Introducción
Auguste Comte es conocido como el padre de la sociología (Barnes y Becker, 1945), pero ha sido una figura de segundo orden para la disciplina; a diferencia de Durkheim, Marx o Weber, Comte ni siquiera es estimado como un clásico. Hasta la década de los sesenta, fue incluido en lo que Robert Nisbet llama la tradición sociológica (Nisbet, 2001; Picó, 2003) y, a partir de ese momento, el pensamiento de Comte ha sido considerado como exclusivamente sociológico. (Aron, 2004; Giner, 2008).
No obstante, en las últimas décadas, Juliette Grange (2000) ha estudiado el pensamiento de Augusto Comte desde una perspectiva distinta y considera que los malentendidos y los errores de interpretación alrededor de la obra de Comte se deben, en gran medida, a que el mundo anglosajón, en vez de revisar directamente sus escritos, tomó como referencia el trabajo de John Stuart Mill: Auguste Comte and positivism.1 Grange vuelve a la obra comtiana y, al analizarla desde la política de la ciencia, elabora tres planteamientos fundamentales.
Primero. Para, Grange, Comte no concebía un tipo de política científica cuyo propósito fuera apropiarse del Estado, sino la separación entre el poder y la ciencia. Grange considera que el positivismo comtiano, lejos de ser meramente cientificista, asume un compromiso con la cultura humanista; así, la política de Comte se acercaría al republicanismo, ya que tiene como ejes la mediación, la prudencia y la conciliación en aras de lograr estabilidad en la organización política. De ahí que el ideal político comtiano no se fundamente en la comunidad tradicional ni en el contrato social moderno, sino en la idea de la colectividad organizada en torno a una intersubjetividad fundada en la moral pública. Para Grange, esta idea se basa en el modelo del Royal Society, en donde a Comte le interesa entender a los individuos, no a partir de sus facultades innatas, sino desde su espacio social compartido con diferentes puntos de vista. En este sentido, la política es la mediación y la moderación que permiten vincular y hacer coincidir diferentes perspectivas hacia el bien común.
Segundo. La lectura de Stuart Mill coloca a Comte como un heredero de la tradición empirista (Bacon, Hume y Bentham) y, para Grange, la epistemología comtiana se acerca mucho más al nominalismo y al convencionalismo no arbitrario. Respecto a las referencias contemporáneas, Grange cuestiona la lectura de Robert Scharff que concibe a Comte como un filósofo de corte pragmatista, y enfatiza que Comte no proponía una noción de utilidad en su teoría de la ciencia, tenía más bien una intención gnoseológica, es decir, pretendía crear una teoría del conocimiento de orden científico con pretensiones meramente relativistas. Así, Grange ve en Comte a un pensador que intenta lidiar con la relatividad de las disciplinas científicas y, al mismo tiempo, con la historia de lo humano, por eso elabora, sin pretensión universalista, un modelo histórico para entender el desarrollo progresivo de la humanidad. Desde una interpretación relativista, Grange, explica que la epistemología comtiana es, en realidad, un convencionalismo no arbitrario, dado que propone no uno, sino múltiples métodos para explicar la diversidad de fenómenos sociales.
Tercero. Para Comte, al no existir una relación directa entre ciencia y política, la sociología ocuparía una posición de mediación entre ambas dimensiones, y su función consistiría en explicitar los valores regulatorios que son extraídos del núcleo normativo de la sociedad moderna. Según Grange, Comte considera que en la sociedad existen muchos puntos de vista que se contraponen, y la ciencia construye su posición a través de un proceso prudente y cuidadoso, resultado de una decisión colectiva que, por un lado, asimila la curiosidad y el deseo por el conocimiento de la comunidad científica y, por el otro, comprende las necesidades sociales de los más desfavorecidos.
Sin embargo, considero pertinente cuestionar los planteamientos que Grange elabora sobre el pensamiento comtiano. Respecto al primero, sostengo que Comte sí tiene una concepción política cuyo objetivo es apropiarse del Estado. Esto puede identificarse en las discusiones y en las ideas generadas dentro del grupo de los saint-simonianos, del cual Comte fue un participante muy activo. Comte es continuador del proyecto saint-simoniano que promueve los valores de la sociedad industrial y el modelo epistémico, tecnológico y jerárquico que sobrepone a las ciencias exactas sobre la tradición hermenéutica y humanista. En esta línea, la sociología es considerada como un mecanismo fisiológico que permite acceder a un tipo de conocimiento que transforma de manera eficaz a la sociedad en términos técnicos y tecnológicos.
