
En estas investigaciones se hallaron tres aspectos sobre cómo la educación se relaciona con el fenómeno migratorio y las familias transnacionales. El primero es el reto que tiene la educación de hoy ante las problemáticas de discriminación y exclusión social que se dan en muchos establecimientos educativos con hijos de padres migrantes. El segundo se refiere a la mirada que muchos padres tienen sobre la educación como un factor que los impulsa a migrar a otro territorio para mejorar y garantizar el futuro de sus descendientes. El tercer elemento que se evidenció es que muchos padres migran con la finalidad de que sus hijos estudien, pero algunas familias se encuentran con que éstos también quieren iniciar su proyecto migratorio, debido a que han crecido con un imaginario sobre las posibilidades de trabajo y de ganar dinero en el exterior, a partir de las experiencias de amigos y familiares migrantes.
Estos hallazgos, en parte, son contrarios a los resultados que tuvo la investigación de Pérez y Pesantez (2017) con jóvenes del cantón Sígsig (Ecuador), quienes encontraron en las narrativas de los participantes que la educación es una oportunidad para mejorar sus condiciones de vida, pues implica la posibilidad de ser profesionales y construir un hogar económicamente estable, donde ningún integrante de su familia (actual o futura) tenga que migrar para cumplir sus sueños.
A partir de estos escenarios en los que la migración y la educación se relacionan, se observa que los imaginarios de la primera, construidos a partir de las experiencias migratorias de otros, pueden influir en los pensamientos de muchos jóvenes, pero ese sueño de migrar no siempre será la solución para alcanzar sus ideales de estabilidad económica y profesional, ya que los pueden obtener gracias a la educación.
Migración y relaciones de género
Para enmarcar la importancia de este tema en el contexto migratorio, conviene traer a este escenario la investigación de Vizcarra et al. (2013), en la que un rito al momento de nacer es el que define las funciones que deben cumplir el hombre y la mujer en la comunidad indígena mazahua (México): el cordón umbilical de las niñas es puesto bajo el fogón para simbolizar las tareas domésticas que debe realizar la mujer en esta comunidad. Lo anterior no sólo es un acto que simboliza las diferencias género, sino que es el punto de partida para desarrollar un conjunto de asimetrías que se dan entre las labores asignadas culturalmente a hombres y a mujeres, donde éstas se limitan al trabajo doméstico y aquéllos a la proveeduría del hogar. Dicha situación se acentúa cuando el hombre migra, ya que a la mujer se le incrementan las labores domésticas y comunitarias, las cuales nunca serán remuneradas. Las remesas que manda el esposo del extranjero (Estados Unidos) son administradas por el suegro, por lo que no existe autonomía ni emancipación de la mujer sobre el dinero.
La migración femenina no es muy frecuente, pero cuando ocurre, las mujeres son criticadas a su regreso porque llegan con nuevas experiencias y conocimientos, como es el uso de electrodomésticos para facilitar las tareas del hogar. Sin embargo, a pesar de estas comodidades que tienen gracias a la tecnología, no cuentan con tiempo para desarrollar capacidades y liberarse de las cargas domésticas que desde su nacimiento y por tradición les fueron asignadas, y que por cultura parecen irrevocables.
Las tareas de crianza y cuidado asignadas a la mujer y al hombre, por tradición, coinciden con el resultado de la investigación de Lagomarsino (2014), realizada con madres inmigrantes en Génova (Italia) y sus familiares en Ecuador. En las entrevistas se encontró que la mujer es socialmente señalada y criticada por la migración, ya que se considera que abandona a sus hijos por partir hacia otro territorio; mientras que en el padre es concebida como algo normal, ya que éste es el encargado de la proveeduría económica del hogar.
En esta investigación, la autora encuentra ambivalencias en el concepto de la migración femenina. En el país de origen, ésta trae consigo la destrucción de la familia. En el país de destino, la reunificación entre la madre e hijos es considerada por muchos profesionales como psicólogos, docentes y trabajadores sociales, como un riesgo e irresponsabilidad de la madre por llevar a sus hijos a Italia, debido a que el trabajo no le permitirá cumplir su tarea de cuidado y crianza. A partir de estas situaciones, se concluye que es necesario ser conscientes de que la migración femenina no es sinónimo de abandono y destrucción, pues la partida de la madre modifica el modelo tradicional de la familia, ya que, en la distancia, puede cumplir su tarea por medio de la comunicación constante y el diálogo con sus hijos, es decir, la maternidad a distancia se reconstruye.
Bajo esta misma línea, Zapata (2016) plantea una serie de reflexiones sobre cómo la cultura y la sociedad se han encargado de asignar las obligaciones del cuidado de los hijos a la madre, ya sea que migre o no, mientras el padre es el encargado de la parte económica de la familia, tanto en forma presencial como en la distancia geográfica. Esta desigualdad de género también se evidencia en las redes de cuidadores que se tejen debido a la migración de alguno de los progenitores o de ambos. Es decir, el cuidado de los hijos/hijas siempre será responsabilidad de las mujeres, ya sea tías, abuelas, hermanas o mujeres cercanas a la familia.
También Micolta (2014) da a conocer una serie de aspectos que enmarcan la vida cotidiana de los padres migrantes, hijos y cuidadores en Cali, Colombia, a partir de la red de cuidados que se tejen en la familia. En los contextos migratorios, persisten las mismas desigualdades de las tareas del hogar entre el hombre y la mujer: el padre es quien migra y provee a la familia económicamente, mientras la madre desarrolla los oficios del hogar y del cuidado de los hijos. Sin embargo, también se encontraron casos en que las madres eran las que migraban y los padres se encargaban del cuidado de los hijos y de las demás actividades domésticas, con la diferencia de que éstos necesitaban del apoyo de otras mujeres, ya sean las tías o las abuelas de los menores.
En este mismo sentido, Gimeno et al. (2014) dan a conocer una serie de relatos sobre las experiencias del proceso de migración de familias colombianas a España. En este estudio, la mujer es la pionera, pero su trabajo no tiene buena remuneración, además de que continúa con la sobrecarga de tareas domésticas en el territorio receptor. En el trabajo de Gutiérrez (2017) se reitera que el hombre ha sido el proveedor y la autoridad en la familia, y el afecto y la crianza se han asignado a la mujer. Esto genera que los hijos sientan más afectos por la madre, mientras que en el caso del padre solo se establece un vínculo económico, lo que en ocasiones genera conflictos en la familia.
Ahora bien, aunque se citan investigaciones que señalan desigualdades de género, también es necesario mencionar aquéllas donde la migración ha permitido cambios en el papel que desempeña la mujer en el hogar, como se ha demostrado en el trabajo de Unzueta et al. (2011), realizado con colombianos migrantes en España. Allí se presentan las transformaciones que surgen en la familia transnacional, debido a los cambios en las labores que por tradición han sido asignadas según el género. La mujer pasa de ser la encargada de las labores domésticas y del cuidado de los hijos a ser la proveedora de los bienes materiales y la sostenibilidad económica del hogar; mientras que el hombre pasa a realizar las tareas que la mujer llevaba a cabo cuando estaba en su país de origen. Es importante aclarar que estos cambios de roles presentan algunas variaciones, como que ambos se encuentran en el país receptor, que comparten los oficios de la casa y que los dos sostienen económicamente a la familia que se ubica en el país de origen.
En esta investigación también se encontraron algunos casos donde la libertad y el empoderamiento de la mujer son los protagonistas de su proceso migratorio. No obstante, los autores cuestionan dichas afirmaciones, debido a que en el país receptor, en el caso España, la mujer inmigrante trabaja en el cuidado de niños y adultos mayores, además de realizar las tareas domésticas, por lo cual debe estar largas horas atendiendo a la familia de otra mujer, mientras ésta trabaja desempeñando una profesión. Es decir, aunque la mujer migre, sigue sujeta a las labores que llevaba a cabo en su lugar de origen y con horarios mucho más extensos.
Una ambivalencia similar la encontró Parella (2012) en su investigación realizada con madres bolivianas en España. La mujer boliviana es pionera de la migración y encuentra en este fenómeno una forma de emancipación frente a las actividades que desempeñaba en su país. Sin embargo, también se cuestiona su empoderamiento, ya que muchas entran a España a hacer labores domésticas y a encargarse de los hijos de otras mujeres, lo cual no tiene una buena remuneración en este país europeo, debido a la situación de ilegalidad de las inmigrantes.
En la investigación realizada en España por Alcalde-Campos y Pavez (2013) con familias monoparentales migrantes latinoamericanas, donde la mujer es la cabeza del hogar, se analizó la situación de pobreza y vulnerabilidad en la que se encuentran los niños y las niñas. Esta condición social repercute en su rendimiento escolar, ya que las madres no tienen los suficientes ingresos para comprar los libros, y acceder a internet, transporte, alimentación y una vivienda confortable para el desarrollo de las actividades. Muchas mujeres involucradas en esta investigación tomaron la decisión de emigrar con sus hijos a causa de una ruptura con la pareja en el lugar de origen, o en algunos casos fueron víctimas de violencia intrafamiliar en su hogar y vieron en la migración una salida emancipadora.