En referencia al segundo planteamiento, considero que Grange no reconoce que la epistemología comtiana es, en realidad, un constructivismo autoritario, dado que desde la política se coordinan y organizan los hechos y los fenómenos en el ámbito científico y, al ser una política técnica, impersonal, administrada y especializada, son los científicos quienes pueden entender estos fenómenos y quienes tienen la capacidad para organizar mejor a la sociedad.
De ahí que, en el tercer planteamiento, Grange no observe el énfasis que Comte hace en la relación entre ciencia, tecnología y política. Comte inspira a sus discípulos a ganar posiciones políticas para llevar a cabo el proyecto científico en la política. Así, la política va adquiriendo los valores de la ciencia y la tecnología, tales como la eficacia y la eficiencia de los medios sobre los fines. El proyecto comtiano es político porque empodera a los científicos para que sean ellos los dirigentes de la sociedad, y el gobierno utilizaría la ciencia y la tecnología para desarrollar mejores instrumentos que, a través de un Estado fuerte y del saber de los expertos, permitan un mayor dominio sobre la sociedad.
Mi lectura de Comte, en comparación con la revisión de Grange, es más histórica, se ubica desde una perspectiva de la historia de las ideas, pero más situada y localizada en la vida cotidiana. En este punto retomo el texto The Practice of Conceptual History: Timing History, Spacing Concepts, donde Reinhart Koselleck señala que la categoría de historia tiene que ver con que la experiencia y la expectativa vienen con significaciones éticas y políticas, pues no puede existir la historia sin las experiencias vividas y las expectativas de los hombres que viven y sufren en la vida cotidiana.2 Por eso considero que el pensamiento se vivifica en la biografía de los autores y, en este artículo, se revisará a Comte desde una perspectiva de la historia de la filosofía política de la ciencia. En la primera parte, se señalará que lo político está implícito en su teoría social-científica; se observará que Comte continúa con el proyecto político de los Saint-Simonianos cuyo origen viene de los salones de la École Polytecnique. En la segunda parte, se examinará el constructivismo epistémico-político de la teoría comtiana, en particular, en los modelos teóricos de los tres estadios y de la clasificación de las ciencias. Y, en la tercera y última parte, se revisará lo explícito de los efectos políticos que el pensador francés proyecta con su política científica, especialmente con la noción de un poder de los sabios.
L’École Polythechnique y los saint-simonianos
Contrario a lo que señala Grange, en la obra de Auguste Comte lo político y lo científico no son excluyentes ni están diferenciados. La política en el pensamiento de Comte no está separada ni diferenciada de su filosofía; él mismo comenta que su concepción política no tendría que verse opuesta a su filosofía, de hecho, la política puede ser la base de su filosofía “Mi política, lejos de estar totalmente opuesta a mi pensamiento, está constituida de manera natural entre ésta y aquella” (Comte, 1970, p. 198).3
Considero que la idea de política de Auguste Comte puede rastrearse en la concepción de los saint-simonianos, quienes proclamaban que era necesaria la aplicación del conocimiento científico en los diferentes ámbitos de la vida humana. El proyecto filosófico de los saint-simonianos comenzó a conformarse alrededor de la figura de Saint-Simon, la mayoría de sus integrantes se habían formado en la École Polytechnique y algunos otros en la École de Médicine. Los personajes más importantes del grupo fueron Marie-François-Xavier Bichat y Pierre-Jean-Georges Cabanis, y los jóvenes Auguste Comte, Prosper Enfantin y Olinde Rodrigues. El principal objetivo de los saint-simonianos era utilizar la física, la ingeniería y la medicina para comprender a la sociedad y lograr transformarla con más eficacia. Uno de sus símbolos fundamentales eran las máquinas; solían decir que el tren era el más importante símbolo de la asociación universal por la posibilidad de comunicar e integrar diferentes comunidades (Chevalier, 1832, p. 36).