Tal es el caso de algunas familias colombianas en las que se acentúan las desigualdades de género a partir de la migración de la madre, situación que es señalada negativamente por algunos padres y reproducida en los hijos (Morad et al., 2011). En otros hallazgos, se evidencia que la ruptura conyugal se da antes de la migración por violencia intrafamiliar o por infidelidad, situaciones que abren una brecha en la familia, donde en algunos casos el hombre se desentiende de sus obligaciones económicas y afectivas con los hijos que quedan en el país de origen.
Como se ha observado, la mujer ha transformado la maternidad en la familia transnacional. Las condiciones de pobreza que viven muchos hogares latinoamericanos han propiciado que ella también se sume al fenómeno migratorio, no solo recibiendo las remesas que llegan del exterior, sino también al encargarse de las obligaciones económicas del hogar, tanto en el país de origen como en el receptor.
Cuidados y cuidadores en el contexto migratorio
Los cuidadores de los hijos de los migrantes también forman parte de las transformaciones y las dinámicas que experimenta la familia transnacional cuando uno de los padres o ambos migran, por lo que este aspecto es analizado en varios estudios. En muchas ocasiones, quienes se quedan a cargo de los hijos son las madres, abuelas, tías o amigas cercanas a la familia. En la investigación de Campos (2018), realizada en Brasil, se da a conocer la importancia y la función que cumplen las redes transnacionales que crean los padres y cuidadores en la atención y la crianza de los hijos que se quedan en el país de origen. Esta red consiste en crear estrategias domésticas, como las remesas, para el mejoramiento económico de los familiares que no migraron, especialmente los hijos e hijas, y las pautas del cuidado y protección de los mismos, asignadas por los padres migrantes.
González y Restrepo (2010) indagaron sobre la reorganización que se da en la familia en el eje cafetero de Colombia, cuando el padre o la madre migran a un país extranjero. Las dinámicas se ven modificadas por la asignación de tareas y responsabilidades que se le atribuyen al cuidador para la protección de los hijos que quedan en el país de origen. En esta investigación también se da a conocer que, en el primer año de la ausencia del padre o de la madre migrante, los hijos pasan por un proceso de adaptación donde la rebeldía y el bajo rendimiento académico los caracteriza, pero gracias al contacto virtual que tienen con el progenitor migrante y al papel que desempeña el cuidador, los jóvenes y los niños se van acoplando a esa nueva realidad, que es vivir sin la presencia física de su padre o madre.
Los cuidadores se hacen cargo de la tarea social, emocional, educativa y nutricional de los hijos de padres o madres migrantes, mientras que los progenitores son los proveedores de los recursos económicos; situación que ha permitido crear vínculos emocionales muy fuertes entre los cuidadores y los hijos, hasta el punto en que la ausencia de los progenitores no influye negativamente en los menores. En este sentido, en muchos casos, son las abuelas quienes desde las primeras etapas de vida de los niños se han encargado de su crianza (López 2011).
El hecho de aceptar cuidar a sus nietos es concebido por las abuelas como una obligación moral arraigada a sus costumbres. A pesar de la pobreza o de su avanzada edad, ellas nunca se pueden negar a ejercer esta segunda maternidad, además de que se sienten útiles al realizar la tarea del cuidado de sus nietos (Pérez y Neira, 2017). Esta investigación resalta el bajo nivel educativo de las abuelas, lo cual dificulta que los niños y las niñas continúen en la escuela. Incluso en algunos casos, ellas y ellos dedican más tiempo al trabajo fuera del hogar para contribuir al sostenimiento de la familia, ya que es poco el dinero que envían sus padres desde el exterior. Además, en algunas narrativas de las abuelas se evidencia la ausencia de comunicación de los padres migrantes con sus hijos debido al contexto rural del que hacen parte. También se resalta la importancia de crear políticas públicas para el reconocimiento y la ayuda a estas abuelas, ya que la pobreza y la avanzada edad las hacen vulnerables.
Aunado a lo anterior, en el estudio de Micolta y Escobar (2010) en la ciudad de Cali, en algunos casos, las abuelas son empleadas para el cuidado de los nietos, pero debido a la rebeldía, el bajo nivel académico y la dificultad para adaptarse a la ausencia de los padres, ellas suelen buscar apoyo en otros miembros de la familia. En esta investigación se hace un llamado a visibilizar el trabajo de las abuelas en el fenómeno migratorio, pues a pesar de su agotamiento por la edad, siguen ejerciendo la maternidad, e incluso la paternidad, sobre sus nietos. Ellas son las encargadas de la alimentación, las tareas escolares y la protección mientras su(s) progenitor(es) se encuentra(n) en el extranjero. Muchas han dedicado toda su vida a la crianza y a las tareas domésticas del lugar, por lo que no cuentan con una pensión u otro ingreso económico y, en algunos casos, solo dependen de las remesas que envían sus hijos del extranjero.
Al igual que en tal investigación, Parella y Cavalcanti (2007), en su estudio realizado con migrantes peruanos y ecuatorianos en España, encontró que los abuelos desempeñan un papel transcendental, ya que tienen la tarea de cuidar y brindar afecto a los nietos. Los ancianos también se tienen en cuenta para la reunificación en el país de destino, pero muchos se niegan a salir del país de origen, pues tienen otros hijos y otras responsabilidades.
Conclusiones
México, Guatemala, Ecuador, Venezuela, Cuba, Bolivia y Colombia (países latinoamericanos) tienen un común denominador a nivel social: la pobreza y la falta de oportunidades a nivel laboral y académico, lo que ha facilitado el incremento de flujos migratorios a países con mayor desarrollo económico, donde el escenario familiar se ha transformado y, a su vez, se han creado distintos espacios para que la familia continúe unida a pesar de la distancia física.
La migración también ha traído cambios significativos en el núcleo familiar, los cuales han permitido dinámicas transnacionales que hacen que la distancia geográfica no sea un obstáculo para acercar al padre o la madre migrante con sus familiares, especialmente con sus hijos. Esta situación no ha debilitado la maternidad ni la paternidad, solo la ha transformado y adaptado a esa nueva familia transnacional, donde las nuevas tecnologías, las remesas económicas y las redes de cuidadores comparten un mismo objetivo: fortalecer sus vínculos afectivos.
En muchas familias que experimentan un mismo escenario, como aquéllas separadas por los límites geográficos, como la familia transnacional, se encuentra una brecha entre los hombres y las mujeres que por años ha caracterizado a la humanidad: la desigualdad de género. Dicho fenómeno social está inmerso en las prácticas de cuidados y de crianza de los hijos, en el mercado laboral y en las creencias culturales, que asignan al hombre mejores oportunidades y dejan a la mujer vulnerable ante sus derechos. Este escenario de desigualdades sociales y familiares también se evidencia en los procesos migratorios, donde el hombre que migra es el proveedor económico del hogar, mientras que la mujer es la encargada del cuidado de los hijos y las tareas hogareñas, y en algunos casos también debe cooperar económicamente.
Por su parte, en el caso de la migración de la mujer, ella continúa con su rol maternal desde la distancia, por medio de una red de cuidados que construye con las que se quedan a cargo de sus hijos en el lugar de origen, además de que debe aportar económicamente a las necesidades del hogar. En el contexto migratorio se encuentra una ambivalencia, ya que muchas mujeres toman la decisión de migrar para liberarse de la dominación masculina, pero cuando llegan al lugar de destino, encuentran un mercado laboral regido por las desigualdades de género. Así, no solamente tienen que enfrentarse a la discriminación lingüística y cultural por su condición de inmigrantes, sino también a dicha desigualdad de género, que es un fenómeno que cruza las fronteras geográficas, sociales, políticas, culturales, laborales y económicas.
Este rastreo de investigaciones ha permitido resaltar la importancia y la necesidad de la voz de los niños en los procesos migratorios, donde sus experiencias también deben formar parte de encuentros académicos, ya que ahí se recrean vivencias y significados que ellos han construido, ya sea desde su lugar de origen o al acompañar al padre o la madre en el proyecto migratorio. Los pequeños han observado la realidad social que aqueja a sus familias, las cuales vieron en la migración una oportunidad para mejorar sus condiciones económicas, y también han experimentado los sinsabores de la discriminación en la escuela, las calles y el barrio del territorio receptor.
Muchos padres y/o madres encontraron en la migración una opción para satisfacer sus necesidades económicas, pero en ese nuevo territorio también encontraron desigualdad, rechazo y discriminación por parte de algunos ciudadanos autóctonos del país de llegada. Esta situación no excluye edades ni género: tanto el hombre como la mujer, los niños y los adultos migrantes han sufrido indiferencia por no tener la misma nacionalidad del país de acogida. Es en este punto donde la escuela debe ser promotora de espacios de socialización e investigación que permitan dar a conocer el fenómeno de la migración como un punto de partida para comprender la realidad social que se vive en muchos países de Iberoamérica. En este sentido, la migración debe considerarse como un encuentro cultural, étnico y racial donde convergen los conocimientos, experiencias y creencias tanto del migrante como de los nativos del país receptor, donde no habrá cabida para la intolerancia, el racismo y la desigualdad.