Además, reflexionaban y especulaban sobre las diversas emociones humanas y su relación con el interés práctico, la eficiencia técnica y el incremento de la fuerza productiva. Los saint-simonianos pensaban que las máquinas eran mediaciones entre el espíritu humano y el mundo; concebían un pensamiento panteísta pues estaban obsesionados con encontrar una manera de liberar las fuerzas ocultas de la naturaleza transformándolas en sentimientos humanos. Se trataba de una especie de mezcla o de categorías híbridas entre la estética romántica y la ingeniería científica que esgrimía un nuevo tipo de mito que apuntaba a develar el sentido de la práctica de la industrialización.4
Auguste Comte entró a la École Polytechnique en 1815, estaba sumamente entusiasmado y consideraba que su estancia en aquel lugar era como estar en el “paraíso” (Comte, 1973, p. 6). La disciplina de la École Polytechnique fomentaba la solidaridad a través de una serie de rituales seculares, y esos valores aprendidos en sus años de estudiante fueron parte de la base que sostuvo todo su pensamiento (Belhoste, 2003, p. 73). Además, Comte veía en los valores enseñados en la École, principios fundamentales para el desarrollo mismo de la inteligencia humana y para fomentar la lealtad y la solidaridad en el ámbito de la sociedad por medio de la amistad, la unidad y la fuerza. Comte consideraba que era el perfecto “prototipo para un poder espiritual” (Pickering, 2009, p. 469).
La École Polytechnique fue fundada en 1794 como una Escuela Central con el objetivo de formar ingenieros especializados en asuntos militares. Un año después, en 1795, fue establecida en el Quartier Latin.5 Sus fundadores fueron Gaspard Monge y Lazare Carnot, que eran científicos, ingenieros y militares. La disciplina en dicha institución era muy similar a la formación militar; incluso, Carnot solía decir que “un ejército que obedezca la razón podrá derrotar a otro ejército, pues el ejército victorioso actúa como una máquina, por eso es mejor un soldado libre que un esclavo” (Carnot, 1984, p. 155). Carnot y Monge tuvieron que lidiar con una agitación republicana en el interior de sus aulas durante la Restauración. En 1816, La École estuvo cerrada como consecuencia de la protesta de los estudiantes liderados por Auguste Comte en contra de un profesor realista (Pilbeam,1995). Comte fue expulsado de la École por su participación en la protesta y, después de su expulsión, decidió acercarse a Saint-Simon, quien lo empleó como su secretario particular contribuyendo en la edición de L’industrie y Le producteur, textos fundamentales de Saint-Simon. En 1820, Comte ya tenía muchas ideas fundamentales que desarrollaría en un futuro, y las compartió con los saint-simonianos y con su maestro como el plan del trabajo intelectual que se necesitaba para la reorganización de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, Saint-Simon no le dio el crédito que deseaba y, poco a poco, Comte se separó de su maestro, hasta que, finalmente, Comte rompió relación con Saint-Simon diciendo que el maestro le había robado sus ideas.6 Además de las diferencias personales entre estos dos pensadores, también estaban en desacuerdo respecto hacia quienes tendrían que ir dirigidas esas ideas. Saint-Simon pensaba que era más importante que las grandes élites intelectuales revisaran su trabajo y, Comte, en cambio, trataba de simplificar sus ideas para facilitar su difusión entre los sectores populares.
Siguiendo la idea de un progreso continuo de la civilización, idea defendida con frecuencia dentro del grupo de los saint-simonianos, Comte logró concebir, al final de su aprendizaje con Saint-Simon, los ejes fundamentales de su propio pensamiento: la ley de los tres estadios y la jerarquía de la ciencia. Posteriormente, compartió su descubrimiento en sus lecciones de 1826, realizadas en su departamento personal de la calle de Faubourg Saint-Antoine donde asistieron los más ilustres científicos parisinos, entre los que se encontraban Joseph Fourier, François Arago, Alexandre von Humboldt, Claude-Louis Navier, Hippolyte Carnot y muchos otros politécnicos y saint-simonianos de las ciencias de la vida.
La mayoría de los asistentes pertenecían a la École Polytechnique y a la Académie des sciences. Las lecciones fueron exitosas, pero pronto Comte sufrió un ataque de locura que lo incapacitó para seguir trabajando en sus clases y en sus escritos. Comte también intentó suicidarse, pero no concretó el acto, y con el tratamiento de Esquirol se recuperó de manera favorable. Comte pensaba que su locura era una especie de secuela de un estadio anterior del conocimiento al que llamó un panteísmo vago, y al regresar a la normalidad, él lo interpretó como una especie de ascenso saludable al positivismo.
Sin embargo, es en el trabajo de 1822 Plan des travaux scientifiques nécesaires pour réorganiser la société (2001) donde Comte explica su proyecto social y político. Define a la sociedad como una actividad unitaria orgánica que está orientada hacia un objetivo compartido (Comte, 2001, p. 57). Al igual que Saint-Simon, Comte tenía el objetivo de crear un nuevo poder espiritual; una institución que, en medio de la crisis, tuviera la autoridad para guiar el camino de la sociedad (Pettit, 1989). En la Edad Media esa figura era representada por la Iglesia que tenía cierta armonía con los poderes temporales y, debido a la pérdida de autoridad de la Iglesia católica, la sociedad tuvo que lidiar por sí misma contra la conquista y la acción violenta. Luego, la industria y la producción se concibieron como los nuevos mecanismos sociales que propiciaron otro orden de la sociedad.
Sin embargo, para asegurar que la decisión humana se pueda realizar de manera ordenada y progresiva se requiere que la autoridad moral e intelectual recaiga en los científicos. Una nueva ciencia de la sociedad proveería los puntos cardinales y la estrategia a seguir para lograr una mejor sociedad. Es necesario saber para prevenir y poder realizar transformaciones benéficas para la sociedad, por eso Comte concibe que la sociedad tiene que estar articulada en el principio de una libertad de consciencia restringida, debido a los peligros que implica la idea de soberanía popular, que deja los temas más importantes de la sociedad en las manos de los menos sabios y en los incultos.
La organización política es abstracta, administrativa y racional; se requiere entender y saber las leyes que se desenvuelven en la sociedad para comprender su desenvolvimiento hacia sus finalidades. Para descifrar esas leyes, los científicos tendrían que crear una doctrina orgánica, es decir, estudios que, bajo los principios positivos, codifiquen al espíritu de la humanidad en caracteres precisos como la geometría. Comte lo explica en Essais de philosophie mathématique en 1821 “Al darle así a la materia de geometría todas las formas que el espíritu humano pueda concebir netamente con caracteres precisos” (Comte, 1970, p. 249).7 Las leyes de la sociedad deben ser descubiertas de la misma manera que aquellas leyes que determinan el accionar del cuerpo humano. Los métodos de la nueva ciencia, comenta Comte, tendrían que ser los de la biología; conceptos como sistema, órgano, organismo colectivo, cuerpo social, son categorías prestadas de la biología. Así, a través de esta nueva formación, los científicos tendrían más elementos para administrar a la sociedad.
Construcción política del conocimiento: tres estadios y jerarquía de las ciencias
John Stuart Mill (1972) considera a Comte como heredero de la tradición empírica y Charles Hale reconoce una carga teórica del conocimiento en Comte al decir:
El rechazo de Comte a la metafísica y su defensa del empirismo no implicaban hostilidad al papel de la teoría en la ciencia social. Al contrario, Comte pregonaba que la era moderna era teórica. La reorganización intelectual debía remplazar a la anarquía intelectual. Lo que hace especial a la filosofía positiva en oposición a los modos de pensamiento anteriores consiste en considerar que las teorías, independientemente del reino de las ideas del que formen parte, tienen por objetivo la coordinación de hechos observados (Hale, 2002, p. 58).
Larry Laudan (1971), por su parte, señala una construcción social del conocimiento cuando dice que, para Comte, lo positivo son las cualidades de la realidad que se localizan en la certeza y precisión de categorías que son orgánicas o sociales en un ámbito relativo y no absoluto. Por otra parte, Juliette Grange (1996), considera que Comte puede ser concebido como un nominalista. Yo, en cambio, considero que se puede encontrar en Comte una construcción política del conocimiento ya que es fundamental la reorganización de la sociedad a partir de una política que incluye al conocimiento.
En su Plan des travaux scientifiques nécesaires pour réorganiser la société, Comte habla de un plan para organizar a la sociedad cuyo propósito sea, primero, establecer un principio que ayude a coordinar las relaciones sociales y, luego, determinar cómo se debe repartir el poder y el conjunto de las instituciones administrativas (Comte, 1942, p. 90). En este sentido, para Comte, el espíritu de la política positiva es, primero, preponderar la observación sobre la imaginación y, segundo, anunciar una relación entre la organización social y el estado de la civilización, en donde, por una parte, la organización social determina a la civilización y, por la otra, la civilización está sujeta a una ley invariable que está fundada en la naturaleza (Comte, 1942, p. 118). Según Comte, la instrumentación y la elaboración del conocimiento se hace a partir de la política, y la política consiste en:
coordinar todos los hechos particulares relativos a la marcha de la civilización, en reducirlos al número más pequeño posible de hechos generales en los que el encadenamiento debe poner en evidencia la ley natural de esta marcha, apreciando a continuación la influencia de las diversas causas que pueden modificar de ella la velocidad (Comte, 1942, p. 130).
En esta línea, Comte considera que el conocimiento es progresivo, que se acumula con el paso del tiempo. Además, en este proceso, el sujeto del conocimiento se va diferenciando y, con ello, va perdiendo su posición trascendental en la construcción del conocimiento. No es que el sujeto aislado pueda por sí mismo elaborar categorías y que, a través de un método sistemático, sea capaz de construir un conocimiento válido, más bien, el sujeto del conocimiento es colectivo. De modo que las categorías del conocimiento científico son producto de la colectividad sociohistórica; el sujeto es social y sus condiciones están determinadas por el momento histórico y social en el que se desenvuelve.8
Comte consideraba que el conocimiento se lograba por medio de deducción lógica y no por la inducción; así, el conocimiento no se justifica estrictamente con categorías que emergen de lo sensible o lo material.
El empirismo absoluto es imposible que es lo que ya se ha dicho. El hombre es incapaz por su naturaleza no sólo de combinar los hechos y de deducirles algunas consecuencias, sino que sólo es posible observarlos con atención y retenerlos con seguridad si es que no les relaciona inmediatamente a alguna explicación. (Comte, 1975, p. 141).9
Comte considera que hay una carga teórica del conocimiento; la formulación de hipótesis son un criterio fundacional para el conocimiento y para, en un segundo momento, pasar a la observación y a la experimentación de los hechos. Comte aprendió esta forma de construcción del conocimiento en la práctica de los salones de la École Polytechnique, pues había un entrenamiento teórico previo a la práctica.10 Si bien Comte intentó mediar la teoría con la práctica, se dio cuenta que una observación sin teoría no podría llevar a ningún tipo de conocimiento práctico.
Es vital para la política positiva reconocer que “la marcha de la civilización no se lleva a cabo siguiendo una línea recta,” sino que la civilización se compone de oscilaciones progresivas que se extienden a diferentes espacios y en ritmos más lentos o más rápidos según sea el caso. La política tiene la capacidad de dar los tiempos y los ritmos a esas oscilaciones de la civilización (Comte, 1942, p. 133). Siguiendo esa línea, Comte elaboró una teoría de la historia, una visión general de la marcha progresiva de la humanidad en la que consideraba que había una ley de tres estadios,11 donde cada rama del conocimiento de la humanidad pasaba sucesivamente por tres diferentes estados teóricos.
En este sentido, el hombre es un animal que posee una trayectoria histórica (Macherey, 1989, p. 14). El primer estadio sería el teológico o ficticio, el segundo sería el metafísico y abstracto y, finalmente, el tercero sería el científico o positivo. Según Comte, el estadio teológico se caracteriza por la alucinación y el fetichismo; además, es una fase que se define como una especie de politeísmo y una diversificación de creencias. La sociedad, entonces, recorre una línea histórica que va de la pluralidad a la unidad, hasta llegar a la edad positiva, que es la fase donde la razón es el fundamento del conocimiento y, a partir de ella, se vislumbran sus propios límites (Comte, 1975).12
Comte sugiere olvidar las preguntas orientadas al por qué de las cosas que implican crear nociones absolutas, ocultas e indescifrables; el conocimiento debería conformarse con explicar las circunstancias que hacen posible la presencia de un fenómeno bajo preguntas que refieran al cómo de las cosas, y así develar las leyes o las relaciones necesarias que hay entre los diferentes elementos que componen el todo.13 El aspecto político que está implícito en el trazo histórico lineal de la sociedad es que los primeros dos estadios se caracterizan por la guerra y el conflicto entre Estados nacionales, “Todas las ciudades eran rivales entre ellas en la era militar” (Comte, 1975, p. 57)14 y, al contrario, el estadio positivo se caracteriza por la conformación de un Estado industrial que se basa en principios racionales, en un tipo de poder que Comte llama “sociocratie”; un poder estatal universal donde los científicos organizan a la sociedad a través del poder impersonalizado, el trabajo y la eficiencia en la consecución de los fines. Este nuevo estadio provocaría paz en la sociedad, de ahí que Comte considerara que la ciencia produciría irremediablemente en la sociedad orden y progreso.
La política positiva, según Comte, ayudaría a comprender y explicar las razones por las que las ciencias deben estar organizadas jerárquicamente; eso permite darle también una posición de ciencia a la política y situarla en la misma jerarquía. Los Cours de philosophie positive (1975) de Comte son una profunda reflexión de la ciencia (Heilbron, 1995). Sus cursos tienen básicamente dos propósitos: el primero, contribuir para fundar una ciencia social en los términos de una ciencia positiva y, el segundo, completar una teoría de su sistema como una totalidad. Conformar una teoría general de la ciencia era importante principalmente por los peligros encarnados y provocados por la división social del trabajo que había llevado a la especialización científica.
En Francia, desde finales del siglo XVIII, se estableció el modelo de las Académies que había provocado una diferenciación creciente de grupos y publicaciones. Comte creía necesario elaborar una teoría general de la ciencia sin que esto representara la disolución de las diferencias entre las disciplinas, e intentó clasificar a las diferentes disciplinas de acuerdo con su grado de complejidad y a partir de diferentes métodos y teorías para una conformación más diversa de la ciencia. Como muestra su segunda ley, la jerarquía de las ciencias es fundamental para entender la totalidad de los conocimientos científicos, pero cada una de las disciplinas tiene objetos, conceptos y métodos distintos. Además, cada disciplina tenía su propio tiempo asumiendo que existía un proceso progresivo bastante heterogéneo; no obstante, en el marco general, a cada disciplina con su objeto, método e historia le correspondía un lugar preciso en la jerarquía, que iba desde las matemáticas pasando por la astronomía, la física, la química y la biología hasta llegar a la ciencia que Comte llamaba sociología.15 Entonces, cada ciencia representada en la jerarquía se desarrollaba y se complejizaba hasta llegar a ser positiva.
Desde la perspectiva de Comte, cada ciencia poseía conceptos y métodos distintos y autónomos, y esto era un claro rompimiento con la tradición de la filosofía natural que había subsumido a todos los dominios de la naturaleza bajo una simple estructura de leyes y causas (Schaffer, 1980). La astronomía es la primera ciencia positiva, las otras se fueron adhiriendo con el tiempo en respuesta a las experiencias concretas y estableciendo regularidades para combatir, de alguna manera, lo inesperado de la vida (Canguilhem, 1968, p. 83). De esta manera, Comte considera que es posible acumular dominios ontológicos de forma creciente, en donde la ontología de un dominio contiene al otro y así sucesivamente hasta llegar al punto más elevado. Los objetos de la sociología son sistemas biológicos que, al mismo tiempo, contienen sistemas químicos, hasta llegar al dominio más simple que, en este caso, estaría constituido por un sistema físico. En cada una de las ciencias, el lenguaje metafísico es remplazado por un lenguaje más relativo y adecuado a las necesidades de cada una de las disciplinas.
A diferencia de Grange, que piensa que Comte es un impulsor de las humanidades, sostengo que describe un claro criterio de demarcación entre la ciencia y la filosofía, y esto hace de Comte más un promotor de las ciencias y la tecnología que de las humanidades. Para Comte, la filosofía tiende a ser una ciencia general y cada ciencia especializada es un tipo de filosofía particular. Por ello hay una relación entre la filosofía y la ciencia, pero, al mismo tiempo, hay ciertos límites. El pensamiento de Comte mezcla el razonamiento con hipótesis y su verificación por medio de observaciones y experimentos. El método más apropiado para encontrar las verdades consecuentes viene de la sistematización científica y no de la religión o de la metafísica. Sin embargo, según Comte, todavía había algunos elementos metafísicos en las ciencias; por ejemplo, en la física se utilizaba esa noción fantástica del fluido o del éter, y en las ciencias humanas aún existía la noción del alma.
Comte requiere de nuevas categorías teóricas y fácticas para su sistema de la ciencia y las retoma de los estudios biológicos de las series y las escalas de animales por Lamarck y Blainville (Gillispie, 2004, p. 159). Estos biólogos clasificaron a los animales según su grado de complejidad, modificabilidad, generalidad y proximidad a los humanos, y su jerarquización de la ciencia va de lo más general a lo más complejo (Comte, 1975, p. 54). La astronomía explica los fenómenos más generales que afectan a todas las entidades de la tierra, pero está alejada completamente de la injerencia humana. Las disciplinas posteriores en la jerarquía científica cada vez más se acercan a la intervención humana, hasta que la sociología refiere a fenómenos específicos que conciernen solamente a lo humano. Comte cree que ahí se encuentran los fenómenos más complejos, pues ciertamente hay leyes universales que caracterizan a lo humano y, al mismo tiempo, existe la decisión humana que afecta las tendencias de las leyes que la determinan; esas desviaciones, de acuerdo con Comte, son anormales en el desarrollo humano. (Comte, 1912, p. 111).
Este esquema progresivo reconoce la creciente especialización de las ciencias que, de algún modo, ha roto esa unidad y completitud que caracterizaba a la filosofía natural, y Comte analiza ese desarrollo con la ley de la dinámica y de la estática, conceptos que toma de la anatomía. Así, la composición final de las ciencias se logra con la creación de la sociología; su formación revela un terreno histórico y una especie de autoconciencia de una tendencia histórica y teleológica de los grados de conocimiento. Considerando un orden temporal específico para cada una de las ciencias, la sociología, a través de la política, como sociocracia, se vuelve fundamental para coordinar el progreso de las otras ciencias.
Política de la ciencia
Considero que Comte propone empoderar a los científicos para que ellos sean los que tomen posiciones de poder en el Estado; concibe a la política como una ciencia positivista, es decir, que tendría que ir más allá de los deseos y de las opiniones de la mayoría. La política, al convertirse en ciencia, es administrada y organizada a partir de los criterios racionales de los especialistas. “cuando la política devenga en ciencia positiva, el público deberá concedérsela a los publicistas, del mismo modo que se concede la confianza a los astrónomos cuando se refiere a la astronomía o a la medicina” (Comte, 1967, p. 25).16
El rol de las ciencias no sólo es reunir los hechos para inducir leyes universales, ni se reduce a un saber que construye un específico tipo de realidad; Comte se sitúa en el borde de ambas posiciones, pues la actividad de las ciencias se caracteriza por la diversidad y la pluralidad de los métodos que son empleados en cada una de las disciplinas.17 Cada campo científico establece un compromiso por explicar un tipo específico de realidad. La capacidad humana de conocimiento es múltiple y diversa, y está condicionada por la diferenciación propia de las sociedades industriales.
Los análisis positivos de la sociedad entrecruzan lo biológico y lo social. El organismo colectivo está compuesto por familias y comunidades, y no por individuos, estos serían como sus “véritables organes” (Comte, 1967, p. 292). De acuerdo con Comte, el orden político contiene un valor colectivo fundamental: la cooperación; al contrario del individualismo que promueve la anarquía como ocurrió en la Revolución francesa. “Cuando los sentimientos y las ideas se corresponden suficientemente en una situación habitual, la existencia humana desarrolla directamente su principal característica, vivir para el otro” (Comte, 1967, p. 295).18
La política no es un poder de individuos que llegan a acuerdos y a objetivos comunes, sino que la política, como cualquier otra ciencia, es relacional. La realidad social se reconstruye a través de una pluralidad ontológica distinta y la política, a través de un mecanismo anónimo e impersonalizado que administra de forma eficiente, conduce los múltiples niveles de la sociedad con el propósito de lograr la paz, el orden y el progreso social, así, el Estado industrial converge y sincroniza todos los niveles de la sociedad de una manera armónica. “La sistematización del trabajo exige a la vez lo ascendente de costumbres pacíficas, solo susceptibles de la universalidad que ella suponga, y la preponderancia del espíritu positivo, base única de la coordinación industrial” (Comte, 1967, p. 323).19
Comte, para la ciencia como para la política, establece un método a posteriori que es general por las condiciones sociales en las que se encontraba la ciencia, por su especialización y su interés en desarrollar temáticas más particulares. Aunque en su forma general existe una transición histórica que determina, en una manera simultánea, el devenir de los tiempos de la humanidad (Grange, 2000, p. 60). Comte consideraba que su tiempo era la concreción de las ciencias en todo el mundo; que la ciencia se volvería hegemónica y afectaría indirectamente a las otras formas de conocimiento. La ciencia se universalizaría para desplazar a las otras tradiciones del saber; al contrario de la religión o de la metafísica, la ciencia mira universalmente, pero en estrictos términos relativos. Del mismo modo, la política científica haría que se conformara lo que Comte llama la “dictadure republicaine”, que no es otra cosa que una república de los sabios. Para el francés, la burguesía industrial no representa los intereses de la comunidad, si bien ha desplazado a la casta aristocrática, un gobierno sostenido por la burguesía promovería los valores del individualismo, el egoísmo y el amor por las riquezas. Para Comte, entonces, la clave se encuentra en la educación social y en la conformación de comités en donde los sabios se reúnan a discutir los asuntos de la nación.
Conclusiones
En este artículo he revisado el pensamiento de Auguste Comte desde una mirada de la política de la ciencia. Lo político de su pensamiento se refiere a la idea de que la política positiva coordina y organiza a la sociedad bajo la dirección de los científicos sociales. Los estudios científicos permiten a los científicos explicar los fenómenos físicos, biológicos y sociales, y ese saber los posiciona en un lugar de superioridad epistémica frente a otro tipo de conocimiento, con el propósito de una mejor toma de decisiones de interés colectivo. Además, en Comte se observa algo que se ha definido como la construcción política del conocimiento, es decir, la política científica señala las formas en la que se elabora el conocimiento.
Las lecturas sociológicas del pensamiento de Comte no habían hecho énfasis en este sentido, pero sí se ha realizado revisiones al respecto en los trabajos Juliette Grange. He retomado la propuesta de Grange para dar este vuelco desde la filosofía política de la ciencia en la lectura de Comte, pero no comparto su lectura republicana y mediadora sobre Comte. En cambio, a partir de una revisión histórica, he identificado un momento en la vida de Comte, que tiene que ver con su vínculo con los saint-simonianos y con la École Polytechnique, donde Comte imagina una concepción genérica de un animal tecnológico que supone la integración de lo humano con la máquina, y esto conformaría una tecnología humana que devendría en una nueva era que produciría otros símbolos político-científicos para que la humanidad se unifique armónicamente bajo la consigna de orden y progreso. Por tanto, considero que el proyecto filosófico de Comte es un proyecto político desde el principio, pues impulsa a los científicos a tomar el poder y, desde ahí, hacer una transformación tecnológica y científica en todos los ámbitos de la sociedad.
Asimismo, su concepción política se articula con varias disciplinas científicas como son la física, biología, la ciencia social, tecnología para transformar a la sociedad. La sociología es un saber político que permite tener un mayor esclarecimiento de las múltiples y complejas relaciones que hay dentro de la sociedad. La sociología instrumentada por lo político elabora una potente reflexión sobre la observación, la experimentación, la clasificación, la comparación y el método histórico.
La historia humana ofrecía un espectáculo sucesivo de combinaciones políticas y de la emergencia progresiva de cada ciencia de acuerdo con la estructura biológica que va de lo simple a lo complejo. Como resultado, la historia le da pistas a la humanidad de su medio, de sus variables y de sus particulares tramos que hacen posible la intervención y la modificación de todos esos elementos. En el Course de la Philosophie Positive se establecen diferentes escalas a través de las cuales los humanos interactúan y modifican su medio. La historia de la humanidad no solo era una narrativa racional de formas e ideas sociales, más bien recuenta los medios por los cuales el organismo colectivo averigua sus alrededores aprendiendo a actuar con las fuerzas crecientes sobre ese medio. La política es, entonces, la instrumentación y la organización de esos cambios a través del establecimiento de comités científicos que, desde el Estado, coordinan los múltiples elementos de una manera impersonal y administran las acciones colectivas a través de una organización más sistemática de la información. Esos instrumentos conceptuales son la ley de los tres estadios, la carga teórica del conocimiento, la organización jerárquica de las disciplinas científicas y, por último, las leyes de la estática y la dinámica.